LA SEMIÓTICA
DE LOS BORDES
APUNTES DE METODOLOGÍA SEMIÓTICA
* Estamos en el mundo que podemos
percibir (interpretante originado en Piaget)
* Percibimos el mundo que podemos
enunciar (interpretante originado en Varela)
* Enunciamos el mundo como nos lo permiten
las semiosis socialmente disponibles
(interpretante originado en Foucault)
* Las semiosis socialmente disponibles
contienen la totalidad de los mundos posibles
en un momento y en una sociedad
determinada (interpretante originado en Peirce)
Juan Magariños de Morentin
2008
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ACTUALIZACIÓN DE TEXTOS
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Para Giovanna,
compañera de pasión y pensamiento
ÍNDICE ABREVIADO
3 Integración
cognitiva intersemiótica
4 Guía elemental para un
Proyecto de Investigación
6 Charles Sanders
Peirce; semiótica, lógica y cognición
7 De la Semiótica
General a las Semióticas Particulares
8 La
semiótica como metodología
9 Claves epistemológicas y
operaciones metodológicas elementales
10 Los Mundos Semióticos Posibles
11 La(s)
semiótica(s) de la imagen visual
12 Operaciones
semióticas en el análisis de las historietas
13 La abducción
en la interpretación de las imágenes visuales
14 La
recuperación de la memoria visual
15
Semántica visual de las imágenes simbólicas
16 Lo que
explica la semántica visual
17 Los mundos
semióticos posibles de las imágenes visuales
18 Iconopoiesis
o la eficacia de la forma
19 Hacia una semiótica indicial. Acerca de la interpretación
de los objetos y los comportamientos
20 La(s) semiótica(s) indiciales a partir de Ch. S. Peirce
o como hacer signos con cosas
V En qué tiene que cambiar la semiótica
22 La humanidad, la facultad
semiótica y la historia del entorno
23 Hacia una nueva
historia de los sistemas semióticos
24 Semiótica; su rigor y su
interdisciplinariedad
ÍNDICE
Para aprender
a pensar semióticamente
I Semiótica
general…………………………………………………...13-139
1 Concepto de semiótica
1.1 Concepto
1.2 Signos y Objetos Semióticos. Ciencia o metodología
1.3 Hacia una teoría dinámica de los discursos
sociales
1.4 La base textual de la significación. Producción e
inferencia
1.5 Para ver, hay que conocer
1.6 La significación construida
1.7 Problemas y divergencias
1.8. Apéndices
1.8.1 Otra vez, ¿qué es la semiótica?
1.8.2 Concurrencia y no contradicción
1.8.3 Pensamiento, Semiosis, Mundo [1]
1.8.4 ¿Para qué sirve la semiótica?
Notas
2 Glosario
2.1 Términos definidos en este glosario
2.1.1
Código
2.1.2
Contexto – Cotexto – Paratexto – Peritexto – Epitexto
2.1.3
Discurso
2.1.4
Habla-Escritura
2.1.5
Lengua
2.1.6
Lenguaje / Facultad semiótica [2]
2.1.7
Lingüística, semiología y semiótica
2.1.8
Objeto semiótico
2.1.9
Semiosis
2.1.10
Semiosis sustituida
2.1.11
Semiosis sustituyente
2.1.12
Semiótica
2.1.13
Signo
2.1.14
Sistema
2.1.15 Texto
3 Integración cognitiva intersemiótica
3.1 Diferencia y especificidad de las semióticas
3.2 La articulación de las diferentes semióticas
3.3 La marginación de la semiótica en el universo de
las ciencias sociales
3.4 La especificidad de la semiótica
para dilucidar correspondencias y divergencias entre lo visual y lo lingüístico
3.5 Transposiciones e intersemiótica
4 Guía elemental para un Proyecto de
Investigación
4.1 Descripción del tema y planteamiento el problema
4.2 Elaboración del marco teórico pertinente
4.3 Formulación de las hipótesis teóricas
4.4 Metodología
4.4.1 Marco teórico-metodológico
4.4.2 Corpus
4.4.3 Operaciones
4.5 Bibliografía
4.6 Conclusiones
4.7 Apéndices
4.7.1 Sobre el corpus
4.7.1.1 La recopilación del corpus
4.7.2 Preguntar y responder desde la semiótica
4.7.2.1 Encuadramiento
a) Me centro en la cuestión del problema.
b) Me centro en la cuestión de la hipótesis
c) Me centro en la cuestión de la explicación
d) Resumen
Notas
5 Los 4 signos
5.1 Introducción
5.2 El proceso de investigación y un
retorno saussureano
5.3 Primera identificación de los 4
signos
5.4 Ejemplo, con elefantes, de los 4
signos
5.5 Desarrollo operativo de la propuesta
analítica
5.6 Recuperación peirceana
6 Charles Sanders Peirce; semiótica, lógica y
cognición
6.1 El signo. Introducción [3] [4]
6.2 Las 9 clases de signos
6.2.1 Cualisigno
6.2.2 Icono
6.2.3 Rhema
6.2.4 Sinsigno
6.2.5 Índice
6.2.6 Dicisigno o Signo Dicente
6.2.7 Legisigno
6.2.8 Símbolo
6.2.9 Argumento
6.2.10 Esquema ejemplificativo [5]
Notas
6.3 Apéndices
6.3.1 Preguntas a los 9 signos de Ch. S. Peirce [6]
6.3.2 Desarrollo instrumental-operativo del esquema de los 9 signos
peirceanos [7]
6.3.3 Apertura de Peirce en 27 signos
6.3.3.1 Peirce-Museo [8]
6.3.3.2 Peirce-Arquitectura [9]
6.3.3.3 Peirce-Cementerio [10]
6.3.3.4 Peirce-Derecho [11]
6.4 Los 10 signos peirceanos
[12]
6.4.1 Los presupuestos de
los 10 signos, en la propuesta peirceana
6.4.2 Ejemplificación
analítica por aplicación del desarrollo de los 10 signos peirceanos
6.4.2.1 Peirce – 10 signos
sobre: “Número”
6.4.3 Los 10 signos de Ch. S. Peirce, en la
génesis de las semióticas particulares [13] [14][15][16]
7 De la Semiótica General a las
Semióticas Particulares
7.1 Semiótica general [17]
7.2 Las tres semióticas particulares en la expansión
peirceana
7.2.1 Semióticas icónicas
7.2.1.1 Semiótica visual [18]
7.2.2 Semióticas indiciales [19]
7.2.3 Semióticas simbólicas
7.2.3.1 Semiótica verbal (oralidad) [20]
8 La semiótica como metodología
8.1 Introducción
8.2 El rigor en las operaciones de la metodología
semiótica
8.3 Operaciones y no modelos
8.4 La base materialista de la semiótica como metodología
8.5 El enfoque constructivista de la semiótica como metodología
8.6 Los
mundos semióticos posibles
8.7 El enfoque cognitivo de la semiótica como metodología
8.8 La investigación con metodología
semiótica
8.9 La semiótica como metodología y
epistemología
8.10 La metodología
y el análisis histórico del cambio semiótico [21]
II
Semiótica simbólica…………………………………………..140-177
9 Claves epistemológicas y operaciones metodológicas elementales
9.1 Michel Foucault. Reinterpretación a partir de “La
arqueología del saber”
9.2 Manual operativo; para la
construcción de "Definiciones Contextuales" y "Redes
Contrastantes"
9.2.1 Introducción
9.2.2 Supuestos y disciplinas
9.2.3 Operaciones analíticas
9.2.3.1 La normalización
9.2.3.2 La segmentación
9.2.3.3 Las definiciones contextuales
9.2.3.4 Ejes conceptuales, redes
secuenciales y contrastativas
9.2.4. Anexo
9.2.4.1 Normalización
9.2.4.2 Segmentación
9.2.4.3 Definiciones contextuales
9.2.4.4 Redes y ejes
Notas
10 Los Mundos Semióticos Posibles, en la
investigación social
10.1 Introducción
10.2 Hacia un principio de formalización
de los MSPs
10.2.1 Caracterización general de la forma lógica de un sistema de mundos semióticos
posibles
10.2.2 Operaciones
sintácticas elementales y necesarias para la formación de conjuntos de modelos
pertenecientes a un sistema de mundos semióticos posibles
10.2.3 Operaciones
semánticas elementales y necesarias para la interpretación de conjuntos de
modelos pertenecientes a un sistema de mundos semióticos posibles
Notas
10.3 Los Mundos Semióticos Posibles de “la muerte” en
J. R. Jiménez y en J. Gelman
10.3.1 Etapa 1:
Normalización+segmentación
10.3.2 Etapa 2: Construcción de
definiciones contextuales
10.3.3 Etapa 3
10.3.3.1 Diseño de redes contrastantes
10.3.3.2 Aproximación a un análisis
contrastante
Notas
III Semiótica
icónica……………………………………………….178-268
11 La(s) semiótica(s) de la imagen visual
11.1 Introducción [22] [23]
11.2 Identificación
11.2.1 Imagen material visual plástica
11.2.2 Imagen material visual figurativa
11.2.3 Imagen material visual conceptual
11.2.4 Imagen material visual por
combinación de las anteriores
11.3 Reconocimiento
11.3.1 Propuestas perceptuales normadas o conceptuales: atractor simbólico
11.3.2 Propuestas perceptuales existenciales o figurativas: atractor existencial
11.3.3 Propuestas perceptuales cualitativas o plásticas: atractor abstractivo
[24] [25] [26] [27]
11.4
Interpretación
11.4.1 Mostración de carencia, en la semiótica
plástica
11.4.2 Mostración de
semejanza/diferencia, en la semiótica figurativa
11.4.3 Mostración del lugar en
un sistema, en la semiótica conceptual
Notas
12 Operaciones semióticas en el análisis de las historietas
12.1 El análisis metasemiótico de las
imágenes gráficas
12.2 Operaciones fundamentales de una
metasemiótica de la imagen visual
12.3 Las imágenes (caricaturas) de las
historietas [28] [29] [30] [31]
Notas
13 La abducción en la interpretación de las imágenes visuales
13.1 Mundos Semióticos Posibles [32]
[33] [34]
13.2 Del percepto a la interpretación
13.3 El silogismo de la abducción
13.4 Hacia la explicación de la interpretación
pretendida
14 La recuperación de la memoria visual
14.1 La especificidad de lo visual
14.2 Operaciones semióticas utilizables
14.3 Primera operación: la descripción
verbal de las imágenes visuales [35] [36]
14.4 Segunda operación: dibujar las
imágenes de las que se habla
14.5 Tercera operación: identificar el
atractor a partir de marcas [37] [38]
14.6 Cuarta operación: identificar al
atractor a partir de manchas [39]
14.7 Cinco nuevas operaciones:
identificar al atractor a partir de imágenes deterioradas [40] [41] [42] [43]
[44] [45]
14.8 Décima operación: identificar al
atractor a partir de los estudios sobre las Agnosias Visuales [46] [47] [48]
14.9 Undécima operación: identificar al
atractor modificando imágenes supuestamente incorrectas [49] [50]
14.10 Duodécima operación: destruir el
humor visual [51]
14.11 Lo inconcluso
15 Semántica visual de las imágenes simbólicas
15.1 Preguntas de base y las tres
semióticas [52] [53] [54]
15.2 Lo que se muestra y cómo se lo
muestra
15.3 Qué muestran las imágenes
simbólicas y cómo lo muestran
15.4 Recuperar el sistema al que
pertenecen las reglas que construyen el sentido
15.5 Intervalo
15.6 Aquello que podemos denominar
"elementos estrictamente simbólicos"
15.7 Necesidad de una sintaxis, al menos
virtual
15.8 Las reglas del sistema de las imágenes
simbólicas
15.9 Conclusión
Notas
16 Lo que explica la semántica visual
16.1 Prolegómeno
16.2 ¿Qué se entiende por “semántica visual”?
16.3 Tres semánticas visuales, una para cada operación cognitiva diferente
[55] [56] [57] [58]
16.3.1 Semántica de la imagen plástica
16.3.2 Semántica de la imagen figurativa
16.3.3 Semántica de la imagen conceptual
16.4 Un aspecto complementario de la semántica visual: las incrustaciones [59]
[60] [61]
16.5 Anexo: los tres problemas básicos de la semántica
visual (Resumen)
17 Los Mundos Semióticos Posibles de las imágenes visuales
17.1 Introducción
17.1.1 Advertencias preliminares
17.1.2 Una problemática abierta [62]
[63] [64] [65]
17.1.3 Los MSPs como campo y estructura
de la semiótica visual [66] [67] [68] [69] [70a] [70b] [71] [72]
17.2 Tres hipótesis básicas
17.2.1 Primera
hipótesis: Instrumental
17.2.2 Segunda hipótesis: Diferencial
17.2.3 Tercera hipótesis:
Interpretacional
17.3 Identificación de las operaciones
elementales de una semántica visual
17.4 La metodología semiótica en la explicación de la interpretación de las
imágenes visuales
18 Iconopoiesis o la eficacia de la forma
18.1 Introducción a la Iconopoiesis [73]
18.2 El análisis de la eficacia semiótica de la forma
18.2.1 Eficacia semiótica por interpretación
de las imágenes predominantemente cualitativas [74]
18.2.2 Eficacia semiótica por
interpretación de las imágenes predominantemente identificatorias [75]
18.2.3 Eficacia semiótica por
interpretación de las imágenes predominante y convencionalmente simbólicas [76]
IV Semiótica indicial……………………………………………….269-326
19 Hacia una semiótica indicial. Acerca de la interpretación de los objetos y los comportamientos
19.1 Hacia una semiótica indicial
19.1.1 La interpretación de la semiosis
sustituyente en la semiótica indicial. Su diferencia respecto a la semiótica
verbal
19.1.2
Exploración del objeto en el museo, como introducción a una semiótica indicial
19.1.3 Más
sobre el objeto en el museo; más sobre semiótica indicial
19.1.4 Una
primera aproximación al interpretante del objeto en el museo: el visitante
19.1.5 La
contraposición de los mundos semióticos posibles del curador y del visitante
19.1.6 La "puesta en
escena" de objetos y comportamientos
19.1.7 La semiótica como proceso de
transformación y la asistematicidad peirceana en la caracterización del índice.
19.1.8 Cómo se define y acota un
contexto
19.1.9 Primer esquema peirceano del
signo indicial
19.1.10 El primer componente del
signo indicial: la relación que establece con su objeto
19.1.11 El segundo componente del
signo indicial: su eficacia en la construcción de su objeto o fundamento
19.1.12 Hacia el tercer componente
del signo indicial: sobre texto, discurso, productor e interpretante
19.1.13 Más
sobre el tercer componente del signo indicial: la concurrencia de los
interpretantes productor e intérprete en el interpretante comunicativo
19.1.14 Las
operaciones cognitivas en la producción y la interpretación del significado
19.1.15 Signo
indicial y ejemplos
19.1.16
Estereotipos e identikits
19.1.17 Los índices por relación de
contigüidad y los índices por relación de sustitución
19.1.18 Volviendo sobre el análisis
contextual/1
19.1.19 Volviendo sobre el análisis
contextual/2
19.1.20
Búsqueda del contexto más semejante, frente al cual la diferencia establece lo
discreto
19.1.21
Semiótica indicial: ratificación y ejemplificación
19.1.22
Semiótica indicial: contexto, configuración y disposición
19.1.23
Semiótica indicial: sobre los modos de disposición
19.1.24
Semiótica indicial: de la escultura al juguete [77a] [77b] [78]
19.1.25
Semiótica indicial: el registro de los objetos del museo y la Semiótica
Indicial
19.1.26
Semiótica indicial: concepto y variantes del Signo Indicial [79] [80]
19.2.
Algunos textos complementarios
19.2.27 Semiosis sustituyente,
semiosis sustituida y significación. Aproximación al tema de la semiótica
indicial
19.2.28 La falacia del lenguaje
verbal como modelo necesario de toda semiosis sustituyente
19.2.29 Desarrollos peirceanos:
Semiosis sustituyente-semiosis sustituida-objeto semiótico
19.2.30 Desarrollos peirceanos: el
interpretante comunicativo
19.2.31 El
conocimiento semiótico
19.2.32
Sobre los mundos semióticos posibles/1
19.2.33
Sobre los mundos semióticos posibles/2
19.2.34 Sobre los mundos
semióticos posibles/3
20 La(s) semiótica(s) indicial(es) a partir de Ch. S. Peirce o cómo hacer signos con cosas
20.1 Los 10 signos de Charles S. Peirce, en la génesis
de la(s) semiótica(s) indicial(es)
20.1.1 Para una semiótica indicial
20.2 Variables semiótica intervinientes en los signos
indiciales [81]
V. En
qué tiene que cambiar la semiótica…………………………..327-347
21 La semiótica de los bordes
22 La humanidad, la facultad semiótica y la historia del entorno [82]
23 Hacia una nueva historia de los sistemas semióticos [83] [84] [85]
24 Semiótica: su rigor y su interdisciplinariedad
24.1 Preguntar y responder desde la semiótica
24.2 La facultad semiótica y
la construcción del entorno
VI.
Referencias bibliográficas………………………………………348-356
ÍNDICE DE LÁMINAS
1.8.3 [1] Pensamiento-Semiosis-Mundo
2.1.6 [2] Historia de los sistemas semióticos I
6.1 [3] Estructura triádica peirceana
6.1 [4] Cuadro de los 9 signos de Peirce
6.2.10 [5] Esquema ejemplificativo
6.3.1 [6] Preguntas exploratorias a los 9 signos, para
organizar una investigación
6.3.2 [7] Desarrollo instrumental-operativo del esquema de
los 9 signos peirceanos
6.3.3.1 [8] Apertura en 27 signos; Peirce-Museo
6.3.3.2 [9] Apertura en 27 signos; Peirce-Arquitectura
6.3.3.3 [10] Apertura en 27 signos; Peirce-Cementerio
6.3.3.4 [11] Apertura en 27 signos; Peirce-Derecho
6.4 [12] Relaciones generadoras de los 10 signos peirceanos
6.4.3 [13] Los 10 signos peirceanos en la génesis de las
semióticas particulares
6.4.3 [14] Para una semiótica icónica
6.4.3 [15] Para una semiótica indicial
6.4.3 [16] Para una semiótica simbólica
7.1 [17] El signo triádico peirceano para una semiótica
general
7.2.1.1 [18] Semiótica icónica (visual) desde el signo
triádico
7.2.2 [19] Semiótica indicial desde el signo triádico
7.2.3.1 [20] Semiótica simbólica (verbal) desde el signo
triádico
8.10 [21] Historia de los sistemas semióticos II
11.1 [22] Semiótica visual: 9 canales trabajando en paralelo
11.2 [23] Rotación de imágenes mentales, según Shepard y Metzler
11.3.3
[24] Semiótica
simbólica; Mijksenaar Paul & Piet Westendorf, 1999
11.3.3 [25] Semiótica figurativa; Richard Estes, Avenue
of the Americas at Spring Street, 1998
11.3.3 [26] Semiótica plástica (y simbólica);
Antoni Tàpies, Taula negra, 1966
11.3.3 [27] Semiótica plástica; Lásló Péri, Térkonstrukció
16, 1922
12.3 [28] Quino I
12.3 [29] Marcas y entidades
12.3 [30] Caloi I
12.3 [31] Caloi I; descomposición en marcas y atractores
13.1 [32] Imagen figurativa; en Azorín (1966); fot. 12 de
Miguel Buñuel
13.1 [33] Imagen simbólica; en Mijksenaar, Paul &
Westendorp, Piet (1999); p. 110
13.1 [34] Imagen cualitativa; Maarten Beks (1929).
Nest-building
14.3 [35] La crucifixión; en Saramago, José (1998; p. 10)
14.3 [36] Texto; Saramago, José (1998; p. 11)
14.5 [37] Marca I
14.5 [38] Atractores 1, 2, 3, 4, 5 y 6
14.6 [39] Las 10 imágenes del test de Rorschach
14.7 [40] Ririfleur.centerblog.net
14.7 [41] Beever, Julian. 1998
14.7 [42] Ejes; Marr,
David, 1980: 299
14.7 [43] Hoffman, D. D., 1998: 116
14.7 [44] Contornos de oclusión: Marr, David. 1982: 217
14.7 [45] Identikit
14.8 [46] Agnosia visual: Farah, M. J. (1995) 1 y 2
14.8 [47] Rompecabezas. Huevo 1 y 2
14.8 [48] Iconopoiesis 1 - “¿Como se
usa esto?”; en Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999)
14.8 [48bis] Iconopoiesis 2 - “Así”;
en Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999)
14.9 [49] Ernst, Bruno (1992)
14.9 [50] Marcel Duchamp. 1916; en Mink, Janis (2002)
14.10 [51] Quino II
15.1 [52] Imagen cualitativa: Ron Van
Der Werf: Sin título (1958)
15.1 [53] Imagen figurativa: Frida
Kahlo hacia 1938/39. Fotografía de Nicholas Murray
15.1 [54] Imagen simbólica: Fragmento de contratapa Open
here. The Art of Instructional Design.Paul Mijksenaar & Piet
Westendorp. 1999
16.3 [55] Imagen material visual
plástica: Jackson Pollock: Male and
Female (1942)
16.3 [56] Imagen material visual
figurativa: Vincent Van Gogh: Paysanne
(1888)
16.3 [57] Imagen
material visual conceptual: Otto
Neurath; Isotipos – desde 1924
16.3 [58] Imagen material visual conceptual:
Marfiles de San Millán de la Cogolla, 1068
16.4 [59]
Incrustaciones: imágenes plásticas en imágenes figurativas; El Greco: San Pablo, 1610-1614.
16.4 [60] Incrustaciones: imágenes figurativas en imágenes simbólicas; –
American Airlines, 1990
16.4 [61] Incrustaciones:
imágenes simbólicas en imágenes figurativas; Raoul Dufy: Paris 14 Juillet (1912)
17.1.2 [62] Página/12. Woody Allen
17.1.2 [63] Archimboldo. El otoño, 1573
17.1.2 [64] Sandro del Prete. La ventana de enfrente, 1987
17.1.2 [65] Estereograma – Gatic S.A.
–Clarín, Viva; 22-01-1995
17.1.3 [66] Dallenbach; Marca 1
17.1.3 [67] Biederman, Irving; Marca
2
17.1.3 [68] Dallenbach; Atractor 1
17.1.3 [69] Biederman, Irving;
Atractor 2
17.1.3 [70a] Andy Warhol
17.1.3 [70b] Quino III
17.1.3 [71] Simetría entre MSPs
Textuales y MSPs Interpretacionales
17.1.3 [72] Alternatividad entre MSP
textuales y MSPs Interpretacionales
18.1 [73] Esquema: Iconopoiesis
18.2.1 [74] Iconopoiesis de imagen
predominantemente cualitativa: Elizabeth Murray, Her Story, 1984
18.2.2 [75] Iconopoiesis de imagen predominantemente
figurativa: Duane Hanson, Woman with Dog,
1977
18.2.3 [76] Iconopoiesis de imagen
predominantemente simbólica (6 variantes)
19.1.24 [77a] Don Íñigo, primer conde
de Tendilla - 1479
19.1.24 [77b] Moore, Henry (1954)
19.1.24 [78] Tatlin, Vladimir (1920)
19.1.26 [79] Esquema (I) a partir del
signo indicial peirceano
19.1.26 [80] Esquema (II) a partir
del signo indicial peirceanos
20.2 [81] Variables semióticas
intervinientes en los signos indiciales
22 [82] Semiosis, Percepción, Interpretación (su recurrencia)
23 [83]
Historia de los sistemas semióticos III
23 [84] Vincent van Gogh. Noche estrellada. 1889
23 [85] Funcionamiento histórico de cada
Semiosis con su Borde (1) y su Borde (2)
Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ
Ξ Ξ Ξ
I
1 CONCEPTO DE SEMIÓTICA
1.1 Concepto
Entiendo por “semiótica”, como disciplina
un conjunto de conceptos y operaciones
destinado a explicar
cómo y por qué un determinado fenómeno
adquiere, en una determinada sociedad
y en un determinado momento histórico de tal sociedad,
una determinada significación
y
cuál sea ésta,
cómo se la comunica
y cuáles sean sus posibilidades de transformación.
La intención inicial de este
enunciado es proporcionar, a quien se acerque a nuestra disciplina, una
perspectiva a la vez amplia y operativa. En este sentido, considero que, a
partir del concepto propuesto, la perspectiva amplia puede asentarse en la propuesta
de estudiar la significación de un
fenómeno social y la perspectiva operativa en la de explicar esa significación.
Así pues, la semiótica puede
interesarle a los estudiosos e investigadores de los fenómenos sociales, en la
medida en que buscan explicar la significación socialmente atribuida a tales
fenómenos y en la medida en que enfocan esta búsqueda de un modo riguroso, que
justifique las conclusiones a las que lleguen, y no de un modo intuitivo, que
se comprende pero cuya razón de ser se desconoce o sin que se pueda establecer
por qué se considera que es ésa significación (o, mas bien, conjunto de
significaciones) la que corresponde atribuirle a tal fenómeno y no cualquier
otra.
Por tanto, el abogado, el
sociólogo, el psicólogo, el historiador, el licenciado en letras, el crítico de
arte, el lingüista, el antropólogo, el geógrafo, el arqueólogo, el licenciado
en turismo, el economista, el filósofo, el terminólogo y el traductor, el
epistemólogo, el bibliotecario, el publicitario, el comunicador, el arquitecto,
el museólogo, el politicólogo, el licenciado en ciencias de la salud, el
demógrafo, el pedagogo y tantos otros, en el ámbito de las ciencias sociales,
necesitan de la semiótica como instrumento estructurador para la consistencia y
el rigor de sus estudios e investigaciones.
Esto se basa en que todos
ellos tienen como objeto de conocimiento de sus respectivas disciplinas a otros
tantos objetos semióticos, o sea, a
fenómenos sociales que ya (sin que
sea imaginable un momento previo en que todavía no) tienen atribuido
(pacíficamente o no) un conjunto dinámico de significados, cambiantes con el
tiempo y la cultura.
Todos ellos, por tanto, son
usuarios potenciales de la semiótica, en la medida en que sepan que la
semiótica puede proporcionarles las operaciones necesarias para elaborar una
explicación básica de la significación (plural, contradictoria, competitiva)
que posee, en un momento dado de una sociedad determinada, el concreto fenómeno
que están estudiando, y en la medida en que nosotros, los estudiosos de la
semiótica, que pretendemos elaborar y proponer las operaciones analíticas
pertinentes, no los defraudemos.
También los objetos de conocimiento de las ciencias naturales (dejemos al
margen, por el momento, el tema de si esta dicotomía es o no pertinente, si
bien anticipo que considero que no) son otros tantos objetos semióticos y, por tanto, también en ese dominio la
semiótica tiene utilidad. El problema es epistemológico y relativo a las
características del proceso de producción de los correspondientes conocimientos
y sugiero tratarlo en otra oportunidad; pero quede ya planteado.
Al enunciar, inicialmente,
el concepto de “semiótica”, aclaré que me refería a la semiótica “en cuanto
disciplina”. Esto quiere decir que lo diferencio del concepto de “semiótica en
cuanto facultad” y así voy a trabajarlos en este texto. Para dejar aclaradas
ambas direcciones esbozo este último concepto:
Entiendo por “semiótica”, en cuanto facultad,
la capacidad
cognitiva de que dispone la humanidad
para la producción de todas las clases de signos: icónicos, indiciales y
simbólicos,
con los que da
existencia ontológica a su humanidad
(ver, más adelante, en el Glosario, “Lenguaje/Facultad
semiótica”).
1.2 Signos y Objetos Semióticos.
Ciencia o metodología
La que propuse como primera característica: entender
por semiótica un conjunto de conceptos y
operaciones, no supone la identificación de dos universos diferentes, sino
su compenetración de modo tal que los conceptos que se definan como pertinentes
a la semiótica serán aquellos que permitan comprender el funcionamiento de las
operaciones que constituyen su finalidad específica y aplicarlas. Conceptos y
operaciones interactúan en el proceso cognitivo que identifica a la semiótica:
desarrollar procedimientos analíticos y reconstructivos que permitan llegar a
enunciar explicaciones relativas a la producción e interpretación del
significado de los fenómenos sociales. Estos conceptos y operaciones integran
un conjunto que, en definitiva, se constituye en un método de investigación.
Al afirmar esto, tiendo a rechazar la concepción de la semiótica como una ciencia. Creo que,
para ello, hay un argumento importante: no
puede admitirse que sea una ciencia por el especial carácter del que sería su
objeto de conocimiento: el signo. Desde la perspectiva peirceana (a la que
sigo, sin aceptaciones dogmáticas; por ejemplo, al no compartir que la
semiótica sea una ciencia o, como dice en otro momento, una doctrina), todo es
signo. Es muy rico el concepto de “semiosis
ilimitada” que esto último implica, tanto (1) en lo relativo a la
recurrencia semiotizante de cada una de las partes del signo, que las
constituye a su vez en signos, y a las partes de estos nuevos signos, a su vez,
en signos (o sea, de 3 partes de un primer signo se pasa a 9, de éstas a 27, de
éstas a 81, y así sucesiva y, al menos desde una perspectiva teórica,
interminablemente1, como (2) en la productividad del signo en la
mente de cada interpretante2 (que no lo percibe desde alguna
exterioridad como un incidental espectador, sino como parte constitutiva del
signo que no está completo sin él), en la cual, a partir del signo propuesto
“se crea un nuevo signo” y así, para cada uno de los posibles interpretantes,
en la autorreflexión y/o en la comunicación, continúa transformándose
indefinida y creativamente aquel signo inicial, que ya no es uno sino tantos
como interpretantes lleguen a incorporarlo. Pero, si todo es signo, el signo no puede ser objeto de conocimiento
científico, ya que no tiene otro objeto de conocimiento del cual diferenciarse
(o al que utilizar dialécticamente como definiens).
Pero, efectivamente, ¿todo es signo? La significación es un constructo de la humanidad y
todo cuanto somos capaces de ver lo vemos porque significa y del modo como significa;
y de aquí uno pasa a decir que todo es signo (transformación, desde las
investigaciones cognitivas del entorno en mundo, como
establecimiento de la identidad de todo organismo; Francisco Varela, 1992).
Pero, ¿que algo signifique quiere decir que por
eso ya es un signo?
En principio, podríamos decir que todo lo que vemos (o sea, percibimos, conocemos,
sentimos, intuimos, soñamos, etc.) lo vemos
porque está semiotizado (o sea,
porque ha sido el referente de un, al menos, enunciado semiótico: icónico,
indicial, simbólico y/o sus combinaciones posibles). Al admitir que
efectivamente se requiere un proceso de semiotización como condición necesaria
que hace posible la identificación de las entidades de nuestro entorno, se está
admitiendo que existen dos clases de objetos: los que semiotizan y los
semiotizados. En otros términos: los
signos y los objetos semióticos.
Pero los objetos semióticos no son signos; al menos mientras los manipulamos
como tales, sin que nada impida que, modificando las circunstancias de su forma
de hacerse presentes (pasando de ser referentes a estar exhibidos en
representación de otros; ver, en la semiótica indicial, “Como hacer signos con
cosas”), puedan pasar a comportarse como signos. Los objetos semióticos reciben
ese nombre para indicar que ya están semiotizados. Un foucaultiano diría que ya
han sido dichos desde algún discurso; creo preferible, para aprovechar el
aporte de Foucault evitando la interferencia, que él consiente, de la
lingüística, decir que ya han sido
construidos desde alguna semiosis sustituyente: que puede ser no sólo
verbal (o sea, simbólica), sino también visual (o sea, icónica), comportamental
(o sea, indicial), etc. Respecto de aquellos
objetos que no están semiotizados, no es que no existan (no planteo la duda
óntica de si acaso nuestro entorno no será “el sueño de un loco en un rincón de
un manicomio”); lo que ocurre es que no
podemos verlos (o sea, percibirlos, conocerlos, sentirlos, intuirlos,
soñarlos, etc.), ya que no tienen
identidad (en cuanto posibilidad de reconocimiento mediante su
significado), es decir, carecen de
existencia ontológica, para nosotros.
Así pues, considero que la distinción entre signo y objeto semiótico es importante para conferir y mantener el rigor y
la eficacia de la metodología semiótica. Pero es una diferencia coyuntural y no
sustancial, ya que lo que en un momento
es signo en otro puede pasar a ser objeto semiótico y viceversa. Del mismo
modo que, para el enfoque semiótico, nada es definitivamente icónico o indicial
o simbólico (una pintura clásica: el Erasmo de Holbein, por ejemplo, es un icono en la medida en que propone una
representación de la apariencia física de ese admirable humanista y no sólo por
esto; es un índice para el trabajador
que tiene que colgarlo de una pared o para el curador que tiene que decidir
junto a qué otros cuadros o puerta o esquina o panel conviene situarlo y no
sólo para estos; y es un símbolo para
el marchand que lo mira codicioso y
también para otras múltiples miradas)3. Quienes se acercan al conocimiento
riguroso (o científico) con la esperanza (positivista) de pisar un suelo
definitivamente firme, acostumbran criticar esta movilidad de los conceptos
semióticos y los señalan como una prueba de su inconsistencia. Considero, por
el contrario, que esa movilidad acredita el enraizamiento cognitivo de la
semiótica, la capacidad que tiene nuestra disciplina para dar cuenta de las
operaciones mentales que intervienen en la producción y el cambio del
significado de determinado fenómeno, sin necesidad de modificar sus conceptos
básicos ni sus operaciones analíticas.
Pero volviendo a la distinción entre signo y objeto
semiótico, creo que el criterio para establecerla pasa por una visión
generativa (no en sentido causalista). Para que algo llegue a ser un objeto
semiótico, es necesario que un signo (debidamente contextualizado) lo enuncie,
lo que no ocurre procesualmente sino de modo simultáneo o en paralelo.
Entonces, algo será signo cuando
interviene como enunciador que semantiza a algo diferente a sí mismo. Y algo será objeto semiótico cuando ha
recibido su significado de algo diferente a sí mismo (lo que ocurre con todo lo
que estamos en condiciones de percibir; incluido el signo, sólo que en tal caso
la operación habrá de designarse como "metasemiótica"). Dicho de modo
más simple: lo que enuncia es un signo y
lo que resulta enunciado es un objeto semiótico. O también (entendiendo
dinámicamente y no en su posibilidad especular al término
"sustitución"), la semiosis sustituyente está constituida por signos
y la semiosis sustituida está constituida por objetos semióticos. Obsérvese:
este texto es una semiosis sustituyente (está constituido por signos) y el
problema al que se refiere (eso de lo que habla) es una semiosis sustituida (la
forma en que queda construido el problema del que se habla, por el modo como se
lo dice, lo constituye en objeto semiótico). Pero cuando alguien responde y
comenta lo que aquí se dice, su texto es la semiosis sustituyente (en cuanto
está constituido por signos) y este texto, que he llegado a escribir y que
recibe un nuevo significado a partir del nuevo texto dicho por el otro, es una
semiosis sustituida (en cuanto resulta construido como objeto semiótico).4
Entonces, si, por ejemplo, puede establecerse respecto
de un determinado constructo físico que, para un sujeto determinado (o para una
comunidad determinada de sujetos) consiste en “un ámbito donde transcurre la
vida familiar” (siendo ése uno de sus significados, entre otras muchas
posibilidades), y de otro determinado constructo físico que consiste en “un
lugar donde se administra justicia” (siendo ése su significado predominante),
etc., ello será así porque, ese sujeto o esa comunidad, han sino intérpretes de
algún texto (icónico, indicial o simbólico; o, mejor, de multitud de textos de
esas características y su posible combinatoria) que así lo propone; por tanto,
una casa o el edificio de tribunales son objetos semióticos y la respuesta del o de los entrevistados, o lo
escrito en el o en los libros, o lo visto en tal o cual imagen o film, es lo
que utiliza los signos mediante los que
la casa adquiere el significado de representar a la vida familiar y el palacio de tribunales el significado de
representar a la justicia. Pero si,
de pronto, nos encontramos ante una casa concreta, con sus corredores y piezas
y puertas y cocina y dormitorios y baños, y sus colores en las paredes y
juguetes en el suelo y olores en el aire, etc., podemos preguntarnos acerca de qué clase de vida familiar está
representando (construyendo) esa casa y, entonces, la casa es un signo (en rigor, un discurso o contexto
de signos) o una semiosis sustituyente
y la vida familiar es el objeto semiótico
o la semiosis sustituida. Mutatis mutandis, lo mismo sirve para el edificio
de tribunales; por eso, por lo general, se busca que sea un edificio de cierta
solemnidad arquitectónica, para construir un significado solemne de la
justicia; sin perder de vista que la “solemnidad” arquitectónica también es un
objeto semiótico que se construye con recursos de la semiosis (sustituyente) de
la arquitectura de determinada sociedad, época histórica y escuela
arquitectónica, de un modo en el diseño y de otro modo en la obra, los que así
se constituyen en otros tantos signos o semiosis sustituyentes y sus objetos
semióticos correspondientes.
Pero lo anterior no da lugar a la posible
identificación de los dos objetos de conocimiento, adecuadamente diferenciados:
por un lado los signos y por otro los
objetos semióticos. En ambos casos
estamos en presencia de signos, pero que, en los diferentes momentos en que son
interpretados, cumplen funciones
semióticas diferentes; en un sentido próximo al de L. Hjelmslev cuando
optaba por hablar de “función semiótica” y no de “signo” (1971/1966: 49).
Cuando los denominamos "signos",
atendemos a su eficacia para producir
lo que denominamos "objetos
semióticos"; cuando los denominamos "objetos semióticos" atendemos al resultado de esa eficacia productora; pero, en ambos casos, se
trata de signos. Por eso, un objeto semiótico
puede cumplir una función de signo, cuando produce la identificación de
otros objetos semióticos; y un signo
puede ser considerado como objeto semiótico, cuando atendemos al signo que
lo ha producido. Con lo cual, tampoco aquí tenemos un criterio suficiente para
admitir que exista una ciencia de la semiótica.
Esto hace que esta interdependencia entre signo y
objeto semiótico, esta necesariedad del vínculo, lleve a excluir la posibilidad
de que tengamos dos objetos suficientemente diferenciados como para poder
hablar de ciencia al referirnos a la semiótica o si estamos más bien ante dos
funciones del mismo objeto, lo que cerraría el universo conceptual sin la
alteridad necesaria para constituirse en ciencia. Para mí, con la
provisionalidad de todo pensamiento que se asume críticamente, lo específico es
concebir a la semiótica como metodología rigurosa; reconociendo la validez de
quienes prefieran explorarla, utilizarla y construirla como ciencia. El rigor
metodológico de la semiótica es lo que permite su utilización para explicar la
relación entre determinada enunciación y la capacidad de tal enunciación en
construir la calidad ontológica específica de determinado fenómeno social que
resultará ser, por efecto de dicha enunciación, un fenómeno jurídico, político,
estético, clínico, matemático, astronómico, etc. La semiótica en cuanto disciplina interviene explicando el proceso
de producción del significado de toda y de cualquier enunciación; pero la
semiótica carece de significado propio, siendo un mero instrumento para
explicar los significados de todas las entidades cognoscibles; lo cual también
constituye un significado (instrumental) que le confiere su específica
existencia ontológica. Éste es el razonamiento que me lleva a concebirla,
exclusivamente, como metodología.
Al hablar, en el concepto inicial, de “conjunto de
conceptos y operaciones” tampoco pretendo referirme a un conjunto de
conocimientos finales, en cuanto verdades, ni sustanciales ni procedimentales, alcanzadas
mediante, en este caso, la semiótica, y que así planteados tendrían una
pretensión universal de validez, en completa oposición con lo que los propios
análisis semióticos pueden evidenciar. Con ello aludo a los conocimientos
previos que se requieren para poder llegar a formular los criterios
metodológicos en que se fundamentan las operaciones pertinentes al método
semiótico, conocimientos también provisionales, como lo son las mismas
operaciones que la disciplina semiótica utiliza en un determinado momento.
Desde esta perspectiva, una metodología necesita estar
apoyada en un conjunto de conceptos bien (pero siempre provisionalmente)
fundamentados. Por ejemplo, entre otros muchos, será necesario disponer de
conocimientos acerca del concepto de “signo”, de “representación”, de
“enunciado”, de “valor” (éste último como designación genérica de la
significación dialécticamente contrastada con los demás signos del mismo
sistema, ya sea en su aspecto sintáctico [ser un sustantivo masculino es un
significado metalingüístico posible de “sillón”], ya sea en lo relativo a la
semántica [la calidad de mueble con peculiares características que se proyecta
como el referente de “sillón”] y, en cada caso, recuperada por el análisis del
uso); así mismo se requiere disponer de un concepto operativo y empírico de
“contexto” (evitando, en las semióticas de la imagen visual o de la imagen
musical o de la imagen del sabor o de la imagen del comportamiento, etc., la
connotación estrictamente lingüística [su linealidad, por ejemplo] y buscando
identificar las características pertinentes a la calidad de cada contexto [por
ejemplo, las cuatro dimensiones: lineal, superficial, volumétrica y temporal
que intervienen en la configuración del contexto del comportamiento como signo]);
y, como dije, de muchos otros términos, algunos de los cuales esbozo en el
“Glosario”, en la segunda parte de este trabajo. O sea, hay conceptos que adquieren un específico
significado en el ámbito de la semiótica y que son fundamentales para
establecer la eficacia metodológica de las operaciones
que constituyen la especificidad de la semiótica. Considero, por el contrario,
que no existen conceptos que permitan
identificar a la semiótica como una entidad autoconsistente en el universo de
los fenómenos sociales; la semiótica adquiere, en cada caso, la calidad
ontológica del fenómeno cuya significación pretende explicar. Ello es coherente
con la posición asumida en el punto anterior, acerca de considerar a la disciplina semiótica como una metodología de investigación
en ciencias sociales.
Y aquí una acotación netamente dialéctica: tan
provisionales considero a esos conceptos y a esas operaciones que cimientan y
dinamizan, respectivamente, a la semiótica, que les atribuyo el destino de
llegar a provocar su propia desaparición; de agotar, al aplicarla, su propia
potencia explicativa, ya que sus éxitos van demarcando sus propios límites, o
sea, aquello de lo que no puede dar cuenta, pero que no hubiera podido llegar a
conocerse (en cuanto límite) más que después de haber intervenido y gracias a
la aplicación de la propia semiótica. En definitiva, los semiólogos, si
cumplimos adecuadamente con nuestra tarea, seremos quienes acabaremos con la
semiótica: aplicándola, usándola, mostrando su eficacia, ya que todo ello conducirá
a tomar conciencia de sus límites, a saber dónde no resultará aplicable, dónde
se mostrará ineficaz, qué pregunta no podrá responder (lo que hoy no es ni
siquiera imaginable porque no sabemos todavía que tal pregunta exista o que sea
formulable), pero que sólo como resultado de su propia práctica, de su efectiva
aplicación, podrá llegar a conocerse ese desconocimiento que la semiótica habrá
producido pero que no podrá resolver (Magariños de Morentin, en prensa). En
definitiva: el destino de la semiótica es
dar a conocer un desconocimiento que ella misma ya no puede resolver. Y de
ello surgirá un nuevo conocimiento, una nueva forma de operar que resuelva esa
limitación que, sin que se supiera antes de usarla, contenía la semiótica: el
conocimiento de su propia negatividad, con la que se construirá una nueva
metodología; para que, en definitiva, ese nuevo conocimiento ingrese, también,
en un nuevo proceso de agotamiento respecto de esas nuevas respuestas que
mostrarán otras preguntas que, a su vez, quedarán sin resolver, y así
indefinidamente, construyéndose de este modo la superación histórica (no necesariamente el progreso) como carácter
constitutivo del conocimiento humano. 5
1.3 Hacia una teoría dinámica
de los discursos sociales
Del concepto de semiótica que venimos analizando
quisiera comentar, elementalmente, lo que considero que surge de las dos
últimas proposiciones: “.../ cómo se la
comunica (a la significación) / y cuáles sean sus posibilidades de
transformación.”
En principio, la comunicación constituye el
comportamiento (en cuanto proceso) en el que la significación adquiere su
específica existencia y es, también, el comportamiento (asimismo, en cuanto
proceso) en virtud del cual llega a perder su posibilidad de seguir existiendo
en cuanto tal, por exigencia de su propia superación. Esto se puede comprender
si se considera que el hecho de transformarse
es una cualidad inherente a toda significación.
Tengo que aclarar que entiendo por existencia de la significación su
circulación y vigencia (lo que nada tiene que ver con su verdad o falsedad), en
el interior de un determinado grupo social.
Al incluir a la significación y al proceso de
comunicación de tal significación en el concepto de semiótica, estoy afirmando
que la semiótica deberá proporcionar las operaciones necesarias para
identificar los modos según los cuales una determinada significación se propone, en un determinado enunciado,
para la identificación de un determinado fenómeno social, ante los integrantes
de determinada comunidad, circula entre ellos, y resulta interpretada por tales integrantes de ese determinado grupo social
(que se constituye en tal en la medida en que concuerdan en compartir o debatir
la vigencia de determinada significación) que así la aceptan como uno de los
modos posibles de percibir la existencia del fenómeno en cuestión.
En esta circulación, la significación cambia. O sea, los sucesivos
interpretantes, al construir nuevos signos, a partir de la interpretación de
otros determinados signos, los modifican, de modo que el signo interpretado ya
no es el mismo signo propuesto a la interpretación. Esto sugiere la necesidad,
inherente a la semiótica, de la construcción de una teoría dinámica de los discursos sociales (en cuanto conjunto
efectivamente existente de las construcciones semióticas que circulan en una
sociedad).
Esta teoría sería dialéctica
(como es dialéctica la propia existencia de la semiótica, según afirmé un poco
antes), ya que la interpretación del significado va determinando relaciones de
negación y síntesis, que constituyen un gradiente de distanciamiento del
discurso inicial, hasta construir otro discurso en el que ya no son válidas las
reglas según las cuales se construyó el primero. Estaríamos, en ese momento,
ante una nueva semiosis o un nuevo lenguaje; se habrá producido una especie de
"ruptura epistemológica" en la sucesión de discursos, lo que
correlativamente habrá conducido a la construcción de un nuevo universo de
objetos semióticos; o sea, si circula
otra semiosis, se construye otro mundo. Y en esta transformación consiste
el transcurso histórico, que se independiza del transcurso cronológico, de modo
tal que el transcurso histórico puede manifestarse, también, en la
coexistencia, en un momento determinado, entre las diferentes partes de una
misma sociedad o grupo social, en el cual habría subpartes que habitarían
tiempos históricos diferentes, pese a su contemporaneidad (cabría preguntarse,
en el transcurso de nuestra cotidianeidad, qué momento histórico enfrentamos
cada vez que abrimos una puerta.)
Para producir investigaciones encuadradas en tal
teoría dinámica, capaz de dar cuenta de la dialéctica inherente a la existencia
de los discursos sociales, la semiótica necesita disponer de determinadas
operaciones fundamentales y rigurosas que muestren cómo se produce y cómo se
transforma la significación del fenómeno social en estudio.
Como designaciones y descripciones tentativas de los
conceptos correspondientes a tales operaciones, he propuesto los siguientes:
1/ atribución de
un valor a una forma (significante o representamen6) como efecto del
conjunto de las posibilidades de su integración contextual junto a otras formas
(significantes o representámenes); construye el valor sintáctico de la forma de cada signo en cuanto pertenecientes
a una determinada semiosis;
2/ sustitución
entre, al menos, dos semiosis, una de ellas en función de sustituyente y la
otra en función de sustituida; construye el valor
semántico de las formas de los correspondientes signos pertenecientes a
tales semiosis; valor semántico que nunca podría afirmarse de una única
semiosis, sino de la interrelación diferencial entre la semiosis que sustituye
y la sustituida; esto implica aceptar que para que haya semántica tiene
que haber, al menos, dos semiosis operativamente vinculadas en una relación de
sustitución: en una se propone el signo
y en la otra se configura el objeto
semiótico;
3/ superación
entre, al menos, dos pares de semiosis, de modo tal que una semiosis pierde
capacidad de sustituir, o sea, de construir los significados de los fenómenos
de determinado mundo (primer par:
signos sin eficacia para generar objeto semióticos), en virtud de la entrada en
vigencia de otra semiosis (que sustituye a la precedente) que construye otros
significados de los fenómenos de un mundo que ya no es el precedente (segundo par: nuevos signos con eficacia
para generar nuevos objetos semióticos); construye el valor pragmático de las formas de los correspondiente signos
pertenecientes a las semiosis involucradas: en el proceso de la comunicación,
construyen determinado significado y muestran su limitación para construir
otros significados que se hacen posibles a partir del efectivamente construido.7
Considero que estas designaciones y estos esbozos de
descripción de las correspondientes operaciones se corresponden con los
procedimientos reiteradamente descritos por quienes han construido la teoría y
la práctica de la semiótica; lo único que pretendo es sintetizar y abstraer el
múltiple pensamiento y las múltiples aplicaciones de la semiótica, de modo que
puedan ponerse a disposición de quienes se acercan a esta disciplina para
conocer su estructura teórica y la dinámica de su aplicabilidad.
1.4 La base textual del
significado. Producción e inferencia
Yo no me comunico en representación de la semiótica,
lo que consideraría a la vez pretensioso y absurdo, sino tan sólo a título
personal. En realidad, la semiótica,
como cualquier ciencia, no existe al
margen y con independencia de cada uno de los escritos que la van construyendo.
Sólo desde un punto de vista político, en este caso el de la búsqueda del poder
académico, puede alguien arrogarse o pretender ser el portavoz autorizado de la
semiótica, lo que vendría a querer decir que todo lo que ese escritor dice es
semiótica por el hecho de decirlo él. Esto viene a cuento, para aclarar que lo
que yo pueda afirmar corre bajo mi exclusiva responsabilidad y que podrá o no
ser compartido por otros semiólogos y podrá o no resultar útil para otros
investigadores.
Desde esta perspectiva, me interesa comentar el
alcance que le atribuyo al concepto de “significado”, por el hecho de
considerar a la explicación (1) de su
producción, (2) de la interpretación de sus características identificatorias y
(3) del proceso de su transformación, los aspectos fundamentales de la tarea
analítica que le asigno a la semiótica.
Considero que el término “significado” abarca la
totalidad y cada uno de los aspectos posibles que pueden aparecer, como
interpretación de determinado fenómeno, en la construcción del conocimiento
(poético, científico o mítico) del mundo, tal como lo realiza determinada
sociedad en determinado momento de su historia. O sea, uso “significado” como el
conjunto de interpretaciones materializadas en determinados discursos,
relativas a determinados fenómenos y vigentes en determinado momento de
determinada sociedad, con lo que resulta admisible la pretensión de
describir y explicar la producción del significado en esa determinada sociedad
y momento.
La semiótica procura explicar la producción de esa(s) interpretación(es), siempre con la
prudencia de acotar adecuadamente el campo de estudio o contexto en función del
cual se considerará viable tal pretensión explicativa. El carácter fundamental
que habrá de conferirle rigor al desarrollo que conduzca a la obtención de ese
objetivo consiste en que dicha explicación se base en la textualidad de determinada(s) semiosis, o sea, en la
materialidad de discursos no sólo verbales, sino también visuales, auditivos
(musicales), gestuales, comportamentales, etc. vigentes (o sea, efectivamente
en uso y, en diferente medida, aceptables) en determinada sociedad.
Aquí, “textualidad”,
así como, en su oportunidad, “contextualidad”,
son términos que se refieren a la materialidad
existencialmente efectiva de tales semiosis sustituyentes y no al sistema (social, cultural, lingüístico o
de la semiosis que corresponda), que siempre, al menos por definición, se
considera virtual, en cuanto pura posibilidad. Con la expresión “posibilidad virtual del sistema” se entiende
la posibilidad que tiene todo sistema de llegar a manifestarse (transformados
sus tipos y relaciones en enunciados en los que se aplican las reglas que lo
constituyen) mediante la producción de la correspondiente textualidad, en el
proceso de producción de la comunicación (o producción de determinadas semiosis
sustituyentes). Por ser esto así, es posible la recuperación de ese sistema virtual, mediante una inferencia que se
obtiene invirtiendo el anterior proceso de producción de textualidad; inversión
mediante la cual se accede a dicho sistema virtual e inversión en la que
consiste tanto el proceso de interpretación como el de investigación, los
cuales, a partir de la textualidad (o sea, a partir de la semiosis sustituyente
efectivamente producida que se esté percibiendo), permiten inferir la
virtualidad (de otro modo inaccesible) del sistema y, por tanto, permiten
comprender y/o explicar la eficacia significativa resultante de la producción
de dicha textualidad. Recuperar el
sistema a partir de los textos que de él se derivaron permite conocer las
posibilidades significativas de determinado sistema cognitivo tal como es
compartido y diversificado en el interior de determinada comunidad (la cual se
identifica por el hecho de poseerlo) y en ello consiste un importante aspecto
de la eficacia que se le atribuye a la semiótica.
A
la semiótica o, mejor, a los semiólogos corresponde la tarea de ir proponiendo
los discursos en que se enuncien las
operaciones necesarias, rigurosas y explícitamente definidas que sean
eficaces para, a partir de los resultados que se obtengan al intervenir con
ellas en las materialidades discursivas mencionadas, inferir el conjunto de operaciones mentales (en que lo individual,
en cuanto eventual autoría, se especifica en lo social, en cuanto posibilidad
de aparición de tal individualidad), disponibles en determinado momento de
determinada sociedad, que han concurrido a la producción de aquellos discursos
interpretativos que por hipótesis se ha supuesto que atribuyen significación al
fenómeno en estudio (y aquí utilizo “significación” porque me refiero a la calidad de la existencia ontológica
atribuida a determinado fenómeno; mientras que con “significado” me refiero a la interpretación de la
textualización del concepto que determinados individuos de
determinada comunidad atribuyen a un determinado fenómeno, como consecuencia de
la interpretación de determinado enunciado que tiene a dicho fenómeno como
referente; la “significación” lo es de un fenómeno, el “significado” lo es de un
concepto).
El
resultado, en caso de tener éxito, será conceptual o afectivo o emotivo o
puramente cognitivo (etc.), pero, en cualquier caso, su determinación requerirá
partir de concretas (y por supuesto, múltiples) materialidades discursivas,
utilizar un conjunto de operaciones1
formalizadas (no necesariamente simbolizadas, pero sí explícitamente definidas)
y, por su intermedio, demostrar qué operaciones2
mentales, provenientes de qué vigencia
social (o sea, permitidas, exigidas o excluidas por determinado estado de
las normas sociales), han dado lugar a los discursos que han construido el
significado de los conceptos con los que se construye la significación de los
fenómenos en estudio.
Es necesaria esta doble referencia diferencial a “operaciones”,
ya que las primeras: operaciones1,
son operaciones técnicas destinadas a intervenir analíticamente en los
discursos sociales, perteneciendo, por tanto, al ámbito de la disciplina semiótica; mientras que las
segundas: operaciones2,
son las operaciones cerebrales-mentales de representación/interpretación que
produjeron tales discursos, perteneciendo, por tanto, al ámbito
filogenéticamente constituido de la facultad
semiótica, y que, por hipótesis, pueden ser identificables y recuperables
mediante aquellas operaciones técnicas.
1.5 Para ver hay que conocer
Acerca de esta inicial aproximación a las operaciones
semióticas fundamentales (atribución, sustitución y superación), hay algunos
aspectos que me gustaría comentar.
Uno de los que me interesan especialmente es el
relativo a saber si las operaciones de atribución y de sustitución suponen que
los valores y las formas preexisten a su puesta en relación. Me interesa porque
tiene que ver con la perspectiva cognitivo-dialéctica desde la que, personalmente,
oriento la investigación semiótica y, por tanto, su metodología.
En efecto, por una parte, no se pude partir de la nada
(todo acto creativo es una diferencia respecto de algo que ya existía). Eso de
lo que se parte consiste en la vigencia
de determinados sistemas semióticos, en cuanto efectivamente utilizados
para construir los respectivos discursos (simbólicos, indiciales y/o icónicos)
con los cuales, determinado grupo social (definido a posteriori, por la
constatación de tal vigencia y no por algún criterio apriorístico de
“positivismo de secano” 8), en determinado momento, construye la
significación de la totalidad de los fenómenos sociales (entre los cuales
estará el fenómeno en estudio y, por tanto, el/los discurso/s
correspondiente/s).
Así que, en un momento dado, todas las posibilidades
de atribuir significación a un fenómeno están acotadas por las diversas e
incluso contradictorias semiosis sociales (sistemas virtuales y discursos
efectivos) vigentes en el grupo social en estudio. Hay una correspondencia
entre sistema semiótico y significación de un fenómeno, mediada por el discurso
(o semiosis sustituyente) que puede producir (o que puede provenir de) tal
sistema y la significación que este discurso puede atribuir a tal fenómeno (o
semiosis sustituida).
Hay que tener en cuenta que existe una etapa
pre-discursiva (en cuanto todavía no significativa) que es fundamental en este
conjunto de operaciones y que puede identificarse como la etapa de construcción
del texto, en cuanto resultado, puramente sintáctico, de la combinatoria que
permite(n) el(los) sistema(s) utilizable(s) por los miembros del grupo en
cuestión. Quienes están leyendo este texto, por una parte lo identifican como
resultado de una semiosis lingüística permitida por el sistema de la lengua
(castellana), en cuanto conjunto de párrafos sintácticamente correctos; por
otra, lo reconducen a un sistema de conceptos preexistente y buscan situar los
efectos de sentido que tales párrafos van produciendo acerca de, en sustitución de, como expansión de, en contradicción con,
otros conceptos preexistentes y poseídos por ellos (en función de lo cual,
aceptan, modifican o rechazan los conceptos que estos párrafos proponen; todo
ello, no de un modo procesual, como requiere el describirlo, sino con el
sistema neuronal trabajando en paralelo).
Sólo mediante este conjunto de operaciones, el texto
se transforma en discurso, al menos en el sentido que aquí les confiero a estos
términos; entendiendo por “discurso”:
un texto semantizado, y por “texto”: un discurso desemantizado (o un desarrollo sintáctico que todavía no
ha sido semantizado). Definiciones recursivas que tienen como eje diferencial,
para el texto, la atención puesta en el cumplimiento de las reglas de
contextualización de la semiosis de que se trate (en algunos casos, icónico e
indicial, de muy difícil determinación, al menos hasta el momento), y para el
discurso, la atención puesta en el cumplimiento de las reglas de semantización
vigentes para esa semiosis en esa sociedad, o sea, las características de los
significados o el “argumento” peirceano, que pueden construirse con tales
contextualizaciones (por lo general, de muy difícil determinación, al menos
hasta el momento). Si todo se agotara en esta producción de determinados
discursos a partir de determinados sistemas la consecuencia sería trágica: no
existiría la historia (lo que no deja de ser una pista para comprender, aparte
de su falsedad, el autoritarismo e incluso la esclavización de la mente humana
implícita en la mera idea de que la historia o algún aspecto de la historia,
haya terminado).
Hasta aquí, en este aspecto cognitivo-dialéctico de la
relación entre sistemas y discursos mediados por los textos, están dos de las
operaciones que vengo comentando: (1) la
atribución que construye textos contextualizando, o sea, poniendo a las
formas de un determinado sistema en una determinada relación física, material,
existencial (e insisto, formas ya bien significantes, si sólo se toma en
consideración la contextualización que el propio sistema, en sí mismo, le
confiere a las formas de los signos que lo constituyen, ya bien
representámenes, si se toma en consideración el valor, provisionalmente
sintáctico, que el interpretante conferirá a esas formas contextualizadas) y
(2) la sustitución que construye
discursos por la interrelación de dos sistemas: el de los signos y el de los
objetos semióticos; interrelación que, con sus precisiones, ambigüedades y
desplazamientos constituye lo que denominamos semántica, la cual, referida a
los signos da lugar a los enunciados (incluso en sentido foucaultiano; M.
Foucault, 1969: 116) o semiosis sustituyentes y referida a los objetos
semióticos da lugar a los referentes (especialmente en el sentido cognitivo que
les atribuye F. Rastier, 1991: 82) o semiosis sustituida.
Una nueva etapa histórica se originará cuando otra
semiosis aparezca en los intersticios de esos signos contextualizados (“el sonido y la furia”)9 y en las ambigüedades de esos objetos
semióticos (“percepto entrópico”; ver
Denbigh, K. G., 1989) y, sobre todo, en la intuición que genera un espacio
conceptual posible (“mente borrosa”)
acerca de la existencia de otros objetos semióticos posibles que sólo se
percibirán después de haberse construido, reiteradamente (con el consiguiente y
progresivo envejecimiento de la semiosis que los incluye), los objetos
semióticos permitidos por los sistemas vigentes (no sólo lógicos o simbólicos,
sino también emocionales, estéticos, metafísicos, etc.; si tal etc. aún puede
caber) y cuya construcción, paulatinamente, van dejando de permitir. En el Apéndice 1.8.3 Pensamiento, Semiosis, Mundo,
puede seguirse el desarrollo de estos conceptos.
En esa
insatisfacción es donde la comunidad empieza a sentir la necesidad de otra
semiosis para que nuevos discursos vengan
a permitir percibir otros fenómenos, que ya no serán los mismos que los
anteriores, del mismo modo que los textos y discursos ya no serán los mismos
que antes, sino que otra semiosis habrá aparecido que, por las carencias
detectadas en las anteriores, será aceptada por la comunidad, esa misma
comunidad que habrá sido su única y efectiva creadora. Cuando esto ocurre y
sólo a condición de que ocurra, puede decirse que habrá historia, o sea, que es
identificable la intervención de la (3ª) operación, la de superación, en cuanto apertura hacia nuevos (en cuanto
efectivamente históricos) universos constituidos por otras percepciones que se
hicieron posibles mediante otras semiosis eficaces; en definitiva, en todos los
casos vemos lo que las semiosis disponibles nos permiten ver y del modo como
nos lo hacen ver (de modo similar, Carlos Varela, 1996: 155, afirma que “ver es
creer, en cuanto práctica de la creencia”).
1.6 La
significación construida
Sobre el tema de considerar a “la significación como el conjunto de interpretaciones materializadas
en determinados discursos, relativas a determinados fenómenos y vigentes en
determinado momento de determinada sociedad” no sé si habré logrado
trasmitir lo que me propongo.
Yo estoy evitando la significación conceptual o normativa, que sería la que viene
predefinida desde determinados sistemas
simbólicos y que conduce a la pretensión de estar en condiciones de juzgar
si la significación asignada a un fenómeno es correcta o no. Este enfoque conduce a un análisis dogmático-hermenéutico
de todo texto y de toda interpretación que se le atribuya, ya que la verdad y
la falsedad están establecidas a priori. Así, habría una verdad, en la realidad
o en algún sistema de creencias, a la que habría que atenerse; positivismo y
dogmatismo metafísico avanzan en total acuerdo.
Otra cosa es que todo texto proceda de algún sistema,
ya que esta afirmación pertenece a la descripción del proceso cognitivo de
producción de un comportamiento que implica la actualización de una
posibilidad, pero que no condiciona la aparición de determinado contenido y no
de otro. Lo que estoy buscando es una explicación que dé cuenta del proceso de construcción de la significación que
realizan los miembros de una comunidad, al interpretar un texto y, así,
conferirle existencia ontológica a un fenómeno. Puede ser que todos produzcan
la misma interpretación, o sea, que le asignen el mismo contenido a las
interpretaciones que vayan produciendo; pero también puede ser (y, por
hipótesis, es lo que afirmo como regla del comportamiento simbólico de
cualquier comunidad) que no sea posible reconducir a la unidad el conjunto de
las interpretaciones que en esa comunidad se van produciendo acerca de
determinado fenómeno en estudio.
Ésta es la que considero tarea fundamental de la semiótica:
proporcionar las operaciones mediante las
cuales puedan inferirse los sistemas de donde proceden las representaciones -
interpretaciones (perceptuales y conceptuales, respectivamente) que van siendo
producidas, en determinado momento de determinada sociedad. Y ello incluye
sus coincidencias y divergencias, la forma de su pluralidad, esos modelos o
configuraciones de significaciones posibles, producidos y provisionales (nunca
punto de partida ni punto de llegada definitivos), a los que designo como “mundos semióticos posibles” que pueden
definirse como los diversos conjuntos de
opciones disponibles, en determinado momento de determinada sociedad, para que
sus miembros construyan las significaciones de los fenómenos de su entorno, y
la posibilidad de reconocer las opciones creativas que quiebran las disponibles
y enriquecen, superándolas, a las semiosis (lenguajes verbales, visuales,
kinésicos, etc.) existentes.
Entonces, la disciplina semiótica no proporciona las operaciones
que permitan juzgar el grado de proximidad o de apartamiento de las
interpretaciones efectivamente producidas en determinada sociedad, respecto de
algún dogma de eventual vigencia hegemónica, estableciendo la verdad o la
falsedad de tales interpretaciones. Se trata, más bien, de un conjunto de
operaciones que permita explicar cuáles son, cómo se construyen y qué
transformaciones producen en los modos habituales de significar, esas
interpretaciones cuyo registro habrá de requerir un relevamiento representativo
y adecuado de las semiosis sustituyentes
que circulan en determinado momento de determinada sociedad.
1.7 Problemas y divergencias
Quisiera reunir, a título meramente indicativo,
algunos de los temas, problemas y concepciones divergentes que considero
especialmente importantes en semiótica, sin pretender agotarlos ni resolverlos.
Por ejemplo, la
semiótica no es una reflexión crítica, ni un enfoque informal y de algún
modo iconoclasta, acerca de la semántica
lingüística. La semiótica plantea el problema de la explicación de la producción del significado desde todas y cada
una de las semiosis disponibles en determinado momento de determinada sociedad.
La semiótica propone respuestas al problema de la explicación
de la producción del significado a partir del supuesto de que la lengua puede explicar (limitadamente) cómo
otra semiosis produce determinado significado, pero no puede sustituirla en la
tarea de producirlo.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que cada semiosis produce un efecto de
significación específico e intransferible. Entiendo, provisionalmente, por
“efecto de significación” a la confluencia del significado proveniente de los
conceptos construidos en los textos de determinada(s) semiosis, con la
significación que ello permite, consistente en la atribución de existencia
ontológica a determinado(s) fenómeno(s) del entrono. También la expresión “efecto de significación” recalca el
enfoque de considerar a la significación
como un resultado y no un presupuesto.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que ninguna semiosis se basta a sí misma para
realizar tal tarea.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que
existe un dispositivo mental (o quizá algo semejante a la “estructura conceptual” de R. Jackendoff, 1989: 121ss) de
coordinación y complemento entre las distintas significaciones que adquiere un
fenómeno como resultado de las múltiples enunciaciones visuales, verbales,
acústicas, táctiles, kinésicas, gustativas, olfativas, etc., que se vienen
formulando acerca de tal fenómeno, cuyos interpretantes se procesan en el
cerebro de cada ser humano capaz de identificar ese fenómeno; en este sentido, toda semiótica sería sincrética.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que la semiótica estudia, identifica, aplica y
(en determinada medida) prevé la eficacia de las operaciones (mentales,
calculatorias) con las que cada una de las distintas semiosis atribuyen a los
fenómenos del entorno las significaciones que le son específicas.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir de la condición de que no se maneje con modelos con los que (1) se
clausura toda posibilidad de un nuevo significado y (2) sólo se puede
reconocer lo ya sabido. Por ello, en
la semiótica se opta por utilizar operaciones en cuanto reglas rigurosas de
procedimiento que no implican el contenido del resultado.
La semiótica propone respuestas al problema de la explicación
de la producción del significado a partir del supuesto de que la forma de la expresión construye la forma
del contenido y no a la inversa (por lo que no existen contenidos sustanciales
ni universales) y de que todo ello sólo ocurre en el interior del sistema
histórico-social de conocimiento desde el que un intérprete la percibe y en
el que la incluye y donde la transforma y desde el que la transfiere.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que toda significación es un constructo y de que
antes de que el hombre estuviera sobre la tierra no existía significación
alguna.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que toda semiosis tiene historia; esto implica
que toda semiosis sustituyente lleva en sí el germen de su propia negación (Magariños
de Morentin. 2007). Esta “propia negación” consiste en que lo que, en un
determinado momento histórico de determinada comunidad, la nueva semiosis
sustituyente permite construir no era imaginable desde la anterior semiosis
sustituyente (salvo que no haya habido tal construcción, sino una mera
reconstrucción). A mi criterio, ni el “significado” en cuanto interpretación
textualizada de los conceptos con los que se atribuye significación a los
fenómenos ónticos y entrópicamente indiferenciables del entorno,
constituyéndolos en fenómenos sociales identificables en el mundo del
intérprete, ni la “poética” en cuanto posibilidades semióticas de producción de
la significación de los fenómenos sociales, son patrimonio de la lingüística,
sino que se comparten entre todas las semiosis socio-históricas disponibles. En
este sentido, cada semiosis construye sus
propios significados y tiene su propia
poética.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que lo que identifica constitutivamente a un
grupo social es el uso que hace de sus semiosis sociales para la atribución de
significaciones a los fenómenos de su entorno, que sólo con ese uso se
constituyen en significativos.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que cada grupo social es libre en el uso que
hace de sus semiosis sociales, sin tener que cuidarse de respetar verdades
metafísicas, verdades científicas o eficacias técnicas de ningún tipo. Esto
proviene de que la metafísica, la ciencia y la técnica son los resultados del
uso de las semiosis sociales (por tanto, locales e históricos) y no principios
válidos previos a toda semiosis.
La semiótica propone respuestas al problema de la
explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que la libertad en el uso de sus respectivas
semiosis sociales tiene como límite la necesidad de comunicación. Así, la
creatividad individual tiene como límite externo la interpretabilidad por otro,
en algún momento; y tiene como límite interno la posibilidad de alcanzar, en
algún momento, la consistencia de la propia interpretabilidad. Fuera de estos
límites, hacia el interior o hacia el exterior, comienza la alienación: el individuo tiene que dejar de ser él para
sí mismo, para empezar a ser él para otros; hacia el exterior se encuentra
con la alienación que le exige la sociedad para integrarlo; hacia el interior
se encuentra con la alienación que lo conduciría a ser un alienado de sí mismo
(reaparece “el sueño de un demente en el rincón de un manicomio”).
El problema de la
identificación de los resultados de los usos a los que las distintas semiosis
son sometidas, en un determinado grupo social y en un determinado momento
histórico, con el objetivo de construir la significación del entorno, es lo
que encuadro bajo la denominación de los “mundos
semióticos posibles”.
No existe una reflexión metasemiótica que de cuenta
definitiva y consistentemente de la validez y eficacia de todas las semióticas
posibles, ya que necesitaría de una
metasemiótica de nivel superior que diera cuenta de su propia validez y
eficacia (reflexión homóloga a la planteada por Gödel acerca de la lógica.
Ver Hofstadter, 1999). Ésta es otra de las razones por las que considero inviable una consideración de la
semiótica como ciencia: su única posibilidad como tal consistiría en dar cuenta
de su propia cientificidad.
Con lo que vengo diciendo y atendiendo a que, desde
otras perspectivas semióticas, pueden adoptarse criterios diferentes, no
pretendo entrar en polémica, sino que, respetando profundamente los diversos
criterios vigentes, trato de mostrar las posibles ventajas que puede aportar el
hecho de adoptar las que aquí enuncio, como eventuales pautas operativas para
la investigación semiótica.
Los criterios de los que he formulado un pequeño
resumen (que sólo vale en cuanto punto de partida y que requiere, todavía, de
los consiguientes desarrollos operativos), me han dado buenos resultados (en
cuanto a la obtención de explicaciones plausibles acerca de la producción,
circulación y transformación de las significaciones, socialmente vigentes, de
determinados fenómenos) y me han permitido conservar una satisfactoria
coherencia teórica, ya que pude mantenerlos sin auto-contradecirme, al menos a
lo largo de cada investigación y/o texto académico, pero con libertad para
modificarlos al pasar de una a otra investigación o de uno a otro texto.
Mantengo mi libertad para seguir cambiando, desde mi adhesión (nunca dogmática)
al concepto foucaultiano de sujeto (Foucault, 1969: 68), con el que, hasta el
momento, también me siento cómodo.
Desde esta perspectiva, enfrentaré el análisis de las
semióticas simbólica, icónica e indicial, y de todas sus variantes y
combinatorias tratando de establecer cómo
significan, qué significado textualizan y qué significaciones atribuyen al
entorno, en determinado momento de
determinada sociedad.
1.8 Apéndices
1.8.1 Otra
vez, ¿qué es la semiótica?
He partido de un concepto estático de
semiótica al que, después, me he impuesto dinamizar. Lo considero válido y
eficaz. No obstante, siguiéndolo a Foucault (1970: 43 et al.), tampoco pretendo
que una definición construya el contenido único
de una disciplina, sino que podrá identificar un punto de dispersión, a partir del cual se despliegan perspectivas distintas
desde las que se construyen interpretaciones diferentes.
Precisamente, la semiótica se impone, como uno de sus objetivos o finalidades, explicar desde qué perspectiva se ha
construido determinada interpretación; sin que la semiótica se reduzca a
esto.
La actitud diferencial de la semiótica,
al menos en lo que a mí me interesa, es que excluye
el supuesto de una situación inicial en la que un sujeto se encuentra ante un
objeto. La excluye porque su interés consiste en establecer las
características del instrumento social
mediante el cual se construye un sujeto
al involucrarse en la tarea de construir un objeto;
proceso a cuyo término recién podrá decirse que ese sujeto se encuentra en
presencia de ese objeto. Y ahora dispersemos:
los instrumentos sociales que hacen
posible esa relación son múltiples; los sujetos
que se construyen al manejar cada uno de tales instrumentos sociales son
múltiples; los significados que
resultan construidos, según el manejo que esos sujetos hagan de tales
instrumentos, son múltiples; y las significaciones
atribuidas a los fenómenos del entorno (que, como instancia final de esta
etapa, así se transforma en mundo), según el manejo que esos sujetos hagan de
tales instrumentos, también son múltiples. Por su parte, ésta es la tarea que
hará percibibles a los objetos y que permitirá
percibir tantos objetos cuantas significaciones se construyan, a partir de los
significados disponibles, con lo cual estoy afirmando que la percepción es posterior al conocimiento
que tenemos de su posibilidad, y está condicionada por éste.
Desde este enfoque, ninguna
característica de determinado objeto, ni general ni particular, es
identificable si no es como resultado del modo
en que se utiliza determinado instrumento social, utilización y aplicación
concreta de la que resultan las características identificadoras del concreto
sujeto que así lo ha utilizado.
Lo que, según mi modo de ver, exige la disciplina semiótica, en cuanto
explicación del significado, es que, cuando se afirme algo acerca de un
objeto, (1) se hagan explícitas las características del instrumento social que
se ha utilizado para afirmar lo que se afirma (lo que incluye, por supuesto:
para negar lo que se niega de tal objeto); o sea: identificación y descripción analítica de cuáles son y como operan las
semiosis intervinientes; (2) que se hagan explícitas tanto la eficacia
diferencial del instrumento social por el que se ha optado (frente a la
eficacia de otros instrumentos sociales posibles, vigentes y disponibles en
determinado momento de determinada sociedad), como las específicas
características del uso que determinado sujeto le ha dado a ese instrumento
social, frente a los otros usos posibles, vigentes y disponibles por otros
determinados sujetos, o por el mismo sujeto en otro determinado momento, para
producir la afirmación en estudio; o sea: mostración
del contraste dialéctico entre la eficacia diferencial de las diversas semiosis
disponibles (al menos, entre dos de ellas).
Lo que, desde mi perspectiva al menos, se excluye de la semiótica es el
supuesto de que el objeto tenga
características propias de alguna especie, pretendiendo prescindir de que
haya un sujeto que se constituya en tal al atribuírselas en función de su modo
de utilización de determinado instrumento social. Tales aparentes
“características propias” son históricas y provienen, por acumulación, de las
significaciones que le fueron siendo atribuidas a través de los tiempos.
Se
excluye, también, el supuesto de que el sujeto tenga características propias
(salvo su identidad antropológica frente a la de los restantes organismos) de
alguna clase con prescindencia de las que provienen de los instrumentos
sociales que ha aprendido a utilizar y del modo según el cual los utiliza para
atribuirle las características que son identificables al intervenir en la
producción de la significación de determinado objeto (la calidad de sujeto es social e histórica; su calidad
de organismo es antropológica y
evolutiva; sin que estén disociadas una de otra).
Se
excluye, asimismo, el supuesto de que
el instrumento social tenga
características propias de alguna especie con prescindencia de las que le
confiere el sujeto que lo utiliza, por el modo de utilizarlo, en determinado
momento, para producir determinadas significaciones acerca de determinados
objetos.
Se
excluye, además, el supuesto de que esta tarea, de que alguien afirme algo
acerca de algún objeto, tenga
características propias de alguna especie que le permitiese prescindir de
algún otro, al menos uno, que interprete esa afirmación de un modo
determinado; y por aquí viene resonando Peirce, al incorporar al interpretante
a la estructura constitutiva del signo. Lo que alguien dice no estará completo
hasta que el significado construido se integre, como un nuevo hábito, en la
mente de otro.
De esto resulta que las características,
generales o particulares, de determinado objeto son externas al objeto y dependientes del instrumento social utilizado
para atribuírselas; que las características del instrumento social son externas a ese instrumento y
dependientes del uso que le confiere determinado sujeto en determinado momento
de determinada sociedad; que las características del sujeto son externas al sujeto y dependientes del
aprendizaje vigente en determinada sociedad para la utilización de los
instrumentos sociales disponibles y de la interpretación que se atribuya al
modo de utilización y al instrumento utilizado.
Hablo de "objeto" como ente cognoscible; de "instrumento social" como signo (en su unidad) y como
semiosis (en su conjunto); y de "sujeto"
como ente cognoscente (lo que no excluye a la totalidad de lo biológico al
margen del ser humano, en la medida en que pueda constatarse, entre los
individuos de esa marginalidad antropocéntrica, algún principio de organización
social).
Volviendo al principio: ¿qué es la semiótica?
Provisionalmente, con el sesgo dinámico que aquí he ido
completando y sin pretender todavía
quitarle eficacia, el concepto relativamente estático propuesto
inicialmente podría completarse afirmando que
la semiótica
como disciplina
consiste en el estudio acerca
de cómo se producen las variaciones
en las significaciones de todo lo que le rodea al hombre en el mundo;
de cómo se producen las variaciones
en los instrumentos con los que se construyen aquellas significaciones;
y de cómo se producen las variaciones
en los sujetos que usan estos instrumentos para producirlos y/o para
interpretarlos,
desde que el hombre accedió al uso de los signos,
y sin que consista sólo en eso.
1.8.2
Concurrencia y no contradicción
Como decía, el concepto dinámico de
disciplina semiótica, sobre el que reflexioné en el apéndice anterior, no pretende todavía quitarle eficacia al
concepto relativamente estático formulado al comienzo de este trabajo. Y
el "todavía" no lo puse
para implicar que en algún momento va a quitársela, sino asumiendo la propia
hipótesis de variabilidad con que está construido el contenido del concepto de
semiótica que he ido elaborando y que supone que, efectivamente, en algún
momento, ambos (el estático y el dinámico) van a perderla; lo que consagrará la
eficacia de la disciplina semiótica que habrá, así, cumplido su cometido,
iniciando una nueva forma de pensamiento, de discurso y de mundo, que serían
impensables antes de haber agotado el que la misma semiótica proponía. Pero
como puede prestarse a algún equívoco, quiero añadir una reflexión más.
Los dos conceptos de disciplina
semiótica, el formulado al comienzo de este trabajo y el que acabo de formular
en el anterior apéndice, no se contradicen sino que responden cada uno a una
mirada diferente.
Con el
último creo haberme referido (al menos ésa ha sido mi intención; ¡oh, los
implícitos del hábito del interpretante productor!) a las características de la
variabilidad de los modos operativos
(con cierta semejanza a un proceso fractal:
Mac Cormac, Earl & Stamenov, Maxim I., 1996) que la semiótica le
atribuye al sujeto, al instrumento, al
objeto y a la interrelación de estos tres elementos, en cuanto práctica socializante.
Con el
primero pretendía describir las
características metodológicas que serían específicamente aplicables, en
cada situación concreta, de entre la permanente variabilidad de cada uno de
aquellos elementos, a la tarea de explicar la significación de determinado
fenómeno, ya que el trabajo de investigación requiere explicar (y explicar
requiere un método) la concreta eficacia con la que, en un momento determinado, un
sujeto determinado aplica una
semiosis social determinada, para constituir, mediante la propuesta de un determinado significado, la
posibilidad de identificar un
determinado fenómeno social.
Pero vimos cómo esta explicación tiene que dar cuenta
simultáneamente (aunque eso se despliegue en una sucesividad enunciativa) de la diferencia que ese conjunto de
operaciones así descrito establece con respecto a la eficacia con que, en el mismo u otro momento determinado, el mismo u otro sujeto determinado
aplica el mismo u otro instrumento
social determinado, para constituir de la
misma u otra determinada manera el
mismo u otro significado determinado del que será la misma o habrá pasado a ser otra determinada significación de un determinado fenómeno social. O
sea, estoy afirmando que la investigación semiótica tiene que dar cuenta
rigurosa y racional (es decir, explícita y, por ahora, conforme a las
exigencias de alguna de las corrientes académicas vigentes en el momento de su
aplicación) de cuándo, quien, con qué y
de qué modo se constituye un determinado fenómeno social y también tiene
que dar cuenta rigurosa y racional acerca de cuál sea ese otro cuándo, quien, con qué y de qué modo,
respecto del cual el que se está estudiando constituye desde una variación
hasta una posible contradicción y que, con determinados requisitos, es la
condición necesaria y suficiente para que haya
historia. Aspecto que he planteado en Los
fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica, bajo el nombre de
“operación de superación”; sólo que entonces, 1996, la restringía a la
variabilidad del instrumento social utilizado para conferir determinado significado
a un fenómeno social y ampliando, ahora, el concepto propuesto por el término “superación” al sujeto que lo utiliza,
al fenómeno social resultante y a la interrelación de los tres elementos, que siendo los mismos (en cuanto eventual
permanencia de su denominación), ya no
son los mismos (en cuanto efectiva transformación de su significado).
En definitiva, el concepto actual explora las características
semióticas necesarias para la explicación
de la producción de la significación
de los fenómenos sociales.
El concepto
anterior exploraba las características
metasemióticas necesarias para la explicación del proceso de producción de la significación de los fenómenos
sociales. Ninguno contradice al otro y ambos concurren en la producción del
conocimiento acerca de cómo el hombre construye el significado de las semiosis
que utiliza y cómo, por su intermedio, atribuye significación mundana a los
fenómenos del entorno.
1.8.3 Pensamiento, Semiosis, Mundo
[Modificado:
19-10-08]
[1] Figuras
Figura 1
Figura
2
Figura
3
Figura
4
Figura
5
Figura
6
Figura
7
Figura
8
Figura
9
Figura
10
Figura
11
1.8.4 ¿Para qué sirve la semiótica?
INTRODUCCIÓN
La semiótica
no es una ciencia, porque la semiótica
no tiene un significado que le sea específico: no existe un significado semiótico, o bien, todo significado es semiótico.
La semiótica
es una metodología, porque la
semiótica puede explicar la génesis
(producción) y la eficacia (interpretación)
de cualquier clase de significación que
cualquier discurso social le atribuya a cualquier fenómeno (sea éste originariamente natural o social).
La génesis y
la eficacia de determinada
significación son siempre problemáticas,
por lo que necesitan ser explicadas.
Toda explicación implica la previa (implícita o
explícita) problematización de la significación de un fenómeno; el contenido de
la explicación y el proceso de la problematización son acciones subjetivas
e ideológicas.
Para conferirle rigor
al contenido de la explicación y razonabilidad
al proceso de problematización se necesita una metodología que procese la información
pertinente mediante operaciones consistentes,
adecuadas y decidibles.
Operaciones
consistentes son aquellas que no incurren
en contradicción al intervenir en un
determinado contexto de una misma información; pero identifica la posible
contradicción emergente del contraste entre los
diversos contextos de una misma información.
Operaciones
adecuadas son aquellas que dan cuenta
de la génesis y eficacia del significado de un específico fenómeno en estudio,
en función de la información disponible.
Operaciones
decidibles son aquellas que pueden
establecer, de modo consistente y adecuado, mediante la recuperación y el
análisis de cualquier nueva información, cómo
ésta interviene y si es que interviene, en la construcción del significado de
un determinado fenómeno, en un determinado momento de una determinada
comunidad.
Las operaciones fundamentales de la
semiótica: la atribución, la sustitución y
la superación, son consistentes, adecuadas y decidibles; por
ello la semiótica constituye la
metodología de base para todas y cualquiera de las ciencias sociales (y no sólo
de ellas).
1
Por la
operación de atribución, una
determinada percepción textual adquiere el valor
que le confieren las otras percepciones en interacción con las cuales se la
percibe (eficacia sintáctica del
contexto).
La operación
de atribución es consistente,
adecuada y decidible.
Consistencia
de la atribución: en un mismo o
semejante contexto, el valor adquirido
por determinada entidad perceptual, en su interrelación con las restantes
entidades de un mismo contexto, será siempre el mismo o semejante.
Adecuación de la atribución: el valor adquirido por determinada entidad perceptual en determinado contexto, será un elemento necesario para identificar el significado posible atribuible a determinado fenómeno.
Decidibilidad de la atribución: ante el valor adquirido por otra determinada entidad perceptual en el mismo o en otro contexto, será posible establecer si contribuye o no a la identificación del significado posible atribuible a un determinado fenómeno.
2
Por la operación de sustitución, determinada comunidad, en determinado momento histórico, mediante determinada percepción textual (que ya tiene un valor atribuido) se construye la significación de un determinado fenómeno (eficacia semántica de la intertextualidad).
La operación
de sustitución es consistente,
adecuada y decidible.
Consistencia
de la sustitución: en la misma o
semejante intertextualidad, la significación
resultante, para un determinado fenómeno, será siempre la misma o
semejante.
Adecuación de
la sustitución: la significación adquirida en determinada
intertextualidad, será un elemento necesario para identificar ontológicamente a
determinado fenómeno (o sea, para que determinada comunidad adquiera
conocimiento de su existencia).
Decidibilidad de la sustitución: ante la significación
adquirida por otra percepción textual en la misma o en otra
intertextualidad, será posible establecer si contribuye o no a la
identificación ontológica atribuida a determinado fenómeno (o sea, si se está
ante la existencia, para el conocimiento, de un mismo o de otro fenómeno).
3
Por la
operación de superación, siempre hay
un determinado momento, en el que la textualidad1
pierde su capacidad de sustituir significativamente a determinado fenómeno, con
lo que se genera una nueva textualidad2,
con valores diferentes y diferente capacidad de sustitución, que construye una
nueva significación para el mismo determinado fenómeno, que ya no es el mismo
(eficacia pragmática de la
transtextualidad).
La operación
de superación es consistente,
adecuada y decidible.
Consistencia
de la superación: dada una determinada
transtextualidad, el significado construido por la textualidad2 es
irreconducible al construido por la textualidad1, pero cada
significado es coherente en su propia y respectiva textualidad; que esto ocurra
es necesario para que se puede afirmar la
historia de la significación.
Adecuación de
la superación: la nueva significación construida por la
textualidad2 atribuye una nueva
identidad ontológica a determinado
fenómeno, en determinado momento de la historia de determinada comunidad.
Decidibilidad de la superación: ante la significación con la que se pretende
identificar a determinado fenómeno será posible establecer si se está aplicando
la textualidad2 y se lo
construye como nuevo o si se está aplicando la textualidad1 y se lo reconstruye como histórico (eficacia
diferencial de las componentes dialógicas intercambiadas entre Sancho Panza y
Don Quijote).
FINAL
Del mal uso de las operaciones metodológicas de atribución,
sustitución y superación no es
responsable la semiótica, sino que lo somos los semiólogos.
El problema es que, conforme a los postulados de la
semiótica, no hay otra disciplina
semiótica que aquella que construimos los semiólogos.
Notas
1 Ver, en
este mismo texto, los puntos: 5.4 Apertura de Peirce en 27
signos; 5.4.1 Peirce-Museo; 5.4.2 Peirce-Arquitectura; 5.4.3 Peirce-Cementerio;
5.4.4
Peirce-Derecho. Y también: 5.5 Los 10 signos peirceanos.
2 Uso la
conocida expresión de Peirce “interpretante”, tanto para designar al intérprete
(como Peirce prefería: sin connotaciones psicológicas; p.e., C. P. 4.593), como
para designar a la eficacia que sume el signo en la mente de tal intérprete
(también como se lo proponía Peirce: en cuanto “hábito” producido por el nuevo
signo; p.e., C. P. 5.491).
3 En esta
dirección apunta Louis Hjelmslev (1971/1943: 49) cuando opta por referirse a la
“función semiótica” y no a los signos.
4 Para
entrar en la semiótica prefiero la zambullida al lavado de manos. De todas
formas, aclaro que el segundo texto de esta Semiótica
General consiste en un Glosario
en el quedarán definidos, siempre provisionalmente, la mayoría de los términos
que estoy utilizando sin previo aviso.
5 Este ha
sido el tema de
6 Quiero
formular una breve observación acerca de esta mención, en forma conjunta y
equivalente, del par “significante/representamen”, ya que puede despertar
ciertas suspicacias entre los cultores de Saussure y los de Peirce. Dicha
observación se refiere a que el aspecto perceptual de los signos necesita del
contexto con otros para que adquieran significación (al margen, por supuesto,
del significado histórico que su uso, o sea, sus contextualizaciones
precedentes les hayan ido atribuyendo). En este sentido, me interesa más cuando
Peirce se refiere al “representamen” como ese aspecto “perceptual” en cuanto
dato (“perceptum”) que vincula con la
idea de “representación” (y que habrá de llevarle a la posibilidad de
plantearlo como semejante a la relación entre el abogado y su cliente), que no
es todavía el “juicio perceptual”, y en el que se basa su concepto de
“primeridad” y en el que, por tanto, predomina la categoría de
“forma/posibilidad”; digo que me interesa más este enfoque, que cuando lo
construye como signo y parece una entidad en un conjunto frente a los otros dos
aspectos: su objeto y su interpretante. Al representamen en cuanto forma, que requiere del
contexto para fijar su capacidad representativa, lo considero próximo al significante saussureano, cuyos valores,
en el sistema de la lengua (que él asume como ya dados en un momento
determinado, desinteresándose de explicar su proceso de producción, y
limitándose a señalar un estado de tal sistema: sincronía, o a constatar la
diferencia entre dos o más estados: diacronía), son el resultado de su uso o
contextualización, en los sintagmas del habla; ámbito de conocimiento que
Saussure elude y que Peirce anticipa en su “dicisigno”, en cuanto proposición o
contexto existencial, y en su “terceridad”, en cuanto conclusión provisional,
en ese objeto mental que denomina “interpretante”, del proceso semiótico, con
lo que ofrece una base analítica a los actuales enfoques cognitivos de la
pragmática y de la recepción. En este sentido, configuro la atribución como la operación que le confiere valor a una forma
como resultado de su integración en determinado contexto.
7 Estas tres operaciones semióticas están propuestas y
desarrolladas en Magariños de Morentin, 1996a.
9 Life... is a
tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing...
(Hamlet de Shakespeare).
Este
breve glosario tiene por finalidad orientar acerca del sentido básico que
se les atribuye, en este trabajo, a algunos de los términos que aparecen
utilizados más habitualmente.
Dos
observaciones son importantes. Por una parte, que se trata de términos de gran
complejidad, por lo que la plenitud de su significado se irá adquiriendo
conforme se progrese en la reflexión metodológica sobre la aplicación práctica
de la disciplina. Lo que aquí enuncio es tan sólo una inicial
aproximación, como para comprender, elementalmente, de qué se está hablando
cuando se los utiliza; pero también constituye una base conceptual que no podrá
modificarse, en el desarrollo de este mismo texto, salvo expresa advertencia y
cuidando, caso de concretarse tal modificación, con hacer mutuamente
consistentes los sentidos actualizados en cada una de las presencias del
término modificado.
La otra observación
se refiere a que el significado atribuido a estos términos admite un cierto
margen de variación según el autor o estudioso de la semiótica que lo está
utilizando. El conocimiento de las fuentes teóricas de la semiótica implica,
justamente, llegar a diferenciar estos diversos usos en cada uno de los
diversos tratadistas. No pretendo, en estas páginas, desarrollar tal contraste
y diferenciación sino asumirlo y proponer una opción entre los conjuntos de rasgos diferenciales posibles. Lo
que aquí enuncio convendrá considerarlo, por tanto, como una puesta de
acuerdo terminológica, para mejor comprender aquello de lo que estemos
hablando. Tanto los participantes como yo mismo someteremos a constante crítica
el contenido que le atribuimos a los términos que utilizamos; considero que el
rigor, en las ciencias sociales, consiste en utilizar sus términos de modo consistente,
o sea, sin incurrir en contradicciones, al menos mientras se permanezca en los
límites de un determinado texto, y en explicar y justificar la razón del
cambio cuando se los modifique. Como decía Michel Foucault (1969: 28) “No
me preguntéis quién soy ni me pidáis que permanezca el mismo: ésa es una moral
del estado civil; rige nuestros documentos. Que nos deje libres cuando se trata
de escribir.”
2.1. Términos definidos en este glosario
2.1.1 Código
Podemos entender
por “código” el registro, ordenado según algún criterio explícito y decidido
por su autor o recopilador, de un determinado conjunto de signos, descritos
conforme a sus posibilidades de interrelación sintáctica y a sus contenidos
semánticos posibles, relativos a un determinado fenómeno social.
2.1.2 Contexto – Cotexto – Paratexto – Peritexto –
Epitexto
Entendemos por “contexto”, en el presente Manual, siguiendo la línea más
clásica de la tradición lingüística, al
conjunto de todos los signos, de características semióticas semejantes a las
que posee el que se estudia, que se vinculan sintácticamente con un determinado
signo. Este término se emparienta conceptualmente con
“sintagma”, en la terminología saussureana, ya que designa el ámbito existencial en el
que se realizan las posibilidades virtuales que posee el signo en el sistema
(“paradigma”).
También suele hablarse de “cotexto”,
introduciendo una notable confusión. Suele utilizárselo, en el ámbito del
discurso verbal, con el sentido que acabo de atribuirle a “contexto”; con lo cual, para
algunos (esos mismos), redefiniéndolo de modo diferente a como lo formulé
inicialmente, “contexto”
pasa a ser un término afín con “situación”,
en el sentido de poder hablarse, por ejemplo, de “contexto o situación de
enunciación”. No es éste el sentido con el que utilizaré el término “contexto” en este Manual, sino
con el más convencional, meramente expandido a designar relaciones, no sólo
entre los signos lingüísticos integrantes de un texto determinado, sino
igualmente entre otros signos no lingüísticos, mientras se trate de signos simultáneamente presentes
en un mismo entorno semiótico (en cuanto conjunto de entidades
vinculadas por relaciones sintácticas interactuantes).
En la utilización que pueda llegar a hacer, en este Manual, de “contexto” se entenderá, también,
por tal a determinado conjunto de
signos, de características semióticas diferentes al que se estudia, siempre que
se encuentren interrelacionados con éste en una misma situación existencial de
comunicación. En este segundo sentido, de entidades pragmáticamente
vinculadas en una misma situación comunicativa el contexto designará la vinculación de un signo con
otros signos de características diferentes a las suyas o con signos, de las
mismas o diferentes características, que aparezcan situados en otra diferente
situación existencial, pero comunicativamente vinculados entre sí y modificando
(por incremento, restricción o desviación) a otro u otros signos de determinada
totalidad. Más empíricamente, las ilustraciones que acompañan a un texto
literario son contexto de
ese texto (interrelación sintáctica entre signos de diferentes características semióticas);
las ilustraciones de determinado autor que acompañan a determinado texto son contexto de otras
ilustraciones de otro autor que acompañan a otra edición de ese mismo texto
(interrelación contrastante entre conjuntos de signos de las mismas características
semióticas, situados en ámbitos existenciales diferentes). Las ilustraciones
que acompañan a la edición de un determinado texto literario, consideradas
entre sí, o sea, en cuanto conjunto de ilustraciones, constituyen todas el contexto de cada una de ellas,
interviniendo, a su vez, todas y cada una como contexto del texto escrito.
La importancia de una diferencia terminológica consiste en la capacidad
que posee para diferenciar situaciones o entidades que requieren distinguirse.
Aquí tenemos (al margen de la designación que se les atribuya) dos
posibilidades: o (1) el
signo se vincula con otros signos de sus mismas características semióticas, y
lo hace (1a) en el
interior de una misma o semejante situación existencial o lo hace (1b) en relación con otra
situación existencial; o bien (2) el signo se
vincula con otros signos de características diferentes, pudiendo hacerlo (2a) en el interior de una
misma situación existencial o (2b)
en relación con los signos que se encuentran en otra situación
existencial. Estas son las variantes posibles en cuanto a la forma de
interrelación entre múltiples signos (dos o más); sobre esto propongo que se lo
acepte o que se proponga una concreta modificación de tales interrelaciones.
Suponiéndolo aceptable, por el uso que me propongo hacer de este par de
términos (con lo que busco hacer coherente la terminología que utilizaré, pero
admitiendo la posibilidad de que sea otra o con modificación de su referencia),
utilizaré “contexto semiótico” para
designar, exclusivamente,
a la posibilidad (1a) y
usaré “contexto comunicativo”
para designar a las restantes posibilidades (1b; 2a; 2b). El problema es importante ya que para explicar
por qué se le atribuye un determinado significado a determinado signo es
preciso identificar las relaciones
que establece con su entorno, y éstas varían según sean signos de
las mismas o de diferentes características y ubicados en la misma o diferente
situación existencial. No es lo mismo relacionar formas y colores en el
interior de una imagen (contexto
semiótico), que relacionar determinadas formas con el público que
visita la exposición en que se encuentran expuestas o con las paredes de la
sala donde se la expone o con la iluminación que cae sobre ella o con otras
imágenes diferentes expuestas en la misma exposición o, incluso, con el título
de la propia imagen, etc. (contexto
comunicativo).
Pero todavía habría más: también cabe hablar del “paratexto”, que Eco retoma de
Genette, para referirse a “cuántas cosas (que en principio no serían texto) hay
en torno de una obra literaria: solapas, tamaños y caracteres tipográficos,
inserción en colecciones, cubiertas, portadas, títulos, subtítulos, comunicados
de prensa, dedicatorias, epígrafes, prefacios, notas, entrevistas,
correspondencias, reflexiones autorales a posteriori, diarios íntimos y
póstumos […] [Además Genette] distingue entre “peritexto”, es decir, todos los discursos que explícitamente
forman parte de un libro como objeto físico (como el título y las notas) y “epitexto”, o sea, los discursos
que circulan en torno del texto, desde los del editor hasta las entrevistas y
confidencias del autor” (Eco, 1989).
2.1.3 Discurso
A los efectos
metodológicos, entenderemos por “discurso”, al nombrarlo en este Manual, a un texto con semántica. Cuando
a partir de una concreta propuesta perceptual (icónica, indicial o simbólica) se interpretan (intuitiva o
analíticamente y cuando se trabaja profesionalmente resulta imprescindible
hacerlo analíticamente) las relaciones mediante las cuales se atribuyen determinadas significaciones a determinados fenómenos sociales, estamos
en presencia de un discurso;
o sea, cuando se identifica a tales fenómenos como los referentes construidos
por dicho texto, éste, en cuanto productor de tal efecto, ya no es texto sino discurso.
2.1.4 Habla-Escritura
Consiste en la actividad concreta de producción e
intercambio de expresiones lingüísticas textuales (existenciales, por tanto)
que, en forma auditiva o visual, circulan en el seno de una determinada comunidad
lingüística. Su estudio (considerado inabarcable por
Saussure) ha dado lugar a la pragmática. Aplicando una reflexión peirceana,
podemos decir que tanto el habla como la escritura no están constituidas por
signos lingüísticos, sino por palabras; siendo las palabras, no signos lingüísticos, sino réplicas de signos
lingüísticos. En la terminología de Peirce, las palabras no son
tipos: “types”,
sino ejemplares o réplicas: “tokens”
de dichos tipos (Peirce, 1965/1931: 4.537-4.538); cuantas veces aparece una
palabra en un texto se está ante un ejemplar de determinado signo lingüístico,
el cual es uno único, en el sistema correspondiente, por lo que es a éste al
que le corresponde la caracterización de “tipo”.
La relación entre habla y escritura es compleja y se la enfoca desde diversos
puntos de vista (puede verse: Tuchsznaider, E., 2006).
2.1.5 Lengua
Consiste en un determinado sistema (virtual, por tanto)
de signos lingüísticos (los tipos de ese sistema), a partir del cual y mediante
sus correspondientes réplicas (las palabras habladas o escritas) se construyen
las expresiones lingüísticas con las que una determinada comunidad de hablantes
configura su entorno. Cada signo lingüístico es uno único; la
cantidad de sus réplicas es indefinida; son tantas cuantas veces se actualice,
en el habla, ese mismo y único signo lingüístico. La lengua es el conjunto de
las propiedades sintácticas y semánticas que caracterizan a los signos
lingüísticos. Toda semiosis tiene su
propio sistema de signos; aunque carezca de una designación tan
contundente como lo es “la lengua” en referencia con el sistema de los signos
lingüísticos. Conocer las relaciones que constituyen a los signos
correspondientes a cada semiosis, por sus posibilidades mutuas de
interrelación, es el objetivo del análisis semiótico. Cuando se conoce el
sistema, se conocen las posibilidades expresivas de la facultad semiótica correspondiente; pero conocer el sistema
es el resultado de la semiótica como
disciplina. Para usar la lengua, como para usar cualquier sistema
semiótico, no hace falta conocer las reglas que caracterizan su uso; el
analfabeto hace un uso efectivo de la lengua, cuando habla. A este conocimiento
se accede por inferencia a partir de las relaciones observables efectivamente
usadas en los textos producidos (e interpretados) a partir de los sistemas
semióticos correspondientes.
2.1.6 Lenguaje
/ Facultad semiótica
El lenguaje es el nombre de la facultad cognitiva de que dispone el hombre para la producción de
signos lingüísticos. Esta facultad
del lenguaje la considero incluida en la facultad semiótica, consistente en la facultad cognitiva de que dispone el
hombre para la producción de todas las clases de signos: icónicos, indiciales y
simbólicos, con los que da existencia ontológica al mundo en que
se identifica su humanidad. El siguiente gráfico (Figura 2) representa la
relación entre pensamiento, semiosis
y mundo, que se concreta en la facultad semiótica.
[2] (Figura 2:
Historia de los sistemas semióticos I)
(Ver el desarrollo progresivo de este esquema en: [21] 8.10 La metodología y el análisis
histórico del cambio semiótico y en [81] 25 Hacia una nueva historia de los sistemas semióticos.)
Este esquema retoma el desarrollo del Apéndice
1.8.3 Pensamiento, Semiosis, Mundo, correspondiente al punto 1 Concepto
de semiótica.
2.1.7 Lingüística, semiología y semiótica
La lingüística es la
disciplina que estudia el sistema de los signos de la lengua (pese a la
redundancia, aclaro: verbal) así como las características y la eficacia de su
utilización.
La semiología y la semiótica, en cuanto disciplinas (ya que vengo
diferenciándolas, reiteradamente, de su caracterización con facultad), estudian el sistema de los restantes signos
(según una de las tendencia, como veremos un poco más adelante) o el sistema de
la totalidad de
los signos (según otra, como también veremos) que están vigentes en determinada
sociedad y las reglas (o la pragmática) de su utilización.
Entre semiología y semiótica
la diferencia radica, en cierto sentido, en su diferente origen contemporáneo.
Con independencia de su inicio en el pensamiento de los estoicos griegos, su
recuperación moderna se debe, en gran parte, a la obra de dos autores
fundamentales: Ferdinand de Saussure, en Francia, y Charles Sanders Peirce, en
los Estados Unidos de Norteamérica. Llevado el término al castellano, su origen
latino, en el francés de Saussure, la hace reaparecer como “semiología” (“sémiologie”),
mientras que, en el uso de Peirce, el origen anglosajón lo actualiza como
“semiótica” (“semiotics”). Por la competencia
teórica predominante de estos dos autores, la lingüística en Saussure y la
filosofía y la lógica en Peirce, también se suele utilizar la diferencia para
enfatizar el ámbito de los estudios vinculados con la literatura y con un
tratamiento en cierto modo blando, en
el caso de la semiología, frente a los vinculados a otras formas de
comunicación (sin excluir a la palabra ni a otros símbolos), como las imágenes
y/o los objetos y/o los comportamientos y/o los recuerdos, y con un tratamiento
en cierto modo duro y de mayor rigor
y exigencia lógica o científica, en
el caso de la semiótica. De todas formas, el motivo de la diferencia va
relegándose al origen histórico y cada vez más se impone el término “semiótica”, quizá como un efecto
más de la invasión del inglés acompañando a la innovación tecnológica. Yo
también he comenzado usando “semiología” y hoy utilizo exclusivamente
“semiótica”; en mi caso, el cambio se originó en una búsqueda de connotación
rigurosa para la disciplina en cuyo ámbito he optado por trabajar.
Otro aspecto a
tener en cuenta es el relativo a la diferencia entre la lingüística por una parte y la semiología/semiótica por otra. El
problema consiste en el ámbito abarcado por la una frente al que correspondería
a la otra. Una posición, con origen en Roland Barthes, hace de la lingüística la disciplina omniabarcadora,
en la que quedaría incluida la semiótica (1964a y 1964b). Para Barthes, todo
acaba siendo explicado con palabras, por lo que, en definitiva, sería el
sistema teórico de la lingüística lo que explicaría la producción de sentido
que se cumple por acción de los diversos signos, cualquiera sea su carácter:
imágenes, símbolos, objetos, comportamientos. La crítica a esta actitud
consiste en comprender que mediante la palabra se puede explicar cómo actúan los
otros signos, además de los verbales, pero mediante la palabra no se puede producir la misma significación
que produce cada uno de ellos; operan, por tanto, en función de reglas
específicas y diferenciales que requieren su propio metalenguaje para explicar
su eficacia. Esta valoración de lo específico y diferencial condujo a Louis
Hjelmslev (1971/1943: 135) a afirmar
a la semiótica como el continente de todas las demás semiosis, entre
las cuales se encuentra la palabra, así como la imagen, la exhibición de
objetos y comportamientos, etc. Este último criterio es el que adopto en
los desarrollos metodológicos de este Manual.
Por tanto, cuando
hable de una semiótica general
estaré haciendo referencia al
conjunto de reglas de integración, sustitución y superación (términos
cuyo concepto básico se anticipó en el Tema 1 y que, aparte de su tratamiento
en Magariños 1996, continuarán siendo desarrolladas desde distintos enfoques) que son aplicables, por igual en todos los
casos, a la totalidad de los signos de cualquiera de las semiosis vigentes en
determinado momento de determinada sociedad.
Cuando hablemos de semióticas particulares estaremos
haciendo referencia al conjunto de
reglas de integración, sustitución y superación específicas a los signos de una
determinada semiosis icónica, indicial o simbólica (términos
con los que nos iremos familiarizando progresivamente) vigente en determinado momento de determinada
sociedad.
2.1.8 Objeto semiótico
Es lo que se sabe del objeto o fenómeno. Designa, por tanto,
a lo que puede verse y conocerse a partir de las semiosis sustituyentes que
históricamente han venido construyendo, deconstruyendo y reconstruyendo el
entorno de determinada sociedad o determinados elementos de dicho entorno.
Frente a esto, la expresión
“semiosis sustituida” designa la novedad (o el intento de
innovar) que determinada semiosis sustituyente se propone producir (por tanto,
con calidad de signo)
como nuevo sentido del entorno o de determinados elementos de dicho entorno. O
sea, con “objeto semiótico” se designa lo que, en determinado momento, ya
sabemos acerca de determinada entidad porque viene construido desde un signo.
Lo que, por ejemplo, nos lleva a manipular una silla sin pensar siquiera en lo
que estamos haciendo es una consecuencia de considerarla como objeto semiótico; en cambio
después de haber contemplado “la silla” de Van Gogh tenemos una nueva
perspectiva para mirar y para relacionarnos con las sillas; la silla vista en
referencia a “la silla” de van Gogh, y mientras dura la eficacia comparativa de
tal visión, es una semiosis
sustituida o, lo que es equivalente, un objeto semiótico; “la silla” de van Gogh, en cuanto enunciado
que nos permite ver de un modo distinto a las sillas, y no sólo por estar
pintada, sino porque utilizamos su forma propuesta en la pintura como imagen de
semejanza y de contraste, es una semiosis
sustituyente o, lo que es equivalente, un signo. Por eso la
eficacia del signo consiste en atribuirle significación a los entes del
entorno, o sea, conferirles existencia
ontológica.
2.1.9 Semiosis
Consiste en un determinado sistema (virtual,
por tanto) de determinada
calidad de signos (que puede ser cualquiera de las tres
clases habitualmente sistematizadas: iconos, índices o símbolos o las que
surjan por su combinatoria), a
partir del cual se construyen las expresiones semióticas (existenciales,
por tanto) con las que los
integrantes de una determinada comunidad configuran (visual,
comportamental o conceptual y simbólicamente) su entorno.
2.1.10 Semiosis sustituida
Se entiende, en
este trabajo, por “semiosis sustituida”, al sentido adquirido por el entorno de
quienes utilizan determinadas semiosis sustituyentes y en función de su
específica utilización. O sea, cada manifestación de una semiosis sustituyente
puede producir alguno de los siguientes efectos cognitivos al darle existencia
ontológica a una semiosis sustituida: duplicación,
expansión o ruptura. Si una semiosis sustituyente sólo produce un efecto de
duplicación, el sentido del entorno
no se modifica, sino que se ratifica en su anterior estado. Si una semiosis
sustituyente produce un efecto de expansión,
el sentido del entorno adquiere un contenido que no había sido construido
previamente, pero que responde a las posibilidades de la semiosis preexistente.
Si una semiosis sustituyente produce un efecto de ruptura, el sentido del entorno adquiere contenidos impensables
desde las posibilidades de la semiosis preexistente, por lo que se dan dos
posibilidades: o el intérprete rechaza tal propuesta de sentido o rechaza la vigencia de la semiosis
preexistente y comienza a elaborar una nueva semiosis, lo que lleva a
configurar de modo diferente la identidad de los elementos de ese entorno (ver
al respecto, G. Della Volpe, 1966/1963: 99ss). De todo esto surge la sinonimia entre “semiosis sustituida” y
“objeto semiótico”; lo más que puede diferenciarse es que al considerar a
un ente como semiosis sustituida se atiende en especial a los signos que le
dieron existencia y al considerarlo como objeto semiótico se atiende en
especial a su significación que permite integrarlo en el mundo de determinada
comunidad.
2.1.11 Semiosis sustituyente
Se entiende, en
este texto, por “semiosis sustituyente”
al conjunto de las configuraciones perceptuales (frases,
imágenes, objetos y comportamientos exhibidos) con las cuales (a partir de, pero en definitiva con
independencia de la intención de su productor) se atribuye un sentido al entorno de quienes las utilizan (como
productores, intérpretes o en ambas funciones). Su eficacia, para lograr dicha
atribución de sentido, radica fundamentalmente en las relaciones físicas (sintaxis lingüística, configuración gráfica o disposición de objetos o comportamientos)
que vincula a los signos que las constituyen. La calificación de “sustituyente” no debe
tomarse en ningún sentido que la asemeje a una vinculación especular con las entidades del
entorno a las que están dotando de sentido, sino como portadora de la idea de productividad inherente a la
eficacia interpretante del aspecto perceptual de los signos.
2.1.12 Semiótica
Con este término se
designa, por una parte, una facultad
cognitiva y, por otra, una disciplina
del conocimiento. En cuanto facultad cognitiva, es el nombre de la
capacidad operativa neurológico-mental de que dispone el hombre para la
producción de toda clase de signos (entre los cuales, pero no de modo exclusivo
ni preferencial, desde la perspectiva por la que opto, están los lingüísticos).
En cuanto disciplina del conocimiento es el nombre con el que se designa el
estudio de toda clase de signos: básicamente, iconos, índices y símbolos,
tendiente a producir la explicación de por qué, cómo y con qué eficacia se producen,
circulan y se transforman las significaciones vigentes en un determinado ámbito
social.
2.1.13 Signo
Es el término
central de la problemática semiótica. En torno a él girarán nuestras
exposiciones, comentarios y explicaciones, así como su comprensión adecuada y
bien fundada constituirá la base del aprendizaje que puede esperarse obtener de
este Manual. Sus definiciones explícitas, tanto la vinculada a Saussure como la
propuesta por Peirce, Morris y otros, las iremos viendo en su oportunidad.
(I) Sintácticamente, podríamos decir
que el signo es un enclave en un contexto, a partir del cual
se desarrolla un conjunto determinado y normado (de modo absoluto o con
márgenes relativos de variabilidad) de relaciones, previstas a partir de un
determinado sistema de posibilidades, con los restantes enclaves de su propio
contexto. (Uso el término “enclave”
buscando una designación genérica que permita referirse tan sólo a una entidad
física determinada situada o formando parte de un ámbito físico determinado;
desde el punto de vista sintáctico sólo interesa esa entidad en cuanto punto de
origen y de destino de las relaciones que pueden identificarse entre ella y los
restantes componentes de ese ámbito concreto.)
(II) Semánticamente, podríamos decir
que el signo es la menor parte de una propuesta perceptual
que le atribuye significación a algo distinto de ella misma en el mundo.
(Esta “menor parte de una propuesta
perceptual” se refiere a la parte que ya tiene la función de producir algo
que no estaría en el mundo si no fuera porque lo percibimos de determinada
manera a partir de la propuesta que la contiene; que es a lo que apunta la
expresión, que utilizo frecuentemente: “conferir existencia ontológica”.)
(III) Referencialmente, podríamos decir que
el signo es el más elemental concepto que puede
identificarse en otra determinada propuesta perceptual. (Esta “propuesta perceptual” ya no es la de
apartado anterior que, desde otro enfoque, es la misma que correspondería al asiento
de las relaciones sintácticas, sino que se refiere a lo que percibimos cuando
percibimos eso distinto de las otras dos pero producido conjuntamente por
ellas.) O sea, es lo que se puede encontrar en el mundo, luego de que los
aspectos sintáctico y semántico del signo le han conferido a algo existencia ontológica.
O sea, lo
mencionado en (I) y (II) es lo mismo visto de dos modos
diferentes; lo mencionado en (III)
es otra cosa, ya que es el resultado eficaz de la acción combinada de (I) y (II).
Estos tres aspectos
requieren, además, de un intérprete
que será quien admita, transforme o rechace la propuesta
referencial, sintáctica y semántica en que consiste determinado signo. Si
consideramos a la eficacia del signo, tal como está establecida en determinado
momento de determinada sociedad, con
prescindencia del intérprete (como designación del universo
de sus usuarios) que ha ido configurando tal eficacia, estamos en un planteo típicamente saussureano.
Si consideramos a la eficacia del signo, tal como está establecida en
determinado momento de determinada sociedad, en función del trabajo semiótico del interpretante que
ha ido configurando tal eficacia (interpretante que ya no es su usuario o
intérprete, sino uno de los componentes inherentes al propio signo), estamos en un planteo típicamente peirceano.
2.1.14 Sistema
Consiste en una
articulación de entidades (signos), cuyo valor está constituido por el conjunto
posible de sus funciones relacionales respecto de todas las demás entidades del
mismo universo y por el conjunto de sus posibilidades sustitutivas o
referenciales respecto de las entidades identificables en algún otro universo
diferente, todo ello a nivel virtual. El sistema no tiene existencia efectiva,
pero contiene todas las posibilidades, realizadas o no realizadas pero
realizables, para actualizar los signos en los correspondientes textos y
discursos. Conociendo el sistema puede saberse si determinada configuración
perceptual efectiva (una frase, una imagen, un comportamiento, etc.) es posible
a partir de tal sistema. A la inversa, si conozco un conjunto de realizaciones
efectivas (frases, imágenes, comportamientos, etc.) relativas a un determinado
fenómeno social en estudio (por ejemplo la campaña propagandística de
determinado candidato político) puedo reconstruir el sistema (comunicativo,
ideológico, programático, etc.) del que se partió para su producción. O sea, a
partir del texto puedo recuperar el sistema (operación inferencial); a partir del sistema puedo afirmar si un
determinado texto es o no posible (decidibilidad).
La recuperación del sistema del que surgió la posibilidad de que se concretase
un determinado texto o discurso es una de las más importantes finalidades del
análisis semiótico. Un sistema puede diseñarse y a partir de él producir
determinadas manifestaciones perceptuales de la semiosis que corresponda; pero,
por lo general, la producción de manifestaciones perceptuales no es, por parte
del productor, tan consciente como para tener identificado el sistema que está
manejando. El análisis semiótico permite, por ejemplo, recuperar (conocer,
explicar su eficacia e, hipotéticamente al menos, replicar la eficacia
productiva de) el sistema lingüístico, sintáctico y semántico, que utilizó, en
las distintas instancias de su vida de producción poética Antonio Machado, o el
sistema que aplicó, en las distintas etapas de producción de sus
configuraciones de textura, forma y color, Pablo Picasso, etc. Un sistema es la condición de la existencia
de una propuesta perceptual; pero, como es virtual, no permite un acceso
directo que permita describirlo; se requiere reconstruirlo a partir del
análisis de las relaciones constitutivas del conjunto de propuestas
perceptuales existencialmente configuradas a partir de la virtualidad de tal
sistema. Por tanto, la propuesta perceptual contiene las relaciones que se
concretaron, de entre todas las posibles preexistentes en el sistema.
2.1.15 Texto
A los
efectos analíticos, entenderemos por “texto”, a lo largo de este Manual, a un discurso sin semántica. Pese a
la tradición lingüística de esta terminología, la utilización que propongo de
este término “texto” no
se limita al universo de los signos lingüísticos. O sea, cuando de una
propuesta perceptual, cualquiera sea su calidad semiótica (se trate de iconos, índices
o símbolos), se toman exclusivamente sus relaciones sintácticas, diremos que se está identificando el texto de esa propuesta
perceptual. Por oposición al sistema, que es virtual, el texto es un fenómeno fundamentalmente
existencial, o sea, percibible. Nunca podemos referirnos a él ni a
sus componentes como a una abstracción. Pero su importancia es fundamental, en
especial en las operaciones analíticas, por lo que puede admitirse la vigencia
de la máxima: no hay semántica sin sintaxis (o sea, si se pretende
explicar el significado hay que partir de relaciones efectivamente existentes
en el texto). Por ello, también, la importancia de las relaciones semióticas
que se denominan “contexto”.
3 INTEGRACIÓN COGNITIVA
INTERSEMIÓTICA*
3.1 Diferencia y especificidad de las semióticas
Hace
más de 10 años, en un libro titulado Del Caos al Lenguaje (Magariños de
Morentin, 1983) me permití reinterpretar el mito de
En la
nueva Babel, de la que somos contemporáneos, se produce la multiplicación de
las semióticas, en particular con el auge de la imagen y de la música. Hace
muchos más años, en 1967, pronuncié una conferencia en
Dos
reflexiones, aparentemente contradictorias, acompañan esta nueva configuración
de la feria de las semióticas: (1)
cada semiótica tiene su especificidad y (2) ninguna puede interpretarse con independencia de las restantes.
En
efecto, por una parte es preciso separar los campos de las semióticas respectivas,
porque el efecto de significación de la palabra no coincide con el efecto de
significación de la imagen, ni estos con el efecto de significación de la
música; ni cualquiera de los anteriores con el efecto de significación de
cualquier otra semiótica interviniente en cualquier otra percepción sensorial o
en la combinatoria de varias de ellas. Es una forma de romper el imperialismo
de la lengua, como lo quebró Hjelmslev (1971/1943: 129ss) al ubicar a la lengua
como una región, junto a otras, de la semiótica y ya no como el espacio
ineludible de toda semiótica posible. Si bien la palabra puede explicar cómo la
imagen o la música producen su significado específico, no puede producir, ni
traducir, tal significado especifico, pudiendo, todo lo más, transcodificarlo o
transponerlo, pero sin posibilidad de reproducir el específico significado
visual o acústicamente producido. Época, pues, de multiplicación y de
desarrollo de las semióticas que carecen de la inmensa historia que viene
acompañando a lo verbal. "Feliz el rey que tiene un buen cronista",
podría decirse de la lingüística, evocándolo a Panini, en el siglo IV a.C., y a
todos los gramáticos y lingüistas que, tras él, contribuyeron al esplendor de
la palabra; lo que, para jerarquizar la imagen, sólo comienza a partir del
Renacimiento y, para dar testimonio del honor y gloria de la música, sólo a
partir del siglo pasado (F-J Fétis, entre 1860-1865, escribe, en 8 volúmenes,
una Biographie universelle des musiciens et bibliographie generale de la musique;
citado en Norbert Dufourcq, 1963). Ni que decir respecto del tacto, del olfato
o del gusto, pese, en este último caso, a las delicias propaladas por Anthelme
Brillat-Savarin en 1825 (ver Roland Barthes, 1984: 285-306) y al aporte
personal y a la compilación de anónimos precursores que realizara, a principios
de este siglo, el gran gastrónomo Jean-Marie Parmentier (1908). Sólo en la
década del 50, aparecen los primeros escritos acerca de lo kinésico con
jerarquía de disciplina teórica, inaugurándose (sin así designarla y teniendo
que levantar la hipoteca racista que la viciara años antes) la posibilidad de
una semiótica de la educación física (ver Alejandro Amavet, 1957).
Múltiples
semiosis, pues, existentes desde el comienzo de la humanidad, pero disponibles
ahora con una riqueza y una contundente inmediatez como nunca antes había sido
imaginable.
Pero (y con esto
comienza la segunda de las aparentemente contradictorias reflexiones), ¿cada
una con su experiencia diferente?, ¿con su eficacia particular?, ¿con su
aislamiento?, ¿con nuevas pretensiones hegemónicas sobre las otras semióticas?
3.2 La articulación de las diferentes semióticas
No
habrá habido una auténtica superación
(ésa con la que se construye la efectiva historia de la facultad semiótica
y, por tanto, la efectiva historia de la humanidad) si tales múltiples
semióticas no se articulan según criterios que no reproduzcan la apetencia imperialista de la palabra. Y no
habrá un posible estudio de las características teóricas y empíricas de estas
semióticas si no se lo enfoca desde su mutua y humana interrelación (humana, no
en cuanto exclusiva de la especie, sino en cuanto el hombre genera determinadas
particularidades de su interacción que lo identifican como especie y que se
configuran como facultad semiótica fundamental;
la misma que fue designada, todavía en la inmediatez de su profesionalismo y
afirmando la hegemonía de lo verbal, como facultad del lenguaje por Saussure).
La
preocupación que estoy comenzando a esbozar se refiere a la abundancia de
estudios semióticos y/o semiológicos que se centran en una determinada y
exclusiva semiótica, como si alguna pudiera dar cuenta de su eficacia
prescindiendo de las restantes. Esto nada tiene que ver con la concurrencia de
diversas semióticas en la producción de una determinada comunicación que, así,
resulta más rica y plena, sino con la pretensión de interpretar una semiótica
con prescindencia, al menos, del rastro que en ella hayan dejado otras
semióticas diferentes.
Inevitablemente
se recuerda la pretensión de Condillac al tratar de dar cuenta de lo que cada
uno de los sentidos, por sí solos, aportan al conocimiento del mundo y a la
formación de la conciencia, en ese artificio de "la estatua" como
metáfora del estado inicial del hombre, cual tabula rasa (Condillac, 1947). En
la introducción a la traducción al castellano de Eudeba, 1963, Rodolfo Mondolfo
comenta que, en la ficción de la estatua, "intervienen dos condiciones
estrechamente vinculadas entre ellas e igualmente contrarias al logro de la
síntesis mental que Condillac se esforzaba por alcanzar: 1) el aislamiento de
un único sentido con respecto a todos los demás, o bien el de los sentidos
subjetivos con respecto al único reconocido objetivo; 2) el supuesto de un alma
que sea pasividad originaria, a partir de la cual debería engendrarse toda la
actividad espiritual por obra de la sensación misma" (Condillac, 1963: 27)
Una
crítica semejante puede suscitar el estudio aislado de cada una de las
semióticas, empíricamente existentes en nuestro universo cultural, con la
confluyente pretensión de explicar lo que cada una de tales semióticas aporta,
por sí sola, a la formación de la conciencia humana.
Esto
resulta aun más grave por dos motivos, al menos para quienes nos consideramos peirceanos y cognitivistas: está en abierta
contradicción con las propuestas fundamentales de la teoría del signo en Peirce
y se margina de los actuales desarrollos de las llamadas ciencias cognitivas
(también restrictivamente consideradas como investigaciones cognitivas, según
la visión de Rastier, 1991).
Prefiero comenzar
con un breve comentario acerca de este último tema de la marginación, ya que
después voy a proseguir desde una posición más próxima al pensamiento
peirceano.
3.3 La marginación de la semiótica en el universo de las ciencias sociales
Al
hablar de marginación me refiero a la dolorosa sensación que, en cuanto
semiólogo, siento cuando leo los estudios de los cognitivistas más destacados
y, por lo general, no encuentro en ellos, ni el término "semiótica",
ni ninguna referencia a los desarrollos de los estudiosos de la semiótica.
No
hay que reducir el problema mediante respuestas facilistas en base a pugnas de
escuelas o a un supuesto positivismo del que padecerían los cognitivistas,
haciéndoles imposible incorporar la visión constructivista que predomina en la
semiótica.
Simplemente,
los estudios semióticos, por lo general (dejo claramente expresada la
existencia de trabajos de otra clase y calidad), no siguen las pautas de rigor
que, en la actualidad, son de práctica en el discurso de las ciencias sociales.
Los
semiólogos solemos utilizar un discurso predominantemente metafísico, con la
supuesta justificación de tratar un tema tan inasible como es el de la creación,
comunicación y transformación de la significación. Se llega a hablar de una
"hermética semiótica" que, en su versión renacentista, parecía
comenzar a desaparecer en la época de Leibniz, pero que todavía provocaba
airados ataques por parte de Kant (Colilli, 1993: 37), existiendo,
afortunadamente, "en la actualidad, la tendencia a considerar al paradigma
de la exégesis hermética como un tanto deteriorado, ya que priva al lenguaje
del poder comunicativo, como reflexionaba Eco, al provocar una continua
postergación del significado" (Colilli, 1993: 77)
Pese
a ubicarme en el extremo opuesto a estas concepciones holísticas y tanto más si
son herméticas, no voy a entrar al debate que subyace en la pretendida vigencia
de la calidad computacional del discurso de las ciencias sociales
(computacional, tanto en cuanto calculatorio como en cuanto informático);
simplemente, adopto como válido este último enunciado: el discurso de las ciencias sociales tiene
calidad computacional, por considerar que el carácter instrumental
de la tecnología informática se impone, cada vez con mayor contundencia, lo que
lleva a valorar las propuestas teóricas en las ciencias sociales, según la
posibilidad de incorporarse a (o de ser susceptibles de transformarse en) un
programa de computación. Cito, a título de ejemplo del tipo de reflexión que
acabo de formular, las obras de Marvin Minsky, 1986; de Pierre Lévy, 1990,
1994; de Paul Thagard, 1988, 1992; y de Douglas Hofstadter, 1995. Esta es la
demanda social a la que los semiólogos parecemos no atender o que, incluso,
rechazamos. De ahí el mencionado silencio o marginación de la labor semiótica
por parte de esa línea de autores.
No
obstante, considero, también, que el aporte que la semiótica está en
condiciones de ofrecer al restante universo de las ciencias sociales es de
importancia tan fundamental que, hasta que se haya cumplido la incorporación a
dichas ciencias sociales del conocimiento elaborado desde la semiótica, éstas
no lograrán alcanzar los objetivos que se proponen. La exigencia para nosotros,
semiólogos, será la de formular los aportes, fundamentalmente metodológicos, de
la semiótica en un lenguaje calculatoriamente
operable, conscientes de que hay un conocimiento semiótico que, por el momento,
es informáticamente inalcanzable, pero tratando de llegar, con los criterios de
ética científica que formuló Peirce (1966: 2.219-226), hasta donde más podamos.
Creo firmemente, y en este sentido vengo trabajando desde hace más de 25 años,
que, después de haberse derrumbado los mitos de la matemática, como único
lenguaje formal de cualquier ciencia, y de la lógica, como forma definitiva del
interior lenguaje mental (al estilo del "mentalese" de Fodor,
1994), la semiótica es la metodología de base específica para las ciencias
sociales.
Estoy
enfocando un desarrollo de la semiótica que no aísle cada uno de los sistemas
semióticos y que no espere explicar la producción de la significación desde uno
u otro, tan sólo, de tales sistemas. Por eso llamo la atención hacia la
necesidad de desarrollar análisis intersemióticos rigurosos, como actitud
crítica insoslayable para producir el aporte metodológico que constituye la
responsabilidad de la semiótica en la historia de las ciencias. Que este lugar,
en el que confluyen diversos sistemas semióticos, cuya dinámica caótica (John
R. Van Eenwyk, 1996: 330) también tiene que ser reconsiderada y recuperada para
la teoría semiótica general, está disponible se advierte apenas se estudian con
cierto detenimiento los trabajos de los principales investigadores actuales en
el campo de la percepción, de la producción de imágenes y de la construcción o
producción del referente.
Rastier
(1991: 91), uno de los pocos investigadores en esta área con verdadera
formación semiótica, registra la demanda de Jackendoff (1983, 1989; reiterada
en 1992) acerca de la descripción de la arquitectura de la información y del
proceso de correspondencia que vincula, en
Y,
para ello, Jackendoff, a su vez, sigue a David Marr (1982), en quien encuentra
la base para establecer qué niveles de lo perceptual cumplen en lo visual un
papel homólogo (y quede bien clara la importancia de la diferencia, pese al
esbozo de coherencia), al que los niveles de lo fonético, lo sintáctico y lo
semántico cumplen en la explicación generativista de lo lingüístico (y quede
bien clara la importancia de la diferencia, pese al esbozo de coherencia).
David
Marr, en efecto, señala los niveles del esbozo primario, el esbozo 2½-D y la
representación del modelo 3-D, como las instancias incorporadas
interactivamente para alcanzar la identificación de los objetos en el mundo,
que no son los datos primarios e intuitivos para la percepción (Marr, 1982:
295ss), sino el resultado de integrar las percepciones de superficie, borde y
profundidad (constitutivas del esbozo primario) en las visiones centradas en el
observador (pertinentes al esbozo 2½-D) de modo que permitan la producción de
las percepciones centradas en el objeto (representación que se alcanza mediante
el modelo 3-D; Marr, 1982: 37). A esta secuencia, en la organización mental de
las imágenes del mundo, la considera Jackendoff (1987: 193) como afín a la
fonética (el esbozo primario), a la sintaxis (el esbozo 2½-D) y a la semántica
(el modelo 3-D), valorando, no obstante, como ya advertí, más las diferencias
que las similitudes (dejo abierta la crítica a esta correspondencia, por la
distinta relación existente entre la lengua por una parte y las imágenes
pictóricas por otra con los procesos de representación/interpretación de los
respectivos referentes).
Pero,
dice Jackendoff (1987: 194), "la traducción entre lenguaje y visión se
especificará mediante un conjunto de reglas de correspondencia entre uno o más
niveles visuales y uno o más niveles lingüísticos. Idealmente, las dos
facultades deberán interactuar mediante aquellas representaciones cuyas
unidades confluyen en la correspondencia más próxima y cuyas funciones están
relacionadas del modo más próximo". Esta interrelación de dos niveles no
es más que el esbozo de la tarea que habrá de realizarse incorporando las
restantes fuentes de información: "estos dos niveles de representación
constituyen un núcleo central al que acceden diversas facultades periféricas,
incluidas la percepción visual, el lenguaje, la percepción háptica, la
percepción corporal y la acción" (1987: 207).
Dejando de lado la
arbitraria restricción a los "dos niveles" (ya que de ese núcleo
central participan igualmente las semiosis cuya materia prima proviene de los
restantes sentidos), lo que postula como Hipótesis de
3.4 La especificidad de la semiótica para dilucidar correspondencias y divergencias entre lo visual y lo lingüístico
Con
esto se plantea el desafío fundamental para nuestra disciplina. ¿Es posible,
desde la semiótica, aportar un conocimiento específico que permita identificar
el proceso en el que se cumple esa compatibilidad, que permita describir esas
reglas de correspondencia entre lo visual y lo lingüístico o que permita
explicar el comportamiento del conjunto de operaciones que establezca ese modo
de representación mediante el que se interpretan las informaciones
proporcionadas por los diversos sentidos? Además, ¿sólo desde la semiótica
puede aportarse ese conocimiento? Creo plausible, pero no inmediatamente
fundamentado, poder responder a ambas preguntas que sí.
Como
marco de trabajo o encuadre general del problema, puede formularse una
hipótesis complementaria de la propuesta por Jackendoff como “Hipótesis de
La
producción de la semántica (a la que se ubica en el espacio mental del
"interpretante", coincidiendo con la "Estructura
Conceptual" de Jackendoff y con nuestra "Estructura conceptual
inter-semiótica") ocurre como consecuencia de la relación del aspecto
"representamen" de los signos que constituyen un texto, con el
aspecto "fundamento" de los signos que constituyen un referente.
En
esta tarea y centrándose en lo visual, el trabajo de David Marr apunta a
establecer los pasos necesarios para una identificación de los objetos, tarea
de cuyo éxito depende que puedan considerarse como objetos semióticos (aunque
Marr no les atribuya esta designación). Para D. Marr (1982: 3) "la visión
es, primero y fundamentalmente, una tarea de procesamiento de la
información", con lo que "rechaza la teoría en la que el principal
trabajo de la visión sea derivar una representación de la forma" (1982:
36), ya que para él, como para James Gibson (1979: 22), en la percepción, no
preexisten los objetos sino las superficies; el objetivo de Marr consiste en
establecer las reglas de un determinado cálculo que, a través de una serie de
procesos, efectuados a distintos y progresivamente más complejos niveles, le
permita "comprender cómo las descripciones del mundo pueden obtenerse
eficaz y confiablemente a partir de sus imágenes" (1982: 99).
Aparentemente,
Marr, según el modelo 3-D, obtiene la representación de los objetos del mundo,
mediante un procesamiento de la información visual, sin ninguna otra referencia
textual, lo que, sin embargo, no es lo que él realiza. La organización modular
que propone proviene de que "la descomposición de una descripción usada
para el reconocimiento [...] nos permite elaborar una descripción que captura
la geometría de una forma para un nivel de detalle arbitrario" (1982:
305-306). La descripción de una forma, necesaria para su reconocimiento,
implica atribuirle una determinada identidad, la cual constituye un predicado
semántico. Marr no podría llegar a su conocido diagrama acerca de la
descomposición de la imagen del humano, si no fuera a partir de un
"representamen" construido por la geometría como semiótica
sustituyente (y, en cuanto tal, otra efectiva referencia textual). Por tanto,
la identidad del humano, como la de los distintos animales con los que
construye su Catálogo de Modelos 3-D (1982: 319), es el resultado semántico (en
una "Estructura Cognitiva" en cuanto "Interpretante") de la
relación entre dos semióticas: aquella a la que utiliza como sustituyente (el
representamen), que para Marr sería la geometría de los conos truncados o conos
generalizados (como lo es, también, en el caso de los geones de Biederman,
1995: 12) y aquella que queda configurada como sustituida (el fundamento), que
para Marr sería la forma, percibida como resultado de un proceso perceptual,
desde el esbozo primario y a través de la dimensión 2½-D, y nunca ya como
resultado de una percepción ingenua. Por interacción entre ambas surgirá la
identidad del objeto en el interior de lo que vengo nombrando como
"Estructura Conceptual Inter-semiótica". Se trata del mismo proceso
que he caracterizado, en otro trabajo (Magariños de Morentin, 1990: 10), como
"el dilema semiótico: es necesario que una semiosis deje de ser lo que es 'en
sí' (el juicio perceptual: un fenómeno de la lengua) para que otra semiosis
sea, no lo que es 'en sí' (la percepción: un fenómeno sensorial), sino aquello
en lo que la primera la constituye (el referente: un fenómeno semiótico y, en
cuanto tal, significativo)".
Esta
Estructura Conceptual Inter-Semiótica posee la configuración que, en principio,
bien puede corresponderse con la configuración propuesta por Peirce en su
análisis del Interpretante: un aspecto cualitativo (el Interpretante Inmediato
o, mutatis mutandis, Emocional y también, en definitiva, una Primeridad
de esa Terceridad que es el Interpretante); una efectiva interpretación (el
Interpretante Dinámico o, mutatis mutandis, Energético y también, en
definitiva, una Segundidad de esa Terceridad que es el Interpretante); y un
resultado diferencial o cambio de hábito, en cuanto nuevo signo producido en la
mente del Interpretante (el Interpretante Ultimo o Final -que nunca lo es más
que para un concreto e instantáneo proceso de interpretación- o, mutatis
mutandis, el Interpretante Lógico y también, en definitiva, una Terceridad
de esta misma Terceridad que es el Interpretante) (Peirce, 1966: 5.470-493 y
8.314-315).
Por
eso, si bien la tarea de Marr resulta imprescindible para el semiólogo en
cuanto reconstruye el proceso "calculatorio" según el que se procesa
la información visual hasta alcanzar la percepción 3-D de los objetos del
mundo, podemos decir, en ese momento, que Marr es insuficiente; es la semiótica
la que exige la intervención de otro universo (conscientemente Marr se refiere,
como tal, a la geometría, pero no le reconoce eficacia constituyente ni, menos,
calidad semiótica) para que se produzca la identidad de tales objetos, como
valor semántico agregado y producido por la intervención de ese (en el caso de
Marr, geométrico y no otro) representamen. Desde un representamen geométrico,
es ésa, y no otra, la representación modular que se obtiene. Antes de conocerse
la geometría, la representación del ser humano según "conos
truncados", vinculados según determinada sintaxis contextual, sería
inimaginable (y, todavía, irreconocible, si algún marciano más adelantado nos
la hubiese propuesto).
Téngase
en cuenta también que la materia prima de una semiótica no está constituida por
íconos, índices y símbolos, sino por la materialidad de la información (al modo
hjelmsleviano de "la sustancia de la expresión") procedente de alguno
de los sentidos mediante los que nos vinculamos con el entorno: se tratará,
pues, de datos visuales, acústicos, táctiles, olfativos, gustativos, de
sensación corporal (kinésicos), etc., dejando abierto el repertorio, con este
etc., a la inclusión de otras posibles informaciones. Lo que permiten los
íconos, índices y símbolos es constituir en signos a esa misma materia prima,
cuando lo que se utiliza para cumplir el proceso semiótico de tomar algo
del fundamento del objeto y proponérselo a un interpretante es el aspecto
icónico o el aspecto indicial o el aspecto simbólico de esa materia prima. Como
resultado de esta tarea, la eficacia icónica, indicial o simbólica de la
relación establecida entre una semiótica (visual, acústica, táctil, etc.) y la
representación de determinadas imágenes percibidas (visuales, acústicas,
táctiles, etc.), constituye el espacio propio de la semántica, ya que tal eficacia
depende de la construcción (eventual cambio-de-hábito) que realice el
interpretante final, lo que irá precedido por el efecto real de interpretación
que realice el interpretante dinámico, en función del sentimiento que en él, en
cuanto interpretante inmediato, despierte la cualidad seleccionada.
Regresemos, ahora,
a la otra dirección propuesta para la expansión, la que explora la sucesión de
los niveles semióticos posibles de interpretación.
3.5 Transposiciones e intersemiótica
Se
trata del fenómeno de transposición por el cual la semiótica con la que se
produjo la construcción significativa de determinado referente se toma como
nuevo fundamento para que otra semiótica lo formule según una nueva
construcción significativa (reformulando, a su vez, si bien de un modo distante
e indirecto, el primer fundamento).
Se ha
estudiado la tipología de las transposiciones, para el supuesto de la
permanencia en el interior de una misma semiótica que concretamente es la
lingüística. Así H. Parret (1993: 116, 117), a partir de ciertas referencias de
Landowsky y Greimas, recupera la tríada "metalenguaje/ descripción/
paráfrasis" a la que interpreta como correspondiendo "a los tres
tipos de producción de formas, la científica, la semiótica y la lingüística,
respectivamente".
La
transposición del sentido puede ocurrir, también, cuando se cambia de
semiótica, si bien la tarea puede resultar no ya en una transposición (que
supone la variación en el margen de cierta permanencia) sino en una producción
de otro sentido, lo que requerirá hablar de traducción (inter-semiótica, no
inter-lingüística) o algún otro tipo de operación que pueda llegar a
identificarse y definirse.
Los
estudios cognitivos, tanto cognitivistas (más o menos próximos a la línea
chomskyana, como los que se vienen citando de Ray Jackendoff) como
conexionistas (más vinculados a F. Varela y R. Maturana, 1984/2003, Ronald
Langacker, 1987, 1991 y a Paul Smolensky, 1988), son importantes por las
hipótesis operativas acerca de las reglas que organizan el comportamiento de la
mente (los cognitivistas)y por las hipótesis descriptivas acerca de los
recorridos y conexiones neuronales (los conexionistas) con las que proponen
explicaciones plausibles acerca del almacenamiento e interrelación de la
información sensorial; asimismo por el original encuadre del dualismo
mente-cerebro, al que se incorpora la teoría del caos y de las metáforas
fractales (Ilya Prigogine, 1996; Earl Mac Cormac & Maxim I. Stamenov,
1996). También son importantes por la utilización y/o programación de instrumentos
informáticos y de Inteligencia Artificial para la representación de esta
arquitectura y procesamiento de dicha información sensorial; a partir de este
enfoque se producen importantes replanteos en la epistemología (ver Thagard,
1988, 1992), en el estudio de las imágenes (por ejemplo: Barlow, Blakemore
& Weston-Smith, 1990), de la semántica (por ejemplo: Danièle Dubois, Ed.,
1991), de los mundos posibles (Sture Allen, Ed., 1989) y en la mayoría de los
campos de las ciencias sociales.
Pero
todos estos estudios tienen, en general, un límite: no dan una explicación
satisfactoria (quizá ni siquiera se lo proponen) acerca de las posibles
interpretaciones y, en consecuencia, acerca de la producción de la
significación social de los fenómenos que estudian.
Pretender
omitir el conocimiento de la teoría de los signos, cuando lo que se estudian
son fenómenos sociales, sólo puede responder a una estricta segmentación del
campo de estudio basada en determinados y ya históricos criterios teóricos o
bien es una actitud originada en una increíble ceguera intelectual (¿puede algo
ser social sin ser ya signo?; ver Juan Magariños de Morentin, 1996a: 250-252).
O, tercera posibilidad que no hay que dejar de lado, alguna responsabilidad
tenemos en ello los estudiosos de la semiótica.
Creo que hay, en
estos momentos, un espacio intelectual disponible e interesante, en el que se
asocian los estudios semióticos y los cognitivos. Algunas aproximaciones se
están efectuando (véanse los trabajos de Rastier, 1991; Gardin, 1987a, 1987b,
1991; Vignaux, 1992; Danesi, 1993; Santaella & Nöth, 1998, etc.). Creo que
existe un desafío importante que está permitiendo perfilar las bases de una
tarea interdisciplinaria o de un enfoque teórico sincrético, con un amplio
campo de trabajo experimental. Se trata de una semiótica cognitiva en que la
riqueza de la investigación semiótica, ampliamente fundamentada a partir de la
lectura operativa de los textos de Peirce, se asocia con el rigor y el enfoque
calculatorio de los métodos cognitivos. De esta Semiótica Cognitiva puede
surgir un conocimiento de los fenómenos sociales que haga de la semiótica el
instrumento metodológico fundamental de las ciencias sociales; y de las
ciencias sociales las protagonistas en la expansión del conocimiento humanístico
durante los comienzos del próximo milenio.
