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Por Juan
Magariños Número 38
RESUMEN La semiótica, como metodología
de investigación en ciencias sociales, tiene por objeto
explicar el proceso de producción, interpretación,
comunicación y transformación del significado de los fenómenos
sociales. Una consideración sincrética de las propuestas de Saussure
y de Peirce permite pensar con riqueza y rigor las operaciones
cognitivas fundamentales que intervienen en la elaboración de
aquella explicación. Se distinguen los dos planos básicos para la
producción del significado: la semiosis sustituyente y la
semiosis sustituida, y en su interdependencia se
identifican 4 relaciones semióticas básicas, aplicables a
las 3 clases posibles de signos: icónicos, indiciales y
simbólicos. Mediante este análisis semiótico podrá
identificarse cómo, en determinado momento de determinada sociedad,
se construyen los sistemas de interpretantes que
representan, a su vez, el hábito social de interpretación
efectivamente vigente. La calidad formal y empíricamente adecuable
de estas operaciones permitirán su transformación en un programa de
computación operativo y eficaz.
PALABRAS CLAVE: Semiótica – Semiosis –
Metodología – Sustituyente – Sustituida – Explicación – Significado
– Ideología – Cognitivismo - Constructivismo
1. Introducción La tarea de
investigación acerca de la producción, interpretación, contrastación
y superación del significado de los fenómenos sociales, utilizando
metodología semiótica, permite llegar a conclusiones
consistentes, bien fundamentadas y rigurosas, como
explicación de la problemática empírica en estudio. O sea,
consistentes, ya que no incurren en contradicciones
explícitas o implícitas (permitiendo, no obstante, identificarlas
cuando se dan en determinado ámbito social), bien fundamentadas, ya
que se llega a ellas haciendo explícito cada paso analítico y la
definición de cada concepto utilizado, y rigurosas, ya que
responden a determinados criterios de racionalidad, sin pretender
que dichos criterios sean absolutamente verdaderos ni universales,
sino meramente conformes a las relaciones de derivación previamente
establecidas y, por tanto, objetivamente evaluables. Pero, para
ello, es necesario que el investigador cumpla con todas las
exigencias inherentes a estas tres características posibles y
deseables para su investigación.
Lo que me propongo hacer, en
estos pocos apartados, es referirme a algunas de nuestras habituales
operaciones semióticas, mostrando su aptitud para cumplir con las
exigencias planteadas y articulando la dinámica de sus diversos
procesos, dado que su valor, en definitiva, depende de la
utilización integrada y con conocimiento (o, al menos, tratando de
comprobar una validez que hipotetizo) de la específica eficacia que
su aplicación conjunta habrá de proporcionarnos para alcanzar el
objetivo propuesto. El cual, siempre se focalizará en el intento de
explicar el proceso de producción y/o de interpretación y/o de
contrastación y/o de superación de las significaciones que
determinado fenómeno tiene en determinado momento de determinada
sociedad (o, más bien, en determinado momento de un sector
determinado de una determinada sociedad) y en hacer evidente su
dispersión y su valor diferencial (Foucault, 1969:
31-43).
Creo que puede ser conveniente comenzar refiriéndome
a un grupo de operaciones o, mejor, a una operación compleja, de la
que hay antecedentes en algunos de mis libros pero que, quizá por su
reiterada exposición pedagógica y por su reiterada aplicación
investigativa, ha ido modificándose (ya que así ha mostrado su
potencia y sus límites, exigiendo su propia superación),
tanto en la terminología utilizada en su descripción como en la
identificación de sus ámbitos de eficacia. Se trata de una operación
que es heterodoxa respecto de los dos autores involucrados y hasta
por el hecho de involucrarlos: Saussure y Peirce. A esta operación
compleja y al algoritmo que se va construyendo dinámicamente para
representarla, se los conoce como “Los 4 Signos”.
2. El proceso de investigación y un retorno
saussureano Comienzo el desarrollo de los 4 signos, como
propuesta operativa específicamente semiótica.
En principio,
hay que tener en cuenta que cuando se está en condiciones de aplicar
determinada operación semiótica de carácter analítico ha ocurrido ya
mucha tarea de investigación.
Antes, se ha elegido un
fenómeno social en cuya significación (en su proceso de
producción o en la contradicción observada entre las diversas
formulaciones de dicha significación, simultáneamente vigentes en
determinado momento de determinada sociedad) se ha detectado un
problema respecto de cuya explicación se ha formulado
determinada hipótesis o conjunto de hipótesis, para probar
las cuales se ha seleccionado un determinado corpus de
información // de cuyo análisis se espera obtener,
después, la comprobación de que la explicación anticipada en la
hipótesis es correcta o, en caso de no serlo, se espera llegar
a formular otra propuesta hipotética que se pueda considerar
como la que habrá de resultar efectivamente probada.
