LA SEMIÓTICA DE LOS BORDES

APUNTES DE METODOLOGÍA SEMIÓTICA

 

* Estamos en el mundo que podemos percibir (interpretante originado en Piaget)

* Percibimos el mundo que podemos enunciar (interpretante originado en Varela)

* Enunciamos el mundo como nos lo permiten las semiosis socialmente disponibles

(interpretante originado en Foucault)

* Las semiosis socialmente disponibles contienen la totalidad de los mundos posibles

en un momento y en una sociedad determinada (interpretante originado en Peirce)

 

Juan Magariños de Morentin

2008

 

[TEXTO COMPLETO. Hacer búsquedas por los títulos del ÍNDICE ABREVIADO]

ACTUALIZACIÓN DE TEXTOS

[Recomendado]

El libro impreso puede solicitarse en librerías o, directamente, a Editorial ComunicArte, Córdoba, Argentina:

editorial@comunicarteweb.com.ar

Tel: (54) (351) 426-4430

---------------------------------------------------

 

 Para Giovanna,

compañera de pasión y pensamiento

 

ÍNDICE ABREVIADO

I Semiótica general

1 Concepto de semiótica

2 Glosario

3 Integración cognitiva intersemiótica

4 Guía elemental para un Proyecto de Investigación

5 Los 4 signos

6 Charles Sanders Peirce; semiótica, lógica y cognición

7 De la Semiótica General a las Semióticas Particulares

8 La semiótica como metodología

 

II Semiótica Simbólica

9 Claves epistemológicas y operaciones metodológicas elementales

10 Los Mundos Semióticos Posibles

 

III Semiótica Icónica

11 La(s) semiótica(s) de la imagen visual

12 Operaciones semióticas en el análisis de las historietas

13 La abducción en la interpretación de las imágenes visuales

14 La recuperación de la memoria visual

15 Semántica visual de las imágenes simbólicas

16 Lo que explica la semántica visual

17 Los mundos semióticos posibles de las imágenes visuales

18 Iconopoiesis o la eficacia de la forma

 

IV Semiótica Indicial

19 Hacia una semiótica indicial. Acerca de la interpretación de los objetos y los comportamientos

20 La(s) semiótica(s) indiciales a partir de Ch. S. Peirce o como hacer signos con cosas

 

V En qué tiene que cambiar la semiótica

21 La semiótica de los bordes

22 La humanidad, la facultad semiótica y la historia del entorno

23 Hacia una nueva historia de los sistemas semióticos

24 Semiótica; su rigor y su interdisciplinariedad

 

VI Referencias bibliográficas

ÍNDICE

Para aprender a pensar semióticamente

 

I Semiótica general…………………………………………………...13-139

1 Concepto de semiótica

1.1 Concepto

1.2 Signos y Objetos Semióticos. Ciencia o metodología

1.3 Hacia una teoría dinámica de los discursos sociales

1.4 La base textual de la significación. Producción e inferencia

1.5 Para ver, hay que conocer

1.6 La significación construida

1.7 Problemas y divergencias

1.8. Apéndices

1.8.1 Otra vez, ¿qué es la semiótica?

1.8.2 Concurrencia y no contradicción

1.8.3 Pensamiento, Semiosis, Mundo [1]

1.8.4 ¿Para qué sirve la semiótica?

Notas

2 Glosario

2.1 Términos definidos en este glosario

2.1.1 Código

2.1.2 Contexto – Cotexto – Paratexto – Peritexto – Epitexto

2.1.3 Discurso

2.1.4 Habla-Escritura

2.1.5 Lengua

2.1.6 Lenguaje / Facultad semiótica [2]

2.1.7 Lingüística, semiología y semiótica

2.1.8 Objeto semiótico

2.1.9 Semiosis

2.1.10 Semiosis sustituida

2.1.11 Semiosis sustituyente

2.1.12 Semiótica

2.1.13 Signo

2.1.14 Sistema

2.1.15 Texto

3 Integración cognitiva intersemiótica

3.1 Diferencia y especificidad de las semióticas

3.2 La articulación de las diferentes semióticas

3.3 La marginación de la semiótica en el universo de las ciencias sociales

3.4 La especificidad de la semiótica para dilucidar correspondencias y divergencias entre lo visual y lo lingüístico

3.5 Transposiciones e intersemiótica

4 Guía elemental para un Proyecto de Investigación

4.1 Descripción del tema y planteamiento el problema

4.2 Elaboración del marco teórico pertinente

4.3 Formulación de las hipótesis teóricas

4.4 Metodología

4.4.1 Marco teórico-metodológico

4.4.2 Corpus

4.4.3 Operaciones

4.5 Bibliografía

4.6 Conclusiones

4.7 Apéndices

4.7.1 Sobre el corpus

4.7.1.1 La recopilación del corpus

4.7.2 Preguntar y responder desde la semiótica

4.7.2.1 Encuadramiento

a) Me centro en la cuestión del problema.

b) Me centro en la cuestión de la hipótesis

c) Me centro en la cuestión de la explicación

d) Resumen

Notas

5 Los 4 signos

5.1 Introducción

5.2 El proceso de investigación y un retorno saussureano

5.3 Primera identificación de los 4 signos

5.4 Ejemplo, con elefantes, de los 4 signos

5.5 Desarrollo operativo de la propuesta analítica

5.6 Recuperación peirceana

6 Charles Sanders Peirce; semiótica, lógica y cognición

6.1 El signo. Introducción [3] [4]

 6.2 Las 9 clases de signos

6.2.1 Cualisigno

6.2.2 Icono

6.2.3 Rhema

6.2.4 Sinsigno

6.2.5 Índice

6.2.6 Dicisigno o Signo Dicente

6.2.7 Legisigno

6.2.8 Símbolo

6.2.9 Argumento

6.2.10 Esquema ejemplificativo [5]

Notas

6.3 Apéndices

6.3.1 Preguntas a los 9 signos de Ch. S. Peirce [6]

6.3.2 Desarrollo instrumental-operativo del esquema de los 9 signos peirceanos [7]

6.3.3 Apertura de Peirce en 27 signos

6.3.3.1 Peirce-Museo [8]

6.3.3.2 Peirce-Arquitectura [9]

6.3.3.3 Peirce-Cementerio [10]

6.3.3.4 Peirce-Derecho [11]

6.4 Los 10 signos peirceanos [12]

6.4.1 Los presupuestos de los 10 signos, en la propuesta peirceana

6.4.2 Ejemplificación analítica por aplicación del desarrollo de los 10 signos peirceanos

6.4.2.1 Peirce – 10 signos sobre: “Número”

6.4.3 Los 10 signos de Ch. S. Peirce, en la génesis de las semióticas particulares [13] [14][15][16]

7 De la Semiótica General a las Semióticas Particulares

7.1 Semiótica general [17]

7.2 Las tres semióticas particulares en la expansión peirceana

7.2.1 Semióticas icónicas

7.2.1.1 Semiótica visual [18]

7.2.2 Semióticas indiciales [19]

7.2.3 Semióticas simbólicas

7.2.3.1 Semiótica verbal (oralidad) [20]

 

8 La semiótica como metodología

8.1 Introducción

8.2 El rigor en las operaciones de la metodología semiótica

8.3 Operaciones y no modelos

8.4 La base materialista de la semiótica como metodología

8.5 El enfoque constructivista de la semiótica como metodología

8.6 Los mundos semióticos posibles

8.7 El enfoque cognitivo de la semiótica como metodología

8.8 La investigación con metodología semiótica

8.9 La semiótica como metodología y epistemología

8.10 La metodología y el análisis histórico del cambio semiótico [21]

II Semiótica simbólica…………………………………………..140-177

9 Claves epistemológicas y operaciones metodológicas elementales

9.1 Michel Foucault. Reinterpretación a partir de “La arqueología del saber”

9.2 Manual operativo; para la construcción de "Definiciones Contextuales" y "Redes Contrastantes"

9.2.1 Introducción

9.2.2 Supuestos y disciplinas

9.2.3 Operaciones analíticas

9.2.3.1 La normalización

9.2.3.2 La segmentación

9.2.3.3 Las definiciones contextuales

9.2.3.4 Ejes conceptuales, redes secuenciales y contrastativas

9.2.4. Anexo

9.2.4.1 Normalización

9.2.4.2 Segmentación

9.2.4.3 Definiciones contextuales

9.2.4.4 Redes y ejes

Notas

10 Los Mundos Semióticos Posibles, en la investigación social

10.1 Introducción

10.2 Hacia un principio de formalización de los MSPs

10.2.1 Caracterización general de la forma lógica de un sistema de mundos semióticos posibles

10.2.2 Operaciones sintácticas elementales y necesarias para la formación de conjuntos de modelos pertenecientes a un sistema de mundos semióticos posibles

10.2.3 Operaciones semánticas elementales y necesarias para la interpretación de conjuntos de modelos pertenecientes a un sistema de mundos semióticos posibles

Notas

10.3 Los Mundos Semióticos Posibles de “la muerte” en J. R. Jiménez y en J. Gelman

10.3.1 Etapa 1: Normalización+segmentación

10.3.2 Etapa 2: Construcción de definiciones contextuales

10.3.3 Etapa 3

10.3.3.1 Diseño de redes contrastantes

10.3.3.2 Aproximación a un análisis contrastante

Notas

III Semiótica icónica……………………………………………….178-268

11 La(s) semiótica(s) de la imagen visual

11.1 Introducción [22] [23]

11.2 Identificación

11.2.1 Imagen material visual plástica

11.2.2 Imagen material visual figurativa

11.2.3 Imagen material visual conceptual

11.2.4 Imagen material visual por combinación de las anteriores

11.3 Reconocimiento

11.3.1 Propuestas perceptuales normadas o conceptuales: atractor simbólico

11.3.2 Propuestas perceptuales existenciales o figurativas: atractor existencial

11.3.3 Propuestas perceptuales cualitativas o plásticas: atractor abstractivo [24] [25] [26] [27]

11.4 Interpretación

11.4.1 Mostración de carencia, en la semiótica plástica

11.4.2 Mostración de semejanza/diferencia, en la semiótica figurativa

11.4.3 Mostración del lugar en un sistema, en la semiótica conceptual

Notas

12 Operaciones semióticas en el análisis de las historietas

12.1 El análisis metasemiótico de las imágenes gráficas

12.2 Operaciones fundamentales de una metasemiótica de la imagen visual

12.3 Las imágenes (caricaturas) de las historietas [28] [29] [30] [31]

Notas

13 La abducción en la interpretación de las imágenes visuales

13.1 Mundos Semióticos Posibles [32] [33] [34]

13.2 Del percepto a la interpretación

13.3 El silogismo de la abducción

13.4 Hacia la explicación de la interpretación pretendida

14 La recuperación de la memoria visual

14.1 La especificidad de lo visual

14.2 Operaciones semióticas utilizables

14.3 Primera operación: la descripción verbal de las imágenes visuales [35] [36]

14.4 Segunda operación: dibujar las imágenes de las que se habla

14.5 Tercera operación: identificar el atractor a partir de marcas [37] [38]

14.6 Cuarta operación: identificar al atractor a partir de manchas [39]

14.7 Cinco nuevas operaciones: identificar al atractor a partir de imágenes deterioradas [40] [41] [42] [43] [44] [45]

14.8 Décima operación: identificar al atractor a partir de los estudios sobre las Agnosias Visuales [46] [47] [48]

14.9 Undécima operación: identificar al atractor modificando imágenes supuestamente incorrectas [49] [50]

14.10 Duodécima operación: destruir el humor visual [51]

14.11 Lo inconcluso

15 Semántica visual de las imágenes simbólicas

15.1 Preguntas de base y las tres semióticas [52] [53] [54]

15.2 Lo que se muestra y cómo se lo muestra

15.3 Qué muestran las imágenes simbólicas y cómo lo muestran

15.4 Recuperar el sistema al que pertenecen las reglas que construyen el sentido

15.5 Intervalo

15.6 Aquello que podemos denominar "elementos estrictamente simbólicos"

15.7 Necesidad de una sintaxis, al menos virtual

15.8 Las reglas del sistema de las imágenes simbólicas

15.9 Conclusión

Notas

16 Lo que explica la semántica visual

16.1 Prolegómeno

16.2 ¿Qué se entiende por “semántica visual”?

16.3 Tres semánticas visuales, una para cada operación cognitiva diferente [55] [56] [57] [58]

16.3.1 Semántica de la imagen plástica

16.3.2 Semántica de la imagen figurativa

16.3.3 Semántica de la imagen conceptual

16.4 Un aspecto complementario de la semántica visual: las incrustaciones [59] [60] [61]

16.5 Anexo: los tres problemas básicos de la semántica visual (Resumen)

17 Los Mundos Semióticos Posibles de las imágenes visuales

17.1 Introducción

17.1.1 Advertencias preliminares

17.1.2 Una problemática abierta [62] [63] [64] [65]

17.1.3 Los MSPs como campo y estructura de la semiótica visual [66] [67] [68] [69] [70a] [70b] [71] [72]

17.2 Tres hipótesis básicas

17.2.1 Primera hipótesis: Instrumental

17.2.2 Segunda hipótesis: Diferencial

17.2.3 Tercera hipótesis: Interpretacional

17.3 Identificación de las operaciones elementales de una semántica visual

17.4 La metodología semiótica en la explicación de la interpretación de las imágenes visuales

18 Iconopoiesis o la eficacia de la forma

18.1 Introducción a la Iconopoiesis [73]

18.2 El análisis de la eficacia semiótica de la forma

18.2.1 Eficacia semiótica por interpretación de las imágenes predominantemente cualitativas [74]

18.2.2 Eficacia semiótica por interpretación de las imágenes predominantemente identificatorias [75]

18.2.3 Eficacia semiótica por interpretación de las imágenes predominante y convencionalmente simbólicas [76]

IV Semiótica indicial……………………………………………….269-326

19 Hacia una semiótica indicial. Acerca de la interpretación de los objetos y los comportamientos

19.1 Hacia una semiótica indicial

19.1.1 La interpretación de la semiosis sustituyente en la semiótica indicial. Su diferencia respecto a la semiótica verbal

19.1.2 Exploración del objeto en el museo, como introducción a una semiótica indicial

19.1.3 Más sobre el objeto en el museo; más sobre semiótica indicial

19.1.4 Una primera aproximación al interpretante del objeto en el museo: el visitante

19.1.5 La contraposición de los mundos semióticos posibles del curador y del visitante

19.1.6 La "puesta en escena" de objetos y comportamientos

19.1.7 La semiótica como proceso de transformación y la asistematicidad peirceana en la caracterización del índice.

19.1.8 Cómo se define y acota un contexto

19.1.9 Primer esquema peirceano del signo indicial

19.1.10 El primer componente del signo indicial: la relación que establece con su objeto

19.1.11 El segundo componente del signo indicial: su eficacia en la construcción de su objeto o fundamento

19.1.12 Hacia el tercer componente del signo indicial: sobre texto, discurso, productor e interpretante

19.1.13 Más sobre el tercer componente del signo indicial: la concurrencia de los interpretantes productor e intérprete en el interpretante comunicativo

19.1.14 Las operaciones cognitivas en la producción y la interpretación del significado

19.1.15 Signo indicial y ejemplos

19.1.16 Estereotipos e identikits

19.1.17 Los índices por relación de contigüidad y los índices por relación de sustitución

19.1.18 Volviendo sobre el análisis contextual/1

19.1.19 Volviendo sobre el análisis contextual/2

19.1.20 Búsqueda del contexto más semejante, frente al cual la diferencia establece lo discreto

19.1.21 Semiótica indicial: ratificación y ejemplificación

19.1.22 Semiótica indicial: contexto, configuración y disposición

19.1.23 Semiótica indicial: sobre los modos de disposición

19.1.24 Semiótica indicial: de la escultura al juguete [77a] [77b] [78]

19.1.25 Semiótica indicial: el registro de los objetos del museo y la Semiótica Indicial

19.1.26 Semiótica indicial: concepto y variantes del Signo Indicial [79] [80]

19.2. Algunos textos complementarios

19.2.27 Semiosis sustituyente, semiosis sustituida y significación. Aproximación al tema de la semiótica indicial

19.2.28 La falacia del lenguaje verbal como modelo necesario de toda semiosis sustituyente

19.2.29 Desarrollos peirceanos: Semiosis sustituyente-semiosis sustituida-objeto semiótico

19.2.30 Desarrollos peirceanos: el interpretante comunicativo

19.2.31 El conocimiento semiótico

19.2.32 Sobre los mundos semióticos posibles/1

19.2.33 Sobre los mundos semióticos posibles/2

19.2.34 Sobre los mundos semióticos posibles/3

20 La(s) semiótica(s) indicial(es) a partir de Ch. S. Peirce o cómo hacer signos con cosas

20.1 Los 10 signos de Charles S. Peirce, en la génesis de la(s) semiótica(s) indicial(es)

20.1.1 Para una semiótica indicial

20.2 Variables semiótica intervinientes en los signos indiciales [81]

V. En qué tiene que cambiar la semiótica…………………………..327-347

21 La semiótica de los bordes

22 La humanidad, la facultad semiótica y la historia del entorno [82]

23 Hacia una nueva historia de los sistemas semióticos [83] [84] [85]

24 Semiótica: su rigor y su interdisciplinariedad

24.1 Preguntar y responder desde la semiótica

24.2 La facultad semiótica y la construcción del entorno

VI. Referencias bibliográficas………………………………………348-356




ÍNDICE DE LÁMINAS

 

1.8.3 [1] Pensamiento-Semiosis-Mundo

2.1.6 [2] Historia de los sistemas semióticos I

6.1 [3] Estructura triádica peirceana

6.1 [4] Cuadro de los 9 signos de Peirce

6.2.10 [5] Esquema ejemplificativo

6.3.1 [6] Preguntas exploratorias a los 9 signos, para organizar una investigación

6.3.2 [7] Desarrollo instrumental-operativo del esquema de los 9 signos peirceanos

6.3.3.1 [8] Apertura en 27 signos; Peirce-Museo

6.3.3.2 [9] Apertura en 27 signos; Peirce-Arquitectura

6.3.3.3 [10] Apertura en 27 signos; Peirce-Cementerio

6.3.3.4 [11] Apertura en 27 signos; Peirce-Derecho

6.4 [12] Relaciones generadoras de los 10 signos peirceanos

6.4.3 [13] Los 10 signos peirceanos en la génesis de las semióticas particulares

6.4.3 [14] Para una semiótica icónica

6.4.3 [15] Para una semiótica indicial

6.4.3 [16] Para una semiótica simbólica

7.1 [17] El signo triádico peirceano para una semiótica general

7.2.1.1 [18] Semiótica icónica (visual) desde el signo triádico

7.2.2 [19] Semiótica indicial desde el signo triádico

7.2.3.1 [20] Semiótica simbólica (verbal) desde el signo triádico

8.10 [21] Historia de los sistemas semióticos II

11.1 [22] Semiótica visual: 9 canales trabajando en paralelo

11.2 [23] Rotación de imágenes mentales, según Shepard y Metzler

11.3.3 [24] Semiótica simbólica; Mijksenaar Paul & Piet Westendorf, 1999

11.3.3 [25] Semiótica figurativa; Richard Estes, Avenue of the Americas at Spring Street, 1998

11.3.3 [26] Semiótica plástica (y simbólica); Antoni Tàpies, Taula negra, 1966

11.3.3 [27] Semiótica plástica; Lásló Péri, Térkonstrukció 16, 1922

12.3 [28] Quino I

12.3 [29] Marcas y entidades

12.3 [30] Caloi I

12.3 [31] Caloi I; descomposición en marcas y atractores

13.1 [32] Imagen figurativa; en Azorín (1966); fot. 12 de Miguel Buñuel

13.1 [33] Imagen simbólica; en Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999); p. 110

13.1 [34] Imagen cualitativa; Maarten Beks (1929). Nest-building

14.3 [35] La crucifixión; en Saramago, José (1998; p. 10)

14.3 [36] Texto; Saramago, José (1998; p. 11)

14.5 [37] Marca I

14.5 [38] Atractores 1, 2, 3, 4, 5 y 6

14.6 [39] Las 10 imágenes del test de Rorschach

14.7 [40] Ririfleur.centerblog.net

14.7 [41] Beever, Julian. 1998

14.7 [42] Ejes; Marr, David, 1980: 299

14.7 [43] Hoffman, D. D., 1998: 116

14.7 [44] Contornos de oclusión: Marr, David. 1982: 217

14.7 [45] Identikit

14.8 [46] Agnosia visual: Farah, M. J. (1995) 1 y 2

14.8 [47] Rompecabezas. Huevo 1 y 2

14.8 [48] Iconopoiesis 1 - “¿Como se usa esto?”; en Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999)

14.8 [48bis] Iconopoiesis 2 - “Así”; en Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999)

14.9 [49] Ernst, Bruno (1992)

14.9 [50] Marcel Duchamp. 1916; en Mink, Janis (2002)

14.10 [51] Quino II

15.1 [52] Imagen cualitativa: Ron Van Der Werf: Sin título (1958)

15.1 [53] Imagen figurativa: Frida Kahlo hacia 1938/39. Fotografía de Nicholas Murray

15.1 [54] Imagen simbólica: Fragmento de contratapa Open here. The Art of Instructional Design.Paul Mijksenaar & Piet Westendorp. 1999

16.3 [55] Imagen material visual plástica: Jackson Pollock: Male and Female (1942)

16.3 [56] Imagen material visual figurativa: Vincent Van Gogh: Paysanne (1888)

16.3 [57] Imagen material visual conceptual: Otto Neurath; Isotipos – desde 1924

16.3 [58] Imagen material visual conceptual: Marfiles de San Millán de la Cogolla, 1068

16.4 [59] Incrustaciones: imágenes plásticas en imágenes figurativas; El Greco: San Pablo, 1610-1614.

16.4 [60] Incrustaciones: imágenes figurativas en imágenes simbólicas; – American Airlines, 1990

16.4 [61] Incrustaciones: imágenes simbólicas en imágenes figurativas; Raoul Dufy: Paris 14 Juillet (1912)

17.1.2 [62] Página/12. Woody Allen

17.1.2 [63] Archimboldo. El otoño, 1573

17.1.2 [64] Sandro del Prete. La ventana de enfrente, 1987

17.1.2 [65] Estereograma – Gatic S.A. –Clarín, Viva; 22-01-1995

17.1.3 [66] Dallenbach; Marca 1

17.1.3 [67] Biederman, Irving; Marca 2

17.1.3 [68] Dallenbach; Atractor 1

17.1.3 [69] Biederman, Irving; Atractor 2

17.1.3 [70a] Andy Warhol

17.1.3 [70b] Quino III

17.1.3 [71] Simetría entre MSPs Textuales y MSPs Interpretacionales

17.1.3 [72] Alternatividad entre MSP textuales y MSPs Interpretacionales

18.1 [73] Esquema: Iconopoiesis

18.2.1 [74] Iconopoiesis de imagen predominantemente cualitativa: Elizabeth Murray, Her Story, 1984

18.2.2 [75] Iconopoiesis de imagen predominantemente figurativa: Duane Hanson, Woman with Dog, 1977

18.2.3 [76] Iconopoiesis de imagen predominantemente simbólica (6 variantes)

19.1.24 [77a] Don Íñigo, primer conde de Tendilla - 1479

19.1.24 [77b] Moore, Henry (1954)

19.1.24 [78] Tatlin, Vladimir (1920)

19.1.26 [79] Esquema (I) a partir del signo indicial peirceano

19.1.26 [80] Esquema (II) a partir del signo indicial peirceanos

20.2 [81] Variables semióticas intervinientes en los signos indiciales

22 [82] Semiosis, Percepción, Interpretación (su recurrencia)

23 [83] Historia de los sistemas semióticos III

23 [84] Vincent van Gogh. Noche estrellada. 1889

23 [85] Funcionamiento histórico de cada Semiosis con su Borde (1) y su Borde (2)

 

Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ Ξ

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

I

 SEMIÓTICA GENERAL

 


1 CONCEPTO DE SEMIÓTICA

1.1 Concepto

Entiendo por “semiótica”, como disciplina,

un conjunto de conceptos y operaciones

destinado a explicar

cómo y por qué un determinado fenómeno

adquiere, en una determinada sociedad

y en un determinado momento histórico de tal sociedad,

una determinada significación

y

cuál sea ésta,

cómo se la comunica

y cuáles sean sus posibilidades de transformación.

La intención inicial de este enunciado es proporcionar, a quien se acerque a nuestra disciplina, una perspectiva a la vez amplia y operativa. En este sentido, considero que, a partir del concepto propuesto, la perspectiva amplia puede asentarse en la propuesta de estudiar la significación de un fenómeno social y la perspectiva operativa en la de explicar esa significación.

Así pues, la semiótica puede interesarle a los estudiosos e investigadores de los fenómenos sociales, en la medida en que buscan explicar la significación socialmente atribuida a tales fenómenos y en la medida en que enfocan esta búsqueda de un modo riguroso, que justifique las conclusiones a las que lleguen, y no de un modo intuitivo, que se comprende pero cuya razón de ser se desconoce o sin que se pueda establecer por qué se considera que es ésa significación (o, mas bien, conjunto de significaciones) la que corresponde atribuirle a tal fenómeno y no cualquier otra.

Por tanto, el abogado, el sociólogo, el psicólogo, el historiador, el licenciado en letras, el crítico de arte, el lingüista, el antropólogo, el geógrafo, el arqueólogo, el licenciado en turismo, el economista, el filósofo, el terminólogo y el traductor, el epistemólogo, el bibliotecario, el publicitario, el comunicador, el arquitecto, el museólogo, el politicólogo, el licenciado en ciencias de la salud, el demógrafo, el pedagogo y tantos otros, en el ámbito de las ciencias sociales, necesitan de la semiótica como instrumento estructurador para la consistencia y el rigor de sus estudios e investigaciones.

Esto se basa en que todos ellos tienen como objeto de conocimiento de sus respectivas disciplinas a otros tantos objetos semióticos, o sea, a fenómenos sociales que ya (sin que sea imaginable un momento previo en que todavía no) tienen atribuido (pacíficamente o no) un conjunto dinámico de significados, cambiantes con el tiempo y la cultura.

Todos ellos, por tanto, son usuarios potenciales de la semiótica, en la  medida en que sepan que la semiótica puede proporcionarles las operaciones necesarias para elaborar una explicación básica de la significación (plural, contradictoria, competitiva) que posee, en un momento dado de una sociedad determinada, el concreto fenómeno que están estudiando, y en la medida en que nosotros, los estudiosos de la semiótica, que pretendemos elaborar y proponer las operaciones analíticas pertinentes, no los defraudemos.

También los objetos de conocimiento de las ciencias naturales (dejemos al margen, por el momento, el tema de si esta dicotomía es o no pertinente, si bien anticipo que considero que no) son otros tantos objetos semióticos y, por tanto, también en ese dominio la semiótica tiene utilidad. El problema es epistemológico y relativo a las características del proceso de producción de los correspondientes conocimientos y sugiero tratarlo en otra oportunidad; pero quede ya planteado.

Al enunciar, inicialmente, el concepto de “semiótica”, aclaré que me refería a la semiótica “en cuanto disciplina”. Esto quiere decir que lo diferencio del concepto de “semiótica en cuanto facultad” y así voy a trabajarlos en este texto. Para dejar aclaradas ambas direcciones esbozo este último concepto:

Entiendo por “semiótica”, en cuanto facultad,
 la capacidad cognitiva de que dispone la humanidad
para la producción de todas las clases de signos: icónicos, indiciales y simbólicos,
 
con los que da existencia ontológica a su humanidad

(ver, más adelante, en el Glosario, “Lenguaje/Facultad semiótica”).

1.2 Signos y Objetos Semióticos. Ciencia o metodología

La que propuse como primera característica: entender por semiótica un conjunto de conceptos y operaciones, no supone la identificación de dos universos diferentes, sino su compenetración de modo tal que los conceptos que se definan como pertinentes a la semiótica serán aquellos que permitan comprender el funcionamiento de las operaciones que constituyen su finalidad específica y aplicarlas. Conceptos y operaciones interactúan en el proceso cognitivo que identifica a la semiótica: desarrollar procedimientos analíticos y reconstructivos que permitan llegar a enunciar explicaciones relativas a la producción e interpretación del significado de los fenómenos sociales. Estos conceptos y operaciones integran un conjunto que, en definitiva, se constituye en un método de investigación.

Al afirmar esto, tiendo a rechazar la concepción de la semiótica como una ciencia. Creo que, para ello, hay un argumento importante: no puede admitirse que sea una ciencia por el especial carácter del que sería su objeto de conocimiento: el signo. Desde la perspectiva peirceana (a la que sigo, sin aceptaciones dogmáticas; por ejemplo, al no compartir que la semiótica sea una ciencia o, como dice en otro momento, una doctrina), todo es signo. Es muy rico el concepto de “semiosis ilimitada” que esto último implica, tanto (1) en lo relativo a la recurrencia semiotizante de cada una de las partes del signo, que las constituye a su vez en signos, y a las partes de estos nuevos signos, a su vez, en signos (o sea, de 3 partes de un primer signo se pasa a 9, de éstas a 27, de éstas a 81, y así sucesiva y, al menos desde una perspectiva teórica, interminablemente1, como (2) en la productividad del signo en la mente de cada interpretante2 (que no lo percibe desde alguna exterioridad como un incidental espectador, sino como parte constitutiva del signo que no está completo sin él), en la cual, a partir del signo propuesto “se crea un nuevo signo” y así, para cada uno de los posibles interpretantes, en la autorreflexión y/o en la comunicación, continúa transformándose indefinida y creativamente aquel signo inicial, que ya no es uno sino tantos como interpretantes lleguen a incorporarlo. Pero, si todo es signo, el signo no puede ser objeto de conocimiento científico, ya que no tiene otro objeto de conocimiento del cual diferenciarse (o al que utilizar dialécticamente como definiens).

Pero, efectivamente, ¿todo es signo? La significación es un constructo de la humanidad y todo cuanto somos capaces de ver lo vemos porque significa y del modo como significa; y de aquí uno pasa a decir que todo es signo (transformación, desde las investigaciones cognitivas del entorno en mundo, como establecimiento de la identidad de todo organismo; Francisco Varela, 1992). Pero, ¿que algo signifique quiere decir que por eso ya es un signo?

En principio, podríamos decir que todo lo que vemos (o sea, percibimos, conocemos, sentimos, intuimos, soñamos, etc.) lo vemos porque está semiotizado (o sea, porque ha sido el referente de un, al menos, enunciado semiótico: icónico, indicial, simbólico y/o sus combinaciones posibles). Al admitir que efectivamente se requiere un proceso de semiotización como condición necesaria que hace posible la identificación de las entidades de nuestro entorno, se está admitiendo que existen dos clases de objetos: los que semiotizan y los semiotizados. En otros términos: los signos y los objetos semióticos. Pero los objetos semióticos no son signos; al menos mientras los manipulamos como tales, sin que nada impida que, modificando las circunstancias de su forma de hacerse presentes (pasando de ser referentes a estar exhibidos en representación de otros; ver, en la semiótica indicial, “Como hacer signos con cosas”), puedan pasar a comportarse como signos. Los objetos semióticos reciben ese nombre para indicar que ya están semiotizados. Un foucaultiano diría que ya han sido dichos desde algún discurso; creo preferible, para aprovechar el aporte de Foucault evitando la interferencia, que él consiente, de la lingüística, decir que ya han sido construidos desde alguna semiosis sustituyente: que puede ser no sólo verbal (o sea, simbólica), sino también visual (o sea, icónica), comportamental (o sea, indicial), etc. Respecto de aquellos objetos que no están semiotizados, no es que no existan (no planteo la duda óntica de si acaso nuestro entorno no será “el sueño de un loco en un rincón de un manicomio”); lo que ocurre es que no podemos verlos (o sea, percibirlos, conocerlos, sentirlos, intuirlos, soñarlos, etc.), ya que no tienen identidad (en cuanto posibilidad de reconocimiento mediante su significado), es decir, carecen de existencia ontológica, para nosotros.

Así pues, considero que la distinción entre signo y objeto semiótico es importante para conferir y mantener el rigor y la eficacia de la metodología semiótica. Pero es una diferencia coyuntural y no sustancial, ya que lo que en un momento es signo en otro puede pasar a ser objeto semiótico y viceversa. Del mismo modo que, para el enfoque semiótico, nada es definitivamente icónico o indicial o simbólico (una pintura clásica: el Erasmo de Holbein, por ejemplo, es un icono en la medida en que propone una representación de la apariencia física de ese admirable humanista y no sólo por esto; es un índice para el trabajador que tiene que colgarlo de una pared o para el curador que tiene que decidir junto a qué otros cuadros o puerta o esquina o panel conviene situarlo y no sólo para estos; y es un símbolo para el marchand que lo mira codicioso y también para otras múltiples miradas)3. Quienes se acercan al conocimiento riguroso (o científico) con la esperanza (positivista) de pisar un suelo definitivamente firme, acostumbran criticar esta movilidad de los conceptos semióticos y los señalan como una prueba de su inconsistencia. Considero, por el contrario, que esa movilidad acredita el enraizamiento cognitivo de la semiótica, la capacidad que tiene nuestra disciplina para dar cuenta de las operaciones mentales que intervienen en la producción y el cambio del significado de determinado fenómeno, sin necesidad de modificar sus conceptos básicos ni sus operaciones analíticas.

Pero volviendo a la distinción entre signo y objeto semiótico, creo que el criterio para establecerla pasa por una visión generativa (no en sentido causalista). Para que algo llegue a ser un objeto semiótico, es necesario que un signo (debidamente contextualizado) lo enuncie, lo que no ocurre procesualmente sino de modo simultáneo o en paralelo. Entonces, algo será signo cuando interviene como enunciador que semantiza a algo diferente a sí mismo. Y algo será objeto semiótico cuando ha recibido su significado de algo diferente a sí mismo (lo que ocurre con todo lo que estamos en condiciones de percibir; incluido el signo, sólo que en tal caso la operación habrá de designarse como "metasemiótica"). Dicho de modo más simple: lo que enuncia es un signo y lo que resulta enunciado es un objeto semiótico. O también (entendiendo dinámicamente y no en su posibilidad especular al término "sustitución"), la semiosis sustituyente está constituida por signos y la semiosis sustituida está constituida por objetos semióticos. Obsérvese: este texto es una semiosis sustituyente (está constituido por signos) y el problema al que se refiere (eso de lo que habla) es una semiosis sustituida (la forma en que queda construido el problema del que se habla, por el modo como se lo dice, lo constituye en objeto semiótico). Pero cuando alguien responde y comenta lo que aquí se dice, su texto es la semiosis sustituyente (en cuanto está constituido por signos) y este texto, que he llegado a escribir y que recibe un nuevo significado a partir del nuevo texto dicho por el otro, es una semiosis sustituida (en cuanto resulta construido como objeto semiótico).4

Entonces, si, por ejemplo, puede establecerse respecto de un determinado constructo físico que, para un sujeto determinado (o para una comunidad determinada de sujetos) consiste en “un ámbito donde transcurre la vida familiar” (siendo ése uno de sus significados, entre otras muchas posibilidades), y de otro determinado constructo físico que consiste en “un lugar donde se administra justicia” (siendo ése su significado predominante), etc., ello será así porque, ese sujeto o esa comunidad, han sino intérpretes de algún texto (icónico, indicial o simbólico; o, mejor, de multitud de textos de esas características y su posible combinatoria) que así lo propone; por tanto, una casa o el edificio de tribunales son objetos semióticos y la respuesta del o de los entrevistados, o lo escrito en el o en los libros, o lo visto en tal o cual imagen o film, es lo que utiliza los signos mediante los que la casa adquiere el significado de representar a la vida familiar y el palacio de tribunales el significado de representar a la justicia. Pero si, de pronto, nos encontramos ante una casa concreta, con sus corredores y piezas y puertas y cocina y dormitorios y baños, y sus colores en las paredes y juguetes en el suelo y olores en el aire, etc., podemos preguntarnos acerca de qué clase de vida familiar está representando (construyendo) esa casa y, entonces, la casa es un signo (en rigor, un discurso o contexto de signos) o una semiosis sustituyente y la vida familiar es el objeto semiótico o la semiosis sustituida. Mutatis mutandis, lo mismo sirve para el edificio de tribunales; por eso, por lo general, se busca que sea un edificio de cierta solemnidad arquitectónica, para construir un significado solemne de la justicia; sin perder de vista que la “solemnidad” arquitectónica también es un objeto semiótico que se construye con recursos de la semiosis (sustituyente) de la arquitectura de determinada sociedad, época histórica y escuela arquitectónica, de un modo en el diseño y de otro modo en la obra, los que así se constituyen en otros tantos signos o semiosis sustituyentes y sus objetos semióticos correspondientes.

Pero lo anterior no da lugar a la posible identificación de los dos objetos de conocimiento, adecuadamente diferenciados: por un lado los signos y por otro los objetos semióticos. En ambos casos estamos en presencia de signos, pero que, en los diferentes momentos en que son interpretados, cumplen funciones semióticas diferentes; en un sentido próximo al de L. Hjelmslev cuando optaba por hablar de “función semiótica” y no de “signo” (1971/1966: 49). Cuando los denominamos "signos", atendemos a su eficacia para producir lo que denominamos "objetos semióticos"; cuando los denominamos "objetos semióticos" atendemos al resultado de esa eficacia productora; pero, en ambos casos, se trata de signos. Por eso, un objeto semiótico puede cumplir una función de signo, cuando produce la identificación de otros objetos semióticos; y un signo puede ser considerado como objeto semiótico, cuando atendemos al signo que lo ha producido. Con lo cual, tampoco aquí tenemos un criterio suficiente para admitir que exista una ciencia de la semiótica.

Esto hace que esta interdependencia entre signo y objeto semiótico, esta necesariedad del vínculo, lleve a excluir la posibilidad de que tengamos dos objetos suficientemente diferenciados como para poder hablar de ciencia al referirnos a la semiótica o si estamos más bien ante dos funciones del mismo objeto, lo que cerraría el universo conceptual sin la alteridad necesaria para constituirse en ciencia. Para mí, con la provisionalidad de todo pensamiento que se asume críticamente, lo específico es concebir a la semiótica como metodología rigurosa; reconociendo la validez de quienes prefieran explorarla, utilizarla y construirla como ciencia. El rigor metodológico de la semiótica es lo que permite su utilización para explicar la relación entre determinada enunciación y la capacidad de tal enunciación en construir la calidad ontológica específica de determinado fenómeno social que resultará ser, por efecto de dicha enunciación, un fenómeno jurídico, político, estético, clínico, matemático, astronómico, etc. La semiótica en cuanto disciplina interviene explicando el proceso de producción del significado de toda y de cualquier enunciación; pero la semiótica carece de significado propio, siendo un mero instrumento para explicar los significados de todas las entidades cognoscibles; lo cual también constituye un significado (instrumental) que le confiere su específica existencia ontológica. Éste es el razonamiento que me lleva a concebirla, exclusivamente, como metodología.

Al hablar, en el concepto inicial, de “conjunto de conceptos y operaciones” tampoco pretendo referirme a un conjunto de conocimientos finales, en cuanto verdades, ni sustanciales ni procedimentales, alcanzadas mediante, en este caso, la semiótica, y que así planteados tendrían una pretensión universal de validez, en completa oposición con lo que los propios análisis semióticos pueden evidenciar. Con ello aludo a los conocimientos previos que se requieren para poder llegar a formular los criterios metodológicos en que se fundamentan las operaciones pertinentes al método semiótico, conocimientos también provisionales, como lo son las mismas operaciones que la disciplina semiótica utiliza en un determinado momento.

Desde esta perspectiva, una metodología necesita estar apoyada en un conjunto de conceptos bien (pero siempre provisionalmente) fundamentados. Por ejemplo, entre otros muchos, será necesario disponer de conocimientos acerca del concepto de “signo”, de “representación”, de “enunciado”, de “valor” (éste último como designación genérica de la significación dialécticamente contrastada con los demás signos del mismo sistema, ya sea en su aspecto sintáctico [ser un sustantivo masculino es un significado metalingüístico posible de “sillón”], ya sea en lo relativo a la semántica [la calidad de mueble con peculiares características que se proyecta como el referente de “sillón”] y, en cada caso, recuperada por el análisis del uso); así mismo se requiere disponer de un concepto operativo y empírico de “contexto” (evitando, en las semióticas de la imagen visual o de la imagen musical o de la imagen del sabor o de la imagen del comportamiento, etc., la connotación estrictamente lingüística [su linealidad, por ejemplo] y buscando identificar las características pertinentes a la calidad de cada contexto [por ejemplo, las cuatro dimensiones: lineal, superficial, volumétrica y temporal que intervienen en la configuración del contexto del comportamiento como signo]); y, como dije, de muchos otros términos, algunos de los cuales esbozo en el “Glosario”, en la segunda parte de este trabajo. O sea, hay conceptos que adquieren un específico significado en el ámbito de la semiótica y que son fundamentales para establecer la eficacia metodológica de las operaciones que constituyen la especificidad de la semiótica. Considero, por el contrario, que no existen conceptos que permitan identificar a la semiótica como una entidad autoconsistente en el universo de los fenómenos sociales; la semiótica adquiere, en cada caso, la calidad ontológica del fenómeno cuya significación pretende explicar. Ello es coherente con la posición asumida en el punto anterior, acerca de considerar a la disciplina semiótica como una metodología de investigación en ciencias sociales.

Y aquí una acotación netamente dialéctica: tan provisionales considero a esos conceptos y a esas operaciones que cimientan y dinamizan, respectivamente, a la semiótica, que les atribuyo el destino de llegar a provocar su propia desaparición; de agotar, al aplicarla, su propia potencia explicativa, ya que sus éxitos van demarcando sus propios límites, o sea, aquello de lo que no puede dar cuenta, pero que no hubiera podido llegar a conocerse (en cuanto límite) más que después de haber intervenido y gracias a la aplicación de la propia semiótica. En definitiva, los semiólogos, si cumplimos adecuadamente con nuestra tarea, seremos quienes acabaremos con la semiótica: aplicándola, usándola, mostrando su eficacia, ya que todo ello conducirá a tomar conciencia de sus límites, a saber dónde no resultará aplicable, dónde se mostrará ineficaz, qué pregunta no podrá responder (lo que hoy no es ni siquiera imaginable porque no sabemos todavía que tal pregunta exista o que sea formulable), pero que sólo como resultado de su propia práctica, de su efectiva aplicación, podrá llegar a conocerse ese desconocimiento que la semiótica habrá producido pero que no podrá resolver (Magariños de Morentin, en prensa). En definitiva: el destino de la semiótica es dar a conocer un desconocimiento que ella misma ya no puede resolver. Y de ello surgirá un nuevo conocimiento, una nueva forma de operar que resuelva esa limitación que, sin que se supiera antes de usarla, contenía la semiótica: el conocimiento de su propia negatividad, con la que se construirá una nueva metodología; para que, en definitiva, ese nuevo conocimiento ingrese, también, en un nuevo proceso de agotamiento respecto de esas nuevas respuestas que mostrarán otras preguntas que, a su vez, quedarán sin resolver, y así indefinidamente, construyéndose de este modo la superación histórica (no necesariamente el progreso) como carácter constitutivo del conocimiento humano. 5

1.3 Hacia una teoría dinámica de los discursos sociales

Del concepto de semiótica que venimos analizando quisiera comentar, elementalmente, lo que considero que surge de las dos últimas proposiciones: “.../ cómo se la comunica (a la significación) / y cuáles sean sus posibilidades de transformación.”

En principio, la comunicación constituye el comportamiento (en cuanto proceso) en el que la significación adquiere su específica existencia y es, también, el comportamiento (asimismo, en cuanto proceso) en virtud del cual llega a perder su posibilidad de seguir existiendo en cuanto tal, por exigencia de su propia superación. Esto se puede comprender si se considera que el hecho de transformarse es una cualidad inherente a toda significación.

Tengo que aclarar que entiendo por existencia de la significación su circulación y vigencia (lo que nada tiene que ver con su verdad o falsedad), en el interior de un determinado grupo social.

Al incluir a la significación y al proceso de comunicación de tal significación en el concepto de semiótica, estoy afirmando que la semiótica deberá proporcionar las operaciones necesarias para identificar los modos según los cuales una determinada significación se propone, en un determinado enunciado, para la identificación de un determinado fenómeno social, ante los integrantes de determinada comunidad, circula entre ellos, y resulta interpretada por tales integrantes de ese determinado grupo social (que se constituye en tal en la medida en que concuerdan en compartir o debatir la vigencia de determinada significación) que así la aceptan como uno de los modos posibles de percibir la existencia del fenómeno en cuestión.

En esta circulación, la significación cambia. O sea, los sucesivos interpretantes, al construir nuevos signos, a partir de la interpretación de otros determinados signos, los modifican, de modo que el signo interpretado ya no es el mismo signo propuesto a la interpretación. Esto sugiere la necesidad, inherente a la semiótica, de la construcción de una teoría dinámica de los discursos sociales (en cuanto conjunto efectivamente existente de las construcciones semióticas que circulan en una sociedad).

Esta teoría sería dialéctica (como es dialéctica la propia existencia de la semiótica, según afirmé un poco antes), ya que la interpretación del significado va determinando relaciones de negación y síntesis, que constituyen un gradiente de distanciamiento del discurso inicial, hasta construir otro discurso en el que ya no son válidas las reglas según las cuales se construyó el primero. Estaríamos, en ese momento, ante una nueva semiosis o un nuevo lenguaje; se habrá producido una especie de "ruptura epistemológica" en la sucesión de discursos, lo que correlativamente habrá conducido a la construcción de un nuevo universo de objetos semióticos; o sea, si circula otra semiosis, se construye otro mundo. Y en esta transformación consiste el transcurso histórico, que se independiza del transcurso cronológico, de modo tal que el transcurso histórico puede manifestarse, también, en la coexistencia, en un momento determinado, entre las diferentes partes de una misma sociedad o grupo social, en el cual habría subpartes que habitarían tiempos históricos diferentes, pese a su contemporaneidad (cabría preguntarse, en el transcurso de nuestra cotidianeidad, qué momento histórico enfrentamos cada vez que abrimos una puerta.)

Para producir investigaciones encuadradas en tal teoría dinámica, capaz de dar cuenta de la dialéctica inherente a la existencia de los discursos sociales, la semiótica necesita disponer de determinadas operaciones fundamentales y rigurosas que muestren cómo se produce y cómo se transforma la significación del fenómeno social en estudio.

Como designaciones y descripciones tentativas de los conceptos correspondientes a tales operaciones, he propuesto los siguientes:

1/ atribución de un valor a una forma (significante o representamen6) como efecto del conjunto de las posibilidades de su integración contextual junto a otras formas (significantes o representámenes); construye el valor sintáctico de la forma de cada signo en cuanto pertenecientes a una determinada semiosis;

2/ sustitución entre, al menos, dos semiosis, una de ellas en función de sustituyente y la otra en función de sustituida; construye el valor semántico de las formas de los correspondientes signos pertenecientes a tales semiosis; valor semántico que nunca podría afirmarse de una única semiosis, sino de la interrelación diferencial entre la semiosis que sustituye y la sustituida; esto implica  aceptar que para que haya semántica tiene que haber, al menos, dos semiosis operativamente vinculadas en una relación de sustitución: en una se propone el signo y en la otra se configura el objeto semiótico;

3/ superación entre, al menos, dos pares de semiosis, de modo tal que una semiosis pierde capacidad de sustituir, o sea, de construir los significados de los fenómenos de determinado mundo (primer par: signos sin eficacia para generar objeto semióticos), en virtud de la entrada en vigencia de otra semiosis (que sustituye a la precedente) que construye otros significados de los fenómenos de un mundo que ya no es el precedente (segundo par: nuevos signos con eficacia para generar nuevos objetos semióticos); construye el valor pragmático de las formas de los correspondiente signos pertenecientes a las semiosis involucradas: en el proceso de la comunicación, construyen determinado significado y muestran su limitación para construir otros significados que se hacen posibles a partir del efectivamente construido.7

Considero que estas designaciones y estos esbozos de descripción de las correspondientes operaciones se corresponden con los procedimientos reiteradamente descritos por quienes han construido la teoría y la práctica de la semiótica; lo único que pretendo es sintetizar y abstraer el múltiple pensamiento y las múltiples aplicaciones de la semiótica, de modo que puedan ponerse a disposición de quienes se acercan a esta disciplina para conocer su estructura teórica y la dinámica de su aplicabilidad.

1.4 La base textual del significado. Producción e inferencia

Yo no me comunico en representación de la semiótica, lo que consideraría a la vez pretensioso y absurdo, sino tan sólo a título personal. En realidad, la semiótica, como cualquier ciencia, no existe al margen y con independencia de cada uno de los escritos que la van construyendo. Sólo desde un punto de vista político, en este caso el de la búsqueda del poder académico, puede alguien arrogarse o pretender ser el portavoz autorizado de la semiótica, lo que vendría a querer decir que todo lo que ese escritor dice es semiótica por el hecho de decirlo él. Esto viene a cuento, para aclarar que lo que yo pueda afirmar corre bajo mi exclusiva responsabilidad y que podrá o no ser compartido por otros semiólogos y podrá o no resultar útil para otros investigadores.

Desde esta perspectiva, me interesa comentar el alcance que le atribuyo al concepto de “significado”, por el hecho de considerar a la explicación (1) de su producción, (2) de la interpretación de sus características identificatorias y (3) del proceso de su transformación, los aspectos fundamentales de la tarea analítica que le asigno a la semiótica.

Considero que el término “significado” abarca la totalidad y cada uno de los aspectos posibles que pueden aparecer, como interpretación de determinado fenómeno, en la construcción del conocimiento (poético, científico o mítico) del mundo, tal como lo realiza determinada sociedad en determinado momento de su historia. O sea, uso “significado” como el conjunto de interpretaciones materializadas en determinados discursos, relativas a determinados fenómenos y vigentes en determinado momento de determinada sociedad, con lo que resulta admisible la pretensión de describir y explicar la producción del significado en esa determinada sociedad y momento.

La semiótica procura explicar la producción de esa(s) interpretación(es), siempre con la prudencia de acotar adecuadamente el campo de estudio o contexto en función del cual se considerará viable tal pretensión explicativa. El carácter fundamental que habrá de conferirle rigor al desarrollo que conduzca a la obtención de ese objetivo consiste en que dicha explicación se base en la textualidad de determinada(s) semiosis, o sea, en la materialidad de discursos no sólo verbales, sino también visuales, auditivos (musicales), gestuales, comportamentales, etc. vigentes (o sea, efectivamente en uso y, en diferente medida, aceptables) en determinada sociedad.

Aquí, “textualidad”, así como, en su oportunidad, “contextualidad”, son términos que se refieren a la materialidad existencialmente efectiva de tales semiosis sustituyentes y no al sistema (social, cultural, lingüístico o de la semiosis que corresponda), que siempre, al menos por definición, se considera virtual, en cuanto pura posibilidad. Con la expresión “posibilidad virtual del sistema” se entiende la posibilidad que tiene todo sistema de llegar a manifestarse (transformados sus tipos y relaciones en enunciados en los que se aplican las reglas que lo constituyen) mediante la producción de la correspondiente textualidad, en el proceso de producción de la comunicación (o producción de determinadas semiosis sustituyentes). Por ser esto así, es posible la recuperación de ese sistema virtual, mediante una inferencia que se obtiene invirtiendo el anterior proceso de producción de textualidad; inversión mediante la cual se accede a dicho sistema virtual e inversión en la que consiste tanto el proceso de interpretación como el de investigación, los cuales, a partir de la textualidad (o sea, a partir de la semiosis sustituyente efectivamente producida que se esté percibiendo), permiten inferir la virtualidad (de otro modo inaccesible) del sistema y, por tanto, permiten comprender y/o explicar la eficacia significativa resultante de la producción de dicha textualidad. Recuperar el sistema a partir de los textos que de él se derivaron permite conocer las posibilidades significativas de determinado sistema cognitivo tal como es compartido y diversificado en el interior de determinada comunidad (la cual se identifica por el hecho de poseerlo) y en ello consiste un importante aspecto de la eficacia que se le atribuye a la semiótica.

A la semiótica o, mejor, a los semiólogos corresponde la tarea de ir proponiendo los discursos en que se enuncien las operaciones necesarias, rigurosas y explícitamente definidas que sean eficaces para, a partir de los resultados que se obtengan al intervenir con ellas en las materialidades discursivas mencionadas, inferir el conjunto de operaciones mentales (en que lo individual, en cuanto eventual autoría, se especifica en lo social, en cuanto posibilidad de aparición de tal individualidad), disponibles en determinado momento de determinada sociedad, que han concurrido a la producción de aquellos discursos interpretativos que por hipótesis se ha supuesto que atribuyen significación al fenómeno en estudio (y aquí utilizo “significación” porque me refiero a la calidad de la existencia ontológica atribuida a determinado fenómeno; mientras que con “significado” me refiero a la interpretación de la textualización del concepto que determinados individuos de determinada comunidad atribuyen a un determinado fenómeno, como consecuencia de la interpretación de determinado enunciado que tiene a dicho fenómeno como referente; la “significación” lo es de un fenómeno, el “significado” lo es de un concepto).

El resultado, en caso de tener éxito, será conceptual o afectivo o emotivo o puramente cognitivo (etc.), pero, en cualquier caso, su determinación requerirá partir de concretas (y por supuesto, múltiples) materialidades discursivas, utilizar un conjunto de operaciones1 formalizadas (no necesariamente simbolizadas, pero sí explícitamente definidas) y, por su intermedio, demostrar qué operaciones2 mentales, provenientes de qué vigencia social (o sea, permitidas, exigidas o excluidas por determinado estado de las normas sociales), han dado lugar a los discursos que han construido el significado de los conceptos con los que se construye la significación de los fenómenos en estudio.

Es necesaria esta doble referencia diferencial a “operaciones”, ya que las primeras: operaciones1, son operaciones técnicas destinadas a intervenir analíticamente en los discursos sociales, perteneciendo, por tanto, al ámbito de la disciplina semiótica; mientras que las segundas: operaciones2, son las operaciones cerebrales-mentales de representación/interpretación que produjeron tales discursos, perteneciendo, por tanto, al ámbito filogenéticamente constituido de la facultad semiótica, y que, por hipótesis, pueden ser identificables y recuperables mediante aquellas operaciones técnicas.

1.5 Para ver hay que conocer

Acerca de esta inicial aproximación a las operaciones semióticas fundamentales (atribución, sustitución y superación), hay algunos aspectos que me gustaría comentar.

Uno de los que me interesan especialmente es el relativo a saber si las operaciones de atribución y de sustitución suponen que los valores y las formas preexisten a su puesta en relación. Me interesa porque tiene que ver con la perspectiva cognitivo-dialéctica desde la que, personalmente, oriento la investigación semiótica y, por tanto, su metodología.

En efecto, por una parte, no se pude partir de la nada (todo acto creativo es una diferencia respecto de algo que ya existía). Eso de lo que se parte consiste en la vigencia de determinados sistemas semióticos, en cuanto efectivamente utilizados para construir los respectivos discursos (simbólicos, indiciales y/o icónicos) con los cuales, determinado grupo social (definido a posteriori, por la constatación de tal vigencia y no por algún criterio apriorístico de “positivismo de secano” 8), en determinado momento, construye la significación de la totalidad de los fenómenos sociales (entre los cuales estará el fenómeno en estudio y, por tanto, el/los discurso/s correspondiente/s).

Así que, en un momento dado, todas las posibilidades de atribuir significación a un fenómeno están acotadas por las diversas e incluso contradictorias semiosis sociales (sistemas virtuales y discursos efectivos) vigentes en el grupo social en estudio. Hay una correspondencia entre sistema semiótico y significación de un fenómeno, mediada por el discurso (o semiosis sustituyente) que puede producir (o que puede provenir de) tal sistema y la significación que este discurso puede atribuir a tal fenómeno (o semiosis sustituida).

Hay que tener en cuenta que existe una etapa pre-discursiva (en cuanto todavía no significativa) que es fundamental en este conjunto de operaciones y que puede identificarse como la etapa de construcción del texto, en cuanto resultado, puramente sintáctico, de la combinatoria que permite(n) el(los) sistema(s) utilizable(s) por los miembros del grupo en cuestión. Quienes están leyendo este texto, por una parte lo identifican como resultado de una semiosis lingüística permitida por el sistema de la lengua (castellana), en cuanto conjunto de párrafos sintácticamente correctos; por otra, lo reconducen a un sistema de conceptos preexistente y buscan situar los efectos de sentido que tales párrafos van produciendo acerca de, en sustitución de, como expansión de, en contradicción con, otros conceptos preexistentes y poseídos por ellos (en función de lo cual, aceptan, modifican o rechazan los conceptos que estos párrafos proponen; todo ello, no de un modo procesual, como requiere el describirlo, sino con el sistema neuronal trabajando en paralelo).

Sólo mediante este conjunto de operaciones, el texto se transforma en discurso, al menos en el sentido que aquí les confiero a estos términos; entendiendo por “discurso”: un texto semantizado, y por “texto”: un discurso desemantizado (o un desarrollo sintáctico que todavía no ha sido semantizado). Definiciones recursivas que tienen como eje diferencial, para el texto, la atención puesta en el cumplimiento de las reglas de contextualización de la semiosis de que se trate (en algunos casos, icónico e indicial, de muy difícil determinación, al menos hasta el momento), y para el discurso, la atención puesta en el cumplimiento de las reglas de semantización vigentes para esa semiosis en esa sociedad, o sea, las características de los significados o el “argumento” peirceano, que pueden construirse con tales contextualizaciones (por lo general, de muy difícil determinación, al menos hasta el momento). Si todo se agotara en esta producción de determinados discursos a partir de determinados sistemas la consecuencia sería trágica: no existiría la historia (lo que no deja de ser una pista para comprender, aparte de su falsedad, el autoritarismo e incluso la esclavización de la mente humana implícita en la mera idea de que la historia o algún aspecto de la historia, haya terminado).

Hasta aquí, en este aspecto cognitivo-dialéctico de la relación entre sistemas y discursos mediados por los textos, están dos de las operaciones que vengo comentando: (1) la atribución que construye textos contextualizando, o sea, poniendo a las formas de un determinado sistema en una determinada relación física, material, existencial (e insisto, formas ya bien significantes, si sólo se toma en consideración la contextualización que el propio sistema, en sí mismo, le confiere a las formas de los signos que lo constituyen, ya bien representámenes, si se toma en consideración el valor, provisionalmente sintáctico, que el interpretante conferirá a esas formas contextualizadas) y (2) la sustitución que construye discursos por la interrelación de dos sistemas: el de los signos y el de los objetos semióticos; interrelación que, con sus precisiones, ambigüedades y desplazamientos constituye lo que denominamos semántica, la cual, referida a los signos da lugar a los enunciados (incluso en sentido foucaultiano; M. Foucault, 1969: 116) o semiosis sustituyentes y referida a los objetos semióticos da lugar a los referentes (especialmente en el sentido cognitivo que les atribuye F. Rastier, 1991: 82) o semiosis sustituida.

Una nueva etapa histórica se originará cuando otra semiosis aparezca en los intersticios de esos signos contextualizados (“el sonido y la furia”)9  y en las ambigüedades de esos objetos semióticos (“percepto entrópico”; ver Denbigh, K. G., 1989) y, sobre todo, en la intuición que genera un espacio conceptual posible (“mente borrosa”) acerca de la existencia de otros objetos semióticos posibles que sólo se percibirán después de haberse construido, reiteradamente (con el consiguiente y progresivo envejecimiento de la semiosis que los incluye), los objetos semióticos permitidos por los sistemas vigentes (no sólo lógicos o simbólicos, sino también emocionales, estéticos, metafísicos, etc.; si tal etc. aún puede caber) y cuya construcción, paulatinamente, van dejando de permitir. En el Apéndice 1.8.3 Pensamiento, Semiosis, Mundo, puede seguirse el desarrollo de estos conceptos.

En esa insatisfacción es donde la comunidad empieza a sentir la necesidad de otra semiosis para que nuevos discursos vengan a permitir percibir otros fenómenos, que ya no serán los mismos que los anteriores, del mismo modo que los textos y discursos ya no serán los mismos que antes, sino que otra semiosis habrá aparecido que, por las carencias detectadas en las anteriores, será aceptada por la comunidad, esa misma comunidad que habrá sido su única y efectiva creadora. Cuando esto ocurre y sólo a condición de que ocurra, puede decirse que habrá historia, o sea, que es identificable la intervención de la (3ª) operación, la de superación, en cuanto apertura hacia nuevos (en cuanto efectivamente históricos) universos constituidos por otras percepciones que se hicieron posibles mediante otras semiosis eficaces; en definitiva, en todos los casos vemos lo que las semiosis disponibles nos permiten ver y del modo como nos lo hacen ver (de modo similar, Carlos Varela, 1996: 155, afirma que “ver es creer, en cuanto práctica de la creencia”).

1.6 La significación construida

Sobre el tema de considerar a “la significación como el conjunto de interpretaciones materializadas en determinados discursos, relativas a determinados fenómenos y vigentes en determinado momento de determinada sociedad” no sé si habré logrado trasmitir lo que me propongo.

Yo estoy evitando la significación conceptual o normativa, que sería la que viene predefinida desde determinados sistemas simbólicos y que conduce a la pretensión de estar en condiciones de juzgar si la significación asignada a un fenómeno es correcta o no. Este enfoque conduce a un análisis dogmático-hermenéutico de todo texto y de toda interpretación que se le atribuya, ya que la verdad y la falsedad están establecidas a priori. Así, habría una verdad, en la realidad o en algún sistema de creencias, a la que habría que atenerse; positivismo y dogmatismo metafísico avanzan en total acuerdo.

Otra cosa es que todo texto proceda de algún sistema, ya que esta afirmación pertenece a la descripción del proceso cognitivo de producción de un comportamiento que implica la actualización de una posibilidad, pero que no condiciona la aparición de determinado contenido y no de otro. Lo que estoy buscando es una explicación que dé cuenta del proceso de construcción de la significación que realizan los miembros de una comunidad, al interpretar un texto y, así, conferirle existencia ontológica a un fenómeno. Puede ser que todos produzcan la misma interpretación, o sea, que le asignen el mismo contenido a las interpretaciones que vayan produciendo; pero también puede ser (y, por hipótesis, es lo que afirmo como regla del comportamiento simbólico de cualquier comunidad) que no sea posible reconducir a la unidad el conjunto de las interpretaciones que en esa comunidad se van produciendo acerca de determinado fenómeno en estudio.

Ésta es la que considero tarea fundamental de la semiótica: proporcionar las operaciones mediante las cuales puedan inferirse los sistemas de donde proceden las representaciones - interpretaciones (perceptuales y conceptuales, respectivamente) que van siendo producidas, en determinado momento de determinada sociedad. Y ello incluye sus coincidencias y divergencias, la forma de su pluralidad, esos modelos o configuraciones de significaciones posibles, producidos y provisionales (nunca punto de partida ni punto de llegada definitivos), a los que designo como “mundos semióticos posibles” que pueden definirse como los diversos conjuntos de opciones disponibles, en determinado momento de determinada sociedad, para que sus miembros construyan las significaciones de los fenómenos de su entorno, y la posibilidad de reconocer las opciones creativas que quiebran las disponibles y enriquecen, superándolas, a las semiosis (lenguajes verbales, visuales, kinésicos, etc.) existentes.

Entonces, la disciplina semiótica no proporciona las operaciones que permitan juzgar el grado de proximidad o de apartamiento de las interpretaciones efectivamente producidas en determinada sociedad, respecto de algún dogma de eventual vigencia hegemónica, estableciendo la verdad o la falsedad de tales interpretaciones. Se trata, más bien, de un conjunto de operaciones que permita explicar cuáles son, cómo se construyen y qué transformaciones producen en los modos habituales de significar, esas interpretaciones cuyo registro habrá de requerir un relevamiento representativo y adecuado de las semiosis sustituyentes que circulan en determinado momento de determinada sociedad.

 

1.7 Problemas y divergencias

Quisiera reunir, a título meramente indicativo, algunos de los temas, problemas y concepciones divergentes que considero especialmente importantes en semiótica, sin pretender agotarlos ni resolverlos.

Por ejemplo, la semiótica no es una reflexión crítica, ni un enfoque informal y de algún modo iconoclasta, acerca de la semántica lingüística. La semiótica plantea el problema de la explicación de la producción del significado desde todas y cada una de las semiosis disponibles en determinado momento de determinada sociedad.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que la lengua puede explicar (limitadamente) cómo otra semiosis produce determinado significado, pero no puede sustituirla en la tarea de producirlo.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que cada semiosis produce un efecto de significación específico e intransferible. Entiendo, provisionalmente, por “efecto de significación” a la confluencia del significado proveniente de los conceptos construidos en los textos de determinada(s) semiosis, con la significación que ello permite, consistente en la atribución de existencia ontológica a determinado(s) fenómeno(s) del entrono. También la expresión “efecto de significación” recalca el enfoque de considerar a la significación como un resultado y no un presupuesto.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que ninguna semiosis se basta a sí misma para realizar tal tarea.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que existe un dispositivo mental (o quizá algo semejante a la “estructura conceptual” de R. Jackendoff, 1989: 121ss) de coordinación y complemento entre las distintas significaciones que adquiere un fenómeno como resultado de las múltiples enunciaciones visuales, verbales, acústicas, táctiles, kinésicas, gustativas, olfativas, etc., que se vienen formulando acerca de tal fenómeno, cuyos interpretantes se procesan en el cerebro de cada ser humano capaz de identificar ese fenómeno; en este sentido, toda semiótica sería sincrética.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que la semiótica estudia, identifica, aplica y (en determinada medida) prevé la eficacia de las operaciones (mentales, calculatorias) con las que cada una de las distintas semiosis atribuyen a los fenómenos del entorno las significaciones que le son específicas.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir de la condición de que no se maneje con modelos con los que (1) se clausura toda posibilidad de un nuevo significado y (2) sólo se  puede reconocer lo ya sabido. Por ello, en la semiótica se opta por utilizar operaciones en cuanto reglas rigurosas de procedimiento que no implican el contenido del resultado.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que la forma de la expresión construye la forma del contenido y no a la inversa (por lo que no existen contenidos sustanciales ni universales) y de que todo ello sólo ocurre en el interior del sistema histórico-social de conocimiento desde el que un intérprete la percibe y en el que la incluye y donde la transforma y desde el que la transfiere.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que toda significación es un constructo y de que antes de que el hombre estuviera sobre la tierra no existía significación alguna.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que toda semiosis tiene historia; esto implica que toda semiosis sustituyente lleva en sí el germen de su propia negación (Magariños de Morentin. 2007). Esta “propia negación” consiste en que lo que, en un determinado momento histórico de determinada comunidad, la nueva semiosis sustituyente permite construir no era imaginable desde la anterior semiosis sustituyente (salvo que no haya habido tal construcción, sino una mera reconstrucción). A mi criterio, ni el “significado” en cuanto interpretación textualizada de los conceptos con los que se atribuye significación a los fenómenos ónticos y entrópicamente indiferenciables del entorno, constituyéndolos en fenómenos sociales identificables en el mundo del intérprete, ni la “poética” en cuanto posibilidades semióticas de producción de la significación de los fenómenos sociales, son patrimonio de la lingüística, sino que se comparten entre todas las semiosis socio-históricas disponibles. En este sentido, cada semiosis construye sus propios significados y  tiene su propia poética.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que lo que identifica constitutivamente a un grupo social es el uso que hace de sus semiosis sociales para la atribución de significaciones a los fenómenos de su entorno, que sólo con ese uso se constituyen en significativos.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que cada grupo social es libre en el uso que hace de sus semiosis sociales, sin tener que cuidarse de respetar verdades metafísicas, verdades científicas o eficacias técnicas de ningún tipo. Esto proviene de que la metafísica, la ciencia y la técnica son los resultados del uso de las semiosis sociales (por tanto, locales e históricos) y no principios válidos previos a toda semiosis.

La semiótica propone respuestas al problema de la explicación de la producción del significado a partir del supuesto de que la libertad en el uso de sus respectivas semiosis sociales tiene como límite la necesidad de comunicación. Así, la creatividad individual tiene como límite externo la interpretabilidad por otro, en algún momento; y tiene como límite interno la posibilidad de alcanzar, en algún momento, la consistencia de la propia interpretabilidad. Fuera de estos límites, hacia el interior o hacia el exterior, comienza la alienación: el individuo tiene que dejar de ser él para sí mismo, para empezar a ser él para otros; hacia el exterior se encuentra con la alienación que le exige la sociedad para integrarlo; hacia el interior se encuentra con la alienación que lo conduciría a ser un alienado de sí mismo (reaparece “el sueño de un demente en el rincón de un manicomio”).

El problema de la identificación de los resultados de los usos a los que las distintas semiosis son sometidas, en un determinado grupo social y en un determinado momento histórico, con el objetivo de construir la significación del entorno, es lo que encuadro bajo la denominación de los “mundos semióticos posibles”.

No existe una reflexión metasemiótica que de cuenta definitiva y consistentemente de la validez y eficacia de todas las semióticas posibles, ya que necesitaría de una metasemiótica de nivel superior que diera cuenta de su propia validez y eficacia (reflexión homóloga a la planteada por Gödel acerca de la lógica. Ver Hofstadter, 1999). Ésta es otra de las razones por las que considero inviable una consideración de la semiótica como ciencia: su única posibilidad como tal consistiría en dar cuenta de su propia  cientificidad.

Con lo que vengo diciendo y atendiendo a que, desde otras perspectivas semióticas, pueden adoptarse criterios diferentes, no pretendo entrar en polémica, sino que, respetando profundamente los diversos criterios vigentes, trato de mostrar las posibles ventajas que puede aportar el hecho de adoptar las que aquí enuncio, como eventuales pautas operativas para la investigación semiótica.

Los criterios de los que he formulado un pequeño resumen (que sólo vale en cuanto punto de partida y que requiere, todavía, de los consiguientes desarrollos operativos), me han dado buenos resultados (en cuanto a la obtención de explicaciones plausibles acerca de la producción, circulación y transformación de las significaciones, socialmente vigentes, de determinados fenómenos) y me han permitido conservar una satisfactoria coherencia teórica, ya que pude mantenerlos sin auto-contradecirme, al menos a lo largo de cada investigación y/o texto académico, pero con libertad para modificarlos al pasar de una a otra investigación o de uno a otro texto. Mantengo mi libertad para seguir cambiando, desde mi adhesión (nunca dogmática) al concepto foucaultiano de sujeto (Foucault, 1969: 68), con el que, hasta el momento, también me siento cómodo.

Desde esta perspectiva, enfrentaré el análisis de las semióticas simbólica, icónica e indicial, y de todas sus variantes y combinatorias tratando de establecer cómo significan, qué significado textualizan y qué significaciones atribuyen al entorno, en determinado momento de determinada sociedad.

 

 

1.8 Apéndices

1.8.1 Otra vez, ¿qué es la semiótica?

He partido de un concepto estático de semiótica al que, después, me he impuesto dinamizar. Lo considero válido y eficaz. No obstante, siguiéndolo a Foucault (1970: 43 et al.), tampoco pretendo que una definición construya el contenido único de una disciplina, sino que podrá identificar un punto de dispersión, a partir del cual se despliegan perspectivas distintas desde las que se construyen interpretaciones diferentes.

Precisamente, la semiótica se impone, como uno de sus objetivos o finalidades, explicar desde qué perspectiva se ha construido determinada interpretación; sin que la semiótica se reduzca a esto.

La actitud diferencial de la semiótica, al menos en lo que a mí me interesa, es que excluye el supuesto de una situación inicial en la que un sujeto se encuentra ante un objeto. La excluye porque su interés consiste en establecer las características del instrumento social mediante el cual se construye un sujeto al involucrarse en la tarea de construir un objeto; proceso a cuyo término recién podrá decirse que ese sujeto se encuentra en presencia de ese objeto. Y ahora dispersemos: los instrumentos sociales que hacen posible esa relación son múltiples; los sujetos que se construyen al manejar cada uno de tales instrumentos sociales son múltiples; los significados que resultan construidos, según el manejo que esos sujetos hagan de tales instrumentos, son múltiples; y las significaciones atribuidas a los fenómenos del entorno (que, como instancia final de esta etapa, así se transforma en mundo), según el manejo que esos sujetos hagan de tales instrumentos, también son múltiples. Por su parte, ésta es la tarea que hará percibibles a los objetos y que permitirá percibir tantos objetos cuantas significaciones se construyan, a partir de los significados disponibles, con lo cual estoy afirmando que la percepción es posterior al conocimiento que tenemos de su posibilidad, y está condicionada por éste.

Desde este enfoque, ninguna característica de determinado objeto, ni general ni particular, es identificable si no es como resultado del modo en que se utiliza determinado instrumento social, utilización y aplicación concreta de la que resultan las características identificadoras del concreto sujeto que así lo ha utilizado.

Lo que, según mi modo de ver, exige la disciplina semiótica, en cuanto explicación del significado, es que, cuando se afirme algo acerca de un objeto, (1) se hagan explícitas las características del instrumento social que se ha utilizado para afirmar lo que se afirma (lo que incluye, por supuesto: para negar lo que se niega de tal objeto); o sea: identificación y descripción analítica de cuáles son y como operan las semiosis intervinientes; (2) que se hagan explícitas tanto la eficacia diferencial del instrumento social por el que se ha optado (frente a la eficacia de otros instrumentos sociales posibles, vigentes y disponibles en determinado momento de determinada sociedad), como las específicas características del uso que determinado sujeto le ha dado a ese instrumento social, frente a los otros usos posibles, vigentes y disponibles por otros determinados sujetos, o por el mismo sujeto en otro determinado momento, para producir la afirmación en estudio; o sea: mostración del contraste dialéctico entre la eficacia diferencial de las diversas semiosis disponibles (al menos, entre dos de ellas).

Lo que, desde mi perspectiva al menos, se excluye de la semiótica es el supuesto de que el objeto tenga características propias de alguna especie, pretendiendo prescindir de que haya un sujeto que se constituya en tal al atribuírselas en función de su modo de utilización de determinado instrumento social. Tales aparentes “características propias” son históricas y provienen, por acumulación, de las significaciones que le fueron siendo atribuidas a través de los tiempos.

Se excluye, también, el supuesto de que el sujeto tenga características propias (salvo su identidad antropológica frente a la de los restantes organismos) de alguna clase con prescindencia de las que provienen de los instrumentos sociales que ha aprendido a utilizar y del modo según el cual los utiliza para atribuirle las características que son identificables al intervenir en la producción de la significación de determinado objeto (la calidad de sujeto es social e histórica; su calidad de organismo es antropológica y evolutiva; sin que estén disociadas una de otra).

Se excluye, asimismo, el supuesto de que el instrumento social tenga características propias de alguna especie con prescindencia de las que le confiere el sujeto que lo utiliza, por el modo de utilizarlo, en determinado momento, para producir determinadas significaciones acerca de determinados objetos.

Se excluye, además, el supuesto de que esta tarea, de que alguien afirme algo acerca de algún objeto, tenga características propias de alguna especie que le permitiese prescindir de algún otro, al menos uno, que interprete esa afirmación de un modo determinado; y por aquí viene resonando Peirce, al incorporar al interpretante a la estructura constitutiva del signo. Lo que alguien dice no estará completo hasta que el significado construido se integre, como un nuevo hábito, en la mente de otro.

De esto resulta que las características, generales o particulares, de determinado objeto son externas al objeto y dependientes del instrumento social utilizado para atribuírselas; que las características del instrumento social son externas a ese instrumento y dependientes del uso que le confiere determinado sujeto en determinado momento de determinada sociedad; que las características del sujeto son externas al sujeto y dependientes del aprendizaje vigente en determinada sociedad para la utilización de los instrumentos sociales disponibles y de la interpretación que se atribuya al modo de utilización y al instrumento utilizado.

Hablo de "objeto" como ente cognoscible; de "instrumento social" como signo (en su unidad) y como semiosis (en su conjunto); y de "sujeto" como ente cognoscente (lo que no excluye a la totalidad de lo biológico al margen del ser humano, en la medida en que pueda constatarse, entre los individuos de esa marginalidad antropocéntrica, algún principio de organización social).

Volviendo al principio: ¿qué es la semiótica?

Provisionalmente, con el sesgo dinámico que aquí he ido completando y sin pretender todavía quitarle eficacia, el concepto relativamente estático propuesto inicialmente podría completarse afirmando que

la semiótica como disciplina
      consiste en el estudio acerca

de cómo se producen las variaciones
en las significaciones de todo lo que le rodea al hombre en el mundo;

de cómo se producen las variaciones
en los instrumentos con los que se construyen aquellas significaciones;

y de cómo se producen las variaciones
en los sujetos que usan estos instrumentos para producirlos y/o para interpretarlos,
desde que el hombre accedió al uso de los signos,

 y sin que consista sólo en eso.

1.8.2 Concurrencia y no contradicción

Como decía, el concepto dinámico de disciplina semiótica, sobre el que reflexioné en el apéndice anterior, no pretende todavía quitarle eficacia al concepto relativamente estático  formulado al comienzo de este trabajo. Y el "todavía" no lo puse para implicar que en algún momento va a quitársela, sino asumiendo la propia hipótesis de variabilidad con que está construido el contenido del concepto de semiótica que he ido elaborando y que supone que, efectivamente, en algún momento, ambos (el estático y el dinámico) van a perderla; lo que consagrará la eficacia de la disciplina semiótica que habrá, así, cumplido su cometido, iniciando una nueva forma de pensamiento, de discurso y de mundo, que serían impensables antes de haber agotado el que la misma semiótica proponía. Pero como puede prestarse a algún equívoco, quiero añadir una reflexión más.

Los dos conceptos de disciplina semiótica, el formulado al comienzo de este trabajo y el que acabo de formular en el anterior apéndice, no se contradicen sino que responden cada uno a una mirada diferente.

Con el último creo haberme referido (al menos ésa ha sido mi intención; ¡oh, los implícitos del hábito del interpretante productor!) a las características de la variabilidad de los modos operativos (con cierta semejanza a un proceso fractal: Mac Cormac, Earl & Stamenov, Maxim I., 1996) que la semiótica le atribuye al sujeto, al instrumento, al objeto y a la interrelación de estos tres elementos, en cuanto práctica socializante.

Con el primero pretendía describir las características metodológicas que serían específicamente aplicables, en cada situación concreta, de entre la permanente variabilidad de cada uno de aquellos elementos, a la tarea de explicar la significación de determinado fenómeno, ya que el trabajo de investigación requiere explicar (y explicar requiere un método) la concreta eficacia con la que, en un momento determinado, un sujeto determinado aplica una semiosis social determinada, para constituir, mediante la propuesta de un determinado significado, la posibilidad de identificar un determinado fenómeno social.

Pero vimos cómo esta explicación tiene que dar cuenta simultáneamente (aunque eso se despliegue en una sucesividad enunciativa) de la diferencia que ese conjunto de operaciones así descrito establece con respecto a la eficacia con que, en el mismo u otro momento determinado, el mismo u otro sujeto determinado aplica el mismo u otro instrumento social determinado, para constituir de la misma u otra determinada manera el mismo u otro significado determinado del que será la misma o habrá pasado a ser otra determinada significación de un determinado fenómeno social. O sea, estoy afirmando que la investigación semiótica tiene que dar cuenta rigurosa y racional (es decir, explícita y, por ahora, conforme a las exigencias de alguna de las corrientes académicas vigentes en el momento de su aplicación) de cuándo, quien, con qué y de qué modo se constituye un determinado fenómeno social y también tiene que dar cuenta rigurosa y racional acerca de cuál sea ese otro cuándo, quien, con qué y de qué modo, respecto del cual el que se está estudiando constituye desde una variación hasta una posible contradicción y que, con determinados requisitos, es la condición necesaria y suficiente para que haya historia. Aspecto que he planteado en Los fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica, bajo el nombre de “operación de superación”; sólo que entonces, 1996, la restringía a la variabilidad del instrumento social utilizado para conferir determinado significado a un fenómeno social y ampliando, ahora, el concepto propuesto por el término “superación” al sujeto que lo utiliza, al fenómeno social resultante y a la interrelación de los tres elementos, que siendo los mismos (en cuanto eventual permanencia de su denominación), ya no son los mismos (en cuanto efectiva transformación de su significado).

En definitiva, el concepto actual explora las características semióticas necesarias para la explicación de la producción de la significación de los fenómenos sociales.

El concepto anterior exploraba las características metasemióticas necesarias para la explicación del proceso de producción de la significación de los fenómenos sociales. Ninguno contradice al otro y ambos concurren en la producción del conocimiento acerca de cómo el hombre construye el significado de las semiosis que utiliza y cómo, por su intermedio, atribuye significación mundana a los fenómenos del entorno.

1.8.3 Pensamiento, Semiosis, Mundo

[Modificado: 19-10-08]

[1] Figuras 1 a 11

Figura 1

 

Figura 2

Figura 3

Figura 4

Figura 5

Figura 6

Figura 7

Figura 8

Figura 9

Figura 10

Figura 11

1.8.4 ¿Para qué sirve la semiótica?

INTRODUCCIÓN

La semiótica no es una ciencia, porque la semiótica no tiene un significado que le sea específico: no existe un significado semiótico, o bien, todo significado es semiótico.

La semiótica es una metodología, porque la semiótica puede explicar la génesis (producción) y la eficacia (interpretación) de cualquier clase de significación que cualquier discurso social le atribuya a cualquier fenómeno (sea éste originariamente natural o social).

La génesis y la eficacia de determinada significación son siempre problemáticas, por lo que necesitan ser explicadas.

Toda explicación implica la previa (implícita o explícita) problematización de la significación de un fenómeno; el contenido de la explicación y el proceso de la problematización son acciones subjetivas e ideológicas.

Para conferirle rigor al contenido de la explicación y razonabilidad al proceso de problematización se necesita una metodología que procese la información pertinente mediante operaciones consistentes, adecuadas y decidibles.