* [Trabajo
presentado en el III Congreso Internacional Latinoamericano de Semiótica,
celebrado en
4 GUÍA ELEMENTAL PARA
DISEÑAR UN PROYECTO DE INVESTIGACIÓN
Considero conveniente reflexionar acerca del diseño de los proyectos de investigación en
los que se utilice, de modo riguroso, la metodología semiótica, ya
que ello puede ayudar a entender algunas expresiones relativamente complejas
que no pueden dejar de utilizarse al exponer dicha metodología. Propondré, por
tanto, los pasos que, a mi criterio, es necesario seguir para elaborar un Proyecto de Investigación con
metodología semiótica. En general, coinciden con las exigencias de la mayoría
de los formularios para la presentación académica de Proyectos para Becas o
Tesis de muy diverso tipo. Lo específicamente
semiótico tiene que ver con el particular enfoque que desde nuestra
disciplina recibe cada uno de esos pasos y mi propuesta consiste en tratar de
ir precisando esas particularidades y, en lo posible, de anticiparme a
responder las preguntas que formularían quienes decidan trabajar con esta
metodología1.
Como diseño básico de un Proyecto de Investigación,
propongo el siguiente.
4.1 Descripción
del tema y planteamiento del problema
No existe investigación sin un problema al que se pretenda encontrar una explicación; o sea,
se trata de identificar la
contradicción o el conflicto o la divergencia entre interpretaciones que perturba la significación que se le atribuye a determinado
fenómeno social o natural. En principio, un problema apto para ser trabajado
con metodología semiótica tendrá que ser un problema acerca de la significación de ese fenómeno2. Pero, en realidad, considero que todo problema, en las ciencias sociales,
tiene que ver con la producción,
comunicación y/o transformación de la significación de algún fenómeno.
Conviene reflexionar acerca de la posibilidad de encontrar la falsación de esta
última afirmación. Es un desafío que les planteo y que me planteo: ¿existe algún aspecto de un fenómeno que no
tenga que ver con su significación? Por supuesto, depende del contenido que se le atribuya al
concepto de “significado” o de “significación”. En mi caso, este contenido es
muy amplio ya que se materializa en la
interpretación textualizada que determinado individuo, perteneciente
a determinada sociedad, en determinado momento histórico, le atribuye a
determinado enunciado o a determinado fenómeno social o natural. Es en esa interpretación
textualizada donde puede surgir la contradicción, el conflicto o la divergencia
de significaciones posibles, o sea, el problema; ya bien en el interior de una
única interpretación o entre dos o más interpretaciones vigentes en determinada
sociedad o en sociedades diferentes y ya bien entre interpretaciones vigentes
en un mismo o en diversos momentos históricos.
4.2 Elaboración del marco teórico pertinente
También en
principio (o sea, pudiendo encontrarse algún otro tipo de matices), el autor de
un Proyecto de Investigación, al redactar su Marco Teórico, establece los paradigmas epistemológicos o
las corrientes actuales que están reconocidas en su disciplina, como adecuadas para el tratamiento de los
temas y problemas afines a los que el
investigador ha descrito e identificado al
cumplir con la exigencia propuesta en el punto anterior. Es la oportunidad para
que enuncie qué aspectos toma de unas y de otras de tales corrientes y
paradigmas3, así como para que, en los
casos en que considere necesario apartarse de las definiciones vigentes en
aquellos paradigmas, redefina, según
su propio criterio, los términos teóricos que considera
fundamentales; por esto, corresponde que incluya un Glosario en el cual el autor discuta, ajuste y defina tales
términos, atribuyéndoles el significado que se compromete a mantener
consistente durante su investigación. El Marco Teórico es asimismo el espacio
de que dispone para mostrar, según la bibliografía que aporta y que deberá ser
lo más exhaustiva posible, la originalidad
de la investigación que se propone realizar. Aquí, el enfoque semiótico servirá como una guía crítica para
evaluar los paradigmas y corrientes vigentes y para justificar las opciones que
vaya realizando el investigador.
4.3 Formulación de las hipótesis teóricas
Mediante enunciados concisos (formulados preferentemente según la
estructura de un condicional, en virtud del cual, si resultan válidos
determinados antecedentes [que es lo que deberá probarse],
entonces resultarán convalidados determinados consecuentes), el investigador
anticipará las que considere que son las
explicaciones adecuadas del o de los problemas descritos en el
primer punto. A estos enunciados los consideraremos como las Hipótesis Teóricas de la
investigación que se proyecta (a diferencia de las que veremos a continuación y
que corresponde considerarlas como Hipótesis
metodológicas o de trabajo). El carácter de estos enunciados
hipotéticos será, según la terminología de Peirce, el de abducciones, o sea, afirmaciones
resultantes del conocimiento teórico y de la experiencia personal (social y
profesional) del investigador, que
deberán ser probadas, prueba en la cual consiste el trabajo de
investigación que se proyecta. Es un momento fundamentalmente ideológico en el proceso de
elaboración de un Proyecto de Investigación, que será transformado en riguroso o científico mediante la comprobación de la
correspondiente propuesta explicativa (y
es uno de los aspectos que sustentan la afirmación de que no hay ciencia sin ideología).
4.4 Metodología
4.4.1 Marco Teórico-Metodológico
Corresponde,
aquí, desarrollar los fundamentos
teóricos que justifican la aplicación de la metodología semiótica a
la investigación que va a desarrollarse. Además deberá, también, justificarse
la corriente de la semiótica y las operaciones correspondientes que van a
utilizarse, por su adecuación a la resolución del problema del cual se trata.
4.4.2 Corpus
Consiste en la
determinación del ámbito social del cual van a seleccionarse los datos (a los que conviene
diferenciar de la información que
resultará identificada en tales datos por las correspondientes operaciones) que
se consideran útiles para justificar
la explicación que se propone en
4.4.3 Operaciones
En este
apartado se dará cuenta de las Operaciones
Semióticas que van a utilizarse para el análisis del corpus establecido en el apartado anterior y
mediante las cuales podrá identificarse, en dicho corpus, la información necesaria para
establecer la explicación pretendida. No es suficiente con mencionar las
grandes líneas de intervención, como ”el
análisis del discurso” o “la retórica de la imagen” o “una ecología
comportamental”, etc., sino que debe
especificarse cuáles de las operaciones correspondientes a estas eventuales
corrientes van a utilizarse efectivamente, aportando la definición explícita de tales operaciones,
ya bien referidas al autor del que se las toma o según la transformación que
proponga el analista y futuro investigador. La enunciación de las operaciones
tendrá, también, el carácter de Hipótesis,
en este caso, como en el anterior, metodológicas
o de trabajo, ya que la aptitud de tales operaciones para intervenir
en cada uno de los discursos sociales que constituyen el corpus y hacer emerger
las relaciones que se consideran como la información necesaria puede resultar
falsa, o sea, sin capacidad para evidenciar las relaciones que construyan las
explicaciones que se pretenden; con lo cual, supuesta la aceptabilidad de los restantes aspectos, habrá que seleccionar otras
operaciones que permitan recuperar y mostrar cómo está construida y cuál sea el contenido de la información básica a los
efectos de probar las hipótesis oportunamente planteadas.
4.5 Bibliografía
Todo cuanto ha sido mencionado en los puntos precedentes, y que,
necesariamente, aparte del aporte personal del autor del Proyecto, procede de
otros diversos autores, tiene que estar adecuadamente referenciado y quedar
registrado en la bibliografía del Proyecto de Investigación.
4.6 Conclusiones
El Proyecto de Investigación finaliza con un párrafo
acerca de los alcances esperados
mediante el trabajo propuesto. En lo que respecta a las Hipótesis, este alcance, en el
proyecto, estará limitado a advertir que todas las hipótesis de la investigación, tanto las teóricas como las de
trabajo y/o las relativas a la metodología (acerca de la adecuación
del corpus y acerca de la aptitud de las operaciones) han
resultado comprobadas; o bien, si tal fuera el
caso, corresponderá establecer que han resultado falsadas, y en qué medida (todas o
algunas de ellas), en cuya contingencia
deberán rechazarse, siendo distinto el alcance, respecto a la consistencia del
Proyecto de Investigación, según cuál o cuáles sean la o las hipótesis que
resulten rechazadas. Asimismo, las
conclusiones pueden anticipar la transferencia que se supone llegarán a tener los resultados de
la investigación, o sea, cuál sea la política social que, en su área
correspondiente, podrá adoptarse en función de los resultados de la
investigación o cuáles sean los resultados que podrán difundirse académica o
profesionalmente, como avalados por la investigación realizada.
Hasta aquí un elemental esbozo de los pasos conducentes para elaborar un Proyecto de Investigación
utilizando metodología semiótica. Cada punto platea dudas y vacíos
que deberán responderse o llenarse e, incluso, el mero hecho de su enunciación
permite disentir con el contenido sugerido de tales pasos o etapas y proponer
otros más adecuados a un enfoque semiótico de la investigación. Esto constituiría una superación de la propia metodología, en sentido específicamente semiótico, que es el más
deseable destino de toda propuesta teórica o metodológica.
1 Aconsejo completar este esquema con mi “Esbozo
semiótico para una metodología de base en ciencias sociales” (Magariños de
Morentin, 1996a: 247-300).
2 "Un problema se especifica
proporcionando sus condiciones iniciales y los objetivos que deben alcanzarse.
Una solución de problema es un conjunto de pasos, simulados o efectivamente
realizados, que conducen desde las condiciones iniciales al objetivo"
(ver, Paul Thagard, 1993; p. 45)
3 Teniendo en
cuenta, por ejemplo, la ecléctica posición de Paul Feyerabend (1974).
4.7 Apéndices
4.7.1.1 La recopilación
del corpus
La recopilación del corpus 1
Uno de los primeros pasos, al organizar una investigación que se pretenda desarrollar con metodología semiótica, consiste en establecer el corpus pertinente.
Quizá, por la influencia histórica del positivismo, este tema se presenta como no problemático: se trata de recopilar los datos que constituyen al fenómeno que se pretende explicar y el cuidado del investigador se centrará en ser objetivo, veraz y exhaustivo. Por otra parte, los semiólogos parecemos afectados por el vicio intelectual de problematizarlo todo. Y, justamente, yo estoy por sugerir la necesidad de no dejar el tema a nivel intuitivo, sino de reflexionar acerca de qué es lo que pretendemos hacer cuando nos proponemos recopilar el corpus pertinente para nuestra investigación; reflexionar acerca de si es tan simple y carente de problemas el ser objetivo, veraz y exhaustivo al recopilar el corpus que necesitamos. No es un mero capricho el de problematizar lo que, antes de caer en nuestras manos, era simple. Gran parte de la reflexión semiótica se centra en lo obvio, porque lo que requiere cuestionarse y analizarse para establecer su aceptabilidad es lo admitido como válido a priori e indiscutiblemente; o sea, lo que aquí planteamos como discutible es lo que, según se nos ha enseñado, debemos dar por válido ya que es imprescindible para comenzar a investigar e incluso para empezar a pensar. E inevitablemente, se recupera la imagen de Descartes, cuya tarea filosófica consistió en cuestionar lo obvio de eso que es pensar. Solo que, en vez de hacer filosofía, nuestra pretensión es producir explicaciones rigurosas acerca de los fenómenos sociales de nuestro entorno (incluyéndonos a nosotros mismos). O sea, que la pregunta (compleja) a la que necesitamos responder con precisión y eficacia, en el tema por el que he optado, sería:
¿Dada una significación problemática (en cuanto contradictoria frente a otras o construida con contenidos mutuamente inconsistentes), cuál es el corpus del que necesito disponer para aplicarle las operaciones semióticas que me permitan explicar por qué determinado fenómeno social tiene esa determinada significación problemática, de dónde procede tal significación, cómo se la interpreta y cuándo y por qué habrá de transformarse?
El contenido del corpus sigue siendo la información sobre la que voy a trabajar cuando he elegido determinado fenómeno como mi objeto de estudio; sólo que su identificación y el establecimiento de sus características específicas, no es tan simple como lo era el concepto de dato para los positivistas, pese a que ésa sigue siendo su característica fundamental: el corpus es lo dado, de modo tal que, una vez identificado y aceptado como válido, lo que sigue como tarea necesaria es aplicarle los instrumentos analíticos que muestren su eficacia para evidenciar cómo ese corpus contiene las relaciones materiales y conceptuales (diría "sintácticas y semánticas", pero esto sólo lo menciono marginalmente para no quedar encerrado en la problemática del metalenguaje lingüístico) que intervienen necesariamente en la producción social del significado del fenómeno en estudio.
Esto tiene una gran cantidad de implícitos que necesitan aclararse, por lo que generará una gran cantidad de preguntas que deberán irse respondiendo por el propio investigador. Pero lo que quisiera dejar afirmado (lo que no quiere decir que sea incuestionable) es que el corpus necesario para responder a una hipótesis semiótica acerca de las características de determinada significación de determinado fenómeno en determinado momento histórico de determinada sociedad, habrá de ser aquel que construya la específica significación del fenómeno en estudio. Entonces, la pregunta central a la que responderán las características y los criterios identificadores que permitan seleccionar el corpus de información necesario será:
¿Qué texto (o mejor: conjunto de textos de una misma o de múltiples características semióticas [simbólicas o icónicas o indiciales, o por combinatoria de éstas]) construye el significado específico que una sociedad (o cada uno de los sectores sociales de esa totalidad, específicamente identificables por el hecho de conferirle significados diferenciales a un mismo fenómeno cuya significación se estudia) atribuye, en un momento determinado (y a diferencia de los atribuidos en otros momentos históricos y planteando contradicciones que los diferenciarán de los de otros momentos futuros), a un fenómeno determinado (en contraste con los que atribuye a otros fenómenos que comparten su ámbito existencial)?
Vuelvo a rescribir la pregunta sin los paréntesis:
¿Qué texto construye el significado específico que una sociedad atribuye, en un momento determinado, a un fenómeno determinado?
Cada uno y el conjunto de los textos así identificados, es decir, todos aquellos que tengan esa cualidad fundante, integran el corpus necesario (hipotéticamente) para explicar la significación problemática de determinado fenómeno al que esos textos se refieren (por lo que, una vez identificada la hipótesis que se propone para explicar el problema a investigar, ésa es la primera tarea empírica que habrá de realizarse).
Será necesario que cada investigador tome en cuenta la calidad de los fenómenos que son su objeto de estudio (según los trabaje desde el derecho, la psicología o el psicoanálisis, la sociología, la historia, la filosofía, la literatura, la política, la antropología, etc., etc., etc.) y que trate de establecer cuales son los textos (o, en sentido más amplio, las semiosis) que le confieren a tales fenómenos esa concreta significación o el conflicto de significaciones que constituye el problema en estudio. Si la tarea de identificación y recopilación de tales textos es clara y evidente, mejor; aunque lo dudo y desconfiaría de tal simplicidad. Fundamentalmente, porque considero que hemos mal-aprendido (con nuestra formación, primero con fundamentos enciclopédicos y después positivistas) a ver el mundo como un conjunto de fenómenos que están dados de por sí y que contienen su razón de ser en sí mismos y que sólo requieren ser vistos (o comprendidos) correctamente. El planteo semiótico fundamental establece algo muy diferente, pero que aproximadamente consistiría en decir (quiero dejar abiertas las puertas a una posible modificación de la enunciación) que los fenómenos que constituyen el mundo no se nos dan desde sí mismos, sino que nosotros los identificamos adecuándolos a nuestras posibilidades de designación; ni contienen en sí mismos su razón de ser, sino que la proyectamos nosotros en función de las categorías disponibles en nuestra estructura conceptual; ni tampoco son vistos (ni comprendidos) tal como son, sino como nuestra modalidad de enunciación nos hace verlos (o comprenderlos) en el entorno perceptual correspondiente.
La recopilación del corpus 2
Voy a trabajar, por tanto, sobre una concepción del corpus que lo identifica como el conjunto de propuestas perceptuales que son el soporte de la eficacia semiótica que hace surgir, ante nuestra mente, la existencia de los fenómenos de nuestro entorno. Ello implica aceptar como "significación" el carácter ontológico atribuido al fenómeno al que se aplica. El concepto de signo, en cuanto propuesta perceptual mediante la cual algo diferente al propio signo adquiere sentido, permite afirmar que todo corpus se concreta en un conjunto de signos (o de enunciados, en sentido foucaultiano). No contradice a la definición de “corpus” de los lingüistas; lo especifica, orientándolo en el sesgo que habrá de interesarnos, añadiéndole otras exigencias.
Una investigación no puede comenzar recopilando un corpus. Para afrontar esa tarea, tienen que haberse dado, al menos, dos pasos previos: (1) haber identificado un problema, y (2) haber formulado una hipótesis que se proponga como posible explicación de aquel problema, en la tarea de cuya verificación se ocupará la parte fundamental del trabajo de investigación y sin haber formulado la cual no se podría saber qué deberá recopilarse para validar qué inferencia explicativa.
Al corpus, por tanto, lo estoy considerando como un conjunto de informaciones que resulta necesario para que la hipótesis cumpla su función de explicar el problema. Pero esto todavía no es suficiente para identificar a dicho corpus. Los diversos aspectos que puede presentar un problema tienen una relación necesaria con la significación del fenómeno social problematizado. Aunque lo he dicho en multitud de oportunidades, lo reitero una vez más: todo fenómeno es social (debidamente entendido, puede afirmase que no existen fenómenos exclusivamente naturales, del mismo modo que y siguiendo el mismo razonamiento por el cual, pese a contradecir en esto a Morris, se puede afirmar que no existen signos naturales) en la medida en que, lo que de cualquier fenómeno (así como de cualquier signo) nos interesa es cómo se lo interpreta, ya sea en la comunidad social considerada de modo inespecífico (lo que diríamos "cómo lo interpreta la gente") o de modo restringido a ámbitos sociales específicos (como lo interpretan los políticos, o los académicos, o los gremialistas, o los artistas, etc.). Interpretar un fenómeno no puede ocurrir sin la intervención de un sujeto, pero tampoco interesa en cuanto actividad interna o privada de un único sujeto; la interpretación interesa en la medida en que se exterioriza al comunicarse (o sea, trabajamos sobre interpretaciones explícitas) mediante un texto verbal o una propuesta gráfica o una disposición o una actitud, respectivamente, en una exhibición o en un ritual. Interpretar un fenómeno social constituye, en principio, un acto de atribución de sentido y no de captación de algún (im)posible sentido original, natural o esencial; en un segundo momento, el conjunto de los sentidos construidos mediante las interpretaciones comunicadas que hemos podido percibir constituye la significación que le atribuimos (como se habrá observado, uso "sentido" como "átomo de significación", designando mediante "significación" al conjunto de todos los "sentidos" efectivamente vigentes, en determinada comunidad, acerca de determinado fenómeno, y de cuya mutua inconsistencia surgirán los diversos mundos semióticos posibles vigentes en la comunidad en estudio). Y esta significación, tal como se puede llegar a constatar que circula en determinado momento de determinada comunidad, puede consistir en una única propuesta compartida por todos los integrantes de tal comunidad o divergir hasta propuestas netamente contradictorias. La hipótesis por tanto es una propuesta de explicación de esta unanimidad (raramente) o de esta divergencia (lo más habitual). Lo que va a constituir el corpus va a ser ese conjunto de textos (o para designarlo con mayor precisión metodológica, de semiosis sustituyentes, que podrán ser simbólicas o icónicas o indiciales, o con la materia semiótica que resulte de la combinatoria de estas tres) donde se materializa, mediante su enunciación, aquella interpretación.
Entonces, el corpus cuya recopilación habrá de interesarnos será el que esté constituido por el conjunto de propuestas perceptuales (discursos verbales, imágenes visuales, comportamientos, etc.) que le confieren calidad ontológica al fenómeno en estudio. O sea, aquellas que lo hacen ser de determinada manera y no de otra, para quienes lo perciben en un momento determinado y no en otro, de una determinada comunidad y no de otra. No se trata de recopilar los textos de los que se pretendería que proporcionen una descripción objetiva y verdadera del fenómeno en estudio. Tal descripción no existe ya que será siempre interpretativa; la pretensión de hallar tal objetividad y verdad, y de disponer de ella, es una falacia. Lo que podemos obtener son los modos de atribuirle existencia, siendo las formas de existencia atribuidas las que constituyen su significación, ya que de cualquier fenómeno lo que constatamos no es su existencia, sino su significación, que es lo que, realizado por alguna o múltiples clases de textos, le atribuye alguna determinada clase de existencia. De su existencia esencial no podemos decir nada, porque lo que digamos es ya significación atribuida y no pura existencia afirmada (o, incluso, es significación en cuanto afirmación de su existencia). Por esto, la cuestión de establecer el corpus que nos permitirá evaluar la validez de determinada hipótesis es, desde el enfoque semiótico, la materia prima con la que se construye una dimensión diferente y específica del mundo, no en sí, sino para el conocimiento.
No considero haber
podido decir lo que me propongo con toda claridad ni de modo que no me retracte
en otro momento, pero es una forma de empezar a reconducir la dirección de la explicación
semiótica de los fenómenos sociales hacia el conocimiento que los interpreta,
construyéndolos o constituyendo su existencia tal como resulta cognoscible
desde la mente de determinado ser humano, tal como se configura en un momento
determinado y mediante la concreta interrelación que ese ser humano establezca
con una sociedad y con lo que del entorno en el que interviene ya está
interpretado. Y al universo perceptual que produce ese conocimiento es a lo que
estoy denominando "corpus".
La recopilación del corpus 3
No quiero dispersar mi atención centrada
ahora en disponer de un concepto de corpus que sea semióticamente útil como
instrumento para la investigación. Pero tampoco puedo dejar de formular una
breve reflexión acerca de la diversidad de criterios que circulan para
establecer la diferencia entre "sentido"
y "significado" y “significación”, pese a que el tema
permanece sin acuerdo final alcanzable (ver, en este mismo texto: V. 23 La humanidad, la facultad semiótica y la
historia del entorno). Para mencionar a quienes tengo más presentes en este
momento, es muy amplia, por ejemplo, la diferencia de enfoques entre Frege (con
el que se inmiscuye el concepto de denotación
o de referencia; estos
dos con una significación muy próxima entre sí y que, a su vez, se identifican,
en numerosas traducciones, con significado),
Vygotsky (que, entre otros matices, opta por reservar sentido para la comprensión
subjetiva y significado
para lo verbalmente formulado) y la referencia del Diccionario de Ducrot y Schaeffer
(1972/1995) que tienden a recuperar el concepto saussureano de significado como valor, o sea, a partir de las
relaciones de un signo (lingüístico) con todos los demás de su sistema (de la
lengua), resultando un concepto
negativo de significado: lo que no son (o lo que dejan como
posibilidad residual de ser) todos los demás; mientras que, para sentido, parece actualizarse la
concepción de Strawson, concluyendo,
con toda provisionalidad, que comprender el sentido de un signo es poseer un
método para determinar, con cada ocurrencia de ese signo, a qué se refiere esa
ocurrencia, o sea, su referencialidad ocasional. Como decía, pido disculpas por
no entrar en esta inagotable pero tentadora discusión, limitándome a lo que sea
pertinente para la tarea de identificar el corpus pertinente para una
determinada investigación.
Entonces, mi único comentario al respecto consiste en
afirmar que he buscado la posibilidad de optar por un criterio que defina, con
rigor y eficacia, el ámbito conceptual que le atribuyo al término "sentido" y el que le
atribuyo al término "significado".
Desde este punto de vista (al menos en este desarrollo temático
acerca del corpus), considero sentido
a determinada y puntual interpretación explícita de un fenómeno, según resulta
construida a partir de determinada propuesta perceptual (texto, icono,
exhibición, ritual) que a tal fenómeno se refiera. Un mismo fenómeno adquirirá por tanto distintos sentidos, cada
uno proveniente de cada una de las semiosis sustituyentes que lo construyan.
Una de las tareas analíticas de toda investigación consistirá, por tanto, en identificar los diferentes sentidos vigentes
en determinada comunidad acerca de determinado fenómeno. Tal el objetivo de la
operación analítica designada como "definición contextual", de la que
se informa en mi Manual Operativo (Magariños de Morentin, 1998; y ver,
en este mismo compendio: II. 10 Manual operativo; para la construcción de
"Definiciones Contextuales" y "Redes Contrastantes").
Al conjunto de los
diferentes sentidos, relativos a un
mismo fenómeno y vigentes en un momento determinado de una comunidad
determinada, lo incluyo en el concepto de significado, que queda así constituido como el mundo semiótico posible (en adelante MSP) de la totalidad de las interpretaciones explícitas que
recibe determinado fenómeno en estudio (el concepto de mundo semiótico posible es próximo
al de formación discursiva de
Foucault [1969: 44ss], sólo que éste lo limita a una arquitectura constituida
exclusivamente por enunciados verbales, mientras que el MSP abarca todas las semiosis
posibles y efectivamente utilizadas en determinada sociedad).
Así considerado, el sentido es,
aquí, por tanto, un átomo del significado; frente a la concepción del sentido como
significación genérica y global de un fenómeno o texto. Y el significado resulta ser la
compleja red de relaciones que pueden identificarse entre los diversos (todos;
en la medida en que puedan ser recuperados) sentidos efectivamente vigentes en determinada
comunidad; o sea, el conjunto de todas las interpretaciones explícitas que
recibe el fenómeno en estudio, que es a lo que también puede denominarse el mundo semiótico posible construido
acerca de tal fenómeno.
No me considero dueño de la verdad, ni siquiera
conformador de la mejor opción posible en esta disyunción entre sentido y
significado. Simplemente, es el criterio que adopto, tentativamente, para
desarrollar esta temática de la
recopilación del corpus, necesaria para explicar cómo y por qué determinado fenómeno adquiere determinada
significación en un momento y sociedad determinados. Por eso, como
ya anticipé, quizá significación la
introduzca para referirme a la sumatoria concreta de los sentidos
identificados, orientando significado hacia la resultante conceptual de esa
sumatoria. También creo que se ha superado la época en que se pretendía
alcanzar una teoría completa y excluyente, como modelo explicativo (que preconfigura al mundo, sin dejarme
percibir más de, ni otra cosa que lo que ya está configurado), estándose, en la
actualidad, más cerca de la búsqueda de operaciones cuyo rigor y buena fundamentación dependen de la
situación en análisis y del objetivo pretendido (o sea, estoy diferenciando la
actitud de trabajar con modelos,
actitud con la que no estoy de acuerdo por repetitiva y excluyente del
descubrimiento y de la creatividad, y la actitud de trabajar con operaciones, actitud que sugiero
por su eficacia constructiva y carente de preconceptos). Así, en la actualidad,
una teoría explicativa contendría una propuesta de rigor reflexivo e
inferencial, pero que cambiaría con
las transformaciones de la racionalidad vigente. Por eso mismo, a
una explicación científica tampoco puede exigírsele que, además de explicativa,
sea predictiva. Para que fuese predictiva, nada tendría que cambiar en el
tiempo ni en el espacio, lo cual es un absurdo en cuanto negación de la
historia; no hay modelos que continúen explicando al mundo, cualesquiera sean
las circunstancias históricas por las que atraviese; hay operaciones que,
provisoriamente, nos proponen formas de intervenir conforme a la racionalidad
vigente.
La recopilación del corpus 4
Continúo con la tarea de establecer
criterios que permitan seleccionar aquellos datos relativos a la interpretación
de determinado fenómeno social que pueda considerarse que constituyen el corpus necesario para explicar su
significado.
A un fenómeno se lo designa con
determinado nombre, se lo percibe de determinada manera, se lo describe
mediante determinado discurso. El
nombre de un fenómeno se asocia a determinado concepto; el modo de percibir un fenómeno se
asocia a determinadas imágenes; el
discurso que describe un fenómeno se asocia a determinada
interpretación. Un concepto identifica
una existencia posible; una imagen
identifica una percepción posible; una
interpretación identifica un significado posible.
El conjunto de las semiosis (simbólica,
icónica e indicial o su combinatoria) que construyan los conceptos, las
imágenes y las interpretaciones, con los que se atribuya cada uno de los
significados posibles del fenómeno en estudio, integran el corpus que estamos tratando de
identificar.
Por eso, no tiene sentido hablar del
registro de la realidad perceptible. Los
datos no provienen de la realidad ni se recuperan en el registro; los
datos que interesa registrar son aquellos
que construyen la realidad, tal como se ofrece a la percepción
humana, y este modo de ofrecerse es plural según los individuos (con el límite
de variabilidad impuesta por la necesidad de comunicación), las sociedades (con
el límite de variabilidad impuesto por el riesgo de lucha, muchas veces
menospreciado, entre realidades competitivas) y los tiempos históricos (con el
límite de variabilidad impuesto por el carácter necesariamente transformable de
la historia), todos ellos correspondientes a la situación de registro.
Con esto, todavía tan duro y abstracto, convendrá
explorar qué corresponde registrar (registro en cuanto configuración del
corpus, con las características que le estoy atribuyendo) según la calidad del
fenómeno en estudio, y según la identificación del individuo, la sociedad y el
momento histórico en que se intente explicar el significado de ese fenómeno.
La recopilación del corpus 5
Explicar el
significado/significación no consiste
en tratar de establecer su verdad, en cuanto identificar el que sería el verdadero significado/significación de determinado fenómeno
social, ni, ante la pluralidad de significados simultáneamente vigentes,
afirmar si el significado correcto es el enunciado por uno o por otro u otros.
Considero que explicar el significado
consiste en establecer, fehaciente, rigurosa y fundamentadamente, de dónde provienen y cómo se utilizan los
enunciados, vigentes en determinado momento de determinada sociedad, con los
que se construye tal significación. Ésta sería la única verdad críticamente
aceptable, ya que constituye el porqué no causalista, sino cognitivamente
constructivo, que explica cada respuesta y su diversidad.
Después, aceptar una u otra de las
respuestas y repudiar las restantes no es una cuestión de ciencia, sino de
ideología, o sea, de fe, que es el ámbito propio y pertinente para la
afirmación de la verdad (y en alguna variante de la cual todos necesitamos
creer, pero que no puede confundirse con su explicación eficaz).
En la tarea de investigación, recopilar el corpus pertinente y necesario
para explicar el significado de determinado fenómeno social requiere
disponer de (en cuanto a haber desarrollado hasta adquirirla) la capacidad de
identificar el o los textos
pan-semióticos que le atribuyen ese específico significado a ese
concreto fenómeno.
Formulo una reflexión terminológica que
considero oportuna. En su significado más simple, cuando menciono
"texto" me refiero a lo existencial
y perceptual de una semiosis sustituyente, en su carácter
predominante y/o provisionalmente sintáctico, conservando el concepto que
formulé, hace ya tiempo, de que "un texto es un discurso sin semántica" (con lo que la idea de texto implica la de una carencia o
incompletitud o la del resultado obtenido tras una extracción). Pero, además,
siempre tuve interés en dar cabida, bajo la designación de "texto", a
las diversas semiosis posibles, disponibles en determinada comunidad, sin que
el término quedase atrapado por una exclusiva y excluyente lectura lingüística,
que lo restringiría a la materialidad perceptual (acústica o visual) de lo
verbal. Vengo usando, como designación más abarcadora para evadir esa clausura
lingüística, la expresión "semiosis
sustituyente", que sigo considerando adecuada, pero poco
familiar y susceptible de lecturas equívocas (por ejemplo, no se trata de una
sustitución especular, sino dinámica y transformadora). He utilizado, también,
esta expresión "texto
pan-semiótico" que me parece igualmente adecuada y, quizá, más
fácil de comprender, para trasmitir el concepto de una percepción efectivamente
existente en cualquiera de sus características semióticas: como icono (imágenes), índice (exhibiciones de objetos
y/o práctica de comportamientos rituales) y símbolo (formas convencionales verbales, gráficas, gestuales,
etc.). También permite continuar contraponiendo "texto" y
"discurso", considerando a este último como "un texto con semántica" y así
referirse a un "discurso
pan-semiótico" para trasmitir la información acerca del
contenido semántico construido por cualquiera sea la calidad semiótica (icono,
índice o símbolo) del texto en estudio. Por tanto, esta propuesta de adoptar
criterios adecuados para cumplir la tarea de recopilación del corpus, contiene la pretensión de que se la
interprete como la necesidad de identificar, para explicar el significado de un
fenómeno, aquellas materialidades existenciales y perceptuales (en cuanto textos) que intervienen, mediante
sus utilización social intencional, atribuyéndole el o los múltiples
significados específicos (en cuanto discursos)
que tal fenómeno recibe en determinado momento de determinada sociedad. Otro
aspecto terminológico que deseo asentar es el referido a que no voy a utilizar,
en cada caso, la expresión "fenómeno
social", limitándome a utilizar el término "fenómeno", ya que, como
lo trabajé en otro estudio y lo mencioné en SEMIOTICIANS (Magariños de Morentin
y otros, 1999-2007) hace poco, todo
fenómeno es social no siendo concebibles, en cuanto conocidos, fenómenos puramente
"naturales", ya que, por haber sido pensados pertenecen a la esfera
de lo social (aunque eso quizá requiera otro debate en otro momento
de nuestros coloquios). Quede, pues, advertido que, salvo que indique lo
contrario, cuando mencione "fenómeno" me estoy refiriendo a
"fenómeno social", que es lo que ocurre con aquella primera
afirmación con la que inicié este mensaje y con la que lo continúo.
Para identificar esos textos
pan-semióticos de los que proviene exclusivamente,
la significación de un fenómeno, y para poder analizar su eficacia
expresiva, directa y necesariamente vinculada a sus características
sintácticas, es necesario recuperarlos conservando sus respectivas
especificidades semióticas (según se trate de iconos, índices o símbolos o de su
interacción complementaria) y analizarlos en las particulares interrelaciones
de sus partes componentes (que no son las mismas, ni las partes ni las
interrelaciones, según se trate de iconos, índices o símbolos), de las que
proviene tal eficacia.
Esto tiene relación con lo que proponía
anteriormente, respecto a la operación conocida (especialmente en la llamada
"metodología observacional", propia del conductismo) como "registro de la realidad
perceptible", expresión que rechazaba, para centrar la eventual
investigación que pueda estarse realizando en la tarea de configurar un corpus
de datos que no pertenecen (no pueden pertenecer) a la realidad, sino que
forman parte del discurso pan-semiótico con el que la humanidad le confiere
significado (o sea, conocimiento de su existencia o conocimiento de su realidad
o, también, existencia ontológica) a su entorno.
En este sentido, me sigue interesando, para un análisis indicial del comportamiento,
la segmentación, integración e interrelación de gestos, expresiones, miradas,
mímica, etc., que pueden contribuir a registrar la información que interpretamos cuando miramos. Por
ejemplo, ¿cómo se construye el significado de eso que la policía dice a veces:
"estaba en actitud sospechosa"? ¿Qué ve el policía que le hace
atribuir ese significado al comportamiento de determinada persona? O sea, una "actitud sospechosa" es
un significado posible y, además, socialmente vigente (al menos para la
policía), atribuible al comportamiento de una persona o grupo, generalmente
reducido, de personas, y se da en la calle (es evidente que el planteo surgió
pensando ejemplos de situaciones de lo que hemos empezado a configurar como la universidad de la calle (Magariños de
Morentin y colaboradores, 2005-2007. Por supuesto que en la tarea, que
realiza el policía, de atribuirle un significado a determinado comportamiento
social, se une lo que ve y lo que ha visto, tanto respecto a comportamientos normales (lo que también es un
significado atribuido) como respecto a comportamientos que precedieron a la comisión de algún
delito, junto con lo que le han dicho acerca de cómo ver, o sea, el modo de ver que ha aprendido.
O sea, el comportamiento, los gestos,
actitudes y expresiones de alguien o de un grupo son un texto semiótico (en este caso, indicial) que es necesario integrar o recuperar como corpus, si se pretende tribuirle
un significado a ese determinado comportamiento (significado que ya no es el
comportamiento, sino algo ajeno que se le agrega o que se afirma que está
siendo construido por tal comportamiento). Ese comportamiento es lo que está
produciendo el significado (social, y todo significado lo es) que alguien (por
lo general, un policía) interpreta como "actitud sospechosa", o sea, "desconfiable" (sin
prescindir de la posibilidad de que otro u otros intérpretes le atribuyan otro
significado al mismo comportamiento percibido; su explicación seguirá no
obstante la misma secuencia analítica que estoy exponiendo, pero partiendo de
otros textos pan-semióticos). Lo
sospechoso es un agregado, es un objeto construido por el policía
que observa el comportamiento; eso otro
al que remite, necesariamente, la función sígnica en cuanto tal.
Analíticamente, como investigadores, será necesario identificar y analizar las
relaciones gestuales constitutivas de ese comportamiento para ver cómo surge de
él ese contenido, que no es inherente al comportamiento (no es su realidad), sino que resulta construido cuando alguien
(ese imprescindible intérprete) lo percibe y decide intervenir interpretándolo.
Y en esta interpretación, intervienen otros textos semióticos diferentes a
aquel en que consistía el comportamiento que se está observando. o sea, se
requieren otros comportamientos ya interpretados que se suponen afines al que
se está percibiendo y cuyo resultado delictivo, permitía atribuirle el carácter
de señal (o sea, la experiencia permitió identificar a determinadas actitudes
como señal de que quien las manifestaba iba a cometer un delito (técnicamente, la señal es un tipo de signo que
se caracteriza porque anticipa un resultado; por eso, cuando el resultado no se
ha producido todavía, determinado comportamiento puede significar, o sea, ser señal de que ese resultado va a
producirse). Por eso decía que, para interpretar determinado comportamiento, o
sea, para atribuirle un significado, era necesario que el intérprete hubiese visto (calidad perceptual del
texto semiótico histórico y, ahora, actualizado) o que al intérprete se le hubiese dicho (calidad
simbólica del texto semiótico histórico y, ahora, actualizado), cómo
correspondía interpretar determinado conjunto de interrelaciones
comportamentales.
El corpus que habrá de recopilarse consistirá, por tanto, no
sólo en el comportamiento que se está percibiendo, sino también en aquellos otros textos, cualquiera sea su calidad
semiótica constitutiva, que es necesario actualizar para interpretar, tal como
se está interpretando, al que se está percibiendo. En este sentido
apunto, cuando me refiero a la necesidad de disponer de un concepto riguroso y
adecuado de corpus.
La recopilación del corpus 6
Dos comentarios:
El primero sobre la necesariedad del carácter ritual para considerar al comportamiento como signo,
desde una semiótica indicial. Aquí interviene la diferencia entre objeto semiótico y signo: no es necesario el carácter
ritual para ser objeto semiótico; todo comportamiento, ritual o no, es ya objeto semiótico, en cuanto tiene
atribuido un significado a partir de otra semiosis que lo enuncia. Pero sí es
necesario que adopte ese carácter ritual para ser considerado signo. La diferencia está en que, en cuanto objeto semiótico recibe la eficacia
de todos los discursos (o los que conozca el intérprete) que se han
referido a él (en su particularidad y en su carácter general de
comportamiento). En cuanto signo
posee su propia eficacia
para construir un significado determinado que atribuirá a otro fenómeno
diferente. O sea, el objeto
semiótico recibe; el signo entrega.
La semiótica indicial trabaja con 3 clases de representámenes (en el
sentido peirceano de lo que vemos cuando a lo que vemos lo consideramos un
signo): objetos, comportamientos y
recuerdos. No me meto, por el momento, con estos últimos (por
respeto a la compleja problemática de la memoria); pero tanto los objetos como los comportamientos pueden adoptar o
ser considerados desde alguna de esas dos perspectivas: o son objetos semióticos y
entonces la tarea es establecer de qué textos pan-semióticos han recibido la
calidad con la que son percibidos; o
son signos y entonces son textos indiciales capaces de producir el
significado de otra cosa diferente de ellos mismos. La "actitud sospechosa" en
la conducta de alguien es la lectura que otro (el policía) hace de esa
conducta, ya que la ve como objeto semiótico y le atribuye el significado que
aprendió o le enseñaron a atribuirle. Desde los comportamientos teatrales, religiosos, militares, hasta las
anáforas pragmáticas, los gestos deícticos o las costumbres de mesa, en todos
estos casos se trata de comportamientos ritualizados, en cuanto están convencional y socialmente identificados, para intervenir como
signos que le atribuyen significado a otra entidad o fenómeno diferente de la
concreta conducta que se está produciendo/percibiendo (lo cual ocurre para que
esa otra entidad adquiera algún determinado significado). De modo semejante,
los objetos que
utilizamos: la silla, los papeles, el lápiz, la manzana, el teclado, la
ventana, los automóviles, etc., son
objetos semióticos que hemos aprendido a interpretar y, por tanto, a
utilizar. Pero cuando esos mismos objetos se encuentran en la vidriera de un
establecimiento comercial o en un museo, etc., pasan a ser signos, ya que se están refiriendo a aquellos
otros a los que ellos están designando.
El segundo comentario se refiere a precisar el sentido en el que firmo que todo fenómeno
es social. En principio, está así dicho atendiendo a que todo
fenómeno para ser comprendido tiene que ser interpretado y su interpretación
proviene de las posibilidades que ofrece cada sociedad, a sus integrantes, de
interpretar los fenómenos de su entorno. Cualquier interpretación o atribución
de significado (que no es lo mismo, pero son conceptos interdependientes)
proviene, explícita o implícitamente, del imaginario social que nos rodea y nos
impregna sin resquicio de escape. La
identidad es un resultado de determinada combinatoria de elementos
(en el más amplio sentido e incluyendo su materialización en el contexto
social) pertenecientes a ese imaginario. Desde mi punto de vista (respetando
otras posiciones, pero afirmando la que estoy enunciando) no tiene respuesta la
pregunta (formulada por P. Winkler, en SEMIOTICIANS,
el 2 de febrero del 2005) acerca de "¿qué hechos dejan de pertenecer a una
historia privada para ser historia de vida y fenómeno social?", porque
considero que no hay hechos que, en algún momento o instancia, pertenezcan
exclusivamente a una historia privada, sino que la historia privada de cada uno
está construida por fenómenos sociales que reinterpretamos y hacemos propios a
partir de nuestro manejo de otros fenómenos sociales y que interrelacionamos, a
su vez, con otros fenómenos sociales que son otros aspectos de nuestra
identidad.
De todas formas, el alcance de mi referencia a que
todos los fenómenos son fenómenos sociales era más corto: meramente se refería
a mi convencimiento de que no
existen fenómenos naturales, que encontrarían la explicación de su
significado en leyes físicas totalmente marginadas del acontecer social, sino
que todos encuentra la explicación de su significado en determinados discursos
sociales (quizá científicos; o, posiblemente, mágicos; pero, sin duda,
ideológicos) vigentes en determinado momento e, incluso, en determinado
espacio, aun cuando estén formulados con un lenguaje de determinado nivel
simbólico y con determinada historia. O sea, las llamadas "leyes físicas" son un
constructo explicativo, resultante de un determinado discurso social (cambiante
en el tiempo y en el espacio [al menos, en el espacio virtual de las sociedades
científicas]), con lo que, en definitiva, son enunciados convencionales acerca de fenómenos sociales. En
definitiva, la vida privada así como el conocimiento de las ciencias naturales,
son fenómenos sociales (por eso, también, mi rechazo de la categoría de "signos naturales" que
utiliza Charles Morris, [1946: 5] para referirse, por ejemplo a las nubes [en
cuanto signos naturales de lluvia]).
Al menos, ése es mi parecer y, sin convertirlo por ello en dogma, todavía no he
encontrado una situación de falsación que lo desacredite o me aconseje
abandonarlo.
La recopilación del corpus 7
Puede parecer excesiva mi afirmación,
formulada en el parágrafo anterior, acerca de que la significación de un (de
todo, de cualquier) fenómeno social proviene exclusivamente de determinado
conjunto de textos pan-semióticos. No obstante, tratar de dilucidarlo lo
considero importante, sobre todo al estar intentado concretar la idea de qué entendemos por el Corpus pertinente a la
comprobación de las Hipótesis integrantes de determinada Investigación.
Es como si, aparentemente, se cometiera
una trampa, al proponer una expresión nominal: "texto pan-semiótico", que, por su apetencia de
universalidad, pretendiera reconducir todos los aspectos en los que radica el
significado de cualquier fenómeno imaginable a alguna de las variantes que esa
expresión abarca. Entonces, primer peligro, es como si pusiéramos a nuestra
disposición una designación cuyo dominio es el conjunto de las entidades (en el
más amplio sentido que podamos darle al término "entidad") que
concurren para que en ellas consista el significado de cualquier fenómeno; y,
ahora, escribo "concurren para que en ellas consista", justamente
para que pueda leerse desde una (¡ajena!) perspectiva sustancialista (¡los
fenómenos tienen un significado!) y positivista: todo lo que podríamos
hacer sería verificar si lo que decimos que es el significado de un fenómeno
resulta efectivamente del fenómeno (o sea, del fenómeno provendría la verdad o
falsedad del significado que le asignamos), previa e independientemente de la
intervención (e incluso de la existencia) del pensamiento humano.
Ratifico, no obstante, que la
"apetencia de universalidad" de la expresión "texto
pan-semiótico" está efectivamente en el alcance que le pretendo asignar
(segundo peligro: si la expresión tiene un dominio universal, se trataría de
una expresión metafísica, sin utilidad para el conocimiento científico o
riguroso); sin embargo, no se superpone con la realidad, sino que atribuye, a
todo lo que el ser humano puede conocer (de ahí, su apetencia de
universalidad), la transformación (sin posibilidad de acceder a lo previo a tal
transformación) resultante de su modo de conocer (proceso de transformación
acumulativa, en parte secuencial y en parte en paralelo, de la percepción, la
emoción y el pensamiento, del modo y con las operaciones que son posibles en un
determinado momento histórico de una determinada sociedad). Ésta es la
universalidad ostentada por la expresión: "texto pan-semiótico".
Lo que estoy afirmando es, por tanto, la necesidad de
recopilar el corpus que contenga los aspectos físico-existenciales (en este
sentido, "texto") que constituyen los elementos y las relaciones (en
este sentido, el texto en cuanto sintaxis) en las que se materializa el modo
como el ser humano expresa lo que percibe, lo que siente y lo que piensa (y en
este sentido, el texto en cuanto "pan-semiótico"), desde el enclave
social de su participación (y desde ahí, el carácter de texto interpretado),
cuando le confiere determinado significado a determinado fenómeno. Ésta es la
materia prima semiótica que le permitirá explicar la significación del fenómeno
al que se enfrenta. Puede afirmarse que todo lo demás es mera apariencia;
apariencia de realidad y apariencia de verdad o de falsedad. La explicación de
la significación tendrá que partir del modo como el ser humano expresa cómo ese
fenómeno ha entrado en su mundo de experiencia. Lo expresa enunciándolo y entra
en su mundo interpretando los enunciados (pan-semióticos) de su aprendizaje. El enunciado que él produce y los enunciados
aprendidos constituyen el corpus
necesario para fundamentar cualquier investigación que pretenda
explicar el significado atribuido a los fenómenos de su entorno.
La recopilación del corpus 8
Voy a permitirme interpelar al lector
para puntualizar y sugerir la específica reflexión sobre los aspectos que puedo
considerar más conflictivos. A los fenómenos (aunque suele decirse, cuando se
lo admite, "al significado de los fenómenos"; pero, ¿qué quedaría de
los fenómenos si los privamos de su significado [de ese múltiple y hasta
contradictorio significado que le atribuye determinada sociedad en determinado
momento histórico]?) los construimos, o sea, les conferimos existencia
ontológica, en definitiva, los construimos ontológicamente, al nombrarlos y al
enunciarlos o representarlos. Elimino incisos: a los fenómenos les conferimos existencia ontológica al enunciarlos. ¿Hay
acuerdo en esto? Excluyo lo óntico; lo que producimos es la existencia del fenómeno para el
conocimiento. O sea, sólo
se conoce lo enunciable (teniendo en cuenta que "lo
enunciable" no equivale, sólo, a lo verbalizable, sino que abarca toda
forma de enunciación semiótica, sea ésta mediante iconos, índices o símbolos;
de dónde surge el "texto pan-semiótico").
Cuando queremos explicar por qué un
fenómeno tiene, en determinado sector social de determinada sociedad y en
determinado momento histórico, determinada(s) significación(es), necesitamos
saber (1) de dónde procede(n) tal(es) significación(es) y (2) por qué se interpreta
a los textos que las producen de determinada manera y no de otra. O sea, (1) ¿qué textos(1) crean
determinado significado? (el significado que nos proponemos explicar
como resultado de nuestra investigación); (2) ¿según qué otros textos(2) (o sea, cómo) se interpreta a
tales textos? (de modo que se entienda producida esa u no otra
significación); y, por supuesto, (3)
¿cómo recuperamos, diferenciamos y atribuimos su eficacia específica a los
textos(1) y a los textos(2)?
Cuando decimos que hacemos semiótica, son éstas las tres preguntas básicas, a las
que es indispensable responder, ya que son las que tienden a proporcionarnos la
información básica de cuyo análisis surgirá nuestra explicación; o no habrá
semiótica; o no habrá rigor; o no habrá investigación. ¿Hay acuerdo en esto?
La recopilación del corpus 9
El tema que acabo de plantear no
pretende una incursión en el campo de la filosofía, sino terminar de perfilar
una exigencia metodológica: ¿cuál es
el corpus que se necesita para explicar la significación de determinado
fenómeno? y ¿en qué
consiste explicar la significación de determinado fenómeno?
1) Si bien todo interviene en el análisis que conduzca a
la explicación del significado (o mejor, de los significados) que ostenta un determinado
fenómeno social, considero importante diferenciar (ahora y al margen de otras
diferencias que surjan ante otros problemas) entre los textos teóricos que proponen procesos y relaciones
conceptuales para sistematizar las características del significado de
determinado tipo de fenómenos y aquellos
otros enunciados con los cuales los integrantes de determinada sociedad le
atribuyen significado a un concreto fenómeno. El primero, en una
investigación, constituye el contenido y el objeto de análisis y de selección
del marco teórico; el
segundo constituye el corpus propiamente
dicho. La necesidad de separarlos radica en el diferente modo de intervención
que exige cada uno de ellos. En el marco
teórico se cumple una tarea de sistematización y fundamentación de
constructos abstractos, y la presencia del investigador se manifiesta en la
tarea de mostración, discusión y contraste acerca de las propuestas explicativas que,
acerca del significado del fenómeno en estudio, van formulando los diversos
autores que dicho investigador registra, y en la progresiva y fundamentada
estructuración de su propio pensamiento al respecto, por contrastes con las
registradas; pero, en la evaluación
del marco teórico, no se enfoca al fenómeno concreto, sino a la
categoría de fenómenos en la que el investigador considera incluible aquel al
que se propone estudiar. En el
corpus se registran todos los enunciados, detectados como vigentes
en determinado momento de determinada sociedad, con los cuales se construye la
significación de determinado fenómeno concreto. O sea, para explicar la
significación de un fenómeno es necesario disponer de todas las teorías de racionalidad plausible en
el ámbito académico y en el momento de la investigación, lo que constituye el marco teórico; pero, además, es
también necesario disponer de todas
las formas de enunciación, vigentes en determinada sociedad, que sobre tal fenómeno recaen en
ese determinado momento de esa determinada sociedad, lo que constituye el corpus.
Aquí, específicamente, en cuanto corpus, se requiere un sentido amplio de "enunciación",
tal que abarque cualquier posibilidad semiótica de referencia al
fenómeno en estudio: no sólo palabras, sino también imágenes, exhibición de
objetos y efectiva realización de comportamientos (de alguna manera
ritualizados o ritualizables) que tengan como referente al fenómeno en
cuestión, en el sentido de entidad
del mundo proyectado desde la estructura conceptual del sujeto (y
sociedad) que lo enuncia (Jackendoff, 1989: 121ss) como referente. Entonces, mientras en el marco teórico se selecciona,
se discute, se modifica y se recompone el sistema de pensamiento (pertinente,
por tanto, al ámbito de determinada disciplina científica) con el que va a
enfocarse el conocimiento de determinada clase de fenómenos, en el corpus se interviene, se
segmentan, se integran, se relacionan, se interpretan mutuamente los concretos
textos pan-semióticos que se refieren a determinado(s) fenómeno(s),
identificándolo(s), configurándolo(s), valorándolo(s), atribuyéndole(s) su carácter
y su modalidad de existente(s) en ese determinado ámbito social. El universo
abarcado por lo que entiendo como "corpus"
incluye, por tanto, los textos que den cuenta de su modo de decirlo, de su modo
de percibirlo, de su modo de manipularlo, de su modo de integrase en él, de su
modo de sentirlo, en definitiva, de su modo de vivirlo. Pero cuidando de no
comenzar por este final, construyendo textos acerca de la vivencia, que es ya un resumen
de todos los modos precedentes de dar cuenta de él y que puede iniciar el
camino de la metafísica o de la poesía, formas de conocimiento de la mayor
importancia, pero que no son de las que estamos tratando aquí (salvo como
textos acerca del fenómeno que se integrarán en el corpus, pero que, en
cualquier caso, no son los que el investigador tiene como tarea construir, sino
analizar). O sea, considero importante diferenciar adecuadamente los textos que
construyen los contenidos (hipótesis explicativas y sus correspondientes
propuestas de validación) del marco
teórico, respecto de los textos que construyen los contenidos (los
sentidos y los significados) del corpus,
ya que requieren la realización de tareas cognitivas diferentes por
parte del investigador, constituyendo problemáticas diferentes.
2) Otro posible acceso a la comprensión del papel que le
otorgo al corpus, en el desarrollo de una investigación, puede provenir de las
respuestas que le vayamos dando a un conjunto de preguntas intuitivas que se
habrán ido formulando en la imaginación de cada uno, mientras se leía cuanto
antecede, y a las que cada uno atribuye, inevitablemente, una sonora respuesta
mental; lo que haré ahora será, tan sólo, verbalizar mis propias respuestas, a
modo de contraste con las del lector. Creo que, así, las mías permitirán fijar
mi posición y, por aceptación o rechazo, la de quienes las lean:
a) ¿no
tienen los fenómenos sociales existencia óntica previa a su interpretación,
mientras que la existencia ontológica siempre será posterior a la enunciación
de tal (alguna) interpretación? Así
es; entendiendo la atribución de existencia ontológica como uno de los
conocimientos posibles acerca de los fenómenos, conocimiento que se adquiere al
interpretarlos. O sea, no hay conocimiento que no sea el resultado de la
interacción con el contexto (o con el "mundo", en un sentido próximo
a aquél en que lo usa Francisco Varela, 1992), y no hay, para el hombre,
entidades existentes cognoscibles en tal contexto que no sean resultado de esa
misma interacción.
b) ¿es el
texto el que le confiere existencia para el conocimiento al acto/fenómeno
social? Así es; entendiendo la
existencia como una de las cualidades del acto/fenómeno.
c) ¿no es
posible la existencia de fenómenos sociales sin su correspondiente
interpretación y posterior otorgamiento de significado mediante la
correspondiente enunciación en algún texto de determinada naturaleza semiótica?
No, en cuanto existencia para el
conocimiento.
d) ¿no es
acaso el fenómeno social condición previa y necesaria para su interpretación y
significado? No. Después de haber
aprendido a (es decir, después de disponer de los enunciados que registran
nuestra específica interacción con el entorno mediante la cual podemos) oír,
ver, sentir, acerca de un determinado fenómeno, advertiremos,
retroductivamente, la presencia del fenómeno, que no hubiera sido posible sin
la percepción de la interpretación que le atribuye significado. O sea, la
percepción de la existencia del fenómeno es una extensión posible del sistema
conceptual del sujeto; nunca a la inversa. Para que pueda percibirse algo tiene
que ser objeto semiótico, o sea, tiene que haber sido el referente de un
enunciado semiótico.
e) ¿cabe
hablar de una única interpretación posible? ¿de un solo significado? Cada interpretación construye un significado. Lo
difícil es imaginar una sociedad en la que exista un único enunciado,
indefinidamente reiterado, construyendo una única interpretación de determinado
fenómeno y, en consecuencia, un único significado para tal fenómeno. Hay que
tener en cuenta que un determinado enunciado que circula en una determinada
sociedad propone, en la intención comunicativa de su autor, una determinada
interpretación para un determinado fenómeno; pero ese enunciado resulta capaz
de recibir tantas interpretaciones como perceptores encuentre; entonces, el
fenómeno recibirá tantas interpretaciones como interpretaciones reciba el
enunciado que pretendió atribuirle, al fenómeno en estudio, una determinada
interpretación. Además, habitualmente, son varios (o múltiples) los enunciados
que, en un momento dado de una sociedad dada, circulan proponiendo su
correspondiente interpretación al fenómeno en estudio.
f) ¿no es
posible que existan distintos significados posibles de acuerdo a los valores,
entorno cultural, códigos, etc., manejados en la interpretación del fenómeno
estudiado y qué ocurre en tal caso con la identidad de ese fenómeno? Por supuesto que sí. Existirán distintos significados,
provenientes de distintas interpretaciones, provenientes de distintos grupos
sociales, o de distintos sectores de un mismo grupo social, o resultantes de
las contradicciones inherentes a un mismo sector de un mismo grupo social;
pero, en cada caso, se estará construyendo un fenómeno social diferente: o sea,
cuando creemos estar percibiendo un mismo fenómeno físico, porque compartimos
su nombre o su designación, distintos sujetos percibimos fenómenos distintos,
no siendo el mismo referente el identificado por las distintas interpretaciones
de los enunciados que lo construyen. Algo semejante a lo que sugiere
Wittgenstein (1953: 273) que sucede con la identificación de los colores;
socialmente aprendido, el nombre del color y su uso deíctico es el mismo, pero
nada asegura que lo construido neurológicamente (la interrelación del organismo
y su mundo; la identidad ontológica) sea lo mismo.
g) ¿la
representación del acto/fenómeno social es condición previa a su propia
manifestación? Repregunta: ¿qué
diferencia se establece entre representación
y manifestación?
Si la "representación" es
exterior al fenómeno, en cuanto construida por el enunciado que lo tiene como
su objeto pero que no es el objeto, y manifestación es la manera posible de percibirlo, por supuesto
que la representación determinará
las características de su manifestación. (Todavía no hemos podido liberarnos de
los efectos del discurso que construye la representación de la tierra como algo fijo y central, en torno
a la cual gira todo lo demás, de modo tal que, a nivel coloquial, el amanecer y
el ocaso se siguen manifestando como
la salida del sol y la puesta del sol, respectivamente.) [Ojo, porque un
tercer discurso que imponga científica y, en especial, socialmente, otra manera
de representar a la
tierra en su relación con el universo, puede hacernos ver, de una tercera
manera (¿?), la manifestación
del fenómeno que relaciona al sol con el horizonte. En este sentido afirmé antes la retroducción que recupera la
presencia del fenómeno en función de la interpretación que le atribuye
determinado significado. Se ve lo
que se puede enunciar y tal como se lo puede enunciar (recordemos el
carácter pan-semiótico que atribuyo al texto que construye tal enunciado).]
h) ¿Con asertos de este
tipo, no convertimos en especulación teórica toda interpretación posible de la
realidad social? La "realidad
social" no es "real", ni es "social", hasta que no
está interpretada y no es más que aquello en lo que la interpretación la
constituye. Y esto no es especulación teórica, sino un intento de explicación
acerca de cómo se produce el conocimiento y de la pluralidad de tal conocimiento;
al margen de la unicidad de lo óntico, de carácter exclusivamente metafísico. [El desafío consiste en encontrar una
situación cognoscitiva en que queda falsado lo que vengo desarrollando].
La recopilación del corpus 10
Continúo proponiendo algunas reflexiones
acerca de esta contraposición entre
enunciación y existencia, con afirmación de la precedencia de la enunciación
respecto de la existencia ontológica de los fenómenos y no a la
inversa. Todo ello es fundamental para comprender qué buscamos cuando estamos
recopilando el corpus que contendrá la información con la que habrán de
probarse las hipótesis capaces de explicar el problema constitutivo de una
investigación determinada.
(α) "Desde
la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que
continúa bajando hasta desaparecer tras los edificios."
A mi percepción, en este caso, la puedo
considerar un objeto semiótico: algo respecto de lo cual sé lo que es y lo que
ocurre porque le aplico un conjunto de textos pan-semióticos que he aprendido a
interpretar y a utilizar para poder verlo, en cuanto, como dice David Marr
(1982: 3), "¿Qué significa ver? ...Saber qué hay dónde, mirando". En
mi memoria asociativa, se
actualizan una serie de atractores que me permiten establecer la afinidad entre
las imágenes que veo y otras imágenes con las que estoy familiarizado, que
percibí históricamente. En mi estructura conceptual se asocian conceptos
semánticos, percepciones visuales y (sin agotar componentes) experiencias
kinésicas, que me permiten construir, con las percepciones que pude asimilar en
esta situación, un referente proyectado que interpreto como para permitirme
decir de él lo que escribí al comienzo de este punto (α). Sé lo que veo, porque lo sitúo como objeto actual de
otras representaciones (en cuanto representámenes o signos) de las que ya tengo
el hábito de interpretar y que, en esta situación, utilizo analógica y/o
diferencialmente para interpretar mi percepción. No me interesa, ahora, ir más
allá; mi percepción es como una pared o límite o punto de llegada. Lo percibido
queda así caracterizado como objeto
semiótico.
(β) "Desde
la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que
continúa bajando hasta desaparecer tras los edificios. Comprendo que finalizó
el paro del personal aeronáutico."
Al haber añadido esta última tarea, la
que me lleva a comprender que finalizó el paro del personal aeronáutico, he
roto la pared; no me quedo en el límite o punto de llegada, sino que utilizo lo que percibo para inferir algo que
no estoy percibiendo, pero que resulta inferido por mi percepción. Lo
que veo ya no es (sólo) un objeto semiótico, sino que se constituye en signo de
otra cosa a la que accedo como interpretación de la que percibo. O sea, lo que
percibo queda, ahora, caracterizado como signo (y no ya como objeto
semiótico).
¿Cómo puedo explicar el significado ("finalizó el paro del
personal aeronáutico") atribuido
al fenómeno social percibido ("desde la ventana de mi estudio,
a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta
desaparecer entre los edificios")? Y es con plena intención que denomino
"social" al fenómeno que acabo de describir.
Tendré que
recopilar el corpus que, como investigador, considere necesario, para, mediante
la aplicación, a tal corpus, de los instrumentos analíticos y contrastantes que
seleccione y cuya eficacia describa, o sea, recorriendo explícitamente el
proceso mediante el cual he interpretado las entidades componentes de dicho
corpus, poder llegar a establecer la relación entre mi percepción ("desde la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo
pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta desaparecer entre los
edificios") y mi inferencia ("finalizó
el paro del personal aeronáutico"). Tendré, por tanto, que demostrar que
la interpretación de determinado corpus (la información sobre un paro de
personal aeronáutico + la información actual o histórica acerca de lo que
ocurre [o de lo que no ocurre] cuando se da ese tipo de paro + la información
actual o histórica acerca de lo que ocurre [o de lo que no ocurre] cuando deja
de darse ese tipo de paro) avala mi interpretación acerca de que lo que percibo
es una representación con la que puedo construir el fenómeno que no percibo.
Como el objeto de un signo es eso otro ausente, que es diferente
de la propia enunciación del signo (del significante saussureano y, mutatis
mutandis, del representamen peirceano), quien interviene como intérprete tiene
que saber relacionar lo que percibe del signo con su significado. Así
interpretamos la totalidad de las entidades del entorno y su interrelación. Esto constituye el funcionamiento, consciente
o inconsciente, de la filogenética y ya innata (para cuando la
evolución llegó al homo sapiens) facultad
semiótica; lo que no asegura que la operación semiótica
efectivamente cumplida sea la que el sistema de enunciaciones posibles,
disponibles en determinado momento y sociedad, aconseja aplicar, considerando a
la relación afirmada como plausible; es decir, nada asegura que así se
establezca, en su tiempo y sociedad, la relación entre lo percibido y el
significado atribuido; o sea, que podemos equivocarnos.
Y a quien le cabe la tarea de explicar cómo y por qué
algún intérprete puede construir ese significado a partir de lo que ese
intérprete percibió, será al
investigador que tiene que aportar los textos interpretacionales que
establecen y/o justifican la relación entre lo percibido y lo inferido,
debiendo dicho investigador demostrar que tales textos estaban efectivamente en
conocimiento de tal intérprete (o bien, cuáles no estaban en su conocimiento,
por lo que el significado que construye no se corresponde con el que está
construyendo, ante fenómenos semejantes, el resto o determinada parte de la
sociedad en la que convive). Trabajo específico de la disciplina semiótica,
cuya utilización por el investigador se supone fundamentada en la apetencia de
aceptabilidad de la explicación alcanzada por parte de la o las sociedades
científicas que le son contemporáneas (plausibilidad de la explicación ofrecida
y no necesariedad de verdad alguna).
La recopilación del corpus 11
Las
metáforas constituyen un instrumento
de creación artística y también científica; esto último en especial cuando el lenguaje
de la ciencia es inicial y necesita tomar préstamos de otras disciplinas
(Andrew Ortony, 1979). Pero hay que reconocer que las metáforas también pueden
ser una apariencia mendaz de respuesta satisfactoria, que puede ocultar una
gran ignorancia o una neta actitud ideológica o un modo de eludir una laboriosa
explicación y que considero que, cuando se da una de tales metáforas (de cuya
responsabilidad nuestra jerga de semiólogos no está ausente), se hace presente
uno de los aspectos que más perturban la calidad de las investigaciones en las
ciencias sociales.
A mi parecer, eso es lo que ocurre con
la expresión que, supuestamente, nos lanzaría la realidad: "hablan de mí", como el
modo de hacerse presente un fenómeno a la atención del hombre. Esto, siempre a
mi parecer, carece de todo sentido; voy a atender a aquello que me interese o
que perturbe mi tranquilidad o que me cause placer o daño (dicho esto con plena
conciencia de ese "me" y "mi" inexistente sin la
correspondiente integración social), no como una exigencia (al conocimiento) de
alguna entidad, sino como la interpretación (por el conocimiento) de un
acontecer.
Suponer al
fenómeno con algún significado en sí mismo (salvo el que le viene históricamente atribuido por las sociedades que
lo han ido construyendo, transformando y eliminando, desde la vigencia
[transitoria] de sus respectivos discursos) requiere la idea de un dios que se
lo atribuya; pero salvo dios (para quien crea en dios) sólo el hombre (y en esos diversos
grados y matices de función semiótica que, minando la soberbia de nuestra
supremacía, bien podemos descubrir en los animales) puede conferirle un significado a los fenómenos de su entorno. Pero, mi
opinión es falsable y, por tanto, científica: si puede aportarse un testimonio
acerca de un significado que no haya sido puesto por el hombre, mi afirmación
quedaría falsada; así como también la falsaría el aporte de un fenómeno
subsistente tras haberle eliminado todos los significados posibles.
Por tanto, siempre desde mi punto de
vista, sólo puede pensarse al fenómeno todavía no pensado como vacío de
significado, lo que lo hace imposible de ser pensado. Si me siento agredido por
el fenómeno (si siento frío o me quema una llama o resulto herido por una
piedra que cae de lo alto) soy yo (y/o mis conciudadanos) quien(es) califica(n)
(con peligrosa metáfora) al accidente de "agresión". Porque también
es metáfora (y de las peligrosas) la personificación, mediante la sintaxis, de
objetos o fenómenos enunciados como posibles sujetos de expresiones verbales
que implican comportamientos humanos (por ejemplo, es una peligrosa metáfora
decir "esta imagen representa el puerto de Buenos Aires"; las
imágenes no representan ni significan; es el intérprete humano el que atribuye
una determinada eficacia representativa a una imagen o quien construye una
determinada significación a partir de la propuesta perceptual de determinada
imagen [incluso más allá de la intención expresiva del eventual autor de tal
imagen]; ver, en este mismo Manual de Metodología Semiótica: Juan
Magariños de Morentin. "18. Lo que explica la semántica visual.").
Pero esa presencia del fenómeno, sólo se me impone si
lo admito como objeto pensable, o sea, con la posibilidad (actual o histórica;
e incluso futura, si mi lenguaje [semiosis] es creativo[a]) de ser enunciado; y
que para entonces ya es social en la medida en que le atribuyo un significado.
Por algo Peirce (pese a sus ambigüedades, en la consideración del "objeto
dinámico") afirmaba que, para
cuando llegamos a percibir algo, eso ya es signo, porque si no, no podríamos
percibirlo ni, por tanto, comenzar a conocer su existencia. Porque
no se puede conocer lo que todavía no tiene atribuido el significado de
"existir", que es el menor e imprescindible significado que el ser
humano debe comenzar por construir para poder hablar de "algo".
La recopilación del corpus 12
Tres breves comentarios:
a) La lengua verbal perturba y las semiosis, en general,
pervierten. ¿Habrá un modo de tomar contacto con los fenómenos que no esté
traicionado por los instrumentos mediadores? ¿Entonces, (α) habrá una
realidad verdadera, (β) un conocimiento inmediato del mundo y (γ) una
información auténtica, en la que podemos confiar por su correspondencia con tal
realidad y su capacidad para proporcionarnos un auténtico conocimiento? Si desconfiamos de las semiosis (entre ellas,
de la palabra) es porque seguimos creyendo en el viejo mito positivista de que
la verdad está en la realidad.
b) El
espacio que nos separa irremediablemente de la realidad es el lugar donde
construimos nuestra humanidad.
c) Las metáforas acerca de la realidad son los
instrumentos creativos para identificar las entidades de todo tipo que si no
fueran designadas por ellas, no existirían para nosotros. Su campo de
manifestación es la poesía; y no hay poesía más que en la medida en que se
transforma el leguaje coloquial para permitirnos descubrir lo oculto (o lo
todavía inexistente). Ya dije (Magariños, 2006; ver, en este mismo Curso, el
punto 21: La semiótica de los bordes) que Adán (metáfora del primer
poeta de la humanidad), poniéndole nombre a las cosas (o sea, sustituyendo las
cosas por sus nombres), las acotó, las identificó y las situó en la existencia
para el conocimiento. Pero en la ciencia (salvo cuando balbucea) tiene muy poco
que hacer el pensamiento metafórico; por lo general, tapa lo que no puede
justificar y da brillo a las zonas oscuras del pensamiento riguroso. Ya sé que
los semiólogos usamos metáforas; ¡y ahí está lo malo!; por lo menos desde la
perspectiva de alguien (o sea, mía) que busca la posibilidad de desarrollar una
semiótica (aburrida/rigurosa) cuya función básica sea la organización
metodológica de la explicación del significado de los fenómenos del mundo (exterior
e interior).
Actualizo el comentario de que todo esto no lo digo
como un conjunto de proposiciones metafísicas, sino como un intento para fundamentar la recopilación del corpus que se
necesita para llevar a su término a una determinada investigación. Habrá
que establecer, ante cada texto/discurso/enunciado pan-semiótico, a qué se
refiere, si propone la descripción de determinado fenómeno o si le atribuye
algún valor o alguna eficacia ausente o no evidente, de dónde ha obtenido los
recursos para conseguirlo, y quién y para qué lo utiliza, junto con otros
muchos matices hacia cuyo desmenuzamiento trato de avanzar.
La recopilación del corpus 13
Lo que sigue son algunas notas, con las
que pretendo consolidar la tarea de recopilación del corpus, esencial para toda
investigación.
Recapitulando:
*Lo observado puede ser: objeto semiótico o signo.
*El objeto semiótico es lo que reconocemos porque ya ha sido
semiotizado y cuando lo reconocemos tal como ha sido semiotizado.
*El signo es el instrumento para la semiotización de los
objetos semióticos.
*Por ejemplo: un paisaje es un objeto semiótico; un jardín es un signo. Mi abuelo es un objeto semiótico; su fotografía es un signo.
*Si algo no es un objeto semiótico, ni tampoco un signo, no estamos
capacitados para percibirlo. El signo nos dice qué, cómo y con qué
significado podemos percibir "algo". Nada preexiste al signo (o bien:
sólo la nada preexiste al signo; o ni siquiera eso, porque aquí la nada ya
tiene nombre, ya es un signo). Antes de comenzar a utilizar signos, el mundo no
existía para el hombre, porque no había hombre.
*El objeto semiótico puede transformarse en signo; por ejemplo,
el animismo de un árbol; el signo
puede transformarse en objeto semiótico; por ejemplo, cuando paseo
por el jardín, pensando en cómo voy a hablar de él en este Curso o, por
ejemplo, cuando se lo enuncia desde algún metalenguaje: la visita al vivero
para seleccionar determinado arbusto que le confiera un carácter
"silvestre" a una parte de mi jardín; o, en otro ámbito, el análisis
sintáctico de un poema; o las definiciones contextuales extraídas del discurso
de un informante.
Podemos, en consecuencia, hablar de un primer nivel de corpus o "corpus
1": tales serían los textos (que ya son signos) que informan
acerca del objeto semiótico; por ejemplo, tanto los enunciados construidos
mediante determinados lenguajes simbólicos (la matemática, la lógica formal,
las fórmulas de la química) utilizados predominantemente en las llamadas ciencias
naturales, como, en el caso de las llamadas ciencias sociales, los enunciados
verbales (o pictóricos, musicales, rituales, etc.) que registran la secuencia
de transformaciones mediante las cuales se llega a determinado significado, en
cuanto creación de un existente (eficacia poética), o en cuanto explicación de
un concepto (eficacia analítica). Estos
signos no son el objeto semiótico al que se refieren, pero lo
configuran de un modo peculiar para el conocimiento y, sin ellos, no habría
objeto semiótico ya que no sería identificable (diferenciable
antientrópicamente).
El "corpus 1": -es "lenguaje objeto" (lo que no le confiere
realidad alguna a tal objeto).
El "corpus 1": -no se superpone con la "realidad."
El
"corpus 1": -no recupera lo
que de real tiene la realidad (no pretende conocer la verdad; ni testimonia,
tampoco, que la historia del conocimiento sea el camino que nos aparta del
error y nos aproxima a la verdad).
El "corpus 1": -genera el espacio indispensable para que se
constituya la humanidad.
Tránsito
al "corpus 2"
[Utilizo el ejemplo del jardín. El jardín es ya semiosis (en
cuanto texto construido con signos) que selecciona determinado o determinados
significados atribuidos (mediante otros múltiples, concurrentes y heterogéneos
discursos pan-semióticos) a paisajes (o panoramas), para reproducirlos con las
peculiaridades que se destacan en el diseño de tal jardín; o sea, el jardín es un enunciado capaz de
atribuir nuevos significados (antes inexistentes) a los paisajes (o panoramas).
La descripción de un jardín es
la descripción (por tanto, "corpus
2", en cuanto metalenguaje
o metasemiosis) de un signo, el jardín, que es el "corpus 1" (en cuanto lenguaje objeto) de un objeto semiótico: el paisaje, cuyo significado (o
mínimos aspectos de cuyo significado) el jardín pretende recuperar o
constituir. Cabría realizar una investigación que tratase de explicar cuáles
hayan sido (en determinado momento y cultura) los significados que se le vienen
atribuyendo a los paisajes. Las hipotéticas explicaciones se comprobarían
analizando e identificando los significados que la humanidad ha sido (o es)
capaz de construir al diseñar los diversos jardines de sus diversa épocas y
culturas. O sea, un jardín es un
signo cuyo objeto es un paisaje; el paisaje es un objeto semiótico
con determinada significación, que le viene atribuida (entre otros signos
verbales, pictóricos, comportamentales, etc.) por un jardín que es, a estos
efectos, su "corpus 1".]
Segundo
nivel de corpus o "corpus 2"
Tales serían los textos, que ya son
signos, ya bien metasemióticos (construidos con signos de la misma semiosis; de
aquí la relación entre paisaje y jardín) o ya bien de un lenguaje exterior
(construidos con signos de una semiosis diferente: tal la relación entre la
representación pictórica de un jardín y el jardín; o su descripción verbal y el
jardín tal como queda construido en esa descripción) que informan acerca del signo ( tomo esta diferencia
entre metalenguaje y lenguaje
exterior, que me ha resultado muy útil en múltiples oportunidades,
de J. P. Desclès y Z. Guentcheva Desclès, 1977); o sea, constituyen una semiosis (texto,
imagen, ritual [con objetos y/o comportamientos]) acerca de (que describen/interpretan) un "corpus 1", de modo
tal que un metalenguaje,
al igual que un lenguaje exterior:
- recupera,
o sea, permite o favorece la
interpretación acerca de: (α)
cómo se construyó el "corpus 1"; (β) de dónde provienen los términos, entidades, expresiones
(o textos [verbales], configuraciones [visuales], disposiciones [de acciones u
objetos]) utilizadas en su producción; (γ)
qué alternativas se excluyeron; etc. (o sea, recupera la información acerca de
qué acontecimientos semióticos han intervenido efectivamente, siendo la
efectividad de esa intervención lo que una investigación deberá llegar a
demostrar).
-
identifica el universo de
posibilidades conceptuales ("la cultura", "la ideología",
etc.) que se actualiza en tal "corpus 1".
Por eso:
"corpus 1" |
→ |
intervengo
en él; es el objeto de conocimiento; no se puede conocer un nivel más
elemental |
"corpus 2" |
→ |
intervengo
con él; es el instrumento de conocimiento |
"teoría" |
→ |
en
determinado momento de determinada cultura, es el registro de todo aquello
que el "corpus 2" permite explicar
acerca del "corpus 1" |
"metodología" |
→ |
es
el conjunto de las características operativas que, en determinado momento de
determinada cultura, pueden identificarse como disponibles como "corpus 2" para intervenir en el
"corpus 1" |
Por eso: es
fundamental, en una investigación, diferenciar las dos clases de corpus (1 y 2)
y explicar la eficacia que, en determinado momento de determinada sociedad (o
grupo social), tiene el corpus 2 para que el corpus 1 adquiera el sentido
específico que proyecta sobre los referentes a los que construye.
4 Este material proviene de los mensajes que envié a
SEMIOTICIANS durante los meses de enero, febrero, marzo y abril de 2005. Otros
miembros del Foro intervinieron con importantes comentarios y observaciones;
quienes quieran acceder a la totalidad de los mensajes, tal como circularon en
SEMIOTICIANS, con la identificación de sus respectivos autores, pueden hacerlo
entrando en http://www.archivo-semiotica.com.ar/taller.html,
siendo pertinentes desde el mensaje 19
del 9 de enero de 2005, hasta el mensaje 82 del 10 de abril de 2005.
4.7.2. Preguntar y responder
desde la semiótica
4.7.2.1. Encuadramiento
El tema general que estoy proponiendo es:
(1) qué le podemos preguntar a la semiótica
y (2) qué respuestas
buscamos tras qué preguntas
Así que empiezo a construir algunas
preguntas; pueden dárseles respuestas coincidentes o divergentes con la que yo
propongo; o criticar la pregunta o sustituirla por otra que se considere más
adecuada; esa será la elaboración reflexiva que propongo a mis lectores. El punto de partida consiste en la
consideración de la semiótica como una metodología de investigación.
Cuando aplicamos la semiótica tratamos de
sacar de ella sus mejores resultados.
¿Qué
resultado se espera de la semiótica?
Supongamos que para aplicar la semiótica
sea necesario que haya un problema que
requiera explicación. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿es efectivamente necesario que haya un
problema?; ¿qué es un problema?; ¿en qué clases de problemas interviene la
semiótica?
Supongamos que, cuando identificamos un
problema que pretendemos resolver, nos movemos en la dirección que nos señala
la hipótesis que debería
contener la explicación a tal problema. Pero: desde la perspectiva del trabajo
semiótico: ¿cuando se empieza a
trabajar, es efectivamente necesario disponer de alguna hipótesis?; ¿qué es una
hipótesis?; ¿qué clase de explicación semiótica proporciona una hipótesis?
Pero también: desde la perspectiva del
trabajo semiótico: ¿el trabajo
semiótico consiste en explicar algo?; ¿qué es explicar?; ¿cuándo puede
considerarse que algo está semióticamente explicado?
Supongamos que, cuando comenzamos a investigar,
para tratar de resolver un problema, o sea, para tratar de comprobar la validez
de la o las hipótesis que hemos formulado (conjeturalmente, como corresponde a
una hipótesis), lo primero que haya que hacer sea identificar y recopilar el corpus de información cuyo
contenido acredite que la explicación que propusimos para determinado problema
sea efectivamente la que corresponde. Pero, desde la perspectiva del trabajo
semiótico: ¿para probar una
hipótesis es necesario recopilar información?; ¿qué es un corpus de
información?; ¿cómo se establece el vínculo que permite asociar,
semióticamente, determinado corpus de información con determinada hipótesis?
Supongamos que, después, haya que
identificar, describir y justificar las
operaciones metodológicas con las que se intervendrá en el corpus de
información recuperado, proporcionando los análisis y las relaciones que
satisfagan los requerimientos probatorios de las hipótesis. Pero: desde la
perspectiva del trabajo semiótico: ¿es
necesario utilizar operaciones semióticas?; ¿qué es una operación semiótica?;
¿existen en semiótica operaciones analíticas, operaciones sintéticas,
operaciones contrastantes, y si sí, en qué consistirían unas y otras?
Supongamos que, con los resultados así
obtenidos, se construyan los mundos
semióticos posibles en los que el problema inicial encuentre su
sentido y explicación. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿cada problema surge exclusivamente en un
determinado mundo semiótico posible diferente y específico?; ¿qué es un mundo
semiótico posible?; ¿cuál es la dependencia entre determinada explicación y
determinado mundo semiótico en el que esa explicación es posible?
Supongamos que la explicación
efectivamente comprobada permita identificar la significación vigente (o el
conjunto de significados vigentes) de determinado fenómeno que, de ese modo, ha
dejado de ser problemático. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿establecer la explicación de un fenómeno es
lo que nos proporciona su significado?; ¿qué es, o en qué consiste el
significado de un fenómeno?; ¿toda hipótesis, una vez comprobada, se convierte
en el significado del fenómeno cuya problemática interpretación ha quedado
resuelta?
Habría muchas más preguntas posibles. Pero, me ha
interesado (1) seguir los pasos de
un proyecto de investigación que es, desde mi perspectiva semiótica,
el campo específico de aplicación de la semiótica como metodología; y (2)
mostrar cómo la semiótica puede
constituirse en un instrumento válido para conferirle rigor y adecuación a
cualquier investigación que se desarrolle en el ámbito de cualquier
disciplina, social o natural. O sea, continúo tratando de darle respuesta al
interrogante más gratuito, superficial e imprescindible: ¿para qué sirve la semiótica?
a)
Me centro en la cuestión del problema.
Es un concepto bastante complejo para
definirlo apresuradamente pero, como primera aproximación podríamos decir que el problema consiste en algo que admite
alternativas o indeterminación al ser interpretado. O sea, el
problema no está en el "algo" sino en su interpretación. Esto lo
incluye en el ámbito operativo de la semiótica. Un acontecimiento no es un
problema; el problema se origina cuando al interpretarlo surgen o se constata
la vigencia, en determinado momento y sociedad, de interpretaciones, versiones,
significados concurrentes y diferentes entre sí.
La semiótica se hace presente, en
relación con el concepto de problema, en sus dos dimensiones: como facultad y como disciplina. Como facultad, en cuanto la
interpretación de todo acontecimiento (existencial [la caída de un árbol],
valorativo [la solidaridad] o conceptual [una señal caminera]) se produce
mediante la formulación de uno o múltiples enunciados, construidos como
actualización de esa facultad, a partir de alguna única semiosis o de varias
semiosis simultáneamente. O sea, el problema surge cuando social o
individualmente algo se enuncia sin atribuirle unicidad, permitiendo
interpretaciones alternativas que no pueden admitirse (desde un enfoque lógico,
psicológico o social) como simultáneamente eficaces, lo que las constituye en
problemáticas. La semiótica se hace presente como disciplina en cuanto la semiótica se propone dar cuenta,
identificar y contrastar los enunciados que concurren para producir (y que,
luego, permitirán explicar) esas interpretaciones alternativas o esa
indeterminación en la interpretación que se manifiestan como el problema en
estudio (lógico, psicológico o social).
Esto en lo que hace al papel de la
semiótica en la identificación de determinado problema. ¿Si no hubiera
problema, tendría sentido acudir a la semiótica? La semiótica como disciplina interviene cuando hay
que explicar una situación de pluralidad de interpretaciones alternativas o
indeterminadas. La semiótica como facultad
puede utilizarse para producir un enunciado (con alguna clase de
signos: iconos, índices o símbolos) que le atribuya una interpretación a un
acontecimiento; interviene, por tanto, cuando no existe todavía problema. Pero
esta situación no problemática concluye cuando ese enunciado está disponible,
para un conjunto de intérpretes, junto a otro u otros enunciados, para optar
entre un conjunto de interpretaciones posibles, simultáneamente alternativas o
indeterminadas; entonces aparece el problema. Explicarlo será función de la disciplina semiótica, y no resolverlo, salvo la
imposición autoritaria de uno de tales enunciados, lo que ya no es función de
ninguna semiótica, ni como facultad, ni como disciplina.
Y, con esto, apenas si ha comenzado el trabajo
semiótico, ya que ahora vendrá la
formulación de la hipótesis, que proponga determinada explicación
para determinado problema; el
registro del corpus que aportará la información necesaria para
elaborar tal explicación; las
operaciones semióticas con las que se intervendrá analíticamente en
la información de ese corpus, para poder reconstruir las características del
mundo semiótico posible en el cual se produce la interacción de las
interpretaciones alternativas y/o indeterminadas que eliminan u obstaculizan la
construcción de la significación del fenómeno que se propuso como objeto de
conocimiento para el enfoque de la metodología semiótica.
b)
Me centro en la cuestión de la hipótesis.
Supongamos provisionalmente esbozada la
respuesta al tema de la relación que puede establecerse entre la semiótica y el problema inherente
a determinada investigación.
Corresponde continuar, ahora,
desarrollando la respuesta al tema de la hipótesis tal como lo formulé en
Con frecuencia se omite la exigencia de
enunciar alguna hipótesis, en los formularios de los proyectos de investigación
de las universidades y otras instituciones académicas. Hay tres perspectivas
desde las que se procura justificar esta omisión:
(1) la exigencia de enunciar alguna hipótesis endurecería
la investigación, dificultándola innecesariamente ya que puede ocurrir que sea
posible enunciar los objetivos que se proponen como resultado de la
investigación, sin que sea necesario que, desde el comienzo, se anticipe una
explicación de un problema que, todavía, puede no estar claramente
identificado. O sea, el concepto de objetivos de una investigación sustituye a
la enunciación del problema y de la hipótesis. Resulta curioso que se admita que una acción puede tener objetivos, sin
necesidad de establecer las razones que hacen necesario alcanzarlos.
(2) La exigencia de enunciar alguna hipótesis implicaría
una "petición de principio", puesto que, si ya se conoce cuál es la
explicación posible, no es necesario identificar un problema que ya estaría
resuelto. Como Peirce dice acerca de la abducción: enuncia una explicación; el
único obstáculo es que hay que probar su pertinencia (C. P. 5.171). Aquí lo posible se lo equipara con lo
necesario; transformación, no obstante, que, caso de tener éxito, resultará del
específico trabajo de investigación.
(3) Con frecuencia el objetivo de una investigación
consiste en proponer o realizar una modificación que mejore algo en el contexto
social o en su interpretación. Aquí, como objetivo, se supone la eficacia de un
cambio beneficiosos que no existiría hasta que la investigación termine y que,
una vez realizado se supone que su efecto eliminaría algo que se considera
perjudicial. En este supuesto, la
eficacia atribuida al objetivo se fundamenta en una compleja valoración
ideológica de determinada situación: (i) existe algo que es perjudicial; y/o (ii) algo ocurre de un
modo que se considera perjudicial; (iii) no existe algo que sería
beneficioso que existiera; y/o (iv) no ocurre algo del modo como sería
beneficioso que ocurriera; (v) se trata de transformar lo perjudicial en beneficioso.
La necesidad de disponer de alguna hipótesis,
cuando se comienza una investigación, aparte de lo que surge "a contrario
sensu" de los 3 puntos anteriores; se fundamenta en la necesidad de disponer de alguna o de
algunas pautas que establezcan, tentativamente, qué información conducirá a qué
explicación de qué problema.
O sea, lo que la hipótesis formula es
una explicación posible
de algo que ha sido considerado un problema. Nada es necesario, pero si se
admite provisionalmente que algo es un problema, y se admite provisionalmente que
algo lo explicaría, el investigador puede suponer que existe alguna información
con cuya interpretación se podría construir la explicación del problema en
estudio. Y ya la investigación ha quedado capturada por la metodología
semiótica.
Una hipótesis se prueba haciéndola
corresponder con una interpretación posible de determinada información;
interpretación que, fundada en la racionalidad vigente (en un determinado
tiempo y comunidad), permitiría comprender la indeterminación o las
alternativas del significado atribuido (en ese tiempo y comunidad) a un mismo y
determinado fenómeno social.
Dicho otra vez de otra manera, la información tiene el carácter de corpus de
textos semióticos (íconos, índices, símbolos o su combinatoria) cuyo análisis
permitirá recuperar las interpretaciones posibles atribuibles, desde tales
textos semióticos, al fenómeno en estudio, y reconstruir, así, cada
uno de los diversos mundos semióticos posibles donde cada una de tales
interpretaciones posibles adquiere vigencia (o sea, donde se la utiliza). Para
saber qué información, que sea conducente para la elaboración de tales
interpretaciones, hay que registrar, es necesario disponer de una hipótesis
donde se hayan enunciado abductivamente las interpretaciones posibles para cuya
producción será necesaria esa información.
Las hipótesis, por tanto,
anticipan las interpretaciones para
obtener las cuales el investigador deberá recopilar la información que,
analizada con las operaciones semióticas pertinentes, conduzca efectivamente a
la configuración de aquellas interpretaciones abductivamente propuestas (en
cuanto emergentes intuitivamente, pero comprobables empíricamente).
c)
Me centro en la cuestión de la explicación.
En inmediata vinculación con
el tema de la hipótesis, tal como lo vengo proponiendo, está el de la explicación.
Formular una hipótesis, con respecto
a determinado problema, consiste en proponer una explicación que lo resuelva y
ésta es una tarea caracterizada como abductiva, o sea, es resultado de la
experiencia y producto del sistema valorativo del que la formula. Por eso, para resolver un problema no es suficiente
con formular una hipótesis que lo explique.
Resolver un problema requiere demostrar que la explicación propuesta en la
hipótesis es válida. Y esto, a su
vez, consiste, no en pretender probar que así ocurre, en la realidad de los
fenómenos, sino en desplegar o en hacer evidentes la efectiva vigencia de las
posibilidades interpretativas que producen la indeterminación o de las que
provienen las alternativas contradictorias que se le atribuyen al enunciado
constituyéndolo en problemático. Ésta: demostrar que
una explicación es válida, es una tarea que consiste en mostrar que los
discursos, vigentes en determinado momento de determinada sociedad, contienen
los enunciados con los que se construyen los significados indeterminados o
contradictorios (puesto que se los considera problemáticos) atribuibles a
determinado fenómeno, y en mostrar los mundos semióticos posibles que implican
o se requieren para que, en su ámbito lógico, psicológico y político, tales
enunciados adquieran eficacia semántica, o sea, sean aceptados como
interpretaciones posibles.
Esto requiere admitir que no hay fenómenos problemáticos; hay enunciados
problemáticos acerca de fenómenos. Lo que no
excluye que se conozcan fenómenos políticamente incorrectos o aberrantes. En
definitiva, lo que se explica no es el fenómeno sino los enunciados que le
atribuyen significado.
Como semiólogos, tenemos que
saber (1) cómo identificar los
enunciados que resultarán pertinentes para producir la explicación propuesta
por la hipótesis, o sea, cómo registraremos la información que constituirá el
corpus, y también tenemos que saber (2)
cómo los interpretaremos, o sea, cuáles habrán de ser las operaciones
semióticas a las que someteremos ese corpus de información, como para poder
afirmar que con ellos se reconstruye la hipótesis con la que se explica
efectivamente un problema. Lo que "demostraría" (o sea, se
establecería como posible) que los enunciados circulan efectivamente en
determinada sociedad y que con ellos se construyen las significaciones
conflictivas identificadas como problema.
En definitiva, a partir de los mundos semióticos
posibles entre los que, por eficacia de las operaciones analíticas y
constructivas aplicadas, se distribuye y sistematiza la información registrada,
tenemos que poder materializar los textos correspondientes a los diversos
significados construidos por el conjunto de enunciados vigentes en determinado
momento de determinada comunidad, que le confieren entidad ontológica (o sea,
le atribuyen existencia para el conocimiento) a un determinado fenómeno. Cada mundo semiótico posible constituye un ámbito
interpretativo inferible a partir de un conjunto de discursos vigentes y
excluye a otros, cuyo conjunto construirá otra determinada interpretación, la
que permitirá inferir la vigencia de otro determinado mundo semiótico posible
sincrónico con el anterior o anteriores y de cuyo conjunto provendrá la
posibilidad de la circulación de tales discursos en una misma comunidad. La mostración y evidencia de la coexistencia de esta sincronía de
diferencias y hasta de contradicciones explicará el problema (lo que no implica
resolverlo).
d)
Resumen.
Desde el principio de este Apéndice, vengo reflexionando sobre los temas que iban surgiendo a partir de un par de
cuestiones que me parecían relevantes para comprender la función central de la semiótica como metodología. Eran: (1) ¿qué le podemos preguntar a la
semiótica?; y (2) ¿qué respuestas buscamos tras qué preguntas? Aprovecho para resumir lo planteado hasta el momento.
Y lo primero que fue
apareciendo fue el proceso
constitutivo del trabajo de investigación, cuando se utiliza
metodología semiótica, con sus preguntas posibles y sus respuestas deseadas, lo que requiere: (1) identificar un problema inherente
al significado o conjunto de significados contrapuestos que se le atribuyen a
determinado fenómeno en determinado momento de determinada sociedad; (2) enunciar las hipótesis con las que
se pretende explicar el porqué de la vigencia sincrónica de las alternativas
relativas a tal significado o significados; (3) comprender qué se busca cuando se habla de explicar; (4) recopilar el corpus de información
necesario para fundamentar la validez explicativa de la o las hipótesis
enunciadas; (5) identificar,
definir y describir cuáles son y cómo funcionan las operaciones semióticas con
las que resultará conveniente intervenir en el corpus recopilado, de modo que
se alcance o se excluya o se formule de modo diferente la explicación propuesta
en las hipótesis; (6) construir
los mundos semióticos posibles en cada uno de los cuales el problema
inicialmente identificado desaparecería por la coherencia interna de cada
interpretación atribuida al fenómeno en estudio, pero entre todos los cuales se
daría la presencia simultánea de interpretaciones alternativas, indeterminadas
o contradictorias, que constituirían el carácter plural y dialéctico de la
sociedad en la que tienen vigencia; y (7)
comprender el significado del fenómeno en estudio como el resultado
contrastante, en cuanto semánticamente diferencial, de las interpretaciones que
recibe dicho fenómeno en un determinado momento de una determinada sociedad.
Había llegado a esbozar algunas
ideas en torno a las preguntas y respuestas relativas a los temas (1) del problema, (2) de las hipótesis, y (3) de la explicación.
Con conciencia de todo lo que
todavía falta por desarrollar en lo desarrollado, correspondería, ahora, ir
entrando en el 4º tema: el relativo a la recopilación del corpus de la información necesaria para
fundamentar la validez explicativa de la o las hipótesis enunciadas. Pero es lo que
he desarrollado en el Apéndice anterior (“SOBRE EL CORPUS”), recuperando y
actualizando un tema al que, en SEMIOTICIANS, se le han dedicado unos 60 mensajes en los cuatro
primeros meses del 2005 ( se puede
recuperar entrando a: http://www.archivo-semiotica.com.ar/taller.html
, y leyendo a partir del mensaje 5404). Es mucho lo que entre todos hemos dicho y por el momento me atengo a ello.
5 LOS 4 SIGNOS*
Diseño de las Operaciones Fundamentales en
Metodología Semiótica
5.1 Introducción
La tarea de investigación acerca de la producción,
interpretación, contrastación y superación del significado de los fenómenos
sociales, utilizando metodología semiótica, permite llegar a conclusiones consistentes,
bien fundamentadas y rigurosas, como explicación de la problemática
empírica en estudio. O sea, consistentes, ya que no incurren en
contradicciones explícitas o implícitas (permitiendo, no obstante,
identificarlas cuando se dan en determinado ámbito social), bien fundamentadas,
ya que se llega a ellas haciendo explícito cada paso analítico y la definición
de cada concepto utilizado, y rigurosas, ya que responden a
determinados criterios de racionalidad, sin pretender que dichos criterios sean
absolutamente verdaderos ni universales, sino meramente conformes a las
relaciones de derivación previamente establecidas y, por tanto, objetivamente
evaluables. Pero, para ello, es necesario que el investigador cumpla con todas
las exigencias inherentes a estas tres características posibles y deseables
para su investigación.
Lo que me propongo hacer, en estos pocos
apartados, es referirme a algunas de nuestras habituales operaciones
semióticas, mostrando su aptitud para cumplir con las exigencias planteadas y
articulando la dinámica de sus diversos procesos, dado que su valor, en
definitiva, depende de la utilización integrada y con conocimiento (o, al
menos, tratando de comprobar una validez que hipotetizo) de la específica
eficacia que su aplicación conjunta habrá de proporcionarnos para alcanzar el
objetivo propuesto. El cual, siempre se focalizará en el intento de explicar
el proceso de producción y/o de interpretación y/o de contrastación y/o de
superación de las significaciones que determinado fenómeno tiene en determinado
momento de determinada sociedad (o, más bien, en determinado momento de un
sector determinado de una determinada sociedad) y en hacer evidente su
dispersión y su valor diferencial (Foucault, 1969: 31-43).
Creo que puede ser conveniente comenzar refiriéndome a
un grupo de operaciones o, mejor, a una operación compleja, de la que hay
antecedentes en algunos de mis libros pero que, quizá por su reiterada
exposición pedagógica y por su reiterada aplicación investigativa, ha ido
modificándose (ya que así ha mostrado su potencia y sus límites, exigiendo su
propia superación), tanto en la terminología utilizada en su
descripción como en la identificación de sus ámbitos de eficacia. Se trata de
una operación que es heterodoxa respecto de los dos autores involucrados y
hasta por el hecho de involucrarlos: Saussure y Peirce. A esta operación
compleja y al algoritmo que se va construyendo dinámicamente para
representarla, se los conoce como “Los 4 Signos”.
5.2 El proceso de
investigación y un retorno saussureano
Comienzo el desarrollo de los 4 signos,
como propuesta operativa específicamente semiótica.
En principio, hay que tener en cuenta
que cuando se está en condiciones de aplicar determinada operación semiótica de
carácter analítico ha ocurrido ya mucha tarea de investigación.
Antes, se ha elegido un fenómeno
social en cuya significación (en su proceso de producción o en la
contradicción observada entre las diversas formulaciones de dicha
significación, simultáneamente vigentes en determinado momento de determinada
sociedad) se ha detectado un problema respecto de cuya explicación se
ha formulado determinada hipótesis o conjunto de hipótesis, para
probar las cuales se ha seleccionado un determinado corpus de información
// de cuyo análisis se espera obtener, después, la comprobación
de que la explicación anticipada en la hipótesis es correcta o, en caso de
no serlo, se espera llegar a formular otra propuesta hipotética que se
pueda considerar como la que habrá de resultar efectivamente probada.
En este párrafo creo haber sintetizado
el tipo de situación a la que es aplicable la metodología semiótica. Obsérvese
que lo que está antes de la doble barra (“//”) es lo que ya se ha
realizado efectivamente; lo que está después de la doble barra (“//”)
es lo que falta por realizar, que parte, justamente, del análisis del corpus
seleccionado.
Para realizar este análisis se acudirá a
diversas clases de operaciones analíticas, disponibles a partir de los
desarrollos correspondientes a las específicas semióticas a las que pertenezcan
los corpus en estudio: simbólicas (p.e., textos verbales), icónicas
(p.e., imágenes materiales visuales) o indiciales (p.e., objetos o
comportamientos exhibidos).
Esas operaciones posibles tendrán que
ser capaces de evidenciar (mediante el análisis que producen) la existencia de
determinadas relaciones (efectivamente presentes, pero no de modo evidente,
sino que requiere ser inferido) inherentes a cada una de las piezas del corpus
en estudio y de las que habrá de provenir la posibilidad de producir
determinada y no otra significación. Lo que así se infiera será lo que probará
o rebatirá la hipótesis previamente formulada.
La propuesta a establecer en estos
apartados tiene por objetivo enunciar cuáles son las condiciones que
las operaciones específicas deberán cumplir. O sea, lo que estoy denominado
como “Los 4 Signos” es un discurso metateórico que identifica las
relaciones y la eficacia a las que deberán adecuarse esas otras operaciones
específicas a cada una de las semiosis posibles (icónicas, indiciales o
simbólicas) que, en definitiva, serán las que se aplicarán efectivamente.
Para dejar marcado, en esta oportunidad,
al menos, el origen de esta reflexión acerca de las grandes clases de
operaciones que intervienen en el análisis semiótico de los elementos del
corpus, me parece importante recuperar algunos aspectos de la propuesta básica
saussureana (1945).
Primero, el muy conocido algoritmo que
representa las relaciones del signo saussureano: Significante (“ S ”) sobre
significado (“ s ”), o sea,
[Esquema 1]
Ya sé que
estoy tomando el orden sugerido por Lacan (1966: 253): arriba de la
barra el Significante, ya que es por donde se entra al análisis (por
lo efectivamente dicho, en términos de Foucault) y debajo de
la barra el significado, que es lo que se recupera o infiere a partir
de la propuesta perceptual del Significante. Tanto en la tarea clínica
psicoanalítica como en la tarea metodológica del análisis semiótico, se entra
por lo perceptible y se infiere lo virtual o valorativo o
significativo.
Pero al signo, Saussure lo vincula a otro elemento que fue fundamental para su construcción de la lingüística como propuesta científica o rigurosa; este elemento es el valor; es decir, el conjunto de relaciones que vinculan a determinado signo con los restantes signos del sistema al que pertenece (Saussure, 1945: 191-206). Voy a tomar esa parte del valor que afecta las relaciones de determinado Significante con los restantes Significantes del sistema. Con ello creo estar haciendo posible la identificación del conjunto de relaciones sintácticas que, en definitiva, lo identifican en el conjunto de la totalidad (abierta o cerrada, según la semiosis que se esté estudiando, ya que no habremos de limitarnos al lenguaje verbal) de los restantes Significantes. Y a este aspecto relacional, propongo identificarlo con una “ s’ “; o sea, una “ese prima minúscula” que representa al conjunto de las relaciones sintácticas que pueden vincular a un Significante con los restantes Significantes de su sistema (o conjunto de pertenencia). Esta “ s’ ” representaría, por tanto, el significado metasemiótico del Significante en su propio sistema. Entonces (y aquí empieza la heterodoxia), todo Significante tendría dos significados: (1) aquel significado tradicional que forma parte de los conceptos del mundo (la “ s ”) a los que representa tal Significante y (2) el que es parte del valor del signo e identifica las posibilidades sintácticas (la “ s’ “) del Significante en estudio. Tendríamos, entonces:
[Esquema 2]
Con lo que tendríamos esbozados, al menos, dos
Signos:
[Esquema
3]
que es el conocido signo saussureano, al
que propongo llamar en este esquema “Signo Mediador” y:
[Esquema
4]
un signo especialmente analítico, al que propongo
llamar en este esquema “Signo Metasemiótico Sustituyente” o bien, más
simplemente, el signo de la semiosis sustituyente.
5.3 Primera identificación de los 4 Signos
La continuación del proceso de
enunciación del conjunto operativo al que he identificado como “Los 4 Signos”
va a requerir establecer la presencia de un nuevo elemento. Si bien es
el más obviamente percibido, también es el más escasamente (si algo)
desarrollado: la forma de los objetos (o, mejor, entes; o, mejor aún, Objetos
Semióticos) del mundo a los que se refieren los signos; forma de la que toda
persona tiene algún conocimiento (efectivo o imaginario).
Aquí vale la pena recuperar una
reflexión teórica proveniente de Peirce:
“si hubiera algo que aportase
información y no tuviese relación alguna ni referencia con algo acerca de lo
cual, la persona a la que se aporta esa información de modo que pueda
comprenderla no tuviera el menor conocimiento directo o indirecto (y se
trataría de una muy extraña clase de información), al vehículo de dicha
información no se lo denominará, en esta obra, Signo.” (CP. 2.231).
O sea, lo que vemos, lo que imaginamos,
aquello en lo que pensamos, ya es signo, antes de transformarse en
otro signo, que es en lo que lo constituye la intervención de un nuevo
signo.
Vuelvo a redactar el párrafo que
antecede, añadiendo (entre paréntesis) algunas expansiones para una reflexión
crítica:
O sea, (y considero que éste es el
proceso semiótico mínimo y fundamental para la producción de la significación)
lo que vemos, lo que imaginamos, aquello en lo que pensamos (con independencia
de, pero producido por el modo en que aprendimos a mirar, a representar
mediante imágenes, a enunciar con palabras, etc.) ya es signo (al que,
en otros textos, he identificado y seguiré identificando como “Objeto
Semiótico”; Magariños, 1996: 27), antes de transformarse en ese otro signo
(al que, en otros textos, he identificado y seguiré identificando, como
“Semiosis Sustituida”) que es en lo que lo constituye la intervención de un
nuevo signo (al que en otros textos he identificado y seguiré identificando
como “Semiosis Sustituyente”; Magariños, 1996: 25).
Es decir, aparte de la palabra
“elefante”, que es un Significante Simbólico (en este ejemplo,
perteneciente a la lengua castellana), o aparte de la imagen material (por
ejemplo, fotográfica) de un elefante, que es un Significante Icónico
(en este caso, visual), o del elefante que está en un zoológico
(lamentablemente) o en una reserva natural (menos lamentablemente) que es un Significante
Indicial (en cuanto objeto que representa a los otros elefantes ausentes),
aparte de todos ellos, está el elefante como forma conocida, que ya es
Signo y, en cuanto tal, está disponible para saber que estamos ante
elefantes, si son elefantes (y en la medida en que lo sean) los que vemos. (En
este tipo de reflexión se apoya un chiste tan malo como ese en que alguien le
pregunta a otro: “¿Sabes en qué se diferencia un elefante de un paraguas?” y el
otro, suponiendo que se le solicita una respuesta de alguna especial agudeza,
responde “No...”; a lo que el primero replica: “Pues ten cuidado, no sea que
cuando vayas a comprar un paraguas te vendan un elefante”.)
Este signo de elefante que
(transportado en la memoria como atractor) tenemos disponible (con
independencia, por el momento, de la explicación requerible acerca de cómo
llegó a estarlo y de los cambios de los que puede llegar a ser objeto, lo que,
en su momento, nos va a interesar especialmente), ese signo de elefante,
digo, tiene saussureanamente considerado un Significante y un significado.
El nuevo elemento al que me
referí en el comienzo de este apartado: “la forma de los objetos del mundo” (la
forma del elefante), es, por tanto, también un Significante, pero ubicado
en un plano diferente a aquel en que se encuentra la forma de la
palabra “elefante”. Es el Significante de ese Objeto Semiótico del que ya
sabemos que es un elefante.
Para simbolizar a esa forma de
los Objetos Semióticos del mundo, en su aspecto Significante, propongo utilizar
una “ S’ “, o sea, una ese prima mayúscula. En cuanto a su significado,
o sea, en cuanto al significado de las formas del mundo, continúa
estando representado por la “s“ (una ese minúscula), a la que ya
conocíamos por el algoritmo saussureano:
[Esquema
5]
Con esto y por cuanto antecede, ahora disponemos de
otro algoritmo:
[Esquema
6]
que representa la vinculación de las formas
del mundo o Significantes del mundo (“ S’ “) con su significado
(“ s ”), el cual no consiste en ningún en sí o contenido sustancial de
las cosas, sino que es el mismo que resulta construido por los Significantes
de la lengua y/o de la semiosis que se esté utilizando.
Resumamos los elementos de los que
disponemos hasta el momento:
(A) Elementos independientes (o arbitrariamente
aislados):
1) “S“: “ese mayúscula”: Significante
de alguna Semiosis Sustituyente (lengua, imagen, objeto o
comportamiento exhibido, etc., utilizado en una función de representación de
otra cosa; obsérvese que, sin haberlo expresado explícitamente, vengo
expandiendo el algoritmo saussureano para que dé cabida a la tríada peirceana:
símbolos, íconos e índices).
2) “s“: “ese minúscula”: significado
de alguna Semiosis Sustituida (valor o concepto o norma relacional
atribuido a alguna entidad del mundo).
3) “S’“: “ese prima mayúscula”: Significante
de alguna Semiosis Sustituida (forma perceptual de alguna entidad del
mundo, o sea, de aquello a lo que vemos como Objeto Semiótico, o sea, como
significativo, por la acción de otra Semiosis a la que, por esta eficacia,
podemos denominar “Sustituyente”).
4) “s’“: “ese prima minúscula”: significado
de alguna Semiosis Sustituyente (valor o concepto o norma relacional
utilizado en una función de representación de otra cosa).
(B) Elementos relacionados y constituidos en signos:
Por combinatoria de los anteriores,
tenemos los siguientes algoritmos de los signos correspondientes:
I)
[Esquema 7]
que se lee: “ese mayúscula /sobre/
ese prima minúscula”, o sea: un Significante de una Semiosis Sustituyente
/sobre/ el significado que posee ese mismo Significante en el
interior del sistema de la propia Semiosis Sustituyente a la que
pertenece; significado que consiste, por tanto, en el conjunto de sus
posibilidades sintácticas. A este signo lo podemos denominar: “Signo
Metasemiótico Sustituyente”: atribuye al correspondiente Significante el
conjunto de sus posibilidades relacionales con otros Significantes de su
propia semiosis y en su propia función de sustituyente; o sea, es el signo
que representa a las posibilidades sintácticas de los Significantes en
estudio.
II)
[Esquema 8]
que se lee: “ese prima mayúscula /sobre/
ese minúscula”, o sea: un Significante de una Semiosis Sustituida
/sobre/ el significado que adquiere ese significante en el
interior del sistema de la propia Semiosis Sustituida a la que
pertenece; significado que consiste, por tanto, en el conjunto de sus
posibilidades conceptuales. A este signo lo podemos denominar: “Signo
Metasemiótico Sustituido”: atribuye al correspondiente Significante el conjunto
de sus características conceptuales diferenciales respecto de los
otros significantes de su propia semiosis y en su propia función de sustituido;
o sea, es el signo que representa las posibilidades valorativas o
significativas de los Significantes del mundo en estudio.
III)
[Esquema 9]
que se lee: “ese mayúscula /sobre/
ese minúscula”, o sea, un Significante de una Semiosis
Sustituyente /sobre/ el significado de una Semiosis Sustituida. A
este signo lo podemos denominar: “Signo Mediador” (o “Signo Saussureano”):
atribuye a determinado Significante ausente (la “ S’ “ de alguna
Semiosis Sustituida) un conjunto de características conceptuales
como resultado de la eficacia de los Significantes presentes (de
alguna Semiosis Sustituyente); o sea es el signo que permite
interpretar el mundo visto desde una lengua, imagen, objeto o comportamiento,
etc., utilizado en una función de representación de otra cosa.
Pero hay un 4º Signo que es,
pese a parecer un sinsentido, el fundamental en el proceso de explicación de la
construcción de la significación.
IV)
[Esquema 10]
que se lee: “ese prima mayúscula /sobre/ ese prima
minúscula”, o sea, un Significante de una Semiosis Sustituida
/sobre/ el significado de una Semiosis Sustituyente. A este signo lo
podemos denominar: “Signo Ideológico”: atribuye a determinado Significante
presente (la “ S’ “ de alguna Semiosis Sustituida) un conjunto de características
conceptuales, no inherentes a dicho Significante, sino como resultado de
la eficacia de las posibilidades relacionales (la “ s’ “ de alguna
Semiosis Sustituyente) que vinculan efectivamente a los Significantes de
esa determinada Semiosis Sustituyente. O sea, se lo puede denominar
“Ideológico” porque hará que se perciban las formas de los objetos o de los
entes o de los Objetos Semióticos del mundo (los Significantes del universo
sustituido: las “ S’ “) según las relaciones sintácticas (los
significados relacionales pertenecientes al propio universo sustituyente:
las “ s’ “) efectivamente utilizadas en la construcción de la correspondiente Semiosis
Sustituyente. O sea, toda semántica proviene de una sintáctica.
5.4. Ejemplo, con elefantes, de los 4 Signos
Ya que de elefantes he hablado, trataré
de ejemplificar con ellos las entidades y las relaciones a
las que vengo refiriéndome.
Entidades:
1) “S“: representa a la palabra
“elefante” (Significante de una Semiosis Sustituyente). También a una
estatuilla que representa un elefante; o al elefante que se exhibe en la pista
de un circo.
2) “s“: representa a los valores del
concepto de elefante: ser mamífero, cuadrúpedo, vertebrado, proboscidio,
ungulado, etc., según un determinado texto de zoología o según un diccionario,
etc.; o el particular elefante (enfurecido, amigo, trabajador, etc.) que se
construye en una obra literaria (significado de una Semiosis Sustituida).
También al significado de dador de buena suerte que posee una estatuilla
doméstica de un elefante; o al significado del dominio del hombre sobre el
comportamiento de un elefante exhibido en el circo.
3) “ S’ “: representa a la forma o
imagen mental del elefante, tal como cada uno la tiene almacenada: es el Atractor
Mnemónico que acepta o rechaza la identificación, como elefante, de
aquello que incidentalmente se construye a través de la lectura de determinado
texto (Significante de una Semiosis Sustituida). También a la
aceptación o rechazo, como elefante, de lo representado por la estatuilla
doméstica; o de lo exhibido en el circo.
4) “ s’ “: representa a los valores
gramaticales de la palabra “elefante”: ser sustantivo, masculino, no se
conjuga, admite adjetivos, puede ser sujeto de un verbo, etc.; o a los valores
retóricos provenientes de determinada construcción textual (significado, en
cuanto posibilidades relacionales, de determinado Significante perteneciente a
una determinada Semiosis Sustituyente). También a la posición con la
trompa levantada de la estatuilla del elefante (sintaxis) y su colocación en
dirección a la puerta de entrada de la casa o del departamento (sintaxis); o a
la posición de la pata del elefante apenas levantada (sintaxis), bajo la cual
está una mujer (sintaxis), mientras el domador permanece con los brazos
levantados (sintaxis).
Relaciones:
I)
[Esquema 11]
representa las posibilidades de uso,
sintácticas, en el habla, de la palabra “elefante” (Signo de una Semiosis
Sustituyente). También, las posibilidades de representación, en una
estatuilla, de las partes del cuerpo de un elefante y las diversas
posibilidades de ubicación de esa estatuilla de elefante en un domicilio; o las
distintas actitudes que se le pueden hacer adoptar a un elefante exhibido en un
circo y las distintas relaciones que pueden establecerse entre el elefante y
las personas y los objetos que están en la misma pista del circo.
II)
[Esquema 12]
representa lo que sabemos,
conceptualmente, acerca de esas entidades cuyas formas identificamos como
elefantes (Signo de una Semiosis Sustituida). También, que los
elefantes pueden asociarse a la buena suerte; o a la obediencia.
III)
[Esquema 13]
representa el significado que le
atribuimos al elefante, tal como lo interpretamos cuando escuchamos o leemos
frases en las que interviene la palabra “elefante” (Signo Mediador entre
las formas de una Semiosis Sustituyente y los significados de una Semiosis
Sustituida). También, el significado de buen auspicio que le atribuimos al
elefante, tal como lo interpretamos cuando vemos la actitud representada en
determinada estatuilla de elefante, colocada en determinado lugar de la casa; o
cuando lo vemos obedeciendo las órdenes del domador en la pista del circo.
IV)
[Esquema 14]
representa la intervención y la eficacia
de las posibilidades sintácticas del modo de hablar acerca de elefantes, para
proponer determinada imagen conceptual y no otra del elefante del que se habla
(Signo Ideológico que utiliza el significado sintáctico de una Semiosis
Sustituyente para configurar el significado semántico del Significante de una
Semiosis Sustituida). También, la eficacia de determinada manera de
relacionar las partes del cuerpo del elefante al construir una estatuilla que
lo representa y la ubicación de dicha estatuilla en la casa; o la eficacia de
la posición que se le hace adoptar al elefante respecto de las personas que
interactúan con él, en la pista del circo; todo ello para que veamos al
elefante de determinada y no otra manera: en un caso como portador de buena suerte
y en el otro como sometido al poder del hombre. En este sentido y, quizá, para
trasmitir esta idea de la eficacia y especificidad de la sintaxis, es fácil
comprender que la estatuilla aquí descrita no hace que veamos al elefante como
sometido al poder del hombre, ni la actitud que adopta en la pista y su
interrelación con las personas hace que veamos al elefante como dador de buena
suerte; o sea, cada sintaxis tiende a la producción de un significado
específico, al menos, mientras las convenciones sociales continúen vigentes.
Tal, el papel decisivo del interpretante que es, en definitiva, quien decide
interpretar lo que ve de una u otra manera.
Para continuar reflexionado en el ámbito
de una heterodoxia saussureana, tengamos en cuenta que:
A) Estas entidades y relaciones son
funciones, o sea, dependen, entre otras cosas, de otra entidad externa que es
la que les confiere sentido: el Interpretante.
B) Estas entidades y relaciones se vinculan
procesualmente, o sea, se producen según una secuencia que conduce de “ S “ (el
Significante de una Semiosis Sustituyente) a “ s “ (el significado de
una Semiosis Sustituida), habiendo pasado por “ s’ “ (el significado
de una Semiosis Sustituyente) y por “ S’ “ (el Significante de una
Semiosis Sustituida).
[Esquema
15]
C) Como he intentado evidenciar, estas entidades y
relaciones son válidas (mutatis mutandis) para cualquiera de las tres semiosis
existenciales: Iconos (las imágenes de elefantes), Índices
(los elefantes del circo) y Símbolos (la palabra “elefante”).
5.5 Desarrollo operativo de la propuesta analítica
Corresponde ya, en este trabajo sobre Los
4 Signos, enfocar el desarrollo operativo de su aspecto analítico, o sea,
extraer las consecuencias empíricas que surgen al considerarlos como el marco
teórico de concretas operaciones de investigación.
En este sentido, sus características, a
las que he ido tratando de especificar en los anteriores apartados, deberán
poder interpretarse como un conjunto de instrucciones que
habrán de guiar el trabajo del analista que decida utilizar la metodología
semiótica.
Me sitúo en el desarrollo secuencial que
esbocé en el esquema 15
del apartado anterior. Interpretados esos símbolos como indicadores de las
entidades empíricas sobre las que va a actuar el investigador, pueden leerse
del siguiente modo:
“Dada una propuesta perceptual (“ S “ o Formas
de una determinada Semiosis Sustituyente) que se considera pertinente, en
cuanto se supone, por hipótesis, que interviene en (que está siendo socialmente
utilizada para) la producción del significado de determinado fenómeno, es
necesario identificar las relaciones (“ s’ “ o Valores Sintácticos de ese
misma Semiosis Sustituyente) que vinculan a las unidades integrantes de
esa propuesta perceptual, para conocer de qué manera el productor de esa
propuesta perceptual pretende que un eventual intérprete acepte que un
determinado fenómeno social (“ S’ “ o Formas de una determinada Semiosis
Sustituida) posee o está adquiriendo o puede llegar a adquirir un
determinado significado (“ s ” o Valores Semánticos de aquella misma
Semiosis Sustituida)”.
O sea, un investigador formula como Hipótesis
de Trabajo la afirmación de que en un conjunto de determinadas Semiosis
Sustituyentes efectivamente disponibles (discursos verbales y/o imágenes
visuales y/o exhibición de objetos o comportamientos) van a encontrarse
determinadas relaciones entre los signos efectivamente usados en cada ejemplar
de tales Semiosis Sustituyentes (enunciados verbales y/o configuraciones
visuales y/o disposiciones de objetos o comportamientos) que tienen eficacia
para que a un determinado fenómeno social se lo valore de determinada manera; que
es lo que deberá probar, como conclusión de su investigación.
En consecuencia, lo primero que tiene
que hacer el investigador es identificar la materia prima (“ S ”) sobre la que
va a trabajar. Esta materia prima, cuando la investigación tiene una
orientación semiótica en su metodología, estará constituido necesariamente por
determinadas Semiosis Sustituyentes. La concreta selección de este material
dependerá de cuál sea el concreto problema que pretenda explicar (“ s ”), el
cual, en el caso de una investigación con metodología semiótica, afrontará el
problema de determinar cuál sea (o cuáles sean y, en este caso, en qué se contradigan),
en determinado momento de determinada sociedad, el significado (o los
significados) que se le asigna(n) al fenómeno social en estudio.
Su Hipótesis de Trabajo afirmará (abductivamente, como conjetura) que, en las
concretas relaciones (“ s’ “) identificables entre los elementos constitutivos
de las piezas de esa materia prima, está la clave que explica cuál sea la
consideración social de dicho fenómeno (“ S’ “) (debiendo enunciar
explícitamente, en dicha hipótesis, cuáles sean las características de la
consideración supuesta); a esta tarea se la denominará: lectura crítica de
los significados vigentes, respecto de un determinado fenómeno social
(como ocurre, p.e., en el caso del análisis de la competencia, en publicidad; o
en el caso del análisis del discurso de la oposición, en política; o en el caso
del análisis de las formas estéticas superadas, en la creación artística;
etc.).
También puede ser que al investigador le
interese determinar qué relaciones (“ s’ “) le conviene establecer entre los
elementos (“ S “) que puede incorporar a una nueva propuesta perceptual, para
que los eventuales intérpretes comiencen a considerar a determinado fenómeno
social (“ S’ “) desde determinada perspectiva, o sea, como portador de
determinados valores o significados (“ s “); a esta tarea se la denominará: propuesta
creativa para establecer la vigencia de nuevos significados, respecto de
un determinado fenómeno social (como ocurre, p.e., en el caso de la elaboración
de un mensaje publicitario; o en el caso de la elaboración de una campaña
política; o en el caso de la elaboración de una propuesta estética creadora;
etc.).
Lo que surge, en definitiva, es que la tarea de
Investigación Semiótica puede tener uno de estos dos objetivos: (1) efectuar
una Lectura Crítica de los significados vigentes, respecto de un
determinado fenómeno social, o (2) formular una Propuesta Creativa para
establecer la vigencia de nuevos significados, respecto de un determinado
fenómeno social. Entre ambos objetivos existe, por supuesto, toda una gama de
predominios o de combinatorias, pero el campo de investigación de la semiótica
quedaría acotado entre ambas tareas maestras.
5.6. Recuperación peirceana
El ausente innombrado (o apenas
nombrado), en los precedentes apartados sobre los 4 signos, es el Interpretante.
Sin embargo, nada de lo allí dicho es consistente consigo mismo, sino en cuanto
constituye, en la mente del intérprete, otro signo más desarrollado (y
lo estoy parafraseando a Peirce: CP 2.228). Por esto, el esquema saussureano,
por sí sólo, es insuficiente para dar cuenta del proceso de producción
de la significación; su eficacia se limita a (o se muestra eficaz para)
establecer, en un momento determinado (sincrónicamente) cuál es alguno de los
significados efectivamente vigentes en determinado momento de determinada
sociedad; o bien para comparar (diacrónicamente) los significados efectivamente
vigentes en dos momentos distintos de una misma sociedad (entre dos
sincronías).
Lo que el investigador que utiliza este
instrumento de la metodología semiótica trata de recuperar, la inferencia que
trata de fundamentar acerca de la existencia de determinados hábitos sociales
de interpretación (también Peirce: CP. 5.476 passim), es el proceso
por el cual determinados Representámenes o Semiosis Sustituyentes:
[Esquema
16]
(textos verbales, imágenes visuales, exhibiciones de objetos o comportamientos) poseen eficacia para construir de un modo y no de otro, aunque se trate de muchos y diversos modos, a los Objetos Semióticos o (en su perecedero estado creativo) Semiosis Sustituidas emergentes:
[Esquema
17]
Con esto estoy advirtiendo que no es
suficiente con analizar una Semiosis Sustituyente (por ejemplo, un
discurso político), sino que se requiere establecer el contraste opositivo
(también Peirce: CP 5.477) que esa semiosis sustituyente establece con las
restantes semiosis sustituyentes que están simultáneamente vigentes en
determinada sociedad (por ejemplo, con los discursos políticos contemporáneos
del que se estudia).
Con esto estoy satisfaciendo la
condición de que determinada construcción semántica (o atribución de
determinado significado a determinado fenómeno) no sólo depende de la
sintaxis del texto, imagen y/o exhibición que la propone, sino que su
eficacia proviene del diferencial sintáctico que proporciona (o
utiliza) respecto de las otras semiosis sustituyentes simultáneamente vigentes
(y por tanto disponibles), con las que se producen o podrían producirse otras
construcciones semánticas divergentes.
Lo diferencial especifica el
valor social del significado producido por cada Semiosis Sustituyente. Consiste
en representar (mediante textos, imágenes y/o exhibiciones) lo que no
representan las otras semiosis sustituyentes simultáneamente vigentes y en
no representar lo efectivamente representado por las otras semiosis
sustituyentes (y, prácticamente, estoy parafraseando a Foucault en sus textos
acerca del “enunciado” y de las “formaciones discursivas”).
En los procedimientos de testéo
estadístico positivista, hay un mínimo necesario en la extensión de una
muestra, lo que se establece en función del tamaño del universo que se pretende
investigar y ello es resultado de determinadas operaciones matemáticas. Para la
metodología semiótica, también existe una extensión mínima del corpus necesario
para establecer las características de determinado significado vigente en
determinada sociedad; ese mínimo estará constituido por aquella cantidad de
datos (textos, imágenes y/o exhibiciones de objetos o comportamientos) que
permitan constatar que se ha producido una inconsistencia en el conjunto de las
características del significado en estudio. O sea, cuando se encuentre
alguna (como mínimo) contradicción en los modos analizados de construir dicho
significado (es condición necesaria, pero puede no ser suficiente y, por lo
general, no lo es). Sin contradicción no es posible saber qué se está negando
ni, en consecuencia, los límites que definen lo que se afirma. No es, para la
semiótica, una cuestión de cantidad, sino de las cualidades
contrastantes identificadas en la muestra relevada. Por esto, puede
decirse, no sólo que no hay semántica sin sintaxis, sino además que toda
semántica es diferencial, en cuanto algo significa porque se diferencia de
lo que otro significa.
En definitiva, el análisis semiótico
permitirá identificar cómo, en determinado momento de determinada sociedad, se
construyen los sistemas de interpretantes que representan, a su vez, el
hábito social de interpretación efectivamente vigente. Desde estos distintos
y contradictorios sistemas de interpretantes (con todas las posibilidades
incluidas en el gradiente del distanciamiento que se determine que los separa)
se irán construyendo, mediante el conjunto de semiosis sustituyentes que
circulan en ella, los distintos y contradictorios significados que, siempre y
en toda sociedad, se atribuyen a un mismo y determinado fenómeno social (en
cuanto antecede, es de especial interés el Punto 3: Interpretantes lógicos: CP.
5.470-5.493, del Capítulo 1: Un panorama del pragmatismo, del Libro III:
Trabajos inéditos, del Volumen V: Pragmatismo y Pragmaticismo, de los Collected
Papers de Charles S. Peirce).
Y, a la elaboración de la red de
relaciones que representa el estado final de una investigación que reúna las
condiciones a las que acabo de referirme, la he denominado, en otros trabajos
(Magariños, 1996: 427-460; 1999), los Mundos Semióticos Posibles en
cuanto representación de los contrastes entre los significados atribuidos a
un fenómeno social por el Hábito Interpretativo de los distintos intérpretes
sociales.
* Publicado en: www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n38/jmagarinos.html
2004
Semiótica, lógica y cognición
[modificado: 28-10-2008]
6.1 El
Signo. Introducción
En Teoría de los Signos, los conceptos y
criterios clasificatorios y relacionales de Charles Sanders Peirce resultan
fundamentales para la organización sistemática de la semiótica como disciplina
científica y para la investigación empírica que de ella se deriva. Es
imposible, en la brevedad de estas páginas, desarrollar la razón teórica que
justifique plenamente tal afirmación. Se buscará cumplir un objetivo más
humilde, consistente en la somera presentación de aquellas ideas básicas que
son especialmente actualizables en el pensamiento de Peirce.
Es imprescindible comenzar por su
concepto de signo. A lo largo de su
inmensa obra, se encuentran múltiples, y no siempre consistentes, definiciones
de signo (Robert Marty recopila 76; ver Marty, R., 1996). Tomo, por ahora, la
más habitualmente utilizada: "A sign, or representamen, is
something which stands to somebody for something in some respect or
capacity" ("Un signo, o representamen, es algo que está para
alguien, por algo, en algún aspecto o disposición": C. P. 2.228; Peirce,
Charles S., 1965/1931).
Esta definición constituye el gozne
sobre el que gira la teoría de Peirce. Dice lo menos posible para poder
construir sobre ella lo más posible. Es un enunciado que Jakobson (1963)
calificaría de "afásico", ya que los lugares sintácticos que deberían
estar ocupados por conceptos sustanciales, están meramente señalados por esos
pronombres: "algo", "alguien" y, de nuevo, "algo",
así como por el adjetivo, tan propenso a pronominalizarse, "algún".
Lo adjetivado por tal "algún" tampoco ofrece excesivo contenido, ya
que, además de la traducción ofrecida ("aspecto o disposición"),
puede aceptarse, más sintéticamente, "relación" (en su sentido amplio
y no -al menos, no todavía- en ningún específico sentido lógico-matemático).
Cerrando la estructura de la definición, utiliza el verbo "to stand
for". O sea, "estar en lugar de"; incluso es
preferible "estar por", ya que éste es el sentido más vacío de la representación
que es, en definitiva, lo que está en juego. Así, un poco más adelante, en el
párrafo 2.273, el mismo Peirce se encarga de fijarle el sentido que le
interesa: "To stand for, that is, to be in such a relation to another
that for certain purposes it is treated by some mind as if it were that
other" ("Estar en lugar de, es decir, situarse en una relación
tal respecto a otro que, para ciertos fines, puede considerársele, en algún
modo, como si fuese ese otro"). Logra así que la definición inicial se
armonice en un contexto isótopo con la libertad proporcionada por los
pronombres que la constituyen. El verbo incluso podría haber quedado implícito,
debido al vigor de las preposiciones " to", "for"
e "in" ("para", "por" y "en")
que articulan tal contexto. Reducido a una forma esquemática, tendríamos el
siguiente esquema de signo:
(A)
El mismo parágrafo 2.228, citado
anteriormente, continúa diciendo: "It
addresses somebody, that is, creates in the mind of that person an equivalent sign,
or perhaps a more developed sign. The sign which it creates, I Call the
Interpretant of the first sign. The sign stands for something, its object. It
stands for that object, not in all respects, but in reference to a sort of
idea, which I have called the ground of the representamen" ("Ello
se dirige a alguien, o sea, crea en la mente de esa persona un signo
equivalente, o quizá un signo más desarrollado. A éste, que aquél crea, lo
denomino el interpretante del primer signo. El signo está por algo, su objeto.
Está por tal objeto, no en todo sentido, sino respecto a un tipo de idea que
algunas veces he llamado el fundamento del representamen"). En principio,
es la totalidad del signo, cuyo esquema gráfico antecede (A) la que se dirige a
alguien y crea en él otro signo: el interpretante del primero. Se trata de un
fenómeno característico de todo lenguaje (en cuanto duplicación semiótica) para
cuya eficacia se requiere la producción de dos signos: el representamen, propuesto por el emisor; y el interpretante, elaborado por el receptor (si bien, en la
propuesta peirceana, a diferencia de la concepción saussureana, éste último
completa al signo, no siéndole ajeno, sino integrándose en su propia
estructura: no hay signo hasta que no está interpretado). De todas formas, es
conveniente despersonalizar este proceso semiótico, del cual la comunicación
emisor-receptor es sólo un caso. Todo proceso de conocimiento es también una
relación entre representamen e interpretante; en tal caso el representamen es
el enunciado, por ejemplo, científico (o quizá mejor, la enunciación) que se
dirige a un sistema teórico donde, transformado en interpretante, o sea, en
lugar lógico, recibe su valor significativo. A partir del gráfico anterior, su
complemento, conforme a lo que acaba de decirse, es:
(B)
Algo (1, 2 y 3)......................................interpretante:
que también es signo,
o sea, Algo (1, 2 y 3)
En segundo lugar, todo aquel signo (A)
es el sustituto de algo, a lo que denomina su objeto. Hasta aquí Peirce
constituye al signo como capaz de sustituir a su objeto, del que sólo puede
decir que es "algo". Coincide así con el concepto intuitivo, en
semiótica, de caos, en cuanto lo señalable (lógicamente) pero indecible.
El tema del caos en semiótica, lo estudié inicialmente, desde diversos
ángulos, en mi trabajo "Del caos al lenguaje", de 1983. Casi 25 años después,
retomo el tema a partir de la diferencia entre el entorno entrópico (lo más semejante al caos) y el mundo semiótico, elaborando su
transformación a partir de la propuesta de Francisco Varela, 1992 (ver, en este
mismo texto: 22 La humanidad, la facultad
semiótica y la historia del entorno). No obstante, Peirce quiere decir algo
más acerca de ese objeto y así afirma que la sustitución que el signo hace de
tal objeto no lo es en cuanto totalidad, sino respecto a una parte de su
posibilidad sustitutiva, a un determinado tipo de idea, a la que denomina
"fundamento". ¿En qué consiste esta idea que el signo recorta
del objeto y de la que se hace sustituto? Peirce se preocupa por liberar a tal
término de los diversos sentidos filosóficos que puede evocar y opta por su
significado cotidiano, lo que precisa mediante algunas ejemplificaciones: ...cuando un hombre capta la idea de otro,
...cuando un hombre recuerda lo que estuvo pensando en un momento anterior, o
bien, ...cuando continúa pensando en algo (2.228). Los ejemplos evidencian que esa idea que el signo toma del
objeto, no está en el objeto sino en el pensamiento (de un hombre o en cuanto
proposición de un sistema teórico). Quiere decir que habría dos posibilidades
teóricas: o bien el signo sustituye al objeto en cuanto caos, diciéndolo por
primera vez (supuesto que Peirce excluye explícitamente: 2.231), o bien el
signo sustituye, mediante un nuevo decir, algo que estaba ya dicho (o pensado)
acerca del objeto. En este último caso, se puede percibir cómo el caos
retrocede hacia un supuesto objeto primordial: lo óntico inaccesible al
conocimiento, al haber sido desenmascarado, por demostrarse que ya estaba
dicho: lo ontológico y, por tanto, perceptible. En definitiva, ¿cuál es el objeto
de un signo?; o sea, ¿cuál es su referente (usando el término más
polémico)? O el caos u otro signo: tertium non datur. Siendo
el caos indecible, si hubiera un signo que lo señalara, tal sería el último
nivel de objeto al que podría accederse. Como esto no es lógicamente posible,
ya que si es signo es que tiene como fundamento aquello que puede decirse
(aquella "idea ") acerca del objeto (no existe signo que no sea
reducible a otro signo), resulta que un signo tendrá como objeto, siempre, a
otro decir, o sea, a otro signo. Se llega, por tanto, a este nuevo esquema:
(C)
El añadido en este gráfico del término
"representamen" está perfectamente justificado, ya que Peirce lo
ofrece como sinónimo alternativo del término "signo", en cuanto
indica la existencia de la forma perceptual en que el signo consiste (próximo,
por tanto, al "significante" saussureano). Resulta evidente que este
cerramiento del signo, tanto en lo que respecta al interpretante, atribuyéndole
el carácter de signo, como en lo que respecta al fundamento, estableciéndolo
igualmente como signo, implica una recursividad en la estructura de la
gramática de los signos (Peirce denomina a la obra cuyos parágrafos estamos
comentando, "Speculative
Grammar") que es actualmente exigencia de las gramáticas formales, en
sus definiciones recursivas (véase, entre otros, Carnap 1958; p. 164; Quine
1969; p. 174; Chomsky 1971; ps. 13 y 229 -voz "recursiveness"- y
también Chomsky 1974; p. 39). Esta clausura y la correlativa expansión del
signo en sus instancias de interpretante y fundamento no es fruto de una
actualización ni exigió una derivación epistemológica de sus conceptos, sino
que fue vista expresamente por Peirce.
En cuanto al interpretante, en el
parágrafo 2.303, insiste en el concepto de signo desde el punto de vista de sus
interrelaciones, definiéndolo como " Anything which determines
something else (its interpretant) to refer to an object which itself
refers (its object) in the same way, the interpretant becoming in turn a
sign, and so on ad infinitum" ("Todo lo que constriñe a algún
otro (su interpretante) a referirse a un objeto, al cual él mismo se
refiere del mismo modo (su objeto), transformándose a su vez el
interpretante en signo, y así ad infinitum").
Un tanto más implícitamente admite la
clausura del signo respecto a su objeto, por ser éste también signo, al menos "in
the case of a Sign that is a part of a Sign" ("en el caso de un
Signo que es parte de un Signo "; parágrafo 2.230). Esto lo ejemplifica,
entre otras cosas, con una supuesta situación que es una estructura del mejor
estilo de arte conceptual: " On a map of an island laid down upon the
soil of that island there must, under all ordinary circunstances, be some
position, some point, marked or not, that represents qua place on the
map, the very same point qua place on the island" ("En el
mapa de una isla, extendido sobre el suelo de esa isla, debe existir
necesariamente cierta posición, cierto punto, marcado o no, que representa qua
-en cuanto- lugar en el mapa, a ese mismo punto qua -en cuanto-
lugar en la isla "; ibidem ). En el parágrafo siguiente la calidad
de previamente conocido, o sea, la calidad de ser ya signo, inherente al objeto
de todo signo, queda expresamente establecido. Pese a su extensión, resulta
oportuno transcribir íntegralmente el parágrafo 2.231 por el interés que tiene
para investigadores y críticos: "The Sign can only represent the Object
and tell about it. It cannot furnish acquaintance with or recognition of that
Object; for that is what is meant in this volume by the Object of a Sign;
namely, that with which it presupposes an acquaintance in order to convey some
further information concerning it. No doubt there will be readers who will say
they cannot compre hend this. They think a Sign need not relate to anything
otherwise known, and can make neither head nor tail of the statement that every
sign must relate to such an Object. But if there be anything that conveys information
and yet has absolutely no relation nor reference to anything which the person
to whom it conveys information has, when he comprehends that information, the
slightest acquaintance, direct or indirect -and a very strange sort of
information that would be- the vehicle of that sort of information is not, in
this volume, called a Sign" ("El Signo sólo puede representar al
Objeto y aludir a él. No puede proporcionar conocimiento o reconocimiento
acerca de tal Objeto; esto es lo que se entiende por Objeto de un Signo en este
estudio; es decir, aquello acerca de lo cual se presupone un conocimiento a fin
de proporcionar alguna información adicional respecto a él. Sin duda habrá
lectores que manifiesten no poder comprenderlo. Piensan que un Signo no necesita
relacionarse con algo ya conocido por otros medios, y no pueden encontrar
sentido a la afirmación de que todo Signo debe estar relacionado con tal Objeto
conocido. Pero si hubiera algo que aportase información y no tuviese relación
alguna ni referencia con algo acerca de lo cual, la persona a la que se aporta
esa información de modo que pueda comprenderla no tuviera el menor conocimiento
directo o indirecto -y se trataría de una muy extraña clase de información-, al
vehículo de dicha información no se lo denominará, en esta obra, Signo").
O sea, del caos (en cuanto objeto supuestamente primordial) no puede surgir
conocimiento. El conocimiento tiene siempre por objeto a otro conocimiento y
nunca a la realidad en su pretendida pureza de no modificada todavía por
el pensamiento. Si, por tanto, el objeto de todo signo debe ser algo ya
conocido, es que también es signo. Este sentido recurrente del concepto de
signo es uno de los aportes más fructíferos de Peirce a la epistemología
contemporánea. De aquí, por ejemplo, surge la posibilidad de afirmar que el
signo único es incognoscible (Magariños de Morentin, 1975; p, 57) como límite a
las pretensiones, multivariadas y más o menos implícitas, de las formas
actuales de substancialismo y nominalismo (ya que ninguno de los tres
componentes del signo, ni el fundamento, ni el representamen, ni el
interpretante, tienen sentido por sí solos). El signo, que se hace presente
mediante el representamen, aparece, en todo caso, constituyendo una estructura
cuyos elementos interdependientes son el interpretante y el fundamento. Tal es
uno de los aspectos que llevan a Popper (1974; p. 198) a exclamar con
entusiasmo, la dimensión de cuyo exceso sería difícil de precisar, que Peirce
es el más grande filósofo norteamericano.
Sin entrar en la crítica de otras estructuras
triádicas como las ya mencionadas de Ogden y Richards o de Morris o la de
Ullmann, se hace evidente la que resulta de la propuesta de Peirce:
[3] (D)
El signo se produce en un ámbito semiótico que es la
condición lógica de su existencia. Así, la estructura teórica en la que puede
fundamentarse la investigación semiótica requiere la elaboración y el ajuste
lógico de tal ámbito semiótico, en cuya interioridad, el signo es la estructura
estructurante en cuanto unidad mínima de análisis: no hay signo en tanto no se
establece el ámbito semiótico que lo genera; pero cuando se ha logrado
determinar un ámbito semiótico correctamente acotado, se puede reconocer,
simultáneamente, el pertinente signo particular con sus 9 relaciones
constituyentes.
Poniendo en relación el esquema (D) con
el esquema (A) puede comprenderse la riqueza inherente al carácter afásico de
la definición que formulara Peirce del signo. Esta debe contener la posibilidad
de relación en los tres aspectos que requiere su existencia: el "por
algo", el "para alguien" y el "en alguna relación".
Mediante el primero, el signo captará lo que de conocimiento (fundamento) le
interesa del objeto; mediante el segundo, se instituirá a sí mismo como forma
perceptual y soporte sustitutivo (representamen) de tal intervención; y,
mediante el tercero, proporcionará la posibilidad de modificación que, en un
determinado sistema (interpretante), afecta al conocimiento o desconocimiento
(pero no, no-conocimiento) acerca de dicho objeto. Es suficiente, en esta
aproximación a los fundamentos de la semiótica, con esta interpretación de los
conceptos de primeridad, segundidad y terceridad propuestos por
Peirce; han dado lugar a excesivas y excesivamente gratuitas especulaciones
metafísicas acerca de su carácter apriorístico y a escasas reflexiones
epistemológicas respecto al aporte de racionalidad y de metodología que provee
a la teoría del signo.
Lo tradicional ha sido ver al signo como
una réplica del objeto; éste era su referente y él era la simbolización de tal
referente. La fundación de la ciencia de la lingüística fue posible quebrando
esa dependencia. El par significante-significado, de Saussure, pone el acento
en el tercer aspecto; ser tal para alguien o para algún sistema de conocimiento,
en cuanto toda forma perceptual puede ser portadora de un concepto (para
alguien). Esto elimina como problemática científica la vinculación biunívoca
(nombre a cosa) entre signo y referente, lo cual se replantea como
determinación del lugar lógico correspondiente a cada uno de ellos en el
respectivo sistema (de interpretantes y de fundamentos). Desde otra
perspectiva, a Hjelmslev le interesan las cualidades del signo que se deriven
de sus características en cuanto representamen; son formas sintácticas y
problemas de rección los que encadenan secuencias de formas interdependientes y
con las cuales acota los conceptos de signo
y de no-signo en lingüística. Esto le
lleva a concebir cada elemento de la lengua "como una categoría
determinada, definida por ciertas posibilidades de combinación determinadas y
por la exclusión de otras" (1971b; p. 47). Relegando el aspecto sustancial
de la lengua, Hjelmslev establece a
El esquema propuesto en (D), que no es
sino la graficación resultante de considerar a cada uno de los elementos
constitutivos del signo, a su vez, como signo, permite entrar en el siguiente
aspecto expuesto en
En un desarrollo estrictamente lógico de
la definición inicial, llega a la formulación de tres tricotomías que
proporcionan nueve clases de signos. No analizaré aquí el proceso mediante
el cual, a través de la determinación de tres relaciones triádicas y de tres
relaciones de correlación (o correlatos) llega a enunciar dichas tricotomías.
Lo sustituiré por una explicación casi didáctica que permita al lector no
familiarizado con el pensamiento de Peirce comprender, elementalmente, la
calidad de cada uno de dichos nueve signos. Progresivamente, a lo largo de este
texto, iré desarrollando otros aspectos enriquecedores para la comprensión de
la eficacia y de las interrelaciones posibles entre tales 9 clases de signos.
El punto de partida consiste en asimilar la estructura del signo y de las tres
componentes ya identificadas:
a) Por algo
b) En alguna relación
c) Para alguien
Se vio cómo esto implicaba la presencia,
en cuanto ámbito semiótico, de una estructura de tres componentes que, a su
vez, son signos y que se corresponden con los elementos enunciados del
siguiente modo:
(E)
a) Por
algo...........................................................................