En
este párrafo creo haber sintetizado el tipo de situación a la que es
aplicable la metodología semiótica. Obsérvese que lo que está
antes de la doble barra (“//”) es lo que ya se ha realizado
efectivamente; lo que está después de la doble barra (“//”)
es lo que falta por realizar, que parte, justamente, del
análisis del corpus seleccionado.
Para
realizar este análisis se acudirá a diversas clases de
operaciones analíticas, disponibles a partir de los
desarrollos correspondientes a las específicas semióticas a las que
pertenezcan los corpus en estudio: simbólicas (p.e., textos
verbales), icónicas (p.e., imágenes materiales visuales) o
indiciales (p.e., objetos o comportamientos
exhibidos). Esas operaciones posibles tendrán que ser capaces de
evidenciar (mediante el análisis que producen) la existencia de
determinadas relaciones (efectivamente presentes, pero no de modo
evidente, sino que requiere ser inferido) inherentes a cada una de
las piezas del corpus en estudio y de las que habrá de provenir la
posibilidad de producir determinada y no otra significación. Lo que
así se infiera será lo que probará o rebatirá la hipótesis
previamente formulada.
La propuesta a establecer en estos
apartados tiene por objetivo enunciar cuáles son las
condiciones que las operaciones específicas deberán cumplir. O
sea, lo que estoy denominado como “Los 4 Signos” es un discurso
metateórico que identifica las relaciones y la eficacia a las
que deberán adecuarse esas otras operaciones específicas a cada una
de las semiosis posibles (icónicas, indiciales o simbólicas) que, en
definitiva, serán las que se aplicarán efectivamente.
Para
dejar marcado, en esta oportunidad, al menos, el origen de esta
reflexión acerca de las grandes clases de operaciones que
intervienen en el análisis semiótico de los elementos del corpus, me
parece importante recuperar algunos aspectos de la propuesta básica
saussureana (1945). Primero, el muy conocido algoritmo que
representa las relaciones del signo saussureano: Significante (“ S
”) sobre significado (“ s ”), o sea,
[Figura 1]
Ya sé que estoy tomando el orden sugerido por Lacan (1966:
253): arriba de la barra el Significante, ya que es por
donde se entra al análisis (por lo efectivamente
dicho, en términos de Foucault) y debajo de la barra
el significado, que es lo que se recupera o infiere a
partir de la propuesta perceptual del Significante. Tanto en la
tarea clínica psicoanalítica como en la tarea metodológica del
análisis semiótico, se entra por lo perceptible y se
infiere lo virtual o valorativo o
significativo.
Pero al signo, Saussure lo vincula a
otro elemento que fue fundamental para su construcción de la
lingüística como propuesta científica o rigurosa; este elemento es
el valor; es decir, el conjunto de relaciones que
vinculan a determinado signo con los restantes signos del sistema al
que pertenece (Saussure, 1945: 191-206). Voy a tomar esa parte
del valor que afecta las relaciones de determinado Significante con
los restantes Significantes del sistema. Con ello creo estar
haciendo posible la identificación del conjunto de relaciones
sintácticas que, en definitiva, lo identifican en el conjunto
de la totalidad (abierta o cerrada, según la semiosis que se esté
estudiando, ya que no habremos de limitarnos al lenguaje verbal) de
los restantes Significantes. Y a este aspecto relacional, propongo
identificarlo con una “ s’ “; o sea, una “ese prima minúscula” que
representa al conjunto de las relaciones sintácticas que pueden
vincular a un Significante con los restantes Significantes de su
sistema (o conjunto de pertenencia). Esta “ s’ “ representaría,
por tanto, el significado metasemiótico del Significante en su
propio sistema. Entonces (y aquí empieza la heterodoxia),
todo Significante tendría dos significados: (1) aquel
significado tradicional que forma parte de los conceptos del
mundo (la “ s ”) a los que representa tal Significante y (2) el
que es parte del valor del signo y que identifica las
posibilidades sintácticas (la “ s’ “) del Significante en
estudio. Tendríamos, entonces:
[Figura 2]
Con lo que tendríamos esbozados, al menos, dos
Signos:
[Figura 3]
que es el conocido signo saussureano, al que propongo llamar
en este esquema “Signo Mediador” y:
[Figura 4]
un signo especialmente analítico, al que propongo llamar en
este esquema “Signo Metasemiótico Sustituyente” o bien, más
simplemente, el signo de la semiosis
sustituyente.