Operaciones consistentes son aquellas que no incurren en contradicción al intervenir en un determinado contexto de una misma información; pero identifica la posible contradicción emergente del contraste entre los diversos contextos de una misma información.

Operaciones adecuadas son aquellas que dan cuenta de la génesis y eficacia del significado de un específico fenómeno en estudio, en función de la información disponible.

Operaciones decidibles son aquellas que pueden establecer, de modo consistente y adecuado, mediante la recuperación y el análisis de cualquier nueva información, cómo ésta interviene y si es que interviene, en la construcción del significado de un determinado fenómeno, en un determinado momento de una determinada comunidad.

Las operaciones fundamentales de la semiótica: la atribución, la sustitución y la superación, son consistentes, adecuadas y decidibles; por ello la semiótica constituye la metodología de base para todas y cualquiera de las ciencias sociales (y no sólo de ellas).

1

Por la operación de atribución, una determinada percepción textual adquiere el valor que le confieren las otras percepciones en interacción con las cuales se la percibe (eficacia sintáctica del contexto).

La operación de atribución es consistente, adecuada y decidible.

Consistencia de la atribución: en un mismo o semejante contexto, el valor adquirido por determinada entidad perceptual, en su interrelación con las restantes entidades de un mismo contexto, será siempre el mismo o semejante.

Adecuación de la atribución: el valor adquirido por determinada entidad perceptual en determinado contexto, será un elemento necesario para identificar el significado posible atribuible a determinado fenómeno.

 

 

Decidibilidad de la atribución: ante el valor adquirido por otra determinada entidad perceptual en el mismo o en otro contexto, será posible establecer si contribuye o no a la identificación del significado posible atribuible a un determinado fenómeno.

2

Por la operación de sustitución, determinada comunidad, en determinado momento histórico, mediante determinada percepción textual (que ya tiene un valor atribuido) se construye la significación de un determinado fenómeno (eficacia semántica de la intertextualidad).

La operación de sustitución es consistente, adecuada y decidible.

Consistencia de la sustitución: en la misma o semejante intertextualidad, la significación resultante, para un determinado fenómeno, será siempre la misma o semejante.

Adecuación de la sustitución: la significación adquirida en determinada intertextualidad, será un elemento necesario para identificar ontológicamente a determinado fenómeno (o sea, para que determinada comunidad adquiera conocimiento de su existencia).

Decidibilidad de la sustitución: ante la significación adquirida por otra percepción textual en la misma o en otra intertextualidad, será posible establecer si contribuye o no a la identificación ontológica atribuida a determinado fenómeno (o sea, si se está ante la existencia, para el conocimiento, de un mismo o de otro fenómeno).

3

Por la operación de superación, siempre hay un determinado momento, en el que la textualidad1 pierde su capacidad de sustituir significativamente a determinado fenómeno, con lo que se genera una nueva textualidad2, con valores diferentes y diferente capacidad de sustitución, que construye una nueva significación para el mismo determinado fenómeno, que ya no es el mismo (eficacia pragmática de la transtextualidad).

La operación de superación es consistente, adecuada y decidible.

Consistencia de la superación: dada una determinada transtextualidad, el significado construido por la textualidad2 es irreconducible al construido por la textualidad1, pero cada significado es coherente en su propia y respectiva textualidad; que esto ocurra es necesario para que se puede afirmar la historia de la significación.

Adecuación de la superación: la nueva significación construida por la textualidad2 atribuye una nueva identidad ontológica  a determinado fenómeno, en determinado momento de la historia de determinada comunidad.

Decidibilidad de la superación: ante la significación con la que se pretende identificar a determinado fenómeno será posible establecer si se está aplicando la textualidad2 y se lo construye como nuevo o si se está aplicando la textualidad1 y se lo reconstruye como histórico (eficacia diferencial de las componentes dialógicas intercambiadas entre Sancho Panza y Don Quijote).

FINAL

Del mal uso de las operaciones metodológicas de atribución, sustitución y superación no es responsable la semiótica, sino que lo somos los semiólogos.

El problema es que, conforme a los postulados de la semiótica, no hay otra disciplina semiótica que aquella que construimos los semiólogos.

Notas

1 Ver, en este mismo texto, los puntos: 5.4 Apertura de Peirce en 27 signos; 5.4.1 Peirce-Museo; 5.4.2 Peirce-Arquitectura; 5.4.3 Peirce-Cementerio; 5.4.4 Peirce-Derecho. Y también: 5.5 Los 10 signos peirceanos.

2 Uso la conocida expresión de Peirce “interpretante”, tanto para designar al intérprete (como Peirce prefería: sin connotaciones psicológicas; p.e., C. P. 4.593), como para designar a la eficacia que sume el signo en la mente de tal intérprete (también como se lo proponía Peirce: en cuanto “hábito” producido por el nuevo signo; p.e., C. P. 5.491).

3 En esta dirección apunta Louis Hjelmslev (1971/1943: 49) cuando opta por referirse a la “función semiótica” y no a los signos.

4 Para entrar en la semiótica prefiero la zambullida al lavado de manos. De todas formas, aclaro que el segundo texto de esta Semiótica General consiste en un Glosario en el quedarán definidos, siempre provisionalmente, la mayoría de los términos que estoy utilizando sin previo aviso.

5 Este ha sido el tema de la Introducción que, como compilador hice al Nº 17 de la Revista Cuadernos, de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy: "Semiótica 2001", número dedicado íntegramente a recopilar las plurales visiones de 32 semiólogos contemporáneos de habla castellana (ver: Magariños de Morentin, Juan. 2002).

6 Quiero formular una breve observación acerca de esta mención, en forma conjunta y equivalente, del par “significante/representamen”, ya que puede despertar ciertas suspicacias entre los cultores de Saussure y los de Peirce. Dicha observación se refiere a que el aspecto perceptual de los signos necesita del contexto con otros para que adquieran significación (al margen, por supuesto, del significado histórico que su uso, o sea, sus contextualizaciones precedentes les hayan ido atribuyendo). En este sentido, me interesa más cuando Peirce se refiere al “representamen” como ese aspecto “perceptual” en cuanto dato (“perceptum”) que vincula con la idea de “representación” (y que habrá de llevarle a la posibilidad de plantearlo como semejante a la relación entre el abogado y su cliente), que no es todavía el “juicio perceptual”, y en el que se basa su concepto de “primeridad” y en el que, por tanto, predomina la categoría de “forma/posibilidad”; digo que me interesa más este enfoque, que cuando lo construye como signo y parece una entidad en un conjunto frente a los otros dos aspectos: su objeto y su interpretante. Al representamen en cuanto forma, que requiere del contexto para fijar su capacidad representativa, lo considero próximo al significante saussureano, cuyos valores, en el sistema de la lengua (que él asume como ya dados en un momento determinado, desinteresándose de explicar su proceso de producción, y limitándose a señalar un estado de tal sistema: sincronía, o a constatar la diferencia entre dos o más estados: diacronía), son el resultado de su uso o contextualización, en los sintagmas del habla; ámbito de conocimiento que Saussure elude y que Peirce anticipa en su “dicisigno”, en cuanto proposición o contexto existencial, y en su “terceridad”, en cuanto conclusión provisional, en ese objeto mental que denomina “interpretante”, del proceso semiótico, con lo que ofrece una base analítica a los actuales enfoques cognitivos de la pragmática y de la recepción. En este sentido, configuro la atribución como la operación que le confiere valor a una forma como resultado de su integración en determinado contexto.

7 Estas tres operaciones semióticas están propuestas y desarrolladas en Magariños de Morentin, 1996a.

8 A semejanza de la designación paródica de “materialismo de secano” utilizada por N. R. Hanson, 1977: 26.

9 Life... is a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing... (Hamlet de Shakespeare).




2 GLOSARIO

Este breve glosario tiene por finalidad orientar acerca del sentido básico que se les atribuye, en este trabajo, a algunos de los términos que aparecen utilizados más habitualmente.

Dos observaciones son importantes. Por una parte, que se trata de términos de gran complejidad, por lo que la plenitud de su significado se irá adquiriendo conforme se progrese en la reflexión metodológica sobre la aplicación práctica de la disciplina. Lo que aquí enuncio es tan sólo una inicial aproximación, como para comprender, elementalmente, de qué se está hablando cuando se los utiliza; pero también constituye una base conceptual que no podrá modificarse, en el desarrollo de este mismo texto, salvo expresa advertencia y cuidando, caso de concretarse tal modificación, con hacer mutuamente consistentes los sentidos actualizados en cada una de las presencias del término modificado.

La otra observación se refiere a que el significado atribuido a estos términos admite un cierto margen de variación según el autor o estudioso de la semiótica que lo está utilizando. El conocimiento de las fuentes teóricas de la semiótica implica, justamente, llegar a diferenciar estos diversos usos en cada uno de los diversos tratadistas. No pretendo, en estas páginas, desarrollar tal contraste y diferenciación sino asumirlo y proponer una opción entre los conjuntos de rasgos diferenciales posibles. Lo que aquí enuncio convendrá considerarlo, por tanto, como una puesta de acuerdo terminológica, para mejor comprender aquello de lo que estemos hablando. Tanto los participantes como yo mismo someteremos a constante crítica el contenido que le atribuimos a los términos que utilizamos; considero que el rigor, en las ciencias sociales, consiste en utilizar sus términos de modo consistente, o sea, sin incurrir en contradicciones, al menos mientras se permanezca en los límites de un determinado texto, y en explicar y justificar la razón del cambio cuando se los modifique. Como decía Michel Foucault (1969: 28) “No me preguntéis quién soy ni me pidáis que permanezca el mismo: ésa es una moral del estado civil; rige nuestros documentos. Que nos deje libres cuando se trata de escribir.”

2.1. Términos definidos en este glosario

2.1.1 Código

Podemos entender por “código” el registro, ordenado según algún criterio explícito y decidido por su autor o recopilador, de un determinado conjunto de signos, descritos conforme a sus posibilidades de interrelación sintáctica y a sus contenidos semánticos posibles, relativos a un determinado fenómeno social.

2.1.2 Contexto – Cotexto – Paratexto – Peritexto – Epitexto

Entendemos por “contexto”, en el presente Manual, siguiendo la línea más clásica de la tradición lingüística, al conjunto de todos los signos, de características semióticas semejantes a las que posee el que se estudia, que se vinculan sintácticamente con un determinado signo. Este término se emparienta conceptualmente con “sintagma”, en la terminología saussureana, ya que designa el ámbito existencial en el que se realizan las posibilidades virtuales que posee el signo en el sistema (“paradigma”).

También suele hablarse de “cotexto”, introduciendo una notable confusión. Suele utilizárselo, en el ámbito del discurso verbal, con el sentido que acabo de atribuirle a “contexto”; con lo cual, para algunos (esos mismos), redefiniéndolo de modo diferente a como lo formulé inicialmente, “contexto” pasa a ser un término afín con “situación”, en el sentido de poder hablarse, por ejemplo, de “contexto o situación de enunciación”. No es éste el sentido con el que utilizaré el término “contexto” en este Manual, sino con el más convencional, meramente expandido a designar relaciones, no sólo entre los signos lingüísticos integrantes de un texto determinado, sino igualmente entre otros signos no lingüísticos, mientras se trate de signos simultáneamente presentes en un mismo entorno semiótico (en cuanto conjunto de entidades vinculadas por relaciones sintácticas interactuantes).

En la utilización que pueda llegar a hacer, en este Manual, de “contexto” se entenderá, también, por tal a determinado conjunto de signos, de características semióticas diferentes al que se estudia, siempre que se encuentren interrelacionados con éste en una misma situación existencial de comunicación. En este segundo sentido, de entidades pragmáticamente vinculadas en una misma situación comunicativa el contexto designará la vinculación de un signo con otros signos de características diferentes a las suyas o con signos, de las mismas o diferentes características, que aparezcan situados en otra diferente situación existencial, pero comunicativamente vinculados entre sí y modificando (por incremento, restricción o desviación) a otro u otros signos de determinada totalidad. Más empíricamente, las ilustraciones que acompañan a un texto literario son contexto de ese texto (interrelación sintáctica entre signos de diferentes características semióticas); las ilustraciones de determinado autor que acompañan a determinado texto son contexto de otras ilustraciones de otro autor que acompañan a otra edición de ese mismo texto (interrelación contrastante entre conjuntos de signos de las mismas características semióticas, situados en ámbitos existenciales diferentes). Las ilustraciones que acompañan a la edición de un determinado texto literario, consideradas entre sí, o sea, en cuanto conjunto de ilustraciones, constituyen todas el contexto de cada una de ellas, interviniendo, a su vez, todas y cada una como contexto del texto escrito.

La importancia de una diferencia terminológica consiste en la capacidad que posee para diferenciar situaciones o entidades que requieren distinguirse. Aquí tenemos (al margen de la designación que se les atribuya) dos posibilidades: o (1) el signo se vincula con otros signos de sus mismas características semióticas, y lo hace (1a) en el interior de una misma o semejante situación existencial o lo hace (1b) en relación con otra situación existencial; o bien (2) el signo se vincula con otros signos de características diferentes, pudiendo hacerlo (2a) en el interior de una misma situación existencial o (2b) en relación con los signos que se encuentran en otra situación existencial. Estas son las variantes posibles en cuanto a la forma de interrelación entre múltiples signos (dos o más); sobre esto propongo que se lo acepte o que se proponga una concreta modificación de tales interrelaciones. Suponiéndolo aceptable, por el uso que me propongo hacer de este par de términos (con lo que busco hacer coherente la terminología que utilizaré, pero admitiendo la posibilidad de que sea otra o con modificación de su referencia), utilizaré “contexto semiótico” para designar, exclusivamente, a la posibilidad (1a) y usaré “contexto comunicativo” para designar a las restantes posibilidades (1b; 2a; 2b). El problema es importante ya que para explicar por qué se le atribuye un determinado significado a determinado signo es preciso identificar las relaciones que establece con su entorno, y éstas varían según sean signos de las mismas o de diferentes características y ubicados en la misma o diferente situación existencial. No es lo mismo relacionar formas y colores en el interior de una imagen (contexto semiótico), que relacionar determinadas formas con el público que visita la exposición en que se encuentran expuestas o con las paredes de la sala donde se la expone o con la iluminación que cae sobre ella o con otras imágenes diferentes expuestas en la misma exposición o, incluso, con el título de la propia imagen, etc. (contexto comunicativo).

Pero todavía habría más: también cabe hablar del “paratexto”, que Eco retoma de Genette, para referirse a “cuántas cosas (que en principio no serían texto) hay en torno de una obra literaria: solapas, tamaños y caracteres tipográficos, inserción en colecciones, cubiertas, portadas, títulos, subtítulos, comunicados de prensa, dedicatorias, epígrafes, prefacios, notas, entrevistas, correspondencias, reflexiones autorales a posteriori, diarios íntimos y póstumos […] [Además Genette] distingue entre “peritexto”, es decir, todos los discursos que explícitamente forman parte de un libro como objeto físico (como el título y las notas) y “epitexto”, o sea, los discursos que circulan en torno del texto, desde los del editor hasta las entrevistas y confidencias del autor” (Eco, 1989).

2.1.3 Discurso

A los efectos metodológicos, entenderemos por “discurso”, al nombrarlo en este Manual, a un texto con semántica. Cuando a partir de una concreta propuesta perceptual (icónica, indicial o simbólica) se interpretan (intuitiva o analíticamente y cuando se trabaja profesionalmente resulta imprescindible hacerlo analíticamente) las relaciones mediante las cuales se atribuyen determinadas significaciones a  determinados fenómenos sociales, estamos en presencia de un discurso; o sea, cuando se identifica a tales fenómenos como los referentes construidos por dicho texto, éste, en cuanto productor de tal efecto, ya no es texto sino discurso.

2.1.4 Habla-Escritura

Consiste en la actividad concreta de producción e intercambio de expresiones lingüísticas textuales (existenciales, por tanto) que, en forma auditiva o visual, circulan en el seno de una determinada comunidad lingüística. Su estudio (considerado inabarcable por Saussure) ha dado lugar a la pragmática. Aplicando una reflexión peirceana, podemos decir que tanto el habla como la escritura no están constituidas por signos lingüísticos, sino por palabras; siendo las palabras, no signos lingüísticos, sino réplicas de signos lingüísticos. En la terminología de Peirce, las palabras no son tipos: “types”,  sino ejemplares o réplicas: “tokens” de dichos tipos (Peirce, 1965/1931: 4.537-4.538); cuantas veces aparece una palabra en un texto se está ante un ejemplar de determinado signo lingüístico, el cual es uno único, en el sistema correspondiente, por lo que es a éste al que le corresponde la caracterización de “tipo”. La relación entre habla y escritura es compleja y se la enfoca desde diversos puntos de vista (puede verse: Tuchsznaider, E., 2006).

2.1.5 Lengua

Consiste en un determinado sistema (virtual, por tanto) de signos lingüísticos (los tipos de ese sistema), a partir del cual y mediante sus correspondientes réplicas (las palabras habladas o escritas) se construyen las expresiones lingüísticas con las que una determinada comunidad de hablantes configura su entorno. Cada signo lingüístico es uno único; la cantidad de sus réplicas es indefinida; son tantas cuantas veces se actualice, en el habla, ese mismo y único signo lingüístico. La lengua es el conjunto de las propiedades sintácticas y semánticas que caracterizan a los signos lingüísticos. Toda semiosis tiene su propio sistema de signos; aunque carezca de una designación tan contundente como lo es “la lengua” en referencia con el sistema de los signos lingüísticos. Conocer las relaciones que constituyen a los signos correspondientes a cada semiosis, por sus posibilidades mutuas de interrelación, es el objetivo del análisis semiótico. Cuando se conoce el sistema, se conocen las posibilidades expresivas de la facultad semiótica correspondiente; pero conocer el sistema es el resultado de la semiótica como disciplina. Para usar la lengua, como para usar cualquier sistema semiótico, no hace falta conocer las reglas que caracterizan su uso; el analfabeto hace un uso efectivo de la lengua, cuando habla. A este conocimiento se accede por inferencia a partir de las relaciones observables efectivamente usadas en los textos producidos (e interpretados) a partir de los sistemas semióticos correspondientes.

2.1.6 Lenguaje / Facultad semiótica

El lenguaje es el nombre de la facultad cognitiva de que dispone el hombre para la producción de signos lingüísticos. Esta facultad del lenguaje la considero incluida en la facultad semiótica, consistente en la facultad cognitiva de que dispone el hombre para la producción de todas las clases de signos: icónicos, indiciales y simbólicos, con los que da existencia ontológica al mundo en que se identifica su humanidad. El siguiente gráfico (Figura 2) representa la relación entre pensamiento, semiosis y mundo, que se concreta en la facultad semiótica.

[2] (Figura 2: Historia de los sistemas semióticos I)

 

(Ver el desarrollo progresivo de este esquema en: [21] 8.10 La metodología y el análisis histórico del cambio semiótico y en [81] 25 Hacia una nueva historia de los sistemas semióticos.)

Este esquema retoma el desarrollo del Apéndice 1.8.3 Pensamiento, Semiosis, Mundo, correspondiente al punto 1 Concepto de semiótica.

2.1.7 Lingüística, semiología y semiótica

La lingüística es la disciplina que estudia el sistema de los signos de la lengua (pese a la redundancia, aclaro: verbal) así como las características y la eficacia de su utilización.

La semiología y la semiótica, en cuanto disciplinas (ya que vengo diferenciándolas, reiteradamente, de su caracterización con facultad), estudian el sistema de los restantes  signos (según una de las tendencia, como veremos un poco más adelante) o el sistema de la totalidad de los signos (según otra, como también veremos) que están vigentes en determinada sociedad y las reglas (o la pragmática) de su utilización.

Entre semiología y semiótica la diferencia radica, en cierto sentido, en su diferente origen contemporáneo. Con independencia de su inicio en el pensamiento de los estoicos griegos, su recuperación moderna se debe, en gran parte, a la obra de dos autores fundamentales: Ferdinand de Saussure, en Francia, y Charles Sanders Peirce, en los Estados Unidos de Norteamérica. Llevado el término al castellano, su origen latino, en el francés de Saussure, la hace reaparecer como “semiología” (“sémiologie”), mientras que, en el uso de Peirce, el origen anglosajón lo actualiza como  “semiótica” (“semiotics”). Por la competencia teórica predominante de estos dos autores, la lingüística en Saussure y la filosofía y la lógica en Peirce, también se suele utilizar la diferencia para enfatizar el ámbito de los estudios vinculados con la literatura y con un tratamiento en cierto modo blando, en el caso de la semiología, frente a los vinculados a otras formas de comunicación (sin excluir a la palabra ni a otros símbolos), como las imágenes y/o los objetos y/o los comportamientos y/o los recuerdos, y con un tratamiento en cierto modo duro y de mayor rigor y exigencia lógica o científica, en el caso de la semiótica. De todas formas, el motivo de la diferencia va relegándose al origen histórico y cada vez más se impone el término “semiótica”, quizá como un efecto más de la invasión del inglés acompañando a la innovación tecnológica. Yo también he comenzado usando “semiología” y hoy utilizo exclusivamente “semiótica”; en mi caso, el cambio se originó en una búsqueda de connotación rigurosa para la disciplina en cuyo ámbito he optado por trabajar.

Otro aspecto a tener en cuenta es el relativo a la diferencia entre la lingüística por una parte y la semiología/semiótica por otra. El problema consiste en el ámbito abarcado por la una frente al que correspondería a la otra. Una posición, con origen en Roland Barthes, hace de la lingüística la disciplina omniabarcadora, en la que quedaría incluida la semiótica (1964a y 1964b). Para Barthes, todo acaba siendo explicado con palabras, por lo que, en definitiva, sería el sistema teórico de la lingüística lo que explicaría la producción de sentido que se cumple por acción de los diversos signos, cualquiera sea su carácter: imágenes, símbolos, objetos, comportamientos. La crítica a esta actitud consiste en comprender que mediante la palabra se puede explicar cómo actúan los otros signos, además de los verbales, pero mediante la palabra no se puede producir la misma significación que produce cada uno de ellos; operan, por tanto, en función de reglas específicas y diferenciales que requieren su propio metalenguaje para explicar su eficacia. Esta valoración de lo específico y diferencial condujo a Louis Hjelmslev (1971/1943: 135) a afirmar a la semiótica como el continente de todas las demás semiosis, entre las cuales se encuentra la palabra, así como la imagen, la exhibición de objetos y comportamientos, etc.  Este último criterio es el que adopto en los desarrollos metodológicos de este Manual.

Por tanto, cuando hable de una semiótica general estaré haciendo referencia al conjunto de reglas de integración, sustitución y superación (términos cuyo concepto básico se anticipó en el Tema 1 y que, aparte de su tratamiento en Magariños 1996, continuarán siendo desarrolladas desde distintos enfoques) que son aplicables, por igual en todos los casos, a la totalidad de los signos de cualquiera de las semiosis vigentes en determinado momento de determinada sociedad.

Cuando hablemos de semióticas particulares estaremos haciendo referencia al conjunto de reglas de integración, sustitución y superación específicas a los signos de una determinada semiosis icónica, indicial o simbólica (términos con los que nos iremos familiarizando progresivamente) vigente en determinado momento de determinada sociedad.

2.1.8 Objeto semiótico

Es lo que se sabe del objeto o fenómeno. Designa, por tanto, a lo que puede verse y conocerse a partir de las semiosis sustituyentes que históricamente han venido construyendo, deconstruyendo y reconstruyendo el entorno de determinada sociedad o determinados elementos de dicho entorno. Frente a esto, la expresión “semiosis sustituida” designa la novedad (o el intento de innovar) que determinada semiosis sustituyente se propone producir (por tanto, con calidad de signo) como nuevo sentido del entorno o de determinados elementos de dicho entorno. O sea, con “objeto semiótico” se designa lo que, en determinado momento, ya sabemos acerca de determinada entidad porque viene construido desde un signo. Lo que, por ejemplo, nos lleva a manipular una silla sin pensar siquiera en lo que estamos haciendo es una consecuencia de considerarla como objeto semiótico; en cambio después de haber contemplado “la silla” de Van Gogh tenemos una nueva perspectiva para mirar y para relacionarnos con las sillas; la silla vista en referencia a “la silla” de van Gogh, y mientras dura la eficacia comparativa de tal visión, es una semiosis sustituida o, lo que es equivalente, un objeto semiótico; “la silla” de van Gogh, en cuanto enunciado que nos permite ver de un modo distinto a las sillas, y no sólo por estar pintada, sino porque utilizamos su forma propuesta en la pintura como imagen de semejanza y de contraste, es una semiosis sustituyente o, lo que es equivalente, un signo. Por eso la eficacia del signo consiste en atribuirle significación a los entes del entorno, o sea, conferirles existencia ontológica.

2.1.9 Semiosis

Consiste en un determinado sistema (virtual, por tanto) de determinada calidad de signos (que puede ser cualquiera de las tres clases habitualmente sistematizadas: iconos, índices o símbolos o las que surjan por su combinatoria), a partir del cual se construyen las expresiones semióticas (existenciales, por tanto) con las que los integrantes de una determinada comunidad configuran (visual, comportamental o conceptual y simbólicamente)  su entorno.

2.1.10 Semiosis sustituida

Se entiende, en este trabajo, por “semiosis sustituida”, al sentido adquirido por el entorno de quienes utilizan determinadas semiosis sustituyentes y en función de su específica utilización. O sea, cada manifestación de una semiosis sustituyente puede producir alguno de los siguientes efectos cognitivos al darle existencia ontológica a una semiosis sustituida: duplicación, expansión o ruptura. Si una semiosis sustituyente sólo produce un efecto de duplicación, el sentido del entorno no se modifica, sino que se ratifica en su anterior estado. Si una semiosis sustituyente produce un efecto de expansión, el sentido del entorno adquiere un contenido que no había sido construido previamente, pero que responde a las posibilidades de la semiosis preexistente. Si una semiosis sustituyente produce un efecto de ruptura, el sentido del entorno adquiere contenidos impensables desde las posibilidades de la semiosis preexistente, por lo que se dan dos posibilidades: o el intérprete rechaza tal propuesta de sentido o  rechaza la vigencia de la semiosis preexistente y comienza a elaborar una nueva semiosis, lo que lleva a configurar de modo diferente la identidad de los elementos de ese entorno (ver al respecto, G. Della Volpe, 1966/1963: 99ss). De todo esto surge la sinonimia entre “semiosis sustituida” y “objeto semiótico”; lo más que puede diferenciarse es que al considerar a un ente como semiosis sustituida se atiende en especial a los signos que le dieron existencia y al considerarlo como objeto semiótico se atiende en especial a su significación que permite integrarlo en el mundo de determinada comunidad.

2.1.11 Semiosis sustituyente

Se entiende, en este texto, por “semiosis sustituyente” al conjunto de las configuraciones perceptuales (frases, imágenes, objetos y comportamientos exhibidos) con las cuales (a partir de, pero en definitiva con independencia de la intención de su productor) se atribuye un sentido al entorno de quienes las utilizan (como productores, intérpretes o en ambas funciones). Su eficacia, para lograr dicha atribución de sentido, radica fundamentalmente en las relaciones físicas (sintaxis lingüística, configuración gráfica o disposición de objetos o comportamientos) que vincula a los signos que las constituyen. La calificación de “sustituyente” no debe tomarse en ningún sentido que la asemeje a una vinculación especular con las entidades del entorno a las que están dotando de sentido, sino como portadora de la idea de productividad inherente a la eficacia interpretante del aspecto perceptual de los signos.

2.1.12 Semiótica

Con este término se designa, por una parte, una facultad cognitiva y, por otra, una disciplina del conocimiento. En cuanto facultad cognitiva, es el nombre de la capacidad operativa neurológico-mental de que dispone el hombre para la producción de toda clase de signos (entre los cuales, pero no de modo exclusivo ni preferencial, desde la perspectiva por la que opto, están los lingüísticos). En cuanto disciplina del conocimiento es el nombre con el que se designa el estudio de toda clase de signos: básicamente, iconos, índices y símbolos, tendiente a producir la explicación de por qué, cómo y con qué eficacia se producen, circulan y se transforman las significaciones vigentes en un determinado ámbito social.

2.1.13 Signo

Es el término central de la problemática semiótica. En torno a él girarán nuestras exposiciones, comentarios y explicaciones, así como su comprensión adecuada y bien fundada constituirá la base del aprendizaje que puede esperarse obtener de este Manual. Sus definiciones explícitas, tanto la vinculada a Saussure como la propuesta por Peirce, Morris y otros, las iremos viendo en su oportunidad.

(I) Sintácticamente, podríamos decir que el signo es un enclave en un contexto, a partir del cual se desarrolla un conjunto determinado y normado (de modo absoluto o con márgenes relativos de variabilidad) de relaciones, previstas a partir de un determinado sistema de posibilidades, con los restantes enclaves de su propio contexto. (Uso el término “enclave” buscando una designación genérica que permita referirse tan sólo a una entidad física determinada situada o formando parte de un ámbito físico determinado; desde el punto de vista sintáctico sólo interesa esa entidad en cuanto punto de origen y de destino de las relaciones que pueden identificarse entre ella y los restantes componentes de ese ámbito concreto.)

(II) Semánticamente, podríamos decir que el signo es la menor parte de una propuesta perceptual que le atribuye significación a algo distinto de ella misma en el mundo. (Esta “menor parte de una propuesta perceptual” se refiere a la parte que ya tiene la función de producir algo que no estaría en el mundo si no fuera porque lo percibimos de determinada manera a partir de la propuesta que la contiene; que es a lo que apunta la expresión, que utilizo frecuentemente: “conferir existencia ontológica”.)

(III) Referencialmente, podríamos decir que el signo es  el más elemental concepto que puede identificarse en otra determinada propuesta perceptual. (Esta “propuesta perceptual” ya no es la de apartado anterior que, desde otro enfoque, es la misma que correspondería al asiento de las relaciones sintácticas, sino que se refiere a lo que percibimos cuando percibimos eso distinto de las otras dos pero producido conjuntamente por ellas.) O sea, es lo que se puede encontrar en el mundo, luego de que los aspectos sintáctico y semántico del signo le han conferido a algo existencia ontológica.

O sea, lo mencionado en (I) y (II) es lo mismo visto de dos modos diferentes; lo mencionado en (III) es otra cosa, ya que es el resultado eficaz de la acción combinada de (I) y (II).

Estos tres aspectos requieren, además, de un intérprete que será quien admita, transforme o rechace la propuesta referencial, sintáctica y semántica en que consiste determinado signo. Si consideramos a la eficacia del signo, tal como está establecida en determinado momento de determinada sociedad, con prescindencia del intérprete (como designación del universo de sus usuarios) que ha ido configurando tal eficacia, estamos en un planteo típicamente saussureano. Si consideramos a la eficacia del signo, tal como está establecida en determinado momento de determinada sociedad, en función del trabajo semiótico del interpretante que ha ido configurando tal eficacia (interpretante que ya no es su usuario o intérprete, sino uno de los componentes inherentes al propio signo), estamos en un planteo típicamente peirceano.

2.1.14 Sistema

Consiste en una articulación de entidades (signos), cuyo valor está constituido por el conjunto posible de sus funciones relacionales respecto de todas las demás entidades del mismo universo y por el conjunto de sus posibilidades sustitutivas o referenciales respecto de las entidades identificables en algún otro universo diferente, todo ello a nivel virtual. El sistema no tiene existencia efectiva, pero contiene todas las posibilidades, realizadas o no realizadas pero realizables, para actualizar los signos en los correspondientes textos y discursos. Conociendo el sistema puede saberse si determinada configuración perceptual efectiva (una frase, una imagen, un comportamiento, etc.) es posible a partir de tal sistema. A la inversa, si conozco un conjunto de realizaciones efectivas (frases, imágenes, comportamientos, etc.) relativas a un determinado fenómeno social en estudio (por ejemplo la campaña propagandística de determinado candidato político) puedo reconstruir el sistema (comunicativo, ideológico, programático, etc.) del que se partió para su producción. O sea, a partir del texto puedo recuperar el sistema (operación inferencial); a partir del sistema puedo afirmar si un determinado texto es o no posible (decidibilidad). La recuperación del sistema del que surgió la posibilidad de que se concretase un determinado texto o discurso es una de las más importantes finalidades del análisis semiótico. Un sistema puede diseñarse y a partir de él producir determinadas manifestaciones perceptuales de la semiosis que corresponda; pero, por lo general, la producción de manifestaciones perceptuales no es, por parte del productor, tan consciente como para tener identificado el sistema que está manejando. El análisis semiótico permite, por ejemplo, recuperar (conocer, explicar su eficacia e, hipotéticamente al menos, replicar la eficacia productiva de) el sistema lingüístico, sintáctico y semántico, que utilizó, en las distintas instancias de su vida de producción poética Antonio Machado, o el sistema que aplicó, en las distintas etapas de producción de sus configuraciones de textura, forma y color, Pablo Picasso, etc. Un sistema es la condición de la existencia de una propuesta perceptual; pero, como es virtual, no permite un acceso directo que permita describirlo; se requiere reconstruirlo a partir del análisis de las relaciones constitutivas del conjunto de propuestas perceptuales existencialmente configuradas a partir de la virtualidad de tal sistema. Por tanto, la propuesta perceptual contiene las relaciones que se concretaron, de entre todas las posibles preexistentes en el sistema.

2.1.15 Texto

A los efectos analíticos, entenderemos por “texto”, a lo largo de este Manual, a un discurso sin semántica. Pese a la tradición lingüística de esta terminología, la utilización que propongo de este término “texto” no se limita al universo de los signos lingüísticos.  O sea, cuando de una propuesta perceptual, cualquiera sea su calidad semiótica (se trate de iconos, índices o símbolos), se toman exclusivamente sus relaciones sintácticas, diremos que se está identificando el texto de esa propuesta perceptual. Por oposición al sistema, que es virtual, el texto es un fenómeno fundamentalmente existencial, o sea, percibible. Nunca podemos referirnos a él ni a sus componentes como a una abstracción. Pero su importancia es fundamental, en especial en las operaciones analíticas, por lo que puede admitirse la vigencia de la máxima: no hay semántica sin sintaxis (o sea, si se pretende explicar el significado hay que partir de relaciones efectivamente existentes en el texto). Por ello, también, la importancia de las relaciones semióticas que se denominan “contexto”.



3 INTEGRACIÓN COGNITIVA INTERSEMIÓTICA*

3.1 Diferencia y especificidad de las semióticas

Hace más de 10 años, en un libro titulado Del Caos al Lenguaje (Magariños de Morentin, 1983) me permití reinterpretar el mito de la Torre de Babel, como simbolizando el nacimiento de la libertad. Se pasaba de una única lengua (el Jafético) a la multiplicidad de las lenguas y, si esto perjudicaba la comunicación inmediata, favorecía la posibilidad de transformar los entornos en otros tantos mundos (crear otros tantos mundos semióticos posibles), uno por cada una de tales lenguas. La lengua única volvió a ser un desideratum racionalista (la "characteristica mathematica" de Leibniz; Dascal, Marcelo, 1987) que nuevamente fue dejado en suspenso desde la explosión de la razón en las múltiples, locales y, cada una en su contexto, totalmente válidas formas de razonar, con que se inicia la post-modernidad. La multiplicación de las lenguas nunca fue un castigo, salvo para quienes consideran que la libertad lo es.

En la nueva Babel, de la que somos contemporáneos, se produce la multiplicación de las semióticas, en particular con el auge de la imagen y de la música. Hace muchos más años, en 1967, pronuncié una conferencia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona, cuyo titulo fue "Contra la Palabra". No es que contuviese algún ataque frontal contra la palabra, en cuanto sublime instrumento semiótico; era un texto que se complacía con el final de su imperio (tanto en lo que se refiere a la extensión de su presencia, como al absolutismo de su jerarquía excluyente) y que festejaba la consolidación y la puesta a disposición de la humanidad, de multitud de otras formas de construir otros mundos posibles, como eran la imagen, el sonido y la informática (ya no sólo lo verbal).

Dos reflexiones, aparentemente contradictorias, acompañan esta nueva configuración de la feria de las semióticas: (1) cada semiótica tiene su especificidad y (2) ninguna puede interpretarse con independencia de las restantes.

En efecto, por una parte es preciso separar los campos de las semióticas respectivas, porque el efecto de significación de la palabra no coincide con el efecto de significación de la imagen, ni estos con el efecto de significación de la música; ni cualquiera de los anteriores con el efecto de significación de cualquier otra semiótica interviniente en cualquier otra percepción sensorial o en la combinatoria de varias de ellas. Es una forma de romper el imperialismo de la lengua, como lo quebró Hjelmslev (1971/1943: 129ss) al ubicar a la lengua como una región, junto a otras, de la semiótica y ya no como el espacio ineludible de toda semiótica posible. Si bien la palabra puede explicar cómo la imagen o la música producen su significado específico, no puede producir, ni traducir, tal significado especifico, pudiendo, todo lo más, transcodificarlo o transponerlo, pero sin posibilidad de reproducir el específico significado visual o acústicamente producido. Época, pues, de multiplicación y de desarrollo de las semióticas que carecen de la inmensa historia que viene acompañando a lo verbal. "Feliz el rey que tiene un buen cronista", podría decirse de la lingüística, evocándolo a Panini, en el siglo IV a.C., y a todos los gramáticos y lingüistas que, tras él, contribuyeron al esplendor de la palabra; lo que, para jerarquizar la imagen, sólo comienza a partir del Renacimiento y, para dar testimonio del honor y gloria de la música, sólo a partir del siglo pasado (F-J Fétis, entre 1860-1865, escribe, en 8 volúmenes, una Biographie universelle des musiciens et bibliographie generale de la musique; citado en Norbert Dufourcq, 1963). Ni que decir respecto del tacto, del olfato o del gusto, pese, en este último caso, a las delicias propaladas por Anthelme Brillat-Savarin en 1825 (ver Roland Barthes, 1984: 285-306) y al aporte personal y a la compilación de anónimos precursores que realizara, a principios de este siglo, el gran gastrónomo Jean-Marie Parmentier (1908). Sólo en la década del 50, aparecen los primeros escritos acerca de lo kinésico con jerarquía de disciplina teórica, inaugurándose (sin así designarla y teniendo que levantar la hipoteca racista que la viciara años antes) la posibilidad de una semiótica de la educación física (ver Alejandro Amavet, 1957).

Múltiples semiosis, pues, existentes desde el comienzo de la humanidad, pero disponibles ahora con una riqueza y una contundente inmediatez como nunca antes había sido imaginable.

Pero (y con esto comienza la segunda de las aparentemente contradictorias reflexiones), ¿cada una con su experiencia diferente?, ¿con su eficacia particular?, ¿con su aislamiento?, ¿con nuevas pretensiones hegemónicas sobre las otras semióticas?

3.2 La articulación de las diferentes semióticas

No habrá habido una auténtica superación (ésa con la que se construye la efectiva historia de la facultad semiótica y, por tanto, la efectiva historia de la humanidad) si tales múltiples semióticas no se articulan según criterios que no reproduzcan la apetencia imperialista de la palabra. Y no habrá un posible estudio de las características teóricas y empíricas de estas semióticas si no se lo enfoca desde su mutua y humana interrelación (humana, no en cuanto exclusiva de la especie, sino en cuanto el hombre genera determinadas particularidades de su interacción que lo identifican como especie y que se configuran como facultad semiótica fundamental; la misma que fue designada, todavía en la inmediatez de su profesionalismo y afirmando la hegemonía de lo verbal, como facultad del lenguaje por Saussure).

La preocupación que estoy comenzando a esbozar se refiere a la abundancia de estudios semióticos y/o semiológicos que se centran en una determinada y exclusiva semiótica, como si alguna pudiera dar cuenta de su eficacia prescindiendo de las restantes. Esto nada tiene que ver con la concurrencia de diversas semióticas en la producción de una determinada comunicación que, así, resulta más rica y plena, sino con la pretensión de interpretar una semiótica con prescindencia, al menos, del rastro que en ella hayan dejado otras semióticas diferentes.

Inevitablemente se recuerda la pretensión de Condillac al tratar de dar cuenta de lo que cada uno de los sentidos, por sí solos, aportan al conocimiento del mundo y a la formación de la conciencia, en ese artificio de "la estatua" como metáfora del estado inicial del hombre, cual tabula rasa (Condillac, 1947). En la introducción a la traducción al castellano de Eudeba, 1963, Rodolfo Mondolfo comenta que, en la ficción de la estatua, "intervienen dos condiciones estrechamente vinculadas entre ellas e igualmente contrarias al logro de la síntesis mental que Condillac se esforzaba por alcanzar: 1) el aislamiento de un único sentido con respecto a todos los demás, o bien el de los sentidos subjetivos con respecto al único reconocido objetivo; 2) el supuesto de un alma que sea pasividad originaria, a partir de la cual debería engendrarse toda la actividad espiritual por obra de la sensación misma" (Condillac, 1963: 27)

Una crítica semejante puede suscitar el estudio aislado de cada una de las semióticas, empíricamente existentes en nuestro universo cultural, con la confluyente pretensión de explicar lo que cada una de tales semióticas aporta, por sí sola, a la formación de la conciencia humana.

Esto resulta aun más grave por dos motivos, al menos para quienes nos consideramos peirceanos y cognitivistas: está en abierta contradicción con las propuestas fundamentales de la teoría del signo en Peirce y se margina de los actuales desarrollos de las llamadas ciencias cognitivas (también restrictivamente consideradas como investigaciones cognitivas, según la visión de Rastier, 1991).

Prefiero comenzar con un breve comentario acerca de este último tema de la marginación, ya que después voy a proseguir desde una posición más próxima al pensamiento peirceano.

3.3 La marginación de la semiótica en el universo de las ciencias sociales

Al hablar de marginación me refiero a la dolorosa sensación que, en cuanto semiólogo, siento cuando leo los estudios de los cognitivistas más destacados y, por lo general, no encuentro en ellos, ni el término "semiótica", ni ninguna referencia a los desarrollos de los estudiosos de la semiótica.

No hay que reducir el problema mediante respuestas facilistas en base a pugnas de escuelas o a un supuesto positivismo del que padecerían los cognitivistas, haciéndoles imposible incorporar la visión constructivista que predomina en la semiótica.

Simplemente, los estudios semióticos, por lo general (dejo claramente expresada la existencia de trabajos de otra clase y calidad), no siguen las pautas de rigor que, en la actualidad, son de práctica en el discurso de las ciencias sociales.

Los semiólogos solemos utilizar un discurso predominantemente metafísico, con la supuesta justificación de tratar un tema tan inasible como es el de la creación, comunicación y transformación de la significación. Se llega a hablar de una "hermética semiótica" que, en su versión renacentista, parecía comenzar a desaparecer en la época de Leibniz, pero que todavía provocaba airados ataques por parte de Kant (Colilli, 1993: 37), existiendo, afortunadamente, "en la actualidad, la tendencia a considerar al paradigma de la exégesis hermética como un tanto deteriorado, ya que priva al lenguaje del poder comunicativo, como reflexionaba Eco, al provocar una continua postergación del significado" (Colilli, 1993: 77)

Pese a ubicarme en el extremo opuesto a estas concepciones holísticas y tanto más si son herméticas, no voy a entrar al debate que subyace en la pretendida vigencia de la calidad computacional del discurso de las ciencias sociales (computacional, tanto en cuanto calculatorio como en cuanto informático); simplemente, adopto como válido este último enunciado: el discurso de las ciencias sociales tiene calidad computacional, por considerar que el carácter instrumental de la tecnología informática se impone, cada vez con mayor contundencia, lo que lleva a valorar las propuestas teóricas en las ciencias sociales, según la posibilidad de incorporarse a (o de ser susceptibles de transformarse en) un programa de computación. Cito, a título de ejemplo del tipo de reflexión que acabo de formular, las obras de Marvin Minsky, 1986; de Pierre Lévy, 1990, 1994; de Paul Thagard, 1988, 1992; y de Douglas Hofstadter, 1995. Esta es la demanda social a la que los semiólogos parecemos no atender o que, incluso, rechazamos. De ahí el mencionado silencio o marginación de la labor semiótica por parte de esa línea de autores.

No obstante, considero, también, que el aporte que la semiótica está en condiciones de ofrecer al restante universo de las ciencias sociales es de importancia tan fundamental que, hasta que se haya cumplido la incorporación a dichas ciencias sociales del conocimiento elaborado desde la semiótica, éstas no lograrán alcanzar los objetivos que se proponen. La exigencia para nosotros, semiólogos, será la de formular los aportes, fundamentalmente metodológicos, de la semiótica en un lenguaje calculatoriamente operable, conscientes de que hay un conocimiento semiótico que, por el momento, es informáticamente inalcanzable, pero tratando de llegar, con los criterios de ética científica que formuló Peirce (1966: 2.219-226), hasta donde más podamos. Creo firmemente, y en este sentido vengo trabajando desde hace más de 25 años, que, después de haberse derrumbado los mitos de la matemática, como único lenguaje formal de cualquier ciencia, y de la lógica, como forma definitiva del interior lenguaje mental (al estilo del "mentalese" de Fodor, 1994), la semiótica es la metodología de base específica para las ciencias sociales.

Estoy enfocando un desarrollo de la semiótica que no aísle cada uno de los sistemas semióticos y que no espere explicar la producción de la significación desde uno u otro, tan sólo, de tales sistemas. Por eso llamo la atención hacia la necesidad de desarrollar análisis intersemióticos rigurosos, como actitud crítica insoslayable para producir el aporte metodológico que constituye la responsabilidad de la semiótica en la historia de las ciencias. Que este lugar, en el que confluyen diversos sistemas semióticos, cuya dinámica caótica (John R. Van Eenwyk, 1996: 330) también tiene que ser reconsiderada y recuperada para la teoría semiótica general, está disponible se advierte apenas se estudian con cierto detenimiento los trabajos de los principales investigadores actuales en el campo de la percepción, de la producción de imágenes y de la construcción o producción del referente.

Rastier (1991: 91), uno de los pocos investigadores en esta área con verdadera formación semiótica, registra la demanda de Jackendoff (1983, 1989; reiterada en 1992) acerca de la descripción de la arquitectura de la información y del proceso de correspondencia que vincula, en la Estructura Conceptual, a la información proveniente de los diversos sentidos corporales, sacando a la semántica del ámbito exclusivo de la lingüística y haciéndola resultado de la interacción armónica de las componentes conceptuales construidas con la información procedentes de tales múltiples sentidos. Esto constituye la base para que Jackendoff pueda hablar del referente como de “un mundo proyectado” (1983: 23).

Y, para ello, Jackendoff, a su vez, sigue a David Marr (1982), en quien encuentra la base para establecer qué niveles de lo perceptual cumplen en lo visual un papel homólogo (y quede bien clara la importancia de la diferencia, pese al esbozo de coherencia), al que los niveles de lo fonético, lo sintáctico y lo semántico cumplen en la explicación generativista de lo lingüístico (y quede bien clara la importancia de la diferencia, pese al esbozo de coherencia).

David Marr, en efecto, señala los niveles del esbozo primario, el esbozo 2½-D y la representación del modelo 3-D, como las instancias incorporadas interactivamente para alcanzar la identificación de los objetos en el mundo, que no son los datos primarios e intuitivos para la percepción (Marr, 1982: 295ss), sino el resultado de integrar las percepciones de superficie, borde y profundidad (constitutivas del esbozo primario) en las visiones centradas en el observador (pertinentes al esbozo 2½-D) de modo que permitan la producción de las percepciones centradas en el objeto (representación que se alcanza mediante el modelo 3-D; Marr, 1982: 37). A esta secuencia, en la organización mental de las imágenes del mundo, la considera Jackendoff (1987: 193) como afín a la fonética (el esbozo primario), a la sintaxis (el esbozo 2½-D) y a la semántica (el modelo 3-D), valorando, no obstante, como ya advertí, más las diferencias que las similitudes (dejo abierta la crítica a esta correspondencia, por la distinta relación existente entre la lengua por una parte y las imágenes pictóricas por otra con los procesos de representación/interpretación de los respectivos referentes).

Pero, dice Jackendoff (1987: 194), "la traducción entre lenguaje y visión se especificará mediante un conjunto de reglas de correspondencia entre uno o más niveles visuales y uno o más niveles lingüísticos. Idealmente, las dos facultades deberán interactuar mediante aquellas representaciones cuyas unidades confluyen en la correspondencia más próxima y cuyas funciones están relacionadas del modo más próximo". Esta interrelación de dos niveles no es más que el esbozo de la tarea que habrá de realizarse incorporando las restantes fuentes de información: "estos dos niveles de representación constituyen un núcleo central al que acceden diversas facultades periféricas, incluidas la percepción visual, el lenguaje, la percepción háptica, la percepción corporal y la acción" (1987: 207).

Dejando de lado la arbitraria restricción a los "dos niveles" (ya que de ese núcleo central participan igualmente las semiosis cuya materia prima proviene de los restantes sentidos), lo que postula como Hipótesis de la Estructura Conceptual es que "Existe un único nivel de representación mental, la estructura conceptual, en el cual la información lingüística, sensorial y motriz son compatibles" (1983: 17).

3.4 La especificidad de la semiótica para dilucidar correspondencias y divergencias entre lo visual y lo lingüístico

Con esto se plantea el desafío fundamental para nuestra disciplina. ¿Es posible, desde la semiótica, aportar un conocimiento específico que permita identificar el proceso en el que se cumple esa compatibilidad, que permita describir esas reglas de correspondencia entre lo visual y lo lingüístico o que permita explicar el comportamiento del conjunto de operaciones que establezca ese modo de representación mediante el que se interpretan las informaciones proporcionadas por los diversos sentidos? Además, ¿sólo desde la semiótica puede aportarse ese conocimiento? Creo plausible, pero no inmediatamente fundamentado, poder responder a ambas preguntas que sí.

Como marco de trabajo o encuadre general del problema, puede formularse una hipótesis complementaria de la propuesta por Jackendoff como “Hipótesis de la Estructura Conceptual” (1983: 17), a la que, tentativamente, denominaría Hipótesis Inter-Semiótica de la Estructura Conceptual: Existe un único nivel de representación mental, la estructura conceptual inter-semiótica, en el cual las representaciones icónica, indicial y/o simbólica de la información lingüística, sensorial y/o motriz son compatibles, lo que permite la producción de la interpretación. O sea, si se han identificado los rasgos más elementales de esta estructura conceptual inter-semiótica, junto con el proceso de las relaciones inter-semióticas que la generan, es posible instrumentalizarlos para dar respuesta a un problema determinado, en un momento y lugar determinado, acerca de la confluencia e interactividad de los textos (de cualesquiera materias primas semióticas) que produjeron cada una de las significaciones vigentes atribuidas a determinado fenómeno social. Es preciso, tan sólo, haber investigado o investigar ambos aspectos, el que establece el procesamiento semiótico mínimo de representación y transposición (o transducción) aplicado a la información que acerca de dicho fenómeno se recibe, como condición necesaria para su almacenamiento, y el que hace a la arquitectura semiótica mínima que configura el almacenamiento de dicha información, como condición necesaria para su contraste y disponibilidad.

La producción de la semántica (a la que se ubica en el espacio mental del "interpretante", coincidiendo con la "Estructura Conceptual" de Jackendoff y con nuestra "Estructura conceptual inter-semiótica") ocurre como consecuencia de la relación del aspecto "representamen" de los signos que constituyen un texto, con el aspecto "fundamento" de los signos que constituyen un referente.

En esta tarea y centrándose en lo visual, el trabajo de David Marr apunta a establecer los pasos necesarios para una identificación de los objetos, tarea de cuyo éxito depende que puedan considerarse como objetos semióticos (aunque Marr no les atribuya esta designación). Para D. Marr (1982: 3) "la visión es, primero y fundamentalmente, una tarea de procesamiento de la información", con lo que "rechaza la teoría en la que el principal trabajo de la visión sea derivar una representación de la forma" (1982: 36), ya que para él, como para James Gibson (1979: 22), en la percepción, no preexisten los objetos sino las superficies; el objetivo de Marr consiste en establecer las reglas de un determinado cálculo que, a través de una serie de procesos, efectuados a distintos y progresivamente más complejos niveles, le permita "comprender cómo las descripciones del mundo pueden obtenerse eficaz y confiablemente a partir de sus imágenes" (1982: 99).

Aparentemente, Marr, según el modelo 3-D, obtiene la representación de los objetos del mundo, mediante un procesamiento de la información visual, sin ninguna otra referencia textual, lo que, sin embargo, no es lo que él realiza. La organización modular que propone proviene de que "la descomposición de una descripción usada para el reconocimiento [...] nos permite elaborar una descripción que captura la geometría de una forma para un nivel de detalle arbitrario" (1982: 305-306). La descripción de una forma, necesaria para su reconocimiento, implica atribuirle una determinada identidad, la cual constituye un predicado semántico. Marr no podría llegar a su conocido diagrama acerca de la descomposición de la imagen del humano, si no fuera a partir de un "representamen" construido por la geometría como semiótica sustituyente (y, en cuanto tal, otra efectiva referencia textual). Por tanto, la identidad del humano, como la de los distintos animales con los que construye su Catálogo de Modelos 3-D (1982: 319), es el resultado semántico (en una "Estructura Cognitiva" en cuanto "Interpretante") de la relación entre dos semióticas: aquella a la que utiliza como sustituyente (el representamen), que para Marr sería la geometría de los conos truncados o conos generalizados (como lo es, también, en el caso de los geones de Biederman, 1995: 12) y aquella que queda configurada como sustituida (el fundamento), que para Marr sería la forma, percibida como resultado de un proceso perceptual, desde el esbozo primario y a través de la dimensión 2½-D, y nunca ya como resultado de una percepción ingenua. Por interacción entre ambas surgirá la identidad del objeto en el interior de lo que vengo nombrando como "Estructura Conceptual Inter-semiótica". Se trata del mismo proceso que he caracterizado, en otro trabajo (Magariños de Morentin, 1990: 10), como "el dilema semiótico: es necesario que una semiosis deje de ser lo que es 'en sí' (el juicio perceptual: un fenómeno de la lengua) para que otra semiosis sea, no lo que es 'en sí' (la percepción: un fenómeno sensorial), sino aquello en lo que la primera la constituye (el referente: un fenómeno semiótico y, en cuanto tal, significativo)".

Esta Estructura Conceptual Inter-Semiótica posee la configuración que, en principio, bien puede corresponderse con la configuración propuesta por Peirce en su análisis del Interpretante: un aspecto cualitativo (el Interpretante Inmediato o, mutatis mutandis, Emocional y también, en definitiva, una Primeridad de esa Terceridad que es el Interpretante); una efectiva interpretación (el Interpretante Dinámico o, mutatis mutandis, Energético y también, en definitiva, una Segundidad de esa Terceridad que es el Interpretante); y un resultado diferencial o cambio de hábito, en cuanto nuevo signo producido en la mente del Interpretante (el Interpretante Ultimo o Final -que nunca lo es más que para un concreto e instantáneo proceso de interpretación- o, mutatis mutandis, el Interpretante Lógico y también, en definitiva, una Terceridad de esta misma Terceridad que es el Interpretante) (Peirce, 1966: 5.470-493 y 8.314-315).

Por eso, si bien la tarea de Marr resulta imprescindible para el semiólogo en cuanto reconstruye el proceso "calculatorio" según el que se procesa la información visual hasta alcanzar la percepción 3-D de los objetos del mundo, podemos decir, en ese momento, que Marr es insuficiente; es la semiótica la que exige la intervención de otro universo (conscientemente Marr se refiere, como tal, a la geometría, pero no le reconoce eficacia constituyente ni, menos, calidad semiótica) para que se produzca la identidad de tales objetos, como valor semántico agregado y producido por la intervención de ese (en el caso de Marr, geométrico y no otro) representamen. Desde un representamen geométrico, es ésa, y no otra, la representación modular que se obtiene. Antes de conocerse la geometría, la representación del ser humano según "conos truncados", vinculados según determinada sintaxis contextual, sería inimaginable (y, todavía, irreconocible, si algún marciano más adelantado nos la hubiese propuesto).

Téngase en cuenta también que la materia prima de una semiótica no está constituida por íconos, índices y símbolos, sino por la materialidad de la información (al modo hjelmsleviano de "la sustancia de la expresión") procedente de alguno de los sentidos mediante los que nos vinculamos con el entorno: se tratará, pues, de datos visuales, acústicos, táctiles, olfativos, gustativos, de sensación corporal (kinésicos), etc., dejando abierto el repertorio, con este etc., a la inclusión de otras posibles informaciones. Lo que permiten los íconos, índices y símbolos es constituir en signos a esa misma materia prima, cuando lo que se utiliza para cumplir el proceso semiótico de tomar algo del fundamento del objeto y proponérselo a un interpretante es el aspecto icónico o el aspecto indicial o el aspecto simbólico de esa materia prima. Como resultado de esta tarea, la eficacia icónica, indicial o simbólica de la relación establecida entre una semiótica (visual, acústica, táctil, etc.) y la representación de determinadas imágenes percibidas (visuales, acústicas, táctiles, etc.), constituye el espacio propio de la semántica, ya que tal eficacia depende de la construcción (eventual cambio-de-hábito) que realice el interpretante final, lo que irá precedido por el efecto real de interpretación que realice el interpretante dinámico, en función del sentimiento que en él, en cuanto interpretante inmediato, despierte la cualidad seleccionada.

Regresemos, ahora, a la otra dirección propuesta para la expansión, la que explora la sucesión de los niveles semióticos posibles de interpretación.

3.5 Transposiciones e intersemiótica

Se trata del fenómeno de transposición por el cual la semiótica con la que se produjo la construcción significativa de determinado referente se toma como nuevo fundamento para que otra semiótica lo formule según una nueva construcción significativa (reformulando, a su vez, si bien de un modo distante e indirecto, el primer fundamento).

Se ha estudiado la tipología de las transposiciones, para el supuesto de la permanencia en el interior de una misma semiótica que concretamente es la lingüística. Así H. Parret (1993: 116, 117), a partir de ciertas referencias de Landowsky y Greimas, recupera la tríada "metalenguaje/ descripción/ paráfrasis" a la que interpreta como correspondiendo "a los tres tipos de producción de formas, la científica, la semiótica y la lingüística, respectivamente".

La transposición del sentido puede ocurrir, también, cuando se cambia de semiótica, si bien la tarea puede resultar no ya en una transposición (que supone la variación en el margen de cierta permanencia) sino en una producción de otro sentido, lo que requerirá hablar de traducción (inter-semiótica, no inter-lingüística) o algún otro tipo de operación que pueda llegar a identificarse y definirse.

Los estudios cognitivos, tanto cognitivistas (más o menos próximos a la línea chomskyana, como los que se vienen citando de Ray Jackendoff) como conexionistas (más vinculados a F. Varela y R. Maturana, 1984/2003, Ronald Langacker, 1987, 1991 y a Paul Smolensky, 1988), son importantes por las hipótesis operativas acerca de las reglas que organizan el comportamiento de la mente (los cognitivistas)y por las hipótesis descriptivas acerca de los recorridos y conexiones neuronales (los conexionistas) con las que proponen explicaciones plausibles acerca del almacenamiento e interrelación de la información sensorial; asimismo por el original encuadre del dualismo mente-cerebro, al que se incorpora la teoría del caos y de las metáforas fractales (Ilya Prigogine, 1996; Earl Mac Cormac & Maxim I. Stamenov, 1996). También son importantes por la utilización y/o programación de instrumentos informáticos y de Inteligencia Artificial para la representación de esta arquitectura y procesamiento de dicha información sensorial; a partir de este enfoque se producen importantes replanteos en la epistemología (ver Thagard, 1988, 1992), en el estudio de las imágenes (por ejemplo: Barlow, Blakemore & Weston-Smith, 1990), de la semántica (por ejemplo: Danièle Dubois, Ed., 1991), de los mundos posibles (Sture Allen, Ed., 1989) y en la mayoría de los campos de las ciencias sociales.

Pero todos estos estudios tienen, en general, un límite: no dan una explicación satisfactoria (quizá ni siquiera se lo proponen) acerca de las posibles interpretaciones y, en consecuencia, acerca de la producción de la significación social de los fenómenos que estudian.

Pretender omitir el conocimiento de la teoría de los signos, cuando lo que se estudian son fenómenos sociales, sólo puede responder a una estricta segmentación del campo de estudio basada en determinados y ya históricos criterios teóricos o bien es una actitud originada en una increíble ceguera intelectual (¿puede algo ser social sin ser ya signo?; ver Juan Magariños de Morentin, 1996a: 250-252). O, tercera posibilidad que no hay que dejar de lado, alguna responsabilidad tenemos en ello los estudiosos de la semiótica.

Creo que hay, en estos momentos, un espacio intelectual disponible e interesante, en el que se asocian los estudios semióticos y los cognitivos. Algunas aproximaciones se están efectuando (véanse los trabajos de Rastier, 1991; Gardin, 1987a, 1987b, 1991; Vignaux, 1992; Danesi, 1993; Santaella & Nöth, 1998, etc.). Creo que existe un desafío importante que está permitiendo perfilar las bases de una tarea interdisciplinaria o de un enfoque teórico sincrético, con un amplio campo de trabajo experimental. Se trata de una semiótica cognitiva en que la riqueza de la investigación semiótica, ampliamente fundamentada a partir de la lectura operativa de los textos de Peirce, se asocia con el rigor y el enfoque calculatorio de los métodos cognitivos. De esta Semiótica Cognitiva puede surgir un conocimiento de los fenómenos sociales que haga de la semiótica el instrumento metodológico fundamental de las ciencias sociales; y de las ciencias sociales las protagonistas en la expansión del conocimiento humanístico durante los comienzos del próximo milenio.

 

* [Trabajo presentado en el III Congreso Internacional Latinoamericano de Semiótica, celebrado en la Pontificia Universidade Católica - PUC-SP, Brasil, 1996. Publicado en Lucia Santaella (Ed.), Caos e Ordem na Filosofia e nas Ciências; ps. 194-205. São Paulo: Programa de Estudos Pos-graduados em Comunicação e Semiótica da Pontifícia Universidade Católica de São Paulo, 1999.] [Considero útil recuperar, con algunas actualizaciones, este texto que propone una actitud metodológica muy relacionada con la problemática pluri-semiótica de la comunicación que se cumple en muy diversos ámbitos, desde el museo hasta Internet.]



4 GUÍA ELEMENTAL PARA DISEÑAR UN PROYECTO DE INVESTIGACIÓN

Considero conveniente reflexionar acerca del diseño de los proyectos de investigación en los que se utilice, de modo riguroso, la metodología semiótica, ya que ello puede ayudar a entender algunas expresiones relativamente complejas que no pueden dejar de utilizarse al exponer dicha metodología. Propondré, por tanto, los pasos que, a mi criterio, es necesario seguir para elaborar un Proyecto de Investigación con metodología semiótica. En general, coinciden con las exigencias de la mayoría de los formularios para la presentación académica de Proyectos para Becas o Tesis de muy diverso tipo. Lo específicamente semiótico tiene que ver con el particular enfoque que desde nuestra disciplina recibe cada uno de esos pasos y mi propuesta consiste en tratar de ir precisando esas particularidades y, en lo posible, de anticiparme a responder las preguntas que formularían quienes decidan trabajar con esta metodología1.

Como diseño básico de un Proyecto de Investigación, propongo el siguiente.

4.1 Descripción del tema y planteamiento del problema

No existe investigación sin un problema al que se pretenda encontrar una explicación; o sea, se trata de identificar la contradicción o el conflicto o la divergencia entre interpretaciones que perturba la significación que se le atribuye a determinado fenómeno social o natural. En principio, un problema apto para ser trabajado con metodología semiótica tendrá que ser un problema acerca de la significación de ese fenómeno2. Pero, en realidad, considero que todo problema, en las ciencias sociales, tiene que ver con la producción, comunicación y/o transformación de la significación de algún fenómeno. Conviene reflexionar acerca de la posibilidad de encontrar la falsación de esta última afirmación. Es un desafío que les planteo y que me planteo: ¿existe algún aspecto de un fenómeno que no tenga que ver con su significación? Por supuesto, depende del contenido que se le atribuya al concepto de “significado” o de “significación”. En mi caso, este contenido es muy amplio ya que se materializa en la interpretación textualizada que determinado individuo, perteneciente a determinada sociedad, en determinado momento histórico, le atribuye a determinado enunciado o a determinado fenómeno social o natural. Es en esa interpretación textualizada donde puede surgir la contradicción, el conflicto o la divergencia de significaciones posibles, o sea, el problema; ya bien en el interior de una única interpretación o entre dos o más interpretaciones vigentes en determinada sociedad o en sociedades diferentes y ya bien entre interpretaciones vigentes en un mismo o en diversos momentos históricos.

4.2 Elaboración del marco teórico pertinente

También en principio (o sea, pudiendo encontrarse algún otro tipo de matices), el autor de un Proyecto de Investigación, al redactar su Marco Teórico, establece los paradigmas epistemológicos o las corrientes actuales que están reconocidas en su disciplina, como adecuadas para el tratamiento de los temas y problemas afines a los que el investigador ha descrito e identificado al cumplir con la exigencia propuesta en el punto anterior. Es la oportunidad para que enuncie qué aspectos toma de unas y de otras de tales corrientes y paradigmas3, así como para que, en los casos en que considere necesario apartarse de las definiciones vigentes en aquellos paradigmas, redefina, según su propio criterio, los términos teóricos que considera fundamentales; por esto, corresponde que incluya un Glosario en el cual el autor discuta, ajuste y defina tales términos, atribuyéndoles el significado que se compromete a mantener consistente durante su investigación. El Marco Teórico es asimismo el espacio de que dispone para mostrar, según la bibliografía que aporta y que deberá ser lo más exhaustiva posible, la originalidad de la investigación que se propone realizar. Aquí, el enfoque semiótico servirá como una guía crítica para evaluar los paradigmas y corrientes vigentes y para justificar las opciones que vaya realizando el investigador.

4.3 Formulación de las hipótesis teóricas

Mediante enunciados concisos (formulados preferentemente según la estructura de un condicional, en virtud del cual, si resultan válidos determinados antecedentes [que es lo que deberá probarse], entonces resultarán convalidados determinados consecuentes), el investigador anticipará las que considere que son las explicaciones adecuadas del o de los problemas descritos en el primer punto. A estos enunciados los consideraremos como las Hipótesis Teóricas de la investigación que se proyecta (a diferencia de las que veremos a continuación y que corresponde considerarlas como Hipótesis metodológicas o de trabajo). El carácter de estos enunciados hipotéticos será, según la terminología de Peirce, el de abducciones, o sea, afirmaciones resultantes del conocimiento teórico y de la experiencia personal (social y profesional) del investigador, que deberán ser probadas, prueba en la cual consiste el trabajo de investigación que se proyecta. Es un momento fundamentalmente ideológico en el proceso de elaboración de un Proyecto de Investigación, que será transformado en riguroso o científico mediante la comprobación de la correspondiente propuesta explicativa (y es uno de los aspectos que sustentan la afirmación de que no hay ciencia sin ideología).

4.4 Metodología

4.4.1 Marco Teórico-Metodológico

Corresponde, aquí, desarrollar los fundamentos teóricos que justifican la aplicación de la metodología semiótica a la investigación que va a desarrollarse. Además deberá, también, justificarse la corriente de la semiótica y las operaciones correspondientes que van a utilizarse, por su adecuación a la resolución del problema del cual se trata.

4.4.2 Corpus

Consiste en la determinación del ámbito social del cual van a seleccionarse los datos (a los que conviene diferenciar de la información que resultará identificada en tales datos por las correspondientes operaciones) que se consideran útiles para justificar la explicación que se propone en la Hipótesis. En una investigación con metodología semiótica, el corpus estará constituido por discursos sociales, con el amplio margen de diferencias que puede abarcar esta expresión: básicamente, podrá tratarse de Semiosis Simbólicas (predominantemente verbales, orales o escritas), de Semiosis Icónicas (predominantemente visuales, tanto estáticas como dinámicas) o de Semiosis Indiciales (predominantemente comportamentales u objetuales) o de Semiosis en que se combinan las precedentes, que será el caso más frecuente. La identificación del corpus tendrá, también, el carácter de Hipótesis, en este caso metodológica o de trabajo, ya que la adecuación de dicho corpus para probar la hipótesis teórica puede resultar falsa; o sea, el corpus seleccionado puede no contener las relaciones que se consideran necesarias para alcanzar las explicaciones que se pretenden. (Ver, en el Apéndice, algunas particularidades de este tema en el apartadoSobre el corpus”)

4.4.3 Operaciones

En este apartado se dará cuenta de las Operaciones Semióticas que van a utilizarse para el análisis del corpus establecido en el apartado anterior y mediante las cuales podrá identificarse, en dicho corpus, la información necesaria para establecer la explicación pretendida. No es suficiente con mencionar las grandes líneas de intervención,  como ”el análisis del discurso” o “la retórica de la imagen” o “una ecología comportamental”, etc., sino que debe especificarse cuáles de las operaciones correspondientes a estas eventuales corrientes van a utilizarse efectivamente, aportando la definición explícita de tales operaciones, ya bien referidas al autor del que se las toma o según la transformación que proponga el analista y futuro investigador. La enunciación de las operaciones tendrá, también, el carácter de Hipótesis, en este caso, como en el anterior, metodológicas o de trabajo, ya que la aptitud de tales operaciones para intervenir en cada uno de los discursos sociales que constituyen el corpus y hacer emerger las relaciones que se consideran como la información necesaria puede resultar falsa, o sea, sin capacidad para evidenciar las relaciones que construyan las explicaciones que se pretenden; con lo cual, supuesta la aceptabilidad de los restantes aspectos, habrá que seleccionar otras operaciones que permitan recuperar y mostrar cómo está construida y cuál sea el contenido de la información básica a los efectos de probar las hipótesis oportunamente planteadas.

4.5 Bibliografía

Todo cuanto ha sido mencionado en los puntos precedentes, y que, necesariamente, aparte del aporte personal del autor del Proyecto, procede de otros diversos autores, tiene que estar adecuadamente referenciado y quedar registrado en la bibliografía del Proyecto de Investigación.

4.6 Conclusiones

El Proyecto de Investigación finaliza con un párrafo acerca de los alcances esperados mediante el trabajo propuesto. En lo que respecta a las Hipótesis, este alcance, en el proyecto, estará limitado a advertir que todas las hipótesis de la investigación, tanto las teóricas como las de trabajo y/o las relativas a la metodología (acerca de la adecuación del corpus y acerca de la aptitud de las operaciones) han resultado comprobadas; o bien, si tal fuera el caso, corresponderá establecer que han resultado falsadas, y en qué medida (todas o algunas de ellas), en cuya contingencia deberán rechazarse, siendo distinto el alcance, respecto a la consistencia del Proyecto de Investigación, según cuál o cuáles sean la o las hipótesis que resulten rechazadas. Asimismo, las conclusiones pueden anticipar la transferencia que se supone llegarán a tener los resultados de la investigación, o sea, cuál sea la política social que, en su área correspondiente, podrá adoptarse en función de los resultados de la investigación o cuáles sean los resultados que podrán difundirse académica o profesionalmente, como avalados por la investigación realizada.

Hasta aquí un elemental esbozo de los pasos conducentes para elaborar un Proyecto de Investigación utilizando metodología semiótica. Cada punto platea dudas y vacíos que deberán responderse o llenarse e, incluso, el mero hecho de su enunciación permite disentir con el contenido sugerido de tales pasos o etapas y proponer otros más adecuados a un enfoque semiótico de la investigación. Esto constituiría una superación de la propia metodología, en sentido específicamente semiótico, que es el más deseable destino de toda propuesta teórica o metodológica.

Notas

1 Aconsejo completar este esquema con mi “Esbozo semiótico para una metodología de base en ciencias sociales” (Magariños de Morentin, 1996a: 247-300).

2 "Un problema se especifica proporcionando sus condiciones iniciales y los objetivos que deben alcanzarse. Una solución de problema es un conjunto de pasos, simulados o efectivamente realizados, que conducen desde las condiciones iniciales al objetivo" (ver, Paul Thagard, 1993; p. 45)

3 Teniendo en cuenta, por ejemplo, la ecléctica posición de Paul Feyerabend (1974).

4.7 Apéndices

4.7.1 Sobre el corpus4

4.7.1.1 La recopilación del corpus

La recopilación del corpus 1

Uno de los primeros pasos, al organizar una investigación que se pretenda desarrollar con metodología semiótica, consiste en establecer el corpus pertinente.

Quizá, por la influencia histórica del positivismo, este tema se presenta como no problemático: se trata de recopilar los datos que constituyen al fenómeno que se pretende explicar y el cuidado del investigador se centrará en ser objetivo, veraz y exhaustivo. Por otra parte, los semiólogos parecemos afectados por el vicio intelectual de problematizarlo todo. Y, justamente, yo estoy por sugerir la necesidad de no dejar el tema a nivel intuitivo, sino de reflexionar acerca de qué es lo que pretendemos hacer cuando nos proponemos recopilar el corpus pertinente para nuestra investigación; reflexionar acerca de si es tan simple y carente de problemas el ser objetivo, veraz y exhaustivo al recopilar el corpus que necesitamos. No es un mero capricho el de problematizar lo que, antes de caer en nuestras manos, era simple. Gran parte de la reflexión semiótica se centra en lo obvio, porque lo que requiere cuestionarse y analizarse para establecer su aceptabilidad es lo admitido como válido a priori e indiscutiblemente; o sea, lo que aquí planteamos como discutible es lo que, según se nos ha enseñado, debemos dar por válido ya que es imprescindible para comenzar a investigar e incluso para empezar a pensar. E inevitablemente, se recupera la imagen de Descartes, cuya tarea filosófica consistió en cuestionar lo obvio de eso que es pensar. Solo que, en vez de hacer filosofía, nuestra pretensión es producir explicaciones rigurosas acerca de los fenómenos sociales de nuestro entorno (incluyéndonos a nosotros mismos). O sea, que la pregunta (compleja) a la que necesitamos responder con precisión y eficacia, en el tema por el que he optado, sería:

¿Dada una significación problemática (en cuanto contradictoria frente a otras o construida con contenidos mutuamente inconsistentes), cuál es el corpus del que necesito disponer para aplicarle las operaciones semióticas que me permitan explicar por qué determinado fenómeno social tiene esa determinada significación problemática, de dónde procede tal significación, cómo se la interpreta y cuándo y por qué habrá de transformarse?

El contenido del corpus sigue siendo la información sobre la que voy a trabajar cuando he elegido determinado fenómeno como mi objeto de estudio; sólo que su identificación y el establecimiento de sus características específicas, no es tan simple como lo era el concepto de dato para los positivistas, pese a que ésa sigue siendo su característica fundamental: el corpus es lo dado, de modo tal que, una vez identificado y aceptado como válido, lo que sigue como tarea necesaria es aplicarle los instrumentos analíticos que muestren su eficacia para evidenciar cómo ese corpus contiene las relaciones materiales y conceptuales (diría "sintácticas y semánticas", pero esto sólo lo menciono marginalmente para no quedar encerrado en la problemática del metalenguaje lingüístico) que intervienen necesariamente en la producción social del significado del fenómeno en estudio.

Esto tiene una gran cantidad de implícitos que necesitan aclararse, por lo que generará una gran cantidad de preguntas que deberán irse respondiendo por el propio investigador. Pero lo que quisiera dejar afirmado (lo que no quiere decir que sea incuestionable) es que el corpus necesario para responder a una hipótesis semiótica acerca de las características de determinada significación de determinado fenómeno en determinado momento histórico de determinada sociedad, habrá de ser aquel que construya la específica significación del fenómeno en estudio. Entonces, la pregunta central a la que responderán las características y los criterios identificadores que permitan seleccionar el corpus de información necesario será:

¿Qué texto (o mejor: conjunto de textos de una misma o de múltiples características semióticas [simbólicas o icónicas o indiciales, o por combinatoria de éstas]) construye el significado específico que una sociedad (o cada uno de los sectores sociales de esa totalidad, específicamente identificables por el hecho de conferirle significados diferenciales a un mismo fenómeno cuya significación se estudia) atribuye, en un momento determinado (y a diferencia de los atribuidos en otros momentos históricos y planteando contradicciones que los diferenciarán de los de otros momentos futuros), a un fenómeno determinado (en contraste con los que atribuye a otros fenómenos que comparten su ámbito existencial)?

Vuelvo a rescribir la pregunta sin los paréntesis:

¿Qué texto construye el significado específico que una sociedad atribuye, en un momento determinado, a un fenómeno determinado?

Cada uno y el conjunto de los textos así identificados, es decir, todos aquellos que tengan esa cualidad fundante, integran el corpus necesario (hipotéticamente) para explicar la significación problemática de determinado fenómeno al que esos textos se refieren (por lo que, una vez identificada la hipótesis que se propone para explicar el problema a investigar, ésa es la primera tarea empírica que habrá de realizarse).

Será necesario que cada investigador tome en cuenta la calidad de los fenómenos que son su objeto de estudio (según los trabaje desde el derecho, la psicología o el psicoanálisis, la sociología, la historia, la filosofía, la literatura, la política, la antropología, etc., etc., etc.) y que trate de establecer cuales son los textos (o, en sentido más amplio, las semiosis) que le confieren a tales fenómenos esa concreta significación o el conflicto de significaciones que constituye el problema en estudio. Si la tarea de identificación y recopilación de tales textos es clara y evidente, mejor; aunque lo dudo y desconfiaría de tal simplicidad. Fundamentalmente, porque considero que hemos mal-aprendido (con nuestra formación, primero con fundamentos enciclopédicos y después positivistas) a ver el mundo como un conjunto de fenómenos que están dados de por sí y que contienen su razón de ser en sí mismos y que sólo requieren ser vistos (o comprendidos) correctamente. El planteo semiótico fundamental establece algo muy diferente, pero que aproximadamente consistiría en decir (quiero dejar abiertas las puertas a una posible modificación de la enunciación) que los fenómenos que constituyen el mundo no se nos dan desde sí mismos, sino que nosotros los identificamos adecuándolos a nuestras posibilidades de designación; ni contienen en sí mismos su razón de ser, sino que la proyectamos nosotros en función de las categorías disponibles en nuestra estructura conceptual; ni tampoco son vistos (ni comprendidos) tal como son, sino como nuestra modalidad de enunciación nos hace verlos (o comprenderlos) en el entorno perceptual correspondiente.

La recopilación del corpus 2

Voy a trabajar, por tanto, sobre una concepción del corpus que lo identifica como el conjunto de propuestas perceptuales que son el soporte de la eficacia semiótica que hace surgir, ante nuestra mente, la existencia de los fenómenos de nuestro entorno. Ello implica aceptar como "significación" el carácter ontológico atribuido al fenómeno al que se aplica. El concepto de signo, en cuanto propuesta perceptual mediante la cual algo diferente al propio signo adquiere sentido, permite afirmar que todo corpus se concreta en un conjunto de signos (o de enunciados, en sentido foucaultiano). No contradice a la definición de “corpus” de los lingüistas; lo especifica, orientándolo en el sesgo que habrá de interesarnos, añadiéndole otras exigencias.

Una investigación no puede comenzar recopilando un corpus. Para afrontar esa tarea, tienen que haberse dado, al menos, dos pasos previos: (1) haber identificado un problema, y (2) haber formulado una hipótesis que se proponga como posible explicación de aquel problema, en la tarea de cuya verificación se ocupará la parte fundamental del trabajo de investigación y sin haber formulado la cual no se podría saber qué deberá recopilarse para validar qué inferencia explicativa.

Al corpus, por tanto, lo estoy considerando como un conjunto de informaciones que resulta necesario para que la hipótesis cumpla su función de explicar el problema. Pero esto todavía no es suficiente para identificar a dicho corpus. Los diversos aspectos que puede presentar un problema tienen una relación necesaria con la significación del fenómeno social problematizado. Aunque lo he dicho en multitud de oportunidades, lo reitero una vez más: todo fenómeno es social (debidamente entendido, puede afirmase que no existen fenómenos exclusivamente naturales, del mismo modo que y siguiendo el mismo razonamiento por el cual, pese a contradecir en esto a Morris, se puede afirmar que no existen signos naturales) en la medida en que, lo que de cualquier fenómeno (así como de cualquier signo) nos interesa es cómo se lo interpreta, ya sea en la comunidad social considerada de modo inespecífico (lo que diríamos "cómo lo interpreta la gente") o de modo restringido a ámbitos sociales específicos (como lo interpretan los políticos, o los académicos, o los gremialistas, o los artistas, etc.). Interpretar un fenómeno no puede ocurrir sin la intervención de un sujeto, pero tampoco interesa en cuanto actividad interna o privada de un único sujeto; la interpretación interesa en la medida en que se exterioriza al comunicarse (o sea, trabajamos sobre interpretaciones explícitas) mediante un texto verbal o una propuesta gráfica o una disposición o una actitud, respectivamente, en una exhibición o en un ritual. Interpretar un fenómeno social constituye, en principio, un acto de atribución de sentido y no de captación de algún (im)posible sentido original, natural o esencial; en un segundo momento, el conjunto de los sentidos construidos mediante las interpretaciones comunicadas que hemos podido percibir constituye la significación que le atribuimos (como se habrá observado, uso "sentido" como "átomo de significación", designando mediante "significación" al conjunto de todos los "sentidos" efectivamente vigentes, en determinada comunidad, acerca de determinado fenómeno, y de cuya mutua inconsistencia surgirán los diversos mundos semióticos posibles vigentes en la comunidad en estudio). Y esta significación, tal como se puede llegar a constatar que circula en determinado momento de determinada comunidad, puede consistir en una única propuesta compartida por todos los integrantes de tal comunidad o divergir hasta propuestas netamente contradictorias. La hipótesis por tanto es una propuesta de explicación de esta unanimidad (raramente) o de esta divergencia (lo más habitual). Lo que va a constituir el corpus va a ser ese conjunto de textos (o para designarlo con mayor precisión metodológica, de semiosis sustituyentes, que podrán ser simbólicas o icónicas o indiciales, o con la materia semiótica que resulte de la combinatoria de estas tres) donde se materializa, mediante su enunciación, aquella interpretación.