Fundamento
b) En alguna
relación......................................................... Representamen
c) Para
alguien....................................................................
Interpretante
La relación afirmada en (E) bajo la
letra a) es una relación de actuación o presencia. Es decir, se
establece una relación cuya razón determinante consiste en el hecho de
acotar, mediante el signo, el particular aspecto del objeto (Fundamento) que es
de interés para determinada comunicación.
La relación afirmada en (E) bajo la
letra b) es una relación de comparación o de cualidad. O sea, se
establece una relación cuya razón determinante consiste en la posibilidad de
concretarse, mediante el signo, una presencia de naturaleza semiótica
(Representamen).
La relación afirmada en (E) bajo la letra
c) es una relación de pensamiento o convencionalidad; con ella se
establece una relación cuya razón determinante consiste en la necesidad que
confiere consistencia, mediante el signo, al sistema del Interpretante.
Cada una de estas razones determinantes
de las respectivas relaciones de correspondencia pueden también enunciarse como:
a) de existencia, b) de forma, c) de ley. Se llega así al siguiente cuadro
de equivalencias:
(F)
a) Por
algo......................... Fundamento............ Actuación..........
Hecho.................... Existencia
b) En alguna
relación....... Representamen....... Comparación.... Posibilidad...........
Forma
c) Para
alguien.................. Interpretante........... Pensamiento..... Necesidad.............
Ley
el cual evidencia las distintas
relaciones lógicas inherentes a cada elemento de la estructura del signo.
Sólo falta tomar en cuenta una
característica del signo que ha estado constantemente presente en cuanto
antecede: cada uno de los elementos de la
estructura del signo es, a su vez, un signo. Por consiguiente, si el
Fundamento, el Representamen y el Interpretante, además de ser las tres partes
constitutivas del signo, son cada uno de ellos un signo, entonces cada uno de
ellos contiene a los tres elementos que constituyen la estructura del signo.
Por tanto:
(G)
a) Signo Fundamento posee………….. |
a') su propio fundamento b') su propio
representamen c') su propio
interpretante |
b) Signo Representamen posee………. |
a”) su propio fundamento b”) su propio
representamen c”) su propio
interpretante |
c) Signo Interpretante posee………….. |
a"') su propio
fundamento b"') su propio
representamen c"') su propio
interpretante |
lo cual se corresponde, en cuanto enunciados, con el
gráfico (D) en cuanto espacios constitutivos del ámbito semiótico pertinente al
signo.
Con esto, entre a') y c"') se han
generado, en forma recurrente, los nueve signos que son la base primaria de
toda clasificación semiótica. Desde luego, como manifestara Peirce en el
parágrafo 2.303, la generación de otros posibles signos prosigue "ad
infinitum". El límite vendrá dado por las necesidades de cada disciplina
científica o de cada investigación en particular. Los que se producen, mediante
esta ley de transformación semiótica, son niveles sucesivos de metalenguaje a
partir de cada uno de los aspectos o elementos inherentes a la estructura del
signo. Mencionándolo con absoluta provisionalidad, puede decirse que ello
permite identificar, ante los enunciados de una determinada disciplina
científica (y con especial utilidad en las llamadas "ciencias
humanas") el correcto lugar epistemológico que les corresponde a cada uno
de tales enunciados, al poder establecer, con rigor formal, qué ha sido
utilizado como lenguaje-objeto ([constitutivo del] objeto material de una
ciencia), qué como metalenguaje 1º (u objeto formal que da cuenta del
precedente lenguaje-objeto) y qué como eventuales metalenguajes 2º, 3º, etc.
(niveles epistemológicos o enunciados procedentes de otros sistemas en que
poseen distinto nivel metalingüístico o, con mayor generalidad, metasemiótico).
Con esta perspectiva de análisis pueden eliminarse muchas de las aporías que
con frecuencia atentan contra la sistematicidad, claridad y virtud explicativa,
especialmente en las mencionadas ciencias humanas; así como someter los
respectivos enunciados, con mayor rigor y eficacia, a las diversas
contrastaciones de verificación, falsabilidad o confirmación.
Para su mejor identificación, pese a lo farragoso de
la terminología, en el siguiente cuadro de doble entrada, siguiendo la
distribución de los esquemas (D), (F) y (G), se despliegan dichos nueve signos
con las denominaciones que Peirce les atribuye y con los componentes que los
originan:
[4] (H)
9
SIGNOS |
En alguna relación |
Por algo |
Para alguien |
En alguna relación |
1 - CUALISIGNO La forma de la forma |
2 - ICONO La existencia de la
forma |
3 – RHEMA El valor de la forma |
Por algo |
4 - SINSIGNO La forma de la existencia |
5 - ÍNDICE La existencia de la
existencia |
6 – DICISIGNO El valor de la
existencia |
Para alguien |
7 - LEGISIGNO La forma del valor |
8 - SÍMBOLO La existencia del valor |
9 – ARGUMENTO El valor del valor |
En principio, y más como guía en la práctica del
trabajo de investigación acerca del significado de cada uno de los signos del
cuadro precedente que como criterio metodológico, es ilustrativa (ante la
necesidad de clasificar un determinado signo que aparece en un determinado
discurso o ante la necesidad de producir un determinado signo para su inclusión
en un determinado discurso) la lectura de las entradas, por fila y por columna,
que corresponden al signo que se quiere producir o hasta ubicar al signo que
identifica al que se desea clarificar. Así, por ejemplo, un ÍNDICE resulta ser la
"existencia" de un "fundamento", o bien el
"hecho" de una "existencia" o la "actuación" de
dicha "existencia", etc. En cambio un ARGUMENTO resulta ser, por ejemplo, el "Interpretante"
del "Interpretante", o una "ley" del
"pensamiento", o una "necesidad" "para alguien",
etc. Repito que se trata tan sólo de un tanteo expresivo o práctica didáctica
para encontrar el enunciado acerca del signo correspondiente que mejor permita
cubrir la necesidad conceptual o empírica de un momento concreto de la
investigación. Ello no infringe en nada y, por el contrario, utiliza como
instrumento de análisis a la propia estructura del signo.
En la lectura por columnas se encuentran
los correlatos enunciados por Peirce, o sea: 1er
Correlato, constituido por Cualisigno, Sinsigno y Legisigno; identifica el
aspecto formal (en cierta medida, semejante al saussureano
"significante") de cada uno de los niveles: formal propiamente dicho,
existencial y legal. La forma tiene forma (Cualisigno); la existencia tiene
forma (Sinsigno); y la necesidad (lógica) tiene forma (Legisigno); tal el
sentido de los tres signos de este primer correlato. El 2º Correlato está
constituido por Icono, Índice y Símbolo, identificándose, por su intermedio, el
aspecto existencial (la concreta y actual presencia del signo) de cada uno de
los niveles. Así se alude a la existencia de la forma (Icono); a la existencia
de la existencia (Índice); y a la existencia de la ley o sistema de
convenciones sociales o teóricas (Símbolo) (adviértase el sentido específico
que toma en Peirce el término tan controvertido y ambiguo de
"símbolo"). El 3er Correlato está constituido por
Rhema, Dicisigno y Argumento. Con ellos se da cabida al aspecto legal de la
forma, por ejemplo, en el sentido de las posibles relaciones sistemáticas entre
cualidades (Rhema); al aspecto legal de la existencia, por ejemplo, en el
sentido de las relaciones sintácticas de un contexto específico (Dicisigno); y
el aspecto legal de la propia legalidad, en el sentido de la razón teórica que
da consistencia a un sistema (Argumento).
Para completar esta visión, transcribiré las
definiciones que ofrece Peirce de cada uno de tales signos, acompañándolas de
un breve comentario. Seguiré, asimismo, el desarrollo de los nueve signos a
través de un doble ejemplo: 1º) como ejemplo conceptual, las localizaciones a
que dan lugar los posibles signos discernibles en el paradigma del signo "SUSTITUCIÓN" (ejemplo cuya
abstracción se justifica por ser el concepto fundamental de toda semiosis y de
la propia semiótica en cuanto metodología rigurosa); y 2º) como ejemplo
empírico (que además constituye una actualización específica del signo "sustitución"),
el llamado "ALFABETO
MORSE".
6.2 Las 9 clases de signos
6.2.1
Cualisigno
"Is a quality which is a Sign"
("Es una cualidad que es un signo"; parágrafo 2.244). Se trata de un signo que toma del objeto y
transfiere a un interpretante el mero aspecto formal de tal objeto.
Constituye la forma de la posibilidad
(”tone” o tono), extrayéndola
operativamente del sistema constituido por el Rhema, por ser dicha forma uno de
los tipos o elementos que lo constituyen, por lo que también será en el Rhema
donde encuentre su valoración.
Ejemplo 1: "La forma posible de sustitución". Se señala por su
intermedio el repertorio de cualidades en virtud de las cuales un objeto puede
estar en lugar de otro. O sea, supuesta la sustitución como hipotético objeto
del signo investigado, el cualisigno
toma como fundamento propio (es decir, como aquel aspecto del objeto que le
interesa representar) el repertorio de las variantes mediante las cuales puede
producirse la sustitución: reemplazo, desplazamiento, eliminación (lo que
actualiza a aquél al que el eliminado ocultaba), evolución (en que el
precedente deja de ser, dando lugar a otro que de él proviene), subdivisión,
reunión, etc. Este repertorio de formas posibles de sustitución (con especial
énfasis en la calidad de "posibles") es, por consiguiente, un
repertorio de cualisignos y es imprescindible como fundamento para la
realización de cualquier sustitución o para la interpretación de cualquier
percepción sustitutiva.
Ejemplo 2: El objeto de sustitución, en el caso del
alfabeto Morse, es el lenguaje verbal. El cualisigno toma del lenguaje verbal
las posibilidades que el mismo tiene de ser sustituido y ofrece, así, el
paradigma en cuya interioridad deberá llegar a acontecer el alfabeto Morse para
constituirse en forma específica de sustitución del lenguaje verbal del cual,
aquí, en el cualisigno, aparece como una mera posibilidad (como la
“inspiración” que tuvo Samuel F. B. Morse cuando imaginó la posibilidad de normalizar los fonemas de
la lengua). Esto implica: i) existencia de un lenguaje verbal que va a ser
sustituido (correlacionando lo hablado y lo escrito, con las variaciones entre
lo sonoro y lo gráfico); ii) existencia de aspectos perceptuales en el habla y
en la escritura cuyo conjunto sistemático puede ser sustituido por aspectos
perceptuales de otros lenguajes cuyas características pueden ser verbales
(traducción de un idioma a otro) o, como es el caso del Morse, no verbales
(gestos, colores, dibujos, impulsos eléctricos, etc.); iii) un lenguaje verbal
no puede ser sustituido por un no-lenguaje, salvo al precio de dejar de ser
lenguaje. Los elementos señalados en ii) son los cualisignos del lenguaje
verbal, o sea, aquellos aspectos referentes a los aspectos cualitativos del
objeto-signo "lenguaje verbal", que se relacionan de modo específico
con los aspectos cualitativos del sistema semiótico que contiene al
signo-representamen del alfabeto Morse.
6.2.2 Icono
"Is
a Sign which refers lo the Object that it denotes merely by virtue of characters
of its own, and which it possesses, just the same, whether any such Object
actually exists or not"
("Es un Signo que se refiere al Objeto que denota tan sólo en virtud de
los caracteres que le son propios, y que éste posee por igual con independencia
de la existencia o no existencia actual de cada Objeto"; parágrafo 2.247).
Se
trata de un signo que toma del objeto y transfiere al interpretante la
posibilidad de que una determinada forma exista en tal objeto.
Constituye la existencia de la posibilidad
de la forma, la cual se obtiene integrando los cualisignos previamente
seleccionados.
Ejemplo I: "La existencia posible de la sustitución". O sea,
establece, ante una propuesta determinada, su posibilidad o no de sustitución
y, en su caso, la forma de sustitución que, a partir del repertorio de
cualisignos podría aplicarse al supuesto en presencia. De la sustitución como
objeto de un icono, éste toma como fundamento aquel sector del paradigma de
posibilidades de sustitución que sería actualizable en un momento dado. Así
ocurre cuando lo que desea captarse del objeto mediante el signo
correspondiente es su identificación como posibilidad para individualizarlo
tanto en presencia de dicho objeto como en su ausencia; es decir, cuando la
sustitución tiende a producir un reemplazo representativo. Para producirlo se
seleccionará una forma gráfica o una forma acústica o una forma táctil, etc.
Ta1 forma podrá pertenecer, o no, al mismo objeto que quiere sustituirse; podrá
conservar semejanza, o no, con determinados aspectos perceptuales o
conceptuales de dicho objeto; o bien se desligará de toda relación física o
intelectual con el objeto, debiendo, en tal caso, basarse en una opción
(individual o colectiva) aleatoriamente establecida pero convencionalmente aceptada.
La forma, bajo estas condiciones y características, es el signo-representamen
icono del objeto-signo sustitución.
Ejemplo 2: El icono, en el alfabeto Morse, implica la
elección, en el repertorio de cualisignos, de alguna de las posibilidades
marcadas en ii) [del Ejemplo 2 de Cualisigno]. De este modo se acota una nueva
gama de posibilidades enmarcadas en su ámbito. Así, el aspecto icónico del
alfabeto Morse está constituido por las características de un lenguaje no
verbal, aptas para sustituir a un lenguaje verbal. Propone como problema propio
la selección de la calidad de lo no-verbal que habrá de sustituir a lo verbal.
Los gestos conducirán, por ejemplo,
al lenguaje de los sordomudos o a la mímica como género teatral. Los colores permitirán la sustitución del
lenguaje verbal mediante, por ejemplo, el alfabeto del Código internacional de
señales marítimas. Los impulsos
eléctricos, reproduciéndose en forma diferencial ya bien acústica, ya bien
gráficamente, pueden conducir al alfabeto Morse. La conexión entre la
intensidad y frecuencia del impulso eléctrico y las sonoridades del lenguaje
verbal es arbitraria y convencional. Quiere decir que el icono del Morse no
conserva nada de las características perceptuales inherentes al len guaje
verbal, sino que proviene de una atribución meramente convencional de las
formas perceptuales resultantes de los impulsos eléctricos como reemplazos
representativos de las formas perceptualmente diferenciables del lenguaje
verbal.
6.2.3 Rhema
"Is
a Sign which, for its lnterpretant, is a Sign of qualitative possibility, that
is, is understood as representing such and such a kind of possible Object" ("Es un Signo que, para su Interpretante, es
Signo de posibilidad cualitativa, es decir, que se lo entiende como la
representación de tal o cual tipo de Objeto posible"; parágrafo 2.250).
Constituye el sistema de las formas
posibles, vigentes en un momento dado de una comunidad, y del que el
productor extrae las cualidades con las que producirá el ícono, y a cuyo
conocimiento el intérprete acude (memoria asociativa) para comprender y valorar
el icono propuesto por el productor.
Peirce adopta, para designar este lugar
lógico de su estructura particional de los signos, la denominación (Rhema) con que desde Platón se
identifica al componente verbal de un enunciado y que para Dionisio de Tracia
significa la enunciación de la posibilidad de una actividad o proceso que
todavía no ha acontecido. Desde otro punto de vista, que no corresponde
desarrollar aquí, señala la posibilidad de que un determinado sistema teórico
reciba (produzca o le encuentre lugar lógico) a un signo originariamente no
previsto en el sistema. Señala la posibilidad de expansión o desarrollo de un
sistema. Es la posibilidad que posee un sistema de transformarse, a partir de
(y sin quebrantar) la legalidad (o el interpretante) de tal sistema. Se
trata de un signo que toma del objeto y entrega al Interpretante la posibilidad
de que una determinada forma confiera un determinado valor a tal objeto, al ser
incluida en un específico sistema.
Ejemplo I: "El valor de la posibilidad de sustitución". Por su
intermedio, el cualisigno que mostró la gama de posibilidades y el icono que la
acotó condicionándola a la función que le será atribuida, quedan ambos
sometidos a su aceptabilidad en un determinado sistema. Así, si eran posibles
íconos gráficos, acústicos o táctiles para la producción de la sustitución,
mediante el Rhema se tomará del objeto, como fundamento, el valor de la
sustitución resultante cuando en ausencia del objeto, sólo se tengan en cuenta
los reemplazantes representativos dotados de la cualidad formal por la que se
haya optado. Esta relación interna en un sistema de sustitutos, por ejemplo,
gráficos o, por ejemplo, acústicos o, por ejemplo, táctiles, con la capacidad
de sustitución resultante de sus propias leyes de interrelación, es lo que los
constituye en el signo-representamen Rhema
del objeto-signo sustitución.
Ejemplo 2: El alfabeto Morse en cuanto Rhema implica
la evaluación, en cuanto sistema, de su capacidad para sustituir un determinado
universo de elementos que, en este caso, es el de los pertenecientes al
lenguaje verbal. La composición en base a dos signos diferenciables
("punto" y "raya", atendiendo exclusivamente a su
representación gráfica); la recurrencia, a partir de cualquiera de los dos
signos, en combinación consigo mismo o con el otro y pudiendo reiterarse
cualquiera de ellos cuantas veces sea necesario para lograr la identificación
de cada configuración; la pausa para diferenciar cada configuración en
secuencias de continuidad; la economía y la antientropía como criterio
diferenciador de configuraciones; la semantización de ciertas configuraciones
como "comienzo", "final", "recibido" y
"error"; todos ellos constituyen pautas para evaluar la aptitud del
consiguiente sistema en cuanto intérprete del lenguaje verbal (la respuesta a
aquello del lenguaje verbal que debe estar representado por cada configuración
del Morse, no es problema del Rhema sino del Legisigno y será entonces cuando
habrá de analizarse ).
6.2.4
Sinsigno
"(Where
the syllable sin is taken as meaning 'being only once', as in single, simple,
Latin semel, etc.) is an actual existent thing or event which is a sign. It can
only be so through its qualities..." ("[donde la sílaba sin
está tomada en su significado de 'existente único', como en singular, simple,
en latín semel, etc.] es una cosa o acontecimiento de existencia actual, la
cual es un signo. Sólo mediante sus cualidades puede ser signo. ..";
parágrafo 2.245). Se trata de un signo que toma del objeto y transfiere al interpretante
las características formales que pueden existir en tal objeto. Constituye una concreta posibilidad para la existencia de un signo; aquella
materia prima disponible (“token” o
ejemplar) en el contexto (o mundo) de su productor, que intervendrá (o ha
intervenido) efectivamente en la producción del signo en estudio.
Ejemplo 1: "La existencia de una forma sustitutiva", en cuanto
concreta actualidad de la posibilidad de sustituir, mediante una forma
perceptual, las cualidades existentes en un determinado objeto, sin vincularse
a temporalidad alguna: puede haber ocurrido ya, puede estar ocurriendo u
ocurrirá en el futuro. Es la posibilidad en función de la relación existente
entre las cualidades reales del signo- objeto que va a ser sustituido y las del
signo-representamen que puede llegar a sustituirlo. Una especie de espada de
Damocles para cada objeto específico del universo.
Ejemplo 2: El Sinsigno referido al alfabeto Morse
especifica la disponibilidad, en un momento como éste en que no está siendo,
aquí y ahora, utilizado, de sus caracteres específicos. Cada una de sus
configuraciones de elementos (el hecho de saber, por ejemplo, que las
siguientes configuraciones son formas codificadas del Morse: ". -"
o "- - ." o ".
- - - -", o cualquier otro) es un Sinsigno, ya que existen, en su
sistema correspondiente, como secuencias de "punto" y
"raya" dispuestas a captar del correspondiente objeto-signo
"elementos del lenguaje verbal", aquel aspecto que interesa sustituir
para transformarlo en otro: el signo representamen del Morse.
6.2.5 Índice
"Is
a Sign which refers to the Object that it denotes by virtue of being really
affected by that Object"
("Es un Signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de estar
afectado realmente por ese Objeto"; parágrafo 2.248). Se trata de un signo que toma
del objeto y transfiere al interpretante la concreta existencia material de tal
objeto. Constituye la efectiva existencia actual de un signo,
construido con el o los Sinsignos que correspondan.
Ejemplo 1: "La existencia actual de la sustitución", en cuanto
concreta participación en una existencia previa de un determinado objeto y,
simultáneamente, en el resultado de la posterior transformación producida en
tal objeto (quiere decir que lo sustituido ya no está en el objeto al cual se
sustituyó, pero que depende del hecho de haberse producido tal sustitución; y
está ya en el objeto sustituyente con la nueva calidad que le confiere el estar
en el lugar del sustituido). Este signo indica la plena existencia actual del
signo en cuanto tal signo.
Ejemplo 2: El signo índice referido al alfabeto Morse
consiste en una de sus configuraciones admitidas cuando aparece actualizada en
un momento y lugar determinado. Así, cuando ahora pasamos a escribir: "-
- . - - . - - - ", hemos
actualizado índices del alfabeto Morse (o, con mayor precisión, como se verá
más adelante, sus réplicas gráficas correspondientes). El índice participa de
la existencia del objeto-signo, y efectivamente, las representaciones
perceptuales recién trazadas son tanto Morse como letras ("m",
"a", "n", "o"), en cuanto elementos constitutivos
de la representación gráfica del lenguaje verbal.
6.2.6 -
Dicisigno o Signo Dicente
"ls a Sign, which, for its
lnterpretant, is a Sign of actual existence" ("Es un signo que, para su Interpretante, es
Signo de existencia actual"; parágrafo 2.251). Constituye la valoración que alcanza determinado signo
al percibírselo materialmente integrado
a determinado contexto, en función de cuyo entorno el productor evaluará la
materialidad de las cualidades que le atribuirá al índice, y a cuyo
conocimiento el intérprete acudirá (memoria asociativa) para comprender y
valorar el índice propuesto por el productor.
En el parágrafo anterior a éste,
ampliando la denominación del Signo Dicente acota Peirce: "o sea,
una proposición o cuasi-proposición". Es un aspecto peligroso e incluso
equívoco que requiere un leve ajuste. Una proposición (dejando de lado los
problemas que implica el uso de este término y que pueden verse, por ejemplo,
en Quine, 1973; págs. 21 ss.) puede ser
un signo cuando está destinada a integrarse con otras proposiciones para formar
una estructura de proposiciones más compleja (pe.: un párrafo o un libro).
Pero, cuando Peirce dice que el Signo Dicente es una proposición, lo que debe
interpretarse es que su valor de signo proviene de su aptitud para integrar una
proposición o enunciado, no exactamente en serlo. Más ajustado, pero sin añadir
claridad, es decir que es una "cuasi-proposición"; o sea, algo que ya
contiene todas las condiciones necesarias para llegar a serlo. Y esto es
importante porque señala el destino de todo signo en el sentido de llegar a
formar parte de un contexto: único mecanismo por el cual tal signo puede
actualizarse. Mientras el Rhema señala la puerta de entrada en un
sistema, en cuanto es la posibilidad de transformarse en un valor lógicamente
estructurado según la legalidad de tal sistema (pero no es un sistema),
el Dicisigno señala la puerta de salida del sistema por el cual los
signos de tal sistema se encuentran en condiciones de hacerse presentes, o de
existir, en una proposición o enunciado o discurso (no siendo ya signos sino
réplicas de tales signos). O sea, se refiere al valor, ya que estamos en
la columna del interpretante; pero en cuanto valor actual o existente, ya que
estamos también en la hilera del fundamento. En definitiva, es signo para un
contexto y con las características que le atribuye tal contexto (pero no es un
contexto). Se trata, por tanto de un
signo que toma del objeto y transfiere al interpretante la identificación de
tal objeto en el contexto existencial al que pertenece (y
que, en virtud de su entrega al interpretante, se organiza como identificación
sintáctica en el respectivo contexto sémico).
Ejemplo 1: "La existencia de un
valor de sustitución", en cuanto concreta existencia del signo que
puede producir (o que puede haber producido) la sustitución del objeto y que
supone la relativa correlación entre las relaciones del objeto-signo en el contexto
en que es percibido y las relaciones del signo-representamen en el contexto
semiótico sustitutivo del precedente al que es reconducido.
Ejemplo 2: La totalidad y cada una de las
configuraciones del alfabeto Morse, consideradas como Dicisigno, se sitúan como
elementos en un contexto más amplio constituido por un determinado proceso de
comunicación. Así, el emisor, el receptor, el mensaje, el canal y el referente,
constituyen otros signos contextuales junto a los cuales cobra sentido, o
valor, la presencia de los signos del alfabeto Morse. Las circunstancias de
distancia relativa entre emisor y receptor y de economía y eficacia frente a
otros medios de comunicación, constituyen un segundo nivel contextual que
incide en el valor de cada presencia contingente de dichos signos. Así, la
diferencia entre el divertimento de una parejita de enamorados que se despiden
en la noche, desde sus respectivas ventanas, mediante destellos de linterna,
utilizando el alfabeto Morse, y una información entre estaciones del
ferrocarril referente al paso de los trenes, radica en la distinta calidad de
Dicisigno que adquiere, en uno y otro caso, el alfabeto Morse.
6.2.7 -
Legisigno
"Is
a law that is a Sign. This law is usually established by men. Every
conventional sign is a legisign (but not conversely ). It is not a single
object, but a general type which it has be agreed, shall be significant" ("Es una ley que es un Signo. Esta ley es una
creación de la humanidad. Todo signo convencional es un legisigno [pero no a la
inversa]. No es un objeto singular, sino un tipo (“type”) general que, por convención, será significante";
parágrafo 2.246). Constituye la norma,
regla o ley que confiere la posibilidad de valoración convencional que puede
adquirir un signo, constituyéndose en Símbolo, extrayéndolas operativamente
del sistema identificado como Argumento, por ser uno de los tipos o elementos
normativos que lo constituyen, por lo que también será en el Argumento donde
encuentre su valoración.
Ejemplo 1: "El valor de la forma de sustitución". Esta se adquiere
en la interioridad de algún sistema de signos válidos para la producción de la
sustitución. Requiere, por ello, una determinada convención y, en consecuencia,
es una producción social de un particular sistema de sustitución. O sea, supone
la existencia (por ahora, lógica) de un lenguaje. Los seis signos precedentes
pudieron estudiarse en relaciones que no excedían el propio sistema que los
organizaba. Los tres signos que faltan en nuestro análisis, y que corresponden
a la hilera del interpretante, requieren del "otro" sistema (al que
sustituyen), ya que su valor es el resultante de relaciones intersistémicas. Si
los primeros organizan el "concepto" de sustitución, estos últimos
fijan las características de la "relación" de sustitución. Nuestro
ejemplo requiere, por tanto, ser especificado respecto a un tipo de lenguaje.
Sea el verbal. Ello implica que dicho "valor de la forma de
sustitución" se hace posible por la existencia de "un lugar en un
paradigma verbal". O sea, posibilidad de identificar una forma morfémica
diferencial que, por pertenecer a un sistema, el del habla, está vinculada
mediante leyes intrasistémicas a
otros morfemas de su propio sistema y mediante leyes intersistémicas con elementos semánticos que a su vez la vinculan
en forma paradigmática, con otros elementos semánticos pertenecientes a otros
sistemas semióticos. Los paradigmas así constituidos, respectivamente morfémico
y semántico, tendrán, generalmente, una relativa homología, en el sentido de
semejanza estructural; nunca serán idénticos, ya que se suponen conformados por
una materia semiótica diferente;
tampoco podrán ser totalmente heterogéneos, ya que el pensamiento exige
atribuir a los lugares que ocupan en los respectivos paradigmas una
homogeneidad, al menos convencional, que permita la sustitución recíproca (He
quedado. un tanto inquieto por haber introducido, sin previo aviso, la
expresión "materia semiótica"; es una alusión a aquello de lo que
están constituidos los respectivos significantes y que determina, hasta cierto
punto, la respectiva legalidad.) Peirce, en el mismo parágrafo, ejemplifica el
legisigno: "...The word 'the' will
usually occur from fifteen to twenty-five times on a page. It is in all these
occurrences one and the same word, the same legisign" ("La
palabra 'el', aparecerá normalmente de quince a veinticinco veces en una
página. Toda vez que aparezca es una única y misma palabra, un mismo
legisigno"). Esta generalidad que afecta todavía al Legisigno es
consecuencia de las componentes que concurren en él en cuanto lugar lógico en
el sistema de los nueve signos que estamos estudiando: es la forma de una ley;
pero, todavía, no es una ley existente. Se trata, por consiguiente, de un signo que
toma del objeto y transfiere al interpretante un núcleo de relaciones
pertinentes a tal objeto de su propio universo. En el mismo
parágrafo, 2.246, en que Peirce trata el concepto de Legisigno, introduce el
concepto de "Réplica ", al que anteriormente habíamos hecho alusión.
El nombre aparece cargado de platonismo, ya que lo real del signo se reserva
tanto a esa ley general que lo identifica en cuanto tal, como al concepto de
"Símbolo" en que, como veremos, se concreta su existencia. La
"Réplica " es la actualidad contingente manifestada por cada
presencia real del signo en un contexto. "Every
legisign signifies through an instance of its application, which may be termed a
Replica of it" ("Todo
Legisigno adquiere significación en oportunidad de su aplicación, a la cual
puede llamarse su Réplica").
Así, todo análisis de un determinado contexto o situación observacional, tiene
como objeto réplicas de Legisignos. Y tal es la tesis del estudio sobre el caos: todo objeto, si es conocido (y
todo objeto que puede ser percibido es que es en algún modo conocido; o sea,
toda percepción requiere una enunciación previa que la haga percibible; ver,
aquí mismo: 21 La semiótica de los bordes)
ya es signo, o sea, existe un sistema (que podrá ser mítico, poético,
científico, vulgar o ritual) desde el cual adquiere una específica legalidad
(que lo hace conocido y, por tanto, perceptible). Si algo es puramente real, en
cuanto existente en el mundo (ónticamente existente), pero no es réplica de
ninguna legalidad, entonces no puede ser percibido, ya que nada nos guía hacia
su presencia (lo que ocurrió con ciertos colores "descubiertos" no
hace mucho, que existían pero no podían ser percibidos) y así es caos.
Esta consideración semiótica acerca de
la percepción fundamenta el criterio que rechaza a la realidad como instancia válida para la contrastación de una
determinada teoría científica y concurre en apoyo del criterio que limita el
valor de los procesos inductivos para la formulación de enunciados generales. O
esa realidad es ya Réplica de alguna precedente
legalidad (y, por tanto, no es "real" en el sentido atribuido por los
empiristas a ultranza, sino percepción
interpretada) o es caos y, en
cuanto tal, entorno entrópico perfectamente inútil como fundamento o como
prueba de teoría alguna.
Ejemplo 2: El Legisigno del alfabeto
Morse consiste en la regularidad de la combinatoria seleccionada. Tal
regularidad está fundada en la convención y en la eficacia de la transmisión
diferenciada de impulsos eléctricos. Se puede intentar una combinatoria basada en
transformaciones progresivas a partir de un punto y una raya, con los agregados
de estos mismos signos que permiten diferenciarlos con la mayor economía.
Tendríamos así:
(e) .
(i) . .
(t) -
(m) - -
(a) . -
(u) . . - (n) -
.
(g) - - .
(r) . - .
(f) . . - . (k) -
. - (q) - -
. -
(w) . - -
(s) . . .
(d) - . . (z) -
- . .
(l) . - . .
(v) . . . - (y) - . -
- (o) - - -
(p) . - - .
(h) . . . . (c) - . -
. (ch.) - - - -
(j) . - - -
(x) - . . -
(b) - . . .
La regularidad en la combinatoria
produce las configuraciones de puntos y rayas que se utilizan como alfabeto
Morse. Pero la misma no se corresponde con el orden convencional de las letras
del alfabeto. Tampoco con la disposición del teclado de la máquina de escribir
cuya distribución responde a un Legisigno proveniente de la racionalización de
frecuencia estadística de uso (en inglés) y su correspondencia con los dedos de
ambas manos. Probablemente, el Legisigno del Morse responda a la identificación
y diferencia ción de los conjuntos de impulsos eléctricos de modo que su
entropía en la transmisión de información se reduzca al mínimo posible.
Respecto a las cifras es posible, en cambio, establecer un legisigno en base a
la transformación ordenada de cinco elementos partiendo de un punto y cuatro
rayas para el "1", y de una raya y cuatro puntos para el
"6", sustituyendo progresivamente cada raya por un punto en el primer
grupo y a la inversa en el segundo, hasta el "0" como décimo
elemento:
(1) . - - - -
- . . . . (6)
(2) . . - - -
- - . . . (7)
(3) . . . -
-
- - - . . (8)
(4) . . . .
-
- - - - . (9)
(5) . . . . .
- - - - - (O)
No siendo pretensión de esta exposición más que
evidenciar lo que es Legisigno en referencia al alfabeto Morse, prescindiré de
los restantes signos que lo constituyen.
6.2.8
Símbolo
"Is a Signa huich referee to the
Object that it denotes by virtue of law. usually an association of general ideas,
which operates to cause the Symbol to be interpreted as referring to that
Object... Not only is it general itself; but the Object to which it refers is
of a general nature. Now that which is general has its being in the instances
which it will determine. There must, therefore, be existent instances of what
the Symbol denotes, although we must here understand by 'existent', existent in
the possibly imaginary universe to which the Symbol refers" ("Es
un Signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de una ley,
habitualmente una asociación de ideas generales, que induce a interpretar el
Símbolo como referido a tal Objeto... No sólo es general el propio símbolo,
sino que el Objeto al cual hace referencia es también de naturaleza general.
Ahora bien, aquello que es general se hace existente en las instancias que
habrá de determinar. Deben darse, por lo tanto, instancias existentes de lo que
el Símbolo denota, si bien debemos entender aquí por 'existente', existente en
el universo quizá imaginario al que el Símbolo se refiere"; parágrafo
2.249). Constituye la existencia de la
convención incorporada al signo, la cual se obtiene integrando los
Legisignos previamente seleccionados.
Se trata, pues, de un signo que toma del objeto
algún nivel de generalidad en el cual puede ser conocido y entrega al
interpretante el valor de tal generalidad para que exista en el sistema
correspondiente un lugar lógico que lo fije y lo tenga a disposición para
cuando requiera ser utilizado.
El concepto de Símbolo en Peirce es de extraordinaria riqueza y la complejidad
del enunciado con que lo define no va reñida con la claridad que lo identifica.
La lectura del cuadro (H) ofrece los parámetros fundamentales que han de
ser tenidos en cuenta: así, el símbolo aparece en el cruza miento de
"Existencia " y "Ley", siendo, por su orden de enunciación:
"La existencia de la ley". El símbolo es, por tanto, el signo que
permite afirmar la correlación entre la ley existente en el objeto y la ley
existente en algún interpretante. Si existen ambas leyes es posible producir un
signo que las correlacione, y tal será el Símbolo. Simétricamente, si se
pretende clasificar a un signo como Símbolo, deberá probarse, acerca de él, que
es el punto de convergencia de la legalidad de dos sistemas: el que lo
identifica en cuanto objeto y el que lo valora como concepto. Por eso Peirce,
al desarrollar la naturaleza de los Símbolos, puede afirmar respecto a la
relación del Símbolo con su interpretante que "a Symbol is a
Representamen whose Representative character consists precisely in its being a
rule that will determine its Interpretants. All words, sentences, books, and
other conventional signs are Symbols" ("Un Símbolo es un
Representamen cuyo carácter Representativo consiste en ser una norma que
determinará a su Interpretante. Todas las palabras, enunciados, libros y demás
signos convencionales son Símbolos"; parágrafo 2.292). La enumeración con
que termina la cita ayuda a comprender el sentido en que Peirce utiliza el término:
abarca, por su intermedio, la totalidad de los signos convencionales; y es que,
efectivamente, por el hecho de haber sido objeto de una puesta de acuerdo,
expresa o tácita, arbitraria o fundada en algún tipo de relación, han llegado a
ser Representámenes (en cuanto aspecto perceptual de tales signos) portadores
de la ley de correlación inherente a algún par ordenado de lugares específicos,
pertenecientes, cada uno de los lugares de dicho par, a un sistema semiótico
distinto. Y , de nuevo tocando directamente el problema del caos y su distancia
respecto al conocimiento, Peirce, al estudiar la relación del símbolo con su
objeto, ofrece pautas anticipatorias del tema. "A Symbol is a law, or
regularity of the indefinite future. Its Interpretant must be of the same
description; and so must be also the complete inmediate Object, or meaning”. ("Un
símbolo es una ley o regularidad del futuro indefinido [en cuanto que estará
dispuesto a ser utilizado en cualquier situación no previamente establecida].
Su Interpretante deberá ajustarse a esta misma descripción [en cuanto
disponibilidad futura y no especificada del correspondiente lugar lógico del
sistema conceptual]; y lo mismo deberá ocurrir con el Objeto en su inmediata
plenitud, o significado"; parágrafo 2.293). De más está decir que lo
escrito entre corchetes es un añadido personal. De pronto Peirce sacude al
lector al dar una definición implícita e inesperada de "significado".
Dejemos de lado la cuestión de la oportunidad de hacer aparecer aquí el
problema del significado; ya en nuestro Curso, 1975: p. 18, planteamos la
significación como un efecto en el Objeto, cuyo instrumento productor son los signos integrados en discurso;
cuando los signos se encuentran meramente disponibles por su articulación
en un sistema, como ocurre con el repertorio de signos que estamos
analizando, el efecto que cualquiera de ellos puede producir corresponde
denominarlo mostración, ya que se limita a señalar el lugar lógico
correspondiente al objeto en el sistema que le es pertinente; pero no le añade
nada; añadido (o su posibilidad) que es imprescindible para acotar el concepto
de significado. Pero lo que más podría inquietar del enunciado de Peirce
es que vincule al significado con esa plena inmediatez del objeto, ya
que ello contradiría, no sólo el desarrollo de nuestro texto, al suponer en un
signo la posibilidad de acceder al objeto en cuanto tal, no modificado ya por
algún conocimiento, sino incluso el propio desarrollo que viene realizando
Peirce. Pero la expresión en cuestión no se refiere a una última realidad de lo
real; una nota al pie de página elimina dudas al respecto al reafirmar, en
términos más expresivos que nunca, la calidad de signo que es propia al objeto
de todo signo: "There are two ways in which a Symbol may have a real
Existential Thing as its real Object. First, the thing may conform to it,
whether acciden tally or by virtue of the Symbol having the virtue of a growing
habit; and secondly, by the Symbol having an Index as a part of itself. But the
inmediate Object of a Symbol can only be a Symbol and if it has in its own
nature another kind of Object, this must be by an endless series"
("De dos maneras un Símbolo puede tener como Objeto real una Cosa
Existencial real. Primero, la cosa puede adecuarse a él ya sea accidentalmente
o en virtud de que el Símbolo tenga alguna particular potencia expansiva, y
segundo, cuando el Símbolo tenga un Índice como parte de sí mismo. Pero el
Objeto inmediato de un Símbolo sólo puede ser un Símbolo y si contiene en su
propia naturaleza otra clase de objeto, ello será por una progresión
infinita"). Una piedra, en cuanto Cosa Existencial real, puede ser
símbolo de sí misma, por ejemplo, cuando se encuentra sobre la mesa de un
tribunal por haber sido utilizada por alguien para matar a alguien (primer caso
de la primera manera); un teléfono, un receptor de radio, un receptor de TV,
una carta escrita, en cuanto Cosas Existenciales reales, son en sí mismas
Símbolos de la comunicación humana; con independencia de los Símbolos
efectivamente transmitidos por su intermedio, por ser la comunicación un
Símbolo particularmente expansivo (segundo caso de la primera manera); una
brújula, en cuanto Cosa Existencial real, recibe su valor simbólico del hecho
de contener, como parte de sí misma, a una aguja imantada que es un Índice
(segunda manera).
Ejemplo
1: En el desarrollo que venimos siguiendo desde el Cualisigno: "forma
posible de sustitución", aquí, como Símbolo, tendremos "el valor
de una sustitución existente". Particularizando el ejemplo, podemos
señalar al "morfema", en cuanto forma verbal existente, cuya
legalidad en el sistema de la lengua es homóloga a la legalidad de una forma
existencial que por su intermedio queda dicha, Con lo que se afirma el valor
semántico individual de todo morfema.
Ejemplo 2: Símbolo en el alfabeto Morse lo es cada una
de las configuraciones particulares de dicho alfabeto, en cuanto representan a
cada una de las formas escritas del alfabeto verbal. Debe observarse que las letras
no son símbolos en el sistema de la lengua (como tampoco lo son los
fonemas); no son, respecto al sistema de la lengua ni siquiera signos
(siéndolo, en cambio, en el sistema de su representación gráfica); constituyen
lo que Hjelmslev llama "no-signos", ya que no generan fenómenos de
rección en el decurso del lenguaje de aquellos de los que pueda afirmarse que
son portadores de significación, proponiendo para ellos la denominación
operacional de "figuras" (1971a: p. 58). Por el contrario, cada una
de las letras del alfabeto Morse es, no sólo un signo, sino además un
Símbolo (y, asimismo, perteneciente a una metasemiótica). Su función consiste y
se agota, en cuanto signos-representamen, en captar a cada una de las letras
del alfabeto verbal, que son sus objetos-signo. Así las letras, que no son
signos verbales, se transforman en signos en cuanto objeto o fundamento de los
signos del alfabeto Morse. Lo que sirve para comprender la calidad
semióticamente cambiante de cualquier propuesta de conocimiento, en cuanto
dependiente, en todo caso, del sistema desde el que se la considera. Esta
identificación de los distintos niveles en que puede presentarse una misma
propuesta, permite eliminar muchas de las falacias e incluso errores teóricos a
que ya hemos hecho alusión, inherentes al momento actual de las ciencias
sociales, consistiendo en ello la tarea fundamental de la semiótica aplicada a
6.2.9
Argumento
"Is a Sign which ,for its Interpretant,
is a Sign of Law. Or we may say that a Rheme is a Sign which is understood to
represent its Object in its characters merely; that a Dicisign is a sign which
is understood to represent its Object in respect lo actual existence; and that
an Argument is a Sign which is understood to represent its Object in its
character as Sign" ("Es un
Signo que, para su Interpretante, es un Signo de ley. O también podemos decir
que, en tanto que un Rhema es un Signo entendido como la mera representación de
su Objeto por los caracteres propios de éste y que un Dicisigno es un Signo
entendido como representación de su Objeto en función de su existencia actual;
un Argumento es un Signo entendido como representación de su Objeto en su
carácter de Signo "; parágrafo 2.252). Constituye el sistema de normas o valores convencionales efectivamente vigentes en
una determinada comunidad, del cual el productor extrae las convenciones a
las que identificará como el o los Legisignos con los que producirá el Símbolo,
y a cuyo conocimiento el intérprete acudirá (memoria asociativa) para
comprender y valorar el Símbolo propuesto por el productor.
Antes de
entrar al análisis de este signo, considero necesario reproducir también lo que
dice Peirce en el parágrafo siguiente, 2.253: "The Interpretant of the
Argument represents it as an instance of a general class of Arguments, which
class on the whole will always tend to the truth" ("El
Interpretante del Argumento lo representa como un caso de una clase general de
Argumentos, la cual, globalmente, tenderá hacia la verdad"). Parafraseando
la estructura retórica de la primera de estas referencias, se puede decir que
así como del Rhema se afirmó que era la puerta de entrada de los signos
en un sistema, ya que señalaba la posibilidad de que se pudiese atribuir a un
signo un valor o una legalidad (en cuanto conjunto de cualidades propias) en un
determinado sistema; y del Dicisigno que era la puerta de salida de los
signos del sistema, ya que señalaba las condiciones bajo las cuales un signo podría
adquirir (en cuanto existente) la legalidad pertinente a un determinado
contexto y, por lo tanto, manifestarse en él como existente actual; del
Argumento puede afirmarse que es el signo que ordena un sistema hacia su
propia interioridad. O sea, el
Argumento, en cuanto signo, toma del objeto y transfiere al interpretante aquel
concepto básico que, atribuyéndole un lugar en el sistema de necesidades
lógicas que constituyen la propia estructura del interpretante, confirma la
legalidad del signo en cuanto perteneciente a tal interpretante y convalida, a
cada reconocimiento o producción de signos, lo no contradictorio de la
estructura lógica del mismo interpretante. Identificar un
signo como Argumento, o identificar lo que de Argumento posee un signo, o producir
un signo que pueda actualizar en un contexto el Argumento de un determinado
sistema, siendo operaciones muy diferentes, tienen en común que la
identificación o producción lo es de una forma perceptual (representamen o
significante) que sea susceptible de mostrar el principio ordenador o la
constante relacional que atribuye coherencia a un conjunto determinado de
conocimientos. La posibilidad de establecer, entre una pluralidad de propuestas
que se están analizando (objetos, conceptos, Imágenes, etc.), el quid en
virtud del cual pueden ser considerados una totalidad en algún sentido
homogéneo, depende de la posibilidad de atribuirles una constante ordenadora
que los relaciona y jerarquiza; vistos como portadores de tal constante es como
se constituyen en signos Argumento. Evidentemente, sobre cada objeto inciden
una pluralidad de Argumentos, de los cuales se actualiza tan sólo uno por vez,
al utilizarlo como signo proveniente, de un determinado sistema e incluirlo en
un contexto particular. En un ejemplo de generalidad insuficiente, una
"parcela de terreno", para ser actualizada, como signo, en los
múltiples contextos posibles, económico, estético, químico, político, etc.,
necesita ser identificada en aquel aspecto específico que le hace posible
participar en cada uno de los sistemas correspondientes, por su adecuación al
principio ordenador (Argumento) de cada uno de tales sistemas; es decir, es
necesario determinar que tal "parcela de terreno" puede ser,
alternativamente, considerada en función del valor, de la belleza, de
los elementos componentes, de la propiedad o relación laboral.
etc. Tales son los Argumentos de los sistemas respectivos, pero, además,
tal es la característica que, inherente a la "parcela de terreno "
deberá resultar destacada por la estructura semántica del específico contexto
en que se la utilice.
Por
cuanto antecede puede comprenderse, también, que Peirce, en el parágrafo 2.253
citado, haga tender a la clase general de Argumentos hacia la verdad. El
Argumento, en cuanto signo, plantea una relación de homologación entre el
principio ordenador del sistema de signos-representamen y algún aspecto del
principio ordenador del sistema de signos-objeto que constituyen el fundamento
de los primeros. Verdad, pues, que tiende a afirmarse en el interior de
cada uno de los sistemas, mediante el adecuado cumplimiento de sus condiciones
particulares de lenguajes bien-formados, y que tiende, también, a afirmarse
mediante la constitución del adecuado modelo de interpretación que permita el
proceso de sustitución de los signos-objeto por los correspondientes
signos-representamen. "Tendencia " y no plenitud de tal verdad por la
historicidad propia del conocimiento científico como desarrollo inagotable de
correspondencia entre dos lenguajes.
Las
particulares relaciones necesarias que identifica el Legisigno constituyen la
estructura moderna de tal Argumento; en cuanto signo identifica al objeto desde
alguna de tales relaciones. Por ejemplo, el de "cambio" o el de
"producción" son Legisignos que identifican a la "parcela de
terreno" en la interioridad del argumento "valor", ordenación de
la consideración económica de dicho objeto. En cuanto una determinada
"parcela de terreno", en su calidad de objeto particular
generalizable a una pluralidad de objetos particulares que quedan así
homogeneizados (o abarcados por una ley general), se hace representativa de
alguno de aquellos Legisignos, por ejemplo, el de "producción ", en
su calidad de ley particular generalizable que encuentra su lugar específico en
el seno de una estructura ordenada según el Argumento del "valor" que
identifica al sistema económico, tal "parcela de terreno" se
convierte en un Símbolo. Este tipo de lectura (sorprendente arquitectura
semiótica propuesta por Peirce) constituye otro de sus aportes fundamentales y
corresponde a los desarrollos que formula en los parágrafos
Ejemplo
1: Respecto al concepto de sustitución que se ha desarrollado, viene a
culminar, como Argumento, en el "valor de los valores de
sustitución". La concreción de tal Argumento para el caso del lenguaje
verbal consiste en la adecuación entre la legalidad del lenguaje verbal y la
legalidad del universo ordenado de signos-objeto a los que se enuncia. El
objeto de la lingüística consiste, justamente, en establecer tal argumento y
así puede adoptarse, por ejemplo, la propuesta de Chomsky en cuanto al conjunto
de reglas reescriturales que constituyen su gramática transformacional. El
objeto de una ciencia empírica (a condición, naturalmente, de que no se trate
del "empirismo de secano", como lo califica Hanson, 1977: p. 45)
consistirá, semejantemente, en establecer el Argumento que permita la
enunciación de normas de generalidad relativa referidas al universo de objetos
en estudio. Como esto último habrá de cumplirse mediante otro lenguaje distinto
al de los signos-objeto que la correspondiente disciplina estudia, será
menester encontrar o producir el Argumento en que se sinteticen las legalidades
pertinentes a ambos lenguajes (el de signos-objeto [u objetos materiales] y el
de signos-representamen [u objetos formales] que los sustituyen).
Ejemplo 2: El Argumento del alfabeto Morse es de la
mayor simplicidad. Consiste en el establecimiento de una combinatoria
convencional del par de constituyentes elementales ("punto" y
"raya"), con las posibilidades señaladas al desarrollar el
correspondiente Legisigno, tal que se implante como modelo interpretativo capaz
de sustituir al universo de elementos que constituyen el alfabeto escrito.
6.2.10
Esquema ejemplificativo
Es conveniente resumir en un cuadro el desarrollo de
los dos ejemplos ofrecidos en referencia a los 9 Signos del esquema
peirceano. El ejemplo conceptual ("Sustitución") aparece marcado con el
número 1 y el ejemplo empírico ("Alfabeto Morse") con el número 2. He
añadido una secuencia marcada con el número 3, con ejemplos de signos-objeto,
independientes entre sí, en cada uno de los cuales se destaca particularmente
una cualidad que permite ubicarlos en el correspondiente lugar en que aparecen.
De ellos formularé, también, una muy elemental explicación. Con otro más,
indicado con el número 4, añado una secuencia progresiva, referida a las
instancias constitutivas del concepto de “mapa”, el razonamiento de cuyo
desarrollo dejo al lector en la seguridad de que podrá comprenderla.
[5] (I)
CUALISIGNO |
ICONO |
RHEMA |
1. Forma posible de sustitución |
1. Existencia posible de la sustitución |
1. Valor de la posibilidad de sustitución |
2. Forma posible de sustitución |
2. "Puntos" y "Rayas" (.) (-) |
2. Suficiencia de tal combinatoria |
3. Lo verde |
3. Una pintura realista |
3. Un axioma necesario para la plenitud de un cálculo |
4. La interpretabilidad |
4. Un modelo |
4. Su eficacia para mostrar las relaciones constitutivas de una estructura |
SINSIGNO |
ÍNDICE |
DICISIGNO |
1. Existencia de una forma
sustitutiva |
1. Existencia actual de la
sustitución |
1. Existencia de un valor
de sustitución tal cual se concreta en una situación determinada |
2. Disponibilidad del
alfabeto Morse |
2. (- - .
- - . - - -), etc. |
2. El alfabeto en el
contexto de la comunicación |
3. Una caricatura |
3. Un billete de banco |
3. Un rancho |
4. Las características
específicas de algún lugar |
4. Un mapa determinado |
4. La ubicación del mapa
anterior en otro (pe.: un mapamundi) más amplio |
LEGISIGNO |
SÍMBOLO |
ARGUMENTO |
1. Valor de la forma de
sustitución (lugar en un paradigma verbal) |
1. Valor de una sustitución
existente (morfema) |
1. Valor de los valores de
sustitución (potencia semántica del sistema de la lengua) |
2. La regularidad
convencional y pragmática de la combinatoria elegida |
2. Las configuraciones del
Morse como representantes del alfabeto verbal |
2. Correspondencia
biunívoca entre ambos alfabetos |
3. "Singular" |
3. "Caballo" |
3. "contigüidad" |
4. Las leyes de proyección |
4. La representatividad
específica de los mapas |
4. Criterios
interpretativos de la representación cartográfica |
La
explicación prometida de los ejemplos bajo el Nº 3 es la siguiente:
3. Cualisigno:
Lo verde. Es una cualidad que puede aplicarse a algo, pero que, en
sí, es una mera posibilidad.
3. Icono:
Una pintura realista. En cuanto lo es de formas existentes; percibidas
en el entorno o imaginarias o por combinación de ambas.
3. Rhema:
Un axioma necesario para la plenitud de un cálculo. Ya que, si
falta, es una carencia [de una cualidad fundamental] que se manifiesta
por el propio funcionamiento mecánico de dicho cálculo, cuyo procedimiento se
encuentra dificultado por tal ausencia y reclama su integración.
3. Sinsigno:
Una caricatura. En cuanto unicidad del individuo representado
que, no obstante, no es tal representación, sino que ésta muestra una forma de
la posibilidad de ser tal individuo.
3. Índice:
Un billete de banco. En cuanto [objeto existente concreto, de
papel, tintas, etc.] en él existen las cosas que pueden comprarse. No es
tales cosas, pero las representa. Hay que evitar confundir el billete de
banco en cuanto Índice (o sea, en inmediata relación con cosas adquiribles) con
el mismo billete de banco en cuanto Símbolo (o sea, su valor referido a un
sistema económico). En su uso en este ejemplo se refiere al momento en que
actúa para una adquisición determinada: se lo entrega y se obtiene un paquete
de cigarrillos. Si éstos resultan "caros" o no, depende del valor (en
cuanto Símbolo) de tal billete. Pero la posibilidad de adquirir los cigarrillos
depende de la entrega del billete ( en cuanto Índice ).
3. Dicisigno:
Un rancho. Porque su propia denominación exige actualizar un contexto
rural. De modo semejante a como "un piso" exige concebirlo formando
parte de un edificio de departamentos, salvo que el contexto verbal recupere el
sentido de "suelo "; pe.: "aquella habitación tenía un piso de
mosaicos".
3. Legisigno:
"Singular". Ya que se está nombrando un concepto que forma
parte de una estructura lógica binaria junto a "plural" (o ternaria,
considerando también el "dual"); luego nombra un aspecto de la legalidad
de un sistema.
3. Símbolo:
"Caballo". Por convención es el nombre de un concepto (por eso
está entrecomillado; no se refiere al animal, sino a la palabra). El lugar que
posee como signo en el sistema de la lengua representa el lugar que
posee el concepto en el sistema del conocimiento. En cambio: "Juan",
como denominación de una persona concreta, es un Índice por su
vinculación existencial con tal persona. En el índice debe haber, en cierta
forma, una designación ostensiva. Pero "Juan", en cuanto
nombre propio utilizado por el castellano para denominar a algunos individuos
del género masculino, es un Símbolo, ya que es una forma lingüística para
representarlos.
3. Argumento:
"Contigüidad". En el sentido que se le atribuye en semiótica,
como criterio ordenador de las observaciones relativas al lenguaje
animal, el cual, en principio, no llegaría a cumplir una función de
sustitución, sino que produciría la puesta en contigüidad del referente y el
eventual signo que lo represente, sin que este último sustituya al precedente,
sino que lo prolonga. Del mismo modo que también es un argumento,
"sustitución", en cuanto síntesis del algoritmo fundamental de la
semiótica que da coherencia interna a las consideraciones sobre el lenguaje
humano que se realicen desde la perspectiva de esta disciplina.
******
Tal el
aporte, muy incompletamente descrito, que proporciona una lectura elemental de
Los
intentos de racionalizar los fundamentos axiomáticos de la semiótica retoman el legado de Saussure contribuyendo a perfilar la
estructura de la semiología:
"una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida
social" y que enseñe "en qué consisten los signos y cuáles son las
leyes que los gobiernan" (1945/1915: p. 60). Ello se ensambla con lo que,
contemporánea e independientemente respecto de Saussure, manifestaba Peirce:
"... the woof and warp of all thought and all research is symbols, and
the life of thought and science is the life inherent in symbols; so... it
is wrong to say that a good language is important to good thought,
merely; for it is of the essence of it" (" ...la trama y la
urdimbre de todo pensamiento y de toda investigación son los símbolos, y la
vida del pensamiento y de la ciencia es la vida inherente a los símbolos; por
tanto... es erróneo decir, tan sólo, que un buen lenguaje sea importante para
pensar correctamente; pertenece a su esencia"; parágrafo 2.220).
Para
Peirce, nuestra disciplina se identifica con la lógica: " Logic, in its
general sense, is, as I believe I have shown, only another name for semiotic (σημειωτική)
the quasinecessary, or formal, doctrine of signs" ("La lógica,
en sentido amplio, es, como creo haber demostrado, sólo otro nombre de la semiótica
(σημειωτική),
la cuasinecesaria o formal doctrina de los signos"; parágrafo 2.227),
y casi del mismo modo la podemos continuar considerando en la actualidad,
especialmente en cuanto lógica o metateoría cognitiva de la estructura teórica
de las ciencias sociales. Su concepto dinámico del signo, al considerarlo como
una percepción (o representamen) que toma un aspecto de lo conocido (o
fundamento) y lo presenta (reelaborado por su inclusión en un contexto) a la
consideración de un receptor (o interpretante), ofrece una sugestiva propuesta
de solución al dificultoso cruce del Escila et Caribdis que precipita al
concepto de "cultura", ya bien contra la inmovilidad del
estructuralismo, ya bien contra la vorágine de la dialéctica. En la estructura
del signo, según Peirce, se encuentra su propia historia: representante de lo
conocido, se proyecta hacia formas originales del conocimiento; proceso de
transformación que se cumple por la integración de tal signo en un texto junto
con otros signos que muestran, o pueden llegar a mostrar, lo que dicho signo
poseía como posibilidad desconocida. Peirce no sólo desarrolló la, todavía
inadecuadamente explorada, lógica de relaciones e introdujo, en el
lenguaje de la lógica proposicional, la noción de cuantificador, inapreciable
aporte a la formalización del lenguaje científico (Alfred Tarski, 1977/1937: p.
37), sino que nos ha legado una concepción dinámica del signo de la que
pueden esperarse importantes réditos en la investigación social y en la
historia de las ciencias. Al centrar la
estructura del signo en la tarea del interpretante y, en especial, al incluir a éste como parte constitutiva
del signo sin cuya participación tal signo no existiría, y no admitiendo
relegarlo al papel de un mero observador externo que lo interpreta cuando ya
está construido, incluye a la semiótica
en el ámbito de las ciencias cognitivas.
Nada tiene que ver cuanto antecede con el uso banal que suele atribuirse a la semiótica y que es fruto de la literaturización de propuestas teóricas que no alcanzan a consolidarse ni adquieren la esperada eficacia explicativa y predictiva. La semiótica no es una moda ni un divertimento. La originalidad de su enfoque ha permitido ingeniosos desarrollos, de los que ha hecho presa el diletantismo. La semiótica no es una lectura de salón ya que el deslumbramiento fácil y perecedero como ingrediente de la conversación social o las pseudo-profundidades en textos de inconsistente oscuridad no es semiótica. Es una disciplina metodológica difícil, que exige el abandono de hábitos intelectuales muy arraigados y que, sólo tras la profundización de sus propuestas más elementales, comienza a mostrar al estudioso sus posibilidades de esclarecimiento y racionalidad como aporte a otras disciplinas sustantivas. Por ahora es (y continúa siéndolo [en el 2002]) una promesa; que no promete lo que los apresurados creen poder ya utilizar, sino que promete señalar nuevos problemas o, mejor quizás, indicar cuáles son los verdaderos problemas o dónde puede encontrárselos, para guiar hacia ellos al investigador, lo cual es una manera de comenzar a resolverlos.
* Retomo, con múltiples y muy diversas actualizaciones
estos temas sobre Peirce, publicados en su versión inicial en 1983, hoy (2008)
inencontrables por la quiebra de
6.3 Apéndices
6.3.1 Preguntas a los
9 signos de Ch. S. Peirce
Identificación de la entidad problemática para la fundamentación de un Proyecto de
Investigación.
Ante la necesidad que experimenta un analista-investigador de identificar
el problema que le permita
sistematizar rigurosamente un Proyecto de Investigación acerca de determinada
situación, en la explicación de
cuya significación está interesado, podrá ayudarle el esquema
peirceano, tratando de encontrar respuesta a los interrogantes que generan cada
uno de los 9 signos.
[6]
1/ Cualisigno ¿Qué
características perceptuales harían posible su aparición? |
2/ Icono ¿Cuál es la
combinatoria de esas características perceptuales que haría posible su
aparición? [DISEÑO] |
3/ Rhema ¿De qué sistema
disponible de características perceptuales podría extraer el analista
(seleccionando y excluyendo) las que considera adecuadas para hacer posible
su aparición? |
4/ Sinsigno ¿Cual es la materia
prima (material o conceptual) que interviene en su concreción existencial? |
5/ Índice ¿Cuál es el
resultado de la combinatoria de esa materia prima que concreta su existencia? [PRODUCTO] |
6/ Dicisigno ¿Cuál es el
ámbito contextual de otros existentes en el que se la incluye (por
integración, diferencia o rechazo)? |
7/ Legisigno ¿Cuáles son las
reglas o normas convencionales que intervienen en su valoración? |
8/ Símbolo ¿Cuál es la
valoración convencional que se le atribuye? [INTERPRETACIÓN] |
9/ Argumento ¿De qué sistema
de reglas o normas, culturalmente vigente en determinada sociedad y en
determinado momento histórico, extrae (seleccionando y excluyendo) las que
considera eficaces para la producción de cada una de las interpretaciones que
se le atribuyen? |
6.3.2 Desarrollo
instrumental-operativo del esquema de los 9 signos peirceanos
[7]
I General
(1) Selección de componentes cualitativos para… |
(2) configurar una propuesta perceptual… |
(3) interpretada en el sistema completo actual de sus posibilidades formales. |
(4) Identidad existencial de… |
(5) un fenómeno material determinado… |
(6) interpretado por su contextualización. |
(7) Norma, orden, explicación, advertencia, etc. constitutivas de… |
(8) una propuesta convencional… |
(9) interpretada a partir de un determinado sistema de normas vigentes. |
II Ejemplificativo (un mapa)
(1) Determinada selección de cualidades posibles permiten configurar… |
(2) el diseño de un modelo eficaz… |
(3) para dar cuenta de las relaciones constitutivas de un sistema perceptual determinado. |
(4) La posibilidad de identificar las características geográficas de un lugar requiere la existencia de… |
(5) un mapa determinado que adquiere su pleno valor… |
(6) interpretado en relación con las marcas de otro mapa que contenga al primero. |
(7) Las leyes de proyección permiten concretar… |
(8) una representación convencionalmente específica… |
(9) en función de los criterios interpretativos de la cartografía |
6.3.3 Apertura de
Peirce en 27 signos
Exploración de las
componentes analíticas que pueden identificarse al aplicar el esquema de los 3
/ 9 / 27 signos a determinadas entidades del mundo: 1-Museo; 2-Arquitectura;
3-Cementerio; 4-Derecho
6.3.3.1 Peirce–Museo
[8]
1.1 1 |
2.1 2 |
3.1 3 |
1.2 4 |
2.2 5 |
3.2 6 |
1.3 7 |
2.3 8 |
3.3 9 |
4.1 10 |
5.1 11 |
6.1 12 |
4.2 13 |
5.2 14 |
6.2 15 |
4.3 16 |
5.3 17 |
6.3 18 |
7.1 19 |
8.1 20 |
9.1 21 |
7.2 22 |
8.2 23 |
9.2 24 |
7.3 25 |
8.3 26 |
9.3 27 |
6.3.3.2 Peirce-Arquitectura*
A–desarrollo
textual
1 Nivel icónico:
1.1
CUALISIGNO - FORMA DE
1.2
ICONO - EXISTENCIA DE
1.3 RHEMA - VALOR
DE
2 Nivel indicial:
2.1
SINSIGNO - FORMA DE
2.2
ÍNDICE - EXISTENCIA DE
2.3 DICISIGNO -
VALOR DE
3 Nivel simbólico:
3.1
LEGISIGNO - FORMA DEL VALOR: posibles valoraciones (e incluso
"significados") que determinada sociedad, en determinado momento, le
atribuirán a esa obra en la que se habrá concretado aquel diseño (x 3 = (19)
las reglas mínimas posibles, con las que una comunidad, en un momento
determinado, puede llegar a organizar la legalidad de sus "modos posibles
de participar del espacio"; (20) las reglas concretamente
disponibles o vigentes, por tradición histórica, predominios ideológicos,
"gusto", etc., del modo posible de participar del espacio en el
momento en que se diseñó y se construyó el edificio en estudio; (21) las
posibles relaciones de esas reglas con el resto de la cultura estética de esa
sociedad, en ese momento de su historia)
3.2
SÍMBOLO - EXISTENCIA DEL VALOR: las relaciones
constitutivas de la "habitabilidad" en un momento de una
sociedad determinada (x 3 = (22) valoración del espacio acotado en
una obra como su habitabilidad, o posibilidad de un modo determinado de
participar de dicho espacio, frente al resto de los otros modos posibles de
hacerlo; (23) la concreta habitabilidad que "impone" el
aspecto constructivo en el que se realiza o concreta el diseño de una
determinada obra arquitectónica; (24) la valoración de estas reglas de
habitabilidad impuestas por la obra en estudio, en función de su coherencia o
fácil o difícil asimilación respecto de las otras costumbres o reglas de las
otras formas efectivamente vigentes del modo de participar del espacio en el
trabajo, en el esparcimiento, etc.)
3.3 ARGUMENTO -
VALOR DEL VALOR: el significado de esa forma de habitar en la cultura vigente (x
3 = (25) la posibilidad de que se trate de una forma de habitabilidad
que está en proceso de desaparición o que responde a los valores vigentes o que
es el anuncio de una nueva forma de habitabilidad, todavía apenas explorada; (26)
la eficacia valorativa o simbólica que esa forma de habitabilidad transfiere a
quienes, por habitar la obra en estudio, reciben de ella su eficacia simbólica:
desde estatus, prestigio, liderazgo, en un gradiente que llega hasta sus
opuestos; (27) la relación sistemática de los valores inherentes a esa
forma de habitabilidad con los restantes valores relativos al conjunto de las
variantes constitutivas de la cultura de esa comunidad: artes, ciencias,
ideologías, etc.)
B–Desarrollo
diagramático
[9]
1 NIVEL ICÓNICO |
|
|
1.1 FORMA DE |
|
|
[1.1.1]
selección de formas posibles |
[1.1.2]
configuración mental de esas formas |
[1.1.3]
valoración en función del estilo o de ruptura con estilos |
1.2 EXISTENCIA DE |
|
|
[1.2.4] el tipo
de trazado o dibujo por el que se opta |
[1.2.5] el
resultado concretamente dibujado |
[1.2.6] el
contexto en que se va a presentar ese resultado: ante quiénes y cómo, planos
de papel desplegados sobre una mesa, proyecciones, cañón de computadora, etc. |
1.3 VALOR DE |
|
|
[1.3.7] qué reglas
de diseño se han utilizado para que el receptor se construya una imagen
mental de cómo será el edificio |
[1.3.8] impresión
visual se quiere trasmitir |
[1.3.9]
valoración, en el sistema de la cultura vigente, de esa representación de la
obra |
2 NIVEL INDICIAL |
|
|
2.1 FORMA DE |
|
|
[2.1.10]materiales
posibles, adecuados y óptimos para realizar lo diseñado |
[2.1.11] materiales
posibles y disponibles en el mercado para su realización |
[2.1.12]
características constructivas de los materiales seleccionados |
2.2 EXISTENCIA DE |
|
|
[2.2.13] el
ensamblaje posible de los materiales en cuanto constitutivos de esa obra y de
ninguna otra |
[2.2.14] el
resultado concreto, en la obra realizada, de la utilización de esos
materiales y no otros, para esa y no otra obra realizada |
[2.2.15] el
resultado combinado de todas las partes de la obra, en función de las
características (perceptuales, resistencia, etc.) de los materiales
utilizados, o sea, el contexto interior de las diversas partes de
la propia obra |
2.3 VALOR DE |
|
|
[2.3.16]
variación del posible valor de la obra física según se la ubique en una calle,
una plaza, una ruta o en mitad de un jardín, etc. |
[2.3.17] dada una
opción concreta, por un entorno urbano determinado, el valor que adquiere por
estar en ese entorno y el que le devuelve al entorno al estar situada en él |
[2.3.18] la
accesibilidad de los usuarios a ese edificio por el hecho de estar situado en
ese lugar y no en otro, según los criterios culturales de movilidad vigentes
en esa cultura, en ese momento histórico determinado |
3 NIVEL SIMBÓLICO |
|
|
3.1 FORMA DEL VALOR: posibles valoraciones (e
incluso "significados") que determinada sociedad, en determinado
momento, le atribuirán a esa obra en la que se habrá concretado aquel diseño |
|
|
[3.1.19] las
reglas mínimas posibles, con las que una comunidad, en un momento determinado,
puede llegar a organizar la legalidad de sus "modos posibles de
participar del espacio" |
[3.1.20] las
reglas concretamente disponibles o vigentes, por tradición histórica,
predominios ideológicos, "gusto", etc., del modo posible de
participar del espacio en el momento en que se diseñó y se construyó el
edificio en estudio |
[3.1.21] las
posibles relaciones de esas reglas con el resto de la cultura estética de esa
sociedad, en ese momento de su historia |
3.2 EXISTENCIA DEL VALOR: las relaciones
constitutivas de la "habitabilidad" en un momento de una sociedad
determinada |
|
|
[3.2.22]
valoración del espacio acotado en una obra como su habitabilidad, o
posibilidad de un modo determinado de participar de dicho espacio, frente al
resto de los otros modos posibles de hacerlo |
[3.2.23] la
concreta habitabilidad que "impone" el aspecto constructivo en el
que se realiza o concreta el diseño de una determinada obra arquitectónica |
[3.2.24] la
valoración de estas reglas de habitabilidad impuestas por la obra en estudio,
en función de su coherencia o fácil o difícil asimilación respecto de las
otras costumbres o reglas de las otras formas efectivamente vigentes del modo
de participar del espacio en el trabajo, en el esparcimiento, etc. |
3.3 VALOR DEL VALOR: el significado de esa forma de
habitar en la cultura vigente |
|
|
[3.3.25] la
posibilidad de que se trate de una forma de habitabilidad que está en proceso
de desaparición o que responde a los valores vigentes o que es el anuncio de
una nueva forma de habitabilidad, todavía apenas explorada |
[3.3.26] la
eficacia valorativa o simbólica que esa forma de habitabilidad transfiere a
quienes, por habitar la obra en estudio, reciben de ella su eficacia
simbólica: desde estatus, prestigio, liderazgo, en un gradiente que llega
hasta sus opuestos |
[3.3.27] la relación sistemática de los
valores inherentes a esa forma de habitabilidad con los restantes valores
relativos al conjunto de las variantes constitutivas de la cultura de esa
comunidad: artes, ciencias, ideologías, etc |
*Sin
comprometerlo con mis propias elaboraciones en la aplicación de los esquemas de
Peirce al concepto de Arquitectura, no puedo dejar de mencionar el importante
trabajo que sobre este mismo tema ha realizado Claudio Guerri, 2003; y en otros muchos textos.
6.3.3.3 Peirce – Cementerio
El cementerio de
Para acceder a la percepción de “lo real”, el ser
humano necesita valerse de mediadores, en función de los cuales construye
el significado de todo cuanto percibe y hasta en función de los cuales puede
percibir lo que percibe.
Los mediadores consisten el los discursos
sociales de que se dispone en cada comunidad y en cada momento histórico.
Un fenómeno social, como el cementerio, adquiere un
determinado significado en función de los discursos sociales que, en
determinada comunidad y en determinado momento histórico, a él se refieren.
Pero, además, el propio cementerio es un discurso
social que construye el significado de algo que no es ya el Cementerio, sino lo
representado por el Cementerio: la vida, la muerte y el tránsito de la una a la
otra.
El sentido común y nuestro propio aprendizaje social
nos permiten entender qué significa un cementerio.
Pero es algo muy diferente poder explicar por qué un
cementerio significa lo que significa.
Para ello, la semiótica ofrece algunos criterios y
algunas operaciones analíticas que permiten aproximarse a una explicación de
tal significado.
Sin detenerme en una exposición acerca de cómo se
llega a los esquemas semióticos que voy a utilizar, aplicaré la semiótica
peirceana para sistematizar los diversos aspectos que intervienen en la
construcción del significado de un cementerio. Se ofrece un Analítico 1,
que desarrolla las tres partes elementales del Cementerio en cuanto Signo (y
que propone, por tanto, una primera indagación a partir de 3 signos iniciales);
el Analítico 2 desarrolla 9 partes, multiplicando (analíticamente) por 3
los aspectos anteriormente identificados (y que propone, por tanto, un
recorrido por 9 signos); por último, el Analítico 3 multiplica por 3 las
9 partes anteriores con lo que se llega a los 27 aspectos identificados (y
proponiendo, por tanto, el contenido posible de 27 signos).
Uno de los objetivos de este trabajo es mostrar la capacidad heurística
de la concepción peirceana del signo para generar posibilidades de
investigación que exploren analíticamente los diversos aspectos del tema
seleccionado, en este caso la problemática de la representación social de la
muerte a través del discurso indicial de los cementerios, con particular
atención al de
Peirce -
Cementerio - Signo Triádico
[Analítico 1: las 3 partes del signo –forma, existencia,
valor-]
1.2 existencia de la forma: icono
[5] el diseño adoptado para transfigurar la muerte en determinado
cementerio
2.2 existencia de la existencia: índice
[14] el cadáver escondido
3.2 existencia del valor: símbolo
[23] la interpretación de la muerte
----------
[Analítico 2: los 9 signos (3 –forma, existencia, valor-
por cada uno de los 3 anteriores)]
1 Nivel Icónico:
1.1 forma de la forma: cualisigno
[2] el diseño posible de determinado
cementerio
1.2 existencia de la forma: icono
[5] el diseño adoptado para transfigurar la
muerte en determinado cementerio
1.3 valor de la forma: rhema
[8] eficacia representativa del diseño
adoptado para determinado cementerio
2 Nivel Indicial:
2.1 forma de la existencia: sinsigno
[11] la concreta presencia de los elementos
exhibidos que construyen el modo de ocultación del cadáver
2.2 existencia de la existencia: índice
[14] el cadáver escondido
2.3 valor de la existencia: dicisigno
[17] el valor que adquiere el cadáver escondido en función del
recorrido
3 Nivel Simbólico:
3.1 forma del valor: legisigno
[20] las interpretaciones posibles que pueden construir los visitantes
del cementerio
3.2 existencia del valor: símbolo
[23] la interpretación de la muerte
3.3 valor del valor: argumento
[26] el valor dialéctico de las interpretaciones
producidas en la mente de los visitantes al cementerio
----------
[Analítico 3: los 27 signos (3 –forma, existencia,
valor- por cada uno de los 9 anteriores)]
1. Nivel Icónico:
1.1 forma de la forma: cualisigno
[1] forma del cualisigno: cualidades formales seleccionadas
para el diseño posible de un cementerio
[2] existencia del cualisigno: el diseño posible de determinado
cementerio
[3] valor del cualisigno: sistema de formas
culturalmente disponibles para el diseño posible de un cementerio
Estas tres
componentes permiten esbozar el siguiente tema de investigación: ¿existe
documentación que permita recuperar las actitudes cognitivas de los diseñadores
de fines del siglo XIX?
1.2 existencia de la forma: icono
[4] forma del icono: características
perceptuales de las cualidades formales adoptadas para diseñar un determinado
cementerio
Investigación: ¿qué
elementos de diseño gráfico, materiales o estilísticos, se utilizaron, a fines
del siglo XIX, en los planos del cementerio de
[5] existencia del icono: el diseño adoptado
para transfigurar la muerte en determinado cementerio
Investigación: ¿qué
rasgos aparecen en los diseños y planos del cementerio de
[6] valor del icono: imagen social asociada
al diseño adoptado para determinado cementerio
Investigación: ¿cuál
es la imagen social de la muerte en la comunidad de
1.3 valor de la forma: rhema
[7] forma del rhema: valor expresivo de las
cualidades formales adoptadas para el diseño de un determinado cementerio
Investigación: ¿cómo
se puede establecer el valor expresivo de los colores, trazos y formas del
diseño de lugares o motivos del cementerio de
[8] existencia del rhema: eficacia representativa
del diseño adoptado para determinado cementerio
Investigación: ¿cómo
representó la comunidad
platense de fines del siglo xix, en los diseños de sus bóvedas y tumbas, la imagen que tenía de la
muerte?
[9] valor del rhema: significación diferencial
del diseño adoptado para determinado cementerio
Investigación: ¿cómo construyó la comunidad
platense de fines del siglo XIX su diferencia y su identidad al diseñar este
espacio?
2 Nivel Indicial:
2.1 forma de la existencia: sinsigno
[10] forma del sinsigno: las características
perceptuales de los elementos exhibidos que constituyen el modo de ocultación
del cadáver
Investigación: ¿es
posible asignar distintas funciones, aparte de la específicamente enterratoria,
a los elementos que están presentes en la zona de bóvedas del cementerio de
[11] existencia del sinsigno: la concreta
presencia de los elementos exhibidos que construyen el modo de ocultación del
cadáver
Investigación: ¿qué
elementos de los que están presentes en la zona de bóvedas del cementerio de
[12] valor del sinsigno: la simbología de
cada uno de los elementos exhibidos que constituyen el modo de ocultación del
cadáver
Investigación: ¿de
qué modo la simbología que acompaña a los enterramientos está destinada a
sublimar el acontecimiento de la muerte individual?
2.2 existencia de la existencia: índice
[13] forma del índice: los elementos
exhibidos en sustitución del cadáver escondido
Investigación:
¿cómo se hace presente la muerte individual?
[14]
existencia del índice: el cadáver escondido
Investigación:
¿cómo se oculta la muerte individual?
[15] valor del índice: el significado que
adquiere la sustitución y el ocultamiento
Investigación:
¿cómo se recupera la individualidad del muerto?
2.3 valor de la existencia: dicisigno
[16] forma del dicisigno: el valor de cada
elemento exhibido en función de su ubicación en el recorrido
Investigación: ¿distintos
recorridos atribuyen un significado distinto a los distintos lugares de
enterramiento?
[17] existencia del dicisigno: el valor que
adquiere el cadáver escondido en función del recorrido
Investigación: ¿distintos recorridos atribuyen un significado
distinto a los individuos enterrados en distintos lugares?
[18] valor del dicisigno: la participación
social en el valor asignado al recorrido
Investigación: ¿ha cambiado la valoración
social de los diversos lugares de ubicación de los enterramientos y si así ha sido,
qué cambios sociales han contribuido a ello?
3 Nivel Simbólico:
3.1 forma del valor: legisigno
[19] forma del legisigno: las diferentes
relaciones interpretativas que pueden proponerse a los visitantes del
cementerio
Investigación: ¿cada
bóveda, cada tumba, cada panteón propone relaciones entre escritos, imágenes y
posibilidades comportamentales que inducen a interpretaciones específicas?
[20] existencia del legisigno: las
interpretaciones posibles que pueden construir los visitantes del cementerio
Investigación: ¿qué
margen de diferencia puede existir entre las interpretaciones que los
visitantes hagan de las propuestas identificables en el cementerio?
[21] valor del legisigno: los hábitos
interpretativos disponibles por los visitantes del cementerio
Investigación:
¿cuáles son las variantes culturales aportadas por los visitantes que pueden
hacer variar las interpretaciones posibles propuestas desde las construcciones
del cementerio?
3.2 existencia del valor: símbolo
[22] forma del símbolo: cada una de las
relaciones interpretativas establecidas
Investigación: ¿qué
variables interpretativas surgen a partir de las propuestas perceptuales
identificables en el cementerio?
[23] existencia del símbolo: la
interpretación de la muerte
Investigación:
¿cuáles son los significados de la muerte que pueden identificarse a partir de
los motivos ornamentales del cementerio?
[24] valor del símbolo: el nuevo hábito
interpretativo propuesto
Investigación: ¿la
visita al área de bóvedas del cementerio de
3.3 valor del valor: argumento
[25] forma del argumento: el valor
socialmente cognitivo de las relaciones interpretativas propuestas a los
visitantes del cementerio
Investigación: ¿qué
normas, reglas o usos propone el cementerio de
[26] existencia del argumento: el valor
dialéctico de las interpretaciones producidas en la mente de los visitantes al
cementerio
Investigación: ¿a
qué otros pensamientos, sobre la vida o sobre otras formas de estar después de
la muerte, se contraponen las interpretaciones que provoca el recorrido por la
zona de las bóvedas del cementerio de
[27] valor del argumento: la superación de
los hábitos interpretativos precedentes de los visitantes del cementerio
Investigación: ¿la
visita al cementerio proporciona información específica y diferencial que lleva
a construir de otra manera la vida cotidiana? o bien: ¿ha habido cambios que
hagan que la interpretación del visitante actual sea diferente de la
interpretación de los visitantes de fines del siglo XIX y principios del siglo
XX? o bien: ¿sería posible establecer cuantos cambios en la interpretación
social del cementerio se han producido desde la época de su inauguración?
El
cementerio: Desarrollo diagramático
[10] 3 x 9 = 27 signos peirceanos
ICONO |
|
|
|
|
forma |
existencia |
valor |
forma |
1 forma del cualisigno: cualidades
formales seleccionadas para el diseño posible de un cementerio |
2 existencia del cualisigno: el diseño
posible de determinado cementerio |
3 valor del cualisigno: sistema de formas
culturalmente disponibles para el diseño posible de un cementerio |
existencia |
4 forma del icono: características
perceptuales de las cualidades formales adoptadas para diseñar un
determinado cementerio |
5 existencia del icono: el diseño adoptado
para transfigurar la muerte en determinado cementerio |
6 valor del icono: imagen social asociada
al diseño adoptado para determinado cementerio |
Valor |
7 forma del rhema: valor expresivo de
las cualidades formales adoptadas para el diseño de un determinado
cementerio |
8 existencia del rhema: eficacia
representativa del diseño adoptado para determinado cementerio |
9 valor del rhema: significación
diferencial del diseño adoptado para determinado cementerio |
▬▬▬▬▬▬ |
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ |
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ |
▬▬▬▬▬▬▬ |
ÍNDICE |
|
|
|
forma |
10 forma del sinsigno: las
características perceptuales de los elementos exhibidos que construyen el
modo de ocultación del cadáver |
11 existencia del sinsigno: la concreta
presencia de los elementos exhibidos que construyen el modo de ocultación
del cadáver |
12 valor del sinsigno: la simbología de
cada uno de los elementos exhibidos que construyen el modo de ocultación del
cadáver |
existencia |
13 forma del índice: los elementos exhibidos
en sustitución del cadáver escondido |
14 existencia del índice: el cadáver
escondido |
15 valor del índice: el significado que
adquiere el ocultamiento |
Valor |
16 forma del dicisigno: el valor
relacional de cada elemento exhibido en función del recorrido |
17 existencia del dicisigno: el valor
relacional que adquiere el cadáver escondido en función del recorrido |
18 valor del dicisigno: la participación
social en el valor relacional del recorrido |
▬▬▬▬▬▬ |
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ |
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ |
▬▬▬▬▬▬▬ |
SÍMBOLO |
|
|
|
forma |
19 forma del legisigno: las diferentes
relaciones interpretativas que pueden proponerse a los visitantes del
cementerio |
20 existencia del legisigno: las
interpretaciones posibles que pueden construir los visitantes del cementerio |
21 valor del legisigno: los hábitos
interpretativos disponibles por los visitantes del cementerio |
existencia |
22 forma del símbolo: cada una de las
relaciones interpretativas establecidas |
23 existencia del símbolo: la interpretación
de la muerte |
24 valor del símbolo: el nuevo hábito
interpretativo adquirido |
valor |
25 forma del argumento: el valor
socialmente cognitivo de las relaciones interpretativas propuestas a los
visitantes del cementerio |
26 existencia del argumento: el valor
dialéctico de las interpretaciones producidas en la mente de los
visitantes al cementerio |
27 valor del argumento: la superación de
los hábitos interpretativos precedentes de los visitantes del cementerio |
Cementerio como
signo indicial
|
designativos |
indicativos |
objetos y comportamientos |
objeto único: uno en mundos semióticos diferentes: el
tratamiento de la individualidad |
señal: anticipa: cómo queremos llegar: icono: a ser vistos;
índice: a estar; símbolo: a ser valorados |
|
prototipo: uno semejante a otros del mismo conjunto: el
tratamiento de la corporeidad |
indicio:
recupera: icono: de qué modo vivió; índice: qué vivió; símbolo: quién vivió |
|
réplica:
uno que actualiza una posibilidad en un sistema: el tratamiento de la
posición (familiar, social, institucional) |
síntoma:
evidencia: icono: la vigencia de formas y estilos; índice: la existencia de
los otros; símbolo: la vigencia de una ideología |
6.3.3.4
Peirce – Derecho
[11] 3 signos:
1 FORMA/POSIBILIDAD→→→→→ |
DE
LO JURÍDICO →→ |
|
ICONO |
2 |
DE
LO JURÍDICO→→ |
LA
SENTENCIA→→ |
ÍNDICE |
3 EL
VALOR/ |
DE
LO JURÍDICO→→ |
|
SÍMBOLO |
9 signos:
1-CUALISIGNO Cualidades concretas del
Poder Legislativo en determinado momento de determinada sociedad |
2-ICONO |
3-RHEMA |
4-SINSIGNO |
5-ÍNDICE |
6-DICISIGNO |
7-LEGISIGNO |
8-SÍMBOLO |
9-ARGUMENTO |
27 signos:
9 relativos a la
FORMA/POSIBILIDAD/ICONO
1.1
1 Cualidades concretas del
Poder Legislativo en determinado momento de determinada sociedad |
2.1 2 |
3.1 3 |
|||
1.2
4 |
2.2 5 |
3.2 6 |
|||
1.3
7 |
2.3 8 |
3.3 9 |
|||
9 relativos a ÍNDICE |
|
||||
4.1
10 |
5.1 11 |
6.1
12 |
|
||
4.2
13 |
5.2 14 |
6.2
15 |
|
||
4.3
16 |
5.3 17 |
6.3
18 |
|
||
9 relativos al VALOR/CONVENCIÓN/SÍMBOLO
7.1
19 |
8.1 20 |
9.1 21 |
7.2
22 |
8.2 23 |
9.2
24 |
7.3
25 |
8.3 26 |
9.3
27 |
6.4 Los 10
signos peirceanos
Procederé ahora, como había anticipado,
a un elemental análisis del último paso en que seguiremos a Peirce en este
breve resumen, respecto a su Teoría de los Signos. Tras haberse basado en el
análisis para descomponer el signo y haber utilizado esta descomposición para
producir, con una profunda racionalidad, su clasificación de los signos, pasa a
cumplir una tarea de síntesis y genera un nuevo nivel de signos que le permiten
alcanzar una nueva clasificación en que
El tema lo desarrolla Peirce
en los parágrafos
[12]
(Esquema 1)
CHARLES SANDERS PEIRCE
Por deducción de los nueve signos elementales, con aplicación de las
reglas de transformación que acaban de enunciarse, puede obtenerse un único
conjunto exhaustivo de signos derivados.
Se obtienen así:
1) Cualisigno-icónico-rhemático.
2) Sinsigno-icónico-rhemático.
3) Sinsigno-indicial-rhemático.
4) Sinsigno-indicial-dicisigno.
5) Legisigno-icónico-rhemático.
6) Legisigno-indicial-rhemático.
7) Legisigno-indicial-dicisigno.
8) Legisigno-simbólico-rhemático.
9) Legisigno-simbólico-dicisigno.
10) Legisigno-simbólico-argumental.
En
esta nomenclatura triádica, si se ha comprendido la estructura fundamental del
signo, resulta claro que la primera parte de cada una de tales denominaciones
corresponde a la cualidad que debe tener el representamen del signo; la
segunda a la del fundamento; y la tercera a la del interpretante. La
utilidad de esta clasificación sintética se puede apreciar leyendo, según ese
orden, los ejemplos que, bajo los números 1, 2 y 4, se han enunciado en el punto 6.2.10 Esquema ejemplificativo [5] (dejo de lado el número 3, por
tratarse de ejemplos independientes, mientras que, en los otros casos, el
esquema peirceano muestra los 9 resultados del análisis de un mismo tema: en 1,
la eficacia semántica de la palabra; en 2, la eficacia comunicativa de la
escritura del lenguaje Morse; y en 4 la eficacia representativa de un mapa). Haré una breve lectura del 4º ejemplo,
dejando los restantes a la elaboración del lector .Téngase en cuenta que la
redacción sintáctica puede obligar a cambiar el orden de enunciación de los
componentes; no obstante, el análisis lógico muestra la correcta integración de
dichos elementos.
1) C-Ic-Rh (1-2-3): Toda
posibilidad de interpretación supone la existencia de un modelo eficaz para
mostrar las relaciones constitutivas de una estructura.
2) Ss-Ic-Rh (4-2-3): La
posibilidad de identificar las características específicas de un lugar requiere
la existencia de un modelo eficaz para mostrar las relaciones constitutivas de
una estructura.
3) Ss-In-Rh (4-5-3): La
posibilidad de identificar las características específicas de un lugar supone
la existencia de un mapa determinado que evidencie las relaciones constitutivas
de una estructura.
4) Ss-ln-D (4-5-6): Las
características específicas de un lugar, tal como quedan identificadas en un
mapa determinado, adquieren su pleno valor relacionándolas con las señaladas
sobre otro mapa que contiene al primero.
5) L-Ic-Rh (7-2-3): Las
leyes de proyección permiten la posible existencia de un modelo capaz de
mostrar las relaciones constitutivas de una estructura.
6) L-In-Rh (7-5-3): Las
leyes de proyección concretan en un mapa determinado las relaciones
constitutivas de una estructura.
7) L-In-D (7-5-6): Las
leyes de proyección permiten relacionar un mapa determinado con las
características de otro más amplio que lo contiene.
8) L-Sb-Rh (7-8-3): Las
leyes de proyección confieren representatividad específica al mapa de las
relaciones constitutivas de una estructura.
9) L-Sb-D (7-8-6): Las
leyes de proyección confieren representatividad específica a un mapa
determinado con relación a otro más amplio que la contiene.
10) L-Sb-A (7-8-9): Las
leyes de proyección confieren representatividad específica a un mapa
determinado en función de los criterios interpretativos de la cartografía.
Cada uno de los 10 signos resultantes,
por la naturaleza de los componentes semióticos que concurren a su producción,
exige un tratamiento lógico específico, y las afirmaciones que se enuncien
acerca de cada uno de ellos no pueden ser aseveradas automáticamente de los
restantes, exigiendo la identificación de instrumentos analíticos específicos y
el establecimiento de leyes de transformación específicas para el recorrido
conceptual de los niveles implicados en el respectivo signo.
6.4.1 Los presupuestos de los 10 signos, en la
propuesta peirceana
1] 2.254 CUALISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO
P.e.: la sensación de “rojo”
Un CUALISIGNO es (su RÉPLICA es)
necesariamente un ICONO
Un CUALISIGNO sólo puede interpretarse
como un RHEMA
2] 2.255 SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO
P.e.: un diagrama concreto
Presupone (su RÉPLICA es) un CUALISIGNO
Un SINSIGNO sólo puede interpretarse
como un RHEMA
3] 2.256 SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO
P.e.: un grito espontáneo
Presupone (su RÉPLICA es) un SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO
El INTERPRETANTE se lo representa como
un SINSIGNO INDICIAL (DICISIGNO)
4] 2.257 SINSIGNO INDICIAL DICENTE
P.e.: una veleta
Presupone (su RÉPLICA es) un SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO
El INTERPRETANTE se lo representa como
un SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO
5] 2.258 LEGISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO
P.e.: un diagrama genérico
Su RÉPLICA será un SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO
El INTERPRETANTE se lo representa como
un CUALISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO
6] 2.259 LEGISIGNO INDICIAL RHEMÁTICO
P.e.: un pronombre demostrativo
Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO
El INTERPRETANTE se lo representa como
un LEGISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO
7] 2.260 LEGISIGNO INDICIAL DICISIGNO
P.e.: un grito callejero
Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL DICISIGNO
El INTERPRETANTE se lo representa como
un LEGISIGNO INDICIAL RHEMÁTICO
8] 2.261 LEGISIGNO SIMBÓLICO RHEMÁTICO
P.e.: un nombre común
Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO
El INTERPRETANTE se lo representa como
un LEGISIGNO INDICIAL RHEMÁTICO
9] 2.262 LEGISIGNO SIMBÓLICO DICISIGNO
P.e.: una proposición habitual
Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL DICENTE
El INTERPRETANTE se lo representa como
un LEGISIGNO INDICIAL DICENTE
10] 2.263 LEGISIGNO SIMBÓLICO ARUMENTAL
P.e.: un silogismo
Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL DICENTE
El INTERPRETANTE se lo representa como un LEGISIGNO SIMBÓLICO ARGUMENTAL
6.4.2 Ejemplificación
analítica por aplicación del desarrollo de los 10 signos peirceanos
6.4.2.1 Peirce - 10
signos sobre: “Número”
A partir del análisis del concepto de “número” construido mediante el
recorrido de los 10 signos peirceanos: ¿qué componentes intervienen en la
configuración (icónica) / referencialidad (indicial) / operatividad (simbólica)
de los números?
Operaciones Perceptuales: relaciones icónicas [posibilidad de la representación de cantidades].
Cualisigno icónico rhemático: formas posibles para el diseño de números (frente a las imposibles).
Sinsigno icónico rhemático: formas existentes y socialmente disponibles de números concretos.
Legisigno icónico rhemático: formas de números con valoración relacional (orden en la sucesión)
convencionalmente diferenciada.
Operaciones
Referenciales: relaciones indiciales [conjuntos
existenciales, en cuanto reconducibles a su representación mediante un número].
Sinsigno indicial rhemático: la forma de la cantidad de un conjunto existencial.
Sinsigno indicial dicisigno: la presencia de la cantidad de un conjunto existencial, entre otros
conjuntos e individuos existenciales.
Legisigno indicial rhemático: la valoración de la forma de la cantidad de un conjunto existencial.
Legisigno indicial dicisigno: la valoración diferencial entre las cantidades de dos (al menos)
conjuntos existenciales.
Operaciones Conceptuales: relaciones simbólicas [construcción convencional (normada) del concepto de cantidad].
Legisigno simbólico rhemático: valor cuantitativo convencional diferencialmente atribuido a cada uno de
los componentes de un sistema de formas posibles de números.
Legisigno simbólico dicisigno: valor cuantitativo convencional referencialmente atribuido a cada
conjunto existencial.
Legisigno simbólico argumental: valor cuantitativo convencional atribuido como operación y resultado por
la combinatoria entre los componentes de un sistema vigente de formas de
números.
6.4.3 Los 10 signos de Charles S. Peirce,
en la génesis de las
semióticas particulares
El tema, como dije anteriormente, desarrollado por
Peirce y recopilado en los parágrafos
[13]
(Esquema 2)
Tendríamos, en consecuencia:
Para una SEMIÓTICA ICÓNICA
3 signos posibles, en
función del ICONO:
[14] Representamen/ Objeto / Interpretante
1- CUALISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO [1-2-3: propuesta perceptual interpretada exclusivamente por
sus componentes cualitativos] -P.e.: imágenes visuales plásticas
(p.e.: una obra de Kandinski) [2.254. Para Peirce: una sensación
de “rojo”; “es cualquier cualidad en la medida en que sea un signo”]
2- SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO [4-2-3: propuesta perceptual interpretada como constitutiva
de una identidad] -P.e.: imágenes visuales figurativas (p.e.: una obra
de Holbein) [2.255. Para Peirce: un diagrama individual; “es
cualquier objeto de la experiencia en la medida en que alguna de sus cualidades
determina la idea de un objeto”]
3- LEGISIGNO ICÓNICO
RHEMÁTICO [7-2-3: propuesta
perceptual interpretada como norma, orden, explicación, advertencia, etc.] -P.e.:
imágenes visuales simbólicas (p.e.: los isotipos de Neurath) [2.258. Para
Peirce: un diagrama, al margen de su individualidad factual; “cualquier
ley general o tipo en la medida en que requiere que cada una de sus instancias
materialice una cualidad determinada que lo haga apto para proponer a la mente
la idea de un objeto semejante”]
[ADENDA]
El ICONO
*Se diversifica por las características constitutivas de
la percepción representativa:
-en (1) como tono o cualidad perceptual
-en (4) como réplica o identidad existencial
-en (7) como tipo o norma-regla-instrucción
*Se unifica en el sistema interpretante que reconduce la diversidad
perceptual:
-en (3) a claves exclusivamente cualitativas
*Además de su diferenciación
respecto del Índice (5) y del Símbolo (8), excluye de su composición semiótica
al Dicisigno (6), en cuanto contexto cognitivo ya-existencial y al
Argumento (9), en cuanto sistema valorativo convencional externo a la
forma.
*Para un mayor desarrollo de
estas tres clases de signos icónicos, ver, aquí mismo: 13 La(s) semiótica(s) de la imagen visual.
Para una SEMIÓTICA INDICIAL
4
signos posibles, en función del ÍNDICE:
[15] Representamen/ Objeto / Interpretante
4- SINSIGNO INDICIAL
RHEMÁTICO [4-5-3: objeto individual
material interpretado por sus cualidades perceptuales] -P.e.: el sonido
de un instrumento musical; el llamado de un teléfono; etc.) [2.256. Para
Peirce: un grito espontáneo; “es cualquier objeto de la experiencia
directa en la medida en que dirige la atención hacia un Objeto por el cual se
origina su presencia”]
5- SINSIGNO INDICIAL DICISIGNO [4-5-6: objeto individual material interpretado por su
contextualización] -P.e.: una puerta (como posibilidad de entrada
o salida; así se diferencia de una ventana, como posibilidad de mirar o de
recibir luz a través de ella, que también sería 4-5-6) [2.257. Para
Peirce: una veleta; “es cualquier objeto de la experiencia directa, en
la medida en que es un signo y, en cuanto tal, proporciona información
concerniente a su Objeto”]
6- LEGISIGNO INDICIAL RHEMÁTICO [7-5-3: objeto individual material interpretado como
normativamente eficaz por sus cualidades perceptuales] -P.e.: un
semáforo [2.259. Para Peirce: un pronombre demostrativo; “es
cualquier tipo general o ley, de cualquier modo establecido, que requiere que
cada una de sus instancias esté realmente afectada por su Objeto de modo tal
que meramente dirija la atención a tal Objeto”]
7- LEGISIGNO INDICIAL DICISIGNO [7-5-6: objeto individual material interpretado como
normativamente eficaz por su contextualización] -P.e.: un alambrado
delimitando un campo [2.260. Para Peirce: un grito callejero; “es
cualquier tipo general o ley, de cualquier modo establecida, que requiere que
cada una de sus instancias esté realmente afectada por su Objeto de modo tal
que proporcione información definida relativa a tal Objeto”]
[ADENDA]
El ÍNDICE
*Diversifica la tarea de reconstrucción ontológica del entorno transformándolo en mundo por la
calidad de su propuesta de percepción
representativa:
-en (4) como réplica o identidad existencial
-en (7) como tipo o identificación convencional
*Diversifica esta percepción representativa según el sistema interpretante al que la
reconduce:
-en (3) según claves cualitativas
-en (6) según claves contextuales
*No tiene eficacia unificadora fuera
de la atribución de existencia
ontológica al fundamento (referente construido) que tiene como
objeto.
*Además de su
diferenciación respecto del Icono (2) y del Símbolo (8), excluye de su composición semiótica
al Cualisigno (1), en cuanto tono cognitivo pre-existencial y
al Argumento (9), en cuanto sistema valorativo convencional externo a la existencia.
* Dado que los índices son signos construidos a partir de “cosas”, tengamos en
cuenta que tales “cosas” pueden ser, en la recuperación peirceana, objetos, comportamientos o recuerdos.
Pero, atendiendo a la diferencia entre Signos
(con una función designativa o indicativa de algo diferente a sí mismo) y Objetos Semióticos (en cuanto referentes
de tal función, la identificación de cuya existencia ontológica es consecuencia
de la acción de algún Signo), se llega a la conclusión de que no todo objeto, comportamiento o recuerdo es
un Índice, sino sólo aquel que
representa a otro objeto, comportamiento o recuerdo diferente al que se está
percibiendo.
*Para un mayor desarrollo de estas
cuatro clases de signos indiciales, ver, aquí mismo: 22 La(s) semiótica(s) indicial(es) a partir de Ch. S. Peirce, o cómo
hacer signos con cosas.
Para una SEMIÓTICA SIMBÓLICA
3 signos posibles, en
función del SÍMBOLO:
[16] Representamen/ Objeto / Interpretante
8- LEGISIGNO SIMBÓLICO RHEMÁTICO [7-8-3: propuesta convencional con eficacia designativa
atribuida a partir de un sistema de cualidades diferenciales] -P.e.: la
bandera de un país; un himno nacional [2.261. Para Peirce: un nombre
común…; lo que los lógicos llaman un Término General; “es un signo
conectado con su objeto por una asociación de ideas generales de modo tal que
su Réplica propone una imagen ante la mente, imagen que, perteneciendo a
ciertos hábitos o disposiciones de tal mente, tiende a producir un concepto
general, y
9- [LEGISIGNO SIMBÓLICO DICISIGNO [7-8-6: propuesta convencional con eficacia designativa
atribuida a partir de su contextualización] -P.e.: una brújula; una
veleta (la veleta, para Peirce: Sinsigno Indicial Dicente; pero tiene
valor simbólico, o sea, convencional) [2.262. Para Peirce: una
Proposición común; “es un signo conectado con su objeto por una asociación
de ideas generales y está realmente afectado por su objeto, de modo que la
existencia o ley que presenta ante la mente debe estar efectivamente conectada
con el objeto indicado”]
10- LEGISIGNO SIMBÓLICO ARGUMENTAL [7.8.9: propuesta convencional con eficacia designativa
atribuida a partir de un sistema de normas] -P.e.: una palabra o
un número [2.263. Para Peirce: ---; “es un signo cuyo
interpretante representa a su objeto como siendo un signo a través de una ley,
o sea, la ley acerca de que el paso de determinadas premisas a determinadas
conclusiones tiende a la verdad”]
[ADENDA]
El SÍMBOLO
*Se diversifica por las características constitutivas
del sistema interpretante:
-en (3) según claves cualitativas
-en (6) según claves contextuales
-en (9) según claves normativas
*Se unifica por la calidad normativa o (7) tipo de la percepción representativa
*Además de su diferenciación
respecto del Icono (2) y del Índice (5), excluye de su composición semiótica
al Cualisigno (1), en cuanto tono cognitivo pre-simbólico y al
Sinsigno (4), en cuanto réplica
existencial externa a la convención valorativa.
7 DE
7.1 Semiótica general
[17] El signo peirceano
La construcción dinámica del
signo según Ch. S. Peirce
proporciona el esquema lógico de las relaciones necesarias y suficientes que
constituyen
Hablo de “construcción
dinámica” porque los elementos que intervienen en la configuración del signo se
caracterizan en función de las relaciones
mediante las cuales se vinculan entre sí. La identificación de
un signo no depende de las posibilidades perceptuales ofrecidas por el Representamen, ni de las
características existenciales del Objeto,
ni de los hábitos convencionales del Interpretante,
tomando a cada uno de estos aspectos de modo independiente, sino del concreto
proceso según el cual determinado Representamen
instala la representación de determinado Objeto en el sistema cognitivo de determinado Interpretante. Todo Representamen
toma algo del Objeto (su Fudamento) y
se lo transfiere, con determinadas características, a un Interpretante; según lo que el Representamen tome del Objeto
y según cómo lo reelabore cada Interpretante, adquiere existencia ontológica
el correspondiente objeto del entorno y, en esa tarea y con esos
condicionantes, también adquiere su identidad específica el intérprete,
siendo el signo, en definitiva, el resultado de tales interrelaciones, que
adquiere su eficacia convencional en la medida en que son adoptadas y
compartidas por determinada comunidad en determinado momento histórico.
Surge de aquí, o sea, de la variación que
introduce, en todo Representamen, el sistema conceptual en el que se lo integra
al transformarlo en Interpretante, una de las variantes de lo que Peirce
considera expandible “ad infinitum” (CP. 2.303) y que menos audazmente
podemos considerar como “semiosis ilimitada”; o sea, las
inagotables variaciones posibles en cuanto elementos del fáneron (phaneron)
considerando, a su vez, al fáneron como una primera versión del
proceso de transformación del entorno en mundo (ver F. Varela, 1992), lo que
depende exclusivamente de su posibilidad de enunciación, o sea, de su previa
transformación en signos (CP. 1.291).. Otra variante de la semiosis
ilimitada surge de la hipótesis peirceana de que “todo es signo”, lo
que hace que cada parte del signo sea un signo; así se transforma el esquema
triádico en 9 signos posibles (o en 3 tricotomías: CP. 2.243) y estos, a su
vez, en 27 (como se desarrolla aquí mismo, en 5.3.3 Apertura de Peirce en 27
signos), sin que ese número sea un límite, ya que nada impide, si el
interés del investigador lo solicitase, profundizar el análisis en 81 o en
nuevos triples múltiplos de estos últimos. Otra es la lógica de los 66 signos, que parte
de tomar en consideración 10 tricotomías y todavía otra es la lógica de los 10
signos, sobre la que trabajo ampliamente en este mismo texto. Lo que surge de
todo ello es que no puede considerarse posible un numerus clausus que
acote la cantidad de signos posibles. Como en la lógica de Gödel, el sistema de
la semiótica es fundamentalmente incompleto ya que siempre habrá un nivel
semiótico que podrá dar cuenta de los niveles de signos precedentes pero que
necesitará de otro superior que demuestre su validez. El tema es por demás
fructífero, tanto en su aspecto formalmente lógico (ver Nagel E. y J.R. Newman,
1970), como en las sugerencia cognitivas involucradas (ver Hofstadter, D. R.,
1979).
7.2 Las tres semióticas particulares en la expansión
peirceana
7.2.1 Semióticas icónicas
7.2.1.1 Semiótica visual
[18]
Ver,
en este mismo texto: III Semiótica
icónica
7.2.2 Semióticas indiciales
[19]
Ver,
en este mismo texto: IV Semiótica indicial
7.2.3 Semióticas simbólicas
7.2.3.1 Semiótica verbal (oralidad)
[20]
Ver,
en este mismo texto: II Semiótica
simbólica
8 LA SEMIÓTICA COMO METODOLOGÍA
8.1 Introducción
Mi trabajo sostiene y desarrolla la tesis de que la
semiótica proporciona, en este momento de la historia del conocimiento
científico (o, simplemente, riguroso), un enfoque y un conjunto de instrumentos que la sitúan
como un método preciso y eficaz para
explicar el proceso de producción, comunicación y transformación del significado
en el campo de las ciencias sociales (y no sólo de ellas). Los aspectos
cualitativos de estas ciencias sociales no pueden, por una inapropiada
exigencia de precisión, reducirse a la matemática,
y tampoco la lógica puede dar cuenta
de la diversidad de discursos con los que se construyen las estrategias
específicas a cada una de ellas (Jackendoff, R., 1983: 57). Pero la semiótica, como tercera disciplina,
junto con la matemática y la lógica, completa las operaciones
fundamentales para explicar la construcción del conocimiento, ya que tiene la
riqueza y la consistencia necesarias para acompañar la producción y la
interpretación de los diversos aspectos teóricos y empíricos de los
conocimientos en las ciencias sociales. A condición, por supuesto y como mínimo,
de que no se haya quedado en la especulación metafísica (cuya necesidad no
excluyo, pero cuya exclusividad rechazo) y de que haya formalizado sus
operaciones cognitivas como para hacer posible su utilización por otros
investigadores (pensamiento en 3ª o, al menos, en 2ª persona; ver Dennet, 2005:
49) interesados en los diversos campos del conocimiento. Diferencio entre “formalizar”, lo que considero que sí corresponde y que consiste en disponer de operaciones cognitivas rigurosas,
mediante la definición y permanencia de lo definido mientras se desarrolla una
misma investigación (con el derecho al cambio reclamado por Foucault, 1969:
28); y “simbolizar”, lo que considero
que no corresponde, y que consiste en
traducir los enunciados que se están estudiando a otro lenguaje (ya no
metalenguaje del que se está utilizando, sino lenguaje exterior a éste; ver
Desclès, J.-P. et Guentcheva Desclès, Z, 1977), posiblemente más riguroso en
sus operaciones y no ambiguo en la referencialidad de sus términos, pero cuya estructura
sintáctico-semántica no es compatible con el lenguaje de la correspondiente
disciplina social. Ahora bien, ¿existen, en semiótica, operaciones cognitivas rigurosas?
8.2 El rigor
en las operaciones de la metodología semiótica
Creo que será necesario ensayar algún acuerdo acerca de qué
entendemos por “rigor” cuando se
aplica a las operaciones cognitivas en ciencias sociales.
Propondría, inicialmente, que entiendo por operación
rigurosa aquella cuya práctica puede compartirse
con otros investigadores y que, al aplicarla empíricamente, si se la aplica al
mismo objeto de estudio (texto, imagen, comportamiento, etc.), se obtiene el
mismo resultado.
También puede hablarse de rigor en
función de un desarrollo argumentativo. Aquí, el rigor se evidenciaría en lo racional y en lo explícito de la
derivación lógica del proceso discursivo. O sea, si se admiten determinados supuestos iniciales (por ejemplo,
axiomas) o si se parte de determinado registro
de información, y si se admiten determinadas reglas sintácticas para la construcción y transformación de los
enunciados y determinadas reglas de
sustitución para pasar de tales enunciados discursivos a los referentes por
ellos enunciados y si se cumple con tales reglas de modo que de cualquier
enunciado puede recuperarse el proceso que ha conducido a su producción, la
conclusión a la que se llegue estará bien fundamentada.
Todo esto pretende conducir al establecimiento y
determinación de la racionalidad del
discurso analítico mediante el cual se
identifica el proceso de explicación del significado que, en las diversas
coyunturas de la actividad de investigación, cada ciencia social (y no sólo
éstas) atribuye a su específico objeto de conocimiento. Aquí, por tanto, racionalidad no equivale a algún criterio
sustancial y universal de validez del razonamiento, sino, simplemente, equivale a la mostración explícita de cada
paso que conduzca de un determinado enunciado al que le sigue (o de una
proposición a la siguiente) y así hasta
la última conclusión. Esto implica admitir el criterio popperiano de que un discurso es racional cuando es falsable, o
sea, cuando da cuenta del proceso de transformación de cada instancia de su
propio desarrollo, de modo tal que permite comprobar la validez de la
transformación operada.
Por tanto, rechazar una argumentación rigurosa requiere: 1)
rechazar los supuestos iniciales y/o la información inicialmente registrada, 2)
y/o rechazar las reglas para la construcción y/o transformación de los
enunciados que se utilizan, 3) y/o rechazar las reglas de sustitución entre los
términos enunciados y las entidades referenciales identificadas. Esto es
suficiente mientras se opere en una instancia histórica concreta de determinada
semiosis (ver aquí mismo: 23 La semiótica
de los bordes). Es muy difícil que se dé el acuerdo acerca de estos tres
niveles de reglas. Por eso, el rigor se admite si el productor de determinado
desarrollo argumentativo, en principio, formula
explícitamente las reglas correspondientes a tales tres niveles y, en segundo
término, las cumple; aun cuando no
coincidan con las reglas que admitiría un eventual intérprete (en este último
supuesto, el desarrollo argumentativo continuaría siendo riguroso, pero
pertenecería a otro mundo semiótico posible contradictorio con el de tal
intérprete). No es fácil ni habitual que se cumplan ambas exigencias: la
formulación de las reglas y su cumplimiento; pero, si se pretende producir textos explicativos rigurosos en el
ámbito de las ciencias sociales, es necesario. Lo que hay que tener en cuenta
es que no todo conocimiento es científico ni el conocimiento científico es
superior a los restantes; existe el conocimiento estético o el conocimiento
emocional que no requiere cumplir con estas exigencias y que no obstante son
conocimiento. O sea, los criterios antes esbozados no son imprescindibles para
la producción de cualquier clase de conocimiento. Pero aquí hablamos del
conocimiento específico de las ciencias sociales, no del ensayo o de la
literatura, que también producen conocimiento, pero no un conocimiento
científico. Sin embargo, el conocimiento
acerca del conocimiento que produce el ensayo o la literatura es de nuevo
un objeto de conocimiento de las ciencias sociales y, en cuanto tal, requiere
ser riguroso, o sea, desarrollarse conforme a los criterios antes formulados.
También conviene considerar que se está diferenciando entre el rigor (como condición básica), la eficacia (como validación ontológica de
la explicación) y la hegemonía (como
búsqueda de victoria en la pugna entre enunciados pertenecientes a mundos
semióticos posibles diferentes, simultáneamente vigentes) de los discursos que
explican la producción, comunicación y transformación de la significación de
los fenómenos sociales.
Al afirmar que la semiótica puede constituirse en una
metodología eficaz (quizá, en este momento de la historia del conocimiento, la
metodología más eficaz), aplicable a la explicación del proceso de producción
de la significación en el ámbito de las ciencias sociales, tengo en cuenta
estos aspectos, elementalmente esbozados, de lo riguroso. Creo que la semiótica
tiene desarrollos argumentativos rigurosos y aplica operaciones analíticas que
pueden calificarse de rigurosas y que, al dar cuenta de la producción de los
efectos de sentido originados en las diversas categorías de discursos (simbólicos, como por ejemplo los
verbales; icónicos, como por ejemplo
los visuales; e indiciales, como por
ejemplo los comportamentales), satisfacen también las exigencias metodológicas
de las diversas disciplinas sociales.
A la pregunta inicial la modifico, por
tanto, añadiendo al interrogante de si
existen operaciones cognitivas rigurosas en el ámbito de la semiótica (a lo
que, personalmente, respondo de modo afirmativo), el interrogante acerca de cuales serían esas argumentaciones y
operaciones semióticas que podríamos considerar cognitivamente rigurosas.
8.3 Operaciones y no modelos
Considero que otra de las exigencias fundamentales para que
la semiótica pueda constituirse en metodología de investigación en ciencias sociales
es el de trabajar a partir de operaciones
y no a partir de modelos.
Siempre teniendo presente el objetivo de aplicar la
semiótica para la explicación del proceso socio-cognitivo de
producción de la significación (o significaciones vigentes) de
determinado fenómeno social, resulta que mientras que los modelos circunscriben las posibilidades
exploratorias de modo que sólo puedan encontrarse en el mundo las relaciones que el modelo propone, las que se darían
tan sólo entre las categorías de entes que el modelo igualmente propone (o sea,
no permite explicar algo diferente a lo que el propio modelo presupone), las operaciones no proponen ningún conjunto
previo de entidades ni de configuraciones entre tales entidades, sino que, a
partir de un modo de trabajar que no implica el resultado que llegue a
obtenerse, dejan abiertas todas las posibilidades que puedan llegar a resultar
de su aplicación. De este modo, cumplen el objetivo constructivo a cuya discusión entraré un poco más adelante.
Por otra parte, las
operaciones permiten un trabajo relativamente objetivo, en cuanto menos
vinculado a la subjetividad del analista, ya que deberán satisfacer el
requisito de ser transferibles, en el
sentido de que un tercero puede aprender a utilizarlas y alcanzará (al utilizarlas)
los mismos resultados, si las aplica al mismo objeto semiótico (aquel cuya
significación pretende explicar el investigador) y/o al mismo signo o enunciado
(aquel discurso social científico, poético o vulgar que tiene eficacia para
construir o que participa en la construcción de la significación que la
sociedad le atribuye a determinado objeto/fenómeno semiótico). Cumple, de esta
manera, con el objetivo que Peirce reclamaba para toda investigación que se
pretenda rigurosa en cuanto a dejar establecida “una conclusión a la cual
llegaría cualquier hombre que haya seguido el mismo método y que lo haya
exigido suficientemente” (Peirce, C. P. 7.316).
El modelo supone
la aceptación previa de una estructura explicativa que, a su vez, encuentra su
fundamento en determinada teoría. El modelo ya sabe lo que hay que buscar para
explicar el significado de un determinado fenómeno social, o el proceso de
formación de tal significación, o el proceso de su interpretación y
transformación. El modelo nunca va a poder ver, en el mundo, más de lo que ya
tiene registrado mediante sus componentes constitutivos y las relaciones
predefinidas con las que se vinculan tales componentes. El modelo es la
materialización de un sistema (o de una de sus partes), en cuanto concreta lo
que en el sistema son posibilidades relacionales. Todo modelo implica la
aceptación de determinados tipos preexistentes en determinado sistema y
vinculados según determinada legalidad; el carácter del modelo consiste en ser
una réplica (o actualización) de tales tipos y de sus relaciones, como bien lo
establece Ch. S. Peirce (sin derivarlo a los aspectos críticos de un concreto
instrumento metodológico, como los que yo estoy formulando) cuando desarrolla
la relación entre “legisigno” o “type” por una parte y “sinsigno” o “token” o
“replica”, por otra (CP. 2.246; 8.363 ss).
La operación explora
las posibilidades organizacionales de un conjunto de relaciones contextuales,
identificables entre las entidades físicas componentes de un determinado
fenómeno social, así como las relaciones posibles de tal fenómeno con los otros
fenómenos constitutivos de su entorno social e histórico. La operación parte de
una base sintáctica, identificando relaciones posibles (en el universo acotado
de un determinado momento en el desarrollo histórico de una disciplina;
componente ideológico de todo pensamiento) entre las entidades físicas
(icónicas, indiciales o simbólicas) registrables como constitutivas del
fenómeno cuya producción, interpretación y transformación de significación se
estudia. En base al principio, al que he aludido en diversas oportunidades (ver
aquí: 9 Michel Foucault), según el
cual “no hay semántica sin sintaxis”, a partir de esta recuperación de
relaciones sintácticas, mediante las operaciones de contextualización (con la
amplitud de dimensión que requiera la explicación del problema asumido) se hará
aparecer el proceso de producción (atribución), las condiciones de
interpretación (sustitución) y las posibilidades de transformación (superación)
en que consistirá la explicación buscada; sin predefinirla y requiriendo del
menor número de condicionamientos previos para su formulación.
O sea, a mi criterio, el
modelo permite encontrar lo que ya estaba preconcebido por los conceptos
que utiliza y las relaciones con las que vincula a tales conceptos. El
funcionamiento metodológico del modelo es especular: encuentra lo que sabe ver;
tal sería el proceso según el cual actúa el conocimiento cotidiano (en su
aspecto vulgar o no creativo; ya que el conocimiento cotidiano también posee
una vigorosa potencia creativa).
A diferencia de ello, la
operación permite descubrir conceptos desconocidos previamente, si bien
posibles en la medida en que las relaciones que los constituyen estaban
disponibles, pero no habían sido explícitamente establecidas. El funcionamiento
metodológico de la operación es procesual: permite encontrar lo que no se sabía
ver, proporciona la explicación acerca de las semiosis disponibles en una
sociedad para poder percibirlo e identifica los cambios posibles que impedirán
continuar percibiéndolo y propondrán nuevas percepciones con las que se
construirá la historia del intérprete y de su sociedad (ver aquí: 23 La semiótica de los bordes). Tal sería
el proceso según el cual actúa el conocimiento creativo, tanto científico como
estético o vulgar (y tales serían los límites y condicionamiento de toda
creatividad; no se crea de la nada, sino como transformación de lo
preexistente).
Con este criterio, considero como las
elementales operaciones semióticas fundamentales (Magariños de Morentin, Juan,
1996: 31ss) las de atribución (de un
valor a una forma; identificación de un
objeto semiótico por sus relaciones sintácticas o contextuales), sustitución (o interacción entre una
semiosis sustituyente y otra semiosis sustituida; semantización de un objeto semiótico por su contraste diferencial)
y superación (de las contradicciones
evidenciadas por la aplicación de las precedentes semiosis sustituyente y sustituida,
con la posible emergencia de un nuevo lenguaje; historicidad del objeto semiótico en función de la pragmática de su
enunciación. Ver más adelante: 25 Hacia
una nueva historia de los sistemas semióticos).
8.4 La base materialista de la
semiótica como metodología
Otro aspecto que considero de importancia, para que la
semiótica intervenga eficazmente como metodología de investigación en ciencias
sociales, es el consistente en su base
materialista. Cognitivamente, la información que poseemos acerca del mundo
“exterior” está constituida por las imágenes mentales organizadas a partir de
las percepciones sensoriales y según las formas enunciativas vigentes en el
momento y sociedad que se tome en consideración; ésta sería la base
materialista de la investigación semiótica. Cuando se contrasta con la
exigencia de captar la realidad de ese mundo exterior, parece bastante endeble
la posibilidad de obtener un conocimiento riguroso a partir de las instancias
mencionadas: imágenes mentales, percepciones sensoriales y formas enunciativas. Pero el contraste
no se plantea respecto de una realidad,
entendiendo por tal a las entidades y procesos que se supone que existen y
ocurren con independencia de que sean objeto del conocimiento humano, sino
respecto de las configuraciones
cognitivas vigentes, entendiendo por tales a las entidades y procesos tal
como se sabe (o mejor, tal como se asume), en un momento y en una sociedad
determinados, que intervienen en la producción del conocimiento. En este último
sentido, el riesgo para el rigor del proceso de conocimiento que se desarrolle
en un momento dado radica en la aceptación acrítica de las imágenes mentales,
percepciones sensoriales y formas enunciativas elaboradas por un sujeto
individual, sin contraste con las características exigidas a tales imágenes,
percepciones y formas para su aceptación social (científica, poética o vulgar,
según su origen y ámbito de eficacia).
La existencia ontológica de la realidad la
construye la humanidad y tiene historia, que es la historia del conocimiento de
la realidad; el aspecto óntico de la realidad está fuera de la posibilidad de
su conocimiento por la humanidad y ni su permanencia ni su transformación, ni
siquiera la aplicabilidad de estos términos a esa realidad, pueden ser objeto
de conocimiento de la humanidad. Como integrantes de la humanidad, conocemos aquello que nos permiten conocer
nuestros órganos sensoriales y del modo
como nos permiten conocerlo; aquello
que nos permiten procesar nuestros sistemas neuronales y del modo como nos permiten procesarlo; y
aquello que nos permiten enunciar las
semiosis de que disponemos y del modo
como nos permiten enunciarlo; todo ello variando según la historia de sus
transformaciones hasta el momento y la sociedad desde los que estamos
conociendo y todo ello debatido socialmente en cada momento y en cada sociedad
en una pugna por la hegemonía de la validación de los procesos de producción
del conocimiento.
8.5 El enfoque constructivista de la
semiótica como metodología
Otro aspecto de la semiótica cuya discusión considero que
resulta decisiva para fundamentar su eficacia metodológica en el ámbito de las
investigaciones en Ciencias Sociales estaría constituido por el enfoque constructivista. Lo que se le opondría
sería el enfoque sustancialista. O sea,
¿la significación la construye el hombre mediante su discurso (en el amplio
sentido peirceano: icónico, indicial y simbólico) o es inherente a cada una de
las entidades del mundo y el hombre se limita a descubrirla?
Me refiero a un constructivismo en el sentido en que lo
sostiene Foucault (1969: 31 ss), cuando se cuestiona acerca de lo que confiere
unidad al discurso y rechaza las grandes síntesis: el objeto, el sujeto, los conceptos y el tema, como entidades y
supuestos acerca de cuya definición parece haber un acuerdo social, quizá
vinculado al mantenimiento de la seguridad y estabilidad de la convivencia,
cuyos beneficiarios aconsejan no discutirlas, pero con escaso sustento cuando
se las vincula a la explicación de la eficacia del discurso, en su pretensión
de atribuir la significación a los fenómenos del mundo. También, desde otro
enfoque muy distinto, pero semióticamente concurrente en cuanto explicación del
proceso de atribución de existencia ontológica a las entidades del entorno, me
refiero al constructivismo inherente a las propuestas de investigación
formuladas desde las llamadas “ciencias de la cognición”, algunos de cuyos
títulos expresan explícitamente este enfoque (por ejemplo, Visual Intelligence. How We Create What We See, de Donald D. Hoffman,
1998).
En todos los casos, se trata más bien de interrogantes cuya
respuesta provendrá de los textos en los que cada una de tales entidades: (1) objeto, (2) sujeto, (3) concepto y (4)
tema, adquiere existencia para el
conocimiento y mediante la interpretación de los cuales, por tanto, se
construirá su significado; frente al supuesto de que existen previa e
independientemente de la producción de tales textos. El análisis textual (al que, con toda su necesaria amplitud de
contextualización temporal y social, considero instrumento fundamental del
trabajo semiótico), ya bien aplicado a lo verbal, a lo visual, a lo musical, a
lo comportamental o a cualquiera que sea la calidad de la semiosis en la que se
interviene, (1) es lo que podrá llegar a establecer el significado, que no preexiste al discurso, que adquiere
el objeto (la semiosis sustituida y
que sólo existe ontológicamente en cuanto tal semiosis sustituida), del cual se
habla. Este objeto semiótico (o
semiotizado) constituye uno de los cuernos del siguiente dilema semiótico,
el otro de los cuales es el discurso:
“es necesario que una semiosis
(sustituyente, en cuanto discurso) deje de ser lo que es ‘en sí’, para que otra
semiosis (sustituida, en cuanto objeto semiótico) sea, no lo que es ‘en sí’,
sino aquello en lo que la primera la constituye” (Magariños de Morentin,
1996: 26); o sea, nada es ónticamente
cognoscible o cognoscible “en sí mismo” o en su propia realidad, por lo que
bien podríamos ser el sueño de un demente en el rincón de un manicomio. Como lo
seríamos para un marciano (aprovechando la metáfora chomskiana) que viera e
interpretara, a partir de un mismo entorno inaccesible para ambos, su mundo,
quizá diametralmente diferente al nuestro.
Dicho análisis textual (2) es lo que podrá llegar a establecer
el significado del sujeto plural, que
no preexiste al discurso, y que se va
construyendo en tales textos, en los que resulta identificable a través de sus
modalidades discursivas; con lo que se rechaza la idea de un sujeto
trascendente, así como la idea de la unidad fundamental del sujeto, al que, por
el contrario, Foucault pluraliza, fundándolo en la dispersión de las
formaciones discursivas de las que participa.
Dicho análisis textual (3) es lo que podrá llegar a
establecer el significado de los conceptos
que se utilizan en los correspondientes textos y que no preexisten al discurso, rechazando su eventual carácter de ideas
permanentes y considerándolos lexemas cuya eficacia significativa proviene del contexto
en el que aparecen (como ese “dicisigno” que Peirce ejemplifica mediante la proposición, en cuanto contexto
definitorio de cada uno de los símbolos constitutivos que la integran),
legitimando la tarea del análisis del discurso y rechazando a la hermenéutica,
en cuanto análisis de contenido ya establecido y referente dogmático decididor
de la verdad o falsedad de una interpretación (cuando que lo único que puede
establecer el investigador es la vigencia o falta de vigencia del significado
atribuido a un concepto en un determinado momento de una determinada sociedad;
posición de un relativismo objetivo que
constituye otro de los aspectos metodológicos que afirmo como inherente a la
investigación con instrumentos semióticos y al que me referiré con frecuencia
en los desarrollos que siguen).
Dicho análisis textual (4) es, también, el instrumento que
permitirá llegar a establecer el significado de los temas, los cuales, desde esta perspectiva, no preexisten al discurso sino que se construyen en él, no siendo
más que el resultado de la estrategia
del productor del discurso que, por propia decisión,
va apartándose de una derivación posible, optando por otra (una difracción posible) con la que se es
capaz de construir determinada identidad para determinado tema en detrimento de
otra posible identidad que construiría, mediante otra estrategia, otro tema, y
que va decidiendo, mientras avanza la construcción del discurso (repito:
verbal, visual, musical, quizá palatable
[como esa deliciosa introducción a una semiótica
del sabor que construye Brillat-Savarin circa 1825] o cualquiera sea su
calidad semiótica), cuáles son las opciones teóricas que deja en el camino y
cuales adopta para continuar con la elaboración de su obra, en función de sus
prácticas “ya no discursivas” (si algo no discursivo es imaginable; lo que digo
como respetuoso límite al saussureanismo de Foucault).
Considero que la semiótica, cuando no se limita a una
proyección fenomenológica, proporciona las herramientas necesarias y dotadas
del rigor exigido por la epistemología contemporánea, como para
concretar, en la práctica metodológica, las propuestas constructivas que le
asigno, afines a las del programa de investigación que formula Foucault.
Ante una propuesta teórica que considero
fructífera (y esto me ha ocurrido con muchos autores como con Eco, Rossi Landi,
Rastier, Sonesson, el Grupo µ,
aparte del propio Foucault y, por supuesto, Saussure, Peirce, Althusser,
Barthes, etc.), mi actitud, después de tratar de comprender conceptualmente esa
propuesta lo mejor posible, es empezar a pensar cómo puedo aplicarla o, lo que es bastante parecido, cómo podría llegar a esa conclusión o a otra
semejante, partiendo del análisis de los fenómenos sociales en cuyo estudio
estoy interesado. Mi interés, por supuesto, no es especulativo (en el mejor
sentido de la metafísica), sino epistemológico y metodológico. Yo quiero saber
cómo puedo intervenir para verificar lo que me aporta esa propuesta y constatar
su validez a la hora de interpretar el significado de los fenómenos que
configuran el universo social en el cual habito. Porque considero que los
conceptos teóricos, por más brillantes y bien fundados lógicamente que se
presenten, sólo poseen la validez que les otorgue su eventual corroboración en
la práctica analítica, a la que sitúo en el núcleo de la práctica semiótica. Y
no hay en mi uso del término “corroboración” ningún residuo positivista. Más
bien, todo lo anterior tiene el sentido de permitir que se comprenda por qué
elijo el camino inverso. No me interesa corroborar (aunque siempre tiene que
ser posible), me interesa construir. Construir conceptos teóricos cuyos
elementos constitutivos (en definitiva, los términos definicionales que los
identifican) los he tenido que encontrar previamente contextualizados en el
discurso social de determinada comunidad (como ya dije, sea tal discurso
científico, artístico o vulgar). Me acerco al discurso social en el que estoy
interesado con una especia de actitud abductiva
para ver si, analizándolo, logro una explicación consistente y eficaz
acerca de cuáles son los significados vigentes del fenómeno que, por hipótesis
(que deberé probar), supongo que se están construyendo en tal discurso y acerca
de tales fenómenos; no como una verdad universal ni definitiva, sino como la constatación
de que así (con esas palabras o
imágenes o comportamientos, tal como resultan semantizados o, más
operativamente, definidos en esos contextos que los incluyen) se está
construyendo el significado de ese
fenómeno social, en ese momento de esa comunidad. O sea, desde esta
perspectiva constructiva, el concepto, la idea, es posterior al enunciado que
la formula (construye) en cada coyuntura textual y/o de enunciación,
dependiendo de los lugares en los que aparezca (explícita, retórica o
implícitamente) nombrado y de la semántica que le atribuyan sus múltiples
contextualizaciones. Porque también es foucaultiano (y como tal lo adopto)
considerar que no se trata de recluirse en un único texto como documento pretendidamente suficiente,
sino de ver a tal texto como monumento, en
cuanto cambiante, con pérdidas,
agregados y con sucesivas interpretaciones dependientes del contexto social e
histórico en el que se lo percibe; o sea, que sólo encuentra su necesario
complemento, en función de otros textos ajenos y distintos de los que depende
para que pueda construírsele cierta aceptable comprensión. Según esto, todo
texto (simbólico, icónico o indicial) recibe su interpretación en el contexto
de otros textos (cuya pertinente calidad indicial, icónica o simbólica, no
tiene por qué corresponderse con la del texto en estudio) por lo que es desafío
fundamental para el semiólogo analista establecer cuáles sean esos textos, en
relación a cuya selección deberá arriesgarse a formular las correspondientes
hipótesis, el cargo de cuya prueba le compete exclusivamente. Y, así, habiendo
logado probar que tales son los concretos significados de los términos en
estudio y que tales son los concretos textos en los que se construyen esos
significados, tanto el de los términos con los que se construyen las culturas
que se disputan la vigencia hegemónica, como el de los términos con los que se
construyen las múltiples culturas marginales, y hasta el significado del más
insignificante (al menos en apariencia) lexema por el que se interrogue, habrá
logrado probar también la validez de su método y la de sus hipótesis.
8.6 Los mundos semióticos
posibles
Acerca de los mundos
posibles en su relación con la semiótica, hay algunos trabajos notables y esclarecedores. Me limito a
mencionar a Umberto Eco (1989a) y también a Vaina, Runcan y Roscau (1977) como
editores y autores, en la revista Versus,
Nº 17: Théorie des mondes possibles
et sémiotique textuelle.
Pero no cualquier mundo
posible es un mundo semiotico posible
(habitualmente: MSP), y sería necesario ir perfilando su diferencia y
operatividad específica. Creo que se puede ir configurando lo llegará a
constituir un instrumento semiótico importante, al servicio de las Ciencias
Sociales (ver, también, en este mismo texto: 10 Los Mundos Semióticos Posibles, en la investigación social).
Las etapas lógicas que conducen a tales MSPs serían las siguientes: (1) Aplicación. Toda significación se
produce por la aplicación de determinado texto pansemiótico a la producción de la
significación de una determinada entidad o fenómeno (y, una vez más, recuerdo
que la expresión “texto pansemiótico” propone incluir en su designación a toda
materia prima textual: símbolos [como, p.e., palabras, números, letras de
lógica proposicional], iconos [como, p.e., imágenes visuales] o índices [como,
p.e., comportamientos ritualizados u objetos exhibidos en museos y vidrieras
comerciales e, incluso, animales en zoológicos]). Este texto no es uno único,
sino que existe una pluralidad de textos en competencia por obtener la
hegemonía en cuanto a cuál sea el texto pansemiótico que se impone como
vigente, por la mayor adhesión de intérpretes. Ninguna entidad o fenómeno tiene
significación en sí, sino que el que se le atribuya proviene de la historia de
los textos que lo tuvieron por referente y de la dispersión de los textos que
los tienen por referente en un momento determinado.
(2) Circulación,
transformación de un texto observable en una interpretación mental y proyección
de esta interpretación sobre una entidad o fenómeno del mundo. Este texto
pansemiótico (uno o múltiples pero, en cada caso, analizable en su
singularidad) circula en determinado momento de determinada comunidad entre sus
integrantes y es interpretado por éstos de modo que le atribuyen, a la entidad
o fenómeno que es su referente, una o múltiples interpretaciones que
constituyen las significaciones vigentes de tal entidad o fenómeno.
(3) Pluralidad de
esquemas interpretativos mentales. Se supone que el sistema mental
disponible, al que cada intérprete remite el texto pansemiótico para su
interpretación, es diferente en cada intérprete, pero relativamente homogéneo
en el conjunto de intérpretes que participan de un mismo ámbito socio-cultural.
Este supuesto (“semiosis ilimitada”) permite inferir que sean identificables
grupos de esquemas interpretativos relativamente homogéneos entre sí (o sea,
que admiten diferencias, sin llegar a la contradicción), frente a otros grupos
de esquemas interpretativos también relativamente homogéneos entre sí, pero
contradictorios con los primeros, sin que pueda establecerse a priori cuantos
grupos contradictorios llegarán a identificarse.
(4) Materialización
de la interpretación mental en un texto observable. Lo ocurrido en la mente
de cada intérprete y por tanto la conformación de determinados grupos
relativamente homogéneos entre sí y contradictorios con otros determinados
grupos relativamente homogéneos entre sí y en lo que se refiere a los esquemas
interpretativos utilizados y a sus resultados, es completamente indiscernible,
salvo su exteriorización en un nuevo texto, de entre los pansemióticamente
disponibles (mediante p.e. palabras y/o imágenes y/o comportamientos) y según
la forma en que se exteriorice. De aquí que podamos decir que el significado constituye
una entelequia metafísica hasta que se materializa en un texto observable.
(5) El texto
producido por los intérpretes materializa la significación atribuida a la
entidad o fenómeno del mundo. A partir del texto pansemiótico, producido
por cada integrante de cada grupo diferenciable de intérpretes y relativo a la
interpretación que le atribuye a la entidad o fenómeno observado, es posible
conocer cuál sea el significado atribuido por cada intérprete y por cada grupo
de intérpretes a la entidad o fenómeno que constituye el referente de tal
texto.
(6) Suponiendo válida la distribución en estas 5 etapas del
proceso de atribución de significado a una entidad o fenómeno del mundo, la
semiótica tendría que dar cuenta de qué
operaciones analíticas y constructivas pone a disposición de los investigadores
que pretendan explicar el proceso por
el que se le atribuyó, a dicha entidad o fenómeno, determinada y no otra
significación.
El conjunto de tales operaciones
y de los resultados alcanzados mediante
su intervención, constituyen lo que he denominado “mundos semióticos posibles.”
Resumiendo, con el criterio de que el resumen enriquezca,
al condensarlo, al texto inicialmente expandido, podríamos decir que se
requiere la obtención de los siguientes resultados:
(1) Propuesta, por su productor, de aplicación de un texto
a un ente.
(2) Aceptación, por el intérprete, de este texto como
generador de la interpretación que le atribuye determinada significación al
ente en estudio.
(3) Dispersión de los esquemas interpretativos disponibles
en determinado momento y sociedad.
(4) Exteriorización de la interpretación elaborada,
mediante un nuevo texto producido por el intérprete.
(5) Conocimiento, por un tercero, del significado atribuido
al ente, mediante el conocimiento del nuevo texto producido por el intérprete.
(6) Recuperación del resultado de cada secuencia coherente
(internamente no contradictoria) del proceso señalado, como la configuración de
un determinado mundo semiótico posible.
Hasta aquí, se han identificado 6 pasos o etapas,
correspondientes a la tarea analítica de
la semiótica en procura de explicar el proceso de producción de determinada
significación, el proceso de su comunicación y el proceso de su transformación.
Aclaración: (a) la afirmación de que sean 6 pasos es
meramente tentativa y vale como una aproximación a la descripción de la tarea
que correspondería a un análisis semiótico concreto; (b) el contenido de cada
uno de tales pasos, su secuencialidad y el resultado obtenido al término de
cada uno de ellos es igualmente tentativo y exploratorio; (c) conviene tener en
cuenta la diferencia que establezco entre la facultad semiótica y la disciplina
semiótica. Los 6 pasos y sus contenidos corresponden a la disciplina; o sea, no estoy tratando de
formalizar la tarea de explicar el
proceso de producción de la
significación (en cuanto funcionamiento de la facultad semiótica), sino la de explicar
cómo se justifica que se le haya asignado determinada significación a
determinadas entidades del mundo, (en cuanto producto de las operaciones cuya identificación, proceso
de funcionamiento y eficacia es el objeto de conocimiento de la disciplina semiótica).
Lo que ahora voy a intentar ahora, de modo igualmente
tentativo y exploratorio, corresponde a este último aspecto, o sea, a proponer
la identificación, funcionamiento y eficacia de las operaciones semióticas implicadas en el proceso de explicación del significado atribuido a
determinado ente, según el modo como éste adquiere la calidad de existente para
el conocimiento (o sea, cómo adquiere su calidad ontológica) en determinado
momento de determinada sociedad (o grupo social perteneciente a tal sociedad, o
individuo perteneciente a tal grupo social). Al atender a las operaciones resulta necesario referirse
a la clase de información sobre la
que actúan, es decir, se requiere haber identificado los textos pansemióticos del corpus
involucrados en la producción de la significación en estudio, así como
haber justificado tal involucración o pertenencia necesaria. Para ello,
trabajaré sobre la formulación sintética de
los 6 pasos planteados, sin olvidar
lo que enuncio en el previo desarrollo de esos mismos 6 pasos, también
sintético, pero no tanto.
Tendríamos, entonces:
(1) Propuesta de aplicación de un texto a un ente.
Corpus Pertinente: conjunto de textos históricos que han
tenido como referente a determinado ente.
Operación: identificación, en tales textos
históricos, de la presencia de relaciones formales (sintaxis [simbólica],
configuración [icónica] o disposición [indicial]) que podían proyectar una
semántica posible sobre determinado ente en estudio.
(2) Aceptación de ese texto como productor de la interpretación
que le atribuye determinado significado al ente.
Corpus Pertinente: textos históricos, contemporáneos de los
mencionados en (1), en cuyas relaciones formales puede identificarse su
correspondencia con las relaciones formales constitutivas de los concretos
textos mencionados en (1). (O sea, identificación en el discurso de la
comunidad de estructuras formales semejantes a las de los textos que se
aplicaron, en un supuesto momento inicial (o en un ayer a determinar), al ente en estudio. O sea, la comunidad
utilizaba, para referirse a dicho ente, estructuras semejantes a las utilizadas
por quienes lo establecieron como referente de su discurso.)
Operación: constatación de la semejanza entre las
estructuras formales identificadas en los textos originarios y en los
utilizados por la comunidad en ese mismo momento.
(3) Dispersión de los esquemas interpretativos disponibles en
determinado momento y sociedad.
Corpus Pertinente: recopilación de textos producidos, en el
momento que interesa a la investigación (por lo general, en la actualidad, ya
que interesa el significado que se le atribuye al ente en estudio, en un hoy a determinar), en una cantidad
suficiente como para identificar la presencia de estructuras formales con un
grado de diferencia tal que conducirían a interpretaciones semánticas
contradictorias. Esto sirve, en general, como criterio acerca de la dimensión
de determinada muestra en una investigación semiótica: no se trata de una
operación probabilística de dimensión cuantitativa, sino de que llegue a
registrar al menos una contradicción
(es un mínimo lógico) en la respectiva interpretación semántica de las
estructuras formales en estudio; mientras no se registra la presencia de la
contradicción, la muestra es insuficiente, ya que no alcanza a dar cuenta de la
pluralidad inherente a cualquier sociedad.
Operación: inferencia de los distintos esquemas
interpretativos vigentes, a partir de la identificación de los distintos
discursos sociales portadores de estructuras formales divergentes en cuanto a
la generación de interpretaciones semánticas contradictorias.
(4) Exteriorización de la interpretación elaborada, mediante un
nuevo texto producido por el intérprete.
Corpus Pertinente: el mismo establecido en el paso anterior
(3).
Operación: lectura de los esquemas interpretativos
obtenidos por la operación aplicada en el paso (3), seleccionando el conjunto
de las estructuras formales que tengan como referente la interpretación
semántica del ente en estudio.
(5) Conocimiento, por un tercero, del significado atribuido al
ente, mediante el conocimiento del nuevo texto producido por el intérprete.
Corpus Pertinente: el mismo previamente establecido.
Operación: a partir de la identificación
(sintáctica) de los conjuntos de las estructuras formales no contradictorias
utilizadas, identificación (semántica) de las categorías conceptuales aplicadas
a la atribución de sentido al ente en estudio. Reiteración de la operación en
cada conjunto que contenga estructuras formales contradictorias con las
restantes.
(6) Recuperación del resultado de cada secuencia coherente
(internamente no contradictoria) del proceso señalado, como la configuración de
un Mundo Semiótico Posible.
Corpus Pertinente: las estructuras formales-conceptuales
identificadas en el paso anterior.
Operación: sistematización por semejanzas y
diferencias, de las componentes semánticas identificadas, constituyendo
conjuntos no contradictorios y diferenciando entre sí a tales conjuntos, por la
presencia, en lugares simétricos de cada sistematización elaborada, de
componentes contradictorios.
Estas propuestas, son semejantes a las aplicadas, en este
mismo texto, en 12 Los Mundos Semióticos
Posibles de “la muerte” en J. R. Jiménez y en J. Gelman. También se
corresponde con el método empleado para elaborar el ejemplo propuesto en [80] Figura 1, de 24 La humanidad, la facultad semiótica y la historia del entorno.
8.7 El enfoque cognitivo de la
semiótica como metodología
Continuando con la discusión metodológica, corresponde
reflexionar sobre el enfoque cognitivo
de la semiótica. Desde el enfoque peirceano podemos encontrar dos direcciones
para la actual reflexión cognitiva. Por una parte, las propuestas
identificatorias de las, primero, 3 clases de signos, después 9, extendibles a
27, 81 o, como múltiplos de
A su vez, la inclusión, en la propia estructura del signo,
del interpretante, es otro de los rasgos que permiten comprender la actualidad
de las propuestas de Peirce. No considera a quien percibe o es receptor o
intérprete de un signo como alguien que percibe, recibe o interpreta un signo
que ya preexiste completo antes de esa tarea mental de desciframiento o semantización,
sino que ese signo no es tal hasta que no se ha cumplido la mencionada
actividad mental de desciframiento o semantización. El proceso del conocimiento
se incorpora al concepto de signo, siendo definitorio de sus características
diferenciales.