3. Primera identificación de los 4
Signos La continuación del proceso de enunciación del
conjunto operativo al que he identificado como “Los 4 Signos” va a
requerir establecer la presencia de un nuevo elemento. Si
bien es el más obviamente percibido, también es el más escasamente
(si algo) desarrollado: la forma de los objetos (o, mejor, entes; o,
mejor aún, Objetos Semióticos) del mundo a los que se refieren los
signos; forma de la que toda persona tiene algún conocimiento
(efectivo o imaginario).
Aquí vale la pena recuperar una
reflexión teórica proveniente de Peirce:
si hubiera algo que aportase información y no tuviese
relación alguna ni referencia con algo acerca de lo cual, la
persona a la que se aporta esa información de modo que pueda
comprenderla no tuviera el menor conocimiento directo o indirecto
(y se trataría de una muy extraña clase de información), al
vehículo de dicha información no se lo denominará, en esta obra,
Signo (CP. 2.231).
O sea, lo que vemos, lo que imaginamos, aquello en lo que
pensamos, ya es signo, antes de transformarse en otro
signo, que es en lo que lo constituye la intervención de un
nuevo signo.
Vuelvo a redactar el párrafo que antecede,
añadiendo (entre paréntesis) algunas expansiones para una reflexión
crítica:
O sea, (y considero que éste es el proceso
semiótico mínimo y fundamental para la producción de la
significación) lo que vemos, lo que imaginamos, aquello en lo
que pensamos (con independencia de, pero producido por el modo en
que aprendimos a mirar, a representar mediante imágenes, a enunciar
con palabras, etc.) ya es signo (al que, en otros textos,
he identificado y seguiré identificando como “Objeto Semiótico”;
Magariños, 1996: 27), antes de transformarse en ese otro
signo (al que, en otros textos, he identificado y seguiré
identificando, como “Semiosis Sustituida”) que es en lo que lo
constituye la intervención de un nuevo signo (al que en otros textos
he identificado y seguiré identificando como “Semiosis
Sustituyente”; Magariños, 1996: 25).
Es decir, aparte de la
palabra “elefante”, que es un Significante Simbólico (en
este ejemplo, perteneciente a la lengua castellana), o aparte de la
imagen material (por ejemplo, fotográfica) de un elefante, que es un
Significante Icónico (en este caso, visual), o del elefante
que está en un zoológico (lamentablemente) o en una reserva natural
(menos lamentablemente) que es un Significante Indicial (en
cuanto objeto que representa a los otros elefantes ausentes), aparte
de todos ellos, está el elefante como forma conocida, que
ya es Signo y, en cuanto tal, está disponible para saber
que estamos ante elefantes, si son elefantes (y en la medida en que
lo sean) los que vemos. (En este tipo de reflexión se apoya un
chiste tan malo como ese en que alguien le pregunta a otro: “¿Sabes
en qué se diferencia un elefante de un paraguas?” y el otro,
suponiendo que se le solicita una respuesta de alguna especial
agudeza, responde “No...”; a lo que el primero replica: “Pues ten
cuidado, no sea que cuando vayas a comprar un paraguas te vendan un
elefante”.)
Este signo de elefante que (transportado
en la memoria como atractor) tenemos disponible (con
independencia, por el momento, de la explicación requerible acerca
de cómo llegó a estarlo y de los cambios de los que puede llegar a
ser objeto, lo que, en su momento, nos va a interesar
especialmente), ese signo de elefante, digo, tiene
saussureanamente considerado un Significante y un
significado.
El nuevo elemento al que me
referí en el comienzo de este apartado: “la forma de los objetos del
mundo” (la forma del elefante), es, por tanto, también un
Significante, pero ubicado en un plano diferente a aquel en que se
encuentra la forma de la palabra “elefante”. Es el
Significante de ese Objeto Semiótico del que ya sabemos que es un
elefante.