Entonces, el corpus cuya recopilación habrá de interesarnos será el que esté constituido por el conjunto de propuestas perceptuales (discursos verbales, imágenes visuales, comportamientos, etc.) que le confieren calidad ontológica al fenómeno en estudio. O sea, aquellas que lo hacen ser de determinada manera y no de otra, para quienes lo perciben en un momento determinado y no en otro, de una determinada comunidad y no de otra. No se trata de recopilar los textos de los que se pretendería que proporcionen una descripción objetiva y verdadera del fenómeno en estudio. Tal descripción no existe ya que será siempre interpretativa; la pretensión de hallar tal objetividad y verdad, y de disponer de ella, es una falacia. Lo que podemos obtener son los modos de atribuirle existencia, siendo las formas de existencia atribuidas las que constituyen su significación, ya que de cualquier fenómeno lo que constatamos no es su existencia, sino su significación, que es lo que, realizado por alguna o múltiples clases de textos, le atribuye alguna determinada clase de existencia. De su existencia esencial no podemos decir nada, porque lo que digamos es ya significación atribuida y no pura existencia afirmada (o, incluso, es significación en cuanto afirmación de su existencia). Por esto, la cuestión de establecer el corpus que nos permitirá evaluar la validez de determinada hipótesis es, desde el enfoque semiótico, la materia prima con la que se construye una dimensión diferente y específica del mundo, no en sí, sino para el conocimiento.

No considero haber podido decir lo que me propongo con toda claridad ni de modo que no me retracte en otro momento, pero es una forma de empezar a reconducir la dirección de la explicación semiótica de los fenómenos sociales hacia el conocimiento que los interpreta, construyéndolos o constituyendo su existencia tal como resulta cognoscible desde la mente de determinado ser humano, tal como se configura en un momento determinado y mediante la concreta interrelación que ese ser humano establezca con una sociedad y con lo que del entorno en el que interviene ya está interpretado. Y al universo perceptual que produce ese conocimiento es a lo que estoy denominando "corpus".

La recopilación del corpus 3

No quiero dispersar mi atención centrada ahora en disponer de un concepto de corpus que sea semióticamente útil como instrumento para la investigación. Pero tampoco puedo dejar de formular una breve reflexión acerca de la diversidad de criterios que circulan para establecer la diferencia entre "sentido" y "significado" y “significación”, pese a que el tema permanece sin acuerdo final alcanzable (ver, en este mismo texto: V. 23 La humanidad, la facultad semiótica y la historia del entorno). Para mencionar a quienes tengo más presentes en este momento, es muy amplia, por ejemplo, la diferencia de enfoques entre Frege (con el que se inmiscuye el concepto de denotación o de referencia; estos dos con una significación muy próxima entre sí y que, a su vez, se identifican, en numerosas traducciones, con significado), Vygotsky (que, entre otros matices, opta por reservar sentido para la comprensión subjetiva y significado para lo verbalmente formulado) y la referencia del Diccionario de Ducrot y Schaeffer (1972/1995) que tienden a recuperar el concepto saussureano de significado como valor, o sea, a partir de las relaciones de un signo (lingüístico) con todos los demás de su sistema (de la lengua), resultando un concepto negativo de significado: lo que no son (o lo que dejan como posibilidad residual de ser) todos los demás; mientras que, para sentido, parece actualizarse la concepción de Strawson, concluyendo, con toda provisionalidad, que comprender el sentido de un signo es poseer un método para determinar, con cada ocurrencia de ese signo, a qué se refiere esa ocurrencia, o sea, su referencialidad ocasional. Como decía, pido disculpas por no entrar en esta inagotable pero tentadora discusión, limitándome a lo que sea pertinente para la tarea de identificar el corpus pertinente para una determinada investigación.

Entonces, mi único comentario al respecto consiste en afirmar que he buscado la posibilidad de optar por un criterio que defina, con rigor y eficacia, el ámbito conceptual que le atribuyo al término "sentido" y el que le atribuyo al término "significado". Desde este punto de vista (al menos en este desarrollo temático acerca del corpus), considero sentido a determinada y puntual interpretación explícita de un fenómeno, según resulta construida a partir de determinada propuesta perceptual (texto, icono, exhibición, ritual) que a tal fenómeno se refiera. Un mismo fenómeno adquirirá por tanto distintos sentidos, cada uno proveniente de cada una de las semiosis sustituyentes que lo construyan. Una de las tareas analíticas de toda investigación consistirá, por tanto, en identificar los diferentes sentidos vigentes en determinada comunidad acerca de determinado fenómeno. Tal el objetivo de la operación analítica designada como "definición contextual", de la que se informa en mi Manual Operativo (Magariños de Morentin, 1998; y ver, en este mismo compendio: II. 10 Manual operativo; para la construcción de "Definiciones Contextuales" y "Redes Contrastantes").

Al conjunto de los diferentes sentidos, relativos a un mismo fenómeno y vigentes en un momento determinado de una comunidad determinada, lo incluyo en el concepto de significado, que queda así constituido como el mundo semiótico posible (en adelante MSP) de la totalidad de las interpretaciones explícitas que recibe determinado fenómeno en estudio (el concepto de mundo semiótico posible es próximo al de formación discursiva de Foucault [1969: 44ss], sólo que éste lo limita a una arquitectura constituida exclusivamente por enunciados verbales, mientras que el MSP abarca todas las semiosis posibles y efectivamente utilizadas en determinada sociedad).

Así considerado, el sentido es, aquí, por tanto, un átomo del significado; frente a la concepción del sentido como significación genérica y global de un fenómeno o texto. Y el significado resulta ser la compleja red de relaciones que pueden identificarse entre los diversos (todos; en la medida en que puedan ser recuperados) sentidos efectivamente vigentes en determinada comunidad; o sea, el conjunto de todas las interpretaciones explícitas que recibe el fenómeno en estudio, que es a lo que también puede denominarse el mundo semiótico posible construido acerca de tal fenómeno.

No me considero dueño de la verdad, ni siquiera conformador de la mejor opción posible en esta disyunción entre sentido y significado. Simplemente, es el criterio que adopto, tentativamente, para desarrollar esta temática de la recopilación del corpus, necesaria para explicar cómo y por qué determinado fenómeno adquiere determinada significación en un momento y sociedad determinados. Por eso, como ya anticipé, quizá significación la introduzca para referirme a la sumatoria concreta de los sentidos identificados, orientando significado hacia la resultante conceptual de esa sumatoria. También creo que se ha superado la época en que se pretendía alcanzar una teoría completa y excluyente, como modelo explicativo (que preconfigura al mundo, sin dejarme percibir más de, ni otra cosa que lo que ya está configurado), estándose, en la actualidad, más cerca de la búsqueda de operaciones cuyo rigor y buena fundamentación dependen de la situación en análisis y del objetivo pretendido (o sea, estoy diferenciando la actitud de trabajar con modelos, actitud con la que no estoy de acuerdo por repetitiva y excluyente del descubrimiento y de la creatividad, y la actitud de trabajar con operaciones, actitud que sugiero por su eficacia constructiva y carente de preconceptos). Así, en la actualidad, una teoría explicativa contendría una propuesta de rigor reflexivo e inferencial, pero que cambiaría con las transformaciones de la racionalidad vigente. Por eso mismo, a una explicación científica tampoco puede exigírsele que, además de explicativa, sea predictiva. Para que fuese predictiva, nada tendría que cambiar en el tiempo ni en el espacio, lo cual es un absurdo en cuanto negación de la historia; no hay modelos que continúen explicando al mundo, cualesquiera sean las circunstancias históricas por las que atraviese; hay operaciones que, provisoriamente, nos proponen formas de intervenir conforme a la racionalidad vigente.

La recopilación del corpus 4

Continúo con la tarea de establecer criterios que permitan seleccionar aquellos datos relativos a la interpretación de determinado fenómeno social que pueda considerarse que constituyen el corpus necesario para explicar su significado.

A un fenómeno se lo designa con determinado nombre, se lo percibe de determinada manera, se lo describe mediante determinado discurso. El nombre de un fenómeno se asocia a determinado concepto; el modo de percibir un fenómeno se asocia a determinadas imágenes; el discurso que describe un fenómeno se asocia a determinada interpretación. Un concepto identifica una existencia posible; una imagen identifica una percepción posible; una interpretación identifica un significado posible.

El conjunto de las semiosis (simbólica, icónica e indicial o su combinatoria) que construyan los conceptos, las imágenes y las interpretaciones, con los que se atribuya cada uno de los significados posibles del fenómeno en estudio, integran el corpus que estamos tratando de identificar.

Por eso, no tiene sentido hablar del registro de la realidad perceptible. Los datos no provienen de la realidad ni se recuperan en el registro; los datos que interesa registrar son aquellos que construyen la realidad, tal como se ofrece a la percepción humana, y este modo de ofrecerse es plural según los individuos (con el límite de variabilidad impuesta por la necesidad de comunicación), las sociedades (con el límite de variabilidad impuesto por el riesgo de lucha, muchas veces menospreciado, entre realidades competitivas) y los tiempos históricos (con el límite de variabilidad impuesto por el carácter necesariamente transformable de la historia), todos ellos correspondientes a la situación de registro.

Con esto, todavía tan duro y abstracto, convendrá explorar qué corresponde registrar (registro en cuanto configuración del corpus, con las características que le estoy atribuyendo) según la calidad del fenómeno en estudio, y según la identificación del individuo, la sociedad y el momento histórico en que se intente explicar el significado de ese fenómeno.

La recopilación del corpus 5

Explicar el significado/significación no consiste en tratar de establecer su verdad, en cuanto identificar el que sería el verdadero significado/significación de determinado fenómeno social, ni, ante la pluralidad de significados simultáneamente vigentes, afirmar si el significado correcto es el enunciado por uno o por otro u otros.

Considero que explicar el significado consiste en establecer, fehaciente, rigurosa y fundamentadamente, de dónde provienen y cómo se utilizan los enunciados, vigentes en determinado momento de determinada sociedad, con los que se construye tal significación. Ésta sería la única verdad críticamente aceptable, ya que constituye el porqué no causalista, sino cognitivamente constructivo, que explica cada respuesta y su diversidad.

Después, aceptar una u otra de las respuestas y repudiar las restantes no es una cuestión de ciencia, sino de ideología, o sea, de fe, que es el ámbito propio y pertinente para la afirmación de la verdad (y en alguna variante de la cual todos necesitamos creer, pero que no puede confundirse con su explicación eficaz).

En la tarea de investigación, recopilar el corpus pertinente y necesario para explicar el significado de determinado fenómeno social requiere disponer de (en cuanto a haber desarrollado hasta adquirirla) la capacidad de identificar el o los textos pan-semióticos que le atribuyen ese específico significado a ese concreto fenómeno.

Formulo una reflexión terminológica que considero oportuna. En su significado más simple, cuando menciono "texto" me refiero a lo existencial y perceptual de una semiosis sustituyente, en su carácter predominante y/o provisionalmente sintáctico, conservando el concepto que formulé, hace ya tiempo, de que "un texto es un discurso sin semántica" (con lo que la idea de texto implica la de una carencia o incompletitud o la del resultado obtenido tras una extracción). Pero, además, siempre tuve interés en dar cabida, bajo la designación de "texto", a las diversas semiosis posibles, disponibles en determinada comunidad, sin que el término quedase atrapado por una exclusiva y excluyente lectura lingüística, que lo restringiría a la materialidad perceptual (acústica o visual) de lo verbal. Vengo usando, como designación más abarcadora para evadir esa clausura lingüística, la expresión "semiosis sustituyente", que sigo considerando adecuada, pero poco familiar y susceptible de lecturas equívocas (por ejemplo, no se trata de una sustitución especular, sino dinámica y transformadora). He utilizado, también, esta expresión "texto pan-semiótico" que me parece igualmente adecuada y, quizá, más fácil de comprender, para trasmitir el concepto de una percepción efectivamente existente en cualquiera de sus características semióticas: como icono (imágenes), índice (exhibiciones de objetos y/o práctica de comportamientos rituales) y símbolo (formas convencionales verbales, gráficas, gestuales, etc.). También permite continuar contraponiendo "texto" y "discurso", considerando a este último como "un texto con semántica" y así referirse a un "discurso pan-semiótico" para trasmitir la información acerca del contenido semántico construido por cualquiera sea la calidad semiótica (icono, índice o símbolo) del texto en estudio. Por tanto, esta propuesta de adoptar criterios adecuados para cumplir la tarea de recopilación del corpus, contiene la pretensión de que se la interprete como la necesidad de identificar, para explicar el significado de un fenómeno, aquellas materialidades existenciales y perceptuales (en cuanto textos) que intervienen, mediante sus utilización social intencional, atribuyéndole el o los múltiples significados específicos (en cuanto discursos) que tal fenómeno recibe en determinado momento de determinada sociedad. Otro aspecto terminológico que deseo asentar es el referido a que no voy a utilizar, en cada caso, la expresión "fenómeno social", limitándome a utilizar el término "fenómeno", ya que, como lo trabajé en otro estudio y lo mencioné en SEMIOTICIANS (Magariños de Morentin y otros, 1999-2007) hace poco, todo fenómeno es social no siendo concebibles, en cuanto conocidos, fenómenos puramente "naturales", ya que, por haber sido pensados pertenecen a la esfera de lo social (aunque eso quizá requiera otro debate en otro momento de nuestros coloquios). Quede, pues, advertido que, salvo que indique lo contrario, cuando mencione "fenómeno" me estoy refiriendo a "fenómeno social", que es lo que ocurre con aquella primera afirmación con la que inicié este mensaje y con la que lo continúo.

Para identificar esos textos pan-semióticos de los que proviene exclusivamente, la significación de un fenómeno, y para poder analizar su eficacia expresiva, directa y necesariamente vinculada a sus características sintácticas, es necesario recuperarlos conservando sus respectivas especificidades semióticas (según se trate de iconos, índices o símbolos o de su interacción complementaria) y analizarlos en las particulares interrelaciones de sus partes componentes (que no son las mismas, ni las partes ni las interrelaciones, según se trate de iconos, índices o símbolos), de las que proviene tal eficacia.

Esto tiene relación con lo que proponía anteriormente, respecto a la operación conocida (especialmente en la llamada "metodología observacional", propia del conductismo) como "registro de la realidad perceptible", expresión que rechazaba, para centrar la eventual investigación que pueda estarse realizando en la tarea de configurar un corpus de datos que no pertenecen (no pueden pertenecer) a la realidad, sino que forman parte del discurso pan-semiótico con el que la humanidad le confiere significado (o sea, conocimiento de su existencia o conocimiento de su realidad o, también, existencia ontológica) a su entorno.

En este sentido, me sigue interesando, para un análisis indicial del comportamiento, la segmentación, integración e interrelación de gestos, expresiones, miradas, mímica, etc., que pueden contribuir a registrar la información que interpretamos cuando miramos. Por ejemplo, ¿cómo se construye el significado de eso que la policía dice a veces: "estaba en actitud sospechosa"? ¿Qué ve el policía que le hace atribuir ese significado al comportamiento de determinada persona? O sea, una "actitud sospechosa" es un significado posible y, además, socialmente vigente (al menos para la policía), atribuible al comportamiento de una persona o grupo, generalmente reducido, de personas, y se da en la calle (es evidente que el planteo surgió pensando ejemplos de situaciones de lo que hemos empezado a configurar como la universidad de la calle (Magariños de Morentin y colaboradores, 2005-2007. Por supuesto que en la tarea, que realiza el policía, de atribuirle un significado a determinado comportamiento social, se une lo que ve y lo que ha visto, tanto respecto a comportamientos normales (lo que también es un significado atribuido) como respecto a comportamientos que precedieron a la comisión de algún delito, junto con lo que le han dicho acerca de cómo ver, o sea, el modo de ver que ha aprendido.

O sea, el comportamiento, los gestos, actitudes y expresiones de alguien o de un grupo son un texto semiótico (en este caso, indicial) que es necesario integrar o recuperar como corpus, si se pretende tribuirle un significado a ese determinado comportamiento (significado que ya no es el comportamiento, sino algo ajeno que se le agrega o que se afirma que está siendo construido por tal comportamiento). Ese comportamiento es lo que está produciendo el significado (social, y todo significado lo es) que alguien (por lo general, un policía) interpreta como "actitud sospechosa", o sea, "desconfiable" (sin prescindir de la posibilidad de que otro u otros intérpretes le atribuyan otro significado al mismo comportamiento percibido; su explicación seguirá no obstante la misma secuencia analítica que estoy exponiendo, pero partiendo de otros textos pan-semióticos). Lo sospechoso es un agregado, es un objeto construido por el policía que observa el comportamiento; eso otro al que remite, necesariamente, la función sígnica en cuanto tal. Analíticamente, como investigadores, será necesario identificar y analizar las relaciones gestuales constitutivas de ese comportamiento para ver cómo surge de él ese contenido, que no es inherente al comportamiento (no es su realidad), sino que resulta construido cuando alguien (ese imprescindible intérprete) lo percibe y decide intervenir interpretándolo. Y en esta interpretación, intervienen otros textos semióticos diferentes a aquel en que consistía el comportamiento que se está observando. o sea, se requieren otros comportamientos ya interpretados que se suponen afines al que se está percibiendo y cuyo resultado delictivo, permitía atribuirle el carácter de señal (o sea, la experiencia permitió identificar a determinadas actitudes como señal de que quien las manifestaba iba a cometer un delito (técnicamente, la señal es un tipo de signo que se caracteriza porque anticipa un resultado; por eso, cuando el resultado no se ha producido todavía, determinado comportamiento puede significar, o sea, ser señal de que ese resultado va a producirse). Por eso decía que, para interpretar determinado comportamiento, o sea, para atribuirle un significado, era necesario que el intérprete hubiese visto (calidad perceptual del texto semiótico histórico y, ahora, actualizado) o que al intérprete se le hubiese dicho (calidad simbólica del texto semiótico histórico y, ahora, actualizado), cómo correspondía interpretar determinado conjunto de interrelaciones comportamentales.

El corpus que habrá de recopilarse consistirá, por tanto, no sólo en el comportamiento que se está percibiendo, sino también en aquellos otros textos, cualquiera sea su calidad semiótica constitutiva, que es necesario actualizar para interpretar, tal como se está interpretando, al que se está percibiendo. En este sentido apunto, cuando me refiero a la necesidad de disponer de un concepto riguroso y adecuado de corpus.

La recopilación del corpus 6

Dos comentarios:

El primero sobre la necesariedad del carácter ritual para considerar al comportamiento como signo, desde una semiótica indicial. Aquí interviene la diferencia entre objeto semiótico y signo: no es necesario el carácter ritual para ser objeto semiótico; todo comportamiento, ritual o no, es ya objeto semiótico, en cuanto tiene atribuido un significado a partir de otra semiosis que lo enuncia. Pero sí es necesario que adopte ese carácter ritual para ser considerado signo. La diferencia está en que, en cuanto objeto semiótico recibe la eficacia de todos los discursos (o los que conozca el intérprete) que se han referido a él (en su particularidad y en su carácter general de comportamiento). En cuanto signo posee su propia eficacia para construir un significado determinado que atribuirá a otro fenómeno diferente. O sea, el objeto semiótico recibe; el signo entrega.

La semiótica indicial trabaja con 3 clases de representámenes (en el sentido peirceano de lo que vemos cuando a lo que vemos lo consideramos un signo): objetos, comportamientos y recuerdos. No me meto, por el momento, con estos últimos (por respeto a la compleja problemática de la memoria); pero tanto los objetos como los comportamientos pueden adoptar o ser considerados desde alguna de esas dos perspectivas: o son objetos semióticos y entonces la tarea es establecer de qué textos pan-semióticos han recibido la calidad con la que son percibidos; o son signos y entonces son textos indiciales capaces de producir el significado de otra cosa diferente de ellos mismos. La "actitud sospechosa" en la conducta de alguien es la lectura que otro (el policía) hace de esa conducta, ya que la ve como objeto semiótico y le atribuye el significado que aprendió o le enseñaron a atribuirle. Desde los comportamientos teatrales, religiosos, militares, hasta las anáforas pragmáticas, los gestos deícticos o las costumbres de mesa, en todos estos casos se trata de comportamientos ritualizados, en cuanto están convencional y socialmente identificados, para intervenir como signos que le atribuyen significado a otra entidad o fenómeno diferente de la concreta conducta que se está produciendo/percibiendo (lo cual ocurre para que esa otra entidad adquiera algún determinado significado). De modo semejante, los objetos que utilizamos: la silla, los papeles, el lápiz, la manzana, el teclado, la ventana, los automóviles, etc., son objetos semióticos que hemos aprendido a interpretar y, por tanto, a utilizar. Pero cuando esos mismos objetos se encuentran en la vidriera de un establecimiento comercial o en un museo, etc., pasan a ser signos, ya que se están refiriendo a aquellos otros a los que ellos están designando.

El segundo comentario se refiere a precisar el sentido en el que firmo que todo fenómeno es social. En principio, está así dicho atendiendo a que todo fenómeno para ser comprendido tiene que ser interpretado y su interpretación proviene de las posibilidades que ofrece cada sociedad, a sus integrantes, de interpretar los fenómenos de su entorno. Cualquier interpretación o atribución de significado (que no es lo mismo, pero son conceptos interdependientes) proviene, explícita o implícitamente, del imaginario social que nos rodea y nos impregna sin resquicio de escape. La identidad es un resultado de determinada combinatoria de elementos (en el más amplio sentido e incluyendo su materialización en el contexto social) pertenecientes a ese imaginario. Desde mi punto de vista (respetando otras posiciones, pero afirmando la que estoy enunciando) no tiene respuesta la pregunta (formulada por P. Winkler, en SEMIOTICIANS, el 2 de febrero del 2005) acerca de "¿qué hechos dejan de pertenecer a una historia privada para ser historia de vida y fenómeno social?", porque considero que no hay hechos que, en algún momento o instancia, pertenezcan exclusivamente a una historia privada, sino que la historia privada de cada uno está construida por fenómenos sociales que reinterpretamos y hacemos propios a partir de nuestro manejo de otros fenómenos sociales y que interrelacionamos, a su vez, con otros fenómenos sociales que son otros aspectos de nuestra identidad.

De todas formas, el alcance de mi referencia a que todos los fenómenos son fenómenos sociales era más corto: meramente se refería a mi convencimiento de que no existen fenómenos naturales, que encontrarían la explicación de su significado en leyes físicas totalmente marginadas del acontecer social, sino que todos encuentra la explicación de su significado en determinados discursos sociales (quizá científicos; o, posiblemente, mágicos; pero, sin duda, ideológicos) vigentes en determinado momento e, incluso, en determinado espacio, aun cuando estén formulados con un lenguaje de determinado nivel simbólico y con determinada historia. O sea, las llamadas "leyes físicas" son un constructo explicativo, resultante de un determinado discurso social (cambiante en el tiempo y en el espacio [al menos, en el espacio virtual de las sociedades científicas]), con lo que, en definitiva, son enunciados convencionales acerca de fenómenos sociales. En definitiva, la vida privada así como el conocimiento de las ciencias naturales, son fenómenos sociales (por eso, también, mi rechazo de la categoría de "signos naturales" que utiliza Charles Morris, [1946: 5] para referirse, por ejemplo a las nubes [en cuanto signos naturales de lluvia]). Al menos, ése es mi parecer y, sin convertirlo por ello en dogma, todavía no he encontrado una situación de falsación que lo desacredite o me aconseje abandonarlo.

La recopilación del corpus 7

Puede parecer excesiva mi afirmación, formulada en el parágrafo anterior, acerca de que la significación de un (de todo, de cualquier) fenómeno social proviene exclusivamente de determinado conjunto de textos pan-semióticos. No obstante, tratar de dilucidarlo lo considero importante, sobre todo al estar intentado concretar la idea de qué entendemos por el Corpus pertinente a la comprobación de las Hipótesis integrantes de determinada Investigación.

Es como si, aparentemente, se cometiera una trampa, al proponer una expresión nominal: "texto pan-semiótico", que, por su apetencia de universalidad, pretendiera reconducir todos los aspectos en los que radica el significado de cualquier fenómeno imaginable a alguna de las variantes que esa expresión abarca. Entonces, primer peligro, es como si pusiéramos a nuestra disposición una designación cuyo dominio es el conjunto de las entidades (en el más amplio sentido que podamos darle al término "entidad") que concurren para que en ellas consista el significado de cualquier fenómeno; y, ahora, escribo "concurren para que en ellas consista", justamente para que pueda leerse desde una (¡ajena!) perspectiva sustancialista (¡los fenómenos tienen un significado!) y positivista: todo lo que podríamos hacer sería verificar si lo que decimos que es el significado de un fenómeno resulta efectivamente del fenómeno (o sea, del fenómeno provendría la verdad o falsedad del significado que le asignamos), previa e independientemente de la intervención (e incluso de la existencia) del pensamiento humano.

Ratifico, no obstante, que la "apetencia de universalidad" de la expresión "texto pan-semiótico" está efectivamente en el alcance que le pretendo asignar (segundo peligro: si la expresión tiene un dominio universal, se trataría de una expresión metafísica, sin utilidad para el conocimiento científico o riguroso); sin embargo, no se superpone con la realidad, sino que atribuye, a todo lo que el ser humano puede conocer (de ahí, su apetencia de universalidad), la transformación (sin posibilidad de acceder a lo previo a tal transformación) resultante de su modo de conocer (proceso de transformación acumulativa, en parte secuencial y en parte en paralelo, de la percepción, la emoción y el pensamiento, del modo y con las operaciones que son posibles en un determinado momento histórico de una determinada sociedad). Ésta es la universalidad ostentada por la expresión: "texto pan-semiótico".

Lo que estoy afirmando es, por tanto, la necesidad de recopilar el corpus que contenga los aspectos físico-existenciales (en este sentido, "texto") que constituyen los elementos y las relaciones (en este sentido, el texto en cuanto sintaxis) en las que se materializa el modo como el ser humano expresa lo que percibe, lo que siente y lo que piensa (y en este sentido, el texto en cuanto "pan-semiótico"), desde el enclave social de su participación (y desde ahí, el carácter de texto interpretado), cuando le confiere determinado significado a determinado fenómeno. Ésta es la materia prima semiótica que le permitirá explicar la significación del fenómeno al que se enfrenta. Puede afirmarse que todo lo demás es mera apariencia; apariencia de realidad y apariencia de verdad o de falsedad. La explicación de la significación tendrá que partir del modo como el ser humano expresa cómo ese fenómeno ha entrado en su mundo de experiencia. Lo expresa enunciándolo y entra en su mundo interpretando los enunciados (pan-semióticos) de su aprendizaje. El enunciado que él produce y los enunciados aprendidos constituyen el corpus necesario para fundamentar cualquier investigación que pretenda explicar el significado atribuido a los fenómenos de su entorno.

La recopilación del corpus 8

Voy a permitirme interpelar al lector para puntualizar y sugerir la específica reflexión sobre los aspectos que puedo considerar más conflictivos. A los fenómenos (aunque suele decirse, cuando se lo admite, "al significado de los fenómenos"; pero, ¿qué quedaría de los fenómenos si los privamos de su significado [de ese múltiple y hasta contradictorio significado que le atribuye determinada sociedad en determinado momento histórico]?) los construimos, o sea, les conferimos existencia ontológica, en definitiva, los construimos ontológicamente, al nombrarlos y al enunciarlos o representarlos. Elimino incisos: a los fenómenos les conferimos existencia ontológica al enunciarlos. ¿Hay acuerdo en esto? Excluyo lo óntico; lo que producimos es la existencia del fenómeno para el conocimiento. O sea, sólo se conoce lo enunciable (teniendo en cuenta que "lo enunciable" no equivale, sólo, a lo verbalizable, sino que abarca toda forma de enunciación semiótica, sea ésta mediante iconos, índices o símbolos; de dónde surge el "texto pan-semiótico").

Cuando queremos explicar por qué un fenómeno tiene, en determinado sector social de determinada sociedad y en determinado momento histórico, determinada(s) significación(es), necesitamos saber (1) de dónde procede(n) tal(es) significación(es) y (2) por qué se interpreta a los textos que las producen de determinada manera y no de otra. O sea, (1) ¿qué textos(1) crean determinado significado? (el significado que nos proponemos explicar como resultado de nuestra investigación); (2) ¿según qué otros textos(2) (o sea, cómo) se interpreta a tales textos? (de modo que se entienda producida esa u no otra significación); y, por supuesto, (3) ¿cómo recuperamos, diferenciamos y atribuimos su eficacia específica a los textos(1) y a los textos(2)?

Cuando decimos que hacemos semiótica, son éstas las tres preguntas básicas, a las que es indispensable responder, ya que son las que tienden a proporcionarnos la información básica de cuyo análisis surgirá nuestra explicación; o no habrá semiótica; o no habrá rigor; o no habrá investigación. ¿Hay acuerdo en esto?

La recopilación del corpus 9

El tema que acabo de plantear no pretende una incursión en el campo de la filosofía, sino terminar de perfilar una exigencia metodológica: ¿cuál es el corpus que se necesita para explicar la significación de determinado fenómeno? y ¿en qué consiste explicar la significación de determinado fenómeno?

1) Si bien todo interviene en el análisis que conduzca a la explicación del significado (o mejor, de los significados) que ostenta un determinado fenómeno social, considero importante diferenciar (ahora y al margen de otras diferencias que surjan ante otros problemas) entre los textos teóricos que proponen procesos y relaciones conceptuales para sistematizar las características del significado de determinado tipo de fenómenos y aquellos otros enunciados con los cuales los integrantes de determinada sociedad le atribuyen significado a un concreto fenómeno. El primero, en una investigación, constituye el contenido y el objeto de análisis y de selección del marco teórico; el segundo constituye el corpus propiamente dicho. La necesidad de separarlos radica en el diferente modo de intervención que exige cada uno de ellos. En el marco teórico se cumple una tarea de sistematización y fundamentación de constructos abstractos, y la presencia del investigador se manifiesta en la tarea de mostración, discusión y contraste acerca de las propuestas explicativas que, acerca del significado del fenómeno en estudio, van formulando los diversos autores que dicho investigador registra, y en la progresiva y fundamentada estructuración de su propio pensamiento al respecto, por contrastes con las registradas; pero, en la evaluación del marco teórico, no se enfoca al fenómeno concreto, sino a la categoría de fenómenos en la que el investigador considera incluible aquel al que se propone estudiar. En el corpus se registran todos los enunciados, detectados como vigentes en determinado momento de determinada sociedad, con los cuales se construye la significación de determinado fenómeno concreto. O sea, para explicar la significación de un fenómeno es necesario disponer de todas las teorías de racionalidad plausible en el ámbito académico y en el momento de la investigación, lo que constituye el marco teórico; pero, además, es también necesario disponer de todas las formas de enunciación, vigentes en determinada sociedad, que sobre tal fenómeno recaen en ese determinado momento de esa determinada sociedad, lo que constituye el corpus.

Aquí, específicamente, en cuanto corpus, se requiere un sentido amplio de "enunciación", tal que abarque cualquier posibilidad semiótica de referencia al fenómeno en estudio: no sólo palabras, sino también imágenes, exhibición de objetos y efectiva realización de comportamientos (de alguna manera ritualizados o ritualizables) que tengan como referente al fenómeno en cuestión, en el sentido de entidad del mundo proyectado desde la estructura conceptual del sujeto (y sociedad) que lo enuncia (Jackendoff, 1989: 121ss) como referente. Entonces, mientras en el marco teórico se selecciona, se discute, se modifica y se recompone el sistema de pensamiento (pertinente, por tanto, al ámbito de determinada disciplina científica) con el que va a enfocarse el conocimiento de determinada clase de fenómenos, en el corpus se interviene, se segmentan, se integran, se relacionan, se interpretan mutuamente los concretos textos pan-semióticos que se refieren a determinado(s) fenómeno(s), identificándolo(s), configurándolo(s), valorándolo(s), atribuyéndole(s) su carácter y su modalidad de existente(s) en ese determinado ámbito social. El universo abarcado por lo que entiendo como "corpus" incluye, por tanto, los textos que den cuenta de su modo de decirlo, de su modo de percibirlo, de su modo de manipularlo, de su modo de integrase en él, de su modo de sentirlo, en definitiva, de su modo de vivirlo. Pero cuidando de no comenzar por este final, construyendo textos acerca de la vivencia, que es ya un resumen de todos los modos precedentes de dar cuenta de él y que puede iniciar el camino de la metafísica o de la poesía, formas de conocimiento de la mayor importancia, pero que no son de las que estamos tratando aquí (salvo como textos acerca del fenómeno que se integrarán en el corpus, pero que, en cualquier caso, no son los que el investigador tiene como tarea construir, sino analizar). O sea, considero importante diferenciar adecuadamente los textos que construyen los contenidos (hipótesis explicativas y sus correspondientes propuestas de validación) del marco teórico, respecto de los textos que construyen los contenidos (los sentidos y los significados) del corpus, ya que requieren la realización de tareas cognitivas diferentes por parte del investigador, constituyendo problemáticas diferentes.

2) Otro posible acceso a la comprensión del papel que le otorgo al corpus, en el desarrollo de una investigación, puede provenir de las respuestas que le vayamos dando a un conjunto de preguntas intuitivas que se habrán ido formulando en la imaginación de cada uno, mientras se leía cuanto antecede, y a las que cada uno atribuye, inevitablemente, una sonora respuesta mental; lo que haré ahora será, tan sólo, verbalizar mis propias respuestas, a modo de contraste con las del lector. Creo que, así, las mías permitirán fijar mi posición y, por aceptación o rechazo, la de quienes las lean:

a) ¿no tienen los fenómenos sociales existencia óntica previa a su interpretación, mientras que la existencia ontológica siempre será posterior a la enunciación de tal (alguna) interpretación? Así es; entendiendo la atribución de existencia ontológica como uno de los conocimientos posibles acerca de los fenómenos, conocimiento que se adquiere al interpretarlos. O sea, no hay conocimiento que no sea el resultado de la interacción con el contexto (o con el "mundo", en un sentido próximo a aquél en que lo usa Francisco Varela, 1992), y no hay, para el hombre, entidades existentes cognoscibles en tal contexto que no sean resultado de esa misma interacción.

b) ¿es el texto el que le confiere existencia para el conocimiento al acto/fenómeno social? Así es; entendiendo la existencia como una de las cualidades del acto/fenómeno.

c) ¿no es posible la existencia de fenómenos sociales sin su correspondiente interpretación y posterior otorgamiento de significado mediante la correspondiente enunciación en algún texto de determinada naturaleza semiótica? No, en cuanto existencia para el conocimiento.

d) ¿no es acaso el fenómeno social condición previa y necesaria para su interpretación y significado? No. Después de haber aprendido a (es decir, después de disponer de los enunciados que registran nuestra específica interacción con el entorno mediante la cual podemos) oír, ver, sentir, acerca de un determinado fenómeno, advertiremos, retroductivamente, la presencia del fenómeno, que no hubiera sido posible sin la percepción de la interpretación que le atribuye significado. O sea, la percepción de la existencia del fenómeno es una extensión posible del sistema conceptual del sujeto; nunca a la inversa. Para que pueda percibirse algo tiene que ser objeto semiótico, o sea, tiene que haber sido el referente de un enunciado semiótico.

e) ¿cabe hablar de una única interpretación posible? ¿de un solo significado? Cada interpretación construye un significado. Lo difícil es imaginar una sociedad en la que exista un único enunciado, indefinidamente reiterado, construyendo una única interpretación de determinado fenómeno y, en consecuencia, un único significado para tal fenómeno. Hay que tener en cuenta que un determinado enunciado que circula en una determinada sociedad propone, en la intención comunicativa de su autor, una determinada interpretación para un determinado fenómeno; pero ese enunciado resulta capaz de recibir tantas interpretaciones como perceptores encuentre; entonces, el fenómeno recibirá tantas interpretaciones como interpretaciones reciba el enunciado que pretendió atribuirle, al fenómeno en estudio, una determinada interpretación. Además, habitualmente, son varios (o múltiples) los enunciados que, en un momento dado de una sociedad dada, circulan proponiendo su correspondiente interpretación al fenómeno en estudio.

f) ¿no es posible que existan distintos significados posibles de acuerdo a los valores, entorno cultural, códigos, etc., manejados en la interpretación del fenómeno estudiado y qué ocurre en tal caso con la identidad de ese fenómeno? Por supuesto que sí. Existirán distintos significados, provenientes de distintas interpretaciones, provenientes de distintos grupos sociales, o de distintos sectores de un mismo grupo social, o resultantes de las contradicciones inherentes a un mismo sector de un mismo grupo social; pero, en cada caso, se estará construyendo un fenómeno social diferente: o sea, cuando creemos estar percibiendo un mismo fenómeno físico, porque compartimos su nombre o su designación, distintos sujetos percibimos fenómenos distintos, no siendo el mismo referente el identificado por las distintas interpretaciones de los enunciados que lo construyen. Algo semejante a lo que sugiere Wittgenstein (1953: 273) que sucede con la identificación de los colores; socialmente aprendido, el nombre del color y su uso deíctico es el mismo, pero nada asegura que lo construido neurológicamente (la interrelación del organismo y su mundo; la identidad ontológica) sea lo mismo.

g) ¿la representación del acto/fenómeno social es condición previa a su propia manifestación? Repregunta: ¿qué diferencia se establece entre representación y manifestación? Si la "representación" es exterior al fenómeno, en cuanto construida por el enunciado que lo tiene como su objeto pero que no es el objeto, y manifestación es la manera posible de percibirlo, por supuesto que la representación determinará las características de su manifestación. (Todavía no hemos podido liberarnos de los efectos del discurso que construye la representación de la tierra como algo fijo y central, en torno a la cual gira todo lo demás, de modo tal que, a nivel coloquial, el amanecer y el ocaso se siguen manifestando como la salida del sol y la puesta del sol, respectivamente.) [Ojo, porque un tercer discurso que imponga científica y, en especial, socialmente, otra manera de representar a la tierra en su relación con el universo, puede hacernos ver, de una tercera manera (¿?), la manifestación del fenómeno que relaciona al sol con el horizonte. En este sentido afirmé antes la retroducción que recupera la presencia del fenómeno en función de la interpretación que le atribuye determinado significado. Se ve lo que se puede enunciar y tal como se lo puede enunciar (recordemos el carácter pan-semiótico que atribuyo al texto que construye tal enunciado).]

h) ¿Con asertos de este tipo, no convertimos en especulación teórica toda interpretación posible de la realidad social? La "realidad social" no es "real", ni es "social", hasta que no está interpretada y no es más que aquello en lo que la interpretación la constituye. Y esto no es especulación teórica, sino un intento de explicación acerca de cómo se produce el conocimiento y de la pluralidad de tal conocimiento; al margen de la unicidad de lo óntico, de carácter exclusivamente metafísico. [El desafío consiste en encontrar una situación cognoscitiva en que queda falsado lo que vengo desarrollando].

La recopilación del corpus 10

Continúo proponiendo algunas reflexiones acerca de esta contraposición entre enunciación y existencia, con afirmación de la precedencia de la enunciación respecto de la existencia ontológica de los fenómenos y no a la inversa. Todo ello es fundamental para comprender qué buscamos cuando estamos recopilando el corpus que contendrá la información con la que habrán de probarse las hipótesis capaces de explicar el problema constitutivo de una investigación determinada.

(α) "Desde la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta desaparecer tras los edificios."

A mi percepción, en este caso, la puedo considerar un objeto semiótico: algo respecto de lo cual sé lo que es y lo que ocurre porque le aplico un conjunto de textos pan-semióticos que he aprendido a interpretar y a utilizar para poder verlo, en cuanto, como dice David Marr (1982: 3), "¿Qué significa ver? ...Saber qué hay dónde, mirando". En mi memoria asociativa, se actualizan una serie de atractores que me permiten establecer la afinidad entre las imágenes que veo y otras imágenes con las que estoy familiarizado, que percibí históricamente. En mi estructura conceptual se asocian conceptos semánticos, percepciones visuales y (sin agotar componentes) experiencias kinésicas, que me permiten construir, con las percepciones que pude asimilar en esta situación, un referente proyectado que interpreto como para permitirme decir de él lo que escribí al comienzo de este punto (α). Sé lo que veo, porque lo sitúo como objeto actual de otras representaciones (en cuanto representámenes o signos) de las que ya tengo el hábito de interpretar y que, en esta situación, utilizo analógica y/o diferencialmente para interpretar mi percepción. No me interesa, ahora, ir más allá; mi percepción es como una pared o límite o punto de llegada. Lo percibido queda así caracterizado como objeto semiótico.

(β) "Desde la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta desaparecer tras los edificios. Comprendo que finalizó el paro del personal aeronáutico."

Al haber añadido esta última tarea, la que me lleva a comprender que finalizó el paro del personal aeronáutico, he roto la pared; no me quedo en el límite o punto de llegada, sino que utilizo lo que percibo para inferir algo que no estoy percibiendo, pero que resulta inferido por mi percepción. Lo que veo ya no es (sólo) un objeto semiótico, sino que se constituye en signo de otra cosa a la que accedo como interpretación de la que percibo. O sea, lo que percibo queda, ahora, caracterizado como signo (y no ya como objeto semiótico).

¿Cómo puedo explicar el significado ("finalizó el paro del personal aeronáutico") atribuido al fenómeno social percibido ("desde la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta desaparecer entre los edificios")? Y es con plena intención que denomino "social" al fenómeno que acabo de describir.

Tendré que recopilar el corpus que, como investigador, considere necesario, para, mediante la aplicación, a tal corpus, de los instrumentos analíticos y contrastantes que seleccione y cuya eficacia describa, o sea, recorriendo explícitamente el proceso mediante el cual he interpretado las entidades componentes de dicho corpus, poder llegar a establecer la relación entre mi percepción ("desde la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta desaparecer entre los edificios") y mi inferencia ("finalizó el paro del personal aeronáutico"). Tendré, por tanto, que demostrar que la interpretación de determinado corpus (la información sobre un paro de personal aeronáutico + la información actual o histórica acerca de lo que ocurre [o de lo que no ocurre] cuando se da ese tipo de paro + la información actual o histórica acerca de lo que ocurre [o de lo que no ocurre] cuando deja de darse ese tipo de paro) avala mi interpretación acerca de que lo que percibo es una representación con la que puedo construir el fenómeno que no percibo.

Como el objeto de un signo es eso otro ausente, que es diferente de la propia enunciación del signo (del significante saussureano y, mutatis mutandis, del representamen peirceano), quien interviene como intérprete tiene que saber relacionar lo que percibe del signo con su significado. Así interpretamos la totalidad de las entidades del entorno y su interrelación. Esto constituye el funcionamiento, consciente o inconsciente, de la filogenética y ya innata (para cuando la evolución llegó al homo sapiens) facultad semiótica; lo que no asegura que la operación semiótica efectivamente cumplida sea la que el sistema de enunciaciones posibles, disponibles en determinado momento y sociedad, aconseja aplicar, considerando a la relación afirmada como plausible; es decir, nada asegura que así se establezca, en su tiempo y sociedad, la relación entre lo percibido y el significado atribuido; o sea, que podemos equivocarnos.

Y a quien le cabe la tarea de explicar cómo y por qué algún intérprete puede construir ese significado a partir de lo que ese intérprete percibió, será al investigador que tiene que aportar los textos interpretacionales que establecen y/o justifican la relación entre lo percibido y lo inferido, debiendo dicho investigador demostrar que tales textos estaban efectivamente en conocimiento de tal intérprete (o bien, cuáles no estaban en su conocimiento, por lo que el significado que construye no se corresponde con el que está construyendo, ante fenómenos semejantes, el resto o determinada parte de la sociedad en la que convive). Trabajo específico de la disciplina semiótica, cuya utilización por el investigador se supone fundamentada en la apetencia de aceptabilidad de la explicación alcanzada por parte de la o las sociedades científicas que le son contemporáneas (plausibilidad de la explicación ofrecida y no necesariedad de verdad alguna).

La recopilación del corpus 11

Las metáforas constituyen un instrumento de creación artística y también científica; esto último en especial cuando el lenguaje de la ciencia es inicial y necesita tomar préstamos de otras disciplinas (Andrew Ortony, 1979). Pero hay que reconocer que las metáforas también pueden ser una apariencia mendaz de respuesta satisfactoria, que puede ocultar una gran ignorancia o una neta actitud ideológica o un modo de eludir una laboriosa explicación y que considero que, cuando se da una de tales metáforas (de cuya responsabilidad nuestra jerga de semiólogos no está ausente), se hace presente uno de los aspectos que más perturban la calidad de las investigaciones en las ciencias sociales.

A mi parecer, eso es lo que ocurre con la expresión que, supuestamente, nos lanzaría la realidad: "hablan de mí", como el modo de hacerse presente un fenómeno a la atención del hombre. Esto, siempre a mi parecer, carece de todo sentido; voy a atender a aquello que me interese o que perturbe mi tranquilidad o que me cause placer o daño (dicho esto con plena conciencia de ese "me" y "mi" inexistente sin la correspondiente integración social), no como una exigencia (al conocimiento) de alguna entidad, sino como la interpretación (por el conocimiento) de un acontecer.

Suponer al fenómeno con algún significado en sí mismo (salvo el que le viene históricamente atribuido por las sociedades que lo han ido construyendo, transformando y eliminando, desde la vigencia [transitoria] de sus respectivos discursos) requiere la idea de un dios que se lo atribuya; pero salvo dios (para quien crea en dios) sólo el hombre (y en esos diversos grados y matices de función semiótica que, minando la soberbia de nuestra supremacía, bien podemos descubrir en los animales) puede conferirle un significado a los fenómenos de su entorno. Pero, mi opinión es falsable y, por tanto, científica: si puede aportarse un testimonio acerca de un significado que no haya sido puesto por el hombre, mi afirmación quedaría falsada; así como también la falsaría el aporte de un fenómeno subsistente tras haberle eliminado todos los significados posibles.

Por tanto, siempre desde mi punto de vista, sólo puede pensarse al fenómeno todavía no pensado como vacío de significado, lo que lo hace imposible de ser pensado. Si me siento agredido por el fenómeno (si siento frío o me quema una llama o resulto herido por una piedra que cae de lo alto) soy yo (y/o mis conciudadanos) quien(es) califica(n) (con peligrosa metáfora) al accidente de "agresión". Porque también es metáfora (y de las peligrosas) la personificación, mediante la sintaxis, de objetos o fenómenos enunciados como posibles sujetos de expresiones verbales que implican comportamientos humanos (por ejemplo, es una peligrosa metáfora decir "esta imagen representa el puerto de Buenos Aires"; las imágenes no representan ni significan; es el intérprete humano el que atribuye una determinada eficacia representativa a una imagen o quien construye una determinada significación a partir de la propuesta perceptual de determinada imagen [incluso más allá de la intención expresiva del eventual autor de tal imagen]; ver, en este mismo Manual de Metodología Semiótica: Juan Magariños de Morentin. "18. Lo que explica la semántica visual.").

Pero esa presencia del fenómeno, sólo se me impone si lo admito como objeto pensable, o sea, con la posibilidad (actual o histórica; e incluso futura, si mi lenguaje [semiosis] es creativo[a]) de ser enunciado; y que para entonces ya es social en la medida en que le atribuyo un significado. Por algo Peirce (pese a sus ambigüedades, en la consideración del "objeto dinámico") afirmaba que, para cuando llegamos a percibir algo, eso ya es signo, porque si no, no podríamos percibirlo ni, por tanto, comenzar a conocer su existencia. Porque no se puede conocer lo que todavía no tiene atribuido el significado de "existir", que es el menor e imprescindible significado que el ser humano debe comenzar por construir para poder hablar de "algo".

La recopilación del corpus 12

Tres breves comentarios:

a) La lengua verbal perturba y las semiosis, en general, pervierten. ¿Habrá un modo de tomar contacto con los fenómenos que no esté traicionado por los instrumentos mediadores? ¿Entonces, (α) habrá una realidad verdadera, (β) un conocimiento inmediato del mundo y (γ) una información auténtica, en la que podemos confiar por su correspondencia con tal realidad y su capacidad para proporcionarnos un auténtico conocimiento? Si desconfiamos de las semiosis (entre ellas, de la palabra) es porque seguimos creyendo en el viejo mito positivista de que la verdad está en la realidad.

b) El espacio que nos separa irremediablemente de la realidad es el lugar donde construimos nuestra humanidad.

c) Las metáforas acerca de la realidad son los instrumentos creativos para identificar las entidades de todo tipo que si no fueran designadas por ellas, no existirían para nosotros. Su campo de manifestación es la poesía; y no hay poesía más que en la medida en que se transforma el leguaje coloquial para permitirnos descubrir lo oculto (o lo todavía inexistente). Ya dije (Magariños, 2006; ver, en este mismo Curso, el punto 21: La semiótica de los bordes) que Adán (metáfora del primer poeta de la humanidad), poniéndole nombre a las cosas (o sea, sustituyendo las cosas por sus nombres), las acotó, las identificó y las situó en la existencia para el conocimiento. Pero en la ciencia (salvo cuando balbucea) tiene muy poco que hacer el pensamiento metafórico; por lo general, tapa lo que no puede justificar y da brillo a las zonas oscuras del pensamiento riguroso. Ya sé que los semiólogos usamos metáforas; ¡y ahí está lo malo!; por lo menos desde la perspectiva de alguien (o sea, mía) que busca la posibilidad de desarrollar una semiótica (aburrida/rigurosa) cuya función básica sea la organización metodológica de la explicación del significado de los fenómenos del mundo (exterior e interior).

Actualizo el comentario de que todo esto no lo digo como un conjunto de proposiciones metafísicas, sino como un intento para fundamentar la recopilación del corpus que se necesita para llevar a su término a una determinada investigación. Habrá que establecer, ante cada texto/discurso/enunciado pan-semiótico, a qué se refiere, si propone la descripción de determinado fenómeno o si le atribuye algún valor o alguna eficacia ausente o no evidente, de dónde ha obtenido los recursos para conseguirlo, y quién y para qué lo utiliza, junto con otros muchos matices hacia cuyo desmenuzamiento trato de avanzar.

La recopilación del corpus 13

Lo que sigue son algunas notas, con las que pretendo consolidar la tarea de recopilación del corpus, esencial para toda investigación.

Recapitulando:

*Lo observado puede ser: objeto semiótico o signo.

*El objeto semiótico es lo que reconocemos porque ya ha sido semiotizado y cuando lo reconocemos tal como ha sido semiotizado.

*El signo es el instrumento para la semiotización de los objetos semióticos.

*Por ejemplo: un paisaje es un objeto semiótico; un jardín es un signo. Mi abuelo es un objeto semiótico; su fotografía es un signo. La Argentina es un objeto semiótico; un mapa de la Argentina es un signo; un libro de historia argentina es un signo; un estudio sobre política argentina es un signo; un folleto turístico es un signo; la Constitución Argentina es un signo; todos los tangos y cada uno de ellos son signos etc.

*Si algo no es un objeto semiótico, ni tampoco un signo, no estamos capacitados para percibirlo. El signo nos dice qué, cómo y con qué significado podemos percibir "algo". Nada preexiste al signo (o bien: sólo la nada preexiste al signo; o ni siquiera eso, porque aquí la nada ya tiene nombre, ya es un signo). Antes de comenzar a utilizar signos, el mundo no existía para el hombre, porque no había hombre.

*El objeto semiótico puede transformarse en signo; por ejemplo, el animismo de un árbol; el signo puede transformarse en objeto semiótico; por ejemplo, cuando paseo por el jardín, pensando en cómo voy a hablar de él en este Curso o, por ejemplo, cuando se lo enuncia desde algún metalenguaje: la visita al vivero para seleccionar determinado arbusto que le confiera un carácter "silvestre" a una parte de mi jardín; o, en otro ámbito, el análisis sintáctico de un poema; o las definiciones contextuales extraídas del discurso de un informante.

Podemos, en consecuencia, hablar de un primer nivel de corpus o "corpus 1": tales serían los textos (que ya son signos) que informan acerca del objeto semiótico; por ejemplo, tanto los enunciados construidos mediante determinados lenguajes simbólicos (la matemática, la lógica formal, las fórmulas de la química) utilizados predominantemente en las llamadas ciencias naturales, como, en el caso de las llamadas ciencias sociales, los enunciados verbales (o pictóricos, musicales, rituales, etc.) que registran la secuencia de transformaciones mediante las cuales se llega a determinado significado, en cuanto creación de un existente (eficacia poética), o en cuanto explicación de un concepto (eficacia analítica). Estos signos no son el objeto semiótico al que se refieren, pero lo configuran de un modo peculiar para el conocimiento y, sin ellos, no habría objeto semiótico ya que no sería identificable (diferenciable antientrópicamente).

El "corpus 1": -es "lenguaje objeto" (lo que no le confiere realidad alguna a tal objeto).

El "corpus 1": -no se superpone con la "realidad."

El "corpus 1": -no recupera lo que de real tiene la realidad (no pretende conocer la verdad; ni testimonia, tampoco, que la historia del conocimiento sea el camino que nos aparta del error y nos aproxima a la verdad).

El "corpus 1": -genera el espacio indispensable para que se constituya la humanidad.

Tránsito al "corpus 2"

[Utilizo el ejemplo del jardín. El jardín es ya semiosis (en cuanto texto construido con signos) que selecciona determinado o determinados significados atribuidos (mediante otros múltiples, concurrentes y heterogéneos discursos pan-semióticos) a paisajes (o panoramas), para reproducirlos con las peculiaridades que se destacan en el diseño de tal jardín; o sea, el jardín es un enunciado capaz de atribuir nuevos significados (antes inexistentes) a los paisajes (o panoramas). La descripción de un jardín es la descripción (por tanto, "corpus 2", en cuanto metalenguaje o metasemiosis) de un signo, el jardín, que es el "corpus 1" (en cuanto lenguaje objeto) de un objeto semiótico: el paisaje, cuyo significado (o mínimos aspectos de cuyo significado) el jardín pretende recuperar o constituir. Cabría realizar una investigación que tratase de explicar cuáles hayan sido (en determinado momento y cultura) los significados que se le vienen atribuyendo a los paisajes. Las hipotéticas explicaciones se comprobarían analizando e identificando los significados que la humanidad ha sido (o es) capaz de construir al diseñar los diversos jardines de sus diversa épocas y culturas. O sea, un jardín es un signo cuyo objeto es un paisaje; el paisaje es un objeto semiótico con determinada significación, que le viene atribuida (entre otros signos verbales, pictóricos, comportamentales, etc.) por un jardín que es, a estos efectos, su "corpus 1".]

Segundo nivel de corpus o "corpus 2"

Tales serían los textos, que ya son signos, ya bien metasemióticos (construidos con signos de la misma semiosis; de aquí la relación entre paisaje y jardín) o ya bien de un lenguaje exterior (construidos con signos de una semiosis diferente: tal la relación entre la representación pictórica de un jardín y el jardín; o su descripción verbal y el jardín tal como queda construido en esa descripción) que informan acerca del signo ( tomo esta diferencia entre metalenguaje y lenguaje exterior, que me ha resultado muy útil en múltiples oportunidades, de J. P. Desclès y Z. Guentcheva Desclès, 1977); o sea, constituyen una semiosis (texto, imagen, ritual [con objetos y/o comportamientos]) acerca de (que describen/interpretan) un "corpus 1", de modo tal que un metalenguaje, al igual que un lenguaje exterior:

- recupera, o sea, permite o favorece la interpretación acerca de: (α) cómo se construyó el "corpus 1"; (β) de dónde provienen los términos, entidades, expresiones (o textos [verbales], configuraciones [visuales], disposiciones [de acciones u objetos]) utilizadas en su producción; (γ) qué alternativas se excluyeron; etc. (o sea, recupera la información acerca de qué acontecimientos semióticos han intervenido efectivamente, siendo la efectividad de esa intervención lo que una investigación deberá llegar a demostrar).

- identifica el universo de posibilidades conceptuales ("la cultura", "la ideología", etc.) que se actualiza en tal "corpus 1".

 

 

Por eso:

"corpus 1"

intervengo en él; es el objeto de conocimiento; no se puede conocer un nivel más elemental

"corpus 2"

intervengo con él; es el instrumento de conocimiento

"teoría"

en determinado momento de determinada cultura, es el registro de todo aquello que el "corpus 2" permite explicar acerca del "corpus 1"

"metodología"

es el conjunto de las características operativas que, en determinado momento de determinada cultura, pueden identificarse como disponibles como "corpus 2" para intervenir en el "corpus 1"

 

Por eso: es fundamental, en una investigación, diferenciar las dos clases de corpus (1 y 2) y explicar la eficacia que, en determinado momento de determinada sociedad (o grupo social), tiene el corpus 2 para que el corpus 1 adquiera el sentido específico que proyecta sobre los referentes a los que construye.

4 Este material proviene de los mensajes que envié a SEMIOTICIANS durante los meses de enero, febrero, marzo y abril de 2005. Otros miembros del Foro intervinieron con importantes comentarios y observaciones; quienes quieran acceder a la totalidad de los mensajes, tal como circularon en SEMIOTICIANS, con la identificación de sus respectivos autores, pueden hacerlo entrando en http://www.archivo-semiotica.com.ar/taller.html, siendo pertinentes desde el mensaje 19 del 9 de enero de 2005, hasta el mensaje 82 del 10 de abril de 2005.

4.7.2. Preguntar y responder desde la semiótica

4.7.2.1. Encuadramiento

El tema general que estoy proponiendo es:

(1) qué le podemos preguntar a la semiótica

y (2) qué respuestas buscamos tras qué preguntas

Así que empiezo a construir algunas preguntas; pueden dárseles respuestas coincidentes o divergentes con la que yo propongo; o criticar la pregunta o sustituirla por otra que se considere más adecuada; esa será la elaboración reflexiva que propongo a mis lectores. El punto de partida consiste en la consideración de la semiótica como una metodología de investigación.

Cuando aplicamos la semiótica tratamos de sacar de ella sus mejores resultados.

¿Qué resultado se espera de la semiótica?

Supongamos que para aplicar la semiótica sea necesario que haya un problema que requiera explicación. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿es efectivamente necesario que haya un problema?; ¿qué es un problema?; ¿en qué clases de problemas interviene la semiótica?

Supongamos que, cuando identificamos un problema que pretendemos resolver, nos movemos en la dirección que nos señala la hipótesis que debería contener la explicación a tal problema. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿cuando se empieza a trabajar, es efectivamente necesario disponer de alguna hipótesis?; ¿qué es una hipótesis?; ¿qué clase de explicación semiótica proporciona una hipótesis?

Pero también: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿el trabajo semiótico consiste en explicar algo?; ¿qué es explicar?; ¿cuándo puede considerarse que algo está semióticamente explicado?

Supongamos que, cuando comenzamos a investigar, para tratar de resolver un problema, o sea, para tratar de comprobar la validez de la o las hipótesis que hemos formulado (conjeturalmente, como corresponde a una hipótesis), lo primero que haya que hacer sea identificar y recopilar el corpus de información cuyo contenido acredite que la explicación que propusimos para determinado problema sea efectivamente la que corresponde. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿para probar una hipótesis es necesario recopilar información?; ¿qué es un corpus de información?; ¿cómo se establece el vínculo que permite asociar, semióticamente, determinado corpus de información con determinada hipótesis?

Supongamos que, después, haya que identificar, describir y justificar las operaciones metodológicas con las que se intervendrá en el corpus de información recuperado, proporcionando los análisis y las relaciones que satisfagan los requerimientos probatorios de las hipótesis. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿es necesario utilizar operaciones semióticas?; ¿qué es una operación semiótica?; ¿existen en semiótica operaciones analíticas, operaciones sintéticas, operaciones contrastantes, y si sí, en qué consistirían unas y otras?

Supongamos que, con los resultados así obtenidos, se construyan los mundos semióticos posibles en los que el problema inicial encuentre su sentido y explicación. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿cada problema surge exclusivamente en un determinado mundo semiótico posible diferente y específico?; ¿qué es un mundo semiótico posible?; ¿cuál es la dependencia entre determinada explicación y determinado mundo semiótico en el que esa explicación es posible?

Supongamos que la explicación efectivamente comprobada permita identificar la significación vigente (o el conjunto de significados vigentes) de determinado fenómeno que, de ese modo, ha dejado de ser problemático. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿establecer la explicación de un fenómeno es lo que nos proporciona su significado?; ¿qué es, o en qué consiste el significado de un fenómeno?; ¿toda hipótesis, una vez comprobada, se convierte en el significado del fenómeno cuya problemática interpretación ha quedado resuelta?

Habría muchas más preguntas posibles. Pero, me ha interesado (1) seguir los pasos de un proyecto de investigación que es, desde mi perspectiva semiótica, el campo específico de aplicación de la semiótica como metodología; y (2) mostrar cómo la semiótica puede constituirse en un instrumento válido para conferirle rigor y adecuación a cualquier investigación que se desarrolle en el ámbito de cualquier disciplina, social o natural. O sea, continúo tratando de darle respuesta al interrogante más gratuito, superficial e imprescindible: ¿para qué sirve la semiótica?

a)

Me centro en la cuestión del problema.

Es un concepto bastante complejo para definirlo apresuradamente pero, como primera aproximación podríamos decir que el problema consiste en algo que admite alternativas o indeterminación al ser interpretado. O sea, el problema no está en el "algo" sino en su interpretación. Esto lo incluye en el ámbito operativo de la semiótica. Un acontecimiento no es un problema; el problema se origina cuando al interpretarlo surgen o se constata la vigencia, en determinado momento y sociedad, de interpretaciones, versiones, significados concurrentes y diferentes entre sí.

La semiótica se hace presente, en relación con el concepto de problema, en sus dos dimensiones: como facultad y como disciplina. Como facultad, en cuanto la interpretación de todo acontecimiento (existencial [la caída de un árbol], valorativo [la solidaridad] o conceptual [una señal caminera]) se produce mediante la formulación de uno o múltiples enunciados, construidos como actualización de esa facultad, a partir de alguna única semiosis o de varias semiosis simultáneamente. O sea, el problema surge cuando social o  individualmente algo se enuncia sin atribuirle unicidad, permitiendo interpretaciones alternativas que no pueden admitirse (desde un enfoque lógico, psicológico o social) como simultáneamente eficaces, lo que las constituye en problemáticas. La semiótica se hace presente como disciplina en cuanto la semiótica se propone dar cuenta, identificar y contrastar los enunciados que concurren para producir (y que, luego, permitirán explicar) esas interpretaciones alternativas o esa indeterminación en la interpretación que se manifiestan como el problema en estudio (lógico, psicológico o social).

Esto en lo que hace al papel de la semiótica en la identificación de determinado problema. ¿Si no hubiera problema, tendría sentido acudir a la semiótica? La semiótica como disciplina interviene cuando hay que explicar una situación de pluralidad de interpretaciones alternativas o indeterminadas. La semiótica como facultad puede utilizarse para producir un enunciado (con alguna clase de signos: iconos, índices o símbolos) que le atribuya una interpretación a un acontecimiento; interviene, por tanto, cuando no existe todavía problema. Pero esta situación no problemática concluye cuando ese enunciado está disponible, para un conjunto de intérpretes, junto a otro u otros enunciados, para optar entre un conjunto de interpretaciones posibles, simultáneamente alternativas o indeterminadas; entonces aparece el problema. Explicarlo será función de la disciplina semiótica, y no resolverlo, salvo la imposición autoritaria de uno de tales enunciados, lo que ya no es función de ninguna semiótica, ni como facultad, ni como disciplina.

Y, con esto, apenas si ha comenzado el trabajo semiótico, ya que ahora vendrá la formulación de la hipótesis, que proponga determinada explicación para determinado problema; el registro del corpus que aportará la información necesaria para elaborar tal explicación; las operaciones semióticas con las que se intervendrá analíticamente en la información de ese corpus, para poder reconstruir las características del mundo semiótico posible en el cual se produce la interacción de las interpretaciones alternativas y/o indeterminadas que eliminan u obstaculizan la construcción de la significación del fenómeno que se propuso como objeto de conocimiento para el enfoque de la metodología semiótica.

b)

Me centro en la cuestión de la hipótesis.

Supongamos provisionalmente esbozada la respuesta al tema de la relación que puede establecerse entre la semiótica y el problema inherente a determinada investigación.

Corresponde continuar, ahora, desarrollando la respuesta al tema de la hipótesis tal como lo formulé en la Introducción: "supongamos que, cuando identificamos un problema que pretendemos resolver, nos movemos en la dirección que nos señala la hipótesis que debería contener la explicación a tal problema. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿cuando se empieza a trabajar, es efectivamente necesario disponer de alguna hipótesis?; ¿qué es una hipótesis?; ¿qué clase de explicación semiótica proporciona una hipótesis?"

Con frecuencia se omite la exigencia de enunciar alguna hipótesis, en los formularios de los proyectos de investigación de las universidades y otras instituciones académicas. Hay tres perspectivas desde las que se procura justificar esta omisión:

(1) la exigencia de enunciar alguna hipótesis endurecería la investigación, dificultándola innecesariamente ya que puede ocurrir que sea posible enunciar los objetivos que se proponen como resultado de la investigación, sin que sea necesario que, desde el comienzo, se anticipe una explicación de un problema que, todavía, puede no estar claramente identificado. O sea, el concepto de objetivos de una investigación sustituye a la enunciación del problema y de la hipótesis. Resulta curioso que se admita que una acción puede tener objetivos, sin necesidad de establecer las razones que hacen necesario alcanzarlos.

(2) La exigencia de enunciar alguna hipótesis implicaría una "petición de principio", puesto que, si ya se conoce cuál es la explicación posible, no es necesario identificar un problema que ya estaría resuelto. Como Peirce dice acerca de la abducción: enuncia una explicación; el único obstáculo es que hay que probar su pertinencia (C. P. 5.171). Aquí lo posible se lo equipara con lo necesario; transformación, no obstante, que, caso de tener éxito, resultará del específico trabajo de investigación.

(3) Con frecuencia el objetivo de una investigación consiste en proponer o realizar una modificación que mejore algo en el contexto social o en su interpretación. Aquí, como objetivo, se supone la eficacia de un cambio beneficiosos que no existiría hasta que la investigación termine y que, una vez realizado se supone que su efecto eliminaría algo que se considera perjudicial. En este supuesto, la eficacia atribuida al objetivo se fundamenta en una compleja valoración ideológica de determinada situación: (i) existe algo que es perjudicial; y/o (ii) algo ocurre de un modo que se considera perjudicial; (iii) no existe algo que sería beneficioso que existiera; y/o (iv) no ocurre algo del modo como sería beneficioso que ocurriera; (v) se trata de transformar lo perjudicial en beneficioso.

La necesidad de disponer de alguna hipótesis, cuando se comienza una investigación, aparte de lo que surge "a contrario sensu" de los 3 puntos anteriores; se fundamenta en la necesidad de disponer de alguna o de algunas pautas que establezcan, tentativamente, qué información conducirá a qué explicación de qué problema.

O sea, lo que la hipótesis formula es una explicación posible de algo que ha sido considerado un problema. Nada es necesario, pero si se admite provisionalmente que algo es un problema, y se admite provisionalmente que algo lo explicaría, el investigador puede suponer que existe alguna información con cuya interpretación se podría construir la explicación del problema en estudio. Y ya la investigación ha quedado capturada por la metodología semiótica.

Una hipótesis se prueba haciéndola corresponder con una interpretación posible de determinada información; interpretación que, fundada en la racionalidad vigente (en un determinado tiempo y comunidad), permitiría comprender la indeterminación o las alternativas del significado atribuido (en ese tiempo y comunidad) a un mismo y determinado fenómeno social.

Dicho otra vez de otra manera, la información tiene el carácter de corpus de textos semióticos (íconos, índices, símbolos o su combinatoria) cuyo análisis permitirá recuperar las interpretaciones posibles atribuibles, desde tales textos semióticos, al fenómeno en estudio, y reconstruir, así, cada uno de los diversos mundos semióticos posibles donde cada una de tales interpretaciones posibles adquiere vigencia (o sea, donde se la utiliza). Para saber qué información, que sea conducente para la elaboración de tales interpretaciones, hay que registrar, es necesario disponer de una hipótesis donde se hayan enunciado abductivamente las interpretaciones posibles para cuya producción será necesaria esa información.

Las hipótesis, por tanto, anticipan las interpretaciones para obtener las cuales el investigador deberá recopilar la información que, analizada con las operaciones semióticas pertinentes, conduzca efectivamente a la configuración de aquellas interpretaciones abductivamente propuestas (en cuanto emergentes intuitivamente, pero comprobables empíricamente).

c)

Me centro en la cuestión de la explicación.

En inmediata vinculación con el tema de la hipótesis, tal como lo vengo proponiendo, está el de la explicación.

Formular una hipótesis, con respecto a determinado problema, consiste en proponer una explicación que lo resuelva y ésta es una tarea caracterizada como abductiva, o sea, es resultado de la experiencia y producto del sistema valorativo del que la formula. Por eso, para resolver un problema no es suficiente con formular una hipótesis que lo explique.

Resolver un problema requiere demostrar que la explicación propuesta en la hipótesis es válida. Y esto, a su vez, consiste, no en pretender probar que así ocurre, en la realidad de los fenómenos, sino en desplegar o en hacer evidentes la efectiva vigencia de las posibilidades interpretativas que producen la indeterminación o de las que provienen las alternativas contradictorias que se le atribuyen al enunciado constituyéndolo en problemático. Ésta: demostrar que una explicación es válida, es una tarea que consiste en mostrar que los discursos, vigentes en determinado momento de determinada sociedad, contienen los enunciados con los que se construyen los significados indeterminados o contradictorios (puesto que se los considera problemáticos) atribuibles a determinado fenómeno, y en mostrar los mundos semióticos posibles que implican o se requieren para que, en su ámbito lógico, psicológico y político, tales enunciados adquieran eficacia semántica, o sea, sean aceptados como interpretaciones posibles.

Esto requiere admitir que no hay fenómenos problemáticos; hay enunciados problemáticos acerca de fenómenos. Lo que no excluye que se conozcan fenómenos políticamente incorrectos o aberrantes. En definitiva, lo que se explica no es el fenómeno sino los enunciados que le atribuyen significado.

Como semiólogos, tenemos que saber (1) cómo identificar los enunciados que resultarán pertinentes para producir la explicación propuesta por la hipótesis, o sea, cómo registraremos la información que constituirá el corpus, y también tenemos que saber (2) cómo los interpretaremos, o sea, cuáles habrán de ser las operaciones semióticas a las que someteremos ese corpus de información, como para poder afirmar que con ellos se reconstruye la hipótesis con la que se explica efectivamente un problema. Lo que "demostraría" (o sea, se establecería como posible) que los enunciados circulan efectivamente en determinada sociedad y que con ellos se construyen las significaciones conflictivas identificadas como problema.

En definitiva, a partir de los mundos semióticos posibles entre los que, por eficacia de las operaciones analíticas y constructivas aplicadas, se distribuye y sistematiza la información registrada, tenemos que poder materializar los textos correspondientes a los diversos significados construidos por el conjunto de enunciados vigentes en determinado momento de determinada comunidad, que le confieren entidad ontológica (o sea, le atribuyen existencia para el conocimiento) a un determinado fenómeno. Cada mundo semiótico posible constituye un ámbito interpretativo inferible a partir de un conjunto de discursos vigentes y excluye a otros, cuyo conjunto construirá otra determinada interpretación, la que permitirá inferir la vigencia de otro determinado mundo semiótico posible sincrónico con el anterior o anteriores y de cuyo conjunto provendrá la posibilidad de la circulación de tales discursos en una misma comunidad. La mostración y evidencia de la coexistencia de esta sincronía de diferencias y hasta de contradicciones explicará el problema (lo que no implica resolverlo).

d)

Resumen.

Desde el principio de este Apéndice, vengo reflexionando sobre los temas que iban surgiendo a partir de un par de cuestiones que me parecían relevantes para comprender la función central de la semiótica como metodología. Eran: (1) ¿qué le podemos preguntar a la semiótica?y (2) ¿qué respuestas buscamos tras qué preguntas? Aprovecho para resumir lo planteado hasta el momento.

Y lo primero que fue apareciendo fue el proceso constitutivo del trabajo de investigación, cuando se utiliza metodología semiótica, con sus preguntas posibles y sus respuestas deseadas, lo que requiere: (1) identificar un problema inherente al significado o conjunto de significados contrapuestos que se le atribuyen a determinado fenómeno en determinado momento de determinada sociedad; (2) enunciar las hipótesis con las que se pretende explicar el porqué de la vigencia sincrónica de las alternativas relativas a tal significado o significados; (3) comprender qué se busca cuando se habla de explicar; (4) recopilar el corpus de información necesario para fundamentar la validez explicativa de la o las hipótesis enunciadas; (5) identificar, definir y describir cuáles son y cómo funcionan las operaciones semióticas con las que resultará conveniente intervenir en el corpus recopilado, de modo que se alcance o se excluya o se formule de modo diferente la explicación propuesta en las hipótesis; (6) construir los mundos semióticos posibles en cada uno de los cuales el problema inicialmente identificado desaparecería por la coherencia interna de cada interpretación atribuida al fenómeno en estudio, pero entre todos los cuales se daría la presencia simultánea de interpretaciones alternativas, indeterminadas o contradictorias, que constituirían el carácter plural y dialéctico de la sociedad en la que tienen vigencia; y (7) comprender el significado del fenómeno en estudio como el resultado contrastante, en cuanto semánticamente diferencial, de las interpretaciones que recibe dicho fenómeno en un determinado momento de una determinada sociedad.

Había llegado a esbozar algunas ideas en torno a las preguntas y respuestas relativas a los temas (1) del problema, (2) de las hipótesis, y (3) de la explicación.

Con conciencia de todo lo que todavía falta por desarrollar en lo desarrollado, correspondería, ahora, ir entrando en el 4º tema: el relativo a la recopilación del corpus de la información necesaria para fundamentar la validez explicativa de la o las hipótesis enunciadas. Pero es lo que he desarrollado en el Apéndice anterior (“SOBRE EL CORPUS”), recuperando y actualizando un tema al que, en SEMIOTICIANS, se le han dedicado unos 60 mensajes en los cuatro primeros meses del 2005 ( se puede recuperar entrando a: http://www.archivo-semiotica.com.ar/taller.html , y leyendo a partir del mensaje 5404). Es mucho lo que entre todos hemos dicho y por el momento me atengo a ello.


5 LOS 4 SIGNOS*

Diseño de las Operaciones Fundamentales en Metodología Semiótica

5.1 Introducción

La tarea de investigación acerca de la producción, interpretación, contrastación y superación del significado de los fenómenos sociales, utilizando metodología semiótica, permite llegar a conclusiones consistentes, bien fundamentadas y rigurosas, como explicación de la problemática empírica en estudio. O sea, consistentes, ya que no incurren en contradicciones explícitas o implícitas (permitiendo, no obstante, identificarlas cuando se dan en determinado ámbito social), bien fundamentadas, ya que se llega a ellas haciendo explícito cada paso analítico y la definición de cada concepto utilizado, y rigurosas, ya que responden a determinados criterios de racionalidad, sin pretender que dichos criterios sean absolutamente verdaderos ni universales, sino meramente conformes a las relaciones de derivación previamente establecidas y, por tanto, objetivamente evaluables. Pero, para ello, es necesario que el investigador cumpla con todas las exigencias inherentes a estas tres características posibles y deseables para su investigación.

Lo que me propongo hacer, en estos pocos apartados, es referirme a algunas de nuestras habituales operaciones semióticas, mostrando su aptitud para cumplir con las exigencias planteadas y articulando la dinámica de sus diversos procesos, dado que su valor, en definitiva, depende de la utilización integrada y con conocimiento (o, al menos, tratando de comprobar una validez que hipotetizo) de la específica eficacia que su aplicación conjunta habrá de proporcionarnos para alcanzar el objetivo propuesto. El cual, siempre se focalizará en el intento de explicar el proceso de producción y/o de interpretación y/o de contrastación y/o de superación de las significaciones que determinado fenómeno tiene en determinado momento de determinada sociedad (o, más bien, en determinado momento de un sector determinado de una determinada sociedad) y en hacer evidente su dispersión y su valor diferencial (Foucault, 1969: 31-43).

Creo que puede ser conveniente comenzar refiriéndome a un grupo de operaciones o, mejor, a una operación compleja, de la que hay antecedentes en algunos de mis libros pero que, quizá por su reiterada exposición pedagógica y por su reiterada aplicación investigativa, ha ido modificándose (ya que así ha mostrado su potencia y sus límites, exigiendo su propia superación), tanto en la terminología utilizada en su descripción como en la identificación de sus ámbitos de eficacia. Se trata de una operación que es heterodoxa respecto de los dos autores involucrados y hasta por el hecho de involucrarlos: Saussure y Peirce. A esta operación compleja y al algoritmo que se va construyendo dinámicamente para representarla, se los conoce como “Los 4 Signos”.

5.2 El proceso de investigación y un retorno saussureano

Comienzo el desarrollo de los 4 signos, como propuesta operativa específicamente semiótica.

En principio, hay que tener en cuenta que cuando se está en condiciones de aplicar determinada operación semiótica de carácter analítico ha ocurrido ya mucha tarea de investigación.

Antes, se ha elegido un fenómeno social en cuya significación (en su proceso de producción o en la contradicción observada entre las diversas formulaciones de dicha significación, simultáneamente vigentes en determinado momento de determinada sociedad) se ha detectado un problema respecto de cuya explicación se ha formulado determinada hipótesis o conjunto de hipótesis, para probar las cuales se ha seleccionado un determinado corpus de información // de cuyo análisis se espera obtener, después, la comprobación de que la explicación anticipada en la hipótesis es correcta o, en caso de no serlo, se espera llegar a formular otra propuesta hipotética que se pueda considerar como la que habrá de resultar efectivamente probada.

En este párrafo creo haber sintetizado el tipo de situación a la que es aplicable la metodología semiótica. Obsérvese que lo que está antes de la doble barra (“//”) es lo que ya se ha realizado efectivamente; lo que está después de la doble barra (“//”) es lo que falta por realizar, que parte, justamente, del análisis del corpus seleccionado.

Para realizar este análisis se acudirá a diversas clases de operaciones analíticas, disponibles a partir de los desarrollos correspondientes a las específicas semióticas a las que pertenezcan los corpus en estudio: simbólicas (p.e., textos verbales), icónicas (p.e., imágenes materiales visuales) o indiciales (p.e., objetos o comportamientos exhibidos).

Esas operaciones posibles tendrán que ser capaces de evidenciar (mediante el análisis que producen) la existencia de determinadas relaciones (efectivamente presentes, pero no de modo evidente, sino que requiere ser inferido) inherentes a cada una de las piezas del corpus en estudio y de las que habrá de provenir la posibilidad de producir determinada y no otra significación. Lo que así se infiera será lo que probará o rebatirá la hipótesis previamente formulada.

La propuesta a establecer en estos apartados tiene por objetivo enunciar cuáles son las condiciones que las operaciones específicas deberán cumplir. O sea, lo que estoy denominado como “Los 4 Signos” es un discurso metateórico que identifica las relaciones y la eficacia a las que deberán adecuarse esas otras operaciones específicas a cada una de las semiosis posibles (icónicas, indiciales o simbólicas) que, en definitiva, serán las que se aplicarán efectivamente.

Para dejar marcado, en esta oportunidad, al menos, el origen de esta reflexión acerca de las grandes clases de operaciones que intervienen en el análisis semiótico de los elementos del corpus, me parece importante recuperar algunos aspectos de la propuesta básica saussureana (1945).

Primero, el muy conocido algoritmo que representa las relaciones del signo saussureano: Significante (“ S ”) sobre significado (“ s ”), o sea,

[Esquema 1]

Ya sé que estoy tomando el orden sugerido por Lacan (1966: 253): arriba de la barra el Significante, ya que es por donde se entra al análisis (por lo efectivamente dicho, en términos de Foucault) y debajo de la barra el significado, que es lo que se recupera o infiere a partir de la propuesta perceptual del Significante. Tanto en la tarea clínica psicoanalítica como en la tarea metodológica del análisis semiótico, se entra por lo perceptible y se infiere lo virtual o valorativo o significativo.

Pero al signo, Saussure lo vincula a otro elemento que fue fundamental para su construcción de la lingüística como propuesta científica o rigurosa; este elemento es el valor; es decir, el conjunto de relaciones que vinculan a determinado signo con los restantes signos del sistema al que pertenece (Saussure, 1945: 191-206). Voy a tomar esa parte del valor que afecta las relaciones de determinado Significante con los restantes Significantes del sistema. Con ello creo estar haciendo posible la identificación del conjunto de relaciones sintácticas que, en definitiva, lo identifican en el conjunto de la totalidad (abierta o cerrada, según la semiosis que se esté estudiando, ya que no habremos de limitarnos al lenguaje verbal) de los restantes Significantes. Y a este aspecto relacional, propongo identificarlo con una “ s’ “; o sea, una “ese prima minúscula” que representa al conjunto de las relaciones sintácticas que pueden vincular a un Significante con los restantes Significantes de su sistema (o conjunto de pertenencia). Esta “ s’ ”  representaría, por tanto, el significado metasemiótico del Significante en su propio sistema. Entonces (y aquí empieza la heterodoxia), todo Significante tendría dos significados: (1) aquel significado tradicional que forma parte de los conceptos del mundo (la “ s ”) a los que representa tal Significante y (2) el que es parte del valor del signo e identifica las posibilidades sintácticas (la “ s’ “) del Significante en estudio. Tendríamos, entonces:

[Esquema 2]

Con lo que tendríamos esbozados, al menos, dos Signos:

[Esquema 3]

que es el conocido signo saussureano, al que propongo llamar en este esquema “Signo Mediador” y:

[Esquema 4]

un signo especialmente analítico, al que propongo llamar en este esquema “Signo Metasemiótico Sustituyente” o bien, más simplemente, el signo de la semiosis sustituyente.