La perspectiva metodológica de la semiótica que estoy
proponiendo pretende (1) ser rigurosa, (2) trabajar mediante operaciones
y no según modelos, (3) basarse en la textualidad material o positividad del discurso que postula Foucault, (4) ir construyendo el significado, sin darlo
por hecho (o utilizando el método semiótico para cuestionar la propuesta
hegemónica que pretenda establecer cuál sea el significado correcto y cuál el
erróneo y falso de las entidades del mundo, como fue el redescubrimiento y la
tarea refundadora de la semiótica por los estudiosos en
8.8 La investigación con metodología semiótica
La primera reflexión que propongo es que la tarea del
método semiótico no consiste en producir la
significación de los fenómenos sociales, sino en explicar cómo se ha producido tal significación o
cómo se han producido las múltiples significaciones que adquiere, en
determinado momento de determinada sociedad, determinado fenómeno social. El
recorrido semiótico, para alcanzar dicha explicación, requiere (formulándolo a
mero nivel de hipótesis que deberán resultar probadas al término de la
correspondiente investigación) identificar
los ámbitos sociales donde, los diversos sectores sociales involucrados en
el interés de atribuir significación a tal fenómeno, producen los discursos que
efectivamente lo hacen; discursos, aclarado una vez más, en los que
intervendrán las diversas operaciones mentales propias de los símbolos, íconos
y/o índices (en otras palabras, discursos no sólo verbales sino de imágenes y/o
actitudes o comportamientos y/u objetos exhibidos para dar cuenta de otras
entidades ausentes). Identificado (hipotéticamente) el o los correspondientes
ámbitos sociales y seleccionados (hipotéticamente) los discursos emitidos, en
relación al fenómeno en estudio, desde tales ámbitos, se requerirá establecer con qué operaciones analíticas se va a
intervenir en las textualidades de tales discursos para (hipotéticamente) hacer surgir aquellas operaciones mentales mediante
las cuales, desde esos ámbitos sociales, se atribuyó significación al fenómeno
en estudio. Estas operaciones analíticas se requiere que sean específicas a la o las semiosis
intervinientes. O sea, no sirve el
análisis metalingüístico (en el sentido estricto de utilizar operaciones
que reflexionan con palabras acerca de las palabras) para realizar el análisis de las imágenes, ni todas o
cualquier clase de imágenes puede analizarse según las mismas operaciones,
diferenciándose el análisis de las imágenes figurativas (o sinsignos icónicos),
del análisis de las imágenes plásticas (“plástico” tomado en el sentido del
Grupo µ; e “imágenes plásticas” en
cuanto los peirceanos cualisignos icónicos) y del análisis de las imágenes
conceptuales (o legisigno icónicos) (ver, aquí: 13: La(s) semiótica(s) de la imagen visual). No de todas estas
semiosis tenemos las operaciones suficientemente formalizadas (o sea operativa
y explícitamente definidas) como para poder aplicarlas al análisis. Es posible
hacerlo en mucha mayor medida de lo que se piensa, lo que no excluye la
necesidad de seguir investigando para ajustar las que existen y/o encontrar
otras nuevas que vayan permitiendo hacerlo.
Uno de sus aspectos fundamentales está vinculado con el
tema de la interpretación. Hay interpretación (1) en el productor
de un texto, que tiene como referente a determinada entidad del entorno, y que
está destinado a establecer la significación de tal entidad para que pueda ser
percibida como existente ontológico. Hay
interpretación (2) en quien interpreta ese texto asignándole una efectiva
significación a dicha entidad. Hay
interpretación (3) en quien percibe esa entidad como portadora de la
significación atribuida por dicho texto. Hay
interpretación (4) por los intérpretes de otras semiosis que compiten para
conferir a la entidad en estudio otras significaciones diferentes e incluso
contradictorias con la anterior (a partir de la interpretación (1b) que otro texto propone para la misma entidad; y
a partir de la interpretación (2b) de
ese otro texto; y a partir de la interpretación
(3b) que genera la percepción de la misma entidad [que ya no es la misma] que
proporciona ese otro texto). Este conjunto
plural de interpretaciones constituye el conjunto de los mundos semióticos posibles disponibles en
determinado momento de determinada sociedad que compiten para atribuir
determinada significación a determinada entidad. Identificar a tal conjunto de MSPs y explicar los procesos de
interpretación que lo originan es la finalidad fundamental de la semiótica
como metodología de investigación, ya que su resultado proporcionará (caso de
lograrse un éxito al que lo considero siempre parcial y sólo válido para el
momento y sociedad en la que se lo está estudiando) la explicación acerca de
cuál sea y qué significación se le atribuya al mundo del que determinado
individuo y/o determinada sociedad obtiene su identidad.
Esquemáticamente (lo que quiere decir que hay mucho más
para decir), la metodología semiótica es un instrumento para explicar las
interpretaciones que, en determinado momento de determinada sociedad, recibe
determinado fenómeno. O sea, que estoy afirmando (esquemáticamente) que nuestra
metodología no tiene como objetivo fundamental producir la interpretación social de un fenómeno, sino explicarla. Claro que, si es cierto que
podemos explicar, podríamos también
decir, en un sentido cuasi-positivista de la explicación científica, que
podemos predecir, lo cual no es lo
mismo que producir, pero tienta
bastante a quien puede hacer lo uno como para que también intente hacer lo
otro.
¿Qué pretendo decir al afirmar que podemos explicar? (1) Que podemos dar cuenta de
qué otros discursos han intervenido en la producción de determinado(s)
discurso(s) que ha(n) puesto en circulación determinada(s) interpretación(es)
de determinado fenómeno. (2) Que podemos dar cuenta de qué otros discursos han
quedado excluidos, ignorados o rechazados (según los casos) por los productores
de discursos en la oportunidad de producir aquellos que establecen las interpretaciones
vigentes, desde las hegemónicas hasta las marginales, del fenómeno en estudio.
(3) Que podemos dar cuenta de las mezclas de discursos, tanto coherentes como
contradictorios, y también que podemos poner en evidencia, señalar, denunciar,
proclamar este tipo de calidades de la mezcla y mostrar sus orígenes, sus
pretendidas consecuencias, sus efectos deseados y ocultos, sustituidos,
enceguecidos por la evidencia de los exhibidos, opacando ese enceguecimiento y
advirtiendo acerca de las consecuencias ocultas que conlleva la aceptación de
la interpretación propuesta en la contienda constante de interpretaciones en
pugna, en cuanto instrumento indispensable para la conquista del poder.
¿Qué pretendo decir al negar que podamos producir? Que no es que podamos hacerlo
en cuanto semiólogos, sino en cuanto usuarios de los discursos sociales, como
cualquier otro “homo loquens” de nuestra sociedad; producir es una consecuencia
de la facultad semiótica, explicar lo
es de la disciplina semiótica. Esto
es como tomar partido en aquello de si saber
ayuda o no a crear. Yo no creo
que ayude especialmente; y esto de “especialmente” quiere decir que no crea
mejor el que más sabe. Ahora bien, el que sabe puede explicar la creación, más allá de lo que diga el creador, que habla desde
su experiencia, pero no desde el discurso o el tiempo social donde su obra
alcanza o no el reconocimiento de ser una creación y que es desde donde habla
el analista y, entonces, aquí también nosotros en cuanto semiólogos. Estar
capacitado para aplicar la metodología semiótica quiere decir que se está en
posesión de un equipo instrumental para el razonamiento analítico y el
razonamiento no es un instrumento adecuado y necesario para la producción. No lo es, al menos, como
instancia previa a la creación, si bien puede ser de la mayor utilidad como
operación posterior, cuando ya es posible (¡y muy fácil!) explicar la creación. Ya sé que voy y vengo entre
los términos “producción” y “creación”, los cuales no son sinónimos
(además, los sinónimos no existen; son frutos insípidos de mentes
generalizadoras, de aquellas vilipendiadas por Foucault). Tomo la palabra “producción” con un contenido semántico
más rico que el habitual; y tomo la palabra “creación”
con un contenido semántico más pobre que el habitual. Lo que digo, en
definitiva, es que no hay que ser semiólogo para producir (lo que tiene que ver
con la textualidad) ni para proponer (lo que tiene que ver con la comunicación)
una interpretación de un fenómeno que satisfaga a algún sector social; y también
afirmo que no ayuda el ser semiólogo para crear (lo que tiene que ver con la
desacreditación de bibliotecas, o pinacotecas, etc., preexistentes, de modo
semejante a como una nueva ley barre con bibliotecas de jurisprudencia) ni para
instaurar (lo que tiene que ver con la fugaz cúspide en el giro de la rueda de
la fortuna) un nuevo discurso que implanta una interpretación diferente para
los viejos fenómenos.
8.9 La semiótica como metodología y
epistemología
La función de la semiótica en el
ámbito de las ciencias sociales se concreta por su aporte como epistemología y como metodología. En efecto, considero que la semiótica
proporciona (y/o irá proporcionando) instrumentos adecuados y eficaces para fundamentar (o sea, para justificar
rigurosamente, en relación al conocimiento disponible) la explicación acerca de
la significación que, en un momento y
sociedad determinada, puede atribuirse (como propuesta hacia el futuro y como
crítica del pensamiento cumplido) a un determinado fenómeno social (“social”, por estar elaborado en el discurso
social y con independencia de la calidad natural o social propiamente dicha de
su origen), siendo en cuanto tal una metodología.
Considero, también, que la semiótica proporciona (y/o irá
proporcionando) instrumentos adecuados y eficaces para identificar, describir y evaluar los fundamentos, la consistencia y la
racionalidad del proceso mediante el cual, en un momento de una sociedad
determinada, se le atribuyó (como recuperación del pasado y como disponibilidad
futura) determinada significación al
fenómeno social en estudio, siendo en cuanto tal una epistemología.
Para evitar que las oscuridades inherentes al término “significación” conviertan a lo que
acabo de escribir en el fragmento de alguna metafísica, considero a este
término (según ya lo he anticipado en diversas oportunidades) como designativo
de la materialización discursiva de la
interpretación que, por estar vigente en determinada sociedad, un intérprete o
un conjunto de intérpretes le
atribuye/n a determinado fenómeno (al concepto originado a partir de la
interpretación de un signo lo denomino ”significado”;
para poder ser utilizado en una metodología rigurosa como pretende serlo la
semiótica, se requiere su textualización o materialización enunciativa. Al
resultado de atribuir un significado a un objeto semiótico (o entidad
significativa del mundo), tarea social que se realiza mediante esa
materializaciòn enunciativa, lo denomino “significación”.
En el cerebro se construyen los significados que son incognoscibles hasta tanto
se materializan en los correspondientes discursos (simbólicos, icónicos o
indicials). Estos discursos o textos (según los consideremos con o sin
semántica) muestran, proponen y producen los significados que le confieren a
las entidades y a los fenómenos del mundo su significación. La pregunta
relativa a establecer dónde se produce
determinado significado se encuentra en el interpretante (pero es una indicación puramente especulativa, salvo
que se haya materializado en una semiosis);
la pregunta relativa a establecer dónde
se manifiesta determinado significado se encuentra en un signo o enunciado (o texto o discurso); la pregunta relativa a establecer qué
entidad del entorno resulta ontológicamente identificada al atribuírsele tal
significación encuentra su respuesta en el objeto
semiótico. O sea, la significación no es una interioridad privativa de un
sujeto, ni una entidad que se asienta en la mente de los integrantes de
determinada sociedad, sino que consiste en aquella representación de un concreto fenómeno social materializada (o materializable) mediante una determinada semiosis (en cuanto propuesta perceptual,
acerca de la forma posible de su existencia, dirigida a la comunidad) que le confiere, a tal fenómeno, una determinada existencia cognitiva. Los
recursos para concretar esta materialización son múltiples y abarcan desde la
utilización de los códigos convencionales colectivamente disponibles, pasando
por la transformación de la convencionalidad de sus reglas, hasta la
exteriorización enunciativa, en mayor o menor medida hermética, de la
experiencia individual. Por tanto, la explicación acerca de la significación
atribuida, en determinado momento de determinada sociedad, a un determinado
objeto semiótico, requiere identificar el texto en el que se materializa el
significado que determinado interpretante propone asignarle al objeto semiótico
en estudio.
Todo esto tiende, como constante ineludible y que es
necesario formular expresa y explícitamente en cada investigación, a la
identificación y descripción del funcionamiento de las operaciones semióticas
que intervienen, como metodología, para
proporcionar eficacia y rigor a las
investigaciones destinadas a explicar la
producción de la significación y, como epistemología,
para establecer los fundamentos, la
consistencia y la racionalidad de tal explicación. Lograrlo y actualizarlo
permanentemente, en función de la historia del estado de conocimiento de ambas
disciplinas, constituye, a mi modo de ver, nuestra primera y fundamental
responsabilidad en cuanto semiólogos.
8.10 La metodología y el análisis histórico del cambio semiótico
[21] Historia de los sistemas semióticos II.
Éste constituye el segundo desarrollo
del esquema [2] 2.1.6 Lenguaje / Facultad
semiótica y que, a su vez, se completa en [81] 25 Hacia una nueva historia de los sistemas semióticos.
Lectura del esquema [21].
A partir de la interacción de los tres
elementos básicos (organizadores pero insuficientes): Pensamiento, Semiosis, Mundo, la metodología de estudio, cuando interesa establecer la historia o el
cambio en la vigencia y eficacia de una determinada semiosis (y no hay
estudio completo de la construcciòn de la significación de un ente que pueda
prescindir de su historia), requiere dar cuenta de los siguientes aspectos:
1/ Identificación
del sujeto productor de determinada semiosis actual, que se hipotetiza
aplicable al ente en estudio.
2/ Identificación
del sujeto intérprete que percibe e interpreta, en determinada actualidad,
la semiosis enunciada por el sujeto productor.
3/ Identificación
de la semiosis efectivamente producida e interpretada, que se concreta en
el discurso (simbólico, icónico, indicial) vigente en determinado momento de
determinada sociedad, y que se hipotetiza
como productora del ente referencial en estudio.
4/ Identificación
del Borde 1 de la semiosis seleccionada por el investigador, que contiene los nuevos signos y la nueva
gramaticalidad (icónica, indicial o simbólica), ahora disponibles, pero que
no estaban disponibles en un momento anterior.
5/ Identificación
de la transformación que producen esos nuevos signos y/o nueva
gramaticalidad y por la que puede
percibirse (como “X”) lo que hasta este momento era imperceptible (“?”).
6/ Identificación
del Borde 2 de la semiosis seleccionada por el investigador, que carece de los signos y de la
gramaticalidad anteriores (icónica, indicial o simbólica), ahora opacados y
no disponbles, pero que estaban disponibles en un momento anterior.
7/ Identificación
de la transformación que produce la no disponibilidad de esos signos ni de
esa gramaticalidad y por la que deja de
poder percibirse (“?”) lo que hasta ese momento era perceptible (“Y”).
8/ Designación
como “entorno entrópico” a lo que, existiendo ónticamente, no puede
percibirse, ahora, (“?”) al no poder ser enunciado
por carencia de los signos y/o de la gramaticalidad necesarios para ello.
9/ Designación
como “mundo: objeto semiótico” a lo que, existiendo ontológicamente, puede
percibirse, ahora, (“X”) al poder ser enunciado por disponer de los
signos y/o gramaticalidad necesarios para ello.
10/ Identificación
del doble efecto que produce la disponibilidad de toda nueva semiosis: (a) adquisición de la posibilidad de
percibir nuevos entes que configuran un nuevo “mundo semiótico”; y (b), simultáneamente, pérdida de la posibilidad de percibir entes
que retornan al “entorno entrópico”, En resumen, todo cambio en una semiosis (y las semiosis cambian constantemente;
en ello consiste la calidad histórica de la humanidad) abre y clausura posibilidades de conocimiento. Lo que también
implica que todo conocimiento depende de
la semiosis desde la que se conoce.
II
9 CLAVES EPISTEMOLÓGICAS Y
OPERACIONES METODOLÓGICAS ELEMENTALES
9.1 MICHEL FOUCAULT. REINTERPRETACIÓN A PARTIR DE
La lectura y la comprensión de las propuestas foucaultianas son
fundamentales para establecer los objetivos y las operaciones coherentes con
tales objetivos, cuando se enfoca la realización de un estudio o investigación
en el ámbito de la semiótica simbólica.
Recuérdese que entendemos por semiótica
simbólica aquella metodología de investigación destinada a explicar el
significado de determinados fenómenos sociales, cuando su representación/interpretación ha sido socialmente producida
por textos simbólicos. En el sentido peirceano, "textos
simbólicos" designa predominantemente al habla, pero también a cualquiera otra semiosis en cuyos signos
predomina el aspecto convencional (o
sea su interpretación requiere, centralmente, del conocimiento de la convención
social que les da vigencia) y, en consecuencia, constituyen un sistema virtual
de fuerte o, al menos, relativa formalización (o sea, los signos se relacionan
según reglas estables e identificables).
Por esto, el aporte de Foucault ha sido decisivo para la organización de
los criterios y operaciones que constituyen
A lo que apunta Foucault es a mostrar cuáles son las características de
esa entidad a la que designa como "enunciado"
(apartándose de su significado más difundido y redefiniéndolo a lo largo de
toda esta obra) y que, de manera muy peculiar, construye el significado de
aquello a lo que se refiere. El mantenimiento o la diferenciación (e, incluso,
la contradicción) de las reglas que intervienen en su producción será
fundamental para identificar a cada una de las “formaciones discursivas” (o, según la designación que les atribuyo
en mis tareas metodológicas, “mundos
semióticos posibles”) vigentes en determinado momento histórico de
determinada comunidad y atribuir, a cada una de ellas, su respectiva eficacia
en la disputa por la aceptación hegemónica de su propuesta de atribución de
significación al entorno.
La arqueología del saber es un texto de
reflexión epistemológica, en el que Foucault formula un programa de investigación, sin concretar específicas operaciones
metodológicas, pero fijando las características y condiciones a las que tales
operaciones deberán ajustarse. Es un documento crítico respecto de ciertas
prácticas habituales en las tareas académicas de investigación de textos, en
las que Foucault va señalando trampas cognitivas, ineficacia explicativa,
desvíos implícitos, que dificultan o incluso impiden alcanzar la explicación
del proceso de producción del significado, tal como se pretende que quede
evidenciado mediante el análisis de los textos en estudio.
Ésta es, al menos, una de las lecturas posibles de esta obra; lo que digo
con plena conciencia de no agotar su riqueza conceptual; y también con la plena
conciencia de haber tomado cierta independencia que, en ocasiones, llega a la heterodoxia, siempre con el
objetivo de recuperar la potencia metodológica de sus sugerencias. Ésta es, por tanto, la lectura que propongo para fundamentar las características del rigor metodológico
con el que considero necesario que trabaje la semiótica para responder a
sus posibilidades analíticas y no caer en la fácil banalización que tanto la ha
perjudicado.
Las propuestas de Foucault son aplicables y son útiles en los diversos
ámbitos de las ciencias sociales. Conviene tener en cuenta que su referencia a
la historia, a la economía, a la lingüística, a la antropología, a la medicina
y a la psiquiatría, para nosotros al menos, son enfoques ejemplificativos que
permiten focalizar los problemas que va tratando. No los asumamos como un
obstáculo (en cuanto eventual distancia de nuestros inmediatos intereses
académicos), sino como un puente operativo hacia la aplicación concreta de los
conceptos propuestos.
A continuación formulo, en mis propias palabras y según mi propia
interpretación, algunas claves del
pensamiento de Michel Foucault que conviene tener presentes mientras se lee el
texto de La arqueología.
ω
ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω
ω ω ω ω ω ω ω
Claves (y apropiación) del pensamiento de Michel Foucault
1.
Al producir discursos se construyen las
entidades (objetos, conceptos, fenómenos sociales) de las que se habla. Cómo se
las representa pretende inducir cómo se las interpreta-identifica.
2.
La construcción del significado de determinadas entidades ocurre a partir de la
materialidad textual del discurso que
la representa o interpreta. Lo anterior fundamenta uno de los principales
axiomas de la metodología semiótica: no
hay semántica sin sintaxis.
3.
Lo no dicho en un texto (pero leído o
percibido "entre líneas" por el intérprete) está dicho en otra parte (el trabajo metodológico consiste en
identificarlo y recuperarlo contrastantemente).
4.
Establecer la significación de un fenómeno social no quiere decir mostrar una síntesis en la que consistiría tal
significado. El conocimiento no consiste en mostrar lo que diversos fenómenos
tienen en común, sino en mostrar la dispersión de interpretaciones que recibe
un mismo fenómeno cuando se lo construye a partir de determinado conjunto de
discursos.
5.
Una investigación también deberá dar cuenta de la disputa por la hegemonía en la utilización de uno u otro de tales
discursos para la construcción de la significación en estudio.
6.
De aquí surge otro axioma de la metodología semiótica: toda semántica es diferencial, o sea, establecer su valor o su
eficacia requiere diferenciarla de otra semántica construida
desde otro discurso.
7.
El significado proviene del “afuera”; importancia
de identificar el “triedro de saberes” que constituyen las Ciencias Sociales
(economía, psicología y lingüística) a partir de la “descentración del sujeto”
planteada, desde sus respectivas disciplinas y con sus específicas características, por Marx, Freud y Saussure. La identidad proviene de la tarea de
atribución de existencia ontológica a las entidades del entorno; luego éstas la
condicionan.
8.
Todo lo anterior implica una actitud objetivamente relativista, en
cuanto se está afirmando que no existe un
significado único y verdadero que sea el propósito de la búsqueda a través
de la investigación.
9.
Por tanto, el significado recuperado, mediante el análisis del correspondiente
discurso social (en la pluralidad de sus manifestaciones), es el que está vigente (o más bien, está constituido
por el conjunto de los significados
vigentes) en determinada sociedad (o grupo social) y en determinado momento
en la historia de esa sociedad. Por tanto y en definitiva, una investigación no
prueba cuál es el significado verdadero, sino
cuál está vigente en determinada
sociedad y en determinado momento de la historia de esa sociedad.
ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω
ω ω ω ω ω ω ω ω ω
9.2 MANUAL OPERATIVO PARA
DE “DEFINICIONES CONTEXTUALES”
Y “REDES CONTRASTANTES”*
9.2.1 Introducción
El mayor
desafío al encarar un proyecto de investigación es encontrar la metodología
adecuada a su objetivo. Durante varios años hemos ido elaborando nuestras
pautas metodológicas, en relación con nuestro proyecto sobre el Análisis
Semiótico del Discurso Político, que tiene por título "¿Cuál es el futuro de la democracia en América Latina?".
Una primera línea metodológica la desarrollamos en "La semiótica de enunciados", que actualmente forma parte
de Los fundamentos lógicos de la
semiótica y su práctica (Magariños de Morentin, 1996). Pero la aplicación
de ese texto mostró que se hacían necesarias algunas explicaciones acerca de la
operatoria concreta que permitiera utilizar plenamente la metodología que se proponía
a los discursos en estudio. Una afortunada coyuntura nos exigió una respuesta
más práctica a tales aspectos.
9.2.2 Supuestos y disciplinas
Las operaciones
metodológicas que aquí se proponen y describen provienen de una síntesis entre
El Análisis del Discurso,
por su parte, es una metodología cualitativa cuyo objetivo consiste en
establecer el contenido semántico de los conceptos correspondiente a los
términos efectivamente utilizados en determinados textos, cuyo análisis se
considera interesante. Proviene, por una parte del estructuralismo
norteamericano, a través de los continuadores de la obra de Zellig Harris
(1954) y, por otra, de la escuela francesa de análisis de discurso, originada
en los trabajos lingüísticos de Michel Pêcheux (1969,1975) y en las reflexiones
sobre epistemología de la historia y crítica del discurso de Michel Foucault
(1969, 1971), todo ello continuado por lingüistas, sociólogos y politicólogos
vinculados a la revista Langages. En sus aspectos más actuales se basa en los
desarrollo de la lingüística cognitiva realizados, entre otros, por Ray
Jackendoff (1983, 1989, 1992), Ronald Langacker (1987, 1991), George Lakoff
& Mark Johnson (1980) y George Lakoff (1987).
Fundamentalmente,
se diferencia del análisis del contenido5 al no admitir conocimiento
a priori de ninguna clase, en cuanto al contenido semántico del lenguaje, sino
que se propone explicar, respecto de cada término, de qué modo construye tal
contenido o significación en función de su uso en el contexto material y
positivo en el que aparece. El significado es una construcción cuya materia
prima es lo efectivamente dicho en el discurso, sin que sea lícito acudir al
conocimiento que pueda tenerse de la historia de las ideas o de la cultura de
determinada comunidad (salvo que se aporten los textos correspondientes).
9.2.3 Operaciones analíticas
Los que siguen
son algunos criterios para la adopción de determinadas decisiones que debe
tomar el analista al trabajar en el marco de
Desde la
perspectiva de
9.2.3.1. La normalización
Es tarea que
exige un particular cuidado, para evitar (o advertir, cuando corresponda) el
añadido o la eliminación, en el texto en estudio, de términos o expresiones
consideradas respectivamente procedentes o improcedentes de acuerdo con la
interpretación (semántica) que realice el analista.
Tampoco se
trata de una normalización que implique transformar un texto, adecuándolo a
determinado modelo procedente de alguna gramática normativa, para establecer su
forma "correcta". Con esta salvedad, la normalización puede requerir
dos clases distintas de intervención: 1) recuperaciones, que predominantemente
lo serán de correspondencias anafóricas, catafóricas o de implícitos
sintácticos (sujetos elididos u otros recursos de la economía del habla); y 2)
procesamiento de construcciones sintácticas incompletas (expresiones truncadas,
cambios de estructuras gramaticales, etc.).
En lo que se
refiere a la normalización, la intervención del analista puede ser
estrictamente sintáctica o contener alguna inferencia semántica que, no
obstante tener una base sintáctica, implique una apreciación que ubique en el
texto un término o expresión cuya efectiva necesariedad sintáctica corre por
riesgo y cuenta del analista. Ambas situaciones deben diferenciarse mediante
las marcas gráficas metalingüísticas correspondientes. Se sugieren las
siguientes: las incorporaciones sintácticamente justificadas se incluirán entre
paréntesis: "(...)"; las incorporaciones de términos o expresiones
que el analista considera que faltan por economía u omisión involuntaria del
productor del texto, pero que no encuentran una efectiva justificación
sintáctica, se incluirán entre corchetes: "[...]".
La importancia
de marcar esta diferencia radica en dejar constancia del mayor margen de
criticabilidad que ofrecen las segundas, frente a la mayor evidencia de
efectiva probabilidad sintáctica de las primeras. En ningún caso, ante
fenómenos semióticos: lingüísticos, gráficos, etc., se mueve el analista en los
espacios de la necesariedad, ni puede permitirse el de la arbitrariedad
absolutas; pero, como se pretende el máximo rigor y criticabilidad de los pasos
analíticos por los que procede hasta llegar a las conclusiones que formule,
debe dejar constancia de la calidad, más ceñida a la textualidad o más
dependiente de alguna forma de interpretación, de las modificaciones que
introduzca en el texto original. El lector que evalúe el proceso analítico debe
estar en condiciones de aceptar o rechazar tales intervenciones modificatorias
en cada uno de los pasos del análisis efectuado, ya a partir de esta inicial
normalización. En definitiva, la normalización sólo es permisible en los casos
en que lo requiera la comprensibilidad elemental del texto que se analiza, lo
que, ante cada segmento hacia cuya identificación se tiende, implica completar
la estructura sintáctica de la expresión en estudio. (Ver Anexo: I. Normalización)
9.2.3.2 La segmentación
En cuanto a la
segmentación, ésta tiene por objetivo disponer de las partes de un texto que se
consideran básicas o elementales (no mínimas, en el preciso sentido semántico,
ya que eso lo constituyen los "enunciados"; ver Magariños de Morentin
y colab., 1993, p.9) para la construcción de la significación. El criterio
intuitivo e inmediato (que excluimos) para establecer los cortes inicial y
final de cada segmento se apoyaría en la idea de la producción de una unidad
semántica. El riesgo de seguir este criterio consiste en la subjetividad
inherente a la identificación de determinada secuencia textual como la unidad
semántica en cuestión. Dado que todo segmento está incluido en una unidad
semántica mayor, con la totalidad de la cual guarda, supuestamente, relaciones
de contigüidad, continuidad, coherencia y cohesión semánticas, establecer el
comienzo y el final del segmento en estudio podría abarcar dimensiones que perjudicarían
la tarea analítica, ya que dependerían, caso de adoptarse el criterio
semántico, de decisiones individuales del analista, no siempre (o más bien, en
pocas oportunidades) intersubjetivamente compartibles.
Esto hace que
la adopción de un criterio sintáctico proporcione un fundamento más objetivo,
aunque tampoco exento de problemas. La sintaxis (para cuya identificación puede
seguirse alguna de las gramáticas de vigencia reconocida) garantiza la
objetividad por pertenecer a una disciplina diferente a aquella o aquellas
involucradas en la investigación (salvo en el caso de un análisis
metalingüístico, lo que, provisionalmente, excluimos); el recorte, por tanto,
no estará influido por los preconceptos que el manejo de las correspondientes
disciplinas puede inducir en el analista. Esto no contradice lo afirmado
anteriormente acerca del rechazo a tomar como modelo alguna gramática
normativa, para establecer la forma correcta de determinado texto; no es lo
mismo analizar la presencia y la eficacia de determinadas categorías
gramaticales en función de alguna determinada sintaxis, que es lo que aquí se
propone, que corregir estructuras oracionales supuestamente mal formadas según
alguna gramática de un hablante-oyente ideal, que es lo que aquí se excluye.
El criterio
sintáctico cuenta, en principio, con el aval, casi unánime, de los estudiosos
de la semántica, en cuanto consideran a la sintaxis como el conjunto de las
relaciones necesarias, pero no suficientes, para la construcción del
significado (Jackendoff, 1983: 57). Aplicar el criterio sintáctico para
identificar los segmentos textuales elementales con valor semántico implica
dejar provisionalmente de lado la subjetividad del analista y contar con la
aceptación, por parte de este analista, de la eficacia de una operación para la
cual dicho analista se somete a reglas objetivas, formalmente enunciadas e
independientes de la interpretación que él pueda formular respecto del texto
que analiza.
El criterio
sintáctico de segmentación puede formularse en los siguientes términos: se
marcará el comienzo y el final de un proceso textual (en sentido hjelmsleviano)
tal que contenga una oración de base y sus modalizadores (si los hubiese). Se
entiende por "oración de base" el mínimo textual que puede quedar
representado por la proforma: FN + FV [FV = V + FN].
A esta oración
de base se le incorporarán las modalizaciones que afecten a cualquiera y a
todos sus componentes sintácticos. Esto quiere decir que a partir de una
estructura (si está completa) del tipo: FN + [V + FN] se identificarán y se
incorporarán, como partes integrantes de la segmentación buscada, todos
aquellos términos y/o expresiones que aparezcan en vinculación sintáctica con
cualquiera de las tres partes (posibles) de la oración de base. Al exigir que tales
modalizaciones se encuentren sintácticamente vinculadas se excluyen las
vinculaciones que puedan establecerse con otras partes del texto en base a
relaciones puramente semánticas. O sea, de cada modalización aceptada como
sintácticamente vinculada a alguno de los componentes de una oración de base,
debe poderse identificar la marca textual que establece dicha vinculación.
Dependiendo de
lo que busca establecer (en cuanto al sistema virtual de tales posibilidades)
el analista, pueden tomarse todos los segmentos identificados o seleccionar
aquellos que son pertinentes para la finalidad del análisis en cuestión. Aquí
otro punto de riesgo, ya que la selección puede sesgar el análisis hacia una
evaluación preconcebida. En este sentido, la exigencia de exhaustividad
planteada ya por J.-J. Courtine (1981: 22) requiere tomar en consideración cada
uno de tales segmentos; incluso, para excluirlos, deberá establecerse la razón
de esa exclusión. (Ver Anexo: II.
Segmentación)
9.2.3.3 Las definiciones contextuales
Supongamos,
por ejemplo, que lo que se trata de establecer, en base a nuestro texto, son
las características de la construcción semántica de determinados nombres, en
función de los contextos en que los ha utilizado su productor; tal es la
finalidad fundamental de las llamadas "definiciones contextuales",
hacia las que se dirige la continuación de la tarea analítica.
Es muy posible
que, en cada caso, haya que efectuar, todavía, determinadas modificaciones, que
se irán viendo. Resulta imposible prever y categorizar sistematizándolas, todas
las situaciones que pueden presentarse, ya que, por tratarse en este caso de un
registro de la oralidad, entramos en aquel universo "heteróclito" del
que hablaba Saussure, más allá de lo que los estudios pragmáticos han podido normalizar.
La definición
contextual es aquella mediante la cual se establece el sentido que adquiere un
término cualquiera, presente en determinado segmento textual completo6,
en función del contexto al que dicho término aparece asociado en ese mismo segmento.
Con mayor
precisión, también puede decirse que la definición contextual consiste en la
transformación de determinado segmento textual completo, de modo tal que
determinado nombre, efectivamente utilizado en dicho segmento textual, ocupe el
lugar del N de
La definición contextual
tendrá una configuración semejante a la siguiente:
X es
[aquel/la/lo + (preposición o expresión preposicional con q!8) +
(resto del contexto de la oración)].
En cuanto a la
"preposición o expresión preposicional", en función de la cual se
rearticulará sintácticamente el resto del segmento textual completo, ella
proporcionará expresiones sintácticas del tipo (en cada caso, exigidas por la
estructura sintáctica del texto original):
X es [aquel/la/lo + que + (resto del contexto de la
oración)]
X es [aquel/la/lo + en el que + (resto del contexto
de la oración)]
X es [aquel/la/lo + con el que + (resto del contexto
de la oración)]
X es [aquel/la/lo + para el que + (resto del
contexto de la oración)]
X es [aquel/la/lo + desde el cual + (resto del
contexto de la oración)]
X es [aquel/la/lo + respecto del cual + (resto del
contexto de la oración)]
X es [aquel/la/lo + cuyo + (resto del contexto de la
oración)]
Etcétera,
siendo esta enumeración
meramente ejemplificativa. (Ver Anexo:
III. Definiciones contextuales)
9.2.3.4 Ejes conceptuales, redes
secuenciales y contrastantes
El siguiente paso, a partir de un
determinado repertorio de definiciones contextuales, consiste en identificar
los ejes conceptuales ordenadores, según los cuales pueden agruparse las definiciones
obtenidas. Los conjuntos así constituidos son representativos de los distintos
modos de atribuir significado a los correspondientes términos, por parte de la
comunidad o sector social que produjo los discursos en estudio.
Toda definición contextual genera un eje
conceptual que permite realizar búsquedas (preferentemente, a partir de un
banco de datos nutrido con el conjunto de las definiciones analíticamente
obtenidas) mediante las que se nucleen otras definiciones que comparten el
mismo eje. (Ver Anexo: IV. Ejes y redes)
Una de las características del método es
que permite identificar los ejes según los cuales distintos sectores de la
comunidad le confieren distinto significado a los mismos términos, según lo que
ha sido efectivamente dicho, así como también permite identificar las
coincidencias. Si bien se puede estudiar de qué modo un determinado modelo
construido a priori se encuentra efectivamente utilizado en el discurso de una
comunidad (lo que caracteriza al método estructuralista y algunas variantes del
análisis del contenido), la principal utilidad diferencial del método que aquí
se propone es descubrir cuáles son las componentes y/o los rasgos prototípicos
de determinados conceptos en estudio, tal como han sido utilizados en
determinado momento por dicha comunidad (lo que caracteriza a esta práctica de
la semiótica cognitiva y del análisis del discurso).
El análisis puede continuar
estableciendo sub-ejes, en función de la profundidad de los objetivos que tenga
la investigación. Una nueva lectura de los sub-ejes encontrados en cada eje
permite reconstruir el correspondiente árbol.
En la medida en que tales árboles o
redes se extraigan de uno o de varios discursos, darán lugar a una Red
Secuencial o a una Red Contrastante. Un análisis no estará adecuadamente
concluido hasta que, en el seno de una Red Contrastante, no aparezcan
diferencias o contradicciones que garanticen que se ha llegado a la
identificación de, al menos, más de una Formación Discursiva. La presencia,
pues, de la diferencia o de la contradicción (el contenido de tal
"diferencia o contradicción" deberá ser tal que provoque la
inconsistencia del sistema axiológico y/o conceptual en estudio; ver Magariños
de Morentin, 1996: 434) es condición necesaria pero no suficiente para afirmar
la representatividad de la muestra sometida a análisis. Esta representatividad
no tiene un fundamento estadístico, sino constructivo: debe acreditar que está
representada la pluralidad social, de la que se afirma como hipótesis básica
que es inherente a toda comunidad (lo que se confirma en la medida en que toda
investigación demuestra la inconsistencia del sistema cultural de cualquier
comunidad en estudio).
Todo lo cual va configurando el universo
de valores y conceptos vigentes en la comunidad a la que pertenece quien habla.
La representación de la configuración
diferencial de dicho universo de valores y conceptos, tal como aparece
efectivamente enunciado en determinado corpus de discursos, es el objetivo
específico al que aporta sus operaciones analíticas esta metodología semiótica.
9.2.4 Anexo
Se presenta
aquí un ejemplo tomado de una de las entrevistas realizadas para el estudio. Se
trata de segmentar el siguiente texto a los efectos de proceder al análisis de
sus características en cuanto productor de significaciones.
Pregunta: Y dígame, ¿cuál es su
experiencia con los médicos?
Respuesta: Mirá, yo he ido a médicos
clínicos que no saben un cuerno. ¿Sabés lo que pasa? Yo te explico. Vos cuando
tenés una enfermedad, el médico ¿sabés lo que hace? Te dice: "Bueno, tiene
que tomar esto", qué sé yo, "el régimen éste"; pero no te
explica cómo tenés que..., por qué es eso, ¿entendés? Entonces, ¿vos tenés
conciencia de lo que tenés?, ¿por qué?, ¿cuál es el problema de tu enfermedad?,
¿cómo apareció? Porque a mí me apareció de grande, en mi familia no hay ningún
diabético y yo tengo muchachos que por ahí tienen síntomas de diabético y no lo
saben y les digo: "pero, ¡hacete un coso!" Y ellos dicen: "Sí,
porque tengo sed, orino mucho de noche, que patatín, patatán" y uno no le
da bolilla a eso, ¿viste? De cada un diabético hay otro diabético, ¿sabías vos
eso?
9.2.4.1 Normalización
mirá# yo he
ido a médicos clínicos que no saben un cuerno# ¿(+vos)10 sabés
lo que pasa?# yo te explico (=lo que pasa)# vos cuando tenés una enfermedad# el
médico ¿(+vos) sabés lo que hace?# (+el médico) te dice# bueno# (+usted) tiene
que tomar esto [un remedio]# qué sé yo [lo que (+el medico) te dice]# (=el
médico te dice (+usted) tiene que tomar) el régimen éste# pero (+el médico) no
te explica cómo (+vos) tenés que [cuidarte]11# ((+el médico)
no te explica) por qué es eso (=que tengás una enfermedad)# ¿(+vos) entendés
[lo que digo]?# entonces# ¿vos tenés conciencia de lo (=la enfermedad) que
tenés?# ¿(+vos tenés conciencia de) por qué [tenés la enfermedad]?# ¿(+vos
tenés conciencia de) cuál es el problema de tu enfermedad?# ¿(+vos tenés
conciencia de) cómo apareció (+tu enfermedad)?# porque a mí (+la enfermedad) me
apareció de grande# en mi familia no hay ningún diabético# y yo tengo muchachos
[conocidos] que por ahí tienen síntomas de diabético y (+los muchachos) no lo
(=que tienen síntomas de diabético) saben# y (a los muchachos=) les digo# pero#
¡hacete un coso! [análisis]# y ellos dicen# (me hago un análisis=) sí# porque
tengo sed# (+y (los muchachos=) ellos dicen# (me hago un análisis=) sí# porque)
orino mucho de noche# (+y (los muchachos=) ellos dicen) que patatín, patatán# y
uno no le da bolilla a eso (=¿viste?# de [*por*]12 cada un
diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]) # ¿viste?# de [*por*]
cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido] ¿sabías vos (que
de [*por*] cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]=) eso?
9.2.4.2 Segmentación
Supongamos
completada la normalización y procedamos a la segmentación del mismo texto; en
el anterior texto normalizado, se identifican los siguientes segmentos:
1. mirá
2. yo he ido a médicos clínicos que no saben un
cuerno
3. ¿(+vos) sabés lo que pasa?
4. yo te explico (=lo que pasa)
5. vos cuando tenés una enfermedad el médico ¿(+vos)
sabés lo que hace?
6. (+el médico) te dice bueno (+usted) tiene que
tomar esto [un remedio]
7. qué sé yo [lo que (+el medico) te dice]
8. (=(+el médico) te dice (+usted) tiene que tomar)
el régimen éste
9. pero (+el médico) no te explica cómo (+vos) tenés
que [cuidarte]
10. ((+el médico) no te explica) por qué es eso
(=que tengás una enfermedad)
11. ¿(+vos) entendés [lo que digo]?
12. entonces ¿vos tenés conciencia de lo (=la
enfermedad) que tenés?
13. ¿(+vos tenés conciencia de) por qué [tenés la
enfermedad]?
14. ¿(+vos tenés conciencia de) ¿cuál es el problema
de tu enfermedad?
15. ¿(+vos tenés conciencia de) cómo apareció (+tu
enfermedad)?
16. porque a mí (+la enfermedad) me apareció de
grande
17. en mi familia no hay ningún diabético
18. y yo tengo muchachos [conocidos] que por ahí
tienen síntomas de diabético
19. y (+los muchachos) no lo (=que tienen síntomas
de diabético) saben
20. y (a los muchachos=) les digo pero ¡hacete un
coso! [análisis]
21. y (los muchachos=) ellos dicen (me hago un
análisis=) sí porque tengo sed
22. (+y (los muchachos=) ellos dicen# (me hago un
análisis=) sí# porque) orino mucho de noche
23. (+y (los muchachos=) ellos dicen) que patatín,
patatán
24. y uno no le da bolilla a
eso (=que de [*por*]cada un diabético [conocido] hay otro diabético
[desconocido])
25. ¿viste?
26. de [*por*] cada un diabético [conocido] hay otro
diabético [desconocido]
27. ¿sabías vos (que de cada
un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]=) eso?
Estos 27
segmentos son los que permiten recuperar las distintas significaciones de que
disponía previamente el productor del texto y que ha actualizado en él, al
producirlo. Esta recuperación se cumple mediante la elaboración de las
definiciones contextuales inherentes al texto que se analiza.
9.2.4.3 Definiciones contextuales
Se puede, en
principio, prescindir de determinados segmentos cuya función se hipotetiza como
fundamentalmente "fática", en el sentido en que usa este término R.
Jackobson (1963: 28ss). Tales segmentos serían los siguientes:
1. mirá
3. ¿(+vos)
sabés lo que pasa?
4. yo te
explico (=lo que pasa)
7. qué sé yo
[lo que (+el medico) te dice]
11. ¿(+vos)
entendés [lo que digo]?
25. ¿viste?
Con el resto
se puede proceder a elaborar las definiciones contextuales, en las que el
analista esté interesado.
Retomando el
análisis del párrafo inicial, las siguientes son definiciones contextuales que
proceden de los segmentos no excluidos anteriormente.
2. MÉDICOS
son aquellos clínicos a los que yo he ido que no saben un cuerno
5. MÉDICO es
aquel que ¿(+vos) sabés lo que hace cuando vos tenes una enfermedad?
6. (MÉDICO)
es aquel que te dice bueno (+usted) tiene que tomar esto [un remedio]
8. (MÉDICO)
(aquel que te dice (+usted) tiene que tomar) el régimen éste
9. /pero/
(MÉDICO) es aquel que no te explica cómo (+vos) tenés que [cuidarte] (8)
10. (MÉDICO)
es aquel que no te explica) por qué es eso (=que tengás una enfermedad)
12.
/entonces/ (ENFERMEDAD) es aquella que de que la tenés ¿vos tenés
conciencia?
13.
[ENFERMEDAD] es aquella que de por qué la tenés ¿(+vos tenés
conciencia)?
14.
ENFERMEDAD es aquella acerca de cuyo problema ¿(+vos tenés conciencia
de) cuál es ?
15.
(ENFERMEDAD) es aquella tuya acerca de la cual ¿(+vos tenés conciencia
de) cómo apareció ?
16. /porque/
(ENFERMEDAD) es aquella que a mí me apareció de grande
17.
DIABÉTICO es aquel del que no hay ninguno en mi familia
18. /y/
DIABÉTICO es aquel cuyos síntomas yo tengo muchachos [conocidos] que por
ahí los tienen
19.
(DIABÉTICO) es aquel cuyos síntomas tienen (+los muchachos) y no lo
saben
20. /y/
(MUCHACHOS) son aquellos a los que les digo pero ¡hacete un coso!
[análisis]
21. /y/
(MUCHACHOS) son aquellos que dicen (me hago un análisis=) sí porque
tengo sed
22. /y/
(MUCHACHOS) son aquellos que dicen (me hago un análisis=) sí# porque)
orino mucho de noche
23. /y/
((MUCHACHOS) son aquellos que dicen) que patatín, patatán
24. /y/ ESO
(que de [*por*] cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido])
es aquello a lo que uno no le da bolilla
26.
DIABÉTICO es aquel [conocido] de [*por*] cada uno de los cuales
hay otro diabético [desconocido]
27. ESO (que de [*por*] cada
un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]=) es aquello que
¿vos sabías?
Se hace
evidente, a partir de esta última tarea de construcción de definiciones
contextuales, que se está obteniendo un "diccionario" con los valores
semánticos que el productor del texto le confiere a los términos que usa en su
discurso (podían ser otros cualesquiera de los sustantivos efectivamente
utilizados).
Aquí, por
ejemplo, "MÉDICO" se presenta construido semánticamente del siguiente
modo:
"MÉDICO"
2-aquellos clínicos a los
que yo he ido que no saben un cuerno
5-aquel que ¿(+vos)
sabés lo que hace cuando vos tenes una enfermedad?
6-aquel que te dice
bueno (+usted) tiene que tomar esto [un remedio]
8-(aquel que te dice (+usted)
tiene que tomar) el régimen éste
9-aquel que no te
explica cómo (+vos) tenés que [cuidarte]
10-(aquel que no te
explica) por qué es eso (=que tengás una enfermedad)
También se define
"ENFERMEDAD":
12-aquella que de que
la tenés ¿vos tenés conciencia?
13-aquella que de por qué
la tenés ¿(+vos tenés conciencia)?
14-aquella tuya acerca de
cuyo problema ¿(+vos tenés conciencia de) cómo apareció ?
15-aquella tuya acerca de
la cual ¿(+vos tenés conciencia de) cómo apareció ?
16-(enfermedad) es aquella que
a mí me apareció de grande
También
"DIABÉTICO":
17-aquel del que no
hay ninguno en mi familia
18-aquel cuyos
síntomas yo tengo muchachos [conocidos] que por ahí los tienen
19-aquel cuyos
síntomas tienen (+los muchachos) y no lo saben
26-aquel [conocido] de
[*por*] cada uno de los cuales hay otro diabético [desconocido]
Se puede continuar con
"MUCHACHOS":
20-aquellos a los que
les digo pero ¡hacete un coso! [análisis]
21-aquellos que dicen
(me hago un análisis=) sí porque tengo sed
22-aquellos que dicen
((me hago un análisis=) sí porque) orino mucho de noche
23-aquellos (que dicen) que patatín, patatán
9.2.4.4 Ejes y redes
El fragmento
que se ha tomado en consideración para extraer estas definiciones era breve;
puede comprenderse fácilmente, la información que este método permite obtener
de entrevistas completas, cuya duración promedio puede estimarse en 45'.
Por ejemplo,
los ejes encontrados en el conjunto de definiciones de "Médico" que
acaba de transcribirse son los siguientes:
"MEDICO"
EJE
1: CONOCIMIENTO
2-aquellos clínicos a los que yo he ido
que no saben un cuerno
-el termino subrayado "saben"
proporciona la base lexemática para agrupar todas aquellas definiciones que lo
contengan en su contexto (definiciones que pueden ser sólo las del término
"MEDICO", pero también la totalidad u otra parte de las definiciones
registradas, en cada caso según el interés del analista)
-es posible que el lexema de base
seleccionado (aquí "saben") no agote la construcción del significado
de "MEDICO" en su relación con el concepto de
"CONOCIMIENTO"; en tal caso se construirá un campo semántico en que
se asocien, además, otros lexemas o expresiones lexemáticas afines, como
"informado" o "estar informado", "estudio" o "estudioso",
"investiga" y el propio "conocimiento" o
"conocer"; en tal caso, el investigador debe hacer explicito el
repertorio lexemático que considera constitutivo de un "campo
semántico" de importancia para su análisis; así dicho campo será completo
y criticable, dos cualidades necesarias para que una investigación social sea
adecuada y rigurosa
-estos comentarios son aplicables a los
restantes ejemplos de ejes
EJE
2: PRAXIS
5-aquel que ¿(+vos) sabés lo que hace
cuando vos tenes una enfermedad?
-si esta definición contextual, en una
búsqueda en la base de datos (constituidos aquí por las definiciones
contextuales) que se esté utilizando, viniese junto con la anterior, por
compartir en su contexto el fragmento lexemático "sab" (no la raíz,
sino la secuencia significante que es constante en todas las variaciones del
termino), sería eliminada del conjunto conceptual que se está construyendo ya
que no se refiere al saber del médico sino, textualmente considerado, al del
interlocutor (entrevistador) con el que habla el autor del texto; no puede
pretenderse una aplicación automática y acrítica de las reglas; hay que tener
presente que se trata de que: (a) los ejes surjan del texto y no de supuestos
externos aportados por el analista y (b) el analista haga explícitos sus
criterios de aceptación o exclusión
-o sea, "hace" es el lexema en
base al cual se ha identificado el eje "PRAXIS"
EJE 3: TRATAMIENTO
6-aquel que te dice bueno (+usted) tiene que tomar
esto [un remedio]
8-aquel que te dice (+usted) (tiene
que tomar) el régimen éste
-sería interesante explorar el
"tener que" vinculado a las definiciones contextuales de
"MÉDICO"
-también puede construirse el eje
"TRATAMIENTO" en base a los lexemas "remedio" o
"régimen"
-también, dependiendo del objetivo de la
investigación, este eje "TRATAMIENTO" puede considerarse como un
sub-eje del eje "PRAXIS"
EJE
4: COMUNICACIÓN
9-aquel que no te explica cómo (+vos) tenés que
[cuidarte]
10-(aquel que no te explica) por
qué es eso (=que tengás una enfermedad)
Las calidades encontradas en el interior
de las expresiones que han construido los precedentes ejes, permiten
identificar sub-ejes que van enriqueciendo el contenido del concepto
efectivamente utilizado en el texto y con las que se va construyendo
determinada Formación Discursiva.
Suponiendo que este conjunto
de ejes y sub-ejes tuviera la riqueza suficiente y necesaria para constituir
una Formación Discursiva (en el ejemplo, meramente, uno de sus mínimos
fragmentos), una variación en cualquiera de sus componentes tal que, caso de
incluirla en
Notas
* El presente trabajo fue publicado en Signa. Revista de la Asociación Española de
Semiótica, Nº 7, 1998; ps. 233-253
1 Así quedó afirmado en otro trabajo (Magariños de Morentin, 1996: 271),
" 'En la medida en que toda proposición metalingüística relativa a los
lenguajes naturales es analítica' (Lyons, 1977: 292), el carácter de las
operaciones (analíticas) constitutivas de una metodología en ciencias sociales
es metalingüística".
2 Se entiende aquí por semántica, el estudio del significado, con toda
la problemática que trae consigo el término "significado" en cuanto a
las relaciones entre las palabras y las cosas o entre las palabras y
determinadas entidades teóricas (por ejemplo, los "designata" de
Carnap; ver en Lyons, 1977: 117ss).
3 Se entiende aquí por sintaxis (de modo muy semejante a como lo hace
Lyons, 1977: 375), un conjunto de reglas que da cuenta de la distribución de
lexemas a través de las oraciones de la lengua, en cuanto tales reglas
establecen sus combinaciones permisibles.
4 Podrá decirse que se ha identificado una formación discursiva (de modo
muy semejante a como lo hace Foucault, 1969: 53) cuando, entre determinada
cantidad de enunciados, identificables en un corpus de discursos producidos en
determinada comunidad, pueda establecerse una regularidad en cuanto a la
construcción de los objetos, de los tipos de enunciación, de los conceptos y de
las elecciones temáticas.
5 La hipótesis directiva del análisis de contenido afirma la existencia,
en el texto o en un corpus de textos, de indicadores (operativamente,
"palabras clave"), con carácter de categorías interpretativas a
priori, mediante cuya identificación se alcanza una caracterización contrastada
de los productores de tales textos (Gardin, 1987a: 55).
6 En esta definición, se entiende por "segmento textual
completo" al constituido (o reconstituido según la tarea de normalización)
por una oración de base ([FN + FV] ó [FN1 + V + FN2]) y los modalizadores de
cada uno de sus componentes, si los hubiera en el texto que se analiza.
7 En esta definición, "la oración copulativa con cláusula de
relativo" estará constituida por el resto del segmento en análisis, en
cuanto contexto de dicho nombre, con las transformaciones en la estructura
sintáctica que exija la modificación operada.
8 Se entiende por "q!" cualquiera de aquellas expresiones
sintácticas que contienen un pronombre relativo expresado directamente o por
transformación, en el sentido en que "cómo" es una transformación de
"de qué manera" o "dónde" lo es de "en qué
lugar", etc. (ver Magariños de Morentin y colab., 1993: 65).
9 Los signos de puntuación, en la trascripción del discurso oral,
constituyen una intervención del analista (o de quien realiza la desgrabación).
Son diversos los criterios que pueden asumirse; en este trabajo se ha optado
por sustituir el punto ".", la coma ",", el punto-y-coma
";" y los dos-puntos ":", por el signo "#", para
desemantizarlo de su sentido de acabamiento o de interrupción temporal en el
desarrollo de una expresión y para que el signo diferente propuesto (#)
advierta al lector de que, en correspondencia con algún tipo de pausa realizada
por el productor del texto, meramente se está proponiendo un corte cuya
duración es materia de interpretación y que incluso podría eliminarse, si se
considera que corresponde hacerlo. No obstante, el signo (#) es importante ya
que permite reflexionar sobre la estructura sintáctica que se está
normalizando.
10 Según anticipamos, en este caso, como en los restantes que aparecen
entre paréntesis "(...)", el texto recuperado implica una mínima
intervención del analista ya que, ya bien se trata de un sujeto implícito (como
ocurre en este concreto primer caso, en cuanto inferencia directa de la
actuación pragmática; lo que se marca anteponiendo el signo "+" a
dicho sujeto implícito) o ya bien se trata de la recuperación anafórica de un
término o expresión que ya ha sido efectivamente dicho (en cuyo caso se ubica
al paréntesis antes del correspondiente pronombre y al signo "="
dentro y al final derecho del paréntesis) o de la recuperación catafórica de un
término o expresión que aparecerá en la continuación inmediata o relativamente
próxima del texto (en cuyo caso se ubica al paréntesis después del pronombre, y
el signo "=" dentro y al comienzo izquierdo del paréntesis); no
obstante siempre es una zona de riesgo.
11 Es muy posible que "cuidarte" sea el verbo que el productor
del texto no ha llegado a enunciar, pero no hay ninguna marca que así lo exija
o lo justifique; sólo existe una ausencia por la incompletitud de la sintaxis y
una intuición del analista, en cuanto hablante nativo, por captación de la
isotopía que viene generándose en la respuesta. Puede decirse que el analista
corre un mayor riesgo al incorporar esta expresión que en los casos comentados
sub 2. Por ello, conforme a lo dicho anteriormente, el analista ubicará su
incrustación entre corchetes "[...]", preservando así la calidad de
criticable que corresponde a cada una de las intervenciones que lleva a cabo
sobre el texto en estudio.
12 Cuando, para salvar el sentido, la incorporación implica, además, una
corrección gramatical respecto de la forma utilizada por el productor del texto
(y el analista se decide a yuxtaponer tal corrección junto a la expresión
originaria) ello se marca, en este trabajo, incluyendo el agregado corrector
entre corchetes y asteriscos: "[*...*]".
10 LOS MUNDOS SEMIÓTICOS POSIBLES
EN LA INVESTIGACIÓN SOCIAL γ
δ
10.1
Introducción
Una de las
tareas fundamentales de la semiótica consiste en la identificación de las
interpretaciones que, en un determinado momento y comunidad, puede recibir un
texto.
Un texto,
sus interpretaciones posibles y el conjunto de referentes
construidos por cada una de tales interpretaciones, se integran en una
estructura y un procesamiento de información para cuyo estudio resulta de
utilidad el artefacto lógico conocido como "mundos posibles".
Atendiendo a los variados tipos de operaciones de interpretación, así como a
las diversas calidades de los textos y de los referentes, de todo lo cual dicho
artefacto lógico deber dar cuenta cuando se lo aplica al ámbito de la semiótica,
propongo denominarlo, en esta especificidad, "mundos semióticos
posibles" (en adelante, MSPs).
La designación
de MSP se aplica por tanto a la representación de un conjunto consistente (no contradictorio) de estructuras textuales mínimas, sintáctica y semánticamente
completas, constituidas por la relación triádica que asocia dos términos
mediante un determinado conector, así como, si las hubiere, por las
modalizaciones que reciba cada uno de tales términos y el conector, conservando
siempre la estructura sintáctica mínima inicial; tales estructuras sintácticas
mínimas provendrán de determinado corpus textual identificado como pertinente
para la comprobación de la hipótesis explicativa enunciada en el
correspondiente proyecto de investigación. Estas estructuras sintácticas
mínimas se corresponden con las denominadas "definiciones
contextuales", de las cuales, así como de los "enunciados" y de
las "redes" se conservan las reglas de formación, tal como se
establecieron en otro trabajo (ver, aquí mismo: 9.2 Manual operativo para la construcción de “Definiciones
Contextuales” y “Redes Contrastantes”).
Al mayor
conjunto posible de MSPs (pero que siempre será una descripción necesariamente
incompleta respecto al mundo del que da cuenta) lo denomino, siguiendo la terminología
de Hintikka, un "sistema de modelos" (en adelante, SM). Un SM
es, en consecuencia, la descripción formal de un Sistema Semiótico,
entendiendo por tal al conjunto de funciones que vinculan un representamen con
un fundamento para un interpretante (aceptando en sus líneas generales la
representación peirceana), cualquiera sea la naturaleza de ese representamen
(aceptando, también en sus líneas generales, la distribución peirceana en íconos,
índices y símbolos, con la expansión proveniente de la combinatoria de sus
tres categorías), de modo tal que el ámbito de vigencia de un determinado
Sistema Semiótico identifica un determinado grupo social, en cuanto
interpretante que resulta construido por dicho sistema.
En toda
comunidad semióticamente estudiada, el Sistema Semiótico pertinente estará
constituido, utilizando también para esto la terminología de Hintikka (1969:
71), por dos grandes "conjuntos de modelos" (en adelante, CM):
el de los textos dados, por
una parte, y el de las interpretaciones-referentes construidos, por la otra. La denominación de este último conjunto
está registrando que no existe interpretación que no construya un referente, ni
referente sin la interpretación que lo construya; dando un paso más en esta
dirección, puede decirse que la interpretación es el referente y
viceversa, por lo que, en definitiva, sólo es necesario, como haré en adelante,
hablar ya bien de "interpretación", ya bien de "referente",
pero no de ambos, ni de relación alguna de causalidad entre ellos. Estas calidades
de textos e interpretaciones se establecen en cada coyuntura de
análisis, sin que nada impida que lo que es texto en determinado momento
resulte ser interpretación (de otro texto diferente) en otro determinado
momento y viceversa.
Finalmente,
cada uno de estos CMs están constituidos por un número contingente y
determinado de MSPs; según el CM en el que se los incluya, a estos MSPs se le
asignar una función textual o interpretacional.
Un MSP
textual es la representación de
cualquiera de los conjuntos de estructuras sintácticas mínimas, modalizadas o
no, a las
que acabo de referirme, identificables en los textos (simbólicos, icónicos, indiciales o su
combinatoria), que se admiten como productores de la significación del
fenómeno social (simbólico, icónico, indicial o sus combinaciones) en estudio. No es sino una cuestión de
hecho, solucionable por diversas vías (o provisionalmente sin solución
disponible pero posible), la dificultad inherente a la identificación de la estructura
sintáctica mínima y a su representación, en especial cuando el fenómeno en
estudio no es simbólico (ya que, cuando lo es, ello supone una sintaxis
predominantemente formalizada, como en el lenguaje verbal) sino icónico o
indicial (lo que supone el análisis de gráficos o de comportamientos o su
participación, junto o no a símbolos, en fenómenos sociales semióticamente
complejos).
Un MSP
interpretacional es la representación de
cualquiera de los conjuntos de estructuras sintácticas mínimas, modalizadas o
no, a las
que acabo de referirme, identificables en los textos (simbólicos,
icónicos, indiciales o sus combinaciones) en
los que los interpretantes de los
textos (simbólicos, icónicos, indiciales o sus combinaciones) que
se admiten como productores de la significación del fenómeno social (simbólico,
icónico, indicial o sus combinaciones) en
estudio enuncian dicha interpretación. La selección de los textos en los
que el analista considera identificables las estructuras sintácticas mínimas,
cuya representación dará lugar a los pertinentes MSPs interpretacionales, es un
riesgo del propio analista quien los afirmará como válidos al enunciar su
hipótesis de trabajo, la que resultará validada o no en el transcurso de la
investigación (Magariños de Morentin, 1990: parágrafos 41-43)
El conjunto de
todos los MSPs de todos los CMs textuales e interpretacionales constituye el SM
o Sistema Semiótico de una determinada comunidad en un determinado
momento de su historia. A dicho Sistema Semiótico no se lo puede abarcar en su
totalidad, siendo necesariamente parcial por faltarle, al menos, el MSP
interpretacional que le confiere significado al Sistema Semiótico en cuanto MSP
textual; de modo análogo a como el teorema de Gödel demuestra el carácter
necesariamente incompleto de todo sistema axiomático (Nagel, Ernest y James R. Newman, 1970: pág. 102 ss; Hofstadter, Douglas
R., 1999: pág. 15 ss). [Ver aquí: 10.1bis METASEMIÓTICAS]
Por otra
parte, es necesario organizar el estudio del Sistema Semiótico de modo tal que
se constituyan no sólo los CMs de MSPs textuales por una parte e
interpretacionales por otra, sino de modo tal que se representen las
relaciones que vinculan a cada MSP textual con todos y cada uno de los MSPs
interpretacionales que acerca de los primeros construye la comunidad en
estudio.
La relación
entre el MSP textual y algún (al menos uno) MSP interpretacional se
estudia, fundamentalmente, a través de la función de interpretación y de
las relaciones de accesibilidad y de alternatividad.
La función
de interpretación consiste en un conjunto de reglas mediante las cuales cada uno de los
individuos (en cuanto signos o entidades) del MSP textual en estudio (y el
paradigma de sus relaciones efectivas) se corresponde con determinado individuo
o conjunto de individuos de los MSPs interpretacionales en estudio (y con el
paradigma de sus relaciones virtuales; ver Dominique Noël, 2007). Ello requiere
disponer de la representación de la articulación
(sintáctica) de cada uno de dichos MSPs (el textual y los
interpretacionales que se tomen en consideración), de modo tal que puedan
proyectarse el uno sobre el otro u otros y, en consecuencia, puedan afirmarse o
negarse las relaciones (semánticas) de accesibilidad y de alternatividad entre
ellos.
A su vez, la
representación de las consecuencias de esta proyección dará lugar a nuevos CMs,
de naturaleza diferente a los primeros, los que podrán denominarse "conjuntos
de modelos accesibles" (en adelante "CMAC") tales que
deberán permitir identificar al conjunto de MSPs interpretacionales de un
determinado MSP textual en estudio que no incurran en contradicción interna 1
(o sea, cuando entre los primeros o bien entre cada uno de ellos y el
segundo pueda afirmarse la existencia de una relación de accesibilidad) y
diferenciarlos de aquel otro conjunto de MSPs interpretacionales del mismo MSP
textual en estudio (entre los cuales también podrá afirmarse la existencia
de una relación de accesibilidad similar a la anterior), en virtud de
establecer su contradicción recíproca (lo que negará la existencia de una
relación de accesibilidad entre los conjuntos diferenciados de MSPs
interpretacionales del mismo MSP textual).
Esta relación
de accesibilidad entre los MSPs interpretacionales así identificados y un
determinado MSP textual, en el interior de un determinado CMAC, estará bien
formada cuando reúna las condiciones de reflexividad, transitividad y
simetría (o, lo que es lo mismo, de equivalencia 2).
En cuanto reflexividad ello quiere decir que siempre será posible,
mediante la investigación correspondiente, acceder a cualquier MSP textual o
interpretacional desde sí mismo. En cuanto transitividad quiere decir
que, dado un MSPII interpretacional, que es interpretación de
otro MSPI interpretacional, que lo es, en definitiva, de un
determinado MSP textual, si, mediante la investigación correspondiente,
se demuestra que MSPII es accesible respecto de MSPI,
el cual lo es, a su vez, respecto de MSP textual, entonces MSP
textual y MSPII se relacionan también entre sí por la
relación de accesibilidad. La simetría quiere decir que siempre será
posible, mediante la investigación correspondiente, acceder al MSP textual
desde todos y cualquiera de los MSP interpretacionales y que, en tales circunstancias,
siempre será posible también acceder a cualquiera de los MSP interpretacionales
desde el MSP textual.
Por tanto,
resulta conveniente extender el estudio del Sistema Semiótico hasta que se haya
identificado la presencia de determinados MSPs que contradigan aquellos otros
MSPs de cuya representación se ha partido. Afirmo, por hipótesis, que todo
CMACx encuentra, en algún momento
y/o sector social correspondientes a un mismo Sistema Semiótico, su dual3 o sea, un CMACy en el que se afirma que el
estado de cosas precedentemente descrito ya no tiene lugar. Constituye, asimismo, una
afirmación (de trabajo) hipotética del analista la que establece que el
carácter dual atribuido a determinado MSP identificado (o a determinados MSPs
identificados) tiene(n) efectivamente, por su isomorfismo y su
complementariedad, las características suficientes y necesarias para constituir
el CMAC (o los CMACs) dual(es) del que está siendo estudiado, lo que, por
tanto, deberá probarse en el transcurso de la investigación.
En cuanto a la
relación de alternatividad queda con ella planteado el tema de la direccionalidad
de la función de interpretación; ésta deberá aplicarse: desde el MSP textual
sobre alguno de los MSPs interpretacionales y viceversa, así como
interrelacionando diversos (al menos dos) MSPs interpretacionales
pertenecientes a un mismo CMAC. En efecto, en virtud de la relación de
alternatividad y en el interior de un Sistema Semiótico, debe ocurrir que dado
un determinado individuo, ubicado en el contexto de un determinado MSP textual,
sea posible identificar uno o un conjunto de MSPs interpretacionales en que el
individuo que constituye la interpretación del primero aparezca ubicado en un
contexto homólogo al textual, pudiendo entonces decirse que tal o tales MSPs
interpretacionales son alternativas del correspondiente MSP textual. Asimismo,
puede entonces decirse que dicho MSP textual es la alternativa de cualquiera de
los MSPs interpretacionales. Y, con la condición de operar en la interioridad
de un determinado CMAC, también puede decirse que uno y cualquiera de los MSPs
interpretacionales es la alternativa de cualquiera de los restantes MSPs
interpretacionales4.
Lo que
antecede enmarca, desde la semiótica, algunos de los aspectos fundamentales del
universo metodológico de las ciencias sociales. En especial conduce a
determinada lógica de la interpretación, en cuanto reflexión crítica e intento
de superación (en el pleno sentido dialéctico de la aufhebung hegeliana)
de la hermenéutica.
Mediante la
utilización de los MSPs no se agota la identificación enumerativa del universo
de los textos que han podido intervenir en la producción/interpretación de un
texto en estudio, pero puede evaluarse de modo bivalente (verdadero-falso) una
proposición acerca de la intervención necesaria de un determinado texto
en la producción/interpretación del texto en estudio, así como puede evaluarse
de modo bivalente (verdadero-falso) una proposición acerca de la intervención
posible de otro determinado texto en la producción / interpretación de
aquel texto; por supuesto, también se puede evaluar la exclusión necesaria de
un determinado texto en dicha producción / interpretación, O sea, desde el
punto de vista de esta lógica de la interpretación, los MSPs constituyen un
artefacto de reconocimiento de las presencias necesarias, posibles (en cuanto
no-necesarias) y no-posibles (en cuanto necesarias-que-no) de los textos que
intervienen en la producción/interpretación de otro texto.
La distinción
entre MSPs textuales y MSPs interpretacionales se formula a efectos puramente
operativos, ya que todos los MSPs deben tener una estructura textual. Una
interpretación posible lo es en cuanto ha sido formulada (al menos de manera
formal) y, en cuanto tal, ya posee una estructura textual determinada. No se
trabaja aquí sobre “interpretaciones posibles” como un universo de objetos
abstractos, sino como los posibles resultados (textos) de determinadas
operaciones formalmente definidas.
Las
intervenciones y exclusiones (de las que aquí se habla) en la producción /
interpretación de un texto no incluyen las presencias posibles de textos en la
mente de productor / intérprete, al tiempo y con ocasión de dicha
producción/interpretación (o sea, su posible presencia psicológica), sino que
se restringe a las presencias actuales de tales textos en el texto producido
como producto o como interpretación por dicho productor/intérprete.
Las
intervenciones y exclusiones pueden referirse a determinados textos concretos o
a "tipos" de textos; en el primer caso se identificarían
predominantemente ancestros semánticos posibles y, en el segundo,
predominantemente ancestros sintácticos posibles del texto en estudio.
En la medida en que la tarea de reconocer los "ancestros" de un texto
determinado es, a su vez, una interpretación, la identificación de las
mencionadas intervenciones y exclusiones de otros textos es el resultado
posible de determinadas operaciones de accesibilidad y del específico modo en
que tales operaciones han quedado definidas en un momento y en una sociedad determinados.
10.1bis Metasemióticas [Incorporado:
20-10-2008]
EFICACIA E
INCOMPLETITUD
DE LOS
NIVELES METASEMIÓTICOS
8 Carencia de un “último discurso” que explique la
eficacia de los anteriores discursos y que no necesite la explicación de su
propia eficacia
↓↑
7 Discurso que propone los criterios según los cuales
cada uno de los demás discursos explican la eficacia de cada uno de los que le
preceden Signo...∞ ↔
OS...∞-1
Crítica
filosófica de la epistemología filosófica
↓↑
6 Discurso que explica cómo el Discurso 5 explica cómo
el Discurso 4 explica cómo los Discursos 2 ó 3 enuncian el Mundo o enuncian el
Discurso que enuncia el Mundo
Signo 5 ↔ OS 6: Metasemiosis 3
Epistemología
filosófica
↓↑
5 Discurso que explica cómo el Discurso 4 explica cómo
los Discursos 2 ó 3 enuncian el Mundo o el Discurso que enuncia el Mundo
Signo 4 ↔ OS 5: Metasemiosis 2
Epistemología
de las semiosis particulares
↓↑
4 Discurso que explica cómo el Discurso 2 enuncia el
Mundo ó cómo el Discurso 3 enuncia el Discurso 2 que enuncia el Mundo
Signo 3 ↔ OS
4: Metasemiosis 1
Análisis de
las semiosis particulares utilizadas
↓↑
3 Discurso que enuncia el Discurso 2 que enuncia el
Mundo
Signo 2 ↔ OS
3: Enunciado referencial 2
Semiosis que identifica
una semiosis particular [p.e.: imagen, novela, museo] que enuncia un fenómeno
↓↑
2 Discurso que enuncia el Mundo
Signo 1 ↔ OS
2: Enunciado referencial 1
Semiosis
particular [p.e.: imagen, novela, museo] que enuncia un fenómeno
↓↑
1 - OBJETO SEMIÓTICO 1: Mundo ontológico
Fenómeno
perceptible en cuanto ha sido enunciado
↑
0 - ¿x?: Entorno
entrópico (óntico)
Existente
imperceptible en cuanto nunca ha sido enunciado
10.2 Hacia
un principio de formalización de los MSPs
Desde un
enfoque operativo, por "mundos semióticos posibles" se
entiende, en este trabajo, aquel conjunto constituido por un texto4bis
y las posibilidades de interpretarlo que tienen a su disposición
(con relativa permanencia) o que construyen (coyunturalmente)5
los integrantes de una determinada sociedad.
En una
síntesis provisionalmente inicial, se formula la afirmación hipotética de que un
sistema semiótico tiene la forma lógica de un conjunto de mundos semióticos
posibles (MSP) y que las relaciones que vinculan a los individuos que componen
alguno de tales mundos con los individuos que componen a cada uno de los
restantes tienen el carácter de operaciones cognitivas6.
La primera
parte de la hipótesis precedente requiere establecer el valor de la afirmación
de que "un sistema semiótico tiene la forma lógica de un conjunto de
mundos semióticos posibles". Esta forma lógica posee
determinadas características, cuya especificidad identifica a lo semiótico
propiamente dicho7.
La segunda
parte de esa misma hipótesis requiere establecer el valor de la afirmación de
que "los individuos que componen un sistema semiótico son operaciones
cognitivas". Estas operaciones cognitivas tienen características
específicas que identifican las funciones y procesos de todo sistema semiótico8.
El alcance de
este trabajo se limita a identificar tales operaciones y a situarlas en su
lugar metodológicamente necesario.
10.2.1 Caracterización general de la forma lógica de un sistema de
mundos semióticos posibles.
i. Sea “Ω” la representación simbólica de
un sistema semiótico. Siguiendo la terminología de Hintikka, Ω
tendrá la forma de un sistema de modelos y estará constituida por dos
conjuntos de modelos básicos, a los que aquí se simboliza mediante T
y M, y por otros múltiples conjuntos de modelos resultantes de
las operaciones semióticas aplicables entre los básicos y que reúnan
determinadas condiciones, a los que aquí se simboliza mediante
Φτμi.
ii. Los
conjuntos de modelos básicos contienen, a su vez, cada uno de ellos, un número
determinado de MSPs, a cada uno de los cuales se designa, por su función
semiótica, como "τi" (o MSPs textuales o sustituidos
o interpretables), tal que "τi ε T", y como "μi" (o MSPs discursivos o sustituyentes
o interpretantes)9, tal que "μi ε
M".
Todos los MSPs de un determinado sistema semiótico Ω pertenecen, por tanto, a uno u otro de los dos grandes
conjuntos de modelos, simbolizados mediante T y M respectivamente10.
Por consiguiente, estos MSPs: [(τ1,
τ2,... τn) ε T] y [(μ1,
μ2,... μn) ε M] 11, considerados
exhaustivamente, abarcan la totalidad de los textos disponibles en un sistema
semiótico (u objetos interpretables) y la totalidad de sus interpretaciones en
ese mismo sistema, siendo éste completo y decidible pero inconsistente. No obstante, a partir de los conjuntos T
y M pueden identificarse subconjuntos "Σji", constituidos por la
conjunción de un [(τx ν τy ν... ν τz) ε T], seleccionado en el interior del sistema semiótico
Ω en estudio, y todos aquellos [(μx ,μy ,... ,μz) ε M] que son sus interpretaciones posibles en ese mismo
sistema. Pues bien, algunos de estos subconjuntos (Σji) cumplirán la condición de
constituir un subconjunto completo, decidible y consistente, al que
denominaremos " Φτμi".
iii. Una vez
identificados los conjuntos " Φτμi", para la simbolización de cada
uno de ellos son válidas las condiciones (C ∙ ~; C ∙ &; C ∙ v; C ∙ E; C ∙U; C ∙ auto (≠); C ∙ =) enunciadas por Hintikka (1969: 71), con las
aclaraciones y/o agregados que se derivan de los siguientes parágrafos.
iv. Desde la
teoría semiótica puede afirmarse que existe(n): i) un mundo posible (tj) diferenciable en el
conjunto de los T, cuyo dominio consiste en el conjunto de los individuos que concurren
a la efectiva actualización de un determinado texto u objeto semiótico (en
definitiva: el conjunto de los T es el conjunto de las semiosis
sustituidas, en cuanto su eficacia está expresada, metasemióticamente, desde el conjunto de los M); ii) un mundo
posible (mj) diferenciable en el
conjunto de los M, cuyo dominio consiste en el conjunto de los individuos que concurren
a la efectiva actualización de lo real12 (o sea, el
conjunto de los M es el conjunto de las semiosis sustituyentes con las que
se le confiere existencia cognitiva a lo ontológico producido por el
conjunto de los T); iii) los mundos posibles virtuales, en el conjunto
de los T, que representan los enunciados contrafactuales acerca de los textos
no sustituidos desde el universo de los M y, por tanto, no
interpretables; iv) los mundos posibles virtuales, en el conjunto de los
M, que representan los enunciados contrafactuales acerca de los discursos
no-dichos o cuya capacidad metasemiótica sustituyente no ha sido aplicada a la
explicación de la capacidad sustituyente en el universo de los T; v) los
mundos posibles actuales, resultantes de la efectiva interpretación (función
ð, de Hintikka) de un T, tal como ha sido explicada desde
todos aquellos M identificables en el
corpus en estudio.
v. Ordenando
las precedentes simbolizaciones, se tendrá:
1) [(τx, τy, ...,τz) ε T]
2) [(μx, μy, ..., μz) ε M]
3) [(T ð M) ε Ω], completo, decidible e inconsistente13
4) [<τx1 δ (μx1, μx2, ..., μxn...) > ≡ <Σx1, Σx2, ..., Σxn>] ε φτμx ε Ω
[<τy1 δ (μy1, μy2, ..., μyn...) > ≡ <Σy1, Σy2, ..., Σyn>] ε φτμy ε Ω
[<τz1 δ (μz1, μz2, ..., μzn...) > ≡ <Σz1, Σz2, ..., Σzn>] ε φτμz ε Ω …etc.
...
5) Φτμx, completo, decidible y consistente14
Φτμy completo, decidible y consistente
Φτμz completo, decidible y consistente,
etc.
6) [(φτμx ∙ φτμy ∙ φτμz ∙ ...) ε Ω, tiende a ser y en algún momento resulta ser
completo, decidible e inconsistente15.
10.2.2 Operaciones
sintácticas elementales y necesarias para la formación de conjuntos de modelos
pertenecientes a un sistema de mundos semióticos posibles.
Las iniciales operaciones
de formación de un conjunto-modelo (CM) en un sistema de MSPs son las
siguientes:
i.
Identificación-constructiva de las constantes individuales en cuanto
unidades semióticas mínimas16, atendiendo a la materia prima
semiótica que las constituye: Iconos, Índices y Símbolos y/o sus combinaciones17,
segmentada conforme a las características de la gramática18
que regula su uso relativamente contingente pero efectivo19.
ii.
Identificación-constructiva de las relaciones sintácticas/contextuales
mínimas a las que, con independencia de cuál sea la materia prima (o
combinación de materias primas) semiótica(s) que las constituyan, se designa en
este trabajo "enunciados" y que, en consecuencia, pueden
definirse como la representación de las expresiones bien-formadas20
que vinculan dos functores semióticos21
mínimos mediante un determinado conector (y que la operación de
contrastarlas con otras expresiones bien-formadas del mismo tipo, permite
atribuirles ya bien un valor de identidad inmanente en función del conjunto
en el que se integran, ya bien un valor de identidad diferencial en
función del conjunto del que se excluyen).
iii.
Identificación-constructiva de las composiciones sintácticas medias a
las que, con independencia de cuál sea la materia prima (o combinación de
materias primas) semiótica(s) que las constituyan, se designa, en este trabajo,
"redes"22 y que, en consecuencia, pueden
definirse como la representación de las expresiones bien formadas que agotan
los modificadores textuales de cada uno de los functores semióticos y/o de su
conector, tal como aparecen coyuntural y efectivamente usados con ocasión de la
construcción de determinado enunciado (y que la operación de contrastarlas
con otras expresiones bien-formadas del mismo tipo, permite atribuirles ya bien
un valor de identidad inmanente en función del conjunto en el que se
integran, ya bien un valor de identidad diferencial en función del
conjunto del que se excluyen). Constituye el lugar especifico de representación
de los MSPs, identificando y describiendo cada red la estructura interna de un
MSP.
iv.
Identificación-constructiva de las composiciones sintácticas principales a
las que, con independencia de cuál sea la materia prima (o combinación de
materias primas) semióticas que las constituyan, se designa, en este trabajo, "hiper-redes
secuenciales" (HRS)23 y que, en consecuencia, pueden
definirse como la representación de las expresiones bien formadas que
integran el conjunto de redes direccionalmente24 vinculadas
con una red determinada, con posibilidad de agotar la totalidad de las redes
coyuntural y efectivamente usadas con ocasión de la construcción de un
determinado texto (y que la operación de contrastarlas con las restantes
expresiones bien-formadas del mismo tipo, permite atribuirles un valor de identidad
inmanente en función del conjunto en el que se integran). Cada HRS
identifica y describe el conjunto de MSPs que se articulan de modo
hipotéticamente homogéneo en el interior de un mismo texto25.
v.
Identificación-constructiva de las composiciones sintácticas dialécticas a
las que, con independencia de cuál sea la materia prima (o combinación de
materias primas) semiótica(s) que las constituyan, se designa, en este trabajo,
"hiper-redes contrastantes" (HRC)26 y que, en
consecuencia, pueden definirse como la representación de las expresiones
bien formadas que determinan el conjunto (siempre incompleto) de los sistemas
de identidades, diferencias y contradicciones entre las relaciones ordenadas de
las que es functor cada enunciado de cada MSP y/o cada MSP de cada HRS27
. El conjunto de todas las HRC integra un sistema de modelos, al que, aquí,
se denomina "sistema semiótico" ("Ω") 28.
vi.
Descripción de las operaciones necesarias para traspasar los límites de
cada uno de los niveles precedentes, siguiendo necesariamente el orden
establecido en su enunciación.
vi.1. Por integración29,
en cuanto operación por la cual dos functores semióticos mínimos se vinculan
mediante un conector, se pasa de los functores semióticos mínimos a los enunciados.
vi.2. Se pasa de los enunciados
a las redes mediante las operaciones de identificación y representación
de (la totalidad de) los modificadores que, en el interior de un
texto, afectan a los dos functores y/o al conector con que se construyen los
enunciados en estudio.
vi.3. Se pasa
de las redes a las hiper-redes secuenciales mediante las
operaciones de listado y direccionamiento, en cuanto aquellas que
listan las redes, identificadas y representadas mediante la operación anterior,
según la dirección secuencial del texto original y con especificación del
conector inter-redes (cuando lo haya).
vi.4. Se pasa
de los enunciados o de las redes o de las hiper-redes
secuenciales a las hiper-redes contrastantes mediante la operación
de construcción de los respectivos conjuntos-modelo (cada uno de ellos
completo, decidible y consistente) y mediante las operaciones de articulación
de los diversos conjuntos-modelos isomórficos30 en un
único conjunto-modelo (que continúa siendo completo, decidible y consistente) y
de diferenciación entre conjuntos-modelo no-isomórficos (siendo el
conjunto de los conjuntos-modelo diferenciados completo, decidible e
inconsistente).
10.2.3 Operaciones
semánticas elementales y necesarias para la interpretación de conjuntos de
modelos pertenecientes a un sistema de mundos semióticos posibles.
i. Entre los
MSPs tales que [((τi ε
T) ð (μi ε
M)) ε Ω] se definen: una función
ð de interpretación y las relaciones de accesibilidad y de alternatividad.
ii. La función
ð de interpretación consiste en una operación cognitiva que establece las
regularidades del contexto de interpretación31 que hacen
posible la disponibilidad alternativa y la accesibilidad respecto de los MSPs
vigentes, de modo tal que para cada constante individual "a" de
alguno de los MSPs "τi ε Ω" (sustituidos) se selecciona
un ð(a) que es miembro del dominio de individuos "I"
correspondientes a determinados otros MSPs "μ1, μ2, ..., μn ε Ω" (sustituyentes).32,
33, 34
iii. La
alternatividad es la operación cognitiva que asocia, para una constante
individual dada "a" y para un MSP τi (tal que a ε τi), un conjunto de MSPs μ1, μ2, ..., μn (tales que ð(a) ε M) que serán sus
alternativas. La alternatividad semiótica se caracteriza, justamente, por esta
relación de un MSP (algún τi) a múltiples MSPs (μn(n>1)) 35, 36
iv. La
accesibilidad es la operación cognitiva que decide la calidad de μi en cuanto identifica a τi como su ancestro; accesibilidad que puede ser necesaria, si para todos los MSPs de M
se identifica a τi como su ancestro, o posible, si se lo identifica para al menos uno37,
38. Esta operación de accesibilidad entre los MSPs
interpretantes así identificados y un determinado MSP textual, en el interior de
un determinado CM, reúne las condiciones de reflexividad, transitividad y
simetría.
v. Así
considerados, 1, 2 y 3 enmarcan aspectos fundamentales del universo
metodológico de las ciencias sociales.
Notas
δ Se han incorporado importantes variantes a este trabajo publicado,
inicialmente, en Los fundamentos lógicos
de la semiótica. Buenos Aires: Edicial, 1996.
γ [Modificado:
20-10-2008]
1 Estas CMAC pueden
considerarse como el instrumento metodológico que permite construir y utilizar operativamente
lo que Michel Foucault denomina "formaciones discursivas" (1969:
44ss).
2 Con lo que sería utilizable
su descripción en el Sistema 5 de Lewis and Langford (1932: 501; Hughes y
Cresswell, 1973: 72, 198).
3 Utilizo "dual" en
el sentido en que lo utilizan Hilbert y Ackermann, 1962: 29.
4 Teniendo en cuenta que un
MSPs interpretacional-1 puede ser, a su vez, MSP textual para otro nivel de MSP
interpretacional-2, queda incluida en la relación de alternatividad la
problemática de la transposición (parafrástica, descriptiva o metalingüística)
del sentido que, para algunos (ver H. Parret, 1983: 78) constituye "la
esencia del arte semiótico".
4bis
"Texto" aquí se entiende como "semiosis sustituida", ya que
deberá estar necesariamente interpretada; o sea, se trata de una “semiosis
sustituyente” que ya ha sido sustituida
desde “otra semiosis sustituyente”; es la situación en la que un signo cumple la función de objeto
semiótico por estar siendo interpretado
desde otro signo de un nivel metasemiótico más alto. (Ver, aquí: 2.1.8 Objeto semiótico y 5.4 Primera identificación de los 4 signos).
Así, bien puede considerárselo como texto, en cuanto semiosis verbal, o
como objeto semiótico, en cuanto perteneciente a cualquier otra
semiosis. Lo fundamental es que se lo percibe, en todo caso, como ya
interpretado.
5 Otra forma de plantear esta
disyunción puede formularse como la que se da entre las interpretaciones
canónicas, en cuanto vigentes y, por tanto, socialmente aceptadas en
determinada comunidad y las interpretaciones desviantes que puede construir
determinado miembro o subgrupo de dicha comunidad como superación, posiblemente
inaceptable en su actualidad, de tales interpretaciones canónicas.
6 Obsérvese que la hipótesis
afirma que la relación se da entre los individuos de alguno de los MSPs
con los de cada uno de los restantes MSPs. Esta es una característica
específica de la lógica de los MSPs, sobre la que habrá de volverse.
7 "Sistema
semiótico", en este trabajo, abarca: 1) la función semiótica que
vincula un representamen con un fundamento para un interpretante (aceptando en
sus líneas generales la concepción peirceana) y 2) la totalidad de la materia
prima disponible y vigente en una comunidad para la construcción del
representamen (aceptando, también en sus líneas generales, la distribución
peirceana en iconos, índices y símbolos, con la expansión proveniente de la
combinatoria de sus tres categorías). A la función semiótica relativa a algún
tipo de representámenes construido con una determinada clase de materia prima
disponible y vigente o con alguna combinatoria de tales materias primas
igualmente disponible y vigente en la comunidad en estudio, la denomino "semiosis".
8 Algunas características de
estas "operaciones cognitivas" son las siguientes: a) son de
algún modo signos, pero no a modo de mera traducción o sinonimia entre
este termino y aquella expresión, sino estrictamente en cuanto función
semiótica entre los conjuntos de mundos semióticos involucrados; b) esto
reafirma que de ninguna manera habrán de considerarse entidades en
cuanto algo completa y efectivamente realizado; c) por lo mismo que no son
entidades, tampoco es posible originarlos en realidad ingenua alguna; d)
son operaciones que poseen la capacidad específica para la producción de constructos
posibles de interpretación.
9 Los MSPs sustituidos son
aquellos ya siempre dichos precedentemente que, ante la nueva interpretación
(MSP sustituyente), quedan dichos de otra manera.
10 Si a T y a M se los
considera temporalmente ordenados, se observa que tienen cierta capacidad de
intercambiar sus funciones. O sea, en un momento (t) determinado, los conjuntos
de modelos T(tn) pueden consistir en textualizaciones de interpretaciones
M(tn-1) de otros conjuntos de textos T(tn-1). Esta recurrencia tiene también
otras direcciones que aquí no tomo en consideración.
11 Si se analiza el conjunto
de modelos (μ1,
μ2,... μn) que constituyen M, se podrá
establecer, en cada situación concreta de interpretación, que uno de tales modelos
se realiza efectivamente; es el mundo efectivamente cognoscible o mundo semiótico, o sea, el mundo tal
como lo construye, para alguien, alguna (o cada una) de las interpretaciones
vigentes en determinado momento y comunidad (o sector, todo lo acotado que se
desee, de tal comunidad), quedando al margen del conocimiento posible el entorno entrópico o realidad óntica.
12 Con esto se define aquí,
provisionalmente, lo real como lo ya efectivamente interpretado. Se excluye por
tanto toda referencia al conocimiento posible de lo real como conocimiento del
“entorno entrópico”, lo que implicaría la contradicción de conocer lo óntico
que, al ser conocido, deja de ser óntico para transformarse a ontológico y
depender por tanto de un sistema de conocimiento que le confiere sentido. Lo
que percibimos como realidad verdadera
es una realidad interpretada.
13 Equivale a decir que la
interpretación de determinado texto vigente en una comunidad por el conjunto
de todas las interpretaciones que pueda recibir: a) permite obtener todas
aquellas interpretaciones que provienen de determinado texto; b) permite
establecer si a partir de determinado texto puede obtenerse determinada
interpretación; c) pero no puede impedir que, en el conjunto universal de
las interpretaciones de un determinado texto, aparezcan correctamente derivadas
una interpretación y su dual.
14 Equivale a decir que la
interpretación de determinado texto vigente en una comunidad por determinado
subconjunto de las interpretaciones que puede recibir: a) permite obtener
todas aquellas interpretaciones que provienen de determinado texto; b) permiten
establecer si a partir de determinado texto puede obtenerse determinada
interpretación; c) y, por las reglas de su construcción, no es posible que,
en ese determinado subconjunto de las interpretaciones de un determinado texto,
aparezcan correctamente derivadas una interpretación y su dual.
15 El conjunto constituido por
la totalidad de los pares de subconjuntos de textos y de interpretaciones
constituye el sistema semiótico en estudio, con las características de
completitud, decidibilidad e inconsistencia (ver también nota 28).
16 Este carácter de ser
"mínimas" no es absoluto sino dependiente de las dimensiones
impuestas por el mundo interpretable en estudio o a producir.
17 Se acepta, en principio, la
tradicional clasificación de C. S. Peirce (ver nota 7), con las observaciones
al Índice formuladas en otro lugar (Magariños de Morentin, 1994: 74).
18 Toda materia prima o
combinación de materias primas semióticas se organiza en estructuras
sintácticas que están en función de alguna (o de la combinación de algunas) de
las gramáticas (con independencia de su formalización estricta o relativamente
arbitraria) vigentes en determinado momento y comunidad (a las que cumplen o de
las que se desvían en mayor o menor grado).
19 La reconstrucción de las
características gramaticales/semióticas efectivamente actualizadas en
determinada estructura sintáctica es el objetivo de esta etapa analítica de los
MSPs. Hablamos de "características" y no de "reglas",
ya que el uso que las manifiesta es "relativamente contingente",
en el sentido de que nada obliga a que sean unas y no otras las relaciones
sintácticas vigentes en una comunidad (en cuanto gramática/semiótica
históricamente cambiante, pero con permanencia, al menos relativa, de las
operaciones lógicas fundamentales), pero es "efectivo" en
cuanto necesariamente deben estar presentes determinadas relaciones
sintácticas.
20 Buena-formación,
relativizada a su vinculación a la contingencia histórica de su efectiva
vigencia.
21 En el sentido en que usa
Hjelmslev el término "Funktiv" ("functive",
en la trad. inglesa, "functivo", en la española) (ver L.
Hjelmslev, 1971: 33 y Def.9).
22 En otros (Magariños de
Morentin y col., 1990: 26ss; 1993: 12 y 16), de mayor incidencia lingüística,
se ha preferido la expresión "definición contextual", reservándose en
ellos el término "red" para la representación de la secuencia
ordenada de operaciones cognitivas efectivamente aplicadas por el usuario e
identificadas en la correspondiente definición contextual.
23 Con este nombre se
desarrollan también en Magariños de Morentin y col., 1993: 79ss.
24 Se está utilizando
"dirección" en el interesante sentido que le atribuye Ives Lecerf, en
cuanto lo afirma como plano autónomo "respecto de los otros dos planos del
sentido y de la forma" (1979: 89ss) y que se analiza semióticamente en
Magariños de Morentin 1994: 64.
25 Aquí, las hiper-redes
secuenciales representan estructuras cognitivas muy semejantes a lo que Michel
Foucault denomina "formaciones discursivas" (M. Foucault, 1969:
44ss).
26 Con este nombre se
desarrollan también en Magariños de Morentin y col., 1993: 84ss.
27 Las que, a su vez, constituyen
la definición intensional de tales individuos y/o, en su caso, de los MSPs
intervinientes.
29 Con este nombre se la define
también en Magariños de Morentin, 1986: 145.
30 Este isomorfismo se
replantea, para la semiótica, desde una perspectiva con ciertas diferencias
respecto de la de Wittgenstein ("La proposición es una figura de la
realidad. La proposición es un modelo de la realidad tal como la
pensamos", 1973: 4.01). No en el sentido atomista en el que Russell
funda la verificación de las proposiciones, sino en el sentido pansemiótico en
el que Peirce funda las posibilidades de conocimiento del mundo, el isomorfismo
se establece (o no) entre la estructura de diversos campos simbólicos en
estudio o también, p.e., entre la estructura de un campo simbólico y la de uno
(o múltiples) campos indiciales, y viceversa con el mismo derecho (aunque quizá
con mucho menor conocimiento de la gramática que estructura el campo indicial).
Este "campo indicial" es lo que Wittgenstein designa como
"realidad"; semióticamente el parágrafo citado puede parafrasearse: "La
proposición simbólica es una figura de la proposición indicial. La proposición
simbólica es un modelo de la proposición indicial tal como la pensamos").
El isomorfismo constata la accesibilidad entre MSPs.
31 Véase un desarrollo
metodológico del 'contexto de interpretación' en Magariños de Morentin, 1993.
32 De donde, "sustituido"
e "interpretado" aparecen como sinónimos, en cuanto sustituido se
dice de aquel recorte del mundo (simbólico, indicial o icónico) que ha quedado interpretado
de determinada manera (por alguna de las interpretaciones posibles y
vigentes en determinada sociedad para determinado texto).
33 El isomorfismo y/o el
no-isomorfismo entre los MSPs sustituidos se establece en virtud de determinada
clave (que, aquí, se representa mediante "δ") según la que se
correlacionan elementos de T con elementos de M, a condición de ser de la misma
categoría (individuos con individuos, propiedades con propiedades y predicados
con predicados, según Hintikka, 1976: 42; o términos con términos, enunciados
con enunciados y redes con redes, según la segmentación y representación en
Magariños de Morentin, 1993: 9, 16 y 79).
34 La expresión "función
de interpretación", pierde su eventual residuo metafísico cuando se
observa que el propio Hintikka (ibidem: 42) la corporeiza en la operación de correlación
entre campos articulados, a la que denomina "clave";
no obstante, diferencia entre clave e interpretación, exigiendo a
esta última la correlación no sólo de los lugares argumentales con el predicado
representado, sino del símbolo predicativo con ese mismo predicado (Hintikka, op.cit.:
48).
35 La oposición de Hintikka (ibidem:
44) entre palabras-tipo y palabras-señal (correlativa de la
peirceana entre type y token) no se corresponde (en la
explicación de esta relación) con la particular asimetría que se afirma, desde
la semiótica, respecto de la relación de alternatividad. En ésta, términos o
enunciados o redes de los MSPs textuales se correlacionan uno-a-muchos
(o, al menos, uno-a-más de uno) con términos o enunciados o redes de los MSPs
interpretantes o modelos (a posteriori) de construcción de la realidad.
36 La operación de
alternatividad y la función de interpretación están íntimamente vinculadas. La
función de interpretación permite establecer la relación entre el MSP textual
en estudio y los MSPs interpretantes que constituyen los MSPs alternativos del
primero. Así como una función de verdad de oraciones atómicas no nos presenta
una figura simple del mundo, sino que admite ciertas posibilidades acerca de
ese mundo y excluye otras (Hintikka: 52), la función de interpretación,
en virtud de las diferentes claves vigentes en determinado momento de
determinada sociedad, permite la construcción de los correspondientes MSPs
interpretantes, en cuanto conjunto de figuras alternativas del mundo, a
partir de determinado MSP textual.
37 Para establecer las
condiciones de accesibilidad es necesario haber identificado
previamente: 1) la totalidad o, 2) para el caso concreto, el conjunto
considerado necesario de los MSPs interpretantes que surgen a partir de un
determinado MSP textual, ya que dicha accesibilidad requiere un estudio de la conservación
de la consistencia ante cada MSP interpretado que se incorpora al
conjunto-modelo correspondiente; dando origen las inconsistencias a nuevos
conjuntos-modelo que, en cada caso, conservarán su propia consistencia (de
nuevo, las diversas "formaciones discursivas" foucaultianas).
38 La accesibilidad encuentra
la explicación de su calidad de posible (lo que, en definitiva, hace a
la calidad de los Mundos Semióticos Posibles) en consideraciones afines
a las que constituyen la teoría figurativa de Wittgenstein y la concepción
figurativa expandida del propio Hintikka a la que he aludido en este trabajo.
Si desde un MSP textual es accesible un número (por lo general,
indeterminado) de MSPs interpretantes, ello es en virtud de una capacidad de
representación latente en dicho MSP textual y manifestada en cada uno de
los MSPs interpretantes. Si se tiene en cuenta que la naturaleza de estos MSPs
interpretantes es lo que, en el lenguaje cotidiano (y también en el
fenomenológico y en el positivista), se entiende por "la realidad",
podrá comprenderse el papel que le corresponde aquí a la wittgensteiniana "teoría
figurativa". El MSP textual deber contener, para que sea posible entenderlo
(o sea, interpretarlo), en alguno de sus niveles de eficacia, la
posibilidad de compararlo con "la realidad". Como afirma
Hintikka, para la eficacia de esta comparación no es suficiente que se conozcan
los individuos a los que se refieren cada uno de los términos singulares libres
de determinada expresión (Hintikka: 66); pero tampoco basta con el agregado,
por él propuesto, de las reglas que establecen la lógica de las construcciones
de conjuntos-modelo y no sería pertinente el agregado, también propuesto por
Hintikka, de las reglas que establecen la lógica de las comparaciones
escalonadas entre lenguaje y realidad. Aceptando, tanto la base
wittgensteiniana, como el incremento de exigencia de la propuesta de Hintikka,
para que pueda establecerse la pretendida correlación figurativa es necesario,
también, determinar que ambos conjuntos, el de los MSPs textuales y el de los
MSPs interpretantes son lenguaje o mejor, para evitar la excesiva
expansión metafórica de este término, son semiosis. Esto equivale a
decir que estamos exhaustivamente rodeados de signos, en su aspecto de
objetos semióticos, en el sentido de que todo lo que percibimos tiene un
significado para alguien. No hay signo sin sintaxis/contexto, ya que si
sus posibilidades combinatorias fuesen absolutamente aleatorias no tendría
posibilidad alguna de ser identificado; no hay signo sin pragmática, ya
que si no estuviese vinculado a algún uso en algún momento de alguna sociedad
no podría adquirir sentido alguno, ya que sólo el uso puede conferírselo; no
hay signo sin semántica, ya que su significado no es un aspecto perceptual
del fenómeno (objeto o evento), pero no existe fenómeno percibible sin
significado. Por tanto, toda realidad es una semiosis (por lo general,
indicial, pero también icónica e incluso simbólica y en todos los casos,
teniendo en cuenta las especificidades pertinentes, con sintaxis, pragmática y
semántica propia). Si se concuerda en esto, la teoría o la concepción
figurativa del lenguaje tiene mucha mayor posibilidad de demostrar su
razonabilidad. El problema se desplaza, pues, al establecimiento de las
relaciones sintácticas de esa semiosis que es la realidad, con las cuales
será posible correlacionar la sintaxis del discurso utilizado para
interpretarla o sea, para conferirle un significado. Por eso creo poder afirmar
que no es suficiente con multiplicar los pasos del proceso que va desde el
lenguaje a la realidad, sino que para que esos pasos lleguen, sin saltos
inferenciales injustificados, a algún destino, que será alguna realidad
interpretada, es necesario sustituir la
consideración ingenua de esa realidad por su consideración explicativa como
semiosis y que sea acerca de los signos de esa semiosis acerca de los que
se evalúe su correspondencia con los signos del lenguaje que la nombra. En definitiva,
se adopta la hipótesis de la calidad intersemiótica del significado
(hipótesis que, desde una perspectiva fenomenológica, esboza H. Ruthrof, 1995).
Esta correlación entre determinado conjunto de signos de un lenguaje que
apetecen algún significado y los diversos conjuntos de signos de todos aquellas
semiosis que, a través de su capacidad de interpretación, pretenden,
competitivamente, atribuirle dicho significado, se cumple mediante lo que aquí
denomino Mundos Semióticos Posibles.
10.3 LOS MUNDOS SEMIÓTICOS POSIBLES DE
Tarea de Investigación (con eficacia ejemplificativa):
Identificar
los MSPs correspondientes a cada uno de los dos poemas siguientes. Establecer
si el conjunto de los sentidos que se van construyendo en cada uno de ellos
constituye un CONJUNTO CONSISTENTE o no. O sea, establecer si los dos poemas
pueden incluirse en un mismo MSP o no.
POEMA 1
Juan Gelman
Claro que moriré y me
llevarán...
Claro que moriré y me
llevarán
en huesos o cenizas
y que dirán palabras y
cenizas
y yo habré muerto totalmente
claro que esto se acabará
mis manos alimentadas por
tus manos
se pensarán de nuevo
en la humedad de la tierra
yo no quiero cajón
ni ropa
que el barro asuma mi cabeza
que sus orines me devoren
ahora
desnudo de ti
POEMA 2
Juan Ramón Jiménez
El viaje definitivo
...Y yo me iré. Y se
quedarán los pájaros
cantando,
y se quedará mi huerto, con
su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo
será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde
están tocando
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me
amaron,
y el pueblo se hará nuevo
cada año,
y en el rincón aquel de mi
huerto florido y encalado,
mi espíritu errará
nostáljico ...
Y yo me iré, y estaré sólo,
sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
y se quedarán los pájaros cantando.
10.3.1 Etapa
1: NORMALIZACIÓN + SEGMENTACIÓN
Las
operaciones que van a aplicarse se encuentran descriptas en 10 Manual operativo para la
construcción de definiciones contextuales y redes contrastantes.
POEMA 1
1.1 (es) claro que (yo)
moriré
1.2 {y}* (es claro que
ellos) me llevarán en huesos o (en) cenizas
1.3 {y} (es claro) que
(ellos) dirán palabras y cenizas
1.4 {y} (es claro que) yo habré muerto totalmente
1.5 (es) claro que esto se
acabará
1.6 mis manos1** alimentadas
por tus manos2 se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra
1.7 yo no quiero cajón ni ropa
1.8 (yo quiero) que el barro
asuma mi cabeza
1.9 (yo quiero) que {sus} (del barro) orines me
devoren ahora [que yo estoy] desnudo de ti
POEMA 2***
2.1 {y} yo me iré
2.2 {y} se quedarán los
pájaros cantando
2.3 {y} se quedará mi huerto
con su verde árbol y con su pozo blanco
2.4 todas las tardes1
el cielo será azul y plácido
2.5 {y} (todas las tardes1)
tocarán como esta tarde2 están tocando las campanas del campanario
2.6 se morirán aquellos que
me amaron
2.7 {y} el pueblo se hará
nuevo cada año
2.8 {y} en el rincón aquel
de mi1 huerto florido y encalado mi2 espíritu errará
nostáljico1
2.9 {y} yo me iré
2.10 {y} (yo) estaré sólo
sin hogar sin árbol verde sin pozo blanco sin cielo azul y plácido
2.11 {y} se quedarán los pájaros cantando
Comentarios:
*Uso las
llaves "{}" para señalar los elementos que no intervendrán en las
definiciones contextuales, si bien seguirán marcados como para poder ser
reutilizadas si la recuperación de algún sentido así lo requiriese.
**Cuando la
misma palabra reaparece en un mismo segmento pero construyendo otro referente,
ambas palabras se diferencian mediante un subíndice.
***El análisis
según los MSPs no pretende (ya que no está entre sus objetivos) recuperar,
explicativamente, la eficacia poética de estos textos, sino mostrar y (si
corresponde) contrastar el (o los) universo(s) de significados identificables a
partir de tales textos.
10.3.2 Etapa
2: Construcción de DEFINICIONES CONTEXTUALES
POEMA 1
1.1.1 YO:
aquél que es claro que morirá
1.2.1
(ELLOS): aquéllos que (es claro que) me llevarán en huesos o cenizas {y: 1.1}
1.2.2 HUESOS:
aquéllos o (en) cenizas que (es claro que) son el modo como ellos me llevarán
{y: 1.1}
1.2.3
CENIZAS: aquéllas o en huesos que (es claro que) son el modo como ellos me
llevarán {y: 1.1}
1.2.4 ME:
aquél a quien (es claro que ellos) llevarán en huesos o (en) cenizas {y: 1.1}
1.3.1
(ELLOS): aquéllos que (es claro que) dirán palabras y cenizas {y: 1.1}
1.3.2
PALABRAS: aquéllas y cenizas que (es claro que ellos) dirán {y: 1.1}
1.3.3
CENIZAS: aquéllas y palabras que (es claro que ellos) dirán {y: 1.1}
1.4.1 YO:
aquél que (es claro que) habrá muerto totalmente
1.5.1 ESTO:
aquello que (es) claro que se acabará
1.6.1 MANOS1:
aquéllas mías alimentadas por tus manos2 que se pensarán de nuevo en
la humedad de la tierra
1.6.2 MANOS2
: aquéllas tuyas alimentadas por las cuales mis manos1 se
pensarán de nuevo en la humedad de la tierra
1.6.3
HUMEDAD: aquélla de la tierra en la que mis manos1 alimentadas por
tus manos2 se pensarán de nuevo
1.6.4 TIERRA:
aquélla en cuya humedad mis manos1 alimentadas por tus manos2
se pensarán de nuevo
1.6.5 MIS:
aquél cuyas manos1 alimentadas por tus manos2 se pensarán
de nuevo en la humedad de la tierra
1.6.6 TUS:
aquél(la) cuyas manos2 alimentaron mis manos1 que se
pensarán de nuevo en la humedad de la tierra
1.7.1 YO:
aquél que no quiere cajón ni ropa
1.7.2 CAJÓN:
aquél ni ropa que yo no quiero
1.7.3 ROPA:
aquélla ni cajón que yo no quiero
1.8.1 [YO]:
aquél [que quiere] que el barro asuma su cabeza
1.8.2 BARRO:
aquél que, que asuma mi cabeza [yo quiero]
1.8.3 CABEZA:
aquélla mía que, que el barro asuma [yo quiero ]
1.8.4 MI:
aquél cuya cabeza [yo quiero] que el barro asuma
1.9.1 [YO]:
aquél [que quiere] que los orines (del barro) le devoren ahora desnudo de ti
1.9.2
(BARRO): aquél cuyos orines que, que me devoren ahora desnudo de ti [yo quiero]
1.9.3 ORINES:
aquéllos suyos (del barro) que, que me devoren ahora desnudo de ti [yo quiero]
1.9.4 ME:
aquél al que, que sus (del barro) orines devoren ahora [que yo estoy] desnudo
de ti [yo quiero]
1.9.5 [YO]:
aquél [que está] desnudo de ti
1.9.6 TI: aquél(la) desnudo
del(a) cual [yo quiero] que sus (del barro) orines me devoren ahora
Comentarios:
*No se marcan,
en las Definiciones Contextuales, los elementos textuales incorporados para
mantener el sentido del texto original.
*Cuando hay
una conjunción del tipo de "huesos o cenizas" o de "palabras y
cenizas", podría segmentarse reiterando la parte común de la frase. Si no
resulta indispensable para mantener el sentido, parece preferible incluirla en
un único y mismo segmento.
*Las
definiciones contextuales pueden resultar comunicacionalmente inaceptables, por
la transformación sintáctica a la que se somete el texto, pero siempre deberán
ser gramaticales.
*Cuando el
segmento comienza con la conjunción "y", a ésta se la excluye de
*El número que
va entre paréntesis, al final de cada Definición Contextual, establece una
secuencia ordenada y total para dichas Definiciones.
*Recuérdese
que el objetivo de las Definiciones Contextuales es registrar el sentido de los
términos utilizados en función del efectivo contexto en el que aparecen.
POEMA 2
2.1.1 YO:
aquél que se irá {y: 0}
2.2.1
PÁJAROS: aquéllos que se quedarán cantando {y: 2.1}
2.3.1 HUERTO:
aquél mío que se quedará con su verde árbol y con su pozo blanco {y: 2.2}
2.3.2 ÁRBOL:
aquél verde del huerto con el cual y con su pozo blanco se quedará mi huerto
{y: 2.2}
2.3.3 POZO:
aquél blanco del huerto con el cual y con su verde árbol se quedará mi huerto
{y: 2.2}
2.3.4 MI:
aquél cuyo huerto se quedará con su verde árbol y con su pozo blanco {y: 2.2}
2.3.5 SU:
aquel huerto mío con cuyo verde árbol y pozo blanco se quedará {y: 2.2}
2.4.1 TARDES1:
aquéllas todas en las que el cielo será azul y plácido
2.4.2 CIELO:
aquél que todas las tardes1 será azul y plácido
2.5.1 (TARDES1
): aquéllas (todas) en las que tocarán como esta tarde2 están
tocando las campanas del campanario {y: 2.4}
2.5.2 TARDE2:
aquélla que como en esta están tocando las campanas del campanario tocarán
(todas las tardes1) {y: 2.4}
2.5.3
CAMPANAS: aquéllas del campanario que como esta tarde2 están tocando
tocarán (todas las tardes1) {y: 2.4}
2.6.1
(AQUÉLLOS1): aquéllos* que se morirán que me amaron
2.6.2
AQUÉLLOS2: aquéllos* que me amaron que se morirán
2.6.3 ME:
aquél al que amaron aquellos que se morirán
2.7.1 PUEBLO:
aquél que se hará nuevo cada año {y: 2.6}
2.7.2 AÑO:
aquél cada cuanto que el pueblo se hará nuevo {y: 2.6}
2.8.1 RINCÓN:
aquél de mi1 huerto florido y encalado en el cual mi2
espíritu errará nostáljico {y: 2.7}
2.8.2 HUERTO:
aquél mío1 florido y encalado en aquel rincón del cual mi2
espíritu errará nostáljico {y: 2.7}
2.8.3
ESPÍRITU: aquél mío2 que errará nostáljico en aquel rincón de mi1
huerto florido y encalado {y: 2.7}
2.8.4 MI1:
aquél en el rincón aquel de cuyo huerto florido y encalado mi2
espíritu errará nostálgico {y: 2.7}
2.8.5 MI2:
aquél cuyo espíritu errará nostáljico en aquel rincón de mi1 huerto
florido y encalado {y: 2.7}
2.9.1 YO:
aquél que se irá {y: 2.8}
2.10.1 (YO):
aquél que estará sólo sin hogar sin árbol verde sin pozo blanco sin cielo azul
y plácido {y: 2.9}
2.10.2 HOGAR:
aquél sin el cual sin árbol verde sin pozo blanco sin cielo azul y plácido yo
estaré sólo {y: 2.9}
2.10.3 ÁRBOL:
aquél verde sin el cual sin hogar sin pozo blanco sin cielo azul y plácido yo
estaré sólo {y: 2.9}
2.10.4 POZO:
aquél blanco sin el cual sin hogar sin árbol verde sin cielo azul y plácido yo
estaré sólo {y: 2.9}
2.10.5 CIELO:
aquel azul y plácido sin el cual sin hogar sin árbol verde sin pozo blanco yo
estaré sólo {y: 2.9}
2.11.1 PÁJAROS: aquellos que
se quedarán cantando {y: 2.10}
Comentarios:
*El término
con asterisco ("aquellos*") está en su función anafórica
de pronombre relativo para la construcción de
10.3.3 Etapa
3
10.3.3.1
Diseño de REDES CONTRASTANTES
Hasta ahora,
al conferirles la forma de DEFINICIONES CONTEXTUALES, se han identificado los
SENTIDOS que, en cada uno de los poemas, adquieren los términos utilizados para
construirlos.
Corresponde
analizar tales SENTIDOS y sus RELACIONES para establecer las SEMEJANZAS y
DIFERENCIAS que permitan ir identificando los MSPs correspondientes a cada
poema.
En cuanto esta
puesta en relación se basa en semejanzas y diferencias semánticas, se
introduce, inevitablemente, UNA COMPONENTE DE SUBJETIVIDAD en su diagramación.
No obstante, dicha componente es mínima ya que el criterio para incluirlas en
el mismo nivel es la reiteración del lexema (en alguna de sus variantes) o la
aceptación de algún tipo de sinonimia entre lexemas distintos. La sinonimia
puede consolidarse (no digo "probarse") aportando muestras de otros
discursos en que los lexemas distintos (que se postulan como sinónimos)
aparecen incluidos en el mismo contexto.
P1 = POEMA 1
P2 = POEMA 2
N1 = NIVEL 1
N2 = NIVEL 2
N3 = NIVEL 3 ...
YOP1 |
(YO): aquél que es claro que MORIRÁ 1.1.1---------- N1.1 |
YO: aquél que (es claro que) HABRÁ MUERTO
totalmente 1.4.1----------N1.2 |
(YO): aquél [que QUIERE] que el barro asuma su
cabeza 1.8.1----------N2.1 |
(YO): aquél [que QUIERE] que los orines (del
barro) le devoren desnudo de ti 1.9.1----------N2.2 |
YO: aquél que NO QUIERE cajón ni ropa 1.7.1----------N3 |
|
(YO): aquél [que ESTÁ] desnudo de ti 1.9.5----------N4 |
|
(ME): aquél al que (es claro que ellos) LLEVARÁN
en huesos o (en) cenizas 1.2.4----------N5 |
|
(MIS): aquél cuyas MANOS1 alimentadas
por tus manos2 se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra 1.6.5----------N6 |
|
Comentarios:
*Con la
identificación de niveles ("N1", "N2"...) se trata de
establecer desarrollos relativamente homogéneos en el interior de cada texto,
así como hacer evidentes y, por tanto, fijar posibles puntos de contraste
(desde la identidad a la contradicción) entre textos diferentes en
estudio.
YOP2 |
YO: aquél que SE IRÁ 2.1.1----------N1.1 |
YO: aquél que SE IRÁ 2.9.1---------N1.2 |
|
Ø----------N2 |
|
|
Ø----------N3 |
|
|
(YO): aquél que ESTARÁ SÓLO sin hogar sin árbol
verde sin pozo blanco sin cielo azul y plácido 2.10.1----------N4 |
|
|
(ME): aquél al que AMARON aquellos que se morirán 2.6.3----------N5 |
|
|
(MI): aquel cuyo HUERTO se quedará con su verde
árbol y con su pozo blanco 2.3.4----------N6.1 |
(MI1): aquél en el rincón aquel de cuyo
HUERTO florido y encalado mi2 espíritu errará nostáljico 2.8.4----------N6.2 |
(MI2): aquél cuyo ESPÍRITU errará
nostáljico en el rincón aquél de mi1 huerto florido y encalado 2.8.5 N6.3 |
10.3.3.2
Aproximación a un análisis contrastante
Posibilidad
1
N1.1/2/3: el
"YO" aparece como sujeto del verbo "MORIR", en P1-N1.1/2;
mientras que en P2 se vincula con la forma verbal metafórica "IRSE"
(N1.1/2); en todos los casos, en futuro. El YO así construido recibe, en P2
respecto de P1, el efecto de un desplazamiento semántico que debilita,
en P2, la contundencia de la acción de la que es sujeto en P1 (los aspectos
específicos de los verbos "MORIR" e "IRSE" y de "ESTAR
SÓLO" se analizarán más adelante, en función de las FRASES NOMINALES de
las que dependen).
N2, N3: en P1,
hay dos niveles: N2 y N3, que utilizan el "YO" como sujeto del verbo
"QUERER" y de su negación "NO QUERER"; esta relación no
existe en P2. El YO así construido es agente de deseo del contexto
físico de la muerte y de no-deseo del contexto cultural de la muerte;
sólo existe en P1 y no existe en P2.
N4: en P1,
aparece el "YO" implícito con la calificación de "[ESTAR]
DESNUDO"; en P2, aparece el "YO" implícito con la calificación
de "[ESTAR] SÓLO". El YO así construido adquiere, en P1 y en P2, una
calidad de desposesión.
N5: tanto en
P1 como en P2, el "YO" aparece con la forma del acusativo
"ME", en cuanto destinatario de las acciones de otros:
"LLEVAR", en P1, y "AMAR", en P2. El YO así construido es
objeto de la acción física de ser llevado en P1 y del movimiento emocional de
ser amado en P2 (los aspectos específicos de los pronombres "ELLOS" y
"AQUELLOS" de una y otra acciones se analizarán más adelante).
N6.1/2/3:
tanto en P1 como en P2, el "YO" aparece con la forma del posesivo
"MIS" y "MI" respectivamente, en cuanto poseedor, en P1, de
"MANOS", en P2.1/2, de "HUERTO" y, en P.2.3 de
"ESPÍRITU" . El YO así construido regresa, en P1, sobre su propio
cuerpo, y, en P2.3, sobre su propio interior, y se proyecta hacia su
exterior, en P2.1/2 (los aspectos específicos de los sustantivos
"MANOS", "HUERTO" y "ESPÍRITU" se analizarán más
adelante).
TÚP1 |
(TUS) aquél(la) CUYAS MANOS2
alimentaron mis manos1 que se pensarán de nuevo en la humedad de
la tierra 1.6.6----------N1 |
(TI) aquél(la) DESNUDO DEL(DE LA) CUAL [yo quiero]
que sus (del barro) orines me devoren ahora 1.9.5----------N2 |
TÚP2 |
Ø----------N1 |
Ø----------N2 |
Posibilidad
2
N1: en P1-N1,
el "TÚ" aparece con la forma del posesivo "TUS" en cuanto
poseedor de "MANOS2". El TÚ así construido regresa sobre
su propio cuerpo; carece de identidad, ni siquiera respecto del
género; sólo existe en P1 y no existe en P2 (los aspectos específicos
del sustantivo "MANOS2" se analizarán más adelante).
N2: en P1-N2,
el "TÚ" aparece con la forma preposicional "DE TI" que
indica de quien el "YO" está desnudo. El TÚ así construido es una
carencia del YO; sólo existe en P1 y no existe en P2 (carece de
aspectos específicos que identifiquen, al menos, el género).
ELLOSP1/AQUELLOS |
(ELLOS) aquéllos que (es claro que) ME LLEVARÁN en
huesos o (en) cenizas 1.2.1----------N1.1 |
(ELLOS) aquéllos que (es claro que) DIRÁN palabras
y cenizas 1.3.1----------N1.2 |
ELLOS / AQUELLOSP2 |
AQUÉLLOS2 : aquéllos**** que ME AMARON
que se morirán 2.6.2----------N1.1 |
(AQUÉLLOS1) aquéllos* que SE MORIRÁN
que me amaron 2.6.1----------N1.2 |
**** Este pronombre pertenece a la estructura sintáctica
de la definición contextua ; remite a "AQUELLOS" en cuanto
pronombre perteneciente a la estructura semántica de P2.
Posibilidad
3
N1: en
P1-N1.1, el "ELLOS" aparece como sujeto del verbo "LLEVAR".
El ELLOS así construido sitúa a los ajenos como protagonistas que
reducen al YO a la condición de ser llevado. En P1-N1.2, el
"ELLOS" aparece como sujeto del verbo "DECIR". El ELLOS así
construido sitúa a los ajenos como protagonistas del uso de la
palabra. En P2-N1.1/2, el "AQUÉLLOS" aparece como sujeto de un
doble verbo: en pasado "AMAR" y en futuro "MORIR". El
AQUELLOS así construido sitúa a los ajenos como protagonistas del amor
pasado y de la muerte futura.
TÉRMINOS DIFERENCIALES
QUE YA APARECIERON EN LAS REDES PRECEDENTES
POEMA 1 En las redes precedentes ya aparecieron TODOS los
términos utilizados en este poema, con excepción de "ESTO". Esto implica que todos aquellos términos del
poema, salvo "ESTO", están vinculados con "YO",
"TU", "ELLOS", en sus diversas formas de presencia. |
1.2.2 HUESOS: aquéllos y (en) cenizas que (es
claro que) son el modo como ellos me llevarán {y: 1.1} |
1.2.3 CENIZAS: aquéllas y en huesos que (es claro
que) son el modo como ellos me llevarán {y: 1.1} |
1.3.3 CENIZAS: aquéllas y palabras que (es claro
que ellos) dirán {y: 1.1} |
1.3.2 PALABRAS: aquéllas y cenizas que (es claro
que ellos) dirán {y: 1.1} |
1.6.1 MANOS1: aquéllas mías alimentadas
por tus manos2 que se pensarán de nuevo en la humedad de la
tierra |
1.6.2 MANOS2 : aquéllas tuyas alimentadas
por las cuales mis manos1 se pensarán de nuevo en la humedad
de la tierra |
1.6.3 HUMEDAD: aquélla de la tierra en la que mis
manos1 alimentadas por tus manos2 se pensarán de
nuevo |
1.6.4 TIERRA: aquélla en cuya humedad mis manos1
alimentadas por tus manos2 se pensarán de nuevo |
1.7.2 CAJÓN: aquél ni ropa que yo no quiero |
1.7.3 ROPA: aquélla ni cajón que yo no
quiero |
1.8.2 BARRO: aquél que que asuma mi cabeza [yo
quiero] |
1.9.2 (BARRO): aquél cuyos orines que me devoren ahora
desnudo de ti [yo quiero] |
1.8.3 CABEZA: aquélla mía que que el barro asuma
[yo quiero] |
1.9.3 ORINES: aquéllos suyos (del barro) que que
me devoren ahora desnudo de ti [yo quiero] |
POEMA 2 En las redes precedentes ya aparecieron los
términos de este poema, registrados en esta lista. Esto implica que estos términos aquí registrados
están vinculados con "YO" y "AQUELLOS", en sus diversas
formas de presencia. |
2.3.1 HUERTO: aquél mío que se quedará con su
verde árbol y con su pozo blanco {y: 2.2} |
2.8.2 HUERTO: aquél mío1 florido y
encalado en aquel rincón del cual mi2 espíritu errará nostáljico
{y: 2.7} |
2.3.2 ÁRBOL: aquél verde del huerto con el cual y
con su pozo blanco se quedará mi huerto {y: 2.2} |
2.10.3 ÁRBOL: aquél verde sin el cual sin hogar
sin pozo blanco sin cielo azul y plácido yo estaré sólo {y: 2.9} |
2.3.3 POZO: aquél blanco del huerto con el cual y
con su verde árbol se quedará mi huerto {y: 2.2} |
2.10.4 POZO: aquél blanco sin el cual sin hogar
sin árbol verde sin cielo azul y plácido yo estaré sólo {y: 2.9} |
2.10.5 CIELO: aquel azul y plácido sin el cual sin
hogar sin árbol verde sin pozo blanco yo estaré sólo {y: 2.9} |
2.8.1 RINCÓN: aquél de mi1 huerto
florido y encalado en el cual mi2 espíritu errará nostáljico {y:
2.7} |
2.8.3 ESPÍRITU: aquél mío2 que errará
nostáljico en aquel rincón de mi1 huerto florido y encalado {y:
2.7} |
2.10.2 HOGAR: aquél sin el cual sin árbol verde
sin pozo blanco sin cielo azul y plácido yo estaré sólo {y: 2.9} |
Posibilidad
4
En P1, los
términos, vinculados a "YO", "TÚ", "ELLOS", aquí
listados: "HUESOS", "CENIZAS", "PALABRAS",
"MANOS1", "MANOS2",
"HUMEDAD", "TIERRA", "CAJÓN", "ROPA",
"BARRO", "CABEZA" Y "ORINES" están utilizados
para construir un discurso de COMPENETRACIÓN con los elementos y el contexto
FÍSICO de
En P2, los
términos, vinculados a "YO" y "AQUELLOS", aquí listados:
"HUERTO", "ÁRBOL", "POZO", "CIELO",
"RINCÓN", "ESPÍRITU" Y "HOGAR" están utilizados
para construir un discurso de PRIVACIÓN de los elementos y del contexto físico
de
TÉRMINOS DIFERENCIALES
QUE NO APARECIERON EN LAS REDES PRECEDENTES
POEMA 1 El siguiente es el único término que no apareció en
las redes precedentes. O sea, no está vinculado con "YO",
"TÚ" ni "ELLOS", en ninguna de sus diversas formas de
presencia. |
1.5.1 ESTO: aquello que (es) claro que se acabará |
POEMA 2 En las redes precedentes no aparecieron los términos
de este poema, registrados en esta lista. Esto implica que estos términos aquí registrados
no están vinculados con "YO" y "AQUELLOS", en ninguna de
sus diversas formas de presencia. |
2.2.1 PÁJAROS: aquéllos que se quedarán cantando
{y: 2.1} |
2.11.1 PÁJAROS: aquellos que se quedarán cantando
{y: 2.10} |
2.4.1 TARDES1: aquéllas todas en las
que el cielo será azul y plácido |
2.5.1 (TARDES1 ): aquéllas (todas) en
las que tocarán como esta tarde2 están tocando las campanas del campanario
{y: 2.4} |
2.5.2 TARDE2: aquélla que como en esta
están tocando las campanas del campanario tocarán (todas las tardes1)
{y: 2.4} |
2.4.2 CIELO: aquél que todas las tardes1
será azul y plácido |
2.5.3 CAMPANAS: aquéllas del campanario que como
esta tarde2 están tocando tocarán (todas las tardes1)
{y: 2.4} |
2.7.1 PUEBLO: aquél que se hará nuevo cada año {y:
2.6} |
2.7.2 AÑO: aquél cada cuanto que el pueblo se hará
nuevo {y: 2.6} |
Posibilidad
5
En P1,
"ESTO" aparece como sujeto de "ACABARSE". El ESTO así
construido es la única alusión a la vida, semantizada como lo que acabará.
En P2, se
construye, con los términos nuevos registrados en esta lista, la perduración
del contexto físico de la vida.
REGLAS IDENTIFICABLES
QUE SON CONSTITUTIVAS
DE LOS MSPs
DEL POEMA 1 Y DEL POEMA 2
La
identificación de estas reglas supone, de nuevo, la intervención de una
componente de subjetividad. Al consistir, cada una de ellas, en paráfrasis
abstractivas y sintetizadoras de las correspondientes definiciones
contextuales, requieren de una tarea de construcción discursiva, cuya
lexematización dependerá de la formación discursiva (o modo de hablar) de su
productor (analista-investigador que formula las reglas). Ello exige, para
mantener el mayor rigor posible, la expresa identificación de la o las
definiciones contextuales de donde proceden. Así, eventualmente, un lector
crítico podrá disentir con el criterio del investigador, pero éste habrá hecho
explícito su fundamento de racionalidad al formular cada una de dichas reglas.
Cada conjunto
de reglas, correspondiente, en este caso, a cada uno de los poemas en estudio,
establece el total de las relaciones semánticas que atribuyen sentido a cada
uno de los lexemas identificados en dichas reglas. El conjunto de
relaciones semánticas establecido por estas reglas constituye el MSP del
correspondiente poema, en cuanto fija los contextos en que pueden situarse a
cada uno de tales lexemas sin que cambie su identidad. Si el análisis ha sido
efectuado correctamente, un determinado lexema, ubicado en el dominio de alguno
de los contextos autorizados por (o que pueden derivarse de) alguna de tales
reglas de alguno de tales MSPs, no podrá exportarse al otro poema (al otro
MSP) sin que rompa la coherencia semántica del poema al que se pretende
importarlo, salvo los casos en que los contextos fuesen homogéneos en uno y
otro poema, lo que no se da en el caso en estudio; o sea, cada lexema,
registrado en alguna de las reglas correspondientes, posee una identidad
específica en cada poema y la presencia del mismo lexema en los dos poemas, al
estar necesariamente vinculado a un contexto diferente en cada uno de ellos,
hace que su sentido ya no sea el mismo, o sea, hace que se trate de otro signo
lingüístico diferente.
Esto es lo que
constituye un determinado y no ambiguo MSP: que determinado lexema mantenga, en
todas sus presencias en el o los textos en estudio, un único y mismo sentido o
un conjunto de sentidos que pueden complementarse (sin resultar antagónicos).
Cuando en un único texto o en determinado conjunto de textos (identificado y
constituido por interés de la investigación en curso) aparece, en distintas
ubicaciones (por tanto, en distintos contextos) un mismo lexema, si tales
contextos le atribuyen distintos sentidos no complementarios, se estará en
presencia de otros tantos MSPs; si tales contextos mantiene, respecto de dicho
lexema, un mismo y único sentido o un conjunto de sentidos complementarios, se
estará en presencia de un único MSP.
PRIMER CRITERIO TENTATIVO PARA
REGLAS/ P1
-1/ La futura muerte del yo
será total (1.1.1/1.4.1)
-2/ El yo se integra en el
contexto físico de la muerte
(1.8.1/1.8.2/1.8.3/1.8.4/1.9.1/1.9.2/1.9.3/1.9.4/1.6.5)
-3/ El yo excluye el
contexto cultural de la muerte (1.7.1/1.7.2/1.7.3)
-4/ El yo está desposeído
del tú (1.9.5/1.9.6)
-5/ El yo será destinatario
pasivo de la acción de otros (1.2.1/1.2.2/1.2.3/1.2.4)
-6/ Partes del yo se
renovarán en el contexto físico de la muerte (1.6.1/1.6.2/1.6.3/1.6.4/1.6.5)
-7/ Partes del tú nutrieron
(en vida) partes del yo (1.6.6)
-8/ El tú carece de
identidad de género (1.6.6/1.9.6)
-9/ Ellos son los que
construirán el contexto simbólico de la muerte (1.3.1/1.3.2/1.3.3)
-10/ Esto (la vida) es lo que acabará (1.5.1)
Debe observarse
que las REGLAS 1 y 6, pueden considerarse antagónicas; téngase en cuenta que se
tarta de un texto poético; esto sería inadmisible en un texto científico.
REGLAS/ P2
-1/ "Irse" es la
metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
-2/ El yo es agente del
propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
-3/ El yo estará desposeído
del contexto cultural de la vida (2.10.2)
-4/ El yo estará desposeído
del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
-5/ El yo ha sido
destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
-6/ Lo que permanecerá es el
contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
-7/ Lo que se renovará es el
contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
-8/ El espíritu del yo permanecerá
en el contexto físico de la vida (2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
-9/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo
(2.6.1/2.6.2)
Las REGLAS
6 y 7 no son antagónicas ni meramente diferentes, sino que la 7 incrementa lo
afirmado en 6
Análisis comparativo
de las REGLAS de los MSPs de los POEMAS 1 y 2
PARES CONTRASTANTES:
PAR 1
REGLA 1 DE P1/ La futura
muerte del yo es total (1.1.1/1.4.1)
es antagónica2 con
REGLA 7 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el
contexto físico de la vida (2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
PAR 2
REGLA 2 DE P1/ El yo se
integra en el contexto físico de la muerte
(1.8.1/1.8.2/1.8.3/1.8.4/1.9.1/1.9.2/1.9.3/1.9.4/1.6.5)
es independiente de
REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto
físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
PAR 3
REGLA 3 DE P1/ El yo excluye
el contexto cultural de la muerte (1.7.1/1.7.2/1.7.3)
es independiente de
REGLA 2 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto
cultural de la vida (2.10.2)
PAR 4
REGLA 4 DE P1/ El yo está
desposeído del tú (1.9.5/1.9.6)
no tiene correlato en P2
Ø
PAR 5
REGLA 5 DE P1/ El yo será
destinatario pasivo de la acción de otros (1.2.1/1.2.2/1.2.3/1.2.4)
es diferente a la
REGLA 4 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las
emociones de otros (2.6.3)
PAR 6
REGLA 6 DE P1/ Partes del yo
se renovarán en el contexto físico de la muerte
(1.6.1/1.6.2/1.6.3/1.6.4/1.6.5)
es diferente a la
REGLA 6 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto
físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
PAR 7
REGLA 7 DE P1/ Partes del tú
nutrieron (en vida) partes del yo (1.6.6)
no tiene correlato en P2
Ø
PAR 8
REGLA 8 DE P1/ El tú carece
de identidad de género (1.6.6/1.9.6)
no tiene correlato en P2
Ø
PAR 9
REGLA 9 DE P1/ Ellos son los
que construirán el contexto simbólico de la muerte (1.3.1/1.3.2/1.3.3)
no tiene correlato en P2
Ø
PAR 10
REGLA 10 DE P1/ Esto (la
vida) es lo que acabará (1.5.1)
es antagónica con
REGLA 6 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto
físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
PAR 11
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
no tiene correlato en P1
Ø
PAR 12
REGLA 5 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
no tiene correlato en P1
Ø
PAR 13
REGLA 7 DE P2/ El espíritu del
yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
no tiene correlato en P1
Ø
PAR 14
REGLA 8 DE P2/ El morir les
ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
no tiene correlato en P1
Ø
SEGUNDO
CRITERIO TENTATIVO PARA
Si se admite la
REGLA 1 DE P1/ La futura muerte del yo es total (1.1.1/1.4.1)
---no es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
---no es posible la
REGLA 2 DE P2/ El yo es agente
del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 3 DE P2/ El yo estará
desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
es posible la
REGLA 4 DE P2/ El yo estará
desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
es posible la
REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido
destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que se
renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
---no es posible la
REGLA 8 DE 92/ El espíritu
del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que
amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
La separación en dos MSPs
viene exigida por las relaciones de "no es posible" entre
Si se admite la
REGLA 2 DE P1/ El yo se integra en el contexto físico de la muerte
(1.8.1/1.8.2/1.8.3/1.8.4/1.9.1/1.9.2/1.9.3/1.9.4/1.6.5)
es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 2 DE P2/ El yo es
agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 3 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
es posible la
REGLA 4 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
es posible la
REGLA 5 DE P2/ El yo
ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que
se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
---no es posible la
REGLA 8 DE P2/ El
espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los
que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
La separación en dos MSPs viene exigida por la
relación de "no es posible" entre
Si se admite la
REGLA 3 DE P1/ El yo excluye el contexto cultural de la muerte (1.7.1/1.7.2/1.7.3)
es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 2 DE P2/
El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 3 DE P2/ El yo estará
desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
es posible la
REGLA 4 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
es posible la
REGLA 5 DE P2/ El yo
ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que
se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
es posible la
REGLA 8 DE P2/ El
espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los
que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
No es necesaria la separación en dos MSPs, en
función de la relación de "es posible" entre
Si se admite la
REGLA 4 DE P1/ El yo está desposeído del tú (1.9.5/1.9.6)
es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 2 DE P2/ El yo
es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 3 DE P2/ El yo estará
desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
es posible la
REGLA 4 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
es posible la
REGLA 5 DE P2/ El yo
ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que
se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
es posible la
REGLA 8 DE P2/ El
espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los
que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
No es necesaria la separación en dos MSPs, en
función de la relación de "es posible" entre
Si se admite la
REGLA 5 DE P1/ El yo será destinatario pasivo de la acción de otros (1.2.1/1.2.2/1.2.3/1.2.4)
es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
---no es posible la
REGLA 2 DE P2/ El yo
es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 3 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
es posible la
REGLA 4 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
es posible la
REGLA 5 DE P2/ El yo
ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que
se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
---no es posible la
REGLA 8 DE P2/ El
espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los
que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
La separación en dos MSPs viene exigida por la
relación de "no es posible" entre
Si se admite la
REGLA 6 DE P1/ Partes del yo se renovarán en el contexto físico de la muerte (1.6.1/1.6.2/1.6.3/1.6.4/1.6.5)
es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 2 DE P2/ El yo
es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 3 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
es posible la
REGLA 4 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
es posible la
REGLA 5 DE P2/ El yo
ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que
se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
---no es posible la
REGLA 8 DE P2/ El
espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los
que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
La separación en dos MSPs viene exigida por la
relación de "no es posible" entre
Si se admite la
REGLA 7 DE P1/ Partes del tú nutrieron (en vida) partes del yo (1.6.6)
es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
---no es posible la
REGLA 2 DE P2/ -2/ El
yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 3 DE P2/ -3/ El
yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
es posible la
REGLA 4 DE P2/ -4/ El
yo estará desposeído del contexto físico de la vida
(2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
es posible la
REGLA 5 DE P2/ -5/ El
yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que
se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
es posible la
REGLA 8 DE P2/ El
espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los
que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
La separación en dos MSPs viene exigida por la
relación de "no es posible" entre
Si se admite la
REGLA 8 DE P1/ El tú carece de identidad de género (1.6.6/1.9.6)
es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 2 DE P2/ El yo
es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 3 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
es posible la
REGLA 4 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
es posible la
REGLA 5 DE P2/ El yo
ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que
se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
es posible la
REGLA 8 DE P2/ El espíritu
del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los
que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
No es necesaria la separación en dos MSPs, en
función de la relación de "es posible" entre
Si se admite la
REGLA 9 DE P1/ Ellos son los que construirán el contexto simbólico de la muerte (1.3.1/1.3.2/1.3.3)
es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 2 DE P2/ El yo
es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
es posible la
REGLA 3 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
es posible la
REGLA 4 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
es posible la
REGLA 5 DE P2/ El yo
ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que
se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
es posible la
REGLA 8 DE P2/ El espíritu
del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los
que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
No es necesaria la separación en dos MSPs, en
función de la relación de "es posible" entre
Si se admite la
REGLA 10 DE P1/ Esto (la vida) es lo que acabará (1.5.1)
---no es posible la
REGLA 1 DE P2/
"Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)
se posible la
REGLA 2 DE P2/ El yo
es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)
se posible la
REGLA 3 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)
se posible la
REGLA 4 DE P2/ El yo
estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)
se posible la
REGLA 5 DE P2/ El yo
ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)
---no es posible la
REGLA 6 DE P2/ Lo que
permanecerá es el contexto físico de la vida
(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)
---no es posible la
REGLA 7 DE P2/ Lo que
se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)
---no es posible la
REGLA 8 DE P2/ El
espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida
(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)
es posible la
REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los
que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)
Comentarios:
La separación en dos MSPs viene exigida por la
relación de "no es posible" entre
Hay dos puntos
cuya elaboración considero que es, todavía, poco rigurosa. Se trata de la formulación de las reglas y de las categorías relacionales que pueden
establecerse entre ellas.
Sobre estas
últimas, las categorías relacionales,
creo que conviene pensarlas a partir de la operación de accesibilidad. Para
ello, conviene diferenciar entre enunciados (en este caso, reglas) textuales y enunciados (o reglas) interpretacionales. En principio, a cualquiera de los dos
poemas se le puede atribuir el carácter de textual, con tal de que al otro se
lo considere como interpretacional. Dado el orden del análisis efectuado, opto
por considerar al poema de Gelman como textual y al de J. R. Jiménez como
interpretacional. La comprensión de la operación de accesibilidad requiere
aceptar (provisionalmente) que las reglas construidas a partir de las
definiciones contextuales surgidas del poema de J. R. Jiménez pueden
considerarse interpretaciones posibles de cada una de las reglas construidas a partir
de las definiciones contextuales surgidas del poema de Gelman. Esto, como puede
observarse, no se da en todos los casos.
El análisis seguiría con la verificación de los
caracteres de CONSISTENCIA, COMPLETITUD Y DECIDIBILIDAD de cada uno de los MSPs
de los POEMAS 1 y 2 (y el desarrollo
puede continuar; a efectos ejemplificativos, me detengo aquí).
Notas
1 Sería absurdo modificar la
consciente ortografía de J. R. Jiménez
2 Prefiero hablar de
"antagonismo" más que de "contradicción", ya que esta
última categoría requiere incluir a los enunciados en estudio en la oposición
binaria: afirmación/negación y, por tanto, no podrán ser ambos
verdaderos ni ambos falsos. Entiendo por "antagónico" aquel enunciado
cuya fuerza (semántica) se opone a la de otro enunciado, si se pretendiera
considerarlos como integrantes de un mismo sistema, con lo que se rompería la
pretendida unidad (ver Brandt, Per Aage, 1989: 152). Por tanto, dos o más
enunciados que puedan considerarse antagónicos entre sí no pueden incluirse en
un mismo MSP; tal sería lo que ocurre con los PARES 1, 2, 3 y 10.
III
11.1 Introducción
Para intentar una construcción rigurosa
de una semiótica de la imagen visual
o, quizá con mayor precisión, de las diversas semióticas posibles a partir de
la imagen visual, puede comenzarse esbozando las relaciones que constituirían
el signo específico de dicha semiótica o de cada una de dichas semióticas, en
cuanto particularización del correspondiente signo de la semiótica general. Para ello utilizaré un repertorio de operaciones
cognitivas vinculadas, muy próximamente pero sin dogmatismos, a la semiótica peirceana.
Como primer acercamiento, es necesario
ubicarse en el ámbito de las
percepciones visuales. Mi trabajo pone especial cuidado en
diferenciar a la semiótica de la
imagen visual respecto de la semiótica del habla o de la lengua o, también, respecto de
cualquier otro tipo de semiótica particular que no sea la visual. Así pues,
quedarán excluidas de este trabajo las reflexiones pertinentes a otras
percepciones que no sean visuales y se desarrollarán, por el contrario,
reflexiones que pretenderán ser específicas, exclusivamente, a la problemática
de la percepción visual. Esto tampoco implica aislar lo visual, ya que, como
cualquier otra semiosis, requiere de las restantes, vigentes en determinado
momento de determinada sociedad, para su interpretación.1
Pero no es suficiente con esta ubicación
centrada en la percepción visual. Para que una percepción visual (el “algo peirceano; 2.228) sea el
objeto de estudio de una semiótica, se requiere que cumpla con un conjunto de
condiciones necesarias para su caracterización como signo. De lo contrario, la
percepción se limitaría a tener las cualidades informativas que D. Marr (1982:
3) le atribuye a la visión: “saber qué hay dónde, mirando” (“to know what is
where by looking”); mientras que, al incluirla en una semiótica, o sea, al
modificar la percepción en cuanto signo2, se le atribuye, fundamentalmente,
la cualidad de suscitar en una mente la posibilidad de que se la considere como
sustituyente de otra forma que no es
la que se está percibiendo.
Así, la aproximación a una definición de signo,
correspondiente, de modo todavía general, a una semiótica de la imagen visual,
puede formularse del siguiente modo:
(algo -something) una propuesta de percepción visual,
(que está en alguna relación -which stands... in some
respect or capacity) considerada como
representación,
(por algo -...for something) destinada a la configuración de una forma,
(para alguien -to somebody) para su valoración por el perceptor ([22] Figura 1).