Para simbolizar a esa forma de los Objetos
Semióticos del mundo, en su aspecto Significante, propongo utilizar
una “ S’ “, o sea, una ese prima mayúscula. En cuanto a su
significado, o sea, en cuanto al significado de las
formas del mundo, continúa estando representado por la “s“ (una
ese minúscula), a la que ya conocíamos por el algoritmo
saussureano:
[Figura 5]
Con esto y por cuanto antecede, ahora disponemos de otro
algoritmo:
[Figura 6]
que representa la vinculación de las formas del
mundo o Significantes del mundo (“ S’ “) con su
significado (“ s ”), el cual no consiste en ningún en
sí o contenido sustancial de las cosas, sino que es el mismo
que resulta construido por los Significantes de la lengua
y/o de la semiosis que se esté utilizando. Resumamos los
elementos de los que disponemos hasta el
momento:
(A) Elementos
independientes (o arbitrariamente aislados):
1) “S“ : “ese mayúscula”: Significante de alguna
Semiosis Sustituyente (lengua, imagen, objeto o
comportamiento exhibido, etc., utilizado en una función de
representación de otra cosa; obsérvese que, sin haberlo expresado
explícitamente, vengo expandiendo el algoritmo saussureano para
que dé cabida a la tríada peirceana: símbolos, íconos e
índices). 2) “s“: “ese minúscula”: significado de
alguna Semiosis Sustituida (valor o concepto o norma
relacional atribuido a alguna entidad del mundo). 3) “S’“: “ese
prima mayúscula”: Significante de alguna Semiosis
Sustituida (forma perceptual de alguna entidad del mundo, o
sea, de aquello a lo que vemos como Objeto Semiótico, o sea, como
significativo, por la acción de otra Semiosis a la que, por esta
eficacia, podemos denominar “Sustituyente”). 4) “s’“: “ese
prima minúscula”: significado de alguna Semiosis
Sustituyente (valor o concepto o norma relacional utilizado
en una función de representación de otra
cosa).
(B) Elementos relacionados y constituidos
en signos:
Por combinatoria de los anteriores, tenemos los siguientes
algoritmos de los signos correspondientes:
I) [Figura 7]
que se lee: “ese mayúscula /sobre/ ese prima
minúscula”, o sea: un Significante de una Semiosis Sustituyente
/sobre/ el significado que posee ese mismo
Significante en el interior del sistema de la propia Semiosis
Sustituyente a la que pertenece; significado que consiste, por
tanto, en el conjunto de sus posibilidades sintácticas. A este signo
lo podemos denominar: “Signo Metasemiótico Sustituyente”: atribuye
al correspondiente Significante el conjunto de sus posibilidades
relacionales con otros Significantes de su propia semiosis y en su
propia función de sustituyente; o sea, es el signo que
representa a las posibilidades sintácticas de los
Significantes en estudio.
II) [Figura 8]
que se lee: “ese prima mayúscula /sobre/ ese
minúscula”, o sea: un Significante de una Semiosis
Sustituida /sobre/ el significado que adquiere ese
significante en el interior del sistema de la propia Semiosis
Sustituida a la que pertenece; significado que consiste, por
tanto, en el conjunto de sus posibilidades conceptuales. A este
signo lo podemos denominar: “Signo Metasemiótico Sustituido”:
atribuye al correspondiente Significante el conjunto de sus
características conceptuales diferenciales respecto de los
otros significantes de su propia semiosis y en su propia
función de sustituido; o sea, es el signo que representa
las posibilidades valorativas o significativas de los
Significantes del mundo en estudio.
III) [Figura 9]
que se lee: “ese mayúscula /sobre/ ese minúscula”,
o sea, un Significante de una Semiosis Sustituyente
/sobre/ el significado de una Semiosis Sustituida. A
este signo lo podemos denominar: “Signo Mediador” (o “Signo
Saussureano”): atribuye a determinado Significante ausente
(la “S’“ de alguna Semiosis Sustituida) un conjunto de
características conceptuales como resultado de la eficacia
de los Significantes presentes (de alguna Semiosis
Sustituyente); o sea es el signo que permite interpretar el
mundo visto desde una lengua, imagen, objeto o comportamiento, etc.,
utilizado en una función de representación de otra cosa.
Pero hay un 4º Signo que es, pese a parecer un
sinsentido, el fundamental en el proceso de explicación de la
construcción de la significación.
IV) [Figura 10]
que se lee: “ese prima mayúscula /sobre/ ese prima
minúscula”, o sea, un Significante de una Semiosis
Sustituida /sobre/ el significado de una Semiosis Sustituyente.