5.3 Primera identificación de los 4 Signos

La continuación del proceso de enunciación del conjunto operativo al que he identificado como “Los 4 Signos” va a requerir establecer la presencia de un nuevo elemento. Si bien es el más obviamente percibido, también es el más escasamente (si algo) desarrollado: la forma de los objetos (o, mejor, entes; o, mejor aún, Objetos Semióticos) del mundo a los que se refieren los signos; forma de la que toda persona tiene algún conocimiento (efectivo o imaginario).

Aquí vale la pena recuperar una reflexión teórica proveniente de Peirce:

“si hubiera algo que aportase información y no tuviese relación alguna ni referencia con algo acerca de lo cual, la persona a la que se aporta esa información de modo que pueda comprenderla no tuviera el menor conocimiento directo o indirecto (y se trataría de una muy extraña clase de información), al vehículo de dicha información no se lo denominará, en esta obra, Signo.” (CP. 2.231).

O sea, lo que vemos, lo que imaginamos, aquello en lo que pensamos, ya es signo, antes de transformarse en otro signo, que es en lo que lo constituye la intervención de un nuevo signo.

Vuelvo a redactar el párrafo que antecede, añadiendo (entre paréntesis) algunas expansiones para una reflexión crítica:

O sea, (y considero que éste es el proceso semiótico mínimo y fundamental para la producción de la significación) lo que vemos, lo que imaginamos, aquello en lo que pensamos (con independencia de, pero producido por el modo en que aprendimos a mirar, a representar mediante imágenes, a enunciar con palabras, etc.) ya es signo (al que, en otros textos, he identificado y seguiré identificando como “Objeto Semiótico”; Magariños, 1996: 27), antes de transformarse en ese otro signo (al que, en otros textos, he identificado y seguiré identificando, como “Semiosis Sustituida”) que es en lo que lo constituye la intervención de un nuevo signo (al que en otros textos he identificado y seguiré identificando como “Semiosis Sustituyente”; Magariños, 1996: 25).

Es decir, aparte de la palabra “elefante”, que es un Significante Simbólico (en este ejemplo, perteneciente a la lengua castellana), o aparte de la imagen material (por ejemplo, fotográfica) de un elefante, que es un Significante Icónico (en este caso, visual), o del elefante que está en un zoológico (lamentablemente) o en una reserva natural (menos lamentablemente) que es un Significante Indicial (en cuanto objeto que representa a los otros elefantes ausentes), aparte de todos ellos, está el elefante como forma conocida, que ya es Signo y, en cuanto tal, está disponible para saber que estamos ante elefantes, si son elefantes (y en la medida en que lo sean) los que vemos. (En este tipo de reflexión se apoya un chiste tan malo como ese en que alguien le pregunta a otro: “¿Sabes en qué se diferencia un elefante de un paraguas?” y el otro, suponiendo que se le solicita una respuesta de alguna especial agudeza, responde “No...”; a lo que el primero replica: “Pues ten cuidado, no sea que cuando vayas a comprar un paraguas te vendan un elefante”.)

Este signo de elefante que (transportado en la memoria como atractor) tenemos disponible (con independencia, por el momento, de la explicación requerible acerca de cómo llegó a estarlo y de los cambios de los que puede llegar a ser objeto, lo que, en su momento, nos va a interesar especialmente), ese signo de elefante, digo, tiene saussureanamente considerado un Significante y un significado.

El nuevo elemento al que me referí en el comienzo de este apartado: “la forma de los objetos del mundo” (la forma del elefante), es, por tanto, también un Significante, pero ubicado en un plano diferente a aquel en que se encuentra la forma de la palabra “elefante”. Es el Significante de ese Objeto Semiótico del que ya sabemos que es un elefante.

Para simbolizar a esa forma de los Objetos Semióticos del mundo, en su aspecto Significante, propongo utilizar una “ S’ “, o sea, una ese prima mayúscula. En cuanto a su significado, o sea, en cuanto al significado de las formas del mundo, continúa estando representado por la “s“ (una ese minúscula), a la que ya conocíamos por el algoritmo saussureano:

[Esquema 5]

Con esto y por cuanto antecede, ahora disponemos de otro algoritmo:

[Esquema 6]

que representa la vinculación de las formas del mundo o Significantes del mundo (“ S’ “) con su significado (“ s ”), el cual no consiste en ningún en sí o contenido sustancial de las cosas, sino que es el mismo que resulta construido por los Significantes de la lengua y/o de la semiosis que se esté utilizando.

Resumamos los elementos de los que disponemos hasta el momento:

(A) Elementos independientes (o arbitrariamente aislados):

1) “S“: “ese mayúscula”: Significante de alguna Semiosis Sustituyente (lengua, imagen, objeto o comportamiento exhibido, etc., utilizado en una función de representación de otra cosa; obsérvese que, sin haberlo expresado explícitamente, vengo expandiendo el algoritmo saussureano para que dé cabida a la tríada peirceana: símbolos, íconos e índices).

2) “s“: “ese minúscula”: significado de alguna Semiosis Sustituida (valor o concepto o norma relacional atribuido a alguna entidad del mundo).

3) “S’“: “ese prima mayúscula”: Significante de alguna Semiosis Sustituida (forma perceptual de alguna entidad del mundo, o sea, de aquello a lo que vemos como Objeto Semiótico, o sea, como significativo, por la acción de otra Semiosis a la que, por esta eficacia, podemos denominar “Sustituyente”).

4) “s’“: “ese prima minúscula”: significado de alguna Semiosis Sustituyente (valor o concepto o norma relacional utilizado en una función de representación de otra cosa).

(B) Elementos relacionados y constituidos en signos:

Por combinatoria de los anteriores, tenemos los siguientes algoritmos de los signos correspondientes:

I) [Esquema 7]

que se lee: “ese mayúscula /sobre/ ese prima minúscula”, o sea: un Significante de una Semiosis Sustituyente /sobre/ el significado que posee ese mismo Significante en el interior del sistema de la propia Semiosis Sustituyente a la que pertenece; significado que consiste, por tanto, en el conjunto de sus posibilidades sintácticas. A este signo lo podemos denominar: “Signo Metasemiótico Sustituyente”: atribuye al correspondiente Significante el conjunto de sus posibilidades relacionales con otros Significantes de su propia semiosis y en su propia función de sustituyente; o sea, es el signo que representa a las posibilidades sintácticas de los Significantes en estudio.

II) [Esquema 8]

que se lee: “ese prima mayúscula /sobre/ ese minúscula”, o sea: un Significante de una Semiosis Sustituida /sobre/ el significado que adquiere ese significante en el interior del sistema de la propia Semiosis Sustituida a la que pertenece; significado que consiste, por tanto, en el conjunto de sus posibilidades conceptuales. A este signo lo podemos denominar: “Signo Metasemiótico Sustituido”: atribuye al correspondiente Significante el conjunto de sus características conceptuales diferenciales respecto de los otros significantes de su propia semiosis y en su propia función de sustituido; o sea, es el signo que representa las posibilidades valorativas o significativas de los Significantes del mundo en estudio.

III) [Esquema 9]

que se lee: “ese mayúscula /sobre/ ese minúscula”, o sea, un Significante de una Semiosis Sustituyente /sobre/ el significado de una Semiosis Sustituida. A este signo lo podemos denominar: “Signo Mediador” (o “Signo Saussureano”): atribuye a determinado Significante ausente (la “ S’ “ de alguna Semiosis Sustituida) un conjunto de características conceptuales como resultado de la eficacia de los Significantes presentes (de alguna Semiosis Sustituyente); o sea es el signo que permite interpretar el mundo visto desde una lengua, imagen, objeto o comportamiento, etc., utilizado en una función de representación de otra cosa.

Pero hay un 4º Signo que es, pese a parecer un sinsentido, el fundamental en el proceso de explicación de la construcción de la significación.

IV) [Esquema 10]

que se lee: “ese prima mayúscula /sobre/ ese prima minúscula”, o sea, un Significante de una Semiosis Sustituida /sobre/ el significado de una Semiosis Sustituyente. A este signo lo podemos denominar: “Signo Ideológico”: atribuye a determinado Significante presente (la “ S’ “ de alguna Semiosis Sustituida) un conjunto de características conceptuales, no inherentes a dicho Significante, sino como resultado de la eficacia de las posibilidades relacionales (la “ s’ “ de alguna Semiosis Sustituyente) que vinculan efectivamente a los Significantes de esa determinada Semiosis Sustituyente. O sea, se lo puede denominar “Ideológico” porque hará que se perciban las formas de los objetos o de los entes o de los Objetos Semióticos del mundo (los Significantes del universo sustituido: las “ S’ “) según las relaciones sintácticas (los significados relacionales pertenecientes al propio universo sustituyente: las “ s’ “) efectivamente utilizadas en la construcción de la correspondiente Semiosis Sustituyente. O sea, toda semántica proviene de una sintáctica.

5.4. Ejemplo, con elefantes, de los 4 Signos

Ya que de elefantes he hablado, trataré de ejemplificar con ellos las entidades y las relaciones a las que vengo refiriéndome.

Entidades:

1) “S“: representa a la palabra “elefante” (Significante de una Semiosis Sustituyente). También a una estatuilla que representa un elefante; o al elefante que se exhibe en la pista de un circo.

2) “s“: representa a los valores del concepto de elefante: ser mamífero, cuadrúpedo, vertebrado, proboscidio, ungulado, etc., según un determinado texto de zoología o según un diccionario, etc.; o el particular elefante (enfurecido, amigo, trabajador, etc.) que se construye en una obra literaria (significado de una Semiosis Sustituida). También al significado de dador de buena suerte que posee una estatuilla doméstica de un elefante; o al significado del dominio del hombre sobre el comportamiento de un elefante exhibido en el circo.

3) “ S’ “: representa a la forma o imagen mental del elefante, tal como cada uno la tiene almacenada: es el Atractor Mnemónico que acepta o rechaza la identificación, como elefante, de aquello que incidentalmente se construye a través de la lectura de determinado texto (Significante de una Semiosis Sustituida). También a la aceptación o rechazo, como elefante, de lo representado por la estatuilla doméstica; o de lo exhibido en el circo.

4) “ s’ “: representa a los valores gramaticales de la palabra “elefante”: ser sustantivo, masculino, no se conjuga, admite adjetivos, puede ser sujeto de un verbo, etc.; o a los valores retóricos provenientes de determinada construcción textual (significado, en cuanto posibilidades relacionales, de determinado Significante perteneciente a una determinada Semiosis Sustituyente). También a la posición con la trompa levantada de la estatuilla del elefante (sintaxis) y su colocación en dirección a la puerta de entrada de la casa o del departamento (sintaxis); o a la posición de la pata del elefante apenas levantada (sintaxis), bajo la cual está una mujer (sintaxis), mientras el domador permanece con los brazos levantados (sintaxis).

Relaciones:

I) [Esquema 11]

representa las posibilidades de uso, sintácticas, en el habla, de la palabra “elefante” (Signo de una Semiosis Sustituyente). También, las posibilidades de representación, en una estatuilla, de las partes del cuerpo de un elefante y las diversas posibilidades de ubicación de esa estatuilla de elefante en un domicilio; o las distintas actitudes que se le pueden hacer adoptar a un elefante exhibido en un circo y las distintas relaciones que pueden establecerse entre el elefante y las personas y los objetos que están en la misma pista del circo.

II) [Esquema 12]

representa lo que sabemos, conceptualmente, acerca de esas entidades cuyas formas identificamos como elefantes (Signo de una Semiosis Sustituida). También, que los elefantes pueden asociarse a la buena suerte; o a la obediencia.

III) [Esquema 13]

representa el significado que le atribuimos al elefante, tal como lo interpretamos cuando escuchamos o leemos frases en las que interviene la palabra “elefante” (Signo Mediador entre las formas de una Semiosis Sustituyente y los significados de una Semiosis Sustituida). También, el significado de buen auspicio que le atribuimos al elefante, tal como lo interpretamos cuando vemos la actitud representada en determinada estatuilla de elefante, colocada en determinado lugar de la casa; o cuando lo vemos obedeciendo las órdenes del domador en la pista del circo.

IV) [Esquema 14]

representa la intervención y la eficacia de las posibilidades sintácticas del modo de hablar acerca de elefantes, para proponer determinada imagen conceptual y no otra del elefante del que se habla (Signo Ideológico que utiliza el significado sintáctico de una Semiosis Sustituyente para configurar el significado semántico del Significante de una Semiosis Sustituida). También, la eficacia de determinada manera de relacionar las partes del cuerpo del elefante al construir una estatuilla que lo representa y la ubicación de dicha estatuilla en la casa; o la eficacia de la posición que se le hace adoptar al elefante respecto de las personas que interactúan con él, en la pista del circo; todo ello para que veamos al elefante de determinada y no otra manera: en un caso como portador de buena suerte y en el otro como sometido al poder del hombre. En este sentido y, quizá, para trasmitir esta idea de la eficacia y especificidad de la sintaxis, es fácil comprender que la estatuilla aquí descrita no hace que veamos al elefante como sometido al poder del hombre, ni la actitud que adopta en la pista y su interrelación con las personas hace que veamos al elefante como dador de buena suerte; o sea, cada sintaxis tiende a la producción de un significado específico, al menos, mientras las convenciones sociales continúen vigentes. Tal, el papel decisivo del interpretante que es, en definitiva, quien decide interpretar lo que ve de una u otra manera.

Para continuar reflexionado en el ámbito de una heterodoxia saussureana, tengamos en cuenta que:

A) Estas entidades y relaciones son funciones, o sea, dependen, entre otras cosas, de otra entidad externa que es la que les confiere sentido: el Interpretante.

B) Estas entidades y relaciones se vinculan procesualmente, o sea, se producen según una secuencia que conduce de “ S “ (el Significante de una Semiosis Sustituyente) a “ s “ (el significado de una Semiosis Sustituida), habiendo pasado por “ s’ “ (el significado de una Semiosis Sustituyente) y por “ S’ “ (el Significante de una Semiosis Sustituida).

[Esquema 15]

C) Como he intentado evidenciar, estas entidades y relaciones son válidas (mutatis mutandis) para cualquiera de las tres semiosis existenciales: Iconos (las imágenes de elefantes), Índices (los elefantes del circo) y Símbolos (la palabra “elefante”).

5.5 Desarrollo operativo de la propuesta analítica

Corresponde ya, en este trabajo sobre Los 4 Signos, enfocar el desarrollo operativo de su aspecto analítico, o sea, extraer las consecuencias empíricas que surgen al considerarlos como el marco teórico de concretas operaciones de investigación.

En este sentido, sus características, a las que he ido tratando de especificar en los anteriores apartados, deberán poder interpretarse como un conjunto de instrucciones que habrán de guiar el trabajo del analista que decida utilizar la metodología semiótica.

Me sitúo en el desarrollo secuencial que esbocé en el esquema 15 del apartado anterior. Interpretados esos símbolos como indicadores de las entidades empíricas sobre las que va a actuar el investigador, pueden leerse del siguiente modo:

“Dada una propuesta perceptual (“ S “ o Formas de una determinada Semiosis Sustituyente) que se considera pertinente, en cuanto se supone, por hipótesis, que interviene en (que está siendo socialmente utilizada para) la producción del significado de determinado fenómeno, es necesario identificar las relaciones (“ s’ “ o Valores Sintácticos de ese misma Semiosis Sustituyente) que vinculan a las unidades integrantes de esa propuesta perceptual, para conocer de qué manera el productor de esa propuesta perceptual pretende que un eventual intérprete acepte que un determinado fenómeno social (“ S’ “ o Formas de una determinada Semiosis Sustituida) posee o está adquiriendo o puede llegar a adquirir un determinado significado (“ s ” o Valores Semánticos de aquella misma Semiosis Sustituida)”.

O sea, un investigador formula como Hipótesis de Trabajo la afirmación de que en un conjunto de determinadas Semiosis Sustituyentes efectivamente disponibles (discursos verbales y/o imágenes visuales y/o exhibición de objetos o comportamientos) van a encontrarse determinadas relaciones entre los signos efectivamente usados en cada ejemplar de tales Semiosis Sustituyentes (enunciados verbales y/o configuraciones visuales y/o disposiciones de objetos o comportamientos) que tienen eficacia para que a un determinado fenómeno social se lo valore de determinada manera; que es lo que deberá probar, como conclusión de su investigación.

En consecuencia, lo primero que tiene que hacer el investigador es identificar la materia prima (“ S ”) sobre la que va a trabajar. Esta materia prima, cuando la investigación tiene una orientación semiótica en su metodología, estará constituido necesariamente por determinadas Semiosis Sustituyentes. La concreta selección de este material dependerá de cuál sea el concreto problema que pretenda explicar (“ s ”), el cual, en el caso de una investigación con metodología semiótica, afrontará el problema de determinar cuál sea (o cuáles sean y, en este caso, en qué se contradigan), en determinado momento de determinada sociedad, el significado (o los significados) que se le asigna(n) al fenómeno social en estudio.

Su Hipótesis de Trabajo afirmará (abductivamente, como conjetura) que, en las concretas relaciones (“ s’ “) identificables entre los elementos constitutivos de las piezas de esa materia prima, está la clave que explica cuál sea la consideración social de dicho fenómeno (“ S’ “) (debiendo enunciar explícitamente, en dicha hipótesis, cuáles sean las características de la consideración supuesta); a esta tarea se la denominará: lectura crítica de los significados vigentes, respecto de un determinado fenómeno social (como ocurre, p.e., en el caso del análisis de la competencia, en publicidad; o en el caso del análisis del discurso de la oposición, en política; o en el caso del análisis de las formas estéticas superadas, en la creación artística; etc.).

También puede ser que al investigador le interese determinar qué relaciones (“ s’ “) le conviene establecer entre los elementos (“ S “) que puede incorporar a una nueva propuesta perceptual, para que los eventuales intérpretes comiencen a considerar a determinado fenómeno social (“ S’ “) desde determinada perspectiva, o sea, como portador de determinados valores o significados (“ s “); a esta tarea se la denominará: propuesta creativa para establecer la vigencia de nuevos significados, respecto de un determinado fenómeno social (como ocurre, p.e., en el caso de la elaboración de un mensaje publicitario; o en el caso de la elaboración de una campaña política; o en el caso de la elaboración de una propuesta estética creadora; etc.).

Lo que surge, en definitiva, es que la tarea de Investigación Semiótica puede tener uno de estos dos objetivos: (1) efectuar una Lectura Crítica de los significados vigentes, respecto de un determinado fenómeno social, o (2) formular una Propuesta Creativa para establecer la vigencia de nuevos significados, respecto de un determinado fenómeno social. Entre ambos objetivos existe, por supuesto, toda una gama de predominios o de combinatorias, pero el campo de investigación de la semiótica quedaría acotado entre ambas tareas maestras.

5.6. Recuperación peirceana

El ausente innombrado (o apenas nombrado), en los precedentes apartados sobre los 4 signos, es el Interpretante. Sin embargo, nada de lo allí dicho es consistente consigo mismo, sino en cuanto constituye, en la mente del intérprete, otro signo más desarrollado (y lo estoy parafraseando a Peirce: CP 2.228). Por esto, el esquema saussureano, por sí sólo, es insuficiente para dar cuenta del proceso de producción de la significación; su eficacia se limita a (o se muestra eficaz para) establecer, en un momento determinado (sincrónicamente) cuál es alguno de los significados efectivamente vigentes en determinado momento de determinada sociedad; o bien para comparar (diacrónicamente) los significados efectivamente vigentes en dos momentos distintos de una misma sociedad (entre dos sincronías).

Lo que el investigador que utiliza este instrumento de la metodología semiótica trata de recuperar, la inferencia que trata de fundamentar acerca de la existencia de determinados hábitos sociales de interpretación (también Peirce: CP. 5.476 passim), es el proceso por el cual determinados Representámenes o Semiosis Sustituyentes:

[Esquema 16]

 (textos verbales, imágenes visuales, exhibiciones de objetos o comportamientos) poseen eficacia para construir de un modo y no de otro, aunque se trate de muchos y diversos modos, a los Objetos Semióticos o (en su perecedero estado creativo) Semiosis Sustituidas emergentes:

 

[Esquema 17]

Con esto estoy advirtiendo que no es suficiente con analizar una Semiosis Sustituyente (por ejemplo, un discurso político), sino que se requiere establecer el contraste opositivo (también Peirce: CP 5.477) que esa semiosis sustituyente establece con las restantes semiosis sustituyentes que están simultáneamente vigentes en determinada sociedad (por ejemplo, con los discursos políticos contemporáneos del que se estudia).

Con esto estoy satisfaciendo la condición de que determinada construcción semántica (o atribución de determinado significado a determinado fenómeno) no sólo depende de la sintaxis del texto, imagen y/o exhibición que la propone, sino que su eficacia proviene del diferencial sintáctico que proporciona (o utiliza) respecto de las otras semiosis sustituyentes simultáneamente vigentes (y por tanto disponibles), con las que se producen o podrían producirse otras construcciones semánticas divergentes.

Lo diferencial especifica el valor social del significado producido por cada Semiosis Sustituyente. Consiste en representar (mediante textos, imágenes y/o exhibiciones) lo que no representan las otras semiosis sustituyentes simultáneamente vigentes y en no representar lo efectivamente representado por las otras semiosis sustituyentes (y, prácticamente, estoy parafraseando a Foucault en sus textos acerca del “enunciado” y de las “formaciones discursivas”).

En los procedimientos de testéo estadístico positivista, hay un mínimo necesario en la extensión de una muestra, lo que se establece en función del tamaño del universo que se pretende investigar y ello es resultado de determinadas operaciones matemáticas. Para la metodología semiótica, también existe una extensión mínima del corpus necesario para establecer las características de determinado significado vigente en determinada sociedad; ese mínimo estará constituido por aquella cantidad de datos (textos, imágenes y/o exhibiciones de objetos o comportamientos) que permitan constatar que se ha producido una inconsistencia en el conjunto de las características del significado en estudio. O sea, cuando se encuentre alguna (como mínimo) contradicción en los modos analizados de construir dicho significado (es condición necesaria, pero puede no ser suficiente y, por lo general, no lo es). Sin contradicción no es posible saber qué se está negando ni, en consecuencia, los límites que definen lo que se afirma. No es, para la semiótica, una cuestión de cantidad, sino de las cualidades contrastantes identificadas en la muestra relevada. Por esto, puede decirse, no sólo que no hay semántica sin sintaxis, sino además que toda semántica es diferencial, en cuanto algo significa porque se diferencia de lo que otro significa.

En definitiva, el análisis semiótico permitirá identificar cómo, en determinado momento de determinada sociedad, se construyen los sistemas de interpretantes que representan, a su vez, el hábito social de interpretación efectivamente vigente. Desde estos distintos y contradictorios sistemas de interpretantes (con todas las posibilidades incluidas en el gradiente del distanciamiento que se determine que los separa) se irán construyendo, mediante el conjunto de semiosis sustituyentes que circulan en ella, los distintos y contradictorios significados que, siempre y en toda sociedad, se atribuyen a un mismo y determinado fenómeno social (en cuanto antecede, es de especial interés el Punto 3: Interpretantes lógicos: CP. 5.470-5.493, del Capítulo 1: Un panorama del pragmatismo, del Libro III: Trabajos inéditos, del Volumen V: Pragmatismo y Pragmaticismo, de los Collected Papers de Charles S. Peirce).

Y, a la elaboración de la red de relaciones que representa el estado final de una investigación que reúna las condiciones a las que acabo de referirme, la he denominado, en otros trabajos (Magariños, 1996: 427-460; 1999), los Mundos Semióticos Posibles en cuanto representación de los contrastes entre los significados atribuidos a un fenómeno social por el Hábito Interpretativo de los distintos intérpretes sociales.

* Publicado en: www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n38/jmagarinos.html 2004


6 CHARLES SANDERS PEIRCE*:

Semiótica, lógica y cognición [modificado: 28-10-2008]

6.1 El Signo. Introducción

En Teoría de los Signos, los conceptos y criterios clasificatorios y relacionales de Charles Sanders Peirce resultan fundamentales para la organización sistemática de la semiótica como disciplina científica y para la investigación empírica que de ella se deriva. Es imposible, en la brevedad de estas páginas, desarrollar la razón teórica que justifique plenamente tal afirmación. Se buscará cumplir un objetivo más humilde, consistente en la somera presentación de aquellas ideas básicas que son especialmente actualizables en el pensamiento de Peirce.

Es imprescindible comenzar por su concepto de signo. A lo largo de su inmensa obra, se encuentran múltiples, y no siempre consistentes, definiciones de signo (Robert Marty recopila 76; ver Marty, R., 1996). Tomo, por ahora, la más habitualmente utilizada: "A sign, or representamen, is something which stands to somebody for something in some respect or capacity" ("Un signo, o representamen, es algo que está para alguien, por algo, en algún aspecto o disposición": C. P. 2.228; Peirce, Charles S., 1965/1931).

Esta definición constituye el gozne sobre el que gira la teoría de Peirce. Dice lo menos posible para poder construir sobre ella lo más posible. Es un enunciado que Jakobson (1963) calificaría de "afásico", ya que los lugares sintácticos que deberían estar ocupados por conceptos sustanciales, están meramente señalados por esos pronombres: "algo", "alguien" y, de nuevo, "algo", así como por el adjetivo, tan propenso a pronominalizarse, "algún". Lo adjetivado por tal "algún" tampoco ofrece excesivo contenido, ya que, además de la traducción ofrecida ("aspecto o disposición"), puede aceptarse, más sintéticamente, "relación" (en su sentido amplio y no -al menos, no todavía- en ningún específico sentido lógico-matemático). Cerrando la estructura de la definición, utiliza el verbo "to stand for". O sea, "estar en lugar de"; incluso es preferible "estar por", ya que éste es el sentido más vacío de la representación que es, en definitiva, lo que está en juego. Así, un poco más adelante, en el párrafo 2.273, el mismo Peirce se encarga de fijarle el sentido que le interesa: "To stand for, that is, to be in such a relation to another that for certain purposes it is treated by some mind as if it were that other" ("Estar en lugar de, es decir, situarse en una relación tal respecto a otro que, para ciertos fines, puede considerársele, en algún modo, como si fuese ese otro"). Logra así que la definición inicial se armonice en un contexto isótopo con la libertad proporcionada por los pronombres que la constituyen. El verbo incluso podría haber quedado implícito, debido al vigor de las preposiciones " to", "for" e "in" ("para", "por" y "en") que articulan tal contexto. Reducido a una forma esquemática, tendríamos el siguiente esquema de signo:

(A)

El mismo parágrafo 2.228, citado anteriormente, continúa diciendo: "It addresses somebody, that is, creates in the mind of that person an equivalent sign, or perhaps a more developed sign. The sign which it creates, I Call the Interpretant of the first sign. The sign stands for something, its object. It stands for that object, not in all respects, but in reference to a sort of idea, which I have called the ground of the representamen" ("Ello se dirige a alguien, o sea, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o quizá un signo más desarrollado. A éste, que aquél crea, lo denomino el interpretante del primer signo. El signo está por algo, su objeto. Está por tal objeto, no en todo sentido, sino respecto a un tipo de idea que algunas veces he llamado el fundamento del representamen"). En principio, es la totalidad del signo, cuyo esquema gráfico antecede (A) la que se dirige a alguien y crea en él otro signo: el interpretante del primero. Se trata de un fenómeno característico de todo lenguaje (en cuanto duplicación semiótica) para cuya eficacia se requiere la producción de dos signos: el representamen, propuesto por el emisor; y el interpretante, elaborado por el receptor (si bien, en la propuesta peirceana, a diferencia de la concepción saussureana, éste último completa al signo, no siéndole ajeno, sino integrándose en su propia estructura: no hay signo hasta que no está interpretado). De todas formas, es conveniente despersonalizar este proceso semiótico, del cual la comunicación emisor-receptor es sólo un caso. Todo proceso de conocimiento es también una relación entre representamen e interpretante; en tal caso el representamen es el enunciado, por ejemplo, científico (o quizá mejor, la enunciación) que se dirige a un sistema teórico donde, transformado en interpretante, o sea, en lugar lógico, recibe su valor significativo. A partir del gráfico anterior, su complemento, conforme a lo que acaba de decirse, es:

(B)

Algo (1, 2 y 3)......................................interpretante:

que también es signo,
o sea, Algo (1, 2 y 3)

En segundo lugar, todo aquel signo (A) es el sustituto de algo, a lo que denomina su objeto. Hasta aquí Peirce constituye al signo como capaz de sustituir a su objeto, del que sólo puede decir que es "algo". Coincide así con el concepto intuitivo, en semiótica, de caos, en cuanto lo señalable (lógicamente) pero indecible. El tema del caos en semiótica, lo estudié inicialmente, desde diversos ángulos, en mi trabajo "Del caos al lenguaje", de 1983. Casi 25 años después, retomo el tema a partir de la diferencia entre el entorno entrópico (lo más semejante al caos) y el mundo semiótico, elaborando su transformación a partir de la propuesta de Francisco Varela, 1992 (ver, en este mismo texto: 22 La humanidad, la facultad semiótica y la historia del entorno). No obstante, Peirce quiere decir algo más acerca de ese objeto y así afirma que la sustitución que el signo hace de tal objeto no lo es en cuanto totalidad, sino respecto a una parte de su posibilidad sustitutiva, a un determinado tipo de idea, a la que denomina "fundamento". ¿En qué consiste esta idea que el signo recorta del objeto y de la que se hace sustituto? Peirce se preocupa por liberar a tal término de los diversos sentidos filosóficos que puede evocar y opta por su significado cotidiano, lo que precisa mediante algunas ejemplificaciones: ...cuando un hombre capta la idea de otro, ...cuando un hombre recuerda lo que estuvo pensando en un momento anterior, o bien, ...cuando continúa pensando en algo (2.228). Los ejemplos evidencian que esa idea que el signo toma del objeto, no está en el objeto sino en el pensamiento (de un hombre o en cuanto proposición de un sistema teórico). Quiere decir que habría dos posibilidades teóricas: o bien el signo sustituye al objeto en cuanto caos, diciéndolo por primera vez (supuesto que Peirce excluye explícitamente: 2.231), o bien el signo sustituye, mediante un nuevo decir, algo que estaba ya dicho (o pensado) acerca del objeto. En este último caso, se puede percibir cómo el caos retrocede hacia un supuesto objeto primordial: lo óntico inaccesible al conocimiento, al haber sido desenmascarado, por demostrarse que ya estaba dicho: lo ontológico y, por tanto, perceptible. En definitiva, ¿cuál es el objeto de un signo?; o sea, ¿cuál es su referente (usando el término más polémico)? O el caos u otro signo: tertium non datur. Siendo el caos indecible, si hubiera un signo que lo señalara, tal sería el último nivel de objeto al que podría accederse. Como esto no es lógicamente posible, ya que si es signo es que tiene como fundamento aquello que puede decirse (aquella "idea ") acerca del objeto (no existe signo que no sea reducible a otro signo), resulta que un signo tendrá como objeto, siempre, a otro decir, o sea, a otro signo. Se llega, por tanto, a este nuevo esquema:

(C)

El añadido en este gráfico del término "representamen" está perfectamente justificado, ya que Peirce lo ofrece como sinónimo alternativo del término "signo", en cuanto indica la existencia de la forma perceptual en que el signo consiste (próximo, por tanto, al "significante" saussureano). Resulta evidente que este cerramiento del signo, tanto en lo que respecta al interpretante, atribuyéndole el carácter de signo, como en lo que respecta al fundamento, estableciéndolo igualmente como signo, implica una recursividad en la estructura de la gramática de los signos (Peirce denomina a la obra cuyos parágrafos estamos comentando, "Speculative Grammar") que es actualmente exigencia de las gramáticas formales, en sus definiciones recursivas (véase, entre otros, Carnap 1958; p. 164; Quine 1969; p. 174; Chomsky 1971; ps. 13 y 229 -voz "recursiveness"- y también Chomsky 1974; p. 39). Esta clausura y la correlativa expansión del signo en sus instancias de interpretante y fundamento no es fruto de una actualización ni exigió una derivación epistemológica de sus conceptos, sino que fue vista expresamente por Peirce.

En cuanto al interpretante, en el parágrafo 2.303, insiste en el concepto de signo desde el punto de vista de sus interrelaciones, definiéndolo como " Anything which determines something else (its interpretant) to refer to an object which itself refers (its object) in the same way, the interpretant becoming in turn a sign, and so on ad infinitum" ("Todo lo que constriñe a algún otro (su interpretante) a referirse a un objeto, al cual él mismo se refiere del mismo modo (su objeto), transformándose a su vez el interpretante en signo, y así ad infinitum").

Un tanto más implícitamente admite la clausura del signo respecto a su objeto, por ser éste también signo, al menos "in the case of a Sign that is a part of a Sign" ("en el caso de un Signo que es parte de un Signo "; parágrafo 2.230). Esto lo ejemplifica, entre otras cosas, con una supuesta situación que es una estructura del mejor estilo de arte conceptual: " On a map of an island laid down upon the soil of that island there must, under all ordinary circunstances, be some position, some point, marked or not, that represents qua place on the map, the very same point qua place on the island" ("En el mapa de una isla, extendido sobre el suelo de esa isla, debe existir necesariamente cierta posición, cierto punto, marcado o no, que representa qua -en cuanto- lugar en el mapa, a ese mismo punto qua -en cuanto- lugar en la isla "; ibidem ). En el parágrafo siguiente la calidad de previamente conocido, o sea, la calidad de ser ya signo, inherente al objeto de todo signo, queda expresamente establecido. Pese a su extensión, resulta oportuno transcribir íntegralmente el parágrafo 2.231 por el interés que tiene para investigadores y críticos: "The Sign can only represent the Object and tell about it. It cannot furnish acquaintance with or recognition of that Object; for that is what is meant in this volume by the Object of a Sign; namely, that with which it presupposes an acquaintance in order to convey some further information concerning it. No doubt there will be readers who will say they cannot compre hend this. They think a Sign need not relate to anything otherwise known, and can make neither head nor tail of the statement that every sign must relate to such an Object. But if there be anything that conveys information and yet has absolutely no relation nor reference to anything which the person to whom it conveys information has, when he comprehends that information, the slightest acquaintance, direct or indirect -and a very strange sort of information that would be- the vehicle of that sort of information is not, in this volume, called a Sign" ("El Signo sólo puede representar al Objeto y aludir a él. No puede proporcionar conocimiento o reconocimiento acerca de tal Objeto; esto es lo que se entiende por Objeto de un Signo en este estudio; es decir, aquello acerca de lo cual se presupone un conocimiento a fin de proporcionar alguna información adicional respecto a él. Sin duda habrá lectores que manifiesten no poder comprenderlo. Piensan que un Signo no necesita relacionarse con algo ya conocido por otros medios, y no pueden encontrar sentido a la afirmación de que todo Signo debe estar relacionado con tal Objeto conocido. Pero si hubiera algo que aportase información y no tuviese relación alguna ni referencia con algo acerca de lo cual, la persona a la que se aporta esa información de modo que pueda comprenderla no tuviera el menor conocimiento directo o indirecto -y se trataría de una muy extraña clase de información-, al vehículo de dicha información no se lo denominará, en esta obra, Signo"). O sea, del caos (en cuanto objeto supuestamente primordial) no puede surgir conocimiento. El conocimiento tiene siempre por objeto a otro conocimiento y nunca a la realidad en su pretendida pureza de no modificada todavía por el pensamiento. Si, por tanto, el objeto de todo signo debe ser algo ya conocido, es que también es signo. Este sentido recurrente del concepto de signo es uno de los aportes más fructíferos de Peirce a la epistemología contemporánea. De aquí, por ejemplo, surge la posibilidad de afirmar que el signo único es incognoscible (Magariños de Morentin, 1975; p, 57) como límite a las pretensiones, multivariadas y más o menos implícitas, de las formas actuales de substancialismo y nominalismo (ya que ninguno de los tres componentes del signo, ni el fundamento, ni el representamen, ni el interpretante, tienen sentido por sí solos). El signo, que se hace presente mediante el representamen, aparece, en todo caso, constituyendo una estructura cuyos elementos interdependientes son el interpretante y el fundamento. Tal es uno de los aspectos que llevan a Popper (1974; p. 198) a exclamar con entusiasmo, la dimensión de cuyo exceso sería difícil de precisar, que Peirce es el más grande filósofo norteamericano.

Sin entrar en la crítica de otras estructuras triádicas como las ya mencionadas de Ogden y Richards o de Morris o la de Ullmann, se hace evidente la que resulta de la propuesta de Peirce:

[3]  (D)

El signo se produce en un ámbito semiótico que es la condición lógica de su existencia. Así, la estructura teórica en la que puede fundamentarse la investigación semiótica requiere la elaboración y el ajuste lógico de tal ámbito semiótico, en cuya interioridad, el signo es la estructura estructurante en cuanto unidad mínima de análisis: no hay signo en tanto no se establece el ámbito semiótico que lo genera; pero cuando se ha logrado determinar un ámbito semiótico correctamente acotado, se puede reconocer, simultáneamente, el pertinente signo particular con sus 9 relaciones constituyentes.

Poniendo en relación el esquema (D) con el esquema (A) puede comprenderse la riqueza inherente al carácter afásico de la definición que formulara Peirce del signo. Esta debe contener la posibilidad de relación en los tres aspectos que requiere su existencia: el "por algo", el "para alguien" y el "en alguna relación". Mediante el primero, el signo captará lo que de conocimiento (fundamento) le interesa del objeto; mediante el segundo, se instituirá a sí mismo como forma perceptual y soporte sustitutivo (representamen) de tal intervención; y, mediante el tercero, proporcionará la posibilidad de modificación que, en un determinado sistema (interpretante), afecta al conocimiento o desconocimiento (pero no, no-conocimiento) acerca de dicho objeto. Es suficiente, en esta aproximación a los fundamentos de la semiótica, con esta interpretación de los conceptos de primeridad, segundidad y terceridad propuestos por Peirce; han dado lugar a excesivas y excesivamente gratuitas especulaciones metafísicas acerca de su carácter apriorístico y a escasas reflexiones epistemológicas respecto al aporte de racionalidad y de metodología que provee a la teoría del signo.

Lo tradicional ha sido ver al signo como una réplica del objeto; éste era su referente y él era la simbolización de tal referente. La fundación de la ciencia de la lingüística fue posible quebrando esa dependencia. El par significante-significado, de Saussure, pone el acento en el tercer aspecto; ser tal para alguien o para algún sistema de conocimiento, en cuanto toda forma perceptual puede ser portadora de un concepto (para alguien). Esto elimina como problemática científica la vinculación biunívoca (nombre a cosa) entre signo y referente, lo cual se replantea como determinación del lugar lógico correspondiente a cada uno de ellos en el respectivo sistema (de interpretantes y de fundamentos). Desde otra perspectiva, a Hjelmslev le interesan las cualidades del signo que se deriven de sus características en cuanto representamen; son formas sintácticas y problemas de rección los que encadenan secuencias de formas interdependientes y con las cuales acota los conceptos de signo y de no-signo en lingüística. Esto le lleva a concebir cada elemento de la lengua "como una categoría determinada, definida por ciertas posibilidades de combinación determinadas y por la exclusión de otras" (1971b; p. 47). Relegando el aspecto sustancial de la lengua, Hjelmslev establece a la Glosemática como el estudio que insiste sobre la forma (representamen) y sitúa a "la lingüística en el marco de una semiótica (o semiología) general" (1972; p. 49); definiendo "formalmente a una semiótica como una jerarquía cuyos componentes, cualquiera sean, admiten un análisis ulterior en clases definidas por relaciones mutuas, de modo tal que no importa cuál de esas clases admita un análisis en derivados definidos por mutación mutua" (1971a; p. 135). Por otra parte, el aspecto dinámico del signo, considerado en relación con el interpretante, ha dado lugar a las corrientes praxiológicas de la lingüística que toman especialmente en cuenta el aspecto comunicativo en su definición del lenguaje. En general derivan del tercer concepto de Ch. Morris, que caracteriza como "La dimensión pragmática de la semiosis", planteándola en un definido sentido de información biológica: "El intérprete de un signo es un organismo; el interpretante es el hábito del organismo de responder, a causa del signo vehículo, frente a objetos ausentes que son relevantes para una situación problemática presente, como si estuvieran presentes" (1971/1938; p. 109). Ello le conduce a plantear la relación con el "designatum" (lo que Peirce denomina "fundamento") como un "actual tomar en cuenta, en la conducta del intérprete, a una determinada clase de cosas en virtud de la respuesta al signo vehículo, y que tales cosas tomadas en cuenta son los designata". Incurro en este atisbo de expansión hacia otras estructuras del signo, pese a mis buenos propósitos, por haber tocado uno de los puntos más sensibles en la sistematización de la semiótica como metodología para la explicación de la producción de la significación, íntimamente dependiente del concepto de signo que se adopte. El cúmulo de elaboraciones existentes con respecto al concepto de signo lo señalan como el problema definitorio de esta disciplina y establece la necesidad de enunciarlo a partir de fundamentos axiomáticos para conferir a la semiótica el lugar epistemológico que le corresponde.

El esquema propuesto en (D), que no es sino la graficación resultante de considerar a cada uno de los elementos constitutivos del signo, a su vez, como signo, permite entrar en el siguiente aspecto expuesto en la Gramática Especulativa de Peirce y que consiste en su propuesta de clasificación de los signos; clasificación en que están implícitos los axiomas de una semiótica científica a que se ha hecho referencia.

En un desarrollo estrictamente lógico de la definición inicial, llega a la formulación de tres tricotomías que proporcionan nueve clases de signos. No analizaré aquí el proceso mediante el cual, a través de la determinación de tres relaciones triádicas y de tres relaciones de correlación (o correlatos) llega a enunciar dichas tricotomías. Lo sustituiré por una explicación casi didáctica que permita al lector no familiarizado con el pensamiento de Peirce comprender, elementalmente, la calidad de cada uno de dichos nueve signos. Progresivamente, a lo largo de este texto, iré desarrollando otros aspectos enriquecedores para la comprensión de la eficacia y de las interrelaciones posibles entre tales 9 clases de signos. El punto de partida consiste en asimilar la estructura del signo y de las tres componentes ya identificadas:

a) Por algo

b) En alguna relación

c) Para alguien

Se vio cómo esto implicaba la presencia, en cuanto ámbito semiótico, de una estructura de tres componentes que, a su vez, son signos y que se corresponden con los elementos enunciados del siguiente modo:

(E)

a) Por algo........................................................................... Fundamento

b) En alguna relación......................................................... Representamen

c) Para alguien.................................................................... Interpretante

La relación afirmada en (E) bajo la letra a) es una relación de actuación o presencia. Es decir, se establece una relación cuya razón determinante consiste en el hecho de acotar, mediante el signo, el particular aspecto del objeto (Fundamento) que es de interés para determinada comunicación.

La relación afirmada en (E) bajo la letra b) es una relación de comparación o de cualidad. O sea, se establece una relación cuya razón determinante consiste en la posibilidad de concretarse, mediante el signo, una presencia de naturaleza semiótica (Representamen).

La relación afirmada en (E) bajo la letra c) es una relación de pensamiento o convencionalidad; con ella se establece una relación cuya razón determinante consiste en la necesidad que confiere consistencia, mediante el signo, al sistema del Interpretante.

Cada una de estas razones determinantes de las respectivas relaciones de correspondencia pueden también enunciarse como: a) de existencia, b) de forma, c) de ley. Se llega así al siguiente cuadro de equivalencias:

(F)

a) Por algo......................... Fundamento............ Actuación.......... Hecho.................... Existencia

b) En alguna relación....... Representamen....... Comparación.... Posibilidad........... Forma

c) Para alguien.................. Interpretante........... Pensamiento..... Necesidad............. Ley

el cual evidencia las distintas relaciones lógicas inherentes a cada elemento de la estructura del signo.

Sólo falta tomar en cuenta una característica del signo que ha estado constantemente presente en cuanto antecede: cada uno de los elementos de la estructura del signo es, a su vez, un signo. Por consiguiente, si el Fundamento, el Representamen y el Interpretante, además de ser las tres partes constitutivas del signo, son cada uno de ellos un signo, entonces cada uno de ellos contiene a los tres elementos que constituyen la estructura del signo. Por tanto:

(G)

a) Signo Fundamento posee…………..

a') su propio fundamento

b') su propio representamen

c') su propio interpretante

b) Signo Representamen posee……….

a”) su propio fundamento

b”) su propio representamen

c”) su propio interpretante

c) Signo Interpretante posee…………..

a"') su propio fundamento

b"') su propio representamen

c"') su propio interpretante

lo cual se corresponde, en cuanto enunciados, con el gráfico (D) en cuanto espacios constitutivos del ámbito semiótico pertinente al signo.

Con esto, entre a') y c"') se han generado, en forma recurrente, los nueve signos que son la base primaria de toda clasificación semiótica. Desde luego, como manifestara Peirce en el parágrafo 2.303, la generación de otros posibles signos prosigue "ad infinitum". El límite vendrá dado por las necesidades de cada disciplina científica o de cada investigación en particular. Los que se producen, mediante esta ley de transformación semiótica, son niveles sucesivos de metalenguaje a partir de cada uno de los aspectos o elementos inherentes a la estructura del signo. Mencionándolo con absoluta provisionalidad, puede decirse que ello permite identificar, ante los enunciados de una determinada disciplina científica (y con especial utilidad en las llamadas "ciencias humanas") el correcto lugar epistemológico que les corresponde a cada uno de tales enunciados, al poder establecer, con rigor formal, qué ha sido utilizado como lenguaje-objeto ([constitutivo del] objeto material de una ciencia), qué como metalenguaje 1º (u objeto formal que da cuenta del precedente lenguaje-objeto) y qué como eventuales metalenguajes 2º, 3º, etc. (niveles epistemológicos o enunciados procedentes de otros sistemas en que poseen distinto nivel metalingüístico o, con mayor generalidad, metasemiótico). Con esta perspectiva de análisis pueden eliminarse muchas de las aporías que con frecuencia atentan contra la sistematicidad, claridad y virtud explicativa, especialmente en las mencionadas ciencias humanas; así como someter los respectivos enunciados, con mayor rigor y eficacia, a las diversas contrastaciones de verificación, falsabilidad o confirmación.

Para su mejor identificación, pese a lo farragoso de la terminología, en el siguiente cuadro de doble entrada, siguiendo la distribución de los esquemas (D), (F) y (G), se despliegan dichos nueve signos con las denominaciones que Peirce les atribuye y con los componentes que los originan:

 

[4]  (H)

9 SIGNOS
(o Clases de Signos)

En alguna relación
REPRESENTAMEN
Comparación
Posibilidad
FORMA

Por algo
FUNDAMENTO
Actuación
Hecho
EXISTENCIA

Para alguien
INTERPRETANTE
Pensamiento
Necesidad
VALOR

En alguna relación
REPRESENTAMEN
Comparación
Posibilidad
FORMA

1 - CUALISIGNO

 

La forma de la forma

2 - ICONO

 

La existencia de la forma

3 – RHEMA

 

El valor de la forma

Por algo
FUNDAMENTO
Actuación
Hecho
EXISTENCIA

4 - SINSIGNO

 

La forma de la existencia

5 - ÍNDICE

 

La existencia de la existencia

6 – DICISIGNO

 

El valor de la existencia

Para alguien
INTERPRETANTE
Pensamiento
Necesidad
VALOR

7 - LEGISIGNO

 

La forma del valor

8 - SÍMBOLO

 

La existencia del valor

9 – ARGUMENTO

 

El valor del valor

 

En principio, y más como guía en la práctica del trabajo de investigación acerca del significado de cada uno de los signos del cuadro precedente que como criterio metodológico, es ilustrativa (ante la necesidad de clasificar un determinado signo que aparece en un determinado discurso o ante la necesidad de producir un determinado signo para su inclusión en un determinado discurso) la lectura de las entradas, por fila y por columna, que corresponden al signo que se quiere producir o hasta ubicar al signo que identifica al que se desea clarificar. Así, por ejemplo, un ÍNDICE resulta ser la "existencia" de un "fundamento", o bien el "hecho" de una "existencia" o la "actuación" de dicha "existencia", etc. En cambio un ARGUMENTO resulta ser, por ejemplo, el "Interpretante" del "Interpretante", o una "ley" del "pensamiento", o una "necesidad" "para alguien", etc. Repito que se trata tan sólo de un tanteo expresivo o práctica didáctica para encontrar el enunciado acerca del signo correspondiente que mejor permita cubrir la necesidad conceptual o empírica de un momento concreto de la investigación. Ello no infringe en nada y, por el contrario, utiliza como instrumento de análisis a la propia estructura del signo.

En la lectura por columnas se encuentran los correlatos enunciados por Peirce, o sea: 1er Correlato, constituido por Cualisigno, Sinsigno y Legisigno; identifica el aspecto formal (en cierta medida, semejante al saussureano "significante") de cada uno de los niveles: formal propiamente dicho, existencial y legal. La forma tiene forma (Cualisigno); la existencia tiene forma (Sinsigno); y la necesidad (lógica) tiene forma (Legisigno); tal el sentido de los tres signos de este primer correlato. El 2º Correlato está constituido por Icono, Índice y Símbolo, identificándose, por su intermedio, el aspecto existencial (la concreta y actual presencia del signo) de cada uno de los niveles. Así se alude a la existencia de la forma (Icono); a la existencia de la existencia (Índice); y a la existencia de la ley o sistema de convenciones sociales o teóricas (Símbolo) (adviértase el sentido específico que toma en Peirce el término tan controvertido y ambiguo de "símbolo"). El 3er Correlato está constituido por Rhema, Dicisigno y Argumento. Con ellos se da cabida al aspecto legal de la forma, por ejemplo, en el sentido de las posibles relaciones sistemáticas entre cualidades (Rhema); al aspecto legal de la existencia, por ejemplo, en el sentido de las relaciones sintácticas de un contexto específico (Dicisigno); y el aspecto legal de la propia legalidad, en el sentido de la razón teórica que da consistencia a un sistema (Argumento).

Para completar esta visión, transcribiré las definiciones que ofrece Peirce de cada uno de tales signos, acompañándolas de un breve comentario. Seguiré, asimismo, el desarrollo de los nueve signos a través de un doble ejemplo: 1º) como ejemplo conceptual, las localizaciones a que dan lugar los posibles signos discernibles en el paradigma del signo "SUSTITUCIÓN" (ejemplo cuya abstracción se justifica por ser el concepto fundamental de toda semiosis y de la propia semiótica en cuanto metodología rigurosa); y 2º) como ejemplo empírico (que además constituye una actualización específica del signo "sustitución"), el llamado "ALFABETO MORSE".

6.2 Las 9 clases de signos

6.2.1 Cualisigno

"Is a quality which is a Sign" ("Es una cualidad que es un signo"; parágrafo 2.244). Se trata de un signo que toma del objeto y transfiere a un interpretante el mero aspecto formal de tal objeto. Constituye la forma de la posibilidad (”tone” o tono), extrayéndola operativamente del sistema constituido por el Rhema, por ser dicha forma uno de los tipos o elementos que lo constituyen, por lo que también será en el Rhema donde encuentre su valoración.

Ejemplo 1: "La forma posible de sustitución". Se señala por su intermedio el repertorio de cualidades en virtud de las cuales un objeto puede estar en lugar de otro. O sea, supuesta la sustitución como hipotético objeto del signo investigado, el cualisigno toma como fundamento propio (es decir, como aquel aspecto del objeto que le interesa representar) el repertorio de las variantes mediante las cuales puede producirse la sustitución: reemplazo, desplazamiento, eliminación (lo que actualiza a aquél al que el eliminado ocultaba), evolución (en que el precedente deja de ser, dando lugar a otro que de él proviene), subdivisión, reunión, etc. Este repertorio de formas posibles de sustitución (con especial énfasis en la calidad de "posibles") es, por consiguiente, un repertorio de cualisignos y es imprescindible como fundamento para la realización de cualquier sustitución o para la interpretación de cualquier percepción sustitutiva.

Ejemplo 2: El objeto de sustitución, en el caso del alfabeto Morse, es el lenguaje verbal. El cualisigno toma del lenguaje verbal las posibilidades que el mismo tiene de ser sustituido y ofrece, así, el paradigma en cuya interioridad deberá llegar a acontecer el alfabeto Morse para constituirse en forma específica de sustitución del lenguaje verbal del cual, aquí, en el cualisigno, aparece como una mera posibilidad (como la “inspiración” que tuvo Samuel F. B. Morse cuando imaginó la posibilidad de normalizar los fonemas de la lengua). Esto implica: i) existencia de un lenguaje verbal que va a ser sustituido (correlacionando lo hablado y lo escrito, con las variaciones entre lo sonoro y lo gráfico); ii) existencia de aspectos perceptuales en el habla y en la escritura cuyo conjunto sistemático puede ser sustituido por aspectos perceptuales de otros lenguajes cuyas características pueden ser verbales (traducción de un idioma a otro) o, como es el caso del Morse, no verbales (gestos, colores, dibujos, impulsos eléctricos, etc.); iii) un lenguaje verbal no puede ser sustituido por un no-lenguaje, salvo al precio de dejar de ser lenguaje. Los elementos señalados en ii) son los cualisignos del lenguaje verbal, o sea, aquellos aspectos referentes a los aspectos cualitativos del objeto-signo "lenguaje verbal", que se relacionan de modo específico con los aspectos cualitativos del sistema semiótico que contiene al signo-representamen del alfabeto Morse.

6.2.2 Icono

"Is a Sign which refers lo the Object that it denotes merely by virtue of characters of its own, and which it possesses, just the same, whether any such Object actually exists or not" ("Es un Signo que se refiere al Objeto que denota tan sólo en virtud de los caracteres que le son propios, y que éste posee por igual con independencia de la existencia o no existencia actual de cada Objeto"; parágrafo 2.247). Se trata de un signo que toma del objeto y transfiere al interpretante la posibilidad de que una determinada forma exista en tal objeto. Constituye la existencia de la posibilidad de la forma, la cual se obtiene integrando los cualisignos previamente seleccionados.

Ejemplo I: "La existencia posible de la sustitución". O sea, establece, ante una propuesta determinada, su posibilidad o no de sustitución y, en su caso, la forma de sustitución que, a partir del repertorio de cualisignos podría aplicarse al supuesto en presencia. De la sustitución como objeto de un icono, éste toma como fundamento aquel sector del paradigma de posibilidades de sustitución que sería actualizable en un momento dado. Así ocurre cuando lo que desea captarse del objeto mediante el signo correspondiente es su identificación como posibilidad para individualizarlo tanto en presencia de dicho objeto como en su ausencia; es decir, cuando la sustitución tiende a producir un reemplazo representativo. Para producirlo se seleccionará una forma gráfica o una forma acústica o una forma táctil, etc. Ta1 forma podrá pertenecer, o no, al mismo objeto que quiere sustituirse; podrá conservar semejanza, o no, con determinados aspectos perceptuales o conceptuales de dicho objeto; o bien se desligará de toda relación física o intelectual con el objeto, debiendo, en tal caso, basarse en una opción (individual o colectiva) aleatoriamente establecida pero convencionalmente aceptada. La forma, bajo estas condiciones y características, es el signo-representamen icono del objeto-signo sustitución.

Ejemplo 2: El icono, en el alfabeto Morse, implica la elección, en el repertorio de cualisignos, de alguna de las posibilidades marcadas en ii) [del Ejemplo 2 de Cualisigno]. De este modo se acota una nueva gama de posibilidades enmarcadas en su ámbito. Así, el aspecto icónico del alfabeto Morse está constituido por las características de un lenguaje no verbal, aptas para sustituir a un lenguaje verbal. Propone como problema propio la selección de la calidad de lo no-verbal que habrá de sustituir a lo verbal. Los gestos conducirán, por ejemplo, al lenguaje de los sordomudos o a la mímica como género teatral. Los colores permitirán la sustitución del lenguaje verbal mediante, por ejemplo, el alfabeto del Código internacional de señales marítimas. Los impulsos eléctricos, reproduciéndose en forma diferencial ya bien acústica, ya bien gráficamente, pueden conducir al alfabeto Morse. La conexión entre la intensidad y frecuencia del impulso eléctrico y las sonoridades del lenguaje verbal es arbitraria y convencional. Quiere decir que el icono del Morse no conserva nada de las características perceptuales inherentes al len guaje verbal, sino que proviene de una atribución meramente convencional de las formas perceptuales resultantes de los impulsos eléctricos como reemplazos representativos de las formas perceptualmente diferenciables del lenguaje verbal.

6.2.3 Rhema

"Is a Sign which, for its lnterpretant, is a Sign of qualitative possibility, that is, is understood as representing such and such a kind of possible Object" ("Es un Signo que, para su Interpretante, es Signo de posibilidad cualitativa, es decir, que se lo entiende como la representación de tal o cual tipo de Objeto posible"; parágrafo 2.250). Constituye el sistema de las formas posibles, vigentes en un momento dado de una comunidad, y del que el productor extrae las cualidades con las que producirá el ícono, y a cuyo conocimiento el intérprete acude (memoria asociativa) para comprender y valorar el icono propuesto por el productor.

Peirce adopta, para designar este lugar lógico de su estructura particional de los signos, la denominación (Rhema) con que desde Platón se identifica al componente verbal de un enunciado y que para Dionisio de Tracia significa la enunciación de la posibilidad de una actividad o proceso que todavía no ha acontecido. Desde otro punto de vista, que no corresponde desarrollar aquí, señala la posibilidad de que un determinado sistema teórico reciba (produzca o le encuentre lugar lógico) a un signo originariamente no previsto en el sistema. Señala la posibilidad de expansión o desarrollo de un sistema. Es la posibilidad que posee un sistema de transformarse, a partir de (y sin quebrantar) la legalidad (o el interpretante) de tal sistema. Se trata de un signo que toma del objeto y entrega al Interpretante la posibilidad de que una determinada forma confiera un determinado valor a tal objeto, al ser incluida en un específico sistema.

Ejemplo I: "El valor de la posibilidad de sustitución". Por su intermedio, el cualisigno que mostró la gama de posibilidades y el icono que la acotó condicionándola a la función que le será atribuida, quedan ambos sometidos a su aceptabilidad en un determinado sistema. Así, si eran posibles íconos gráficos, acústicos o táctiles para la producción de la sustitución, mediante el Rhema se tomará del objeto, como fundamento, el valor de la sustitución resultante cuando en ausencia del objeto, sólo se tengan en cuenta los reemplazantes representativos dotados de la cualidad formal por la que se haya optado. Esta relación interna en un sistema de sustitutos, por ejemplo, gráficos o, por ejemplo, acústicos o, por ejemplo, táctiles, con la capacidad de sustitución resultante de sus propias leyes de interrelación, es lo que los constituye en el signo-representamen Rhema del objeto-signo sustitución.

Ejemplo 2: El alfabeto Morse en cuanto Rhema implica la evaluación, en cuanto sistema, de su capacidad para sustituir un determinado universo de elementos que, en este caso, es el de los pertenecientes al lenguaje verbal. La composición en base a dos signos diferenciables ("punto" y "raya", atendiendo exclusivamente a su representación gráfica); la recurrencia, a partir de cualquiera de los dos signos, en combinación consigo mismo o con el otro y pudiendo reiterarse cualquiera de ellos cuantas veces sea necesario para lograr la identificación de cada configuración; la pausa para diferenciar cada configuración en secuencias de continuidad; la economía y la antientropía como criterio diferenciador de configuraciones; la semantización de ciertas configuraciones como "comienzo", "final", "recibido" y "error"; todos ellos constituyen pautas para evaluar la aptitud del consiguiente sistema en cuanto intérprete del lenguaje verbal (la respuesta a aquello del lenguaje verbal que debe estar representado por cada configuración del Morse, no es problema del Rhema sino del Legisigno y será entonces cuando habrá de analizarse ).

6.2.4 Sinsigno

"(Where the syllable sin is taken as meaning 'being only once', as in single, simple, Latin semel, etc.) is an actual existent thing or event which is a sign. It can only be so through its qualities..." ("[donde la sílaba sin está tomada en su significado de 'existente único', como en singular, simple, en latín semel, etc.] es una cosa o acontecimiento de existencia actual, la cual es un signo. Sólo mediante sus cualidades puede ser signo. .."; parágrafo 2.245). Se trata de un signo que toma del objeto y transfiere al interpretante las características formales que pueden existir en tal objeto. Constituye una concreta posibilidad para la existencia de un signo; aquella materia prima disponible (“token” o ejemplar) en el contexto (o mundo) de su productor, que intervendrá (o ha intervenido) efectivamente en la producción del signo en estudio.

Ejemplo 1: "La existencia de una forma sustitutiva", en cuanto concreta actualidad de la posibilidad de sustituir, mediante una forma perceptual, las cualidades existentes en un determinado objeto, sin vincularse a temporalidad alguna: puede haber ocurrido ya, puede estar ocurriendo u ocurrirá en el futuro. Es la posibilidad en función de la relación existente entre las cualidades reales del signo- objeto que va a ser sustituido y las del signo-representamen que puede llegar a sustituirlo. Una especie de espada de Damocles para cada objeto específico del universo.

Ejemplo 2: El Sinsigno referido al alfabeto Morse especifica la disponibilidad, en un momento como éste en que no está siendo, aquí y ahora, utilizado, de sus caracteres específicos. Cada una de sus configuraciones de elementos (el hecho de saber, por ejemplo, que las siguientes configuraciones son formas codificadas del Morse: ". -" o "- - ." o  ". - - - -", o cualquier otro) es un Sinsigno, ya que existen, en su sistema correspondiente, como secuencias de "punto" y "raya" dispuestas a captar del correspondiente objeto-signo "elementos del lenguaje verbal", aquel aspecto que interesa sustituir para transformarlo en otro: el signo representamen del Morse.

6.2.5 Índice

"Is a Sign which refers to the Object that it denotes by virtue of being really affected by that Object" ("Es un Signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de estar afectado realmente por ese Objeto"; parágrafo 2.248). Se trata de un signo que toma del objeto y transfiere al interpretante la concreta existencia material de tal objeto. Constituye la efectiva existencia actual de un signo, construido con el o los Sinsignos que correspondan.

Ejemplo 1: "La existencia actual de la sustitución", en cuanto concreta participación en una existencia previa de un determinado objeto y, simultáneamente, en el resultado de la posterior transformación producida en tal objeto (quiere decir que lo sustituido ya no está en el objeto al cual se sustituyó, pero que depende del hecho de haberse producido tal sustitución; y está ya en el objeto sustituyente con la nueva calidad que le confiere el estar en el lugar del sustituido). Este signo indica la plena existencia actual del signo en cuanto tal signo.

Ejemplo 2: El signo índice referido al alfabeto Morse consiste en una de sus configuraciones admitidas cuando aparece actualizada en un momento y lugar determinado. Así, cuando ahora pasamos a escribir: "- -   . -   - .   - - - ", hemos actualizado índices del alfabeto Morse (o, con mayor precisión, como se verá más adelante, sus réplicas gráficas correspondientes). El índice participa de la existencia del objeto-signo, y efectivamente, las representaciones perceptuales recién trazadas son tanto Morse como letras ("m", "a", "n", "o"), en cuanto elementos constitutivos de la representación gráfica del lenguaje verbal.

6.2.6 - Dicisigno o Signo Dicente

"ls a Sign, which, for its lnterpretant, is a Sign of actual existence" ("Es un signo que, para su Interpretante, es Signo de existencia actual"; parágrafo 2.251). Constituye la valoración que alcanza determinado signo al percibírselo materialmente  integrado a determinado contexto, en función de cuyo entorno el productor evaluará la materialidad de las cualidades que le atribuirá al índice, y a cuyo conocimiento el intérprete acudirá (memoria asociativa) para comprender y valorar el índice propuesto por el productor.

En el parágrafo anterior a éste, ampliando la denominación del Signo Dicente acota Peirce: "o sea, una proposición o cuasi-proposición". Es un aspecto peligroso e incluso equívoco que requiere un leve ajuste. Una proposición (dejando de lado los problemas que implica el uso de este término y que pueden verse, por ejemplo, en Quine, 1973; págs.  21 ss.) puede ser un signo cuando está destinada a integrarse con otras proposiciones para formar una estructura de proposiciones más compleja (pe.: un párrafo o un libro). Pero, cuando Peirce dice que el Signo Dicente es una proposición, lo que debe interpretarse es que su valor de signo proviene de su aptitud para integrar una proposición o enunciado, no exactamente en serlo. Más ajustado, pero sin añadir claridad, es decir que es una "cuasi-proposición"; o sea, algo que ya contiene todas las condiciones necesarias para llegar a serlo. Y esto es importante porque señala el destino de todo signo en el sentido de llegar a formar parte de un contexto: único mecanismo por el cual tal signo puede actualizarse. Mientras el Rhema señala la puerta de entrada en un sistema, en cuanto es la posibilidad de transformarse en un valor lógicamente estructurado según la legalidad de tal sistema (pero no es un sistema), el Dicisigno señala la puerta de salida del sistema por el cual los signos de tal sistema se encuentran en condiciones de hacerse presentes, o de existir, en una proposición o enunciado o discurso (no siendo ya signos sino réplicas de tales signos). O sea, se refiere al valor, ya que estamos en la columna del interpretante; pero en cuanto valor actual o existente, ya que estamos también en la hilera del fundamento. En definitiva, es signo para un contexto y con las características que le atribuye tal contexto (pero no es un contexto). Se trata, por tanto de un signo que toma del objeto y transfiere al interpretante la identificación de tal objeto en el contexto existencial al que pertenece (y que, en virtud de su entrega al interpretante, se organiza como identificación sintáctica en el respectivo contexto sémico).

Ejemplo 1: "La existencia de un valor de sustitución", en cuanto concreta existencia del signo que puede producir (o que puede haber producido) la sustitución del objeto y que supone la relativa correlación entre las relaciones del objeto-signo en el contexto en que es percibido y las relaciones del signo-representamen en el contexto semiótico sustitutivo del precedente al que es reconducido.

Ejemplo 2: La totalidad y cada una de las configuraciones del alfabeto Morse, consideradas como Dicisigno, se sitúan como elementos en un contexto más amplio constituido por un determinado proceso de comunicación. Así, el emisor, el receptor, el mensaje, el canal y el referente, constituyen otros signos contextuales junto a los cuales cobra sentido, o valor, la presencia de los signos del alfabeto Morse. Las circunstancias de distancia relativa entre emisor y receptor y de economía y eficacia frente a otros medios de comunicación, constituyen un segundo nivel contextual que incide en el valor de cada presencia contingente de dichos signos. Así, la diferencia entre el divertimento de una parejita de enamorados que se despiden en la noche, desde sus respectivas ventanas, mediante destellos de linterna, utilizando el alfabeto Morse, y una información entre estaciones del ferrocarril referente al paso de los trenes, radica en la distinta calidad de Dicisigno que adquiere, en uno y otro caso, el alfabeto Morse.

6.2.7 - Legisigno

"Is a law that is a Sign. This law is usually established by men. Every conventional sign is a legisign (but not conversely ). It is not a single object, but a general type which it has be agreed, shall be significant" ("Es una ley que es un Signo. Esta ley es una creación de la humanidad. Todo signo convencional es un legisigno [pero no a la inversa]. No es un objeto singular, sino un tipo (“type”) general que, por convención, será significante"; parágrafo 2.246). Constituye la norma, regla o ley que confiere la posibilidad de valoración convencional que puede adquirir un signo, constituyéndose en Símbolo, extrayéndolas operativamente del sistema identificado como Argumento, por ser uno de los tipos o elementos normativos que lo constituyen, por lo que también será en el Argumento donde encuentre su valoración.

Ejemplo 1: "El valor de la forma de sustitución". Esta se adquiere en la interioridad de algún sistema de signos válidos para la producción de la sustitución. Requiere, por ello, una determinada convención y, en consecuencia, es una producción social de un particular sistema de sustitución. O sea, supone la existencia (por ahora, lógica) de un lenguaje. Los seis signos precedentes pudieron estudiarse en relaciones que no excedían el propio sistema que los organizaba. Los tres signos que faltan en nuestro análisis, y que corresponden a la hilera del interpretante, requieren del "otro" sistema (al que sustituyen), ya que su valor es el resultante de relaciones intersistémicas. Si los primeros organizan el "concepto" de sustitución, estos últimos fijan las características de la "relación" de sustitución. Nuestro ejemplo requiere, por tanto, ser especificado respecto a un tipo de lenguaje. Sea el verbal. Ello implica que dicho "valor de la forma de sustitución" se hace posible por la existencia de "un lugar en un paradigma verbal". O sea, posibilidad de identificar una forma morfémica diferencial que, por pertenecer a un sistema, el del habla, está vinculada mediante leyes intrasistémicas a otros morfemas de su propio sistema y mediante leyes intersistémicas con elementos semánticos que a su vez la vinculan en forma paradigmática, con otros elementos semánticos pertenecientes a otros sistemas semióticos. Los paradigmas así constituidos, respectivamente morfémico y semántico, tendrán, generalmente, una relativa homología, en el sentido de semejanza estructural; nunca serán idénticos, ya que se suponen conformados por una materia semiótica diferente; tampoco podrán ser totalmente heterogéneos, ya que el pensamiento exige atribuir a los lugares que ocupan en los respectivos paradigmas una homogeneidad, al menos convencional, que permita la sustitución recíproca (He quedado. un tanto inquieto por haber introducido, sin previo aviso, la expresión "materia semiótica"; es una alusión a aquello de lo que están constituidos los respectivos significantes y que determina, hasta cierto punto, la respectiva legalidad.) Peirce, en el mismo parágrafo, ejemplifica el legisigno: "...The word 'the' will usually occur from fifteen to twenty-five times on a page. It is in all these occurrences one and the same word, the same legisign" ("La palabra 'el', aparecerá normalmente de quince a veinticinco veces en una página. Toda vez que aparezca es una única y misma palabra, un mismo legisigno"). Esta generalidad que afecta todavía al Legisigno es consecuencia de las componentes que concurren en él en cuanto lugar lógico en el sistema de los nueve signos que estamos estudiando: es la forma de una ley; pero, todavía, no es una ley existente. Se trata, por consiguiente, de un signo que toma del objeto y transfiere al interpretante un núcleo de relaciones pertinentes a tal objeto de su propio universo. En el mismo parágrafo, 2.246, en que Peirce trata el concepto de Legisigno, introduce el concepto de "Réplica ", al que anteriormente habíamos hecho alusión. El nombre aparece cargado de platonismo, ya que lo real del signo se reserva tanto a esa ley general que lo identifica en cuanto tal, como al concepto de "Símbolo" en que, como veremos, se concreta su existencia. La "Réplica " es la actualidad contingente manifestada por cada presencia real del signo en un contexto. "Every legisign signifies through an instance of its application, which may be termed a Replica of it" ("Todo Legisigno adquiere significación en oportunidad de su aplicación, a la cual puede llamarse su Réplica"). Así, todo análisis de un determinado contexto o situación observacional, tiene como objeto réplicas de Legisignos. Y tal es la tesis del estudio sobre el caos: todo objeto, si es conocido (y todo objeto que puede ser percibido es que es en algún modo conocido; o sea, toda percepción requiere una enunciación previa que la haga percibible; ver, aquí mismo: 21 La semiótica de los bordes) ya es signo, o sea, existe un sistema (que podrá ser mítico, poético, científico, vulgar o ritual) desde el cual adquiere una específica legalidad (que lo hace conocido y, por tanto, perceptible). Si algo es puramente real, en cuanto existente en el mundo (ónticamente existente), pero no es réplica de ninguna legalidad, entonces no puede ser percibido, ya que nada nos guía hacia su presencia (lo que ocurrió con ciertos colores "descubiertos" no hace mucho, que existían pero no podían ser percibidos) y así es caos.

Esta consideración semiótica acerca de la percepción fundamenta el criterio que rechaza a la realidad como instancia válida para la contrastación de una determinada teoría científica y concurre en apoyo del criterio que limita el valor de los procesos inductivos para la formulación de enunciados generales. O esa realidad es ya Réplica de alguna precedente legalidad (y, por tanto, no es "real" en el sentido atribuido por los empiristas a ultranza, sino percepción interpretada) o es caos y, en cuanto tal, entorno entrópico perfectamente inútil como fundamento o como prueba de teoría alguna.

Ejemplo 2: El Legisigno del alfabeto Morse consiste en la regularidad de la combinatoria seleccionada. Tal regularidad está fundada en la convención y en la eficacia de la transmisión diferenciada de impulsos eléctricos. Se puede intentar una combinatoria basada en transformaciones progresivas a partir de un punto y una raya, con los agregados de estos mismos signos que permiten diferenciarlos con la mayor economía. Tendríamos así:

(e) .              (i) . .              (t) -                (m) - -

(a) . -            (u) . . -          (n) - .             (g) - - .

(r) . - .          (f) . . - .          (k) - . -           (q) - - . -

(w) . - -        (s) . . .            (d) - . .          (z) - - . .  

(l) . - . .        (v) . . . -         (y) - . - -         (o) - - - 

(p) . - - .       (h) . . . .         (c) - . - .         (ch.) - - - -  

(j) . - - -                              (x) - . . - 

                                          (b) - . . .

La regularidad en la combinatoria produce las configuraciones de puntos y rayas que se utilizan como alfabeto Morse. Pero la misma no se corresponde con el orden convencional de las letras del alfabeto. Tampoco con la disposición del teclado de la máquina de escribir cuya distribución responde a un Legisigno proveniente de la racionalización de frecuencia estadística de uso (en inglés) y su correspondencia con los dedos de ambas manos. Probablemente, el Legisigno del Morse responda a la identificación y diferencia ción de los conjuntos de impulsos eléctricos de modo que su entropía en la transmisión de información se reduzca al mínimo posible. Respecto a las cifras es posible, en cambio, establecer un legisigno en base a la transformación ordenada de cinco elementos partiendo de un punto y cuatro rayas para el "1", y de una raya y cuatro puntos para el "6", sustituyendo progresivamente cada raya por un punto en el primer grupo y a la inversa en el segundo, hasta el "0" como décimo elemento:

(1) . - - - -                                 - . . . . (6)

(2) . . - - -                                 - - . . . (7)

(3) . . . - -                                 - - - . . (8)

(4) . . . . -                                 - - - - . (9)

(5) . . . . .                                 - - - - - (O)

No siendo pretensión de esta exposición más que evidenciar lo que es Legisigno en referencia al alfabeto Morse, prescindiré de los restantes signos que lo constituyen.

6.2.8 Símbolo

"Is a Signa huich referee to the Object that it denotes by virtue of law. usually an association of general ideas, which operates to cause the Symbol to be interpreted as referring to that Object... Not only is it general itself; but the Object to which it refers is of a general nature. Now that which is general has its being in the instances which it will determine. There must, therefore, be existent instances of what the Symbol denotes, although we must here understand by 'existent', existent in the possibly imaginary universe to which the Symbol refers" ("Es un Signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de una ley, habitualmente una asociación de ideas generales, que induce a interpretar el Símbolo como referido a tal Objeto... No sólo es general el propio símbolo, sino que el Objeto al cual hace referencia es también de naturaleza general. Ahora bien, aquello que es general se hace existente en las instancias que habrá de determinar. Deben darse, por lo tanto, instancias existentes de lo que el Símbolo denota, si bien debemos entender aquí por 'existente', existente en el universo quizá imaginario al que el Símbolo se refiere"; parágrafo 2.249). Constituye la existencia de la convención incorporada al signo, la cual se obtiene integrando los Legisignos previamente seleccionados.

Se trata, pues, de un signo que toma del objeto algún nivel de generalidad en el cual puede ser conocido y entrega al interpretante el valor de tal generalidad para que exista en el sistema correspondiente un lugar lógico que lo fije y lo tenga a disposición para cuando requiera ser utilizado. El concepto de Símbolo en Peirce es de extraordinaria riqueza y la complejidad del enunciado con que lo define no va reñida con la claridad que lo identifica. La lectura del cuadro (H) ofrece los parámetros fundamentales que han de ser tenidos en cuenta: así, el símbolo aparece en el cruza miento de "Existencia " y "Ley", siendo, por su orden de enunciación: "La existencia de la ley". El símbolo es, por tanto, el signo que permite afirmar la correlación entre la ley existente en el objeto y la ley existente en algún interpretante. Si existen ambas leyes es posible producir un signo que las correlacione, y tal será el Símbolo. Simétricamente, si se pretende clasificar a un signo como Símbolo, deberá probarse, acerca de él, que es el punto de convergencia de la legalidad de dos sistemas: el que lo identifica en cuanto objeto y el que lo valora como concepto. Por eso Peirce, al desarrollar la naturaleza de los Símbolos, puede afirmar respecto a la relación del Símbolo con su interpretante que "a Symbol is a Representamen whose Representative character consists precisely in its being a rule that will determine its Interpretants. All words, sentences, books, and other conventional signs are Symbols" ("Un Símbolo es un Representamen cuyo carácter Representativo consiste en ser una norma que determinará a su Interpretante. Todas las palabras, enunciados, libros y demás signos convencionales son Símbolos"; parágrafo 2.292). La enumeración con que termina la cita ayuda a comprender el sentido en que Peirce utiliza el término: abarca, por su intermedio, la totalidad de los signos convencionales; y es que, efectivamente, por el hecho de haber sido objeto de una puesta de acuerdo, expresa o tácita, arbitraria o fundada en algún tipo de relación, han llegado a ser Representámenes (en cuanto aspecto perceptual de tales signos) portadores de la ley de correlación inherente a algún par ordenado de lugares específicos, pertenecientes, cada uno de los lugares de dicho par, a un sistema semiótico distinto. Y , de nuevo tocando directamente el problema del caos y su distancia respecto al conocimiento, Peirce, al estudiar la relación del símbolo con su objeto, ofrece pautas anticipatorias del tema. "A Symbol is a law, or regularity of the indefinite future. Its Interpretant must be of the same description; and so must be also the complete inmediate Object, or meaning”. ("Un símbolo es una ley o regularidad del futuro indefinido [en cuanto que estará dispuesto a ser utilizado en cualquier situación no previamente establecida]. Su Interpretante deberá ajustarse a esta misma descripción [en cuanto disponibilidad futura y no especificada del correspondiente lugar lógico del sistema conceptual]; y lo mismo deberá ocurrir con el Objeto en su inmediata plenitud, o significado"; parágrafo 2.293). De más está decir que lo escrito entre corchetes es un añadido personal. De pronto Peirce sacude al lector al dar una definición implícita e inesperada de "significado". Dejemos de lado la cuestión de la oportunidad de hacer aparecer aquí el problema del significado; ya en nuestro Curso, 1975: p. 18, planteamos la significación como un efecto en el Objeto, cuyo instrumento productor son los signos integrados en discurso; cuando los signos se encuentran meramente disponibles por su articulación en un sistema, como ocurre con el repertorio de signos que estamos analizando, el efecto que cualquiera de ellos puede producir corresponde denominarlo mostración, ya que se limita a señalar el lugar lógico correspondiente al objeto en el sistema que le es pertinente; pero no le añade nada; añadido (o su posibilidad) que es imprescindible para acotar el concepto de significado. Pero lo que más podría inquietar del enunciado de Peirce es que vincule al significado con esa plena inmediatez del objeto, ya que ello contradiría, no sólo el desarrollo de nuestro texto, al suponer en un signo la posibilidad de acceder al objeto en cuanto tal, no modificado ya por algún conocimiento, sino incluso el propio desarrollo que viene realizando Peirce. Pero la expresión en cuestión no se refiere a una última realidad de lo real; una nota al pie de página elimina dudas al respecto al reafirmar, en términos más expresivos que nunca, la calidad de signo que es propia al objeto de todo signo: "There are two ways in which a Symbol may have a real Existential Thing as its real Object. First, the thing may conform to it, whether acciden tally or by virtue of the Symbol having the virtue of a growing habit; and secondly, by the Symbol having an Index as a part of itself. But the inmediate Object of a Symbol can only be a Symbol and if it has in its own nature another kind of Object, this must be by an endless series" ("De dos maneras un Símbolo puede tener como Objeto real una Cosa Existencial real. Primero, la cosa puede adecuarse a él ya sea accidentalmente o en virtud de que el Símbolo tenga alguna particular potencia expansiva, y segundo, cuando el Símbolo tenga un Índice como parte de sí mismo. Pero el Objeto inmediato de un Símbolo sólo puede ser un Símbolo y si contiene en su propia naturaleza otra clase de objeto, ello será por una progresión infinita"). Una piedra, en cuanto Cosa Existencial real, puede ser símbolo de sí misma, por ejemplo, cuando se encuentra sobre la mesa de un tribunal por haber sido utilizada por alguien para matar a alguien (primer caso de la primera manera); un teléfono, un receptor de radio, un receptor de TV, una carta escrita, en cuanto Cosas Existenciales reales, son en sí mismas Símbolos de la comunicación humana; con independencia de los Símbolos efectivamente transmitidos por su intermedio, por ser la comunicación un Símbolo particularmente expansivo (segundo caso de la primera manera); una brújula, en cuanto Cosa Existencial real, recibe su valor simbólico del hecho de contener, como parte de sí misma, a una aguja imantada que es un Índice (segunda manera).

Ejemplo 1: En el desarrollo que venimos siguiendo desde el Cualisigno: "forma posible de sustitución", aquí, como Símbolo, tendremos "el valor de una sustitución existente". Particularizando el ejemplo, podemos señalar al "morfema", en cuanto forma verbal existente, cuya legalidad en el sistema de la lengua es homóloga a la legalidad de una forma existencial que por su intermedio queda dicha, Con lo que se afirma el valor semántico individual de todo morfema.