A este tipo de percepción visual lo designaré “imagen material visual”. Esta
exigencia de que la imagen sea material se refiere a la necesidad de un soporte
físico, para admitirla como punto de partida de un análisis semiótico, sin
diferenciar, al menos por el momento, entre las distintas calidades de tal
soporte físico: tela, papel, pantalla, etc., ni entre los diversos sistemas de
producción de la imagen: pintura al óleo, fotografía, pixels, etc. Pretendo, en
cambio, dejar establecida la diferencia de estas imágenes materiales visuales, tanto respecto de las imágenes perceptuales como de las imágenes mentales. Las imágenes perceptuales o visuales son
una clase de imágenes sensoriales, teniendo en cuenta que “una experiencia
sensorial primaria es un acontecimiento cognitivo evocado directamente por la
estimulación de un órgano sensorial” (“A primary sensory experience is a
cognitive event evoked directly by the stimulation of a sensory organ”, R. W.
Langacker, 1987: 111). De modo semejante, Kosslyn se refiere al “procesamiento
visual de bajo nivel” en cuanto , “se guía exclusivamente por el input de los
estímulos” (“is driven purely by stimulus input”, 1996: 53).
[22] Figura 1:
[9 canales trabajando en paralelo]
En lo que respecta a las imágenes mentales, su existencia ha sido reiteradamente negada
o se las ha considerado, en especial por Pylyshyn (1973), como epifenómenos que
“tendrían poca o ninguna utilidad para el cálculo, incluso en el caso de que
pudieran tomarse en cuenta desde un punto de vista calculatorio” (“depictive
images would have little or no computational utility, even if they were
computationally tractable”, citado en S. M. Kosslyn, 1996: 404) o como una
metáfora originaria que anticipa el concepto de representación (E. Mac
Cormac & M. I. Stamenov, 1996: 19), hasta estabilizarse el concepto de que
“las imágenes son representaciones internas que ‘reemplazan’ a (re-presentan)
los correspondientes objetos” (“images are internal representations that ‘stand
in’ for (re-present) the corresponding objects”, Kosslyn, 1996: 3) .3
Uno de los argumentos utilizados para confirmar la existencia de tales imágenes
mentales, proviene de la experiencia realizada por Shepard y Metzler (en D.
Marr, 1982: 10-11) acerca de la rotación mental de ciertas imágenes y del
tiempo requerido para efectuarla. Proponen dos líneas de objetos [23],
pareciendo, en principio, que la diferencia entre la superior y la inferior es
una mera cuestión de rotación tridimensional asociada o no a su reflejo; no
obstante, esto no se cumple en uno de los casos. Determinar cuál sea ese caso,
es la tarea que por el tiempo que insume descubrirlo, así como por la rotación
imaginaria que debe imprimirle el observador a la imagen material percibida,
probaría la existencia de las imágenes mentales, sin ser suficiente su mera
remisión a enunciados proposicionales en el lenguaje de la mente (“mentalese”, Jerry A. Fodor, 1984).
[23]
Frente a estas dos clases de imágenes, las imágenes materiales son un objeto
más del mundo exterior que puede ser percibido y que, por tanto, como todos los
restantes objetos del mundo, puede dar lugar a una o múltiples imágenes perceptuales y puede
almacenarse y transformarse en la memoria visual como una o múltiples imágenes mentales. La diferencia
respecto a los restantes objetos del mundo consiste en la característica,
señalada en su anterior definición, acerca de su capacidad para que un eventual
perceptor considere a dicha imagen material como una representación, destinada a la configuración de una forma, para su
valoración. En cambio, el perceptor considera a la percepción de los
“restantes objetos del mundo” como información visual destinada a organizar
algún tipo de comportamiento.
La vinculación entre las características de la imagen
material visual y los procesos simbólicos que se cumplen en el sistema visual
es fuerte, como ya la advirtió D. Marr: “El punto que quiero establecer es que,
a partir de nuestra habilidad para interpretar determinadas clases de dibujos,
podemos inferir con cierta consistencia que deben existir determinadas clases
de procesos simbólicos en nuestros sistemas visuales” (“The point I wish to
make is that from our ability to interpret certain kinds of drawings, we can
infer with some confidence that certain kinds of symbolic processes must exist
in our visual systems”; D. Marr, 1976: 653); sólo que, además, aquí me interesa
explorar la validez posible y, eventualmente, aplicar la proposición inversa,
según la cual dados ciertos procesos neurológicos y simbólicos inherentes a
nuestro sistema visual, es posible conocer cómo opera el proceso de
interpretación de las imágenes materiales visuales.
11.2 Identificación
Pero ya advertí que la consideración unitaria de una
semiótica de la imagen visual no daba cuenta de las diversas posibilidades, ni
de las distintas exigencias, abarcadas bajo la expresión de “imagen material
visual”. Esta, en efecto, puede estar construida para mostrar (1) cualidades o (2) existentes o (3) normas
o (4) la combinatoria de dos o tres de estos aspectos, lo cual, con
mayor o menor presencia de uno u otro, es lo habitual. En sus propuestas puras o meramente predominantes, las imágenes
visuales se distribuyen, aproximadamente, entre las tres variedades a las que
se pueden aplicar las denominaciones que genera Peirce de: “cualisignos
icónicos” (la forma de las cualidades), “sinsignos icónicos” (la forma de los
existentes) y “legisignos icónicos” (la forma de las normas; 2.254, 2.255 y 2.258). Pero me
interesa destacar algunos aspectos que especifican estas tres clases de
imágenes materiales visuales, en cuanto “modos posibles de presentación”
(“Modes of possible Presentation”; 8.347) aun cuando no coinciden
específicamente con la propuesta peirceana.
11.2.1 Imagen material visual plástica
Entiendo, en este trabajo, por “cualisigno icónico” a una imagen material
visual que muestre puras cualidades visuales, ya correspondan a
color, a textura o a forma, sin que, en ninguno de estos casos, remita a algún
existente o a norma alguna. Más adelante podré decir, pese a su carácter
negativo, que la condición es que no
configuren ningún atractor existencial ni simbólico. Pero sí
necesita configurar algún atractor
(lo que es inherente a toda imagen perceptual), que, en este caso, será abstractivo o signo de abstracción,
(“abstracciones tales como color, masa, blancura, etc.”; “abstractives such as Color,
Mass, Whiteness, etc.”; Peirce, 8.366), para conservar su carácter
representativo. Se supone, en este caso, que el productor propone una percepción visual y que el intérprete percibe
una propuesta visual cuya única relación de representación se establece
respecto de determinadas sensaciones subjetivas o qualia en cuanto posibles “propiedades de la experiencia [en
nuestro caso, visual] consciente” (“properties of conscious
experience”; aun cuando, como veremos, negadas por D. C. Dennett, en A. I.
Goldman (Ed.), 1993: 381).4 Cuidando de no permitir
cierto margen al equívoco, se corresponde con lo que se ha llamado “signo plástico”, entre otros, en
los trabajos del Grupo μ, donde, al margen de lo que se entiende por arte
no-figurativo en el transcurso del siglo XX, se citan como ejemplos “los
emplomados de los vitraux cistercienses, los trazos de las ilustraciones
irlandesas, los trabajos femeninos de pasamanería, etc.” (“les plombs des vitraux
cisterciens, les entrelacs des enluminures irlandaises, los ouvrages de dames
en macramé, etc.”; 1992: 186).
11.2.2 Imagen material visual figurativa
Entiendo, en este trabajo, por “sinsigno icónico” a una imagen material
visual que muestre una concreta analogía con un existente, lo que
enfatiza Peirce: “donde la sílaba sin se toma como significando ‘ser el
único’, como en singular, simple, en latín semel, etc.” (“where the
syllable sin is taken as meaning ‘being only once’ as in single, simple,
Latin semel, etc.”; 2.245, y también, de modo semejante, en 8.334). El problema central de esta clase de imágenes se sitúa
en un ámbito conceptual afín al cognitivamente conocido como “reconocimiento de
objetos”, con la particularidad de que estas imágenes proponen el
reconocimiento de objetos a través de su representación, lo que da origen la
problema conocido como “iconicidad” (Santaella & Nöth, 1998: 39ss). En
general, ofrecen la apariencia de imágenes perceptuales, hasta el punto de
poder proponerse como trompe oeil, en los casos en que simula verse el
objeto no como representado sino como efectivamente existente. La construcción
de estas imágenes materiales está destinada a provocar, en el intérprete,
la operación de configurar un atractor
existencial, con las componentes dinámicas que posea almacenadas en
su memoria visual. La calidad del existente, no obstante, puede ser imaginaria,
con todas las posiciones intermedias del gradiente que distancie a la imagen
material visual de la realidad, o
sea, de la efectiva imagen perceptual tal como se la ha aprendido a construir
filogenética (Hoffman, 1998: 71) y socialmente. Se
supone, en este caso, a diferencia del anterior cualisigno icónico, que el productor propone una percepción visual y
que el intérprete percibe una propuesta visual cuya fundamental relación de
representación se establece como sustituto de la imagen perceptual que hubiera
sido el resultado, en la retina, de una efectiva percepción o de una percepción
posible y aún imposible pero imaginable. Así, la imagen material visual que puede designarse “sinsigno
icónico” participa de la imagen perceptual, en cuanto el intérprete efectúa una
efectiva percepción (del objeto imagen material), y participa también de la
imagen mental, en cuanto representación no determinada por el mundo exterior
sino neurológica y culturalmente construida como interpretación (mendaz, según
D. D. Hoffman, 1998: 18) de la propuesta visual, sin ser, no obstante, ninguna
de las dos. El productor finge la
efectiva presencia de un objeto que se estaría percibiendo, sea éste real o
imaginario. Esta presencia fingida exige la actualización de determinadas
cualidades del existente (según, como veremos, su correspondiente registro
mnemónico), por lo que el sinsigno icónico necesita del cualisigno icónico
(Peirce, 2.245). Se corresponde, a grandes rasgos, con lo que se denomina “imagen figurativa” y con uno de
los usos más genéricos y banales del término “ícono”.5
11.2.3
Imagen material visual conceptual
En tercer término, entiendo, en este trabajo,
por “legisigno icónico” a una imagen
material visual que muestre la forma de determinadas relaciones ya normadas en
determinado momento de determinada sociedad. Estas formas son
réplicas de aquellas leyes o normas, de tal modo que “no serían significativas
si no fuera por la ley que las constituye en tales” (“nor would the Replica be
significant if it were not for the law wich renders it so”; Peirce, 2.246). La
norma o ley que permite desentrañar su carácter representativo, o sea, saber
qué formas se están configurando de modo que pueda evocarlas quien las percibe,
preexiste en la sociedad, y la imagen material visual, al utilizar determinadas
cualidades formales preestablecidas, actualiza, en la memoria visual del
intérprete, el atractor simbólico que
se corresponde con tales normas o leyes. Peirce desarrolló una de las partes
más importantes de su obra: “Existential Graphs” (al menos, una que él estimó
tanto como para añadirle, como epígrafe, la expresión “My chef d´oeuvre”) de
modo que constituyera una clara propuesta icónica representativa de
determinadas leyes de su lógica simbólica: “Un grafo lógico es un grafo que
representa las relaciones lógicas icónicamente, constituyendo una ayuda al
análisis lógico” (“A logical graph is a graph representing logical relations
iconically, so as to be an aid to logical analysis”; 4.420). Cada uno de tales
grafos constituye un legisigno icónico en su más estricto sentido6.
En este caso, el productor propone una percepción visual y el intérprete percibe una
propuesta visual cuya relación de representación consiste en la actualización
de los rasgos socialmente asignados para la comunicación de determinadas
estructuras y procesos conceptuales o hábitos y valores ideológicos. En definitiva, no hay pura experiencia
perceptual, como es el caso de los cualisignos icónicos, ni analogía
existencial, como es el caso de los sinsignos icónicos, que sean suficientes
para comprender el carácter representativo de la imagen material visual que se
designa como “legisigno icónico”. Para llegar a comprenderlo se requiere además
y predominantemente el conocimiento de determinada convención y de aquellas
leyes o normas que la actualizan en la configuración propuesta. Esto reafirma
el carácter simbólico o “conceptual”
de estas imágenes materiales visuales y su dependencia de un determinado
sistema interpretativo, temporal y/o espacialmente delimitado. Modificado el
sistema cultural vigente de interpretación, la misma imagen material (que, no
obstante, ya no es la misma) provoca, en el intérprete, un comportamiento
cognitivo que se corresponde con otra semiótica. La imaginería religiosa, en la
baja edad media, tenía una cualidad predominante de legisigno icónico, ya que
formas y colores estaban codificados y respondían a normas precisas. Para el
intérprete actual, perdidos o mayoritariamente desconocidos aquellos códigos,
las mismas obras han pasado a ser contempladas, predominantemente, como
sinsignos icónicos.
11.2.4 Imagen material visual por combinatoria de las anteriores
Las tres clases de imágenes materiales
visuales cuya diferencia y especificidad acabo de esbozar se presentan, en la
práctica, como combinatoria y predominio de unas respecto de las otras y/o,
también, pasando de ser consideradas como unas a ser consideradas como las
otras, según la vigencia de estructuras diferentes en diferentes tiempos y/o en
diferentes sistemas sociales. O sea, podrá afirmarse que, en determinado
momento de determinada sociedad, determinada imagen material visual es
predominantemente, por ejemplo, un sinsigno
icónico, pero su análisis mostrará que incorpora aspectos de cualisigno icónico que son
indispensables para su configuración y que incluye entre sus propuestas
visuales aspectos de legisignos
icónicos que provienen de simbolizaciones vigentes en el ámbito
social en el que circula. Y lo mismo ocurre cuando predomina alguna de las
otras dos clases de imágenes materiales visuales.
No obstante, al menos en el espacio de
esta triple división, cada clase de imagen material resulta interpretada por la
mente de su perceptor mediante la activación de operaciones cognitivas
diferentes. Esto motiva la necesidad de desarrollar semióticas específicas y
diferentes para cada clase de imagen material visual.
11.3 Reconocimiento
En el punto 1, relativo a la calidad representativa de la imagen material visual, se
establecieron las variantes perceptuales que activarían las correspondientes
operaciones mentales, cada una de ellas conducente a una identificación específica. Ahora,
en este punto relativo a los
componentes que intervienen en la configuración de determinada forma,
se establecerán las entidades que irán asociándose hasta actualizar, en la
memoria de un perceptor, el atractor
correspondiente, por aceptación del cual se producirá el reconocimiento que satisfaga la
calidad representativa de la imagen material visual.
Según esto, la producción de una imagen material visual
está destinada a configurar, en la mente del intérprete, una forma. Esta tarea
de configuración se cumplirá mediante operaciones cognitivas específicas y
diferenciales, según que las propuestas perceptuales seleccionadas por su productor consistan en
cualidades, existentes o normas.
El objeto o fundamento de esta imagen material visual (el “por
algo” peirceano; 2.228) consiste en aquello que está
efectivamente representado
por ella. Pero, por una parte, el proceso de tal representación habrá de
cumplirse mediante alguna o varias de las operaciones de reconocimiento puestas en funcionamiento según
sea la construcción plástica, figurativa o conceptual que se realice sobre la
imagen material visual; y, por otra parte, lo que se obtiene como efectivamente
representado en tales imágenes no debe confundirse con objeto real alguno. En el caso, mucho
más abstracto, del lenguaje verbal y pese a la insistencia positivista, está
adecuadamente argumentado que “lo que la tradición filosófica llama la referencia
de la palabra [...] no concierne a la contraparte mundo-real del
concepto sino a las representaciones mentales vinculadas al concepto
según las modalidades perceptuales y motrices” (“what the philosophical
tradition calls the reference of the word [...] it concerns not the real-world
counterpart of the concept but the mental representations linked to
the concept in the perceptual and motor modalities”; R. Jackendoff, 1993: 56).
La eficacia configuradora de la imagen material visual, en cuanto resultado de
la aplicación de las operaciones de reconocimiento a la propuesta perceptual,
tampoco remite a determinadas formas del mundo real, sino a determinadas
representaciones mentales, archivadas en la memoria visual, para las que
utilizaré el nombre de “atractores”.
Éste es el ámbito existencial 7 en el
que se encuentra el objeto o fundamento de la imagen material visual: la memoria visual.8 Lo que la mente del intérprete configura, a partir de la
propuesta consistente en la imagen material visual, es una forma respecto de la
cual tratará de encontrar la efectiva imagen mental mnemónica que, con mayor semejanza,
resulte activada por la percepción de aquella imagen material; y, a su vez, la
disponibilidad de determinadas imágenes mentales mnemónicas conducirán a que,
en la percepción, se construya determinada y no otra configuración. La
coincidencia de las redes corticales de la percepción y de la memoria ha
conducido a su inclusión en un conjunto al que se designa como “memoria
perceptual” (J. M. Fuster, 1995: 114), ámbito de pertenencia del atractor en el
que se articulan percepción y memoria, lo que también permite afirmar que “los
mecanismos de la percepción visual de alto nivel se utilizan también en la
imaginería visual mental” (“the mechanisms of high-level visual perception are
also used in visual mental imagery”; Kosslyn, 1996: 285).
Denomino, en general, “atractor” a un conjunto de formas,
que, en un momento dado, ya está organizado, con cierta constancia, en una
imagen mental (sin que corresponda evaluar lo correcto o incorrecto de tal
organización, sino su vigencia o falta de vigencia, dejando lugar a las
plurales variaciones culturales), cuya relativa reiteración o constricción
psicológica u operación voluntaria de fijación (J. M. Fuster, 1995: 101)
ocasiona su permanencia en la memoria, y que, por tanto, se encuentra
disponible para contrastarse con un determinado conjunto de formas
ocasionalmente percibido, permitiendo identificar (o no) a este último como una
de sus variantes posibles.
Denomino, en particular, “atractor” de una imagen material visual a un conjunto de formas, que, en un momento dado, ya
está organizado, con cierta constancia, en una imagen mental almacenada en la
memoria visual, la cual se actualiza o no por su correspondencia o falta de
correspondencia con la configuración que el perceptor efectúa a partir de dicha
imagen material visual propuesta.
Lo que fundamenta la necesidad de
considerar un conjunto plural de semióticas de la imagen visual, en vez de
tratarlas de forma unitaria, son las diferentes clases de operaciones que resultan
exigidas por las diversas materias primas perceptuales (cualisignos, sinsignos,
legisignos), para la recuperación del atractor correspondiente.
11.3.1 Propuestas perceptuales normadas o conceptuales: atractor
simbólico
Hablar de “tipos” como formas cuya configuración
responde a determinadas exigencias taxativamente normadas, tiene, en una
semiótica de la imagen visual, un espacio conceptual sumamente acotado y
específico. Sólo si se trata de legisignos
icónicos, o sea, de una selección de elementos perceptuales
socialmente normados, los
atractores simbólicos (en
cuanto exclusivamente constituidos a partir de una convención o acuerdo
establecido en un determinado sector social; “we do find symbol early and often
used to mean a convention or contract”, dirá Peirce: 2.297) poseídos por el
intérprete y que intervienen en el reconocimiento de cada una de las figuras
que se proponen a la percepción visual pueden considerarse organizados en un sistema y, por tanto, tendrán el
carácter de tipos. Esto
sin perjuicio de que, en la actualidad, la extensión del universo de tales
legisignos icónicos sea grande y creciente. Tal es el caso, por ejemplo, de las
palabras de un texto escrito, las relaciones de conexión y distribución visual
de un diagrama, los pictogramas que organizan la circulación pública o la
seguridad de los pasajeros en las aeronaves o la orientación pública en las
exposiciones internacionales y en la celebración de juegos olímpicos, etc.,
etc. (ver O. Aicher & M. Krampen, 1979). Estos y su sistema pertinente preexisten, como estereotipos
preconfigurados, en el ámbito social al que pertenece el intérprete.
En estos casos, las propuestas de la imagen material visual tienen una libertad
de variación relativamente acotada, debiendo adecuarse a las características
con que circulan socialmente tales percepciones (o sea, a la estructura de cada
una de las formas de los símbolos constitutivos de esta clase de imágenes
materiales visuales). Del mismo modo, las configuraciones que puede organizar
el perceptor están también sometidas a las características del registro o
sistema con que las organiza en su memoria visual, conforme a pautas sociales
aprendidas. Este atractor, por
tanto, sería una forma canónica que sólo admitiría mínimas posibilidades de
variación. Con este enfoque, ciertas propuestas como las de los geones
de I. Biederman (1995: 12ss), el esquema codon propuesto por Hoffman
y Richards (citado en S. Ullman, 1996: 27 y ver, también, en D. D. Hoffman,
1998: 84 y 89 las reglas “de pliegues cóncavos” y “mínima”, que segmenta
la imagen usando este criterio, sin mencionar el término “codon”) e, incluso,
el catálogo de los modelos 3D de D. Marr (1982: 318), serían más
adecuadas para configurar estos atractores que estamos denominando
“simbólicos”, que para el objetivo inicialmente propuesto por estos autores
consistente en configurar las formas de los objetos del mundo. Los esquemas
propuestos por estos autores, han estereotipado las formas del mundo, perdiendo
o, al menos, debilitando el carácter “figurativo” y transformándose o, al
menos, fortaleciendo su carácter simbólico; por ello, su notable semejanza con
los pictogramas actualmente vigentes.
Una característica, quizá la fundamental, de los
atractores simbólicos correspondientes a estas propuestas perceptuales normadas
consiste en estar constituidos, en lo necesario, por una cantidad mínima de
partes. Dinámicamente, el atractor se actualiza en base a las operaciones de reconocimiento mediante
las que se determinarán los componentes perceptuales de estructura-sostén y morfología (Cátedra Fontana, 1996:
40) que constituyen los componentes analítico-constructivos de estas imágenes.
O sea, la tarea constructiva deberá actualizar y proponer a la percepción la
estructura-sostén capaz de generar la imagen conceptual correspondiente y, a
partir de ella, podrá introducir las transformaciones posibles sin llegar a
destruir dicha estructura-sostén. Tal el caso, por ejemplo, de las letras
miniadas de los códices medievales, en las que la riqueza del arabesco o del paisaje
entrevisto no impiden la recuperación de la estructura básica de la letra en
cuestión. Por su parte, la tarea analítica deberá actualizar y reconocer, tras
las transformaciones inmediatamente evidentes, la estructura-sostén normativa,
socialmente aprendida, que avala su carácter simbólico.
11.3.2 Propuestas perceptuales existenciales o figurativas: atractor
existencial
Si se trata de una selección de
elementos perceptuales existenciales,
los correspondientes atractores
existenciales no están organizados en sistema o sistemas, o sea, no
ostentan el carácter de tipos,
sino que constituyen imágenes de transformación dinámica, en base a polos
diferenciales y espacios intermedios de posibilidad de reconocimiento. Los tipos tienen que ver con el
conocimiento y, en su devenir histórico, con determinado estado del sistema en
el que se incluyen y que corresponde a la verdad de ese momento de esa sociedad. Los atractores existenciales tienen
que ver con el reconocimiento, que se produce con independencia de su verdad o
falsedad y sólo tiene en cuenta la vigencia
de determinado tipo de discurso (visual, en este caso) en determinado momento
de determinada sociedad. El ejemplo correspondiente a este tipo de imágenes
materiales visuales lo constituye cualquier representación de las denominadas
“figurativas”, basadas en procesos de reconocimiento analógico (Fig. 3) y la
explicación de las características, plenitud o limitaciones de cuya semejanza
ha dado lugar a la polémica sobre la iconicidad
que U. Eco describe y respecto de la cual toma posición (entre otros
textos, en 1977: 325ss y 1999: 391ss; también Groupe μ,
1992: 124ss; G. Sonneson, 1989: 220ss)
Dinámicamente, el atractor se actualiza
en base a las operaciones de
reconocimiento que determinarán las marcas, los ejes y los
contornos de oclusión, en cuanto componentes perceptuales mediante
cuyo agrupamiento interior y/o exterior se irá configurando la forma, hasta que
se concrete el atractor. Nocionalmente, me aproximé a este tema en un trabajo
anterior (J. Magariños de Morentin, 1999a).
Las marcas, para el Grupo μ, son entidades que se encuentran fuera del límite a
partir del cual el significante se articula en determinantes,
“más allá de ese límite, las entidades
correspondientes a los tipos dejan de articularse en subentidades
correspondientes a los tipos subordinados. Sin embargo, es posible describirlas
como el resultado de la articulación de manifestaciones icónicas complejas.
Llamamos marcas a esas
manifestaciones. Se definen por la falta de correspondencia con un tipo”;
frente a esto último, preferiría decir que se definen por su incapacidad para
determinar un atractor (“Au-delà de cette limite, les entités correspondant à
des types cessent de s’articuler en sous-entités correspondant à des types
subordonnés. Il est cependant possible de les décrire comme le résultat de
l’articulation de manifestations iconiques complexes. Nous nommons marques ces manifestations. Elles
se définissent par l’absence de correspondance avec un type”: 1992: 151).
El concepto de marca conserva toda su importancia en la semiótica figurativa que
intento desarrollar, especialmente atendiendo a su aspecto operativo, con la
sola condición de transformar lo que el Grupo m dice acerca de su articulación
o falta de articulación respecto de un tipo, en su
capacidad constructiva respecto de un atractor,
pudiendo definirse, desde una semiótica cognitiva, tal marca como la mayor porción de imagen cuya percepción
todavía no actualiza un atractor existencial. Por supuesto que no se trata de un mero cambio terminológico,
sino que el rechazo de la designación “tipo” está excluyendo del repertorio de
formas mnemónicas a las constituidas por conjuntos de rasgos normales y
relativamente invariables, que acoté al ámbito de una semiótica simbólica; así como
la opción por la designación “atractor” está suponiendo que el correspondiente
repertorio de formas mnemónicas no está constituido por unidades perceptuales
discretas, sino por zonas de variación identificables en un continuum de
transformaciones. Los límites de admisibilidad de tal variación vienen
establecidos por la vigencia espacial y/o temporal de los hábitos sociales de
percepción (los discursos visuales vigentes).
Los ejes (D. Marr, 1982: 296ss) constituyen uno de los aspectos
de la representación visual de la forma de un objeto (por lo que los ejes se
establecen respecto de la figura) que es fundamental para la tarea de su
reconocimiento y diferenciación. La información proporcionada por los ejes
proviene de la tarea de establecer su disposición espacial (distribución de los ejes componentes,
especificando sus ángulos de inclinación, a lo largo del eje principal; D.
Marr, 1982: 318, 323), orientación
y tamaño relativo. Para Marr, un sistema canónico de
coordenadas centrado en el objeto “debe basarse en ejes [canónicos] determinados por las características
geométricas sobresalientes de la forma [...]. Los ejes naturales de una forma pueden definirse por alargamiento,
simetría o incluso movimiento (p.e., el eje de rotación), de modo que el sistema de coordenadas para
una salchicha se definiría por su eje principal y la dirección de su curvatura,
mientras que el de un rostro por su eje de simetría” (“must be based on axes
determined by salient geometrical characteristics of the shape [...] A shape’s natural
axes may be defined by elongation, symmetry or even motion (e.g. the axis of
rotation), so that the coordinate system for a sausage should be defined by its
major axis and the direction of its curvature, and that of a face by its axis
of symmetry”; 1978: 276).
El único distanciamiento que, aquí,
planteo respecto de la propuesta de Marr consiste en evitar la consideración “canónica”, tanto de los ejes en
particular como de un pretendido sistema de coordenadas. En este trabajo y,
especialmente, atendiendo a su operatividad, defino los ejes (toda figura posee más de uno) como el conjunto de líneas
que puede trazarse articulando los diversos atractores que componen a la imagen
en estudio, articulación que admite variaciones en márgenes
relativamente amplios. De este conjunto de líneas, una será su eje principal y
las restantes serán los ejes componentes o subcomponentes, de cuya
interrelación podrá establecerse la disposición
espacial de la imagen como totalidad, la orientación de esa imagen total y la de cada una de sus
partes en relación al eje principal, así como el tamaño relativo de cada uno de los ejes componentes, tanto
entre sí como respecto de la figura global. Esto le permite construir
inequívocas (para nuestra cultura) representaciones de diversas formas de
animales mediante limpiadores de pipa, doblados, enrollados, enganchados,
cortados, etc. (1982: 299). Los ejes permiten pasar del reconocimiento de las
partes al reconocimiento de las figuras o, en términos de D. D. Hoffman: “Para
construir objetos, se necesita construir partes. Pero también se necesita [...]
ensamblar esas partes en relaciones espaciales coherentes” (“To construct
objects we must construct parts. But we must also [...] assemble these parts in
coherent spatial relationships”, 1998: 104).
Otro aspecto es la representación de los
contornos de oclusión,
sin que con ello se agoten las operaciones cognitivas involucradas en dicho
reconocimiento, pero que, junto con las marcas y los ejes, proporcionan una
carga de información eficaz y aceptable. Marr define los contornos de oclusión “simplemente como un contorno
que marca una discontinuidad en la profundidad y que se corresponde
habitualmente con la silueta de un objeto visto en una proyección
bidimensional” (“is simply a contour that makes a discontinuity in depth, and
it usually corresponds to the silhouette of an object as seen in
two-dimensional projection”; D. Marr, 1982: 218).
El reconocimiento de los contornos de
oclusión está íntimamente vinculado con la percepción del movimiento. En
efecto, el reconocimiento de objetos es, en principio, el resultado de la
permanente movilidad de la actividad de mirar. Ante la mirada, nada permanece
estático: se mueve el objeto visto y/o se mueve la mirada. El elemento
ficcional básico de las imágenes materiales visuales fijas es su inmovilidad.
Cada objeto visto, en este perpetuum mobile, es percibido como una
superficie de oclusión recortándose sobre otra superficie de oclusión. La
prueba de la autonomía del objeto y, por tanto, su posibilidad de
reconocimiento, es que una superficie de oclusión se desplaza sobre otra
superficie de oclusión. Esto elimina la carga de subjetividad que Marr le
atribuye a la forma (de los objetos) y que ha constituido la crítica
fundamental contra las hipótesis de
11.3.3 Propuestas perceptuales cualitativas o plásticas: atractor
abstractivo
Una tercera posibilidad, en cuanto a la
calidad de la propuesta perceptual, consiste en que ésta sea de naturaleza
estrictamente cualitativa, sin que intervengan elementos figurativos o
simbólicos en su composición. Así formulado, se trataría del caso “puro”, que
aquí me interesa desarrollar para establecer su especificidad y sus límites; he
dejado ya establecido que, en la mayoría de las imágenes materiales visuales,
constituirá sólo uno de sus componentes, siendo relativamente reducido el
porcentaje de los casos en que la totalidad de la propuesta perceptual está
constituida, exclusivamente, por propuestas perceptuales cualitativas.
En toda actividad
perceptual-cognoscitiva, hay aspectos elementales, constitutivos de los niveles
primarios de lo que se está percibiendo, que se asimilan sin participación de
la conciencia, pero dejando su huella mnémica, recuperable como propuesta o
como reconocimiento perceptual. Superado ese nivel primario, que varía en
diferentes culturas o según educaciones diferentes o por especialización de la
experiencia profesional, se llega a la posibilidad de la percepción consciente
de objetos que están, en consecuencia, subjetivamente delimitados. En la
comunicación verbal percibimos habitualmente frases, podemos atender a
palabras, pero atendemos al timbre y tono de la voz del que habla sólo
fugazmente y perdiendo al menos parte de la información de lo que se está
diciendo y sólo con gran esfuerzo podríamos individualizar e identificar cada
uno de los sonidos que emite la garganta del hablante. Esto se invierte en el
caso del canto, en el que la atención del oyente se fija en los sonidos que
emite la garganta del cantante, en su timbre y tono y sólo complementariamente
llega a atender a las frases que construyen lo que efectivamente significa, lo
que canta. Las pinceladas de Tintoretto, del Greco o de Velázquez son lo más
interesante de su obra, cuya temática carece de vigencia y constituye una
información complementaria y anecdótica. Pero la textura se elimina
intencionalmente en el caso de las imágenes conceptuales o simbólicas (Figura
2) y, ante un hiperrealismo, por ejemplo del tipo de Richard Estes (Figura 3),
sólo con dificultad se recupera la pincelada, siendo objeto de conocimiento su
desaparición, hasta que se logra identificarla como evidencia de que no se
trata de una fotografía. Pero en otras obras, como las de Antoni Tàpies (Figura
4) o László Péri (Figura 5), la aplicación de materia, el cromatismo o el juego
de formas y planos es la propuesta fundamental, si no la única (en Tàpies siempre
aparece la otra semiosis; aquí la semiosis simbólica; en otras obras, como en
Lo que se activa, en la mente de un
espectador, ante el aspecto cualitativo de una imagen material visual es un atractor abstractivo. Sus
características, bajo otras denominaciones, han sido poco exploradas. Ha
generado no obstante mucha literatura, y lo digo en sentido encomiástico y
delimitador de campos de conocimiento: provoca a la producción de textos que
proponen su comprensión fenomenológica, pero pocos han sido los textos que han
trabajado este aspecto puramente cualitativo de las propuestas visuales desde
la perspectiva de una semiótica rigurosa y cognitiva.
En una síntesis elemental, que por ahora
apenas expandiré en los comentarios que siguen, propongo, tentativamente, que
el atractor abstractivo es
un quale o sensación
perteneciente a una semiosis privada
y, en cuanto tal, a la experiencia
individual, de modo que la tarea correspondiente al productor de
tales propuestas cualitativas consiste en lograr formular una expresión visual
que trae determinados qualia, de los que el espectador tiene que
poder disponer en su memoria no-consciente, al plano de la comunicación y, por tanto, los hace
socialmente compartibles.
Con la expresión “semiosis privada”, intento
establecer la existencia, en la memoria, de determinados atractores
abstractivos, originados en la experiencia o vivencia perceptual, que se van acumulando
de modo inconsciente o no-consciente.
¿Existe una experiencia o sensación
cromática que no pueda traducirse en palabras y que sólo pueda recuperarse a
través de una imagen material visual? ¿Tenemos la seguridad de que nuestras
experiencias cromáticas son las mismas que las experiencias cromáticas de
otros? Conocemos y compartimos los nombres y las expresiones que designan a
esas experiencias, pero ¿estamos seguros de que los nombres y las expresiones
compartidas designan experiencias compartidas o nunca podremos saber si al
nombrar un color no estamos nombrando una experiencia muy distinta a la que
otro designa con ese mismo nombre? Esta es fundamentalmente la problemática que
se plantea Wittgenstein al referirse a la existencia de un “lenguaje privado”
(1953: 243ss) y también de una “experiencia privada”, que no consistiría tanto
en afirmar ”que cada persona posee su propio ejemplar, sino que nadie sabe si
el resto de la gente también tiene esto
o alguna otra cosa. Sería posible (pero inverificable) suponer que una
parte de la humanidad tiene una sensación de rojo y otra otra” (“The essential
thing about private experience is really not that each person possesses his own
exemplar, but that nobody knows whether other people also have this or something else. The
assumption would thus be possible -though unverifiable- that one section of
mankind had one sensation of red and another section another”, 1953: 272). O, en otro sentido, admitir la existencia de
experiencias privadas también implica quedar atrapado, uno mismo, en la
dualidad entre significar y
referirse a: “la palabra 'rojo' significa algo
conocido por todos; y, además, para cada persona, ¿significa algo sólo conocido
por ella? (O quizá, más bien: se refiere
a algo sólo conocido por ella.)”; (“The word 'red' means something
know to everyone; and in addition, for each person, it means something known
only to him? (Or perhaps rather: it refers to something known only to him.)”. 1953: 273).9
[24][Figura
2: semiótica simbólica; Mijksenaar Paul & Piet Westendorf, 1999]
[25][Figura 3: semiótica figurativa; Richard Estes, Avenue
of the Americas at Spring Street, 1998]
[26] [Figura
4: semiótica plástica (y simbólica); Antoni Tàpies, Taula negra, 1966]
[27] [Figura
5: semiótica plástica; Lásló Péri, Térkonstrukció 16, 1922]
[24] |
[25] |
[26] |
[27] |
Esto comenzaría a perfilar el concepto
de “semiosis privada”. La
idea consiste en proponer la existencia de experiencias que no son conscientes,
que en modo alguno son verbalizables, pero que pueden actualizarse y, en el
caso de tratarse de experiencias visuales, su actualización (y el éxito de su
aceptabilidad por otros) constituye la tarea del productor de este tipo
(cualisignos icónicos) de imágenes materiales visuales. No se excluyen de estas
experiencias a las imágenes figurativas efectivamente vistas pero no
registradas como tales, ni a las imágenes simbólicas percibidas pero no
atendidas en cuanto a su eficacia socializante, ya que todo ello puede ser
objeto de la propuesta perceptual que se materializa en una imagen material
visual. Pero en la base (delimitación, coloración y textura) de la construcción
de estas imágenes figurativas o simbólicas intervienen elementos cuya eficacia,
en la mente del espectador, depende de su preexistencia en la memoria, con la
calidad de rastros de experiencias delimitadoras, cromáticas y texturales,
eficaces en la construcción del universo visual pero de las que no había
específica conciencia.
Creo que los términos “quale” y “qualia” (respectivamente, en
singular y plural) son los adecuados para designar la o las sensaciones
constitutivas de ese atractor
abstractivo que requiere ser activado por la propuesta perceptual de
las imágenes visuales puramente cualitativas (o por el aspecto cualitativo de
las propuestas perceptuales en general) para que se reconozca su existencia y
su eficacia como elemento dinámico, constitutivo del aspecto visual de la
semiosis privada. Con el origen de su uso filosófico en Locke y Berkley,
la expresión “conciencia-del-quale” (“quale-consciousness”) es retomada por Ch.
Peirce, quien, en su “Metafísica Científica”, le dedica 16 parágrafos (6.222 –
6.237). Los enunciados principales con los que Peirce construye este objeto de
conocimiento pueden sintetizarse así.
(1) Existe una conciencia-del-quale,
respecto de la cual el sujeto será completamente inconsciente, que es diferente
de la conciencia que se intensifica por la atención; a esta, objetivamente
considerada, Peirce la llama “intensidad” y, en cuanto facultad, “vivacidad”
(6.222)10.
(2) El quale es en sí y por sí mismo
(6.234)11, sin referencia a ningún
otro (6.224)12, es una unidad en la que
se originan las diversas unidades sintéticas (Kant) con las que opera el
intelecto, y también la unidad de los objetos individuales (6.225)13, lo que no excluye que la conciencia del quale no se
limite a las sensaciones simples; el ejemplo peirceano es el del quale del
púrpura, en cuanto mezcla de rojo y azul (6.223)14.
(3) La unidad de la conciencia-del-quale
es lógica, ya que sentir, ser repentinamente consciente, supone una conciencia
y no dos o más (6.230)15.
(4) Si la cualidad, en cuanto
conciencia-del-quale relativa al promedio general de la experiencia, fuera
doble, el principio de contradicción se derrumbaría (6.232)16.
Un mismo objeto no puede ser y no ser azul simultáneamente; pero puede ser azul
y duro, ya que ambas cualidades no se piensan asociadas a una única y misma
conciencia-del-quale (6.231)17.
(5) Todas las operaciones del intelecto
implican introducir el conflicto donde sólo estaba la propia
conciencia-del-quale (6.233)18.
(6) Diferentes conciencias-del-quale no
pueden mezclarse sin perder su identidad (6.235)19.
(7) De esto surge una consecuencia
importante: no existe comprobación posible acerca de la gran variedad y
diversidad de conciencias-del-quale, tal como se le hacen evidente al intelecto
que compara. No hay elemento común a comparar, ya que cada conciencia-del quale
es sui generis y por sí mismo. Lo que es absolutamente simple debe ser
absolutamente libre. Cada conciencia-del-quale es “totus, teres, atque rotundus” (6.236)20.
(8) Por esta lógica, la unidad de la
conciencia-del-quale, que implica simplicidad y libertad, deriva necesariamente
en una multiplicidad y variedad interminable (6.237)21
Tales serían las características, desde
el enfoque de Peirce, que deberá reunir la entidad que estoy tratando de
construir mediante el término “atractor
abstractivo”.
Por su parte, D. C. Dennett redefine el
término “qualia” como “los modos como se nos presentan las cosas” (“The ways
things seem to us”, 1995: 381). De estos modos afirma que “se supone que
son propiedades del estado mental del sujeto”, las cuales consisten en ser “(1)
inefables, (2) intrínsecas, (3) privadas y (4) directa o inmediatamente
aprehensibles en la conciencia” (“qualia are supposed to be properties of a
subject’s mental state that are (1) ineffable, (2) intrinsic, (3) private, (4)
directly or immediately apprehensible in consciousness”, 1995: 385). A través
de 14 ejemplos va trasmitiendo una comprensión intuitiva (denomina a cada uno
de sus ejemplos “intuition pump”) de tales qualia. Algunos de ellos (en
especial: 3: que pone en duda la constancia, 4: que atribuye a otro y 5: que
atribuye a uno mismo, la diferencia en los colores efectivamente percibidos) se
refieren a temas que podemos retomar, a su vez, como ejemplos de la semiosis privada22
de naturaleza visual.
Las cuatro características que, pese a
su escepticismo, atribuye Dennett a los qualia coinciden con el desarrollo peirceano, del cual,
además, se pueden recuperar otras características como: ser materia prima de
las operaciones intelectuales (6.225), su unicidad (6.230), su suficiencia
(6.236) y su capacidad para generar una multitud de réplicas (6.237). Todo ello
distancia al atractor abstractivo de
los atractores existenciales y simbólicos, y justifica la propuesta de
constituir con ellos, no un sistema conceptual ni un repertorio analógico, sino
una semiosis privada sin
leyes ni taxonomías, en la que buscan su objeto o fundamento representativo las
propuestas perceptuales puramente cualitativas (o, como dije, el aspecto
cualitativo de las propuestas perceptuales existenciales o simbólicas).
11.4
Interpretación
Como venía diciendo: en el punto 1, relativo a la calidad representativa de la imagen
material visual, se establecieron las variantes perceptuales que
activarían las correspondientes operaciones mentales, cada una de ellas
conducente a la producción de una identificación
específica. En el punto 2, relativo a los componentes que intervienen en la configuración de determinada forma,
se identificaron las entidades que se irían asociando hasta actualizar, en la
memoria de un perceptor, el atractor
correspondiente, por aceptación del cual se producirá el reconocimiento que satisfaga la
calidad representativa de la imagen material visual. Ahora, en este 3er
punto, relativo a la atribución de
un efecto de sentido a la imagen material visual, se considerarán
los mecanismos de su posible interrelación con las restantes semiosis vigentes
en determinado momento de determinada sociedad; de esta interrelación habrán de
surgir los discursos interpretativos
que le atribuyan su específica significación o el conjunto de específicas
significaciones efectivamente disponibles en determinado momento de determinada
sociedad.
Como ya observé inicialmente, las imágenes visuales no
son autosuficientes para interpretarse en sí mismas, requiriendo de ese
complemento externo al que alude M. Foucault con su metáfora de la
transformación de los documentos en monumentos (1969: 15) y que constituye el
eje de su concepto de enunciado:
“Una serie de signos pasará a ser un enunciado a condición de que tenga con
‘otra cosa’ [...] una relación específica que le concierna a ella misma y no a
su causa, ni a sus elementos” (“Une série de signes deviendra énoncé à
condition qu’elle ait à ‘autre chose’ [...] un rapport spécifique que la
concerne elle-même, -et non point sa cause, non point ses éléments.” (1969:
117). Así, una imagen material visual sólo adquirirá su significado por
eficacia de otra u otras semiosis (incluso de otras manifestaciones de la
propia semiosis visual). En definitiva, las imágenes materiales visuales, por
sí solas, no significan, sino que tan sólo llegan a producir un efecto de mostración.
Esta necesidad de interacción con otras semiosis o con
otras manifestaciones de la propia semiosis de la imagen visual, requiere que
la investigación semiótica esté en condiciones de dar cuenta de cuáles sean
esas otras semiosis, así como de las características de tal interacción. El
instrumento sugerido para ello es el que, en otros trabajos (1996a, 1996b,
1999a, 1999b), he denominado “Mundos
Semióticos Posibles”. También pueden derivarse operaciones
interesantes y eficaces de los trabajos de Gilles Fauconnier (1984) y de G.
Fauconnier & Mark Turner (1998), sobre los espacios mentales y las redes de
integración conceptual. Como intuición operativa puede decirse que el
investigador tiene que dar respuesta a preguntas que derivan de la siguiente: ¿Qué necesita saber el espectador para
interpretar esta imagen? Esta necesidad de conocimiento es la que
nunca se agota en la propia imagen. Pero todo ello queda aquí meramente
enunciado.
11.4.1
Mostración de carencia, en la semiótica plástica
En el caso de las imágenes materiales constituidas por cualisignos,
la demostración de su eficacia
interpretativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en
mostrar la preexistencia, en la memoria del espectador, de un atractor abstractivo o sensación o
experiencia perceptual (los qualia pertenecientes a una semiosis
privada), de la relación con el cual extraerá su significado actual;
mientras que la demostración de su eficacia
creativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en
mostrar una carencia, en cuanto
ausencia de memoria consciente de la experiencia visual propuesta.
11.4.2
Mostración de semejanza/diferencia, en la semiótica figurativa
Respecto de las imágenes materiales constituidas por sinsignos, la demostración de su eficacia interpretativa consistirá,
por parte del investigador semiólogo, en mostrar la preexistencia, en la
memoria del espectador, de un atractor
existencial, de la relación con el cual extraerá su significado
actual; mientras que la demostración de su eficacia creativa consistirá, por parte del investigador
semiólogo, en mostrar la existencia de una relación de semejanza /diferencia respecto de algún atractor existencial, en
cuanto imagen mnemónica dinámica.
11.4.3
Mostración del lugar en un sistema, en la semiótica conceptual
En cuanto a las imágenes materiales constituidas por legisignos, la demostración de su eficacia interpretativa consistirá,
por parte del investigador semiólogo, en mostrar la preexistencia, en la
memoria del espectador, de un atractor
simbólico, de la relación con el cual extraerá su significado
actual; mientras que la demostración de su eficacia creativa consistirá, por parte del investigador
semiólogo, en mostrar el lugar,
en el correspondiente sistema de percepciones visuales socialmente normadas,
donde se actualiza el atractor simbólico previamente aprendido y disponible en
la sociedad correspondiente.
Notas
* Publicado, con pequeñas variaciones, en Cuadernos 17, Revista de
1
Éste ha sido uno de los primeros aportes del estudio de la semiosis visual y no
el menos importante: comprender que ninguna semiosis, incluyendo por supuesto
la semiosis verbal, es autosuficiente para la obtención de su interpretación.
Una interesante tarea empírica, que se desprende de esta afirmación, consiste
en, ante cualquier semiosis sustituyente (verbal, visual, musical, etc.),
preguntarse ¿qué información necesito poseer para comprenderla, o sea, para
atribuirle un significado? Cada sociedad en cada momento de su historia
proveerá esa información mediante alguna o varias de las semiosis que circulan
entre sus integrantes; y en cada momento y en cada sociedad esas semiosis serán
diferentes.
2
Modificación que opera la cultura a partir de la aptitud natural para ver,
aptitud que expresa Kosslyn: “La razón por la que la visión nos resulta tan simple
es que venimos equipados con una enorme cantidad de maquinaria sofisticada.
Esas habilidades innatas son nuestras para ser usadas; no necesitamos aprender a ver.”
(“The
reason vision is so easy for us is that we come equipped with an enormous
amount of sophisticated machinery. These inborn abilities are ours for the
using; we do not need to learn to see.” 1996: 70. El destacado es mío.)
3 Por otra parte, entre las imágenes
perceptuales y las mentales se establecen tres grandes diferencias:
“Primero, las imágenes mentales se desvanecen rápidamente, a diferencia de las
percepciones... En la percepción, el mundo sirve de depósito exterior...
Segundo, las imágenes mentales se crean a partir de información almacenada; el
mundo exterior no determina, en ningún momento, el contenido de la propia
imaginería. Las imágenes mentales surgen a partir de diversos contextos y puede
no existir ninguna semejanza con las representaciones perceptuales que se están
teniendo. Tercero, las imágenes [mentales], a diferencia de las percepciones de
la gente normal, se destacan por su maleabilidad. Pueden imaginarse objetos
retorcidos, rotados, curvados, etc.; pero la percepción no coopera tanto (y no
convendría que lo haga, en beneficio de nuestra propia supervivencia)” (“First,
mental images fade rapidly, unlike percepts... In
perception, the world serves as an external store... Second, mental images are
created from stored information; the external world does not dictate the
contents of one’s imagery at any specific time. Mental images arise under a
variety of contexts, and may not have any resemblance to the on-line perceptual
representations. Third, images, unlike the perceptions of normal people, are
remarkably malleable. One can image objects twisting, turning, bending, and so
on -but perceptions not (and should not be, for the sake of one’s survival) so
cooperative”; S. M. Kosslyn, 1996: 74-5). Además,
el estudio de las imágenes
perceptuales requiere conocer con detalle los mecanismos de la
retina, lo que puede decirse que ya se ha alcanzado, mientras que acerca del
proceso cortical superior que es responsable de la memoria visual, constituida
por las imágenes mentales,
sólo puede hablarse de modo muy general (Kosslyn, 1996: 53).
4 Es lo que Peirce denomina “quale-consciousness”, tomándola en su completa
simplicidad (6.231) y, también, “tone” en cuanto “los tonos son signos de
cualidades viscerales del sentimiento” (“tones
are signs of visceral qualities of feeling”) y los analiza, en especial,
respecto de los olores y aromas (1.313), mientras que aquí interesa respecto de
las formas visuales (Figura 3 Tàpies). Desde otra perspectiva los denomina
“potisigns”: “Objetos que son signos en cuanto son meramente posibles, pero
sentidos como efectivamente posibles” (“Objects which are signs so far as they
are merely possible, but felt to be positively possible...”) y los vincula al
plano de la abstracción, “como, por ejemplo, el séptimo rayo que pasa a través
de tres intersecciones de los lados opuestos del hexagrama de Pascal” (“as, for
example, the seventh ray that passes through the three intersections of
opposite sides of Pascal´s hexagrams”; 8.347)
5 Uso
la acentuación argentina (“ícono”) y no la española ("icono") porque
aquí vivo.
6 Al
desarrollar las convenciones que habrán de regir las cualidades perceptuales de
los grafos, o con mayor precisión, de las réplicas o instancias de los grafos,
puntualiza su carácter representativo: “Su belleza [se refiere a los diagramas
de Euler][...] y sus otros méritos, que son considerables, provienen del hecho
de ser verdaderamente icónicos, naturalmente análogos a la cosa [concepto
lógico] representada...” (“Its beauty [...] and its other merits, which are
fairly considerable, spring from its being veridically iconic, naturally analogous
to the thing represented...”; 4.368) “Estas convenciones se suponen mutuamente
comprendidas por dos personas: un Grafista que expresa las proposiciones
conforme al sistema de expresión llamado el de los Grafos Existenciales y
un Intérprete que las interpreta y acepta sin discusión. Un grafo es
la expresión proposicional en el Sistema de los Grafos Existenciales de
cualquier estado posible del universo” (“These Conventions are supposed to be
mutual understanding between two persons: a Graphist, who expresses
propositions according to the system of expression called that of Existential
Graphs, and an Interpreter, who interprets those propositions and
accepts them without dispute. A graph is the propositional expression in
the System of Existential Graphs of any possible state of the universe”; 4. 395)
7 “The secondness” peirceano; de sus múltiples tratamientos, ver 5.45, con
su ejemplo acerca de la necesaria resistencia de una imagen mental
geométrica para garantizar el mantenimiento de su identidad pese a las
metamorfosis a que la someta una demostración geométrica.
8 Memoria que posee “la categoría de lo fáctico” (“the category of fact”),
ya que “supone una necesidad incondicional, o sea, sin ley ni razón” (“whatever
involves an unconditional necessity, that is, force without law or reason”;
1.427); carácter existencial de la memoria que proviene del hecho de
“proporcionarnos un conocimiento del pasado mediante una especie de fuerza
bruta, una acción efectivamente binaria, sin razonamiento alguno” (“Memory
supplies us a knowledge of the past by a sort of brute force, a quite binary
action, without any reasoning”, 2.86).
9 Y
añade: "¿Cómo es posible que nos tiente pensar que usamos una palabra para
significar, en un
momento, el color conocido por todos y, en otro momento, la 'impresión visual'
que estoy teniendo ahora?
[...] Yo no atiendo al color de la misma manera en los dos casos. Cuando pienso en la
impresión de color que (por así decir) me pertenece a mí sólo, me sumerjo a mí
mismo en el color; casi como cuando ante un color 'no puedo apartar la
vista'" ("But how is even possible for us to be tempted to think that
we use a word to mean at
one time the colour known to everyone -and at another the 'visual impression'
which I am getting now? [...] I don't turn the same
kind of attention on the colour in the two cases. When I mean the colour
impression that (as I should like say) belongs to me alone I immerse myself in
the colour -rather like when I 'cannot get my fill of a colour'." 1953:
277).
10 “[...] This illustration puts into a high
light the distintion between two kinds of consciousness, the quale-consciousness
and that kind of consciousness which is intensified by attention, which
objectively considered, I call vividness, and as a faculty we may call liveliness”
(6.222).
11 “[...] Quality or quale-consciousness is all that it
is in and for itself [...]” (6.234).
12 “Each quale is in itself what it is for
itself, without reference to any other [...]” (6.224).
13 “[...] In so far as qualia can be said to have
anything in common, that which belongs to one and all is unity; and the
various synthetical unities which Kant attributes to different operations of
the mind, as well as the unity of logical consistency, or specific
unity, and also the unity of the individual object, all these unities
originate, not in the operations of the intellect, but in the quale-consciousness
upon which the intelect operates” (6.225).
14 “The quale-consciousness is not
confined to simple sensations. There is a peculiar quale to purple, though it
be only a mixture of red and blue. [...]” (6.223).
15 “I say then that this unity is logical in this
sense, that to feel, to be immediately conscious, so far as possible, without
any action and reaction nor any reflection, logically supposes one
consciousness and not two nor more.[...]” (6.230).
16 “[...] The quality itself is nothing in the world but
a quale-consciousness of a composite photograph or general average of
experience. And if the quality can be double, the principle of contradiction
falls to the ground.” (6.232).
17 “[...] Any object, A, cannot be blue and not
blue at once. It can be blue and hard, because blueness and hardness are
not thought of as joined in quale-conciousness, one appealing to one
experiment and the other to another.[...]” (6.231).
18 “All the operations of the intellect consist in
taking composite photographs of quale-consciousnesses. Instead of
introducing any unity, they only introduce conflict that was not in the quale-consciousness
itself.[...]” (6.233).
19 “[...] Quale-consciousness cannot blend with quale-consciousness
without loss of its identity.” (6.235).
20 “[...] I now call attention to a remarkable
consequence of it. Namely it follows that there is not check upon the utmost
variety and diversity of quale-consciousness as it appears to the
comparing intellect. For if consciousness is to blend with consciousness, there
must be common elements. But if it has nothing in itself but just itself,
it is sui generis and is cut loose from all need of agreeing with
anything. Whatever is absolutely simple must be absolutely free; for a
law over it must apply to some common feature of it. And if it has no feature,
no law can seize upon it. It is totus, teres, atque rotundus.[...]
(6.236).
21 “[...] This is the logic by which the unity of quale-consciousness,
implying simplicity, and through simplicity, freedon, necessarily results in
endless mutiplicity and variety. [...]
(6.237).
22 En su “intuition
pump
EN EL ANÁLISIS DE LAS HISTORIETAS1
12.1 El análisis metasemiótico de las
imágenes gráficas
El análisis del discurso verbal se
satisface, tanto desde el enfoque sintáctico como desde el semántico,
utilizando con toda naturalidad categorías y operaciones metalingüísticas (por
ejemplo, entre otras, el análisis gramatical y las definiciones contextuales).
O sea, se considera a la palabra como instrumento adecuado para el análisis de
la palabra. Se opta por una perspectiva metalingüística o metadiscursiva,
dejándose de lado el recurso a cualquier otro discurso exterior (ver Desclès,
J.P. y Z.G. Desclès, 1977: 2), por considerar que este último aportaría al
análisis categorías y operaciones ajenas a lo verbal y, por tanto,
perturbadoras y distorsionadoras del objetivo analítico consistente en
describir y explicar su funcionamiento específico.
No obstante, cuando se efectúa el
análisis de las imágenes gráficas, el instrumento habitual es el lenguaje
verbal. O sea, un discurso exterior que trasplanta conceptos teóricos y relaciones
composicionales que sólo de modo metafórico son aplicables a la semiótica
visual específica de la imagen gráfica. En el comienzo histórico de una
disciplina, cabe esta utilización metafórica de términos procedentes de otras
disciplinas relativamente afines y más desarrolladas, por la potencia
heurística que puede proporcionar a la consolidación del nuevo campo teórico
(Boyd, R., 1979: 357). Es lo que viene ocurriendo, en el caso de la imagen
gráfica, con expresiones como: “gramática de la imagen”, “sintaxis visual”,
“grafemas”, etc. En otros casos, son términos y expresiones que requieren una
reflexión más profunda para determinar su pertinencia en una semiótica de la
imagen, como: “significado de la imagen” (¿las imágenes significan?), “pensamiento
visual” (¿existe un pensamiento construido con imágenes y qué proximidad o
distancia tendría con la mente visual, la imaginación, la imaginería o el
conocimiento producido mediante imágenes, si es que es admisible, y postulo que
sí, tal conocimiento?), “tipos visuales” (¿las unidades disponibles en el
repertorio mnemónico tienen las características que se requieren para poder
denominarlas “tipos” o se trata más bien de atractores o imágenes dinámicas y
con qué capacidad y límite a tal variabilidad?). Los estudios acerca de la
imagen tienen ya una historia y una abundacia documental que permiten plantear
la necesidad de disponer, no sólo de una terminología propia sino, sobre todo,
de la consiguiente especificidad en la caracterización de las operaciones visuales
que le son pertinentes. O sea, que se hace necesario disponer de una
metasemiótica que utilice los recursos propios de la imaginería2 para dar cuenta de los
distintos aspectos inherentes al estudio de la imagen.
¿Por qué, entonces, este mismo texto
verbal que estoy escribiendo acerca de la problemática de la imagen? Porque
este texto, por el momento, no está analizando imágenes, sino planteando un
tema, de cierto alcance epistemológico, acerca de la representación de nuestro
conocimiento de las imágenes, lo que pertenece específicamente al ámbito de
eficacia del discurso verbal. También, porque una comunicación impresa que
ofreciese inmediata y exclusivamente imágenes, la mostración de su eventual
descomposición y recomposición en otras consiguientes imágenes, carecería de
los antecedentes indispensables para que el perceptor pudiese comprender lo que
se le estaba proponiendo. Pero llegará el momento en que así se expongan las
operaciones inherentes a una metasemiótica visual.
12.2 Operaciones fundamentales de una
metasemiótica de la imagen visual
En un análisis metasemiótico de la
imagen visual confluyen tres operaciones fundamentales que pueden designarse
como “identificación”, “reconocimiento” e “interpretación”. La descripción
verbal de estas operaciones, tal como aquí las enuncio, tratará de ser una
traducción, lo menos distorsionante posible, de lo que se efectúa,
gráficamente, en su producción y, visualmente, en su percepción. La exposición
de cada una de tales operaciones requiere un orden secuencial (inherente al
discurso verbal), pero conviene tener en cuenta que, tanto gráfica como
visualmente, ocurren en paralelo: su procesamiento cerebral/mental3 es simultáneo y se cumple
en un tempus que, provisionalmente, puede inscribirse en la instantaneidad.
Entiendo por identificación, en este
trabajo, la operación perceptual de registro de las marcas componentes de una
imagen. El término “marca” ha sido utilizado por el Grupo μ (1992: 151) y lo tomo en un sentido muy próximo al
que le otorgan estos autores.
Habría dos modos de lograr esta
identificación. Uno es deductivo y consiste en establecer un paradigma de
determinadas formas primarias elementales con las que podría componerse o
descomponerse cualquier imagen visual; tal es la propuesta de los geones de
Biederman (Biederman, I., 1987; 1995: 12ss) o del esquema codon propuesto por Hoffman y Richards (citado en Ullman, S., 1996:
27). Otro es inductivo y consiste en identificar, en una imagen determinada, la
marca máxima que todavía no es representativa o sea que no activa ningún
atractor4. El conjunto de
estas marcas, tal que agota la imagen visual en estudio, constituye el
repertorio virtual de las marcas utilizado por el productor de dicha imagen e
identificado (a nivel subsemiótico, en cuanto no actualizado conscientemente
pero con efectiva entrada de información a la red neuronal) por el eventual
perceptor. Asumo este modo inductivo, coherente con mi opción (justificada en
otro trabajo: Magariños de Morentin, J., 1996: 260) por registrar operaciones y
no aplicar modelos, siendo este último el caso, por ejemplo, del análisis
propuesto por Biederman.
Entiendo por reconocimiento, en este trabajo, la operación perceptual de
integrar la mínima cantidad de marcas necesaria para activar un atractor, o sea,
para producir una representación. En esta operación se plantea la exigencia de
establecer qué se entiende por “representación”5, ya que este término se vincula, en el caso de las
imágenes visuales, con el problema de la iconicidad. Aunque ésta no es la oportunidad
para profundizar una respuesta, esbozo el criterio que permite superar tal
problema. Su eje está constituido por las críticas que suscita el concepto de
semejanza o el de isomorfismo (Eco, U., 1977: 325; Grupo μ, 1992: 124), cuando se considera a la imagen como
algo comparable con determinada entidad real o imaginariamente existente y
perceptible. Esta crítica supone un concepto muy limitado de icono. Ubicándolo
en una dimensión más amplia, como puede ser el criterio seguido por Ch. S.
Peirce, el icono como representación de la existencia es sólo una de las
posibilidades del signo icónico, aquella a la que Peirce denomina “sinsigno
icónico” o “segundo correlato”. Pero también es posible que el icono represente
una cualidad (por ejemplo, cromático/textural, como puede ser el caso de la
pintura concreta), posibilidad a la que Peirce denomina “cualisigno icónico” o
“primer correlato”. O también es posible que el icono represente un valor
convencional (por ejemplo, la escritura o un diagrama o la gráfica de una
proyección estadística), representación a la que Peirce denomina “legisigno
icónico” o “quinto correlato” (Peirce, Ch. S., 1965/1931: 2.235ss y 8.341). Con
este enfoque ampliado, la operación de reconocimiento se cumplirá cuando, a
partir de la integración de una cantidad mínima de marcas, se active el
atractor correspondiente a una entidad existencial (reconocimiento, por
ejemplo, de un mínimo de marcas que ya constituyen un rostro o una mano o un
teléfono, etc.; ver Figura 4-C), o el atractor correspondiente a una cualidad
(reconocimiento, por ejemplo de un mínimo de marcas que ya constituyen una
determinada variación tonal del azul o un determinado entrecruzamiento de
líneas de determinada inclinación, intersección y/o tangencia, etc.) o el atractor
correspondiente a un valor convencional (reconocimiento, por ejemplo, del
mínimo de marcas que ya constituyen una determinada letra o número o red o
árbol de dependencias, etc.).
Finalmente, entiendo por interpretación,
en este trabajo, la operación perceptual-conceptual por la que el resultado de
la operación de reconocimiento se articula en el sistema cultural de quien lo
percibe. Sólo las dos primeras operaciones se cumplen mediante relaciones
exclusivamente visuales o gráficas (o sea, con exclusiva intervención de las
componentes visuales o gráficas de la cultura del perceptor), por lo que son
las específicas a una metasemiótica visual y deben resolverse en este
específico ámbito semiótico. En la operación de interpretación confluyen
componentes de las distintas semiosis de que dispone el perceptor:
fundamentalmente de la semiosis visual (valor diferencial respecto de otras
propuestas perceptuales que provocan otros reconocimientos), pero también de la
semiosis verbal (traducibilidad del reconocimiento en estudio a un discurso
histórico, narrativo, poético, etc.), así como de la semiosis musical, etc.
12.3 Las imágenes (caricaturas) de las
historietas
Las imágenes de las historietas pueden
encuadrarse, en principio y por lo general, en las que, en la propuesta
peirceana, se han caracterizado como sinsignos icónicos, o sea, aquellas cuyo
atractor está constituido por la imagen mental de entidades existenciales u
objetos semióticos y de sus actitudes y comportamientos.
La operación de reconocimiento integra
las marcas que constituyen a tales imágenes produciendo determinada
transformación retórica respecto del reconocimiento producido por otras
imágenes gráficas que preservan, en mayor medida, el resultado de la percepción
visual de los correspondientes objetos semióticos. Con esto sitúo a la retórica
gráfica como una transformación entre imágenes y no entre la imagen en estudio
y el objeto percibido. En distintos momentos de una cultura o en distintas
culturas existen conjuntos de imágenes que la sociedad correspondiente
considera como más próximas a sus modos de percibir (con mayor potencia para
activar determinado atractor). Esto constituiría un grado cero de la imagen;
no, por supuesto, un cero absoluto o universal, sino un cero (en cuanto lo
menos modificado) en relación con la cultura a la que pertenecen la imagen, por
un lado, y el perceptor, por otro. A partir de la identificación de las marcas
y del resultado del reconocimiento que operan en la producción y percepción de
tales imágenes de grado cero (en nuestra coyuntura, quizá especialmente
vinculadas a la fotografía de objetivo limpio, sin filtros ni trucaje), se
produce, diferencialmente, la identificación y el reconocimiento de las
imágenes retóricamente transformadas que pueden denominarse genéricamente
“caricaturas” y que constituyen la propuesta de experiencia perceptual de las
historietas. Son sólo una de las formas posibles de retorización de las
imágenes gráficas; es evidente que Escher, Magritte o Picasso entre otros
muchos (cada creador de imágenes, respecto de las imágenes que le precedieron o
que le son contemporáneas) también retorizan el grado cero de la imaginería
gráfica de su época.
Las historietas que tengo en cuenta en
este trabajo son las gráficamente humorísticas. En un caso, la correspondiente
a
La historieta de Quino, en
[28] (Figura 1. Quino I)
[29] (Figura 2. Marcas y entidades)
De
La operación de interpretación no está
mostrada en este desarrollo gráfico, justamente por excederlo y requerir el
establecimiento de conexiones intersemióticas con otros sectores de la cultura
del perceptor. Es lo que se cumple en la mayoría de los ensayos acerca de la historieta
y de otras manifestaciones plásticas. No se da cuenta aquí acerca de cómo han
sido construidas estas historietas, ni del proceso mental que nos permite
identificar, a partir de determinados trazos gráficos, a personajes y
situaciones de la experiencia de cualquier perceptor. Las operaciones
metasemióticas de identificación y de reconocimiento nos exigen enfrentar una
seria tarea de investigación. La operación de interpretación es, simplemente,
la que logra hacernos sonreir.
[30] (Figura 3. Caloi I)
Notas
1 El presente trabajo ha sido publicado en Óscar
Quezada Macchiavello (editor), Fronteras de la semiótica. Homenaje a Desiderio
Blanco. Perú: Universidad de Lima-Fondo de Cultura Económica, 1999.
2 En otro trabajo (Magariños, 1996b) justifiqué el
empleo de este término para designar al conjunto de las imágenes mentales; no
es el sentido habitual que tiene "imaginería" en castellano, ya que
se refiere preferentemente a la materialidad de la estatuaria religiosa
artesanal pero, en el contexto del presente trabajo, se le propone este sesgo
de representación mental y del conjunto de operaciones que intervienen en la
producción e interpretación de la imagen.
3 Sin tomar, por ahora, posición en cuanto a las dos
tesis en pugna: dualista y monista (Rastier, F., 1991: 34ss; King, Ch., 1996:
179ss).
4 Entiendo, en este trabajo, por atractor la imagen mental, almacenada en la memoria corta o larga,
que resulta activada por los rasgos componentes de determinada percepción
visual, de modo tal que no puede haber identificación ni reconocimiento (en el
sentido de las operaciones que estoy definiendo) de algún perceptum sin la
existencia de algún atractor que lo especifique y diferencie.
5 "La representación": término demasiado
amplio. Se necesitarían nombres distintos para designar relaciones diferentes a
las que se incluye bajo este mismo término. A nivel cognitivo, podrían
diferenciarse, al menos y en principio: (a) una representación perceptual o sea
lo que uno ve del mundo, en un momento determinado, en forma directa; (b) una
forma que conocía (registrada en la memoria) y en virtud de cuyo conocimiento
puede reconocer la que percibe (lo que, aquí, denomino "atractor");
(c) el proceso mediante el cual una forma, mnemónicamente presente (el
mencionado atractor), está en el lugar de otra forma ya conocida (en cuanto ya
percibida) o que se está percibiendo; (d) una imagen material que se le
presenta a alguien y que contiene una forma que puede reconocer; (e) una forma
que conocía y en virtud de cuyo conocimiento puede reconocer la que se le
presenta mediante una imagen material; (f) el proceso mediante el cual una
forma, presente en una imagen material, está en el lugar de una forma ya
conocida (en cuanto ya percibida) o que se está percibiendo.
[31] (Figura 4; descomposición en marcas y atractores)
13
13.1 Mundos Semióticos Posibles
Al enfocar la semiótica como una
metodología de base en ciencias sociales, la designación “mundos semióticos posibles” permite identificar un conjunto
sistemático, fructífero y eficaz de operaciones analíticas. En principio tiene
que ver con la búsqueda de una descripción
precisa y de una explicación
fundamentada de la tarea de interpretación,
tal como ésta se evidencia en el enunciado que establece el significado de
determinado fenómeno social (entre los cuales: de determinada imagen material
visual).
Interpretar es una operación; por tanto
implica la puesta en acción de un determinado o de varios comportamientos,
cuyas características es necesario que puedan identificarse a partir de la
observación, ya que, de lo contrario, el término "interpretar" y sus
transformaciones posibles ("interpretación", "intérprete",
"interpretante", etc.) designarían una entelequia, o sea, la
pretensión de poseer lo que ya es perfecto y que, en cuanto tal, no requiere
del contraste empírico, lo que equivale al absurdo. Disponer de una descripción precisa de los
comportamientos que intervienen en la tarea de interpretación es, por
tanto, una exigencia ineludible para entender de qué hablamos cuando hablamos
de mundos semióticos posibles.
Pero no es suficiente. Identificados los
comportamientos, será necesario establecer cómo actúan cuando lo que producen
consista en atribuirle un significado a algo (si en eso, como estoy afirmando
provisionalmente, consiste lo que denomino "interpretar"). o sea,
para que sea útil el concepto de interpretación que estamos construyendo, será
necesario explicar las características de la intervención dinámica de ese o
esos comportamientos y explicar cuál es y por qué es ése y no otro el resultado
que tal o tales comportamientos alcanzan.
A esta integración de descripción y
explicación es a lo que denomino “mundos
semióticos posibles”, del cual también habrá que proponer la representación
simbólica de la forma en que descripción y explicación interactúan para que
pueda ser un instrumento eficaz, al menos en este momento y en nuestra sociedad
(con la amplitud que cada uno atribuya a tal momento y a tal sociedad), para
proporcionar un contenido específico a lo que designamos como
"interpretación".
Quizá parezca que me he ido muy lejos o
demasiado atrás en la búsqueda de consistencia y rigor para un término que
utilizamos muy habitualmente, sin hacernos semejantes problemas. pero es que,
al incluir el tema de la interpretación en el campo operativo de la semiótica como metodología, no me
estoy refiriendo al uso cotidiano, intuitivo y creativo del término
"interpretación", tal como lo permite la puesta en práctica de la facultad semiótica, sino al desarrollo
conceptual mediante el cual se puede disponer explicativamente de la operación
que se construya con el nombre de "interpretación" como instrumento
operativo integrante de la disciplina
semiótica (que, sin embargo no deberá contradecir al otro, salvo la
concurrente demostración de una superación
del sentido cotidiano de ese término).
Hablar de los mundos semióticos posibles supone intentar identificar, ordenar,
sistematizar y mostrar cómo interactúan algunos elementos determinados de ese
conjunto de conocimientos, experiencias, sensaciones, valores y cuantos
recuerdos tenemos almacenados en nuestra memoria
asociativa y que se activan para producir la interpretación de una
determinada propuesta perceptual. Constituyen, asimismo, la forma que adopta la abducción en su tarea de formular un juicio
perceptual que le confiere sentido a una determinada percepción (o percepto). El concepto de memoria asociativa pertenece a la neurología
cognitiva y lo utilizo en un sentido muy próximo al que propone Stephen Kosslyn
(1996: 73):
“Los resultados (outputs) de los
sistemas de encodificación ventral (propiedades de los objetos) y dorsal
(propiedades del espacio) se reúnen en una memoria asociativa (que aparece
realizándose en parte en el lóbulo temporal superior-posterior), donde se los
contrasta con la información almacenada. La memoria asociativa no sólo contiene
asociaciones entre representaciones perceptuales, sino también información
"conceptual" más abstracta (nombres, categorías, partes del habla y
otros). A la información, en la memoria asociativa, pueden acceder las entradas
procedentes de todos los sistemas sensoriales; una vez se ha accedido a la
información adecuada, se ha identificado el objeto.”
En cuanto a “percepto”, por lo que conserva de su estructura de participio
latino, se refiere a lo percibido o perceptum, que es, justamente, el término
que Peirce propone para indicar lo que
vemos antes de saber qué es lo que estamos viendo (CP 2.141) y que es la
instancia en la que interviene la
abducción, como inicial hipótesis interpretativa de lo percibido (CP
2.776). Cuando lo sabemos, o aceptamos lo que suponemos que vemos, ya hemos
construido un “juicio perceptual” (“perceptual judgement”, CP 4.593) y, por
tanto, ya le hemos asignado una interpretación al percepto. Con la expresión: “hecho perceptual” (“perceptual fact”), Peirce nombra a la visión consciente o “descripción intelectual de la evidencia de
los sentidos, realizada por propio esfuerzo” (CP 2.141) y con la expresión
“juicio perceptual” (“perceptual judgement”) designa “su [del percepto] Interpretante Dinámico” (CP 5.540).
Para llegar a eso: transformar al percepto en juicio perceptual, hace falta una búsqueda
en la memoria asociativa, que tiene la facultad de relacionar lo que ya está
archivado con la información que está entrando retinalmente. Y ese archivo, con
esas relaciones (que, con todo lo que tiene de participación social, o sea, en
cuanto vinculado a una cultura y a un momento histórico determinado, es
constitutivo de lo individual e identificador de las posibilidades
interpretativas de cada sujeto percibiente) es lo que intervendrá para
conferirle una determinada interpretación a lo que un determinado sujeto está
percibiendo, y ese archivo con esas relaciones, tal como se presenta en un
momento determinado de un individuo o de una sociedad determinados, es lo que
intuyo y trato de configurar como mundo
semiótico posible, como instrumento imprescindible para producir
determinada interpretación de una determinada imagen material visual; y la
mostración de su estructura y relaciones proporcionará la explicación efectiva
y socialmente adecuada de tal interpretación.
[32] (Figura 1. Imagen figurativa; en Azorín (1966). Fot. 12. La
selección de fotografías y montaje del libro ha sido realizado por Miguel
Buñuel)
13.2 Del percepto a la interpretación
La propuesta consiste, por tanto, en
identificar cuáles son, y en recuperar, los pasos sucesivos que van del percepto a la interpretación. La
sugerencia de tomar como objeto de análisis a las tres imágenes materiales
visuales propuestas, se basa en que cada una de ellas corresponder a cada una
de las tres semióticas, en cuanto disciplina, en las que se distribuye la
pretendida unidad de la semiótica visual, lo que dejé enunciado (Magariños de
Morentin, 2000: 665-695) como identificable y diferenciable en función de los
tres grandes grupos de operaciones cognitivas diferentes que se ponen en
funcionamiento para interpretarlas, en cuanto facultad semiótica.
En este sentido,
Si esto último es válido, entonces la
percepción de
[33] (Figura 2. Imagen simbólica; en Mijksenaar,
Paul & Westendorp, Piet (1999); p. 110) |
[34] (Figura 3. Imagen cualitativa; Maarten Beks (1929).
Nest-building) |
La percepción de
La percepción de
El usar la expresión “va a tender a” es una manera de darle
lugar a la posibilidad de hablar del percepto, aun sabiendo que ello implica
una contradicción: el percepto es lo visto antes de saber qué se está viendo,
entonces ¿cómo podríamos decir algo acerca de lo que no sabemos qué es? Esto
quiere decir que el percepto es una pura posibilidad y, en cuanto tal, no
admite una concreción y, quizá cometiendo una pequeña trampa lógica, pueda
decirse que no es todavía, pero que tiende a ser (o a producir) algo.
Para avanzar lo menos posible (a los
efectos de no saltear eventuales etapas; pese a lo cual quizá advirtamos
después que las hemos salteado), pero constituyendo ya, desde un punto de vista
cognitivo, lo que creo que puede ser un avance importante, diría que, aunque
todavía no sepamos qué va a enunciar el futuro juicio perceptual, sí podemos
anticipar el tipo
(identificador-diferenciador) de enunciado en que va a consistir.
En el caso de
En el caso de
En el caso de
Esta última pregunta que cuelga entre
paréntesis, al final de cada uno de estos últimos tres párrafos, es el desafío
por donde creo que tendrá que continuar la construcción de los correspondientes
mundos semióticos posibles, cuyas iniciales relaciones aparecen en el contenido
que he intentado conferirle a aquella expresión de “tender a”.
13.3 El silogismo de la abducción
La respuesta a la pregunta que he
planteado, en cada uno de los tres casos: "¿en base a qué podría
afirmarlo?", después de anticipar la construcción, en cada caso, de un
provisional (provisional, porque habría en él mucho que justificar) juicio
perceptual, puede construirse por intuición
o por abducción.
Por intuición,
implica dejar el peso de la prueba de su aceptabilidad a cargo de la
experiencia dependiente del comportamiento
futuro; por ejemplo, la posibilidad de compartir, con otros que perciban
las mismas imágenes, lo que se afirma como interpretación de cada una de ellas
(salvo la tercera, el carácter subjetivo de cuya validez, en cuanto semiosis
privada, admite que su contenido sea incompartible, pero requiere igualmente
que se comparta su carácter de constituir una configuración emocional).
Por abducción,
implica dejar el peso de la prueba de su aceptabilidad a cargo de la
experiencia proveniente del comportamiento
pasado, el manejo de cuya memoria implica, a su vez, dejarlo a cargo del
razonamiento construido según el esquema lógico correspondiente. Lo afirmado,
en cada una de las tres imágenes, es un caso
(Figura 1: "es una localidad costera"; Figura 2: "es una
instrucción acerca de la necesidad de agitar de determinada manera un
envase"; Figura 3: "estoy siendo estimulado por una apetencia de
sensación táctil") cuya validez depende de la aceptación de la relación de
un resultado con una regla.
Recordemos la estructura silogística y
el ejemplo de Peirce: la abducción afirma o hipotetiza algo acerca de un caso ("estas habas son de esta
bolsa") que se fundamenta en la relación de un resultado observable ("estas habas son blancas") con una regla ("todas las habas de esta
bolsa son blancas") cuya validez se asume apriorísticamente (CP 2.623).
Pero, en el caso de las 3 imágenes que
estamos considerando, ¿cuál es el resultado
y cuál la regla de los que depende la
validez del caso: lo abductivamente
afirmado (y que, por lo tanto, requiere ser probado) en el juicio perceptual
que da cuenta de lo efectivamente percibido?
Voy a intentar construir, para cada una
de las Figuras que estudio, los tres elementos, con su trabazón lógica, con los
que Peirce estructura el silogismo de la abducción: determinado caso es válido, porque es coherente con lo que se afirma en
el resultado, que proviene de la vigencia de determinada regla.
Por supuesto, el proceso abductivo es
diferente e independiente ante cada una de las tres Figuras (lo que confirma mi
afirmación de encontrarnos en presencia de 3 semióticas); pero en cada supuesto
nos dice qué tenemos que relacionar para saber qué estamos viendo, o sea, para
formular el correspondiente juicio perceptual.
Respecto de
Caso: interpreto esta imagen ("estas habas")
como la representación de una localidad costera ("son de esta
bolsa");
Resultado: porque interpreto esta imagen ("estas
habas") como la representación de los frentes de algunas casas situadas
detrás y por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos botes
("son blancas");
Regla: dado que cualquier interpretación de esta imagen
("todas las habas") como representación de una localidad costera
("de esta bolsa") requiere reconocer los frentes de algunas casas
situadas detrás y por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos
botes ("son blancas").
Donde el trabajo ha recaído
predominantemente sobre la representación
icónica de lo existencial.
Respecto de
Caso: interpreto esta imagen ("estas habas") en
cuanto instrucción acerca de cómo hay que agitar el contenido de determinada
botella, antes de usarlo ("son de esta bolsa");
Resultado: porque interpreto esta imagen ("estas
habas") como el requisito de agitar la botella poniendo una mano en la
boca y la otra en la base de tal botella y sacudiéndola de derecha a izquierda
y de izquierda a derecha ("son blancas");
Regla: dado que cualquier interpretación de esta imagen
("todas las habas") en cuanto instrucción acerca de cómo hay que
agitar el contenido de determinada botella, antes de usarlo ("de esta
bolsa") requiere que se agite la botella poniendo una mano en la boca y la
otra en la base de tal botella y sacudiéndola de derecha a izquierda y de
izquierda a derecha ("son blancas").
Donde el trabajo ha recaído
predominantemente sobre la representación
icónica de lo simbólico.
Respecto de
Caso: interpreto esta imagen ("estas habas")
como estimuladora de una apetencia de sensación táctil ("son de esta
bolsa");
Resultado: porque interpreto esta imagen ("estas
habas") como la representación de una textura de oquedades y de un
entramado sutil ("son blancas");
Regla: dado que cualquier interpretación de esta imagen
("todas las habas") como estimuladora de una apetencia de sensación
táctil ("de esta bolsa") proviene, para mí, de la representación de
una textura de oquedades y de un entramado sutil ("son blancas").
Donde el trabajo ha recaído
predominantemente sobre la representación
icónica de lo cualitativo (y, por ello: válido individual e
intransferiblemente, en cuanto semiosis privada).
Todavía son innumerables los
conocimientos visuales y conceptuales que concurren y no han sido enunciados en
este texto, pese a ser necesarios, para producir, ante cada Figura, la
interpretación propuesta (pienso, por ejemplo en la representación
retinocéntrica de la imagen, sin formas reconducibles a existentes, del Esbozo Primario de David Marr [1982], como condición perceptual básica
para construir el Esbozo 2½ Dimensiones
y concluir en el Modelo Tridimensional.).
13.4 Hacia la explicación de la
interpretación pretendida
Trataré de mostrar el proceso de
interpretación de cada una de estas tres imágenes materiales visuales, reducido
a lo muy elemental (no digo "a lo mas elemental", porque ese mínimo
sería prácticamente inalcanzable), que formulé con la forma lógica del silogismo
propuesto por Peirce para explicar el funcionamiento de la abducción,
enunciándolo, ahora, de modo más coloquial, pero sin olvidar aquella
formulación y lo que de instrumento metodológico puede contener, para ordenar
la explicación de la interpretación pretendida (mediante la formulación del
correspondiente juicio perceptual).
La cuestión sería poder y lograr explicar el proceso de interpretación de las
imágenes materiales visuales utilizando, en vez de (o con la menor
participación posible de) discursos verbales, imágenes visuales, de las que, replicando su posible interrelación
en la memoria asociativa, deberá mostrarse la concurrencia y la transformación
que ofrecen a la mente, mediante las
relaciones de accesibilidad y de alternatividad pertinentes a la
construcción de los mundos semióticos
posibles, ante el estímulo de una percepción visual que requiere ser
interpretada. Pero todavía no he podido preparar el programa de computación que
me permitirá (quizá) replicar, en la medida de lo posible, ese funcionamiento
visual de la memoria asociativa.
Continúo recurriendo, por tanto, al
incómodo, impreciso y distorsionante discurso verbal (cuando se lo utiliza para
explicar el proceso de interpretación de las imágenes visuales), pero
utilizándolo sólo para designar a, e
indicar cómo se produce la interrelación de las imágenes visuales que
deberíamos estar viendo (o imaginando o recuperando mnemónicamente) como base
del programa de computación que permita mostrar y comprender este tipo de
análisis pretendidamente explicativo.
Respecto de
Viéndola, sé que puedo designarla como “localidad costera”.
Pero esto supone que, a su vez, lo más
inmediato que veo lo puedo designar cómo “los
frentes de algunas casas situadas detrás y por encima de una superficie de agua
en la que flotan algunos botes”.
Todo esto supone que, a su vez, cuando
lo que veo (como individualización de las partes de una configuración) lo puedo designar como "los frentes
de algunas casas situadas detrás y por encima de una superficie de agua en la
que flotan algunos botes", sé que lo
que veo (como integración de partes en una configuración) lo puedo designar como "localidad
costera".
Si dispongo de una secuencia de
diferentes imágenes visuales en las que lo
que veo lo puedo designar como "los frentes de algunas casas situadas
detrás y por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos
botes", podré constatar si, en todos los casos, a la integración de tales
imágenes las puedo designar como "localidad costera" o si hay algún
caso en que, pese a que lo que veo lo
puedo designar como "los frentes de algunas casas situadas detrás y
por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos botes", no
podría identificarlas como "localidad costera", lo que sería una prueba de falsación de lo que pretendía afirmar como
interpretación de las imágenes percibidas. Desde ya surge la posibilidad de
que la calificación de "costera" se refiera al mar o a un río, pero
no creo que destruyese la interpretación pretendida.
Lo que habría que probar, todavía, es
que cada una de las partes de la imagen que parecen permitir designar lo que
estoy viendo como "frentes de alguna casas", "casas",
"casas situadas detrás" de algo, "casas situadas por encima"
de algo, algo "detrás de una superficie de agua", algo "encima
de una superficie de agua", "agua en la que flotan botes", etc.,
se corresponde justamente como interpretación de cada una de tales partes de la
imagen visual conjunta. Por supuesto, no importa tanto que estos nombres sean
designativos de lo que estoy viendo, como probar que las otras posibles
imágenes que podría estar recuperando de mi memoria asociativa y que aceptaría
como la historia visual de mi experiencia
acerca de cada una de tales posibles percepciones, confluye de modo no contradictorio
como para permitir, entre todas ellas y respecto a la que ahora estoy viendo
(nuestra Figura nº 1), una no
interrumpida relación de reflexividad, transitividad y simetría, que las
iría asociando y vinculando hasta constituir esa determinada interpretación
pretendida.
Respecto de
Viéndola, sé que se me está dirigiendo una instrucción que me indica cómo hay que agitar
el contenido de determinada botella, antes de usarlo.
Pero, antes de construir esa
interpretación, los juicios perceptuales de base (o sea, los primeros atractores) que puedo formular se refieren a ciertas
imágenes "empobrecidas" (en cuanto limitadas a la representación de
los bordes trazados mediante líneas y a una representación abstracta del
contenido, mediante una superficie de puntos) consistentes en la representación
de 3 botellas parcialmente superpuestas, una central, completa y vertical, con
la tapa hacia arriba, y dos parcialmente ocultadas por la primera, en posición
diagonal o angular respecto de la primera, con la tapa, en ambos casos, hacia
la izquierda del espectador (esta farragosa descripción sería innecesaria, caso
de poder mostrar cada una de las imágenes, con autonomía, en su forma de
aparición y desglosadas de la imagen completa, lo que sería el objetivo de la explicación mediante imágenes y no
mediante el discurso verbal).
También son imágenes
"empobrecidas" las consistentes en la representación del perfil
(siempre el izquierdo, ¿o tal vez el derecho? y, en todo caso, ¿un error de
proyección visual?) de 4 manos, contextualizadas, 2 sobre las tapas de 2 de las
3 botellas y 2 sobre las bases correspondientes a las 2 mismas botellas de las
3. Una botella carece de las manos como de cualquier otro elemento en su
contexto, o sea, está aislada y carente de sostén (pero es que, como veremos,
aquí no se está representando la existencia, ni la imaginaria ni la
experiencial, sino que se está trasmitiendo una convención.)
Otros dos elementos gráficos completan
lo que puede percibirse en el conjunto de esta imagen: 2 pares de flechas, uno
a la izquierda y otro a la derecha, en cada caso constituido por una flecha
hacia arriba y otra hacia abajo y, también en cada caso, estableciendo una
continuidad entre la superior y la inferior, mediante un trazo grueso, decrecientemente
segmentado hacia el centro, que las vincula.
Lo que considero importante es que
todavía falta algo (no en la imagen, sino para su interpretación): la botella concreta, no como referente
de esta imagen, sino como elemento complementario del instructivo y que es lo
que hay que agitar, ya que, si esa botella faltase, éste sería un mensaje
ineficaz (como lo sería bautizar sin disponer de agua). La representación icónica de lo simbólico, como es aquí el caso,
podría quedar incluida, mutatis mutandis,
entre los enunciados más próximos a los austinianos “actos de habla”, de modo que, como propuse en alguna oportunidad
(Magariños de Morentin, 2003b), a la eficacia de este tipo de imágenes
podríamos denominarla “iconopoiética.”
He percibido todo esto (como lo hace
cualquier perceptor) de modo casi simultáneo y siguiendo la propuesta de
integración (por configuración, o sea, por contextualización de imágenes) que
el productor de la imagen ha construido. Como consecuencia, agrego, de modo
indudable, algo más que no está en esta imagen estática: el movimiento. O sea, abductivamente, interpreto esta imagen como
una instrucción que me indica cómo hay que agitar el contenido de determinada
botella, antes de usarlo.
Al ver
Aquí, la memoria asociativa no me proporciona
(o no sólo me proporciona) imágenes que pueda utilizar para reconstruir una
secuencia no interrumpida de reflexividad, transitividad y simetría, lo que
únicamente me permitiría reconocer la imagen de la botella, la de la mano y
hasta la flecha (a la que no corresponde designar como "imagen de la
flecha", sino como "flecha"). Lo que tiene que proporcionarme la
memoria asociativa es el código
socialmente establecido que contiene el significado conceptual del conjunto
de imágenes en cuestión. Y este proceso sólo se incorpora a la memoria
asociativa mediante el aprendizaje,
lo mismo que ocurre con las palabras o con los números, por ejemplo, y con sus
contextualizaciones permitidas, prohibidas o creativas.
La prueba de que el juicio perceptual
(con valor de hipótesis) acerca de que la instrucción: "hay que agitar el
contenido de determinada botella, antes de usarlo" que construyo a partir
de la percepción de esta imagen, está vigente, proviene de la generalización de la interpretación de tal imagen, en determinada
comunidad y en determinado momento histórico, por estar esa interpretación convencionalmente vinculada a esa imagen
(con las variantes morfológicas que preserven su estructura de base). Ya no es
mi memoria asociativa individual la que tiene la clave de la validez de la
respuesta (contiene, no obstante, la condición necesaria: mi previo
aprendizaje, para que yo pueda interpretar el mensaje convencional), sino que
la clave de la validez de aquella respuesta la tienen los códigos sociales trasmitidos mediante ese tipo de memoria
asociativa que es el aprendizaje.
Respecto de
Trataré, ahora, de enunciar el conjunto
cognitivo de relaciones interpretativas visuales, que justifican que formule,
en el caso de
Lo que veo, cuando sé que veo la
representación de una textura de oquedades y de un entramado sutil, yo, sin pretensión de compartirlo pero
como consecuencia emocional y experiencial, lo interpreto como estimulador de
una apetencia de sensación táctil.
En estos casos (me refiero a las
imágenes cualitativas o cualisignos icónicos) mi interpretación, ésa que me
permite construir el juicio perceptual: "esta imagen me estimula una
apetencia de sensación táctil", proviene
de mi propia historia de emociones perceptuales y emerge en un proceso
abductivo, centrando esa apetencia en la percepción visual concreta como
"representación de una textura de oquedades y de un entramado sutil".
Y aquí es donde se produce la identidad diferencial de las imágenes
cualitativas. La conciencia de esta percepción, que sería la inicial y básica
para llegar a la construcción del juicio perceptual que materializa la
interpretación, no tiene un soporte
verbalizable sino que se basa puramente en una secuencia emocional
efectivamente experimentada. Sólo mucho después (quizá en este ahora) en que me fuerzo a racionalizar
lo experimentado, puedo construir enunciados que recuperen todo lo ya experimentado
(y, de ese modo, conocido) a partir de la percepción consciente de
La
abducción, en el caso de las imágenes cualitativas, no puede probarse, sólo es
posible afirmarla o negarla. Y, por
ser el resultado de una construcción basada en una semiosis interior (en ese
lenguaje privado al que se refirió Wittgenstein: 1953: par. 243ss, o en ese quale que caracterizó Peirce como único,
intransferible, pura intensidad o vivacidad sin comprobación posible: CP
6.223-6.237), tampoco puede comunicarse,
si no es como la mención del nombre ("apetencia de sensación
táctil") de un sentimiento ya padecido, pero no de un fenómeno
constatable. La comunicación de la interpretación de las imágenes cualitativas
tiene que ver con la honestidad personal en la manifestación de las emociones,
no con vigencia alguna socialmente explicable del proceso de actualización de
tales emociones.
* La versión inglesa de este trabajo fue publicada como “Performance
of abduction in the interpretation of visual images”, en Semiotica, Vol 153, 1/4,
2005;
pp. 375-388
14
14.1 La especificidad de lo visual
De todos los problemas que se suscitan
cuando se pretende trabajar una semiótica visual como una semiótica particular,
o sea, tratando de identificar las reglas y las operaciones específicas según
las cuales produce el significado que le es pertinente, en esta oportunidad
enfoco el de determinar las posibilidades que tiene un investigador para
conocer los procesos cognitivos mediante los cuales un intérprete interpreta
una determinada imagen material visual. Fundamentalmente, se tratará de llegar
a saber (o intuir con cierto fundamento) qué interpreta un intérprete cuando
interpreta lo que le proponemos que interprete.
Afirmé antes (13 La(s) semiótica(s) de la imagen visual) que la interpretación de las imágenes materiales visuales supone el
cumplimiento previo de las operaciones de identificación
y de reconocimiento. Posiblemente, la
secuencia de estas tres operaciones (que sólo para el análisis requieren del
desarrollo procesual, cumpliéndose su efectiva realización en paralelo, o sea,
de forma simultánea) la comparten las distintas semiosis (icónica, indicial y
simbólica) que utiliza la mente/cerebro humana/o cuando debe entender o
comprender lo que está percibiendo. Aquí, me voy a referir exclusivamente a
cómo esas operaciones intervienen para construir una interpretación, a partir
de la percepción consciente de una imagen material visual y, más
específicamente, a cómo un investigador puede llegar a conocer, dentro de
determinados límites, los procesos y hábitos que posee otro individuo y que
comparte con los restantes integrantes del sector social al que pertenece, para
reconocer (lo que no es, todavía, interpretar), determinada imagen material
visual que está percibiendo.
La operación
de reconocimiento, en una semiótica visual, consiste en poner en relación
una determinada propuesta perceptual visual (que aquí restrinjo a la posible
percepción de una imagen material visual: fotografía, dibujo, pintura,
"mancha", símbolo gráfico, etc.) con un determinado atractor mnemónico gráfico (o sea, con
una imagen visual mental estabilizada y disponible en la memoria), coincida o
no esta puesta en relación con las opciones vigentes en ese sector de esa
sociedad, o sea, al margen de la verdad o falsedad de tal reconocimiento. Que
se dé esta puesta en relación es el requisito mínimo indispensable, aunque no
suficiente, para que pueda llegar a producirse la interpretación de una
específica imagen material visual.
Obsérvese que no es el objetivo de este
trabajo participar en el debate acerca del reconocimiento de objetos (sean
estos imágenes o no), pese a su importancia y pese a que, de algún modo, estaré
afirmando algunas posiciones y negando otras, sino que lo que pretendo es
encontrar algunos recursos metodológicos que permitan, a un investigador,
identificar las imágenes mentales de que dispone un intérprete y las relaciones
que establece entre ellas, cuando cumple la tarea de percibir una imagen
material visual a la que trata de reconocer para llegarla a interpretar.
Desde luego, ya anticipo que considero
que el único camino de llegada a la mente de ese intérprete lo ofrecen los
discursos (o con mayor amplitud: las semiosis sustituyentes) que este mismo
intérprete produce.
Una investigación acerca de las
características según las cuales un determinado intérprete realiza su
específica tarea de reconocimiento de una imagen material visual que está percibiendo,
requiere enfrentar e intentar resolver dos problemas: (1) identificar las distintas semiosis que tiene a su
disposición un intérprete, en un momento y en una sociedad determinada, para
atribuir significado a esa concreta imagen material visual. Esto implica
aceptar, como ampliación del requisito mínimo antes enunciado, que en el
proceso de interpretación participa información proveniente de y en asociación
con otras semiosis: verbales, comportamentales, sensoriales, etc., almacenadas
y disponibles en la memoria, además de la específica semiosis visual a la que
pertenece la imagen que está interpretando. Como afirmación apodíctica, podría
expresar que ninguna semiosis es
autosuficiente para producir su interpretación.
Además, (2) se requiere establecer cuál
sea el específico atractor visual
que, posiblemente junto con otros de naturaleza no visual, se pone en relación
con la imagen material visual propuesta para la interpretación, lo que de modo
general, puede enunciarse como el problema de formular y probar una hipótesis
acerca de cuál sea el concreto proceso de recuperación de la memoria visual que
pone en funcionamiento un determinado individuo perteneciente a una determinada
comunidad en un determinado momento histórico, para proyectarla sobre la imagen
material visual que está percibiendo y así lograr reconocerla. Considero que,
desde el enfoque metodológico, si este problema es efectivamente solucionable,
deberá poder probarse otra hipótesis metateórica (respecto de la anterior y
pertinente a
O sea, que esta hipótesis está
implicando, a su vez, que un mismo sistema lógico-mnemónico de conceptos,
imágenes y experiencias se pone en funcionamiento tanto para producir como para
interpretar una determinada semiosis sustituyente.
La mayor dificultad estriba en que este
sistema, tal como está disponible en la mente / cerebro de determinado sujeto,
sólo puede conocerse por inferencia a partir del análisis de determinadas
semiosis sustituyentes efectivamente producidas por dicho sujeto. Así, primero
habrá que inferir el sistema lógico-mnemónico puesto en funcionamiento para
producir, ya que éste es el efectivamente describible y verificable y, sólo a
partir de esta inferencia, el investigador podrá formular una hipótesis acerca
de cómo intervendrá ese mismo sistema lógico-mnemónico para interpretar a otra
determinada semiosis sustituyente, producida por otro sujeto.
Un simple ejemplo permitirá hacer
evidente que esto es lo que ocurre cuando se realizan determinadas operaciones
en un estudio de mercado o de opinión, destinadas a lograr que creativos
publicitarios o que determinados políticos, por ejemplo, produzcan mensajes que
resulten interpretados de modo que los eventuales intérpretes le atribuyan,
dentro de márgenes relativamente acotados de variabilidd, determinada y no otra
significación a determinado producto o fenómeno social, que es la que el publicitario
o el político desea que se le atribuya. El estudio de mercado o de opinión
busca (entre otros aspectos que aquí no nos interesan) que los eventuales
usuarios / consumidores o votantes produzcan, contestando a determinadas
entrevistas, respuestas en las que construyan significados y valores, ya que al
hacerlo harán evidente el modo como utilizan el lenguaje para construirlos. De
este modo, los publicitarios o los políticos podrán aplicar esa misma técnica
para construir los textos de sus propios mensajes (los de los publicitarios o
los políticos). Así, podrán inducir a esos usuarios/consumidores o votantes
para que acepten que los productos o fenómenos sociales que les están
comunicando mediante sus discursos publicitarios o políticos poseen efectivamente
los significados y valores que están interesados en que los
usuarios/consumidores o votantes acepten que poseen. Lo que convence no
consiste tanto en hablar de lo mismo como en decirlo de la misma manera.
Todo esto puede resultar relativamente
aceptable tratándose del habla; pero, ¿cómo recuperar el camino hacia las
imágenes visuales almacenadas en la memoria del intérprete, dado que la
producción de imágenes gráficas es una tarea inusual o, al menos, mucho menos
usual que la del habla y aún que la de la escritura?
14.2 Operaciones semióticas utilizables
La búsqueda de datos que confirmen la
presencia de imágenes en la mente / cerebro es compleja, se desarrolla por
inferencias sustentadas en indicios (en el pleno sentido semiótico de este
término y también en el coloquial de pequeños atisbos que requieren
confirmación) y motiva todavía arduos debates científicos (ver, p.e.: Stephen
M. Kosslyn, 1996).
De una forma casi exclusivamente
enumerativa, voy a proponer, a título tentativo y necesariamente incompleto,
algunas operaciones concretas, la mayoría ampliamente conocidas, pero que
pueden servir para constatar que existe la posibilidad de intentar la
recuperación de la memoria visual, al
menos en forma fragmentaria. El desafío consistirá en lograr organizar estos
indicios, cuando se refieren (que es en lo que consiste su importancia) al
archivo mnemónico de las imágenes poseídas por una persona o por un grupo de
personas, de modo que puedan establecerse las regularidades que justifiquen la
inclusión del conjunto de imágenes mentales así recuperadas en un específico y
diferencial Mundo Semiótico Posible,
que así justificaría también la consideración de tal grupo como una comunidad
vinculada por el uso relativamente compartido de tales imágenes y de tales
relaciones entre imágenes. A mi saber y entender, esto no se ha logrado y hasta
sería discutible para algunos, no para mí, que pueda lograrse. Y eso en los
casos en que aquellas concretas operaciones demuestren su eficacia en la
identificación de atractores, respecto de lo cual habrá que estar muy
vigilantes antes de dar a tal eficacia por demostrada.
Enumero, por tanto, algunas operaciones
posibles de las cuales, al menos someramente, trataré de ir comentando sus
características y discutiendo su eficacia y la validez de la recuperación
alcanzada. Supongamos que estamos tratando de actualizar como imagen percibible
un molino de viento. Téngase en cuenta que se trata de producir una imagen material visual, no sólo de imaginarla (como
seguramente ya ocurre en la mente de cada lector) ni, tampoco, de copiarla de
otra imagen ya dada. Se trata de establecer qué imagen de molino de viento
puede materializar cada uno, produciéndola o reconociéndola mediante
configuraciones gráficas, de modo que se puedan valorar las semejanzas y
diferencias identificables entre ellas, lo que no es posible si sólo disponemos
de las inaccesibles imágenes mentales tal como se encuentran recluidas en el
cerebro de cada uno. Con distinto éxito (y conscientes de que también puede ser
con absoluto fracaso), podemos utilizar: 1/ la descripción verbal de imágenes
visuales; 2/ dibujar las imágenes de las que se habla; 3/ identificar al
atractor a partir de marcas; 4/ identificar al atractor a partir de manchas; 5/
identificar los atractores comprometidos en imágenes ambiguas; 6/ identificar
al atractor a partir de imágenes degradadas; 7/ identificar al atractor a
partir de carencias; 8/ identificar al atractor a partir de modificaciones en
los hábitos perceptuales; 9/ identificar al atractor a partir de fragmentos de
imágenes estereotípicas; 10/ identificar al atractor a partir de sus partes;
11/ modificar imágenes materiales visuales "incorrectas"; 12/
modificar lo necesario para eliminar el humor de un chiste exclusivamente
gráfico.
14.3 Primera operación: la descripción
verbal de las imágenes visuales
La primera operación mencionada consiste
en formular una descripción verbal
que permita recuperar el atractor conservado en la memoria visual de un hablante.
Si la pretensión fuera la de recuperar, mediante la descripción verbal, la
efectiva calidad visual de una imagen, tal como ésta se encuentra almacenada en
la memoria del hablante en estudio, me animo a decir que el intento está
condenado al fracaso.
A través de las palabras que alguien
emite, un oyente puede construir ciertas imágenes mentales, de naturaleza
visual, que responden a los atractores visuales que este oyente actualiza
cuando interpreta las palabras del hablante. Pero el que construye imágenes a
partir de las palabras es el oyente, ya que el hablante lo que hizo fue
construir palabras acerca de ciertas imágenes mentales que poseía mientras
hablaba o antes de empezar a hablar; pero no existe ninguna posibilidad de
establecer la proximidad o distancia que tienen las imágenes construidas por el
oyente con las imágenes que tenía en su mente el hablante, cuando hablaba
acerca de ellas. Se puede saber cómo las nombra, pero eso no les atribuye una
forma específica, sino que las remite a un estereotipo conceptual. la imagen
individual de la que habla el hablante (pero a la que no muestra) es un
interpretante, social, histórica y laboriosamente organizado, y, en su
transitorio estado presente, absolutamente individual y específico. La tarea de
lograr que un sujeto al que se estudia muestre la imagen mental que posee está,
mientras se limite a describirla verbalmente, todavía por realizar.
Cuando a alguien se le pregunta, por
ejemplo: "¿Qué es para usted un museo?", la respuesta nos
proporciona, mediante la selectiva actualización (o las réplicas) de los signos
y de las relaciones posibles del sistema de la lengua, los componentes
conceptuales mediante los que se individualiza y materializa, hasta cierto
punto, aquello abstracto y conceptual de lo que el hablante habla cuando habla
de "un museo". Nos proporciona, también, los nombres de los otros
conceptos que asocia al nombre del concepto de "museo" y con los que
define al "museo" y la sintaxis que usa para asociarlos. Sus palabras
efectivamente dichas, tanto en cuanto texto (sólo sintaxis) como en cuanto
discurso (añadida la semántica), son fundamentales para conocer el proceso
cognitivo utilizado para la construcción del concepto de "museo" por
ese hablante y, por tanto, para inferir el sistema lógico simbólico que tenía,
en su mente/cerebro, efectivamente a su disposición. También lo son, para
establecer la proximidad o la distancia que tenía su modo de construir el
concepto de "museo" con el modo que tenían a su disposición, para
construirlo, otros integrantes de su entorno social, constituyendo cada uno de
esos núcleos de proximidad lo que puede denominarse un Mundo Semiótico Posible del concepto "museo" y
constituyendo los diversos mundos semióticos posibles así identificados por el
investigador-analista, el conjunto de los sistemas conceptuales disponibles en
esa sociedad, para definir el concepto de "museo".
Pero si a alguien se le propone:
"Imagine un molino de viento. Ahora, descríbalo", su descripción va a
generar en la mente / cerebro del oyente aquellas imágenes de las que ese
oyente disponga o aquellas que pueda construir con las propiedades categóricas
o los rasgos de identidad individual que haya ido almacenando social, histórica
y laboriosamente, en su memoria asociativa, acerca de los molinos de viento; y
ésta será su (del oyente) interpretación visual de las palabras del hablante.
Pero esto no proporciona una vía de acceso a las imágenes efectivamente
existentes en la memoria asociativa del hablante, ni asegura en modo alguno que
tales imágenes del oyente coincidan con las que poseía el hablante o con las
que podía construir con las propiedades categóricas o los rasgos de identidad
individual que haya ido almacenando social, histórica y laboriosamente dicho
hablante y de las que daba cuenta traduciéndolas en palabras cuando describía
el molino de viento que había imaginado; y ésta será su (del hablante)
interpretación verbal de sus propias imágenes mentales. El discurso verbal se
instala como mediador entre el que lo oye e interpreta y las imágenes
efectivamente poseídas por el que habla, de las que al hablar proporciona una
interpretación (la del propio hablante y dueño de las imágenes mentales) pero
de las que no actualiza una presencia.
Un trabajo que nos permite comprobar
esta distancia es el realizado por José Saramago en su obra El Evangelio según Jesucristo (Saramago,
1998). La situación de producción de su discurso (en su momento, escrito)
acerca de una imagen (
[35] La
crucifixión (atribuida a Durero [no por Saramago, que no lo menciona], sin
firma), en Saramago, José (1998; p. 10) |
[36] Saramago, José (1998; p. 11) |
al decir las imágenes que ve, a partir de los
atractores que tales imágenes actualizan en su memoria asociativa, con lo que nosotros
construiríamos si tuviéramos que enunciar verbalmente lo que vemos en la misma
imagen. La aventura, como lectores, consiste en seguir las otras asociaciones propuestas por el escritor (de las que aquí sólo
reproduzco la primera de las nueve páginas que dedica a la descripción de la
imagen en la obra citada), contraponiéndolas y disfrutando la distancia
resultante, con nuestras propias
asociaciones, aquellas que nosotros interpretamos al ver la misma imagen. En el
caso de quien nos relata lo que vio o lo que soñó o imaginó, se produce una
simetría contrastante con la del texto-imagen de Saramago; tenemos un único
discurso: la enunciación verbal del que habla, y, en principio, ninguna imagen.
A las imágenes mentales del que habla, no tenemos acceso más que en la forma
lingüística que le confiere el que habla, quien remite sus palabras a los
atractores visuales de los que dispone en su memoria asociativa; como oyentes,
tenemos su texto verbal, y, al remitir sus expresiones lingüísticas a nuestra
propia memoria asociativa, construimos las imágenes que, para nosotros,
actualiza su enunciación. No tenemos posibilidad de contrastar lo que vamos
construyendo imaginariamente, con aquello de lo que el hablante disponía cuando
lo fue enunciando verbalmente para nosotros; pero así como, al leerlo a
Saramago, constatamos la diferencia entre las interpretaciones posibles de una
misma imagen, la que él veía al escribir y nosotros vemos al leer, y en eso
consiste lo literario, respecto del que nos habla de sus imágenes mentales no
podemos constatar la diferencia porque no compartimos un mismo referente
visual; pero lo ocurrido con la lectura de Saramago no comprueba la diferencia
entre las imágenes mentales de las que parte el hablante y aquellas otras en
las que desembocamos nosotros al escucharlo.
Hasta aquí, el fracaso de esta primera
operación: no podemos acceder a las imágenes visuales mentales de alguien
mediante la descripción verbal que ese alguien nos haga de ellas.
14.4 Segunda operación: dibujar las
imágenes de las que se habla
La segunda de las operaciones
exploratorias de las imágenes mentales poseídas por determinada persona
consiste en solicitarle que dibuje la imagen en la que está interesado el
investigador; por ejemplo, estableciendo como consigna de la tarea a realizar:
"Imagine un molino de viento. Ahora, dibújelo."
Así como la descripción verbal es la
operación específica y apropiada para recuperar los conceptos simbólicos que
determinado sujeto en estudio posee en su mente / cerebro y el proceso mediante
el cual los construye, dibujar es la operación específica y apropiada para
recuperar las imágenes visuales que determinado sujeto en estudio posee en su
mente / cerebro y el proceso mediante el cual las construye.
El pedido de que dibuje determinada imagen
es una forma sintética de expresar la necesidad que tiene el investigador de
que la persona, cuyos atractores visuales se están estudiando, los represente
gráficamente, en alguna de las instancias de toda la gama que va desde el
dibujo lineal propiamente dicho, hasta la pintura o, incluso, hasta la
escultura. Conviene tener en cuenta, no obstante, que, en la práctica, la
situación más habitual consistirá en facilitarle una hoja de papel y un lápiz y
pedirle, como en nuestro ejemplo, que dibuje un molino de viento, si se trata
de investigar las imágenes que de los molinos de viento tenga en su cabeza.
Si la persona acepta la consigna y
dibuja la imagen solicitada, esa configuración, resultante de su tarea de
dibujante, es un dato fundamental para establecer qué imagina cuando se le pide
que imagine un molino de viento o cómo aceptará o qué deberá modificar de su
atractor visual, tal como lo tenía previamente almacenado, para interpretar
como molino de viento a una imagen que se le propone a su percepción. O sea, a
partir de la imagen o imágenes producidas será posible, para el investigador,
inferir el sistema de representación gráfica que utiliza en la construcción
mental de su imaginería (o conjunto
de imágenes que posee o puede llegar a producir mentalmente), para contrastar a
dicha imaginería con las percepciones que se le proponen voluntaria u
ocasionalmente y así poder inferir la interpretación que atribuirá a estas
últimas.
No es éste el momento oportuno para
desplegar los diversos aspectos de una analítica gráfica (que, no obstante,
constituye la tarea fundamental que tiene por delante
"Yo no sé dibujar" es la
respuesta que amenaza con acabar con la tarea propuesta, pese a considerarla
como la específica y apropiada para recuperar la calidad visual de determinadas
imágenes. La posibilidad de tal respuesta es una lamentable consecuencia de la
instancia cultural en la que vivimos, en la que se supone que "para saber
dibujar hay que haber nacido con esa capacidad". Por supuesto, no todo el
que escribe es Borges, pero no se supone que para saber escribir hay que haber
nacido con alguna particular capacidad. Quizá pueda decirse que para ser un
artista plástico o un escritor se requiera algo innato; aunque más bien creo
que se requiere trabajo y oportunidad social y que todo lo que de innato se
requiere consista en que le guste a uno ese trabajo. Pero todos podemos
escribir si nos enseñan a hacerlo y sólo algunos serán escritores; todos
podemos dibujar si nos enseñan a hacerlo y sólo algunos serán artistas
plásticos (y algo semejante ocurre con saber entonar y con tener oído musical).
O sea, el camino hacia la recuperación de la memoria visual individual mediante
el dibujo es una aptitud que todos compartimos, aunque es cierto que no
podremos (o nos avergonzará) utilizarla si no nos han enseñado a hacerlo. Que
se enseñe, en los niveles elementales de instrucción, a dibujar es tan
importante como que se enseñe a escribir. Sólo cuando se está ante una imagen
(y la comunicación mediante imágenes gráficas, o sea, mediante los videos,
tiene, actualmente y en gran cantidad de ámbitos, una vigencia mucho más
expandida que la comunicación mediante imágenes simbólicas, o sea, mediante la
escritura) adquiere sentido la expresión, trivial y absurda por otra parte,
"una imagen vale más que mil palabras." Es que no hay una ni mil
palabras que puedan sustituir lo que se puede interpretar a partir de la
percepción de una imagen; ni hay tampoco una ni mil imágenes que puedan
sustituir lo que se puede interpretar a partir de una frase o de un enunciado.
En uno y otro caso se trata de otra clase de interpretación y, consiguientemente,
de otro contenido significativo (los que, no obstante, podrán concurrir). Hay
dos propuestas que, por ahora, dejo en su versión apodíctica, pero a las que me
he referido en diversas oportunidades y sobre las que continuaré trabajando: 1)
cada semiosis (icónica, indicial o simbólica) tiene su capacidad significativa
específica y no sustituible por ninguna otra; y 2) ninguna semiosis es
autosuficiente, requiriendo de las otras para la producción e interpretación de
su específico significado.
14.5 Tercera operación: identificar el
atractor a partir de marcas
Continúo recorriendo algunas operaciones
que pueden conducir a inferir la presencia de determinadas imágenes visuales en
la memoria de alguien. Esta exploración se basa siempre en la supuesta
correspondencia entre interpretación y producción, En el punto 2 de este mismo
trabajo, la enumeración de operaciones posibles seguía con la (3): proponer al
sujeto testigo que lo identifique (por ejemplo, al supuesto molino de viento)
como atractor a partir de marcas.
Como el término "marca", tal como lo uso en este y otros escritos
(Magariños de Morentin, J., 1999: 435) tiene una fuerte componente técnica,
creo conveniente aclarar que entiendo por tal la mayor extensión de un gráfico
que todavía no es reconocible ya que no suscita la actualización de ningún
atractor, o bien (según el Grupo μ, 1992: 151), aquellas que se definen
por su falta de correspondencia con un tipo.
Cuando comienzo a trazar un dibujo de
algo, qué sea este algo no surge inmediatamente en la imaginación de un
eventual intérprete, espectador de mi tarea de dibujante. Es más, suele ocurrir
que la primera configuración que construye ese intérprete, agregándole
imaginariamente rasgos que todavía no he trazado en mi dibujo, y de la que me
entero porque la identifica nombrándola ("una raja de sandía" o
"un barco" o "una boca" o "una copa", etc.) no
sea la que yo me proponía trazar; o bien, puedo hacer trampa y cambiar el
dibujo final, siguiendo otra configuración distinta a la que él nombró, si esto
era posible a partir de los trazos de que disponía.
Establezcamos los papeles que se
desempeñan en esta situación semiótica. Yo voy elaborando, progresivamente, un
dibujo que se corresponde con la disponibilidad de imágenes visuales que tengo
en mi memoria. La imagen final que tengo en mi memoria (o aquellas que he ido
sustituyendo sucesivamente, porque eran construibles a partir de lo parcial y
efectivamente dibujado) es lo que he denominado "atractor". Lo
parcial y efectivamente dibujado, que todavía no concluye necesariamente en un
atractor, es lo que he denominado "marca".
[37]
Marca 1
Obsérvese que, cuando hago el juego de
cambiar el destino final de la representación construida por mi dibujo, lo que hago
es demostrar que el pretendido atractor, que se anticipa a nombrar en un
momento dado el intérprete, puede ser una mera marca, respecto de otro
atractor. Por supuesto, como productor de mi dibujo, yo estoy actualizando
imágenes mentales de mi memoria visual. Pero no es mi imaginería mental la que
está siendo objeto de estudio en esta situación, sino la del eventual
intérprete.
Entonces, al darle la consigna de que,
en cuanto pueda identificar una imagen específica en el dibujo que voy
trazando, lo diga, estoy provocando una exteriorización de su tarea de
intérprete que permite identificar algunas de las imágenes mentales de las que
él dispone en su memoria visual, lo que constituye el objetivo de esta
operación.
De algún modo, lo instituyo en productor
de la misma imagen que yo voy trazando, sólo que yo sé cuál es esa imagen y él
lo descubre. Es semejante a cuando uno garabatea con un bolígrafo sobre el
papel y, de pronto, reconoce una imagen visual que no tenía intención de
producir, pero cuyos rasgos identificatorios se le hacen evidentes en lo
garabateado. El intérprete, en la situación que vengo comentando, es un
productor sustituto que asume como suya mi tarea de dibujante. Por eso Peirce
afirma la existencia de dos cuasi-mentes, simultáneamente, productora e
interpretante, en toda situación de comunicación (CP. 4.551). Esta idea
peirceana la he encontrado también recuperada por Robert Marty (1990), en uno
de los fragmentos (Cap. 2, Sec. 5: "Interpretation vs Production: la
communication) de su libro L'Algébre des
Signes.
En todo caso, la operación de recuperar
el atractor a partir de una marca resulta ser eficaz para inferir la presencia,
en la memoria visual del sujeto testigo, de una determinada imagen o de una
secuencia de imágenes determinadas, a partir del estímulo visual propuesto. Por
más que seduzca a los psicólogos, la búsqueda que propongo la mantengo, con
prescindencia de la posibilidad y la riqueza de interpretaciones que puedan
formularse a partir de la opción elegida, en el plano de lo estrictamente
semiótico, o sea, como operación adecuada para identificar los efectivos
contenidos de la memoria visual.
[38]
Atractores 1, 2, 3, 4, 5 y 6
|
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14.6 Cuarta operación: identificar al atractor
a partir de manchas
Esta operación consiste en proponer al
sujeto testigo que lo identifique (a un eventual molino de viento o a cualquier
otra imagen en estudio) como atractor a partir de "manchas" o sea, ya
bien, por ejemplo, en láminas del Rorschach o en otros
"cualisignos-icónicos" de la plástica, en cuanto imágenes materiales visuales no figurativas e, incluso, mediante el
plácido entretenimiento de descubrir figuras en el entresijo de las nubes que
pasan.
También aquí prescindo, muy respetuosamente,
del valor psicológico que pueda tener la opción por una u otra representación
construida por el intérprete sobre la base de las formas arbitrarias,
simétricas y cromáticas o no, que constituyen el soporte visual del conocido
"Test de Rorschach" (Klopfer, B. y Davidson, H. H., 1966). Su valor
semiótico consiste en recuperar la actividad mental identificatoria llevada a
cabo por el intérprete, tal como se evidencia al delimitar determinadas zonas
de las correspondientes láminas y marcarlas como configuradoras de la imagen
cuya presencia afirma. Dado que la propuesta visual de las láminas de Rorschach
no es unívoca, o sea, cada una de ellas no propone una única representación
figurativa, la identificación de esos límites y, eventualmente, la de algunos elementos
del interior de la figura delimitada, constituye una tarea individual del
sujeto testigo quien, al exteriorizar, señalándolos sobre la lámina, los
aspectos que la constituyen, permite al investigador recuperar la forma de la
imagen mental que el intérprete está actualizando, de entre otras muchas
posibles (cuya posibilidad ha sido demostrada por las opciones de otros
testigos) a las que no actualiza por no estar contenidas en su memoria visual o
por no tenerlas disponibles.
[39] [Las 10 imágenes del test de Rorschach.
Rorschach,
Hermann (2006)]
El mismo tipo de inferencia puede
alcanzarse partiendo de pinturas abstractas y/o no figurativas. La tarea
consiste, al igual que en el supuesto anterior, en pedirle al sujeto testigo
que reconozca, señalando o remarcando, sobre la mancha, los bordes de
determinada figura y, si se diera, algún rasgo interior identificatorio. Así
como la psicología ha producido la secuencia de las láminas de Rorschach para
reinterpretar la interpretación producida por el intérprete, en el caso de los
cualisignos-icónicos interviene la filosofía con el objetivo de inferir la
existencia de experiencias subjetivas intransferibles, a través de sus rastros
en la experiencia estética, elaborando el tema de los "qualia", de
Peirce (CP. 6.222-6.237) a Dennett (1995), incluyéndolo a Manuel
García-Carpintero (1996), o bien desde la perspectiva de los "lenguajes
privados" de Wittgenstein (1953: 243ss), aspectos ambos que me he
permitido sintetizar exploratoriamente, desde
Lo que, en definitiva y en este caso,
propongo, como eficaz para la recuperación de la memoria visual, es la
operación de marcar los límites que identifican una imagen visual figurativa y
de señalar algún o algunos rasgos individualizadores de tal imagen, en el
interior de propuestas visuales amorfas. Parto, para así afirmarlo, del
supuesto de que, para la realización de esta identificación, el intérprete
actualiza el correspondiente atractor, disponible en su memoria visual, como lo
demuestra el hecho de que sea ésa y no otra la figura que "ve" en la
mancha plástica. Así, su tarea interior interpretativa se hace evidente
mediante la producción de su tarea externa delimitadora, reiterándose la
simetría peirceana de interpretación y producción. Por ello, no es suficiente
con que diga que ve "la cabeza de una cabra"; semióticamente es
fundamental que señale sus bordes y características, para establecer de qué
concreta imagen de cabeza de cabra se trata.
14.7 Cinco nuevas operaciones:
identificar al atractor a partir de imágenes deterioradas
Mientras que las dos operaciones
inmediatamente anteriores proponían anticipar o configurar una imagen que
todavía no existía, en cuanto (en la 3ª) no había sido completada (sólo se
disponía de marcas) o (en la 4ª) se partía de una percepción amorfa (de lo que
se disponía era de una "mancha"), las cinco primeras de las
operaciones que siguen le proponen al intérprete que actualice un atractor, a
partir de diversas situaciones en las que la imagen ya está construida en la
propuesta perceptual que se le presenta, pero aparece afectada por alguna clase
de deterioro. Continúa la idea de hacerlo trabajar para que exteriorice la
imagen de la que dispone en la memoria.
La 5ª operación consiste en proponer una imagen ambigua: en una única figura
podrían estar representados dos o más objetos, debiendo el intérprete señalar
los bordes o los rasgos identificatorios o la disposición que corresponden a
una y, eventualmente (si los ve) los que corresponden a la otra imagen. La
tarea productiva que implica resaltar un perfil, seleccionado límites posibles,
o nombrar partes que cumplirían funciones distintas en una y otra figura,
permite que el investigador infiera la preexistencia de la imagen en la mente /
cerebro del intérprete.
[40] ririfleur.centerblog.net (DC2007) |
[41] (Beever, Julian. 1998) |
La 6ª operación propone la
reconstrucción e identificación a partir de una
imagen degradada: con una materia prima absolutamente impertinente,
inadecuada e insuficiente, se representa algo cuya posibilidad de
identificación se mantiene por la presencia de sus ejes, o sea, rasgos
direccionales y estructurales mínimos. Es el caso de los animales (jirafas,
caballos, avestruces, gatos, etc.) construidos con limpiapipas (Marr, 1982: 299
[42]). Su reconocimiento requiere que el intérprete posea en su memoria visual
una imagen suficientemente estable, como para continuar identificándola cuando
ha sido reducida a su síntesis más elemental.
[42] (Ejes; Marr, David. 1980: 299)
Una 7ª operación consistirá en mostrar la ausencia de determinada imagen,
provocada, en un conjunto perceptual complejo, por la eliminación de uno de sus
elementos constitutivos, fácilmente deducible por su presencia habitual, en
configuraciones semejantes a la que se le muestra al intérprete. Como presencia
actualizada, es lo que suele denominarse una "superficie de
oclusión". Dado que de la imagen eliminada sólo se muestran sus bordes, de
modo que aparece como un orificio con una forma arbitraria, se necesita el
manejo virtual, por giro y rotación, de la imagen disponible en la memoria
visual, para hacerla corresponder con la carencia efectivamente mostrada.
Se sabe que la interpretación que
hacemos de los volúmenes, en función de las sombras que proyectan, sigue un
automatismo, en algún modo filogenético (asumiendo la dirección de la
iluminación solar), que supone una iluminación procedente de la altura, o sea,
de la parte superior de la imagen (Ernst, B., 1992: 28). Cambiar esta dirección
de la iluminación implica reacomodar lo percibido, de modo que se lo reconozca
en esa nueva configuración. Tal es la intervención de la 8ª operación, que
requiere que el intérprete reconstruya lo percibido "a la luz" de la
nueva iluminación, como imagen modificada
por la perturbación de los hábitos preceptúales [43]. En general, será
suficiente con solicitarle que indique cuáles son las partes entrantes y cuáles
las salientes, ya que la transformación de concavidades en convexidades es
decisiva para el reconocimiento de la imagen que se está percibiendo, o sea,
para que se correlacione la imagen que se ve con su simétrica inversa,
almacenada en la memoria visual.
[43]
(Hoffman, D. D., 1998: 116)
|
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[44] (Marr, David. 1982: 217)
Y la última: 9ª, de estas 5 operaciones,
consiste en desplegar un conjunto de fragmentos estereotipados de una forma
conocida, pero no individualizada, hasta lograr que adquiera una individualización
que permita diferenciarla de cualquier otra semejante. Es el caso de la
correspondencia entre el "identikit",
producción de imagen por intermedio (IDK, 2000) de un objeto ausente o, como es
el más habitual uso policial que se hace de estas técnica, de un rostro
igualmente ausente, con aquella imagen efectivamente existente en la mente del
sujeto testigo, que le permite afirmar el éxito o el fracaso de dicha
correspondencia.
[45] Identikit–(DC2007).
14.8 Décima operación: identificar al
atractor a partir de los estudios sobre las Agnosias Visuales
Es evidente que el estudio de las Agnosias Visuales (Farah, 1995) o
deterioro de los procesos visuales superiores, necesarios para el
reconocimiento de los objetos, nos proporciona importante información acerca de
las operaciones semióticas involucradas en la atribución de significación a las
imágenes visuales, o sea, en su interpretación.
Por eso, la 10ª de las operaciones
semióticas, que propongo, parte de la aceptación del supuesto que acabo de
mencionar y establece que un camino para inferir la presencia de imágenes en la
memoria visual va a consistir en ofrecer a la percepción del sujeto testigo
imágenes que estén, en sus caracteres materiales percibibles, afectadas por
alguno de tales deterioros, lo que exigirá al eventual intérprete acudir a la
imagen, o sea, al atractor, supuestamente intacto, que posee archivado en su
memoria visual.
Si el testigo elegido sufriera de algún
tipo de agnosia visual no podría recuperar dicho atractor; pero nuestro
objetivo no consiste en formular un diagnóstico, por lo que tendríamos que
proponerle la tarea a otro sujeto que no padezca de tal dolencia, sin perjuicio
de recomendarle al primero que acuda a un neurólogo. Es decir, la imagen
material visual que se propone a la percepción del testigo deberá tener la
configuración que se supone que adopta la organización de dicha percepción en
la mente / cerebro de un paciente afectado por alguna clase de agnosia visual;
si el testigo no está enfermo, podrá organizar dicha percepción en una
totalidad visualmente significativa, que es la imagen o atractor cuya presencia
en su memoria visual estamos tratando de inferir.
[46] [Farah, M. J.
(1995) 1 y 2]
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De las múltiples clases de agnosia que
se conocen, voy a comentar algunas de las más expresivas, en relación con
nuestro objetivo específico.
Uno de los problemas básicos, que, en
estado de salud, resolvemos sin tomar ni siquiera conciencia de que exista como
problema, consiste en la integración de
partes en una totalidad. Pero esta totalidad puede ser de las partes de una
determinada entidad perceptual (los rasgos categoriales identificatorios de un
objeto o de una persona) o de las partes de una escena compleja (las
características de la ubicación espacial constituida por varias entidades) (M.
Farah, 1995:35-47). La imagen propuesta deberá permitir inferir si el sujeto en
estudio puede reconducir la percepción de los fragmentos de la entidad o de la
escena, que están representados en la imagen material visual que se le propone,
a la totalidad constituida por la imagen visual mental o al atractor de alguna
entidad o de alguna escena conservada en su memoria visual y reconocer cuál sea
ésta, coincida o no con la que el investigador quiso producir. Toda persona
sana podrá hacerlo, salvo que no haya tenido la experiencia visual necesaria
para poder almacenarla en su memoria visual.
La tarea es semejante al juego que
consiste en el armado de un "rompecabezas", especialmente sin la
plantilla de guía; o sea, a la tarea de ir asociando las superficies
aparentemente incoherentes de un conjunto de cubos o de un conjunto de recortes
irregulares de formas que encastran entre sí, hasta construir una figura o
escena; figura o escena que tiene que preexistir en la memoria visual del
jugador (por eso indiqué: "sin la plantilla de guía") para
reconocerla, conforme se va produciendo u organizando. La situación de agnosia
visual sería aquella en la que el paciente, ante una figura o escena, la
percibe como las piezas revueltas del rompecabezas sin armar; identifica cada
una de ellas, pero no logra reconstruir la figura o escena que le daría sentido
visual del conjunto: por eso, sólo puede armar el rompecabezas el que no la
padece, sino que posee en su memoria visual la imagen de esa figura o escena.
[47] Huevo 1 y 2 –DC2007
|
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La imagen mnemónica no tiene por qué ser
estática. El movimiento también está tomado en cuenta en el estudio de las
agnosias, dando lugar a un tipo de agnosia visual llamada "asociativa" (M. Farah, 1995:
57-80). Ante la imagen de un mecanismo (un molino de viento, un dispositivo
para hacer cigarros, la nave Voyager, etc.), puede preguntársele al testigo
"¿Cómo funciona?" La respuesta, por lo general integrando lo verbal,
lo gráfico y lo gestual, permitirá inferir la secuencia de imágenes en
transformación que dicho testigo almacena en su memoria visual (o en su
imaginación, en cuanto reelaboración posible a partir de esa memoria); salvo
que padezca de agnosia visual asociativa, en cuyo caso deberemos actuar como
indiqué antes: buscar otro testigo y a éste recomendarle un neurólogo. A esta
eficacia de la interpretación de la imagen la desarrollo más adelante: 20 Iconopoiesis o la eficacia de la forma.
[48]
Iconopoiesis 1 - “¿Como se usa esto?”
Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999)
Este aspecto dinámico de las imágenes
contenidas en la memoria visual ha dado lugar, también, a las llamadas
"Anáforas Pragmáticas", en las que el uso anafórico del pronombre queda
sustituido por el uso anafórico del gesto, y que, como consecuencia, también
requieren de la preexistencia de determinadas imágenes visuales mentales acerca
del movimiento o de la transformación ocurrida, inherente a determinados
comportamientos, para poder dar respuesta a (e, incluso, para comprender) las
preguntas características de dicho tipo de anáfora:
"Ejemplos de anáforas pragmáticas:
a. -"Tu saco está aquí (apuntando)
y tus zapatos allá (apuntado)
-"Se fue por allá (apuntando)
b. -"¿Puedes hacer eso (apuntando)?
-"¿Puedes hacer esto (demostrando)?
c. -"¡Que eso (apuntando) no vuelva
a ocurrir!
d. -"Coloca así (demostrando) los
libros
e. -"El pez que se me escapó era
así (demostrando) de grande...
"... la estructura conceptual debe
contener constituyentes cuyas características fundamentales son: [cosa],
[lugar], [dirección], [acción],[acontecimiento], [modo], [cantidad]" (R.
Jackendoff, 1983: 49 y 50)
Queda, de este modo, esbozada esta 10ª
operación semiótica de recuperación de las imágenes visuales mentales,
inferidas a partir de los estímulos propuestos, tal como resultó sugerida por
las agnosias visuales y, como expansión temática relacionada, por las Anáforas
Pragmáticas.
[48 bis]
Iconopoiesis 2 - “Así”
Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999)
14.9 Undécima operación: identificar al
atractor modificando imágenes supuestamente incorrectas
La 11ª operación le propone a un
intérprete que observe una lámina con un dibujo, por ejemplo, alguno de los muy
conocidos de Giovanni B. Piranesi, Maurits C. Escher, Sandro del Prete, René
Magritte, Marcel Duchamp, Shigeo Fukuda, Bruno Ernst, etc. La consigna será
pedirle que señale qué habría que transformar para "corregir" la
imagen, de modo que ésta represente a un objeto o una configuración posible.
Esto replantea el tema de si las imágenes pueden mentir. Su
desarrollo, considerado desde lo visual, converge hacia el mismo punto en el
que encuentra su explicación el problema de la verdad y la falsedad en el
lenguaje verbal, ya que no se trata de la divergencia semiótica entre lo visual
y lo verbal, sino de la unicidad del tratamiento de la mentira. En el lenguaje
verbal sólo podrá afirmarse una u otra de tales alternativas si se da por
absolutamente válido, científica o dogmáticamente (y Peirce diría que en ambos
casos lo sería dogmáticamente) a otro discurso verbal, externo (en cuanto
diferente) a aquel acerca de cuya verdad o falsedad se debate. Con lo cual,
éste será verdadero si no contradice al que se ha establecido como válido y
será falso en el caso contrario. La verdad o la mentira del discurso verbal no
se contrapone a los modos de la existencia, sino a los modos de hablar de la
existencia que se establecen como válidos para tal fin.
A las imágenes de los autores
mencionados suelen llamárseles "ilusiones ópticas", lo que no es lo
mismo que considerarlos mendaces. Sin embargo, considero que se trata,
justamente de mentiras y no de ilusiones ópticas, ya que los correspondientes
dibujos han sido trazados para que se los vea tal como se los ve. En este sentido,
lo que el intérprete ve son percepciones correctas de la propuesta visual que
representa de modo incorrecto o mendaz al mundo.
Serían ilusiones ópticas si fueran
percepciones falsas o distorsionadas de objetos o de configuraciones del mundo,
y no sus representaciones. O sea, un arquitecto, al construir su obra, puede
crear una ilusión óptica; como también es ilusión óptica el agigantado tamaño
de la luna cuando se apoya sobre el horizonte. No obstante, pueden usarse
imágenes como ilusiones ópticas cuando aparentan suplantar la existencia de
objetos y configuraciones inexistentes, caso típico de los
"trompe-l'oeil"; como la pared en la que parece abrirse una ventana
hacia un determinado paisaje que resulta ser la imagen de una ventana y de un
paisaje, o el muro en una calle sobre el que parece abrirse un arco que da
acceso a otra parte de la ciudad, pero que resulta ser un ficticio acceso
meramente visual. Pero, cuando están propuestos como representación de objetos
o configuraciones, no crean una ilusión óptica sino que puede ocurrir que
mientan, como ocurre en los casos en que muestran, como posibles, en la
bidimensionalidad de la imagen gráfica, formas o relaciones tridimensionalmente
imposibles, al menos desde una geometría estrictamente euclideana, capaz de dar
cuenta del aprendizaje filogenético. Y ya hemos encontrado el otro discurso, el
euclidiano, externo al que estamos evaluando como verdadero o falso, y que será
imprescindible para determinar su mentira.
[49] [Ernst, Bruno (1992)] |
[50] [Marcel Duchamp. 1916; en Mink, Janis (2002)] |
Al pedirle, por tanto, a alguien, que
señale dónde habría que corregir la imagen que se le presenta a su percepción,
se presupone que posee la memoria de la imagen visual correspondiente al objeto,
tal como lo ha percibido con anterioridad, según el aprendizaje
correspondiente. Y ésta es la imagen que se pretende recuperar, mediante esta
operación.
14.10 Duodécima operación: destruir el
humor visual
En este caso se trata de imágenes que
construyen humor exclusivamente visual. El humor gráfico, en sentido amplio,
incluye propuestas que combinan la palabra y el dibujo y otras que sólo
contienen dibujos. Aún entre las que combinan palabras y dibujos, hay casos en
que el humor se construye exclusivamente con la palabra y el dibujo meramente
acompaña la situación o escena en la que se dice algo humorístico; y hay otros
casos en que palabra y dibujo se complementan, sin que pudiera surgir el humor
con uno sólo de ambos.
La 12ª operación, destinada a explorar
la memoria visual del intérprete, consiste en que dicho intérprete, señale y
modifique alguna parte o partes de la imagen humorística, de modo tal que se
destruya el efecto de humor que producía en su forma original. Ello indica que
el intérprete (que, mediante la realización de esa operación, se transforma,
simultáneamente, en productor de imagen) posee efectivamente la imagen que
construye en sustitución de la propuesta gráfica que percibe.
El humor, gráfico o verbal o con
cualquier otra semiosis con que se lo construya, requiere asociar dos isotopías
que no suelen encontrarse unidas en la práctica social o, al menos, que no se
conectan en el punto en que lo hace el relato verbal o la configuración
gráfica. Sin embargo, ambas isotopías deben contener un punto de proximidad,
que probablemente será meramente visual, pero no semántico, y el humor surge al
resemantizar, homogeneizándolos, los fragmentos gráficos que compartían, en
ambas isotopías, esa semejanza visual. Así, la tarea del intérprete-productor
consiste en identificar ese punto y en disociar las isotopías intervinientes.
En realidad, recupera, de su memoria visual, dos imágenes: las correspondientes
a cada una de las isotopías que confluyen en la producción del humor.
Véase, por ejemplo, una secuencia, muy
simple, de humor gráfico producida por Quino [51]. Un hombre se acerca a la
entrada del "subte" (o "metro"), comienza a bajar las
escaleras, sigue bajando escaleras, baja por escaleras derechas, baja por
escaleras que doblan, baja por escaleras que conectan con otras escaleras por
las que sigue bajando, hasta que, en la última imagen aparece asomado al alto
balcón de un rascacielos, al que, finalmente, llegó.
[51] Quino II
(1999)
|
|
La escalera es el conector de isotopías que,
en este caso, son, por una parte, la que corresponde a la representación visual
de la actividad de subir y, por otra parte, la que corresponde a la
representación visual de la actividad de bajar, actividades a las cuales se
presta de igual manera una escalera. El intérprete (yo, viendo la secuencia)
tiene que disponer de la imagen del tipo de lugares a los que es posible llegar
bajando y de la imagen del tipo de lugares a los que es posible llegar
subiendo. Ese intérprete se transforma en productor, ya que tiene que
actualizar a ambas para entrar en el juego que propone Quino; el humor consiste
en hacer que, mostrando a un personaje que baja constantemente, se termine
mostrando a ese mismo personaje que llega a donde sólo se llega subiendo.
Dos observaciones sobre este ejemplo.
Por una parte, la semejanza con algunos de los juegos con lo bidimensional de
Escher, cuando logra una caída de aguas que se vuelcan sobre el mismo nivel en
que se originan, sin que nada justifique la subida que, después permita el
derrame de la cascada. O sea, también Quino juega con el absurdo en la
representación de la tridimensionalidad, pudiendo muy bien haberse inspirado en
Escher.
Y la otra observación, se refiere al
absurdo de pretender reconstruir con palabras el efecto de significación que
producen las imágenes visuales, a lo que ya me he referido un poco antes. Es
casi imposible, sustituir, aquí, la carencia de imágenes por su descripción;
más bien se convierten en su explicación, por lo general, empobrecedora del
significado que visualmente construyen con tanta potencia. Y, ratificando lo
dicho en aquella oportunidad, mis palabras generan imágenes en la mente de mis
lectores, que yo no puedo inferir ni, por tanto, recuperar; por su parte los
lectores no puede inferir ni recuperar las imágenes de las que parto para dar
cuenta verbal de ellas (salvo que mi descripción les recuerde haber visto la
imagen de la que hablo y la superpongan a mis palabras). Son universos de
imágenes aislados el uno del otro, sin que el puente de palabras logre unirlos,
sino que genera otros en una secuencia indefinida (una de las realizaciones de
la semiosis infinita peirceana).
14.11 Lo inconcluso
Todavía algo más, sobre lo que tendré que
volver. Estas 12 operaciones nos permiten, caso de resultar efectivamente
exitosas, inferir las imágenes que alguien almacena en su memoria visual. Pero
es una inferencia que las recupera una a
una o cada una de ellas en su aislada existencia virtual y posible. Lo que
todavía no se resuelve es la manera de conocer el sistema visual de
interpretación que posee ese intérprete en estudio, ni, por tanto, acceder al
sistema visual de interpretación de la comunidad a la que pertenece.
Y ya aquí, tengo que advertir que, desde mi punto de
vista, considero que no existe, en rigor, dicho sistema, ya que este término es sólo adecuado cuando se trata de
entidades simbólicas cuyas reglas de interrelación identifican a cada elemento
frente a los restantes, como fue el caso del sistema de la lengua, establecido
por Saussure. Entre el conjunto de imágenes que un intérprete conserva
disponibles en su memoria visual, no creo que se establezca un sistema, sino un
conjunto de relaciones por dependencias de contigüidad y/o simultaneidad, junto
con posibilidades de transformación y/o integración con otros sistemas
semióticos que determinado sujeto y determinada sociedad en determinado momento
histórico tienen disponibles. Pero ese será otro gran tema que trataré en otra
oportunidad.
*Una versión inicial y sin gráficos fue publicada en deSignis 4: 139-156.
DE LAS IMÁGENES SIMBÓLICAS
15.1 Preguntas de base y las tres
semióticas
Después de mi último trabajo sobre Semiótica
Visual (Juan Magariños, 2002b, en prensa) en que me referí al problema de
esbozar algunas operaciones que pudieran sustentar las inferencias necesarias
para recuperar las imágenes visuales efectivamente contenidas en la memoria
visual de determinado sujeto, el tema que les propongo compartir, consiste
en tratar de encontrar las conexiones, tanto materialmente configuradas
en el interior de una misma y concreta imagen material visual, como
cognitivamente susceptibles de ser establecidas con otras imágenes y con los
signos de otras semiosis, que permitan inferir una explicación acerca de
cómo, ese mismo sujeto, en su correspondiente contexto social e histórico, interpreta
una determinada imagen.
Inevitablemente, surgirá con frecuencia
la semejanza cognitiva y calculatoria de esta tarea con la del reconocimiento
de objetos y de rostros (por ejemplo, Shimon Ullman, 1996), siempre
teniendo en cuenta y estando advertidos de que la proximidad conceptual no
sesgue de modo tendencioso la pertinencia de la construcción de una
semántica visual específica para una semiótica visual. Pero, tampoco puede
desaprovecharse lo alcanzado en ese campo y, en especial, las posibilidades de
implementar, sobre programas de computación, la obtención de resultados
semejantes a los derivados del funcionamiento de los razonamientos e hipótesis
elaboradas o llegar incluso, si se acepta tal alcance epistemológico, a su
justificación.
Mucho se ha hecho sobre este tema y, con
todo respeto hacia quienes lo han hecho (ver Jean-Marie Klinkenberg, 1985;
Göran Sonesson, 1989; Fernande Saint-Martin, 1990; Jean-Marie Floch, 1991;
Lucia Santaella e Winfried Nöth, 1998; entre otros), estoy dispuestos a
explorar otros caminos que continúen, corran paralelos o contradigan los de
ellos.
A grandes rasgos, que luego iré
precisando, hay tres preguntas fundamentales a las que habrá que ir
encontrando la respuesta adecuada y bien fundada.
1/ ¿Cuáles son los pasos que se siguen
efectivamente para producir el significado de una imagen visual y cuáles son, y
si se corresponde o no o hasta qué punto, con los pasos a seguir en el análisis
de los modos posibles de producción del significado de una imagen visual?