A este signo lo podemos denominar: “Signo Ideológico”: atribuye a
determinado Significante presente (la “S’“ de alguna
Semiosis Sustituida) un conjunto de características
conceptuales, no inherentes a dicho Significante, sino como
resultado de la eficacia de las posibilidades relacionales
(la “ s’ “ de alguna Semiosis Sustituyente) que vinculan
efectivamente a los Significantes de esa determinada Semiosis
Sustituyente. O sea, se lo puede denominar “Ideológico” porque
hará que se perciban las formas de los objetos o de los entes o de
los Objetos Semióticos del mundo (los Significantes del universo
sustituido: las “ S’ “) según las relaciones sintácticas
(los significados relacionales pertenecientes al propio universo
sustituyente: las “ s’ “) efectivamente utilizadas en la
construcción de la correspondiente Semiosis Sustituyente. O
sea, toda semántica proviene de una sintáctica.
4. Ejemplo, con elefantes, de los 4
Signos Ya que de elefantes he hablado, trataré de
ejemplificar con ellos las entidades y las
relaciones a las que vengo refiriéndome.
Entidades:
1)
“S“: representa a la palabra “elefante” (Significante de una
Semiosis Sustituyente). También a una estatuilla que
representa un elefante; o al elefante que se exhibe en la pista de
un circo. 2) “s“: representa a los valores del concepto de
elefante: ser mamífero, cuadrúpedo, vertebrado, proboscidio,
ungulado, etc., según un determinado texto de zoología o según un
diccionario, etc.; o el particular elefante (enfurecido, amigo,
trabajador, etc.) que se construye en una obra literaria
(significado de una Semiosis Sustituida). También al
significado de dador de buena suerte que posee una estatuilla
doméstica de un elefante; o al significado del dominio del hombre
sobre el comportamiento de un elefante exhibido en el circo. 3)
“S’“: representa a la forma o imagen mental del elefante, tal como
cada uno la tiene almacenada: es el Atractor Mnemónico
que acepta o rechaza la identificación, como elefante, de aquello
que incidentalmente se construye a través de la lectura de
determinado texto (Significante de una Semiosis
Sustituida). También a la aceptación o rechazo, como
elefante, de lo representado por la estatuilla doméstica; o de lo
exhibido en el circo. 4) “ s’ “: representa a los valores
gramaticales de la palabra “elefante”: ser sustantivo, masculino,
no se conjuga, admite adjetivos, puede ser sujeto de un verbo,
etc.; o a los valores retóricos provenientes de determinada
construcción textual (significado, en cuanto posibilidades
relacionales, de determinado Significante perteneciente a una
determinada Semiosis Sustituyente). También a la posición con
la trompa levantada de la estatuilla del elefante (sintaxis) y su
colocación en dirección a la puerta de entrada de la casa o del
departamento (sintaxis); o a la posición de la pata del elefante
apenas levantada (sintaxis), bajo la cual está una mujer
(sintaxis), mientras el domador permanece con los brazos
levantados (sintaxis).
Relaciones:
I) [Figura 11]
representa las posibilidades de uso, sintácticas, en el
habla, de la palabra “elefante” (Signo de una Semiosis
Sustituyente). También, las posibilidades de representación, en
una estatuilla, de las partes del cuerpo de un elefante y las
diversas posibilidades de ubicación de esa estatuilla de elefante en
un domicilio; o las distintas actitudes que se le pueden hacer
adoptar a un elefante exhibido en un circo y las distintas
relaciones que pueden establecerse entre el elefante y las personas
y los objetos que están en la misma pista del circo.
II) [Figura 12]
representa lo que sabemos, conceptualmente, acerca de esas
entidades cuyas formas identificamos como elefantes (Signo de
una Semiosis Sustituida). También, que los elefantes pueden
asociarse a la buena suerte; o a la obediencia.
III) [Figura 13]
representa el significado que le atribuimos al elefante, tal
como lo interpretamos cuando escuchamos o leemos frases en las que
interviene la palabra “elefante” (Signo Mediador entre las
formas de una Semiosis Sustituyente y los significados de una
Semiosis Sustituida). También, el significado de buen auspicio
que le atribuimos al elefante, tal como lo interpretamos cuando
vemos la actitud representada en determinada estatuilla de elefante,
colocada en determinado lugar de la casa; o cuando lo vemos
obedeciendo las órdenes del domador en la pista del
circo.