Ejemplo 2: Símbolo en el alfabeto Morse lo es cada una de las configuraciones particulares de dicho alfabeto, en cuanto representan a cada una de las formas escritas del alfabeto verbal. Debe observarse que las letras no son símbolos en el sistema de la lengua (como tampoco lo son los fonemas); no son, respecto al sistema de la lengua ni siquiera signos (siéndolo, en cambio, en el sistema de su representación gráfica); constituyen lo que Hjelmslev llama "no-signos", ya que no generan fenómenos de rección en el decurso del lenguaje de aquellos de los que pueda afirmarse que son portadores de significación, proponiendo para ellos la denominación operacional de "figuras" (1971a: p. 58). Por el contrario, cada una de las letras del alfabeto Morse es, no sólo un signo, sino además un Símbolo (y, asimismo, perteneciente a una metasemiótica). Su función consiste y se agota, en cuanto signos-representamen, en captar a cada una de las letras del alfabeto verbal, que son sus objetos-signo. Así las letras, que no son signos verbales, se transforman en signos en cuanto objeto o fundamento de los signos del alfabeto Morse. Lo que sirve para comprender la calidad semióticamente cambiante de cualquier propuesta de conocimiento, en cuanto dependiente, en todo caso, del sistema desde el que se la considera. Esta identificación de los distintos niveles en que puede presentarse una misma propuesta, permite eliminar muchas de las falacias e incluso errores teóricos a que ya hemos hecho alusión, inherentes al momento actual de las ciencias sociales, consistiendo en ello la tarea fundamental de la semiótica aplicada a la Filosofía de la Ciencia y al análisis critico de la metodología de muy diversas disciplinas. Respecto a las estructuras más complejas (palabras, frases) que pueden producirse utilizando el alfabeto Morse, su calidad de Símbolos no depende ya de éste, sino que siguen la legalidad inherente a la estructura literal del lenguaje sustituido.

6.2.9 Argumento

"Is a Sign which ,for its Interpretant, is a Sign of Law. Or we may say that a Rheme is a Sign which is understood to represent its Object in its characters merely; that a Dicisign is a sign which is understood to represent its Object in respect lo actual existence; and that an Argument is a Sign which is understood to represent its Object in its character as Sign" ("Es un Signo que, para su Interpretante, es un Signo de ley. O también podemos decir que, en tanto que un Rhema es un Signo entendido como la mera representación de su Objeto por los caracteres propios de éste y que un Dicisigno es un Signo entendido como representación de su Objeto en función de su existencia actual; un Argumento es un Signo entendido como representación de su Objeto en su carácter de Signo "; parágrafo 2.252). Constituye el sistema de normas o valores convencionales efectivamente vigentes en una determinada comunidad, del cual el productor extrae las convenciones a las que identificará como el o los Legisignos con los que producirá el Símbolo, y a cuyo conocimiento el intérprete acudirá (memoria asociativa) para comprender y valorar el Símbolo propuesto por el productor.

Antes de entrar al análisis de este signo, considero necesario reproducir también lo que dice Peirce en el parágrafo siguiente, 2.253: "The Interpretant of the Argument represents it as an instance of a general class of Arguments, which class on the whole will always tend to the truth" ("El Interpretante del Argumento lo representa como un caso de una clase general de Argumentos, la cual, globalmente, tenderá hacia la verdad"). Parafraseando la estructura retórica de la primera de estas referencias, se puede decir que así como del Rhema se afirmó que era la puerta de entrada de los signos en un sistema, ya que señalaba la posibilidad de que se pudiese atribuir a un signo un valor o una legalidad (en cuanto conjunto de cualidades propias) en un determinado sistema; y del Dicisigno que era la puerta de salida de los signos del sistema, ya que señalaba las condiciones bajo las cuales un signo podría adquirir (en cuanto existente) la legalidad pertinente a un determinado contexto y, por lo tanto, manifestarse en él como existente actual; del Argumento puede afirmarse que es el signo que ordena un sistema hacia su propia interioridad. O sea, el Argumento, en cuanto signo, toma del objeto y transfiere al interpretante aquel concepto básico que, atribuyéndole un lugar en el sistema de necesidades lógicas que constituyen la propia estructura del interpretante, confirma la legalidad del signo en cuanto perteneciente a tal interpretante y convalida, a cada reconocimiento o producción de signos, lo no contradictorio de la estructura lógica del mismo interpretante. Identificar un signo como Argumento, o identificar lo que de Argumento posee un signo, o producir un signo que pueda actualizar en un contexto el Argumento de un determinado sistema, siendo operaciones muy diferentes, tienen en común que la identificación o producción lo es de una forma perceptual (representamen o significante) que sea susceptible de mostrar el principio ordenador o la constante relacional que atribuye coherencia a un conjunto determinado de conocimientos. La posibilidad de establecer, entre una pluralidad de propuestas que se están analizando (objetos, conceptos, Imágenes, etc.), el quid en virtud del cual pueden ser considerados una totalidad en algún sentido homogéneo, depende de la posibilidad de atribuirles una constante ordenadora que los relaciona y jerarquiza; vistos como portadores de tal constante es como se constituyen en signos Argumento. Evidentemente, sobre cada objeto inciden una pluralidad de Argumentos, de los cuales se actualiza tan sólo uno por vez, al utilizarlo como signo proveniente, de un determinado sistema e incluirlo en un contexto particular. En un ejemplo de generalidad insuficiente, una "parcela de terreno", para ser actualizada, como signo, en los múltiples contextos posibles, económico, estético, químico, político, etc., necesita ser identificada en aquel aspecto específico que le hace posible participar en cada uno de los sistemas correspondientes, por su adecuación al principio ordenador (Argumento) de cada uno de tales sistemas; es decir, es necesario determinar que tal "parcela de terreno" puede ser, alternativamente, considerada en función del valor, de la belleza, de los elementos componentes, de la propiedad o relación laboral. etc. Tales son los Argumentos de los sistemas respectivos, pero, además, tal es la característica que, inherente a la "parcela de terreno " deberá resultar destacada por la estructura semántica del específico contexto en que se la utilice.

Por cuanto antecede puede comprenderse, también, que Peirce, en el parágrafo 2.253 citado, haga tender a la clase general de Argumentos hacia la verdad. El Argumento, en cuanto signo, plantea una relación de homologación entre el principio ordenador del sistema de signos-representamen y algún aspecto del principio ordenador del sistema de signos-objeto que constituyen el fundamento de los primeros. Verdad, pues, que tiende a afirmarse en el interior de cada uno de los sistemas, mediante el adecuado cumplimiento de sus condiciones particulares de lenguajes bien-formados, y que tiende, también, a afirmarse mediante la constitución del adecuado modelo de interpretación que permita el proceso de sustitución de los signos-objeto por los correspondientes signos-representamen. "Tendencia " y no plenitud de tal verdad por la historicidad propia del conocimiento científico como desarrollo inagotable de correspondencia entre dos lenguajes.

Las particulares relaciones necesarias que identifica el Legisigno constituyen la estructura moderna de tal Argumento; en cuanto signo identifica al objeto desde alguna de tales relaciones. Por ejemplo, el de "cambio" o el de "producción" son Legisignos que identifican a la "parcela de terreno" en la interioridad del argumento "valor", ordenación de la consideración económica de dicho objeto. En cuanto una determinada "parcela de terreno", en su calidad de objeto particular generalizable a una pluralidad de objetos particulares que quedan así homogeneizados (o abarcados por una ley general), se hace representativa de alguno de aquellos Legisignos, por ejemplo, el de "producción ", en su calidad de ley particular generalizable que encuentra su lugar específico en el seno de una estructura ordenada según el Argumento del "valor" que identifica al sistema económico, tal "parcela de terreno" se convierte en un Símbolo. Este tipo de lectura (sorprendente arquitectura semiótica propuesta por Peirce) constituye otro de sus aportes fundamentales y corresponde a los desarrollos que formula en los parágrafos 2.254 a 2.264 que, en seguida, someteré a breve análisis.

Ejemplo 1: Respecto al concepto de sustitución que se ha desarrollado, viene a culminar, como Argumento, en el "valor de los valores de sustitución". La concreción de tal Argumento para el caso del lenguaje verbal consiste en la adecuación entre la legalidad del lenguaje verbal y la legalidad del universo ordenado de signos-objeto a los que se enuncia. El objeto de la lingüística consiste, justamente, en establecer tal argumento y así puede adoptarse, por ejemplo, la propuesta de Chomsky en cuanto al conjunto de reglas reescriturales que constituyen su gramática transformacional. El objeto de una ciencia empírica (a condición, naturalmente, de que no se trate del "empirismo de secano", como lo califica Hanson, 1977: p. 45) consistirá, semejantemente, en establecer el Argumento que permita la enunciación de normas de generalidad relativa referidas al universo de objetos en estudio. Como esto último habrá de cumplirse mediante otro lenguaje distinto al de los signos-objeto que la correspondiente disciplina estudia, será menester encontrar o producir el Argumento en que se sinteticen las legalidades pertinentes a ambos lenguajes (el de signos-objeto [u objetos materiales] y el de signos-representamen [u objetos formales] que los sustituyen).

Ejemplo 2: El Argumento del alfabeto Morse es de la mayor simplicidad. Consiste en el establecimiento de una combinatoria convencional del par de constituyentes elementales ("punto" y "raya"), con las posibilidades señaladas al desarrollar el correspondiente Legisigno, tal que se implante como modelo interpretativo capaz de sustituir al universo de elementos que constituyen el alfabeto escrito.

6.2.10 Esquema ejemplificativo

Es conveniente resumir en un cuadro el desarrollo de los dos ejemplos ofrecidos en referencia a los 9 Signos del esquema peirceano. El ejemplo conceptual ("Sustitución") aparece marcado con el número 1 y el ejemplo empírico ("Alfabeto Morse") con el número 2. He añadido una secuencia marcada con el número 3, con ejemplos de signos-objeto, independientes entre sí, en cada uno de los cuales se destaca particularmente una cualidad que permite ubicarlos en el correspondiente lugar en que aparecen. De ellos formularé, también, una muy elemental explicación. Con otro más, indicado con el número 4, añado una secuencia progresiva, referida a las instancias constitutivas del concepto de “mapa”, el razonamiento de cuyo desarrollo dejo al lector en la seguridad de que podrá comprenderla.

[5]  (I)

CUALISIGNO

ICONO

RHEMA

1. Forma posible de sustitución

1. Existencia posible de la sustitución

1. Valor de la posibilidad de sustitución

2. Forma posible de sustitución

2. "Puntos" y "Rayas" (.) (-)

2. Suficiencia de tal combinatoria

3. Lo verde

3. Una pintura realista

3. Un axioma necesario para la plenitud de un cálculo

4. La interpretabilidad

4. Un modelo

4. Su eficacia para mostrar las relaciones constitutivas de una estructura

SINSIGNO

ÍNDICE

DICISIGNO

1. Existencia de una forma sustitutiva

1. Existencia actual de la sustitución

1. Existencia de un valor de sustitución tal cual se concreta en una situación determinada

2. Disponibilidad del alfabeto Morse

2. (- -   . -   - .   - - -), etc.

2. El alfabeto en el contexto de la comunicación

3. Una caricatura

3. Un billete de banco

3. Un rancho

4. Las características específicas de algún lugar

4. Un mapa determinado

4. La ubicación del mapa anterior en otro (pe.: un mapamundi) más amplio

 

LEGISIGNO

SÍMBOLO

ARGUMENTO

1. Valor de la forma de sustitución (lugar en un paradigma verbal)

1. Valor de una sustitución existente (morfema)

1. Valor de los valores de sustitución (potencia semántica del sistema de la lengua)

2. La regularidad convencional y pragmática de la combinatoria elegida

2. Las configuraciones del Morse como representantes del alfabeto verbal

2. Correspondencia biunívoca entre ambos alfabetos

3. "Singular"

3. "Caballo"

3. "contigüidad"

4. Las leyes de proyección

4. La representatividad específica de los mapas

4. Criterios interpretativos de la representación cartográfica

La explicación prometida de los ejemplos bajo el Nº 3 es la siguiente:

3. Cualisigno: Lo verde. Es una cualidad que puede aplicarse a algo, pero que, en sí, es una mera posibilidad.

3. Icono: Una pintura realista. En cuanto lo es de formas existentes; percibidas en el entorno o imaginarias o por combinación de ambas.

3. Rhema: Un axioma necesario para la plenitud de un cálculo. Ya que, si falta, es una carencia [de una cualidad fundamental] que se manifiesta por el propio funcionamiento mecánico de dicho cálculo, cuyo procedimiento se encuentra dificultado por tal ausencia y reclama su integración.

3. Sinsigno: Una caricatura. En cuanto unicidad del individuo representado que, no obstante, no es tal representación, sino que ésta muestra una forma de la posibilidad de ser tal individuo.

3. Índice: Un billete de banco. En cuanto [objeto existente concreto, de papel, tintas, etc.] en él existen las cosas que pueden comprarse. No es tales cosas, pero las representa. Hay que evitar confundir el billete de banco en cuanto Índice (o sea, en inmediata relación con cosas adquiribles) con el mismo billete de banco en cuanto Símbolo (o sea, su valor referido a un sistema económico). En su uso en este ejemplo se refiere al momento en que actúa para una adquisición determinada: se lo entrega y se obtiene un paquete de cigarrillos. Si éstos resultan "caros" o no, depende del valor (en cuanto Símbolo) de tal billete. Pero la posibilidad de adquirir los cigarrillos depende de la entrega del billete ( en cuanto Índice ).

3. Dicisigno: Un rancho. Porque su propia denominación exige actualizar un contexto rural. De modo semejante a como "un piso" exige concebirlo formando parte de un edificio de departamentos, salvo que el contexto verbal recupere el sentido de "suelo "; pe.: "aquella habitación tenía un piso de mosaicos".

3. Legisigno: "Singular". Ya que se está nombrando un concepto que forma parte de una estructura lógica binaria junto a "plural" (o ternaria, considerando también el "dual"); luego nombra un aspecto de la legalidad de un sistema.

3. Símbolo: "Caballo". Por convención es el nombre de un concepto (por eso está entrecomillado; no se refiere al animal, sino a la palabra). El lugar que posee como signo en el sistema de la lengua representa el lugar que posee el concepto en el sistema del conocimiento. En cambio: "Juan", como denominación de una persona concreta, es un Índice por su vinculación existencial con tal persona. En el índice debe haber, en cierta forma, una designación ostensiva. Pero "Juan", en cuanto nombre propio utilizado por el castellano para denominar a algunos individuos del género masculino, es un Símbolo, ya que es una forma lingüística para representarlos.

3. Argumento: "Contigüidad". En el sentido que se le atribuye en semiótica, como criterio ordenador de las observaciones relativas al lenguaje animal, el cual, en principio, no llegaría a cumplir una función de sustitución, sino que produciría la puesta en contigüidad del referente y el eventual signo que lo represente, sin que este último sustituya al precedente, sino que lo prolonga. Del mismo modo que también es un argumento, "sustitución", en cuanto síntesis del algoritmo fundamental de la semiótica que da coherencia interna a las consideraciones sobre el lenguaje humano que se realicen desde la perspectiva de esta disciplina.

******

Tal el aporte, muy incompletamente descrito, que proporciona una lectura elemental de la Teoría de los Signos de Ch. S. Peirce para una incipiente formalización de la semiótica y, consiguientemente, en la medida y en los espacios teóricos en que ello sea posible, de las ciencias sociales. Me he limitado a la exégesis de unos pocos fragmentos de la "Speculative Grammar" [Collected Papers of Charles Sanders Peirce, parágrafos 219 - 444], para ofrecer un fugaz panorama de la semiótica como disciplina científica.

Los intentos de racionalizar los fundamentos axiomáticos de la semiótica retoman el legado de Saussure contribuyendo a perfilar la estructura de la semiología: "una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social" y que enseñe "en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan" (1945/1915: p. 60). Ello se ensambla con lo que, contemporánea e independientemente respecto de Saussure, manifestaba Peirce: "... the woof and warp of all thought and all research is symbols, and the life of thought and science is the life inherent in symbols; so... it is wrong to say that a good language is important to good thought, merely; for it is of the essence of it" (" ...la trama y la urdimbre de todo pensamiento y de toda investigación son los símbolos, y la vida del pensamiento y de la ciencia es la vida inherente a los símbolos; por tanto... es erróneo decir, tan sólo, que un buen lenguaje sea importante para pensar correctamente; pertenece a su esencia"; parágrafo 2.220).

Para Peirce, nuestra disciplina se identifica con la lógica: " Logic, in its general sense, is, as I believe I have shown, only another name for semiotic (σημειωτική) the quasinecessary, or formal, doctrine of signs" ("La lógica, en sentido amplio, es, como creo haber demostrado, sólo otro nombre de la semiótica (σημειωτική), la cuasinecesaria o formal doctrina de los signos"; parágrafo 2.227), y casi del mismo modo la podemos continuar considerando en la actualidad, especialmente en cuanto lógica o metateoría cognitiva de la estructura teórica de las ciencias sociales. Su concepto dinámico del signo, al considerarlo como una percepción (o representamen) que toma un aspecto de lo conocido (o fundamento) y lo presenta (reelaborado por su inclusión en un contexto) a la consideración de un receptor (o interpretante), ofrece una sugestiva propuesta de solución al dificultoso cruce del Escila et Caribdis que precipita al concepto de "cultura", ya bien contra la inmovilidad del estructuralismo, ya bien contra la vorágine de la dialéctica. En la estructura del signo, según Peirce, se encuentra su propia historia: representante de lo conocido, se proyecta hacia formas originales del conocimiento; proceso de transformación que se cumple por la integración de tal signo en un texto junto con otros signos que muestran, o pueden llegar a mostrar, lo que dicho signo poseía como posibilidad desconocida. Peirce no sólo desarrolló la, todavía inadecuadamente explorada, lógica de relaciones e introdujo, en el lenguaje de la lógica proposicional, la noción de cuantificador, inapreciable aporte a la formalización del lenguaje científico (Alfred Tarski, 1977/1937: p. 37), sino que nos ha legado una concepción dinámica del signo de la que pueden esperarse importantes réditos en la investigación social y en la historia de las ciencias. Al centrar la estructura del signo en la tarea del interpretante y, en especial, al incluir a éste como parte constitutiva del signo sin cuya participación tal signo no existiría, y no admitiendo relegarlo al papel de un mero observador externo que lo interpreta cuando ya está construido, incluye a la semiótica en el ámbito de las ciencias cognitivas.

Nada tiene que ver cuanto antecede con el uso banal que suele atribuirse a la semiótica y que es fruto de la literaturización de propuestas teóricas que no alcanzan a consolidarse ni adquieren la esperada eficacia explicativa y predictiva. La semiótica no es una moda ni un divertimento. La originalidad de su enfoque ha permitido ingeniosos desarrollos, de los que ha hecho presa el diletantismo. La semiótica no es una lectura de salón ya que el deslumbramiento fácil y perecedero como ingrediente de la conversación social o las pseudo-profundidades en textos de inconsistente oscuridad no es semiótica. Es una disciplina metodológica difícil, que exige el abandono de hábitos intelectuales muy arraigados y que, sólo tras la profundización de sus propuestas más elementales, comienza a mostrar al estudioso sus posibilidades de esclarecimiento y racionalidad como aporte a otras disciplinas sustantivas. Por ahora es (y continúa siéndolo [en el 2002]) una promesa; que no promete lo que los apresurados creen poder ya utilizar, sino que promete señalar nuevos problemas o, mejor quizás, indicar cuáles son los verdaderos problemas o dónde puede encontrárselos, para guiar hacia ellos al investigador, lo cual es una manera de comenzar a resolverlos.

 

* Retomo, con múltiples y muy diversas actualizaciones estos temas sobre Peirce, publicados en su versión inicial en 1983, hoy (2008) inencontrables por la quiebra de la Editorial Edicial. Ver (si se tiene suerte): Magariños de Morentin, Juan, 1983.

6.3 Apéndices

6.3.1 Preguntas a los 9 signos de Ch. S. Peirce

Identificación de la entidad problemática para la fundamentación de un Proyecto de Investigación.

Ante la necesidad que experimenta un analista-investigador de identificar el problema que le permita sistematizar rigurosamente un Proyecto de Investigación acerca de determinada situación, en la explicación de cuya significación está interesado, podrá ayudarle el esquema peirceano, tratando de encontrar respuesta a los interrogantes que generan cada uno de los 9 signos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[6]

1/ Cualisigno

¿Qué características perceptuales harían posible su aparición?

2/ Icono

¿Cuál es la combinatoria de esas características perceptuales que haría posible su aparición?

[DISEÑO]

3/ Rhema

¿De qué sistema disponible de características perceptuales podría extraer el analista (seleccionando y excluyendo) las que considera adecuadas para hacer posible su aparición?

4/ Sinsigno

¿Cual es la materia prima (material o conceptual) que interviene en su concreción existencial?

5/ Índice

¿Cuál es el resultado de la combinatoria de esa materia prima que concreta su existencia?

[PRODUCTO]

6/ Dicisigno

¿Cuál es el ámbito contextual de otros existentes en el que se la incluye (por integración, diferencia o rechazo)?

7/ Legisigno

¿Cuáles son las reglas o normas convencionales que intervienen en su valoración?

8/ Símbolo

¿Cuál es la valoración convencional que se le atribuye?

[INTERPRETACIÓN]

9/ Argumento

¿De qué sistema de reglas o normas, culturalmente vigente en determinada sociedad y en determinado momento histórico, extrae (seleccionando y excluyendo) las que considera eficaces para la producción de cada una de las interpretaciones que se le atribuyen?

6.3.2 Desarrollo instrumental-operativo del esquema de los 9 signos peirceanos

[7]

I General

(1) Selección de componentes cualitativos para…

(2) configurar una propuesta perceptual…

(3) interpretada en el sistema completo actual de sus posibilidades formales.

(4) Identidad existencial de…

(5) un fenómeno material determinado…

(6) interpretado por su contextualización.

(7) Norma, orden, explicación, advertencia, etc. constitutivas de…

(8) una propuesta convencional…

(9) interpretada a partir de un determinado  sistema de normas vigentes.

 II Ejemplificativo (un mapa)

(1) Determinada selección de cualidades posibles permiten configurar…

(2) el diseño de un modelo eficaz…

(3) para dar cuenta de las relaciones constitutivas de un sistema perceptual determinado.

(4) La posibilidad de identificar las características geográficas de un lugar requiere la existencia de…

(5) un mapa determinado que adquiere su pleno valor…

(6) interpretado en relación con las marcas de otro mapa que contenga al primero.

(7) Las leyes de proyección permiten concretar…

(8) una representación convencionalmente específica…

(9) en función de los criterios interpretativos de la cartografía

6.3.3 Apertura de Peirce en 27 signos

Exploración de las componentes analíticas que pueden identificarse al aplicar el esquema de los 3 / 9 / 27 signos a determinadas entidades del mundo: 1-Museo; 2-Arquitectura; 3-Cementerio; 4-Derecho

6.3.3.1 Peirce–Museo

[8]

1.1                                           1
CUALIDADES FORMALES SELECCIONADAS

2.1                                            2
EL DISEÑO POSIBLE DE DETERMINADA EXHIBICIÓN

3.1                                           3
SISTEMA DE CUALIDADES FORMALES DISPONIBLES

1.2                                           4
RASGOS PERCEPTUALES UTILIZADOS

2.2                                            5
DISEÑO EFECTIVAMENTE DIBUJADO

3.2                                           6
EL VALOR DEL DISEÑO EN FUNCIÓN DE LO EXHIBIBLE

1.3                                           7
VALOR EXPRESIVO DE LOS RASGOS UTILIZADOS

2.3                                            8
EFICACIA REPRESENTATIVA DEL DISEÑO DIBUJADO

3.3                                           9
VALOR DIFERENCIAL DEL DISEÑO ELEGIDO

4.1                                         10
LA FORMA DE LOS OBJETOS

5.1                                          11
LA FORMA DE LA EXHIBICIÓN

6.1                                         12
LA FORMA SECUENCIAL DEL RECORRIDO

4.2                                         13
LOS OBJETOS EXHIBIDOS

5.2                                          14
LA EXHIBICIÓN

6.2                                         15
EL RECORRIDO

4.3                                         16
EL VALOR ATRIBUIDO A LA FORMA DE CADA OBJETO AL EXHIBIRLO

5.3                                          17
EL VALOR CONJUNTO DE LA EXHIBICIÓN

6.3                                         18
EL VALOR PARTICIPATIVO DEL RECORRIDO

7.1                                         19
LA POSIBILIDAD  DE ESTABLECER DETERMINADAS RELACIONES INTERPRETATIVAS

8.1                                          20
LAS INTERPRETACIONES QUE SON POSIBLES PARA LOS VISITANTES

9.1                                         21
LOS HÁBITOS INTERPRETATIVOS POSIBLES DE LOS VISITANTES

7.2                                         22
LAS RELACIONES INTERPRETATIVAS EFECTIVAMENTE ESTABLECIDAS

8.2                                          23
LA INTERPRETACIÓN EFECTIVAMENTE PRODUCIDA EN LA MENTE DE LOS VISITANTES

9.2                                         24
EL HÁBITO INTERPRETATIVO

7.3                                         25
EL VALOR COGNITIVO DE LAS RELACIONES INTERPRETATIVAS

8.3                                          26
EL VALOR DIALÉCTICO DE LAS INTERPRETACIONES PRODUCIDAS EN LA MENTE DE LOS VISITANTES

9.3                                         27
LA SUPERACIÓN DE LOS HÁBITOS INTERPRETATIVOS PRECEDENTES

 

6.3.3.2 Peirce-Arquitectura*

A–desarrollo textual

1 Nivel icónico:

1.1 CUALISIGNO - FORMA DE LA FORMA: idea posible de la forma del edificio (x 3 = (1) selección de formas posibles; (2) configuración mental de esas formas; (3) valoración en función del estilo o de ruptura con estilos)

1.2 ICONO - EXISTENCIA DE LA FORMA: los planos o diseño del edificio (x 3 = (4) el tipo de trazado o dibujo por el que se opta; (5) el resultado concretamente dibujado; (6) el contexto en que se va a presentar ese resultado: ante quiénes y cómo, planos de papel desplegados sobre una mesa, proyecciones, cañón de computadora, etc.)

1.3 RHEMA - VALOR DE LA FORMA: la eficacia expresiva de los planos (de la forma elegida para representar al edificio futuro) (x 3 = (7) qué reglas de diseño se han utilizado para que el receptor se construya una imagen mental de cómo será el edificio; (8) impresión visual se quiere trasmitir; (9) valoración, en el sistema de la cultura vigente, de esa representación de la obra)

2 Nivel indicial:

2.1 SINSIGNO - FORMA DE LA EXISTENCIA: opción por los materiales con los que se construirá el edificio (x 3 = (10) materiales posibles, adecuados y óptimos para realizar lo diseñado; (11) materiales posibles y disponibles en el mercado para su realización; (12) características constructivas de los materiales seleccionados)

2.2 ÍNDICE - EXISTENCIA DE LA EXISTENCIA: la obra o construcción resultante de aplicar esos materiales para realizar lo propuesto en los planos (x 3 = (13) el ensamblaje posible de los materiales en cuanto constitutivos de esa obra y de ninguna otra; (14) el resultado concreto, en la obra realizada, de la utilización de esos materiales y no otros, para esa y no otra obra realizada; (15) el resultado combinado de todas las partes de la obra, en función de las características (perceptuales, resistencia, etc.) de los materiales utilizados, o sea, el contexto interior de las diversas partes de la propia obra)

2.3 DICISIGNO - VALOR DE LA EXISTENCIA: la relación de esa obra ya construida con su entorno urbano, edilicio, etc., pero siempre entorno físico (x 3 = (16) variación del posible valor de la obra física según se la ubique en una calle, una plaza, una ruta o en mitad de un jardín, etc.; (17) dada una opción concreta, por un entorno urbano determinado, el valor que adquiere por estar en ese entorno y el que le devuelve al entorno al estar situada en él; (18) la accesibilidad de los usuarios a ese edificio por el hecho de estar situado en ese lugar y no en otro, según los criterios culturales de movilidad vigentes en esa cultura, en ese momento histórico determinado)

3 Nivel simbólico:

3.1 LEGISIGNO - FORMA DEL VALOR: posibles valoraciones (e incluso "significados") que determinada sociedad, en determinado momento, le atribuirán a esa obra en la que se habrá concretado aquel diseño (x 3 = (19) las reglas mínimas posibles, con las que una comunidad, en un momento determinado, puede llegar a organizar la legalidad de sus "modos posibles de participar del espacio"; (20) las reglas concretamente disponibles o vigentes, por tradición histórica, predominios ideológicos, "gusto", etc., del modo posible de participar del espacio en el momento en que se diseñó y se construyó el edificio en estudio; (21) las posibles relaciones de esas reglas con el resto de la cultura estética de esa sociedad, en ese momento de su historia)

3.2 SÍMBOLO - EXISTENCIA DEL VALOR:   las relaciones constitutivas de la "habitabilidad" en un momento de una sociedad determinada (x 3 = (22) valoración del espacio acotado en una obra como su habitabilidad, o posibilidad de un modo determinado de participar de dicho espacio, frente al resto de los otros modos posibles de hacerlo; (23) la concreta habitabilidad que "impone" el aspecto constructivo en el que se realiza o concreta el diseño de una determinada obra arquitectónica; (24) la valoración de estas reglas de habitabilidad impuestas por la obra en estudio, en función de su coherencia o fácil o difícil asimilación respecto de las otras costumbres o reglas de las otras formas efectivamente vigentes del modo de participar del espacio en el trabajo, en el esparcimiento, etc.)

3.3 ARGUMENTO - VALOR DEL VALOR: el significado de esa forma de habitar en la cultura vigente (x 3 = (25) la posibilidad de que se trate de una forma de habitabilidad que está en proceso de desaparición o que responde a los valores vigentes o que es el anuncio de una nueva forma de habitabilidad, todavía apenas explorada; (26) la eficacia valorativa o simbólica que esa forma de habitabilidad transfiere a quienes, por habitar la obra en estudio, reciben de ella su eficacia simbólica: desde estatus, prestigio, liderazgo, en un gradiente que llega hasta sus opuestos; (27) la relación sistemática de los valores inherentes a esa forma de habitabilidad con los restantes valores relativos al conjunto de las variantes constitutivas de la cultura de esa comunidad: artes, ciencias, ideologías, etc.)

B–Desarrollo diagramático

[9]

1 NIVEL ICÓNICO

 

 

1.1 FORMA DE LA FORMA: idea posible de la forma del edificio

 

 

 [1.1.1] selección de formas posibles

[1.1.2] configuración mental de esas formas

[1.1.3] valoración en función del estilo o de ruptura con estilos

1.2 EXISTENCIA DE LA FORMA: los planos o diseño del edificio

 

 

[1.2.4] el tipo de trazado o dibujo por el que se opta

[1.2.5] el resultado concretamente dibujado

[1.2.6] el contexto en que se va a presentar ese resultado: ante quiénes y cómo, planos de papel desplegados sobre una mesa, proyecciones, cañón de computadora, etc.

1.3 VALOR DE LA FORMA: la eficacia expresiva de los planos (de la forma elegida para representar al edificio futuro)

 

 

[1.3.7] qué reglas de diseño se han utilizado para que el receptor se construya una imagen mental de cómo será el edificio

[1.3.8] impresión visual se quiere trasmitir

[1.3.9] valoración, en el sistema de la cultura vigente, de esa representación de la obra

2 NIVEL INDICIAL

 

 

2.1 FORMA DE LA EXISTENCIA: opción por los materiales con los que se construirá el edificio

 

 

[2.1.10]materiales posibles, adecuados y óptimos para realizar lo diseñado

[2.1.11] materiales posibles y disponibles en el mercado para su realización

[2.1.12] características constructivas de los materiales seleccionados

2.2 EXISTENCIA DE LA EXISTENCIA: la obra o construcción resultante de aplicar esos materiales para realizar lo propuesto en los planos

 

 

[2.2.13] el ensamblaje posible de los materiales en cuanto constitutivos de esa obra y de ninguna otra

[2.2.14] el resultado concreto, en la obra realizada, de la utilización de esos materiales y no otros, para esa y no otra obra realizada

[2.2.15] el resultado combinado de todas las partes de la obra, en función de las características (perceptuales, resistencia, etc.) de los materiales utilizados, o sea, el contexto interior de las diversas partes de la propia obra

2.3 VALOR DE LA EXISTENCIA: la relación de esa obra ya construida con su entrono urbano, edilicio, etc., pero siempre ENTORNO FÍSICO

 

 

[2.3.16] variación del posible valor de la obra física según se la ubique en una calle, una plaza, una ruta o en mitad de un jardín, etc.

[2.3.17] dada una opción concreta, por un entorno urbano determinado, el valor que adquiere por estar en ese entorno y el que le devuelve al entorno al estar situada en él

[2.3.18] la accesibilidad de los usuarios a ese edificio por el hecho de estar situado en ese lugar y no en otro, según los criterios culturales de movilidad vigentes en esa cultura, en ese momento histórico determinado

3 NIVEL SIMBÓLICO

 

 

3.1 FORMA DEL VALOR: posibles valoraciones (e incluso "significados") que determinada sociedad, en determinado momento, le atribuirán a esa obra en la que se habrá concretado aquel diseño

 

 

[3.1.19] las reglas mínimas posibles, con las que una comunidad, en un momento determinado, puede llegar a organizar la legalidad de sus "modos posibles de participar del espacio"

[3.1.20] las reglas concretamente disponibles o vigentes, por tradición histórica, predominios ideológicos, "gusto", etc., del modo posible de participar del espacio en el momento en que se diseñó y se construyó el edificio en estudio

[3.1.21] las posibles relaciones de esas reglas con el resto de la cultura estética de esa sociedad, en ese momento de su historia

3.2 EXISTENCIA DEL VALOR: las relaciones constitutivas de la "habitabilidad" en un momento de una sociedad determinada

 

 

[3.2.22] valoración del espacio acotado en una obra como su habitabilidad, o posibilidad de un modo determinado de participar de dicho espacio, frente al resto de los otros modos posibles de hacerlo

[3.2.23] la concreta habitabilidad que "impone" el aspecto constructivo en el que se realiza o concreta el diseño de una determinada obra arquitectónica

[3.2.24] la valoración de estas reglas de habitabilidad impuestas por la obra en estudio, en función de su coherencia o fácil o difícil asimilación respecto de las otras costumbres o reglas de las otras formas efectivamente vigentes del modo de participar del espacio en el trabajo, en el esparcimiento, etc.

3.3 VALOR DEL VALOR: el significado de esa forma de habitar en la cultura vigente

 

 

[3.3.25] la posibilidad de que se trate de una forma de habitabilidad que está en proceso de desaparición o que responde a los valores vigentes o que es el anuncio de una nueva forma de habitabilidad, todavía apenas explorada

[3.3.26] la eficacia valorativa o simbólica que esa forma de habitabilidad transfiere a quienes, por habitar la obra en estudio, reciben de ella su eficacia simbólica: desde estatus, prestigio, liderazgo, en un gradiente que llega hasta sus opuestos

[3.3.27] la relación sistemática de los valores inherentes a esa forma de habitabilidad con los restantes valores relativos al conjunto de las variantes constitutivas de la cultura de esa comunidad: artes, ciencias, ideologías, etc

*Sin comprometerlo con mis propias elaboraciones en la aplicación de los esquemas de Peirce al concepto de Arquitectura, no puedo dejar de mencionar el importante trabajo que sobre este mismo tema ha realizado Claudio Guerri, 2003; y en otros muchos textos.

 

6.3.3.3 Peirce – Cementerio

El cementerio de La Plata. Análisis semiótico

Para acceder a la percepción de “lo real”, el ser humano necesita valerse de mediadores, en función de los cuales construye el significado de todo cuanto percibe y hasta en función de los cuales puede percibir lo que percibe.

Los mediadores consisten el los discursos sociales de que se dispone en cada comunidad y en cada momento histórico.

Un fenómeno social, como el cementerio, adquiere un determinado significado en función de los discursos sociales que, en determinada comunidad y en determinado momento histórico, a él se refieren.

Pero, además, el propio cementerio es un discurso social que construye el significado de algo que no es ya el Cementerio, sino lo representado por el Cementerio: la vida, la muerte y el tránsito de la una a la otra.

El sentido común y nuestro propio aprendizaje social nos permiten entender qué significa un cementerio.

Pero es algo muy diferente poder explicar por qué un cementerio significa lo que significa.

Para ello, la semiótica ofrece algunos criterios y algunas operaciones analíticas que permiten aproximarse a una explicación de tal significado.

Sin detenerme en una exposición acerca de cómo se llega a los esquemas semióticos que voy a utilizar, aplicaré la semiótica peirceana para sistematizar los diversos aspectos que intervienen en la construcción del significado de un cementerio. Se ofrece un Analítico 1, que desarrolla las tres partes elementales del Cementerio en cuanto Signo (y que propone, por tanto, una primera indagación a partir de 3 signos iniciales); el Analítico 2 desarrolla 9 partes, multiplicando (analíticamente) por 3 los aspectos anteriormente identificados (y que propone, por tanto, un recorrido por 9 signos); por último, el Analítico 3 multiplica por 3 las 9 partes anteriores con lo que se llega a los 27 aspectos identificados (y proponiendo, por tanto, el contenido posible de 27 signos).

Uno de los objetivos de este trabajo es mostrar la capacidad heurística de la concepción peirceana del signo para generar posibilidades de investigación que exploren analíticamente los diversos aspectos del tema seleccionado, en este caso la problemática de la representación social de la muerte a través del discurso indicial de los cementerios, con particular atención al de la Ciudad de La Plata y a su sector de bóvedas.

Peirce - Cementerio - Signo Triádico

[Analítico 1: las 3 partes del signo –forma, existencia, valor-]

1.2 existencia de la forma: icono

[5] el diseño adoptado para transfigurar la muerte en determinado cementerio

2.2 existencia de la existencia: índice

[14] el cadáver escondido

3.2 existencia del valor: símbolo

[23] la interpretación de la muerte

----------

[Analítico 2: los 9 signos (3 –forma, existencia, valor- por cada uno de los 3 anteriores)]

1 Nivel Icónico:

1.1 forma de la forma: cualisigno

[2] el diseño posible de determinado cementerio

1.2 existencia de la forma: icono

[5] el diseño adoptado para transfigurar la muerte en determinado cementerio

1.3 valor de la forma: rhema

[8] eficacia representativa del diseño adoptado para determinado cementerio

2 Nivel Indicial:

2.1 forma de la existencia: sinsigno

[11] la concreta presencia de los elementos exhibidos que construyen el modo de ocultación del cadáver

2.2 existencia de la existencia: índice

[14] el cadáver escondido

2.3 valor de la existencia: dicisigno

[17] el valor que adquiere el cadáver escondido en función del recorrido

3 Nivel Simbólico:

3.1 forma del valor: legisigno

[20] las interpretaciones posibles que pueden construir los visitantes del cementerio

3.2 existencia del valor: símbolo

[23] la interpretación de la muerte

3.3 valor del valor: argumento

[26] el valor dialéctico de las interpretaciones producidas en la mente de los visitantes al cementerio

----------

[Analítico 3: los 27 signos (3 –forma, existencia, valor- por cada uno de los 9 anteriores)]

1. Nivel Icónico:

1.1 forma de la forma: cualisigno

[1] forma del cualisigno: cualidades formales seleccionadas para el diseño posible de un cementerio

[2] existencia del cualisigno: el diseño posible de determinado cementerio

[3] valor del cualisigno: sistema de formas culturalmente disponibles para el diseño posible de un cementerio

Estas tres componentes permiten esbozar el siguiente tema de investigación: ¿existe documentación que permita recuperar las actitudes cognitivas de los diseñadores de fines del siglo XIX?

1.2 existencia de la forma: icono

[4] forma del icono: características perceptuales de las cualidades formales adoptadas para diseñar un determinado cementerio

Investigación: ¿qué elementos de diseño gráfico, materiales o estilísticos, se utilizaron, a fines del siglo XIX, en los planos del cementerio de La Plata, y después desaparecieron, dejando de utilizarse en el diseño gráfico?

[5] existencia del icono: el diseño adoptado para transfigurar la muerte en determinado cementerio

Investigación: ¿qué rasgos aparecen en los diseños y planos del cementerio de La Plata, correspondientes a los finales del siglo XIX, que se propongan reelaborar la contundente presencia de la muerte en ese lugar?

[6] valor del icono: imagen social asociada al diseño adoptado para determinado cementerio

Investigación: ¿cuál es la imagen social de la muerte en la comunidad de La Plata de fines del siglo XIX, a partir de los diseños que puedan hallarse, relacionados con el cementerio y su zona de bóvedas?

1.3 valor de la forma: rhema

[7] forma del rhema: valor expresivo de las cualidades formales adoptadas para el diseño de un determinado cementerio

Investigación: ¿cómo se puede establecer el valor expresivo de los colores, trazos y formas del diseño de lugares o motivos del cementerio de La Plata, en cuanto anticipaban el significado que tendría lo que llegase a construirse?

[8] existencia del rhema: eficacia representativa del diseño adoptado para determinado cementerio

Investigación: ¿cómo representó la comunidad platense de fines del siglo xix, en los diseños de sus bóvedas y tumbas, la imagen que tenía de la muerte?

[9] valor del rhema: significación diferencial del diseño adoptado para determinado cementerio

Investigación: ¿cómo construyó la comunidad platense de fines del siglo XIX su diferencia y su identidad al diseñar este espacio?

2 Nivel Indicial:

2.1 forma de la existencia: sinsigno

[10] forma del sinsigno: las características perceptuales de los elementos exhibidos que constituyen el modo de ocultación del cadáver

Investigación: ¿es posible asignar distintas funciones, aparte de la específicamente enterratoria, a los elementos que están presentes en la zona de bóvedas del cementerio de La Plata?

[11] existencia del sinsigno: la concreta presencia de los elementos exhibidos que construyen el modo de ocultación del cadáver

Investigación: ¿qué elementos de los que están presentes en la zona de bóvedas del cementerio de La Plata se vinculan directamente con el enterramiento?

[12] valor del sinsigno: la simbología de cada uno de los elementos exhibidos que constituyen el modo de ocultación del cadáver

Investigación: ¿de qué modo la simbología que acompaña a los enterramientos está destinada a sublimar el acontecimiento de la muerte individual?

2.2 existencia de la existencia: índice

[13] forma del índice: los elementos exhibidos en sustitución del cadáver escondido

Investigación: ¿cómo se hace presente la muerte individual?

 [14] existencia del índice: el cadáver escondido

Investigación: ¿cómo se oculta la muerte individual?

[15] valor del índice: el significado que adquiere la sustitución y el ocultamiento

Investigación: ¿cómo se recupera la individualidad del muerto?

2.3 valor de la existencia: dicisigno

[16] forma del dicisigno: el valor de cada elemento exhibido en función de su ubicación en el recorrido

Investigación: ¿distintos recorridos atribuyen un significado distinto a los distintos lugares de enterramiento?

[17] existencia del dicisigno: el valor que adquiere el cadáver escondido en función del recorrido

Investigación: ¿distintos recorridos atribuyen un significado distinto a los individuos enterrados en distintos lugares?

[18] valor del dicisigno: la participación social en el valor asignado al recorrido

Investigación: ¿ha cambiado la valoración social de los diversos lugares de ubicación de los enterramientos y si así ha sido, qué cambios sociales han contribuido a ello?

3 Nivel Simbólico:

3.1 forma del valor: legisigno

[19] forma del legisigno: las diferentes relaciones interpretativas que pueden proponerse a los visitantes del cementerio

Investigación: ¿cada bóveda, cada tumba, cada panteón propone relaciones entre escritos, imágenes y posibilidades comportamentales que inducen a interpretaciones específicas?

[20] existencia del legisigno: las interpretaciones posibles que pueden construir los visitantes del cementerio

Investigación: ¿qué margen de diferencia puede existir entre las interpretaciones que los visitantes hagan de las propuestas identificables en el cementerio?

[21] valor del legisigno: los hábitos interpretativos disponibles por los visitantes del cementerio

Investigación: ¿cuáles son las variantes culturales aportadas por los visitantes que pueden hacer variar las interpretaciones posibles propuestas desde las construcciones del cementerio?

3.2 existencia del valor: símbolo

[22] forma del símbolo: cada una de las relaciones interpretativas establecidas

Investigación: ¿qué variables interpretativas surgen a partir de las propuestas perceptuales identificables en el cementerio?

[23] existencia del símbolo: la interpretación de la muerte

Investigación: ¿cuáles son los significados de la muerte que pueden identificarse a partir de los motivos ornamentales del cementerio?

[24] valor del símbolo: el nuevo hábito interpretativo propuesto

Investigación: ¿la visita al área de bóvedas del cementerio de La Plata aporta alguna variante al modo como se interpreta la muerte a partir de la visita a otros cementerios o áreas del mismo cementerio?

3.3 valor del valor: argumento

[25] forma del argumento: el valor socialmente cognitivo de las relaciones interpretativas propuestas a los visitantes del cementerio

Investigación: ¿qué normas, reglas o usos propone el cementerio de La Plata como elementos de cuya interrelación pueden surgir otras interpretaciones de la muerte?

[26] existencia del argumento: el valor dialéctico de las interpretaciones producidas en la mente de los visitantes al cementerio

Investigación: ¿a qué otros pensamientos, sobre la vida o sobre otras formas de estar después de la muerte, se contraponen las interpretaciones que provoca el recorrido por la zona de las bóvedas del cementerio de La Plata?

[27] valor del argumento: la superación de los hábitos interpretativos precedentes de los visitantes del cementerio

Investigación: ¿la visita al cementerio proporciona información específica y diferencial que lleva a construir de otra manera la vida cotidiana? o bien: ¿ha habido cambios que hagan que la interpretación del visitante actual sea diferente de la interpretación de los visitantes de fines del siglo XIX y principios del siglo XX? o bien: ¿sería posible establecer cuantos cambios en la interpretación social del cementerio se han producido desde la época de su inauguración?

El cementerio: Desarrollo diagramático

[10]  3 x 9 = 27 signos peirceanos

ICONO

 

 

 

 

forma

existencia

valor

forma

1 forma del cualisigno: cualidades formales seleccionadas para el diseño posible de un cementerio

2 existencia del cualisigno: el diseño posible de determinado cementerio

3 valor del cualisigno: sistema de formas culturalmente disponibles para el diseño posible de un cementerio

existencia

4 forma del icono: características perceptuales de las cualidades formales adoptadas para diseñar un determinado cementerio

5 existencia del icono: el diseño adoptado para transfigurar la muerte en determinado cementerio

6 valor del icono: imagen social asociada al diseño adoptado para determinado cementerio

Valor

7 forma del rhema: valor expresivo de las cualidades formales  adoptadas para el diseño de un determinado cementerio

8 existencia del rhema: eficacia representativa del diseño adoptado para determinado cementerio

9 valor del rhema: significación diferencial del diseño adoptado para determinado cementerio

▬▬▬▬▬▬

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

▬▬▬▬▬▬▬

ÍNDICE

 

 

 

forma

10 forma del sinsigno: las características perceptuales de los elementos exhibidos que construyen el modo de ocultación del cadáver

11 existencia del sinsigno: la concreta presencia de los elementos exhibidos que construyen el modo de ocultación del cadáver

12 valor del sinsigno: la simbología de cada uno de los elementos exhibidos que construyen el modo de ocultación del cadáver

existencia

13 forma del índice: los elementos exhibidos en sustitución del cadáver escondido

14 existencia del índice: el cadáver escondido

15 valor del índice: el significado que adquiere el ocultamiento

Valor

16 forma del dicisigno: el valor relacional de cada elemento exhibido en función del recorrido

17 existencia del dicisigno: el valor relacional que adquiere el cadáver escondido en función del recorrido

18 valor del dicisigno: la participación social en el valor relacional del recorrido

▬▬▬▬▬▬

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

▬▬▬▬▬▬▬

SÍMBOLO

 

 

 

forma

19 forma del legisigno: las diferentes relaciones interpretativas que pueden proponerse a los visitantes del cementerio

20 existencia del legisigno: las interpretaciones posibles que pueden construir los visitantes del cementerio

21 valor del legisigno: los hábitos interpretativos disponibles por los visitantes del cementerio

existencia

22 forma del símbolo: cada una de las relaciones interpretativas establecidas

23 existencia del símbolo: la interpretación de la muerte

24 valor del símbolo: el nuevo hábito interpretativo adquirido

valor

25 forma del argumento: el valor socialmente cognitivo de las relaciones interpretativas propuestas a los visitantes del cementerio

26 existencia del argumento: el valor dialéctico de las interpretaciones producidas en la mente de los visitantes al cementerio

27 valor del argumento: la superación de los hábitos interpretativos precedentes de los visitantes del cementerio

Cementerio como signo indicial

 

designativos

indicativos

objetos y comportamientos

objeto único: uno en mundos semióticos diferentes: el tratamiento de la individualidad

señal: anticipa:

cómo queremos llegar:  icono: a ser vistos; índice: a estar; símbolo: a ser valorados

 

prototipo: uno semejante a otros del mismo conjunto: el tratamiento de la corporeidad

indicio: recupera: icono: de qué modo vivió; índice: qué vivió; símbolo: quién vivió

 

réplica: uno que actualiza una posibilidad en un sistema: el tratamiento de la posición (familiar, social, institucional)

síntoma: evidencia: icono: la vigencia de formas y estilos; índice: la existencia de los otros; símbolo: la vigencia de una ideología

 

6.3.3.4 Peirce – Derecho

[11]  3 signos:

1

FORMA/POSIBILIDAD→→→→→

DE LO JURÍDICO →→

LA LEY→→→→→

ICONO

2

LA EXISTENCIA/EFECTIVIDAD→

DE LO JURÍDICO→→

LA SENTENCIA→→

ÍNDICE

3

EL VALOR/LA EFICACIA→→→→

DE LO JURÍDICO→→

LA SOCIEDAD→→→

SÍMBOLO

9 signos:

1-CUALISIGNO

Cualidades concretas del Poder Legislativo en determinado momento de determinada sociedad

 

2-ICONO
LA LEY

3-RHEMA
Sistema normativo vigente

4-SINSIGNO
Efectiva capacidad de decidibilidad disponible por el Poder Judicial en determinado momento de determinada sociedad

5-ÍNDICE
LA SENTENCIA

6-DICISIGNO
Las consecuencias de las modificaciones sociales originadas por las resoluciones posibles

7-LEGISIGNO
Características de la interpretación jurídica que configuran a la sociedad

8-SÍMBOLO
LA SOCIEDAD

9-ARGUMENTO
La superación de los hábitos interpretativos jurídicos precedentes, en cuanto posibilidades de transformación social

27 signos:

9 relativos a la

FORMA/POSIBILIDAD/ICONO

1.1                                                   1

Cualidades concretas del Poder Legislativo en determinado momento de determinada sociedad

2.1                                  2
El Poder Legislativo

3.1                                     3
Sistemas de cualidades posibles atribuibles al Poder Legislativo

1.2                                                   4
Forma de enunciación

2.2                                  5
LA LEY

3.2                                     6
Su contexto de interpretación

1.3                                                   7
Expresiones dispositivas

2.3                                  8
La aplicabilidad de la ley

3.3                                     9
Sistema normativo vigente

 

9 relativos a la EXISTENCIA/ACTUACIÓN

ÍNDICE

 

4.1                                                 10
Efectiva capacidad de decidibilidad disponible por el Poder Judicial en determinado momento de determinada sociedad

5.1                                11
El Poder Judicial

6.1                                               12
Sistemas de capacidad de decidibilidad posible atribuidos histórica y universalmente al Poder Judicial (cualquiera haya sido su designación)

 

4.2                                                 13
Forma de resolución

5.2                                14
LA SENTENCIA

6.2                                               15
Su contexto de aplicación

 

4.3                                                 16
Las concretas consecuencias de las modificaciones sociales resueltas

5.3                                17
Lo socialmente modificado por la eficacia de su resolución

6.3                                               18
Las consecuencias de las modificaciones sociales originadas por las resoluciones posibles

 

9 relativos al VALOR/CONVENCIÓN/SÍMBOLO

7.1                                                 19
Características de la interpretación jurídica que configuran a la sociedad

8.1                               20
La forma jurídica de la sociedad

9.1                                               21
Los sistemas sociales posibles configurados por las interpretaciones jurídicas posibles

7.2                                                 22
Las concretas interpretaciones jurídicas que constituyen una sociedad

8.2                               23
LA SOCIEDAD

9.2                                               24
La viabilidad de las interpretaciones jurídicas constitutivas de determinada sociedad en el contexto intersocietario en el que se integra

7.3                                                 25
El valor cognitivo de las interpretaciones jurídicas en cuanto agotamiento de las formas sociales posibles en un momento y sociedad determinados

8.3                               26
El valor dialéctico de las interpretaciones jurídicas en cuanto capacidad de modificación social

9.3                                               27
La superación de los hábitos interpretativos jurídicos precedentes, en cuanto posibilidades de transformación social

 

6.4 Los 10 signos peirceanos

Procederé ahora, como había anticipado, a un elemental análisis del último paso en que seguiremos a Peirce en este breve resumen, respecto a su Teoría de los Signos. Tras haberse basado en el análisis para descomponer el signo y haber utilizado esta descomposición para producir, con una profunda racionalidad, su clasificación de los signos, pasa a cumplir una tarea de síntesis y genera un nuevo nivel de signos que le permiten alcanzar una nueva clasificación en que la Semiótica: " the quasinecessary, or formal, doctrine of Signs" ("la cuasinecesaria o formal doctrina de los Signos"; C. P. 2.227) queda a punto para su utilización como metodología en la estructura teórica y en la investigación empírica de las ciencias sociales.

El tema lo desarrolla Peirce en los parágrafos 2.254 a 2.264 de Collected Papers. Como sabemos, la ley que utiliza para la formación de los nuevos signos (que, por la combinatoria desarrollada, a partir de su esquema de 9, resultan ser 10) es simple: a) cada una de las hileras (en [12] Esquema 1) está jerárquicamente ordenada respecto a las restantes (cada hilera inferior contiene a las superiores) de modo que la inferior puede articularse con elementos de la superior, pero no a la inversa; b) de cada hilera no puede tomarse más que un elemento por columna, sin repetir ninguna columna y sin que falte, tampoco, ninguna, ya que, en definitiva, se está reconstruyendo el signo, integrando sus elementos constitutivos: Representamen, Fundamento e Interpretante; y c) por esto mismo, el orden de selección de elementos de las respectivas columnas seguirá siempre la secuencia de forma, existencia y valor, en la integración de cada signo.

[12]   (Esquema 1)

CHARLES SANDERS PEIRCE

Por deducción de los nueve signos elementales, con aplicación de las reglas de transformación que acaban de enunciarse, puede obtenerse un único conjunto exhaustivo de signos derivados.

Se obtienen así:

1) Cualisigno-icónico-rhemático.

2) Sinsigno-icónico-rhemático.

3) Sinsigno-indicial-rhemático.

4) Sinsigno-indicial-dicisigno.

5) Legisigno-icónico-rhemático.

6) Legisigno-indicial-rhemático.

7) Legisigno-indicial-dicisigno.

8) Legisigno-simbólico-rhemático.

9) Legisigno-simbólico-dicisigno.

10) Legisigno-simbólico-argumental.

En esta nomenclatura triádica, si se ha comprendido la estructura fundamental del signo, resulta claro que la primera parte de cada una de tales denominaciones corresponde a la cualidad que debe tener el representamen del signo; la segunda a la del fundamento; y la tercera a la del interpretante. La utilidad de esta clasificación sintética se puede apreciar leyendo, según ese orden, los ejemplos que, bajo los números 1, 2 y 4, se han enunciado en el punto 6.2.10 Esquema ejemplificativo [5] (dejo de lado el número 3, por tratarse de ejemplos independientes, mientras que, en los otros casos, el esquema peirceano muestra los 9 resultados del análisis de un mismo tema: en 1, la eficacia semántica de la palabra; en 2, la eficacia comunicativa de la escritura del lenguaje Morse; y en 4 la eficacia representativa de un mapa). Haré una breve lectura del 4º ejemplo, dejando los restantes a la elaboración del lector .Téngase en cuenta que la redacción sintáctica puede obligar a cambiar el orden de enunciación de los componentes; no obstante, el análisis lógico muestra la correcta integración de dichos elementos.

1) C-Ic-Rh (1-2-3): Toda posibilidad de interpretación supone la existencia de un modelo eficaz para mostrar las relaciones constitutivas de una estructura.

2) Ss-Ic-Rh (4-2-3): La posibilidad de identificar las características específicas de un lugar requiere la existencia de un modelo eficaz para mostrar las relaciones constitutivas de una estructura.

3) Ss-In-Rh (4-5-3): La posibilidad de identificar las características específicas de un lugar supone la existencia de un mapa determinado que evidencie las relaciones constitutivas de una estructura.

4) Ss-ln-D (4-5-6): Las características específicas de un lugar, tal como quedan identificadas en un mapa determinado, adquieren su pleno valor relacionándolas con las señaladas sobre otro mapa que contiene al primero.

5) L-Ic-Rh (7-2-3): Las leyes de proyección permiten la posible existencia de un modelo capaz de mostrar las relaciones constitutivas de una estructura.

6) L-In-Rh (7-5-3): Las leyes de proyección concretan en un mapa determinado las relaciones constitutivas de una estructura.

7) L-In-D (7-5-6): Las leyes de proyección permiten relacionar un mapa determinado con las características de otro más amplio que lo contiene.

8) L-Sb-Rh (7-8-3): Las leyes de proyección confieren representatividad específica al mapa de las relaciones constitutivas de una estructura.

9) L-Sb-D (7-8-6): Las leyes de proyección confieren representatividad específica a un mapa determinado con relación a otro más amplio que la contiene.

10) L-Sb-A (7-8-9): Las leyes de proyección confieren representatividad específica a un mapa determinado en función de los criterios interpretativos de la cartografía.

Cada uno de los 10 signos resultantes, por la naturaleza de los componentes semióticos que concurren a su producción, exige un tratamiento lógico específico, y las afirmaciones que se enuncien acerca de cada uno de ellos no pueden ser aseveradas automáticamente de los restantes, exigiendo la identificación de instrumentos analíticos específicos y el establecimiento de leyes de transformación específicas para el recorrido conceptual de los niveles implicados en el respectivo signo.

6.4.1 Los presupuestos de los 10 signos, en la propuesta peirceana

1] 2.254 CUALISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO

P.e.: la sensación de “rojo”

Un CUALISIGNO es (su RÉPLICA es) necesariamente un ICONO

Un CUALISIGNO sólo puede interpretarse como un RHEMA

2] 2.255 SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO

P.e.: un diagrama concreto

Presupone (su RÉPLICA es) un CUALISIGNO

Un SINSIGNO sólo puede interpretarse como un RHEMA

3] 2.256 SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO

P.e.: un grito espontáneo

Presupone (su RÉPLICA es) un SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO

El INTERPRETANTE se lo representa como un SINSIGNO INDICIAL (DICISIGNO)

4] 2.257 SINSIGNO INDICIAL DICENTE

P.e.: una veleta

Presupone (su RÉPLICA es) un SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO

El INTERPRETANTE se lo representa como un SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO

5] 2.258 LEGISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO

P.e.: un diagrama genérico

Su RÉPLICA será un SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO

El INTERPRETANTE se lo representa como un CUALISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO

6] 2.259 LEGISIGNO INDICIAL RHEMÁTICO

P.e.: un pronombre demostrativo

Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO

El INTERPRETANTE se lo representa como un LEGISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO

7] 2.260 LEGISIGNO INDICIAL DICISIGNO

P.e.: un grito callejero

Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL DICISIGNO

El INTERPRETANTE se lo representa como un LEGISIGNO INDICIAL RHEMÁTICO

8] 2.261 LEGISIGNO SIMBÓLICO RHEMÁTICO

P.e.: un nombre común

Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO

El INTERPRETANTE se lo representa como un LEGISIGNO INDICIAL RHEMÁTICO

9] 2.262 LEGISIGNO SIMBÓLICO DICISIGNO

P.e.: una proposición habitual

Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL DICENTE

El INTERPRETANTE se lo representa como un LEGISIGNO INDICIAL DICENTE

10] 2.263 LEGISIGNO SIMBÓLICO ARUMENTAL

P.e.: un silogismo

Su RÉPLICA será un SINSIGNO INDICIAL DICENTE

El INTERPRETANTE se lo representa como un LEGISIGNO SIMBÓLICO ARGUMENTAL

6.4.2 Ejemplificación analítica por aplicación del desarrollo de los 10 signos peirceanos

6.4.2.1 Peirce - 10 signos sobre: “Número”

A partir del análisis del concepto de “número” construido mediante el recorrido de los 10 signos peirceanos: ¿qué componentes intervienen en la configuración (icónica) / referencialidad (indicial) / operatividad (simbólica) de los números?

Operaciones Perceptuales: relaciones icónicas [posibilidad de la representación de cantidades].

Cualisigno icónico rhemático: formas posibles para el diseño de números (frente a las imposibles).

Sinsigno icónico rhemático: formas existentes y socialmente disponibles de números concretos.

Legisigno icónico rhemático: formas de números con valoración relacional (orden en la sucesión) convencionalmente diferenciada.

Operaciones Referenciales: relaciones indiciales [conjuntos existenciales, en cuanto reconducibles a su representación mediante un número].

Sinsigno indicial rhemático: la forma de la cantidad de un conjunto existencial.

Sinsigno indicial dicisigno: la presencia de la cantidad de un conjunto existencial, entre otros conjuntos e individuos existenciales.

Legisigno indicial rhemático: la valoración de la forma de la cantidad de un conjunto existencial.

Legisigno indicial dicisigno: la valoración diferencial entre las cantidades de dos (al menos) conjuntos existenciales.

Operaciones Conceptuales: relaciones simbólicas [construcción convencional (normada) del concepto de cantidad].

Legisigno simbólico rhemático: valor cuantitativo convencional diferencialmente atribuido a cada uno de los componentes de un sistema de formas posibles de números.

Legisigno simbólico dicisigno: valor cuantitativo convencional referencialmente atribuido a cada conjunto existencial.

Legisigno simbólico argumental: valor cuantitativo convencional atribuido como operación y resultado por la combinatoria entre los componentes de un sistema vigente de formas de números.

6.4.3 Los 10 signos de Charles S. Peirce,

en la génesis de las semióticas particulares

El tema, como dije anteriormente, desarrollado por Peirce y recopilado en los parágrafos 2.254 a 2.264 del Collected Papers, permite desarrollar una interpretación analítica, relativamente heterodoxa, tendiente a hacer explícitas las relaciones semiótico-cognitivas involucradas y que permitan su utilización para la exploración y sistematización de los rasgos identificatorios de cada una de las Semióticas Particulares: Icónica, Indicial y Simbólica, como pueden mostrar las asociaciones gráficas ([13] Esquema 2) superpuestas al propio esquema peirceano (CP 2.264)

[13]

(Esquema 2)

 

 

 

 

 

Tendríamos, en consecuencia:

Para una SEMIÓTICA ICÓNICA

3 signos posibles, en función del ICONO:

[14] Representamen/       Objeto            /  Interpretante

1- CUALISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO [1-2-3: propuesta perceptual interpretada exclusivamente por sus componentes cualitativos] -P.e.: imágenes visuales plásticas (p.e.: una obra de Kandinski) [2.254. Para Peirce: una sensación de “rojo”; “es cualquier cualidad en la medida en que sea un signo”]

2- SINSIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO [4-2-3: propuesta perceptual interpretada como constitutiva de una identidad] -P.e.: imágenes visuales figurativas (p.e.: una obra de Holbein) [2.255. Para Peirce: un diagrama individual; “es cualquier objeto de la experiencia en la medida en que alguna de sus cualidades determina la idea de un objeto”]

3- LEGISIGNO ICÓNICO RHEMÁTICO [7-2-3: propuesta perceptual interpretada como norma, orden, explicación, advertencia, etc.] -P.e.: imágenes visuales simbólicas (p.e.: los isotipos de Neurath) [2.258. Para Peirce: un diagrama, al margen de su individualidad factual; “cualquier ley general o tipo en la medida en que requiere que cada una de sus instancias materialice una cualidad determinada que lo haga apto para proponer a la mente la idea de un objeto semejante”]

[ADENDA]

El ICONO

*Se diversifica por las características constitutivas de la percepción representativa:

-en (1) como tono o cualidad perceptual

-en (4) como réplica o identidad existencial

-en (7) como tipo o norma-regla-instrucción

 

*Se unifica en el sistema interpretante que reconduce la diversidad perceptual:

-en (3) a claves exclusivamente cualitativas

 

*Además de su diferenciación respecto del Índice (5) y del Símbolo (8), excluye de su composición semiótica al Dicisigno (6), en cuanto contexto cognitivo ya-existencial y al Argumento (9), en cuanto sistema valorativo convencional externo a la forma.

 

*Para un mayor desarrollo de estas tres clases de signos icónicos, ver, aquí mismo: 13 La(s) semiótica(s) de la imagen visual.

Para una SEMIÓTICA INDICIAL

4 signos posibles, en función del ÍNDICE:

[15] Representamen/       Objeto            /  Interpretante

4- SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO [4-5-3: objeto individual material interpretado por sus cualidades perceptuales] -P.e.: el sonido de un instrumento musical; el llamado de un teléfono; etc.) [2.256. Para Peirce: un grito espontáneo; “es cualquier objeto de la experiencia directa en la medida en que dirige la atención hacia un Objeto por el cual se origina su presencia”]

5- SINSIGNO INDICIAL DICISIGNO [4-5-6: objeto individual material interpretado por su contextualización] -P.e.: una puerta (como posibilidad de entrada o salida; así se diferencia de una ventana, como posibilidad de mirar o de recibir luz a través de ella, que también sería 4-5-6) [2.257. Para Peirce: una veleta; “es cualquier objeto de la experiencia directa, en la medida en que es un signo y, en cuanto tal, proporciona información concerniente a su Objeto”]

6- LEGISIGNO INDICIAL RHEMÁTICO [7-5-3: objeto individual material interpretado como normativamente eficaz por sus cualidades perceptuales] -P.e.: un semáforo [2.259. Para Peirce: un pronombre demostrativo; “es cualquier tipo general o ley, de cualquier modo establecido, que requiere que cada una de sus instancias esté realmente afectada por su Objeto de modo tal que meramente dirija la atención a tal Objeto”]

7- LEGISIGNO INDICIAL DICISIGNO [7-5-6: objeto individual material interpretado como normativamente eficaz por su contextualización] -P.e.: un alambrado delimitando un campo [2.260. Para Peirce: un grito callejero; “es cualquier tipo general o ley, de cualquier modo establecida, que requiere que cada una de sus instancias esté realmente afectada por su Objeto de modo tal que proporcione información definida relativa a tal Objeto”]

 

 

[ADENDA]

El ÍNDICE

*Diversifica la tarea de reconstrucción ontológica del entorno transformándolo en mundo por la calidad de su propuesta de percepción representativa:

-en (4) como réplica o identidad existencial

-en (7) como tipo o identificación convencional

 

*Diversifica esta percepción representativa según el sistema interpretante al que la reconduce:

-en (3) según claves cualitativas

-en (6) según claves contextuales

 

*No tiene eficacia unificadora fuera de la atribución de existencia ontológica al fundamento (referente construido) que tiene como objeto.

 

*Además de su diferenciación respecto del Icono (2) y del Símbolo (8), excluye de su composición semiótica al Cualisigno (1), en cuanto tono cognitivo pre-existencial y al Argumento (9), en cuanto sistema valorativo convencional externo a la existencia.

 

* Dado que los índices son signos construidos a partir de “cosas”, tengamos en cuenta que tales “cosas” pueden ser, en la recuperación peirceana, objetos, comportamientos o recuerdos. Pero, atendiendo a la diferencia entre Signos (con una función designativa o indicativa de algo diferente a sí mismo) y Objetos Semióticos (en cuanto referentes de tal función, la identificación de cuya existencia ontológica es consecuencia de la acción de algún Signo), se llega a la conclusión de que no todo objeto, comportamiento o recuerdo es un Índice, sino sólo aquel que representa a otro objeto, comportamiento o recuerdo diferente al que se está percibiendo.

 

*Para un mayor desarrollo de estas cuatro clases de signos indiciales, ver, aquí mismo: 22 La(s) semiótica(s) indicial(es) a partir de Ch. S. Peirce, o cómo hacer signos con cosas.

Para una SEMIÓTICA SIMBÓLICA

3 signos posibles, en función del SÍMBOLO:

[16] Representamen/       Objeto            /  Interpretante

8- LEGISIGNO SIMBÓLICO RHEMÁTICO [7-8-3: propuesta convencional con eficacia designativa atribuida a partir de un sistema de cualidades diferenciales] -P.e.: la bandera de un país; un himno nacional [2.261. Para Peirce: un nombre común…; lo que los lógicos llaman un Término General; “es un signo conectado con su objeto por una asociación de ideas generales de modo tal que su Réplica propone una imagen ante la mente, imagen que, perteneciendo a ciertos hábitos o disposiciones de tal mente, tiende a producir un concepto general, y la Réplica se interpreta como un Signo de un Objeto que es una instancia de ese concepto”]

9- [LEGISIGNO SIMBÓLICO DICISIGNO [7-8-6: propuesta convencional con eficacia designativa atribuida a partir de su contextualización] -P.e.: una brújula; una veleta (la veleta, para Peirce: Sinsigno Indicial Dicente; pero tiene valor simbólico, o sea, convencional) [2.262. Para Peirce: una Proposición común; “es un signo conectado con su objeto por una asociación de ideas generales y está realmente afectado por su objeto, de modo que la existencia o ley que presenta ante la mente debe estar efectivamente conectada con el objeto indicado”]

10- LEGISIGNO SIMBÓLICO ARGUMENTAL [7.8.9: propuesta convencional con eficacia designativa atribuida a partir de un sistema de normas]  -P.e.: una palabra o un número [2.263. Para Peirce: ---; “es un signo cuyo interpretante representa a su objeto como siendo un signo a través de una ley, o sea, la ley acerca de que el paso de determinadas premisas a determinadas conclusiones tiende a la verdad”]

[ADENDA]

El SÍMBOLO

*Se diversifica por las características constitutivas del sistema interpretante:

-en (3) según claves cualitativas

-en (6) según claves contextuales

-en (9) según claves normativas

 

*Se unifica por la calidad normativa o (7) tipo de la percepción representativa

*Además de su diferenciación respecto del Icono (2) y del Índice (5), excluye de su composición semiótica al Cualisigno (1), en cuanto tono cognitivo pre-simbólico y al Sinsigno (4), en cuanto réplica existencial externa a la convención valorativa.


 

7 DE LA SEMIÓTICA GENERAL A LAS SEMIÓTICAS PARTICULARES

7.1 Semiótica general

[17] El signo peirceano

La construcción dinámica del signo según Ch. S. Peirce proporciona el esquema lógico de las relaciones necesarias y suficientes que constituyen la Semiótica General, y que se mantiene constante en todas y cada una de las 3 grandes variantes de las Semióticas Particulares; éstas, a su vez, manifiestan características que son específicas a cada una de ellas, implicando comportamientos cognitivos diferenciales.

Hablo de “construcción dinámica” porque los elementos que intervienen en la configuración del signo se caracterizan en función de las relaciones mediante las cuales se vinculan entre sí. La identificación de un signo no depende de las posibilidades perceptuales ofrecidas por el Representamen, ni de las características existenciales del Objeto, ni de los hábitos convencionales del Interpretante, tomando a cada uno de estos aspectos de modo independiente, sino del concreto proceso según el cual determinado Representamen instala la representación de determinado Objeto en el sistema cognitivo de determinado Interpretante. Todo Representamen toma algo del Objeto (su Fudamento) y se lo transfiere, con determinadas características, a un Interpretante; según lo que el Representamen tome del Objeto y según cómo lo reelabore cada Interpretante, adquiere existencia ontológica el correspondiente objeto del entorno y, en esa tarea y con esos condicionantes, también adquiere su identidad específica el intérprete, siendo el signo, en definitiva, el resultado de tales interrelaciones, que adquiere su eficacia convencional en la medida en que son adoptadas y compartidas por determinada comunidad en determinado momento histórico.

Surge de aquí, o sea, de la variación que introduce, en todo Representamen, el sistema conceptual en el que se lo integra al transformarlo en Interpretante, una de las variantes de lo que Peirce considera expandible “ad infinitum” (CP. 2.303) y que menos audazmente podemos considerar como “semiosis ilimitada”; o sea, las inagotables variaciones posibles en cuanto elementos del fáneron (phaneron) considerando, a su vez, al fáneron como una primera versión del proceso de transformación del entorno en mundo (ver F. Varela, 1992), lo que depende exclusivamente de su posibilidad de enunciación, o sea, de su previa transformación en signos (CP. 1.291).. Otra variante de la semiosis ilimitada surge de la hipótesis peirceana de que “todo es signo”, lo que hace que cada parte del signo sea un signo; así se transforma el esquema triádico en 9 signos posibles (o en 3 tricotomías: CP. 2.243) y estos, a su vez, en 27 (como se desarrolla aquí mismo, en 5.3.3 Apertura de Peirce en 27 signos), sin que ese número sea un límite, ya que nada impide, si el interés del investigador lo solicitase, profundizar el análisis en 81 o en nuevos triples múltiplos de estos últimos.  Otra es la lógica de los 66 signos, que parte de tomar en consideración 10 tricotomías y todavía otra es la lógica de los 10 signos, sobre la que trabajo ampliamente en este mismo texto. Lo que surge de todo ello es que no puede considerarse posible un numerus clausus que acote la cantidad de signos posibles. Como en la lógica de Gödel, el sistema de la semiótica es fundamentalmente incompleto ya que siempre habrá un nivel semiótico que podrá dar cuenta de los niveles de signos precedentes pero que necesitará de otro superior que demuestre su validez. El tema es por demás fructífero, tanto en su aspecto formalmente lógico (ver Nagel E. y J.R. Newman, 1970), como en las sugerencia cognitivas involucradas (ver Hofstadter, D. R., 1979).


7.2 Las tres semióticas particulares en la expansión peirceana

7.2.1 Semióticas icónicas

7.2.1.1 Semiótica visual

[18]

Ver, en este mismo texto: III Semiótica icónica


7.2.2 Semióticas indiciales

[19]

Ver, en este mismo texto: IV Semiótica indicial


7.2.3 Semióticas simbólicas

7.2.3.1 Semiótica verbal (oralidad)

[20]

Ver, en este mismo texto: II Semiótica simbólica


8  LA SEMIÓTICA COMO METODOLOGÍA

8.1 Introducción

Mi trabajo sostiene y desarrolla la tesis de que la semiótica proporciona, en este momento de la historia del conocimiento científico (o, simplemente, riguroso), un enfoque y un conjunto de instrumentos que la sitúan como un método preciso y eficaz para explicar el proceso de producción, comunicación y transformación del significado en el campo de las ciencias sociales (y no sólo de ellas). Los aspectos cualitativos de estas ciencias sociales no pueden, por una inapropiada exigencia de precisión, reducirse a la matemática, y tampoco la lógica puede dar cuenta de la diversidad de discursos con los que se construyen las estrategias específicas a cada una de ellas (Jackendoff, R., 1983: 57). Pero la semiótica, como tercera disciplina, junto con la matemática y la lógica, completa las operaciones fundamentales para explicar la construcción del conocimiento, ya que tiene la riqueza y la consistencia necesarias para acompañar la producción y la interpretación de los diversos aspectos teóricos y empíricos de los conocimientos en las ciencias sociales. A condición, por supuesto y como mínimo, de que no se haya quedado en la especulación metafísica (cuya necesidad no excluyo, pero cuya exclusividad rechazo) y de que haya formalizado sus operaciones cognitivas como para hacer posible su utilización por otros investigadores (pensamiento en 3ª o, al menos, en 2ª persona; ver Dennet, 2005: 49) interesados en los diversos campos del conocimiento. Diferencio entre “formalizar”, lo que considero que corresponde y que consiste en disponer de operaciones cognitivas rigurosas, mediante la definición y permanencia de lo definido mientras se desarrolla una misma investigación (con el derecho al cambio reclamado por Foucault, 1969: 28); y “simbolizar”, lo que considero que no corresponde, y que consiste en traducir los enunciados que se están estudiando a otro lenguaje (ya no metalenguaje del que se está utilizando, sino lenguaje exterior a éste; ver Desclès, J.-P. et Guentcheva Desclès, Z, 1977), posiblemente más riguroso en sus operaciones y no ambiguo en la referencialidad de sus términos, pero cuya estructura sintáctico-semántica no es compatible con el lenguaje de la correspondiente disciplina social. Ahora bien, ¿existen, en semiótica, operaciones cognitivas rigurosas?

8.2 El rigor en las operaciones de la metodología semiótica

Creo que será necesario ensayar algún acuerdo acerca de qué entendemos por “rigor” cuando se aplica a las operaciones cognitivas en ciencias sociales.

Propondría, inicialmente, que entiendo por operación rigurosa aquella cuya práctica puede compartirse con otros investigadores y que, al aplicarla empíricamente, si se la aplica al mismo objeto de estudio (texto, imagen, comportamiento, etc.), se obtiene el mismo resultado.

También puede hablarse de rigor en función de un desarrollo argumentativo. Aquí, el rigor se evidenciaría en lo racional y en lo explícito de la derivación lógica del proceso discursivo. O sea, si se admiten determinados supuestos iniciales (por ejemplo, axiomas) o si se parte de determinado registro de información, y si se admiten determinadas reglas sintácticas para la construcción y transformación de los enunciados y determinadas reglas de sustitución para pasar de tales enunciados discursivos a los referentes por ellos enunciados y si se cumple con tales reglas de modo que de cualquier enunciado puede recuperarse el proceso que ha conducido a su producción, la conclusión a la que se llegue estará bien fundamentada.

Todo esto pretende conducir al establecimiento y determinación de la racionalidad del discurso analítico mediante el cual se identifica el proceso de explicación del significado que, en las diversas coyunturas de la actividad de investigación, cada ciencia social (y no sólo éstas) atribuye a su específico objeto de conocimiento. Aquí, por tanto, racionalidad no equivale a algún criterio sustancial y universal de validez del razonamiento, sino, simplemente, equivale a la mostración explícita de cada paso que conduzca de un determinado enunciado al que le sigue (o de una proposición a la siguiente) y así hasta la última conclusión. Esto implica admitir el criterio popperiano de que un discurso es racional cuando es falsable, o sea, cuando da cuenta del proceso de transformación de cada instancia de su propio desarrollo, de modo tal que permite comprobar la validez de la transformación operada.

Por tanto, rechazar una argumentación rigurosa requiere: 1) rechazar los supuestos iniciales y/o la información inicialmente registrada, 2) y/o rechazar las reglas para la construcción y/o transformación de los enunciados que se utilizan, 3) y/o rechazar las reglas de sustitución entre los términos enunciados y las entidades referenciales identificadas. Esto es suficiente mientras se opere en una instancia histórica concreta de determinada semiosis (ver aquí mismo: 23 La semiótica de los bordes). Es muy difícil que se dé el acuerdo acerca de estos tres niveles de reglas. Por eso, el rigor se admite si el productor de determinado desarrollo argumentativo, en principio, formula explícitamente las reglas correspondientes a tales tres niveles y, en segundo término, las cumple; aun cuando no coincidan con las reglas que admitiría un eventual intérprete (en este último supuesto, el desarrollo argumentativo continuaría siendo riguroso, pero pertenecería a otro mundo semiótico posible contradictorio con el de tal intérprete). No es fácil ni habitual que se cumplan ambas exigencias: la formulación de las reglas y su cumplimiento; pero, si se pretende producir textos explicativos rigurosos en el ámbito de las ciencias sociales, es necesario. Lo que hay que tener en cuenta es que no todo conocimiento es científico ni el conocimiento científico es superior a los restantes; existe el conocimiento estético o el conocimiento emocional que no requiere cumplir con estas exigencias y que no obstante son conocimiento. O sea, los criterios antes esbozados no son imprescindibles para la producción de cualquier clase de conocimiento. Pero aquí hablamos del conocimiento específico de las ciencias sociales, no del ensayo o de la literatura, que también producen conocimiento, pero no un conocimiento científico. Sin embargo, el conocimiento acerca del conocimiento que produce el ensayo o la literatura es de nuevo un objeto de conocimiento de las ciencias sociales y, en cuanto tal, requiere ser riguroso, o sea, desarrollarse conforme a los criterios antes formulados. También conviene considerar que se está diferenciando entre el rigor (como condición básica), la eficacia (como validación ontológica de la explicación) y la hegemonía (como búsqueda de victoria en la pugna entre enunciados pertenecientes a mundos semióticos posibles diferentes, simultáneamente vigentes) de los discursos que explican la producción, comunicación y transformación de la significación de los fenómenos sociales.

Al afirmar que la semiótica puede constituirse en una metodología eficaz (quizá, en este momento de la historia del conocimiento, la metodología más eficaz), aplicable a la explicación del proceso de producción de la significación en el ámbito de las ciencias sociales, tengo en cuenta estos aspectos, elementalmente esbozados, de lo riguroso. Creo que la semiótica tiene desarrollos argumentativos rigurosos y aplica operaciones analíticas que pueden calificarse de rigurosas y que, al dar cuenta de la producción de los efectos de sentido originados en las diversas categorías de discursos (simbólicos, como por ejemplo los verbales; icónicos, como por ejemplo los visuales; e indiciales, como por ejemplo los comportamentales), satisfacen también las exigencias metodológicas de las diversas disciplinas sociales.

A la pregunta inicial la modifico, por tanto, añadiendo al interrogante de si existen operaciones cognitivas rigurosas en el ámbito de la semiótica (a lo que, personalmente, respondo de modo afirmativo), el interrogante acerca de cuales serían esas argumentaciones y operaciones semióticas que podríamos considerar cognitivamente rigurosas.

8.3 Operaciones y no modelos

Considero que otra de las exigencias fundamentales para que la semiótica pueda constituirse en metodología de investigación en ciencias sociales es el de trabajar a partir de operaciones y no a partir de modelos.