2/ ¿Qué significa "el significado
de una imagen visual" (sin necesidad de regresar hasta el clásico de C. K.
Ogden & I. A. Richards, 1923)? o bien, ¿cuál es el significado posible de
una imagen visual? y, además, ¿cómo varía ese significado según se trate de
imágenes visuales plásticas, figurativas o simbólicas? Quizá signifique
interpretarla, pero entonces:
3/ ¿Qué significa "interpretar una
imagen visual"? ¿Quizá saber qué representa como conocimiento posible del
mundo, o sea, de los fenómenos sociales, o sea, de aquellos que lo son porque
están construidos o modificados mediante imágenes visuales, o sea, saber cómo
determinada imagen visual construye, ratifica o modifica mi (del intérprete que
sea) conocimiento del mundo?
Estas preguntas, en definitiva, podrían
resumirse en la siguiente: ¿qué, cómo y por qué significan las imágenes?
cuya respuesta, si se pretende que exceda el ámbito del sentido común, es
bastante compleja. Para elaborarla, adopto, como vengo haciéndolo
habitualmente, un enfoque cognitivo y peirceano.
El enfoque cognitivo, en su actual versión de las Ciencias Cognitivas o,
como prefiere decir François Rastier (1991), "de las Investigaciones
Cognitivas", implica reflexionar y ensayar explicaciones que se
correspondan (1) con los avances en el conocimiento del procesamiento de las
imágenes visuales en la mente/cerebro humano (Stephen M. Kosslyn, 1996) y (2)
con la posibilidad de su implementación en programas de inteligencia
artificial/robótica (Paul Thagard, 1993), que demuestren la operatividad de
tales explicaciones.
El enfoque peirceano me ha permitido diferenciar, en el espacio
problemático de la semiótica visual, tres objetos de conocimiento,
relativamente independientes, que exigen respuestas diferentes: (1) la
semiótica de las imágenes visuales puramente cualitativas o plásticas,
(2) la semiótica de las imágenes visuales predominantemente figurativas
y (3) la semiótica de las imágenes visuales específicamente simbólicas.
Mi hipótesis de trabajo afirma que el
conocimiento y la explicación de los procedimientos de producción e
interpretación de cada una de ellas no pueden homogeneizarse en un tratamiento
conjunto, ya que ello conduce a equívocos y disputas que se originan al estar
razonando de la misma manera acerca de cosas muy distintas. En mi estudio
"La(s) Semióticas(s) de
Para poder tener los referentes
empíricos concretos, en relación con los cuales y como demostración del modo en
que irán adquiriendo progresivamente su significado específico, conforme
avance la tarea de su interpretación, he incorporado a este texto tres
imágenes que corresponden respectivamente a las imágenes plásticas o
"cualisignos icónicos" (Figura 1 [52]), imágenes figurativas o
"sinsignos icónicos" (Figura 2 [53]) e imágenes simbólicas o
"legisignos icónicos" (Figura 3 [54]).
[52] [Figura 1. Ron Van Der Werf: Sin título (1958)] |
[53] Figura 2. Frida Kahlo hacia 1938/39. Fotografía de
Nicholas Murray |
Creo que resulta evidente que son muy distintas
las operaciones cognitivas que se ponen en funcionamiento para darse cuenta de
que lo que se está percibiendo es una propuesta de percepción abstracta de sólo
forma, color y textura (imagen plástica) o bien que lo que se está
percibiendo es una fotografía de Frida Kahlo (imagen figurativa) o bien
que lo que se está percibiendo es un conjunto de indicaciones acerca de
comportamientos posibles, sugeridos o prohibidos (imagen simbólica).
En todos los casos, interviene la
búsqueda de un atractor, en la memoria visual, que permita organizar los datos
proporcionados por la percepción, de modo que se reconozca la imagen
construida. El atractor de la imagen plástica se recuperará a partir de
la proyección del residuo subconsciente de experiencias acerca de la percepción
de cualidades poseído por el intérprete, sobre los datos proporcionados por la
percepción. El atractor de la imagen figurativa se recuperará a partir
de la proyección de la información acerca de las formas del mundo poseída por
el intérprete, sobre los datos proporcionados por la percepción. El atractor
de la imagen simbólica se recuperará a partir de la proyección del
conocimiento de los sistemas de enunciación gráfica poseído por el intérprete,
sobre los datos proporcionados por la percepción.
Esto implica la exploración y aplicación
de experiencia cualitativa y/o de información formal y/o de conocimiento
sistémico, en cada caso provenientes de ámbitos mnemónicos específicos y
que utilizan operaciones de procesamiento cognitivo netamente diferenciales,
para la producción de la interpretación de las imágenes que se estén
percibiendo.
La formación de estos tres grupos
constituye una aproximación teórica y experimental, que considero necesaria
para el adecuado estudio de la semántica de las imágenes visuales. Como
suele ocurrir en semiótica, no sólo se hace necesaria la consideración de una
semántica diferente para cada uno de tales tres grupos, sino también habrá que
tener en cuenta que, por lo general y salvo casos excepcionales, se trata de predominios,
por lo que, en la mayoría de los casos, cada imagen, tras ser encuadrada en un
grupo: plástico, figurativo o simbólico evidenciará, ante la percepción, la
presencia de rasgos componentes pertenecientes a los otros grupos.
[54] (Imagen simbólica: Figura 3.
Fragmento de contratapa
Open here. The Art of Instructional Design.Paul
Mijksenaar
& Piet
Westendorp. 1999)
15.2 Lo que se muestra y cómo se lo
muestra
Todo estudio semántico requiere dar
cuenta de, al menos, dos aspectos fundamentales, que se formulan en términos
diferentes según la semiosis que se esté considerando.
1 Si se trata de una semiosis verbal,
habrá que establecer (A) de qué se habla y (B) cómo se lo dice.
2. Si se trata de una semiosis visual,
habrá que establecer (A) qué se muestra y (B) cómo se lo muestra.
3. Si se trata de una semiosis
indicial, habrá que establecer (1) qué se indica y (2) cómo se lo indica.
Dado que el foco de atención, en esta
oportunidad, lo he puesto en la semántica visual, tengo la suerte de no
tener que tratar con el inconmensurable tema de la semántica verbal, de
la que tanto se ha escrito y, por fortuna, se sigue escribiendo, ni con el de la
semántica indicial, a la que, no obstante, espero poder dedicarme
pronto, ya que poco es lo que se ha escrito y, por tanto, hay mucho para
escribir respecto de ella (un esbozo puede encontrarse en Magariños de
Morentin, 2002a).
Con independencia de lo que ocurra en
los casos de la semántica verbal y de la semántica indicial (con lo que estoy
diciendo que tampoco en esos ámbitos las cosas son tan simples y claras como
los enunciados 1 y 3 parecen establecer), en el caso de la semántica visual,
los dos aspectos que he señalado como fundamentales, se construyen de modo
diferente según la clase de semiosis visual a la que uno se refiera: la
constituida por imágenes cualitativas o plásticas, la constituida por imágenes
figurativas o la constituida por imágenes simbólicas.
(I) Respecto de las imágenes figurativas
(Figura 2).
Lo que se muestra, cuando la propuesta perceptual está constituida por
imágenes figurativas, es la forma con que se identifica, en la
mente/cerebro, a los objetos del mundo.
Cómo se lo muestra, en este mismo caso de las imágenes figurativas, es
el resultado de construir una configuración de un modo posible de existir,
tanto hacia el interior de la imagen, como hacia el exterior.
Como desarrollo ejemplificativo, puede
verse que, en el caso de
se muestra la forma con la que la mente/cerebro, en la cultura a la que
pertenecemos quienes leemos este texto, identifica a una mujer (porque
actualiza el atractor que la memoria socialmente construida le atribuye
a la forma de mujer) y, según la riqueza de la información visual que posea el
espectador, identificará (sin necesidad de leer el título de la imagen) a esa
mujer como determinada mujer llamada Frida Kahlo (de cuya forma específica
también poseerá el atractor correspondiente). Si carece de este último
atractor, lo constituirá por primera vez (o lo fijará) mediante la asociación
de las dos semióticas que intervienen: la simbólica que, mediante el
texto escrito, vincula un nombre con esa imagen, y la figurativa que le
atribuye una imagen a ese nombre. También se vinculará (si no lo estaba
previamente) a la imagen con el nombre del fotógrafo; y, si el intérprete no
sabe quién es Frida Kahlo, quedará como una mera denominación de alguien,
hasta que otras Semióticas, conjuntamente Figurativas, Simbólicas y Plásticas,
vinculen el nombre a una obra, una época, otros personajes, etc.
cómo se la muestra constituye la configuración de un modo posible de
existir que adquiere la imagen de mujer (de Frida Kahlo), como resultado de la
representación figurativa de gestos y actitudes, vestuario y cromatismo, así
como por contraste y asimilación con los motivos y el cromatismo del fondo. Me
guía, en esta enunciación de componentes y operaciones mínimas para comenzar la
construcción del análisis semántico de una imagen visual, el interés por lograr
un programa relativamente formalizable que excluya apreciaciones subjetivas en
mayor o menor medida imponderables (David Marr, 1982).
El comentario acerca de que las tres
semióticas visuales (figurativas, simbólicas y plásticas) constituyen
tres ámbitos diferentes de pensamiento, en cuanto se construyen a partir de
distintas operaciones mentales, puedo fundamentarlo en la inaplicabilidad de
cuanto acabo de mencionar acerca de las imágenes figurativas, si pretendiera
aplicarlo como un comienzo de explicación del proceso semántico que se requiere
para interpretar las imágenes simbólicas y las plásticas.
Todavía no elaboro, respecto a las otras
imágenes (las simbólicas y las plásticas), el análisis de esos dos aspectos
claves: (A) lo que se muestra y (B) cómo se lo muestra, aspectos
en los que iré profundizando progresivamente. Lo único que haré, por el
momento, es un breve esquema de las respuestas que podrían corresponderles a
ambas cuestiones en cada una de las otras dos variantes de semiótica visual:
(II) Respecto de las imágenes simbólicas (Figura
3).
La respuesta al interrogante acerca de lo
que se muestra, ya no puede consistir en "la forma con que se
identifica, en la mente/cerebro, a los objetos del mundo," sino, como
veremos pronto, lo que se muestra, en el caso de las imágenes simbólicas,
consistirá en las réplicas de los tipos gráficos que constituyen un código
figurativo destinado a instruir, prohibir o sugerir determinados comportamientos.
Nada más distante de las operaciones que se activan para interpretar la
propuesta perceptual que permite actualizar la imagen mnemónica (el atractor)
de Frida Kahlo.
La respuesta al interrogante acerca de cómo
se lo muestra, formulado ante esa misma imagen simbólica tampoco puede
consistir, en "construir la configuración de un modo posible de existir,
que adquiere la imagen de mujer (de Frida Kahlo) como resultado de la
representación figurativa de gestos y actitudes, vestuario y cromatismo...,"
etc., que es propia de las imágenes figurativas, sino que, como veremos pronto,
la respuesta al interrogante acerca del modo de mostrar cada réplica de un tipo
gráfico, en el caso de las imágenes simbólicas, consiste en
identificarla como clase (ver Shimon Ullman, 1996; p. 163) y no como individuo
y en asociarla a otra u otras réplicas de tipos gráficos, estando
convencionalmente codificada esta asociación para que se la interprete como una
determinada consigna relativa a un determinado comportamiento.
(III) Respecto de las imágenes cualitativas o
plásticas (Figura 1).
La respuesta al interrogante acerca de lo
que se muestra en ella no puede consistir en "la forma con que se
identifica, en la mente/cerebro, a los objetos del mundo," lo que es
propio de las imágenes figurativas, ni, por supuesto, tampoco, en "las
réplicas de los tipos gráficos que constituyen un código figurativo destinado a
instruir, prohibir o sugerir determinados comportamientos" como ocurre en
el caso de las imágenes simbólicas, sino que lo que se muestra, en el caso de
las imágenes plásticas, consistirá en residuos de experiencias
personales acerca de la percepción de cualidades visuales ("qualia").
Por otra parte, el modo de mostrar específico
de las imágenes plásticas, tampoco puede consistir, en "construir
la configuración de un modo posible de existir, que adquiere la imagen de mujer
(de Frida Kahlo) como resultado de la representación figurativa de gestos y
actitudes, vestuario y cromatismo...," etc., que es propia de las imágenes
figurativas, ni tampoco en el proceso de asociación de las réplicas de los
tipos gráficos que por convención instruyen, prohíben o sugieren determinados
comportamientos, como ocurre en el caso de las imágenes simbólicas, sino que la
respuesta al interrogante acerca del modo de mostrar esos residuos de
experiencias personales acerca de la percepción de cualidades visuales, que son
específicos de las imágenes plásticas, se configurará de modo que
preserven y actualicen la recuperación de esas experiencias personales
no-conscientes.
En resumen, lo que se interpreta como
forma de los objetos del mundo, en las imágenes figurativas, no tiene
ninguna relación con lo que se interpreta como réplicas de tipos
gráficos, en las imágenes simbólicas, ni con los que se interpretan como
residuos de experiencias sensoriales, en el caso de las imágenes
plásticas.
Además, lo que se interpreta como
la configuración de un modo de existir, en las imágenes figurativas, no
tiene ninguna relación con lo que se interpreta como la instrucción
acerca de un comportamiento, al que se lo sugiere o se lo prohíbe, en las
imágenes simbólicas, ni con los que se interpretan como configuraciones
destinadas a la recuperación de experiencias sensoriales perceptuales y
visuales no-conscientes.
De momento, sólo una observación más: aquí
hay demasiadas palabras y, si bien la función de la semiosis verbal
es explicar los procesos de producción e interpretación de las restantes
semiosis, me quedo con la sensación de que también interfiere en esa explicación
con su carga de verbalización o, como dicen los franceses, de
"langagerie" o con el peligro de contaminación irreflexiva de las
estructuras sintácticas al que aludía Wittgenstein (1953), por lo que, todo
esto (y gran parte de lo que sigue) convendrá investigarlo en cuanto a la
posibilidad de explicarlo, al menos complementariamente, con y a partir de
imágenes.
15.3 Qué muestran las imágenes
simbólicas y cómo lo muestran
Vistos ya o, al menos, esbozados los
rasgos básicos más elementales de la semántica visual para los tres casos
polares de las imágenes figurativas, las imágenes simbólicas y las imágenes
plásticas, corresponde comenzar a profundizar en la problemática de la
semántica específica de cada una de ellas. Elijo, quizá por considerarlo analíticamente
más simple, explorar, en el presente trabajo, el universo semántico que se
construye mediante las imágenes simbólicas, comenzando por estudiar, en
su específico caso, (1) qué se muestra y (2) cómo se lo muestra.
17.3.1 Lo que muestran las imágenes simbólicas
Lo que se muestra, cuando la propuesta perceptual está constituida por imágenes
simbólicas, son las réplicas de signos gráficos. Al decir que lo que
se muestra son "las réplicas", sigo la observación peirceana acerca
del carácter virtual, en cuanto tipos, que poseen los signos en
el sistema al que pertenecen. En el sistema, cada signo es uno único, no
percibible y sólo pensable; lo que vemos, en la configuración, cuando el
signo se actualiza (es decir, cuando pasa de ser una virtualidad, o sea,
una posibilidad, a ser un existente, o sea, cuando accede a su actualidad), es
una réplica de ese signo (Charles Peirce, 1965/1931; parág. 2.261)
Lo que aquí interesa es que los
signos gráficos se articulan en un sistema, lo que no ocurre con los signos
correspondientes a las imágenes figurativas, ni con los signos correspondientes
a las imágenes plásticas, de las cuales (de estas dos últimas) diría, como
primer esbozo, que tienen sus atractores mentales en el registro de la memoria
a largo plazo de las imágenes visuales. Lo que destaco, con esto, es que el
conjunto de tales atractores (cualitativos o plásticos y figurativos) no
posee, por la modalidad de su almacenamiento en la memoria, una estructura de
sistema, sino de lo que, tentativamente, podría designarse como un
"registro dinámico", en cuanto componente de lo imaginario,
correlativo con lo habitualmente referido como carácter continuo de las imágenes
figurativas y como carácter experiencial de las imágenes
plásticas. Por tanto, las características sistémicas, específicas de
los signos gráficos, son las pertinentes a los símbolos, siempre
teniendo en cuenta que hablo de "símbolo" en sentido peirceano: el
resultado de una convención social (C. P.: 2.249).
Entonces, los signos gráficos, en cuanto
imágenes simbólicas, pueden negar, afirmar condicionalmente,
identificar el consecuente de determinado antecedente, recomendar, exigir,
prohibir determinado comportamiento, ser falsos o verdaderos, constituir
expresiones bien o mal formadas, y poseer la eficacia y los límites de los
"actos de habla" (a los que, ahora, habría que explorar como "actos
gráficos"; ver también, más adelante, en "8 Conclusión").
Difícilmente, algún sistema de signos gráficos va a poder realizar todas estas
posibilidades, pero sí, unos unas, otros algunas y otros pocos la mayoría. Las
imágenes simbólicas están destinadas a producir en el interpretante intérprete2 alguno de estos o
semejantes efectos semánticos.
Por el contrario, basta con recorrer la
imagen de
Como tampoco la propuesta de color y
textura de
En cambio, un recorrido por las
variantes propuestas en
17.3.2 Cómo lo muestran las imágenes simbólicas
Creo que resultaría imposible pretender
la exhaustividad en el tratamiento de este punto. Al tratarse de imágenes
simbólicas, el desarrollo de cómo éstas muestran lo que muestran equivale a una
enciclopedia de todas las sintaxis según las que se relacionan, en las
correspondientes configuraciones (o sea, en los contextos integrados por
imágenes visuales), los signos gráficos efectiva y socialmente disponibles.
Porque, en principio, las relaciones que
vinculan entre sí (al menos) a las imágenes simbólicas en configuraciones ya
producidas, o las relaciones que pueden llegar a vincularlas en configuraciones
posibles, constituye una auténtica sintaxis.
Dos observaciones: una sobre el uso del
término "sintaxis" y otra sobre la especificidad de
cada conjunto de imágenes simbólicas.
El término "sintaxis" tiene
una fuerte connotación lingüística. Como es mi preocupación constante, trato de
evitar ese tipo de términos por lo que arrastran de su calidad
metalingüística, por lo general inadecuada cuando se están considerando
otros signos diferentes a los lingüísticos. De todas formas, este término se
vincula a la lingüística por el uso que los lingüistas han hecho de él, lo cual
es mucho y difícil de superar. En su estructura etimológica, sin embargo, no
contiene nada necesariamente lingüístico: "sin", en griego, significa
"con" y "taxis", también en griego, significa "orden";
así "sintaxis" sugiere "orden conjunto", o sea, un orden
que reúne elementos diversos, lo que se ajusta adecuadamente a la
disposición ordenada de los signos, como se requiere para la producción
comunicable de una Semiosis Sustituyente. En definitiva, podemos permitirnos
hablar de la sintaxis de una configuración sin temor (pero atentos) al
peligro de contaminación lingüística, cuidando de referirnos a las reglas que
permiten establecer un orden en un conjunto de imágenes simbólicas.
Y aquí interviene la segunda observación
sobre la especificidad de cada conjunto de imágenes simbólicas. Como
dije en el apartado anterior, las imágenes simbólicas son réplicas de signos
gráficos, los cuales se definen por las relaciones que los vinculan entre sí,
en el interior del sistema al que pertenecen y por el hecho de que, por ser
símbolos, necesariamente pertenecen a algún sistema. Es la vieja idea
saussureana de valor, mediante la cual pudo constituir en ciencia a la
lingüística, a partir de reconocer que los signos lingüísticos son entidades
discretas (o sea, con una identidad diferencial neta y estable o con reglas
precisas de transformación) que se vinculan mediante relaciones que abarcan
desde lo muy, hasta lo relativamente formalizable; por lo que, los saussureanos
signos lingüísticos son también, peirceanamente, símbolos. Entonces, como
enfoque general, recuérdese mi afirmación de que los signos gráficos ostentan
una calidad simbólica en cuanto están identificados y relacionados según normas
convencionalmente establecidas y/o aceptadas. Esto es lo que, también según mi
propuesta, los diferencia de las restantes imágenes visuales, tanto de las imágenes
figurativas, como de las imágenes plásticas, de ninguna de las
cuales podríamos afirmar ni un carácter discreto, ni una vinculación necesaria
mediante relaciones relativamente formalizables, ni, por tanto, su pertenencia
a sistema alguno.
Pero, ¿de qué conjuntos de imágenes
simbólicas hablamos cuando hablamos de sistemas de signos gráficos?
El espectro de propuestas perceptuales
abarcado por la expresión "imágenes simbólicas" es muy amplio. Es muy
diversa la materia prima con la que están constituidas las imágenes que pueden
incluirse en esa expresión. Porque lo que justifica la inclusión de unas y la
exclusión de otras es lo relativo al carácter de sistema que se establece entre
unas y que no puede constituirse entre las otras (o no se admite socialmente
tal posibilidad).
Por supuesto, el conjunto de las
imágenes simbólicas mostradas en Figura 3 tiene el carácter de ser la
actualización o las réplicas existenciales de los correspondientes signos
gráficos del respectivo sistema simbólico virtual. Pero, antes de seguir con su
estudio, hay que tener en cuenta que las letras (y las palabras con
ellas construidas) de este texto son, igualmente, imágenes simbólicas.
¿En qué se diferencian estas
letras de aquellos dibujos? En lo que puede llamarse "la materia
prima" o base perceptual de la correspondiente capacidad de
representación. Peirce diría, mejor, "en la calidad del representamen",
absolutamente convencional en el caso de estas letras y relativamente
convencional (en cuanto íconos estereotipados) en el caso de aquellos
dibujos.
¿En que se parecen estas letras y
aquellos dibujos? En que unas y otros se relacionan según vínculos estables, o
sea, según relaciones sintácticas relativamente duras e inmodificables.
Esto permite establecer que, tras la presencia de las configuraciones que se
ofrecen a la percepción visual, existe un sistema de normas relacionales que
convalidan o rechazan la capacidad de Semiosis Sustituyentes que se pretende
atribuir a tales configuraciones.
Observemos la siguiente configuración
de letras:
"ytop kklesc iwqixpttol
zamlskeincxsk sdi tr pewñwlsoenri hderuenfritmosetrhu zxzirtmfelt adsn"
Salvo algún hallazgo casual, no hay
regularidad, en sus relaciones, que permita esbozar algunas de las reglas que,
por definición, son constitutivas de un sistema. El concepto de sistema
rechaza a esa configuración como posible Semiosis Sustituyente proveniente
de algún sistema. Por el contrario, en esta otra configuración de letras:
"Salvo algún hallazgo casual, no
hay regularidad, en sus relaciones, que permita esbozar algunas de las reglas
que, por definición, son constitutivas de un sistema"
existen relaciones estables que,
justamente, permiten esbozar algunas de las reglas que, por definición, son
constitutivas de un sistema. El concepto de sistema convalida esta
configuración como posible semiosis sustituyente, o sea, susceptible de ser
interpretada por un intérprete. El ejemplo puede parecer poco interesante, en
cuanto sabemos leer desde la infancia y lo percibimos como lengua escrita y
no como imágenes visuales que requieren una previa interpretación en
cuanto signos gráficos pertenecientes a un determinado sistema.
Sin embargo, éste es el aspecto en que
esa configuración de letras se asemeja a los dibujos de
Pero nunca podríamos afirma algo
semejante, en el caso de la fotografía de Frida Kahlo (en cuanto imagen
figurativa) o en el de los colores y texturas de la obra de R. van der Werf
(en cuanto imagen cualitativa). No hay ningún sistema de relaciones
normadas y relativamente necesarias que pueda recuperarse tras estas últimas
propuestas perceptuales. Otras tienen que ser las operaciones cognitivas que
intervienen en su interpretación. Es decir, pertenecen a otra semiótica visual,
que no es la simbólica.
15.4 Recuperar el sistema al que
pertenecen las reglas que construyen el sentido
Tal la tarea con la que continuaré, a
partir de cada una de las configuraciones gráficas que aparecen en
Para ello, hay que tener en cuenta que
lo que estoy tratando de identificar son comportamientos que ocurren
efectivamente, en la mente del interpretante intérprete y creo, también,
que ocurren después de haberse producido los resultados de otras varias
operaciones previas que considero interesantes, especialmente desde el enfoque
de una semiótica cognitiva.
Esta preocupación por establecer y, en
lo posible, describir el desempeño de los comportamientos mentales mínimos es
coherente con el enfoque de las investigaciones cognitivas que, de algún modo,
han invertido, frente a las que fueron las concepciones dominantes de
La exigencia de que lo que se propone
como explicación pueda servir de base a un programa de computación, puede
discutirse en cuanto a su valor epistemológico o puede plantearse como una mera
demostración de la utilidad empírica de dicha explicación, pero un enfoque
cognitivo de la semiótica requiere conciliar su convergencia con las
neurociencias, y con la informática (Paul Thagard, 1993: 2 ss). Y para eso
necesita comenzar por la identificación, lo más elemental posible, de las
relaciones mínimas y eficaces para la producción de resultados que se integran
en nuevas relaciones eficaces para la sucesiva producción de nuevos resultados
que resulten a su vez eficaces, hasta la obtención de respuestas que repliquen
los comportamientos observables.
Me resultaría imposible elaborar, aquí y
ahora, un programa de computación con los datos intuitivamente identificables
en las imágenes simbólicas propuestas en
A los efectos de poder ir siguiendo las
reflexiones que propongo, identifico a cada una de las 25 imágenes
simbólicas que contiene
Numero las imágenes de izquierda a
derecha y de arriba hacia abajo:
1 2 3 4 5
6 7 8
9 10
11 12 13 14 15
16 17 18 19 20
21 22 23 24 25
Al calificarlas de "imágenes
simbólicas" se está afirmando que, respecto de los componentes de cada una
y de la manera de relacionarse en el interior de cada imagen, existe un
acuerdo social cuyo conocimiento es imprescindible para interpretar el
significado de cada imagen. Así que, de cada una tendré que hacer explícito
lo que considero que debe saberse y, a partir de ese conocimiento previo,
describiré la relación sintáctica de la que, en definitiva, habrá de provenir
la interpretación correspondiente, la cual hace explícito el significado
construido.
Comienzo por el análisis de la imagen
nº 1, o sea, la correspondiente a la esquina izquierda superior.
La percepción más evidente es la del dibujo
de una mano. Esto no quiere decir que se capte inicialmente y sin necesidad
de instancias previas que se trata de una forma de mano. Las líneas que la
componen, incluso las que aparecen tras el contorno de oclusión constituido por
el dibujo de lo que, también tras su integración y depuración correspondiente,
establecemos que es la representación de un frasco, constituyen la percepción
visual de una imagen material que actualiza, en la memoria asociativa, de entre
diversos modelos posibles, el modelo atractor de una mano, que es con el
que, en definitiva, nos quedamos (Shimon Ullman, 1996: 44 ss). Otro supuesto,
que de inmediato rechazamos como absurdo por lo simple que resulta admitir que
se trata de una mano, hubiera consistido en interpretar esas líneas como
representando a tres motores de un Boeing vistos en perspectiva, sobre un
espacio en blanco (el cielo, todo visto desde la ventanilla del avión), o en
interpretarlas como una bala y los rastros (la simbolización gráfica) de su
desplazamiento. Estos modelos alternativos de atractores los rechazamos
porque las transformaciones que habría que realizar para ponerlos en
correspondencia con los objetos pretendidamente representados son mucho más
artificiales y atípicas que las que tenemos que realizar para admitir que se
trata del estereotipo de una mano. Y digo "estereotipo" porque
contiene los rasgos convencionales para el dibujo de una mano humana, en
cuanto clase de objeto y sin rasgo alguno de individualidad que permitiera
identificarla frente a otras posibles manos.
Así, por procedimientos semejantes de
selección de rasgos de los otros dibujos componentes, que no describo para no
hacer insoportable este texto, llegamos a aceptar que las propuestas
perceptuales incluyen la representación de un frasco y de una pequeña nube de
vaporización (objeto y fenómeno de los que tenemos disponibles como atractores,
en nuestra memoria asociativa, los correspondientes modelos, por nuestra
pertenencia a una cultura en la que se registra que puede percibírselos).
Quiero mencionar, aunque no he terminado
la enumeración de lo percibible en esa imagen material, el hecho sintáctico que
permite interpretar lo que he llamado "una pequeña nube de
vaporización" como tal. Los otros objetos: la mano y el frasco, resultaban
tales por una opción de su correspondencia con los modelos disponibles.
"Una pequeña nube de vaporización" no podría interpretarse por simple
asociación con algún modelo mnemónico, sino por su ubicación sintáctica a
partir del extremo superior del frasco, parcialmente ocluido por uno de los
dedos de la mano. Es suficiente con tapar el resto de la imagen, dejando
percibible, tan sólo, la mencionada como "nube de vaporización" para
que deje de ser tal (sin que quede definido ningún otro objeto representado por
esa imagen). O sea, la dichosa "pequeña nube de vaporización" es una
interpretación que dependen enteramente de su relación con el resto de la
imagen, o sea, es una construcción puramente sintáctica.
Un par de imágenes más completan el
desarrollo de esta imagen simbólica. Son las dos flechas cada una de
ellas con su punta duplicada sobre sí misma y enfrentadas en posiciones
contrapuestas, una en la dirección vertical de arriba hacia abajo y la otra en
la dirección vertical de abajo hacia arriba. Es necesario conocer el código
visual de la duplicación o reiteración, habitualmente utilizado para obtener
una interpretación de movimiento o, construido con otro tipo de rasgos
semejante pero no idénticos, de la velocidad. La sintaxis que asocia, por
proximidad, la mano sosteniendo el frasco entre la representación del pulgar y
la del índice y el par de flechas de puntas duplicadas y de direcciones
contrapuestas, es la que permite una interpretación (que aparentemente teníamos
desde el principio) de la propuesta visual, en cuanto destinada a comunicarnos
que, determinado frasco (con seguridad, el que, como objeto efectivamente
existente, acompaña a la imagen simbólica; con lo que entraríamos en el ámbito
de la disposición o sintaxis indicial) debe utilizarse realizando ese
movimiento de aproximación entre los dedos pulgar e índice, mientras estos lo
sostienen en la posición mostrada.
También necesitamos del conocimiento
cultural de que la producción de "una pequeña nube de vaporización"
es el objetivo interesante a realizar mediante la manipulación del frasco en
cuestión.
Sólo he querido esbozar, por una parte
los a priori culturales o construcciones semióticas procedentes de la misma
o diferente semiosis de los que necesitamos disponer para interpretar una
imagen tan obvia como la presentada en el 1er cuadro de
Continúo, pues, con el análisis de otros
aspectos de las 25 imágenes simbólicas de
1. La representación de la mano.
Tratándose de un corpus de configuraciones propuestas a la interpretación como
Semiosis Sustituyentes acerca de (predominantemente) la manipulación de
determinados objetos e instrumentos, uno de los estereotipos más reiterados es
el de la mano o manos. Optar por esta representación, como acabo de afirmar,
requiere haberla seleccionado, de entre otras posibles representaciones, por
proyección del modelo correspondiente disponible en la memoria asociativa y por
ser el que menores transformaciones requiere, para producir una interpretación
aceptable de las imágenes percibidas. Está presente (total o parcialmente) en
11 de las imágenes del conjunto (1, 3, 7, 10, 11, 13, 15, 17, 20, 23 y 24) y en
otras 7 se la infiere (2, 4, 6, 14, 16[?], 19 y 22) como necesaria para
completar la configuración imaginaria de la acción efectivamente representada y
socialmente reconocible. En los casos en que la mano está presente, sus
relaciones sintácticas fundamentales son las siguientes:
(en 1) la representación de una mano
(derecha) y de un frasco con su base sobre la representación de un pulgar de
esa mano y su tapa bajo la representación de un índice de esa misma mano, para construir,
visualmente, el significado de un "sostener"; que no es el mismo
que el construido con esta palabra;
(en 3) la representación de una mano
(izquierda) como superficie de oclusión (que, junto con el "contorno de
oclusión", son expresiones muy utilizadas por David Marr para referirse a
este efecto de obstáculo visual y a su eficacia en la identificación de la
noción referencial de objeto; 1982: 218 ss y 295 ss) sobre la
representación de la parte media de un tubo de teléfono, para construir,
visualmente, el significado de un "asir"; que no es el mismo que
el construido con esta palabra;
(en 7: dos manos) la representación de
una mano (izquierda), en la parte inferior de una imagen y sobre el borde de
una representación de una bolsa (¿de basura?), y la representación de otra mano
(derecha), en la parte superior de esa imagen, con la representación de un dedo
índice de esa mano ocluyendo la representación de un papel arrugado (¿?) el
cual, a su vez, ocluye el resto de la misma mano, para construir el
significado, mediante una de ellas (la izquierda), de un "sostener"
y, mediante la otra (la derecha), de un "asir" (que no es el mismo
que el visualmente construido en 3 ya que sabemos que es una instrucción
intermedia que, en definitiva, construye un "arrojar", pero eso
surgirá a partir de la integración de este dibujo en una determinada sintaxis
existencial; por atractor mnemónico de esa sintaxis, nos anticipamos a
interpretar la gráfica en estudio como una instrucción de "arrojar",
aunque la estemos viendo fuera de su sintaxis existencial específica); construcción
visual del significado de "sostener", "asir" y
"arrojar", que no es ya el mismo que el construido con estas palabras;
(en 10) la representación de una mano
(derecha) , con los dedos cerrados ocluyendo parcialmente la representación de
un cable que termina en la representación de la ficha de un enchufe, para construir,
visualmente, el significado de un "asir"; que ya no es el mismo
"asir" que el visualmente construido en 3 y en 7, ni es el mismo que
el construido con esta palabra (el complemento de "retirar" o
"desenchufar" requiere la integración sintáctica del dibujo de
la flecha, con su dirección mostrada);
(en 11) la representación del dedo
(¿índice?) de una mano (derecha) apoyado sobre la representación de la parte
inferior e interna de una oreja humana, para construir, visualmente, el
significado de un "introducir" (¿o "limpiar" o
"hurgar"?); que no es el mismo que el construido con esta palabra;
(en 13) la representación de la punta de
dos dedos, posiblemente pulgar e índice, de una mano (izquierda), apoyados
sobre la representación de los dos alambres componentes de la representación de
un alfiler de gancho, para construir, visualmente, el significado de un
"desenganchar"; que no es el mismo que el construido con esta palabra
(el complemento del "empujar" previo, que se necesita para
"desenganchar", ha sido solucionado con palabras escritas, las
que también son imágenes simbólicas);
(en 15) la representación de dos manos,
una (la izquierda) en la parte superior de la imagen, ocluyendo la
representación de un costado de una cámara fotográfica, puesta en dirección
vertical, y la otra (la derecha) en la parte inferior de la imagen, ocluyendo
la representación del otro costado de la misma cámara fotográfica, la cual
ocluye la representación del ojo (izquierdo) y de la mitad (izquierda) de un
rostro femenino, para construir, visualmente, el significado de un "sostener
dirigiendo"; que no es el mismo que el construido con esta palabra
(que ello sea una instrucción de una posición posible para tomar una fotografía
requerirá de otras informaciones visuales, verbales y comportamentales,
complementarias);
(en 17) la representación del dorso de
una mano (derecha) con el índice extendido y los demás dedos doblados sobre la
palma, apoyando la punta de ese índice sobre la representación de una etiqueta,
para construir, visualmente, el significado de un "pulsar";
que no es el mismo que el construido con esta palabra;
(en 20) la representación de una mano
(derecha) al final de la representación del antebrazo y la representación de un
fragmento del otro antebrazo (izquierdo) con el resto y la mano correspondiente
ocluidos por la representación de un envoltorio al que se lo representa
sostenido por ambas manos (inferida la izquierda), rodeado, por debajo y por
los costados, por la representación de una caja abierta, para construir,
visualmente, el significado de un "meter" o un "sacar"
(necesitándose de la sintaxis existencial para decidir acerca de esa
alternativa); pero que no es el mismo que el construido con estas palabras;
(en 23) la representación de dos manos,
la izquierda arriba, apoyada sobre la representación de la tapa de un pequeño
botellón, y la derecha abajo, sosteniendo la base de ese mismo pequeño
botellón, con la característica gráfica de que ambas manos están duplicadas,
acudiendo a ese recurso visual (como ya vimos en las flechas de la imagen nº 1)
como representación del movimiento , para construir, visualmente, el
significado de un "sacudir" (cuya dirección necesitará de las
flechas para quedar construida); y que no es el mismo significado que el construido
con esta palabra;
(y en 24) la representación de tres
dedos (y de un cuarto semiocluido) de una mano (derecha), de los cuales la
punta del índice está apenas ocluida por la representación del orificio central
de un CD y la punta del pulgar, del medio y del anular están en contacto con la
representación del borde de ese mismo CD, para construir, visualmente, el
significado de un "sostener"; que no es el mismo que el
construido con esta palabra (y el modo en que el objeto quedará
sostenido se reitera mediante palabras. Sin perjuicio de que los
elementos gráficos mostrados harían innecesaria esta presencia del lenguaje
verbal).
En todos los casos, las
representaciones lo son de estereotipos de los elementos representados.
Los aspectos aquí identificados son
absolutamente incompletos para explicar el proceso visual de producción del
significado de estas imágenes simbólicas, lo que iré completando, pero,
posiblemente, sin poder agotarlo, por estar trasladando a lo verbal lo que está
propuesto gráficamente para la producción de su correspondiente eficacia
significativa.
En efecto, en estos mensajes estoy
acudiendo a la palabra (ya que no hago más que escribir) como explicación de
la eficacia semiótica de los dibujos, y tal considero que es la eficacia
cognitiva, por conceptual, de la palabra (su eficacia para explicar). Lo que no
considero como equivalente, ni tampoco que sea visible porque sea decible (o
sea, no considero a la palabra una condición de la visión), es la relación
entre el dibujo y la palabra o discurso verbal que lo representa. O sea, desde
la concepción de independencia pero complementariedad que sostengo como
la que interrelaciona las diversas semiosis socialmente concurrentes para
conferir significado a los fenómenos sociales, puede decirse que el dibujo
(en el caso al que me estoy refiriendo, o sea, en cuanto imágenes simbólicas;
lo que no ocurre con las imágenes figurativas ni con las cualitativas) es
una semiosis sustituyente que construye instrucciones, informando, sugiriendo o
prohibiendo acerca de un tipo determinado de fenómeno social (en estos
casos, manipulaciones de objetos), que adquiere significado (o sentido,
si lo consideramos como componente atómico de procesos más complejos que los
incluyen) por eficacia de tales dibujos. Los fenómenos o las
manipulaciones que están representados por los dibujos son Semiosis Sustituidas
o, si los enriquecemos con las restantes informaciones (construidas por la
confluencia de todas las semiosis: verbal, visual, indicial, etc.) que pueden
aplicársele, son Objetos Semióticos (Juan Magariños de Morentin, 2004: Apartado
3). El discurso verbal puede intervenir, a su vez, por supuesto, como
Semiosis Sustituyente del dibujo que, así, quedaría, provisionalmente,
constituido como Semiosis Sustituida, acerca de la cual la palabra siempre
tendrá algo que decir diferente a lo dicho por el dibujo; del mismo modo
como el dibujo, en cuanto Semiosis Sustituyente de un supuesto discurso verbal,
siempre tendrá algo diferente que mostrar acerca de lo que la palabra,
que, provisionalmente, quedaría constituida como Semiosis Sustituida, puede decir
como construcción verbal de esa misma acción, que ya no será la misma.
15.5 Intervalo
La característica predominante de la
representación visual del objeto, en este corpus de imágenes, es su
dinámica. El dibujo muestra lo que se está haciendo con o en el
objeto, su uso o su transformación. En este sentido, la imagen simbólica
presupone, por lo general, la situación existencial en la que se manipula o a
la que se aplica el objeto. Conviene recordar que mi idea es demostrar cómo
estas imágenes se diferencian, hasta el punto de constituir otra semiótica
particular, de las imágenes figurativas y de las imágenes
cualitativas o plásticas.
Así, en (2), la imagen simbólica representa,
con notables carencias que imposibilitan la individualización de la persona
representada, la imagen especular de un hombre que se está haciendo el nudo de
la corbata: situación existencial acerca de cuya correcta realización instruye
la imagen en estudio. La representación de los lazos y vueltas de la corbata
actualizan, en la simultaneidad de la imagen, los que son pasos secuenciales,
sucesivos y temporalmente diferenciados, del comportamiento de anudarse la
corbata. Obsérvese que fue necesario representar la cabeza, para que la
sintaxis de su ubicación por debajo de ella, al sugerir la representación
de que está en torno y a partir del cuello, identificase que lo que se
representa es una corbata y no, meramente, una cinta en la que se hace un nudo
o, incluso, una serpiente desenrollándose. Obsérvese, también que se ha
prescindido de las manos, las que, posiblemente, complicarían excesivamente el
dibujo y, por su carácter perceptual de superficies de oclusión, impedirían
percibir visualmente lo que se está haciendo con la corbata. Presencias,
ausencias y vueltas y pliegues del objeto que van construyendo la
sintaxis visual efectivamente significativa. Sintaxis que materializa,
determinadas relaciones virtuales, convencionalmente establecidas,
pertenecientes, en este caso, al sistema de uso de la indumentaria. La imagen
simbólica tiene por objetivo actualizar, exclusivamente, esta
característica virtual o esta posibilidad de un concreto aspecto del sistema
social, convencionalmente establecido, de la manipulación de objetos.
Destaco lo exclusivo de este objetivo,
porque en los casos de las imágenes figurativas y de las imágenes cualitativas,
lo efectivamente mostrado, pese a constituir su eficacia fundamental
(individualizadora, en el primer caso y experiencial en el segundo), no agota
lo que se muestra, sino que suele ser una mera excusa para actualizar otras
asociaciones hacia las que habrá de apuntar, en definitiva, la interpretación;
mientras que, en las imágenes simbólicas, mostrar lo que se muestra cumple y agota
su propuesta para la interpretación.
Por otra parte, las palabras, aquí,
fuera del uso explicativo que les estoy dando, no tendrían eficacia
demostrativa respecto del comportamiento visualmente representado. Creo que
puede afirmarse que las palabras no están, en las imágenes simbólicas, ni
antes ni después del dibujo (en cuanto, si el correspondiente dibujo está
bien resuelto, resultan innecesarias para su comprensión), sino que están
eficazmente reemplazadas por el dibujo (en cuanto expresivo de lo que, de
otro modo, sería indecible).
15.6 Aquello que podemos denominar
"elementos estrictamente simbólicos"
Identifiquemos los elementos
estrictamente simbólicos que aparecen incorporados en cada una de las imágenes
de ese conjunto representado en
En este sentido, las palabras son
prototipos de lo que estoy denominando "elementos estrictamente simbólicos".
Y encontramos palabras en las imágenes simbólicas números 13, 17
y 24. Las expresiones verbales representadas gráficamente (como
escritura) en las imágenes 13 y 24 expresan instrucciones cuyo sentido
se integra con los restantes elementos gráficos (los cuales, en los casos que
estamos revisando, representan comportamientos que realizan instrucciones que
pueden o no requerir expresarse verbalmente). Quiere decir que, al menos en los
casos 13 y 24, el intérprete productor considera que la representación visual
del comportamiento se considera insuficiente para su correcta realización, por
lo que se le agrega una específica indicación verbal acerca de cómo actuar.
En la imagen 13, la expresión verbal nombra
una acción ("pull/saque") con la que se logra un
resultado ("to open/para abrir"). Visualmente, la imagen
ofrece la percepción del resultado: al alfiler de gancho (o imperdible) ya se
lo ve abierto, que es lo que está enseñando a hacer la imagen. Y lo enseña con
otro tipo de elementos simbólicos no verbales que, en este conjunto de
imágenes, sólo aparece en esta imagen 13 y que su productor consideró
insuficientemente expresivos por lo que recurrió al complemento verbal: son esas
pequeñas líneas paralelas a la aguja móvil, tres desde la cabeza del
alfiler hacia el centro de la imagen y seis entre la cabeza del alfiler y el
dedo que se apoya en la punta abierta. En otro tipo de imágenes, como las de
las historietas gráficas, es habitual recurrir a este tipo de imagen expresiva para
representar el movimiento (de un auto que avanza, de un pie que corre, de
un pájaro que vuela, etc.); justamente lo que se busca representar aquí: un
pequeño movimiento hacia adentro (las tres líneas) y un movimiento más amplio
hacia fuera (las seis líneas). También estas líneas son elementos
estrictamente simbólicos, en cuanto requieren ser aprendidos, pero, por
supuesto, diferentes a las palabras.
En la imagen 24, la expresión verbal es
redundante, como ya anticipé, puesto que afirma ("this way/de este
modo") lo que la imagen muestra, al representar la posición de los
dedos, como el modo correcto de sujetar un CD. Salvo las imágenes que prohíben
algo, todas las demás podrían agregar esta expresión, ya que ésa es la semántica
que construyen visualmente: el modo de hacer algo.
Es distinto el caso de la imagen 17.
Aquí, lo verbal es el nombre del objeto hacia el que se dirige la acción
del dedo extendido de la mano representada. Conociendo el contexto habitual,
todo aparato movido con algún tipo de energía eléctrica o nuclear tiene un
pulsador que activa la fuente. Aquí se designa, explícitamente, ese lugar de
activación de la energía ("power"), recuadrando la propia
palabra que lo designa, como a veces aparece sobre la carcaza del propio
aparato; con la representación de cuyo recuadro incrementa la representación
visual de la tecla, llave o pulsador digital, a establecer la necesidad de
activar el cual se dirige la propuesta semántica de la imagen. Así que,
en este caso, la representación de la palabra es una representación del
objeto a manipular.
También los números son
prototipos de elementos estrictamente simbólicos. Aparecen números en la
imagen 22; también en las imágenes 18 y 21, pero, como están asociados con
otros elementos simbólicos prefiero dejar el comentario de estos últimos para
un poco más adelante.
En la imagen 22, los números
representados: un "1" y un "2" identifican
respectivamente cada una de dos puntas de algún aparato que se supone conocido
o al que se lo ve, simultáneamente, por estarlo manipulando. La configuración
total de la imagen con la representación convencionalizada de un pelo, saliendo de su alvéolo y
quebrándose al estar representada la acción de la punta nº 1, junto con la
experiencia indicial de nuestro comportamiento depilatorio, y con nuestro papel
admitido o impuesto de intérpretes frecuentes de mensajes publicitarios, tiende
a que lo interpretemos como la eficacia de determinado artefacto,
posiblemente una afeitadora, que, después de la eficaz acción de la punta
designada como "1", todavía se reserva la eficacia incrementada por
la presencia de la punta designada como "2", quedando fuera del
universo semántico aquí representado la eventual formulación de una norma acerca
de su manipulación correcta, limitándose a informar acerca de una
característica de su funcionamiento.
La flecha o la pluralidad de flechas, constituye otro de los elementos estrictamente
simbólicos incorporados a la sintaxis visual de estas imágenes
simbólicas. La representación de una flecha ha pasado de ser la
representación de un arma que se lanza hacia un objetivo (bélico o deportivo) a
ser la representación de la dirección en la que se encuentra ese
objetivo o según la que deberá desplazarse determinado objeto, por supuesto
dotado de movilidad. Aparecen una o varias flechas en las imágenes
simbólicas 1, 3, 6, 10, 11, 14, 23 y 25. También en las numeradas como 18 y
21; pero, de nuevo, dejo su análisis por concurrir con otros: letras y/o
números. En todos los casos primero mencionados, siempre se integra junto a la
representación de determinado objeto: (1) frasco, (3) tubo de teléfono, (6)
solapa de envase, (10) enchufe, (11) dedo, (14) par de cucharones, (23) otro
frasco mayor que el primero y (25) señal de bifurcación caminera. En todos
estos casos, la sintaxis de esta asociación añade la representación de
un movimiento direccional, conforme al cual deberá manipularse el objeto
representado: (1) sacudirlo reiteradamente hacia arriba y hacia abajo, (3)
levantarlo separándolo, (6) abrir levantándolo, (10) sacarlo horizontalmente,
(11) girarlo sobre sí mismo, (14) girarlos circular y simultáneamente, (23)
sacudirlo reiterada y lateralmente y (25) separar y juntar la marcha de los
vehículos sobre una ruta; siempre teniendo presente que la representación de
estas acciones tal como aquí quedan dichas no es la misma que la construida
visualmente. Si sacamos la flecha, se pierde el sentido; dejo la reflexión
sobre el efecto que produciría esa carencia al ejercicio de vuestra imaginación.
Los casos 18 y 21 tienen de particular
que, en el 18, junto a la representación del objeto: una especial conexión
eléctrica, están también representados, (a) una pequeña flecha destacada con un
círculo, (b) una letra "H" también incluida en un círculo y (c) el
número "10" entre dos líneas paralelas, en el exterior de las cuales
se contraponen dos flechas. Cada uno de estos tres elementos estrictamente
simbólicos aporta, al relacionarse sintácticamente con una parte específica de
la conexión eléctrica representada, o sea, (a) con la representación de un tipo
de cable visualmente diferenciado, (b) con la representación de un tope que
representa un límite y un impedimento de deslizamiento y (c) con la
representación de la dimensión de un margen que habrá que preservar (con las
flechas indicando, contrapuestas a cada lado, el ajuste de dicho margen),
aporta, decía, por esta relación sintáctica, un incremento semántico que
hace, de esta imagen simbólica un discurso mucho más complejo que los de las
restantes imágenes simbólicas de este conjunto.
Por su parte, la imagen simbólica, que
he numerado como "21", integra sintácticamente la
representación del perfil de un cuerpo humano, con (a), a nuestra izquierda (a
la derecha de la figura humana representada), una columna constituida por una
serie de números subrayados; con (b) sobre el mismo lado, una llave de diagrama
entre esa columna de números y la representación de la figura; con (c), sobre
el mismo lado, una fina flecha que llega desde el medio de esa llave hasta la
representación de la cintura de la figura; con (d) una línea de puntos
horizontal sobre la representación de dicha cintura. Esto permite interpretar
esa columna de números como las medidas que puede llegar a tener la cintura
representada. Pero, además, la representación del perfil de un cuerpo humano
también se integra sintácticamente, con (e), a nuestra derecha (a la
izquierda de la figura humana representada), otra columna constituida por otra
serie de números subrayados; con (f) sobre el mismo lado, un línea vertical
terminada en sendas y contrapuestas puntas de flecha; con (g) dos líneas de
puntos horizontales que vinculan a la punta de flecha superior con el ápice de
la representación de la cabeza de la figura humana y la punta de flecha inferior
con la representación de la planta de los pies de la misma figura. Esto permite
interpretar esta columna de números como las medidas que puede alcanzar
la estatura de la figura humana representada. El subrayado de cada uno de los
números de cada una de las columnas acentúa visualmente la correspondencia
entre los del mismo nivel de una y otra columnas, construyendo la relación
semántica entre altura y dimensión lineal de la cintura.
Estas tediosas descripciones tienden a
identificar los aspectos visuales que explican la interpretación que, en
la comunicación cotidiana, logramos de manera inmediata e intuitiva. Y
no puedo dejar de asociar esta reflexión con la "comunicación oral"
de un "no especialista" que cita M. Pêcheux, en la introducción al
artículo de Courtine (1981); no-especialista que se pregunta irónicamente,
refiriéndose a la tarea del análisis de discurso: "¿Es esa disciplina
gracias a la cual se emplean diez años en establecer lo que un lector
medianamente ilustrado capta en diez minutos?" No perdamos de vista que
una cosa es interpretar y otra explicar por qué interpretamos lo que
interpretamos; que una cosa es diseñar una imagen para que quien la
perciba sepa cómo comportarse y otra explicar por qué esa imagen trasmite
esa información. No me estoy justificando (¿o sí?), pero estoy explicando
por qué la semiótica es una metodología de investigación en ciencias sociales.
15.7 Necesidad de una sintaxis, al menos
virtual
Las imágenes 2, 4, 12, 16 y 19
representan exclusivamente objetos, sin integrarlos sintácticamente con
la representación de las manos que eventualmente pudieran manipularlos o de
alguno de los otros elementos estrictamente simbólicos a los que ya he hecho
referencia: flechas, letras o palabras, ni números.
Pero, en todos los casos, se proponen
a la percepción efectivas relaciones entre representaciones de objetos, de
modo tal que siempre se perciben representaciones de más de uno, ya que, de lo
contrario, no construirían ninguna instrucción ni información, sino que
meramente consistirían en la mostración de una representación empobrecida,
en cuanto estereotipada, la cual, sin ninguna configuración de uso que la
justifique, carecería de significación. Es lo que parecería ocurrir con
la imagen 12 que consiste en la representación del sol, desplazado hacia la
derecha y hacia la parte superior del recuadro, y de algunos de sus rayos. Se
requiere la experiencia de haberla visto estampada en la carrocería de algunos
ómnibus o vehículos públicos, cerca de la puerta de acceso y junto a otras imágenes
simbólicas que informan acerca de comodidades que se ofrecen al potencial
pasajero, para que la interpretemos como informando acerca de la polarización
de los vidrios de la ventanilla que protegen de la crudeza de la luz solar.
O sea, que la sintaxis necesaria
puede establecerse, no sólo entre aspectos gráficamente representados en el
interior de la imagen, sino que también puede establecerse relacionándola con
actividades o con otros elementos externos a la imagen, pero en una proximidad
que permita establecer la vinculación entre ellos. Una imagen que tuviera una
única representación de un objeto o que no pudiera vincularse a otra
representación, actividad u objeto existencial externo a esa imagen, o sea, una
imagen sin relaciones sintácticas internas o externas a la propia imagen, no
sería nunca una imagen simbólica, en cuanto no construiría significación
alguna.
La necesidad de poseer las claves
interpretativas que permitan identificar las representaciones propuestas a la
percepción y las relaciones que se establecen entre ellas, vincula estas
imágenes al campo de lo simbólico, en cuanto convencionalmente
vigente. Es el caso de la dificultad o, incluso, imposibilidad de
interpretar la imagen 16: se identifica la representación de dos dientes, uno
en la parte superior y otro en la inferior que corresponderían a ambos
maxilares. Incluso puede interpretarse, en la zona intermedia, la
representación de un cepillo de dientes, si bien en un extraño escorzo. Pero el
cuarto elemento resulta, al menos para mí, imposible de interpretar, ya que,
aunque representase a la pasta dentífrica, no advierto cuál pueda ser la acción
que se sugiere o el modo correcto de realizarla que se propone, con lo que la
imagen en su totalidad, al carecer de una estructura sintáctica reconocible,
pierde su capacidad semántica y se hace opaca.
Quedan tres imágenes que incluyen dos
modos gráficos de representar la prohibición, mediante los
correspondientes elementos estrictamente simbólicos: las aspas o la
"X", por una parte, con su representación generalizada de lo
"tachado" o "eliminado" y, por otra, el trasplante
metafórico de la señal (que, en estricta terminología semiótica, no es tal
o que no lo es en todos los casos, ya que la función semiótica de la
"señal" consiste en anticipar la presencia futura del objeto
representado) de tránsito que establece la prohibición de circular o,
superpuesta a una "E" o una "P" representativas (la última
por influencia anglosajona) de estacionar y que se generaliza hasta
establecer la idea de prohibición respecto a transportar el tipo de objetos
o realizar el tipo de comportamiento, que aparezca representado bajo ella.
En realidad, sólo la imagen 9 es clara
en su prohibición de bañarse, por la metáfora de la superposición de la
prohibitiva señal de tránsito sobre la representación de la bañadera con la
representación del agua cayendo de la ducha abierta.
La imagen 5 se sabe que prohíbe, pero no
se sabe exactamente qué es lo que prohíbe: si prohíbe beber agua (en el
contexto de algún comportamiento determinado, posiblemente alimenticio) o
volcar en un vaso algún líquido (del que por la disposición de su uso se sabrá
de cual se trata). Y de la imagen 8 también se sabe que prohíbe, por la
"X" tachando las tres líneas paralelas, pero tampoco es claro lo que
prohíbe, salvo por el indicio (que tampoco es tal en estricta terminología
semiótica, ya que la función semiótica del "indicio" consiste en recuperar
la presencia histórica del objeto representado, sino ambiguo estereotipo de no
se sabe bien qué objeto pretendidamente representado) de que las líneas
levemente curvadas del rectángulo que contiene la información prohibitiva,
aludan a un televisor; con lo que lo prohibido sería encender la televisión.
En el próximo apartado, procuraré
sistematizar las laboriosas observaciones realizadas con relativa minuciosidad,
elaborando lo que considero serían las reglas del sistema simbólico al
que pertenecen estas imágenes.
O sea, por una parte, pretendo sostener
la afirmación de que, si se dispone de un corpus de configuraciones gráficas
(como también ocurriría si se dispusiera de un corpus de contextos verbales
o de disposiciones existenciales) junto con el conjunto de las relaciones
sintácticas efectivamente aplicadas para su construcción, sería posible conocer
el sistema del cual proceden, siempre suponiendo que, en todos los casos en
estudio, se trata de signos (imágenes, palabras o comportamientos) simbólicos,
por tanto relativamente unívocos y convencionales.
Y, por otra parte, también pretendo
sostener la afirmación de que, sólo si se conocen las reglas de un sistema
de signos simbólicos, será posible explicar cómo la interpretación podrá
atribuir determinada y no otra significación a las configuraciones gráficas (o
los contextos verbales o las disposiciones existenciales) que se están
percibiendo en un momento dado.
15.8 Las reglas del sistema de las
imágenes simbólicas
Voy a tratar de describir las reglas que
constituyen el sistema de donde han surgido las configuraciones de
las imágenes simbólicas sobre las que he estado trabajando. Cumpliendo con
esas reglas, un interpretante productor podría proponer, a los
eventuales interpretantes intérpretes, otras configuraciones
visuales destinadas a comunicar, mediante las correspondientes propuestas de
percepciones visuales, otras instrucciones, informando, sugiriendo o
prohibiendo otros determinados comportamientos, igualmente relativos a
la manipulación de objetos. O sea, a partir de determinado sistema de signos
simbólicos puede construirse una cantidad indeterminada de textos
(configuraciones icónicas, disposiciones existenciales o contextos
simbólicos).Tal es el ámbito en el que se cumple la eficacia semántica de
las imágenes simbólicas procedentes del sistema de reglas identificadas en
el análisis.
Esta enumeración no agota las reglas
posibles ni las reglas necesarias para la existencia eficaz de un sistema de
generación/interpretación de configuraciones visuales, con características de
imágenes simbólicas. Sólo registra (algunas de) las efectivamente utilizadas
para la construcción del repertorio de imágenes simbólicas sobre las que he
trabajado. Otras configuraciones nos permitirían acceder a otras
reglas que se integrarían en el mismo sistema o en otro sistema afín.
Por ejemplo, las identificaciones visuales de los respectivos baños (o "toilettes")
de hombres y de mujeres, por lo general se construyen con la imagen
estereotipada del perfil o borde de una superficie de oclusión que
representa frontalmente, en un caso, a una mujer, identificable por estar
representada con melenita y pollera (o falda) y, en el otro, a un hombre,
identificable por estar representado con saco y pantalón (existen variantes,
por supuesto, que se orientan, en todos los casos, a producir una identificación
visual diferencial, por género). O sea, no se representa la actividad que va
a cumplirse, ni el modo de cumplirla, ni el mobiliario sanitario
a utilizar, sino que se vincula a cada imagen con el correspondiente
espacio asignado a uno u otro sexo (o, más bien, a una u otra forma de vestir),
ya bien asociándolo a la imagen mediante la correspondiente flecha direccional
o ya bien situando las respectivas imágenes visuales sobre las puertas de los
correspondientes espacios. Se trata de dos reglas no utilizada por las imágenes
estudiadas, pero (suponiendo que incluimos a las correspondientes imágenes
simbólicas que acabo de describir en nuestro repertorio) con las que podríamos
comenzar la descripción normativa del sistema en estudio:
Proponer una representación del
protagonista de la acción, sin ninguna referencia a la acción en cuestión;
un implícito visual, fuertemente motivado por el respeto a las
"buenas costumbres" y fuertemente establecido en el imaginario
social, como para identificar inequívocamente el significado de la imagen en
cuestión;
identificar
una diferenciación de género por
criterios convencionales de la representación del uso diferencial de la
vestimenta, con independencia de la actualidad o de la pérdida de vigencia
de dicha vestimenta; y continúo, ahora sí, con el registro de las reglas
emergentes de nuestras 25 imágenes simbólicas;
utilizar la imagen de una o varias
flechas para representar el movimiento y/o la dirección, en casos, como el presente, que solo incluyen
imágenes gráficas estáticas;
utilizar la imagen de la
"X" o la metáfora de la imagen de "no estacionar" o de
"no avanzar" superpuesta a la representación de un objeto o acción
para prohibir dicha acción o la manipulación de dicho objeto. El uso de la "X" para trasmitir la idea de
eliminar o prohibir, así como su significado más inmediato de
"tachar", no deja de ser una exploración interesante: ¿por qué se
tacha con una "X"?; sería una petición de principio explicarlo
afirmando que la "X" se construye con el doble ademán que constituye
un gesto de rechazo;
representar la acción o el estado de
cosas inmediatamente anterior a la producción del resultado deseado;
duplicar con palabras lo representado
con la imagen. Esta duplicación, o es
innecesaria, y por tanto criticable, dado que ya lo expresa adecuada y
suficientemente la imagen, o es necesaria para entender lo representado,
pero igualmente criticable, por haber aceptado la comunicación basada en una
imagen insuficientemente expresiva para identificar la instrucción
correspondiente;
utilizar letras y/o números para
remitir a instrucciones escritas,
ajenas a la configuración visual propuesta (pertenecientes a algún folleto en
el que se integra o que acompaña a la imagen instructiva);
utilizar números para aportar información
métrica no representable visualmente o
no representable en cuanto totalidad de sus variaciones posibles, por economía
comunicativa;
asociar la representación de una
característica o cualidad con el objeto o ámbito del que se destaca esa
característica o cualidad,
superponiendo, físicamente, la imagen instructiva sobre el objeto o ámbito;
la mayoría de las acciones
representadas consisten en "manipulaciones", no obstante, es posible
que la concreta representación de la mano esté elidida, representándose a los objetos como entidades
metafóricamente "animadas" o dotadas de movimiento propio. Puede
haber otras reglas; por el momento llego hasta aquí y dejo a la observación del
lector la identificación de las otras posibles.
15.9 Conclusión
Me parece oportuno concluir
(provisionalmente) estos desarrollos acerca de la semántica de las imágenes
simbólicas, con algunas reflexiones que las encuadren y fundamenten en la
correspondiente problemática semiótica y cognitiva.
En principio, considero haber
justificado mi hipótesis acerca de la diversidad de problemáticas tanto
semióticas como cognitivas que comparten, a veces de modo equívocamente
indiferenciado, el espacio epistemológico de la iconicidad visual.
Supongo que se habrá hecho evidente que lo que he ido explorando es pertinente
para explicar la eficacia semántica de un tipo de imágenes a las que he
calificado de "simbólicas" y que eso mismo no sería en absoluto
pertinente como explicación de la eficacia semántica de los otros dos tipos de
imágenes que (provisionalmente) he calificado como "figurativas" (ejemplificadas
con la fotografía de Frida Kahlo de
Un aspecto que surge como interesante
del análisis que he ido realizando, sobre las configuraciones de las imágenes
simbólicas, consiste en su aspecto "deíctico" en cuanto
construye el significado de la manipulación de objetos o la realización o
impedimento de comportamientos determinados que están involucrados en el
concreto acto de comunicación que se está produciendo. La calificación de "deíctico"
corresponde a una posibilidad en el caso de los enunciados lingüísticos, los
que pueden no ser deícticos; y la diferencia radica en que, en el caso de las imágenes
simbólicas, los enunciados visuales que éstas configuran no pueden dejar
de ser deícticos. Es decir, las configuraciones de imágenes simbólicas no
construyen significados universales o abstractos, sino que siempre están referidos
a existentes específicos. Los 25 gráficos analizados3 encuentran su sentido en la medida en que son
aplicables al manipuleo de objetos determinados o a la realización eficaz de
determinados comportamientos o a su prohibición.
Esto tiene dos derivaciones: por una
parte, la necesidad de explorar los que podemos denominar "actos
gráficos" o bien “iconopoiésis”. Semejantes a los actos de habla ("hacer
cosas con palabras") en que, así como éstos requieren, para ser eficaces,
la concurrencia de otros factores además de determinados enunciados
lingüísticos, los actos gráficos ("hacer cosas con imágenes")
requieren el complemento de otras instancias, además de la propuesta
comunicativa de la propia imagen simbólica. Así como, por ejemplo, la eficacia
de la promesa, en el caso de los actos de habla, no se cumple si el que
promete ha decidido no cumplir su promesa y/o si aquel al que se le promete
algo no desea lo que se le promete; así también la eficacia informativa, por
ejemplo, de la imagen simbólica del nº 12 (el recuadro con el sol y los
rayos de luz) no se cumple si se la adhiere al respaldo de una silla, o tampoco
se cumple la eficacia de la instrucción de la imagen simbólica nº 13 (la
instrucción para abrir el alfiler de gancho) si correspondiese a un folleto
acerca del modo de lograr el correcto funcionamiento de una fotocopiadora. Por
el contrario, los actos gráficos difieren de los actos de habla en
que su eficacia semántica se obtiene con independencia de la voluntad del
que lo formula y de que aquel al que se instruye siga o no lo que se le propone
gráficamente; el comportamiento de este último podrá fracasar, pero ello no
anula la eficacia del acto gráfico; cómo abrir un alfiler de gancho (un
imperdible) está correctamente enunciado en la imagen simbólica nº 13,
aunque su destinatario prefiera abrirlo de otro modo (por ejemplo, doblándolo).
O sea, en el acto gráfico, la eficacia semántica es independiente
de la eficacia comunicativa para que se cumpla la instrucción que
formula; mientras que, en el acto de habla, no se produce su eficacia
semántica, salvo que se den las restantes condiciones implicadas.
Por otra parte, la relación entre la imagen
simbólica y determinado objeto o comportamiento constituye
fundamentalmente una proposición pertinente a la semiótica indicial. O
sea, semánticamente, organiza un comportamiento, por lo que necesita, tanto si
se lo cumple correcta como incorrectamente, integrarse en una disposición
existencial; tiene que tener realización física, alcance ésta o no
el éxito. Así pues, estas imágenes simbólicas pertenecen a la semiótica
visual en cuanto configuraciones perceptuales, pero cumplen su eficacia en
el ámbito de la semiótica indicial.
Y esto nos lleva a reflexionar acerca
del tipo de temporalidad que generan, como específico efecto semántico,
estas imágenes simbólicas. En general, creo poder afirmar que las
imágenes simbólicas se sitúan siempre en un presente, el de la acción
representada, desde el que se construye el futuro de determinado
resultado del que se explica como conseguirlo o se prohíbe su realización. A
veces (figuras 3, 6, 10, 13, 18, 24) el presente en que se sitúa la
imagen simbólica representa la forma correcta del estado-resultado, con lo que
tal presente es el futuro de un proyecto que se representa ya
realizado4.
Siendo todo esto claramente distinto de
lo que, tanto semiótica como cognitivamente, ocurre con las imágenes
figurativas (lo escrito no aporta nada a la explicación de la eventual
eficacia semántica de la fotografía de Frida Kahlo) o con las imágenes
plásticas (tampoco aporta nada a la explicación de la eventual eficacia
semántica de la propuesta visual de Van Der Werf), creo haber demostrado
efectivamente que se trata de tres semióticas distintas.
Notas
1 El otro implícito, subyacente en lo que voy
desarrollando, rechaza categóricamente la opción, característica del enfoque
positivista, de privilegiar un objeto observable real, en el sentido concreto,
existente fuera de mi ‘mente’. Yo opto por privilegiar la tarea de explicar cómo
conozco a ese existente (y, para eso, tengo que explorar las
características y operaciones de mi mente/cerebro), con independencia del
problema de su existencia. Por supuesto que no cuestiono lo óntico; no
creo que seamos el sueño de un loco en el rincón de un manicomio. Pero
como no me interesan, y esa es mi opción personal, las características
metafísicas de la semiótica, sino sus aspectos metodológicos, lo que sí
me interesa es tratar de encontrar una explicación posible (hasta que se
desgaste y se requiera otra) acerca de cómo puede construirse el
significado del mundo mediante las semiosis que están disponibles, en este
momento y en este espacio (latinoamericano) de la historia y de la cultura. Y
no considero que esta actitud metodológica sea superior en algo a la actitud
metafísica, ni considero a ésta superior en algo a la mía. Lo que expuse y lo
que voy trabajando es el camino que considero eficaz para llegar a donde
pretendo y lo seguiré explorando hasta que note que aquello a lo que no da
respuesta junto con el conjunto de las contradicciones en las que
inevitablemente incurro (pero de las que tomo conciencia porque hasta allí
llegué) plantean una exigencia insoslayable, me toque a mí asumirla o a otro,
de superar el lenguaje con el que construyo ese fragmento de la
explicación del mundo en cuya elaboración he comprometido mi existencia.
2 Esta expresión "interpretante intérprete"
encuentra sentido en la correlación peirceana con las de "interpretante
productor" e "interpretante comunicativo"; con dudas acerca de
la autonomía conceptual del último, he utilizado fructíferamente las otras dos
variantes del interpretante (ver Robert Marty, 1990 y Juan Magariños de
Morentin, 2002a: apartado 13).
3 Entre estas imágenes simbólicas a las que he venido
analizando, se incluyen también, entre otras muchas, los ideogramas, la
escritura jeroglífica, los jeroglíficos (también conocidos con la designación
francesa, de vetusta reminiscencia latina, "rebus" o acertijos
gráficos o dibujos enigmáticos), los dibujos de ciertos textos científicos y
técnicos de plantas y flores, maquinarias, anatomía, etc., los planos y
representaciones provenientes de los sistemas gráficos utilizados en arquitectura,
las fórmulas estructurales de la química, las configuraciones heráldicas en los
escudos de armas y, por supuesto, los Grafos Existenciales ("Existential
Graphs") de Charles Sanders Peirce (CP. 4.347-4.584). La versión actual
que, por su quasi-omnipresencia, hace imprescindible su conocimiento, abarca
las indicaciones de las computadoras (con una fuerte implantación del término
"iconos"), de informaciones deportivas, universitarias,
hospitalarias, de circulación vehicular, de agricultura y ganadería, de industria
textil, lavado y planchado y cuidado de prendas, de super e hipermercados,
ferrocarriles, aeropuertos, aduana, cambio de moneda, bancos, turismo, correos
y teléfonos, informaciones para minusválidos, identificaciones religiosas:
cristianismo, judaísmo, islamismo, budismo, etc. (ver Otl Aicher & Martin
Krampen, 1979).
4 Sugiero relacionar esto último con la siguiente cita de Peirce: 2.270
(Volumen II. ELEMENTOS DE LÓGICA / Libro II. GRAMÁTICA ESPECULATIVA /
Cap. 2: La división de los signos / §9. La tricotomía de los argumentos)
"Una abducción es un método de formular una predicción general sin ninguna
seguridad positiva de que tendrá éxito, tanto para un caso especial como de
modo general, consistiendo su justificación en que es la única esperanza posible
de regular nuestra conducta futura racionalmente y de que
16 LO QUE EXPLICA
16.1 Prolegómeno
La actitud básica de todo investigador
que trata de explicar cómo se produce el significado de algún fenómeno de su
entorno, consiste en asumir que la capacidad del ser humano para percibir un
fenómeno, requiere haber conocido previamente algún o algunos enunciados que le
atribuyen existencia ontológica. Este enunciado puede tener cualquiera de
las características semióticas identificables: ser un texto verbal, visual,
auditivo, comportamental, etc., o por combinatoria de los anteriores; requiere
ser diferente del fenómeno y referirse o contener referencia(s) al mismo; el
intérprete puede haberlo registrado intencionalmente o de modo subconsciente o,
incluso, inconsciente. El Esquema 1, en el Anexo,
sintetiza e interrelaciona estas características. Esta conceptualización de
Un
interesante repertorio de tales enunciados posibles, capaces de
conferir existencia ontológica a los fenómenos del entorno, puede provenir de
la reflexión acerca de lo que Charles S. Peirce denominó “Los 10 signos” (ver, antes, 6.4.2 Los 10 signos de Ch. S.
Peirce, en la génesis de las semióticas particulares).
En este trabajo, me limitaré a
desarrollar la capacidad cognitiva exigida al intérprete a partir de los
enunciados de naturaleza icónica, en su especificidad visual y a través del
análisis de sus 3 variantes fundamentales: (1) imágenes visuales plásticas (Figura 1); (2) imágenes visuales
figurativas (Figura 2); y (3) imágenes visuales conceptuales (Figura 3).
16.2
¿Qué se entiende por “semántica visual”?
La respuesta más inmediata a esta
pregunta puede intentarse diciendo que “la semántica visual” es una expresión
que, en principio, designaría, por una parte, la capacidad de las imágenes
materiales visuales para dar cuenta del significado de determinados fenómenos y,
por otra, la disciplina que se propone explicar el proceso mediante el cual
ello ocurre.
Plantear la pregunta a la que trato de
responder implica que considero problemático identificar de qué se habla,
cuando se habla de “semántica visual”. No obstante, es un tema que, por lo
general, sólo aparece incidentalmente tratado en los estudios de semiótica
visual sin que, en la medida en que he podido informarme, haya sido tomado como
tema central de algún desarrollo expositivo o de alguna investigación empírica.
Se ha estudiado el significado de las imágenes visuales, pero
predominantemente como resultado de la producción artística; considero, no
obstante, que una semántica visual comienza desde mucho antes de la
transformación retórica, al simple nivel de la percepción visual de una imagen
material visual. Dejo también de lado el uso de la expresión “semántica visual”
en estudios de lógica computacional, donde se la vincula con la representación
visual de estructuras cognitivas, utilizando como instrumento específico a la
semántica formal. No es que este enfoque sea ajeno a la problemática de la semiótica,
ya que, pese a una casi completa exclusión de cualquier referencia a la
semiótica, esos estudios parten de definir al “lenguaje visual” como
“equivalente en poder expresivo a los lenguajes de inclusión de términos
expresados en forma textual” (Gaines, B. R., 1995). Exclusión bastante
inexplicable ya que fue Peirce, en sus “Grafos Existenciales” (CP: 4.347-584),
uno de los que mayor utilidad y consistencia le dieron a la representación
gráfica de las estructuras lógicas. Pero mi intención no es seguir esta línea
de investigación (con una interesante temática que incluye la imposibilidad de
comprender las explicaciones geométricas si se prescinde de las
correspondientes figuras), sino establecer los alcances del término “semántica”
cuando, calificada como “visual”, se utiliza la expresión resultante para
designar las características de las imágenes materiales visuales a partir de
las cuales un intérprete puede representarse determinadas características de
determinados fenómenos del entorno natural y social, así como también para
designar a la disciplina que estudia el proceso correspondiente.
Pero ya he transformado lo que empecé
diciendo; esta última definición designativa no es equivalente a la inicial;
veamos sus diferencias. Ya no se trata de una “capacidad de las imágenes
materiales visuales” sino de “las características de las imágenes
materiales visuales a partir de las cuales un intérprete puede...” Es
bastante frecuente en el lenguaje de las ciencias sociales que, mediante el uso
de paráfrasis y con la estructura de metáforas (y, en especial, de “metáforas
muertas”, en la designación de Paul Ricoeur, 1977, p. 427 ss, o sea, tan
habituales que ni percibimos que son metáforas y producen la falacia de
considerarlas referencialmente descriptivas), se atribuyan a entidades
inorgánicas (tanto materiales como ideales) cualidades que corresponden a la
actividad de un sujeto agente e, incluso, aquellas que requieren el uso del
pensamiento. Tal la falacia de atribuir a las imágenes materiales visuales la “capacidad...
de dar cuenta del significado...” Ajustando la expresión, digo ahora que
las imágenes materiales visuales tienen “características... a partir de las
cuales un intérprete puede...”, con lo cual quien produce la significación
es el interpretante intérprete (Magariños de Morentin, J., 2003a, Cap. 12) y no
las imágenes (como, mutatis mutandis, no es el texto, sino el lector), coincida
o no esta interpretación con la que se propuso el intérprete productor (autor)
al configurar la imagen en estudio. En definitiva, las imágenes materiales
visuales no tienen capacidad para dar cuenta del significado de determinados
fenómenos; pero las imágenes materiales visuales poseen características que
permitirán a un intérprete representarse otras determinadas características de
determinados fenómenos.
Esta es otra modificación: ni siquiera
refiriéndome al intérprete digo que mediante determinadas características de
las imágenes materiales visuales el intérprete capte el significado de
determinados fenómenos. Digo que por su intermedio un intérprete podrá representarse
determinadas características de determinados fenómenos, lo que
evidentemente no constituye un sinónimo del significado de determinados
fenómenos. Con lo cual, cuestiono también que las imágenes o determinadas de
sus características puedan ser utilizadas para la representación o la
construcción del significado de determinados fenómenos; pueden representar
otras determinadas características de determinados fenómenos, que no
necesariamente constituyen su significado. Esto puede comprenderse teniendo en
cuenta que ninguna semiosis es autosuficiente, y que cuando un intérprete
contempla una imagen material visual, como cuando contempla cualquier otro tipo
de espectáculo natural o artificial, le está agregando aquel texto simbólico
que considera más afín con lo percibido, desde su propio sistema ideológico,
construyendo así un significado que no procede de la pura percepción (Magariños
de Morentin, J. 2005a). O sea, el límite de lo que puede llegar a afirmarse es
que mediante determinadas características de las imágenes materiales
visuales, un intérprete puede representarse otras determinadas características
de determinados fenómenos. Explicar lo cual sería el objetivo de la
disciplina a la que llamamos “semántica”.
Al no tratar, al menos en principio y
necesariamente, del significado, el nombre de tal disciplina se distancia
también de lo que habitualmente se interpreta como su pertinencia específica y
sólo nos queda el nombre, irreflexivamente aplicado, de una disciplina que,
respecto de otro objeto de conocimiento, da cuenta de otro proceso diferente. Nuestro
objeto de conocimiento está constituido por las imágenes materiales visuales y
lo que un intérprete puede producir a partir de ellas (exclusivamente) sólo
merecería el nombre de “representación de determinadas características de
determinados fenómenos”, lo que, de ser así, está muy distante de lo que se
designa como “significado de determinados fenómenos”, para cuya producción se requeriría
la concurrencia de otras semiosis diferentes de la visual.
Si decidimos conservar la designación de
“semántica” para tal disciplina, deberemos aclarar que su objeto de
conocimiento consiste en establecer cuáles son las características de las imágenes
visuales a partir de las cuales un intérprete puede representarse otras
características de determinados fenómenos, que ya no son las imágenes
materiales visuales sino lo por ellas representado, y establecer cuáles sean
estas otras características de esos otros fenómenos y cómo se produce la
representación de estas últimas a partir de las primeras.
Si fuéramos admitiendo lo qué pretende
decir todo esto y estuviéramos de acuerdo en el desplazamiento del campo de
estudio que he propuesto y con la necesidad de estudiar las consecuencias
lógicas de tal desplazamiento, estaríamos más cerca de comprender qué
entendemos por “semántica visual”.
16.3 Tres semánticas visuales, una para cada operación
cognitiva diferente
Hay todavía otra dificultad. Esa
operación, que realiza el intérprete para relacionar determinadas
características de determinada imagen material visual con determinadas
características de determinado fenómeno por ella representado, varía según tres
parámetros claramente diferenciables.
Primero (y sigo el orden lógico propuesto por Peirce al
estructurar su faneroscopía: CP. 1.300-1.353; y su gramática
especulativa: CP. 2.219-2.444) el intérprete selecciona, en la imagen
material visual, determinados rasgos perceptuales con los que dicho intérprete
actualiza, en su mente, la pura representación de una experiencia sensorial en
cuanto tal; libre, por tanto, de su vinculación con el fenómeno que la
produce. “Imagina que configuro y que, en un estado soñoliento, tengo una vaga,
no objetivada, menos todavía subjetivada, sensación de rojez o de gusto de sal,
o un dolor o pesadumbre o alegría, o la sensación de una prolongada nota
musical. Esto sería lo más cercano posible a un estado de sentimiento puramente
monádico” (CP. 1.303). Tal sería el encuadre más general de la imagen
material visual plástica. (Figura 1 [55])
[55] [Figura 1. Imagen material visual plástica: Jackson Pollock: Male and Female (1942)] |
[56] Figura 2. Imagen material
visual figurativa: Vincent Van Gogh: Paysanne
(1888) |
Segundo, el intérprete selecciona, en
la imagen material visual, determinados rasgos perceptuales con los que dicho
intérprete actualiza, en su mente, la concreta representación de un existente
individual. “En la idea de realidad,
Tercero, el intérprete selecciona, en
la imagen material visual, determinados rasgos perceptuales con los que dicho
intérprete actualiza, en su mente, la representación convencional de una norma
o valor social o significado. “Terceridad
(“Thirdness”), en cuanto categoría, es lo mismo que mediación” (CP.
1.328). “Un Símbolo es un signo que se refiere al Objeto que denota en
virtud de una ley, habitualmente una asociación de ideas generales, que hacen
que se interprete el Símbolo como referido a ese Objeto" (CP. 2.249). Tal
sería el encuadre más general de la imagen material visual conceptual. (Figura 3 [57]: propuesta contemporánea, y Figura 4 [58]: propuesta medieval)
[57] Figura 3. Imagen material
visual conceptual: Otto Neurath; Isotipos
– desde 1924
La descripción de las características
semióticas fundamentales de estas tres clases de imágenes materiales visuales
la he realizado en otro trabajo (Magariños de Morentin, J., 2000). Allí, en el
aspecto semántico, apenas esbocé un tratamiento de lo que serían las
operaciones de interpretación posibles para cada una de ellas, lo que ahora me
propongo ampliar, bajo la designación genérica de "Semántica Visual".
Este enfoque requiere formular las hipótesis adecuadas para disponer de una
respuesta explicativa a los siguientes interrogantes: ¿qué ve el intérprete
cuando mira la imagen visual?; ¿con lo que ve, qué reconstruye en el mundo? y
¿a partir de lo visto, qué variaciones archiva en su memoria?
[58] Figura 4. Imagen material visual
conceptual:
Marfiles de San Millán de la Cogolla,
1068.
16.3.1 Semántica de la imagen plástica
¿Qué ve el intérprete cuando mira una
imagen material visual plástica? Ver,
como lo define D. Marr (1982, p. 3), consiste en "saber qué hay dónde,
mirando", y lo que ve el intérprete en este tipo de imágenes son
percepciones sensoriales visuales opacas. Si bien esto es lo que se ve
cuando miramos algo (Primal Sketch, en D. Marr, 1982: 42), en el caso de
la visión dirigida hacia una imagen material visual figurativa o conceptual se
trata de ver algo diferente a lo que se está mirando: no interesa (al margen de
las valoraciones estéticas) la imagen sino lo representado (2½-dimensional
Sketch; ibidem. Y también: 3D Model Representation; D. Marr, 1982:
305). Pero, en el caso de la imagen material visual plástica, lo que
está mirando es todo lo que el intérprete ve; o sea, son percepciones
sensoriales visuales destinadas a configurar la apariencia visual de la propia
imagen material visual en cuanto objeto percibido. Las relaciones de
asociación, superposición y distancia entre las percepciones sensoriales
visuales disponibles (textura, color, forma) son vistas como propuesta
definitiva y no referencial.
¿Con lo que ve, qué reconstruye en el
mundo? Nada. La calidad de objeto que
tiene lo percibido sólo consiste en el conjunto de las percepciones sensoriales
visuales que se están percibiendo; no hay otro, ni siquiera su soporte
físico (el cuadro) como algo independiente de tales percepciones, ni, mucho
menos, algo distinto construido a partir de tales percepciones. Sólo se
recupera su eficacia en cuanto signo en la medida en que puede afirmarse que el
propio intérprete forma parte del mundo que se está construyendo, de modo que
las percepciones sensoriales visuales que el intérprete ve en una imagen
material visual plástica lo reconstruyen a él mismo en cuanto constituyen una
nueva experiencia perceptual-emocional o la actualización de una experiencia
perceptual-emocional ya experimentada previamente. O sea, la imagen
material visual plástica únicamente modifica el universo de experiencias
perceptuales que configuran al propio intérprete.
¿A partir de lo visto, qué
variaciones archiva en su memoria? Una
reiteración, variación o ruptura respecto de alguna otra experiencia perceptual
que hubiera tenido precedentemente (por ejemplo, el sentimiento provocado por
las texturas de los dibujos de Piranesi). O sea, el recuerdo reforzado o
transformado de los qualia, las sensaciones, emociones o sentimientos de
que disponía, en función de percepciones visuales anteriores, o un nuevo
recuerdo del que dispondrá para elaborar otras sensaciones, emociones o
sentimientos como resultado de la interpretación de otras determinadas futuras
situaciones de percepción visual (sobre los qualia ver Peirce: C. P.
6.222-6.237; Wittgenstein, 1953: 243ss; y actualmente, por ejemplo, Dennet,
1995: 381).
16.3.2 Semántica de la imagen figurativa
¿Qué ve el intérprete cuando mira una
imagen material visual figurativa? El
intérprete ve determinadas propuestas de percepciones sensoriales visuales
(textura, color, forma) entre las que establece determinadas relaciones de
asociación, superposición y distancia, generando marcas (Grupo μ,
1992, p. 151), ejes y contornos de oclusión (Marr, D., 1982, p. 307 ss y
p. 218 ss), tendientes a fijar la unicidad de las relaciones establecidas.
Con esta tarea, y respecto de las relaciones propuestas por el intérprete
productor, el interpretante intérprete las admite o rechaza o se sitúa en
cualquiera de los puntos intermedios del gradiente que separa la admisión del
rechazo.
¿Con lo que ve, qué reconstruye en el
mundo? Mediante las relaciones que
establece actualiza esas mismas o semejantes o contradictorias relaciones
históricamente percibidas en el mundo o en otras imágenes materiales visuales
figurativas y conservadas en su memoria visual asociativa (Kosslyn, S. M.,
1996: 214ss) como atractores. Lo que percibe lo proyecta como mostración
de las formas del mundo. Por tratarse de imágenes materiales figurativas lo
que el intérprete reconstruye es la identidad individualizadora de tales
formas del mundo (lo irrepetible de la silla de Van Gogh) atribuyéndole existencia
ontológica.
¿A partir de lo visto, qué
variaciones archiva en su memoria? Asociaciones
de rasgos, que se registran como nuevos atractores tendientes a
ratificar, contradecir o expandir las reglas de relación que construían los
precedentes atractores, con lo que se constituye la calidad dialéctica de la
identificación visual, situada entre el reconocimiento y el descubrimiento.
16.3.3 Semántica de la imagen conceptual
¿Qué ve el intérprete cuando mira una
imagen material visual conceptual? El
intérprete ve determinadas propuestas de percepciones sensoriales visuales
(textura, color, forma) entre las que establece determinadas relaciones de
asociación, superposición y distancia, generando marcas, ejes y superficies de
oclusión. Pero estas relaciones no representan individualidades sino clases
y categoría convencionales de representaciones. El intérprete necesita
conocer los códigos de identificación de formas y las reglas de relación entre
tales formas, vigentes en determinada comunidad y momento histórico, así como
un orden de recorrido visual de la imagen, y deberá establecer las mencionadas
relaciones tal y como esos códigos y reglas lo establecen. De este modo, las
imágenes percibidas adquieren la eficacia semántica de proponerse a la interpretación
como descripciones, órdenes, prohibiciones, manuales de uso, etc. (téngase en
cuenta que la escritura ofrece las posibilidades cognitivas inherentes a
la imagen conceptual, cuyas características la constituyen).
¿Con lo que ve, qué reconstruye en el
mundo? Casi cualquier situación
vinculada con el hacer: hacer correctamente o equivocarse, indicando
cómo y/o indicando dónde; ordenar, permitir y prohibir; tomar precauciones;
identificar clases de partes o elementos, lugares; determinar secuencias de actos
a realizar en un orden determinado; establecer movimientos a realizar
predominantemente con las manos y también con los pies; establecer mediciones
espaciales de peso, volumen, distancia, dirección, o temporales de espera,
funcionamiento, velocidad; modos de armar elementos compuestos mediante
ensamblaje, conexiones, situación relativa y orientación; vincular causas y
efectos; mostrar cómo deberá o cómo no deberá percibirse el resultado final; y
así una gran cantidad de comportamientos reglados (Mijksenaar, P. &
Westendorp, P., 1999).
¿A partir de lo visto, qué
variaciones archiva en su memoria? Las
reglas sintácticas de los lenguajes gráficos. Todo mi tradicional
rechazo a la asociación entre la imagen visual y el lenguaje (cualquier tipo de
lenguaje simbólico: verbal, matemático, braile, morse, amslang, etc.)
desaparece ante este tipo de imágenes materiales visuales de naturaleza
conceptual (a las que identifiqué, en Magariños de Morentin, J., 2001, p. 300,
como legisignos icónicos). Aquí las imágenes visuales no funcionan por
la reelaboración que el eventual intérprete pueda llevar a cabo a partir de las
características perceptuales observadas, sino en virtud de la interpretación
posible a partir del conocimiento que deberá tener el intérprete de la codificación
que determinado sociedad (aunque sea, como lo es más cada vez, la sociedad
global) les atribuye a determinados elementos perceptuales visuales básicos:
texturas, colores y formas y a sus conexiones normadas.
(Otro orden en
estas contraposiciones, que puede ayudar a comprender las relaciones cognitivas
diferenciales que identifican a cada una de las tres semióticas visuales
propuestas, puede encontrarse en el ANEXO:
Los tres problemas básicos de la
semántica visual, al
final de este mismo trabajo.)
16.4 Un aspecto complementario de la semántica visual: las
incrustaciones
Por lo general, estas tres direcciones
interpretativas vinculadas a cada una de las posibilidades expresivas de las
imágenes materiales visuales: su respectiva calidad (1) plástica, (2)
figurativa y (3) conceptual, no se dan aisladas sino en combinatoria mutua.
Las variantes de esta combinatoria son: a) cómo 1 aparece en 2
y en 3, o sea, cómo la imagen plástica se integran en la figurativa
y en la conceptual; b) cómo 2 aparece en 3, o
sea, cómo la imagen figurativa se integra en la conceptual; y c)
cómo 3 aparece en 2, o sea, cómo la imagen conceptual se
integran en la figurativa.
La primera variante se hace evidente al
comprender que no existe imagen figurativa ni conceptual que no esté construida
en base a las percepciones sensoriales visuales básicas: textura, color y
forma. Estas percepciones, consideradas de modo aislado, constituyen lo que he
denominado "imágenes materiales visuales plásticas", las que
pueden percibirse sin presencia ni relación alguna con las imágenes figurativas
ni conceptuales, pero sin las cuales ninguna imagen, ni figurativa ni
conceptual, podría llegar a percibirse (ver lo ejemplificado en
[59] (Figura 5. Incrustaciones: imágenes plásticas en
imágenes figurativas; El Greco: San Pablo, 1610-1614.)
La segunda variante cuenta, por lo
general, con la presencia, al menos complementaria, de las imágenes
figurativas. La imagen conceptual se puede construir con imágenes puramente
simbólicas, como ocurre por ejemplo con la escritura de signos lingüísticos,
matemáticos, musicales, etc. No obstante, es frecuente la presencia conceptual
de imágenes figurativas (como la madre e hija que aparecen en
[60] [Figura 6. Incrustaciones:
imágenes figurativas en imágenes simbólicas; – American Airlines, 1990]
La tercera variante es sutil y peligrosa. La bandera
de un país es una entidad fundamentalmente conceptual (o sea, simbólica); pero
la fotografía o la pintura que representa a una bandera (como las de los
parisinos festejos de Raoul Dufy, en
[61]
[Figura 7. Incrustaciones: imágenes simbólicas en
imágenes figurativas; Raoul Dufy: Paris 14 Juillet (1912)]
16.5 Anexo
LOS TRES PROBLEMAS
BÁSICOS DE
[Resumen de lo
anterior. Lectura contrastante y
comparativa de las 3 semióticas visuales para cada una de los 3
problemas]
Bajo la designación genérica de
"Semántica Visual" se requiere formular las hipótesis adecuadas para
disponer de una respuesta explicativa a los siguientes interrogantes:
1) ¿qué ve el intérprete cuando mira una imagen
visual?;
2) ¿con lo que ve, qué reconstruye en
el mundo? y
3) ¿a partir de lo visto, qué
variaciones archiva en su memoria?
1
Semántica de la imagen plástica: ¿Qué ve el intérprete cuando mira
(plásticamente) una imagen material visual?
Lo que ve el intérprete en este tipo de
imágenes son percepciones sensoriales visuales opacas. Las relaciones de asociación, superposición y
distancia entre las percepciones sensoriales visuales disponibles (textura,
color, forma) son vistas como
propuesta definitiva y no referencial.
Semántica de la imagen figurativa: ¿Qué ve el intérprete cuando mira (figurativamente)
una imagen material visual?
El intérprete ve determinadas propuestas de
percepciones sensoriales visuales (textura, color, forma) entre las que
establece determinadas relaciones de asociación, superposición y distancia, para la generación de marcas, ejes y
contornos de oclusión, tendientes a fijar la unicidad de las relaciones
establecidas en cuanto representaciones posibles.
Semántica de la imagen conceptual: ¿Qué ve el intérprete cuando mira (conceptualmente)
una imagen material visual?
El intérprete necesita conocer los códigos
convencionales vigentes para la identificación de las formas y de las reglas de
relación entre tales formas, así como un orden de recorrido visual de la
imagen. Con ello, estará en condiciones de interpretar las mencionadas
relaciones tal y como esos códigos y
reglas lo establecen, generando
clases y categorías convencionalizadas de representaciones (órdenes,
instrucciones, prohibiciones, etc.).
2
Semántica de la imagen plástica: ¿Con
lo que ve, qué reconstruye el intérprete en el mundo?
Nada. La calidad
de objeto que tiene lo percibido sólo consiste en el conjunto de las
percepciones sensoriales visuales que se están percibiendo; no hay otro, ni siquiera su soporte físico (el cuadro) como algo
independiente de tales percepciones, ni, mucho menos, algo distinto construido
a partir de tales percepciones. O sea, la imagen material visual plástica únicamente modifica el universo de
experiencias perceptuales que configuran al propio intérprete.
Semántica de la imagen figurativa: ¿Con
lo que ve, qué reconstruye el intérprete en el mundo?
Mediante las relaciones que establece
actualiza esas mismas o semejantes o contradictorias relaciones históricamente
percibidas en el mundo. Por tratarse de imágenes materiales figurativas lo que
el intérprete reconstruye es la
identidad individualizadora de tales formas del mundo,
atribuyéndoles existencia
ontológica.
Semántica de la imagen conceptual: ¿Con
lo que ve, qué reconstruye el intérprete en el mundo?
Casi cualquier situación vinculada con la
regulación o la factibilidad del
hacer dando lugar a la representación de una gran cantidad posible de comportamientos reglados. [Esta
respuesta exige elaborar el concepto de “iconopoiesis” o “cómo
hacer cosas con imágenes” (con cierta vinculación con la propuesta
de J. L. Austin, 1962/1982, Cómo
hacer cosas con palabras). Puede verse la propuesta inicial que
formulo aquí mismo, en 18 Iconopoiesis o
la eficacia de la forma.]
3
Semántica de la imagen plástica: ¿A
partir de lo visto, qué variaciones archiva el intérprete en su memoria?
Nuevos “qualia”,
o sea, el recuerdo reforzado o transformado de las sensaciones, emociones o
sentimientos de que disponía, en
función de percepciones visuales anteriores, u otro recuerdo del que dispondrá para elaborar otras
sensaciones, emociones o sentimientos como resultado de la interpretación de
otras determinadas futuras situaciones de percepción visual.
Semántica de la imagen figurativa: ¿A
partir de lo visto, qué variaciones archiva el intérprete en su memoria?
Asociaciones de rasgos que conducen a ratificar,
contradecir o expandir las reglas de relación que construían los precedentes
atractores, con lo que se constituye la
calidad dialéctica de la identificación visual, situada entre el reconocimiento
y el descubrimiento.
Semántica de la imagen conceptual: ¿A
partir de lo visto, qué variaciones archiva el intérprete en su memoria?
Las reglas
sintácticas de los lenguajes gráficos.
Aquí las imágenes visuales funcionan en virtud de la codificación que
determinado sociedad (aunque sea, como lo es más cada vez, la sociedad global)
les atribuye como interpretación convencional vigente de los elementos
perceptuales visuales básicos: texturas, colores y formas y de sus conexiones
normadas.
* Trabajo presentado en el II Congreso Internacional de
Semiótica; Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 30 de noviembre y 1º de
diciembre, 2006.
17 LOS MUNDOS SEMIÓTICOS POSIBLES DE LAS
IMÁGENES VISUALES*
17.1 Introducción
17.1.1 Advertencias preliminares
Creo conveniente establecer una base
común para desarrollar esta propuesta o, al menos, hacer explícitas cuáles
puedan llegar a ser las diferencias a partir de las cuales se construirán
nuestros respectivos discursos de productor y de intérprete. Para ello, reitero
las definiciones fundamentales que utilizaré y mantendré a lo largo de este
trabajo, así como una justificación de ciertas restricciones provisionales, en
el campo de las imágenes visuales a cuyo análisis voy a dedicarme.
Entiendo por “semiótica” un conjunto de
conocimientos y operaciones destinado a explicar cómo y por qué un
determinado fenómeno adquiere, en una determinada sociedad y en un determinado
momento histórico de tal sociedad, una determinada significación y cuál sea
ésta, cómo se la comunica y cuáles sean sus posibilidades de transformación.
Adopto, por tanto, un enfoque metodológico de la semiótica y le atribuyo
una función explicativa; me sitúo en la perspectiva de un relativismo
objetivo y considero a la significación, en cuanto posible objeto de
conocimiento, como el emergente textualizado que resulta del proceso de
interpretación.
Entiendo por un “mundo semiótico
posible” (en adelante: MSP) al conjunto no contradictorio de propuestas
perceptuales, con los atractores mnemónicos que se requieren para su
interpretación, con sus interpretaciones posibles, y con los referentes
construidos por las interpretaciones de tales propuestas, tal como todo ello
resulta identificable en un concreto ámbito social. Cuando se produce la
contradicción en alguna de las instancias señaladas (propuestas perceptuales,
atractores mnemónicos, interpretaciones, referentes construidos) o entre
algunas de ellas, estamos ante otro y diferente mundo semiótico posible. Esto
lo enuncio así por suponer que las interpretaciones de toda propuesta perceptual
requieren de la actualización de determinados atractores mnemónicos
(históricos, por tanto) y que, a partir de tales interpretaciones, se proyectan
los referentes que le confieren significación a los fenómenos de la experiencia
humana.
Con “propuesta perceptual” entiendo
el resultado material y, por tanto, sensorialmente percibible, que un humano
ofrece a los otros, para su interpretación. 2
Con la expresión “atractores
mnemónicos” designo a las imágenes mentales disponibles en la memoria
asociativa (S. Kosslyn, 1996: 214ss) que deberán actualizarse, necesariamente,
para producir la interpretación de una propuesta perceptual.
Con “interpretación” entiendo lo
que podría enunciar como “la atribución de un significado a una determinada
propuesta perceptual”, lo que podría considerarse adecuado, salvo por la
indeterminación de la expresión “atribución de un significado”; preguntado
acerca del significado que le atribuyo a una imagen, posiblemente responderé
diciendo cuáles son las formas que identifico, o qué emoción me provoca, o qué
norma o instrucción o convención me está trasmitiendo, siendo alguna o la
combinatoria de ellas lo que puede denominarse “interpretación”. Tanto la
“interpretación” como el “significado” necesitan textualizarse para poder ser
comunicados y, por tanto, conocidos por quien no sea su propio productor.
Entiendo por “referentes construidos”
las características que adquieren los objetos, las emociones o las
convenciones, tras haber interpretado la correspondiente propuesta perceptual.
Aparte de estas precisiones
terminológicas, creo conveniente aclarar que no voy a referirme a los aspectos
estéticos de las imágenes visuales con las que ejemplificaré mi desarrollo
teórico. Me interesa explorar el campo de las operaciones semiótico-cognitivas
que intervienen en la interpretación de las imágenes visuales. Lo estético
también es explicable mediante las correspondientes operaciones
semiótico-cognitivas, pero ello implica situarse al nivel de la retórica, en
cuanto segunda (o enésima) transformación de la propuesta perceptual, cuya
forma convencional se satisface con una básica, (nunca inicial, pero quizá ya
como “metáfora muerta”: P. Ricoeur, 1975) interpretación socialmente vigente.
Opto en este trabajo por intentar explicar la producción de este último tipo de
interpretación.
También, como un límite económico,
frente a la complejidad que implicaría la opción alternativa, opto por
restringirme a buscar la explicación de la producción de interpretación al caso
de las imágenes visuales fijas. Esto excluye a las imágenes materiales
visuales en movimiento (Cine, TV, algunos Hipertextos, etc.) y a las imágenes
materiales visuales secuenciales, en cuanto series ordenadas de imágenes
materiales visuales fijas que construyen un transcurso narrativo mediante la
sustitución de la propuesta perceptual del continuum, por una secuencia de
determinados cortes sucesivos fijos, en cada uno de los cuales se registra un
estado de la transformación de la propuesta perceptual, sucesividad que permite
la recuperación interpretativa de la secuencialidad narrativa respecto de la
representación visual de determinado comportamiento (Historieta o “Comics”).
17.1.2 Una problemática abierta
La expresión “los MSPs de las
imágenes visuales” pretende designar, por tanto, el conjunto de (a) la
propuesta perceptual, (b) las operaciones semiótico-cognitivas, (c) la
interpretación producida y (d) la eficacia semántica o el referente finalmente
construido, que están involucrados en la tarea interpretativa de las
imágenes materiales visuales. Hablar de “imágenes materiales visuales”
implica dar por supuesto que existen imágenes materiales que no son visuales,
por ejemplo, acústicas; que existen imágenes visuales que no son materiales,
por ejemplo, mentales. Aún en el ámbito de las imágenes visuales mentales podrá
diferenciarse entre las imágenes visuales mentales perceptuales, que son
las producidas en la mente como resultado contemporáneo del acto de percibir, y
las imágenes visuales mentales imaginarias que son las almacenadas en la
memoria visual y disponibles para su actualización como resultado o no, y
contemporáneas o no, de determinado comportamiento perceptual y no sólo de
éste. Entre las imágenes visuales materiales y las imágenes visuales mentales
(perceptuales o imaginarias) existe una interacción como condición necesaria
para la producción de la interpretación.
Por “propuesta perceptual” entiendo,
en el ámbito que estoy tratando de acotar ahora, la concreta imagen material
visual que está siendo percibida en un determinado momento, por un sujeto
determinado. Para que un sujeto sepa que lo que está percibiendo es una imagen
material visual es necesario que realice determinadas operaciones
semiótico-cognitivas mediante las cuales actualice en su mente-cerebro la
configuración de otra entidad que no es la consistente en la imagen material
visual que está percibiendo, sino que consiste en lo por ella representado,
conforme a los atractores de que dispone.
[62] (Figura
1: Página/12. Woody Allen) |
[63] (Figura
2: Archimboldo. El otoño) |
[64] (Figura
3: Sandro del Prete. La ventana de
enfrente) |
Así, la identificación de las imágenes
correspondientes a las Figuras 1, 2, 3, [62], [63] y [64], requiere una
particular construcción en la mente, ya que, en ningún caso la propuesta
perceptual coincide, respectivamente, con la representación de Woody Allen sino
con la mostración de una banana y un armazón de anteojos quebrado, colocado
todo ello sobre la superficie blanca de un trapecio irregular, con un recuadro ocre
en su parte superior y todo ello, a su vez, sobre un fondo azul, pero que, por
las características de su contextualización, actualiza, como atractor, a
alguna imagen de Woody Alen guardada en nuestra memoria; ni con la construcción
de un rostro sino con la mostración de un conglomerado de representaciones de
objetos otoñales, pero que, por las características de su contextualización,
actualiza, como atractor, la posible forma del perfil de una cabeza; ni
con la mostración de un desnudo femenino que es, justamente, lo ausente entre
los bordes de las entidades efectivamente representadas, bordes que, por las
características de su contextualización, actualizan, como atractor, la
posible forma de un desnudo femenino. Otro tipo de imágenes, que en definitiva
recurren al atractor para su
interpretación, pero que requieren un previo y especial ejercicio óptico para
recuperar la propuesta material de la imagen que va a ser interpretada, es el
conocido como estereograma o imágenes esteroscópicas [65]. Tras un ejercicio de
adaptación visual contraintuitivo, ya que para poder percibir se requiere
desenfocar lo que se está viendo, se obtiene una imagen tridimensional, por lo
general sorprendente, de compleja resolución para su explicación
neurofisiológica y con profundas implicaciones en el problema de la
interrelación mente-cuerpo (Bela Julesz, 1995).
Una posible referencia peirceana permite
afirmar que esta (1) entidad que se configura (como Interpretante) en la
mente del intérprete, a partir de la percepción de (2) una determinada imagen
material visual (como Representamen), y que le confiere determinadas
características perceptuales a (3) otra determinada entidad (como Objeto/Fundamento),
constituye el resultado o la eficacia semántica de dicha imagen material
visual, y de cuyo proceso de producción me propongo esbozar una explicación
aceptable mediante el instrumentos metodológico de los MSPs.
[65] (Estereograma – Gatic S.A. –Clarín, Viva; 22-01-1995)
17.1.3 Los MSPs como campo y estructura
de la semiótica visual
Un sistema semiótico, con su natural
dimensión socio-histórica, tiene la forma lógica de un conjunto de MSPs y las
relaciones de los individuos (en el sentido lógico de entidades
mínimas constitutivas) pertenecientes a uno de tales mundos con los
individuos pertenecientes a cada uno de los restantes son operaciones
cognitivas. Los MSPs de las imágenes visuales se constituyen, como afirmé
poco antes, por las relaciones lógicas identificables entre una determinada
propuesta perceptual (o MSP textual), la interpretación que le atribuye un
intérprete (o MSP interpretacional) y el referente construido a partir de tal
interpretación (o MSP referencial).
Analizaré, exclusivamente (una nueva
restricción), las llamadas “imágenes figurativas” o “sinsignos-icónicos” en la
terminología peirceana que he utilizado en Magariños de Morentin, 2001; excluyo
por tanto referirme a los MSPs correspondientes a las llamadas “imágenes
cualitativas” o “cualisignos-icónicos” y
En los MSPs Textuales pueden
distinguirse: una función de interpretación y las relaciones de accesibilidad
y de alternatividad. La función de interpretación consiste en
un conjunto de reglas (identificación de relaciones observables) mediante las
cuales cada uno de los individuos (“marcas”) del MSP Textual en estudio (y el
paradigma de sus relaciones efectivas) se corresponde con determinado conjunto
de individuos (“atractores”) de los MSPs Interpretacionales en estudio (y con
el paradigma de sus relaciones virtuales, lo que daría lugar a otras
interpretaciones posibles). Ello requiere disponer de la representación de la
articulación (sintáctica) de cada uno de dichos MSPs (el textual y los
interpretacionales que se tomen en consideración), de modo tal que puedan
proyectarse el uno sobre el otro u otros y, en consecuencia, puedan afirmarse o
negarse las relaciones de accesibilidad y de alternatividad entre ellos.
[66]
[Figura 4: Dallenbach; Marca 1 (Ernst, Bruno; 1992.
Pág. 14)] |
[67]
[Figura 5: Marca 2 (Biederman, Irving;
1995. Pág. 19)] |
Esta relación de accesibilidad entre
los MSPs Interpretacionales así identificados y un determinado MSP Textual,
estará bien formada cuando reúna las condiciones de reflexividad,
transitividad y simetría (o, lo que es lo mismo, de equivalencia).
En cuanto reflexividad ello quiere decir que siempre será posible,
mediante la investigación correspondiente, acceder a cualquier MSP textual o
interpretacional desde sí mismo (lo que explica la producción seriada de
las imágenes frecuentes en Andy Warhol, Fig. 8 [70a]; la quiebra de esta
condición en las dos reproducciones del Guernica de Picasso, en
[68] [Figura
6: Dallenbach; Atractor 1 correspondiente a Marca 1 (Ernst, Bruno; 1992. Pág.
16)] |
[69] Figura 7: Atractor 2 correspondiente a Marca 2.
(Biederman, Irving; 1995, Pág. 19) |
En cuanto transitividad quiere
decir que, dado un MSPII Interpretacional, que es interpretación de otro
MSPI Interpretacional, que lo es, en definitiva, de un determinado MSP
Textual, si, mediante la investigación correspondiente, se demuestra que
MSPII es accesible respecto de MSPI, el cual lo es, a su vez, respecto
de MSP Textual, entonces MSP Textual y MSPII se relacionan también entre
sí por la relación de accesibilidad.
La simetría quiere decir que
siempre será posible, mediante la investigación correspondiente, acceder al MSP
Textual desde todos y cualquiera de los MSP Interpretacionales y que, en tales
circunstancias, siempre será posible también acceder a cualquiera de los MSPs
Interpretacionales desde el MSP Textual (ver Fig. 9 [71]; considerando MSP
Textual a los dibujos y MSPs Interpretacionales a las fotografías
[metafóricamente, o sea, en cuanto representación de la imágenes conservadas en
la memoria del intérprete y actualizadas para interpretar el correspondiente
dibujo], las fotografías permiten interpretar los dibujos, pero también los
dibujos permiten interpretar las fotografías).
[70a] (Figura
8: Andy Warhol)
|
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[70b] (Figura 8bis: Quino III)
En cuanto a la relación de
alternatividad queda con ella planteado el tema de la direccionalidad de
la función de interpretación; ésta deber aplicarse: desde el MSP Textual sobre
alguno de los MSPs Interpretacionales y viceversa, así como interrelacionando
diversos (al menos dos) MSPs Interpretacionales pertenecientes a un mismo
Sistema Semiótico. En efecto, en virtud de la relación de alternatividad y en
el interior de un Sistema Semiótico, debe ocurrir que dado un determinado
individuo, ubicado en el contexto de un determinado MSP Textual, sea posible
identificar uno o un conjunto de MSPs Interpretacionales en que el individuo
que constituye la interpretación del primero aparezca ubicado en un contexto
homólogo al textual, pudiendo entonces decirse que tal o tales MSPs
Interpretacionales son alternativas del correspondiente MSP Textual (ver, en
[71] (Figura 9: simetría entre MSPs
Textuales y MSPs Interpretacionales) |
[72] (Figura 10; alternatividad entre
MSP textuales y MSPs Interpretacionales) |
Asimismo, puede entonces decirse que
dicho MSP Textual es la alternativa de cualquiera de los MSPs
Interpretacionales. Y, con la condición de operar en la interioridad de un determinado
Sistema Semiótico, también puede decirse que uno y cualquiera de los MSPs
Interpretacionales es la alternativa de cualquiera de los restantes MSPs
Interpretacionales.
Desde el enfoque de la teoría semiótica,
puede afirmarse que existen: i) un MSP
identificable en el conjunto de los textos, cuyo dominio consiste en el
conjunto de individuos que concurren para concretar la presencia de un
determinado discurso; ii) un MSP
identificable en el conjunto de los referentes, cuyo dominio consiste en el
conjunto de los individuos que concurren para proyectar la realidad proyectada
(construida) por aquellos textos; iii) los
MSPs virtuales de los enunciados contrafactuales acerca de los discursos
no-dichos, identificables en el conjunto de los textos, o; iv) los MSPs virtuales de los enunciados
contrafactuales acerca de la realidad no-interpretada, identificables en el
conjunto de los referentes.
17.2 Tres hipótesis básicas
17.2.1 Primera hipótesis: INSTRUMENTAL
Si se dispone de una metasemiótica
visual capaz de dar cuenta de las
operaciones visuales efectivamente aplicables a o identificables en determinada
imagen material visual, el estudio de la producción, eficacia e
interpretación de las imágenes visuales se resuelve produciendo MSPs con un
mayor rigor, consistencia y comprensión (profundidad explicativa). Se han
utilizado excesivamente, para explicar la eficacia de las imágenes visuales,
los instrumentos metalingüísticos, con los que cuenta la lingüística para
explicar la eficacia semántica de la lengua en la proyección del universo
referencial. Frente a ello se hace necesario un distanciamiento conceptual y
terminológico respecto de la lingüística. Esta distancia respecto de lo
lingüístico tiene diversos aspectos, entre ellos:
(a) el discurso verbal y la imagen
visual están constituidos por conjuntos contextuales de signos, por tanto
comparten conceptos, operaciones y la eficacia de la semiótica en lo que ésta
tiene de general o común a todas las clases de signos. Por ejemplo, entre
otros: que necesitan ser interpretados; que son diferentes del objeto al que
representan; que su capacidad representativa y las características de tal
representación dependen del contexto de signos que constituye a cada discurso y
a cada imagen; que no poseen una única interpretación efectiva y
definitivamente válida, sino que dicha interpretación depende, al menos, del
sistema conceptual y de la memoria asociativa intra e intersemiótica de que
disponga cada intérprete, la que será evaluada según la hegemonía social del
sistema de pensamiento y de las interrelaciones semióticas aplicadas;
(b) el discurso verbal y la imagen
visual no comparten otras múltiples características que son fundamentales para
explicar y, por tanto, para comprender la eficacia semántica específica de uno
y otra. Tan sólo las que en otro trabajo he caracterizado como imágenes
materiales visuales conceptuales o simbólicas (Magariños de Morentin, 2001:
300) pueden aproximarse notablemente a las características de la lengua (ver,
por ejemplo, los isotipos de Otto
Neurath, 1936, y los Blissymbols de
la semantografía de Charles Kasiel Bliss, 1948-9). Pero en lo que se refiere
tanto a las imágenes materiales visuales figurativas como a las imágenes
materiales visuales plásticas, la distancia respecto de una semiótica verbal es
contundente. Así por ejemplo, entre otras, que la estructura prosódica y la
contigüidad lineal de la frase verbal carece de presencia en la superficie de
la imagen visual; que la imagen visual se compone de entidades con variación
continua, o sea, sin la configuración discreta que identifica a los signos
lingüísticos; que ni la imagen visual figurativa ni la plástica contienen o
proponen razonamientos (como sí lo hace la imagen visual simbólica o
convencional), por lo que no es pertinente la pregunta acerca de su verdad o,
lo que es lo mismo, la pregunta acerca de si las imágenes materiales visuales
pueden mentir (la mentira, a cuya pregunta le quito pertinencia, no se
referiría a la eventual discordancia entre imagen y “realidad”, ya que al
rechazar tal calidad de “realidad” la pregunta sería poética o metafísica, sino
entre imagen material visual y percepción o imagen mental perceptual visual,
que es dónde sí podría llegar a tener pertinencia, lo que, no obstante,
igualmente niego);
(c) existe, también, cierto riesgo en
calificar a lo visual como “paralingüístico” por el equívoco de acotar lo
visual como lo no-lingüístico, o sea, lo que queda como resto o residuo cuando
se excluye lo lingüístico. Sería semejante a calificar a lo verbal como
“paravisual”, generando el equívoco de acotar lo lingüístico como lo no-visual,
o sea, lo que queda como resto o residuo cuando se excluye lo visual. Ninguna
semiosis es el residuo de ninguna otra, ni de todas las restantes, sino que
cada una comparte con las otras, ateniéndose a sus características
diferenciales y a su necesaria complementación intersemiótica, el espacio
conceptual y productivo de significación de la semiótica;
(d) queda el difícil tema de conferirle
una forma visual comunicativa a la metasemiótica visual. De forma meramente
tentativa, podría mostrarse una parte de tal metasemiótica como la confluencia
de atractores mnemónicos que se actualizan ante la presencia de una determinada
propuesta visual. Como la secuencia de pasos que van construyendo, a partir de marcas
(ver Groupe μ, 1992: 149), la imagen que finalmente actualiza un
determinado atractor (“entidades”, en la terminología del Grupo μ).
17.2.2 Segunda hipótesis: DIFERENCIAL
Si se utiliza un acceso (cognitivo) para
el estudio de la eficacia semiótica de las imágenes visuales, se identifican,
en el universo de sus posibilidades perceptuales, 3 MSPs: el plástico, el
figurativo y el simbólico que no son reconducibles a una única semiótica
icónica
17.2.3 Tercera hipótesis: INTERPRETACIONAL
Si se analiza la especificidad
interpretativa de cada uno de los conjuntos perceptuales así identificados, se
obtienen 3 MSPs: el de la identidad, el de la perlocución o iconopoiesis y el
de la experiencia-ción (emoción / energía) respecto de lo efectivamente
percibido.
(Un nocional desarrollo de las hipótesis
segunda y tercera puede encontrarse en Magariños de Morentin, 2001.)
17.3 Identificación de las operaciones
elementales de una semántica visual
Al referirme a “las operaciones
elementales de una semántica visual” enfatizo que se trata de producir una explicación
acerca de cuál, cómo y por qué se produce determinada interpretación a
partir de determinada imagen visual, de cualquier imagen visual, no de una
imagen visual necesariamente estética o artística; en ésta intervienen otros
aspectos, posiblemente retóricos (mencionados al principio), que no aparecen o
no aparecen de modo destacado en la problemática de base, si bien no puede
contradecirlos, por lo que esta problemática de base tiene que preverlos. O
sea, diferencio la semántica de la crítica y me intereso, ahora, especialmente,
en las operaciones que explican el proceso de producción de lo que suele
denominase “el significado” de una imagen material visual fija, con
independencia de la calidad estética que pueda atribuirse a tal imagen.
Pero, de inmediato, considero necesario
intervenir en ese concepto de “el significado” de una imagen visual (propuesta para
un concepto de significado: la interpretación generada y externalizada /
externalizable). ¿Las imágenes visuales significan? ¿O, meramente, las
imágenes visuales muestran? Esta alternativa requiere reflexionar y
tomar posición respecto de una hipótesis que, provisionalmente, doy por válida:
ninguna semiosis se basta a sí misma. O sea, para que una propuesta perceptual
signifique requiere de la presencia, al menos mnemónica, de otras propuestas
perceptuales construidas con otras clases diferentes de signos. Pese a lo
traído y llevado del concepto de significado, lo toco un momento para
que podamos compartir un punto común de referencia y para que no estemos
utilizando un término que remite a un concepto ambiguo o incluso a conceptos
contradictorios, en la interpretación de cada uno. Alguna vez, ya he propuesto
entender el término “significado” como la materialización textual de una
interpretación. Pretendo, así, evitar el universo metafísico que suele
abrirse tras ese término. La dimensión social del significado provendrá de la
extensión y la vigencia de la aceptación social de esa textualización de
esa interpretación. Pero, el significado no es una cualidad intrínseca o
inherente a determinada propuesta perceptual (como representación de otra cosa
o como la otra cosa percibida), sino una cualidad atribuida, por el discurso
social (o, más específicamente, por determinados sectores del discurso social)
en determinado momento de determinada sociedad, a determinada propuesta
perceptual; con lo cual el significado no es uno, ni universal, ni por tanto
verdadero. Una semántica tiene como objetivo explicar el proceso de producción
de determinado significado tal como aparece vigente (o sea, tal como está
siendo o puede llegar a ser enunciado) en determinado sector de determinada
sociedad y en determinado momento histórico.
Entonces, podríamos decir que la
semántica de las imágenes visuales consiste en el conjunto de operaciones
que resultan adecuadas para explicar por qué determinada imagen material visual
adquiere, en determinado momento histórico de determinada sociedad una
determinada significación y cuál sea ésta y cómo ha llegado a atribuírsele esa
significación a esa imagen.
Cuál sea la significación de determinada imagen visual implica
establecer qué propone (por duplicación, expansión o ruptura de las
interpretaciones vigentes) como interpretación posible de lo representado por
esa imagen en estudio.
Cómo una determinada imagen visual construye esa propuesta
de interpretación posible de lo representado por la imagen en estudio implica
establecer las características perceptuales utilizadas para construir la
representación mental de lo representado por esa imagen en estudio.
Por qué lo representado por la imagen en estudio adquiere la
posibilidad de ser interpretado de determinada manera implica establecer los
códigos sociales vigentes que han sido utilizados en la producción de dicha
imagen en estudio.
O sea, la semántica de una imagen visual
estudia la eficacia que dicha imagen tiene en un ámbito ajeno a la propia
imagen visual. La semántica de las imágenes visuales estudia la eficacia de las
imágenes visuales para transformar el significado del objeto representado que
es siempre diferente a la propia imagen visual que lo representa. Se trata de
un efecto que se produce fuera de la imagen visual, pero que depende
fundamentalmente de la propuesta perceptual concreta de la propia imagen
visual.
17.4 La
metodología semiótica en la explicación de la interpretación de las imágenes
visuales
Quisiera resumir y actualizar algunas consideraciones,
metodológicamente fundadas, acerca de la diferencia entre la interpretación de
las imágenes visuales y la interpretación de los textos verbales.
1. No
se aprende a ver /vs./ hay que aprender a hablar
*Esta es la propuesta que mayor escándalo provoca entre los
semiólogos, que nos consideramos los caballeros andantes de la cultura (esa
Dulcinea, o “sobajeada señora”, tan vilipendiada por los positivistas). Lo que
dicha propuesta viene a afirmar es que la cultura configura, social e
históricamente, el modo de ver, o sea, el mirar; pero el ver como posibilidad
de ser modalizado, lo aporta el organismo. En cambio, la cultura aporta el
habla, sin que sea el organismo el que nos la ofrece “ab origine” (pese a la
chomskyana gramaticalidad innata). Al niño lobo le falta el habla y no le falta
la visión; si el niño lobo pierde, después de cierto tiempo, la posibilidad de
alcanzar la humanidad, eso ocurre porque la humanidad es un efecto social y no
individual: lo que perdió fue la oportunidad de aprender a hablar (y sólo le
queda el rugido de lo gutural) y la oportunidad de aprender a mirar (pero sigue
viendo e identificando la comida, la pareja sexual y el agresor, entre otras
cosas; no es lo mismo ver [lo cual no se aprende] que mirar [lo que requiere
aprendizaje]). El argumento busca concluir que las operaciones que explican el habla no resultan adecuadas para explicar la visión.
2. Las imágenes son formas dinámicas /vs/ las palabras (o los
signos lingüísticos, pese a no ser lo mismo) son formas discretas.
*Esto apunta a limitar el concepto de tipo y de sistema,
que no tendrían eficacia en el caso de los repertorios de imágenes en la
memoria (los atractores), salvo en el caso de las imágenes que tienen el valor
de símbolos (como las señales de tránsito). Con lo que, salvo en el caso de
estos últimos (los menos habituales cuando se habla de “imágenes visuales”,
aunque eso está cambiando y nos lleva a comprender que esta página escrita es,
ante todo, imagen y, después, palabra), las operaciones provenientes de la
gramática, de la retórica, de la lectura, etc., no son aplicables a la explicación del significado de las imágenes visuales, salvo de modo
metafórico y, por tanto, peligroso. Y no sólo tales operaciones, sino la propia
adjetivación: “gramática visual”, “retórica visual”, “lectura de la imagen”,
etc., produce enunciados equívocos y su aparente expresividad oculta lo
diferente y exalta lo semejante (al contrario de lo postulado por Foucault).
3. El habla es una metasemiosis (el referente es otra semiosis) de
la imagen perceptual /vs./ las imágenes perceptuales son una semiosis-objeto
(su referente es el mundo).
*Sigo, en esto, la propuesta conceptual de Quine (1977: 81
ss). Luego, las operaciones que explican el habla se desenvuelven en un nivel
metateórico de 2º grado, que no tiene por qué ser adecuado para desarrollar las
operaciones que explican las imágenes visuales, las
cuales se desenvolverán con mayor eficacia en un nivel metateórico de 1er
grado.
*(Estas tres tesis, con una argumentación que no es
idéntica a ésta, constituyeron mi presentación en el VI Congreso de
4. Toda semiosis necesita de otra u otras para producir la
significación.
*Por eso la imagen visual puede necesitar de la palabra
para explicar el proceso de producción de la significación que le es
pertinente. Pero, no menos la palabra necesita de la imagen para explicar su
específico proceso de producción de la significación. No es que la imagen deba
concluir (pese a lo afirmado por Barthes, 1964c), necesariamente, en la
palabra, que sería donde puede alcanzar su plenitud significativa, sino que
ninguna semiosis es autosuficiente.
*(Esta tesis, con otra argumentación, la propuse en el III
Congreso Latino-Americano de Semiótica, en Sao Paulo, Brasil, 1996; ver
Magariños de Morentin, J., 1988)
5. No puede abarcarse en una única semiótica el estudio de todas
las formas de manifestación de las imágenes materiales visuales; será necesario
hablar de laS semióticaS de la imagen visual.
*Habría tres grandes grupos de imágenes materiales
visuales, diferenciables por exigir la intervención de operaciones cognitivas
diferentes para lograr su interpretación. Para ello nos sirven las operaciones
cognitivas que se describen bajo los cualisignos
icónicos (para las puras percepciones), los sinsignos icónicos (para las percepciones figurativas) y los legisignos icónicos (para las
percepciones conceptuales o simbólicas).
6. En la construcción de estas semióticas parece conveniente
diferenciar, por una parte, las operaciones cognitivas que conducen a su
identificación y reconocimiento y, por otra, las que conducen a su
interpretación.
*El trabajo semiótico sobre las imágenes visuales no se
limita a explicar
cómo adquieren la significación que les
atribuye determinado sector de la sociedad, en determinado momento histórico.
En última instancia, para un semiólogo, explicar cómo se produce la
interpretación de determinadas imágenes materiales visuales (y estoy tratando
de modo muy semejante la adquisición de la significación y la producción de la
interpretación) le va a requerir identificar qué y cómo se actualizan, en la
memoria (de determinado individuo, perteneciente a determinada sociedad),
aquellos rasgos perceptuales que se seleccionen para identificarlas y
reconocerlas (que no son siempre, ni para todos, los mismos; no todos vemos lo
mismo cuando miramos una misma imagen), actualización que se manifiesta a
través de los discursos (en el sentido amplio que, a continuación, le doy a
este término).
7. El significado puede considerarse como la interpretación de
determinada semiosis sustituyente, tal como resulta producido por el conjunto
de los discursos (verbales, plásticos y comportamentales) que son construidos
desde dicha semiosis, por una sociedad dada en un momento dado.
* Con esto, el término “significado”
deja de referirse a la entelequia metafísica o al sinsentido que criticaba
Wittgenstein, y se contrapone a la significación
que designaría la interpretación de determinada semiosis sustituida producida desde las semiosis sustituyentes que
están vigentes en una sociedad y en un momento dados. Esto se aplica a las
semióticas de lo visual, de modo que el trabajo semiótico consiste en
establecer cuáles son los discursos que intervienen y cuáles los que quedan
excluidos (así como, cuáles son los conceptos que construyen, qué tipo de
sujeto-perceptor permiten construir, que estrategias discursivas desarrollan y,
con todo ello, de cuáles se distancian, cuáles están excluyendo de los posibles
ya que disponibles, en determinado momento de determinada sociedad), cuando, en
determinada sociedad se atribuye determinado conjunto de interpretaciones a
determinada imagen material visual propuesta a la percepción de esa sociedad.
8. El objeto representado por una imagen no pertenece a “la
realidad” sino a la memoria; en otras palabras, la eficacia de una imagen
consiste en actualizar un determinado ATRACTOR, en cuanto configuración de
rasgos mnemónicos dinámicos.
*No vemos “el abuelo sentado bajo la higuera” cuando
miramos la correspondiente fotografía, sino que recuperamos la imagen que
habíamos guardado en la memoria acerca de cómo era (o cómo hubiera podido ser)
la situación “cuando el abuelo se sentaba bajo la higuera”. El agente de aduana
no compara la foto de nuestro pasaporte con nuestra cara, sino que, al mirar la
foto, la compara con el archivo (en la memoria de corto plazo) que se ha
formado o se está formando, en función de que, un instante antes, nos miró la
cara (no puede mirar las dos cosas al mismo tiempo, por lo tanto compara a una
con el archivo de la otra).
*Texto publicado, parcialmente, en Sobresentidos. Estudios sobre comunicación, cultura y sociedad.
18 ICONOPOIESIS O
18.1 Introducción a la Iconopoiesis
Para este estudio acerca de la eficacia semiótica de la forma, se
parte de Ch. S. Peirce, dejando un adecuado margen a la heterodoxia, y se
considera, inicialmente, a la forma como
posibilidad, que necesita de una materia prima singular para concretarse
como un existente y adquirir, por
convención en el seno de una concreta comunidad, un determinado valor.
En cuanto posibilidad, la
forma dispone, por parte del interpretante, tanto en el productor como en el intérprete, de diversos sistemas de
cualidades emocionales históricas, como atractores actualizables. La materia
prima que le da existencia consistirá
en estímulos físicos aptos para configurar una imagen visual o auditiva o
gustativa o táctil o pertinente a cualquiera de las sensaciones sensoriales
identificables o a su combinatoria. La convención social que le atribuye un valor a determinada forma optará por (1)
privilegiar lo puramente cualitativo, considerándola portadora de emociones;
(2) o lo predominantemente identificatorio, considerando su capacidad para
conferir existencia ontológica a las entidades del entorno; (3) o lo conceptual
que informa, propone, ordena o prohíbe determinado comportamiento en relación
con determinada situación. En estos tres casos, cuando, en el primero, la
imagen genera un qualia o emoción
íntima antes no experimentada, o cuando en el segundo la imagen permite
percibir una entidad que hasta su
configuración icónica permanecía imperceptible, y cuando, en el tercero, la
forma se comporta como un enunciado simbólico con eficacia performativa respecto de determinado comportamiento, es en
[73]
los que
puede hablarse de iconopoiesis en cuanto a su capacidad para configurar el
sentimiento, la entidad o el comportamiento referido, como eficacia resultante
de la interpretación atribuida a ese tipo de formas. Y de la iconopoiesis es de lo que me propongo
hablar.
18.2 El análisis de la eficacia semiótica de la forma
Para estudiar la iconopoiesis, en cuanto eficacia semiótica de una forma
determinada, se requiere tomar en cuenta 3 aspectos: (1) la situación del entorno de un perceptor, a la que remite la forma;
(2) la transformación posible, en el
interpretante de ese perceptor, a la que induce la percepción de la forma; (3) la aceptabilidad de intervenir en el
entorno, por parte del perceptor, realizando la transformación sugerida.
Estos 3
aspectos varían y se hacen específicos según la calidad: [a] predominantemente cualitativa; [b] predominantemente
identificatoria; [c] predominante y convencionalmente simbólica; o [d] por
combinatoria entre las anteriores, de la forma cuya iconopoiesis se
estudia. En este esbozo inicial, me limitaré a desarrollar las variantes
relativas a estos 3 aspectos, en función de la
forma consistente en una imagen visual (Magariños de Morentin, J., 2000), dejando para posteriores desarrollos
lo que ocurriría en el caso de formas consistentes en otras percepciones
sensoriales: acústicas, táctiles, olfativas, etc., y su interacción.
18.2.1 Eficacia semiótica por
interpretación de las imágenes predominantemente cualitativas.
El primer paso de la iconopoiesis de: (1.a) una imagen visual predominantemente
cualitativa, tomando en cuenta la
situación del entorno de su perceptor, supone la disposición de tal
perceptor para reducir a lo cromático toda percepción posible de dicho entorno.
Dispongo, como perceptum visualmente
enunciativo de mi entorno, de la propuesta cromática de [74] como exclusivo
universo perceptual apto para identificar el posible cromatismo de la
existencia ontológica del mundo semiótico posible, a partir de cuyo
reconocimiento construyo mi identidad emocional.
El segundo paso de la iconopoiesis de: (2.a) una imagen visual predominantemente
cualitativa, tomando en cuenta la
transformación posible en el interpretante de ese perceptor, supone la
generación, en su universo íntimo, de emociones diferentes a las que, hasta
entonces, tenía históricamente almacenadas. La percepción de [74] me aporta, en
cuanto perceptor, una sensación original e intransferible, en cuanto, al
intentar la posible verbalización de tal emoción, me limitaría a enunciar una
generalidad necesariamente inespecífica, respecto a lo efectivamente sentido.
[74] Iconopoiesis de imagen predominantemente cualitativa (Elizabeth Murray,
Her Story, 1984)
El tercer paso de la iconopoiesis de: (3.a) una imagen visual predominantemente
cualitativa, tomando en cuenta la
aceptabilidad, por parte de ese perceptor, de intervenir en el entorno,
supone la inclusión de tales nuevas emociones como componentes cualitativas de
su universo sensorial. He experimentado como intérprete, al percibir la
propuesta de Murray [74], una sensación emocionalmente nueva, que queda
incorporada, como un nuevo quale
disponible en mi memoria emocional, para su disponibilidad histórica como
reconocimiento de otras sensaciones afines.
Por
tanto, la eficacia de una forma puramente
cualitativa consiste (i) en la
generación de qualia (íntimas emociones intransferibles; Dennet, D.C.,
1995; Peirce, Ch.S., CP 6.222 – 6.237, 1965),
(ii) en su disponibilidad para
identificar el mundo semiótico posible como forma cromática del entorno en el
que existo y (iii) en su
disponibilidad como memoria emocional actualizable pero indecible.
18.2.2 Eficacia semiótica por
interpretación de las imágenes predominantemente identificatorias
Pasando a la siguiente cualidad: [b]
predominantemente identificatoria de la imagen visual en estudio [75],
tendríamos los siguientes nuevos 3 pasos:
El primer paso de la iconopoiesis de: (1.b) una imagen visual predominantemente
identificatoria, tomando en cuenta
la situación del entorno de su perceptor, supone la disposición de tal
perceptor para identificar nuevas entidades posibles en tal entorno. Dispongo,
como perceptum visualmente
enunciativo de mi entorno, de la propuesta existencialmente identificatoria,
visualmente enunciada en [75], para constituirse en un fragmento exclusivo de
mi universo perceptual posible, apto para identificar la posible individualidad
de su anecdótica existencia ontológica en un mundo semiótico posible.
El segundo paso de la iconopoiesis de: (2.b) una imagen visual predominantemente
identificatoria, tomando en cuenta
la transformación posible en el interpretante de ese perceptor, supone
la generación de nuevas entidades posibles en su sistema conceptual con
eficacia identificadora del entorno. La percepción de [75] me aporta, en cuanto
perceptor, la identificación existencial de una entidad efectiva o
potencialmente presente en mi mundo construido a partir de la eliminación de la
carencia que, antes de haberla percibido, no me permitía constatar, en mi
entorno, la posibilidad de su existencia para el conocimiento.
El tercer paso de la iconopoiesis de: (3.b) una imagen visual predominantemente
identificatoria, tomando en cuenta
la aceptabilidad, por parte de ese perceptor, de intervenir en el entorno,
supone la inclusión de tales nuevas entidades como existentes ontológicos
efectivamente presentes en su mundo. He experimentado como intérprete, al
percibir la propuesta de Hanson [75], la configuración, en mi memoria
asociativa, de un atractor que me
permite reconducir los fragmentos preceptúales captados en el
[75] Iconopoiesis de imagen predominantemente figurativa (Duane Hanson, Woman with Dog, 1977)
entorno a la configuración de esa entidad existente, que queda así
incorporada al reconocimiento del mundo semiótico posible, a partir de cuyo
reconocimiento construyo mi identidad contextual.
Por tanto, la
eficacia de una forma identificatoria consiste (i) en la posibilidad de atribución de identidad a las entidades de mi
entorno (Varela, F., 1992), (ii) en la
atribución de existencia ontológica a las percepciones que quedan interpretadas
por la forma visualmente enunciada, y en (iii) la construcción de mi propia
identidad como modo específico de existir entre esas cosas
18.2.3
Eficacia semiótica por interpretación de las imágenes predominante y
convencionalmente simbólicas
[76] Iconopoiesis de imagen predominantemente simbólica
(A) [Cómo hacer; Instruir] (Paul
Mijksenaar & Piet Westendorp, 1999; pág. 49) |
(B)[Cómo no hacer; hacer mal] (Paul Mijksenaar & Piet Westendorp, 1999; pág.
141) |
(C) [Permitir hacer] (Alternativas;
Swiss Army, 1886) |
(D) [Prohibir hacer] (India;
Rajesh Vora) |
(E) [Prohibir
no hacer; tener que hacer] (Aerolíneas
Argentinas) |
(F) [Estimular a hacer] (Relax
– Air France) |
(G) [Identificar espacios] (Thailand; Carlos Mustienes) |
(H) [Descontextualización] (Brasil; J. Stein) |
(I) [Estimular a no hacer; desalentar] (Italia; Carlos Mustienes) |
(J) [Prohibir prohibir] |
(D,
G, H, I: Mustienes, Carlos & Thomas Hilland; 2006)
Desde la tercera cualidad: [c]
predominante y convencionalmente simbólica de la imagen visual en estudio,
tendríamos los siguientes últimos 3 pasos:
El primer paso de la iconopoiesis de (1.c) una imagen visual predominante y convencionalmente simbólica, tomando en cuenta la
situación del entorno de su perceptor, supone la disposición de tal
perceptor para aceptar las normas visualmente establecidas como guía de su
conducta al intervenir en tal entorno. Dispongo, como perceptum
visualmente enunciativo de mi entorno, de la convencional propuesta normativa
(visualmente enunciada en los ejemplos de [76]), como fragmento eficaz de mi
posible universo comportamental, apto para
identificar las acciones necesarias o convencionales para obtener un resultado
prohibido, deseado, desaconsejado, impuesto, etc., como consecuencia de
determinadas acciones, a partir de cuya realización construyo mi identidad
social.
El segundo paso de la iconopoiesis de:
(2.c) una imagen visual predominante y convencionalmente simbólica, tomando en cuenta la transformación posible en el
interpretante de ese perceptor, supone la disponibilidad del nuevo
comportamiento normado como conducta futura realizable en su entorno. La
percepción de [76] me aporta, en cuanto perceptor, un conjunto de enunciados
acerca de la identificación existencial de determinadas acciones, necesarias o
convencionalmente establecidas, para lograr producir en mi mundo semiótico
posible determinados efectos individualmente deseados o socialmente impuestos,
prohibidos o desaconsejados, en cuanto resultado existencial efectiva o
potencialmente presente en mi mundo construido a partir de la eliminación de
una ineptitud para determinado comportamiento que, antes de haberla percibido,
no me permitía constatar, en mi entorno, la necesidad de su existencia para el
conocimiento de su realización exitosa, peligrosa o rechazada.
El tercer paso de la iconopoiesis de (3.c) una imagen visual predominante
y convencionalmente simbólica,
tomando en cuenta la aceptabilidad, por
parte de ese perceptor, de intervenir en el entorno, supone la efectiva
manipulación, conforme a las normas visualmente establecidas, de determinada
entidad del entorno. He experimentado como intérprete, al percibir las
propuestas enunciadas en [76], la configuración, en mi memoria asociativa, de
un atractor que me permitirá
reconducir los fragmentos preceptúales de comportamientos posibles a la
configuración de un completo comportamiento existencial, que queda así
incorporado a mis posibilidades de intervención en el mundo semiótico posible,
a partir de la cual construyo mi identidad social.
La capacidad enunciativa de las imágenes visuales, predominante y
convencionalmente simbólicas, abarca una pluralidad muy próxima a la de los
enunciados preformativos de la lengua (ver Austin, J. L., 1982). Podrían
sistematizarse como imágenes visuales que:
-instruyen sobre cómo hacer
-instruyen sobre cómo no hacer
-permiten hacer
-permiten no hacer
-prohíben hacer
-prohíben no hacer (exigen hacer)
-prohíben prohibir
-estimulan a hacer
-estimulan a no hacer (desalientan)
-identifican formas de hacer (deportes, trabajos,
profesiones, etc.)
-identifican espacios y comportamientos posibles
-contextualizan
-descontextualizan, etc.
Por tanto, la eficacia de una
forma predominante y convencionalmente simbólica consiste en el aprendizaje y la práctica de conductas
socialmente normadas (Mijksenaar, P,
& P. Westendorp, 1999).
De este modo, las formas (en el caso considerado: las imágenes
visuales) intervienen en la producción de emociones intransferibles, de
existentes ontológicos y de pautas de comportamiento, que transforman al “entorno” en “mundo” (Varela, F., 1992) y, a través
del proceso de su interpretación, confieren identidad específica al perceptor e
intérprete de tales formas.
* La versión inicial, mucho más
reducida, de este trabajo fue presentada en
Sema. Forma y Simetría: Arte y Ciencia. Congreso de Buenos Aires,
IV
19 HACIA UNA
SEMIÓTICA INDICIAL
Acerca de la interpretación de los
objetos y los comportamientos
Advertencia
Desde
una semiótica peirceana, hay dos posibilidades de elaborar el concepto de Índice, o de Signo Indicial, o de Semiótica
Indicial. Una parte de la triádica
definición de Signo (por ejemplo, la que formula en CP. 2.228) y es la que
desarrollo con cierta extensión, a continuación, en el apartado 21.1 Hacia una semiótica indicial. La otra se obtiene al reflexionar
sobre los cuatro casos que incluyen la presencia del Índice en el proceso generativo de las Diez Clases de signos (CP.
19.1 Hacia
una semiótica indicial*
19.1.1 La
interpretación de la semiosis sustituyente en la semiótica indicial. Su
diferencia respecto a la semiótica verbal
Inicio este tentativo esbozo de una
problemática que apunta al diseño de una Semiótica Indicial, o sea, de
aquella semiótica en la cual los signos de
A. Con respecto a todas las semiosis:
una pregunta que propongo como importante para el analista-investigador,
ante una determinada propuesta textual, o sea, ante una Semiosis Sustituyente,
cualquiera sea la materia prima de tal semiosis, sería la siguiente: ¿qué
hay que saber para entender (interpretar, atribuirle un significado a) lo que
se está percibiendo?
El saber al que me estoy
refiriendo, por lo general, es no-consciente por parte del intérprete. Éste no
suele darse cuenta de que está buscando y recorriendo su memoria asociativa (Kosslyn,
1996: 214-225), en el afán de encontrar otras Semiosis Sustituyentes o Sustituidas
que pueda asociar con la que está percibiendo y, en virtud de tal asociación,
entenderla, o sea, atribuirle un significado (es lo que está haciendo cada uno
de los que leen estas líneas, para establecer lo que en otro momento ya ha
leído y coincide de forma casi idéntica con lo que está leyendo, lo que
contradice otras cosas leídas y lo que, al menos, es semejante a esto que está
leyendo; en definitiva, sin correlato en la experiencia histórica personal no
puede construirse un significado).
Una respuesta posible: en todos los
casos, pero en especial en el caso de los objetos y los comportamientos, habrá
que actualizar y utilizar (comparando, contraponiendo, transformando) las
distintas semiosis (verbal, visual, comportamental) que están vigentes en la
sociedad a la que pertenece el intérprete y, de entre ellas, aquellas de las
que tal intérprete dispone y asocia como relacionadas con lo que percibe. De
dónde resulta, como observaba Peirce (CP. 2.303, passim), la producción
de una semiosis infinita a partir del interpretante; o sea, salvo desde
una perspectiva dogmático-hermenéutica, no existe interpretación verdadera,
sino interpretación coherente con determinadas semiosis sociales vigentes; ni
interpretación falsa, sino interpretación divergente respecto de determinadas
semiosis sociales vigentes; todo dependiendo de lo que dispone y de cómo lo
maneja, lo relaciona, lo mezcla el intérprete.
O sea, que cuando percibimos como
Sustituyente a determinada Semiosis (a la que siempre podremos también percibir
como Sustituida, o sea, como Objeto Semiótico) necesitamos ponerla en relación
con un conjunto de otras semiosis para que podamos entenderla; en este sentido
se plantea el concepto de función como característica definicional de
los que Foucault denomina "enunciados" y el de la exterioridad del
significado y de su explicación (Foucault, 1969: 105ss).
Esas otras semiosis a las que se acude
tienen el carácter de atractores mnemónicos, o sea, de imágenes
(experiencias cualitativas, figurativas y/o normativas) conservadas en la
memoria, que reconducen lo que se está percibiendo a otras percepciones ya
dotadas de sentido (o dotadas de un significado histórico), atribuyéndoselo,
contraponiéndolo, transfiriéndolo o proponiéndolo como el sentido (o como la
búsqueda del significado) de la nueva propuesta perceptual.