IV) [Figura 14]
representa la intervención y la eficacia de las
posibilidades sintácticas del modo de hablar acerca de elefantes,
para proponer determinada imagen conceptual y no otra del elefante
del que se habla (Signo Ideológico que utiliza el significado
sintáctico de una Semiosis Sustituyente para configurar el
significado semántico del Significante de una Semiosis
Sustituida). También, la eficacia de determinada manera de
relacionar las partes del cuerpo del elefante al construir una
estatuilla que lo representa y la ubicación de dicha estatuilla en
la casa; o la eficacia de la posición que se le hace adoptar al
elefante respecto de las personas que interactúan con él, en la
pista del circo; todo ello para que veamos al elefante de
determinada y no otra manera: en un caso como portador de buena
suerte y en el otro como sometido al poder del hombre. En este
sentido y, quizá, para trasmitir esta idea de la eficacia y
especificidad de la sintaxis, es fácil comprender que la estatuilla
aquí descrita no hace que veamos al elefante como sometido al poder
del hombre, ni la actitud que adopta en la pista y su interrelación
con las personas hace que veamos al elefante como dador de buena
suerte; o sea, cada sintaxis tiende a la producción de un
significado específico, al menos, mientras las convenciones sociales
continúen vigentes. Tal, el papel decisivo del interpretante que es,
en definitiva, quien decide interpretar lo que ve de una u otra
manera.
Para continuar reflexionado en el ámbito de una
heterodoxia saussureana, tengamos en cuenta que:
A)
Estas entidades y relaciones son funciones, o sea, dependen, entre
otras cosas, de otra entidad externa que es la que les confiere
sentido: el Interpretante.
B) Estas entidades y
relaciones se vinculan procesualmente, o sea, se producen según
una secuencia que conduce de “ S “ (el Significante de una
Semiosis Sustituyente) a “ s “ (el significado de una
Semiosis Sustituida), habiendo pasado por “ s’ “ (el
significado de una Semiosis Sustituyente) y por “ S’ “
(el Significante de una Semiosis Sustituida). [Figura
15]
C)
Como he intentado evidenciar, estas entidades y relaciones son
válidas (mutatis mutandis) para cualquiera de las tres semiosis
existenciales: Iconos (las imágenes de elefantes),
Índices (los elefantes del circo) y Símbolos (la
palabra “elefante”).
5. Desarrollo operativo de la propuesta
analítica Corresponde ya, en este trabajo sobre Los
4 Signos, enfocar el desarrollo operativo de su aspecto
analítico, o sea, extraer las consecuencias empíricas que surgen al
considerarlos como el marco teórico de concretas operaciones de
investigación.
En este sentido, sus características, a
las que he ido tratando de especificar en los anteriores apartados,
deberán poder interpretarse como un conjunto de
instrucciones que habrán de guiar el trabajo del analista
que decida utilizar la metodología semiótica.
Me sitúo en el
desarrollo secuencial que esbocé en la figura 15
del apartado anterior. Interpretados esos símbolos como indicadores
de las entidades empíricas sobre las que va a actuar el
investigador, pueden leerse del siguiente modo:
“Dada una propuesta perceptual (“ S “ o Formas de una
determinada Semiosis Sustituyente) que se considera
pertinente, en cuanto se supone, por hipótesis, que interviene en
(que está siendo socialmente utilizada para) la producción del
significado de determinado fenómeno, es necesario identificar las
relaciones (“ s’ “ o Valores Sintácticos de ese misma Semiosis
Sustituyente) que vinculan a las unidades integrantes de esa
propuesta perceptual, para conocer de qué manera el productor de
esa propuesta perceptual pretende que un eventual intérprete
acepte que un determinado fenómeno social (“ S’ “ o Formas de
una determinada Semiosis Sustituida) posee o está adquiriendo
o puede llegar a adquirir un determinado significado (“ s ” o
Valores Semánticos de aquella misma Semiosis
Sustituida)”.
O sea,
un investigador formula como Hipótesis de Trabajo la
afirmación de que en un conjunto de determinadas Semiosis
Sustituyentes efectivamente disponibles (discursos verbales y/o
imágenes visuales y/o exhibición de objetos o comportamientos) van a
encontrarse determinadas relaciones entre los signos efectivamente
usados en cada ejemplar de tales Semiosis Sustituyentes (enunciados
verbales y/o configuraciones visuales y/o disposiciones de objetos o
comportamientos) que tienen eficacia para que a un determinado
fenómeno social se lo valore de determinada manera; que es lo
que deberá probar, como conclusión de su
investigación.
En
consecuencia, lo primero que tiene que hacer el investigador es
identificar la materia prima (“ S ”) sobre la que va a trabajar.