Siempre teniendo presente el objetivo de aplicar la semiótica para la explicación del proceso socio-cognitivo de producción de la significación (o significaciones vigentes) de determinado fenómeno social, resulta que mientras que los modelos circunscriben las posibilidades exploratorias de modo que sólo puedan encontrarse en el mundo las relaciones que el modelo propone, las que se darían tan sólo entre las categorías de entes que el modelo igualmente propone (o sea, no permite explicar algo diferente a lo que el propio modelo presupone), las operaciones no proponen ningún conjunto previo de entidades ni de configuraciones entre tales entidades, sino que, a partir de un modo de trabajar que no implica el resultado que llegue a obtenerse, dejan abiertas todas las posibilidades que puedan llegar a resultar de su aplicación. De este modo, cumplen el objetivo constructivo a cuya discusión entraré un poco más adelante.

Por otra parte, las operaciones permiten un trabajo relativamente objetivo, en cuanto menos vinculado a la subjetividad del analista, ya que deberán satisfacer el requisito de ser transferibles, en el sentido de que un tercero puede aprender a utilizarlas y alcanzará (al utilizarlas) los mismos resultados, si las aplica al mismo objeto semiótico (aquel cuya significación pretende explicar el investigador) y/o al mismo signo o enunciado (aquel discurso social científico, poético o vulgar que tiene eficacia para construir o que participa en la construcción de la significación que la sociedad le atribuye a determinado objeto/fenómeno semiótico). Cumple, de esta manera, con el objetivo que Peirce reclamaba para toda investigación que se pretenda rigurosa en cuanto a dejar establecida “una conclusión a la cual llegaría cualquier hombre que haya seguido el mismo método y que lo haya exigido suficientemente” (Peirce, C. P. 7.316).

El modelo supone la aceptación previa de una estructura explicativa que, a su vez, encuentra su fundamento en determinada teoría. El modelo ya sabe lo que hay que buscar para explicar el significado de un determinado fenómeno social, o el proceso de formación de tal significación, o el proceso de su interpretación y transformación. El modelo nunca va a poder ver, en el mundo, más de lo que ya tiene registrado mediante sus componentes constitutivos y las relaciones predefinidas con las que se vinculan tales componentes. El modelo es la materialización de un sistema (o de una de sus partes), en cuanto concreta lo que en el sistema son posibilidades relacionales. Todo modelo implica la aceptación de determinados tipos preexistentes en determinado sistema y vinculados según determinada legalidad; el carácter del modelo consiste en ser una réplica (o actualización) de tales tipos y de sus relaciones, como bien lo establece Ch. S. Peirce (sin derivarlo a los aspectos críticos de un concreto instrumento metodológico, como los que yo estoy formulando) cuando desarrolla la relación entre “legisigno” o “type” por una parte y “sinsigno” o “token” o “replica”, por otra (CP. 2.246; 8.363 ss).

La operación explora las posibilidades organizacionales de un conjunto de relaciones contextuales, identificables entre las entidades físicas componentes de un determinado fenómeno social, así como las relaciones posibles de tal fenómeno con los otros fenómenos constitutivos de su entorno social e histórico. La operación parte de una base sintáctica, identificando relaciones posibles (en el universo acotado de un determinado momento en el desarrollo histórico de una disciplina; componente ideológico de todo pensamiento) entre las entidades físicas (icónicas, indiciales o simbólicas) registrables como constitutivas del fenómeno cuya producción, interpretación y transformación de significación se estudia. En base al principio, al que he aludido en diversas oportunidades (ver aquí: 9 Michel Foucault), según el cual “no hay semántica sin sintaxis”, a partir de esta recuperación de relaciones sintácticas, mediante las operaciones de contextualización (con la amplitud de dimensión que requiera la explicación del problema asumido) se hará aparecer el proceso de producción (atribución), las condiciones de interpretación (sustitución) y las posibilidades de transformación (superación) en que consistirá la explicación buscada; sin predefinirla y requiriendo del menor número de condicionamientos previos para su formulación.

O sea, a mi criterio, el modelo permite encontrar lo que ya estaba preconcebido por los conceptos que utiliza y las relaciones con las que vincula a tales conceptos. El funcionamiento metodológico del modelo es especular: encuentra lo que sabe ver; tal sería el proceso según el cual actúa el conocimiento cotidiano (en su aspecto vulgar o no creativo; ya que el conocimiento cotidiano también posee una vigorosa potencia creativa).

A diferencia de ello, la operación permite descubrir conceptos desconocidos previamente, si bien posibles en la medida en que las relaciones que los constituyen estaban disponibles, pero no habían sido explícitamente establecidas. El funcionamiento metodológico de la operación es procesual: permite encontrar lo que no se sabía ver, proporciona la explicación acerca de las semiosis disponibles en una sociedad para poder percibirlo e identifica los cambios posibles que impedirán continuar percibiéndolo y propondrán nuevas percepciones con las que se construirá la historia del intérprete y de su sociedad (ver aquí: 23 La semiótica de los bordes). Tal sería el proceso según el cual actúa el conocimiento creativo, tanto científico como estético o vulgar (y tales serían los límites y condicionamiento de toda creatividad; no se crea de la nada, sino como transformación de lo preexistente).

Con este criterio, considero como las elementales operaciones semióticas fundamentales (Magariños de Morentin, Juan, 1996: 31ss) las de atribución (de un valor a una forma; identificación de un objeto semiótico por sus relaciones sintácticas o contextuales), sustitución (o interacción entre una semiosis sustituyente y otra semiosis sustituida; semantización de un objeto semiótico por su contraste diferencial) y superación (de las contradicciones evidenciadas por la aplicación de las precedentes semiosis sustituyente y sustituida, con la posible emergencia de un nuevo lenguaje; historicidad del objeto semiótico en función de la pragmática de su enunciación. Ver más adelante: 25 Hacia una nueva historia de los sistemas semióticos).

8.4 La base materialista de la semiótica como metodología

Otro aspecto que considero de importancia, para que la semiótica intervenga eficazmente como metodología de investigación en ciencias sociales, es el consistente en su base materialista. Cognitivamente, la información que poseemos acerca del mundo “exterior” está constituida por las imágenes mentales organizadas a partir de las percepciones sensoriales y según las formas enunciativas vigentes en el momento y sociedad que se tome en consideración; ésta sería la base materialista de la investigación semiótica. Cuando se contrasta con la exigencia de captar la realidad de ese mundo exterior, parece bastante endeble la posibilidad de obtener un conocimiento riguroso a partir de las instancias mencionadas: imágenes mentales, percepciones sensoriales y formas enunciativas. Pero el contraste no se plantea respecto de una realidad, entendiendo por tal a las entidades y procesos que se supone que existen y ocurren con independencia de que sean objeto del conocimiento humano, sino respecto de las configuraciones cognitivas vigentes, entendiendo por tales a las entidades y procesos tal como se sabe (o mejor, tal como se asume), en un momento y en una sociedad determinados, que intervienen en la producción del conocimiento. En este último sentido, el riesgo para el rigor del proceso de conocimiento que se desarrolle en un momento dado radica en la aceptación acrítica de las imágenes mentales, percepciones sensoriales y formas enunciativas elaboradas por un sujeto individual, sin contraste con las características exigidas a tales imágenes, percepciones y formas para su aceptación social (científica, poética o vulgar, según su origen y ámbito de eficacia).

La existencia ontológica de la realidad la construye la humanidad y tiene historia, que es la historia del conocimiento de la realidad; el aspecto óntico de la realidad está fuera de la posibilidad de su conocimiento por la humanidad y ni su permanencia ni su transformación, ni siquiera la aplicabilidad de estos términos a esa realidad, pueden ser objeto de conocimiento de la humanidad. Como integrantes de la humanidad, conocemos aquello que nos permiten conocer nuestros órganos sensoriales y del modo como nos permiten conocerlo; aquello que nos permiten procesar nuestros sistemas neuronales y del modo como nos permiten procesarlo; y aquello que nos permiten enunciar las semiosis de que disponemos y del modo como nos permiten enunciarlo; todo ello variando según la historia de sus transformaciones hasta el momento y la sociedad desde los que estamos conociendo y todo ello debatido socialmente en cada momento y en cada sociedad en una pugna por la hegemonía de la validación de los procesos de producción del conocimiento.

8.5 El enfoque constructivista de la semiótica como metodología

Otro aspecto de la semiótica cuya discusión considero que resulta decisiva para fundamentar su eficacia metodológica en el ámbito de las investigaciones en Ciencias Sociales estaría constituido por el enfoque constructivista. Lo que se le opondría sería el enfoque sustancialista. O sea, ¿la significación la construye el hombre mediante su discurso (en el amplio sentido peirceano: icónico, indicial y simbólico) o es inherente a cada una de las entidades del mundo y el hombre se limita a descubrirla?

Me refiero a un constructivismo en el sentido en que lo sostiene Foucault (1969: 31 ss), cuando se cuestiona acerca de lo que confiere unidad al discurso y rechaza las grandes síntesis: el objeto, el sujeto, los conceptos y el tema, como entidades y supuestos acerca de cuya definición parece haber un acuerdo social, quizá vinculado al mantenimiento de la seguridad y estabilidad de la convivencia, cuyos beneficiarios aconsejan no discutirlas, pero con escaso sustento cuando se las vincula a la explicación de la eficacia del discurso, en su pretensión de atribuir la significación a los fenómenos del mundo. También, desde otro enfoque muy distinto, pero semióticamente concurrente en cuanto explicación del proceso de atribución de existencia ontológica a las entidades del entorno, me refiero al constructivismo inherente a las propuestas de investigación formuladas desde las llamadas “ciencias de la cognición”, algunos de cuyos títulos expresan explícitamente este enfoque (por ejemplo, Visual Intelligence. How We Create What We See, de Donald D. Hoffman, 1998).

En todos los casos, se trata más bien de interrogantes cuya respuesta provendrá de los textos en los que cada una de tales entidades: (1) objeto, (2) sujeto, (3) concepto y (4) tema, adquiere existencia para el conocimiento y mediante la interpretación de los cuales, por tanto, se construirá su significado; frente al supuesto de que existen previa e independientemente de la producción de tales textos. El análisis textual (al que, con toda su necesaria amplitud de contextualización temporal y social, considero instrumento fundamental del trabajo semiótico), ya bien aplicado a lo verbal, a lo visual, a lo musical, a lo comportamental o a cualquiera que sea la calidad de la semiosis en la que se interviene, (1) es lo que podrá llegar a establecer el significado, que no preexiste al discurso, que adquiere el objeto (la semiosis sustituida y que sólo existe ontológicamente en cuanto tal semiosis sustituida), del cual se habla. Este objeto semiótico (o semiotizado) constituye uno de los cuernos del siguiente dilema semiótico, el otro de los cuales es el discurso: “es necesario que una semiosis (sustituyente, en cuanto discurso) deje de ser lo que es ‘en sí’, para que otra semiosis (sustituida, en cuanto objeto semiótico) sea, no lo que es ‘en sí’, sino aquello en lo que la primera la constituye” (Magariños de Morentin, 1996: 26); o sea, nada es ónticamente cognoscible o cognoscible “en sí mismo” o en su propia realidad, por lo que bien podríamos ser el sueño de un demente en el rincón de un manicomio. Como lo seríamos para un marciano (aprovechando la metáfora chomskiana) que viera e interpretara, a partir de un mismo entorno inaccesible para ambos, su mundo, quizá diametralmente diferente al nuestro.

Dicho análisis textual (2) es lo que podrá llegar a establecer el significado del sujeto plural, que no preexiste al discurso, y que se va construyendo en tales textos, en los que resulta identificable a través de sus modalidades discursivas; con lo que se rechaza la idea de un sujeto trascendente, así como la idea de la unidad fundamental del sujeto, al que, por el contrario, Foucault pluraliza, fundándolo en la dispersión de las formaciones discursivas de las que participa.

Dicho análisis textual (3) es lo que podrá llegar a establecer el significado de los conceptos que se utilizan en los correspondientes textos y que no preexisten al discurso, rechazando su eventual carácter de ideas permanentes y considerándolos lexemas cuya eficacia significativa proviene del contexto en el que aparecen (como ese “dicisigno” que Peirce ejemplifica mediante la proposición, en cuanto contexto definitorio de cada uno de los símbolos constitutivos que la integran), legitimando la tarea del análisis del discurso y rechazando a la hermenéutica, en cuanto análisis de contenido ya establecido y referente dogmático decididor de la verdad o falsedad de una interpretación (cuando que lo único que puede establecer el investigador es la vigencia o falta de vigencia del significado atribuido a un concepto en un determinado momento de una determinada sociedad; posición de un relativismo objetivo que constituye otro de los aspectos metodológicos que afirmo como inherente a la investigación con instrumentos semióticos y al que me referiré con frecuencia en los desarrollos que siguen).

Dicho análisis textual (4) es, también, el instrumento que permitirá llegar a establecer el significado de los temas, los cuales, desde esta perspectiva, no preexisten al discurso sino que se construyen en él, no siendo más que el resultado de la estrategia del productor del discurso que, por propia decisión, va apartándose de una derivación posible, optando por otra (una difracción posible) con la que se es capaz de construir determinada identidad para determinado tema en detrimento de otra posible identidad que construiría, mediante otra estrategia, otro tema, y que va decidiendo, mientras avanza la construcción del discurso (repito: verbal, visual, musical, quizá palatable [como esa deliciosa introducción a una semiótica del sabor que construye Brillat-Savarin circa 1825] o cualquiera sea su calidad semiótica), cuáles son las opciones teóricas que deja en el camino y cuales adopta para continuar con la elaboración de su obra, en función de sus prácticas “ya no discursivas” (si algo no discursivo es imaginable; lo que digo como respetuoso límite al saussureanismo de Foucault).

Considero que la semiótica, cuando no se limita a una proyección fenomenológica, proporciona las herramientas necesarias y dotadas del rigor exigido por la epistemología contemporánea, como para concretar, en la práctica metodológica, las propuestas constructivas que le asigno, afines a las del programa de investigación que formula Foucault.

Ante una propuesta teórica que considero fructífera (y esto me ha ocurrido con muchos autores como con Eco, Rossi Landi, Rastier, Sonesson, el Grupo µ, aparte del propio Foucault y, por supuesto, Saussure, Peirce, Althusser, Barthes, etc.), mi actitud, después de tratar de comprender conceptualmente esa propuesta lo mejor posible, es empezar a pensar cómo puedo aplicarla o, lo que es bastante parecido, cómo podría llegar a esa conclusión o a otra semejante, partiendo del análisis de los fenómenos sociales en cuyo estudio estoy interesado. Mi interés, por supuesto, no es especulativo (en el mejor sentido de la metafísica), sino epistemológico y metodológico. Yo quiero saber cómo puedo intervenir para verificar lo que me aporta esa propuesta y constatar su validez a la hora de interpretar el significado de los fenómenos que configuran el universo social en el cual habito. Porque considero que los conceptos teóricos, por más brillantes y bien fundados lógicamente que se presenten, sólo poseen la validez que les otorgue su eventual corroboración en la práctica analítica, a la que sitúo en el núcleo de la práctica semiótica. Y no hay en mi uso del término “corroboración” ningún residuo positivista. Más bien, todo lo anterior tiene el sentido de permitir que se comprenda por qué elijo el camino inverso. No me interesa corroborar (aunque siempre tiene que ser posible), me interesa construir. Construir conceptos teóricos cuyos elementos constitutivos (en definitiva, los términos definicionales que los identifican) los he tenido que encontrar previamente contextualizados en el discurso social de determinada comunidad (como ya dije, sea tal discurso científico, artístico o vulgar). Me acerco al discurso social en el que estoy interesado con una especia de actitud abductiva para ver si, analizándolo, logro una explicación consistente y eficaz acerca de cuáles son los significados vigentes del fenómeno que, por hipótesis (que deberé probar), supongo que se están construyendo en tal discurso y acerca de tales fenómenos; no como una verdad universal ni definitiva, sino como la constatación de que así (con esas palabras o imágenes o comportamientos, tal como resultan semantizados o, más operativamente, definidos en esos contextos que los incluyen) se está construyendo el significado de ese fenómeno social, en ese momento de esa comunidad. O sea, desde esta perspectiva constructiva, el concepto, la idea, es posterior al enunciado que la formula (construye) en cada coyuntura textual y/o de enunciación, dependiendo de los lugares en los que aparezca (explícita, retórica o implícitamente) nombrado y de la semántica que le atribuyan sus múltiples contextualizaciones. Porque también es foucaultiano (y como tal lo adopto) considerar que no se trata de recluirse en un único texto como documento pretendidamente suficiente, sino de ver a tal texto como monumento, en cuanto cambiante, con pérdidas, agregados y con sucesivas interpretaciones dependientes del contexto social e histórico en el que se lo percibe; o sea, que sólo encuentra su necesario complemento, en función de otros textos ajenos y distintos de los que depende para que pueda construírsele cierta aceptable comprensión. Según esto, todo texto (simbólico, icónico o indicial) recibe su interpretación en el contexto de otros textos (cuya pertinente calidad indicial, icónica o simbólica, no tiene por qué corresponderse con la del texto en estudio) por lo que es desafío fundamental para el semiólogo analista establecer cuáles sean esos textos, en relación a cuya selección deberá arriesgarse a formular las correspondientes hipótesis, el cargo de cuya prueba le compete exclusivamente. Y, así, habiendo logado probar que tales son los concretos significados de los términos en estudio y que tales son los concretos textos en los que se construyen esos significados, tanto el de los términos con los que se construyen las culturas que se disputan la vigencia hegemónica, como el de los términos con los que se construyen las múltiples culturas marginales, y hasta el significado del más insignificante (al menos en apariencia) lexema por el que se interrogue, habrá logrado probar también la validez de su método y la de sus hipótesis.

8.6 Los mundos semióticos posibles

Acerca de los mundos posibles en su relación con la semiótica, hay algunos trabajos notables y esclarecedores. Me limito a mencionar a Umberto Eco (1989a) y también a Vaina, Runcan y Roscau (1977) como editores y autores, en la revista Versus, Nº 17: Théorie des mondes possibles et sémiotique textuelle.

Pero no cualquier mundo posible es un mundo semiotico posible (habitualmente: MSP), y sería necesario ir perfilando su diferencia y operatividad específica. Creo que se puede ir configurando lo llegará a constituir un instrumento semiótico importante, al servicio de las Ciencias Sociales (ver, también, en este mismo texto: 10 Los Mundos Semióticos Posibles, en la investigación social).

Las etapas lógicas que conducen a tales MSPs serían las siguientes: (1) Aplicación. Toda significación se produce por la aplicación de determinado texto pansemiótico a la producción de la significación de una determinada entidad o fenómeno (y, una vez más, recuerdo que la expresión “texto pansemiótico” propone incluir en su designación a toda materia prima textual: símbolos [como, p.e., palabras, números, letras de lógica proposicional], iconos [como, p.e., imágenes visuales] o índices [como, p.e., comportamientos ritualizados u objetos exhibidos en museos y vidrieras comerciales e, incluso, animales en zoológicos]). Este texto no es uno único, sino que existe una pluralidad de textos en competencia por obtener la hegemonía en cuanto a cuál sea el texto pansemiótico que se impone como vigente, por la mayor adhesión de intérpretes. Ninguna entidad o fenómeno tiene significación en sí, sino que el que se le atribuya proviene de la historia de los textos que lo tuvieron por referente y de la dispersión de los textos que los tienen por referente en un momento determinado.

(2) Circulación, transformación de un texto observable en una interpretación mental y proyección de esta interpretación sobre una entidad o fenómeno del mundo. Este texto pansemiótico (uno o múltiples pero, en cada caso, analizable en su singularidad) circula en determinado momento de determinada comunidad entre sus integrantes y es interpretado por éstos de modo que le atribuyen, a la entidad o fenómeno que es su referente, una o múltiples interpretaciones que constituyen las significaciones vigentes de tal entidad o fenómeno.

(3) Pluralidad de esquemas interpretativos mentales. Se supone que el sistema mental disponible, al que cada intérprete remite el texto pansemiótico para su interpretación, es diferente en cada intérprete, pero relativamente homogéneo en el conjunto de intérpretes que participan de un mismo ámbito socio-cultural. Este supuesto (“semiosis ilimitada”) permite inferir que sean identificables grupos de esquemas interpretativos relativamente homogéneos entre sí (o sea, que admiten diferencias, sin llegar a la contradicción), frente a otros grupos de esquemas interpretativos también relativamente homogéneos entre sí, pero contradictorios con los primeros, sin que pueda establecerse a priori cuantos grupos contradictorios llegarán a identificarse.

(4) Materialización de la interpretación mental en un texto observable. Lo ocurrido en la mente de cada intérprete y por tanto la conformación de determinados grupos relativamente homogéneos entre sí y contradictorios con otros determinados grupos relativamente homogéneos entre sí y en lo que se refiere a los esquemas interpretativos utilizados y a sus resultados, es completamente indiscernible, salvo su exteriorización en un nuevo texto, de entre los pansemióticamente disponibles (mediante p.e. palabras y/o imágenes y/o comportamientos) y según la forma en que se exteriorice. De aquí que podamos decir que el significado constituye una entelequia metafísica hasta que se materializa en un texto observable.

(5) El texto producido por los intérpretes materializa la significación atribuida a la entidad o fenómeno del mundo. A partir del texto pansemiótico, producido por cada integrante de cada grupo diferenciable de intérpretes y relativo a la interpretación que le atribuye a la entidad o fenómeno observado, es posible conocer cuál sea el significado atribuido por cada intérprete y por cada grupo de intérpretes a la entidad o fenómeno que constituye el referente de tal texto.

(6) Suponiendo válida la distribución en estas 5 etapas del proceso de atribución de significado a una entidad o fenómeno del mundo, la semiótica tendría que dar cuenta de qué operaciones analíticas y constructivas pone a disposición de los investigadores que pretendan explicar el proceso por el que se le atribuyó, a dicha entidad o fenómeno, determinada y no otra significación.

El conjunto de tales operaciones y de los resultados alcanzados mediante su intervención, constituyen lo que he denominado “mundos semióticos posibles.”

Resumiendo, con el criterio de que el resumen enriquezca, al condensarlo, al texto inicialmente expandido, podríamos decir que se requiere la obtención de los siguientes resultados:

(1) Propuesta, por su productor, de aplicación de un texto a un ente.

(2) Aceptación, por el intérprete, de este texto como generador de la interpretación que le atribuye determinada significación al ente en estudio.

(3) Dispersión de los esquemas interpretativos disponibles en determinado momento y sociedad.

(4) Exteriorización de la interpretación elaborada, mediante un nuevo texto producido por el intérprete.

(5) Conocimiento, por un tercero, del significado atribuido al ente, mediante el conocimiento del nuevo texto producido por el intérprete.

(6) Recuperación del resultado de cada secuencia coherente (internamente no contradictoria) del proceso señalado, como la configuración de un determinado mundo semiótico posible.

Hasta aquí, se han identificado 6 pasos o etapas, correspondientes a la tarea analítica de la semiótica en procura de explicar el proceso de producción de determinada significación, el proceso de su comunicación y el proceso de su transformación.

Aclaración: (a) la afirmación de que sean 6 pasos es meramente tentativa y vale como una aproximación a la descripción de la tarea que correspondería a un análisis semiótico concreto; (b) el contenido de cada uno de tales pasos, su secuencialidad y el resultado obtenido al término de cada uno de ellos es igualmente tentativo y exploratorio; (c) conviene tener en cuenta la diferencia que establezco entre la facultad semiótica y la disciplina semiótica. Los 6 pasos y sus contenidos corresponden a la disciplina; o sea, no estoy tratando de formalizar la tarea de explicar el proceso de producción de la significación (en cuanto funcionamiento de la facultad semiótica), sino la de explicar cómo se justifica que se le haya asignado determinada significación a determinadas entidades del mundo, (en cuanto producto de las operaciones cuya identificación, proceso de funcionamiento y eficacia es el objeto de conocimiento de la disciplina semiótica).

Lo que ahora voy a intentar ahora, de modo igualmente tentativo y exploratorio, corresponde a este último aspecto, o sea, a proponer la identificación, funcionamiento y eficacia de las operaciones semióticas implicadas en el proceso de explicación del significado atribuido a determinado ente, según el modo como éste adquiere la calidad de existente para el conocimiento (o sea, cómo adquiere su calidad ontológica) en determinado momento de determinada sociedad (o grupo social perteneciente a tal sociedad, o individuo perteneciente a tal grupo social). Al atender a las operaciones resulta necesario referirse a la clase de información sobre la que actúan, es decir, se requiere haber identificado los textos pansemióticos del corpus involucrados en la producción de la significación en estudio, así como haber justificado tal involucración o pertenencia necesaria. Para ello, trabajaré sobre la formulación sintética de los 6 pasos planteados, sin olvidar lo que enuncio en el previo desarrollo de esos mismos 6 pasos, también sintético, pero no tanto.

Tendríamos, entonces:

(1) Propuesta de aplicación de un texto a un ente.

Corpus Pertinente: conjunto de textos históricos que han tenido como referente a determinado ente.

Operación: identificación, en tales textos históricos, de la presencia de relaciones formales (sintaxis [simbólica], configuración [icónica] o disposición [indicial]) que podían proyectar una semántica posible sobre determinado ente en estudio.

(2) Aceptación de ese texto como productor de la interpretación que le atribuye determinado significado al ente.

Corpus Pertinente: textos históricos, contemporáneos de los mencionados en (1), en cuyas relaciones formales puede identificarse su correspondencia con las relaciones formales constitutivas de los concretos textos mencionados en (1). (O sea, identificación en el discurso de la comunidad de estructuras formales semejantes a las de los textos que se aplicaron, en un supuesto momento inicial (o en un ayer a determinar), al ente en estudio. O sea, la comunidad utilizaba, para referirse a dicho ente, estructuras semejantes a las utilizadas por quienes lo establecieron como referente de su discurso.)

Operación: constatación de la semejanza entre las estructuras formales identificadas en los textos originarios y en los utilizados por la comunidad en ese mismo momento.

(3) Dispersión de los esquemas interpretativos disponibles en determinado momento y sociedad.

Corpus Pertinente: recopilación de textos producidos, en el momento que interesa a la investigación (por lo general, en la actualidad, ya que interesa el significado que se le atribuye al ente en estudio, en un hoy a determinar), en una cantidad suficiente como para identificar la presencia de estructuras formales con un grado de diferencia tal que conducirían a interpretaciones semánticas contradictorias. Esto sirve, en general, como criterio acerca de la dimensión de determinada muestra en una investigación semiótica: no se trata de una operación probabilística de dimensión cuantitativa, sino de que llegue a registrar al menos una contradicción (es un mínimo lógico) en la respectiva interpretación semántica de las estructuras formales en estudio; mientras no se registra la presencia de la contradicción, la muestra es insuficiente, ya que no alcanza a dar cuenta de la pluralidad inherente a cualquier sociedad.

Operación: inferencia de los distintos esquemas interpretativos vigentes, a partir de la identificación de los distintos discursos sociales portadores de estructuras formales divergentes en cuanto a la generación de interpretaciones semánticas contradictorias.

(4) Exteriorización de la interpretación elaborada, mediante un nuevo texto producido por el intérprete.

Corpus Pertinente: el mismo establecido en el paso anterior (3).

Operación: lectura de los esquemas interpretativos obtenidos por la operación aplicada en el paso (3), seleccionando el conjunto de las estructuras formales que tengan como referente la interpretación semántica del ente en estudio.

(5) Conocimiento, por un tercero, del significado atribuido al ente, mediante el conocimiento del nuevo texto producido por el intérprete.

Corpus Pertinente: el mismo previamente establecido.

Operación: a partir de la identificación (sintáctica) de los conjuntos de las estructuras formales no contradictorias utilizadas, identificación (semántica) de las categorías conceptuales aplicadas a la atribución de sentido al ente en estudio. Reiteración de la operación en cada conjunto que contenga estructuras formales contradictorias con las restantes.

(6) Recuperación del resultado de cada secuencia coherente (internamente no contradictoria) del proceso señalado, como la configuración de un Mundo Semiótico Posible.

Corpus Pertinente: las estructuras formales-conceptuales identificadas en el paso anterior.

Operación: sistematización por semejanzas y diferencias, de las componentes semánticas identificadas, constituyendo conjuntos no contradictorios y diferenciando entre sí a tales conjuntos, por la presencia, en lugares simétricos de cada sistematización elaborada, de componentes contradictorios.

Estas propuestas, son semejantes a las aplicadas, en este mismo texto, en 12 Los Mundos Semióticos Posibles de “la muerte” en J. R. Jiménez y en J. Gelman. También se corresponde con el método empleado para elaborar el ejemplo propuesto en [80] Figura 1, de 24 La humanidad, la facultad semiótica y la historia del entorno.

8.7 El enfoque cognitivo de la semiótica como metodología

Continuando con la discusión metodológica, corresponde reflexionar sobre el enfoque cognitivo de la semiótica. Desde el enfoque peirceano podemos encontrar dos direcciones para la actual reflexión cognitiva. Por una parte, las propuestas identificatorias de las, primero, 3 clases de signos, después 9, extendibles a 27, 81 o, como múltiplos de 3, a cuantos tenga interés en explorar el investigador (Peirce, Ch. S., 1965/1931: 2.219-2.314; Guerri, C., 2003; Magariños de Morentin, J., 1983b [y aquí: 6. Charles Sanders Peirce]), o la otra combinatoria que relaciona y reconstruye 10 nuevos y complejos signos [ver aquí: 6.4.3 Los 10 signos de Ch. S. Peirce, en la génesis de las semióticas particulares;  y: 22.1 Los 10 signos de Ch. S. Peirce, en la génesis de la(s) semiótica(s) indicial(es)], o todavía otra en que se identifican 66 posibilidades semióticas (Peirce, Ch. S., 1965/1931: 2.243*; Marostica, Ana, 1998), todo ello surgiendo de sus 3 categorías originarias: forma, existencia y valor, requiere no caer en el prejuicio simplista de suponer que Peirce está construyendo una taxonomía, sino que requiere comprender esta inagotable propuesta de exploración de las funciones productoras de signos como la identificación de un conjunto (abierto) de operaciones mentales, relacionales, constructivas y aplicables a la interpretación de los fenómenos del mundo. Primer aspecto desde el cual el pensamiento de Peirce se recupera hoy, por su coherencia con las exigencias actuales de las ciencias cognitivas.

A su vez, la inclusión, en la propia estructura del signo, del interpretante, es otro de los rasgos que permiten comprender la actualidad de las propuestas de Peirce. No considera a quien percibe o es receptor o intérprete de un signo como alguien que percibe, recibe o interpreta un signo que ya preexiste completo antes de esa tarea mental de desciframiento o semantización, sino que ese signo no es tal hasta que no se ha cumplido la mencionada actividad mental de desciframiento o semantización. El proceso del conocimiento se incorpora al concepto de signo, siendo definitorio de sus características diferenciales.

La perspectiva metodológica de la semiótica que estoy proponiendo pretende (1) ser rigurosa, (2) trabajar mediante operaciones y no según modelos, (3) basarse en la textualidad material o positividad del discurso que postula Foucault, (4) ir construyendo el significado, sin darlo por hecho (o utilizando el método semiótico para cuestionar la propuesta hegemónica que pretenda establecer cuál sea el significado correcto y cuál el erróneo y falso de las entidades del mundo, como fue el redescubrimiento y la tarea refundadora de la semiótica por los estudiosos en la Francia de la década de los 60: Althusser, Barthes, Pêcheux, Badiou, Karsz, entre tantos) y (5) elaborar los mundos semióticos posibles que den cuenta de cómo se construyen las diversas, dispersas y contradictorias significaciones de los fenómenos sociales propios de cada época y sociedad. Todo ello es coherente con un tratamiento cognitivo como perspectiva epistemológica de la metodología semiótica ya que tiene que dar cuenta de cómo está operando la mente de cada intérprete (con los instrumentos que le proporciona su cultura, a partir de la estructura neurológica filogenética) en la configuración de los correspondientes signos, cuya enunciación atribuirá existencia ontológica a los aspectos del entorno que por su intermedio podrán ser percibidos e interpretados.

8.8 La investigación con metodología semiótica

La primera reflexión que propongo es que la tarea del método semiótico no consiste en producir la significación de los fenómenos sociales, sino en explicar cómo se ha producido tal significación o cómo se han producido las múltiples significaciones que adquiere, en determinado momento de determinada sociedad, determinado fenómeno social. El recorrido semiótico, para alcanzar dicha explicación, requiere (formulándolo a mero nivel de hipótesis que deberán resultar probadas al término de la correspondiente investigación) identificar los ámbitos sociales donde, los diversos sectores sociales involucrados en el interés de atribuir significación a tal fenómeno, producen los discursos que efectivamente lo hacen; discursos, aclarado una vez más, en los que intervendrán las diversas operaciones mentales propias de los símbolos, íconos y/o índices (en otras palabras, discursos no sólo verbales sino de imágenes y/o actitudes o comportamientos y/u objetos exhibidos para dar cuenta de otras entidades ausentes). Identificado (hipotéticamente) el o los correspondientes ámbitos sociales y seleccionados (hipotéticamente) los discursos emitidos, en relación al fenómeno en estudio, desde tales ámbitos, se requerirá establecer con qué operaciones analíticas se va a intervenir en las textualidades de tales discursos para (hipotéticamente) hacer surgir aquellas operaciones mentales mediante las cuales, desde esos ámbitos sociales, se atribuyó significación al fenómeno en estudio. Estas operaciones analíticas se requiere que sean específicas a la o las semiosis intervinientes. O sea, no sirve el análisis metalingüístico (en el sentido estricto de utilizar operaciones que reflexionan con palabras acerca de las palabras) para realizar el análisis de las imágenes, ni todas o cualquier clase de imágenes puede analizarse según las mismas operaciones, diferenciándose el análisis de las imágenes figurativas (o sinsignos icónicos), del análisis de las imágenes plásticas (“plástico” tomado en el sentido del Grupo µ; e “imágenes plásticas” en cuanto los peirceanos cualisignos icónicos) y del análisis de las imágenes conceptuales (o legisigno icónicos) (ver, aquí: 13: La(s) semiótica(s) de la imagen visual). No de todas estas semiosis tenemos las operaciones suficientemente formalizadas (o sea operativa y explícitamente definidas) como para poder aplicarlas al análisis. Es posible hacerlo en mucha mayor medida de lo que se piensa, lo que no excluye la necesidad de seguir investigando para ajustar las que existen y/o encontrar otras nuevas que vayan permitiendo hacerlo.

Uno de sus aspectos fundamentales está vinculado con el tema de la interpretación. Hay interpretación (1) en el productor de un texto, que tiene como referente a determinada entidad del entorno, y que está destinado a establecer la significación de tal entidad para que pueda ser percibida como existente ontológico. Hay interpretación (2) en quien interpreta ese texto asignándole una efectiva significación a dicha entidad. Hay interpretación (3) en quien percibe esa entidad como portadora de la significación atribuida por dicho texto. Hay interpretación (4) por los intérpretes de otras semiosis que compiten para conferir a la entidad en estudio otras significaciones diferentes e incluso contradictorias con la anterior (a partir de la interpretación (1b) que otro texto propone para la misma entidad; y a partir de la interpretación (2b) de ese otro texto; y a partir de la interpretación (3b) que genera la percepción de la misma entidad [que ya no es la misma] que proporciona ese otro texto). Este conjunto plural de interpretaciones constituye el conjunto de los mundos semióticos posibles disponibles en determinado momento de determinada sociedad que compiten para atribuir determinada significación a determinada entidad. Identificar a tal conjunto de MSPs y explicar los procesos de interpretación que lo originan es la finalidad fundamental de la semiótica como metodología de investigación, ya que su resultado proporcionará (caso de lograrse un éxito al que lo considero siempre parcial y sólo válido para el momento y sociedad en la que se lo está estudiando) la explicación acerca de cuál sea y qué significación se le atribuya al mundo del que determinado individuo y/o determinada sociedad obtiene su identidad.

Esquemáticamente (lo que quiere decir que hay mucho más para decir), la metodología semiótica es un instrumento para explicar las interpretaciones que, en determinado momento de determinada sociedad, recibe determinado fenómeno. O sea, que estoy afirmando (esquemáticamente) que nuestra metodología no tiene como objetivo fundamental producir la interpretación social de un fenómeno, sino explicarla. Claro que, si es cierto que podemos explicar, podríamos también decir, en un sentido cuasi-positivista de la explicación científica, que podemos predecir, lo cual no es lo mismo que producir, pero tienta bastante a quien puede hacer lo uno como para que también intente hacer lo otro.

¿Qué pretendo decir al afirmar que podemos explicar? (1) Que podemos dar cuenta de qué otros discursos han intervenido en la producción de determinado(s) discurso(s) que ha(n) puesto en circulación determinada(s) interpretación(es) de determinado fenómeno. (2) Que podemos dar cuenta de qué otros discursos han quedado excluidos, ignorados o rechazados (según los casos) por los productores de discursos en la oportunidad de producir aquellos que establecen las interpretaciones vigentes, desde las hegemónicas hasta las marginales, del fenómeno en estudio. (3) Que podemos dar cuenta de las mezclas de discursos, tanto coherentes como contradictorios, y también que podemos poner en evidencia, señalar, denunciar, proclamar este tipo de calidades de la mezcla y mostrar sus orígenes, sus pretendidas consecuencias, sus efectos deseados y ocultos, sustituidos, enceguecidos por la evidencia de los exhibidos, opacando ese enceguecimiento y advirtiendo acerca de las consecuencias ocultas que conlleva la aceptación de la interpretación propuesta en la contienda constante de interpretaciones en pugna, en cuanto instrumento indispensable para la conquista del poder.

¿Qué pretendo decir al negar que podamos producir? Que no es que podamos hacerlo en cuanto semiólogos, sino en cuanto usuarios de los discursos sociales, como cualquier otro “homo loquens” de nuestra sociedad; producir es una consecuencia de la facultad semiótica, explicar lo es de la disciplina semiótica. Esto es como tomar partido en aquello de si saber ayuda o no a crear. Yo no creo que ayude especialmente; y esto de “especialmente” quiere decir que no crea mejor el que más sabe. Ahora bien, el que sabe puede explicar la creación, más allá de lo que diga el creador, que habla desde su experiencia, pero no desde el discurso o el tiempo social donde su obra alcanza o no el reconocimiento de ser una creación y que es desde donde habla el analista y, entonces, aquí también nosotros en cuanto semiólogos. Estar capacitado para aplicar la metodología semiótica quiere decir que se está en posesión de un equipo instrumental para el razonamiento analítico y el razonamiento no es un instrumento adecuado y necesario para la producción. No lo es, al menos, como instancia previa a la creación, si bien puede ser de la mayor utilidad como operación posterior, cuando ya es posible (¡y muy fácil!) explicar la creación. Ya sé que voy y vengo entre los términos “producción” y “creación”, los cuales no son sinónimos (además, los sinónimos no existen; son frutos insípidos de mentes generalizadoras, de aquellas vilipendiadas por Foucault). Tomo la palabra “producción” con un contenido semántico más rico que el habitual; y tomo la palabra “creación” con un contenido semántico más pobre que el habitual. Lo que digo, en definitiva, es que no hay que ser semiólogo para producir (lo que tiene que ver con la textualidad) ni para proponer (lo que tiene que ver con la comunicación) una interpretación de un fenómeno que satisfaga a algún sector social; y también afirmo que no ayuda el ser semiólogo para crear (lo que tiene que ver con la desacreditación de bibliotecas, o pinacotecas, etc., preexistentes, de modo semejante a como una nueva ley barre con bibliotecas de jurisprudencia) ni para instaurar (lo que tiene que ver con la fugaz cúspide en el giro de la rueda de la fortuna) un nuevo discurso que implanta una interpretación diferente para los viejos fenómenos.

8.9 La semiótica como metodología y epistemología

La función de la semiótica en el ámbito de las ciencias sociales se concreta por su aporte como epistemología y como metodología. En efecto, considero que la semiótica proporciona (y/o irá proporcionando) instrumentos adecuados y eficaces para fundamentar (o sea, para justificar rigurosamente, en relación al conocimiento disponible) la explicación acerca de la significación que, en un momento y sociedad determinada, puede atribuirse (como propuesta hacia el futuro y como crítica del pensamiento cumplido) a un determinado fenómeno social (“social”, por estar elaborado en el discurso social y con independencia de la calidad natural o social propiamente dicha de su origen), siendo en cuanto tal una metodología.

Considero, también, que la semiótica proporciona (y/o irá proporcionando) instrumentos adecuados y eficaces para identificar, describir y evaluar los fundamentos, la consistencia y la racionalidad del proceso mediante el cual, en un momento de una sociedad determinada, se le atribuyó (como recuperación del pasado y como disponibilidad futura) determinada significación al fenómeno social en estudio, siendo en cuanto tal una epistemología.

Para evitar que las oscuridades inherentes al término “significación” conviertan a lo que acabo de escribir en el fragmento de alguna metafísica, considero a este término (según ya lo he anticipado en diversas oportunidades) como designativo de la materialización discursiva de la interpretación que, por estar vigente en determinada sociedad, un intérprete o un conjunto de intérpretes le atribuye/n a determinado fenómeno (al concepto originado a partir de la interpretación de un signo lo denomino ”significado”; para poder ser utilizado en una metodología rigurosa como pretende serlo la semiótica, se requiere su textualización o materialización enunciativa. Al resultado de atribuir un significado a un objeto semiótico (o entidad significativa del mundo), tarea social que se realiza mediante esa materializaciòn enunciativa, lo denomino “significación”. En el cerebro se construyen los significados que son incognoscibles hasta tanto se materializan en los correspondientes discursos (simbólicos, icónicos o indicials). Estos discursos o textos (según los consideremos con o sin semántica) muestran, proponen y producen los significados que le confieren a las entidades y a los fenómenos del mundo su significación. La pregunta relativa a establecer dónde se produce determinado significado se encuentra en el interpretante (pero es una indicación puramente especulativa, salvo que se haya materializado en una semiosis); la pregunta relativa a establecer dónde se manifiesta determinado significado se encuentra en un signo o enunciado (o texto o discurso); la pregunta relativa a establecer qué entidad del entorno resulta ontológicamente identificada al atribuírsele tal significación encuentra su respuesta en el objeto semiótico. O sea, la significación no es una interioridad privativa de un sujeto, ni una entidad que se asienta en la mente de los integrantes de determinada sociedad, sino que consiste en aquella representación de un concreto fenómeno social materializada (o materializable) mediante una determinada semiosis (en cuanto propuesta perceptual, acerca de la forma posible de su existencia, dirigida a la comunidad) que le confiere, a tal fenómeno, una determinada existencia cognitiva. Los recursos para concretar esta materialización son múltiples y abarcan desde la utilización de los códigos convencionales colectivamente disponibles, pasando por la transformación de la convencionalidad de sus reglas, hasta la exteriorización enunciativa, en mayor o menor medida hermética, de la experiencia individual. Por tanto, la explicación acerca de la significación atribuida, en determinado momento de determinada sociedad, a un determinado objeto semiótico, requiere identificar el texto en el que se materializa el significado que determinado interpretante propone asignarle al objeto semiótico en estudio.

Todo esto tiende, como constante ineludible y que es necesario formular expresa y explícitamente en cada investigación, a la identificación y descripción del funcionamiento de las operaciones semióticas que intervienen, como metodología, para proporcionar eficacia y rigor a las investigaciones destinadas a explicar la producción de la significación y, como epistemología, para establecer los fundamentos, la consistencia y la racionalidad de tal explicación. Lograrlo y actualizarlo permanentemente, en función de la historia del estado de conocimiento de ambas disciplinas, constituye, a mi modo de ver, nuestra primera y fundamental responsabilidad en cuanto semiólogos.

 8.10 La metodología y el análisis histórico del cambio semiótico

[21] Historia de los sistemas semióticos II.

 

Éste constituye el segundo desarrollo del esquema [2] 2.1.6 Lenguaje / Facultad semiótica y que, a su vez, se completa en [81] 25 Hacia una nueva historia de los sistemas semióticos.

Lectura del esquema [21].

A partir de la interacción de los tres elementos básicos (organizadores pero insuficientes): Pensamiento, Semiosis, Mundo, la metodología de estudio, cuando interesa establecer la historia o el cambio en la vigencia y eficacia de una determinada semiosis (y no hay estudio completo de la construcciòn de la significación de un ente que pueda prescindir de su historia), requiere dar cuenta de los siguientes aspectos:

1/ Identificación del sujeto productor de determinada semiosis actual, que se hipotetiza aplicable al ente en estudio.

2/ Identificación del sujeto intérprete que percibe e interpreta, en determinada actualidad, la semiosis enunciada por el sujeto productor.

3/ Identificación de la semiosis efectivamente producida e interpretada, que se concreta en el discurso (simbólico, icónico, indicial) vigente en determinado momento de determinada sociedad, y que se hipotetiza como productora del ente referencial en estudio.

4/ Identificación del Borde 1 de la semiosis seleccionada por el investigador, que contiene los nuevos signos y la nueva gramaticalidad (icónica, indicial o simbólica), ahora disponibles, pero que no estaban disponibles en un momento anterior.

5/ Identificación de la transformación que producen esos nuevos signos y/o nueva gramaticalidad y por la que puede percibirse (como “X”) lo que hasta este momento era imperceptible (“?”).

6/ Identificación del Borde 2 de la semiosis seleccionada por el investigador, que carece de los signos y de la gramaticalidad anteriores (icónica, indicial o simbólica), ahora opacados y no disponbles, pero que estaban disponibles en un momento anterior.

7/ Identificación de la transformación que produce la no disponibilidad de esos signos ni de esa gramaticalidad y por la que deja de poder percibirse (“?”) lo que hasta ese momento era perceptible (“Y”).

8/ Designación como “entorno entrópico” a lo que, existiendo ónticamente, no puede percibirse, ahora, (“?”) al no poder ser enunciado por carencia de los signos y/o de la gramaticalidad necesarios para ello.

9/ Designación como “mundo: objeto semiótico” a lo que, existiendo ontológicamente, puede percibirse, ahora, (“X”) al poder ser enunciado por disponer de los signos y/o gramaticalidad necesarios para ello.

10/ Identificación del doble efecto que produce la disponibilidad de toda nueva semiosis: (a) adquisición de la posibilidad de percibir nuevos entes que configuran un nuevo “mundo semiótico”; y (b), simultáneamente, pérdida de la posibilidad de percibir entes que retornan al “entorno entrópico”, En resumen, todo cambio en una semiosis (y las semiosis cambian constantemente; en ello consiste la calidad histórica de la humanidad) abre y clausura posibilidades de conocimiento. Lo que también implica que todo conocimiento depende de la semiosis desde la que se conoce.

 

 

 

 

 

II

SEMIÓTICA SIMBÓLICA


9 CLAVES EPISTEMOLÓGICAS Y OPERACIONES METODOLÓGICAS ELEMENTALES

9.1 MICHEL FOUCAULT. REINTERPRETACIÓN A PARTIR DE LA ARQUEOLOGÍA DEL SABER

La lectura y la comprensión de las propuestas foucaultianas son fundamentales para establecer los objetivos y las operaciones coherentes con tales objetivos, cuando se enfoca la realización de un estudio o investigación en el ámbito de la semiótica simbólica.

Recuérdese que entendemos por semiótica simbólica aquella metodología de investigación destinada a explicar el significado de determinados fenómenos sociales, cuando su representación/interpretación ha sido socialmente producida por textos simbólicos. En el sentido peirceano, "textos simbólicos" designa predominantemente al habla, pero también a cualquiera otra semiosis en cuyos signos predomina el aspecto convencional (o sea su interpretación requiere, centralmente, del conocimiento de la convención social que les da vigencia) y, en consecuencia, constituyen un sistema virtual de fuerte o, al menos, relativa formalización (o sea, los signos se relacionan según reglas estables e identificables).

Por esto, el aporte de Foucault ha sido decisivo para la organización de los criterios y operaciones que constituyen la Escuela del Análisis de Discurso. Su aplicación a otras semiosis como la icónica y la indicial requiere transformaciones y ajustes para no desvirtuar la eficacia específica, y las reglas de producción de tal eficacia, correspondiente a esas otras semiosis.

A lo que apunta Foucault es a mostrar cuáles son las características de esa entidad a la que designa como "enunciado" (apartándose de su significado más difundido y redefiniéndolo a lo largo de toda esta obra) y que, de manera muy peculiar, construye el significado de aquello a lo que se refiere. El mantenimiento o la diferenciación (e, incluso, la contradicción) de las reglas que intervienen en su producción será fundamental para identificar a cada una de las “formaciones discursivas” (o, según la designación que les atribuyo en mis tareas metodológicas, “mundos semióticos posibles”) vigentes en determinado momento histórico de determinada comunidad y atribuir, a cada una de ellas, su respectiva eficacia en la disputa por la aceptación hegemónica de su propuesta de atribución de significación al entorno.

 

La arqueología del saber es un texto de reflexión epistemológica, en el que Foucault formula un programa de investigación, sin concretar específicas operaciones metodológicas, pero fijando las características y condiciones a las que tales operaciones deberán ajustarse. Es un documento crítico respecto de ciertas prácticas habituales en las tareas académicas de investigación de textos, en las que Foucault va señalando trampas cognitivas, ineficacia explicativa, desvíos implícitos, que dificultan o incluso impiden alcanzar la explicación del proceso de producción del significado, tal como se pretende que quede evidenciado mediante el análisis de los textos en estudio.

Ésta es, al menos, una de las lecturas posibles de esta obra; lo que digo con plena conciencia de no agotar su riqueza conceptual; y también con la plena conciencia de haber tomado cierta independencia que, en ocasiones, llega a la heterodoxia, siempre con el objetivo de recuperar la potencia metodológica de sus sugerencias. Ésta es, por tanto, la lectura que propongo para fundamentar las características del rigor metodológico con el que considero necesario que trabaje la semiótica para responder a sus posibilidades analíticas y no caer en la fácil banalización que tanto la ha perjudicado.

Las propuestas de Foucault son aplicables y son útiles en los diversos ámbitos de las ciencias sociales. Conviene tener en cuenta que su referencia a la historia, a la economía, a la lingüística, a la antropología, a la medicina y a la psiquiatría, para nosotros al menos, son enfoques ejemplificativos que permiten focalizar los problemas que va tratando. No los asumamos como un obstáculo (en cuanto eventual distancia de nuestros inmediatos intereses académicos), sino como un puente operativo hacia la aplicación concreta de los conceptos propuestos.

 

A continuación formulo, en mis propias palabras y según mi propia interpretación, algunas claves del pensamiento de Michel Foucault que conviene tener presentes mientras se lee el texto de La arqueología.

 

ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω

 

 

 

Claves (y apropiación) del pensamiento de Michel Foucault

 

1. Al producir discursos se construyen las entidades (objetos, conceptos, fenómenos sociales) de las que se habla. Cómo se las representa pretende inducir cómo se las interpreta-identifica.

 

2. La construcción del significado de determinadas entidades ocurre a partir de la materialidad textual del discurso que la representa o interpreta. Lo anterior fundamenta uno de los principales axiomas de la metodología semiótica: no hay semántica sin sintaxis.

 

3. Lo no dicho en un texto (pero leído o percibido "entre líneas" por el intérprete) está dicho en otra parte (el trabajo metodológico consiste en identificarlo y recuperarlo contrastantemente).

 

4. Establecer la significación de un fenómeno social no quiere decir mostrar una síntesis en la que consistiría tal significado. El conocimiento no consiste en mostrar lo que diversos fenómenos tienen en común, sino en mostrar la dispersión de interpretaciones que recibe un mismo fenómeno cuando se lo construye a partir de determinado conjunto de discursos.

 

5. Una investigación también deberá dar cuenta de la disputa por la hegemonía en la utilización de uno u otro de tales discursos para la construcción de la significación en estudio.

 

6. De aquí surge otro axioma de la metodología semiótica: toda semántica es diferencial, o sea, establecer su valor o su eficacia requiere diferenciarla de otra semántica construida desde otro discurso.

 

7. El significado proviene del “afuera”; importancia de identificar el “triedro de saberes” que constituyen las Ciencias Sociales (economía, psicología y lingüística) a partir de la “descentración del sujeto” planteada, desde sus respectivas disciplinas y con sus específicas características, por Marx, Freud y Saussure. La identidad proviene de la tarea de atribución de existencia ontológica a las entidades del entorno; luego éstas la condicionan.

 

8. Todo lo anterior implica una actitud objetivamente relativista, en cuanto se está afirmando que no existe un significado único y verdadero que sea el propósito de la búsqueda a través de la investigación.

 

9. Por tanto, el significado recuperado, mediante el análisis del correspondiente discurso social (en la pluralidad de sus manifestaciones), es el que está vigente (o más bien, está constituido por el conjunto de los significados vigentes) en determinada sociedad (o grupo social) y en determinado momento en la historia de esa sociedad. Por tanto y en definitiva, una investigación no prueba cuál es el significado verdadero, sino cuál está vigente en determinada sociedad y en determinado momento de la historia de esa sociedad.

 

ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω ω

 

9.2 MANUAL OPERATIVO PARA LA ELABORACIÓN

 DE “DEFINICIONES CONTEXTUALES”

 Y “REDES CONTRASTANTES”*

9.2.1 Introducción

El mayor desafío al encarar un proyecto de investigación es encontrar la metodología adecuada a su objetivo. Durante varios años hemos ido elaborando nuestras pautas metodológicas, en relación con nuestro proyecto sobre el Análisis Semiótico del Discurso Político, que tiene por título "¿Cuál es el futuro de la democracia en América Latina?". Una primera línea metodológica la desarrollamos en "La semiótica de enunciados", que actualmente forma parte de Los fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica (Magariños de Morentin, 1996). Pero la aplicación de ese texto mostró que se hacían necesarias algunas explicaciones acerca de la operatoria concreta que permitiera utilizar plenamente la metodología que se proponía a los discursos en estudio. Una afortunada coyuntura nos exigió una respuesta más práctica a tales aspectos. La Organización Panamericana de la Salud (OPS), Delegación Argentina, solicitó nuestro asesoramiento metodológico, así como el concreto apoyo analítico de dos investigadoras del equipo: las Per. Teresa Poccioni y Nancy Fernández, para su Proyecto "Equidad de género en la dimensión socio-emocional de la calidad de atención en salud", que, con la dirección de la Lic. Patricia Pittman, se desarrolla en la Argentina. De esta exigencia surgió este "Manual Operativo". Sus ejemplos están tomados de entrevistas en el ámbito de la salud, en sectores urbano-marginales; no obstante, metodológicamente, el tratamiento es homólogo al que se aplica al análisis del discurso político, ya bien sea sobre el texto de efectivos discursos de políticos, o sobre documentos, como lo hicimos al analizar la Declaración de Viña del Mar, surgida de la VI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno, que tuvo lugar en noviembre de 1996, o sobre los artículos de periodistas políticos o sobre entrevistas a la comunidad para buscar el contraste, en el uso cotidiano, de los conceptos utilizados en los estamentos específicamente políticos. El método trasciende la concreta tarea del análisis político y se propone como un instrumento importante, pero que nunca será el definitivo, para la comprensión de cómo se producen los contenidos de la significación en el ámbito de las ciencias sociales.

9.2.2 Supuestos y disciplinas

Las operaciones metodológicas que aquí se proponen y describen provienen de una síntesis entre la Semiótica Cognitiva y el Análisis del Discurso. Se basan en considerar que las investigaciones sociales son investigaciones científicas y que el objeto de conocimiento de tales investigaciones son los discursos sociales mediante los que determinada comunidad se representa/interpreta los fenómenos de su entorno. Por ello, la calidad del análisis acerca de tales discursos será la de constituir un metalenguaje1, específico a esos mismos discursos, consistiendo su valor científico en la identificación de las reglas mediante las que, en el caso especifico del corpus en estudio, producen la representación/interpretación de los fenómenos de los que hablan.

La Semiótica Cognitiva aporta la formulación de 3 supuestos fundamentales: 1) no hay semántica2 sin sintaxis3 (lo que no implica afirmar la equivalencia entre una y otra); 2) todo lo efectivamente dicho se corresponde con una posibilidad de decirlo preexistente (esto equivale a decir que todo texto proviene de un sistema pertinente, el cual, al menos desde un punto de vista lógico, antecede a dicho texto), por lo que, a partir de lo efectivamente dicho puede inferirse el sistema sintáctico-semántico de donde procede, y 3) que estas posibilidades de decir no son individuales sino que se comparten con la comunidad a la que pertenezca dicho productor del texto (en cuanto el productor de cualquier texto comparte alguna, al menos, o, por lo general, varias de las "Formaciones Discursivas4" vigentes en tal comunidad). La recuperación de estas "Formaciones Discursivas" es uno de los objetivos principales de la metodología semiótica que aquí se propone.

El Análisis del Discurso, por su parte, es una metodología cualitativa cuyo objetivo consiste en establecer el contenido semántico de los conceptos correspondiente a los términos efectivamente utilizados en determinados textos, cuyo análisis se considera interesante. Proviene, por una parte del estructuralismo norteamericano, a través de los continuadores de la obra de Zellig Harris (1954) y, por otra, de la escuela francesa de análisis de discurso, originada en los trabajos lingüísticos de Michel Pêcheux (1969,1975) y en las reflexiones sobre epistemología de la historia y crítica del discurso de Michel Foucault (1969, 1971), todo ello continuado por lingüistas, sociólogos y politicólogos vinculados a la revista Langages. En sus aspectos más actuales se basa en los desarrollo de la lingüística cognitiva realizados, entre otros, por Ray Jackendoff (1983, 1989, 1992), Ronald Langacker (1987, 1991), George Lakoff & Mark Johnson (1980) y George Lakoff (1987).

Fundamentalmente, se diferencia del análisis del contenido5 al no admitir conocimiento a priori de ninguna clase, en cuanto al contenido semántico del lenguaje, sino que se propone explicar, respecto de cada término, de qué modo construye tal contenido o significación en función de su uso en el contexto material y positivo en el que aparece. El significado es una construcción cuya materia prima es lo efectivamente dicho en el discurso, sin que sea lícito acudir al conocimiento que pueda tenerse de la historia de las ideas o de la cultura de determinada comunidad (salvo que se aporten los textos correspondientes).

9.2.3 Operaciones analíticas

Los que siguen son algunos criterios para la adopción de determinadas decisiones que debe tomar el analista al trabajar en el marco de La Semiótica de Enunciados (Magariños de Morentin y colab., 1993; Magariños de Morentin, Juan A., 1996). Provienen de la experiencia analítica de investigaciones efectivamente realizadas durante los últimos 7 años. Se supone que se trabaja sobre textos originariamente producidos en forma escrita o ya bien sobre desgrabaciones escritas de textos originariamente producidos en forma oral.

Desde la perspectiva de La Semiótica de Enunciados, la primera operación analítica de intervención en un texto es la de segmentación. No obstante, por lo general, pero especialmente tratándose de textos (desgrabaciones) procedentes de la oralidad, es necesario proceder a cierta normalización previa, en los estrictos límites y con las estrictas condiciones que se describen a continuación.

9.2.3.1. La normalización

Es tarea que exige un particular cuidado, para evitar (o advertir, cuando corresponda) el añadido o la eliminación, en el texto en estudio, de términos o expresiones consideradas respectivamente procedentes o improcedentes de acuerdo con la interpretación (semántica) que realice el analista.

Tampoco se trata de una normalización que implique transformar un texto, adecuándolo a determinado modelo procedente de alguna gramática normativa, para establecer su forma "correcta". Con esta salvedad, la normalización puede requerir dos clases distintas de intervención: 1) recuperaciones, que predominantemente lo serán de correspondencias anafóricas, catafóricas o de implícitos sintácticos (sujetos elididos u otros recursos de la economía del habla); y 2) procesamiento de construcciones sintácticas incompletas (expresiones truncadas, cambios de estructuras gramaticales, etc.).

En lo que se refiere a la normalización, la intervención del analista puede ser estrictamente sintáctica o contener alguna inferencia semántica que, no obstante tener una base sintáctica, implique una apreciación que ubique en el texto un término o expresión cuya efectiva necesariedad sintáctica corre por riesgo y cuenta del analista. Ambas situaciones deben diferenciarse mediante las marcas gráficas metalingüísticas correspondientes. Se sugieren las siguientes: las incorporaciones sintácticamente justificadas se incluirán entre paréntesis: "(...)"; las incorporaciones de términos o expresiones que el analista considera que faltan por economía u omisión involuntaria del productor del texto, pero que no encuentran una efectiva justificación sintáctica, se incluirán entre corchetes: "[...]".

La importancia de marcar esta diferencia radica en dejar constancia del mayor margen de criticabilidad que ofrecen las segundas, frente a la mayor evidencia de efectiva probabilidad sintáctica de las primeras. En ningún caso, ante fenómenos semióticos: lingüísticos, gráficos, etc., se mueve el analista en los espacios de la necesariedad, ni puede permitirse el de la arbitrariedad absolutas; pero, como se pretende el máximo rigor y criticabilidad de los pasos analíticos por los que procede hasta llegar a las conclusiones que formule, debe dejar constancia de la calidad, más ceñida a la textualidad o más dependiente de alguna forma de interpretación, de las modificaciones que introduzca en el texto original. El lector que evalúe el proceso analítico debe estar en condiciones de aceptar o rechazar tales intervenciones modificatorias en cada uno de los pasos del análisis efectuado, ya a partir de esta inicial normalización. En definitiva, la normalización sólo es permisible en los casos en que lo requiera la comprensibilidad elemental del texto que se analiza, lo que, ante cada segmento hacia cuya identificación se tiende, implica completar la estructura sintáctica de la expresión en estudio. (Ver Anexo: I. Normalización)

9.2.3.2 La segmentación

En cuanto a la segmentación, ésta tiene por objetivo disponer de las partes de un texto que se consideran básicas o elementales (no mínimas, en el preciso sentido semántico, ya que eso lo constituyen los "enunciados"; ver Magariños de Morentin y colab., 1993, p.9) para la construcción de la significación. El criterio intuitivo e inmediato (que excluimos) para establecer los cortes inicial y final de cada segmento se apoyaría en la idea de la producción de una unidad semántica. El riesgo de seguir este criterio consiste en la subjetividad inherente a la identificación de determinada secuencia textual como la unidad semántica en cuestión. Dado que todo segmento está incluido en una unidad semántica mayor, con la totalidad de la cual guarda, supuestamente, relaciones de contigüidad, continuidad, coherencia y cohesión semánticas, establecer el comienzo y el final del segmento en estudio podría abarcar dimensiones que perjudicarían la tarea analítica, ya que dependerían, caso de adoptarse el criterio semántico, de decisiones individuales del analista, no siempre (o más bien, en pocas oportunidades) intersubjetivamente compartibles.

Esto hace que la adopción de un criterio sintáctico proporcione un fundamento más objetivo, aunque tampoco exento de problemas. La sintaxis (para cuya identificación puede seguirse alguna de las gramáticas de vigencia reconocida) garantiza la objetividad por pertenecer a una disciplina diferente a aquella o aquellas involucradas en la investigación (salvo en el caso de un análisis metalingüístico, lo que, provisionalmente, excluimos); el recorte, por tanto, no estará influido por los preconceptos que el manejo de las correspondientes disciplinas puede inducir en el analista. Esto no contradice lo afirmado anteriormente acerca del rechazo a tomar como modelo alguna gramática normativa, para establecer la forma correcta de determinado texto; no es lo mismo analizar la presencia y la eficacia de determinadas categorías gramaticales en función de alguna determinada sintaxis, que es lo que aquí se propone, que corregir estructuras oracionales supuestamente mal formadas según alguna gramática de un hablante-oyente ideal, que es lo que aquí se excluye.

El criterio sintáctico cuenta, en principio, con el aval, casi unánime, de los estudiosos de la semántica, en cuanto consideran a la sintaxis como el conjunto de las relaciones necesarias, pero no suficientes, para la construcción del significado (Jackendoff, 1983: 57). Aplicar el criterio sintáctico para identificar los segmentos textuales elementales con valor semántico implica dejar provisionalmente de lado la subjetividad del analista y contar con la aceptación, por parte de este analista, de la eficacia de una operación para la cual dicho analista se somete a reglas objetivas, formalmente enunciadas e independientes de la interpretación que él pueda formular respecto del texto que analiza.

El criterio sintáctico de segmentación puede formularse en los siguientes términos: se marcará el comienzo y el final de un proceso textual (en sentido hjelmsleviano) tal que contenga una oración de base y sus modalizadores (si los hubiese). Se entiende por "oración de base" el mínimo textual que puede quedar representado por la proforma: FN + FV [FV = V + FN].

A esta oración de base se le incorporarán las modalizaciones que afecten a cualquiera y a todos sus componentes sintácticos. Esto quiere decir que a partir de una estructura (si está completa) del tipo: FN + [V + FN] se identificarán y se incorporarán, como partes integrantes de la segmentación buscada, todos aquellos términos y/o expresiones que aparezcan en vinculación sintáctica con cualquiera de las tres partes (posibles) de la oración de base. Al exigir que tales modalizaciones se encuentren sintácticamente vinculadas se excluyen las vinculaciones que puedan establecerse con otras partes del texto en base a relaciones puramente semánticas. O sea, de cada modalización aceptada como sintácticamente vinculada a alguno de los componentes de una oración de base, debe poderse identificar la marca textual que establece dicha vinculación.

Dependiendo de lo que busca establecer (en cuanto al sistema virtual de tales posibilidades) el analista, pueden tomarse todos los segmentos identificados o seleccionar aquellos que son pertinentes para la finalidad del análisis en cuestión. Aquí otro punto de riesgo, ya que la selección puede sesgar el análisis hacia una evaluación preconcebida. En este sentido, la exigencia de exhaustividad planteada ya por J.-J. Courtine (1981: 22) requiere tomar en consideración cada uno de tales segmentos; incluso, para excluirlos, deberá establecerse la razón de esa exclusión. (Ver Anexo: II. Segmentación)

9.2.3.3 Las definiciones contextuales

Supongamos, por ejemplo, que lo que se trata de establecer, en base a nuestro texto, son las características de la construcción semántica de determinados nombres, en función de los contextos en que los ha utilizado su productor; tal es la finalidad fundamental de las llamadas "definiciones contextuales", hacia las que se dirige la continuación de la tarea analítica.

Es muy posible que, en cada caso, haya que efectuar, todavía, determinadas modificaciones, que se irán viendo. Resulta imposible prever y categorizar sistematizándolas, todas las situaciones que pueden presentarse, ya que, por tratarse en este caso de un registro de la oralidad, entramos en aquel universo "heteróclito" del que hablaba Saussure, más allá de lo que los estudios pragmáticos han podido normalizar.

La definición contextual es aquella mediante la cual se establece el sentido que adquiere un término cualquiera, presente en determinado segmento textual completo6, en función del contexto al que dicho término aparece asociado en ese mismo segmento.

Con mayor precisión, también puede decirse que la definición contextual consiste en la transformación de determinado segmento textual completo, de modo tal que determinado nombre, efectivamente utilizado en dicho segmento textual, ocupe el lugar del N de la FN de una oración copulativa con cláusula de relativo7 (según alguna de las variantes de: "es aquel que..."), constituyendo el V ("es") junto con dicha cláusula ("aquel que...") la FV que completa la definición contextual.

La definición contextual tendrá una configuración semejante a la siguiente:

X es [aquel/la/lo + (preposición o expresión preposicional con q!8) + (resto del contexto de la oración)].

En cuanto a la "preposición o expresión preposicional", en función de la cual se rearticulará sintácticamente el resto del segmento textual completo, ella proporcionará expresiones sintácticas del tipo (en cada caso, exigidas por la estructura sintáctica del texto original):

X es [aquel/la/lo + que + (resto del contexto de la oración)]

X es [aquel/la/lo + en el que + (resto del contexto de la oración)]

X es [aquel/la/lo + con el que + (resto del contexto de la oración)]

X es [aquel/la/lo + para el que + (resto del contexto de la oración)]

X es [aquel/la/lo + desde el cual + (resto del contexto de la oración)]

X es [aquel/la/lo + respecto del cual + (resto del contexto de la oración)]

X es [aquel/la/lo + cuyo + (resto del contexto de la oración)]

Etcétera,

siendo esta enumeración meramente ejemplificativa. (Ver Anexo: III. Definiciones contextuales)

9.2.3.4 Ejes conceptuales, redes secuenciales y contrastantes

El siguiente paso, a partir de un determinado repertorio de definiciones contextuales, consiste en identificar los ejes conceptuales ordenadores, según los cuales pueden agruparse las definiciones obtenidas. Los conjuntos así constituidos son representativos de los distintos modos de atribuir significado a los correspondientes términos, por parte de la comunidad o sector social que produjo los discursos en estudio.

Toda definición contextual genera un eje conceptual que permite realizar búsquedas (preferentemente, a partir de un banco de datos nutrido con el conjunto de las definiciones analíticamente obtenidas) mediante las que se nucleen otras definiciones que comparten el mismo eje. (Ver Anexo: IV. Ejes y redes)

Una de las características del método es que permite identificar los ejes según los cuales distintos sectores de la comunidad le confieren distinto significado a los mismos términos, según lo que ha sido efectivamente dicho, así como también permite identificar las coincidencias. Si bien se puede estudiar de qué modo un determinado modelo construido a priori se encuentra efectivamente utilizado en el discurso de una comunidad (lo que caracteriza al método estructuralista y algunas variantes del análisis del contenido), la principal utilidad diferencial del método que aquí se propone es descubrir cuáles son las componentes y/o los rasgos prototípicos de determinados conceptos en estudio, tal como han sido utilizados en determinado momento por dicha comunidad (lo que caracteriza a esta práctica de la semiótica cognitiva y del análisis del discurso).

El análisis puede continuar estableciendo sub-ejes, en función de la profundidad de los objetivos que tenga la investigación. Una nueva lectura de los sub-ejes encontrados en cada eje permite reconstruir el correspondiente árbol.

En la medida en que tales árboles o redes se extraigan de uno o de varios discursos, darán lugar a una Red Secuencial o a una Red Contrastante. Un análisis no estará adecuadamente concluido hasta que, en el seno de una Red Contrastante, no aparezcan diferencias o contradicciones que garanticen que se ha llegado a la identificación de, al menos, más de una Formación Discursiva. La presencia, pues, de la diferencia o de la contradicción (el contenido de tal "diferencia o contradicción" deberá ser tal que provoque la inconsistencia del sistema axiológico y/o conceptual en estudio; ver Magariños de Morentin, 1996: 434) es condición necesaria pero no suficiente para afirmar la representatividad de la muestra sometida a análisis. Esta representatividad no tiene un fundamento estadístico, sino constructivo: debe acreditar que está representada la pluralidad social, de la que se afirma como hipótesis básica que es inherente a toda comunidad (lo que se confirma en la medida en que toda investigación demuestra la inconsistencia del sistema cultural de cualquier comunidad en estudio).

Todo lo cual va configurando el universo de valores y conceptos vigentes en la comunidad a la que pertenece quien habla.

La representación de la configuración diferencial de dicho universo de valores y conceptos, tal como aparece efectivamente enunciado en determinado corpus de discursos, es el objetivo específico al que aporta sus operaciones analíticas esta metodología semiótica.

9.2.4 Anexo

Se presenta aquí un ejemplo tomado de una de las entrevistas realizadas para el estudio. Se trata de segmentar el siguiente texto a los efectos de proceder al análisis de sus características en cuanto productor de significaciones.

Pregunta: Y dígame, ¿cuál es su experiencia con los médicos?

Respuesta: Mirá, yo he ido a médicos clínicos que no saben un cuerno. ¿Sabés lo que pasa? Yo te explico. Vos cuando tenés una enfermedad, el médico ¿sabés lo que hace? Te dice: "Bueno, tiene que tomar esto", qué sé yo, "el régimen éste"; pero no te explica cómo tenés que..., por qué es eso, ¿entendés? Entonces, ¿vos tenés conciencia de lo que tenés?, ¿por qué?, ¿cuál es el problema de tu enfermedad?, ¿cómo apareció? Porque a mí me apareció de grande, en mi familia no hay ningún diabético y yo tengo muchachos que por ahí tienen síntomas de diabético y no lo saben y les digo: "pero, ¡hacete un coso!" Y ellos dicen: "Sí, porque tengo sed, orino mucho de noche, que patatín, patatán" y uno no le da bolilla a eso, ¿viste? De cada un diabético hay otro diabético, ¿sabías vos eso?

9.2.4.1 Normalización

mirá# yo he ido a médicos clínicos que no saben un cuerno# ¿(+vos)10 sabés lo que pasa?# yo te explico (=lo que pasa)# vos cuando tenés una enfermedad# el médico ¿(+vos) sabés lo que hace?# (+el médico) te dice# bueno# (+usted) tiene que tomar esto [un remedio]# qué sé yo [lo que (+el medico) te dice]# (=el médico te dice (+usted) tiene que tomar) el régimen éste# pero (+el médico) no te explica cómo (+vos) tenés que [cuidarte]11# ((+el médico) no te explica) por qué es eso (=que tengás una enfermedad)# ¿(+vos) entendés [lo que digo]?# entonces# ¿vos tenés conciencia de lo (=la enfermedad) que tenés?# ¿(+vos tenés conciencia de) por qué [tenés la enfermedad]?# ¿(+vos tenés conciencia de) cuál es el problema de tu enfermedad?# ¿(+vos tenés conciencia de) cómo apareció (+tu enfermedad)?# porque a mí (+la enfermedad) me apareció de grande# en mi familia no hay ningún diabético# y yo tengo muchachos [conocidos] que por ahí tienen síntomas de diabético y (+los muchachos) no lo (=que tienen síntomas de diabético) saben# y (a los muchachos=) les digo# pero# ¡hacete un coso! [análisis]# y ellos dicen# (me hago un análisis=) sí# porque tengo sed# (+y (los muchachos=) ellos dicen# (me hago un análisis=) sí# porque) orino mucho de noche# (+y (los muchachos=) ellos dicen) que patatín, patatán# y uno no le da bolilla a eso (=¿viste?# de [*por*]12 cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]) # ¿viste?# de [*por*] cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido] ¿sabías vos (que de [*por*] cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]=) eso?

9.2.4.2 Segmentación

Supongamos completada la normalización y procedamos a la segmentación del mismo texto; en el anterior texto normalizado, se identifican los siguientes segmentos:

1. mirá

2. yo he ido a médicos clínicos que no saben un cuerno

3. ¿(+vos) sabés lo que pasa?

4. yo te explico (=lo que pasa)

5. vos cuando tenés una enfermedad el médico ¿(+vos) sabés lo que hace?

6. (+el médico) te dice bueno (+usted) tiene que tomar esto [un remedio]

7. qué sé yo [lo que (+el medico) te dice]

8. (=(+el médico) te dice (+usted) tiene que tomar) el régimen éste

9. pero (+el médico) no te explica cómo (+vos) tenés que [cuidarte]

10. ((+el médico) no te explica) por qué es eso (=que tengás una enfermedad)

11. ¿(+vos) entendés [lo que digo]?

12. entonces ¿vos tenés conciencia de lo (=la enfermedad) que tenés?

13. ¿(+vos tenés conciencia de) por qué [tenés la enfermedad]?

14. ¿(+vos tenés conciencia de) ¿cuál es el problema de tu enfermedad?

15. ¿(+vos tenés conciencia de) cómo apareció (+tu enfermedad)?

16. porque a mí (+la enfermedad) me apareció de grande

17. en mi familia no hay ningún diabético

18. y yo tengo muchachos [conocidos] que por ahí tienen síntomas de diabético

19. y (+los muchachos) no lo (=que tienen síntomas de diabético) saben

20. y (a los muchachos=) les digo pero ¡hacete un coso! [análisis]

21. y (los muchachos=) ellos dicen (me hago un análisis=) sí porque tengo sed

22. (+y (los muchachos=) ellos dicen# (me hago un análisis=) sí# porque) orino mucho de noche

23. (+y (los muchachos=) ellos dicen) que patatín, patatán

24. y uno no le da bolilla a eso (=que de [*por*]cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido])

25. ¿viste?

26. de [*por*] cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]

27. ¿sabías vos (que de cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]=) eso?

Estos 27 segmentos son los que permiten recuperar las distintas significaciones de que disponía previamente el productor del texto y que ha actualizado en él, al producirlo. Esta recuperación se cumple mediante la elaboración de las definiciones contextuales inherentes al texto que se analiza.

9.2.4.3 Definiciones contextuales

Se puede, en principio, prescindir de determinados segmentos cuya función se hipotetiza como fundamentalmente "fática", en el sentido en que usa este término R. Jackobson (1963: 28ss). Tales segmentos serían los siguientes:

1. mirá

3. ¿(+vos) sabés lo que pasa?

4. yo te explico (=lo que pasa)

7. qué sé yo [lo que (+el medico) te dice]

11. ¿(+vos) entendés [lo que digo]?

25. ¿viste?

Con el resto se puede proceder a elaborar las definiciones contextuales, en las que el analista esté interesado.

Retomando el análisis del párrafo inicial, las siguientes son definiciones contextuales que proceden de los segmentos no excluidos anteriormente.

2. MÉDICOS son aquellos clínicos a los que yo he ido que no saben un cuerno

5. MÉDICO es aquel que ¿(+vos) sabés lo que hace cuando vos tenes una enfermedad?

6. (MÉDICO) es aquel que te dice bueno (+usted) tiene que tomar esto [un remedio]

8. (MÉDICO) (aquel que te dice (+usted) tiene que tomar) el régimen éste

9. /pero/ (MÉDICO) es aquel que no te explica cómo (+vos) tenés que [cuidarte] (8)

10. (MÉDICO) es aquel que no te explica) por qué es eso (=que tengás una enfermedad)

12. /entonces/ (ENFERMEDAD) es aquella que de que la tenés ¿vos tenés conciencia?

13. [ENFERMEDAD] es aquella que de por qué la tenés ¿(+vos tenés conciencia)?

14. ENFERMEDAD es aquella acerca de cuyo problema ¿(+vos tenés conciencia de) cuál es ?

15. (ENFERMEDAD) es aquella tuya acerca de la cual ¿(+vos tenés conciencia de) cómo apareció ?

16. /porque/ (ENFERMEDAD) es aquella que a mí me apareció de grande

17. DIABÉTICO es aquel del que no hay ninguno en mi familia

18. /y/ DIABÉTICO es aquel cuyos síntomas yo tengo muchachos [conocidos] que por ahí los tienen

19. (DIABÉTICO) es aquel cuyos síntomas tienen (+los muchachos) y no lo saben

20. /y/ (MUCHACHOS) son aquellos a los que les digo pero ¡hacete un coso! [análisis]

21. /y/ (MUCHACHOS) son aquellos que dicen (me hago un análisis=) sí porque tengo sed

22. /y/ (MUCHACHOS) son aquellos que dicen (me hago un análisis=) sí# porque) orino mucho de noche

23. /y/ ((MUCHACHOS) son aquellos que dicen) que patatín, patatán

24. /y/ ESO (que de [*por*] cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]) es aquello a lo que uno no le da bolilla

26. DIABÉTICO es aquel [conocido] de [*por*] cada uno de los cuales hay otro diabético [desconocido]

27. ESO (que de [*por*] cada un diabético [conocido] hay otro diabético [desconocido]=) es aquello que ¿vos sabías?

Se hace evidente, a partir de esta última tarea de construcción de definiciones contextuales, que se está obteniendo un "diccionario" con los valores semánticos que el productor del texto le confiere a los términos que usa en su discurso (podían ser otros cualesquiera de los sustantivos efectivamente utilizados).

Aquí, por ejemplo, "MÉDICO" se presenta construido semánticamente del siguiente modo:

"MÉDICO"

2-aquellos clínicos a los que yo he ido que no saben un cuerno

5-aquel que ¿(+vos) sabés lo que hace cuando vos tenes una enfermedad?

6-aquel que te dice bueno (+usted) tiene que tomar esto [un remedio]

8-(aquel que te dice (+usted) tiene que tomar) el régimen éste

9-aquel que no te explica cómo (+vos) tenés que [cuidarte]

10-(aquel que no te explica) por qué es eso (=que tengás una enfermedad)

También se define "ENFERMEDAD":

12-aquella que de que la tenés ¿vos tenés conciencia?

13-aquella que de por qué la tenés ¿(+vos tenés conciencia)?

14-aquella tuya acerca de cuyo problema ¿(+vos tenés conciencia de) cómo apareció ?

15-aquella tuya acerca de la cual ¿(+vos tenés conciencia de) cómo apareció ?

16-(enfermedad) es aquella que a mí me apareció de grande

También "DIABÉTICO":

17-aquel del que no hay ninguno en mi familia

18-aquel cuyos síntomas yo tengo muchachos [conocidos] que por ahí los tienen

19-aquel cuyos síntomas tienen (+los muchachos) y no lo saben

26-aquel [conocido] de [*por*] cada uno de los cuales hay otro diabético [desconocido]

Se puede continuar con "MUCHACHOS":

20-aquellos a los que les digo pero ¡hacete un coso! [análisis]

21-aquellos que dicen (me hago un análisis=) sí porque tengo sed

22-aquellos que dicen ((me hago un análisis=) sí porque) orino mucho de noche

23-aquellos (que dicen) que patatín, patatán

9.2.4.4 Ejes y redes

El fragmento que se ha tomado en consideración para extraer estas definiciones era breve; puede comprenderse fácilmente, la información que este método permite obtener de entrevistas completas, cuya duración promedio puede estimarse en 45'.

Por ejemplo, los ejes encontrados en el conjunto de definiciones de "Médico" que acaba de transcribirse son los siguientes:

"MEDICO"

EJE 1: CONOCIMIENTO

2-aquellos clínicos a los que yo he ido que no saben un cuerno

-el termino subrayado "saben" proporciona la base lexemática para agrupar todas aquellas definiciones que lo contengan en su contexto (definiciones que pueden ser sólo las del término "MEDICO", pero también la totalidad u otra parte de las definiciones registradas, en cada caso según el interés del analista)

-es posible que el lexema de base seleccionado (aquí "saben") no agote la construcción del significado de "MEDICO" en su relación con el concepto de "CONOCIMIENTO"; en tal caso se construirá un campo semántico en que se asocien, además, otros lexemas o expresiones lexemáticas afines, como "informado" o "estar informado", "estudio" o "estudioso", "investiga" y el propio "conocimiento" o "conocer"; en tal caso, el investigador debe hacer explicito el repertorio lexemático que considera constitutivo de un "campo semántico" de importancia para su análisis; así dicho campo será completo y criticable, dos cualidades necesarias para que una investigación social sea adecuada y rigurosa

-estos comentarios son aplicables a los restantes ejemplos de ejes

EJE 2: PRAXIS

5-aquel que ¿(+vos) sabés lo que hace cuando vos tenes una enfermedad?