Esto sería lo que realiza, en su proceso
intuitivo y cotidiano de comunicación, el intérprete social y cuya explicación,
encuadrada en las exigencias de una metodología rigurosa, es la tarea del
analista-investigador que trabaja desde la semiótica.
B. Con respecto a los objetos y a los
comportamientos: los objetos serán considerados, habitualmente, como
Objetos Semióticos, pero, en determinada situación o respecto de algunos de sus
aspectos, se requerirá que se los considere como Semiosis Sustituyentes, siendo
éste el aspecto de mayor importancia en relación a la posible constitución de
una Semiótica Indicial.
Tal es lo que ocurre cuando se presentan
exhibidos en los museos (y, más trivialmente, en la vidriera/escaparate de un
comercio). En el caso de los museos, los objetos expuestos están (o deberían
estar) rodeados de textos escritos, imágenes fotográficas, dispositivos
audio-visuales, los discursos de las/os guías y hasta pueden instalarse talleres
para la producción de objetos similares a los que están expuestos. Todos estos
recursos están destinados a actualizar, en la mente del intérprete-visitante y
de modo entre imperativo y sugerente, según la ideología del curador del museo
(o del diseñador de la vidriera/escaparate comercial), esas otras semiosis que
resultan indispensables o meramente convenientes o incluso originales para que
el objeto exhibido produzca determinado significado.
Los comportamientos individuales o
grupales serán considerados,
habitualmente, como Objetos Semióticos, pero, en determinada situación o
respecto de algunos de sus aspectos, se requerirá que se los considere como
Semiosis Sustituyentes, siendo éste el aspecto de mayor importancia en relación
a la posible constitución de una Semiótica Indicial. Comencemos a esbozar
algunos ejemplos al respecto.
Las llamadas "maneras de mesa"
son comportamientos que se cumplen como Semiosis Sustituyentes en la medida en
que dan cuenta de valores culturales histórica y socialmente vinculados a la
ingesta de alimentos. Comer es un Objeto (comportamiento) Semiótico, en cuanto
acción que concreta esa ingesta y a la que las maneras de mesa confieren un
determinado significado.
El corte de rutas y los comportamientos
de los piqueteros son, predominantemente, Semiosis Sustituyentes. A poco
que se tenga contacto con la cultura en la que se produce ese comportamiento
(actualmente, casi en una dimensión global), quien lo percibe sabe (porque lo
relaciona con información preexistente en su memoria semiótica) que no se trata
de un festejo (como, en la región andina del noroeste argentino, lo serían los
comportamientos correspondientes a la celebración de
Lo que no puede exigirse, como
pretendida prueba para establecer el carácter discursivo o de Semiosis
Sustituyente, en el caso de comportamientos existenciales (en principio, afines
a los objetos existenciales), es que estos cumplan con las posibilidades
enunciativas que son propias y exclusivas del discurso verbal (ver apartado
28).
Los comportamientos (individuales o
grupales), así como los objetos (en especial los exhibidos en un museo) y las
imágenes materiales visuales (cualitativas y figurativas, pero no las
simbólicas), no construyen enunciados condicionales (con "si...
entonces"), ni causales (con "porque..."), ni muestran
relaciones de concordancia en género, número y caso, etc., ya que se trata, en
todos estos casos, de categorías estrictamente lingüísticas.
En cambio, el discurso verbal no puede
mostrar, ni puede realizar acciones (mal que le pese a Austin), ni puede
utilizar configuraciones 3D, 2½D y ni siquiera 2D para construir el
significado, como sí lo hacen los comportamientos, los objetos y las imágenes
(en cada caso, mutatis mutandis), junto con otras muchas posibilidades de
eficacia específica que posee lo existencial-material cuando está socialmente
propuesto como Semiosis Sustituyente.
Decir que el comportamiento (al igual
que los objetos y las imágenes) necesita de la construcción conceptual que
realiza el lenguaje verbal para alcanzar la capacidad de producir un
significado es tan válido como la inversa: el lenguaje verbal necesita de la
memoria de los comportamientos (y/o de los objetos y/o de las imágenes) para
que se produzca el significado verbal. O sea, ninguna semiosis se basta a sí
misma, sino que su interpretación necesita de otra u otras semiosis (y/o de más
elementos de la propia semiosis) para que signifique.
Así, la tarea del investigador en
semiótica consiste, al menos en parte, en buscar las reglas propias y
pertinentes a cada una de las semiosis con las que se construye determinada
significación en un determinado momento de una determinada sociedad.
Algunos de los problemas básicos son:
1. ¿Cómo encontrar esas reglas que
son específicas de una determinada semiosis? o bien, ¿cómo se diferencian
en cada caso de las que pueden considerarse como reglas comunes pertenecientes
a
2. No confundir el análisis de la
capacidad de producir el significado de otra entidad diferente a la
semiosis que lo produce, con el análisis del significado que tiene un
determinado fenómeno y que proviene de otras semiosis. O sea, una cosa es
analizar cómo produce su significado de protesta el comportamiento de
los piqueteros (en cuanto Semiosis Sustituyente) y otra distinta es analizar el
significado que adquiere la falta de trabajo tal como resulta construido
(en cuanto Objeto Semiótico) por el comportamiento de los piqueteros, a
diferencia del que resulta construido en una eventual editorial de un diario.
3. Identificar, en cada caso concreto, cuáles
son las semiosis que concurren para construir la interpretación de cómo una
determinada semiosis produce un determinado significado. O sea, qué
imágenes, qué recuerdos de lo visto, leído o participado, confluyen para que quien
es testigo del comportamiento de los piqueteros le dé una u otra interpretación
de entre las muchas posibles.
19.1.2
Exploración del objeto en el museo, como introducción a una semiótica indicial
Me propongo explorar las líneas básicas
y tentativas de un estudio semiótico acerca del significado de los objetos,
en cuanto constituye uno de los aspectos fundamentales de
Por el momento, sólo pretendo dejar
planteadas algunas líneas de reflexión acerca del tema. Creo que lo básico es
tener en cuenta que, enfrentar el estudio del significado del objeto, en el
específico contexto del museo, supone una tarea de exploración de la eficacia
de la semiótica, en cuanto metodología de investigación, para explicar el
proceso de proposición, interpretación y transformación del significado de lo
exhibido, así como su resultado, por el hecho de estar exhibido, según las
características del diseño de la exhibición y adecuándose a los sistemas de
interpretación de los visitantes de dicha exhibición.
Esta significación será diferente a la
que adquiriría ese mismo objeto en un comercio, en la habitación de un
domicilio particular, en un hospital, en una iglesia, en un hotel, en un
cuartel, en un parque o calle, en una escuela, en un club deportivo de barrio,
etc. También será diferente a la significación que adquiriría ese mismo objeto
al estar representado en una imagen gráfica, bi o tridimensional y a la
significación de esta misma imagen en cuanto objeto. Por ello también excluyo,
provisionalmente, de este trabajo, a la clase de objetos cuyo dominio está
constituido por los que son representaciones de otros objetos; aun
cuando su presencia constituye uno de los objetos más habitualmente exhibidos
en los museos: preferentemente, museos de pintura y de escultura, pero también
museos de maquetas, de fotografías, de reproducciones artísticas, de la voz,
etc.
Por consiguiente, todo aquello acerca de
lo que vayamos reflexionando en este trabajo se entenderá como referido a la
exhibición del objeto, en su calidad básica de Objeto Semiótico, en un museo, y
no a la exhibición de aquellos que se exhiben en virtud de su calidad básica de
Semiosis Sustituyentes, salvo que, por exigencias de una semántica diferencial,
se indique lo contrario. Hay que advertir que al exhibir, en un museo,
cualquier objeto, éste deja de ser Objeto Semiótico y se transforma en Semiosis
Sustituyente. Al hablar de "su calidad básica", me estoy refiriendo a
la que, previa e históricamente, posee el objeto, con independencia de la que
llegará a adquirir por el hecho de estar exhibido, que será siempre la de Semiosis
Sustituyente.
El motivo de esta exclusión de objetos
cuya calidad básica es la de Semiótica Sustituyente, consiste en que dicha
calidad básica es ya metasemiótica, dado que los que se exhiben son
discursos acerca de objetos, o sea, objetos que son, originariamente,
representaciones de otros objetos, como es el caso de una exposición de
imágenes visuales figurativas. Por el contrario, cuando la calidad básica es
semiótica lo que se exhiben son objetos que no poseen, originariamente,
carácter representativo, como es el caso, por ejemplo, de un museo de náutica.
Excluyo a los primeros y me circunscribo a los segundos, por considerar que la
problemática y las operaciones analíticas que habrán de utilizarse en uno y
otro caso (el de la metasemiótica y el de la semiótica) son diferentes.
No obstante, esta exclusión no abarca a
los discursos, en función co-textual (ver, para diferenciar
"contexto" y "co-texto", el apartado 8), mediante los
cuales los objetos exhibidos son propuestos como dotados de determinada
significación, al menos en el diseño comunicativo del curador del museo; estos
tendrán una particular importancia para establecer la relación entre el Mundo
Semiótico Posible del curador tal como lo propone al diseñar la exhibición
y los Mundos Semióticos Posibles de los visitantes tal como estos los
construyen a partir de la propuesta del curador y de su propia capacidad de
interpretación (ver, para "Mundos Semióticos Posibles", los apartados
32, 33 y 34).
No obstante, al estar exhibido, el
objeto en el museo deja de ser lo que es "en sí mismo" (lo que, no
obstante, ya lo incluye en una cultura y por tanto le confiere el carácter
básico de Objeto Semiótico) y comienza a estar en representación de algo (lo
que le confiere el carácter derivado de Semiosis Sustituyente).
En el museo, los objetos presentes
nos conducen a una ausencia, a otro objeto y/o a otro espacio y/o a otro
tiempo en el cual, ese objeto, siendo el mismo, ya no es el que está en la
vitrina o sobre el pedestal. No teniendo como estructura básica
convencionalmente admitida la de Semiosis Sustituyente (la que, en cambio, sí
tienen las imágenes materiales visuales) se constituyen en tales por la
eficacia del contexto. O sea, sin dejar de ser Objeto Semiótico (que, en cuanto
tal, admite el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que producen su
específica significación: los textos escritos, las imágenes fotográficas, los
audiovisuales, etc., que acompañan habitualmente al objeto exhibido, y a las
que acabo de denominar "su co-texto"), queda propuesto, además, como
Semiosis Sustituyente para la construcción de la significación de otros objetos
o comportamientos, efectivamente ausentes del contexto de exhibición del museo
(tal lo que ocurre con los objetos exhibidos en un museo de historia, por
ejemplo).
19.1.3 Más
sobre el objeto en el museo; más sobre Semiótica Indicial
Lo que llegué a proponer en el apartado
anterior es considerar a ese objeto como un Objeto Semiótico al que se exhibe y
que, al exhibírselo, adquiere una potencia representativa; se tratará por tanto
de proponerlo como Semiosis Sustituyente, aun cuando (originariamente) es un
Objeto Semiótico y sólo por eficacia de esa situación de exhibición se
constituye en Semiosis Sustituyente sui generis.
Parece una contradicción. Pero, de lo
que se trata es de exhibir (o sea, transformar en Semiosis Sustituyentes)
objetos que no tienen la cualidad de ser Semiosis Sustituyentes. Una cosa es
exhibir una pipa en un museo y otra muy distinta es exhibir la imagen de una
pipa en un museo, situación esta última que le llevará a R. Magritte a escribir
junto a dicha imagen: "esto no es una pipa" (lo que retomará M.
Foucault, 1973, en un delicioso librito con ese título y sobre este tema). Si lo
que se exhiben son imágenes de pipas, se están exhibiendo Semiosis
Sustituyentes; si lo que se exhiben son pipas se están exhibiendo
Objetos Semióticos; pero, mientras están exhibidas son Semiosis Sustituyentes,
ya que representan a otras pipas de determinado estilo o fabricante o cultura o
etnia o, incluso, representan a determinado fumador que las utilizó. Sólo que
esta capacidad de representación es tal que ni R. Magritte ni M. Foucault
podrían decir "esto no es una pipa", ya que, efectivamente, son pipas
Así es como adquiere la calidad
representativa específica el objeto exhibido en el museo. La tarea cognitiva de
base que se propone al exhibir un objeto en un museo (como en otros muchos
ámbitos en los que podría exhibirse) consiste en que se lo perciba. Esta tarea
se corresponde con el objetivo fundamental de la visión, según lo formuló D.
Marr: "Saber qué hay dónde, mirando" (1982: 3). Pero, hasta aquí, no
se produce la especificidad identificadora del objeto en el museo; al objeto se
lo identificaría, del modo que propone Marr, como a cualquier otro objeto al
que identificamos y situamos en coordenadas espaciales, por lo general
intuitivas. En el museo, es necesario percibir, pero no basta con ello; habrá
de asignarle una particular calidad a esa percepción: la de consistir en la
percepción de una representación. Creo que ayuda a comprender esto si se
tiene clara la diferencia entre uso y exhibición (que algo le debe a W. v. O.
Quine, 1962: 77).
El objeto usado requiere percibir su colocación en el espacio y saber
manipularlo con la eficacia pertinente según sus características. Pero es
posible que no se lo perciba conscientemente, ni se tenga constante conciencia
de los conocimientos que requiere su manipulación, como ocurre, por ejemplo, en
mi relación con el teclado en el que escribo.
El objeto exhibido se propone explícitamente a la percepción, en una
determinada situación que lo privilegia (o debería privilegiarlo) para su
contemplación, y actualiza ante la conciencia del visitante determinada información,
mediante la que se constituye como representación, en cuanto no se agota en sí
mismo sino que su presencia propone algún tipo de relación con algo diferente
al propio objeto. Pero esta relación con algo diferente tiene diversas
variantes.
Por una parte, que no se agote en sí
mismo no excluye que su única posibilidad representativa consista en poder
estar en representación de sí mismo. Esto ocurre, en especial, con los llamados
"objetos únicos". En tales casos, el objeto exhibido y el
representado resultan no ser el mismo, pese a su aparente unicidad; el mismo
objeto no posee una misma identidad en cuanto percibido y en cuanto
interpretado.
En el caso del objeto único, el objeto
representado se caracteriza siempre como una ausencia que contradice la
efectiva presencia del objeto exhibido. El sable de San Martín, custodiado en
el Regimiento de Granaderos en
No obstante el caso más habitual es
aquel en que el objeto exhibido está en representación de todo un dominio de
objetos, del cual él es, además, uno de sus integrantes. Tal es el caso de los
objetos llamados "prototipos". Aquí, el objeto comparte sus
características perceptuales y/o simbólicas con un conjunto de otros objetos,
ostentándolas como determinantes y definitorias de su capacidad representativa
de tales objetos (Rosch, E., 1973; Dubois, D., 1991: 15). Estos otros objetos
son semejantes entre sí y respecto al exhibido, pero, además, están ausentes.
Tal es el caso de la vieja moneda española de un maravedí, exhibida en un museo
de numismática. Allí exhibida, tampoco esa moneda es tal, sino que se
representa a sí misma y a todas las demás de su tipo y valor que alguna vez
existieron. Esta distancia necesaria, creo poder afirmar que es lo que
constituye la característica esencial de un objeto de museo, lo que le confiere
su estatuto como signo y lo que lo hace objeto de conocimiento de una Semiótica
Indicial.
19.1.4 Una
primera aproximación al interpretante del objeto en el museo: el visitante
Uno de los aportes fundamentales de Ch.
S. Peirce consistió en establecer el interpretante como el lugar de la plenitud
(siempre provisional) del signo. No hay signo hasta tanto una determinada
percepción no haya encontrado su lugar en el sistema mental de interpretación a
donde lo remite el observador. No es que, mientras tanto, exista un signo no
interpretado, es que no hay signo (coincidentemente, en relación con la
modalidad de re: Kripke, 1980: 110).
Desde esta perspectiva, el objeto en el
museo sólo adquiere su valor específico cuando resulta interpretado por cada
uno de los visitantes que lo perciben efectivamente y según las características
que, en la mente de cada uno de tales visitantes, adquiere esa percepción.
Vuelve a actualizarse una observación
que formulé, en otro trabajo (Magariños de Morentin, 2000: 691), respecto de
las semióticas de la imagen visual y que considero generalizable a la
interpretación de cualquier clase de signo: ninguna semiosis es autosuficiente
para la obtención de su interpretación. Esto quiere decir que el interpretante
necesita poner en relación la percepción actual que pretende interpretar con la
huella mnémica, en cuanto ya interpretada, de otra o de otras múltiples
percepciones, experiencias sensoriales, nombres, expresiones y frases verbales,
comportamientos percibidos o protagonizados, etc., etc., y en los que, por
semejanza o diferencia, se basará para interpretar dicha percepción actual. Tal
la función que cumple la parte del modelo cerebral de identificación del objeto
visual al que, como mencioné antes, S. M. Kosslyn (1996: 214-225) denomina
"Memoria Asociativa".
El término "interpretación"
involucra una doble tarea: la de reconocimiento y la de interpretación
propiamente dicha. La primera culmina cuando el espectador sabe qué es lo que
está viendo. Suele asimilársela a estar capacitado para asignarle un nombre. La
segunda cuando el espectador lo vincula con diversos aspectos del sistema
cultural del que dicho espectador participa. Supone la capacidad para asignarle
un contexto, fundamentalmente existencial o utilitario y/o para incluirlo en un
sistema, fundamentalmente conceptual o virtual.
Este es el ámbito de concurrencia, que
puede abarcar desde la complementariedad hasta el conflicto, entre la propuesta
del curador de la exhibición y el universo de significaciones con el que el
visitante llega al museo, acerca de todo lo cual hay mucho para precisar.
19.1.5 La
contraposición de los mundos semióticos posibles del curador y del visitante
El apartado anterior concluía
comprometiéndome a continuar el desarrollo acerca del objeto en el museo, en
cuanto parte de
Téngase en cuenta que cuando me refiero
al "curador" lo hago como designación de un sujeto colectivo, ya que
en el diseño, organización y puesta en práctica de la exhibición, interviene
siempre y necesariamente un equipo de diversas personas con diversos
conocimientos y habilidades (comunicación personal de la museóloga Alicia
Sarno). Por supuesto, también el término "visitante", sin ser de mi
entera satisfacción, también designa un sujeto colectivo: el conjunto de
personas que concurren al museo y establecen contacto con el objeto exhibido.
Pero retomando el hilo inicial, lo que
ahora me interesa es considerar al objeto exhibido como un punto de encuentro
entre los Mundos Semióticos Posibles del curador y del visitante.
Creo que la expresión "Mundo
Semiótico Posible" va a requerir, en algún momento, un desarrollo atento
(con algo contribuyo, en este mismo trabajo, en los apartados 32, 33 y 34 de
los Temas Complementarios). Yo lo he trabajado, al menos, en un par de
oportunidades (Magariños de Morentin, 1996 y 1999) Enfoques diferentes pueden
encontrarse en la revista Versus Nº 17, 1977; en S. A. Kripke (1980),
con la exploración metafísica de las relaciones entre lo designativo y lo
óntico; en la muy atractiva recopilación que hace S. Allén (1989) del Nobel
Symposium 65, con un interesante trabajo de U. Eco ("Report on Session 3:
Literature and Arts"); en J. Hintikka (1996), con la dureza y la
fascinación propia de un excelente lógico, entre otros muchos. Asimismo,
resulta muy fructífero el concepto de "las formaciones
discursivas" de M. Foucault (1969: 62; 72; 90; 97 passim) que
yo, al menos, postulo como afín al de los Mundos Semióticos Posibles.
En
Algunas de estas relaciones
espaciales pueden recaer sobre el mismo objeto y están destinadas a
proponer una determinada visualización de dicho objeto. Otras a ponerlo
en relación con un universo de conceptos e imágenes textuales de las que provendrá
la información necesaria para su semantización. Otras, en fin, a
vincularlo con un universo de comportamientos tendientes a la construcción de
su dimensión pragmática. En cualquier caso, ese conjunto de relaciones
espaciales implica una propuesta de ideologización del objeto, según
determinaciones con las que el curador pretende controlar, o, al menos, desde
la que pretende orientar la capacidad interpretativa del visitante.
El otro de estos Mundos Semióticos
Posibles, es aquel constituido por un conjunto de posibilidades interpretativas
predeterminadas, según el cual cada intérprete o, en el caso del museo, visitante
se ubica en presencia del objeto para configurar una situación empírica
imaginaria, construida según determinadas relaciones espaciales, en la que ese
visitante está dispuesto a situar al objeto.
Algunas de estas relaciones
espaciales pueden recaer sobre el mismo objeto y están destinadas a
establecer las características que el visitante puede aceptar como adecuadas
para la visualización de dicho objeto. Otras a poner a este objeto en
relación con un universo de conceptos e imágenes mnemónicas de las que
proviene, al tiempo de la puesta en presencia del visitante ante el objeto, la
información necesaria para la semantización que ese visitante puede
conferirle. Y otras relaciones espaciales, en fin, vincularán al objeto, en el
imaginario del visitante, con un universo de comportamientos tendientes a la
construcción de su dimensión pragmática. En cualquier caso, ese conjunto
de relaciones espaciales implica una propuesta de reconocimiento del objeto,
según determinaciones desde las cuales el visitante estará dispuesto o no a
aceptar la propuesta ideologizadora del curador.
En su forma más elemental, los Mundos
Semióticos Posibles del curador y del visitante están constituidos por las
posibilidades dialécticas, en cuanto opositivas y eventualmente
contradictorias, de visualización, semantización y utilización pragmática
aplicables al objeto. Estas tres dimensiones son los ámbitos en los que se juega
la posibilidad de intercambio comunicativo entre el curador colectivo y el
conjunto de los visitantes individuales del museo. Se materializan en la forma
de exhibición del objeto, los textos, los gráficos y audiovisuales a los que se
lo asocia y las actividades pedagógicas o lúdicas que se programan como
experiencia kinésica con el objeto o con sus réplicas o sus componentes o sus
resultados.
¿Cómo lo exhibe el curador versus
cómo lo hubiera querido percibir el visitante? ¿Qué información le asocia el
curador versus qué sabía de él el visitante? ¿Qué relación física admite
el curador que puede establecerse con el objeto versus cuál es la que al
visitante le interesa establecer?
Tales considero, en principio, que
pudieran ser los tres temas básicos para el análisis de los objetos de un museo
en cuanto propuesta de comunicación.
19.1.6 La
"puesta en escena" de objetos y comportamientos
Continúo con algunas reflexiones en el
marco de una Semiótica Indicial. El tema se centra en la posibilidad de
identificar cuándo nos encontramos ante una percepción de objetos y/o
comportamientos que nos sugiere o, quizá, nos impone, proyectarnos hacia un
universo diferente del que tenemos presente y, por tanto, construir una
interpretación semiótica de dicha percepción a la que, en principio,
consideramos como Objeto Semiótico pero que, posteriormente, se nos impone como
Semiosis Sustituyente.
En este sentido propongo que todo
despliegue de objetos/comportamientos tiene siempre algún aspecto de "puesta
en escena" y la puesta en escena es una condición inicial y necesaria
para toda comunicación. Por tanto, los objetos puestos en escena se diferencian
de sí mismos (dejando de ser simples Objetos Semióticos) por ese plus al que
remiten (y que les atribuye, en alguna medida, el carácter de Semiosis
Sustituyentes).
La perspectiva semiótica, en esta
reflexión, es general y abarca, una vez analizadas las propuestas simbólicas
(por ejemplo, las lenguas verbales o de señas, la aritmética o la lógica
simbólica) y las propuestas figurativas (por ejemplo, fotografías, pinturas y
esculturas), a todas las entidades existentes y posibles, tanto artificiales
como naturales. Vistas por el hombre, tales entidades están
vistas (o dispuestas o construidas) para el hombre y ya no son lo que (supuesta
pero inaccesiblemente) serían en sí, ni lo que serían (haciéndosenos igualmente
inaccesibles) al ser vistas por un alienígena de otra galaxia, por alguna
inteligencia eterna peirceana (el "æon" de CP. 3.433 que transcribo
más adelante) o por el más cercano marciano de Chomsky; pero obsérvese que
siempre tendrían que ser para alguien ya que de lo contrario simplemente
no serían (o, al menos, no serían objeto posible de ninguna percepción
consciente para ninguna mente imaginable).
La hipótesis, pues, consistiría en
afirmar que todo Objeto Semiótico participa en algo, simultáneamente, de la
calidad de Semiosis Sustituyente. Aun en su mero carácter (ontológico) de
Objeto Semiótico, ninguna entidad se situaría (retomando la conocida expresión
de R. Barthes, 1967a, 1967b) en "el grado cero" de alguna semiótica.
Esto quiere decir que ningún objeto podría ser considerado como total y
definitivamente terminado o construido en cuanto resultado final de alguna
interpretación semiótica, ni podría ser considerado sin potencia alguna para
semiotizar a algo que ya no es él mismo sino otro al que tal objeto se refiere
o representa (otro objeto junto al cual aparecería o cuya ausencia revelaría;
el propietario del objeto o su manipulador; un gesto o ademán que fue necesario,
etc.), sino que, por negación de dicho "grado cero", conservaría
siempre, además, la (al menos) potencia para estar remitiendo a algo distinto
de sí mismo. Al estar puesto en algún lugar, inevitablemente con otros o junto
a otros objetos, para ser visto en ese lugar y no en otro lugar posible, ni en
asociación con otras entidades posibles, para ser visto por alguien (o por
muchos), pero no por otros (o por alguno), está puesto para comunicar algo más
que su mera presencia: algo que puede remitir a identidad, estatus, compromiso,
poder, veneración, mentalidad, ideología, creatividad, moda, exclusión..., y
tantos otros aspectos que los objetos construyen y para los que no alcanzan las
palabras que los designen o los describan, pero cuya eficacia se constata al
percibirlos o al estar o al circular entre ellos.
Hay "puestas en escena"
explícitas de objetos, en cuanto,
socialmente reconocibles como exhibidos para ser vistos: tal es el caso de los
museos, colecciones y exposiciones, jardines botánicos, zoológicos y reservas
naturales, vidrieras o escaparates de establecimientos comerciales, góndolas de
supermercados, plazas, jardines y parques, fachadas de edificios, la ropa que
se lleva puesta, el amoblamiento de una habitación en una vivienda particular, en
un hotel, en un hospital, en una empresa, en la celda de una cárcel, etc.
Hay "puestas en escena"
explícitas de comportamientos, en
cuanto, socialmente reconocibles como exhibidos para ser vistos: los desfiles
militares, las funciones de ballet, de teatro de mimos (para atender
predominantemente a situaciones con mínima presencia de lo verbal), los
espectáculos deportivos, las manifestaciones políticas y/o gremiales,
ceremonias cívicas o religiosas, la consulta médica (en especial en la medicina
social en la que el médico manipula el cuerpo del paciente con mínima
participación e interés en la información verbal que le trasmite), desfiles de
modelos, concurrencia y desplazamiento por lugares de encuentro y paseo urbano,
como
Es como un desafío el identificar este
repertorio, prácticamente inagotable, de ámbitos destinados a la exhibición de
objetos y/o comportamientos. Todos ellos son propuestas perceptuales (evito
decir "textos" ni "discursos" para eludir la intromisión de
la lingüística; pero, entre comillas y entre paréntesis, lo digo; más adelante,
en los apartados 22 y 23, utilizaré el término "disposición") acerca
de las cuales la semiótica tiene (o tendría o debería tener) mucho que decir y
explicar. Ésta es la opulenta línea de investigación y estudio en la que
incluyo este tipo particular de reflexión: el de una Semiótica Indicial.
Ahora bien, la hipótesis que estoy
esbozando es que, al margen de estas situaciones explícitas de puesta en escena
de objetos y/o comportamientos, constitutivos inequívocamente de Semiosis
Sustituyentes, también los objetos usados en la práctica social, según su
finalidad específica y aunque, aparentemente, no estén destinados a ser
exhibidos, o sea, en cuanto simples Objetos Semióticos, siempre e
ineludiblemente incurren en alguna especie de situación implícita de puesta en
escena y aparecen, por ello, dotados de una tensión semiótica que los
constituye en objetos de estudio de una Semiótica Indicial.
La única exclusión estaría constituida
por el conjunto de los que se podrían considerar como Objetos Semióticos
imposibles (en la línea de las configuraciones ideadas por Escher). Pero, ¿existe
el objeto imposible?
19.1.7 La
semiótica como proceso de transformación y la asistematicidad peirceana en la
caracterización del índice
Estoy pretendiendo desarrollar las
líneas fundamentales de una Semiótica Indicial. Ya he anticipado algunos
comentarios, cuando me he referido a los objetos, en especial exhibidos en un
museo, y a los comportamientos, particularmente en el caso de los
"piqueteros".
Pero más que reflexiones aisladas,
trataría de ir sistematizando conceptos y operaciones que permitan ir
construyendo esta parte de la semiótica que, según la información de que
dispongo, es la menos desarrollada.
Por supuesto, Charles Sanders Peirce es
quien ha construido el concepto de Índice con mayor profundidad y riqueza (CP.
2.284-2.291, passim). Lo tendré presente permanentemente, pero
advirtiendo que no me preocuparé por ser ortodoxo; más bien preveo la necesidad
de una notable heterodoxia o, al menos, la búsqueda de desarrollos alternativos.
En este sentido, comienzo planteando un
par de temas, sobre los que será necesario continuar trabajando, para avanzar
sobre una Semiótica Indicial.
El primero se refiere a la semiosis
de base de esta Semiótica Indicial,
que estaría constituida, por ejemplo, por los objetos y los comportamientos (así
como por los contenidos de la memoria, que dejo para una elaboración posterior)
a los que ya me he referido. Pero, como sabemos, una semiótica no se identifica
por el tipo de referente que construye ni por la sensación sensorial de la que
parte, sino por la transformación a que somete a percepciones y
referentes y, en virtud de la cual, los constituye en signos. Así, las
palabras, que son predominantemente símbolos, en la sistemática peirceana,
tienen un (importante) aspecto indicial: por ejemplo, su calidad física y su
presencia como existentes que se hacen oír o ver; y, por supuesto, un
(importante) aspecto icónico: por ejemplo, la modulación de quien las pronuncia
y la tipografía o caligrafía de su escritura, en ambos casos respetando una
estructura formal de base. Y las imágenes, que son predominantemente iconos,
tienen también un (importante) aspecto indicial: por ejemplo, su soporte físico
y su presencia como existentes que ocupan un espacio en una pared (cuadros) o
un volumen en un ámbito (estatua), etc.; y, por supuesto, un (importante)
aspecto simbólico: por ejemplo, la cotización o precio en el mercado del arte o
bien su carácter de pieza revolucionaria que inicia un nuevo período o de pieza
pasatista que no aporta nada nuevo. O sea, considero que no es suficiente con
decir que una Semiótica Indicial trata acerca, por ejemplo, de objetos o de
comportamientos, ya que unos y otros tienen (importantes) aspectos icónicos y
simbólicos, al margen de su predominante (en nuestra cultura) presencia
existencial. En todos los signos predomina un aspecto, que hará que se los
considere iconos, índices o símbolos, según circunstancias y/o
condicionamientos socio-históricos, pero que no excluye los otros aspectos
semióticos (más sobre esta copresencia de todos los signos en cada signo, en el
apartado 11). El índice es, por tanto, una manera de representar y no una
materia prima o sensación, aunque también debe tenerse en cuenta que esa manera
de representar recae predominantemente (al menos en nuestra/s cultura/s) en los
que llamamos "objetos" y "comportamientos".
El segundo tema es, conceptualmente, bastante complejo. Se refiere
a cierta asistematicidad que pareciera manifestarse en el criterio seguido por
Peirce para su construcción del índice, frente al criterio, más coherente e
inambiguo, seguido para caracterizar al icono y al símbolo. Mientras estos
últimos se identifican por adquirir su específica calidad representativa (su
calidad de signo) situándose o apareciendo "en lugar de", en el caso
del índice, éste pareciera identificase por adquirir su específica calidad
representativa (su calidad de signo) según las características de su asociación
física con otro u otros signos, o sea, por su capacidad y sus características
de contextualización, o sea, situándose o apareciendo "en una conexión
dinámica" con el objeto al que representa. Cuando se estudian los signos,
la operación semiótica que se plantea como general es la de sustitución;
o sea, se trataría de una dinámica de metáfora (representa porque está en
lugar de). Por otra parte, cuando se estudian los contextos, la
operación semiótica que se plantea como general es la de integración, o
sea, se trataría de una dinámica de metonimia (representa porque es parte de).
Pero, en el caso del índice la operación semiótica que, según Peirce, lo
caracteriza, en cuanto signo, es la de integración (en un
contexto más amplio), o sea, su identificación como signo respondería a la
dinámica de la metonimia (representa por ser una parte de).
Esta opción por caracterizar al índice
desde la perspectiva de su integración con otros signos se manifiesta,
inicialmente, cuando establece la calidad de contexto existencial que
atribuye Peirce al ámbito de valoración del índice, o sea, al que denomina "dicisigno"
o "signo dicente" (CP. 2.250-251) frente a la calidad de sistema
virtual que le atribuye al ámbito de valoración del icono, al que denomina "rhema"
(CP. 2.250) o al del símbolo, al que denomina "argumento" (CP.
2.252-253). Esto se potencia cuando Peirce (CP. 2.283) diferencia, con términos
evaluativos, entre el índice genuino, que consiste en una relación
existencial (por tanto, vinculada a la integración y, en cuanto tal,
relativamente próxima a lo metonímico), y el índice degradado, que
consiste en una relación de referencialidad (por tanto, relativamente próxima a
la sustitución y, por tanto, a lo metafórico). Y, sin aclarar si lo hace en el
mismo sentido que antes, en la nota 23 al parágrafo 8.368 de CP., distingue
entre dos clases de índices: los que "stand for..." o "designations",
o sea, los que designan, ya que están en lugar de algo (lo que
permite considerarlos relativamente próximos a los que estableció como índices
degradados, por tanto según una relación metafórica con su objeto) y los que
llama "reagents" o sea, los reactivos (quizá como un
rastro de su formación académica de químico), en cuanto ponen a la mente en
conexión con determinado fenómeno al que señalan o indican o del que son índices
(lo que permite considerarlos relativamente próximos a los que estableció como
índices genuinos y, por tanto, según una relación metonímica con su objeto).
19.1.8 Cómo
se define y se acota un contexto
Considero importante detenerme y tratar
de esclarecer una doble operación que vamos a necesitar con mucha frecuencia,
en nuestra tarea de esbozar una Semiótica Indicial. Se trata de la comprensión
teórica y la adecuación empírica del problema acerca de (1) cómo se define y
(2) cómo se acota un contexto.
Casi nada de la semiótica se puede
responder en dos palabras, pero sugiero tomar estos breves comentarios como
esquemas mínimos para la comprensión del tema que se propone, y que requieren
continuar siendo objeto de reflexión y profundización y de un más preciso
ajuste en otros momentos.
(1) Con esta restricción, puede decirse
entonces que el contexto, en principio, es el conjunto de signos,
efectivamente existentes, que aparecen asociados a otro determinado signo,
efectivamente existente, según las reglas de integración de la semiosis a la
que pertenecen.
Además (como criterio analítico
provisional e irreal, pero conveniente en función del rigor, y que
deberá modificarse, como lo propondré más adelante, para adecuarse a situaciones
efectivas), sólo se tomarán en cuenta, para afirmar que se está en presencia de
mismo contexto, los signos que pertenecen a la misma semiosis que el signo cuyo
contexto se estudia. Esto quiere decir que el contexto de un signo lingüístico
estará constituido por otros signos lingüísticos, el de un signo gráfico por
otros signos gráficos, el de un signo musical por otros signos musicales, etc.
Si esos otros signos aparecen asociados, pero no pertenece a la misma semiosis
que el signo en estudio, suele hablarse de "co-texto", un
término por el que confieso que siento poca simpatía, por considerarlo no
suficientemente definido y, sobre todo, poco definidas sus relaciones con el
texto al que acompaña, por lo que no creo que pueda utilizarse para eliminar la
irrealidad del anterior criterio; y hablo de "irrealidad"
porque es prácticamente imposible encontrar una determinada secuencia de
signos, o sea, un contexto, en la que todos sus componentes intervengan
desempeñando una misma función semiótica: todos como y sólo como iconos
o todos como y sólo como índices o todos como y sólo como símbolos. Ejemplos de
situaciones a considerar desde una perspectiva co-textual serían
los gestos que acompañan a las palabras o el título que acompaña a una
pintura o a una escultura o las imágenes de
El contexto, del que esbocé una
definición, es el instrumento natural de toda semiosis, mediante el cual cada
signo adquiere el sentido que le confieren los restantes signos del determinado
contexto en el que aparece incluido (ver, respecto a la caracterización de
"sentido" frente a "significado" y a "concepto",
el apartado 18). Todo contexto siempre lo es de algún signo determinado;
además, lo es de algún signo efectivamente existente, o sea, todo contexto es
siempre un fenómeno material y no virtual.
Esto, a su vez, quiere decir que no
sería semióticamente correcto hablar de contextos abstractos, por lo que
no se podría decir (pese a que se lo dice con bastante frecuencia) que
un sistema cultural o las reglas de una gramática o las ideas políticas
vigentes en un momento dado, sean contextos de "algo" o que
"algo" adquiera sentido en el contexto de un sistema o de unas
reglas o de determinadas ideas. Puede decirse (pese a que casi nunca se lo
dice) que algo adquiere sentido en el sistema de determinada cultura, o
de las reglas de una gramática o de las ideas políticas de un determinado
momento histórico, en cuyo caso, el algo del que se habla no se considera como
un existente concreto sino como una virtualidad o abstracción. El contexto
de algo concreto está constituido por elementos existenciales presentes en
su entorno físico, mientras que el sistema lo está por elementos abstractos,
conceptuales y/o virtuales. Por eso puede decirse que "algo" adquiere
sentido en el contexto de un discurso político concreto o en el de los
discursos políticos emitidos en el Parlamento, en determinada sesión o en
determinado período, o en el contexto de las relaciones percibibles en una
imagen publicitaria o en el de los libros de que dispone determinada
biblioteca. Curiosamente, mientras parecería aceptable, pese a ser
contradictorio, decir que "algo adquiere sentido en el contexto de
determinado sistema", nadie se animaría a decir que "algo adquiere
sentido en el sistema de determinado contexto", donde la contradicción
se percibe como más evidente.
En el uso que le doy al término
"contexto", las expresiones que critico no serían semióticamente
correctas, en cuanto al uso adecuado (o incluso, científico o riguroso) de los
términos y las relaciones propias de la semiótica, sino que corresponderían a
una utilización del lenguaje coloquial, con su carga definitoria de ser el
lugar semántico del equívoco (en el acertado decir del viejo
estructuralista Galvano della Volpe, 1966), pese a toda la potencia creativa o
poética de dicho lenguaje coloquial. La utilización correcta del término "contexto",
si se comparten los criterios que estoy haciendo explícitos, consistirá en
decir que "algo" aparece en el contexto, o sea, en el interior de
un discurso concreto, o de una propuesta visual determinada, o de un
determinado comportamiento individual o colectivo, pero, en todos los casos,
existente en el tiempo y en el espacio (todo lo cual, por supuesto,
proviene de la actualización existencial de las posibilidades virtuales de un
sistema).
Para comprender todo esto es necesario
tener en cuenta que el signo tiene dos niveles (o dos ámbitos) de existencia
posibles: (a) una existencia abstracta o virtual en un sistema (o paradigma
o formación discursiva, etc.) y (b) una existencia concreta o efectiva en un
contexto (o sintagma o enunciado, etc.); a esta existencia concreta
Peirce la denomina "la réplica" del signo en cuanto instancia de su
aplicación (CP. 2.246), ya que el signo siempre actúa a través de su réplica
(CP. 2.249). Añado, incluso, que es en este nivel de existencia concreta donde,
al ser interpretado, el signo va modificando su significado, mientras que, en
el nivel de su existencia abstracta, el signo se encuentra disponible, como el
registro o archivo del conjunto de posibilidades que, en algún momento (pasado
o presente), han sido o están siendo existencialmente realizadas. La
creatividad supone una ruptura (futura) de tales posibilidades (de modo que toda
creatividad depende siempre de las posibilidades ya creadas que le precedieron;
o sea, no se crea de la nada; se transforman las posibilidades preexistentes) y
siempre es un acontecimiento discursivo (o de alguna determinada Semiosis
Sustituyente) y nunca un estado del sistema. Por eso también, un sistema de
signos no es directamente cognoscible, sino tan sólo mediante una inferencia
a partir del análisis de uno o varios determinados contextos en los que se
actualizan algunas de sus formas o réplicas posibles y algunas de sus
relaciones posibles.
(2) La doble operación a la que me estoy
refiriendo continúa con el tema de cómo se acota un contexto, o sea,
cómo se lo identifica o cómo se establece dónde comienza y dónde termina.
En el ámbito de los signos lingüísticos,
en otro trabajo (Magariños de Morentin, 1998) he aplicado el criterio de
segmentar la textualidad verbal conforme al criterio del mínimo sintáctico y
semántico. O sea, se trata de identificar y segmentar (provisionalmente)
aquella parte de un texto que constituye una estructura gramatical completa y
que construye un determinado significado. En definitiva, identificar el
contexto de un signo implica segmentar el texto que los contiene (al signo y a
su contexto) y esto constituye un operación que requiere de una definición y de
una descripción de su aplicación, adecuadas y rigurosas. En el ámbito de la
semiótica verbal, es a lo que he tratado de aproximarme en la propuesta
formulada en dicho trabajo.
Pero no me arriesgaría ahora a proponer
criterios de segmentación para acotar contextos ni en las semióticas de las
imágenes visuales, ni, menos aún, en
Creo que con esto aporto algo (o más
bien, me disculpo por lo poco que aporto) al tema acerca de cómo proceder para
el reconocimiento y la identificación de la dimensión precisa (o sea, cuál es
el límite hasta el que se extiende la eficacia semantizadora que un contexto
ejerce sobre determinado signo contenido en él) de los contextos en situaciones
de Semiosis Indicial, particularmente, en los casos referidos a los
comportamientos. ¿Qué fragmento del comportamiento colectivo de los
"piqueteros" constituye un signo y qué valor adquiere, en cada
situación concreta, por su vinculación con el resto del comportamiento
colectivo que lo incluye, así como de qué modo determinar la dimensión
necesaria o el límite máximo de ese comportamiento colectivo? Prefiero que la
discusión del tema se vaya produciendo al trabajar sobre las propias
características que el concepto de contexto, u otro concepto afín que haya que
elaborar, adquiera en el conjunto del desarrollo de
19.1.9
Primer esquema peirceano del signo indicial
Un modo de producir un discurso riguroso
con el que se construya un espacio teórico organizado en base a relaciones
semióticas, consiste en explorar el tema en estudio aplicándole la estructura
del signo. He seguido esta estrategia para replantear el análisis semiótico de
las imágenes visuales y considero que el resultado ha sido específico y
sugerente (Magariños de Morentin, 2000), sin dejar de ser discutible. Mi
intento ahora es aplicar el mismo procedimiento para encuadrar, al menos
elementalmente, las nociones constitutivas de una Semiótica Indicial.
Adopto el esquema lógico que utiliza Ch.
S. Peirce para definir el Signo, tomándome cierta libertad para interpretar sus
relaciones: "A sign, or representamen, is something which stands to
somebody for something in some respect or capacity" (CP. 2.228); o
sea: "Un signo o representamen es algo que está para alguien por algo
en algún aspecto o capacidad".
En una primera aproximación, trataré de
hacer expresivas las relaciones propuestas por Peirce mediante números y
niveles de líneas de escritura.
"∞"/ El Signo es el resultado de la transformación de algo; intencionalmente, lo he señalado con el signo de
"infinito", en alusión a la inagotable riqueza de las relaciones
implicadas en la tríada peirceana, conocidas como la semiosis infinita (CP.
1.339; 2.92; 2.274; 2.303; 8.339, passim);
"0"/ este primer algo (el que apareció en el párrafo anterior y ése acerca del que Peirce va
a ir diciéndolo todo; o sea, ese del que dice: "es algo que...") es
lo que va a resultar transformado en signo pero que, todavía, no lo es. Es
importante porque va a plantear gran parte de la problemática semiótica. En
lo verbal (que ya es signo) ese algo (que todavía no lo es) sería la
fonación del habla (no como objeto de conocimiento de la pragmática, sino como
algo muy próximo al "sonido y la furia" con que Shakespeare evoca el
lenguaje de los dementes), en cuya interioridad (o en cuyo ámbito) va a
producirse la segmentación de la materia acústica destinada a ser interpretada
y con capacidad para designar (o identificar) a un referente; la construcción
teórica resultante dará lugar a una Semiótica Verbal. En el caso de la
imagen visual (que ya es signo) ese algo (que todavía no lo es) sería la
percepción (no como objeto de conocimiento del neuropsicólogo, sino como algo
muy próximo al sistema del control de vuelo de una mosca que sabe esquivar
obstáculos y cómo posarse), en cuya interioridad (o en cuyo ámbito) va a
producirse la segmentación del estímulo visual destinado a ser interpretado y
con capacidad para configurar a un referente; la construcción teórica
resultante dará lugar a una Semiótica Visual. El problema, para una Semiótica
Indicial, es que, en el caso del índice (que ya es signo), ese algo (que
todavía no lo es) es lo que fue el referente de las otras dos semióticas:
lo designado por la semiótica verbal y/o lo configurado por la semiótica
visual; por supuesto, antes de haber sido referente de ninguna de ellas pero no
como objeto de conocimiento de alguna ciencia natural positivista, ni del
enfoque pretendidamente óntico de alguna metafísica, sino como algo muy próximo
al caos en que se hubieran movido los "niños-lobo" si creyéramos las
poco creíbles historias del siglo XIX acerca de lactantes abandonados y
sobrevivientes (Lenneberg, 1975: 170). Y, para complicar el panorama, el
"algo" de una Semiótica Indicial es también la materia prima de cada
una de tales semióticas (o de otras que podamos imaginar: olfativas, kinésicas,
etc.) en cuanto a los sonidos y la información visual o de los restantes sentidos,
que perdura en la base de los signos verbales o visuales o cualesquiera otros
ya constituidos. Ese es el algo que estará sometido a determinadas
transformaciones para constituirse en Signo Indicial.
Con esto se está abarcando el universo
de todos los existentes: objetos, comportamientos y contenidos de la
memoria. Para entendernos, afirmo explícitamente que se excluyen los
valores y los conceptos, o sea, los significados que sólo existen después de
haber sido producidos por alguna Semiosis Sustituyente.
De alguna manera, estoy aludiendo, quizá
peligrosamente, a lo óntico, a lo pre-significativo. Es necesario tener
presente que estoy tratando de darle un contenido al algo peirceano, que
va a ser construido como signo pero que todavía no lo es. Por eso, sólo puedo proponer
esta ida y vuelta dialéctica entre lo significativo, para que pueda referirme a
ello, y su negación, para mantenerlo en el espacio de la significación posible.
Su existencia es necesaria y su significación es virtual.
En este punto es cuando puede intervenir
determinada semiosis (verbal o visual, por ejemplo) y transformarlo en signo.
Pero también es posible que ello mismo se transforme en signo, de modo que,
invirtiendo la relación dialéctica, llegue a ser, no un existente, sino un
referente de sí mismo. Todo el proceso por el cual esto llega a ocurrir es lo
que es necesario describir mediante las relaciones que constituyen el Signo
Indicial, si se pretende llegar a disponer (después de haberla elaborado) de
una Semiótica Indicial.
Supongamos, provisionalmente, que estas
reflexiones nos proporcionan, abductivamente, una intuición de eso que va a
transformarse en signo. Esto que acabo de enunciar constituye una hipótesis de
trabajo y, como dice el mismo Peirce, sólo falta probarla.
A título de ejemplo y para tratar de
fortalecer la mencionada intuición: la mesa sobre la que trabajo puede ser
dicha, como lo estoy haciendo, y así hacer que, en la mente de un intérprete
(quienes lo leen y yo mismo), surja como un signo particular. O puedo
fotografiarla de modo que su encuadre y la luminosidad a la que la someta,
etc., hagan que, en la mente de un intérprete, surja como un signo particular
(y diferente al anterior). O puedo tomar conciencia de que estoy trabajando
sobre ella y de su relación con la biblioteca, con la computadora, con la
ventana, etc., y hacer así que (1), en mi mente, la interprete como un signo
(Objeto Semiótico) particular (y diferente a los dos anteriores). O bien hacer
que (2) en la mente de alguien que la contempla y a mí trabajando en ella, se
la interprete como un signo particular (Semiosis Sustituyente), según lo que
ese intérprete tenga en su mente como información acerca de las mesas, del
trabajo de escritorio y de mi propia actividad y lo considere como el modo
como yo he querido ser visto por ese determinado intérprete (mediante
determinada "puesta en escena"); en todo caso, construyendo un signo
particular y diferente a todos los anteriores. Bien, como ejemplo, quizá
trivial y no exento de problemas, en estos casos (1) y (2), lo que se está
construyendo es un índice.
Termino aquí este apartado, pero de
todas formas anticipo los otros niveles del análisis que estoy diseñando
(posteriores al "∞" y al "0" por los que comencé este
desarrollo) acerca de este Signo Indicial y con cuyo estudio continuará este
pretendido esbozo de Semiótica Indicial.
"1"/ El aspecto o
disposición según el cual se manifiesta, con su pretensión de ser un
representamen, o sea, de no ser pero sustituir y hacer presente a otro algo que
no es él mismo (de alguna manera, eso que hace que nos relacionemos con las
cosas como portadoras de un significado). Sólo ahora hemos llegado al primer
componente del signo; lo anterior era previo, materia prima pero no semiosis.
"2"/ El algo en lugar del
cual está el Signo Indicial; o sea, el referente de ese pre-referente una
vez que es capaz de señalarlo o sustituirlo.
"3"/ La operación que se
cumple en la mente del interpretante para valorar y dar significado a ese
existente, no por él mismo sino por su capacidad para ser sustituto del
otro.
19.1.10 El primer componente del signo indicial: la
relación que establece con su objeto
Terminé el apartado anterior
caracterizando al primer componente como: "el aspecto o capacidad según el
cual se manifiesta (el Signo Indicial), con su pretensión de ser un
representamen, o sea, de no ser pero sustituir y hacer presente a otro algo que
no es él mismo (de alguna manera, eso que hace que nos relacionemos con las
cosas como portadoras de un significado)"
Para entender esto, es necesario tener
en cuenta que, en el caso de los Signos Indiciales, nos encontramos, por
ejemplo, con comportamientos (u objetos o contenidos de la memoria) producidos
a partir de una semiosis que es existencial; a diferencia, por ejemplo, de las
imágenes materiales visuales (o de las esculturas o diagramas, etc.) cuya
semiosis es formal, en cuanto formas o configuraciones perceptuales, con la que
se producirán signos icónicos; y a diferencia, por ejemplo, de las palabras (o
de los números o de la escritura musical, etc.) cuya semiosis es valorativa y,
por tanto, convencional, con la que se producirán signos simbólicos.
Pues bien, este aspecto o disposición o,
dicho en forma más castellana: la relación que establece con su objeto para proponérsela
a su interpretante (siendo "interpretante", en uno de sus
sentidos, la designación con la que Peirce se refiere al aspecto más
sistemático y menos psicológico del intérprete), en el caso del Signo Indicial
que se está comenzando a construir, es una relación de presencia actual.
Con esto se diferencia del signo icónico, que se relaciona con su objeto para
proponerle a su interpretante una configuración visual que no es tal objeto
sino que sustituye su forma. También se diferencia del signo simbólico, el cual
se relaciona con su objeto para proponerle a su interpretante un sustituto
convencional de su respectivo objeto. La pregunta es ¿de qué manera se produce
la sustitución del objeto de un Signo Indicial para su interpretante? ¿Qué le
proporciona el Signo Indicial a su interpretante como sustituto del objeto que,
por definición, no puede estar presente?
Y aquí surge la alternativa: el Signo
Indicial puede adquirir, ya bien un aspecto o capacidad designativa o
ya bien un aspecto o capacidad reactiva o de conexión dinámica.
En la primera posibilidad, a la que
Peirce denomina "designativa", el índice le proporciona a su
interpretante un sustituto (con componentes operativos afines a los que
se utilizan para transformar el lenguaje común en lenguaje retórico, mediante
la metáfora; Jakobson, R., 1963: 43-67); lo que constituye la función más
general de todo signo.
En la segunda posibilidad, a la que
Peirce denomina "reactiva" (si bien posteriormente la
denominará "indicativa", término que preferiré adoptar), el
índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo
diferente al propio signo que está operando (con componentes operativos afines
a los que se utilizan para transformar el lenguaje común en lenguaje retórico,
mediante la metonimia; ibidem), pero al que este signo identifica y
actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o
polisemia.
Como ejemplo elemental de la primera
posibilidad o eficacia designativa de un Signo Indicial puede
considerarse a los objetos exhibidos en una vidriera o escaparate. Cuando
quiero comprarme una camisa que he visto en la vidriera, le digo al vendedor:
"Quiero llevarme esa camisa" y el vendedor se da vuelta hacia la
estantería y saca otra camisa que me muestra; yo ratifico que es esa la
que quiero, la pago y me la llevo. Es evidente que la camisa en la vidriera es
un índice que estaba en lugar de la que, en definitiva, me llevé.
Como ejemplo de la segunda posibilidad o
eficacia "indicativa", se despliega toda una serie de variantes
que concretan la conexión dinámica que el Signo Indicial puede establecer con
su objeto para determinado interpretante. Me referí antes, en este caso, a la
operación retórica de construcción de la metonimia, en la que algo está en
representación de la totalidad, en definitiva, de la otra parte del todo que no
estoy percibiendo. Así, siempre hay una ausencia que se hace presente por esta
función semiótica del Signo Indicial. Al anticipar que hay toda una serie de
variantes, me refiero a que tratándose la conexión dinámica de relaciones
efectivamente existenciales con su objeto, es posible establecer ciertas
regularidades témporo–espaciales que, a su vez, permiten identificar diversas
relaciones semióticas entre el índice presente y su objeto ausente, pero físicamente
conectado, de modo que se reactualice o se haga presente para el interpretante.
Pero vayamos a "la serie de
variantes" del índice en conexión dinámica con su objeto. En la multitud
de designaciones que se utilizan para nombrar a los signos, en general en forma
equívoca y poco técnica, están los término "señal",
"indicio" (acerca de cuya diferencia con el índice propiamente
dicho dejo sentada la consiguiente advertencia) y "síntoma";
creo, no obstante, que son recuperables semióticamente. Mi propuesta,
sintetizando y reelaborando los tratamientos que estos términos han recibido en
Morris (1955: 23, 46, 354), Wallon (1965: 164) y el mismo Peirce (con enfoques
discordantes, en CP. 5.473, 6.338, 7.357, 8.313, 8.335) e, incluso Rastier
(1991: 80, 84) entre otros, es la siguiente (me interesa más el acuerdo acerca
de las operaciones que describo aquí muy elementalmente, que el eventual
acuerdo acerca de la asignación de dichas operaciones a los términos que
sugiero). En los tres casos se trata de réplicas particulares del Signo
Indicial; o sea, considero a la señal, al indicio y al síntoma como
índices.
Señal: es un signo que aparece en el
mismo contexto que otro y antes de que ese otro sea percibible. Ejemplo: las nubes son una (eventual) señal de lluvia
(elijo este ejemplo con toda intención, ya que rechazo la categoría de signos naturales
de la que habló Charles Morris, 1955: 5,6; la relación semiótica que constituye
al signo la establece la mente humana; en este sentido, todo signo es artificial,
si así consideramos a la intromisión del hombre atribuyéndole sentido a los
fenómenos de la naturaleza). Hay una conexión dinámica de anticipación: el
objeto (la lluvia), que todavía no está, aparece anticipado mediante la señal
(la nube). Es coherente con la segunda posibilidad de la definición de índice:
el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo
diferente al propio signo, pero al que este signo identifica y actualiza
inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.
Indicio: es un signo que aparece en
el mismo contexto que otro y después de que ese otro sea percibible. Ejemplo: la huella de una pisada en la arena de la
playa (también, los tradicionalmente llamados "indicios" de las
novelas y de los acontecimientos policiales). Hay una conexión dinámica de
recuperación: el objeto (el pie que pisó), que ya no está, aparece recuperado
mediante el indicio (la huella). Es coherente con la segunda posibilidad de la
definición de índice: el índice le proporciona a su interpretante una conexión
dinámica con algo diferente al propio signo, pero al que este signo identifica
y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o
polisemia.
Síntoma: es un signo que aparece en
el mismo contexto que otro y de modo simultaneo con la posible percepción de
ese otro (estratégicamente o para la
plena expresividad del síntoma es preferible la situación en que, coexistiendo,
no es percibible el otro signo). Ejemplo: la columna de humo que se eleva al
otro lado de un muro (también, los clásicos síntomas de la semiología clínica:
la palidez, la rubicundez del rostro; la temperatura; el sarpullido; el dolor;
en general no son la enfermedad sino que son sus síntomas; también sería un
síntoma el ejemplo más conocido que da Peirce del índice: la veleta y el
viento). Hay una conexión dinámica testimonial: el objeto (el fuego, la
enfermedad, la dirección del viento), que no se percibe pero que coexiste,
aparece recuperado mediante el síntoma (el humo, la temperatura, la veleta), el
cual se percibe y coexiste de modo inapreciable con su objeto. La propuesta
sigue siendo coherente con la segunda posibilidad de la definición de índice:
el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo
diferente al propio signo, pero al que este signo identifica y actualiza
inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.
19.1.11 El segundo componente del signo indicial: su
eficacia en la construcción de su objeto o fundamento
He caracterizado, al menos
tentativamente, el primer componente del Signo Indicial, o sea, su representamen
o aspecto perceptual según el cual se manifiesta, como lo existencial, en
cuanto presencia material actual, que es, en el caso del Signo Indicial, el
instrumento mediante el cual otro algo, su objeto o fundamento, se actualiza
para alguien, su interpretante.
Lo que corresponde desarrollar ahora es
ese segundo componente del Signo Indicial al que acabo de aludir como su
objeto o fundamento. O sea, plantea para una Semiótica Indicial el problema
de establecer la calidad del referente al que un índice puede
representar/proyectar/construir.
Conviene tener presente, en todo lo que
sigue, que el primer aspecto (o componente del Signo Indicial) constituye lo
que vengo denominando "Semiosis Sustituyente" y que el segundo
constituye lo que vengo denominando "Objeto Semiótico" o "Semiosis
Sustituida".
Para comprender este segundo aspecto
creo que es conveniente ponernos de acuerdo acerca de una regla de
La regla de
Cualquier clase de signo: icono,
índice o símbolo puede permitir representar/ proyectar/ construir un referente
de naturaleza icónica, indicial o simbólica.
O sea, los símbolos no son las
operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir símbolos, ni
tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir símbolos. Con
símbolos se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos como índices
y símbolos.
Por ejemplo: con símbolos se
construyen iconos cuando, con palabras (símbolos), se describe
(icono) un paisaje. Con símbolos se construyen índices cuando,
con palabras (símbolos), se narra un acontecimiento (índice). Con símbolos
se construyen símbolos cuando, con palabras (símbolos), se definen
conceptos (símbolos); y también es el caso de la matemática, cuyos signos son
símbolos, en cuanto convencionalmente establecidos y utilizados, con los que se
definen y/o analizan cantidades y/o relaciones entre cantidades, que son
símbolos en cuanto convencionalmente establecidos y utilizados. Por supuesto
estoy usando el término "símbolo" en sentido peirceano en cuanto
norma convencional.
Pero continúo: los iconos no son las
operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir iconos, ni
tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir iconos. Con iconos
se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos como índices y
símbolos.
Por ejemplo: con iconos se construyen
iconos cuando, con imágenes (iconos), se reproducen imágenes
(iconos); tal es el caso de un libro con reproducciones (iconos) de pinturas
(iconos) de Jheronimus Bosh. Con iconos se construyen índices cuando,
con imágenes (iconos), se representan objetos, personas o acontecimientos
(índices); tal es el caso de una fotografía del edificio de Gaudí conocido como
"
Y termino: los índices no son las
operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir índices, ni
tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir índices. Con
índices se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos, como símbolos
e índices.
Por ejemplo: con índices se
construyen iconos cuando, con comportamientos (índices), se
actualizan las formas (iconos) de otros comportamientos, como es el caso del
mimo que representa/ proyecta/ construye el imaginario encuentro con un amigo;
o ciertos tipos de danza experimental (índice) que exploran las posibilidades
posturales y expresivas (iconos) del cuerpo humano. Con índices se
construyen índices cuando, con objetos (índices), se representan
objetos (índices), como es el caso de un museo de mineralogía (pero, cuidado
con los museos, ya que puede tratarse de situaciones en que con objetos
(índices) se representan formas (iconos) que es lo que se produce en un museo
de pintura o de escultura o de situaciones en que con objetos (índices) se
representan valores (símbolos), como es el caso de un museo histórico). Con
índices se construyen símbolos cuando, con objetos (índices), se actualizan
valores (símbolos), como, aparte de los objetos exhibidos en el museo histórico
recién mencionado, es el caso de la veleta de Peirce, ya que el objeto veleta
(índice) lo que representa es la dirección (símbolo) del viento y no al viento
(índice) propiamente dicho; o, también, una lápida (índice) funeraria
(símbolo).
Para una Semiótica Indicial interesa
especialmente, por supuesto, esta última parte, relativa a las posibilidades
constructivas a partir de los índices.
Todavía hay otro aspecto, también básico
y elemental (pero sin acuerdo sobre el cual no podremos debatir coherentemente
sobre nuestras opiniones) a tener en cuenta y que no conviene confundir con el
anterior: es el relativo a que cada icono, índice y símbolo tiene su
correspondiente aspecto icónico, indicial y simbólico, lo que constituye
una lectura operativa de la peirceana "división de relaciones
triádicas" (CP. 2.233-2.242).
Rápidamente:
1/ El aspecto icónico de un icono
consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por
ejemplo, la tipografía (aspecto icónico) de la escritura (icono) de un libro; o
los trazos del dibujo sobreagregado (aspecto icónico) en una pintura (icono) de
Georges Rouault.
2/ El aspecto indicial de un icono
consiste en sus características existenciales: por ejemplo, la tinta y el
papel (aspecto indicial)que constituyen el soporte físico de la escritura
(icono) de un libro; o la textura en la aplicación del óleo (aspecto indicial)
en una pintura (icono) de Georges Rouault.
3/ El aspecto simbólico de un icono
consiste en sus características valorativas: por ejemplo, el significado de
una palabra (aspecto simbólico) escrita (icono) en un libro; o la protesta
expresionista (aspecto simbólico) en una pintura (icono) de Georges Rouault.
4/ El aspecto icónico de un índice
consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por
ejemplo, el diseño en cuanto forma específica (aspecto icónico) de una silla
concreta (índice).
5/ El aspecto indicial de un índice
consiste en sus características existenciales: por ejemplo, la madera, la
pintura y el barniz (aspectos indiciales)que intervienen en la efectiva
construcción de una silla concreta (índice).
6/ El aspecto simbólico de un índice
consiste en sus características valorativas: por ejemplo, el precio, el
estilo, el recuerdo familiar (todos ellos aspectos simbólicos) de una silla concreta
(índice).
7/ El aspecto icónico de un símbolo
consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por
ejemplo, la modulación de la voz en cuanto forma específica (aspecto icónico)
de una determinada educación o clase social (símbolo).
8/ El aspecto indicial de un símbolo
consiste en sus características existenciales: por ejemplo, el tono y el
timbre como efecto del aliento pasando por las cuerdas vocales de determinada
persona (aspecto indicial) cuando habla (símbolo).
9/ El aspecto simbólico de un símbolo
consiste en sus características valorativas: por ejemplo, los temas
(aspecto simbólico) de los que alguien habla (símbolo).
Otra cosa a tener en cuenta es que el
hecho de asumir la presencia de estas combinatorias y su eficacia semiótica en
cada caso, no las equipara arbitrariamente, sino que determinada cultura (y
determinado individuo o grupo en determinada cultura), en determinado momento
histórico, utilizará predominantemente una u otra de estas variantes
constructivas, según una dialéctica histórica que puede ser investigada.
19.1.12
Hacia el tercer componente del signo indicial: sobre texto, discurso, productor
e interpretante
Hasta ahora vimos determinados aspectos
acerca de (1) la materia prima con la que se puede construir una Semiosis
Sustituyente de carácter indicial y (2) la materia prima que resulta
actualizada (en cuanto representada), como Objeto Semiótico o Semiosis
Sustituida a consecuencia de la intervención del Signo Indicial. Debe tenerse
presente que falta (3) un estudio acerca del conjunto de conocimientos mediante
cuya sistematización se constituye el interpretante del Signo Indicial, y
cuáles sean sus características fundamentales.
Esto lo planteo, porque me parece
fundamental a los efectos de entender que, con cuanto hasta ahora he tratado de
desarrollar, todavía no tenemos un Signo Indicial operando, sino tan solo
ciertos rasgos que caracterizan a sus dos primeros componentes. Pero no hay
signo hasta que no se completan las relaciones triádicas con la presencia dinámica
del tercer componente que es el interpretante.
Siempre anticipando, pero sin meterme
todavía en ello, llamo la atención sobre una característica específica del
interpretante: ser una entidad semiótica radicada en dos sujetos distintos,
cada uno de los cuales la aplica con una eficacia contrapuesta, si bien
simétrica. Será, por tanto, necesario estudiar al interpretante en sus dos
posibles posiciones (que, en el apartado siguiente, como veremos, Peirce lleva
a tres): en cuanto interpretante productor de
1/ sin sintaxis no hay semántica,
y
2/ sin texto no hay discurso
O sea, (a) que el interpretante, en cuanto
productor de
Pero lo que efectivamente ocurra nunca
puede estar enteramente manipulado por el interpretante productor que
produjo su texto. La comunidad y cada uno de sus integrantes, en cuanto interpretantes
intérpretes de ese texto, pueden encontrar, en los elementos físicos o
representámenes del texto propuesto, la actualización de otras relaciones
mnemónicas con la misma o con otras semiosis que les lleve a interpretarlo como
constructor de otra semántica (o sea, de otras significaciones).
En definitiva: el discurso que construye
el interpretante intérprete de
Lo que falta estudiar se refiere a esta
doble capacidad operativa del interpretante intérprete: (1) como (re)productor
de un texto que se (el otro productor originario) supone que va a ser
interpretado como un determinado discurso (o sea, de determinada y no otra
manera); y (2) como intérprete de ese mismo texto, pero, eventualmente,
no (o sí) del modo como el otro lo esperaba, o sea, (re)interpretándolo como
otro (o el mismo) determinado discurso.
Este estudio del interpretante, tanto
productor como intérprete, para el investigador semiólogo, requeriría el
conocimiento de todos los sistemas semióticos que tienen (tales interpretantes)
a su disposición para la producción y/o para, correspondientemente, la
interpretación del mismo texto; esto es imposible, así que sólo se utilizarán
aquellos que se supone que se activan para interpretar el texto en cuestión.
Una observación técnica: si se conocen las reglas de producción textual
aplicadas por un interpretante para la producción de sus propios textos, se
conocen también las reglas de interpretación que tiene disponibles para
interpretar el texto de otro; de dónde la importancia de conocer las formaciones
discursivas a las que se refiere Foucault (1969: 53, passim), tarea
de la cual se desprenderá la posible explicación de la eficacia interpretativa
que puede alcanzar determinado texto al ser interpretado por los miembros de
determinada comunidad, con lo que ya no será texto sino discurso.
Creo que, en cuanto antecede está lo que
quería introducir como paréntesis y lo que quería recordar y anticipar como
continuación del estudio de nuestro Signo Indicial. Dejo al gusto de los
lectores (mis interpretantes intérpretes) decidir si aceptan convertir este texto
en el discurso que yo, como interpretante productor, estoy pretendiendo
producir o si prefieren leer de otra manera lo aquí escrito, para producir otro
discurso más afín con su propio sistema de interpretación. Yo escribí desde el
mío; cada cual lo leerá (así creo que es inevitable que lo haga) desde el suyo.
19.1.13 Más
sobre el tercer componente del signo indicial: la concurrencia de los
interpretantes productor e intérprete en el interpretante comunicativo
El intento de trabajar en la
identificación de las características del interpretante en la estructura del
Signo Indicial, ha tenido importantes aportes, en especial la posibilidad de
focalizar ese tercer interpretante: comunicativo, sobre cuyas
características, en la obra de Peirce, profundizó Robert Marty (1990).
Disponer del constructo teórico
consistente en la triple perspectiva desde la que puede estudiarse al
interpretante: como productor, como intérprete y como confluencia
comunicativa, permite diseñar la eventual investigación que conduciría a disponer
de un eficaz instrumento constructivo y analítico para organizar una posible
Semiótica Indicial.
Creo que a estas alturas ya todos
coincidimos (aun cuando algunos discutan su efectiva existencia o su autonomía;
¡trágico destino para una Semiótica Indicial: que se discuta su existencia!) en
que una Semiótica Indicial consiste en un sistema teórico-operativo que
puede dar cuenta de la capacidad y eficacia significativa que poseen
determinadas entidades que tienen la calidad de objetos, comportamientos o
recuerdos mnemónicos, así como del proceso mediante el cual objetos,
comportamientos o recuerdos mnemónicos producen determinados y específicos
significados (no sustituibles por su representación verbal o gráfica).
Un objeto, comportamiento o recuerdo, en
cuanto representamen en sentido estricto, o sea, como propuesta perceptual
existencial, es un estímulo físico (que es entrada para múltiples y
concurrentes informaciones multisensoriales) que requiere (como cualquier otra
clase de semiosis) el cumplimiento de un proceso de interacción entre las tres
categorías de interpretantes para llegar a constituirse en un juicio perceptual
y, en cuanto tal, en un existente significativo. Desde la perspectiva de la
investigación, se necesita, a su vez, de un sistema analítico-inferencial para
describir ese proceso y esbozar una explicación de su eficacia.
Este sistema del que deberá disponer el
investigador requiere, en principio, (1) que el analista hipotetice y construya
el cálculo pertinente, acerca de cómo el interpretante productor ha
establecido la correspondencia entre la entrada multisensorial que va
proponiendo al construir un objeto, al actuar un comportamiento o al recuperar
un recuerdo y determinado atractor que se habrá ido activando en su memoria
experiencial intermedia, conforme avanza en esa construcción. Posteriormente,
se requiere (2) explorar las posibles relaciones de la imagen existencial
generada por ese interpretante productor, con atractores pertenecientes
a otros sistemas semióticos, disponibles en su memoria asociativa, en cuanto
sujeto partícipe de determinada sociedad en determinado momento histórico, que
le confieran, a dicha imagen existencial, la interpretación que le atribuye.
En una segunda instancia, se requiere
(3) que el analista hipotetice y construya el cálculo pertinente, acerca de la
correspondencia entre la entrada multisensorial de la imagen existencial
percibida por el interpretante intérprete y determinado atractor que se
active en la memoria experiencial intermedia de ese interpretante intérprete.
Posteriormente, se requiere (4) explorar, a través de la memoria asociativa,
las posibles relaciones de la imagen existencial percibida con los atractores
pertenecientes a otros sistemas semióticos de los que dispone ese interpretante
intérprete, en cuanto sujeto partícipe de determinada sociedad en
determinado momento histórico, y que le conferirán a la imagen existencial
percibida la interpretación que habrá de atribuirle ese determinado sujeto en cuanto
tal interpretante intérprete.
Todo esto no tendría posibilidad de
producirse, si el analista (5) no pudiera hipotetizar y construir el cálculo
pertinente destinado a demostrar que, entre el interpretante productor y el
interpretante intérprete, se da una coincidencia, al menos relativa, en lo que
Peirce denominó "interpretante comunicativo". Coincidencia que
podrá referirse o no tanto a una parte de los atractores disponibles en uno y
otro y activables a partir de la imagen existencial propuesta y/o percibida,
como a determinada parte de las relaciones posibles que vinculen a esa imagen
existencial con otros atractores semióticos vigentes y disponibles tanto por el
interpretante productor como por el intérprete, en cuanto partícipes ambos de
determinada sociedad en determinado momento histórico. Todo lo cual podrá
llevarlos o no a construir una nueva coincidencia, siempre relativa, acerca de
la interpretación definitiva que ambos le atribuyan a dicha imagen existencial.
Si no se construye tal coincidencia, la interpretación propuesta no se
corresponderá con la interpretación que le atribuya el intérprete: el productor
del objeto, del comportamiento o del recuerdo no habrá logrado que la
interpretación que él le atribuye sea la misma que la interpretación que le
atribuye el intérprete.
Parece difícil, pero quizá yo me expresé
complejamente y no lo es tanto. Por de pronto (revelando el secreto), he
seguido un esquema que es el mismo para cualquier semiótica ya que basta con
sustituir, en este apartado, "imagen existencial" por "imagen
visual" o por "imagen simbólica" para que pueda disponerse del
cálculo necesario para construir las correspondientes semióticas.
19.1.14 Las
operaciones cognitivas en la producción y la interpretación del significado
El tema del interpretante es
fundamental en muchos aspectos, cualquiera sea el tipo de signo que se esté
estudiando. Pero, en el caso de los signos icónicos (en cualquiera de las tres
clases sobre las que trabajo: plásticos, figurativos o simbólicos; Magariños de
Morentin: 2000) y, muy particularmente, en el caso de los Signos Indiciales,
constituye un auténtico desafío, por otra parte, ineludible. Y lo califico de
auténtico desafío ineludible por estar poco estudiado y constituir no obstante
la clave para cualquier explicación plausible que se pretenda dar acerca de la
eficacia significativa de iconos o índices. O sea, el concepto de interpretante
es necesario para explicar, con rigor, el proceso de atribución de un
significado a una imagen o a un objeto o a un comportamiento (dejo, por el
momento, el tema del recuerdo mnemónico).
Propongo, tentativamente, el siguiente
esquema analítico-inferencial, al que he aludido en varias oportunidades: para
conocer cómo un intérprete puede interpretar un mensaje es necesario conocer
cómo, ese eventual intérprete, produce sus mensajes, porque (y ésta es la
hipótesis central), en ambos casos, se está poniendo en práctica un mismo
sistema cognitivo.
Por tanto será necesario partir del
análisis de determinada cantidad de mensajes producidos por el eventual
intérprete (o comunidad intérprete) para saber cómo contextualiza los signos
que sitúa en su mensaje, ya que, a partir de las reglas así y allí
identificadas, será posible reconstruir (en este caso, por inferencia) las
reglas de las que dispone para aceptar o rechazar la contextualización de los
signos que se le proponen en un determinado mensaje ajeno, o sea, para aceptar
o rechazar el significado que se pretende que le atribuya.
(Utilizo "intérprete"
en un sentido muy próximo a uno de los sentidos en que Peirce define a su "interpretante",
o sea, como un sistema lógico de interpretación; en el otro sentido,
identifica las distintas instancias de la eficacia del signo en la mente de
alguien (ver las diferencias que señala entre el Interpretante Dinámico, por
una parte, y los Interpretantes Inmediato y Final, por otra; CP. 8.315, passim).
Pero conste que no es cierto que Peirce no se refiera también a ese sujeto como
"intérprete" (p.e., CP. 8.346); lo hace, pero, cuando utiliza el término
"interpretante", en lugar de "intérprete", simplemente
quiere distanciarse de la construcción psicológica, sin eliminarla, y afincarse
en la construcción lógica de la operación de interpretación. Tampoco yo
excluyo, en esta propuesta, las componentes psico-sociales del intérprete o
interpretante en estudio.)
Si se trata de estudiar el sistema de
interpretación de que dispone un interpretante para atribuir significación a
determinado texto (por ejemplo, cómo alguien, en cuanto integrante de
determinada comunidad, va a interpretar determinado discurso político en
determinado momento) es necesario conocer cuál es el sistema de atribución de
sentido que pone en funcionamiento cuando construye un texto (o sea, en el
ejemplo anterior, habrá que estudiar cómo produce su discurso cotidiano cuando
habla de lo que habla el político).
En el caso de la lengua, es posible que el analista reconstruya esas
relaciones con relativa precisión, por el hecho de estar materializadas en
concretos textos que puede analizar. O sea, las relaciones interpretativas se
materializan tanto en el texto cuya eficacia se pretende averiguar (el del
político), como en los textos de aquellos que van a atribuirle significado al
primer texto (o sea, los textos que produce la comunidad a la que va destinado
el discurso producido por el político).
Esas redes y esas reglas se supone que
son las que maneja efectivamente el intérprete. O sea, el analista construye, a
partir de la aplicación concreta de sus operaciones analíticas al texto en
estudio, una inferencia consistente en determinada configuración con la
que se representan las posibilidades cognitivas de los intérpretes; por
supuesto, del mismo modo que quedan reconocidas y representadas las
posibilidades cognitivas del productor del texto político. Y aquí, aunque no es
el tema que pretendo desarrollar por el momento, aparece el instrumento de los Mundos
Semióticos Posibles (ver los apartados 32, 33 y 34) para establecer el
contraste y determinar el posible gradiente, desde la identidad hasta la
contradicción, que media entre ambos sistemas de posibilidades cognitivas.
Pero, ¿qué ocurre cuando de lo que se
trata es de explicar la eficacia significativa que determinada imagen tiene
para determinada comunidad? ¿Qué ocurre cuando se trata de explicar la eficacia
significativa de un objeto o de un comportamiento?
La pregunta operativa que se plantearía
es: ¿cómo recuperar las operaciones cognitivas que se aplican a la
producción del significado de una imagen o, por otra parte, de un objeto o de
un comportamiento? (los separo, no sólo para seguir la estructura de
Peirce, sino porque considero que son operaciones notablemente diferentes).
O sea, ¿cómo se recupera la memoria
visual o, en
Podemos tener discursos verbales acerca
de tales relaciones, pero parece que, así como se puede hacer que un sujeto produzca
un discurso verbal en el que, después, se analicen las relaciones
utilizadas, no se podría hacer o no se lo podría hacer con la misma
simplicidad, que produjese un discurso visual, o sea, que construya una
imagen, en la que descubrir sus hábitos para establecer las relaciones visuales
con las que construye el específico significado de lo visual (he avanzado en la
exploración de este tema en Magariños de Morentin, 2002a, en prensa).
Tampoco, o por su propia naturaleza semiótica menos aún, se podría conseguir
que produjese discursos indiciales, con objetos o con comportamientos,
tales que permitan conocer sus reglas de producción del significado de lo
indicial. Intuitivamente, y de modo semejante a como G. Moore (1974: 257)
calificaba al sentido común, todos entendemos tales significados, lo difícil
es explicarlos. No obstante, es el único procedimiento que garantizaría la
validez de la explicación que se alcance. Creo que es posible, pero hay que
construir el conjunto de experiencias que proporcionen la adecuada posibilidad
de análisis con el adecuado rigor como para justificar la inferencia que se
elabore.
19.1.15
Signo indicial y ejemplos
Para no perdernos en el bosque, éste
será un avance más hacia una definición del índice. Por paráfrasis libre del
concepto de signo en Peirce (CP. 2.228), se puede decir que un Signo
Indicial es:
0/ (Something which stands...) (Algo que
está...) un existente puesto por un interpretante productor, ...
1/ (... in some respect or capacity...)
(... en algún aspecto o disposición) ... mediante determinadas relaciones de
contigüidad o sustitución, ...
2/ (... for something...) (... por
algo...) ... para actualizar a otro existente, ...
3/ (... to somebody.) (... para
alguien.) ... la eficacia de cuya actualización habrá de ser valorada por un
interpretante intérprete.
Diversos aspectos de estas tres relaciones
y de su semiosis de base: (Something which stands... (Algo que está...), un
existente puesto...), han sido el tema que he venido comentando en los
apartados anteriores. Mi objetivo es continuar con estos comentarios, pero creo
que se hace necesario un acotamiento del problema, que lo ordene y que permita
explorarlo en su aplicación a concretas situaciones empíricas ejemplares.
Por de pronto, propongo, a título de
ejemplos, algunas observaciones (al margen o con independencia de los ejemplos
peirceanos), la comprensión de cuya significación se enriquece cuando se parte
de considerar (y discutir) la calidad indicial de la o las semiosis
involucradas.
El punto crítico consiste en diferenciar
los que aparecen a la observación como Objetos Semióticos indiciales (que
son significativos en virtud de alguna otra u otras Semiosis Sustituyentes de
diversas clases posibles que los constituyen en tales; pero que, en la
situación en que se los observa, no constituyen una Semiosis Sustituyente
generadora de una significación para otra entidad distinta) y los que
aparecen a la observación como Semiosis Sustituyentes indiciales, o sea,
productoras de la significación de otra u otras entidades por la eficacia de su
propia calidad indicial; o sea que, con independencia de la intención de su
productor, cumplen efectivamente, por las valoraciones sociales vigentes, una
función de sustitución o de integración, por lo que se los
percibe con eficacia representativa.
Hay que diferenciar la calidad semiótica
de
También hay que tener en cuenta que no
puede darse una Semiosis Sustituyente constituida por una sola clase de signos,
en nuestro caso por índices, sino que siempre podremos encontrar rastros o
presencias importantes de los otros dos: iconos y símbolos. Se trata de una
identificación por predominio o vigencia cultural en la sociedad donde se hace
presente o circula.
Es importante, también, tener en cuenta
que, aunque se mencionen mayoritariamente en plural, los ejemplos no se
refieren a la clase de los fenómenos mencionados, sino a la individualidad de
cada una de sus manifestaciones.
Y, en definitiva, hay que reconocer las
particulares características mediante las cuales
1- la actuación de un mimo
2- los objetos exhibidos en un museo
3- los objetos exhibidos en la vidriera o escaparate
de un comercio
4- los animales de un zoológico
5- la ropa que se usa
6- el mobiliario de un domicilio, de una empresa o
institución, de un consultorio
7- los jardines públicos o privados, las plazas o
parques
8- una partida de ajedrez (Hjelmslev le niega carácter
semiótico; 1971: 139-143)
9- las "promociones" publicitarias
10- las maneras de mesa
11- el tono y la modulación de la voz
12- las representaciones teatrales
13- las funciones de ballet
14- todos los deportes
15- los juegos manuales de ingenio (incluida
16- los sueños
17- los restos arqueológicos
18- los monumentos, obras y edificios históricos
19- los desfiles militares
20- las ceremonias civiles, religiosas, académicas, etc.
21- cualquier entidad tridimensional (¿necesita
serlo?) situada en el contexto adecuado, o sea, con eficacia para mostrarla y
no sólo para utilizarla.
etc.
19.1.16
Estereotipos e identikits
El hecho de haber planteado el tema de
Una tarea puntual, (integrada en un
Proyecto de Investigación más amplio: el estudio de la construcción de la
identidad individual y social en
El análisis semiótico de las imágenes
que integran a tales escudos se
propone establecer las específicas características de su calidad simbólica,
lo que también es el objetivo del análisis de las expresiones verbales, cuando
aparecen en el espacio de esos mismos escudos. O sea, imágenes y escrituras se
analizan teniendo en cuenta su eficacia semiótica en cuanto legisignos
icónicos o representaciones simbólicas (CP. 2.258; el fundamento, las
exigencias y las consecuencias analíticas que de ello se derivan pueden
encontrarse en mi trabajo, varias mencionado "La(s) semiótica(s) de la
imagen visual", Magariños de Morentin, 2000).
La mayoría de las imágenes que aparecen
en los escudos son esquematizaciones de otras posibles imágenes adecuadamente
figurativas. O sea, que se ha producido un estereotipo por eliminación de
los rasgos de semejanza o individualización con concretos existentes. El
proceso y su resultado es el mismo que conduce a los llamados iconos, en
sentido vulgar y no técnico-semiótico, tanto los que aparecen en la propia
computadora: el icono de la impresora, el de la lupa sobre el papel para la
visión preliminar, el del cesto de papeles para la papelera de reciclaje, etc.;
como los de la señalética en las calles, cines, instituciones públicas,
aeropuertos, etc.: el hombre y la mujer que indican la existencia de los
respectivos toilettes; el círculo en rojo con una barra roja cruzándolo
diametralmente, bajo el cual aparece el cigarrillo, el teléfono celular, el
frasco con calavera, etc., con los que se prohibe fumar, utilizar
comunicaciones telefónicas, transportar sustancias corrosivas, etc.; el hombre
o mujer doblado sobre su asiento para indicar la posición en caso de aterrizaje
de emergencia, etc. En estas imágenes se reconoce la clase de personas u
objetos representados, pero no se identifica a ningún individuo concreto de tales
clases, ya que la finalidad es que todos y cualquiera de los integrantes de
dichas clases se sientan apelados.
Por eso podemos llamarlos "estereotipos"
y la tarea de su elaboración ha requerido todo un proceso de distanciamiento
que va de los eventuales rasgos individualizadores (los que, en nuestra
interpretación de la sistemática peirceana, serían los sinsignos icónicos o
representaciones figurativas; CP. 2.255) a la representación genérica (los que,
en esa misma sistemática, serían los legisignos icónicos o
representaciones simbólicas).
Por eso, también, adquieren un valor
simbólico, desde el que se interpreta la propuesta icónica. Y si puede hablarse
de legisignos icónicos es porque permiten una interpretación próxima a
la de las palabras, las cuales no remiten a un determinado ejemplar (en cuanto
existente), sino a la correspondiente clase de objetos (en cuanto concepto).
Recordemos que, en su carácter de signo lingüístico, la palabra es un legisigno
simbólico (CP. 2.263; ya que son conjuntos virtuales de rasgos
convencionalmente identificados, en cada lengua, como aceptados para ser, en su
existencia intangible de tipos, portadores de determinada capacidad
sustitutiva), si bien a su presencia visual, en cuanto escritura, corresponde
considerarla un legisigno icónico (ya que son conjuntos de rasgos
visualmente percibibles y convencionalmente identificados, en cada lengua, como
aceptados para ser portadores de determinada capacidad sustitutiva: ser la
representación visual de determinado signo lingüístico); y sería una propuesta
a discutir si su manifestación oral, en cuanto acontecimiento de enunciación,
podría considerarse como un legisigno indicial (CP. 2.269; ya que son
conjuntos de rasgos existencialmente producidos y convencionalmente
identificados, en cada lengua, como aceptados para ser la réplica de
determinado signo lingüístico y, por tanto, como portadores de determinada
capacidad sustitutiva).
Así pues, pese a la pérdida de la
posibilidad de representar a un determinado individuo, los legisignos
icónicos o estereotipos, presentes en los escudos (en nuestro caso de las
Municipalidades o Intendencias o Alcaldías o Ayuntamientos, que todos esos y
quizá otros nombres adquiere la institución a la que me refiero en los países
de habla hispánica; pero también, en general, las imágenes que intervienen en
la heráldica), aquellos legisignos icónicos o estereotipos, decía,
poseen un fuerte efecto identificador de la comunidad, familia, persona,
región, actividad económica, etc. Esta eficacia identificadora proviene del
segundo proceso al que se somete a cada uno de los legisignos icónicos
que componen el escudo en estudio: su reelaboración, o sea, la morfología que
adquiere por transformación de la estructura de base (Fontana, R., 1996: 40); y
esto reforzado por la contextualización en la que la imagen en estudio aparece
incluida, o sea, el resto de las otras imágenes y su segmentación en
"cuarteles".
Así, y sin entrar en más detalle en esto
que ya va siendo excesivo, cuando miramos las imágenes de un escudo, estamos
viendo el resultado de un proceso de abstracción o estereotipación que va de lo
figurativo que identifica al individuo a lo genérico que identifica la clase en
la que se incluyen un conjunto de individuos y que, en cuanto convencionalmente
aceptado (lo que incluye a lo coactivamente impuesto) adquiere un valor de
identificación simbólica.
Cuando, en el Equipo de Investigación al
que he hecho referencia inicialmente (compuesto por Guillermo Seminara, Ariel
Barbieri e Irene Silin), se estaban discutiendo algunos de estos aspectos,
surgió, como un proceso de construcción simétrico al del legisigno icónico o
estereotipo, pero lógicamente inverso, el tema del proceso de construcción que
conduciría al tipo de imágenes conocido como "identikit" o sinsigno
icónico, de particulares características en su producción, entre las que
atribuyo una particular incidencia a
A partir de un conjunto de variantes
representativas de determinados elementos
"estereotípicos", cuyo archivo está disponible para ser integrado en
un contexto específico, el de un rostro humano, se trata de llegar a una representación
individualizadora de un concreto existente que, por su intermedio, pudiera
ser reconocido.
O sea, en este caso se trata de un
proceso que va del legisigno icónico (determinada secuencia de rasgos
estereotípicos que se seleccionan) hasta llegar al sinsigno icónico (una
representación figurativa identificable).
Cabe, entonces, preguntarse, ¿cuáles son
las operaciones cognitivas mediante las cuales un interpretante
intérprete efectúa la interpretación pertinente en el caso de interpretar
un estereotipo o "icono" (en sentido vulgar) versus las que un
interpretante intérprete deberá aplicar para realizar la interpretación
de un identikit?
Y también, ¿cuáles son las operaciones
cognitivas que ha ido utilizando sucesivamente el interpretante productor de
un estereotipo o "icono" (en sentido vulgar) hasta llegar a él, desde
su arranque en determinada representación figurativa, versus las
sucesivamente utilizadas por el interpretante productor de un identikit
hasta llegar a él, desde su arranque en un conjunto fragmentario de
estereotipos no figurativos?
19.1.17 Los índices por relación de contigüidad y los
índices por relación de sustitución
A riesgo de reiterar algunos conceptos,
me parece útil tratar de organizar, mediante una cierta sistematización, el
universo de los fenómenos a los que podemos identificar como Signos Indiciales.
Considero que una de las dificultades
mayores para su estudio lo constituye la cantidad y diversidad de las
propuestas perceptuales a las que podemos denominar como "Signos
Indiciales". Como de costumbre, seguiré de cerca las propuestas de Peirce,
pero sin el compromiso de mantenerme en el interior de su específica ortodoxia.
Adoptando un criterio amplio, puede
dividirse a los Signos Indiciales en dos grandes conjuntos (véase el apartado
7, sobre cierta asistematicidad en el criterio seguido por Peirce en la
caracterización del Índice):
1/ Los que lo son mediante la
relación por contigüidad que establecen con su objeto. Peirce lo expresa
como "que tiene una Relación genuina con ese Objeto, con independencia del
Interpretante. Tal, por ejemplo, es la exclamación "¡Eh!"
["¡Hi!"], como indicativa de un peligro presente, o un golpe en la
puerta como indicativa de un visitante" (CP 2.92), a los que, utilizando
ejemplos ya conocidos, se pueden agregar: determinadas nubes como indicativas
de lluvia, la huella del pie en la arena como indicativa del paso de alguien, o
el humo que sale de una chimenea como indicativo del fuego encendido en el
hogar. Reiteré estos ejemplos, para proponer el mantenimiento de la
subclasificación de esta clase de índices, como ya lo he hecho antes, en señales,
indicios y síntomas (correlativamente a cada uno de los tres ejemplos
precedentes). Observad que retengo el término peirceano de "indicativo/a"
para designar a la especial relación que establecen estos Representámenes
(en cuanto aspecto perceptual del signo) con su Objeto; en otro lugar (CP. nota
23 al parágrafo 8.368) es la relación que nombra como "reactiva".
Pero cuestiono las expresiones "relación genuina" y "con
independencia del interpretante"; esta última considero que constituye
una incoherencia teórica, ya que "con independencia del
interpretante" nada puede relacionarse con nada. Frente al contenido
axiológico inherente a la calificación de "genuina" atribuida a la
relación constitutiva del Signo Indicial, creo que se trata más bien de una
concreta relación por contigüidad (y no, de contigüidad), en
cuanto proximidad física, efectiva o imaginaria, entre el representamen y su
objeto representado; lo que no es más que una variante del proceso de
sustitución, operación central en el proceso semiótico. Al establecerla como
relación por contigüidad queda abierta la posibilidad de que tal contigüidad
sólo exista en (o esté propuesta por) la mente de su interprete o en (o por)
los presupuestos culturales de determinado sector social. Así, por ejemplo,
integran este conjunto de Signos Indiciales por contigüidad las supersticiones.
Pasar por debajo de una escalera, derramar la sal, que se cruce un gato negro,
matar una araña de noche, etc. quedan asociadas a la ocurrencia de otro
acontecimiento que, además, tendrá el carácter de no deseado o perjudicial. La
semiótica no tiene por objetivo establecer la verdad o la falsedad de un signo,
ni de un texto, ni de una Semiosis Sustituyente, sino su efectiva vigencia en
determinada sociedad. Por eso, esta relación por contigüidad no puede derivarse
hasta convertirla en una relación de causalidad. Ni importa si la
contigüidad establecida por el intérprete, a partir de la propuesta del Signo
Indicial, forma parte de las relaciones "científicamente"
establecidas o si se integran en determinadas "creencias míticas" o
si sólo resulta así interpretada por la mente de un paciente neurótico o
psicótico. En todos los casos, estamos en presencia de un Signo Indicial con su
específica eficacia para actualizar a un determinado objeto, para un
determinado intérprete. Aquí el objeto es indicativo de la presencia
efectiva o imaginaria de otro objeto futuro, pasado o contemporáneo del
primero.
2/ Los que por una relación de designación,
resultan ser Signos Indiciales, con independencia de la proximidad física que
pueda o no existir entre el Representamen y su Objeto. La subclasificación
que se abre en este caso es la menos desarrollada por Peirce y, no obstante, de
fuerte expresividad. El mimo que designa a un policía ebrio; la camisa en la
vidriera que designa a la camisa que decido comprar; el acento con que alguien
habla que designa un lugar de origen, etc. Aquí el objeto designa la presencia
posible o efectiva o convencional de otro objeto.
Me limito, por ahora, a esbozar una
distribución tentativa de variantes indiciales designativas (estoy tratando de
evitar hablar de clasificación, porque no me parecen oportunas las taxonomías):
2.1/ Un existente que designa
puras cualidades posible de otro existente: por ejemplo, el ballet en
cuanto designación (exploración, propuesta y mostración) de las posibilidades
kinésicas del cuerpo humano.
2.2/ Un existente que designa a otro
existente, que puede ser ese mismo existente, en otro Mundo Semiótico Posible,
u otro existente de la misma especie: un ejemplo del primer caso (ya
mencionado antes) sería el objeto único (el ejemplo había sido la espada del
General San Martín) exhibido en el museo que ya no es él mismo, sino que se
designa a sí mismo en otro contexto. Para el segundo caso, el ejemplo sería el
prototipo (el tigre en la reserva que designa a todos los restantes tigres); o
la réplica (la punta lítica de flecha que designa a las demás de una misma
cultura).
2.3/ Un existente que designa a un
valor o norma: como ejemplo también en otra oportunidad me referí a los
"piqueteros" como comportamiento existencial que designa a
determinada situación existencial de falta de trabajo o de falta de pago de
salarios. Más trivialmente, pero con plena eficacia indicial, el envase de
plástico puesto sobre el techo de un automóvil que designa la situación de
compra-venta en que se encuentra ese vehículo (al menos en Argentina, así se
acostumbra).
19.1.18 Volviendo sobre el análisis contextual / 1
El análisis contextual es básico en los
estudios semióticos, porque identificar el contexto al que pertenece o en el
que aparece determinada entidad es fundamental para conocer su significado y,
por tanto, para relacionarse con el mundo y sobrevivir en él.
Al margen de decidir si se trata de una
capacidad innata de la mente/cerebro del ser humano (¿o de todos los mamíferos;
o de todo organismo; o generalizable a la totalidad de lo biológico?),
filogenéticamente disponible, o si es una capacidad adquirida y, por tanto,
vinculada a la cultura, y dejando provisionalmente sin decidir cuáles serían
los restantes ámbitos en los que resulta eficaz el proceso de
contextualización, creo que puede afirmarse que la significación es siempre
el resultado de un proceso de contextualización, aun cuando, por tratarse
ese proceso de algo acontecido en un pasado cuya memoria, generalmente, se ha
perdido, nos deslumbre su por carácter categorial e, incluso, apodíctico. Esta
pérdida de memoria histórica hace que parezca que muchas entidades
significan por sí mismas, o sea, con independencia de la presencia de
interpretante alguno. Sin embargo, primero la lingüística y después las
restantes semióticas pudieron demostrar que el significado proviene, ya
bien de una voluntad normativa socialmente aceptada y compartida (los signos simbólicos
y el aspecto simbólico de todos los signos) o ya bien de una fijación de
determinadas relaciones contextuales socialmente aceptada y compartida (los
signos indiciales y el aspecto indicial de todos los signos). Pero el conocimiento,
tanto empírico como especulativo, de ese significado se adquiere ya bien compartiendo
el uso, ya bien observándolo, o sea, recuperando y analizando la
presencia de determinados signos en su contexto de utilización. A este proceso
lo he identificado (Magariños de Morentin, 1996: 113) con el nombre de "atribución",
como una de las operaciones básicas de la semiótica y, en ese lugar, defino esa
operación como "aquella mediante la cual se pone en relación una forma
con un valor", o sea, se le atribuye un valor a una forma, habiendo
establecido previamente que, siendo forma "la existencia posible del
resultado de una percepción sensorial", corresponde entender por valor
"la relación entre (al menos) dos formas", estableciéndose, así,
la relación contextual mínima como la condición necesaria para que se actualice
una calidad semántica mínima: semántica intrasemiótica que constituye una
sintaxis. Pretendo decir que el significado (o valor) mínimo de cualquier
signo está constituido por el conjunto de sus posibilidades de relación con los
restantes signos de la misma semiosis (Magariños de Morentin, 2002b).
Por cuanto antecede, la definición normativa
de un signo no es válida si carece de vigencia, o sea, si el signo en
estudio no se materializa en efectivas relaciones contextuales que, en
determinado momento, le atribuyen ese y no otro valor. Un Diccionario de
Uso, especialmente en el caso de los signos lingüísticos, registra la vigencia
del significado de un término o expresión, dependiendo su validez de la
aceptación institucional de esa vigencia en cuanto a su conformidad con
determinado sistema normativo (Winchkler, 2002). Pero, en el transcurso
histórico, siempre se imponen las relaciones contextuales vigentes sobre las
normativas, constituyéndose aquellas en nuevas normas destinadas a ser superadas
por otra nueva y diferente vigencia. A este proceso lo he identificado
(Magariños, 1996: 205) con el nombre de "superación".
Me animo, pues, a reiterar la
afirmación, al menos como hipótesis metodológica exploratoria, de que la
contextualización, en el ser humano, es necesaria tanto para producir el
fenómeno de la significación (aunque la ausencia de la necesidad de estar
realizando conscientemente tal contextualización no lo haga evidente) como
para explicarlo (que es donde se hace necesario evidenciar la intervención
de la contextualización) y que las componentes históricas y sociales le
confieren a dicha contextualización la materia prima a la que se aplica y los
concretos procesos operativos que se ponen en funcionamiento.
Quisiera, muy brevemente, acotar algunas
precisiones acerca de la productividad de la noción de contexto en relación a
las nociones de sentido, significado y concepto, así como a una
orientación hacia su definición. Los términos "sentido",
"significado/ción" y "concepto", etc., tiene, cada uno de
ellos, una cierta movilidad semántica, en cuanto pueden verse afectados por
leves desplazamientos que, fundamentalmente, creo que responden a la
perspectiva desde la que los diversos autores los consideran. En el enfoque que
vengo desarrollando, no interesa tanto o interesa menos un ajuste que tome en
consideración sus aspectos vinculados, por ejemplo, a la enunciación, sino que
interesan aquellos relativos al análisis contextual. Así pues, y sin pretender
que estos elementales esbozos completen una definición, establezco
provisionalmente que utilizo "sentido" como la
significación mínima que recibe un término por la eficacia del contexto en que
se lo incluye (en el que aparece incluido; donde lo sitúa el productor del
texto, etc.). Utilizo "significado" como el conjunto de
"sentidos" atribuidos por el uso a determinado término. Implica
necesariamente un recorte o selección de los textos que habrán de tomarse en
cuenta. Se construirán, por tanto, conjuntos según criterios de temporalidad
(históricos), de espacialidad (grupos sociales), de ambos (socio-históricos) o
de algún otro (temático) pertinente a la investigación que se esté realizando.
Finalmente, utilizo "concepto" como el resultado de la
abstracción de alguno o algunos de tales significados. En oposición al
análisis de contenido, considero que el concepto es siempre posterior y
consecuencia de la utilización, en el discurso, del término o expresión en
estudio, por el simple hecho de que también el significado y su unidad
generativa, el sentido, son posteriores y consecuencia de la utilización, en el
discurso, del término o expresión en estudio. Hay conceptos históricos, pero no
hay conceptos innatos (inherentes a la mente/cerebro), ni sustanciales (inherentes
a los entes o fenómenos); todos provienen de su uso en contextos vulgares,
científicos o poéticos (Della Volpe, 1966: 120-125), sin otro axioma (lógico)
ni premisa (empírica) que lo previamente construido mediante otras
contextualizaciones ya históricas para cualquier nueva contemporaneidad. O sea,
el hecho de que los sentidos, significados y conceptos vigentes en determinado
momento de determinada sociedad se adquieran por definición y, por tanto,
adopten la forma de definiciones sustanciales o categóricas, no debe oscurecer
ni desviar la atención del investigador respecto a la calidad contextual de su
proceso histórico de constitución, del cual es resumen y síntesis la definición
de los conceptos científicos, filosóficos, éticos y estéticos, ofrecidos por
cada cultura para el funcionamiento social de los integrantes de cada sociedad.
Disponer de definiciones, sin tener que recrearlas cada nueva generación, es la
condición para que exista una cultura, la que proporciona, a su vez, un mínimo
de seguridad social; seguridad de los individuos para el desarrollo de su
convivencia y seguridad de la sociedad ante la eventual dispersión cognitiva de
sus integrantes. Pero explicar el origen y la eficacia de los conceptos efectivamente
vigentes en determinada sociedad, tiene que quebrar el espejismo de su
necesariedad apodíctica y encuadrarlos en la productividad convencional y
contingente de los correspondientes procesos de contextualización.
Todo esto viene a cuento, en relación a
la necesidad de dotar al investigador, que decide trabajar desde la semiótica
los temas relativos a la producción, interpretación y transformación del
significado de los fenómenos sociales, de instrumentos adecuados y rigurosos
para resolver los problemas que se plantean cuando pretende realizar tales
análisis contextuales, sin eludirlos ni sustituirlos por la aceptación acrítica
de definiciones preestablecidas desde algún discurso hegemónico.
Y lo específico del problema analítico
comienza del siguiente modo: si las unidades que integran un contexto son
unidades discretas, o sea, acotadas diferencialmente en cuanto formas
perceptuales y con normas explícitas acerca de cómo producir la interrelación
de tales entidades para la producción de determinada significación, el análisis
contextual es factible y puede exponerse con rigor explicativo.
Ocurre que tal factibilidad solo se da
o, quizá mejor, sólo se hace evidente ante construcciones simbólicas y, en
mayor medida, conforme estas construcciones provienen de sistemas completa o
relativamente formalizados, o sea, de construcciones simbólicas bien
formadas. Esto ocurre con las proposiciones lógicas y/o matemáticas y,
todavía de un modo relativamente fuerte, con el lenguaje verbal. ¿Qué ocurre con
las restantes semiosis? ¿Cómo puede analizarse el contexto de entidades
provenientes de la(s) semiosis visual(es) y, en especial, como es el caso que
hemos comenzado a estudiar y que ha provocado todo este largo exordio, con las
pertenecientes a alguna de las posibles Semiosis Indiciales?
En unas y otras (visuales e
indiciales) parece predominar lo continuum vs lo discreto (impidiendo aparentemente la especificación de la
identidad y de la diferencia y de las posibles operaciones que las relacionen)
y, así, se dificulta o, incluso, para algunos autores, se excluye la
posibilidad de realizar un análisis contextual riguroso de las imágenes
visuales en cuanto representación o un análisis contextual riguroso de los
comportamientos individuales o grupales y de los objetos naturales o
artificiales también en cuanto representación.
Es nuestra responsabilidad, en cuanto
teóricos de una disciplina que pretende explicar la significación, resolver
este conflicto y dotar a la comunidad científica de los instrumentos específicos
y adecuados para resolver las diversas dimensiones del problema enunciado.
19.1.19 Volviendo sobre el análisis contextual / 2
Como advertía en el apartado anterior,
el estudio del contexto, en el caso de las semiosis icónica e indicial tiene una
complejidad que, según la información de la que dispongo, todavía no ha sido
adecuadamente estudiada.
Por supuesto, no me refiero a la
interpretación verbal de tales semiosis, ni, por consiguiente, al análisis del
contexto resultante de tal interpretación, ya que eso pertenece a la
problemática de la semiosis simbólica.
En los otros casos, cuando se trabaja
con iconos o con índices, surge, con características propias, el problema de lo
discreto (aparentemente ausente) vs. lo continuo (aparentemente presente). Para
comprender que existe un problema y de qué se trata ese problema es necesario
aplicar un concepto unívoco de icono y de índice, (y, pese al pleonasmo,
añado: no equívoco, ni ambiguo), que se mantenga invariable (salvo la exigencia
de un cambio que, si se decide, deberá hacerse explícito y aplicarse a la
totalidad de lo escrito), de modo que nos permita establecer un acuerdo acerca
de aquello de lo que estamos hablando. Además deberá ser adecuado, en
cuanto dotado de eficacia para construir la interpretación de los fenómenos en
los que pretendemos intervenir, y sistemático, en cuanto pueda
atribuírsele un lugar en un sistema conceptual que posea (o se aproxime lo más
posible a) las características que suelen exigirse a los sistemas rigurosos (o
relativamente rigurosos): completo: que dé cuenta de la implicación
semántica de todo lo que afirme; consistente: que no incurra en
contradicción; y decidible: que pueda establecer si un nuevo
concepto o una nueva afirmación pertenece o no al sistema propuesto.
Sin embargo, como formulación temática
general, anticipo la idea guía que trataré de ir elaborando y desarrollando, la
cual se refiere a la posibilidad de identificar, en los contextos pertinentes,
la presencia y las características relacionales de sus iconos e índices
constitutivos, ya que, según el supuesto que vengo desarrollando es el contexto
el que atribuye significado a cada uno de sus componentes (o, al menos, le
atribuye un sentido a cada uno de tales componentes, de cuyo conjunto surgirá
el significado).
Resumiendo: esbozo un problema
consistente en la dificultad existente para identificar las entidades de un
contexto, cuando está compuesto por imágenes perceptuales de imágenes
materiales visuales (y comienzo a buscar el núcleo que propongo para el
concepto de icono) o de imágenes perceptuales de objetos y/o comportamientos en
cuanto existentes (como aproximación inicial al concepto de índice).
Al haber identificado un problema, se
hace posible formular por abducción (o sea, como resumen intuitivo de
experiencias, conocimientos y emociones) una hipótesis, cuyo único
requisito es que sea comprobable, o sea, que pueda probarse (Peirce. CP. 5.145
y 8.209) o, desde la perspectiva inversa, pero con la misma eficacia, que sea
falsable (Popper, 1974: 185; 1977: 75-88; ).
Formulo, pues, como hipótesis,
que pretende explicar aquel problema, la siguiente: La identificación de
entidades presentes y constitutivas de contextos icónicos y/o indiciales se
produce por comparación contrastante entre, al menos, dos contextos: el
contexto que está siendo efectivamente percibido por determinado interprete y
"el contexto más semejante" que puede recuperarse en la memoria de
ese mismo interprete; la diferencia establece lo discreto.
Esa última frase enuncia la eficacia operativa
que se pretende como derivación del procesamiento cognitivo propuesto. Como
anticipo provisional, ensayo la siguiente reflexión: aquella mínima entidad
efectivamente percibida que puede ser sustituida por otra, manteniéndose la
posibilidad de atribuirle un sentido a la totalidad resultante de tal
sustitución (aunque no sea el mismo sentido) es lo que podemos considerar una
entidad discreta constitutiva de dicha totalidad, en cuanto su contexto. De
todo el párrafo se requerirán definiciones explícitas de los términos e,
incluso, ajustar el rigor de expresiones todavía un tanto indefinidas, como la
de "el contexto más semejante". Al margen de estas precisiones, la
formulación de la hipótesis se vincula a la problemática del reconocimiento de
objetos y comportamientos en sus correspondientes disposiciones y de imágenes
en sus configuraciones (ver apartado 22), en cuanto "escenas"
complejas y a su explicación, y trata, explícitamente, de apartarse de las
propuestas de comprensión holística de tales escenas.
19.1.20 Búsqueda del contexto más semejante frente al
cual, la diferencia establece lo discreto
Sólo dos breves aproximaciones al
planteo que trato de esbozar, relativo a la posibilidad de análisis de los
contextos indiciales y/o icónicos (mientras la problemática de unos y otros
muestre un desarrollo relativamente paralelo).
Por una parte, una reflexión que nos
ayude (también a mí) a entender las características de los que he designado (un
tanto intuitivamente, todavía) como "contexto efectivamente percibido"
y "contexto más semejante" y a la paráfrasis de estos mediante lo que
también puede enunciarse como "escena compleja".
La situación empírica a la que se trata
de encontrar explicación, desde una semiótica cognitiva, está constituida por
los casos en que se está produciendo la interpretación de determinadas Semiosis
Sustituyentes correspondientes a iconos o índices. O sea, se atiende a la
actividad interpretativa que se cumple ante una imagen figurativa visual o ante
la percepción de objetos o comportamientos en museos o escenarios
respectivamente.
En tales casos el supuesto hipotético
(que deberá probarse), afirma que se está produciendo un análisis contrastante
entre lo efectivamente presente y registrado mediante la percepción visual (en
ambos casos: icónico e indicial) y el registro en la memoria de otra imagen
compleja. Ésta se supone actualizada por un subsistema de búsqueda de
propiedades categóricas (identificadoras) y de coordenadas espaciales
(situacionales), hasta actualizar el correspondiente atractor complejo (imagen
mental mnemónica) que permita un reconocimiento del contexto efectivamente
percibido, que configure de determinada manera la entrada de información
sensorial, permitiendo el margen de variaciones necesarias para identificar lo
nuevo u original de la percepción actual, versus la histórica.
El proceso sería, en algunos aspectos,
semejante al que realizamos cuando comparamos fotografías del mismo motivo: un
mismo paisaje urbano o rural o el rostro de una misma persona (el rostro como
escena), con la única variante del transcurso del tiempo o bien, con muchas
restricciones, cuando la variante consiste en un cambio de ángulo en el
encuadre o de la iluminación. Supongamos que tenemos un archivo con muchas
fotografías, pero sabemos que del motivo que acabamos de fotografiar y cuya
fotografía tenemos ante nosotros, hay otras fotografías, "sacadas" en
otro momento, con las que quisiéramos comparar la actual. La diferencia
perceptible, en tales casos, constituiría lo que mencioné, en el apartado
anterior, diciendo que "la diferencia establece lo discreto". Así, el
primer trabajo interpretativo consistiría en encontrar la "escena
diferencial" de la que se está percibiendo y, en ese par, establecer
los puntos de semejanza y de diferencia, pudiendo asegurar que lo diferente nos
asegura la presencia de una unidad discreta.
La otra aproximación al mismo problema
consiste en una cita de Peirce. Sin considerar que Peirce tenga necesariamente
la respuesta a problemas que, hoy en día, la semiótica y las corrientes
cognitivas se plantea de modo notablemente diferente al que él organizó en su
momento (fallece en 1914), sigue siendo útil la organización lógica de los
problemas que tomó en consideración, entre la inmensa cantidad de los cuales
hay alguno relativamente próximo al que estamos esbozando. Me limito a
transcribir mi traducción del parágrafo correspondiente de Collected Papers,
poniendo en cursiva las expresiones sobre las que pretendo llamar la atención.
"3.433:
[...] Cuando se hace una afirmación, existe efectivamente algún hablante,
escritor u otro hacedor-de-signos que la comunica; y él supone que hay, o
habrá, algún oyente, lector o otro intérprete que lo recibirá. Puede ser un
desconocido en otro planeta, un último eón; o puede ser este mismo hombre como
será un segundo después. De cualquier modo, el comunicador le hace señas al
receptor. Algunos de estos signos (o al menos uno de ellos) se supone que
provoca en la mente del receptor imágenes familiares, figuras o, casi podríamos
decir, sueños; o sea, reminiscencias de vistas, sonidos, sentimientos, gustos,
olores u otras sensaciones, ahora totalmente alejadas de las circunstancias
originales de su primera manifestación, de modo que son libres de asociarse a
nuevas ocasiones. El comunicador puede evocar, en su propia mente, esas
imágenes a su arbitrio (con mayor o menor esfuerzo); y supone que el receptor
puede hacer lo mismo. Por ejemplo, los vagabundos tienen la costumbre de llevar
trozos de tiza y de hacer marcas en los vallados para indicar los hábitos de la
gente que vive allí, en beneficio de otros vagabundos que puedan llegar más
tarde. Así, si un vagabundo deja una afirmación acerca de que la gente es
tacaña, supone que el lector de la señal habrá encontrado gente tacaña con
anterioridad y podrá evocar una imagen de tal persona atribuible a la persona
que aún no ha conocido. No sólo es signo la palabra significante externa o
la marca, sino que también lo será la imagen que se espera que suscite en la
mente del receptor (una imagen por semejanza o, como decimos, un icono) de la
imagen semejante en la mente del comunicador y, mediante ella, también un signo
de la efectiva cualidad de la cosa. A este icono se lo llama el predicado
de la afirmación. Pero en vez de un icono único, o signo por semejanza con una
imagen familiar o "sueño", evocable a voluntad, puede haber un
complejo de tales iconos, formando una imagen compuesta cuya totalidad no es
familiar. Pero aunque la totalidad no sea familiar, sin embargo no sólo las
partes son imágenes familiares, sino que también habrá una imagen familiar de
su modo de composición. En realidad, será bastante con dos tipos de
complejidad. Por ejemplo, puede haber una combinación conjuntiva o una
combinación disyuntiva. La combinación conjuntiva se da cuando se usan dos
imágenes a la vez; y disyuntiva cuando se usa una u otra. (Esta no es la más
científica selección de tipos; pero servirá al presente objetivo.) La clase de
idea que un icono materializa, si debe ser tal que lleve alguna concreta
información, siendo aplicable a algunas cosas pero no a otras, se llama una
primera intención. La idea materializada por un icono que no puede llevar
ninguna información por sí sólo, siendo aplicable a todo o a nada, pero que,
sin embargo, puede ser útil para modificar otros iconos, se llama una
segunda intención".
19.1.21
Semiótica indicial: ratificación y ejemplificación
Repaso lo que vengo escribiendo, para ir
dando cuenta de aspectos, problemas, conceptos que puede ser conveniente o necesario
aclarar o resolver o ampliar.
Con respecto a las dos grandes conjuntos
en que pueden dividirse los Signos Indiciales, ratifico y sintetizo la
diferencia fundamental:
1/ Los que operan en una relación de contigüidad
entre signo y objeto, la que depende de la relación física que se establece
entre ellos. Me parece interesante y útil atender al término "indicativo"
que utiliza Peirce para referirse a la específica eficacia de la forma
perceptual de esta clase de Signos Indiciales; o sea, a la eficacia del
representamen, en cuanto capacidad para actualizar, en la mente del intérprete,
al (todavía o ya o contemporáneamente) objeto ausente. El término
"indicativo" se vincula semánticamente con el término
"ostensivo" y, en definitiva, ambos confluyen en el propio término
"indicial", en cuanto lo señalado (con el dedo).
2/ Los que operan en una relación de sustitución
entre signo y objeto, con independencia de la relación física que pueda
reconocerse entre ellos. También aquí es plenamente recuperable el término "designativo"
que utiliza Peirce para referirse a la específica eficacia de la forma
perceptual de esta clase de Signos Indiciales; o sea, a la eficacia del
representamen, en cuanto capacidad para actualizar, en la mente del intérprete,
al (con independencia de cualquier relación temporal) objeto ausente. El
término "designativo" se vincula semánticamente con el término
"denominativo", en cuanto recupera y mantiene la diferencia y la
independencia entre el representamen y el objeto, y adopta la convencionalidad
en cuanto necesidad del conocimiento de los códigos de determinada comunidad
para comprender la relación semiótica producida por esta clase de Signos
Indiciales.
Con respecto a los ejemplos que propuse
en un determinado momento (ver apartado 17), quisiera retomarlos (añadiendo,
posiblemente, otros) y, sin pretender construir una taxonomía (a lo que con
reiteración me he manifestado especialmente renuente), remitirlos a esta gran
(y, por eso mismo, un tanto burda) división de los índices; conviene
tener especialmente en cuenta que, ni siquiera a grandes rasgos, resultará
totalmente convincente esta asignación de unos ejemplos a una categoría y la de
otros a la otra; siempre estamos refiriéndonos a predominios de uno u otro
carácter (lo indicativo y lo designativo) y no a inclusiones o exclusiones
categóricas. Aprovecho para dar un paso más en el análisis de tales ejemplos,
diferenciando explícitamente entre el representamen y el objeto, ya bien en el
caso de la indicación, o ya bien en el de la designación.
(En lo que sigue, léase, lo que va antes
de la doble barra ←←←/xxx/, como enunciación verbal del representamen
y, lo que va después de la doble barra /xxx/→→→, como
enunciación verbal de su objeto; lo que va entre barras /xxx/ enuncia la
calidad del signo indicial que le atribuyo al ejemplo. Téngase en cuenta
que el interpretante es el signo que, en base a lo anterior, construye
cada intérprete en su sistema de conocimientos)
A/ Son ejemplos de Signo Indicial
Indicativo:
- el estado de las piezas de ajedrez, en
un determinado momento de una partida /es predominantemente indicativo (como señal)/
del desenlace técnicamente inevitable (otra cosa es la capacidad de la mente
para descubrir la secuencia que conduce a él)
- las "promociones"
publicitarias /son predominantemente indicativas (como síntoma)/ del
contenido del producto publicitado
- todos los deportes como espectáculo
/son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de las posibilidades
y habilidades del cuerpo humano
- todos los deportes como competencia
/son predominantemente indicativos (como señal)/ de la superioridad del
estado físico del cuerpo de determinado individuo o equipo de individuos
respecto de otro u otros
- el mobiliario de un consultorio /es
predominantemente indicativo (como síntoma)/ de las acciones y
operaciones que en él se realizan
- los juegos manuales de ingenio
(incluida
- los sueños /son predominantemente
indicativos (como indicio)/ de la actividad diurna realizada en estado
de vigilia (sin entrar en, pero respetando a, las sutilezas del psicoanálisis)
- los restos arqueológicos /son
predominantemente indicativos (como indicio)/ de la actividad y/o
acaecimientos que, en el pasado, les sobrevinieron de modo individual y/o
social (incluida la cultura material) al o a los integrantes de determinada
comunidad sin presencia activa en el presente
- los monumentos, obras y edificios
históricos /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de
opciones y vigencias culturales pertinentes a determinado momento y lugar de
una comunidad
- los jardines públicos o privados, las
plazas o parques /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de
las actividades de esparcimiento, de reposo o de salubridad que están vigentes
en determinada comunidad
- cualquier entidad tridimensional
(¿necesita serlo?) situada en el contexto adecuado, o sea, dotado de eficacia para
mostrarla y no sólo para utilizarla /es predominantemente indicativa (como síntoma)/
de esa eficacia (pensar en la necesaria dependencia de los
"ready-made" p.e. de Duchamp, respecto del contexto en el que se los
sitúa)
B/ Son ejemplos de Signo Indicial
Designativo:
- la actuación de un mimo /es
predominantemente designativa (como icono)/ de una situación o
comportamiento individual o social
- los objetos exhibidos en un museo /son
predominantemente designativos (como índices (de modo, a su vez,
indicativo o designativo)) de otros objetos de su misma clase (como índice-designativo-designativo)
o de otros con los que estuvieron asociados (como índice-designativo-indicativo)
- los objetos exhibidos en la vidriera o
escaparate de un comercio /son predominantemente designativos (como índices)/
de los objetos disponibles en determinado establecimiento comercial
- los animales de un zoológico o de una
reserva natural /son predominantemente designativos (como índices)/ de
los restantes animales de su especie
- la ropa que se usa /es
predominantemente designativa (como símbolo)/ de la situación económica,
profesional o ideológica del individuo que la viste
- el mobiliario de un domicilio, de una empresa
o institución /es predominantemente designativa (como símbolo)/ del
significado social que se le pretende atribuir
- las maneras de mesa /son
predominantemente designativas (como símbolo)/de la cultura de una
persona, familia o grupo social
- el tono y la modulación de la voz /es
predominantemente designativa (como símbolo)/ del tipo de educación que
ha tenido una persona
- las representaciones teatrales /son
predominantemente designativas (como icono)/ de situaciones y
acontecimientos total o relativamente imaginarios
- las actuaciones de un cuerpo de baile
o ballet /son predominantemente designativas (como símbolo)/ de las
cualidades estéticas del movimiento del cuerpo humano
- los desfiles militares /son
predominantemente designativos (como índice)/ de la potencia militar de
un país
- las ceremonias civiles, religiosas,
académicas, etc. /son predominantemente designativas (como símbolo)/ de
determinados valores civiles, religiosos, académicos, etc.
19.1.22 Semiótica indicial: contexto, configuración y
disposición
Continúo las reflexiones tendientes a ir
elaborando una Semiótica Indicial, en cuanto conjunto de operaciones
disponibles para proponer explicaciones adecuadas y rigurosas acerca de los
procesos de producción e interpretación de la significación de los pertinentes
fenómenos sociales. Ya he comenzado a esbozar una aproximación a esta
"pertinencia" (de los fenómenos sociales que requieren ser estudiados
desde una Semiótica Indicial) mediante los ejemplos mencionados en algunos de
los apartados anteriores.
También había anticipado la reflexión
acerca de que, para el análisis conducente a la pretendida propuesta
explicativa, resulta imprescindible un adecuando conocimiento e identificación
del contexto en que se encuentran situados los Signos Indiciales constitutivos
del fenómeno en estudio. Y habíamos entrevisto algunos problemas vinculados
tanto al concepto como a la producción/interpretación de lo que se entienda por
"contexto".
En principio, recuerdo la conveniencia
de tomar distancia de las reflexiones vinculadas con la lingüística, a los
efectos de que sus términos y procesos analíticos no sesguen la investigación,
reconduciéndola hacia lo verbal. Esto requiere que se construya un conjunto de
términos y procesos analíticos específicos de lo existencial, en el caso de los
fenómenos indiciales, o de lo cualitativo, en el caso de los fenómenos
icónicos. En este último universo de los fenómenos icónicos, había sugerido
utilizar el término "configuración" en vez de
"contexto" y, para el universo de los fenómenos indiciales propongo
sustituirlo por el término "disposición". O sea:
1/ se propone "contexto"
para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su
significación los fenómenos simbólicos;
2/ se propone "configuración"
para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su
significación los fenómenos icónicos;
3/ se propone "disposición"
para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su
significación los fenómenos indiciales.
No es un capricho por complicar la
terminología. Es que las relaciones (contextuales) mediante las cuales
adquieren significado los símbolos, no son las mismas relaciones
(configurativas) mediante las cuales adquieren significado los iconos, ni son
las mismas relaciones (dispositivas) mediante las cuales adquieren significado
los índices, todas las cuales, si no las diferenciamos mediante los respectivos
términos, específicos para cada tipo de relación, tenderían a homogeneizarse
(como lo están actualmente) mediante el uso compartido del término
"contexto".
(Si bien el término
"disposición" o "dispositio" también tiene un uso
particular en la retórica, éste no está tan difundido ni estereotipado como
"contexto", por lo que admite su redefinición en otra u otras
disciplinas, sin tener que someterse a predeterminaciones conceptuales
hereditarias. No obstante, en todos los casos, estos ajustes terminológicos
deben considerarse tentativos, hasta tanto su uso, en la práctica semiótica,
justifique o excluya su conveniencia. Sin ser, tampoco, excesivamente optimista
en que se instaure el uso de estos términos; pero, al menos, el intento de
precisarlos y de desarrollar sus peculiaridades ayudará a comprender que el
ámbito existencial y las relaciones que, en él, vinculan a símbolos, iconos e
índices son diferentes en cada caso.)
Pero, de inmediato, nos encontramos
también con que contexto, configuración y disposición no son estructuras
generalizables sin más a cada una de las tres semióticas; pero tienen la
utilidad de focalizar la calidad simbólica, icónica e indicial que predomina en
cada uno de estos tres grandes conjuntos de fenómenos sociales.
Así, para no quedarnos en lo puramente
terminológico y para aproximarnos a la calidad existencial de los ámbitos en
que se materializa cada una de estas tres clases de signos, convendrá esbozar
las tres hipótesis de trabajo siguientes:
1/ Referirse al contexto estará
implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente existentes
(con lo que se excluye del término "contexto" toda alusión a su
existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de los correspondientes
tipos, pertenece a un sistema determinado) y (b) relacionados según
reglas fuertemente convencionales, adoptadas por una determinada comunidad
(cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial) para su interpretación.
Como resultado del análisis de las relaciones con las que se vincula dicho
conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su
carácter de buena formación (en cuanto el cumplimiento de aquellas reglas
constituye el requisito elemental para su aceptabilidad). En función de esta
buena formación (d) se lo interpretará a dicho contexto, construyéndose, por su
intermedio, el significado de cada uno de tales elementos efectivamente
existentes y el de la totalidad.
2/ Referirse a la configuración estará
implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente existentes
(con lo que se excluye del término "configuración" toda alusión a su
existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de los correspondientes
atractores, pertenece al archivo perceptual de lo mnemónico) y (b) relacionados
según cualidades débilmente convencionales, propuestas a una determinada
comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial) para su
interpretación. Como resultado de la percepción de las cualidades con las que
se vincula dicho conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá
afirmarse o negarse su carácter de semejanza/diferencia respecto al
preexistente atractor mnemónico. En función de esta semejanza/diferencia (d) se
la interpretará a dicha configuración, construyéndose, por su intermedio, el
significado de cada uno de tales elementos efectivamente existentes y el de la
totalidad.
3/ Referirse a la disposición estará
implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente existentes
(con lo que se excluye del término "disposición" toda alusión a su
existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de las correspondientes
posibilidades, pertenece al archivo experiencial de lo mnemónico) y (b) relacionados
según conexiones tridimensionales débilmente convencionales, propuestas a
una determinada comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial)
para su interpretación. Como resultado de la percepción de las conexiones
tridimensionales con las que se vincula dicho conjunto de elementos
efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su carácter
designativo y/o indicativo respecto de la preexistente experiencia
mnemónicamente registrada. En función de este carácter designativo y/o
indicativo (d) se la interpretará a dicha disposición, construyéndose, por su
intermedio, el significado de cada uno de tales elementos efectivamente
existentes y el de la totalidad.
19.1.23 Semiótica indicial: sobre los modos de
disposición
Las reflexiones que les voy a proponer
han surgido en ocasión de la visita que realicé (octubre, 2001), en el Museo de
Arte Moderno de Buenos Aires, a
No me interesa, ahora, referirme a las
características del arte conceptual en cuanto propuesta estética. Más
bien, trataré de destacar cómo intervinieron ciertas manipulaciones (o el
recurso a determinadas formas de disposición) a las que han sido sometidos
algunos de los objetos exhibidos y cómo, mediante las correspondientes
operaciones cognitivas aplicadas por el productor y reconocidas, admitidas y
utilizadas en la interpretación por los espectadores, algunas de las propuestas
exhibidas (objetos dispuestos de determinado modo) adquieren la capacidad de
actualizar, en la memoria del intérprete, otro u otros objetos ausentes, o sea,
adquieren un determinado significado y, por tanto, su eventual calidad estética
y, en todos los casos, su efectiva calidad semiótica, pudiendo calificar a esa
calidad adquirida como indicial.
Lo que sigue constituye una enumeración,
no sistemática, tentativa y experimental (a partir de efectivas observaciones
realizadas en
En todos los casos se requiere que las
disposiciones que aquí se mencionan sean propuestas por alguien o por algunos
(como productor/es de
Modos de disposición identificados:
1/ Distribución de un conjunto de
objetos relativamente semejantes, de un modo que no es aquel según el cual se los
percibe habitualmente en determinada comunidad, pero que es similar a como
suelen distribuirse, con notable frecuencia y, por tanto, de modo bastante o
muy conocido, en esa misma comunidad, otro conjunto de objetos diferentes a los
anteriores.
2/ Situando un objeto masivo o un
conjunto de objetos idénticos (en cuanto producidos en serie) dentro de una
vitrina o sobre un pedestal o asociado con algún otro soporte que, en
determinada sociedad, está destinado a recibir, mostrar o sostener objetos
singulares o dotados de alguna característica que los hace o los aproxima a ser
únicos.
3/ Asociando (por proximidad) dos (o
más) objetos pertenecientes a ámbitos socio-culturales que no guardan entre sí
ninguna conexión, y reforzando, además, la asociación al realzar alguna
cualidad (por ejemplo, determinada semejanza de cromatismo) que se reproduce en
ambos.
4/ Evidenciando la ausencia de un
objeto, mediante la mostración de un dispositivo que, habitualmente, es el
receptáculo de algo, pero sin el algo cuya carencia se invita a construir.
5/ Reproduciendo la estructura de algo
habitual, cuya disposición cotidiana requiere, por convención social,
determinado tipo de materia prima, pero trastocando la materia prima que
sostiene esa estructura; trastocamiento que, por lo general, pasa de una
materia prima considerada socialmente valiosa (lo ausente, pero representado),
a otra materia prima socialmente desvalorizada (lo presente, con eficacia
representativa).
6/ Presentando un objeto vinculado a
otro objeto (o a varios objetos, en una cadena de vinculaciones) como fragmento
de un comportamiento, por ejemplo laboral, que actualiza al sujeto ausente y a
un resultado en elaboración.
Habría muchas disposiciones posibles,
además de las mencionadas. Éstas, las mencionadas, no son ni las básicas, ni
siquiera ejemplos efectivamente diversos que marquen series posibles de
disposiciones posibles. Sólo son (si consiguen serlo) muestras de por dónde
creo que podría avanzar la reflexión que buscase identificar formas o modos
posibles de relacionarse objetos presentes, de modo tal que adquieran la
posibilidad de constituirse en representaciones (porque designan sustituyendo o
porque señalan al faltante) de otros objetos ausentes, o sea, de modo tal que
adquieran la posibilidad de constituirse en Signos Indiciales.
19.1.24 Semiótica indicial: de la escultura al juguete
Como, por mi propia reflexión sobre
Según ya se ha considerado aquí mismo
(apartado 11), pero creo necesario actualizar, todo signo tiene características
que permiten analizarlo desde cualquiera de las tres perspectivas semióticas
fundamentales: como icono, como índice y como símbolo. Lo que ocurre es que en
determinada sociedad e, incluso, en determinada situación de determinada
sociedad, se establece alguna de estas tres perspectivas como culturalmente
predominante.
Lo indicial de la palabra hablada es el
aliento que la sostiene, el tono, la cadencia y la tonada de la voz con que se
emite e, incluso, la sucesividad y el intercambio de todo ello en el monólogo o
en el diálogo; no el intercambio o la sucesividad de las significaciones, que
pertenece a su aspecto simbólico, el cual, en general y respecto de la palabra,
constituye la perspectiva semiótica predominante; ni el reconocimiento o la
imitación de alguien, al que se lo identifica por rasgos específicos de su modo
de hablar, lo que pertenecería al aspecto icónico de la palabra.
Un cuadro, una tela o una tabla pintada,
también tiene su aspecto indicial, que prevalece cuando se trata de decidir,
por ejemplo, de qué soporte se lo va a suspender o de qué modo va a dirigirse
la luz hacia su superficie. Por supuesto que, en general, la perspectiva
semiótica predominante consistirá en su aspecto icónico. Pero, en determinados
casos, cada vez más frecuentes, en la producción de imágenes visuales va
adquiriendo una mayor importancia su aspecto simbólico, o sea, la capacidad de
la imagen visual para trasmitir información socialmente codificada, como en las
indicaciones gráficas de aeropuertos y aeronaves, estadios, computadoras,
prendas de ropa, etc.
Los objetos (dejando de lado, por el
momento, a los comportamientos) no son índices por ser objetos, sino que son
índices cuando están en representación de otro u otros objetos, ya bien porque
los designan sustituyendo (como el automóvil exhibido en una exposición) o
porque los señalan como faltantes (como un abrigo de piel denota al resto del
cuerpo del animal que se ha matado para obtenerla).
El arte conceptual, cuando utiliza
objetos (ya que no sólo utiliza objetos y entiendo, aquí, por
"objetos" los que se emplean habitualmente de modo utilitario y sin
una finalidad predominantemente estética), los muestra en alguna variante de
esas dos posibilidades genéricas para construir índices: sustituyendo o
mostrando una ausencia (o una presencia incongruente, lo que es una
variante para mostrar la ausencia). O sea que el arte conceptual, sin dejar de
proponer sus objetos a la percepción, es decir, sin dejar de constituirlos en
iconos, agudiza o recupera o se basa para el salto estético, en el desarrollo y
la construcción del propio carácter indicial de tales objetos.
Éste es un momento oportuno para que se
haga presente el término "escultura". De modo semejante (pero no
idéntico) a lo que he planteado para la imagen visual (ya que la escultura lo
es), diría que, (1) cuando es figurativa, se trata de un icono indicial (o,
mejor, un sinsigno-icónico), cuya pretensión de semejanza incluye lo
tridimensional (a lo que la representación sobre el plano tiene que renunciar,
salvo como trompe-l’oeil). Tal sería el caso de la imagen en [77a],
perteneciente al grupo de esculturas medievales conocidas como “Muertos que
leen”. (2) Cuando la escultura es plástica (en el sentido en que usa el término
el Grupo μ , o sea, Klinkenberg, Edeline y Minguet, 1992: 186-196), se
trata de un icono icónico (o, mejor, un cualisigno-icónico), cuya
pretensión ya no es de semejanza con algún concreto existente, sino que
pretende actualizar el qualia de lo espacial, o sea, la sensación o
vivencia interior de una experiencia, pretendidamente inédita, de la
espacialidad (CP. 6.222-6.237; Dennett, D. C. 1995: 381); tal sería el caso
[77] del Large Upright Internal/External Form 1953-54 de Henry Moore.
(3) Cuando la escultura pretende ser portadora de una convención socialmente
vigente, se constituye en simbólica, y puede decirse que se trata de un icono
simbólico (o, mejor, de un legisigno icónico), como puede ser el
caso [76] del Modelo del Monumento a
[77a] (Don
Íñigo, primer conde de Tendilla – 1479)
[77b] Moore, Henry
(1954) |
[78] [Tatlin, Vladimir (1920)] |
O sea, el objeto escultórico es
fundamentalmente icónico, en alguna de sus variantes, por el simple hecho de
que está propuesto como forma para su contemplación. Por eso, también son esculturas,
o sea, iconos, las réplicas de los juguetes (que son juguetes ficticios
o para ser vistos) construidos para mostrar características estructurales o
dinámicas o texturales de los juguetes (reales o para ser jugados; por
lo cual son índices, consistiendo el juego, precisamente, en añadir o completar
lo ausente). Y también esta reflexión se enriqueció con la visita a
En definitiva, tratando de ir
comprendiendo en qué consiste la calidad indicial de determinados objetos, he
llegado a los juguetes a los que considero índices pese a cierta semejanza que
puede encontrárseles con las esculturas que serían iconos, si se acepta la
reflexión precedente. Creo que el análisis de los juguetes se presta, todavía,
para mucho más.
19.1.25 Semiótica indicial: el registro de los objetos
del museo y la semiótica indicial
Quisiera ampliar un poco la propuesta de
esta tarea, destinada a la investigación sobre el museo, que he denominado:
"registro de las características interpretativas y representativas que
poseen los objetos exhibidos en un Museo".
Se supone que una Investigación que pretende
conocer las características específicas de un determinado Museo (aparte de
aspectos coyunturales que también serán tenidos en cuenta en su oportunidad)
debe proporcionar conocimiento acerca de tres aspectos fundamentales:
Los objetos.
Los visitantes.
Las políticas de los
curadores relativas a la exhibición de los objetos a los visitantes.
No son aspectos simples, sino que poseen
una notable complejidad, en la que habrá que ir penetrando paulatinamente.
El tema del "registro de las
características interpretativas y representativas que poseen los objetos
exhibidos en un Museo", pretende proporcionar conocimiento acerca de los
objetos. En este sentido, su estudio pertenece al área de
Existe un fuerte debate acerca de si
el objeto es o no un elemento esencial y definitorio de lo que se entiende por
Museo (comentario personal de la museóloga Alicia Sarno). Provisionalmente,
considero que, tomando el concepto de objeto con suficiente amplitud:
cualquier entidad material existente susceptible de ser percibida por los
sentidos y, en especial, considerado el objeto desde la perspectiva
cognitiva de una Semiótica Indicial, puede afirmarse que, para que
exista un Museo se requiere la exhibición de determinados objetos, en cuanto
representación de algo diferente a ellos mismos, sometidos a la percepción de
un conjunto genérico (pero especificable) de visitantes.
Para avanzar en la posible elaboración
del registro de objetos (de los que excluyo a las imágenes) que estoy
proponiendo, considero conveniente distribuirlos en tres grandes grupos (a los
que ya he hecho alusión):
El objeto único.
El objeto ejemplar (prototipo).
El objeto réplica.
En el primer caso, como objeto único,
el objeto posee de modo exclusivo un determinado valor intrínseco, que lo
constituye en único, en cuanto cualquier otro que pretenda equiparársele (en
alguna o varias de sus múltiples características) será considerado como una
reproducción o una falsificación (y aquí puede seguir todo un interesante
desarrollo semiótico acerca de las características diferenciales entre reproducción
y falsificación).
En el segundo caso, como objeto
ejemplar, el objeto es uno perteneciente al dominio existencial de un conjunto
cuyos elementos puede identificarse por poseer determinados rasgos morfológicos
y relacionales que los acreditan como pertenecientes a dicho conjunto y que el
denominado "objeto ejemplar" exhibe, adquiriendo, por esta capacidad
de exhibirlos, el valor de representar a los demás de ese determinado conjunto.
En el tercer caso, como objeto
réplica, el objeto actualiza una posibilidad emergente de un sistema
virtual, mostrando, en su materialidad, rasgos formales y relaciones concretas
que sólo a través de tal réplica pueden conocerse, por lo cual la percepción de
esos rasgos y de esas relaciones, a partir de su presencia material en
determinado contexto, permite inferir la vigencia del tipo en el nivel virtual
del sistema al que dicha réplica corresponde.
Desde luego, puede haber un objeto
ejemplar que por la especial calidad de las características que lo
hacen pertenecer a un determinado conjunto, se constituya en objeto único sin
perder su calidad de "ejemplar". Por ejemplo, la belleza de
determinados rasgos de una vasija de la cultura Aguada.
Con independencia de esta división entre
único, ejemplar y réplica, en el objeto incide también
A/ su interpretación (histórica)
y
B/ su representación (futura)
Creo que es posible decir que el conjunto
de interpretación y representación constituye el significado del objeto. Por
supuesto que todo depende de cómo se defina interpretación y representación.
Para irnos acercando a las operaciones
cognitivas que estoy tratando de esbozar, diría que la interpretación de
un objeto está constituida por el conjunto de discursos/semiosis, disponibles
en determinado momento por determinada sociedad, que lo van construyendo
(siempre desde, al menos, un instante previo a su percepción) como referente. O
sea, la interpretación, aquí, la estoy considerando como la suma de
características de Semiosis Sustituida que pueden identificarse en determinado
objeto, en virtud del conocimiento que a él se refiere, o sea, en virtud del
conjunto de discursos/semiosis que pueden aplicársele; o sea, lo que cada uno
sabe (con toda la gama de diferencias que esto implica) acerca de un objeto.
Esto constituye su modo posible (o sus modos posibles) de interpretarlo; por
tanto este sentido de interpretación implica resumir el conocimiento histórico
que se tiene acerca de algo. Un importante aspecto que deberá tener en cuenta
todo curador de un Museo cuando comienza a pensar en exhibir algo: qué sabe
la comunidad acerca de ello.
Por su parte, la representación es
aquello que el objeto puede construir. En este caso, las características
(representacionales) de un objeto son las que se refieren a algo distinto de él
mismo y en virtud de las cuales, eso distinto adquiere, así, una determinada
interpretación. El objeto se constituye en Semiosis Sustituyente para hacer que
(siempre desde, al menos, un instante posterior a su percepción) otra cosa se
interprete de determinada manera, o sea, resulte ser un Objeto Semiótico o
Semiosis Sustituida.
Lo interesante es que todo objeto
participa de esta doble cualidad: ser el resultado de la eficacia de otro y
ejercer su propia eficacia de la que otro será el resultado.
El primer aspecto es el que designo como
interpretación u objeto interpretado y quizá ahora pueda entenderse por
qué también puede designársele como Objeto Semiótico o como Semiosis
Sustituida. Siempre, todo objeto es el resultado de la acción de otro (siendo
por lo general este otro un discurso verbal y/o una configuración gráfica y/o
una disposición de otros objetos).
El segundo aspecto, la posibilidad de
ejercer la propia eficacia para que otro resulte interpretado, es el que
designo como representación o representamen (aprovechando el término
peirceano) y quizá ahora pueda entenderse por qué también puede designársele
como Semiosis Sustituyente, ya que viéndolo no lo vemos como tal sino como
forma que construye al otro (la tan conocida "transparencia" del
lenguaje, que se aplica a cualquier materia prima semiótica en su propuesta
representativa).
O sea, como en el caso del cambio en la
dirección de la profundidad del cubo de Necker, cualquier objeto (lo que es
extensible a cualquier signo, ya que se trata de una característica general de
todos los sistemas semióticos) puede ser visto, ya bien como interpretación
resultante de otros discursos/semiosis, o ya bien como agente representativo de
algo diferente de él mismo. Pero lo que no puede ocurrir, como tampoco ocurre
con el cubo de Necker, es que se lo pueda considerar simultáneamente en los dos
aspectos.
Para que un objeto produzca una representación
de otra cosa es preciso que se sitúe como propuesta comunicativa, lo que ya
depende de los usos y costumbre de cada sociedad en cada época. Y ésta es la
tarea del curador del Museo: ofrecer los objetos a la percepción de los
visitantes de modo que estos construyan algo diferente al objeto que están
viendo pero que es lo que ese objeto representa (o lo que el curador pretende
que represente).
Quizá así se comprenda la resistencia a
admitir que el objeto es esencial y necesario para la existencia del Museo;
porque no es en cuanto tal objeto o en sí mismo, sino en función de la potencia
representativa que la disposición en que aparece en una determinada exhibición
es capaz de atribuirle a un objeto. Lo que se exhibe en el museo no es el
objeto en sí, sino investido de su potencia representativa.
Entonces, es tarea básica en el estudio
acerca de la identidad de un Museo existente o de uno que se está diseñando o
de una exposición determinada, parcial y temporal, disponer de lo que,
provisionalmente, he denominado como el "registro de las características
interpretativas y representativas que poseen los objetos exhibidos en un
Museo".
Si el resultado de este registro se
interrelaciona con el resultado del repertorio de preguntas básicas que se le
habrán formulado a los eventuales visitantes, para conocer los contenidos y las
reglas de su capacidad de interpretación, el curador del Museo comienza a
disponer del primer esbozo de información como para bocetar una política de
exhibición del patrimonio del Museo.
Por eso, éstas tareas pertinentes a una
Semiótica Indicial son tareas que estoy proponiendo a la reflexión de quienes
se interesen en la investigación acerca del Museo y que sería importante
explorar empíricamente en distintos ámbitos, con distintas tradiciones
culturales, ya que permitirían explicar la dispersión de los problemas de
comunicación de Museos distintos, vinculados a distintas comunidades de
visitantes posibles.
19.1.26
Semiótica indicial: concepto y variantes del signo indicial
Aprovechando los distintos aspectos que
han ido surgiendo, en los precedentes apartados, acerca de los rasgos
pertinentes al diseño de una Semiótica Indicial, creo que disponemos de
los fundamentos elementales y necesarios para proponer y desarrollar, ordenada
y enriquecidamente, las características identificatorias del Signo Indicial,
que han venido siendo esbozadas.