Esta materia prima, cuando la investigación tiene una orientación
semiótica en su metodología, estará constituido necesariamente por
determinadas Semiosis Sustituyentes. La concreta selección de este
material dependerá de cuál sea el concreto problema que pretenda
explicar (“ s ”), el cual, en el caso de una investigación con
metodología semiótica, afrontará el problema de determinar cuál sea
(o cuáles sean y, en este caso, en qué se contradigan), en
determinado momento de determinada sociedad, el significado (o
los significados) que se le asigna(n) al fenómeno social en
estudio.
Su Hipótesis de Trabajo afirmará
(abductivamente, como conjetura) que, en las concretas relaciones (“
s’ “) identificables entre los elementos constitutivos de las piezas
de esa materia prima, está la clave que explica cuál sea la
consideración social de dicho fenómeno (“ S’ “) (debiendo enunciar
explícitamente, en dicha hipótesis, cuáles sean las características
de la consideración supuesta); a esta tarea se la denominará:
lectura crítica de los significados vigentes, respecto de
un determinado fenómeno social (como ocurre, p.e., en el caso del
análisis de la competencia, en publicidad; o en el caso del análisis
del discurso de la oposición, en política; o en el caso del análisis
de las formas estéticas superadas, en la creación artística;
etc.).
También puede ser que al investigador le interese
determinar qué relaciones (“ s’ “) le conviene establecer entre los
elementos (“ S “) que puede incorporar a una nueva propuesta
perceptual, para que los eventuales intérpretes comiencen a
considerar a determinado fenómeno social (“ S’ “) desde determinada
perspectiva, o sea, como portador de determinados valores o
significados (“ s “); a esta tarea se la denominará: propuesta
creativa para establecer la vigencia de nuevos significados,
respecto de un determinado fenómeno social (como ocurre, p.e., en el
caso de la elaboración de un mensaje publicitario; o en el caso de
la elaboración de una campaña política; o en el caso de la
elaboración de una propuesta estética creadora; etc.).
Lo que
surge, en definitiva, es que la tarea de Investigación
Semiótica puede tener uno de estos dos objetivos: (1)
efectuar una Lectura Crítica de los significados vigentes,
respecto de un determinado fenómeno social, o (2) formular una
Propuesta Creativa para establecer la vigencia de nuevos
significados, respecto de un determinado fenómeno social. Entre
ambos objetivos existe, por supuesto, toda una gama de predominios o
de combinatorias, pero el campo de investigación de la semiótica
quedaría acotado entre ambas tareas maestras.
6. Recuperación peirceana. El ausente
innombrado (o apenas nombrado), en los precedentes apartados sobre
los 4 signos, es el Interpretante. Sin embargo, nada de lo
allí dicho es consistente consigo mismo, sino en cuanto
constituye, en la mente del intérprete, otro signo más
desarrollado (y lo estoy parafraseando a Peirce: CP 2.228). Por
esto, el esquema saussureano, por sí sólo, es insuficiente para dar
cuenta del proceso de producción de la significación; su
eficacia se limita a (o se muestra eficaz para) establecer, en un
momento determinado (sincrónicamente) cuál es alguno de los
significados efectivamente vigentes en determinado momento de
determinada sociedad; o bien para comparar (diacrónicamente) los
significados efectivamente vigentes en dos momentos distintos de una
misma sociedad (entre dos sincronías).
Lo que el
investigador que utiliza este instrumento de la metodología
semiótica trata de recuperar, la inferencia que trata de fundamentar
acerca de la existencia de determinados hábitos sociales de
interpretación (también Peirce: CP. 5.476 passim), es el
proceso por el cual determinados Representámenes o
Semiosis Sustituyentes:
[Figura 16]
(textos verbales, imágenes visuales, exhibiciones de objetos
o comportamientos) poseen eficacia para construir de un modo y no de
otro, aunque se trate de muchos y diversos modos, a los Objetos
Semióticos o (en su perecedero estado creativo) Semiosis
Sustituidas:
[Figura 17]
emergentes.
Con
esto estoy advirtiendo que no es suficiente con analizar
una Semiosis Sustituyente (por ejemplo, un
discurso político), sino que se requiere establecer el contraste
opositivo (también Peirce: CP 5.477) que esa semiosis sustituyente
establece con las restantes semiosis sustituyentes que están
simultáneamente vigentes en determinada sociedad (por ejemplo, con
los discursos políticos contemporáneos del que se
estudia).
Con esto estoy satisfaciendo la condición de que
determinada construcción semántica (o atribución de
determinado significado a determinado fenómeno) no sólo depende
de la sintaxis del texto, imagen y/o exhibición que la propone,
sino que su eficacia proviene del diferencial sintáctico
que proporciona (o utiliza) respecto de las otras semiosis
sustituyentes simultáneamente vigentes (y por tanto disponibles),
con las que se producen o podrían producirse otras
construcciones semánticas divergentes.