-si esta definición contextual, en una búsqueda en la base de datos (constituidos aquí por las definiciones contextuales) que se esté utilizando, viniese junto con la anterior, por compartir en su contexto el fragmento lexemático "sab" (no la raíz, sino la secuencia significante que es constante en todas las variaciones del termino), sería eliminada del conjunto conceptual que se está construyendo ya que no se refiere al saber del médico sino, textualmente considerado, al del interlocutor (entrevistador) con el que habla el autor del texto; no puede pretenderse una aplicación automática y acrítica de las reglas; hay que tener presente que se trata de que: (a) los ejes surjan del texto y no de supuestos externos aportados por el analista y (b) el analista haga explícitos sus criterios de aceptación o exclusión

-o sea, "hace" es el lexema en base al cual se ha identificado el eje "PRAXIS"

EJE 3: TRATAMIENTO

6-aquel que te dice bueno (+usted) tiene que tomar esto [un remedio]

8-aquel que te dice (+usted) (tiene que tomar) el régimen éste

-sería interesante explorar el "tener que" vinculado a las definiciones contextuales de "MÉDICO"

-también puede construirse el eje "TRATAMIENTO" en base a los lexemas "remedio" o "régimen"

-también, dependiendo del objetivo de la investigación, este eje "TRATAMIENTO" puede considerarse como un sub-eje del eje "PRAXIS"

 

EJE 4: COMUNICACIÓN

9-aquel que no te explica cómo (+vos) tenés que [cuidarte]

10-(aquel que no te explica) por qué es eso (=que tengás una enfermedad)

Las calidades encontradas en el interior de las expresiones que han construido los precedentes ejes, permiten identificar sub-ejes que van enriqueciendo el contenido del concepto efectivamente utilizado en el texto y con las que se va construyendo determinada Formación Discursiva.

Suponiendo que este conjunto de ejes y sub-ejes tuviera la riqueza suficiente y necesaria para constituir una Formación Discursiva (en el ejemplo, meramente, uno de sus mínimos fragmentos), una variación en cualquiera de sus componentes tal que, caso de incluirla en la Formación Discursiva original, conduzca a afirmar y negar equivalentemente una misma y determinada proposición, estaría indicando la necesidad de originar la representación de otra Formación Discursiva. Esta (y otras que puedan identificarse) y la inicial constituirán el repertorio de Formaciones Discursivas disponibles en la comunidad en estudio, cada una de las cuales será internamente consistente, pero cuyo conjunto describiría las específicas características de la inconsistencia que, por hipótesis, se considera inherente a todo sistema cultural y que el hallazgo correspondiente probaría.

Notas

* El presente trabajo fue publicado en Signa. Revista de la Asociación Española de Semiótica, Nº 7, 1998; ps. 233-253

1 Así quedó afirmado en otro trabajo (Magariños de Morentin, 1996: 271), " 'En la medida en que toda proposición metalingüística relativa a los lenguajes naturales es analítica' (Lyons, 1977: 292), el carácter de las operaciones (analíticas) constitutivas de una metodología en ciencias sociales es metalingüística".

2 Se entiende aquí por semántica, el estudio del significado, con toda la problemática que trae consigo el término "significado" en cuanto a las relaciones entre las palabras y las cosas o entre las palabras y determinadas entidades teóricas (por ejemplo, los "designata" de Carnap; ver en Lyons, 1977: 117ss).

3 Se entiende aquí por sintaxis (de modo muy semejante a como lo hace Lyons, 1977: 375), un conjunto de reglas que da cuenta de la distribución de lexemas a través de las oraciones de la lengua, en cuanto tales reglas establecen sus combinaciones permisibles.

4 Podrá decirse que se ha identificado una formación discursiva (de modo muy semejante a como lo hace Foucault, 1969: 53) cuando, entre determinada cantidad de enunciados, identificables en un corpus de discursos producidos en determinada comunidad, pueda establecerse una regularidad en cuanto a la construcción de los objetos, de los tipos de enunciación, de los conceptos y de las elecciones temáticas.

5 La hipótesis directiva del análisis de contenido afirma la existencia, en el texto o en un corpus de textos, de indicadores (operativamente, "palabras clave"), con carácter de categorías interpretativas a priori, mediante cuya identificación se alcanza una caracterización contrastada de los productores de tales textos (Gardin, 1987a: 55).

6 En esta definición, se entiende por "segmento textual completo" al constituido (o reconstituido según la tarea de normalización) por una oración de base ([FN + FV] ó [FN1 + V + FN2]) y los modalizadores de cada uno de sus componentes, si los hubiera en el texto que se analiza.

7 En esta definición, "la oración copulativa con cláusula de relativo" estará constituida por el resto del segmento en análisis, en cuanto contexto de dicho nombre, con las transformaciones en la estructura sintáctica que exija la modificación operada.

8 Se entiende por "q!" cualquiera de aquellas expresiones sintácticas que contienen un pronombre relativo expresado directamente o por transformación, en el sentido en que "cómo" es una transformación de "de qué manera" o "dónde" lo es de "en qué lugar", etc. (ver Magariños de Morentin y colab., 1993: 65).

9 Los signos de puntuación, en la trascripción del discurso oral, constituyen una intervención del analista (o de quien realiza la desgrabación). Son diversos los criterios que pueden asumirse; en este trabajo se ha optado por sustituir el punto ".", la coma ",", el punto-y-coma ";" y los dos-puntos ":", por el signo "#", para desemantizarlo de su sentido de acabamiento o de interrupción temporal en el desarrollo de una expresión y para que el signo diferente propuesto (#) advierta al lector de que, en correspondencia con algún tipo de pausa realizada por el productor del texto, meramente se está proponiendo un corte cuya duración es materia de interpretación y que incluso podría eliminarse, si se considera que corresponde hacerlo. No obstante, el signo (#) es importante ya que permite reflexionar sobre la estructura sintáctica que se está normalizando.

10 Según anticipamos, en este caso, como en los restantes que aparecen entre paréntesis "(...)", el texto recuperado implica una mínima intervención del analista ya que, ya bien se trata de un sujeto implícito (como ocurre en este concreto primer caso, en cuanto inferencia directa de la actuación pragmática; lo que se marca anteponiendo el signo "+" a dicho sujeto implícito) o ya bien se trata de la recuperación anafórica de un término o expresión que ya ha sido efectivamente dicho (en cuyo caso se ubica al paréntesis antes del correspondiente pronombre y al signo "=" dentro y al final derecho del paréntesis) o de la recuperación catafórica de un término o expresión que aparecerá en la continuación inmediata o relativamente próxima del texto (en cuyo caso se ubica al paréntesis después del pronombre, y el signo "=" dentro y al comienzo izquierdo del paréntesis); no obstante siempre es una zona de riesgo.

11 Es muy posible que "cuidarte" sea el verbo que el productor del texto no ha llegado a enunciar, pero no hay ninguna marca que así lo exija o lo justifique; sólo existe una ausencia por la incompletitud de la sintaxis y una intuición del analista, en cuanto hablante nativo, por captación de la isotopía que viene generándose en la respuesta. Puede decirse que el analista corre un mayor riesgo al incorporar esta expresión que en los casos comentados sub 2. Por ello, conforme a lo dicho anteriormente, el analista ubicará su incrustación entre corchetes "[...]", preservando así la calidad de criticable que corresponde a cada una de las intervenciones que lleva a cabo sobre el texto en estudio.

12 Cuando, para salvar el sentido, la incorporación implica, además, una corrección gramatical respecto de la forma utilizada por el productor del texto (y el analista se decide a yuxtaponer tal corrección junto a la expresión originaria) ello se marca, en este trabajo, incluyendo el agregado corrector entre corchetes y asteriscos: "[*...*]".


10 LOS MUNDOS SEMIÓTICOS POSIBLES

EN LA INVESTIGACIÓN SOCIAL γ δ

10.1 Introducción

Una de las tareas fundamentales de la semiótica consiste en la identificación de las interpretaciones que, en un determinado momento y comunidad, puede recibir un texto.

Un texto, sus interpretaciones posibles y el conjunto de referentes construidos por cada una de tales interpretaciones, se integran en una estructura y un procesamiento de información para cuyo estudio resulta de utilidad el artefacto lógico conocido como "mundos posibles". Atendiendo a los variados tipos de operaciones de interpretación, así como a las diversas calidades de los textos y de los referentes, de todo lo cual dicho artefacto lógico deber dar cuenta cuando se lo aplica al ámbito de la semiótica, propongo denominarlo, en esta especificidad, "mundos semióticos posibles" (en adelante, MSPs).

La designación de MSP se aplica por tanto a la representación de un conjunto consistente (no contradictorio) de estructuras textuales mínimas, sintáctica y semánticamente completas, constituidas por la relación triádica que asocia dos términos mediante un determinado conector, así como, si las hubiere, por las modalizaciones que reciba cada uno de tales términos y el conector, conservando siempre la estructura sintáctica mínima inicial; tales estructuras sintácticas mínimas provendrán de determinado corpus textual identificado como pertinente para la comprobación de la hipótesis explicativa enunciada en el correspondiente proyecto de investigación. Estas estructuras sintácticas mínimas se corresponden con las denominadas "definiciones contextuales", de las cuales, así como de los "enunciados" y de las "redes" se conservan las reglas de formación, tal como se establecieron en otro trabajo (ver, aquí mismo: 9.2 Manual operativo para la construcción de “Definiciones Contextuales” y “Redes Contrastantes”).

Al mayor conjunto posible de MSPs (pero que siempre será una descripción necesariamente incompleta respecto al mundo del que da cuenta) lo denomino, siguiendo la terminología de Hintikka, un "sistema de modelos" (en adelante, SM). Un SM es, en consecuencia, la descripción formal de un Sistema Semiótico, entendiendo por tal al conjunto de funciones que vinculan un representamen con un fundamento para un interpretante (aceptando en sus líneas generales la representación peirceana), cualquiera sea la naturaleza de ese representamen (aceptando, también en sus líneas generales, la distribución peirceana en íconos, índices y símbolos, con la expansión proveniente de la combinatoria de sus tres categorías), de modo tal que el ámbito de vigencia de un determinado Sistema Semiótico identifica un determinado grupo social, en cuanto interpretante que resulta construido por dicho sistema.

En toda comunidad semióticamente estudiada, el Sistema Semiótico pertinente estará constituido, utilizando también para esto la terminología de Hintikka (1969: 71), por dos grandes "conjuntos de modelos" (en adelante, CM): el de los textos dados, por una parte, y el de las interpretaciones-referentes construidos, por la otra. La denominación de este último conjunto está registrando que no existe interpretación que no construya un referente, ni referente sin la interpretación que lo construya; dando un paso más en esta dirección, puede decirse que la interpretación es el referente y viceversa, por lo que, en definitiva, sólo es necesario, como haré en adelante, hablar ya bien de "interpretación", ya bien de "referente", pero no de ambos, ni de relación alguna de causalidad entre ellos. Estas calidades de textos e interpretaciones se establecen en cada coyuntura de análisis, sin que nada impida que lo que es texto en determinado momento resulte ser interpretación (de otro texto diferente) en otro determinado momento y viceversa.

Finalmente, cada uno de estos CMs están constituidos por un número contingente y determinado de MSPs; según el CM en el que se los incluya, a estos MSPs se le asignar una función textual o interpretacional.

Un MSP textual es la representación de cualquiera de los conjuntos de estructuras sintácticas mínimas, modalizadas o no, a las que acabo de referirme, identificables en los textos (simbólicos, icónicos, indiciales o su combinatoria), que se admiten como productores de la significación del fenómeno social (simbólico, icónico, indicial o sus combinaciones) en estudio. No es sino una cuestión de hecho, solucionable por diversas vías (o provisionalmente sin solución disponible pero posible), la dificultad inherente a la identificación de la estructura sintáctica mínima y a su representación, en especial cuando el fenómeno en estudio no es simbólico (ya que, cuando lo es, ello supone una sintaxis predominantemente formalizada, como en el lenguaje verbal) sino icónico o indicial (lo que supone el análisis de gráficos o de comportamientos o su participación, junto o no a símbolos, en fenómenos sociales semióticamente complejos).

Un MSP interpretacional es la representación de cualquiera de los conjuntos de estructuras sintácticas mínimas, modalizadas o no, a las que acabo de referirme, identificables en los textos (simbólicos, icónicos, indiciales o sus combinaciones) en los que los interpretantes de los textos (simbólicos, icónicos, indiciales o sus combinaciones) que se admiten como productores de la significación del fenómeno social (simbólico, icónico, indicial o sus combinaciones) en estudio enuncian dicha interpretación. La selección de los textos en los que el analista considera identificables las estructuras sintácticas mínimas, cuya representación dará lugar a los pertinentes MSPs interpretacionales, es un riesgo del propio analista quien los afirmará como válidos al enunciar su hipótesis de trabajo, la que resultará validada o no en el transcurso de la investigación (Magariños de Morentin, 1990: parágrafos 41-43)

El conjunto de todos los MSPs de todos los CMs textuales e interpretacionales constituye el SM o Sistema Semiótico de una determinada comunidad en un determinado momento de su historia. A dicho Sistema Semiótico no se lo puede abarcar en su totalidad, siendo necesariamente parcial por faltarle, al menos, el MSP interpretacional que le confiere significado al Sistema Semiótico en cuanto MSP textual; de modo análogo a como el teorema de Gödel demuestra el carácter necesariamente incompleto de todo sistema axiomático (Nagel, Ernest y James R. Newman, 1970: pág. 102 ss; Hofstadter, Douglas R., 1999: pág. 15 ss). [Ver aquí: 10.1bis METASEMIÓTICAS]

Por otra parte, es necesario organizar el estudio del Sistema Semiótico de modo tal que se constituyan no sólo los CMs de MSPs textuales por una parte e interpretacionales por otra, sino de modo tal que se representen las relaciones que vinculan a cada MSP textual con todos y cada uno de los MSPs interpretacionales que acerca de los primeros construye la comunidad en estudio.

La relación entre el MSP textual y algún (al menos uno) MSP interpretacional se estudia, fundamentalmente, a través de la función de interpretación y de las relaciones de accesibilidad y de alternatividad.

La función de interpretación consiste en un conjunto de reglas mediante las cuales cada uno de los individuos (en cuanto signos o entidades) del MSP textual en estudio (y el paradigma de sus relaciones efectivas) se corresponde con determinado individuo o conjunto de individuos de los MSPs interpretacionales en estudio (y con el paradigma de sus relaciones virtuales; ver Dominique Noël, 2007). Ello requiere disponer de la representación de la articulación (sintáctica) de cada uno de dichos MSPs (el textual y los interpretacionales que se tomen en consideración), de modo tal que puedan proyectarse el uno sobre el otro u otros y, en consecuencia, puedan afirmarse o negarse las relaciones (semánticas) de accesibilidad y de alternatividad entre ellos.

A su vez, la representación de las consecuencias de esta proyección dará lugar a nuevos CMs, de naturaleza diferente a los primeros, los que podrán denominarse "conjuntos de modelos accesibles" (en adelante "CMAC") tales que deberán permitir identificar al conjunto de MSPs interpretacionales de un determinado MSP textual en estudio que no incurran en contradicción interna 1 (o sea, cuando entre los primeros o bien entre cada uno de ellos y el segundo pueda afirmarse la existencia de una relación de accesibilidad) y diferenciarlos de aquel otro conjunto de MSPs interpretacionales del mismo MSP textual en estudio (entre los cuales también podrá afirmarse la existencia de una relación de accesibilidad similar a la anterior), en virtud de establecer su contradicción recíproca (lo que negará la existencia de una relación de accesibilidad entre los conjuntos diferenciados de MSPs interpretacionales del mismo MSP textual).

Esta relación de accesibilidad entre los MSPs interpretacionales así identificados y un determinado MSP textual, en el interior de un determinado CMAC, estará bien formada cuando reúna las condiciones de reflexividad, transitividad y simetría (o, lo que es lo mismo, de equivalencia 2). En cuanto reflexividad ello quiere decir que siempre será posible, mediante la investigación correspondiente, acceder a cualquier MSP textual o interpretacional desde sí mismo. En cuanto transitividad quiere decir que, dado un MSPII interpretacional, que es interpretación de otro MSPI interpretacional, que lo es, en definitiva, de un determinado MSP textual, si, mediante la investigación correspondiente, se demuestra que MSPII es accesible respecto de MSPI, el cual lo es, a su vez, respecto de MSP textual, entonces MSP textual y MSPII se relacionan también entre sí por la relación de accesibilidad. La simetría quiere decir que siempre será posible, mediante la investigación correspondiente, acceder al MSP textual desde todos y cualquiera de los MSP interpretacionales y que, en tales circunstancias, siempre será posible también acceder a cualquiera de los MSP interpretacionales desde el MSP textual.

Por tanto, resulta conveniente extender el estudio del Sistema Semiótico hasta que se haya identificado la presencia de determinados MSPs que contradigan aquellos otros MSPs de cuya representación se ha partido. Afirmo, por hipótesis, que todo CMACx encuentra, en algún momento y/o sector social correspondientes a un mismo Sistema Semiótico, su dual3 o sea, un CMACy en el que se afirma que el estado de cosas precedentemente descrito ya no tiene lugar. Constituye, asimismo, una afirmación (de trabajo) hipotética del analista la que establece que el carácter dual atribuido a determinado MSP identificado (o a determinados MSPs identificados) tiene(n) efectivamente, por su isomorfismo y su complementariedad, las características suficientes y necesarias para constituir el CMAC (o los CMACs) dual(es) del que está siendo estudiado, lo que, por tanto, deberá probarse en el transcurso de la investigación.

En cuanto a la relación de alternatividad queda con ella planteado el tema de la direccionalidad de la función de interpretación; ésta deberá aplicarse: desde el MSP textual sobre alguno de los MSPs interpretacionales y viceversa, así como interrelacionando diversos (al menos dos) MSPs interpretacionales pertenecientes a un mismo CMAC. En efecto, en virtud de la relación de alternatividad y en el interior de un Sistema Semiótico, debe ocurrir que dado un determinado individuo, ubicado en el contexto de un determinado MSP textual, sea posible identificar uno o un conjunto de MSPs interpretacionales en que el individuo que constituye la interpretación del primero aparezca ubicado en un contexto homólogo al textual, pudiendo entonces decirse que tal o tales MSPs interpretacionales son alternativas del correspondiente MSP textual. Asimismo, puede entonces decirse que dicho MSP textual es la alternativa de cualquiera de los MSPs interpretacionales. Y, con la condición de operar en la interioridad de un determinado CMAC, también puede decirse que uno y cualquiera de los MSPs interpretacionales es la alternativa de cualquiera de los restantes MSPs interpretacionales4.

Lo que antecede enmarca, desde la semiótica, algunos de los aspectos fundamentales del universo metodológico de las ciencias sociales. En especial conduce a determinada lógica de la interpretación, en cuanto reflexión crítica e intento de superación (en el pleno sentido dialéctico de la aufhebung hegeliana) de la hermenéutica.

Mediante la utilización de los MSPs no se agota la identificación enumerativa del universo de los textos que han podido intervenir en la producción/interpretación de un texto en estudio, pero puede evaluarse de modo bivalente (verdadero-falso) una proposición acerca de la intervención necesaria de un determinado texto en la producción/interpretación del texto en estudio, así como puede evaluarse de modo bivalente (verdadero-falso) una proposición acerca de la intervención posible de otro determinado texto en la producción / interpretación de aquel texto; por supuesto, también se puede evaluar la exclusión necesaria de un determinado texto en dicha producción / interpretación, O sea, desde el punto de vista de esta lógica de la interpretación, los MSPs constituyen un artefacto de reconocimiento de las presencias necesarias, posibles (en cuanto no-necesarias) y no-posibles (en cuanto necesarias-que-no) de los textos que intervienen en la producción/interpretación de otro texto.

La distinción entre MSPs textuales y MSPs interpretacionales se formula a efectos puramente operativos, ya que todos los MSPs deben tener una estructura textual. Una interpretación posible lo es en cuanto ha sido formulada (al menos de manera formal) y, en cuanto tal, ya posee una estructura textual determinada. No se trabaja aquí sobre “interpretaciones posibles” como un universo de objetos abstractos, sino como los posibles resultados (textos) de determinadas operaciones formalmente definidas.

Las intervenciones y exclusiones (de las que aquí se habla) en la producción / interpretación de un texto no incluyen las presencias posibles de textos en la mente de productor / intérprete, al tiempo y con ocasión de dicha producción/interpretación (o sea, su posible presencia psicológica), sino que se restringe a las presencias actuales de tales textos en el texto producido como producto o como interpretación por dicho productor/intérprete.

Las intervenciones y exclusiones pueden referirse a determinados textos concretos o a "tipos" de textos; en el primer caso se identificarían predominantemente ancestros semánticos posibles y, en el segundo, predominantemente ancestros sintácticos posibles del texto en estudio. En la medida en que la tarea de reconocer los "ancestros" de un texto determinado es, a su vez, una interpretación, la identificación de las mencionadas intervenciones y exclusiones de otros textos es el resultado posible de determinadas operaciones de accesibilidad y del específico modo en que tales operaciones han quedado definidas en un momento y en una sociedad determinados.

 

10.1bis Metasemióticas [Incorporado: 20-10-2008]

 

EFICACIA E INCOMPLETITUD

DE LOS NIVELES METASEMIÓTICOS

 

8 Carencia de un “último discurso” que explique la eficacia de los anteriores discursos y que no necesite la explicación de su propia eficacia

↓↑

7 Discurso que propone los criterios según los cuales cada uno de los demás discursos explican la eficacia de cada uno de los que le preceden  Signo...∞ OS...∞-1

Crítica filosófica de la epistemología filosófica

↓↑

6 Discurso que explica cómo el Discurso 5 explica cómo el Discurso 4 explica cómo los Discursos 2 ó 3 enuncian el Mundo o enuncian el Discurso que enuncia el Mundo

Signo 5 OS 6: Metasemiosis 3

Epistemología filosófica

↓↑

5 Discurso que explica cómo el Discurso 4 explica cómo los Discursos 2 ó 3 enuncian el Mundo o el Discurso que enuncia el Mundo

Signo 4 OS 5: Metasemiosis 2

Epistemología de las semiosis particulares

↓↑

4 Discurso que explica cómo el Discurso 2 enuncia el Mundo ó cómo el Discurso 3 enuncia el Discurso 2 que enuncia el Mundo

Signo 3 OS 4: Metasemiosis 1

Análisis de las semiosis particulares utilizadas

↓↑

3 Discurso que enuncia el Discurso 2 que enuncia el Mundo

Signo 2 OS 3: Enunciado referencial 2

Semiosis que identifica una semiosis particular [p.e.: imagen, novela, museo] que enuncia un fenómeno

↓↑

2 Discurso que enuncia el Mundo

Signo 1 OS 2: Enunciado referencial 1

Semiosis particular [p.e.: imagen, novela, museo] que enuncia un fenómeno

↓↑

1 - OBJETO SEMIÓTICO 1: Mundo ontológico

Fenómeno perceptible en cuanto ha sido enunciado

0 - ¿x?: Entorno entrópico (óntico)

Existente imperceptible en cuanto nunca ha sido enunciado

 

10.2 Hacia un principio de formalización de los MSPs

Desde un enfoque operativo, por "mundos semióticos posibles" se entiende, en este trabajo, aquel conjunto constituido por un texto4bis y las posibilidades de interpretarlo que tienen a su disposición (con relativa permanencia) o que construyen (coyunturalmente)5 los integrantes de una determinada sociedad.

En una síntesis provisionalmente inicial, se formula la afirmación hipotética de que un sistema semiótico tiene la forma lógica de un conjunto de mundos semióticos posibles (MSP) y que las relaciones que vinculan a los individuos que componen alguno de tales mundos con los individuos que componen a cada uno de los restantes tienen el carácter de operaciones cognitivas6.

La primera parte de la hipótesis precedente requiere establecer el valor de la afirmación de que "un sistema semiótico tiene la forma lógica de un conjunto de mundos semióticos posibles". Esta forma lógica posee determinadas características, cuya especificidad identifica a lo semiótico propiamente dicho7.

La segunda parte de esa misma hipótesis requiere establecer el valor de la afirmación de que "los individuos que componen un sistema semiótico son operaciones cognitivas". Estas operaciones cognitivas tienen características específicas que identifican las funciones y procesos de todo sistema semiótico8.

El alcance de este trabajo se limita a identificar tales operaciones y a situarlas en su lugar metodológicamente necesario.

10.2.1 Caracterización general de la forma lógica de un sistema de mundos semióticos posibles.

i. Sea “Ω” la representación simbólica de un sistema semiótico. Siguiendo la terminología de Hintikka, Ω tendrá la forma de un sistema de modelos y estará constituida por dos conjuntos de modelos básicos, a los que aquí se simboliza mediante T y M, y por otros múltiples conjuntos de modelos resultantes de las operaciones semióticas aplicables entre los básicos y que reúnan determinadas condiciones, a los que aquí se simboliza mediante Φτμi.

ii. Los conjuntos de modelos básicos contienen, a su vez, cada uno de ellos, un número determinado de MSPs, a cada uno de los cuales se designa, por su función semiótica, como i" (o MSPs textuales o sustituidos o interpretables), tal que "τi ε T", y como i" (o MSPs discursivos o sustituyentes o interpretantes)9, tal que "μi ε M". Todos los MSPs de un determinado sistema semiótico Ω pertenecen, por tanto, a uno u otro de los dos grandes conjuntos de modelos, simbolizados mediante T y M respectivamente10. Por consiguiente, estos MSPs: [(τ1, τ2,... τn) ε T] y [(μ1, μ2,... μn) ε M] 11, considerados exhaustivamente, abarcan la totalidad de los textos disponibles en un sistema semiótico (u objetos interpretables) y la totalidad de sus interpretaciones en ese mismo sistema, siendo éste completo y decidible pero inconsistente. No obstante, a partir de los conjuntos T y M pueden identificarse subconjuntos ji", constituidos por la conjunción de un [(τx ν τy  ν... ν τz) ε T], seleccionado en el interior del sistema semiótico Ω en estudio, y todos aquellos [(μx y ,... ,μz) ε  M] que son sus interpretaciones posibles en ese mismo sistema. Pues bien, algunos de estos subconjuntos ji) cumplirán la condición de constituir un subconjunto completo, decidible y consistente, al que denominaremos " Φτμi".

iii. Una vez identificados los conjuntos " Φτμi", para la simbolización de cada uno de ellos son válidas las condiciones (C ~; C &; C v; C E; C U; C auto (); C =) enunciadas por Hintikka (1969: 71), con las aclaraciones y/o agregados que se derivan de los siguientes parágrafos. 

iv. Desde la teoría semiótica puede afirmarse que existe(n): i) un mundo posible (tj) diferenciable en el conjunto de los T, cuyo dominio consiste en el conjunto de los individuos que concurren a la efectiva actualización de un determinado texto u objeto semiótico (en definitiva: el conjunto de los T es el conjunto de las semiosis sustituidas, en cuanto su eficacia está expresada, metasemióticamente, desde el conjunto de los M); ii) un mundo posible (mj) diferenciable en el conjunto de los M, cuyo dominio consiste en el conjunto de los individuos que concurren a la efectiva actualización de lo real12 (o sea, el conjunto de los M es el conjunto de las semiosis sustituyentes con las que se le confiere existencia cognitiva a lo ontológico producido por el conjunto de los T); iii) los mundos posibles virtuales, en el conjunto de los T, que representan los enunciados contrafactuales acerca de los textos no sustituidos desde el universo de los M y, por tanto, no interpretables; iv) los mundos posibles virtuales, en el conjunto de los M, que representan los enunciados contrafactuales acerca de los discursos no-dichos o cuya capacidad metasemiótica sustituyente no ha sido aplicada a la explicación de la capacidad sustituyente en el universo de los T; v) los mundos posibles actuales, resultantes de la efectiva interpretación (función ð, de Hintikka) de un T, tal como ha sido explicada desde todos aquellos M identificables en el corpus en estudio.

v. Ordenando las precedentes simbolizaciones, se tendrá:

1) [(τx, τy, ...,τz) ε T]

2) [(μx, μy, ..., μz) ε M]

3) [(T ð M) ε Ω], completo, decidible e inconsistente13

4) [<τx1 δx1, μx2, ..., μxn...) > ≡ <Σx1, Σx2, ..., Σxn>] ε φτμx ε Ω

[<τy1 δy1, μy2, ..., μyn...) > ≡ <Σy1, Σy2, ..., Σyn>] ε φτμy ε Ω

[<τz1 δz1, μz2, ..., μzn...) > ≡ <Σz1, Σz2, ..., Σzn>] ε φτμz ε Ω …etc.

...

5) Φτμx, completo, decidible y consistente14

Φτμy completo, decidible y consistente

Φτμz completo, decidible y consistente, etc.

6) [(φτμx φτμy φτμz...) ε Ω, tiende a ser y en algún momento resulta ser completo, decidible e inconsistente15.

10.2.2 Operaciones sintácticas elementales y necesarias para la formación de conjuntos de modelos pertenecientes a un sistema de mundos semióticos posibles.

Las iniciales operaciones de formación de un conjunto-modelo (CM) en un sistema de MSPs son las siguientes:

i. Identificación-constructiva de las constantes individuales en cuanto unidades semióticas mínimas16, atendiendo a la materia prima semiótica que las constituye: Iconos, Índices y Símbolos y/o sus combinaciones17, segmentada conforme a las características de la gramática18 que regula su uso relativamente contingente pero efectivo19.

ii. Identificación-constructiva de las relaciones sintácticas/contextuales mínimas a las que, con independencia de cuál sea la materia prima (o combinación de materias primas) semiótica(s) que las constituyan, se designa en este trabajo "enunciados" y que, en consecuencia, pueden definirse como la representación de las expresiones bien-formadas20 que vinculan dos functores semióticos21 mínimos mediante un determinado conector (y que la operación de contrastarlas con otras expresiones bien-formadas del mismo tipo, permite atribuirles ya bien un valor de identidad inmanente en función del conjunto en el que se integran, ya bien un valor de identidad diferencial en función del conjunto del que se excluyen).

iii. Identificación-constructiva de las composiciones sintácticas medias a las que, con independencia de cuál sea la materia prima (o combinación de materias primas) semiótica(s) que las constituyan, se designa, en este trabajo, "redes"22 y que, en consecuencia, pueden definirse como la representación de las expresiones bien formadas que agotan los modificadores textuales de cada uno de los functores semióticos y/o de su conector, tal como aparecen coyuntural y efectivamente usados con ocasión de la construcción de determinado enunciado (y que la operación de contrastarlas con otras expresiones bien-formadas del mismo tipo, permite atribuirles ya bien un valor de identidad inmanente en función del conjunto en el que se integran, ya bien un valor de identidad diferencial en función del conjunto del que se excluyen). Constituye el lugar especifico de representación de los MSPs, identificando y describiendo cada red la estructura interna de un MSP.

iv. Identificación-constructiva de las composiciones sintácticas principales a las que, con independencia de cuál sea la materia prima (o combinación de materias primas) semióticas que las constituyan, se designa, en este trabajo, "hiper-redes secuenciales" (HRS)23 y que, en consecuencia, pueden definirse como la representación de las expresiones bien formadas que integran el conjunto de redes direccionalmente24 vinculadas con una red determinada, con posibilidad de agotar la totalidad de las redes coyuntural y efectivamente usadas con ocasión de la construcción de un determinado texto (y que la operación de contrastarlas con las restantes expresiones bien-formadas del mismo tipo, permite atribuirles un valor de identidad inmanente en función del conjunto en el que se integran). Cada HRS identifica y describe el conjunto de MSPs que se articulan de modo hipotéticamente homogéneo en el interior de un mismo texto25.

v. Identificación-constructiva de las composiciones sintácticas dialécticas a las que, con independencia de cuál sea la materia prima (o combinación de materias primas) semiótica(s) que las constituyan, se designa, en este trabajo, "hiper-redes contrastantes" (HRC)26 y que, en consecuencia, pueden definirse como la representación de las expresiones bien formadas que determinan el conjunto (siempre incompleto) de los sistemas de identidades, diferencias y contradicciones entre las relaciones ordenadas de las que es functor cada enunciado de cada MSP y/o cada MSP de cada HRS27 . El conjunto de todas las HRC integra un sistema de modelos, al que, aquí, se denomina "sistema semiótico" ("Ω") 28.

vi. Descripción de las operaciones necesarias para traspasar los límites de cada uno de los niveles precedentes, siguiendo necesariamente el orden establecido en su enunciación.

vi.1. Por integración29, en cuanto operación por la cual dos functores semióticos mínimos se vinculan mediante un conector, se pasa de los functores semióticos mínimos a los enunciados.

vi.2. Se pasa de los enunciados a las redes mediante las operaciones de identificación y representación de (la totalidad de) los modificadores que, en el interior de un texto, afectan a los dos functores y/o al conector con que se construyen los enunciados en estudio.

vi.3. Se pasa de las redes a las hiper-redes secuenciales mediante las operaciones de listado y direccionamiento, en cuanto aquellas que listan las redes, identificadas y representadas mediante la operación anterior, según la dirección secuencial del texto original y con especificación del conector inter-redes (cuando lo haya).

vi.4. Se pasa de los enunciados o de las redes o de las hiper-redes secuenciales a las hiper-redes contrastantes mediante la operación de construcción de los respectivos conjuntos-modelo (cada uno de ellos completo, decidible y consistente) y mediante las operaciones de articulación de los diversos conjuntos-modelos isomórficos30 en un único conjunto-modelo (que continúa siendo completo, decidible y consistente) y de diferenciación entre conjuntos-modelo no-isomórficos (siendo el conjunto de los conjuntos-modelo diferenciados completo, decidible e inconsistente).

10.2.3 Operaciones semánticas elementales y necesarias para la interpretación de conjuntos de modelos pertenecientes a un sistema de mundos semióticos posibles.

i. Entre los MSPs tales que [((τi ε T) ði ε M)) ε Ω] se definen: una función ð de interpretación y las relaciones de accesibilidad y de alternatividad

ii. La función ð de interpretación consiste en una operación cognitiva que establece las regularidades del contexto de interpretación31 que hacen posible la disponibilidad alternativa y la accesibilidad respecto de los MSPs vigentes, de modo tal que para cada constante individual "a" de alguno de los MSPs i ε Ω" (sustituidos) se selecciona un ð(a) que es miembro del dominio de individuos "I" correspondientes a determinados otros MSPs "μ1, μ2, ..., μn ε Ω" (sustituyentes).32, 33, 34

iii. La alternatividad es la operación cognitiva que asocia, para una constante individual dada "a" y para un MSP τi (tal que a ε τi), un conjunto de MSPs μ1, μ2, ..., μn (tales que ð(a) ε M) que serán sus alternativas. La alternatividad semiótica se caracteriza, justamente, por esta relación de un MSP (algún τi) a múltiples MSPs (μn(n>1)) 35, 36

iv. La accesibilidad es la operación cognitiva que decide la calidad de μi en cuanto identifica a τi  como su ancestro; accesibilidad que puede ser necesaria, si para todos los MSPs de M se identifica a τi  como su ancestro, o posible, si se lo identifica para al menos uno37, 38. Esta operación de accesibilidad entre los MSPs interpretantes así identificados y un determinado MSP textual, en el interior de un determinado CM, reúne las condiciones de reflexividad, transitividad y simetría.

v. Así considerados, 1, 2 y 3 enmarcan aspectos fundamentales del universo metodológico de las ciencias sociales.

Notas

δ Se han incorporado importantes variantes a este trabajo publicado, inicialmente, en Los fundamentos lógicos de la semiótica. Buenos Aires: Edicial, 1996.

γ [Modificado: 20-10-2008]

1 Estas CMAC pueden considerarse como el instrumento metodológico que permite construir y utilizar operativamente lo que Michel Foucault denomina "formaciones discursivas" (1969: 44ss).

2 Con lo que sería utilizable su descripción en el Sistema 5 de Lewis and Langford (1932: 501; Hughes y Cresswell, 1973: 72, 198).

3 Utilizo "dual" en el sentido en que lo utilizan Hilbert y Ackermann, 1962: 29.

4 Teniendo en cuenta que un MSPs interpretacional-1 puede ser, a su vez, MSP textual para otro nivel de MSP interpretacional-2, queda incluida en la relación de alternatividad la problemática de la transposición (parafrástica, descriptiva o metalingüística) del sentido que, para algunos (ver H. Parret, 1983: 78) constituye "la esencia del arte semiótico".

4bis "Texto" aquí se entiende como "semiosis sustituida", ya que deberá estar necesariamente interpretada; o sea, se trata de una “semiosis sustituyente” que ya ha sido sustituida desde “otra semiosis sustituyente”; es la situación en la que un signo cumple la función de objeto semiótico por estar siendo interpretado desde otro signo de un nivel metasemiótico más alto. (Ver, aquí: 2.1.8 Objeto semiótico y 5.4 Primera identificación de los 4 signos). Así, bien puede considerárselo como texto, en cuanto semiosis verbal, o como objeto semiótico, en cuanto perteneciente a cualquier otra semiosis. Lo fundamental es que se lo percibe, en todo caso, como ya interpretado.

5 Otra forma de plantear esta disyunción puede formularse como la que se da entre las interpretaciones canónicas, en cuanto vigentes y, por tanto, socialmente aceptadas en determinada comunidad y las interpretaciones desviantes que puede construir determinado miembro o subgrupo de dicha comunidad como superación, posiblemente inaceptable en su actualidad, de tales interpretaciones canónicas.

6 Obsérvese que la hipótesis afirma que la relación se da entre los individuos de alguno de los MSPs con los de cada uno de los restantes MSPs. Esta es una característica específica de la lógica de los MSPs, sobre la que habrá de volverse.

7 "Sistema semiótico", en este trabajo, abarca: 1) la función semiótica que vincula un representamen con un fundamento para un interpretante (aceptando en sus líneas generales la concepción peirceana) y 2) la totalidad de la materia prima disponible y vigente en una comunidad para la construcción del representamen (aceptando, también en sus líneas generales, la distribución peirceana en iconos, índices y símbolos, con la expansión proveniente de la combinatoria de sus tres categorías). A la función semiótica relativa a algún tipo de representámenes construido con una determinada clase de materia prima disponible y vigente o con alguna combinatoria de tales materias primas igualmente disponible y vigente en la comunidad en estudio, la denomino "semiosis".

8 Algunas características de estas "operaciones cognitivas" son las siguientes: a) son de algún modo signos, pero no a modo de mera traducción o sinonimia entre este termino y aquella expresión, sino estrictamente en cuanto función semiótica entre los conjuntos de mundos semióticos involucrados; b) esto reafirma que de ninguna manera habrán de considerarse entidades en cuanto algo completa y efectivamente realizado; c) por lo mismo que no son entidades, tampoco es posible originarlos en realidad ingenua alguna; d) son operaciones que poseen la capacidad específica para la producción de constructos posibles de interpretación.

9 Los MSPs sustituidos son aquellos ya siempre dichos precedentemente que, ante la nueva interpretación (MSP sustituyente), quedan dichos de otra manera.

10 Si a T y a M se los considera temporalmente ordenados, se observa que tienen cierta capacidad de intercambiar sus funciones. O sea, en un momento (t) determinado, los conjuntos de modelos T(tn) pueden consistir en textualizaciones de interpretaciones M(tn-1) de otros conjuntos de textos T(tn-1). Esta recurrencia tiene también otras direcciones que aquí no tomo en consideración.

11 Si se analiza el conjunto de modelos 1, μ2,... μn) que constituyen M, se podrá establecer, en cada situación concreta de interpretación, que uno de tales modelos se realiza efectivamente; es el mundo efectivamente cognoscible o mundo semiótico, o sea, el mundo tal como lo construye, para alguien, alguna (o cada una) de las interpretaciones vigentes en determinado momento y comunidad (o sector, todo lo acotado que se desee, de tal comunidad), quedando al margen del conocimiento posible el entorno entrópico o realidad óntica.

12 Con esto se define aquí, provisionalmente, lo real como lo ya efectivamente interpretado. Se excluye por tanto toda referencia al conocimiento posible de lo real como conocimiento del “entorno entrópico”, lo que implicaría la contradicción de conocer lo óntico que, al ser conocido, deja de ser óntico para transformarse a ontológico y depender por tanto de un sistema de conocimiento que le confiere sentido. Lo que percibimos como realidad verdadera es una realidad interpretada.

13 Equivale a decir que la interpretación de determinado texto vigente en una comunidad por el conjunto de todas las interpretaciones que pueda recibir: a) permite obtener todas aquellas interpretaciones que provienen de determinado texto; b) permite establecer si a partir de determinado texto puede obtenerse determinada interpretación; c) pero no puede impedir que, en el conjunto universal de las interpretaciones de un determinado texto, aparezcan correctamente derivadas una interpretación y su dual.

14 Equivale a decir que la interpretación de determinado texto vigente en una comunidad por determinado subconjunto de las interpretaciones que puede recibir: a) permite obtener todas aquellas interpretaciones que provienen de determinado texto; b) permiten establecer si a partir de determinado texto puede obtenerse determinada interpretación; c) y, por las reglas de su construcción, no es posible que, en ese determinado subconjunto de las interpretaciones de un determinado texto, aparezcan correctamente derivadas una interpretación y su dual.

15 El conjunto constituido por la totalidad de los pares de subconjuntos de textos y de interpretaciones constituye el sistema semiótico en estudio, con las características de completitud, decidibilidad e inconsistencia (ver también nota 28). 

16 Este carácter de ser "mínimas" no es absoluto sino dependiente de las dimensiones impuestas por el mundo interpretable en estudio o a producir.

17 Se acepta, en principio, la tradicional clasificación de C. S. Peirce (ver nota 7), con las observaciones al Índice formuladas en otro lugar (Magariños de Morentin, 1994: 74).

18 Toda materia prima o combinación de materias primas semióticas se organiza en estructuras sintácticas que están en función de alguna (o de la combinación de algunas) de las gramáticas (con independencia de su formalización estricta o relativamente arbitraria) vigentes en determinado momento y comunidad (a las que cumplen o de las que se desvían en mayor o menor grado).

19 La reconstrucción de las características gramaticales/semióticas efectivamente actualizadas en determinada estructura sintáctica es el objetivo de esta etapa analítica de los MSPs. Hablamos de "características" y no de "reglas", ya que el uso que las manifiesta es "relativamente contingente", en el sentido de que nada obliga a que sean unas y no otras las relaciones sintácticas vigentes en una comunidad (en cuanto gramática/semiótica históricamente cambiante, pero con permanencia, al menos relativa, de las operaciones lógicas fundamentales), pero es "efectivo" en cuanto necesariamente deben estar presentes determinadas relaciones sintácticas.

20 Buena-formación, relativizada a su vinculación a la contingencia histórica de su efectiva vigencia.

21 En el sentido en que usa Hjelmslev el término "Funktiv" ("functive", en la trad. inglesa, "functivo", en la española) (ver L. Hjelmslev, 1971: 33 y Def.9).

22 En otros (Magariños de Morentin y col., 1990: 26ss; 1993: 12 y 16), de mayor incidencia lingüística, se ha preferido la expresión "definición contextual", reservándose en ellos el término "red" para la representación de la secuencia ordenada de operaciones cognitivas efectivamente aplicadas por el usuario e identificadas en la correspondiente definición contextual.

23 Con este nombre se desarrollan también en Magariños de Morentin y col., 1993: 79ss.

24 Se está utilizando "dirección" en el interesante sentido que le atribuye Ives Lecerf, en cuanto lo afirma como plano autónomo "respecto de los otros dos planos del sentido y de la forma" (1979: 89ss) y que se analiza semióticamente en Magariños de Morentin 1994: 64.

25 Aquí, las hiper-redes secuenciales representan estructuras cognitivas muy semejantes a lo que Michel Foucault denomina "formaciones discursivas" (M. Foucault, 1969: 44ss).

26 Con este nombre se desarrollan también en Magariños de Morentin y col., 1993: 84ss.

27 Las que, a su vez, constituyen la definición intensional de tales individuos y/o, en su caso, de los MSPs intervinientes.

28 A cuyas características de completo, decidible e inconsistente (ver nota 15) puede ahora añadirse la de estar ordenado.

29 Con este nombre se la define también en Magariños de Morentin, 1986: 145.

30 Este isomorfismo se replantea, para la semiótica, desde una perspectiva con ciertas diferencias respecto de la de Wittgenstein ("La proposición es una figura de la realidad. La proposición es un modelo de la realidad tal como la pensamos", 1973: 4.01). No en el sentido atomista en el que Russell funda la verificación de las proposiciones, sino en el sentido pansemiótico en el que Peirce funda las posibilidades de conocimiento del mundo, el isomorfismo se establece (o no) entre la estructura de diversos campos simbólicos en estudio o también, p.e., entre la estructura de un campo simbólico y la de uno (o múltiples) campos indiciales, y viceversa con el mismo derecho (aunque quizá con mucho menor conocimiento de la gramática que estructura el campo indicial). Este "campo indicial" es lo que Wittgenstein designa como "realidad"; semióticamente el parágrafo citado puede parafrasearse: "La proposición simbólica es una figura de la proposición indicial. La proposición simbólica es un modelo de la proposición indicial tal como la pensamos"). El isomorfismo constata la accesibilidad entre MSPs.

31 Véase un desarrollo metodológico del 'contexto de interpretación' en Magariños de Morentin, 1993.

32 De donde, "sustituido" e "interpretado" aparecen como sinónimos, en cuanto sustituido se dice de aquel recorte del mundo (simbólico, indicial o icónico) que ha quedado interpretado de determinada manera (por alguna de las interpretaciones posibles y vigentes en determinada sociedad para determinado texto).

33 El isomorfismo y/o el no-isomorfismo entre los MSPs sustituidos se establece en virtud de determinada clave (que, aquí, se representa mediante "δ") según la que se correlacionan elementos de T con elementos de M, a condición de ser de la misma categoría (individuos con individuos, propiedades con propiedades y predicados con predicados, según Hintikka, 1976: 42; o términos con términos, enunciados con enunciados y redes con redes, según la segmentación y representación en Magariños de Morentin, 1993: 9, 16 y 79).

34 La expresión "función de interpretación", pierde su eventual residuo metafísico cuando se observa que el propio Hintikka (ibidem: 42) la corporeiza en la operación de correlación entre campos articulados, a la que denomina "clave"; no obstante, diferencia entre clave e interpretación, exigiendo a esta última la correlación no sólo de los lugares argumentales con el predicado representado, sino del símbolo predicativo con ese mismo predicado (Hintikka, op.cit.: 48).

35 La oposición de Hintikka (ibidem: 44) entre palabras-tipo y palabras-señal (correlativa de la peirceana entre type y token) no se corresponde (en la explicación de esta relación) con la particular asimetría que se afirma, desde la semiótica, respecto de la relación de alternatividad. En ésta, términos o enunciados o redes de los MSPs textuales se correlacionan uno-a-muchos (o, al menos, uno-a-más de uno) con términos o enunciados o redes de los MSPs interpretantes o modelos (a posteriori) de construcción de la realidad.

36 La operación de alternatividad y la función de interpretación están íntimamente vinculadas. La función de interpretación permite establecer la relación entre el MSP textual en estudio y los MSPs interpretantes que constituyen los MSPs alternativos del primero. Así como una función de verdad de oraciones atómicas no nos presenta una figura simple del mundo, sino que admite ciertas posibilidades acerca de ese mundo y excluye otras (Hintikka: 52), la función de interpretación, en virtud de las diferentes claves vigentes en determinado momento de determinada sociedad, permite la construcción de los correspondientes MSPs interpretantes, en cuanto conjunto de figuras alternativas del mundo, a partir de determinado MSP textual.

37 Para establecer las condiciones de accesibilidad es necesario haber identificado previamente: 1) la totalidad o, 2) para el caso concreto, el conjunto considerado necesario de los MSPs interpretantes que surgen a partir de un determinado MSP textual, ya que dicha accesibilidad requiere un estudio de la conservación de la consistencia ante cada MSP interpretado que se incorpora al conjunto-modelo correspondiente; dando origen las inconsistencias a nuevos conjuntos-modelo que, en cada caso, conservarán su propia consistencia (de nuevo, las diversas "formaciones discursivas" foucaultianas).

38 La accesibilidad encuentra la explicación de su calidad de posible (lo que, en definitiva, hace a la calidad de los Mundos Semióticos Posibles) en consideraciones afines a las que constituyen la teoría figurativa de Wittgenstein y la concepción figurativa expandida del propio Hintikka a la que he aludido en este trabajo. Si desde un MSP textual es accesible un número (por lo general, indeterminado) de MSPs interpretantes, ello es en virtud de una capacidad de representación latente en dicho MSP textual y manifestada en cada uno de los MSPs interpretantes. Si se tiene en cuenta que la naturaleza de estos MSPs interpretantes es lo que, en el lenguaje cotidiano (y también en el fenomenológico y en el positivista), se entiende por "la realidad", podrá comprenderse el papel que le corresponde aquí a la wittgensteiniana "teoría figurativa". El MSP textual deber contener, para que sea posible entenderlo (o sea, interpretarlo), en alguno de sus niveles de eficacia, la posibilidad de compararlo con "la realidad". Como afirma Hintikka, para la eficacia de esta comparación no es suficiente que se conozcan los individuos a los que se refieren cada uno de los términos singulares libres de determinada expresión (Hintikka: 66); pero tampoco basta con el agregado, por él propuesto, de las reglas que establecen la lógica de las construcciones de conjuntos-modelo y no sería pertinente el agregado, también propuesto por Hintikka, de las reglas que establecen la lógica de las comparaciones escalonadas entre lenguaje y realidad. Aceptando, tanto la base wittgensteiniana, como el incremento de exigencia de la propuesta de Hintikka, para que pueda establecerse la pretendida correlación figurativa es necesario, también, determinar que ambos conjuntos, el de los MSPs textuales y el de los MSPs interpretantes son lenguaje o mejor, para evitar la excesiva expansión metafórica de este término, son semiosis. Esto equivale a decir que estamos exhaustivamente rodeados de signos, en su aspecto de objetos semióticos, en el sentido de que todo lo que percibimos tiene un significado para alguien. No hay signo sin sintaxis/contexto, ya que si sus posibilidades combinatorias fuesen absolutamente aleatorias no tendría posibilidad alguna de ser identificado; no hay signo sin pragmática, ya que si no estuviese vinculado a algún uso en algún momento de alguna sociedad no podría adquirir sentido alguno, ya que sólo el uso puede conferírselo; no hay signo sin semántica, ya que su significado no es un aspecto perceptual del fenómeno (objeto o evento), pero no existe fenómeno percibible sin significado. Por tanto, toda realidad es una semiosis (por lo general, indicial, pero también icónica e incluso simbólica y en todos los casos, teniendo en cuenta las especificidades pertinentes, con sintaxis, pragmática y semántica propia). Si se concuerda en esto, la teoría o la concepción figurativa del lenguaje tiene mucha mayor posibilidad de demostrar su razonabilidad. El problema se desplaza, pues, al establecimiento de las relaciones sintácticas de esa semiosis que es la realidad, con las cuales será posible correlacionar la sintaxis del discurso utilizado para interpretarla o sea, para conferirle un significado. Por eso creo poder afirmar que no es suficiente con multiplicar los pasos del proceso que va desde el lenguaje a la realidad, sino que para que esos pasos lleguen, sin saltos inferenciales injustificados, a algún destino, que será alguna realidad interpretada, es necesario sustituir la consideración ingenua de esa realidad por su consideración explicativa como semiosis y que sea acerca de los signos de esa semiosis acerca de los que se evalúe su correspondencia con los signos del lenguaje que la nombra. En definitiva, se adopta la hipótesis de la calidad intersemiótica del significado (hipótesis que, desde una perspectiva fenomenológica, esboza H. Ruthrof, 1995). Esta correlación entre determinado conjunto de signos de un lenguaje que apetecen algún significado y los diversos conjuntos de signos de todos aquellas semiosis que, a través de su capacidad de interpretación, pretenden, competitivamente, atribuirle dicho significado, se cumple mediante lo que aquí denomino Mundos Semióticos Posibles.

10.3 LOS MUNDOS SEMIÓTICOS POSIBLES DE LA MUERTE EN J. R. JIMÉNEZ Y EN J. GELMAN

Tarea de Investigación (con eficacia ejemplificativa):

Identificar los MSPs correspondientes a cada uno de los dos poemas siguientes. Establecer si el conjunto de los sentidos que se van construyendo en cada uno de ellos constituye un CONJUNTO CONSISTENTE o no. O sea, establecer si los dos poemas pueden incluirse en un mismo MSP o no.

POEMA 1

Juan Gelman

Claro que moriré y me llevarán...

Claro que moriré y me llevarán

en huesos o cenizas

y que dirán palabras y cenizas

y yo habré muerto totalmente

claro que esto se acabará

mis manos alimentadas por tus manos

se pensarán de nuevo

en la humedad de la tierra

yo no quiero cajón

ni ropa

que el barro asuma mi cabeza

que sus orines me devoren

ahora

desnudo de ti

POEMA 2

Juan Ramón Jiménez

El viaje definitivo

...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros

cantando,

y se quedará mi huerto, con su verde árbol,

y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido,

y tocarán, como esta tarde están tocando

las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron,

y el pueblo se hará nuevo cada año,

y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,

mi espíritu errará nostáljico ...

Y yo me iré, y estaré sólo, sin hogar, sin árbol

verde, sin pozo blanco,

sin cielo azul y plácido...

y se quedarán los pájaros cantando.

10.3.1 Etapa 1: NORMALIZACIÓN + SEGMENTACIÓN

Las operaciones que van a aplicarse se encuentran descriptas en 10 Manual operativo para la construcción de definiciones contextuales y redes contrastantes.

POEMA 1

1.1 (es) claro que (yo) moriré

1.2 {y}* (es claro que ellos) me llevarán en huesos o (en) cenizas

1.3 {y} (es claro) que (ellos) dirán palabras y cenizas

1.4 {y} (es claro que) yo habré muerto totalmente

1.5 (es) claro que esto se acabará

1.6 mis manos1** alimentadas por tus manos2 se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra

1.7 yo no quiero cajón ni ropa

1.8 (yo quiero) que el barro asuma mi cabeza

1.9 (yo quiero) que {sus} (del barro) orines me devoren ahora [que yo estoy] desnudo de ti

POEMA 2***

2.1 {y} yo me iré

2.2 {y} se quedarán los pájaros cantando

2.3 {y} se quedará mi huerto con su verde árbol y con su pozo blanco

2.4 todas las tardes1 el cielo será azul y plácido

2.5 {y} (todas las tardes1) tocarán como esta tarde2 están tocando las campanas del campanario

2.6 se morirán aquellos que me amaron

2.7 {y} el pueblo se hará nuevo cada año

2.8 {y} en el rincón aquel de mi1 huerto florido y encalado mi2 espíritu errará nostáljico1

2.9 {y} yo me iré

2.10 {y} (yo) estaré sólo sin hogar sin árbol verde sin pozo blanco sin cielo azul y plácido

2.11 {y} se quedarán los pájaros cantando

Comentarios:

*Uso las llaves "{}" para señalar los elementos que no intervendrán en las definiciones contextuales, si bien seguirán marcados como para poder ser reutilizadas si la recuperación de algún sentido así lo requiriese.

**Cuando la misma palabra reaparece en un mismo segmento pero construyendo otro referente, ambas palabras se diferencian mediante un subíndice.

***El análisis según los MSPs no pretende (ya que no está entre sus objetivos) recuperar, explicativamente, la eficacia poética de estos textos, sino mostrar y (si corresponde) contrastar el (o los) universo(s) de significados identificables a partir de tales textos.

10.3.2 Etapa 2: Construcción de DEFINICIONES CONTEXTUALES

POEMA 1

1.1.1 YO: aquél que es claro que morirá

1.2.1 (ELLOS): aquéllos que (es claro que) me llevarán en huesos o cenizas {y: 1.1}

1.2.2 HUESOS: aquéllos o (en) cenizas que (es claro que) son el modo como ellos me llevarán {y: 1.1}

1.2.3 CENIZAS: aquéllas o en huesos que (es claro que) son el modo como ellos me llevarán {y: 1.1}

1.2.4 ME: aquél a quien (es claro que ellos) llevarán en huesos o (en) cenizas {y: 1.1}

1.3.1 (ELLOS): aquéllos que (es claro que) dirán palabras y cenizas {y: 1.1}

1.3.2 PALABRAS: aquéllas y cenizas que (es claro que ellos) dirán {y: 1.1}

1.3.3 CENIZAS: aquéllas y palabras que (es claro que ellos) dirán {y: 1.1}

1.4.1 YO: aquél que (es claro que) habrá muerto totalmente

1.5.1 ESTO: aquello que (es) claro que se acabará

1.6.1 MANOS1: aquéllas mías alimentadas por tus manos2 que se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra

1.6.2 MANOS2 : aquéllas tuyas alimentadas por las cuales mis manos se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra

1.6.3 HUMEDAD: aquélla de la tierra en la que mis manos1 alimentadas por tus manos2 se pensarán de nuevo

1.6.4 TIERRA: aquélla en cuya humedad mis manos1 alimentadas por tus manos2 se pensarán de nuevo

1.6.5 MIS: aquél cuyas manos1 alimentadas por tus manos2 se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra

1.6.6 TUS: aquél(la) cuyas manos2 alimentaron mis manos1 que se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra

1.7.1 YO: aquél que no quiere cajón ni ropa

1.7.2 CAJÓN: aquél ni ropa que yo no quiero

1.7.3 ROPA: aquélla ni cajón que yo no quiero

1.8.1 [YO]: aquél [que quiere] que el barro asuma su cabeza

1.8.2 BARRO: aquél que, que asuma mi cabeza [yo quiero]

1.8.3 CABEZA: aquélla mía que, que el barro asuma [yo quiero ]

1.8.4 MI: aquél cuya cabeza [yo quiero] que el barro asuma

1.9.1 [YO]: aquél [que quiere] que los orines (del barro) le devoren ahora desnudo de ti

1.9.2 (BARRO): aquél cuyos orines que, que me devoren ahora desnudo de ti [yo quiero]

1.9.3 ORINES: aquéllos suyos (del barro) que, que me devoren ahora desnudo de ti [yo quiero]

1.9.4 ME: aquél al que, que sus (del barro) orines devoren ahora [que yo estoy] desnudo de ti [yo quiero]

1.9.5 [YO]: aquél [que está] desnudo de ti

1.9.6 TI: aquél(la) desnudo del(a) cual [yo quiero] que sus (del barro) orines me devoren ahora

Comentarios:

*No se marcan, en las Definiciones Contextuales, los elementos textuales incorporados para mantener el sentido del texto original.

*Cuando hay una conjunción del tipo de "huesos o cenizas" o de "palabras y cenizas", podría segmentarse reiterando la parte común de la frase. Si no resulta indispensable para mantener el sentido, parece preferible incluirla en un único y mismo segmento.

*Las definiciones contextuales pueden resultar comunicacionalmente inaceptables, por la transformación sintáctica a la que se somete el texto, pero siempre deberán ser gramaticales.

*Cuando el segmento comienza con la conjunción "y", a ésta se la excluye de la Definición Contextual, pero se conserva su referencia, al final de la definición, indicando el segmento con el que se conecta.

*El número que va entre paréntesis, al final de cada Definición Contextual, establece una secuencia ordenada y total para dichas Definiciones.

*Recuérdese que el objetivo de las Definiciones Contextuales es registrar el sentido de los términos utilizados en función del efectivo contexto en el que aparecen.

POEMA 2

2.1.1 YO: aquél que se irá {y: 0}

2.2.1 PÁJAROS: aquéllos que se quedarán cantando {y: 2.1}

2.3.1 HUERTO: aquél mío que se quedará con su verde árbol y con su pozo blanco {y: 2.2}

2.3.2 ÁRBOL: aquél verde del huerto con el cual y con su pozo blanco se quedará mi huerto {y: 2.2}

2.3.3 POZO: aquél blanco del huerto con el cual y con su verde árbol se quedará mi huerto {y: 2.2}

2.3.4 MI: aquél cuyo huerto se quedará con su verde árbol y con su pozo blanco {y: 2.2}

2.3.5 SU: aquel huerto mío con cuyo verde árbol y pozo blanco se quedará {y: 2.2}

2.4.1 TARDES1: aquéllas todas en las que el cielo será azul y plácido

2.4.2 CIELO: aquél que todas las tardes1 será azul y plácido

2.5.1 (TARDES1 ): aquéllas (todas) en las que tocarán como esta tarde2 están tocando las campanas del campanario {y: 2.4}

2.5.2 TARDE2: aquélla que como en esta están tocando las campanas del campanario tocarán (todas las tardes1) {y: 2.4}

2.5.3 CAMPANAS: aquéllas del campanario que como esta tarde2 están tocando tocarán (todas las tardes1) {y: 2.4}

2.6.1 (AQUÉLLOS1): aquéllos* que se morirán que me amaron

2.6.2 AQUÉLLOS2: aquéllos* que me amaron que se morirán

2.6.3 ME: aquél al que amaron aquellos que se morirán

2.7.1 PUEBLO: aquél que se hará nuevo cada año {y: 2.6}

2.7.2 AÑO: aquél cada cuanto que el pueblo se hará nuevo {y: 2.6}

2.8.1 RINCÓN: aquél de mi1 huerto florido y encalado en el cual mi2 espíritu errará nostáljico {y: 2.7}

2.8.2 HUERTO: aquél mío1 florido y encalado en aquel rincón del cual mi2 espíritu errará nostáljico {y: 2.7}

2.8.3 ESPÍRITU: aquél mío2 que errará nostáljico en aquel rincón de mi1 huerto florido y encalado {y: 2.7}

2.8.4 MI1: aquél en el rincón aquel de cuyo huerto florido y encalado mi2 espíritu errará nostálgico {y: 2.7}

2.8.5 MI2: aquél cuyo espíritu errará nostáljico en aquel rincón de mi1 huerto florido y encalado {y: 2.7}

2.9.1 YO: aquél que se irá {y: 2.8}

2.10.1 (YO): aquél que estará sólo sin hogar sin árbol verde sin pozo blanco sin cielo azul y plácido {y: 2.9}

2.10.2 HOGAR: aquél sin el cual sin árbol verde sin pozo blanco sin cielo azul y plácido yo estaré sólo {y: 2.9}

2.10.3 ÁRBOL: aquél verde sin el cual sin hogar sin pozo blanco sin cielo azul y plácido yo estaré sólo {y: 2.9}

2.10.4 POZO: aquél blanco sin el cual sin hogar sin árbol verde sin cielo azul y plácido yo estaré sólo {y: 2.9}

2.10.5 CIELO: aquel azul y plácido sin el cual sin hogar sin árbol verde sin pozo blanco yo estaré sólo {y: 2.9}

2.11.1 PÁJAROS: aquellos que se quedarán cantando {y: 2.10}

Comentarios:

*El término con asterisco ("aquellos*") está en su función anafórica de pronombre relativo para la construcción de la Definición Contextual y no constituye un término que requiera definición; como sí lo requiere el doble "aquellos" que es sujeto de los verbos "se morirán" y "amaron", por lo que se lo diferencia con los sufijos "1" y "2".

10.3.3 Etapa 3

10.3.3.1 Diseño de REDES CONTRASTANTES

Hasta ahora, al conferirles la forma de DEFINICIONES CONTEXTUALES, se han identificado los SENTIDOS que, en cada uno de los poemas, adquieren los términos utilizados para construirlos.

Corresponde analizar tales SENTIDOS y sus RELACIONES para establecer las SEMEJANZAS y DIFERENCIAS que permitan ir identificando los MSPs correspondientes a cada poema.

En cuanto esta puesta en relación se basa en semejanzas y diferencias semánticas, se introduce, inevitablemente, UNA COMPONENTE DE SUBJETIVIDAD en su diagramación. No obstante, dicha componente es mínima ya que el criterio para incluirlas en el mismo nivel es la reiteración del lexema (en alguna de sus variantes) o la aceptación de algún tipo de sinonimia entre lexemas distintos. La sinonimia puede consolidarse (no digo "probarse") aportando muestras de otros discursos en que los lexemas distintos (que se postulan como sinónimos) aparecen incluidos en el mismo contexto.

P1 = POEMA 1

P2 = POEMA 2

N1 = NIVEL 1

N2 = NIVEL 2

N3 = NIVEL 3 ...

YOP1

 

(YO): aquél que es claro que MORIRÁ

1.1.1---------- N1.1

YO: aquél que (es claro que) HABRÁ MUERTO totalmente

1.4.1----------N1.2

(YO): aquél [que QUIERE] que el barro asuma su cabeza

1.8.1----------N2.1

(YO): aquél [que QUIERE] que los orines (del barro) le devoren desnudo de ti

1.9.1----------N2.2

YO: aquél que NO QUIERE cajón ni ropa

1.7.1----------N3

 

(YO): aquél [que ESTÁ] desnudo de ti

1.9.5----------N4

 

(ME): aquél al que (es claro que ellos) LLEVARÁN en huesos o (en) cenizas

1.2.4----------N5

 

(MIS): aquél cuyas MANOS1 alimentadas por tus manos2 se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra

1.6.5----------N6

 

Comentarios:

*Con la identificación de niveles ("N1", "N2"...) se trata de establecer desarrollos relativamente homogéneos en el interior de cada texto, así como hacer evidentes y, por tanto, fijar posibles puntos de contraste (desde la identidad a la contradicción) entre textos diferentes en estudio. 

YOP2

 

YO: aquél que SE IRÁ

2.1.1----------N1.1

YO: aquél que SE IRÁ

2.9.1---------N1.2

 

Ø----------N2

 

 

Ø----------N3

 

 

(YO): aquél que ESTARÁ SÓLO sin hogar sin árbol verde sin pozo blanco sin cielo azul y plácido

2.10.1----------N4

 

 

(ME): aquél al que AMARON aquellos que se morirán

2.6.3----------N5

 

 

(MI): aquel cuyo HUERTO se quedará con su verde árbol y con su pozo blanco

2.3.4----------N6.1

(MI1): aquél en el rincón aquel de cuyo HUERTO florido y encalado mi2 espíritu errará nostáljico

2.8.4----------N6.2

(MI2): aquél cuyo ESPÍRITU errará nostáljico en el rincón aquél de mi1 huerto florido y encalado

2.8.5                N6.3

10.3.3.2 Aproximación a un análisis contrastante

Posibilidad 1

N1.1/2/3: el "YO" aparece como sujeto del verbo "MORIR", en P1-N1.1/2; mientras que en P2 se vincula con la forma verbal metafórica "IRSE" (N1.1/2); en todos los casos, en futuro. El YO así construido recibe, en P2 respecto de P1, el efecto de un desplazamiento semántico que debilita, en P2, la contundencia de la acción de la que es sujeto en P1 (los aspectos específicos de los verbos "MORIR" e "IRSE" y de "ESTAR SÓLO" se analizarán más adelante, en función de las FRASES NOMINALES de las que dependen). 

N2, N3: en P1, hay dos niveles: N2 y N3, que utilizan el "YO" como sujeto del verbo "QUERER" y de su negación "NO QUERER"; esta relación no existe en P2. El YO así construido es agente de deseo del contexto físico de la muerte y de no-deseo del contexto cultural de la muerte; sólo existe en P1 y no existe en P2.

N4: en P1, aparece el "YO" implícito con la calificación de "[ESTAR] DESNUDO"; en P2, aparece el "YO" implícito con la calificación de "[ESTAR] SÓLO". El YO así construido adquiere, en P1 y en P2, una calidad de desposesión.

N5: tanto en P1 como en P2, el "YO" aparece con la forma del acusativo "ME", en cuanto destinatario de las acciones de otros: "LLEVAR", en P1, y "AMAR", en P2. El YO así construido es objeto de la acción física de ser llevado en P1 y del movimiento emocional de ser amado en P2 (los aspectos específicos de los pronombres "ELLOS" y "AQUELLOS" de una y otra acciones se analizarán más adelante).

N6.1/2/3: tanto en P1 como en P2, el "YO" aparece con la forma del posesivo "MIS" y "MI" respectivamente, en cuanto poseedor, en P1, de "MANOS", en P2.1/2, de "HUERTO" y, en P.2.3 de "ESPÍRITU" . El YO así construido regresa, en P1, sobre su propio cuerpo, y, en P2.3, sobre su propio interior, y se proyecta hacia su exterior, en P2.1/2 (los aspectos específicos de los sustantivos "MANOS", "HUERTO" y "ESPÍRITU" se analizarán más adelante).

P1

 

(TUS) aquél(la) CUYAS MANOS2 alimentaron mis manos1 que se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra

1.6.6----------N1

(TI) aquél(la) DESNUDO DEL(DE LA) CUAL [yo quiero] que sus (del barro) orines me devoren ahora

1.9.5----------N2

 

P2

 

Ø----------N1

Ø----------N2

Posibilidad 2

N1: en P1-N1, el "TÚ" aparece con la forma del posesivo "TUS" en cuanto poseedor de "MANOS2". El TÚ así construido regresa sobre su propio cuerpo; carece de identidad, ni siquiera respecto del género; sólo existe en P1 y no existe en P2 (los aspectos específicos del sustantivo "MANOS2" se analizarán más adelante).

N2: en P1-N2, el "TÚ" aparece con la forma preposicional "DE TI" que indica de quien el "YO" está desnudo. El TÚ así construido es una carencia del YO; sólo existe en P1 y no existe en P2 (carece de aspectos específicos que identifiquen, al menos, el género).

ELLOSP1/AQUELLOS

 

(ELLOS) aquéllos que (es claro que) ME LLEVARÁN en huesos o (en) cenizas

1.2.1----------N1.1

(ELLOS) aquéllos que (es claro que) DIRÁN palabras y cenizas

1.3.1----------N1.2

 

ELLOS / AQUELLOSP2

 

AQUÉLLOS2 : aquéllos**** que ME AMARON que se morirán

2.6.2----------N1.1

(AQUÉLLOS1) aquéllos* que SE MORIRÁN que me amaron

2.6.1----------N1.2

**** Este pronombre pertenece a la estructura sintáctica de la definición contextua ; remite a "AQUELLOS" en cuanto pronombre perteneciente a la estructura semántica de P2.

Posibilidad 3

N1: en P1-N1.1, el "ELLOS" aparece como sujeto del verbo "LLEVAR". El ELLOS así construido sitúa a los ajenos como protagonistas que reducen al YO a la condición de ser llevado. En P1-N1.2, el "ELLOS" aparece como sujeto del verbo "DECIR". El ELLOS así construido sitúa a los ajenos como protagonistas del uso de la palabra. En P2-N1.1/2, el "AQUÉLLOS" aparece como sujeto de un doble verbo: en pasado "AMAR" y en futuro "MORIR". El AQUELLOS así construido sitúa a los ajenos como protagonistas del amor pasado y de la muerte futura.

TÉRMINOS DIFERENCIALES

QUE YA APARECIERON EN LAS REDES PRECEDENTES

POEMA 1

En las redes precedentes ya aparecieron TODOS los términos utilizados en este poema, con excepción de "ESTO".

Esto implica que todos aquellos términos del poema, salvo "ESTO", están vinculados con "YO", "TU", "ELLOS", en sus diversas formas de presencia.

1.2.2 HUESOS: aquéllos y (en) cenizas que (es claro que) son el modo como ellos me llevarán {y: 1.1} 

1.2.3 CENIZAS: aquéllas y en huesos que (es claro que) son el modo como ellos me llevarán {y: 1.1} 

1.3.3 CENIZAS: aquéllas y palabras que (es claro que ellos) dirán {y: 1.1} 

1.3.2 PALABRAS: aquéllas y cenizas que (es claro que ellos) dirán {y: 1.1}

1.6.1 MANOS1: aquéllas mías alimentadas por tus manos2 que se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra 

1.6.2 MANOS2 : aquéllas tuyas alimentadas por las cuales mis manos se pensarán de nuevo en la humedad de la tierra 

1.6.3 HUMEDAD: aquélla de la tierra en la que mis manos1 alimentadas por tus manos2 se pensarán de nuevo 

1.6.4 TIERRA: aquélla en cuya humedad mis manos1 alimentadas por tus manos2 se pensarán de nuevo 

1.7.2 CAJÓN: aquél ni ropa que yo no quiero 

1.7.3 ROPA: aquélla ni cajón que yo no quiero 

1.8.2 BARRO: aquél que que asuma mi cabeza [yo quiero] 

1.9.2 (BARRO): aquél cuyos orines que me devoren ahora desnudo de ti [yo quiero] 

1.8.3 CABEZA: aquélla mía que que el barro asuma [yo quiero]

1.9.3 ORINES: aquéllos suyos (del barro) que que me devoren ahora desnudo de ti [yo quiero] 

 

POEMA 2

En las redes precedentes ya aparecieron los términos de este poema, registrados en esta lista.

Esto implica que estos términos aquí registrados están vinculados con "YO" y "AQUELLOS", en sus diversas formas de presencia.

2.3.1 HUERTO: aquél mío que se quedará con su verde árbol y con su pozo blanco {y: 2.2} 

2.8.2 HUERTO: aquél mío1 florido y encalado en aquel rincón del cual mi2 espíritu errará nostáljico {y: 2.7} 

2.3.2 ÁRBOL: aquél verde del huerto con el cual y con su pozo blanco se quedará mi huerto {y: 2.2} 

2.10.3 ÁRBOL: aquél verde sin el cual sin hogar sin pozo blanco sin cielo azul y plácido yo estaré sólo {y: 2.9} 

2.3.3 POZO: aquél blanco del huerto con el cual y con su verde árbol se quedará mi huerto {y: 2.2} 

2.10.4 POZO: aquél blanco sin el cual sin hogar sin árbol verde sin cielo azul y plácido yo estaré sólo {y: 2.9} 

2.10.5 CIELO: aquel azul y plácido sin el cual sin hogar sin árbol verde sin pozo blanco yo estaré sólo {y: 2.9} 

2.8.1 RINCÓN: aquél de mi1 huerto florido y encalado en el cual mi2 espíritu errará nostáljico {y: 2.7} 

2.8.3 ESPÍRITU: aquél mío2 que errará nostáljico en aquel rincón de mi1 huerto florido y encalado {y: 2.7} 

2.10.2 HOGAR: aquél sin el cual sin árbol verde sin pozo blanco sin cielo azul y plácido yo estaré sólo {y: 2.9} 

Posibilidad 4

En P1, los términos, vinculados a "YO", "TÚ", "ELLOS", aquí listados: "HUESOS", "CENIZAS", "PALABRAS", "MANOS1", "MANOS2", "HUMEDAD", "TIERRA", "CAJÓN", "ROPA", "BARRO", "CABEZA" Y "ORINES" están utilizados para construir un discurso de COMPENETRACIÓN con los elementos y el contexto FÍSICO de la MUERTE.

En P2, los términos, vinculados a "YO" y "AQUELLOS", aquí listados: "HUERTO", "ÁRBOL", "POZO", "CIELO", "RINCÓN", "ESPÍRITU" Y "HOGAR" están utilizados para construir un discurso de PRIVACIÓN de los elementos y del contexto físico de la VIDA.

TÉRMINOS DIFERENCIALES

QUE NO APARECIERON EN LAS REDES PRECEDENTES

POEMA 1

El siguiente es el único término que no apareció en las redes precedentes. O sea, no está vinculado con "YO", "TÚ" ni "ELLOS", en ninguna de sus diversas formas de presencia.

1.5.1 ESTO: aquello que (es) claro que se acabará

 

POEMA 2

En las redes precedentes no aparecieron los términos de este poema, registrados en esta lista.

Esto implica que estos términos aquí registrados no están vinculados con "YO" y "AQUELLOS", en ninguna de sus diversas formas de presencia.

2.2.1 PÁJAROS: aquéllos que se quedarán cantando {y: 2.1}

2.11.1 PÁJAROS: aquellos que se quedarán cantando {y: 2.10}

2.4.1 TARDES1: aquéllas todas en las que el cielo será azul y plácido

2.5.1 (TARDES1 ): aquéllas (todas) en las que tocarán como esta tarde2 están tocando las campanas del campanario {y: 2.4}

2.5.2 TARDE2: aquélla que como en esta están tocando las campanas del campanario tocarán (todas las tardes1) {y: 2.4}

2.4.2 CIELO: aquél que todas las tardes1 será azul y plácido

2.5.3 CAMPANAS: aquéllas del campanario que como esta tarde2 están tocando tocarán (todas las tardes1) {y: 2.4} 

2.7.1 PUEBLO: aquél que se hará nuevo cada año {y: 2.6}

2.7.2 AÑO: aquél cada cuanto que el pueblo se hará nuevo {y: 2.6}

Posibilidad 5

En P1, "ESTO" aparece como sujeto de "ACABARSE". El ESTO así construido es la única alusión a la vida, semantizada como lo que acabará.

En P2, se construye, con los términos nuevos registrados en esta lista, la perduración del contexto físico de la vida.

REGLAS IDENTIFICABLES

QUE SON CONSTITUTIVAS

DE LOS MSPs

DEL POEMA 1 Y DEL POEMA 2

La identificación de estas reglas supone, de nuevo, la intervención de una componente de subjetividad. Al consistir, cada una de ellas, en paráfrasis abstractivas y sintetizadoras de las correspondientes definiciones contextuales, requieren de una tarea de construcción discursiva, cuya lexematización dependerá de la formación discursiva (o modo de hablar) de su productor (analista-investigador que formula las reglas). Ello exige, para mantener el mayor rigor posible, la expresa identificación de la o las definiciones contextuales de donde proceden. Así, eventualmente, un lector crítico podrá disentir con el criterio del investigador, pero éste habrá hecho explícito su fundamento de racionalidad al formular cada una de dichas reglas.

Cada conjunto de reglas, correspondiente, en este caso, a cada uno de los poemas en estudio, establece el total de las relaciones semánticas que atribuyen sentido a cada uno de los lexemas  identificados en dichas reglas. El conjunto de relaciones semánticas establecido por estas reglas constituye el MSP del correspondiente poema, en cuanto fija los contextos en que pueden situarse a cada uno de tales lexemas sin que cambie su identidad. Si el análisis ha sido efectuado correctamente, un determinado lexema, ubicado en el dominio de alguno de los contextos autorizados por (o que pueden derivarse de) alguna de tales reglas de alguno de tales MSPs, no podrá exportarse al otro poema (al otro MSP)  sin que rompa la coherencia semántica del poema al que se pretende importarlo, salvo los casos en que los contextos fuesen homogéneos en uno y otro poema, lo que no se da en el caso en estudio; o sea, cada lexema, registrado en alguna de las reglas correspondientes, posee una identidad específica en cada poema y la presencia del mismo lexema en los dos poemas, al estar necesariamente vinculado a un contexto diferente en cada uno de ellos, hace que su sentido ya no sea el mismo, o sea, hace que se trate de otro signo lingüístico diferente.

Esto es lo que constituye un determinado y no ambiguo MSP: que determinado lexema mantenga, en todas sus presencias en el o los textos en estudio, un único y mismo sentido o un conjunto de sentidos que pueden complementarse (sin resultar antagónicos). Cuando en un único texto o en determinado conjunto de textos (identificado y constituido por interés de la investigación en curso) aparece, en distintas ubicaciones (por tanto, en distintos contextos) un mismo lexema, si tales contextos le atribuyen distintos sentidos no complementarios, se estará en presencia de otros tantos MSPs; si tales contextos mantiene, respecto de dicho lexema, un mismo y único sentido o un conjunto de sentidos complementarios, se estará en presencia de un único MSP.

PRIMER CRITERIO TENTATIVO PARA LA IDENTIFICACIÓN DE LAS REGLAS

REGLAS/ P1

-1/ La futura muerte del yo será total (1.1.1/1.4.1)

-2/ El yo se integra en el contexto físico de la muerte

(1.8.1/1.8.2/1.8.3/1.8.4/1.9.1/1.9.2/1.9.3/1.9.4/1.6.5)

-3/ El yo excluye el contexto cultural de la muerte (1.7.1/1.7.2/1.7.3)

-4/ El yo está desposeído del tú (1.9.5/1.9.6)

-5/ El yo será destinatario pasivo de la acción de otros (1.2.1/1.2.2/1.2.3/1.2.4)

-6/ Partes del yo se renovarán en el contexto físico de la muerte (1.6.1/1.6.2/1.6.3/1.6.4/1.6.5)

-7/ Partes del tú nutrieron (en vida) partes del yo (1.6.6)

-8/ El tú carece de identidad de género (1.6.6/1.9.6)

-9/ Ellos son los que construirán el contexto simbólico de la muerte (1.3.1/1.3.2/1.3.3)

-10/ Esto (la vida) es lo que acabará (1.5.1)

Debe observarse que las REGLAS 1 y 6, pueden considerarse antagónicas; téngase en cuenta que se tarta de un texto poético; esto sería inadmisible en un texto científico.