Sigo, como lo he hecho anteriormente
respecto del propio Signo Indicial y, en especial, con respecto al Signo
Icónico (en Magariños de Morentin, 2000), la estructura conceptual de la que se
considera la más completa, simple y difundida definición del Signo (pertinente
a una Semiótica General), la de C. P. 2. 228, de entre las elaboradas por
Peirce (de ellas, 76 las registra Robert Marty, 1996)
I/ El Signo Indicial es algo: un
existente, o sea:
1/ un objeto o
2/ un comportamiento
II/ que está en alguna relación: se lo propone
(en cuanto Semiosis Sustituyente) como representación:
1/ indicativa
2/ o designativa
III/ respecto de (otro) algo: su objeto o fundamento,
respecto del cual
(A) si la relación es indicativa, podrá tener
el carácter de:
1/ señal (si lo anticipa),
2/ indicio (si lo recupera) o
3/ síntoma (si son simultáneos)
(B) si la relación es designativa, podrá tener
el carácter de:
4/ objeto único (que se representa a sí mismo),
5/ prototipo (que representa a los demás de su
propio conjunto) o
6/ réplica (que actualiza una
posibilidad emergente de un sistema virtual)
IV/ para alguien: el que lo interpreta (en
cualquiera de los dos casos: como Representación Indicativa o Designativa),
atribuyéndole (en cuanto Semiosis Sustituida y, por tanto, como nuevo
signo en la mente del intérprete) una calidad de:
1/ icono (en cuanto valor formal),
2/ índice (en cuanto valor existencial) o
3/ símbolo (en cuanto valor
convencional o normativo).
Hasta aquí la derivación de la
definición peirceana de Signo, para construir, específicamente, al Signo
Indicial
La pretensión de este esquema es que,
desde una Semiótica Indicial, la propuesta de identificar a determinado Signo
como un Índice será válida si puede encuadrarse en sus categorías, permitiendo
identificar, en el proceso de producción de su eficacia significativa, cada una
de las sucesivas relaciones en él registradas.
De este modo, puede servir como instrumento
de falsación, o sea, permitiría demostrar que la propuesta (de Signo Indicial)
formulada sería falsa, si fuera posible encontrar un signo existencial (o sea,
un Objeto o un Comportamiento en situación de Semiosis Sustituyente) que no
contenga ninguna o alguna de las relaciones identificadas en dicho esquema.
Pero el esquema propuesto también sirve
para evidenciar el proceso mental y las características cognitivas de cada una
de sus etapas, cuando se pretende atribuir significado a algo mediante objetos
o comportamientos, o sea, describir rigurosamente esas situaciones en las
cuales los objetos o los comportamientos son eficaces para que algo adquiera,
en la mente de quien los interprete, un determinado significado.
Lo que ahora paso a hacer, muy someramente,
es proporcionar los recorridos de cada una de las combinatorias posibles, correspondientes
a cada una de las variantes establecidas en la definición, aprovechando para
evidenciar que se trata de 36 variantes de Signos Indiciales posibles.
De todos los casos, iré proponiendo también los correspondientes ejemplos. Irán
precedidos por la identificación numérica de cada variante y por (a) la descripción
técnico-semiótica de esa variante; (b) por la descripción empírica de
las relaciones existenciales que componen la presencia social de la variante
correspondiente; y (c), finalmente, propondré el ejemplo (uno entre los
innumerables) en el que se me ocurre que se materializan todos los rasgos
pertinentes a la variable en estudio (cuando alguna vez digo "y, por
supuesto,...", me estoy refiriendo a algún ejemplo que ya he utilizado en
apartados anteriores).
1: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 1 = (a) Un
objeto indicativo como señal icónica; (b) algo que aparece en un lugar anticipando
una forma que va a sobrevenir; (c) un lápiz labial anticipa el color sobre
los labios de alguien.
2: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 2 = (a) Un
objeto indicativo como señal indicial; (b) algo que aparece en un lugar anticipando
una existencia que va a sobrevenir; (c) un arma de fuego anticipa la producción
de un orificio en un blanco u objetivo; y, por supuesto, las nubes que,
eventualmente, anticipan la lluvia.
3: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 3 = (a) Un
objeto indicativo como señal simbólica; (b) algo que aparece en un lugar anticipando
un valor que va a sobrevenir; (c) un traje de novia, en el taller de la
modista, anticipa una unión matrimonial.
4: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 1 = (a) Un
objeto indicativo como indicio icónico; (b) algo que aparece en un lugar recuperando
una forma que ya no está; (c) una fotografía recupera el rostro de un ausente
(o de un presente, en otro momento pasado).
5: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 2 = (a) Un
objeto indicativo como indicio indicial; (b) algo que aparece en un lugar recuperando
un existente que ya no está; (c) un cigarrillo que ha sido apagado recupera la
presencia de un fumador; y, por supuesto, la huella del pie, en la arena,
recupera el pie de alguien que pasó por allí.
6: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 3 = (a) Un
objeto indicativo como indicio simbólico; (b) algo que aparece en un lugar recuperando
un valor que ya no está; (c) un buen traje deshilachado, usado por alguien,
recupera los tiempos de bonanza en que se lo usó nuevo.
7: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 1 = (a) Un objeto
indicativo como síntoma icónico; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando
una forma contemporánea; (c) una trasmisión televisiva "en vivo"
evidencia cómo "luce", en ese momento, el rostro de un personaje.
8: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 2 = (a) Un objeto
indicativo como síntoma indicial; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando
un existente contemporáneo; (c) la lamparilla encendida sobre la puerta de un
estudio de radio evidencia que, dentro del estudio, se está trasmitiendo; y,
por supuesto, el humo, que se ve por encima de un muro y que evidencia la
existencia de fuego.
9: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 3 = (a) Un
objeto indicativo como síntoma simbólico; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando
un valor contemporáneo; (c) la estrella de David o la media luna o la cruz,
etc., en lo alto de un edificio evidencia que se trata de un lugar religioso.
Obsérvese que, a partir de aquí (para
los Objetos), se pasa de
10: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 1 = (a) Un
objeto designativo como objeto único icónico; (b) algo que aparece en un lugar representándose
a sí mismo en cuanto forma; (c) una pirámide egipcia se muestra a sí misma
como siendo esa forma que se ve en las postales turísticas; o bien el rostro de
un político cuando lo reconocemos en presencia, por haberlo visto en los
medios.
11: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 2 = (a) Un
objeto designativo como objeto único indicial; (b) algo que aparece en un lugar
representándose a sí mismo en cuanto existente; (c) la voz de alguien
que permite individualizarlo inequívocamente.
12: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 3 = (a) Un
objeto designativo como objeto único simbólico; (b) algo que aparece en un
lugar representándose a sí mismo en cuanto valor; (c) El sillón de
Rivadavia que representa la presidencia; y, por supuesto, la espada de San
Martín.
13: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 1 = (a) Un
objeto designativo como prototipo icónico; (b) algo que aparece en un lugar representando
a los restantes de su dominio en cuanto formas; (c) un automóvil en una
exposición que nos muestra cómo son los restantes automóviles de esa marca y
modelo; y, por supuesto ,una moneda de un maravedí que nos muestra cómo eran
las monedas de un maravedí.
14: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 2 = (a) Un
objeto designativo como prototipo indicial; (b) algo que aparece en un lugar representando
a los restantes de su dominio en cuanto existentes; (c) un cráneo
representa la osamenta de un tipo de cabezas.
15: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 3 = (a) Un
objeto designativo como prototipo simbólico; (b) algo que aparece en un lugar representando
a los restantes de su dominio en cuanto valores; (c) un billete de banco en
circulación representa el mismo valor económico que los restantes de su misma
designación.
16: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 1 = (a) Un
objeto designativo como réplica icónica; (b) algo que aparece en un lugar representando
a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto
formas; (c) el mismo billete de banco del ejemplo anterior, visto como una de
las variantes, diferencial e identificable, de los diversos diseños de billetes
que circulan.
17: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 2 = (a) Un
objeto designativo como réplica indicial; (b) algo que aparece en un lugar representando
a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto
existentes; (c) un medicamento, en una farmacia, como alternativa posible junto
a otros de la misma o semejante eficacia.
18: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 3 = (a) Un
objeto designativo como réplica simbólica; (b) algo que aparece en un lugar representando
a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto
valores; (c) un receptáculo como fracción posible de un sistema de medidas de
capacidad por litros o galones, etc.
[79] Esquema (1)
[80] Esquema (2)
I.1 OBJETO / I.2 COMPORTAMIENTO |
|
II.1
En relación INDICATIVA |
II.2
En relación DESIGNATIVA |
III.
Tendrá el carácter de: 1. SEÑAL IV.
A la que se interpreta como: 1.
ICONO 2.
ÍNDICE 3.
SÍMBOLO |
III.
Tendrá el carácter de: 1. OBJETO ÚNICO IV.
Al que se interpreta como: 1.
ICONO 2.
ÍNDICE 3.
SÍMBOLO |
III.
Tendrá el carácter de: 2. INDICIO IV.
Al que se interpreta como: 1.
ICONO 2.
ÍNDICE 3.
SÍMBOLO |
III.
Tendrá el carácter de: 2. PROTOTIPO IV.
Al que se interpreta como: 1.
ICONO 2.
ÍNDICE 3.
SÍMBOLO |
III.
Tendrá el carácter de: 3. SÍNTOMA IV.
Al que se interpreta como: 1.
ICONO 2.
ÍNDICE 3.
SÍMBOLO |
III.
Tendrá el carácter de: 3. RÉPLICA IV.
Al que se interpreta como: 1.
ICONO 2.
ÍNDICE 3.
SÍMBOLO |
A partir de aquí, comienza la primera de
una secuencia de otras 18 posibilidades semejantes a las anteriores, sólo que a
partir de un algo inicial consistente, ya no en un ("I/1")
Objeto, sino en un ("I/2")
Comportamiento.
19: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como
señal icónica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando
una forma que va a sobrevenir; (c) la tarea de un dibujante dibujando, que
indica que va a poder verse un dibujo.
20: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como
señal indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando
un existente que va a sobrevenir; (c) la tarea de un albañil de la que
resultará una pared.
21: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 3 = (a) Un
comportamiento indicativo como señal simbólica; (b) determinadas acciones que
se producen en un lugar anticipando un valor que va a sobrevenir; (c) el
trabajo de un empleado por el que le corresponderá recibir un salario.
22: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 1 = (a) Un
comportamiento indicativo como indicio icónico; (b) determinadas acciones que
se producen en un lugar recuperando una forma que ya no está; (c)
mirarse en el espejo buscando lo que queda de la cara que se tenía hace 20
años.
23: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 2 = (a) Un
comportamiento indicativo como indicio indicial; (b) determinadas acciones que
se producen en un lugar recuperando un existente que ya no está; (c) un
gesto que alguien ejecuta automáticamente, reproduciendo el que hacía cuando el
que lo hace tenía un gato como destinatario del gesto.
24: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 3 = (a) Un
comportamiento indicativo como indicio simbólico; (b) determinadas acciones que
se producen en un lugar recuperando un valor que ya no está; (c) usar
traje y corbata para dar clase como jerarquización de la tarea docente.
25: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 1 = (a) Un
comportamiento indicativo como síntoma icónico; (b) determinadas acciones que
se producen en un lugar evidenciando una forma contemporánea; (c) usar
colores de ropa que armonicen con los ojos azules de quien la usa.
26: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 2 = (a) Un
comportamiento indicativo como síntoma indicial; (b) determinadas acciones que
se producen en un lugar evidenciando un existente contemporáneo; (c) el
temblor como demostración de miedo.
27: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 3 = (a) Un
comportamiento indicativo como síntoma simbólico; (b) determinadas acciones que
se producen en un lugar evidenciando un valor contemporáneo; (c)
actitudes obedientes como reconocimiento de la autoridad de otro.
28: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 1 = (a) Un
comportamiento designativo como objeto único icónico; (b) determinadas acciones
que se producen en un lugar representándose a sí mismas como formas; (c)
el canto de Kiri Te Kanawa disfrutado por las cualidades que le son propias.
29: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 2 = (a) Un
comportamiento designativo como objeto único indicial; (b) determinadas
acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como
existentes; (c) el viaje de Cristóbal Colón, que lo representa en cuanto sólo
fue capitaneado por él.
30: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 3 = (a) Un
comportamiento designativo como objeto único simbólico; (b) determinadas
acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como
valores; (c) el manejo arbitrario de operaciones financieras representan el
concreto poderío político-económico de determinado Banco.
31: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 1 = (a) Un comportamiento
designativo como prototipo icónico; (b) determinadas acciones que se producen
en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto
formas; (c) las actitudes que aprende un clérigo para ser visto por la sociedad
como clérigo.
32: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 2 = (a) Un
comportamiento designativo como prototipo indicial; (b) determinadas acciones
que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio
en cuanto existentes; (c) fumar un cigarrillo tras otro permite identificar a
un fumador compulsivo.
33: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 3 = (a) Un
comportamiento designativo como prototipo simbólico; (b) determinadas acciones
que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio
en cuanto valores; (c) el modo de manejar los cubiertos permite identificar la
educación de una persona.
34: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 1 = (a) Un
comportamiento designativo como réplica icónica; (b) determinadas acciones que
se producen en un lugar representando a alguna de las posibilidades del
sistema al que pertenecen en cuanto formas; (c) los gestos y actitudes
corporales que selecciona un mimo para representar a un ebrio.
35: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 2 = (a) Un
comportamiento designativo como réplica indicial; (b) determinadas acciones que
se producen en un lugar representando a alguna de las posibilidades del
sistema al que pertenecen en cuanto existentes; (c) los movimiento de un
cirujano mientras opera provienen del aprendizaje de la práctica de la cirugía.
36: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 3 = (a) Un
comportamiento designativo como réplica simbólica; (b) determinadas acciones
que se producen en un lugar representando a algunas de las posibilidades del
sistema al que pertenecen en cuanto valores; (c) gastar mucho "ad
exhibendum".
19.2 Algunos
temas complementarios
19.2.27
Semiosis sustituyente, semiosis sustituida y significación. Aproximación desde
el tema de la semiótica indicial
No creo que sea posible utilizar el
término "significación" como sinónimo ni de "Semiosis
Sustituyente", ni de "Semiosis sustituida".
La diferencia fundamental consiste en
que "la significación" (o, incluso, "el significado", con
los matices que tienen de diferentes ambos términos, según los autores o las
corrientes) es el producto, mientras que el par "Semiosis sustituyente"
y "Semiosis sustituida" designa los dos polos de la actividad
semiotizante; o sea, podría decirse que el primero de ellos designa al agente y
el segundo al paciente. Dicho de otra manera, "Semiosis Sustituyente"
designa el instrumento con el que se pretende producir
determinado significado, mientras que "Semiosis Sustituida" designa
al objeto o fenómeno sobre el que actúa aquel instrumento y en el que
habrá de manifestarse el resultado de la operación que ese instrumento permite
realizar, al adquirir un determinado significado.
Por lo general es fácil identificar
estos que he llamado "polos de la actividad semiotizante"; pero no
siempre es así. En mi reciente estadía en
El tema es importante, porque toda
investigación semiótica trata de explicar el significado de un fenómeno social,
teniendo especialmente en cuenta que se entiende por "social" a
aquel fenómeno que esta representado/ interpretado en alguna semiosis social. Corresponde
advertir que no existe ningún fenómeno virgen, o sea, no interpretado, pero
advirtiendo también que la tarea del semiólogo excluye una intervención directa
en el fenómeno, cuya posibilidad es siempre una falacia metafísica, sino que
exige una intervención en los discursos (o semiosis, en general) con los que se
construye su significación.
Hay que tener en cuenta que "piqueteros"
es la designación popular con que se conoce a los participantes en piquetes o
grupos de gentes que interrumpen el tránsito, por lo general en carreteras o
rutas, pero también en avenidas y calles, con la finalidad de protestar por
alguna situación urgente que no parece ser atendida por el Gobierno, como la falta
de trabajo o el largo atraso en el pago de salarios de los empleados públicos.
Aquí, el interés de la pregunta
consistió en que permitió advertir la existencia de una serie de niveles
escalonados o interdependientes, en lo que se refiere al recorrido de las
distintas Semiosis Sustituyentes que intervenían para darle determinado
significado a diversas Semiosis Sustituidas que estaban involucradas en el
planteo de la situación semiótica.
Lo más contundente, creo que fue poder
constatar que el conjunto de comportamientos correspondientes a los cortes de
ruta o a las actividades de los piqueteros, no era el fenómeno social que se
semantizaba, sino que constituían una Semiosis Sustituyente que buscaba
atribuir determinado significado a la falta de trabajo o al largo atraso en el
pago de salarios. Por consiguiente, los cortes de ruta y las actividades de los
piqueteros constituían una Semiosis Sustituyente que se estaba utilizando como
instrumento semiótico capaz de conferir una específica significación a una Semiosis
Sustituida, que era, en definitiva, el fenómeno social que se trataba de
semantizar, consistente en la falta de trabajo o el largo atraso en el pago de
salarios de los empleados públicos (concurrentemente con otras Semiosis
Sustituyentes que también compiten para construir el significado de este último
fenómeno).
Pero, como ya lo comenté en alguna otra
oportunidad, en semiótica nada es definitivamente y para siempre de determinada
manera. Las actividades de los piqueteros son, en principio, un discurso o
Semiosis Sustituyente que trata de darle determinado significado al referente
consistente en la falta de trabajo o Semiosis Sustituida. Pero, a su vez, son
una Semiosis Sustituida que aparece semantizada por los discursos o Semiosis
Sustituyentes de los políticos, sindicalistas, conductores de vehículos que ven
impedido su tránsito y el de los propios participantes en los cortes de ruta o
el de cualquier otro que opinara al respecto.
O sea, el discurso social se integra con
distintos niveles semióticos interrelacionados y constituyentes, todos ellos,
del instrumento semantizador del fenómeno social; consistiendo este último, en
definitiva, en la falta de trabajo.
El otro aspecto interesante es que estos
distintos discursos, el del comportamiento y el de las opiniones y
discursos verbales no operan exactamente como una intervención
metalingüística de un lenguaje en otro lenguaje, sino como la intervención
de un lenguaje exterior al lenguaje en estudio (en cuanto intervención de
lo simbólico o verbal en lo indicial o comportamental y viceversa) lo que
implica una transformación de la eficacia interpretativa del lenguaje (exterior
o diferente) que se utiliza para atribuir significación al otro lenguaje
(Desclés, J. P. et Guentcheva Desclés, Z. 1977: 60-61). Pese al rechazo
emocional que ello puede provocar, la intervención de la policía o de la
gendarmería es la que constituiría un metalenguaje del corte de rutas (o quizá,
mejor, una metasemiosis) en cuanto se trataría de "semiosis" de las
mismas características semióticas que la de los piqueteros, las que en ambos
casos serían indiciales, o sea, comportamentales, y con la pretensión, en el
caso de esta última, de intervenir, modificándola, en la sintaxis de la
primera. Así pueden interpretarse las características diferenciales entre un debate
simbólico (de argumentación y crítica verbal) versus un debate indicial
(de represión y violencia).
Hasta aquí llego, como aproximación al
uso técnico de las expresiones "Semiosis Sustituyente" y
"Semiosis Sustituida" y a mi rechazo de que puedan considerarse como
sinónimas del término "significación".
19.2.28 La falacia del lenguaje verbal como modelo
necesario de toda Semiosis sustituyente.
Aparentemente, se enfrenta un dilema:
determinados comportamientos (o todos, pero algunos más contundentemente que
otros) parece que podrían ser considerados, alternativa y no conjuntamente, ya
bien como referentes y, en cuanto tales, destinados a que su significación
resulte construida por alguna otra semiosis (preferentemente la verbal, pero
también la visual de las imágenes de tv, p.e.); ya bien como Semiosis
Sustituyentes y, en cuanto tales, productores de la significación de alguna
otra entidad (el trabajo, el salario, etc.), que así resultaría ser el
referente construido por esta semiosis comportamental.
El dilema surgiría si tuviéramos que
decidir entre una y otra posibilidad, o sea, si adoptar una exigiera, necesaria
y definitivamente, rechazar la otra. Pero ésta sería una perspectiva
positivista; desde la semiótica, como ya vimos, algo puede, en un momento
determinado, ser considerado como Semiosis Sustituida y, por lo tanto, exigir
al investigador que establezca cuál es la semiosis que construye su
significado; mientras que, en otro momento, ese mismo algo puede ser considerado
como Semiosis Sustituyente y, por lo tanto, exigir al investigador que
identifique la semiosis cuyo significado se está construyendo con ella. No se
trata de intervenir en el lábil campo de la subjetividad del analista ni en el
de las intenciones del autor, sino que, en cada caso, el investigador tiene que
encontrar respuesta a este par de preguntas (y probar que se trata de la
respuesta exigida por la pregunta):
1/¿Hay "algo" cuyo
significado resulta producido por alguna otra semiosis y cuál sería ese "algo"?
Entonces, es posible considerar a ese "algo" como Semiosis
Sustituida o, en otros términos, como Objeto Semiótico, e incluso, en otros
términos, como referente.
2/ ¿Hay "algo" que resulte
necesario para producir el significado de alguna otra semiosis y cuál sería ese
"algo"? Entonces, es posible considerar a ese "algo"
como Semiosis Sustituyente o, en otros términos, como signo, e incluso, en
otros términos, como discurso.
Creo que, hasta aquí, puede haber
bastante consenso. Desde la semiótica, algo puede ser en un momento el
instrumento para la producción del significado y, en otro momento, puede ser
algo que recibe de otro su significado. Ahora bien, el problema se replantea
desde otra perspectiva, en cuanto parecería comúnmente admitido que hay determinadas
semiosis que han sido vistas, histórica y predominantemente, como Semiosis
Sustituidas, o sea, como Objetos Semióticos, o sea, como referentes; y lo
que habitualmente se llama "comportamiento" sería una de tales
semiosis necesariamente sustituidas.
Hay, también, otras determinadas
semiosis que han sido vistas, histórica y predominantemente, como Semiosis
Sustituyentes, o sea, como signos, o
sea, como discursos. Y el habla es la más habitualmente mencionada entre tales
Semiosis Sustituyentes (otras son las imágenes materiales visuales, la música,
los lenguajes gestuales de los mudos, de los mimos, etc.).
Entre estas últimas semiosis, el
lenguaje, verbal o escrito, se ha constituido en el modelo de las Semiosis
Sustituyentes. O sea, que ha llegado a considerarse que, si algo pretende
tener eficacia para construir el significado de otro algo, deberá compartir las
características fundamentales del lenguaje verbal o escrito.
Esto es una falacia, porque las características del lenguaje verbal o escrito
dependen de las características de la materia prima que lo constituye: los
sonidos fonéticos y, por tanto, su carácter discreto, su secuencialidad, ser
no-superponibles, su repetibilidad, su variabilidad formal a partir de la
transformación de rasgos mínimos, etc. , con todo lo cual se construye su
gramaticalidad específica.
Del mismo modo, las características de
cualquier otra semiosis, por ejemplo, visual o comportamental, van a depender
de las características de la materia prima que la constituye. Así, respecto a
las imágenes materiales visuales: su planaridad, la admisibilidad de lo
cromático, la simultaneidad de elementos formales diferentes, sus amplios
márgenes de variabilidad formal con mantenimiento de la identidad, entre otras
características. Y con respecto a las actitudes comportamentales: su
tridimensionalidad, la integración y desintegración de unidades complejas por
concurrencia o dispersión de unidades simples, su movilidad necesaria, la
constante producción de transformaciones físicas perceptuales, etc. (en uno y
otro caso, no pretendo establecer una taxonomía de rasgos, sino formular una
enunciación meramente ejemplificativa y exploratoria).
Esta falacia de la necesaria referencia
modélica a las características del habla ha frenado y tergiversado el
desarrollo, por ejemplo, de las Semióticas de
19.2.29 Desarrollos peirceanos: Semiosis
sustituyente-semiosis sustituida-objeto semiótico
Regreso, aquí, a un tema
fundamentalmente peirceano, si bien en su comprensión intervienen algunas
reflexiones que son una transformación de las propuestas saussureanas. Pese a
la aparente antinomia, nunca he considerado que Saussure y Peirce hayan
elaborado concepciones incompatibles. Y como siempre, el tema que propongo (no
por primera vez, pero sí tratando de ir consolidándolo) está vinculado tanto a
su implementación como metodología de análisis en la explicación de la
producción, circulación y transformación de la significación, como a su
exploración en función de las distintas semiosis sociales vigentes en determinada
sociedad, sean éstas icónicas, indiciales o simbólicas.
Como hemos venido viendo, suelen
utilizarse, en semiótica, tres expresiones que no son intercambiables, sino que
cada una se refiere a un aspecto determinado de la interrelación semiótica que
produce el conocimiento e, incluso, a un estado determinado en el progreso del
signo hacia su eficacia específica. Son las expresiones "Semiosis
Sustituyente", "Semiosis Sustituida" y "Objeto
Semiótico". En especial, en esta oportunidad, quisiera proponer
algunas reflexiones acerca de la diferencia y proximidad entre las dos últimas
expresiones: "Semiosis Sustituida" y "Objeto
Semiótico".
Cierto que estas últimas no tienen
sentido sino es en función de
Me interesa destacar el carácter de instrumento
operativo que le atribuyo a
Vamos a explorar hasta qué punto puede
ser metodológicamente útil y estar teóricamente bien fundamentado considerar
que el Objeto Semiótico es cualquier ente o fenómeno con el significado que las
Semiosis Sustituyentes que circularon en la sociedad en la que cada intérprete
vive le han atribuido; exactamente así, dicho en pasado, ya que usaríamos
"Objeto Semiótico" para referirnos a lo que sabemos acerca de algo en
algún momento en el que no estamos incrementando nuestro conocimiento acerca de
él, o sea, en un momento en el que no lo consideramos como lo que está siendo
sustituido por alguna Semiosis Sustituyente, sino que ya lo ha sido
históricamente. El Objeto Semiótico es cualquier objeto del mundo tal como nos
lo han enseñado a ver en determinado momento.
La utilidad metodológica de diferenciar
entre el Objeto Semiótico y
Pero, ¿qué es lo que hace que esa
Semiosis Sustituyente sea otra y no ya aquella con la que históricamente
(aunque sea la historia que media entre el tiempo de lectura de un párrafo y el
del otro párrafo que le sigue, cuando el cambio justifica que se hable de
"historia") se había construido el significado de lo que habíamos
llegado a conocer? Esa alteridad de
Saussure no quiso entrar en el estudio
del habla; todo lo que, no obstante, después se desarrolló en la pragmática.
Por eso no estudia el cambio, sino la situación (una diacronía es el resultado
de la transformación identificable entre dos sincronías). Si aceptamos la
visión acerca del interpretante que propone Peirce (y en la que se basa todo lo
que vengo diciendo) podemos explicar el cambio, no sólo en el sistema de signos
desde el que se construye diferencialmente cada contexto de Semiosis
Sustituyente, sino en el significado que adquieren los fenómenos del mundo
(significado que los constituye a su vez en signos de algún sistema o de alguna
semiosis); en cuanto han adquirido los significados que les atribuyó
determinada Semiosis Sustituyente los podemos identificar como Objetos
Semióticos, o sea, fenómenos semantizados. En cuanto, por la eficacia de (la
sintaxis de) cada Semiosis Sustituyente, tales fenómenos del mundo modifican el
significado que tenían anteriormente y en cuanto el intérprete está elaborando
esa propuesta nueva de significado, al objeto que ese intérprete está
interpretando es al que podemos denominar "Semiosis Sustituida".
Ya sé que todavía quedan aspectos por
aclarar, pero voy a sintetizar lo dicho hasta aquí:
Una Semiosis Sustituyente es un
contexto de signos, vigente en determinada sociedad, que, en virtud de la
sintaxis que relaciona a los signos constitutivos de tal contexto, se aplica a
algo diferente de ella misma, atribuyéndole de ese modo un determinado
significado.
Un Objeto Semiótico es una
entidad o fenómeno del mundo que, en determinado momento de determinada
sociedad, ha adquirido un determinado significado por la acción eficaz de una
Semiosis Sustituyente que se lo atribuye, en la mente de determinado
intérprete.
Una Semiosis Sustituida es
el significado modificado de una entidad o fenómeno del mundo, que está siendo
producido por una Semiosis Sustituyente al constituirse en signo de esa entidad
o fenómeno del mundo. Toda Semiosis Sustituida está destinada necesariamente a
transformarse en un Objeto Semiótico, en cuanto ya queda admitida como la
significación (que ha entrado en la historia) de determinada entidad o fenómeno
del mundo; hasta que una nueva Semiosis Sustituyente sea capaz de atribuirle un
nuevo significado, con lo que se constituye en otra Semiosis Sustituida que, en
cuanto socialmente reproducible, pasa a ser un Objeto Semiótico histórico hasta
que una nueva Semiosis Sustituyente genere otra Semiosis Sustituida en cuanto
nuevo objeto de conocimiento para la mente de un intérprete.
La base peirceana de esta reflexión
puede encontrase en la relativa correspondencia entre:
1/ Semiosis Sustituyente e
Interpretante Inmediato, en cuanto el esquema que actualiza al signo (o
conjunto de signos) en la mente del intérprete (o sea, su eficacia
representativa).
2/ Semiosis Sustituida e
Interpretante Dinámico, en cuanto el efecto efectivamente producido en la
mente por el signo (o sea, el nuevo significado).
3/ Objeto Semiótico e Interpretante
Normal (o Último o Final), en cuanto el efecto que se producirá en la mente
del intérprete por el signo, después de suficiente desarrollo del pensamiento
(o sea, el significado histórico).
19.2.30 Desarrollos peirceanos: el interpretante
comunicativo
Peirce, (citado por Marty, R., 1990:
n°33 Annexe A) en su definición del signo como "el medium para la
comunicación de una forma" construye el concepto de Interpretante
Comunicativo, que traduzco: "Está el Interpretante Intencional, que es
una determinación de la mente del emisor; el Interpretante Eficaz, que es una
determinación de la mente del intérprete; y el Interpretante Comunicativo o,
digamos, el Cominterpretante, que es una determinación de esa mente en la que
las mentes del emisor y del intérprete deben fundirse para que pueda tener
lugar una comunicación."
En la construcción de cada uno de estos
tres Interpretantes: Intencional, Eficaz y Comunicativo (elaborados por Peirce,
desde una perspectiva teórica diferente a la que le condujo a los conceptos de
Inmediato, Dinámico y Normal, que acabamos de ver en el apartado anterior)
utiliza el término "determinación", de profunda raigambre
hegeliana (con quien Peirce siempre mantuvo una dialéctica relación de
amor-odio), en cuanto concreción de ese aspecto de las mentes que se refiere a
la tarea conjunta de producción e interpretación, respectivamente, de
determinada Semiosis Sustituyente.
Un poco más me cuesta admitir la tercera
mente, esa "en la que las mentes del emisor y del intérprete deben
fundirse", porque en este contexto ya hablamos de una entelequia en la que
el término "mente" aporta su sentido metafórico, en cuanto mente
virtual: no pertenece a nadie en concreto, sino, como en un diagrama de
Venn, a la parte común a dos mentes (lo que no es una tercera mente).
Y, prescindiendo de la referencia a esta
mente en la que las otras se funden, esto es lo que me parece importante del concepto
de interpretante comunicativo: cuando el interpretante productor (designación
que incluye al peirceano Interpretante Intencional) generó su Semiosis
Sustituyente, aplicó determinadas formas que tenía disponibles y las aplicó
según determinadas relaciones que también tenía disponibles (aparte de otras
formas y otras relaciones que también tenía disponibles pero que no aplicó).
Una parte de esas forma y de esas relaciones que aplicó efectivamente deberá
coincidir con las formas y las relaciones de las que el interpretante
intérprete (designación que incluye al peirceano Interpretante Eficaz)
dispone para aplicar a la interpretación de tal Semiosis Sustituyente y está
dispuesto a aplicarlas y las aplica efectivamente; si no fuera así, no
existiría un acuerdo mínimo para comunicarse acerca de algo (el contrato
simbólico implícito en todo acto de comunicación o lo que la cita de Marty
nos trae como interpretante comunicativo).
Pero el interpretante intérprete dispone
también de otras relaciones que puede aplicar para relacionar las formas
propuestas en
El interpretante intérprete dispone,
además, de otros términos que, posiblemente, hubiera preferido encontrar
en
EL conjunto compartido de
términos y relaciones es lo que establece el grado de comunicabilidad que se da
entre los dos interpretantes en función de una misma Semiosis Sustituyente
respectivamente producida e interpretada y tal es la utilización que hago de la
expresión interpretante comunicativo, que viene a resultar en el
cumplimiento concreto del imprescindible y ya aludido contrato simbólico. Ese
conjunto compartido se aproxima a los que M. Foucault denomina discursos
producidos a partir de una misma "formación discursiva" y a lo que
vengo identificando como Mundos Semióticos Posibles compartidos.
En la medida en que tales términos y
relaciones divergen, la producción de
Todo esto nos lleva, como en un agregado
relativamente marginal, a reflexionar sobre la pasividad del representamen. Es
como decir que las propuestas perceptuales (las Semiosis Sustituyentes) no
significan en sí mismas, sino que las hacen significativas los interpretantes.
En una tarea de investigación, en la que se está tratando de explicar las
características según las que se produce la significación de determinado
fenómeno social, es importante no caer en esta especie de animismo de
las formas significantes, cualquiera sea su calidad: icónica, indicial o
simbólica. Esto se manifiesta atribuyendo un "anima" a determinadas
entidades materiales (en nuestro caso, la página, el dibujo, la partitura o el
sonido musical, etc.) que asumirían la calidad de sujeto agente de los llamados
por Russell y Quine verbos de "actitudes proposicionales" (Quine,
1960: 150-156) o "de lengua" (como "dice" o
"habla" o "se expresa" o "propone", etc.; Sánchez
Márquez, 1982: #289) En este sentido, habría, por tanto, animismo en el
concepto peirceano de tercera mente o mente por fusión de mentes, como
acontecimiento cognitivo que dota de eficacia por sí misma al aspecto
comunicativo del representamen, lo que lo lleva a Peirce a designarlo como
"interpretante comunicativo". Un discurso, la página de un libro, una
imagen, una pieza musical, una reunión de personas interrumpiendo el tránsito
en la vía pública, etc., no "hablan", no son "elocuentes",
no "dicen" nada por sí mismas (por más que su habitualidad, en
determinada cultura, atribuya ya una interpretación a su mera presencia); en
definitiva, por sí mismas, no significan. Lo que tiene capacidad para
significar algo, o sea, para hacer significativo a algo, es el interpretante
que lo produce y/o el que lo interpreta. O sea, sin interpretante no hay
significado; ahora bien, en lo que interviene el interpretante todo es
significativo.
19.2.31 El
conocimiento semiótico
En el Tema Complementario 29, trataba de
aportar algunos elementos más acerca de las relaciones entre la "Semiosis
Sustituyente", la "Semiosis Sustituida" y el "Objeto
Semiótico". Con esto apuntaba (1) a identificar con mayor claridad cuál es
el conocimiento que puede esperarse como resultado de una
investigación realizada con metodología semiótica y, por tanto, (2) también
permitiría comprender mejor cuál es la estructura y la formulación adecuada
de una hipótesis en un Proyecto de investigación semiótica. Me referiré
ahora, más detalladamente, a ambos aspectos.
1. En relación al conocimiento que
puede esperarse como resultado de una investigación realizada con metodología
semiótica, dicho conocimiento estará referido a cómo y mediante qué
instrumentos se ha producido la actualización del significado de determinado
fenómeno social, en un determinado momento de una determinada sociedad.
Todo fenómeno es social porque todos los
fenómenos de los que tiene conocimiento el hombre han estado representados
desde alguna Semiosis Sustituyente (discurso simbólico: verbal, matemático,
algorítmico, etc., y/o configuración visual y/o disposición de objetos o
comportamientos y/o etc.) que es el instrumento operativo que permite que ese
hombre ya haya interpretado al correspondiente fenómeno (o sea, no se lo
interpreta por observación inmediata del fenómeno, sino por su observación
mediada por alguna Semiosis Sustituyente que lo representa), atribuyéndole
significado, o sea, conociéndolo, o sea, constituyéndolo en el Objeto Semiótico
que tal Semiosis Sustituyente o conjunto de Semiosis Sustituyentes había(n)
producido. En cada propuesta de una nueva Semiosis Sustituyente, si ésta
efectivamente es nueva, el aporte significativo hará que el intérprete
considere al fenómeno representado, no ya como un Objeto Semiótico conocido
(histórico), sino como una Semiosis Sustituida diferente, directamente
vinculada a alguna nueva Semiosis Sustituyente, o sea, como un fenómeno
original. Y también la investigación semiótica es la que posee los instrumentos
necesarios y adecuados para establecer si se han dado o no esas nuevas
relaciones (que pueden llegar a constituir una superación, en sentido
dialéctico, de las anteriores Semiosis Sustituyentes) y, por tanto, si se da el
caso o no de que, con respecto al fenómeno en estudio, se haya construido o no
esa nueva Semiosis Sustituida.
Como ejemplo, puede decirse que en cada
discurso político, al hablar el político de la justicia, del trabajo, de la
pobreza, de las inversiones, de la deuda, etc., etc., se está constituyendo
a esos fenómenos en sociales, o sea, en Objetos Semióticos. En el plural
panorama de los discursos políticos, cada discurso político, en cuanto
particular Semiosis Sustituyente de cada uno de aquellos fenómenos, construye
de un modo diferente a esos Objetos Semióticos. El intento que hace cada
político para que la comunidad interprete de modo específico y diferencial su
propio discurso, se materializa en establecer relaciones sintácticas diferentes
al situar en su discurso a cada uno de tales signos lingüísticos
("pobreza", "justicia", "trabajo",
"deuda", etc.), de modo que el intérprete construya relaciones
semánticas diferentes (respecto al uso de esos mismos signos por otro
político), o sea, que la comunidad perciba como Semiosis Sustituidas y,
por tanto, originales, a tales aspectos del acontecer social y, por supuesto,
de modo afín a como determinado sector de la comunidad (lo más amplio posible,
a efectos electorales) los construiría. Esto último no es un enigma, sino que
puede conocerse (al discurso político no emitido por la comunidad, pero
emitible por ella, en cuanto positivamente interpretable) mediante el
análisis semiótico del discurso cotidiano (en el que se habla de los mismos
fenómenos de los que habla el político) de diversos integrantes de la comunidad
en estudio; análisis semiótico que mostrará las relaciones sintácticas
diferenciales con las que esos integrantes de la comunidad construyen las
relaciones semánticas diferenciales que considerarían aceptables cuando se
habla de esos aspectos del quehacer social (justicia, trabajo, pobreza, deuda,
desarrollo, etc.). En definitiva, cada político construye su discurso (o
desearía construirlo) como una réplica de los discursos sociales vigentes y no
emitidos, pero emitibles (políticamente) que (y aquí se produce la necesaria
decisión del político) ya bien construyen relaciones sintácticas afines a las
que el político desea proponer para que surjan las relaciones semánticas afines
con su propia ideología (discurso emitido desde determinada plataforma
política), o que ya bien construyan las relaciones sintácticas (la
"manière de parler", Marandin, 1979: 51-52 y 57-84) más difundidas,
de las que se sabe que surgirán las relaciones semánticas que encontrarán
aceptabilidad en los sectores mayoritarios de esa comunidad (discurso
demagógico). Y todavía hay otra posibilidad consistente en que sin importar las
relaciones sintácticas del discurso ni los significados emergentes de las
relaciones semánticas así construidas, el político actúe, se muestre y se
comporte situándose a sí mismo (como "persona" en el sentido
griego de "personaje") en un particular modo de ser visto como
para evocar sus actuaciones previas en determinado contexto, cuyas relaciones
sintácticas (el modo de comportarse) le confirieron un valor semántico
personal, a él como signo ya socialmente interpretado, con prescindencia
(total o parcial) de los valores semánticos que construya con su discurso
político. Tal es el caso de la persona (en cuanto signo indicial de una
Semiosis Sustituyente) que usa la sintaxis de su propia posición en el conjunto
de las relaciones sociales (como actor, artista, deportista, etc.) sabiendo que
ya ha sido positivamente interpretada como constructora de una semántica, o
sea, de un significado que resulta altamente aceptable por amplios (también
aquí se busca que sean lo más amplios posibles, por fines exclusivamente
electoralistas) sectores sociales. Todo lo anterior tiene muy semejante
desarrollo y aplicabilidad en el caso del discurso publicitario.
No se trata del mero gusto de utilizar
términos técnicos: Semiosis Sustituyente, Sustituida, Objeto Semiótico,
relaciones sintácticas, semánticas. Es que mediante la definición precisa de
tales términos, el análisis de la construcción del significado (por ejemplo, la
eficacia política o publicitaria de los distintos discursos) puede alcanzar una
mayor precisión, al proporcionar la explicación, no de cuál es el
significado verdadero de determinado fenómeno (que siempre será una
inferencia dogmático-ideológica; inferencia también explicable semióticamente,
en cuanto al proceso de su producción, pero no en cuanto al valor absoluto de
su verdad o falsedad), sino la explicación de cuál es la vigencia social
y de qué discursos provienen las distintas opciones que existen en
determinado momento de determinada sociedad para construir el significado de
determinados fenómenos.
La investigación semiótica proporciona,
por tanto, un conocimiento riguroso acerca de este proceso por el cual
determinado fenómeno adquiere determinado significado.
2. Con respecto a la estructura y
formulación adecuada de una hipótesis en un proyecto de investigación semiótica,
lo que se requiere es enunciar, lo más concisamente posible, una conjetura (o
abducción, que, como lo platea Peirce, es lo que deberá probarse; de dónde la
conveniencia de la concisión) acerca de las relaciones semánticas que
constituyen la capacidad que posee determinada Semiosis Sustituyente, vigente
en un momento determinado de determinada sociedad, para construir determinado
significado para determinado fenómeno social.
La carga de la prueba recaerá en
la necesidad de evidenciar mediante qué relaciones sintácticas establecidas
entre qué entidades o signos se construyeron esas relaciones semánticas. Éste
aspecto analítico que parte de lo perceptual (la sintaxis) para explicar lo
conceptual (la semántica) es uno de los aspectos que le confieren rigor y
especificidad a una hipótesis, tal como requiere que se la formule y se la
pruebe en una determinada investigación en la que se utiliza la metodología
semiótica. Por supuesto, el conjunto de Semiosis Sustituyentes que confluyen en
la producción de tal significado (o sea, en la atribución de un contenido
semántico a determinado fenómeno) hace necesario ampliar el conocimiento del funcionamiento
de las distintas semiosis que pueden estar vigentes en determinada sociedad:
ello dará lugar, como simple esquema ya conocido, a las semióticas icónicas,
indiciales y simbólicas, sin que sea suficiente con el manejo de las
estructuras lingüísticas (que sólo son una parte o variante de la semiótica
simbólica).
También requiere reflexionar sobre
cierto ajuste a la noción del lenguaje como la facultad, natural al hombre,
de constituir un sistema de signos distintos que correspondan a ideas distintas,
según la expresión de los alumnos amanuenses de Saussure, ya que tal facultad
sería lo que estoy denominado en este trabajo "facultad semiótica",
que incluye pero no se limita al lenguaje verbal.
Una vez más y en definitiva, el
enunciado acerca de la facultad natural al hombre, de constituir un sistema
de signos distintos que corresponden a ideas distintas es, desde esta
perspectiva, la definición de la facultad semiótica y no se reduce a ser la
definición del lenguaje como facultad, sino que incluye al lenguaje como uno
más de los sistemas de signos distintos que corresponden a ideas distintas.
Por esto mismo, prefiero la concepción
hjelmsleviana (como ya lo he manifestado en alguna oportunidad) que incluye al
lenguaje verbal en el universo de la semiótica, y rechazo la concepción
barthiana que reconduce todas las semióticas al lenguaje verbal, por ser éste
capaz de dar cuenta de todas las demás. Este "dar cuenta" se refiere
a producir una explicación, lo que bien puede ser la eficacia específica
de lo verbal en cuanto a su aptitud para la construcción de conceptos, pero
nunca alcanzará la posibilidad de producir la misma significación, lo que
depende de la especificidad de cada semiótica.
Considero, también, que referirse a
"procesos mentales" o a "procesos neurológicos" es utilizar
expresiones que tienen una mayor relación con y permiten una más eficaz
inclusión de los actuales conocimientos acerca del funcionamiento del cerebro,
que la saussureana expresión de "facultad natural al hombre". No lo
planteo como un mero dilema terminológico, sino como la identificación de un
espacio de reflexión conceptual en el que se vayan explorando las nuevas
hipótesis cognitivas. Así, puede decirse que la semiótica, en singular,
se refiere, de modo general, a los procesos (naturales y evolutivos)
neurológico-mentales, de producción de signos que sustituyen o representan
ideas distintas.
Por su parte, las semióticas, en
plural, se refieren, específicamente, a los procesos (naturales y evolutivos)
neurológico-mentales de producción de distintas clases de signos que sustituyen
o representan, de modos diferentes, a ideas distintas.
Desde otra perspectiva, con la
designación de "semiosis sociales" se están designando
las diversas realizaciones históricas de tales semióticas.
En cambio, desde una tercera
perspectiva, hay que tener en cuenta que también se habla de "semiótica"
como de la disciplina teórica que da cuenta del proceso de producción,
interpretación y transformación del significado de los fenómenos sociales.
Otro aspecto a considerar es que ninguna
semiosis es autosuficiente para su interpretación; ni para producir, ni
para explicar el correspondiente proceso de interpretación. Así pues, para
interpretar las Semiosis Sustituyentes de naturaleza verbal, se deberá
disponer, en la memoria, de atractores icónicos e indiciales, además de los
específicamente simbólico-verbales. Y la misma reflexión, mutatis mutandis,
será aplicable a las restantes semiosis. Por eso, argumentar que se requiere la
mediación de la acción del lenguaje como determinante de la naturaleza
de las semióticas icónicas e indiciales, no es más ni menos válido, pero en
modo alguno determinante, que argumentar que se requiere la mediación de la
acción de las semióticas icónicas e indiciales como determinante de la
naturaleza del lenguaje verbal; ninguna semiosis determina la naturaleza de
otra, pero todas confluyen en su interpretación.
Por todo esto, la hipótesis, en
una investigación en la que se aplique la metodología semiótica, consistirá en
una anticipación de la explicación acerca de los procesos de producción de la
significación de los fenómenos sociales, como el resultado del
funcionamiento de la facultad semiótica, tal como se puede establecer que
está constituida, en cuanto a las entidades y relaciones disponibles, o sea, en
cuanto a los plurales y competitivos Mundos Semióticos Posibles vigentes, en un
momento determinado de una sociedad determinada.
Todo esto lo digo desde mi buen saber y
entender y, errores aparte, considero que todo es discutible y que,
simplemente, vamos buscando la posibilidad de disponer de
19.2.32 Sobre los mundos semióticos posibles/1
Voy a intentar ordenar un poco el
planteo del tema de los Mundos Semióticos Posibles (de ahora en adelante,
MSP; ver el párrafo con las referencias bibliográficas del apartado 5).
En primer lugar, llamo la atención hacia
el añadido de "semióticos", que no es arbitrario, sino que
pretende destacar que, en las tareas de producción y análisis del significado
de los Objetos Semióticos, los mundos posibles adquieren una eficacia que
depende de que hayan sido adecuadamente establecidas sus características
semióticas particulares. También, ese agregado pretende acentuar el hecho del
distanciamiento respecto de su ámbito de origen en la lógica modal y su plena
inclusión en el de la semiótica.
También conviene tener en cuenta que la
mayoría de los términos que voy a emplear requieren de una definición
explícita, ya que pueden ser interpretados polisémicamente. Se trata de que, en
este trabajo, se los lea unívocamente, o sea, con una única y determinada
significación, para hacer posible la comprensión de la propuesta y su eventual
discusión. No obstante, para no extenderme excesivamente, esas definiciones
explícitas las dejaré provisionalmente en suspenso, para trasmitir ahora una
idea intuitiva y general.
El esquema que propongo, como
organizador de la problemática de los MSP es el siguiente.
En la construcción del significado de
un Objeto Semiótico intervienen diferentes Semiosis Sustituyentes.
En un momento dado de una sociedad dada
(o de un grupo social dado) es posible identificar las semiosis desde las
cuales recibe su interpretación el Objeto Semiótico en estudio.
La construcción del significado de un
Objeto Semiótico se realiza mediante la producción de las interpretaciones
vigentes, o sea, mediante las Semiosis Sustituyentes que lo interpretan.
Cada conjunto de interpretaciones que,
en un momento y en una sociedad determinada, construyen la calidad semiótica de
un Objeto Semiótico determinado (su visibilidad y cognoscibilidad) constituyen
un MSP de ese objeto.
La identificación de estos MSPs (saber
cuáles son), el conocimiento de sus reglas constructivas (saber cómo
funcionan) y la determinación de su vigencia social compartida y
contrastante (saber cuál es su eficacia), son los objetivos y, por
tanto, el encuadre de la problemática de toda investigación social en la que se
aplique la metodología semiótica.
Las Semiosis Sustituyentes que
intervienen en la atribución de "semioticidad" a un objeto
determinado (uso "objeto" en sentido amplio, abarcando entidades y
fenómenos de cualesquiera naturalezas) provienen de conjuntos semióticos
virtuales (sistemas lingüísticos, repertorios de imágenes, sonidos, comportamientos,
etc.) disponibles en determinado momento de determinada sociedad, conjuntos a
los que dichas Semiosis Sustituyentes actualizan.
Cada Semiosis Sustituyente es un
producto, perceptualmente identificable, constituido por determinada selección
en el conjunto de entidades semióticas virtuales y por determinada selección en
el repertorio de reglas semióticas, disponibles unas y otras en ese momento de
esa sociedad.
En otro momento de esa misma sociedad (o
grupo social), o en ese mismo momento de otra sociedad (o grupo social), o en
otro momento de otra sociedad (o grupo social), otras Semiosis Sustituyentes
podrían ser actualizadas por otros sujetos productores (individuales o
colectivos), para dar lugar a otras interpretaciones que construirían otros Objetos
Semióticos al aplicarse a la misma entidad, que ya no sería la misma.
Tenemos, entonces:
1) el conjunto de las Semiosis
Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que
la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en
un momento de una sociedad;
2) el conjunto de las Semiosis
Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que
la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en
otro momento de esa misma sociedad;
3) el conjunto de las Semiosis
Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que
la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en
ese mismo momento de otra sociedad;
4) el conjunto de las Semiosis
Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que
la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en
otro momento de otra sociedad.
Cada uno de los conjuntos señalados bajo
1, 2, 3 y 4 pueden ser (teóricamente) consistentes, completos y decidibles (Sacristán,
M., 1973: 47), o no.
Se entiende por conjunto consistente
aquel que no contiene una contradicción entre las Semiosis Sustituyentes
que lo constituyen.
Se entiende por conjunto completo aquel
que permite identificar a una determinada Semiosis Sustituyente como producida
o producible a partir de las reglas inherentes a dicho conjunto.
Se entiende por conjunto decidible aquel
que permite establecer si una determinada Semiosis Sustituyente le pertenece
o no.
El conjunto de conjuntos, resultante de
intentar integrar cada uno de los conjuntos 1, 2, 3 y 4 con cada uno y/o todos
los conjuntos restantes, pueden ser, a su vez, (teóricamente) consistentes,
completos y decidibles, o no.
Siempre será posible, en este conjunto
de conjuntos, identificar, al menos, determinados subconjuntos de Semiosis
Sustituyentes que sean (teóricamente) consistentes, completos y decidibles.
Cada conjunto o subconjunto de las
Semiosis Sustituyentes efectivamente aplicadas a la semiotización de
determinada entidad (o sea, que la interpretan y, así, la constituyen en Objeto
Semiótico) que sea (teóricamente) consistente, completo y decidible, es
lo que puede denominarse un MSP de esa entidad. O sea, un MSP es un
conjunto de interpretaciones que construyen un único y mismo Objeto Semiótico.
Cuando el conjunto o subconjunto en
estudio evidencia que existe/n inconsistencia/s, incompletitud/es o
indecidibilidad/es entre las Semiosis Sustituyentes que lo integran, entonces
pude decirse que no se está construyendo un mismo MSP, por lo que, también
puede decirse, que el Objeto Semiótico que aparece (por lo general con el mismo
"nombre" y/o "configuración" y/o "3D") no es
el mismo, o sea, que no se da una relación de identidad entre las
designaciones de tales Objetos Semióticos en los distintos MSP en los que se
registra su presencia.
Por el contrario, cuando los MSP en los
que se hace presente un determinado Objeto Semiótico pueden agruparse en un
conjunto del que pueda demostrarse que es consistente, completo y decidible,
entonces puede afirmarse que existe una relación de identidad entre las
diversas presencias del "nombre" y/o "configuración" y/o
"3D" del Objeto Semiótico en las diversas Semiosis Sustituyentes en
las que se registre su presencia.
19.2.33 Sobre los mundos semióticos posibles/2
Para ir elaborando el conjunto de
operaciones que habrán de constituir los MSP, creo conveniente proponer un
concepto intuitivo, no técnico, que los describa y muestre la eficacia que se
pretende atribuirles, en el ámbito de la semiótica.
Los MSPs son constructos que el analista
elabora al intervenir en un determinado corpus de Semiosis Sustituyentes. O
sea, los MSPs proceden siempre y exclusivamente de las Semiosis Sustituyentes.
Tentativamente, defino un MSP como
una representación que muestra las características relacionales según las
cuales determinada entidad se vincula con otras, en el conjunto de contextos en
los que efectivamente se registra su presencia (con la dimensión que, en
determinada investigación, se considere adecuada para tal registro).
Cuando esta entidad sea un signo
lingüístico (o, en general, un símbolo) cada uno de tales contextos será una definición
contextual; cuando sea un signo gráfico (o, en general, un icono) cada una
de las configuraciones correspondientes será una definición configurativa;
cuando esta entidad sea un signo existencial (o, en general, un índice) cada
una de las disposiciones correspondientes será una definición disposicional
(ver apartado 22).
O sea, con un (1) MSP se tiene
una serie o listado constituido por una única entidad, que se repite en
cada línea de la serie o listado, y varios contextos (o configuraciones o
disposiciones) diferentes, cada uno constituido por cada una de las líneas
que el investigador haya ido agregando, durante la recopilación de la
información, a partir del análisis de la semiosis sustituyente en estudio.
Por tanto, cada MSP está constituido por
múltiples definiciones contextuales y/o configuracionales y/o
disposicionales, todo ello referido a una única entidad (sólo icónica o
sólo indicial o sólo simbólica o transfiriéndose de una a otra de estas
categorías semióticas; transferencia hipotética, ya que habrá que probar que la
entidad ha permanecido con la misma identidad).
En el conjunto constituido por un (1)
MSP es posible identificar las relaciones de cada entidad única con los
contextos y/o configuraciones y/o disposiciones que la incluyen. El subconjunto
de estas relaciones respecto de una única entidad constituirá la identificación
de la entidad en estudio. O sea, identificar las relaciones es la operación
semiótica que permite identificar la entidad que se relaciona y no a la
inversa.
Este subconjunto de relaciones mostrará
similitudes e, incluso, diferencias que, mientras no perturben sus exigencias
de consistencia, completitud y decidibilidad (ya definidas nocionalmente en el
apartado anterior), podrá afirmarse que se está ante un sólo y mismo MSP.
Mientras se esté ante un sólo y mismo
MSP podrá afirmarse que, desde las Semiosis Sustituyentes analizadas, se está
construyendo un universo de significaciones en el cual, la significación
correspondiente a la entidad en estudio se mantiene como idéntica a sí misma.
Por ello, también puede decirse que la propuesta, circulación e interpretación
de esas Semiosis Sustituyentes identifican a un grupo social relativamente
homogéneo, con prescindencia de las variaciones sociales, culturales,
económicas, etc. que pudieran haberse registrado desde una caracterización
positivista. Desde el punto de vista que aquí sostengo, un grupo social se
identifica por su capacidad para generar una cantidad indefinida de Semiosis
Sustituyentes en las que se atribuye la misma significación a la misma entidad,
al hacerla aparecer situada en tales Semiosis Sustituyentes y participante en
las mismas u homogéneas relaciones.
También podrá decirse que, cuando el
subconjunto de relaciones muestre diferencias que perturben las exigencias de
consistencia, completitud y decidibilidad de dicho subconjunto, se estará ante
tantos MSPs como sub-subconjuntos puedan reconocerse que cumplan, cada uno
hacia su propia interioridad, con las correspondientes exigencias de
consistencia, completitud y decidibilidad.
Cada uno de estos últimos constituye,
por tanto, un MSP diferente, en el cual la entidad en estudio encuentra su
lugar, pero no siendo ya la misma, sino habiéndose transformado en la
medida en que se transforman las relaciones que mantiene con las restantes
entidades de cada Semiosis Sustituyente, por lo que habrá resultado ser otra.
Así puede llegar a constatarse, cuando
se da esta última situación (lo que es prácticamente universal, salvo en
algunos de los grupos constituidos en función de la adhesión a determinados
postulados dogmáticos), que un grupo social aparentemente coherente no lo es
tanto o que tiene determinados aspectos en que se disgrega, porque la
construcción de los MSPs, efectivamente cumplida por tal grupo, no es
reconducible a la configuración de un único MSP consistente, completo y
decidible. Todo lo cual conduce a ratificar la pluralidad inherente a todo y a
cualquier grupo social.
El instrumento de los MSPs servirá, por
tanto, para demostrar la cohesión de grupos sociales efectivamente
vinculados por la atribución de identidad de significación, pese a su eventual dispersión
espacial, temporal, etaria, de género, ingreso o cultura. A la inversa,
también servirá para demostrar la disgregación de grupos sociales aparentemente
dotados de unidad espacial, temporal, etaria, de género, ingreso o
cultura, etc.; y, por supuesto, también servirá para demostrar la diferencia
de grupos sociales efectivamente dispersos y la semejanza de grupos
sociales efectivamente próximos.
Los MSPs servirán, especularmente, para
conocer los diferentes modos de interpretación, efectivamente vigentes, de los
que disponen los diversos grupos sociales integrantes de determinada comunidad,
ante la necesidad de producir comunicaciones eficaces, como es el caso de los
mensajes políticos, publicitarios, pedagógicos, etc. O sea, son el instrumento
específico para conocer la identidad y la diferencia de los mundos construidos,
que nunca serán más que MSPs, a partir de las Semiosis Sustituyentes producidas
en el interior de un determinado grupo social.
19.2.34 Sobre los mundos semióticos posibles/3
Continúo el trabajo sobre precisiones
terminológicas vinculadas al tema de los MSP.
Como resumen del apartado anterior, en
lo que se refiere a
Así creo que se va llegando a una
expresión formal que estructure el diagrama de presentación, para su lectura e
interpretación, de los MSP. Yo la he denominado, por una parte "Redes
Secuenciales", en cuanto conjunto de definiciones contextuales que
provienen de un texto o de un conjunto de textos relativamente homogéneos; y,
por otra, "Redes Contrastantes", cuando muestran conjuntos de
definiciones contextuales consistentes hacia el interior de cada uno de ellos,
pero inconsistentes (en cuanto contradictorios) entre ellos; o sea, no
reunibles en un único conjunto consistente. Téngase presente que el buen logro
de una investigación sobre la construcción y vigencia de determinada
significación en determinado momento de determinada sociedad, requiere haber
definido la inconsistencia del modo como específicamente se produce en esas
sociedad, o sea, haber identificado los rasgos semánticos que construyen la
contradicción, a partir del supuesto de la pluralidad inherente a todo
formación social.
Y con esto nos aproximamos a lo que M.
Foucault denominó "Formaciones Discursivas" y que considero
interesante reconducir a la noción de MSP (simplemente, al menos, para dar
cabida a otras semiosis además de la verbal).Se nos impone, pues, la necesidad
de dar cuenta de otra serie de definiciones vinculadas a estos MSP.
Puedo hablar de "mundos"
como metáfora acerca de la complejidad del conjunto o conjuntos de significados
a los que se está identificando como pertinentes a los fenómenos sociales de un
determinado ámbito a especificar. También elijo considerarlo metáfora para
excluir, del término "mundos", cualquier alusión a lo real o a la
realidad, el conocimiento de la cual es un resultado y no un antecedente
de tales mundos. En vez de interpretación de la realidad, el mundo de los MSP
es el texto que la construye (a la realidad) y que, si interpreta algo,
interpreta a los textos con los que, precedentemente, se estaba construyendo
aquella realidad.
Puedo hablar de "posibles" en
cuanto se trata de algo todavía no efectivamente realizado, sino de algo
virtual o disponible para ser utilizado en algún momento por alguien, para que
algo adquiera algún significado; o bien de algo contingentemente realizado a
partir del mismo algo que estuvo disponible para que alguien en algún momento
atribuyera a algo algún significado. No tiene un carácter de necesariedad;
pertenece a las modalidades enunciativas y está disponible en determinado
momento de determinada sociedad; disponibilidad que el analista conoce después
de haber analizado los textos y recuperado el sistema de posibilidades de donde
tales textos procedieron. El tema puede parecer un poco confuso, pero hay que
diferenciar el trabajo cumplido por el discurso social y el trabajo del
analista. En determinada sociedad, si es posible decir algo según
determinada modalidad enunciativa, es porque esa posibilidad preexistía en el
universo virtual de la significación disponible en esa sociedad, o sea, en
los MSP de los que dispone para atribuirle significado al entorno; disponibilidad
que la comunidad utiliza de modo ya bien unívoco, ya bien equívoco o ya bien
poli-sentido (Galvano della Volpe, ibidem), sepa o no, tenga o no
conciencia (y, en general, sin saberlo y sin tener conciencia) de tal
disponibilidad.
Para el analista, en principio, si no
está dicho no puede conocerlo. Por lo
tanto el analista identifica el carácter de posible de esos mundos
semióticos, a posteriori, cuando ya se han concretado en el discurso y, por
tanto, ya han construido el significado del entorno. Pero lo interesante en la
tarea del analista es que, aparte de la constatación de la vigencia, también
puede prever las posibles transformaciones en función de la superación de las
contradicciones que identifique en los MSP de la sociedad en estudio y, de ese
modo, anticipar nuevas significaciones de las que podrá disponer esa sociedad
para, con ellas, construir su realidad.
Puedo hablar de "semiótico",
hablando de "MSP", porque abarcan todas y cualquiera de las materias
primas de la comunicación social (iconos, índices, símbolos y su combinatoria)
y porque se refieren a la construcción del significado de la realidad, de por
sí in-significante, como resultado de la intervención de la facultad semiótica.
Puedo hablar de "mundos
posibles" porque la realidad construida a partir de cada texto y como
resultado de todos los textos, puede ser interpretada, parafraseada,
reformulada metalingüísticamente, sustituida, abandonada, contradicha, en
virtud de determinada función de interpretación (de otro determinado texto o
textos, pero no respecto de realidad alguna). Un mundo posible deriva siempre
(es sucesor) de otro (su ancestro) y ello se puede determinar
estableciendo las relaciones de accesibilidad y de alternatividad que lo
vinculan a los otros mundos posibles con los que coexiste. Permite identificar
la relación de transformación que lo ha generado; excluye la posibilidad de
hablar de "mundos imposibles", porque sólo serían tales aquellos que
no pueden pensarse ni imaginarse, porque no son sucesores de ningún otro mundo
posible y, por tanto, carecen de ancestros y, por tanto, nada los hace posibles
(Magariños de Morentin, 1996: 454-459). O sea, el mundo posible del que hablo
cuando hablo de los MSP no es una alternativa respecto de la realidad, y ni
siquiera respecto de un determinado texto (lo que nos conduciría a una clausura
hermenéutica y, por tanto, a una verdad, la dicha en tal texto originario y,
por tanto, a hacer posibles determinados Mundos Semióticos Imposibles, que
serían los que contradirían tal verdad, si bien ya con otra calidad
gnoseológica de lo posible/imposible,); sino que son alternativas recíprocas
entre las posibilidades enunciativas disponibles en una comunidad. Cada
conjunto de definiciones contextuales es una transformación de otro conjunto de
definiciones contextuales y se hace posible por la eficacia de la existencia de
ese otro mundo posible. Según cuál sea el que el analista-investigador tome de
base, los restantes serán sus variaciones posibles y construirán la polifonía
social de los significados vigentes.
Puedo hablar de "mundos
semióticos" como metáfora de lugares repletos de significados, como lo
son los mundos habitados por el hombre. Durante un mismo día circulamos por
múltiples mundos semióticos diferentes, a veces sabiéndolo y a veces
inadvertidamente. Cada puerta que abrimos, cada persona con la que nos
encontramos y cada actividad social en la que participamos nos plantea una
incógnita acerca de en qué mundo semiótico vamos a integrarnos y si el nuestro
poseerá la distancia y la proximidad necesarias para la comunicación. Lo que no
podemos es encontrar alguien o algo en un espacio que no esté todavía
semiotizado, que no sea ya algo diferente a lo que sería en sí, si ese ser en
sí pudiera ser conocido.
Puedo, en definitiva, hablar de "Mundos
Semióticos Posibles" como resumen y síntesis de cuanto vengo diciendo
y como anticipo de lo que habré de continuar diciendo como superación (en
sentido dialéctico, no de progreso o mejoramiento positivista) de lo ya dicho
(Magariños de Morentin, 2001: 7); que es el modo como preveo e intuyo que habrá
de ser la identificación de "la realidad" en los MSP, a partir del
conocimiento que pueda llegar a proporcionarnos una Semiótica Indicial.
* Los apartados 19.1
y 19.2 corresponden, con algunas
pequeñas diferencias, a lo publicado como “Hacia
una semiótica indicial”, en
20 La(s) Semiótica(s) Indicial(es)
a partir de Ch. S. Peirce,
o cómo hacer signos con cosas.
En principio,
los objetos, comportamientos y recuerdos de nuestro entorno tienen la calidad
de objetos semióticos, o sea, son entes que han sido enunciados
mediante palabras, imágenes o rituales, proporcionando esta enunciación la
posibilidad de percibirlos, por recibir existencia ontológica de tal
enunciación.
Por
consiguiente, no todo objeto, comportamiento, recuerdo es un signo, sino
sólo aquél que representa, enunciándolo, a otro objeto, comportamiento o
recuerdo diferente al que se está percibiendo, confiriéndole existencia
ontológica.
El objeto
semiótico recibe su existencia ontológica (en cuanto puede ser conocido)
del signo.
El signo confiere
existencia ontológica (en cuanto permite conocer) al objeto semiótico.
Todo nuestro
entorno está constituido por signos y objetos semióticos; tertium no datur.
Pensar y
utilizar las entidades (objetos y comportamientos) de nuestro entorno como signos
requiere un cierto esfuerzo, motivado en especial por el carácter
contraintuitivo de tal perspectiva; intuitivamente, a los objetos y
comportamientos se los considera como objetos semióticos; interpretarlos
como signos requiere cierto esfuerzo. El análisis de los 4 signos
indiciales que surgen de los 10 signos peirceanos aportan
reflexiones, fundamentos y operatividad que contribuyen a considerar fructífera
su identificación como signos (si corresponde y cuando corresponda) para el
estudio de la construcción de la significación de ese entorno.
20.1 Los 10 signos de Charles S. Peirce, en la génesis de la(s) semiótica(s)
indicial(es)
Recupero, del apartado 6.4.3 Los 10 signos de Charles S. Peirce, en la
génesis de las semióticas particulares, el gráfico [15] que mostraba las relaciones
constitutivas de los 4 Signos Indiciales
posibles.
20.1.1 Para una Semiótica Indicial
[15] 4 signos posibles, en función del
Índice:
Representamen/ Objeto /
Interpretante
1-SINSIGNO
INDICIAL RHEMÁTICO [4-5-3: existente individual material (objeto,
comportamiento, recuerdo) interpretado por sus cualidades perceptuales]
Objeto Semiótico
considerado como Signo interpretable por cómo se lo percibe.
P.e.:
-un instrumento
musical → se lo interpreta, por su sonido, como piano, violín, trompeta,
etc. → es signo de posible emoción originada en una sensación acústica;
-un arco iris
(no como "signo natural") → se lo interpreta, por su
cromatismo, como final de la lluvia → es signo de estabilización de las circunstancias
climáticas que se viven en determinado momento;
-un plato de
comida preparada → se lo interpreta, por su aroma y/o textura y/o color,
como apetitoso, estando “a punto”, quemado, etc. → es signo de oferta
culinaria apetecible (o no apetecible);
-una persona con
su olor → se lo interpreta, por su perfume, hediondez, ausencia de olor,
como educado, marginal, etc. → es signo de sociabilidad/insociabilidad.
[2.256. Para
Peirce: un grito espontáneo; “es cualquier objeto de la experiencia
directa en la medida en que dirige la atención hacia un Objeto por el cual se
origina su presencia.”]
Resumen y
puntualización: el Sinsigno Indicial Rhemático atribuye un significado
funcional al Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante determinada cualidad
sensorial constitutiva de su Interpretante; o sea, el intérprete valora la
percepción de determinada cualidad sensorial como identificadora de la
eficacia social del valor funcional de determinado Objeto, Comportamiento o
Recuerdo.
2-SINSIGNO
INDICIAL DICISIGNO [4-5-6: existente individual material (objeto,
comportamiento, recuerdo) interpretado por su contextualización]
Objeto Semiótico
considerado como Signo interpretable por cómo se lo manipula.
P.e.:
-una puerta →
se la interpreta, por sus posiciones y movilidad, como posibilidad de entrada o
salida → es signo de accesibilidad o inaccesibilidad;
-una ventana →
se la interpreta, por sus posiciones y movilidad, como posibilidad de mirar o
de recibir luz, viento, temperatura a través de ella → es signo de
alcance y/o invasión;
-un objeto
(prenda de vestir, automóvil, instrumento electrónico, etc.) exhibido en la
vidriera de un establecimiento → se lo interpreta como propuesta de
venta-adquisición de los objetos semejantes que se encuentran en el interior →
es signo de disponibilidad.
[2.257. Para
Peirce: una veleta; “es cualquier objeto de la experiencia directa, en
la medida en que es un signo y, en cuanto tal, proporciona información
concerniente a su Objeto.” Considero, no obstante, que Peirce no toma en cuenta
que la veleta contiene un señalador con los puntos cardinales: N – S – E – O, y
esto la situaría, más bien, en el Legisigno Indicial Dicisigno.]
Resumen y
puntualización: el Sinsigno Indicial Dicente atribuye un significado
funcional al Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante determinada relación
contextual constitutiva de su Interpretante; o sea, el intérprete valora la
percepción de determinada relación contextual como identificadora de la
eficacia social del valor funcional de determinado Objeto, Comportamiento o
Recuerdo.
3-LEGISIGNO
INDICIAL RHEMÁTICO [7-5-3: existente individual material (objeto,
comportamiento, recuerdo) interpretado como normativamente eficaz por sus
cualidades perceptuales]
Objeto Semiótico
considerado como Signo interpretable por las convenciones que transportan sus
características perceptuales.
P.e.:
-la enunciación
oral (palabras efectivamente pronunciadas) y, también, la enunciación escrita
(palabras efectivamente escritas) → se lo interpreta, por sus características
acústicas y, en el otro caso, visuales, como portador prefijado de determinados
contenidos semánticos diferentes de la materialidad efectivamente presente →
es signo de comunicación;
-la música de un
vals → se la interpreta cómo generadora de determinados y no otros
movimientos de baile → es signo de placidez y liviandad;
-el uniforme de
un militar → se lo interpreta como identificador de la presunta
pertenencia al ejército de quien lo use → es signo de inserción en un
lugar de una cadena de mando;
-un gesto
obsceno → se lo interpreta como ofensa a un eventual destinatario →
es signo de exhibición de un órgano o acción sexual convencionalmente íntimos.
[2.259. Para
Peirce: un pronombre demostrativo; “es cualquier tipo general o ley, de
algún modo establecida, que requiere que cada una de sus instancias esté
realmente afectada por su Objeto de modo que dirija la atención hacia ese
Objeto.”]
Resumen y
puntualización: el Legisigno Indicial Rhemático atribuye un significado
convencional a determinado Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante determinada
cualidad sensorial constitutiva de su Interpretante; o sea, el intérprete
valora la percepción de determinada cualidad sensorial como
identificadora de la eficacia social del valor convencional atribuído a
determinado Objeto, Comportamiento o Recuerdo.
4-LEGISIGNO
INDICIAL DICISIGNO [7-5-6: existente individual material (objeto,
comportamiento, recuerdo) interpretado como normativamente eficaz por su
contextualización]
Objeto Semiótico
considerado como Signo interpretable por las convenciones que se actualizan en
determinado entorno.
P.e.:
-un semáforo →
se lo interpreta como regulando el tránsito vehicular en función de su
ubicación → es signo de avance o detención;
-un alambrado
tendido sobre un campo → se lo interpreta como identificando una
propiedad → es signo de delimitación;
-un objeto
cualquiera colocado sobre un pedestal en una sala de exposiciones → se lo
interpreta como propuesta estética → es signo de arte.
[2.260. Para
Peirce: un grito callejero; “es cualquier tipo general o ley, de
cualquier modo establecida, que requiere que cada una de sus instancias esté
realmente afectada por su Objeto de modo tal que proporcione información
definida relativa a tal Objeto”]
Resumen y puntualización:
el Legisigno Indicial Dicente atribuye un significado convencional a
determinado Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante determinada relación
contextual constitutiva de su Interpretante; o sea, el intérprete valora la
percepción de determinada relación contextual como identificadora de la
eficacia social del valor convencional atribuído a determinado Objeto,
Comportamiento o Recuerdo.
20.2 Variables semióticas intervinientes en los signos indiciales
Por lo que hemos visto, todo signo indicial
se identifica por la específica combinatoria (no excluyente) de estas seis
relaciones:
(1) Significado funcional o (2) Significado
convencional
(3) Cualidad sensorial o (4) Relación contextual
(5) Eficacia social del valor funcional o (6) Eficacia social del valor
convencional
[81]
Significado funcional Cualidad sensorial Eficacia social del valor funcional |
|
Significado convencional Relación contextual Eficacia social del valor convencional |
Comentarios,
insistiendo en la investigación acerca de la falsabilidad del concepto
construido:
¿Las relaciones
especificadas agotan las variantes posibles de las relaciones semióticas
constitutivas de los signos indiciales identificados?
¿Es posible
identificar otro signo indicial que se genere articulando alguna otra variante
diferente a las especificadas?
Lo que tenemos
es:
* La atribución
de significado funcional a un Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante una
cualidad sensorial. [El sonido de un violín]
* La atribución
de significado funcional a un Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante las
relaciones que lo integran a un determinado contexto. [Una puerta]
* La
identificación del significado convencional atribuido a un Objeto,
Comportamiento o Recuerdo mediante una cualidad sensorial. [Una bandera]
* La
identificación del significado convencional atribuido a un Objeto,
Comportamiento o Recuerdo mediante las relaciones que lo integran a un
determinado contexto. [El alambrado de una finca]
O sea, en un Índice
concurren:
-Operaciones
“A”: (1) se le atribuye un significado (original o no) funcional
o (2) se identifica un significado convencional atribuido.
Y esto ocurre:
-Operaciones
“B”: (3) por la percepción de sus cualidades sensoriales o (4) por la
percepción de sus relaciones situacionales (contextuales).
Estas cuatro
operaciones pueden concurrir (y de hecho concurren) en cada uno de los índices
que se tengan en presencia; no obstante los usos sociales hacen predominar
algunas de ellas (debiendo concurrir al menos dos: una de las “A” y otra de las
“B”).
Por ejemplo:
(1-2-3-4) Ritual
de homenaje1 a la bandera3 de la patria2 izada en el patio de una escuela4.
(1-2-3) Se
reconoce, por su combinación cromática, la imagen de la bandera3 de determinado
país2 impresa en una enciclopedia1.
(1-2-4) Ritual
de utilización1 del agua bendita2 contenida en la pila del atrio de una
iglesia4.
(1-3-4) La
atribución, por parte de la policía, de la calidad de “actitud sospechosa”
(1-3) El
reconocimiento de alguien1 originado por la contemplación de una fotografía de
su rostro3.
(1-4) La
atribución a determinada persona de su presencia en determinado lugar1 por la
identificación de sus huellas digitales sobre la superficie de determinado
objeto4.
(2-3) La
identificación del valor de un billete de banco2 por la percepción de sus
características impresas3.
(2-4) Atribución
de la calidad de juez2 a determinada persona por su ubicación en la sala del
Tribunal4.
Addenda: Toda Réplica,
en la propuesta peirceana, tiene una calidad indicial; para Peirce, se
trata concretamente de un Sinsigno Indicial; y todo Tipo tiene
una calidad simbólica; para Peirce, se trata concretamente de un Legisigno
Simbólico. Por ello, requieren Réplica [Sinsigno Indicial]
aquellos signos cuyo Interpretante es un Tipo [Legisigno Simbólico].
El tipo es virtual y carece de posibilidad de ser percibido por sí
mismo; por ello requiere de su versión existencial que lo haga
percibible. En este sentido, por ejemplo, las palabras no son signos
lingüísticos, sino réplicas [indiciales] de tales tipos [simbólicos]
(ver Peirce, CP 2.246); por eso, la cantidad de ejemplares de palabras que
pueden producirse es ilimitado, mientras que el signo lingüístico
correspondiente a tales palabras es uno único (salvo cuando, considerando los
diversos interpretantes construídos en la mente de diversos intérpretes, se
atiende a la calidad difrerencial de cada signo lingüístico según como resulte
de las relaciones que mantiene con los restantes signos lingüísticos del mismo
sistema de la lengua, en el estado en que lo posee, específicamente, cada
individuo intérprete). También, por ejemplo, cada uno de los ejemplares de la
ilimitable cantidad de billetes de banco de determinada designación es una
réplica [indicial] de un único tipo de valor [simbólico]
perteneciente a determinado sistema monetario. El proceso lógico de generación
de una réplica (todavía inexistente) a partir de un tipo
(preexistente) es un proceso deductivo; el proceso lógico de generación
de un tipo (todavía inexistente; con la consiguiente generación o
modificación del correspondiente sistema) a partir de un existente (preexistente
por creación o azar; y que será una réplica, cuando se genere el tipo, pero que
todavía no lo es por no existir tal tipo) es un proceso inductivo; el
proceso lógico de seleccionar una réplica (ya conocida) como la más
adecuada para actualizar un tipo (preexistente) es un proceso abductivo.
V
EN QUÉ TIENE
QUE CAMBIAR
21 LA SEMIÓTICA DE LOS BORDES α β
Estar es venir hacia el ir.
I
Voy
a retomar, como punto de arranque, el esquema, que expuse a fines del 2005 en
el congreso de
Se
trata de 3 elementos, ninguno de los cuales se define con independencia de los
otros dos. No hay pensamiento que no consista en el sistema de interpretaciones
emergente de las enunciaciones producidas a partir del estado de determinada
semiosis acerca de alguna entidad del mundo. No hay semiosis que no construya,
para el pensamiento, una determinada interpretación de alguna entidad del
mundo. Y no hay entidad del mundo que no se identifique mediante la
interpretación de alguna semiosis en el sistema del pensamiento posible.
En
esta interacción constructiva, la transformación de cada uno de los 3 elementos
es constante, de modo que cualquier identificación que se pretenda es
instantánea y ya histórica, apenas enunciada. Puede describirse la dinámica de
las interrelaciones, proyectada hacia la inmediata transformación futura o
recuperándola desde la inmediata transformación ya cumplida, pero no puede
enunciársela como estando ocurriendo, porque apenas enunciada, y como
consecuencia de tal enunciación, ya es otra.
En el pensamiento, hay una transformación
de sus límites posibles, en cuanto sistema virtual de interpretación, por la
eficacia de la inclusión de un nuevo interpretante que, construido a partir del
enunciado emergente desde determinada semiosis, permite percibir, en el mundo,
un existente nuevo para el conocimiento.
Para
cada individuo y para cada grupo social determinado, tanto en las diversas semiosis disponibles, como en el margen disponible
de cada semiosis, se hacen posibles nuevos límites enunciativos, por
la transformación posible de lo efectivamente enunciado hasta determinado momento
(transformación que no era posible antes de haberse enunciado lo que
efectivamente se enunció), pudiéndose lograr, desde tales nuevos límites
enunciativos, nuevos interpretantes que nutran de sentido, haciéndolas
ontológicamente perceptibles, a entidades del mundo, a las que se les generó un
espacio de relaciones admisibles en el sistema del pensamiento del individuo
y/o del grupo, tal como fue expandido por aquellos interpretantes.
En el mundo, se produce la
transformación de las entidades perceptibles, para determinado individuo y/o
para determinado grupo social, identificándose las que no eran observables por
carecer del nombre y a las que el nuevo estado de la semiosis disponible
permite ahora designar o interrelacionar de un modo diferente mediante la
vigencia de esos nuevos enunciados emergentes de ese nuevo estado de la
semiosis disponible, desde un nuevo estado del sistema virtual de posibilidades
interpretativas admisibles en que consiste la configuración dinámica del
pensamiento en esta nueva instancia de tránsito.
Constituido,
constituyente y superador de este triple modo, el sujeto carece de un presente que permita atribuirle una
permanencia, ya que no es (hoy) el mismo que fue (en el instante precedente o
14 años antes), sino que es el
sucesor del que fue, ya que fue su propio ancestro (términos, el de
"sucesor" y el de "ancestro", tomados en el sentido
lógico-matemático de derivación por transformación de las posibilidades de una
proposición y como función de variantes estocásticas). No le cabe al sujeto una
descripción saussureana que lo homologue al estado sincrónico de un sistema, ni
como relación diacrónica entre dos estados sincrónicos de un sistema, sino que
se constituye como una instancia de tránsito desde un ancestro hacia un sucesor
que también son, a su vez, instancias de tránsito.
Todo
ello puede concretarse, provisionalmente, en la siguiente pregunta: ¿En qué tiene que cambiar la semiótica, para
seguir siendo [¿o para llegar a ser, de una vez por todas?] un instrumento
eficaz para explicar[hacer explícito el razonamiento que permite enunciar] la
producción, interpretación y transformación del significado de los fenómenos
sociales?
II
Como
un comienzo de respuesta posible, me animaría a decir que la semiótica, si
pretende llegar a explicarlos, antes que referirse al resultado logrado y al
concepto construido, tiene que acompañar, sistematizar o incluso promover la
dinámica de los concretos procedimientos según los cuales, en determinado
momento de determinada sociedad, se considera que se producen, se interpretan y
se transforman los significados que, en ese momento de esa sociedad, se
atribuyen a los múltiples, diversos y dispersos fenómenos que constituyen el
universo de lo social. O sea, habría que explicar el proceso de su producción
para poder llegar a comprender el valor semántico diferencial del resultado; lo
que implica admitir al significado como un resultado históricamente situado y
no como una sustancia esencial y universal.
Según
esto, la primera tarea de la semiótica, desde el punto de vista lógico,
consiste en explicar, no ya el significado de los fenómenos sociales, sino,
antes que nada, el proceso de producción,
interpretación y transformación de tal o de tales significados. O
sea, la semiótica tiene que poder explicar, siempre en el sistema de la
racionalidad vigente en determinado momento de determinada sociedad, cómo se
producen, se interpretan y se transforman, en ese momento y lugar, los
significados, para, así, poder llegar a explicar adecuadamente (o sea: según la
racionalidad del momento histórico y de la comunidad en el que formula sus
enunciados y dando cuenta eficaz del fenómeno que está en condiciones
cognitivas de percibir) por qué a determinados fenómenos se los percibe como
portadores de determinados significados posibles.
Así
que, por el momento, voy a irme refiriendo, preferentemente, a las condiciones
de producción, interpretación y
transformación del o de los significados, antes que a las
características específicas constitutivas del valor del o de los significados de algún determinado fenómeno
social, en su correspondiente sistema semántico.
También
propongo, a la reflexión conjunta con el lector, considerar si corresponderá
(como lo pretendo) establecer que, de estas tres condiciones, la fundamental es
la de transformación.
Porque el significado que, en determinado momento de determinada sociedad,
permite percibir la existencia de un determinado fenómeno, es un estado de tránsito, que se
hizo posible por haber existido un antes, desde el cual el significado que en
él tenía ese fenómeno, contenía también, en sus bordes, la posibilidad de que
se formulara el que tiene ahora. Constatación de una inaprensible actualidad,
porque apenas comprendida y, en cuanto tal, percibida, ya se desborda hacia un
después que, parafraseando la cita que Foucault hace de Althusser (1969; 12),
revelará a este presente, cuando ya sea pasado en el futuro inmediato, como
ideológico, ya que ese futuro consistirá tan sólo en la posibilidad de
formulación de significaciones diferentes, dialécticamente superadoras, que
harán ver otros fenómenos, en el mismo espacio donde está el que se percibe en
el presente, el cual también así lo había hecho con los que se percibían en su
pasado.
Éste
es el sentido de la interacción
constructiva a la que me refería antes y en función de la cual
consideraba que, en el borde de los pensamientos posibles en un determinado
momento, están, todavía borrosos,
los nuevos pensamientos que requerirán de las nuevas formas semióticas que
sonaban, todavía, como furia
expresiva en el borde de las semiosis disponibles en este momento, al que, en
lo fugaz de su transición, consideramos presente, de modo que esas nuevas
semiosis permitan percibir, en un mundo futuro, fenómenos a cuya existencia no
accede nuestro conocimiento presente, por encontrarse todavía en el borde entrópico de lo indiferenciable.
En definitiva, sólo digo algo tan viejo como que el objeto de conocimiento de
la semiótica consiste en explicar la transformación histórica del significado,
entendiéndose aquí historia como la emergencia del cambio. La cuestión es asumir su dinámica, su racionalidad
(actual y transitoria) y construir los modos fugaces de explicarlo.
He
centrado la problemática de la semiótica en la exploración explicativa de las
condiciones de producción, interpretación y transformación de los significados,
tal como estos existen en un momento determinado de un grupo social determinado
y reclamaba, para la transformación,
la calidad de ser fundamental respecto de las otras dos
condiciones. La transformación construye la historia y, a su vez, la historia
es una característica constitutiva del ser humano: no hay hombre/mujer si no es
como una transitoria función entre lo que fue y lo que será, nunca detenida en
el presente de algún ser definitivo, hasta que llega su muerte y, aún entonces,
sometido a la historia de las interpretaciones que de ese ser continúen
haciéndose.
Pero
ahora, lo que propongo a los lectores es que me acompañen en la exploración de la interpretación,
en cuanto trabajo necesario para la producción de la transformación. Una interpretación transformadora habrá de consistir en la
producción de otro significado derivado del anterior, que ya no será el mismo, y, por
tanto, en otra posibilidad de percepción del anterior fenómeno social, que ya no será el mismo. Si la
transformación, como he tratado de plantear, se proyecta en una dialéctica cronológica, la
interpretación, como espero que lleguemos a ver, se proyecta en una dialéctica mental (e incluso
cerebral, o sea, neurológica, así como también situada [Suchman, L. A., 1987]).
De este modo, propongo ubicarnos en
un borde del concepto de interpretación, para explorar su
comportamiento dinámico o sea transformador. En este sentido, considero que
existen dos direcciones, relativamente autónomas, de investigación semiótica.
Por
una parte, un nuevo, cronológicamente, estímulo perceptual (por ejemplo, algo
visto o tocado u olido, etc., en determinado momento, en el mundo) solicita, en
la memoria asociativa, la posible identificación de un atractor, en cuanto
residuo de la significación identificadora de otra percepción ya histórica,
que, ahora, se propone como interpretación de ese nuevo estímulo; o sea, se propone
a tal significación histórica como la significación atribuible a la
configuración existencial que se está percibiendo.
Por
otra parte, en un recorrido inverso al anterior, la actualización, en la
memoria asociativa, de la significación de una percepción histórica, permite,
en el órgano sensorial afín a la significación de esa percepción, la
recuperación actualizada de determinados estímulos sensoriales históricos (en
su estado coyuntural de transformación) que originan, en el órgano sensorial
involucrado, una configuración imaginaria.
La
primera situación es aquella en la
cual se percibe algo y, además, se sabe qué es lo que se percibe; en
un sentido semejante, Peirce diferencia entre el "perceptum" en
cuanto sensorialmente activador pero sin interpretación que lo identifique y el
"juicio perceptual"; por ejemplo en CP 7.630, siendo esta primera
situación ya el caso del juicio perceptual. Esta capacidad de identificación de
algo en el mundo depende de los resultados que aporte la comparación de la imagen sensorial
registrada (visual, táctil, olfativa, etc.) con el atractor o registro mnemónico,
o sea, con las imágenes sensoriales anteriormente registradas y almacenadas en
la memoria y en función de las cuales la interpreta de alguna de estas tres
maneras: (1) o coincide totalmente: vuelve a verse lo ya visto; (2) o se ve a
lo que se ve como una modificación de algo ya visto; (3) o no hay registro que
coincida en parte alguna con lo que estaría propuesto a la percepción;
imposibilidad, esta última, de saber que se está viendo (no ya qué sea lo que se ve, sino que se anula la posibilidad de ver lo que se está
viendo, ya que ver es identificar e identificar es reconocer). El
proceso de conocer, en
este sentido, consiste en la posibilidad (o en ser capaz) de percibir lo
diferente, mientras que el proceso de reconocer consiste en reconducir lo diferente propuesto a la
percepción a lo ya conocido, lo cual es desconocer lo que de nuevo tiene lo
percibido (y algo recupero en esto de la reflexión del althusseriano filósofo
argentino Saúl Karsz, 1971). En el caso (1), la interpretación de lo percibido duplica lo ya conocido (lo
reconoce sin incrementar el conocimiento). En el caso (2), la interpretación de
lo percibido expande lo
ya conocido (permite conocer a lo que se percibe como una posibilidad antes
desconocida, por inaccesible, en el registro de la memoria asociativa; lo que
implica expandirlo hasta llegar a sus bordes). En el caso (3), no hay posibilidad de conocer lo que se
percibe, salvo (a) a costa de negar la existencia de lo percibido o
(b) a costa de producir una ruptura que reestructure la memoria asociativa
según reglas y relaciones diferentes a las que hasta entonces estaban
disponibles, lo que implica producirlas a partir de los bordes de aquellas
previamente disponibles; ruptura necesaria para generar una nueva forma de
conocer, en la que tenga cabida la interpretación de lo percibido como un nuevo
conocimiento (o sea, ya bien (a) se niega la percepción, ya bien (b) se
niega el sistema con el que se la pretendía interpretar; lo que implica la
presencia de un nuevo sistema como sucesor del precedente).
La
segunda situación es aquella en la
cual alguien imagina algo. La capacidad de imaginar depende de la
posibilidad de actualizar recuerdos de efectivas percepciones sensoriales
precedentes. Se mezclan, se transforman para construir un imaginario posible,
pero en definitiva su materia prima (mnemónica) preexiste. Con esto se rechaza
el tradicional argumento de Z. W. Pylyshyn (1973), cuando niega la existencia
de imágenes mentales (sustituyéndolas por secuencias proposicionales) por
considerar absurda la presencia, en el cerebro, de una "pantalla" a
la que alguien esté contemplando desde su asiento. Ironías y metáforas al
margen, considero que las terminales sensoriales (retina, papilas gustativas,
tímpano, ...) son no sólo el receptáculo (la "pantalla") que registra
y transfiere, a las localizaciones específicas del cerebro, la entrada de los
estímulos sensoriales externos (percibir), sino también la "pantalla"
sobre la cual, desde la memoria asociativa, en una segunda función de
estimulación, se proyectan las huellas perceptuales de estímulos sensoriales
históricos ya internalizados (imaginar), las que son "contempladas"
(como en un rebote) por la misma memoria asociativa, en su primera función de
reconocimiento.
Tanto al percibir una entidad del entorno, como al
imaginarla,
nos ubicamos en el borde,
en el primer caso del conjunto disponible de las variaciones efectiva e
históricamente percibidas, para poder percibir lo diferente en lo efectivamente
existente (percibo a partir de lo que conozco), y en el segundo también en el
borde del mismo conjunto disponible de las variaciones efectiva e
históricamente percibidas, para reproducir, en el órgano sensorial correspondiente,
las huellas dejadas en el registro neuronal por percepciones anteriores
(imagino a partir de lo que he percibido). Todos los órganos sensoriales son
"de ida y vuelta": proyectan en el mundo lo que pueden identificar
por correlación y contraste entre lo efectivamente percibido y la información
registrada en la memoria asociativa; y proyectan sobre el órgano sensorial (sin
necesidad de percepción efectiva) configuraciones perceptuales (imaginería),
por activación cerebral de la información registrada en la memoria asociativa.
La realización de esta doble tarea de registro:
percibir/proyectar (lo que ya no es lo percibido) y doble tarea de
estimulación: proyectar/imaginar (lo que ya no es lo proyectado) es la que
encuadra las posibilidades transformadoras de la operación de interpretación. Sobre ella, tras
atender a la producción enunciativa de las semiosis socialmente
vigentes/posibles en una determinada sociedad y en un momento histórico
determinado de esa sociedad, volveré más adelante, para, en definitiva, tratar
de identificar y describir las operaciones semióticas, que desde los bordes de
la semiótica histórica, permitan explicar, en su dialéctica cronológica,
mental-cerebral y enunciativa, el proceso de la producción dinámica de la
significación de los fenómenos sociales.
Y
éste sería el borde de la semiótica: a partir del campo propio, construido con la
explicación del significado de los fenómenos sociales (su estado vigente de
representación/interpretación) se alcanzan sus bordes, como delimitación originada a partir del límite a la
vigencia de las operaciones de producción, interpretación y transformación, en
el campo propio, de las
significaciones disponibles.
III
En
diversas oportunidades he hecho alusión al mito adánico como metáfora de la
primera producción semiótica (en nuestra cultura occidental) y, con ella,
primera proyección, desde la estructura conceptual del ser humano (ver Ray
Jackendoff, 1983: 135-159), de la existencia ontológica de las entidades del
mundo: "...y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y
todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba,
y para que cada viviente tuviera el nombre que el hombre le diera. El hombre
puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales
del campo..." (Biblia de Jerusalén, 1975, Génesis, 19-20). Dejo para otra
oportunidad el tema del fracaso de esta primera tarea semiótica, con la que
Dios pretendía que el hombre dejara de estar solo; lo que se revirtió cuando el
hombre se encontró con lo que Dios, en un segundo intento, le había preparado
especialmente y completó aquella primera producción semiótica nombrando a esa
nueva presencia: "entonces éste [el hombre] exclamó: ‘... ésta será
llamada mujer [varona: 'iššáh]
porque del Varón ['iš] ha sido tomada’" (Biblia de
Jerusalén, 1975, Génesis, 23; nota 2.23); con lo que, además, se instaura al
varón como punto de referencia en nuestra historia (occidental). Lo que
propongo a la reflexión es esta muestra de la eficacia de la producción
semiótica (en este caso, del discurso): todas las aves del cielo y todos los
animales del campo adquieren existencia ontológica al ser nombrados por el
hombre, y lo mismo ocurre, en este relato, con la mujer. Antes de que el hombre
los hubiera nombrado, en virtud de haber sido nombrados por Dios, todos tenían
existencia óntica, pero la posibilidad de identificarlos, o sea, de atribuirles
significado y sentido en función de la identidad diferencial de cada uno, sólo
se da a partir de que el hombre les hubo atribuido un nombre. Hay, en esta
metáfora, una cómoda situación inicial: nada tenía nombre y ningún nombre había
sido usado previamente. La semiótica (discurso verbal, en este caso) no tenía
historia y, por eso mismo, el mundo tampoco; hasta que, mediante la generación
de un femenino, se transforma la
semiosis, lo que hace posible la identificación de una nueva
presencia, que se diferencia de las preexistentes dando lugar al primer cambio
y con él a la historia.
Pero,
al pasar de la sorpresa retórica a la pretensión explicativa, se enfrenta una
situación diferente. El mundo que percibe (reconoce/conoce) el ser humano
consiste en un conjunto de entidades, que resulta determinado, a cada momento
de su historia, por las posibilidades enunciativas (reproducción/producción)
verbales, visuales, táctiles, etc. proporcionadas por el conjunto de semiosis
de las que dispone en ese mismo momento de su historia.
Si
reproduce lo que antes ya podía enunciar, reconoce lo que podía percibir y tal
como ya antes podía percibirlo; si produce nuevas formas enunciativas que antes
no podía enunciar, conoce lo que no podía percibir y como antes no podía
percibirlo. Hay una correlación
fuerte entre lo enunciable y lo percibible. Y este orden sería
también ineludible e inalterable: tengo
que poder enunciar para poder percibir y no a la inversa. No es la
nueva percepción la que produce la necesidad de una nueva enunciación
(aunque ello resulte contraintuitivo); para estar en condiciones de
percibir algo diferente, el hombre tiene que saber que lo puede percibir; de lo
contrario, lo negará como percepción, negándose a percibirlo. Inversión de otra
metáfora religiosa clásica: la que relaciona al apostol Santo Tomás con el
Cristo resucitado; no se trata de que si lo viera lo creería, sino que deberá
creer (saber) para poder ver. [Desde
la escolástica, según Tomás de Aquino: Nihil
volitum quin precognitum; desde la generaciòn del 98, según Miguel de
Unamuno: Nihil cognitum quin prevolitum;
desde la semiótica: Nihil perceptum quin
precognitum.]
Si
está dispuesto a modificar la estructura de su conocimiento, por intuir que
puede nombrar otras entidades a cuya percepción no accede, es que ya se situó en el borde de sus
posibilidades semióticas y, será en función de los contenidos y
relaciones de transformación enunciativa que pueda proporcionarle ese borde
como aceptará modificar su estructura cognitiva para poder ver lo que supone
que está dejando de ver. De alguna manera, esto implica una teoría de la
creación, que es en lo que consiste la
interpretación transformadora.
Así,
sus posibilidades elementales son:
Historia
>>> |
de la enunciación: su cambio
respecto de otra enunciación/percepción existencial precedente >>> |
construcción
analítica diferencial, empíricamente comprobable; explicación de la percepción
efectiva. |
Historia
>>> |
de
la enunciación:
su cambio respecto de otra enunciación/percepción virtual posterior >>> |
construcción
por abducción, mediante hipótesis como probabilidad fundamentada; diseño
de creación posible. |
Historia
>>> |
de
la percepción:
su cambio respecto de otra percepción/enunciación existencial precedente
>>> |
construcción
analítica diferencial, empíricamente comprobable; explicación de la génesis de la
percepción. |
Historia
>>> |
de la percepción: su cambio
respecto de otra percepción/enunciación virtual posterior >>> |
construcción
por abducción, hipótesis como probabilidad fundamental; génesis de nuevas percepciones
posibles. |
Entonces, podríamos ir dejando el campo de la epistemología semiótica (pese a todo lo que queda por establecer y explicar) e irnos introduciendo en el de una metodología semiótica. En función de lo vengo diciendo, tenemos dos accesos posibles a la problemática metodológica, según que dirijamos nuestra investigación al momento previo o al momento posterior respecto del momento en el que se produce el cambio.
(1) En el momento previo, si me interesa proponer
(crear, producir) una enunciación semiótica (en cuanto signo) que transforme
una determinada percepción semiótica (en cuanto objeto semiótico): ¿cómo puedo
conocer y utilizar las nuevas características que habrá de tener la nueva
semiosis? ¿Cómo identificar los contenidos y las relaciones que constituyen los
bordes de la semiosis actual para, desde allí, descubrir los contenidos y las
relaciones que constituyen el núcleo de la nueva semiosis, que todavía no
existe? ¿O todo lo que haga continuará siendo, tan sólo, una duplicación o una
expansión de la actual?
(2) En el momento posterior, si me interesa explicar
de dónde proviene una determinada enunciación semiótica (en cuanto signo) a la
que atribuyo la eficacia de haber transformado determinada percepción semiótica
(en cuanto objeto semiótico): ¿cómo puedo identificar las características y la
forma de utilización de la semiosis de donde proviene la enunciación semiótica
en estudio? ¿Cómo identificar los contenidos y las relaciones que constituyen
el núcleo de la semiosis actual para, desde allí, descubrir los contenidos y
las relaciones que constituyeron los bordes de la semiosis precedente de la que
provino la nueva enunciación? ¿O la enunciación semiótica en estudio resulta
ser, tan sólo, una duplicación o una expansión de la precedente?
IV
Realmente,
sólo me siento en condiciones de ensayar la reflexión sobre algunos ejemplos y,
así, esbozar la intuición acerca de la explicación metodológica posible de lo
que he designado como “interpretación
transformadora”.
Un
pequeño y casi ya redundante ajuste previo. Hablar de los bordes de la semiótica supone
aceptar la existencia de una diferencia entre un campo semiótico y los bordes de tal campo semiótico.
Por campo semiótico podemos
entender un determinado conjunto de fenómenos contextualmente situados en un
momento de una sociedad determinada, a la emergencia de cuya existencia
ontológica y perceptibilidad concurre el conjunto de enunciados y
significaciones construidos por determinado conjunto de operaciones
establecidas y vigentes en esa concreta sociedad.
Bordes de un campo semiótico (borde1) son los
marcados por la necesidad de superar el fracaso de las operaciones mediante las
que se construirían los enunciados y significaciones posibles que harían
percibibles otros determinados fenómenos posibles, no incluidos entre los
pertenecientes al campo semiótico en estudio y que todavía no llegarían a
adquirir existencia ontológica hasta que se fueran concretando aquellos nuevos
enunciados y significaciones posibles que provocarían su emergencia (sobre las
formas de emergencia en
el constructivismo, ver Visetti, Y-M., 2004; ver también Peirce -
Objeto/fundamento: ningún representamen [enunciado] agota las posibilidades
significativas de un objeto semiótico [porque no registra realidad alguna, sino
que se construye en el pensamiento]).
Esto
iría desplazando el campo semiótico, asimilando los nuevos enunciados y
significaciones y haciendo perceptibles otros fenómenos cuya nueva existencia
ontológica desplazaría también los bordes de la posibilidad de identificación
semiótica. En el continuum de este desplazamiento, otro borde (borde2), dual del anterior, se iría
delineando a partir de los enunciados y significaciones que irían dejando de
ser posibles, con la consiguiente expansión entrópica de los fenómenos cuya
existencia ontológica dejaría de ser perceptible.
Los ejemplos.
La desuetudo como el borde2 de lo
jurídico.
¿Qué comportamientos pierden su calidad ontológica de existentes jurídicos
cuando la ley que contiene el enunciado que le confería su específica
existencia deja de aplicarse? (borde2).
Por ejemplo, la despenalización del aborto cuando era una cuestión de hecho su
no persecución judicial, mientras todavía se lo incluía en la normativa del
derecho penal. El borde2
reclama la formulación del enunciado legal que dé efectiva existencia
ontológica jurídica al fenómeno sobre el que recae. Y también puede observarse
el efecto inverso (borde1)
en la aplicación analógica,
por extensión jurisprudencial, de la eficacia de una norma cuando lo enunciado
en ella recae sobre comportamientos inicialmente no previstos. Por ejemplo,
textos legales no específicos a los que se acude para otorgar validez legal a
los acuerdos del e-comercio;
expresión ésta que, a su vez, como borde1,
confiere existencia jurídica a los convenios acordados por e-mail o Internet.
La indagación etimológica como
estudio de la superación de los bordes
de la eficacia designativa de un nombre respecto a determinado comportamiento
socialmente aceptado en determinado momento histórico; eficacia que se agota y
requiere modificar el campo semántico en el que atribuye existencia ontológica
a un nuevo comportamiento, o bien a transformar el nombre que lo designa. “Manufactura” no aparece en el
Diccionario de Autoridades de
La carencia de metalenguajes icónicos e indiciales muestra la existencia de
un borde1 en
el campo metodológico de las ciencias sociales y en lo que se refiere a la
tarea de explicar el proceso de construcción de la interpretación de los
fenómenos sociales de naturaleza icónica o indicial. El borde aquí se percibe cuando, por la necesidad de recurrir
al discurso verbal para explicar el significado de las imágenes o de los
objetos y comportamientos, no se alcanza una explicación consistente acerca de
la eficacia que los componentes de las propuestas icónicas o indiciales poseen
para construir determinada significación. Se necesita una metasemiótica icónica
para explicar el proceso de producción de las imágenes y una metasemiótica
indicial para explicar el proceso de producción del significado de los objetos
y de los comportamientos. El borde1
está, aquí, constituido por la exigencia de conceptos metodológicos que
identifiquen la existencia posible de operaciones coherentes con los fenómenos que
se analizan, mediante las cuales se evite la extrapolación de las explicaciones
alcanzadas mediante la construcción de textos interpretacionales, realizada
exclusivamente por o con predominio del discurso verbal; lenguaje exterior al carácter
icónico o indicial del fenómeno en estudio, del cual se advierte ya el carácter
inactual e incompleto de la explicación que permite alcanzar, derivándolo, así,
en esbozar un borde2,
del que las ciencias sociales comienzan a desplazarse.
α El presente trabajo está aceptado
para su publicación en Significación y
negatividad, Tópicos del Seminario Nº
18. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Seminario de Estudios de
β Última modificación:
17-10-2008
22
RESUMEN
La
semiótica como disciplina tiene el objetivo de explicar el proceso mediante el
cual a un determinado fenómeno se lo identifica mediante un conjunto de
conceptos vigentes en una sociedad determinada, conjunto a cuya textualización
designamos como su “significado”. Asimismo deberá explicar también la eficacia
de un determinado enunciado en cuanto a su capacidad para atribuir existencia
ontológica a un determinado fenómeno, su referente, capacidad a la que
identificamos con el término de “significación”. El propósito de esta propuesta
consiste en alcanzar este objetivo teniendo en cuenta el carácter histórico
inherente a todo enunciado, así como inherente también al fenómeno construido
desde tal enunciado, identificando las operaciones metodológicas necesarias
para explicar el proceso de cambio involucrado. En esto
consistiría la historia de la facultad semiótica, lamentablemente
todavía no escrita, que habrá de proporcionarnos el registro progresivo
de las transformaciones de las semiosis mediante las cuales la humanidad
concretó su identidad al configurar su mundo, entendiendo por tal
la transformación del entorno en función de sus capacidades cognitivas
específicas.
I
Todo estudio semiótico acerca del proceso mediante el
cual un determinado fenómeno adquiere un determinado significado o acerca de la
eficacia de un determinado enunciado (icónico, indicial o simbólico) en cuanto
a su capacidad para atribuir una concreta significación a un determinado
fenómeno tiene, desde una perspectiva
temporal y contextualmente situada (Visetti, Y-M; 2004), la
posibilidad de diversos enfoques, cada uno con su específica capacidad
explicativa.
Por una parte se pueden estudiar, tanto al enunciado
como al fenómeno, de modo acrónico,
sincrónico o diacrónico. Como es sabido, el primero excluye toda
comparación con otro enunciado-fenómeno, ya que elimina la temporalidad que la
consentiría; el segundo contrasta, en los límites de una de terminada
contemporaneidad, la relación entre un enunciado y un fenómeno o entre dos
enunciados o entre dos fenómenos; el tercero compara la relación entre dos
pares, al menos, de pares de enunciado-fenómeno, un par cronológicamente
situado en el momento n y
el otro par en el momento n+1,
o entre dos pares de pares de enunciados o de pares de fenómenos, ubicado
siempre un par en el momento n
y el otro par en el momento n+1;
en este último caso, la relación se
sitúa en la historia, o sea, toma en consideración al cambio.
No obstante, desde la perspectiva que propongo ahora
explorar, en este tercer enfoque (dialéctico-diacrónico) se pueden estudiar
tanto al enunciado que construye un determinado fenómeno como al fenómeno
construido desde determinado enunciado: (1) en su carácter de presencia y
construcción significativa actual;
(2) o en su carácter de consecuencia
resultante de un proceso previo de transformación de otro u otros enunciados
y/o fenómenos precedentes que condujo hasta la aparición del actual enunciado
y/o fenómeno; (3) o en su carácter de antecedente del que derivará, por un proceso subsiguiente de
transformación, un nuevo enunciado y/o fenómeno que sustituya al actual. Estos
dos últimos enfoques, considerados separadamente, o sea, cuando a un enunciado
y/o a un fenómeno se los considera ya bien como consecuencia o ya bien como antecedente de otro u otros, sitúan en la historia a toda la relación
constructiva del significado, o sea, no pueden prescindir de tomar en
consideración al cambio; todo lo cual puede identificarse como el carácter metabólico del significado (y
adopto, provisionalmente la calificación de “metabólico” para calificar al
significado por su relación de intercambio
entre el concepto que
constituye su contenido y la situación
en que tal contenido se contextualiza).
El propósito de esta propuesta consiste en esbozar las
características operativas necesarias para describir y analizar las situaciones
en cuyo procesamiento se pueda explorar la utilidad de la metodología
semiótica, como instrumento específicamente adecuado para explicar el carácter inherentemente histórico
de todo enunciado y/o fenómeno constitutivo de su ámbito de conocimiento;
o sea, la necesidad de disponer de
las operaciones metodológicas de una semiótica con capacidad para explicar el
proceso de cambio que afectó al enunciado y al fenómeno, en la
concreta situación que los vincula a ambos, como requisito indispensable para
alcanzar una explicación aceptable de su interrelación como condición de
eficacia del uno y como condición para que el otro se constituya en objeto de
conocimiento posible. Plantea, por tanto, la hipótesis de que no se puede
explicar el significado de ningún fenómeno sin tener en cuenta el enunciado del
que procede y el enunciado al que dará lugar para generar la necesaria transformación
histórica de la mirada del intérprete.
II
Sostengo que, para enfrentar la posibilidad de llevar
a cabo la tarea esbozada en el punto anterior, no puede partirse de los contenidos significativos
supuestos sino del criterio materialista del que proviene nuestra expresión: lo
observable son fenómenos perceptuales y, para inferir y explicar el significado
(o contenido) que se les atribuye, se lo registra en determinado lenguaje
preferentemente simbólico (Jackendoff, R.; 1993), pero que también puede ser icónico o indicial (tanto
cotidiano como científico), que es en lo que consisten los signos, convalidando
plenamente la preponderancia metodológica de estos sobre la que pudiera llegar
a tener un enfoque conceptual de los
contenidos. La semiótica estudia los signos, porque ellos son el
único acceso relativamente objetivo y de una racionalidad relativamente
verificable, compartible y adecuada como para dar cuenta de los
contenidos, a los que nunca podría llegarse sin aquellos. Desde mi perspectiva,
no puede haber una teoría de los
contenidos más que en la forma de una metafísica o de un dogma, o
sea de algo que se afirma conforme a determinada subjetividad o según
determinada creencia. Y esto es lo que trata de evitar la semiótica como disciplina del signo,
elaborando un conjunto de operaciones objetivas, verificables y rigurosas,
basadas en la materialidad del signo, que permitan acceder, en la medida de lo
posible, a una explicación acerca de
por qué determinado conjunto de significados, relativos a determinado fenómeno,
están efectivamente vigentes en determinado momento de determinada sociedad.
Ya Wittgenstein (1953) advirtió acerca del carácter metafísico del significado.
Por esta razón, mi posición personal afirma a la semiótica como una disciplina metodológica que
explica cómo y por qué determinados
signos (efectivamente enunciados, o sea, efectivamente existentes en
una o en múltiples situaciones concretas de enunciación) atribuyen determinado contenido significativo a determinado fenómeno y cómo y por
qué determinado grupo social en determinada sociedad acepta compartir un
determinado significado, frente a otro (u otros) grupo(s) social(es) que
comparte(n) otro(s) significado(s), diferente(s) y eventualmente
contradictorio(s) con el primero. Yo, desde mi posición, y respetando las otras
posibles, considero que la semiótica
estudia los signos para explicar el significado y a este orden lo
considero válido y eficaz: (1) percibo (o me informo acerca de la existencia
de) un fenómeno, (2) registro los signos con los que se lo ha enunciado y que
le confieren existencia ontológica, (3) opero sobre tales signos, primero
de modo analítico, después sintético y posteriormente dialéctico, y
(4) así infiero el proceso por el cual determinado significado se le atribuye a
aquel fenómeno por el que me interesé inicialmente; y nunca estaría dispuesto a
zambullirme directamente en reflexiones especulativas acerca de su contenido
significativo, porque considero que mi compromiso subjetivo privarían de rigor
a lo que pretendiese explicar (si bien quizá, podría escribir un hermoso poema,
cuyo significado otro investigador tendría que explicar analizando los signos
que utilicé y los que dejé de utilizar, pese a estar socialmente
disponibles, para elaborarlo).
III
… de todas formas, el tema del contenido no nos es ajeno, en
cuanto semiólogos. A título exploratorio propongo esta tríada de precisiones:
PRIMERA: entiendo por significado a la interpretación de la textualización del
concepto que determinados individuos de determinada comunidad
atribuyen a determinado fenómeno, como consecuencia de la interpretación de
determinado enunciado que tiene a dicho fenómeno como referente.
Este concepto, en principio, es inaprensible, por
pertenecer al sistema cognitivo del que lo posee. Pretender que ese concepto (con independencia de
su contextualización) es el
significado es hacer del significado una entelequia de
ningún modo explicable; por lo tanto, así formulado, sería un término vacío de
sentido o dotado de un sentido arbitrario.
Para recuperarlo, se requiere que dicho concepto
sea textualizado (simbólica, icónica o indicialmente) por quien lo posee y a la
interpretación que realiza el eventual destinatario de tal textualización es a
lo que podemos denominar, con posibilidad explicativa del proceso y componentes
de su producción, significado.
O sea, a un fenómeno alguien (con lo colectivo
que construye lo individual) lo enuncia desde determinada semiosis.
El intérprete de ese enunciado (1), y como consecuencia de la
percepción de tal enunciado, construye, en su sistema cognitivo, y
comparte con otros, de modo relativamente semejante, un concepto acerca de ese
fenómeno, que consiste en la interpretación que le atribuye a dicho enunciado.
Tenemos un concepto (1) construido por el intérprete de un enunciado que se
refiere a determinado fenómeno.
Tenemos otro concepto (2) (en cierto modo un metaconcepto) construido por el
intérprete del enunciado que, acerca del primer concepto (1) que elaboró al interpretar
el primer enunciado (1), formula
ese intérprete de tal primer enunciado.
O sea, a ese concepto (1), construido en la
mente-cerebro del intérprete, quienes no somos tal intérprete, no tenemos
acceso, más que (si ello se da), mediante la interpretación de la
textualización (en cuanto producto existencialmente percibible de la
enunciación) que dicho intérprete puede hacernos del concepto (1) que elaboró.
En la medida en que aquel enunciado (2) resulta interpretado de modo
relativamente semejante por determinado sector de determinada comunidad en
determinado momento histórico de esa comunidad, puede afirmarse que ese
concepto (2) está
vigente en dicha comunidad, o sea, que dicha comunidad atribuye ese significado a ese fenómeno.
SEGUNDA: entiendo por significación al modo de existencia ontológica de determinado
fenómeno, tal como dicha existencia le ha sido atribuida (o sea, ha sido
posible percibirla de ese determinado modo) por el enunciado que lo tuvo como
referente.
Un fenómeno existe para el conocimiento en la medida
en que ha sido enunciado desde determinada semiosis y en la medida en que dicho
enunciado le atribuye relaciones diferenciales y de identificación que permiten
percibirlo y en la medida en que las relaciones atribuidas por dicho enunciado
han sido interpretadas por alguien.
El que interpreta este enunciado es el que le
atribuye, al fenómeno constituido por tal enunciado, un significado en su sistema
cognitivo; lo cual puede compartir con determinado sector de la comunidad a la
que pertenece.
Para conocer la significación de un fenómeno, o sea, las características
existenciales que constituyen su modo de ser conocido, es necesario que el
intérprete del primer enunciado textualice,
o sea, enuncie, el modo como lo conoce y que otro, nosotros, estemos en
condiciones de interpretar esa textualización. Así, atribuimos a determinado
fenómeno la significación que
proviene de cómo el primer intérprete (en su identidad colectiva) lo hizo
portador del significado que
fue consecuencia de la interpretación del primer enunciado que lo tuvo como
referente, permitiendo identificarlo diferencialmente (respecto de su
contexto); en lo cual consiste la atribución de existencia ontológica.
Para todo lo cual necesitamos las operaciones que analicen,
sinteticen y contrapongan los signos
utilizados en ambas secuencias de enunciados constitutivos de la significación del fenómeno y del significado del enunciado. En la
identificación y aplicación de tales operaciones es en lo que, desde mi
perspectiva, consiste la semiótica.
Reconozco la dificultad de seguir el desarrollo del
pensamiento expuesto en lo que acabo de expresar. Trataré de hacerlo más
comprensible mediante un esquema visual y su ejemplificación correspondiente
(ver [82] Esquema 1).
TERCERA: entiendo por enunciación lo formulación, en cualquiera de los sistemas
semióticos socialmente disponibles, de la textualidad que concreta los significados que le confieren significación a los fenómenos del
entorno. Porque no siempre es la lengua la que primero enuncia lo que después
será posible percibir, sino que quizá haya sido antes la imagen o el ritual o
la música o la danza (o alguna integración de relaciones y transducciones
recíprocas entre ellas) las que hayan permitido percibir, desde cada semiosis,
lo que era imperceptible hasta el momento de la enunciación semiótica
correspondiente y que, después, se transformó en enunciación lingüística y así
empezó a decirse para reconocer su presencia lingüísticamente construida; o que
no, nunca lo hizo y, así, se reconoció y sigue reconociéndose su presencia
icónica o indicialmente construida, sin disponerse de la formulación simbólica
(verbal). Valga esto para reafirmar que no sólo la lengua transforma el entorno
en mundo, sino que también la transformación ocurre como eficacia de las
imágenes, los objetos exhibidos y los rituales. Quizá sea ésta una nueva
perspectiva para percibir la existencia ontológica de una nueva historia de los sistemas
semióticos.
[82] Esquema 1: Semiosis, Percepción,
Interpretación (su recurrencia)
I/
Semiosis (1) que produce la posibilidad de Percepción (1) |
I/
Film en el que se podría ver un aula |
II/
Percepción (1) de |
II/
Alguien ve ese film |
III/
Interpretación (1) de |
III/
Alguien identifica la imagen de un aula en la película |
IV/
Semiosis (2) que produce la posibilidad de Percepción (2) |
IV/
Interior de un edificio en el que podría verse un aula |
V/
Percepción (2) de |
V/
Alguien ve el interior de ese edificio |
VI/
Interpretación (2) de |
VI/
Alguien reconoce lo que ve en el interior del edifico como un aula |
VII/
Producción de |
VII/
Alguien dice que lo que vio en el interior del edificio es un aula
[entrevistado] |
VIII/
Interpretación (3) de la semiosis (3) por el Intérprete (2) |
VIII/
Un investigador interpreta lo que le dijo Alguien |
IX/
Producción de |
IX/
El investigador informa por qué lo que le dijo Alguien explica que considere
lo que vio en el edificio como un aula |
IV
La historia de la facultad
semiótica contiene el registro de las
transformaciones de los modos según los cuales la humanidad configuró su mundo; y utilizo el término
“mundo” en el sentido que le confiere F. Varela (1992)
cuando lo diferencia del “entorno” atribuyéndole “el plus de significación que acompaña
persistentemente la comprensión de lo viviente y de la cognición y que está en
la raíz de cómo el individuo llega a ser tal”. Considero, por tanto, que el entorno óntico es siempre el
mismo e incognoscible. Sólo el mundo
ontológico, en cuanto transformación de tal entorno en función del
conocimiento que de él va construyendo la humanidad, muestra la historia que le
atribuyen las enunciaciones que el hombre puede llegar a formular, según las
posibilidades del estado histórico de sus sistemas semióticos (y no sólo, pero
incluyéndolo, el de la lengua) con las interrelaciones y dependencia que se
establezcan entre ellos. Lo lamentable es que tal historia no está escrita y
para llegar a escribirla es necesario que se conciba la transformación de los signos (sean estos
lingüísticos, lo que incluye una historia de la facultad de lenguaje, o de la
competencia cognitiva para la producción y/o transformación de lenguas o de
cualquier otra clase de signos
simbólicos, así como también una historia de la facultad de
producción de signos indiciales,
en cuanto comportamientos ritualizados u objetos exhibidos o memoria
almacenada, así como también una historia de la facultad de producción de signos icónicos, abarcando las
diversas clases de imágenes sensoriales, sean visuales, acústicas, táctiles,
etc., y su combinatoria) como
implicando la transformación de ese mundo con la que se concreta la
identidad, para Varela, de todo organismo (a su específico nivel) perceptor de
tales signos. O sea, desde esta perspectiva, cada organismo, por elemental que
sea, tiene un mundo que
le pertenece y que resulta de su posibilidad cognitiva de vincularse con el entorno, que comparte con el resto
de lo orgánico, transformándolo en su mundo, que es propio de cada especie (si lo que diferenciamos
son organismos) o de cada cultura (si de la especie humana se trata). Esto lo
realiza el hombre a partir de su facultad semiótica y de la capacidad que ésta
tiene para conferir existencia ontológica al entorno. Entonces, una historia de
la facultad semiótica no es un simple registro del cambio en el valor de los
signos (o sea, en las específicas interrelaciones con las que se vinculan entre
sí en el interior del sistema correspondiente) que ha utilizado la humanidad en
sus diversas épocas, sino que requiere el registro de cómo determinados signos
agotaban su capacidad identificadora de entidades del entorno y de cómo otros
signos mostraban su apetencia de eficacia para construir otras identidades para
esas mismas entidades que ya no eran las mismas, sino que pasaban a constituir
otro mundo. O sea, la historia de todo sistema semiótico e, incluso, la
historia de la facultad semiótica de la que dispone la humanidad, se basa en la
constatación de la relación de
necesariedad identificable entre (a) las transformaciones observadas
en la identidad y en las posibilidades de interrelaciones internas entre los
signos pertenecientes a determinado sistema semiótico (icónico, indicial o
simbólico) y (b) las correspondientes modificaciones en la capacidad de
percepción de nuevas entidades y nuevas relaciones que, al haber sido
enunciadas según esas nuevas posibilidades semióticas, generen la progresiva transformación del entorno en mundo.
En este tentativo esbozo, una historia de la facultad semiótica requiere el conocimiento
correlativo, al menos, de las siguientes relaciones:
a) un estado determinado de las semiosis
socialmente disponibles y reconocidas como eficaces para atribuir habitabilidad de mundo identificable
al entorno de los integrantes de una determinada comunidad;
b) una situación
de enunciación en la que pueden producirse textos (de cualquier
cualidad semiótica) capaces de conferirle una significación diferente a determinada(s) entidad(es) de ese
mundo, que primero se redujo a entorno por empobrecimiento de los signos que lo
identificaban y que después recupera la calidad de mundo (pero que ya es otro
diferente del anterior) al ser enunciado en la nueva situación;
c) una serie de intérpretes (al menos uno) que se
hacen conscientes de estar percibiendo esa nueva enunciación y que la
interpretan captando la propuesta de
significado como un nuevo concepto con el que aquella enunciación
pretende modificar el significado del mundo que dejó de serlo para hacerse
entorno y que vuelve a ser un nuevo mundo;
d) la
textualización de ese nuevo concepto en una nueva situación de enunciación,
como para que sea interpretado por quienes no fueron intérpretes de la
enunciación anterior y tengan, así, acceso al significado que le están
atribuyendo al entorno, o sea, al modo como, ahora, aquellos anteriores
intérpretes lo transforman en un nuevo mundo;
e) la insatisfacción de los nuevos intérpretes ante
determinados aspectos de la propia textualización de los conceptos
significativos con los que organizan el mundo que les confiere su identidad y
que les hace percibir el carácter de
límite o borde que tienen las semiosis de las que disponen, en
virtud de aquella textualización histórica, que ya se manifiesta como iniciando
una pérdida de capacidad para producir la identidad de quienes las utilizan;
f) la disconformidad de quienes son actuales
intérpretes de estos enunciados así textualizados o materializados por los
actuales enunciantes, y la correspondiente disconformidad con los mundos así
producidos, lo que implica la
necesidad de construir otras semiosis que satisfagan las necesidades de
identidad insatisfechas al interpretar aquellos enunciados;
g) la producción de semiosis experimentales, destinadas a explorar nuevas configuraciones y/o
relaciones diferentes entre configuraciones preexistentes, tales que
generen nuevos mundos en los que pueda desplegarse la identidad emergente de
los anteriores enunciados.
Determinar las concretas semiosis que intervienen en
la interpretación que produce concretos nuevos mundos y las concretas
características semióticas de su deterioro que transforma a los que fueron
mundos nuevos en otros concretos y estériles entornos (todo lo cual está
exigiendo la producción de otras semiosis que den lugar a otros nuevos mundos
producto y génesis de nuevas identidades) es lo que tendría que escribirse para
que pudiéramos disponer de esa pretendida historia de la facultad semiótica.
23 HACIA UNA NUEVA HISTORIA
DE
LOS SISTEMAS SEMIÓTICOS
El esquema que esbocé inicialmente (en 2.1.6 Lenguaje / Facultad
semiótica; [2]) se fue
haciendo, inevitablemente, cada vez más complejo. Se buscó hacer expresivo en
él ese desplazamiento de toda semiosis
que, al modificar sus reglas de construcción internas, provoca la modificación de sus posibilidades
enunciativas y, con ello, la
modificación de las posibilidades de percepción de las entidades del
entorno que así pasan de la entropía o
imposibilidad de identificarlas para el conocimiento, a la constatación de su
existencia ontológica como nuevos objetos
semióticos. En consecuencia, ofrezco otro desarrollo [79] para intentar
graficar el proceso de transformación que acontece en la historia de toda
semiosis. Me limitaré a leerlo, acompañando el repaso visual que puede darle
quien lo mire.
[83] (Historia de
los sistemas semióticos III. Proceso histórico de transformación de determinada
semiosis, en determinado momento de determinada sociedad, atendiendo al cambio
que provoca en las posibilidades de percepción, interpretación y transformación
del entorno)
El
espacio teórico representado en [83]
continúa integrándose con los tres ámbitos: Pensamiento,
Semiosis y Mundo (ver aquí: 1.8.3 [1] y pueden recuperarse las dos instancias previas
de este esquema en 2.1.6 [2] y en 8.10 [21]). Para no complicar demasiado el
esquema, valga esta somera enumeración; quedan implícitos, pese a su eficacia
en la configuración del mundo, al menos,
En la
parte superior de este esquema, se representa al pensamiento vinculado al transcurso del tiempo, presentándolo en
tres momentos sucesivos (…, t-1, t, t+1,
…). El momento conveniente para iniciar su lectura (o el que se
recomendaría elegir para la aplicación analítica de este esquema a la
determinación de la eficacia de una enunciación proveniente de determinada
semiosis, en el desarrollo de una investigación concreta) es el que se
representa a partir del Pensamientot y que se vincula con
La
representación, en este esquema [83], de
Esta diferencia encuentra su ámbito de eficacia cuando se considera qué
es lo que, sincrónicamente con este cambio evolutivo de tal semiosis, está
ocurriendo en el Mundot. Como efecto de las nuevas enunciaciones que son
posibles utilizando la innovación incorporada en la materia prima y en las
relaciones, constitutivas ambas de las posibilidades enunciativas de
Ahora bien, esta opción por una nueva posibilidad de
enunciación va acompañada (no como su causa, sino como manifestación del
proceso de envejecimiento de toda semiosis, que es la consecuencia de su utilización
o enunciación) por la pérdida de disponibilidad de determinada forma de
enunciación (palabra, imagen, comportamiento, etc.) que deja de utilizarse (por
haberse opacado por el uso). Éste es el resultado que se identifica en [83]
como Borde (2) de la misma Semiosist , haciendo que determinadas configuraciones de un mundo semiótico [Kt-1]
(que había resultado históricamente percibible por la eficacia de
[84] (Vincent van Gogh. Noche estrellada.
1889)
enunciaciones
entonces disponibles. Pero nosotros tampoco podemos percibir el cielo que veía
Sócrates, ya que sus posibilidades enunciativas no están en la actualidad
socialmente disponibles (quizá, ni tampoco nosotros podemos ver, pese a su
mayor proximidad temporal, el cielo que veía y enseñaba a ver van Gogh, por
saber ya demasiado qué se espera ver cuando se lo ve, como para impedir que
pueda vérselo en otro lugar que en el de un bello y opaco enunciado [paso del
“K” al “?”]. Por eso, tomando a lo obvio como garantía que nos asegura nuestro
lugar en el mundo, para algunos
parecería resultarles preferible afirmar que el cielo que vemos ahora es el
cielo verdadero, siendo los cielos
anteriores visiones ideológicas inherentes al discurso-semiosis que los
enunciaba. En definitiva, la realidad
(o entorno entrópico) no está
simplemente disponible para ser percibida, porque hay que aprender a percibirla, con lo que ya no es realidad sino conocimiento (o mundo semiótico) construido, porque sólo se percibe lo que se aprende, y porque se aprende lo que está enunciado y del modo como se lo enuncia en
cada momento determinado de cada sociedad determinada, mientras dicha forma de
enunciación sea transparente y siendo conscientes de que la reiteración de tal
enunciación conducirá a su opacamiento, lo que socialmente demandará otra
semiosis que pueda ser eficazmente enunciada. Habrá, además, que tener en
cuenta que toda sociedad es plural y que, por tanto, coexisten competitivamente
formas de enunciación que pretenden hacernos ver u opacarnos determinados
fenómenos del entorno que, ideológicamente, se pretenden incluir /excluir en el
mundo.
Mirar hacia delante implica suponer lo que, en el
futuro más o menos inmediato, podrá enunciarse y, en consecuencia, lo que podrá
percibirse. Un entorno entrópico, en
el momento t+n, designa lo que, en un
momento futuro, dejará de verse de todo lo que hoy vemos; aquello que saldrá
del campo de atención de la humanidad (o de determinada comunidad o, incluso,
de determinada persona) cuando, por la eficacia de nuevas formas de hablar, de
nuevas formas de representar con imágenes, de nuevos gestos y actitudes
realizados en comportamientos ritualizados, o sea, por
la eficacia de las transformaciones que actualicen determinada semiosist+n, dando lugar a nuevos mundos semióticos [Mt+n], haya otras tantas palabras, imágenes y gestos que
habrán caído en el desuso, sonando primero como arcaicas cuando pretenda
utilizárselas, luego como inexpresivas, y finalmente ignoradas en el olvido [?t+n].
Desde un enfoque metodológico, es posible identificar,
por tanto, una secuencia de operaciones analíticas que permitan establecer la génesis y el opacamiento de formas
enunciativas posibles, a partir de las que se determinan como vigentes en un
determinado momento [85]. La historia del mundo, en cuanto historia de la
transformación semiótica del entorno, está vinculada a la transformación de los
sistemas semióticos que intervinieron para identificarlo como mundo; del mismo
modo que la historia de los sistemas semióticos no consiste en la enumeración
de sus transformaciones internas, sino se requiere conocer las transformaciones
que tales cambios permitieron identificar en el mundo.
[85] Funcionamiento histórico de cada
Semiosis con su Borde (1) y su Borde (2)
Y así previamente… |
1 -N/1 *Por eficacia del Borde (1) de “?t-n” se habrá transformado en “Jt-n”
[en el momentot-n,
un entorno entrópico se habrá transformado
en mundo semiótico]. Por la vigencia de nuevas entidades y/o
relaciones entre entidades de |
2 -1/2 *Por eficacia del Borde (2) de “Jt-n” se habrá transformado en “?t- [en el momentot-1,
el mundo semiótico precedente se
habrá transformado en entorno entrópico]. Por el opacamiento de entidades preexistentes
y/o relaciones preexistentes entre entidades de la semiosis precedente [t-n], habrá dejado de percibirse lo que hasta el momentot-1 tenía
existencia ontológica. |
3 -1/1 *Por eficacia del Borde (1) de “?t- [en el momentot-1,
el entorno entrópico se habrá
transformado en mundo semiótico]. Por la vigencia de nuevas entidades y/o relaciones
entre entidades de |
3 0/2 *Por eficacia del Borde (2) de “Kt” se transforma en “?t” [en el momentot, el mundo
semiótico precedente se transforma en entorno
entrópico]. Por el opacamiento de entidades preexistentes
y/o relaciones preexistentes entre entidades de la semiosis precedente [t-1], deja de percibirse lo que hasta el momentot tenía existencia ontológica. |
4 0/1 *Por eficacia del Borde (1) de “?t” se transforma en “Lt” [en el momentot, el entorno
entrópico se transforma en mundo
semiótico]. Por la vigencia de nuevas entidades y/o
relaciones entre entidades de |
5 +1/2 *Por eficacia del Borde (2) de “Lt+ [en el momentot+1, el mundo
semiótico precedente (actual) se transformará en entorno entrópico]. Por el opacamiento de entidades preexistentes
y/o relaciones preexistentes entre entidades de la semiosis precedente [t], dejará de percibirse lo que hasta el momentot+1 tenía existencia ontológica. |
6 +1/1 *Por eficacia del Borde (1) de “?t+ [en el momentot+1,
el entorno entrópico se
transformará en mundo semiótico]. Por la vigencia de nuevas entidades y/o
relaciones entre entidades de |
7 +N/2 *Por eficacia del Borde (2) de “Mt+n” se transforma en “?t+n” [en el momentot+n, el mundo
semiótico precedente (ya futuro del actual) se transformará en entorno entrópico]. Por el opacamiento de entidades preexistentes y/o relaciones preexistentes entre entidades de la semiosis precedente [t+1], dejará de percibirse lo que hasta el momentot+n tenía existencia ontológica. |
…y así sucesivamente. |
24 SEMIÓTICA:
SU RIGOR Y SU INTERDISCIPLINARIEDAD.
Concluyo incluyendo, en lo que sigue, la reproducción
de dos mensajes que, en su oportunidad, dirigí al Foro “SEMIOTICIANS” (ver
Referencias). Nadie piensa en soledad; es indispensable el aporte de los otros
con los que cada uno construye su “mundo”. Los incluyo como un homenaje a todos
aquellos que me acompañan en la tarea de reflexionar acerca de la metodología
semiótica y cuyos conocimientos, propuestas y comentarios están presentes en
cuanto escribo y en cuanto propongo desde mis cátedras.
24.1 Preguntar y responder desde la semiótica
Fecha: Lunes,
13 de febrero, 2006, 6:41 pm
Estimadas/os SEMIOTICIANS:
Mi expectativa constante, que creo compartir con vosotros, respecto a
este diálogo virtual que se va desarrollando en SEMIOTICIANS desde hace seis
años y medio, consiste en que nos permita reflexionar y tomar decisiones acerca
de las características y la eficacia del trabajo semiótico.
Para continuar con ello infatigablemente, sería conveniente que
intercambiáramos posibles respuestas a algunas preguntas que comienzo (en
realidad: que reitero una vez más) aquí a formular. O sea, que cada uno
proporcione la respuesta que considere más adecuada para que, así, podamos
conocer nuestras diferencias y el espectro de posibilidades que nos proporciona
la semiótica.
Y formulo tres observaciones. Una:
si alguien cree que tiene la respuesta correcta, que no la esconda y atesore
avaramente, sino que se arriesgue a compartirla con generosidad
(independientemente de que yo no crea en la verdad). Otra: que compartamos, también, preguntas diferentes a las que yo
formulo, pero que unos y otros vayamos proponiendo para saber si nuestros
colegas las consideran interesantes y para saber qué respuestas les darían. Y la tercera: que no tengamos temor a
equivocarnos y a ser criticados por nuestros lectores; ya propuse hace tiempo
que consideremos nuestro teclado privado y la pantalla de la computadora en la
que compartimos nuestros saberes y nuestras ignorancias como un banco de carpintero, en el que se
trabaja, se cometen errores, se tiran materiales fallados y se llama al vecino
para que nos diga qué le parece el resultado de eso con lo que estamos
trajinando y de lo que, de pronto, nos sentidos orgullosos.
O sea, como cierre de esta etapa de mi trabajo, me interesa reformular
dos preguntas que considero centrales para comprender el alcance que le
atribuyo a este texto y para consolidar el concepto de la semiótica como disciplina y, por consiguiente, de la semiótica como metodología:
(1) ¿Qué le podemos preguntar a la semiótica?
Y (2) ¿qué respuestas buscamos tras qué preguntas?
Son preguntas a las
que pueden dárseles distintas respuestas o criticar la pregunta o sustituirla
por otra que se considere más adecuada; lo más triste sería dejarlas pasar en
silencio.
Cuando aplicamos la
semiótica tratamos de sacar de ella sus mejores resultados:
¿Cuál es el resultado que se espera de la semiótica?
Supongamos que, para
aplicar la semiótica, sea necesario que haya un problema que requiera
explicación. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Es efectivamente necesario que haya un
problema? ¿Qué es un problema? ¿En
qué clases de problemas interviene la semiótica?
Supongamos que, cuando
identificamos un problema que pretendemos resolver, nos movemos en la dirección
que nos señala la hipótesis que debería contener la explicación a tal problema.
Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Cuando se empieza a trabajar, es
efectivamente necesario disponer de alguna hipótesis? ¿Qué es una hipótesis en semiótica? ¿Qué clase de explicación semiótica proporciona una hipótesis?
Pero también, desde la
perspectiva del trabajo semiótico: ¿El
trabajo semiótico consiste en explicar algo? ¿Qué es explicar? ¿Cuándo puede considerarse que algo está
semióticamente explicado?
Supongamos que, cuando
comenzamos a investigar, para tratar de resolver un problema, o sea, para
tratar de comprobar la validez de la o las hipótesis que hemos formulado (conjeturalmente,
como corresponde a una hipótesis), lo primero que haya que hacer sea
identificar y recopilar el corpus de
información cuyo contenido acredite que la explicación que propusimos para
determinado problema sea efectivamente la que corresponde. Pero, desde la
perspectiva del trabajo semiótico: ¿Para
probar una hipótesis es necesario recopilar información? ¿Qué es un corpus de
información semióticamente pertinente? ¿Cómo se establece el vínculo que
permite asociar, semióticamente, determinada información con determinada
hipótesis?
Supongamos que,
después, haya que identificar, describir y justificar las operaciones metodológicas con las que se intervendrá en el corpus
de información recuperado, proporcionando los análisis y las relaciones que
satisfagan los requerimientos probatorios de las hipótesis. Pero, desde la
perspectiva del trabajo semiótico: ¿Es
necesario utilizar operaciones semióticas? ¿Qué es una operación semiótica?
¿Cómo se acredita el rigor metodológico de una operación semiótica? ¿Existen en
semiótica operaciones analíticas, operaciones sintéticas y operaciones
dialécticas, y si sí, en qué
consistirían unas y otras; y si no, cuáles serían las operaciones semióticas
efectivamente pertinentes?
Supongamos que, con
los resultados así obtenidos, se construyan los mundos semióticos posibles en los que el problema inicial encuentre
su sentido y explicación. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Cada problema surge exclusivamente en un
determinado mundo semiótico posible diferente y específico? ¿Qué es un mundo
semiótico posible? ¿Cuál es la dependencia entre determinada explicación y
determinado mundo semiótico en el que esa explicación sea posible y eficaz?
Supongamos que la
explicación efectivamente comprobada permita identificar la significación
vigente de determinado fenómeno que, así, habrá dejado de ser problemático.
Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Establecer la explicación de un fenómeno proporciona su significación?
¿Qué es, o en qué consiste la significación de un fenómeno? ¿Toda hipótesis,
una vez comprobada, se convierte en la significación del fenómeno cuya
interpretación problemática ha quedado resuelta?
Habría muchas más
preguntas posibles, y otras muchas formas de plantear estas mismas preguntas. A
lo largo de este texto que ahora estoy concluyendo, he tratado de criticar su
formulación, tratando de encontrar la pregunta más pertinente, y de enunciar
posibles respuestas. Me ha interesado (1) seguir los pasos necesarios para
poder formular un proyecto de
investigación, con la mayor racionalidad
posible (lo cual no le atribuye estructura sustancial necesaria alguna, sino
tan sólo capacidad de respuesta a la lectura crítica que pueda hacérsele en un
momento determinado de una sociedad determinada), todo lo cual constituye,
desde mi perspectiva cognitiva, el campo específico de aplicación de la
semiótica como metodología; y (2) mostrar cómo la semiótica puede constituirse
en un instrumento válido para conferirle
rigor y adecuación a cualquier investigación que se desarrolle en el ámbito
de cualquier disciplina, social o natural. O sea, continúo tratando de darle
respuesta al interrogante que vengo formulando (y reformulándome), desde el
Congreso de Semiótica de
Cordialmente.
Juan
24.2 La facultad semiótica y la construcción del entorno
Fecha: Jueves,
23 de Ago, 2007, 2:38 pm
Estimadas/os SEMIOTICIANS:
¿Julio César tenía inconsciente?
La pregunta se vincula con lo que me aventuro a afirmar en "Los
bordes de
Cordialmente.
Juan
Retomo también, ahora, otra pregunta salida del trabajo de Mirta
Bialogorski, presentado en
Al tema de la relación entre enunciados (o entre enunciaciones) y la
atribución de existencia ontológica al entorno, desde mi perspectiva, lo
considero inescindible de la historia de la lengua (y no sólo de ésta, sino de
la totalidad de los sistemas semióticos disponibles en determinado momento de
determinada comunidad) y viceversa. Tal el sentido que he pretendido darle y
que, en general, así ha sido interpretado, a la formulación de las preguntas para responder desde la semiótica,
que propuse en SEMIOTICIANS, en febrero del año pasado.
Esta misma intención se continúa con la temática elegida para el debate
en una de las Mesas Redondas: "El
presente y su carencia de entidad semiótica. La semiótica como la metodología
del cambio", que coordiné en el VII Congreso de
El entorno óntico, desde mi perspectiva,
es siempre el mismo e incognoscible. Sólo el mundo ontológico, en cuanto transformación de tal entorno en
función del conocimiento que de él adquiere la humanidad, muestra la historia
que le atribuyen los enunciados (o las enunciaciones) que el hombre puede
llegar a formular según el estado histórico de la totalidad de sus sistemas
semióticos (y no sólo, pero incluyéndolo, el de la lengua) con las
interrelaciones y dependencias que (de modo también histórico y cambiante) se
establezcan entre ellos.
La construcción de la historia de
toda lengua (o, con mayor precisión, de la
historia de todo sistema semiótico), desde mi planteo, no sólo consistiría
en el registro de una serie de transformaciones léxico-fonéticas y gramaticales
(o de los “cualisignos”, “sinsignos” y “legisignos” correspondientes a la
semiosis de que se trate, en la terminología de Peirce) a lo largo del tiempo,
sino en la constatación de la relación de
necesariedad identificable entre tales transformaciones en el interior de
determinada lengua-semiosis ocurridas en determinada sociedad y momento, y las
correspondientes modificaciones en la capacidad de percepción de nuevas
entidades y nuevas relaciones que acompañen a la progresiva (y en esto
radicaría el sentido histórico de la humanidad) transformación del entorno de sus usuarios en mundo.
Porque no siempre es la lengua la
que primero enuncia lo que, después, será posible percibir, sino que quizá hayan sido antes la imagen o el ritual
o la música o la danza (o las relaciones y transducciones recíprocas entre
ellas) las que hayan permitido percibir, desde cada semiosis, lo que era
imperceptible hasta el momento de la enunciación semiótica correspondiente, y
que, después, se transformó (o no, nunca) en enunciación lingüística y que así
empezó a decirse o a percibirse para reconocer su presencia semióticamente
construida (o no, que no ha sido percibido todavía). Quizá sea ésta una nueva
perspectiva para acreditar la existencia ontológica de una nueva historia de los sistemas semióticos.
En cuanto a la pregunta con la que inicié este final, mi respuesta
personal, con sincero respeto a la diversidad de las que fueron construyendo
los participantes en el diálogo de SEMIOTICIANS
que motivó tal pregunta, es que, ónticamente,
Julio César tenía inconsciente, y éste intervenía eficazmente en la mayoría
de sus actos y comportamientos; pero no tenemos acceso directo a lo óntico, por
lo que no podemos conocer la realidad en sí. O sea, el inconsciente de Julio
César, como instancia necesaria para explicarse a sí mismo su propio
comportamiento, o para que los demás llegaran a poder explicar el significado
de muchos de sus comportamientos (aquellos que hoy pueden explicarse por la
intervención del inconsciente), no estaba entonces, ni lo está ahora en lo que
fue la ya irrecuperable fenomenología de sus motivaciones individuales o
sociales, disponible; o sea, ontológicamente,
Julio César no tenía inconsciente.
VI
[La
fecha indicada en primer término corresponde a la de la edición citada en el
texto]
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