Lo
diferencial especifica el valor social del significado
producido por cada Semiosis Sustituyente. Consiste en
representar (mediante textos, imágenes y/o exhibiciones) lo
que no representan las otras semiosis sustituyentes
simultáneamente vigentes y en no representar lo efectivamente
representado por las otras semiosis sustituyentes (y,
prácticamente, estoy parafraseando a Foucault en sus textos acerca
del “enunciado” y de las “formaciones discursivas”).
En los
procedimientos de testéo estadístico positivista, hay un mínimo
necesario en la extensión de una muestra, lo que se establece en
función del tamaño del universo que se pretende investigar y ello es
resultado de determinadas operaciones matemáticas. Para la
metodología semiótica, también existe una extensión mínima del
corpus necesario para establecer las características de determinado
significado vigente en determinada sociedad; ese mínimo estará
constituido por aquella cantidad de datos (textos, imágenes
y/o exhibiciones de objetos o comportamientos) que permitan
constatar que se ha producido una inconsistencia en el conjunto de
las características del significado en estudio. O sea, cuando
se encuentre alguna (como mínimo) contradicción en los modos
analizados de construir dicho significado (es condición necesaria,
pero puede no ser suficiente y, por lo general, no lo es). Sin
contradicción no es posible saber qué se está negando ni, en
consecuencia, los límites que definen lo que se afirma. No es, para
la semiótica, una cuestión de cantidad, sino de las
cualidades contrastantes identificadas en la muestra
relevada. Por esto, puede decirse, no sólo que no hay semántica
sin sintaxis, sino además que toda semántica es
diferencial, en cuanto algo significa porque se diferencia de
lo que otro significa.
En definitiva, el análisis semiótico
permitirá identificar cómo, en determinado momento de determinada
sociedad, se construyen los sistemas de interpretantes que
representan, a su vez, el hábito social de interpretación
efectivamente vigente. Desde estos distintos y contradictorios
sistemas de interpretantes (con todas las posibilidades incluidas en
el gradiente del distanciamiento que se determine que los separa) se
irán construyendo, mediante el conjunto de semiosis sustituyentes
que circulan en ella, los distintos y contradictorios significados
que, siempre y en toda sociedad, se atribuyen a un mismo y
determinado fenómeno social (en cuanto antecede, es de especial
interés el Punto 3: Interpretantes lógicos: CP. 5.470-5.493, del
Capítulo 1: Un panorama del pragmatismo, del Libro III: Trabajos
inéditos, del Volumen V: Pragmatismo y Pragmaticismo, de
los Collected Papers de Charles S. Peirce).
Y, a la
elaboración de la red de relaciones que representa el estado final
de una investigación que reúna las condiciones a las que acabo de
referirme, la he denominado, en otros trabajos (Magariños, 1996:
427-460; 1999), los Mundos Semióticos Posibles en cuanto
representación de los contrastes entre los significados
atribuidos a un fenómeno social por el Hábito Interpretativo de los
distintos intérpretes sociales.
Referencias:
(Se
coloca en primer término la edición consultada) FOUCAULT, M.
(1969) L’archéologie du savoir. Paris: Gallimard (trad.
cast. 1970, 1ª ed. La arqueología del saber. México: Siglo
XXI) LACAN, J. (1966) Écrits I. Paris: Éditions du
Seuil MAGARIÑOS DE MORENTIN, J. (1996) Los fundamentos
lógicos de la semiótica y su práctica. Buenos Aires:
Edicial -- (1999) “Los Mundos Semióticos Posibles en la
Investigación Social”/”Possible Semiotic Worlds in Social Research”,
en Archivos de la Universidad Nacional de La Plata, Vol. I,
Núm. 1. Octubre. <http://www.unlp.edu.ar/archivos> PEIRCE,
Charles S. (1965/1931) Collected Papers of Charles Sanders
Peirce. / Volume II: Elements of Logic / Volume V: Pragmatism and
Pragmaticism. Cambridge: Harvard University Press SAUSSURE,
Ferdinand de (1945, entre otras múltiples ediciones) Curso de
Lingüística General. Buenos Aires: Losada (Cours de
linguistique générale. Paris: Payot, 1915).
Dr. Juan
Magariños de Morentin Ivestigador y profesor
Titular por Concurso del "Taller de Semiótica", en la Facultad de
Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata,
Argentina. |