REGLAS/ P2

-1/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

-2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

-3/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

-4/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

-5/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

-6/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

-7/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

-8/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida (2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

-9/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Las REGLAS 6 y 7 no son antagónicas ni meramente diferentes, sino que la 7 incrementa lo afirmado en 6

Análisis comparativo de las REGLAS de los MSPs de los POEMAS 1 y 2

PARES CONTRASTANTES:

PAR 1

REGLA 1 DE P1/ La futura muerte del yo es total (1.1.1/1.4.1)

es antagónica2 con

REGLA 7 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida (2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

PAR 2

REGLA 2 DE P1/ El yo se integra en el contexto físico de la muerte

(1.8.1/1.8.2/1.8.3/1.8.4/1.9.1/1.9.2/1.9.3/1.9.4/1.6.5)

es independiente de

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

PAR 3

REGLA 3 DE P1/ El yo excluye el contexto cultural de la muerte (1.7.1/1.7.2/1.7.3)

es independiente de

REGLA 2 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

PAR 4

REGLA 4 DE P1/ El yo está desposeído del tú (1.9.5/1.9.6)

no tiene correlato en P2

Ø

PAR 5

REGLA 5 DE P1/ El yo será destinatario pasivo de la acción de otros (1.2.1/1.2.2/1.2.3/1.2.4)

es diferente a la

REGLA 4 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

PAR 6

REGLA 6 DE P1/ Partes del yo se renovarán en el contexto físico de la muerte

(1.6.1/1.6.2/1.6.3/1.6.4/1.6.5)

es diferente a la

REGLA 6 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

PAR 7

REGLA 7 DE P1/ Partes del tú nutrieron (en vida) partes del yo (1.6.6)

no tiene correlato en P2

Ø

PAR 8

REGLA 8 DE P1/ El tú carece de identidad de género (1.6.6/1.9.6)

no tiene correlato en P2

Ø

PAR 9

REGLA 9 DE P1/ Ellos son los que construirán el contexto simbólico de la muerte (1.3.1/1.3.2/1.3.3)

no tiene correlato en P2

Ø

PAR 10

REGLA 10 DE P1/ Esto (la vida) es lo que acabará (1.5.1)

es antagónica con

REGLA 6 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

PAR 11

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

no tiene correlato en P1

Ø

PAR 12

REGLA 5 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

no tiene correlato en P1

Ø

PAR 13

REGLA 7 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

no tiene correlato en P1

Ø

 

 

PAR 14

REGLA 8 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

no tiene correlato en P1

Ø

SEGUNDO CRITERIO TENTATIVO PARA LA IDENTIFICACIÓN DE LAS REGLAS

Si se admite la

REGLA 1 DE P1/ La futura muerte del yo es total (1.1.1/1.4.1)

---no es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

---no es posible la

REGLA 2 DE P2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

es posible la

REGLA 4 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

es posible la

REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida 

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

---no es posible la

REGLA 8 DE 92/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Comentarios:

La separación en dos MSPs viene exigida por las relaciones de "no es posible" entre la REGLA 1 DE P1 y las Reglas 1, 2 y 8 de P2.

Si se admite la

REGLA 2 DE P1/ El yo se integra en el contexto físico de la muerte

(1.8.1/1.8.2/1.8.3/1.8.4/1.9.1/1.9.2/1.9.3/1.9.4/1.6.5)

es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 2 DE P2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

es posible la

REGLA 4 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

es posible la

REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida (2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

---no es posible la

REGLA 8 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida (2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

 

 

Comentarios:

La separación en dos MSPs viene exigida por la relación de "no es posible" entre la REGLA 2 DE P1 y la Regla 8 de P2.

Si se admite la

REGLA 3 DE P1/ El yo excluye el contexto cultural de la muerte (1.7.1/1.7.2/1.7.3)

es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 2 DE P2/  El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

es posible la

REGLA 4 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

es posible la

REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

es posible la

REGLA 8 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Comentarios:

No es necesaria la separación en dos MSPs, en función de la relación de "es posible" entre la REGLA 3 DE P1 y la totalidad de las Reglas de P2.

Si se admite la

REGLA 4 DE P1/ El yo está desposeído del tú (1.9.5/1.9.6)

es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 2 DE P2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

es posible la

REGLA 4 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

es posible la

REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

es posible la

REGLA 8 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Comentarios:

No es necesaria la separación en dos MSPs, en función de la relación de "es posible" entre la REGLA 4 DE P1 y la totalidad de las Reglas de P2.

Si se admite la

REGLA 5 DE P1/ El yo será destinatario pasivo de la acción de otros (1.2.1/1.2.2/1.2.3/1.2.4)

es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

---no es posible la

REGLA 2 DE P2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1) 

es posible la

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

es posible la

REGLA 4 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

es posible la

REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

---no es posible la

REGLA 8 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Comentarios:

La separación en dos MSPs viene exigida por la relación de "no es posible" entre la REGLA 5 DE P1 y la Regla 8 de P2.

Si se admite la

REGLA 6 DE P1/ Partes del yo se renovarán en el contexto físico de la muerte (1.6.1/1.6.2/1.6.3/1.6.4/1.6.5)

es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 2 DE P2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

es posible la

REGLA 4 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

es posible la

REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

---no es posible la

REGLA 8 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Comentarios:

La separación en dos MSPs viene exigida por la relación de "no es posible" entre la REGLA 6 DE P1 y la Regla 8 de P2.

 

 

Si se admite la

REGLA 7 DE P1/ Partes del tú nutrieron (en vida) partes del yo (1.6.6)

es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

---no es posible la

REGLA 2 DE P2/ -2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 3 DE P2/ -3/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

es posible la

REGLA 4 DE P2/ -4/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida

(2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

es posible la

REGLA 5 DE P2/ -5/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

es posible la

REGLA 8 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Comentarios:

La separación en dos MSPs viene exigida por la relación de "no es posible" entre la REGLA 7 DE P1 y la Regla 2 de P2.

Si se admite la

REGLA 8 DE P1/ El tú carece de identidad de género (1.6.6/1.9.6)

es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 2 DE P2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

es posible la

REGLA 4 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

es posible la

REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

es posible la

REGLA 8 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

 (2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Comentarios:

No es necesaria la separación en dos MSPs, en función de la relación de "es posible" entre la REGLA 8 DE P1 y la totalidad de las Reglas de P2.

 

 

 

 

Si se admite la

REGLA 9 DE P1/ Ellos son los que construirán el contexto simbólico de la muerte (1.3.1/1.3.2/1.3.3)

es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 2 DE P2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

es posible la

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

es posible la

REGLA 4 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

es posible la

REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

es posible la

REGLA 8 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Comentarios:

No es necesaria la separación en dos MSPs, en función de la relación de "es posible" entre la REGLA 9 DE P1 y la totalidad de las Reglas de P2.

Si se admite la

REGLA 10 DE P1/ Esto (la vida) es lo que acabará (1.5.1) 

---no es posible la

REGLA 1 DE P2/ "Irse" es la metáfora de "morir" (2.1.1/2.9.1)

se posible la

REGLA 2 DE P2/ El yo es agente del propio comportamiento (2.1.1/2.9.1)

se posible la

REGLA 3 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto cultural de la vida (2.10.2)

se posible la

REGLA 4 DE P2/ El yo estará desposeído del contexto físico de la vida (2.10.1/2.10.3/2.10.4/2.10.5)

se posible la

REGLA 5 DE P2/ El yo ha sido destinatario de las emociones de otros (2.6.3)

---no es posible la

REGLA 6 DE P2/ Lo que permanecerá es el contexto físico de la vida

(2.2.1/2.3.1/2.3.2/2.3.3/2.3.4/2.3.5/2.4.1/2.4.2/2.5.1/2.5.2/2.5.3/2.11.1)

---no es posible la

REGLA 7 DE P2/ Lo que se renovará es el contexto físico de la vida (2.7.1/2.7.2)

---no es posible la

REGLA 8 DE P2/ El espíritu del yo permanecerá en el contexto físico de la vida

(2.8.1/2.8.2/2.8.3/2.8.4/2.8.5)

es posible la

REGLA 9 DE P2/ El morir les ocurrirá a los que amaron al yo (2.6.1/2.6.2)

Comentarios:

La separación en dos MSPs viene exigida por la relación de "no es posible" entre la REGLA 10 DE P1 y las Reglas 1, 6, 7 y 8 de P2.

Hay dos puntos cuya elaboración considero que es, todavía, poco rigurosa. Se trata de la formulación de las reglas y de las categorías relacionales que pueden establecerse entre ellas.

Sobre estas últimas, las categorías relacionales, creo que conviene pensarlas a partir de la operación de accesibilidad. Para ello, conviene diferenciar entre enunciados (en este caso, reglas) textuales y enunciados (o reglas) interpretacionales. En principio, a cualquiera de los dos poemas se le puede atribuir el carácter de textual, con tal de que al otro se lo considere como interpretacional. Dado el orden del análisis efectuado, opto por considerar al poema de Gelman como textual y al de J. R. Jiménez como interpretacional. La comprensión de la operación de accesibilidad requiere aceptar (provisionalmente) que las reglas construidas a partir de las definiciones contextuales surgidas del poema de J. R. Jiménez pueden considerarse interpretaciones posibles de cada una de las reglas construidas a partir de las definiciones contextuales surgidas del poema de Gelman. Esto, como puede observarse, no se da en todos los casos.

El análisis seguiría con la verificación de los caracteres de CONSISTENCIA, COMPLETITUD Y DECIDIBILIDAD de cada uno de los MSPs de los POEMAS 1 y 2 (y el desarrollo puede continuar; a efectos ejemplificativos, me detengo aquí).

Notas

1 Sería absurdo modificar la consciente ortografía de J. R. Jiménez

2 Prefiero hablar de "antagonismo" más que de "contradicción", ya que esta última categoría requiere incluir a los enunciados en estudio en la oposición binaria: afirmación/negación y, por tanto, no podrán ser ambos verdaderos ni ambos falsos. Entiendo por "antagónico" aquel enunciado cuya fuerza (semántica) se opone a la de otro enunciado, si se pretendiera considerarlos como integrantes de un mismo sistema, con lo que se rompería la pretendida unidad (ver Brandt, Per Aage, 1989: 152). Por tanto, dos o más enunciados que puedan considerarse antagónicos entre sí no pueden incluirse en un mismo MSP; tal sería lo que ocurre con los PARES 1, 2, 3 y 10.

 

 

 

 

 

 

 

III

SEMIÓTICA ICÓNICA


11 LA(S) SEMIÓTICA(S) DE LA IMAGEN VISUAL*

11.1 Introducción

Para intentar una construcción rigurosa de una semiótica de la imagen visual o, quizá con mayor precisión, de las diversas semióticas posibles a partir de la imagen visual, puede comenzarse esbozando las relaciones que constituirían el signo específico de dicha semiótica o de cada una de dichas semióticas, en cuanto particularización del correspondiente signo de la semiótica general. Para ello utilizaré un repertorio de operaciones cognitivas vinculadas, muy próximamente pero sin dogmatismos, a la semiótica peirceana.

Como primer acercamiento, es necesario ubicarse en el ámbito de las percepciones visuales. Mi trabajo pone especial cuidado en diferenciar a la semiótica de la imagen visual respecto de la semiótica del habla o de la lengua o, también, respecto de cualquier otro tipo de semiótica particular que no sea la visual. Así pues, quedarán excluidas de este trabajo las reflexiones pertinentes a otras percepciones que no sean visuales y se desarrollarán, por el contrario, reflexiones que pretenderán ser específicas, exclusivamente, a la problemática de la percepción visual. Esto tampoco implica aislar lo visual, ya que, como cualquier otra semiosis, requiere de las restantes, vigentes en determinado momento de determinada sociedad, para su interpretación.1

Pero no es suficiente con esta ubicación centrada en la percepción visual. Para que una percepción visual (el “algo peirceano; 2.228) sea el objeto de estudio de una semiótica, se requiere que cumpla con un conjunto de condiciones necesarias para su caracterización como signo. De lo contrario, la percepción se limitaría a tener las cualidades informativas que D. Marr (1982: 3) le atribuye a la visión: “saber qué hay dónde, mirando” (“to know what is where by looking”); mientras que, al incluirla en una semiótica, o sea, al modificar la percepción en cuanto signo2, se le atribuye, fundamentalmente, la cualidad de suscitar en una mente la posibilidad de que se la considere como sustituyente de otra forma que no es la que se está percibiendo.

Así, la aproximación a una definición de signo, correspondiente, de modo todavía general, a una semiótica de la imagen visual, puede formularse del siguiente modo:

(algo -something) una propuesta de percepción visual,

(que está en alguna relación -which stands... in some respect or capacity) considerada como representación,

(por algo -...for something) destinada a la configuración de una forma,

(para alguien -to somebody) para su valoración por el perceptor ([22] Figura 1).

A este tipo de percepción visual lo designaré “imagen material visual”. Esta exigencia de que la imagen sea material se refiere a la necesidad de un soporte físico, para admitirla como punto de partida de un análisis semiótico, sin diferenciar, al menos por el momento, entre las distintas calidades de tal soporte físico: tela, papel, pantalla, etc., ni entre los diversos sistemas de producción de la imagen: pintura al óleo, fotografía, pixels, etc. Pretendo, en cambio, dejar establecida la diferencia de estas imágenes materiales visuales, tanto respecto de las imágenes perceptuales como de las imágenes mentales. Las imágenes perceptuales o visuales son una clase de imágenes sensoriales, teniendo en cuenta que “una experiencia sensorial primaria es un acontecimiento cognitivo evocado directamente por la estimulación de un órgano sensorial” (“A primary sensory experience is a cognitive event evoked directly by the stimulation of a sensory organ”, R. W. Langacker, 1987: 111). De modo semejante, Kosslyn se refiere al “procesamiento visual de bajo nivel” en cuanto , “se guía exclusivamente por el input de los estímulos” (“is driven purely by stimulus input”, 1996: 53).

 

 

 

 

 

 

[22]  Figura 1: [9 canales trabajando en paralelo]

 

En lo que respecta a las imágenes mentales, su existencia ha sido reiteradamente negada o se las ha considerado, en especial por Pylyshyn (1973), como epifenómenos que “tendrían poca o ninguna utilidad para el cálculo, incluso en el caso de que pudieran tomarse en cuenta desde un punto de vista calculatorio” (“depictive images  would have little or no computational utility, even if they were computationally tractable”, citado en S. M. Kosslyn, 1996: 404) o como una metáfora originaria que anticipa el concepto de representación (E. Mac Cormac & M. I. Stamenov, 1996: 19), hasta estabilizarse el concepto de que “las imágenes son representaciones internas que ‘reemplazan’ a (re-presentan) los correspondientes objetos” (“images are internal representations that ‘stand in’ for (re-present) the corresponding objects”, Kosslyn, 1996: 3) .3 Uno de los argumentos utilizados para confirmar la existencia de tales imágenes mentales, proviene de la experiencia realizada por Shepard y Metzler (en D. Marr, 1982: 10-11) acerca de la rotación mental de ciertas imágenes y del tiempo requerido para efectuarla. Proponen dos líneas de objetos [23], pareciendo, en principio, que la diferencia entre la superior y la inferior es una mera cuestión de rotación tridimensional asociada o no a su reflejo; no obstante, esto no se cumple en uno de los casos. Determinar cuál sea ese caso, es la tarea que por el tiempo que insume descubrirlo, así como por la rotación imaginaria que debe imprimirle el observador a la imagen material percibida, probaría la existencia de las imágenes mentales, sin ser suficiente su mera remisión a enunciados proposicionales en el lenguaje de la mente (“mentalese”, Jerry A. Fodor, 1984).

 

 

 

[23]

Frente a estas dos clases de imágenes, las imágenes materiales son un objeto más del mundo exterior que puede ser percibido y que, por tanto, como todos los restantes objetos del mundo, puede dar lugar a una o múltiples imágenes perceptuales y puede almacenarse y transformarse en la memoria visual como una o múltiples imágenes mentales. La diferencia respecto a los restantes objetos del mundo consiste en la característica, señalada en su anterior definición, acerca de su capacidad para que un eventual perceptor considere a dicha imagen material como una representación, destinada a la configuración de una forma, para su valoración. En cambio, el perceptor considera a la percepción de los “restantes objetos del mundo” como información visual destinada a organizar algún tipo de comportamiento.

La vinculación entre las características de la imagen material visual y los procesos simbólicos que se cumplen en el sistema visual es fuerte, como ya la advirtió D. Marr: “El punto que quiero establecer es que, a partir de nuestra habilidad para interpretar determinadas clases de dibujos, podemos inferir con cierta consistencia que deben existir determinadas clases de procesos simbólicos en nuestros sistemas visuales” (“The point I wish to make is that from our ability to interpret certain kinds of drawings, we can infer with some confidence that certain kinds of symbolic processes must exist in our visual systems”; D. Marr, 1976: 653); sólo que, además, aquí me interesa explorar la validez posible y, eventualmente, aplicar la proposición inversa, según la cual dados ciertos procesos neurológicos y simbólicos inherentes a nuestro sistema visual, es posible conocer cómo opera el proceso de interpretación de las imágenes materiales visuales.

11.2 Identificación

Pero ya advertí que la consideración unitaria de una semiótica de la imagen visual no daba cuenta de las diversas posibilidades, ni de las distintas exigencias, abarcadas bajo la expresión de “imagen material visual”. Esta, en efecto, puede estar construida para mostrar (1) cualidades o (2) existentes o (3) normas o (4) la combinatoria de dos o tres de estos aspectos, lo cual, con mayor o menor presencia de uno u otro, es lo habitual. En sus propuestas puras o meramente predominantes, las imágenes visuales se distribuyen, aproximadamente, entre las tres variedades a las que se pueden aplicar las denominaciones que genera Peirce de: “cualisignos icónicos” (la forma de las cualidades), “sinsignos icónicos” (la forma de los existentes) y “legisignos icónicos” (la forma de las normas; 2.254, 2.255 y 2.258). Pero me interesa destacar algunos aspectos que especifican estas tres clases de imágenes materiales visuales, en cuanto “modos posibles de presentación” (“Modes of possible Presentation”; 8.347) aun cuando no coinciden específicamente con la propuesta peirceana.

11.2.1 Imagen material visual plástica

Entiendo, en este trabajo, por “cualisigno icónico” a una imagen material visual que muestre puras cualidades visuales, ya correspondan a color, a textura o a forma, sin que, en ninguno de estos casos, remita a algún existente o a norma alguna. Más adelante podré decir, pese a su carácter negativo, que la condición es que no configuren ningún atractor existencial ni simbólico. Pero sí necesita configurar algún atractor (lo que es inherente a toda imagen perceptual), que, en este caso, será abstractivo o signo de abstracción, (“abstracciones tales como color, masa, blancura, etc.”; “abstractives such as Color, Mass, Whiteness, etc.”; Peirce, 8.366), para conservar su carácter representativo. Se supone, en este caso, que el productor propone una percepción visual y que el intérprete percibe una propuesta visual cuya única relación de representación se establece respecto de determinadas sensaciones subjetivas o qualia en cuanto posibles “propiedades de la experiencia [en nuestro caso, visual] consciente (“properties of conscious experience”; aun cuando, como veremos, negadas por D. C. Dennett, en A. I. Goldman (Ed.), 1993: 381).4 Cuidando de no permitir cierto margen al equívoco, se corresponde con lo que se ha llamado “signo plástico”, entre otros, en los trabajos del Grupo μ, donde, al margen de lo que se entiende por arte no-figurativo en el transcurso del siglo XX, se citan como ejemplos “los emplomados de los vitraux cistercienses, los trazos de las ilustraciones irlandesas, los trabajos femeninos de pasamanería, etc.” (“les plombs des vitraux cisterciens, les entrelacs des enluminures irlandaises, los ouvrages de dames en macramé, etc.”; 1992: 186).

11.2.2 Imagen material visual figurativa

Entiendo, en este trabajo, por “sinsigno icónico” a una imagen material visual que muestre una concreta analogía con un existente, lo que enfatiza Peirce: “donde la sílaba sin se toma como significando ‘ser el único’, como en singular, simple, en latín semel, etc.” (“where the syllable sin is taken as meaning ‘being only once’ as in single, simple, Latin semel, etc.”; 2.245, y también, de modo semejante, en 8.334). El problema central de esta clase de imágenes se sitúa en un ámbito conceptual afín al cognitivamente conocido como “reconocimiento de objetos”, con la particularidad de que estas imágenes proponen el reconocimiento de objetos a través de su representación, lo que da origen la problema conocido como “iconicidad” (Santaella & Nöth, 1998: 39ss). En general, ofrecen la apariencia de imágenes perceptuales, hasta el punto de poder proponerse como trompe oeil, en los casos en que simula verse el objeto no como representado sino como efectivamente existente. La construcción de estas imágenes materiales está destinada a provocar, en el intérprete,  la operación de configurar un atractor existencial, con las componentes dinámicas que posea almacenadas en su memoria visual. La calidad del existente, no obstante, puede ser imaginaria, con todas las posiciones intermedias del gradiente que distancie a la imagen material visual de la realidad, o sea, de la efectiva imagen perceptual tal como se la ha aprendido a construir filogenética (Hoffman, 1998: 71) y socialmente. Se supone, en este caso, a diferencia del anterior cualisigno icónico, que el productor propone una percepción visual y que el intérprete percibe una propuesta visual cuya fundamental relación de representación se establece como sustituto de la imagen perceptual que hubiera sido el resultado, en la retina, de una efectiva percepción o de una percepción posible y aún imposible pero imaginable. Así, la imagen material visual que puede designarse “sinsigno icónico” participa de la imagen perceptual, en cuanto el intérprete efectúa una efectiva percepción (del objeto imagen material), y participa también de la imagen mental, en cuanto representación no determinada por el mundo exterior sino neurológica y culturalmente construida como interpretación (mendaz, según D. D. Hoffman, 1998: 18) de la propuesta visual, sin ser, no obstante, ninguna de las dos. El productor finge la efectiva presencia de un objeto que se estaría percibiendo, sea éste real o imaginario. Esta presencia fingida exige la actualización de determinadas cualidades del existente (según, como veremos, su correspondiente registro mnemónico), por lo que el sinsigno icónico necesita del cualisigno icónico (Peirce, 2.245). Se corresponde, a grandes rasgos, con lo que se denomina “imagen figurativa” y con uno de los usos más genéricos y banales del término “ícono”.5

11.2.3 Imagen material visual conceptual

En tercer término, entiendo, en este trabajo, por “legisigno icónico” a una imagen material visual que muestre la forma de determinadas relaciones ya normadas en determinado momento de determinada sociedad. Estas formas son réplicas de aquellas leyes o normas, de tal modo que “no serían significativas si no fuera por la ley que las constituye en tales” (“nor would the Replica be significant if it were not for the law wich renders it so”; Peirce, 2.246). La norma o ley que permite desentrañar su carácter representativo, o sea, saber qué formas se están configurando de modo que pueda evocarlas quien las percibe, preexiste en la sociedad, y la imagen material visual, al utilizar determinadas cualidades formales preestablecidas, actualiza, en la memoria visual del intérprete, el atractor simbólico que se corresponde con tales normas o leyes. Peirce desarrolló una de las partes más importantes de su obra: “Existential Graphs” (al menos, una que él estimó tanto como para añadirle, como epígrafe, la expresión “My chef d´oeuvre”) de modo que constituyera una clara propuesta icónica representativa de determinadas leyes de su lógica simbólica: “Un grafo lógico es un grafo que representa las relaciones lógicas icónicamente, constituyendo una ayuda al análisis lógico” (“A logical graph is a graph representing logical relations iconically, so as to be an aid to logical analysis”; 4.420). Cada uno de tales grafos constituye un legisigno icónico en su más estricto sentido6.

En este caso, el productor propone una percepción visual y el intérprete percibe una propuesta visual cuya relación de representación consiste en la actualización de los rasgos socialmente asignados para la comunicación de determinadas estructuras y procesos conceptuales o hábitos y valores ideológicos. En definitiva, no hay pura experiencia perceptual, como es el caso de los cualisignos icónicos, ni analogía existencial, como es el caso de los sinsignos icónicos, que sean suficientes para comprender el carácter representativo de la imagen material visual que se designa como “legisigno icónico”. Para llegar a comprenderlo se requiere además y predominantemente el conocimiento de determinada convención y de aquellas leyes o normas que la actualizan en la configuración propuesta. Esto reafirma el carácter simbólico o “conceptual” de estas imágenes materiales visuales y su dependencia de un determinado sistema interpretativo, temporal y/o espacialmente delimitado. Modificado el sistema cultural vigente de interpretación, la misma imagen material (que, no obstante, ya no es la misma) provoca, en el intérprete, un comportamiento cognitivo que se corresponde con otra semiótica. La imaginería religiosa, en la baja edad media, tenía una cualidad predominante de legisigno icónico, ya que formas y colores estaban codificados y respondían a normas precisas. Para el intérprete actual, perdidos o mayoritariamente desconocidos aquellos códigos, las mismas obras han pasado a ser contempladas, predominantemente, como sinsignos icónicos.

11.2.4 Imagen material visual por combinatoria de las anteriores

Las tres clases de imágenes materiales visuales cuya diferencia y especificidad acabo de esbozar se presentan, en la práctica, como combinatoria y predominio de unas respecto de las otras y/o, también, pasando de ser consideradas como unas a ser consideradas como las otras, según la vigencia de estructuras diferentes en diferentes tiempos y/o en diferentes sistemas sociales. O sea, podrá afirmarse que, en determinado momento de determinada sociedad, determinada imagen material visual es predominantemente, por ejemplo, un sinsigno icónico, pero su análisis mostrará que incorpora aspectos de cualisigno icónico que son indispensables para su configuración y que incluye entre sus propuestas visuales aspectos de legisignos icónicos que provienen de simbolizaciones vigentes en el ámbito social en el que circula. Y lo mismo ocurre cuando predomina alguna de las otras dos clases de imágenes materiales visuales.

No obstante, al menos en el espacio de esta triple división, cada clase de imagen material resulta interpretada por la mente de su perceptor mediante la activación de operaciones cognitivas diferentes. Esto motiva la necesidad de desarrollar semióticas específicas y diferentes para cada clase de imagen material visual.

11.3 Reconocimiento

En el punto 1, relativo a la calidad representativa de la imagen material visual, se establecieron las variantes perceptuales que activarían las correspondientes operaciones mentales, cada una de ellas conducente a una identificación específica. Ahora, en este punto relativo a los componentes que intervienen en la configuración de determinada forma, se establecerán las entidades que irán asociándose hasta actualizar, en la memoria de un perceptor, el atractor correspondiente, por aceptación del cual se producirá el reconocimiento que satisfaga la calidad representativa de la imagen material visual.

Según esto, la producción de una imagen material visual está destinada a configurar, en la mente del intérprete, una forma. Esta tarea de configuración se cumplirá mediante operaciones cognitivas específicas y diferenciales, según que las propuestas perceptuales seleccionadas por su productor consistan en cualidades, existentes o normas.

El objeto o fundamento de esta imagen material visual (el “por algo” peirceano; 2.228) consiste en aquello que está efectivamente representado por ella. Pero, por una parte, el proceso de tal representación habrá de cumplirse mediante alguna o varias de las operaciones de reconocimiento puestas en funcionamiento según sea la construcción plástica, figurativa o conceptual que se realice sobre la imagen material visual; y, por otra parte, lo que se obtiene como efectivamente representado en tales imágenes no debe confundirse con objeto real alguno. En el caso, mucho más abstracto, del lenguaje verbal y pese a la insistencia positivista, está adecuadamente argumentado que “lo que la tradición filosófica llama la referencia de la palabra [...] no concierne a la contraparte mundo-real del concepto sino a las representaciones mentales vinculadas al concepto según las modalidades perceptuales y motrices” (“what the philosophical tradition calls the reference of the word [...] it concerns not the real-world counterpart of the concept but the mental representations linked to the concept in the perceptual and motor modalities”; R. Jackendoff, 1993: 56). La eficacia configuradora de la imagen material visual, en cuanto resultado de la aplicación de las operaciones de reconocimiento a la propuesta perceptual, tampoco remite a determinadas formas del mundo real, sino a determinadas representaciones mentales, archivadas en la memoria visual, para las que utilizaré el nombre de “atractores”. Éste es el ámbito existencial 7 en el que se encuentra el objeto o fundamento de la imagen material visual: la memoria visual.8 Lo que la mente del intérprete configura, a partir de la propuesta consistente en la imagen material visual, es una forma respecto de la cual tratará de encontrar la efectiva imagen mental mnemónica que, con mayor semejanza, resulte activada por la percepción de aquella imagen material; y, a su vez, la disponibilidad de determinadas imágenes mentales mnemónicas conducirán a que, en la percepción, se construya determinada y no otra configuración. La coincidencia de las redes corticales de la percepción y de la memoria ha conducido a su inclusión en un conjunto al que se designa como “memoria perceptual” (J. M. Fuster, 1995: 114), ámbito de pertenencia del atractor en el que se articulan percepción y memoria, lo que también permite afirmar que “los mecanismos de la percepción visual de alto nivel se utilizan también en la imaginería visual mental” (“the mechanisms of high-level visual perception are also used in visual mental imagery”; Kosslyn, 1996: 285).

Denomino, en general, “atractor” a un conjunto de formas, que, en un momento dado, ya está organizado, con cierta constancia, en una imagen mental (sin que corresponda evaluar lo correcto o incorrecto de tal organización, sino su vigencia o falta de vigencia, dejando lugar a las plurales variaciones culturales), cuya relativa reiteración o constricción psicológica u operación voluntaria de fijación (J. M. Fuster, 1995: 101) ocasiona su permanencia en la memoria, y que, por tanto, se encuentra disponible para contrastarse con un determinado conjunto de formas ocasionalmente percibido, permitiendo identificar (o no) a este último como una de sus variantes posibles.

Denomino, en particular, “atractor” de una imagen material visual a un conjunto de formas, que, en un momento dado, ya está organizado, con cierta constancia, en una imagen mental almacenada en la memoria visual, la cual se actualiza o no por su correspondencia o falta de correspondencia con la configuración que el perceptor efectúa a partir de dicha imagen material visual propuesta.

Lo que fundamenta la necesidad de considerar un conjunto plural de semióticas de la imagen visual, en vez de tratarlas de forma unitaria, son las diferentes clases de operaciones que resultan exigidas por las diversas materias primas perceptuales (cualisignos, sinsignos, legisignos), para la recuperación del atractor correspondiente.

11.3.1 Propuestas perceptuales normadas o conceptuales: atractor simbólico

Hablar de “tipos” como formas cuya configuración responde a determinadas exigencias taxativamente normadas, tiene, en una semiótica de la imagen visual, un espacio conceptual sumamente acotado y específico. Sólo si se trata de legisignos icónicos, o sea, de una selección de elementos perceptuales socialmente normados, los atractores simbólicos (en cuanto exclusivamente constituidos a partir de una convención o acuerdo establecido en un determinado sector social; “we do find symbol early and often used to mean a convention or contract”, dirá Peirce: 2.297) poseídos por el intérprete y que intervienen en el reconocimiento de cada una de las figuras que se proponen a la percepción visual pueden considerarse organizados en un sistema y, por tanto, tendrán el carácter de tipos. Esto sin perjuicio de que, en la actualidad, la extensión del universo de tales legisignos icónicos sea grande y creciente. Tal es el caso, por ejemplo, de las palabras de un texto escrito, las relaciones de conexión y distribución visual de un diagrama, los pictogramas que organizan la circulación pública o la seguridad de los pasajeros en las aeronaves o la orientación pública en las exposiciones internacionales y en la celebración de juegos olímpicos, etc., etc. (ver O. Aicher & M. Krampen, 1979). Estos y su sistema pertinente preexisten, como estereotipos preconfigurados, en el ámbito social al que pertenece el intérprete. En estos casos, las propuestas de la imagen material visual tienen una libertad de variación relativamente acotada, debiendo adecuarse a las características con que circulan socialmente tales percepciones (o sea, a la estructura de cada una de las formas de los símbolos constitutivos de esta clase de imágenes materiales visuales). Del mismo modo, las configuraciones que puede organizar el perceptor están también sometidas a las características del registro o sistema con que las organiza en su memoria visual, conforme a pautas sociales aprendidas. Este atractor, por tanto, sería una forma canónica que sólo admitiría mínimas posibilidades de variación. Con este enfoque, ciertas propuestas como las de los geones de I. Biederman (1995: 12ss), el esquema codon propuesto por Hoffman y Richards (citado en S. Ullman, 1996: 27 y ver, también, en D. D. Hoffman, 1998: 84 y 89 las reglas “de pliegues cóncavos” y  “mínima”, que segmenta la imagen usando este criterio, sin mencionar el término “codon”) e, incluso, el catálogo de los modelos 3D de D. Marr (1982: 318), serían más adecuadas para configurar estos atractores que estamos denominando “simbólicos”, que para el objetivo inicialmente propuesto por estos autores consistente en configurar las formas de los objetos del mundo. Los esquemas propuestos por estos autores, han estereotipado las formas del mundo, perdiendo o, al menos, debilitando el carácter “figurativo” y transformándose o, al menos, fortaleciendo su carácter simbólico; por ello, su notable semejanza con los pictogramas actualmente vigentes.

Una característica, quizá la fundamental, de los atractores simbólicos correspondientes a estas propuestas perceptuales normadas consiste en estar constituidos, en lo necesario, por una cantidad mínima de partes. Dinámicamente, el atractor se actualiza en base a las operaciones de reconocimiento mediante las que se determinarán los  componentes perceptuales de estructura-sostén y morfología (Cátedra Fontana, 1996: 40) que constituyen los componentes analítico-constructivos de estas imágenes. O sea, la tarea constructiva deberá actualizar y proponer a la percepción la estructura-sostén capaz de generar la imagen conceptual correspondiente y, a partir de ella, podrá introducir las transformaciones posibles sin llegar a destruir dicha estructura-sostén. Tal el caso, por ejemplo, de las letras miniadas de los códices medievales, en las que la riqueza del arabesco o del paisaje entrevisto no impiden la recuperación de la estructura básica de la letra en cuestión. Por su parte, la tarea analítica deberá actualizar y reconocer, tras las transformaciones inmediatamente evidentes, la estructura-sostén normativa, socialmente aprendida, que avala su carácter simbólico.

11.3.2 Propuestas perceptuales existenciales o figurativas: atractor existencial

Si se trata de una selección de elementos perceptuales existenciales, los correspondientes atractores existenciales no están organizados en sistema o sistemas, o sea, no ostentan el carácter de tipos, sino que constituyen imágenes de transformación dinámica, en base a polos diferenciales y espacios intermedios de posibilidad de reconocimiento. Los tipos tienen que ver con el conocimiento y, en su devenir histórico, con determinado estado del sistema en el que se incluyen y que corresponde a la verdad de ese momento de esa sociedad. Los atractores existenciales tienen que ver con el reconocimiento, que se produce con independencia de su verdad o falsedad y sólo tiene en cuenta la vigencia de determinado tipo de discurso (visual, en este caso) en determinado momento de determinada sociedad. El ejemplo correspondiente a este tipo de imágenes materiales visuales lo constituye cualquier representación de las denominadas “figurativas”, basadas en procesos de reconocimiento analógico (Fig. 3) y la explicación de las características, plenitud o limitaciones de cuya semejanza ha dado lugar a la polémica sobre la iconicidad que U. Eco describe y respecto de la cual toma posición (entre otros textos, en 1977: 325ss y 1999: 391ss; también Groupe μ, 1992: 124ss; G. Sonneson, 1989: 220ss)

Dinámicamente, el atractor se actualiza en base a las operaciones de reconocimiento que determinarán las marcas, los ejes y los contornos de oclusión, en cuanto componentes perceptuales mediante cuyo agrupamiento interior y/o exterior se irá configurando la forma, hasta que se concrete el atractor. Nocionalmente, me aproximé a este tema en un trabajo anterior (J. Magariños de Morentin, 1999a).

Las marcas, para el Grupo μ, son entidades que se encuentran fuera del límite a partir del cual el significante se articula en determinantes,

“más allá de ese límite, las entidades correspondientes a los tipos dejan de articularse en subentidades correspondientes a los tipos subordinados. Sin embargo, es posible describirlas como el resultado de la articulación de manifestaciones icónicas complejas. Llamamos marcas a esas manifestaciones. Se definen por la falta de correspondencia con un tipo”; frente a esto último, preferiría decir que se definen por su incapacidad para determinar un atractor (“Au-delà de cette limite, les entités correspondant à des types cessent de s’articuler en sous-entités correspondant à des types subordonnés. Il est cependant possible de les décrire comme le résultat de l’articulation de manifestations iconiques complexes. Nous nommons marques ces manifestations. Elles se définissent par l’absence de correspondance avec un type”: 1992: 151).

El concepto de marca conserva toda su importancia en la semiótica figurativa que intento desarrollar, especialmente atendiendo a su aspecto operativo, con la sola condición de transformar lo que el Grupo m dice acerca de su articulación o falta de articulación respecto de un tipo, en su capacidad constructiva respecto de un atractor, pudiendo definirse, desde una semiótica cognitiva, tal marca como la mayor porción de imagen cuya percepción todavía no actualiza un atractor existencial. Por supuesto que no se trata de un mero cambio terminológico, sino que el rechazo de la designación “tipo” está excluyendo del repertorio de formas mnemónicas a las constituidas por conjuntos de rasgos normales y relativamente invariables, que acoté al ámbito de una semiótica simbólica; así como la opción por la designación “atractor” está suponiendo que el correspondiente repertorio de formas mnemónicas no está constituido por unidades perceptuales discretas, sino por zonas de variación identificables en un continuum de transformaciones. Los límites de admisibilidad de tal variación vienen establecidos por la vigencia espacial y/o temporal de los hábitos sociales de percepción (los discursos visuales vigentes).

Los ejes (D. Marr, 1982: 296ss) constituyen uno de los aspectos de la representación visual de la forma de un objeto (por lo que los ejes se establecen respecto de la figura) que es fundamental para la tarea de su reconocimiento y diferenciación. La información proporcionada por los ejes proviene de la tarea de establecer su disposición espacial (distribución de los ejes componentes, especificando sus ángulos de inclinación, a lo largo del eje principal; D. Marr, 1982: 318, 323), orientación y  tamaño relativo. Para Marr, un sistema canónico de coordenadas centrado en el objeto “debe basarse en ejes [canónicos] determinados por las características geométricas sobresalientes de la forma [...]. Los ejes naturales de una forma pueden definirse por alargamiento, simetría o incluso movimiento (p.e., el eje de rotación), de modo que el sistema de coordenadas para una salchicha se definiría por su eje principal y la dirección de su curvatura, mientras que el de un rostro por su eje de simetría” (“must be based on axes determined by salient geometrical characteristics of the shape [...] A shape’s natural axes may be defined by elongation, symmetry or even motion (e.g. the axis of rotation), so that the coordinate system for a sausage should be defined by its major axis and the direction of its curvature, and that of a face by its axis of symmetry”; 1978: 276).

El único distanciamiento que, aquí, planteo respecto de la propuesta de Marr consiste en evitar la consideración “canónica”, tanto de los ejes en particular como de un pretendido sistema de coordenadas. En este trabajo y, especialmente, atendiendo a su operatividad, defino los ejes (toda figura posee más de uno) como el conjunto de líneas que puede trazarse articulando los diversos atractores que componen a la imagen en estudio, articulación que admite variaciones en márgenes relativamente amplios. De este conjunto de líneas, una será su eje principal y las restantes serán los ejes componentes o subcomponentes, de cuya interrelación podrá establecerse la disposición espacial de la imagen como totalidad, la orientación de esa imagen total y la de cada una de sus partes en relación al eje principal, así como el tamaño relativo de cada uno de los ejes componentes, tanto entre sí como respecto de la figura global. Esto le permite construir inequívocas (para nuestra cultura) representaciones de diversas formas de animales mediante limpiadores de pipa, doblados, enrollados, enganchados, cortados, etc. (1982: 299). Los ejes permiten pasar del reconocimiento de las partes al reconocimiento de las figuras o, en términos de D. D. Hoffman: “Para construir objetos, se necesita construir partes. Pero también se necesita [...] ensamblar esas partes en relaciones espaciales coherentes” (“To construct objects we must construct parts. But we must also [...] assemble these parts in coherent spatial relationships”, 1998: 104).

Otro aspecto es la representación de los contornos de oclusión, sin que con ello se agoten las operaciones cognitivas involucradas en dicho reconocimiento, pero que, junto con las marcas y los ejes, proporcionan una carga de información eficaz y aceptable. Marr define los contornos de oclusión “simplemente como un contorno que marca una discontinuidad en la profundidad y que se corresponde habitualmente con la silueta de un objeto visto en una proyección bidimensional” (“is simply a contour that makes a discontinuity in depth, and it usually corresponds to the silhouette of an object as seen in two-dimensional projection”; D. Marr, 1982: 218).

El reconocimiento de los contornos de oclusión está íntimamente vinculado con la percepción del movimiento. En efecto, el reconocimiento de objetos es, en principio, el resultado de la permanente movilidad de la actividad de mirar. Ante la mirada, nada permanece estático: se mueve el objeto visto y/o se mueve la mirada. El elemento ficcional básico de las imágenes materiales visuales fijas es su inmovilidad. Cada objeto visto, en este perpetuum mobile, es percibido como una superficie de oclusión recortándose sobre otra superficie de oclusión. La prueba de la autonomía del objeto y, por tanto, su posibilidad de reconocimiento, es que una superficie de oclusión se desplaza sobre otra superficie de oclusión. Esto elimina la carga de subjetividad que Marr le atribuye a la forma (de los objetos) y que ha constituido la crítica fundamental contra las hipótesis de la Gestalt. El movimiento registrado visualmente es el origen del reconocimiento de las formas del objeto y, en consecuencia, por la representación de las correspondientes superficies de oclusión mediante las líneas que delimitan sus bordes, es el origen del reconocimiento de las imágenes estáticas (fotografías, cuadros, esculturas) y dinámicas (TV, cine) que representan a determinado objeto. El contorno oclusivo es previo (sin poder afirmar si, además, es un primitivo), siendo la línea un elemento disponible para su representación. Por supuesto, en esta operación, no hay un análisis hacia el interior de la superficie de oclusión (que estará a cargo del reconocimiento de las marcas y los ejes constitutivos), sino una mera y elemental posibilidad de reconocer un atractor a partir del reconocimiento de sus bordes. Lo que agrega el movimiento es su percepción como totalidad (el desplazamiento, por delante de otras superficies indiferenciadas, de un borde continuo y cerrado sobre sí mismo) y la posible percepción de la totalidad de sus formas (el conjunto cambiante de las superficies de oclusión generadas por el borde al girar el objeto, efectiva o virtualmente, sobre sus diversos ejes posibles). Todo esto tiene una cierta vinculación con las experiencias sobre rotación mental de Shepard & Metzler (ver, por ejemplo, en D. Marr, 1982: 11 y en R. Jackendoff, 1987: 179ss), pero estas últimas están orientadas a comprobar un efecto en ámbitos relativamente diferentes; estos autores lo indagan respecto de la imaginería visual ("visual imagery") como prueba del efectivo cumplimiento de operaciones imaginarias de rotación mental y, por tanto, como prueba de la efectiva existencia de las imágenes mentales (en definitiva, los atractores disponibles), mientras que aquí se lo propone en el campo de la percepción de las imágenes materiales visuales y referido a la posibilidad de su  reconocimiento mediante los correspondientes atractores.

11.3.3 Propuestas perceptuales cualitativas o plásticas: atractor abstractivo

Una tercera posibilidad, en cuanto a la calidad de la propuesta perceptual, consiste en que ésta sea de naturaleza estrictamente cualitativa, sin que intervengan elementos figurativos o simbólicos en su composición. Así formulado, se trataría del caso “puro”, que aquí me interesa desarrollar para establecer su especificidad y sus límites; he dejado ya establecido que, en la mayoría de las imágenes materiales visuales, constituirá sólo uno de sus componentes, siendo relativamente reducido el porcentaje de los casos en que la totalidad de la propuesta perceptual está constituida, exclusivamente, por propuestas perceptuales cualitativas.

En toda actividad perceptual-cognoscitiva, hay aspectos elementales, constitutivos de los niveles primarios de lo que se está percibiendo, que se asimilan sin participación de la conciencia, pero dejando su huella mnémica, recuperable como propuesta o como reconocimiento perceptual. Superado ese nivel primario, que varía en diferentes culturas o según educaciones diferentes o por especialización de la experiencia profesional, se llega a la posibilidad de la percepción consciente de objetos que están, en consecuencia, subjetivamente delimitados. En la comunicación verbal percibimos habitualmente frases, podemos atender a palabras, pero atendemos al timbre y tono de la voz del que habla sólo fugazmente y perdiendo al menos parte de la información de lo que se está diciendo y sólo con gran esfuerzo podríamos individualizar e identificar cada uno de los sonidos que emite la garganta del hablante. Esto se invierte en el caso del canto, en el que la atención del oyente se fija en los sonidos que emite la garganta del cantante, en su timbre y tono y sólo complementariamente llega a atender a las frases que construyen lo que efectivamente significa, lo que canta. Las pinceladas de Tintoretto, del Greco o de Velázquez son lo más interesante de su obra, cuya temática carece de vigencia y constituye una información complementaria y anecdótica. Pero la textura se elimina intencionalmente en el caso de las imágenes conceptuales o simbólicas (Figura 2) y, ante un hiperrealismo, por ejemplo del tipo de Richard Estes (Figura 3), sólo con dificultad se recupera la pincelada, siendo objeto de conocimiento su desaparición, hasta que se logra identificarla como evidencia de que no se trata de una fotografía. Pero en otras obras, como las de Antoni Tàpies (Figura 4) o László Péri (Figura 5), la aplicación de materia, el cromatismo o el juego de formas y planos es la propuesta fundamental, si no la única (en Tàpies siempre aparece la otra semiosis; aquí la semiosis simbólica; en otras obras, como en la Figura 6, además de la semiosis simbólica, la índicial, mediante concretos objetos o pedazos de objetos mostrados en su unicidad). En esto consiste lo cualitativo, en lo estructurante, aunque no estructure más que a sí mismo; toda imagen material visual lo contiene y existen imágenes materiales visuales que sólo proponen su percepción.

Lo que se activa, en la mente de un espectador, ante el aspecto cualitativo de una imagen material visual es un atractor abstractivo. Sus características, bajo otras denominaciones, han sido poco exploradas. Ha generado no obstante mucha literatura, y lo digo en sentido encomiástico y delimitador de campos de conocimiento: provoca a la producción de textos que proponen su comprensión fenomenológica, pero pocos han sido los textos que han trabajado este aspecto puramente cualitativo de las propuestas visuales desde la perspectiva de una semiótica rigurosa y cognitiva.

En una síntesis elemental, que por ahora apenas expandiré en los comentarios que siguen, propongo, tentativamente, que el atractor abstractivo es un quale o sensación perteneciente a una semiosis privada y, en cuanto tal, a la experiencia individual, de modo que la tarea correspondiente al productor de tales propuestas cualitativas consiste en lograr formular una expresión visual que trae determinados qualia, de los que el espectador tiene que poder disponer en su memoria no-consciente, al plano de la comunicación y, por tanto, los hace socialmente compartibles.

Con la expresión “semiosis privada”, intento establecer la existencia, en la memoria, de determinados atractores abstractivos, originados en la experiencia o vivencia perceptual, que se van acumulando de modo inconsciente o no-consciente.

¿Existe una experiencia o sensación cromática que no pueda traducirse en palabras y que sólo pueda recuperarse a través de una imagen material visual? ¿Tenemos la seguridad de que nuestras experiencias cromáticas son las mismas que las experiencias cromáticas de otros? Conocemos y compartimos los nombres y las expresiones que designan a esas experiencias, pero ¿estamos seguros de que los nombres y las expresiones compartidas designan experiencias compartidas o nunca podremos saber si al nombrar un color no estamos nombrando una experiencia muy distinta a la que otro designa con ese mismo nombre? Esta es fundamentalmente la problemática que se plantea Wittgenstein al referirse a la existencia de un “lenguaje privado” (1953: 243ss) y también de una “experiencia privada”, que no consistiría tanto en afirmar ”que cada persona posee su propio ejemplar, sino que nadie sabe si el resto de la gente también tiene esto o alguna otra cosa. Sería posible (pero inverificable) suponer que una parte de la humanidad tiene una sensación de rojo y otra otra” (“The essential thing about private experience is really not that each person possesses his own exemplar, but that nobody knows whether other people also have this or something else. The assumption would thus be possible -though unverifiable- that one section of mankind had one sensation of red and another section another”, 1953: 272). O, en otro sentido, admitir la existencia de experiencias privadas también implica quedar atrapado, uno mismo, en la dualidad entre significar y referirse a: “la palabra 'rojo' significa algo conocido por todos; y, además, para cada persona, ¿significa algo sólo conocido por ella? (O quizá, más bien: se refiere a algo sólo conocido por ella.)”; (“The word 'red' means something know to everyone; and in addition, for each person, it means something known only to him? (Or perhaps rather: it refers to something known only to him.)”. 1953: 273).9

[24][Figura 2: semiótica simbólica; Mijksenaar Paul & Piet Westendorf, 1999]

[25][Figura 3: semiótica figurativa; Richard Estes, Avenue of the Americas at Spring Street, 1998]

[26] [Figura 4: semiótica plástica (y simbólica); Antoni Tàpies, Taula negra, 1966]

[27] [Figura 5: semiótica plástica; Lásló Péri, Térkonstrukció 16, 1922]

 

[24]

[25]

[26]

[27]

 

 

Esto comenzaría a perfilar el concepto de “semiosis privada”. La idea consiste en proponer la existencia de experiencias que no son conscientes, que en modo alguno son verbalizables, pero que pueden actualizarse y, en el caso de tratarse de experiencias visuales, su actualización (y el éxito de su aceptabilidad por otros) constituye la tarea del productor de este tipo (cualisignos icónicos) de imágenes materiales visuales. No se excluyen de estas experiencias a las imágenes figurativas efectivamente vistas pero no registradas como tales, ni a las imágenes simbólicas percibidas pero no atendidas en cuanto a su eficacia socializante, ya que todo ello puede ser objeto de la propuesta perceptual que se materializa en una imagen material visual. Pero en la base (delimitación, coloración y textura) de la construcción de estas imágenes figurativas o simbólicas intervienen elementos cuya eficacia, en la mente del espectador, depende de su preexistencia en la memoria, con la calidad de rastros de experiencias delimitadoras, cromáticas y texturales, eficaces en la construcción del universo visual pero de las que no había específica conciencia.

Creo que los términos “quale” y “qualia” (respectivamente, en singular y plural) son los adecuados para designar la o las sensaciones constitutivas de ese atractor abstractivo que requiere ser activado por la propuesta perceptual de las imágenes visuales puramente cualitativas (o por el aspecto cualitativo de las propuestas perceptuales en general) para que se reconozca su existencia y su eficacia como elemento dinámico, constitutivo del aspecto visual de la semiosis privada. Con el origen de su uso filosófico en Locke y Berkley,  la expresión “conciencia-del-quale” (“quale-consciousness”) es retomada por Ch. Peirce, quien, en su “Metafísica Científica”, le dedica 16 parágrafos (6.222 – 6.237). Los enunciados principales con los que Peirce construye este objeto de conocimiento pueden sintetizarse así.

(1) Existe una conciencia-del-quale, respecto de la cual el sujeto será completamente inconsciente, que es diferente de la conciencia que se intensifica por la atención; a esta, objetivamente considerada, Peirce la llama “intensidad” y, en cuanto facultad, “vivacidad” (6.222)10.

(2) El quale es en sí y por sí mismo (6.234)11, sin referencia a ningún otro (6.224)12, es una unidad en la que se originan las diversas unidades sintéticas (Kant) con las que opera el intelecto, y también la unidad de los objetos individuales (6.225)13, lo que no excluye que la conciencia del quale no se limite a las sensaciones simples; el ejemplo peirceano es el del quale del púrpura, en cuanto mezcla de rojo y azul (6.223)14.

(3) La unidad de la conciencia-del-quale es lógica, ya que sentir, ser repentinamente consciente, supone una conciencia y no dos o más (6.230)15.

(4) Si la cualidad, en cuanto conciencia-del-quale relativa al promedio general de la experiencia, fuera doble, el principio de contradicción se derrumbaría (6.232)16. Un mismo objeto no puede ser y no ser azul simultáneamente; pero puede ser azul y duro, ya que ambas cualidades no se piensan asociadas a una única y misma conciencia-del-quale (6.231)17.

(5) Todas las operaciones del intelecto implican introducir el conflicto donde sólo estaba la propia conciencia-del-quale (6.233)18.

(6) Diferentes conciencias-del-quale no pueden mezclarse sin perder su identidad (6.235)19.

(7) De esto surge una consecuencia importante: no existe comprobación posible acerca de la gran variedad y diversidad de conciencias-del-quale, tal como se le hacen evidente al intelecto que compara. No hay elemento común a comparar, ya que cada conciencia-del quale es sui generis y por sí mismo. Lo que es absolutamente simple debe ser absolutamente libre. Cada conciencia-del-quale es “totus, teres, atque rotundus” (6.236)20.

(8) Por esta lógica, la unidad de la conciencia-del-quale, que implica simplicidad y libertad, deriva necesariamente en una multiplicidad y variedad interminable (6.237)21

Tales serían las características, desde el enfoque de Peirce, que deberá reunir la entidad que estoy tratando de construir mediante el término “atractor abstractivo”.

Por su parte, D. C. Dennett redefine el término “qualia” como “los modos como se nos presentan las cosas” (“The ways things seem to us”, 1995: 381). De estos modos afirma que “se supone que son propiedades del estado mental del sujeto”, las cuales consisten en ser “(1) inefables, (2) intrínsecas, (3) privadas y (4) directa o inmediatamente aprehensibles en la conciencia” (“qualia are supposed to be properties of a subject’s mental state that are (1) ineffable, (2) intrinsic, (3) private, (4) directly or immediately apprehensible in consciousness”, 1995: 385). A través de 14 ejemplos va trasmitiendo una comprensión intuitiva (denomina a cada uno de sus ejemplos “intuition pump”) de tales qualia. Algunos de ellos (en especial: 3: que pone en duda la constancia, 4: que atribuye a otro y 5: que atribuye a uno mismo, la diferencia en los colores efectivamente percibidos) se refieren a temas que podemos retomar, a su vez, como ejemplos de la semiosis privada22 de naturaleza visual.

Las cuatro características que, pese a su escepticismo, atribuye Dennett a los qualia coinciden con el desarrollo peirceano, del cual, además, se pueden recuperar otras características como: ser materia prima de las operaciones intelectuales (6.225), su unicidad (6.230), su suficiencia (6.236) y su capacidad para generar una multitud de réplicas (6.237). Todo ello distancia al atractor abstractivo de los atractores existenciales y simbólicos, y justifica la propuesta de constituir con ellos, no un sistema conceptual ni un repertorio analógico, sino una semiosis privada sin leyes ni taxonomías, en la que buscan su objeto o fundamento representativo las propuestas perceptuales puramente cualitativas (o, como dije, el aspecto cualitativo de las propuestas perceptuales existenciales o simbólicas).

11.4 Interpretación

Como venía diciendo: en el punto 1, relativo a la calidad representativa de la imagen material visual, se establecieron las variantes perceptuales que activarían las correspondientes operaciones mentales, cada una de ellas conducente a la producción de una identificación específica. En el punto 2, relativo a los componentes que intervienen en la configuración de determinada forma, se identificaron las entidades que se irían asociando hasta actualizar, en la memoria de un perceptor, el atractor correspondiente, por aceptación del cual se producirá el reconocimiento que satisfaga la calidad representativa de la imagen material visual. Ahora, en este 3er punto, relativo a la atribución de un efecto de sentido a la imagen material visual, se considerarán los mecanismos de su posible interrelación con las restantes semiosis vigentes en determinado momento de determinada sociedad; de esta interrelación habrán de surgir los discursos interpretativos que le atribuyan su específica significación o el conjunto de específicas significaciones efectivamente disponibles en determinado momento de determinada sociedad.

Como ya observé inicialmente, las imágenes visuales no son autosuficientes para interpretarse en sí mismas, requiriendo de ese complemento externo al que alude M. Foucault con su metáfora de la transformación de los documentos en monumentos (1969: 15) y que constituye el eje de su concepto de enunciado: “Una serie de signos pasará a ser un enunciado a condición de que tenga con ‘otra cosa’ [...] una relación específica que le concierna a ella misma y no a su causa, ni a sus elementos” (“Une série de signes deviendra énoncé à condition qu’elle ait à ‘autre chose’ [...] un rapport spécifique que la concerne elle-même, -et non point sa cause, non point ses éléments.” (1969: 117). Así, una imagen material visual sólo adquirirá su significado por eficacia de otra u otras semiosis (incluso de otras manifestaciones de la propia semiosis visual). En definitiva, las imágenes materiales visuales, por sí solas, no significan, sino que tan sólo llegan a producir un efecto de mostración.

Esta necesidad de interacción con otras semiosis o con otras manifestaciones de la propia semiosis de la imagen visual, requiere que la investigación semiótica esté en condiciones de dar cuenta de cuáles sean esas otras semiosis, así como de las características de tal interacción. El instrumento sugerido para ello es el que, en otros trabajos (1996a, 1996b, 1999a, 1999b), he denominado “Mundos Semióticos Posibles”. También pueden derivarse operaciones interesantes y eficaces de los trabajos de Gilles Fauconnier (1984) y de G. Fauconnier & Mark Turner (1998), sobre los espacios mentales y las redes de integración conceptual. Como intuición operativa puede decirse que el investigador tiene que dar respuesta a preguntas que derivan de la siguiente: ¿Qué necesita saber el espectador para interpretar esta imagen? Esta necesidad de conocimiento es la que nunca se agota en la propia imagen. Pero todo ello queda aquí meramente enunciado.

11.4.1 Mostración de carencia, en la semiótica plástica

En el caso de las imágenes materiales constituidas por cualisignos, la demostración de su eficacia interpretativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en mostrar la preexistencia, en la memoria del espectador, de un atractor abstractivo o sensación o experiencia perceptual (los qualia pertenecientes a una semiosis privada), de la relación con el cual extraerá su significado actual; mientras que la demostración de su eficacia creativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en mostrar una carencia, en cuanto ausencia de memoria consciente de la experiencia visual propuesta.

11.4.2 Mostración de semejanza/diferencia, en la semiótica figurativa

Respecto de las imágenes materiales constituidas por sinsignos, la demostración de su eficacia interpretativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en mostrar la preexistencia, en la memoria del espectador, de un atractor existencial, de la relación con el cual extraerá su significado actual; mientras que la demostración de su eficacia creativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en mostrar la existencia de una relación de semejanza /diferencia respecto de algún atractor existencial, en cuanto imagen mnemónica dinámica.

11.4.3 Mostración del lugar en un sistema, en la semiótica conceptual

En cuanto a las imágenes materiales constituidas por legisignos, la demostración de su eficacia interpretativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en mostrar la preexistencia, en la memoria del espectador, de un atractor simbólico, de la relación con el cual extraerá su significado actual; mientras que la demostración de su eficacia creativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en mostrar el lugar, en el correspondiente sistema de percepciones visuales socialmente normadas, donde se actualiza el atractor simbólico previamente aprendido y disponible en la sociedad correspondiente.

Notas

* Publicado, con pequeñas variaciones, en Cuadernos 17, Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy; noviembre, 2001; 295-320.

1 Éste ha sido uno de los primeros aportes del estudio de la semiosis visual y no el menos importante: comprender que ninguna semiosis, incluyendo por supuesto la semiosis verbal, es autosuficiente para la obtención de su interpretación. Una interesante tarea empírica, que se desprende de esta afirmación, consiste en, ante cualquier semiosis sustituyente (verbal, visual, musical, etc.), preguntarse ¿qué información necesito poseer para comprenderla, o sea, para atribuirle un significado? Cada sociedad en cada momento de su historia proveerá esa información mediante alguna o varias de las semiosis que circulan entre sus integrantes; y en cada momento y en cada sociedad esas semiosis serán diferentes.

2 Modificación que opera la cultura a partir de la aptitud natural para ver, aptitud que expresa Kosslyn: “La razón por la que la visión nos resulta tan simple es que venimos equipados con una enorme cantidad de maquinaria sofisticada. Esas habilidades innatas son nuestras para ser usadas; no necesitamos aprender a ver.” (“The reason vision is so easy for us is that we come equipped with an enormous amount of sophisticated machinery. These inborn abilities are ours for the using; we do not need to learn to see.”  1996: 70. El destacado es mío.)

3 Por otra parte, entre las imágenes perceptuales y las mentales se establecen tres grandes diferencias: “Primero, las imágenes mentales se desvanecen rápidamente, a diferencia de las percepciones... En la percepción, el mundo sirve de depósito exterior... Segundo, las imágenes mentales se crean a partir de información almacenada; el mundo exterior no determina, en ningún momento, el contenido de la propia imaginería. Las imágenes mentales surgen a partir de diversos contextos y puede no existir ninguna semejanza con las representaciones perceptuales que se están teniendo. Tercero, las imágenes [mentales], a diferencia de las percepciones de la gente normal, se destacan por su maleabilidad. Pueden imaginarse objetos retorcidos, rotados, curvados, etc.; pero la percepción no coopera tanto (y no convendría que lo haga, en beneficio de nuestra propia supervivencia)” (“First, mental images fade rapidly, unlike percepts... In perception, the world serves as an external store... Second, mental images are created from stored information; the external world does not dictate the contents of one’s imagery at any specific time. Mental images arise under a variety of contexts, and may not have any resemblance to the on-line perceptual representations. Third, images, unlike the perceptions of normal people, are remarkably malleable. One can image objects twisting, turning, bending, and so on -but perceptions not (and should not be, for the sake of one’s survival) so cooperative”; S. M. Kosslyn, 1996: 74-5). Además, el estudio de las imágenes perceptuales requiere conocer con detalle los mecanismos de la retina, lo que puede decirse que ya se ha alcanzado, mientras que acerca del proceso cortical superior que es responsable de la memoria visual, constituida por las imágenes mentales, sólo puede hablarse de modo muy general (Kosslyn, 1996: 53).

4 Es lo que Peirce denomina “quale-consciousness”, tomándola en su completa simplicidad (6.231) y, también, “tone” en cuanto “los tonos son signos de cualidades viscerales del sentimiento” (“tones are signs of visceral qualities of feeling”) y los analiza, en especial, respecto de los olores y aromas (1.313), mientras que aquí interesa respecto de las formas visuales (Figura 3 Tàpies). Desde otra perspectiva los denomina “potisigns”: “Objetos que son signos en cuanto son meramente posibles, pero sentidos como efectivamente posibles” (“Objects which are signs so far as they are merely possible, but felt to be positively possible...”) y los vincula al plano de la abstracción, “como, por ejemplo, el séptimo rayo que pasa a través de tres intersecciones de los lados opuestos del hexagrama de Pascal” (“as, for example, the seventh ray that passes through the three intersections of opposite sides of Pascal´s hexagrams”; 8.347)

5 Uso la acentuación argentina (“ícono”) y no la española ("icono") porque aquí vivo.

6 Al desarrollar las convenciones que habrán de regir las cualidades perceptuales de los grafos, o con mayor precisión, de las réplicas o instancias de los grafos, puntualiza su carácter representativo: “Su belleza [se refiere a los diagramas de Euler][...] y sus otros méritos, que son considerables, provienen del hecho de ser verdaderamente icónicos, naturalmente análogos a la cosa [concepto lógico] representada...” (“Its beauty [...] and its other merits, which are fairly considerable, spring from its being veridically iconic, naturally analogous to the thing represented...”; 4.368) “Estas convenciones se suponen mutuamente comprendidas por dos personas: un Grafista que expresa las proposiciones conforme al sistema de expresión llamado el de los Grafos Existenciales y un Intérprete que las interpreta y acepta sin discusión. Un grafo es la expresión proposicional en el Sistema de los Grafos Existenciales de cualquier estado posible del universo” (“These Conventions are supposed to be mutual understanding between two persons: a Graphist, who expresses propositions according to the system of expression called that of Existential Graphs, and an Interpreter, who interprets those propositions and accepts them without dispute. A graph is the propositional expression in the System of Existential Graphs of any possible state of the universe”; 4. 395)

7 “The secondness” peirceano; de sus múltiples tratamientos, ver 5.45, con su ejemplo acerca de la necesaria resistencia de una imagen mental geométrica para garantizar el mantenimiento de su identidad pese a las metamorfosis a que la someta una demostración geométrica.

8 Memoria que posee “la categoría de lo fáctico” (“the category of fact”), ya que “supone una necesidad incondicional, o sea, sin ley ni razón” (“whatever involves an unconditional necessity, that is, force without law or reason”; 1.427); carácter existencial de la memoria que proviene del hecho de “proporcionarnos un conocimiento del pasado mediante una especie de fuerza bruta, una acción efectivamente binaria, sin razonamiento alguno” (“Memory supplies us a knowledge of the past by a sort of brute force, a quite binary action, without any reasoning”, 2.86).

9 Y añade: "¿Cómo es posible que nos tiente pensar que usamos una palabra para significar, en un momento, el color conocido por todos y, en otro momento, la 'impresión visual' que estoy teniendo ahora? [...] Yo no atiendo al color de la misma manera en los dos casos. Cuando pienso en la impresión de color que (por así decir) me pertenece a mí sólo, me sumerjo a mí mismo en el color; casi como cuando ante un color 'no puedo apartar la vista'" ("But how is even possible for us to be tempted to think that we use a word to mean at one time the colour known to everyone -and at another the 'visual impression' which I am getting now? [...] I don't turn the same kind of attention on the colour in the two cases. When I mean the colour impression that (as I should like say) belongs to me alone I immerse myself in the colour -rather like when I 'cannot get my fill of a colour'." 1953: 277).

10 “[...] This illustration puts into a high light the distintion between two kinds of consciousness, the quale-consciousness and that kind of consciousness which is intensified by attention, which objectively considered, I call vividness, and as a faculty we may call liveliness”  (6.222).

11 “[...] Quality or quale-consciousness is all that it is in and for itself [...]” (6.234).

12 “Each quale is in itself what it is for itself, without reference to any other [...]” (6.224).

13 “[...] In so far as qualia can be said to have anything in common, that which belongs to one and all is unity; and the various synthetical unities which Kant attributes to different operations of the mind, as well as the unity of logical consistency, or specific unity, and also the unity of the individual object, all these unities originate, not in the operations of the intellect, but in the quale-consciousness upon which the intelect operates” (6.225).

14 “The quale-consciousness is not confined to simple sensations. There is a peculiar quale to purple, though it be only a mixture of red and blue. [...]” (6.223).

15  “I say then that this unity is logical in this sense, that to feel, to be immediately conscious, so far as possible, without any action and reaction nor any reflection, logically supposes one consciousness and not two nor more.[...]” (6.230).

16 “[...] The quality itself is nothing in the world but a quale-consciousness of a composite photograph or general average of experience. And if the quality can be double, the principle of contradiction falls to the ground.” (6.232).

17 “[...] Any object, A, cannot be blue and not blue at once. It can be blue and hard, because blueness and hardness are not thought of as joined in quale-conciousness, one appealing to one experiment and the other to another.[...]” (6.231).

18 “All the operations of the intellect consist in taking composite photographs of quale-consciousnesses. Instead of introducing any unity, they only introduce conflict that was not in the quale-consciousness itself.[...]” (6.233).

19 “[...] Quale-consciousness cannot blend with quale-consciousness without loss of its identity.” (6.235).

20 “[...] I now call attention to a remarkable consequence of it. Namely it follows that there is not check upon the utmost variety and diversity of quale-consciousness as it appears to the comparing intellect. For if consciousness is to blend with consciousness, there must be common  elements. But if it has nothing in itself but just itself, it is sui generis and is cut loose from all need of agreeing with anything. Whatever is absolutely simple must be absolutely free;  for a law over it must apply to some common feature of it. And if it has no feature, no law can seize upon it. It is totus, teres, atque rotundus.[...] (6.236).

21 “[...] This is the logic by which the unity of quale-consciousness, implying simplicity, and through simplicity, freedon, necessarily results in endless mutiplicity and variety. [...] (6.237).

22 En su “intuition pump 3” , recupera, como también lo habían hecho Ch. Peirce y L. Wittgenstein, “el espectro [cromático] invertido” de Locke: “¿cómo sé que tú y yo vemos el mismo color subjetivo cuando miramos algo? Dado que ambos aprendimos los nombres de los colores mediante la ostensión pública de objetos coloreados, nuestro comportamiento verbal coincidirá aunque experimentemos colores subjetivos enteramente distintos” (“how do I know that you and I see the same subjective colour when we look at something? Since we both learned colour words by being shown public coloured objects, our verbal behaviour will match even if we experience entirely different subjective colours”, 1995: 387). La “intuition pump 4” supone que “existe algún aparato neurocientífico que encaja en tu cabeza e incorpora tu experiencia visual dentro de mi cerebro [...]. Con los ojos cerrados, me informo con precisión de todo lo que tú estás viendo, salvo que me asombro de que el cielo sea amarillo, el cesped rojo, etc. ¿No confirmaría esto, empíricamente, que nuestros qualia son diferentes?” (“there were some neuroscientific apparatus that fits on your head and feeds your visual experience into my brain [...]. With eyes closed I accurately report everything you are looking at, except that I marvel at how the sky is yellow, the grass red, and so forth. Would this not confirm, empirically, that our qualia were different?”, 1995: 387). Da un paso más y, en la “fuente de intuición 5: la travesura neuroquirúrgica,  las experiencias que se comparan están en una misma mente. Te levantas una mañana y te encuentras con que el cesped se ha vuelto rojo, el cielo amarillo, etc. [...]. (y más tarde se descubre, si quieres, cómo los perversos neurofisiólogos manipularon tus neuronas para lograrlo. Parecería, en principio [...], que los qualia, después de todo, son propiedades aceptables, porque las proposiciones que se refieren a ellas puede afirmarse justificadamente, verificarse empíricamente e, incluso, explicarse)” (“intuition pump 5: the neurosurgical prank,  the experiences to be compared are all in one mind. You wake up one morning to find that the grass has turned red, the sky yelow, and so forth [...]. (and we later discover, if you like, just how the evil neurophysiologists tampered with your neurons to accomplish this). Here it seems at first [...], that qualia are acceptable properties after all, because propositions about them can be justifiably asserted, empirically verified, and even explained”, 1995: 387-388). No obstante, Dennett desarrolla su trabajo apuntando, pesimistamente, a la conclusión de que, frente a lo que parece obvio, los qualia no existen: “So contrary to what seems obvious at first blush, there simply are no qualia at all”, 1995: 409.


12 OPERACIONES SEMIÓTICAS

EN EL ANÁLISIS DE LAS HISTORIETAS1

12.1 El análisis metasemiótico de las imágenes gráficas

El análisis del discurso verbal se satisface, tanto desde el enfoque sintáctico como desde el semántico, utilizando con toda naturalidad categorías y operaciones metalingüísticas (por ejemplo, entre otras, el análisis gramatical y las definiciones contextuales). O sea, se considera a la palabra como instrumento adecuado para el análisis de la palabra. Se opta por una perspectiva metalingüística o metadiscursiva, dejándose de lado el recurso a cualquier otro discurso exterior (ver Desclès, J.P. y Z.G. Desclès, 1977: 2), por considerar que este último aportaría al análisis categorías y operaciones ajenas a lo verbal y, por tanto, perturbadoras y distorsionadoras del objetivo analítico consistente en describir y explicar su funcionamiento específico.

No obstante, cuando se efectúa el análisis de las imágenes gráficas, el instrumento habitual es el lenguaje verbal. O sea, un discurso exterior que trasplanta conceptos teóricos y relaciones composicionales que sólo de modo metafórico son aplicables a la semiótica visual específica de la imagen gráfica. En el comienzo histórico de una disciplina, cabe esta utilización metafórica de términos procedentes de otras disciplinas relativamente afines y más desarrolladas, por la potencia heurística que puede proporcionar a la consolidación del nuevo campo teórico (Boyd, R., 1979: 357). Es lo que viene ocurriendo, en el caso de la imagen gráfica, con expresiones como: “gramática de la imagen”, “sintaxis visual”, “grafemas”, etc. En otros casos, son términos y expresiones que requieren una reflexión más profunda para determinar su pertinencia en una semiótica de la imagen, como: “significado de la imagen” (¿las imágenes significan?), “pensamiento visual” (¿existe un pensamiento construido con imágenes y qué proximidad o distancia tendría con la mente visual, la imaginación, la imaginería o el conocimiento producido mediante imágenes, si es que es admisible, y postulo que sí, tal conocimiento?), “tipos visuales” (¿las unidades disponibles en el repertorio mnemónico tienen las características que se requieren para poder denominarlas “tipos” o se trata más bien de atractores o imágenes dinámicas y con qué capacidad y límite a tal variabilidad?). Los estudios acerca de la imagen tienen ya una historia y una abundacia documental que permiten plantear la necesidad de disponer, no sólo de una terminología propia sino, sobre todo, de la consiguiente especificidad en la caracterización de las operaciones visuales que le son pertinentes. O sea, que se hace necesario disponer de una metasemiótica que utilice los recursos propios de la imaginería2 para dar cuenta de los distintos aspectos inherentes al estudio de la imagen.

¿Por qué, entonces, este mismo texto verbal que estoy escribiendo acerca de la problemática de la imagen? Porque este texto, por el momento, no está analizando imágenes, sino planteando un tema, de cierto alcance epistemológico, acerca de la representación de nuestro conocimiento de las imágenes, lo que pertenece específicamente al ámbito de eficacia del discurso verbal. También, porque una comunicación impresa que ofreciese inmediata y exclusivamente imágenes, la mostración de su eventual descomposición y recomposición en otras consiguientes imágenes, carecería de los antecedentes indispensables para que el perceptor pudiese comprender lo que se le estaba proponiendo. Pero llegará el momento en que así se expongan las operaciones inherentes a una metasemiótica visual.

12.2 Operaciones fundamentales de una metasemiótica de la imagen visual

En un análisis metasemiótico de la imagen visual confluyen tres operaciones fundamentales que pueden designarse como “identificación”, “reconocimiento” e “interpretación”. La descripción verbal de estas operaciones, tal como aquí las enuncio, tratará de ser una traducción, lo menos distorsionante posible, de lo que se efectúa, gráficamente, en su producción y, visualmente, en su percepción. La exposición de cada una de tales operaciones requiere un orden secuencial (inherente al discurso verbal), pero conviene tener en cuenta que, tanto gráfica como visualmente, ocurren en paralelo: su procesamiento cerebral/mental3 es simultáneo y se cumple en un tempus que, provisionalmente, puede inscribirse en la instantaneidad.

Entiendo por identificación, en este trabajo, la operación perceptual de registro de las marcas componentes de una imagen. El término “marca” ha sido utilizado por el Grupo μ (1992: 151) y lo tomo en un sentido muy próximo al que le otorgan estos autores.

Habría dos modos de lograr esta identificación. Uno es deductivo y consiste en establecer un paradigma de determinadas formas primarias elementales con las que podría componerse o descomponerse cualquier imagen visual; tal es la propuesta de los geones de Biederman (Biederman, I., 1987; 1995: 12ss) o del esquema codon propuesto por Hoffman y Richards (citado en Ullman, S., 1996: 27). Otro es inductivo y consiste en identificar, en una imagen determinada, la marca máxima que todavía no es representativa o sea que no activa ningún atractor4. El conjunto de estas marcas, tal que agota la imagen visual en estudio, constituye el repertorio virtual de las marcas utilizado por el productor de dicha imagen e identificado (a nivel subsemiótico, en cuanto no actualizado conscientemente pero con efectiva entrada de información a la red neuronal) por el eventual perceptor. Asumo este modo inductivo, coherente con mi opción (justificada en otro trabajo: Magariños de Morentin, J., 1996: 260) por registrar operaciones y no aplicar modelos, siendo este último el caso, por ejemplo, del análisis propuesto por Biederman.

Entiendo por reconocimiento, en este trabajo, la operación perceptual de integrar la mínima cantidad de marcas necesaria para activar un atractor, o sea, para producir una representación. En esta operación se plantea la exigencia de establecer qué se entiende por “representación”5, ya que este término se vincula, en el caso de las imágenes visuales, con el problema de la iconicidad. Aunque ésta no es la oportunidad para profundizar una respuesta, esbozo el criterio que permite superar tal problema. Su eje está constituido por las críticas que suscita el concepto de semejanza o el de isomorfismo (Eco, U., 1977: 325; Grupo μ, 1992: 124), cuando se considera a la imagen como algo comparable con determinada entidad real o imaginariamente existente y perceptible. Esta crítica supone un concepto muy limitado de icono. Ubicándolo en una dimensión más amplia, como puede ser el criterio seguido por Ch. S. Peirce, el icono como representación de la existencia es sólo una de las posibilidades del signo icónico, aquella a la que Peirce denomina “sinsigno icónico” o “segundo correlato”. Pero también es posible que el icono represente una cualidad (por ejemplo, cromático/textural, como puede ser el caso de la pintura concreta), posibilidad a la que Peirce denomina “cualisigno icónico” o “primer correlato”. O también es posible que el icono represente un valor convencional (por ejemplo, la escritura o un diagrama o la gráfica de una proyección estadística), representación a la que Peirce denomina “legisigno icónico” o “quinto correlato” (Peirce, Ch. S., 1965/1931: 2.235ss y 8.341). Con este enfoque ampliado, la operación de reconocimiento se cumplirá cuando, a partir de la integración de una cantidad mínima de marcas, se active el atractor correspondiente a una entidad existencial (reconocimiento, por ejemplo, de un mínimo de marcas que ya constituyen un rostro o una mano o un teléfono, etc.; ver Figura 4-C), o el atractor correspondiente a una cualidad (reconocimiento, por ejemplo de un mínimo de marcas que ya constituyen una determinada variación tonal del azul o un determinado entrecruzamiento de líneas de determinada inclinación, intersección y/o tangencia, etc.) o el atractor correspondiente a un valor convencional (reconocimiento, por ejemplo, del mínimo de marcas que ya constituyen una determinada letra o número o red o árbol de dependencias, etc.).

Finalmente, entiendo por interpretación, en este trabajo, la operación perceptual-conceptual por la que el resultado de la operación de reconocimiento se articula en el sistema cultural de quien lo percibe. Sólo las dos primeras operaciones se cumplen mediante relaciones exclusivamente visuales o gráficas (o sea, con exclusiva intervención de las componentes visuales o gráficas de la cultura del perceptor), por lo que son las específicas a una metasemiótica visual y deben resolverse en este específico ámbito semiótico. En la operación de interpretación confluyen componentes de las distintas semiosis de que dispone el perceptor: fundamentalmente de la semiosis visual (valor diferencial respecto de otras propuestas perceptuales que provocan otros reconocimientos), pero también de la semiosis verbal (traducibilidad del reconocimiento en estudio a un discurso histórico, narrativo, poético, etc.), así como de la semiosis musical, etc.

12.3 Las imágenes (caricaturas) de las historietas

Las imágenes de las historietas pueden encuadrarse, en principio y por lo general, en las que, en la propuesta peirceana, se han caracterizado como sinsignos icónicos, o sea, aquellas cuyo atractor está constituido por la imagen mental de entidades existenciales u objetos semióticos y de sus actitudes y comportamientos.

La operación de reconocimiento integra las marcas que constituyen a tales imágenes produciendo determinada transformación retórica respecto del reconocimiento producido por otras imágenes gráficas que preservan, en mayor medida, el resultado de la percepción visual de los correspondientes objetos semióticos. Con esto sitúo a la retórica gráfica como una transformación entre imágenes y no entre la imagen en estudio y el objeto percibido. En distintos momentos de una cultura o en distintas culturas existen conjuntos de imágenes que la sociedad correspondiente considera como más próximas a sus modos de percibir (con mayor potencia para activar determinado atractor). Esto constituiría un grado cero de la imagen; no, por supuesto, un cero absoluto o universal, sino un cero (en cuanto lo menos modificado) en relación con la cultura a la que pertenecen la imagen, por un lado, y el perceptor, por otro. A partir de la identificación de las marcas y del resultado del reconocimiento que operan en la producción y percepción de tales imágenes de grado cero (en nuestra coyuntura, quizá especialmente vinculadas a la fotografía de objetivo limpio, sin filtros ni trucaje), se produce, diferencialmente, la identificación y el reconocimiento de las imágenes retóricamente transformadas que pueden denominarse genéricamente “caricaturas” y que constituyen la propuesta de experiencia perceptual de las historietas. Son sólo una de las formas posibles de retorización de las imágenes gráficas; es evidente que Escher, Magritte o Picasso entre otros muchos (cada creador de imágenes, respecto de las imágenes que le precedieron o que le son contemporáneas) también retorizan el grado cero de la imaginería gráfica de su época.

Las historietas que tengo en cuenta en este trabajo son las gráficamente humorísticas. En un caso, la correspondiente a la Figura 1, la producción del humor visual se completa mediante la concurrencia de las semiosis gráfica y verbal, no siendo suficiente, por sí sola, ninguna de tales semiosis para la producción del humor. En el otro, la correspondiente a la Figura 3, el humor se logra plenamente mediante la exclusiva presencia de la imagen visual. En ambos casos, estas imágenes proponen una experiencia perceptual que retoriza a las imágenes mnemónicas originadas en la experiencia visual de otras imágenes afines, convencionalmente aceptadas como no modificadas.

La historieta de Quino, en la Figura 1 [28], es una excelente representación gráfica y muy oportuna utilización humorística de los conceptos de marca y atractor aquí desarrollados: la simple curva que el personaje encuentra en el suelo es una marca, respecto de la cual se pregunta por cuál es el atractor que corresponde actualizar: si el significante simbólico del dinero o la luz trasera dañada del automóvil, hasta que tiene que aceptar que dicha marca pertenecía al atractor constituido por el recuerdo de una parte de la anatomía de la amiguita de su hija.

[28]  (Figura 1. Quino I)

 

La Figura 2 muestra cómo de un repertorio hipotético de marcas pueden originarse diversas entidades, determinantes o determinados según la terminología del Grupo μ (1992: 149ss), que son la materialización, en imagen gráfica, de los correspondientes atractores mnemónicamente disponibles. Las integraciones realizadas, en esta Figura 2 [29], no agotan la posibilidad de producir otras entidades, según la exploración de su memoria que realice el experimentador en busca de otros atractores. Es la tarea a la que se aboca el personaje de Quino en la historieta de la Figura 1.

[29]  (Figura 2. Marcas y entidades)

 

De la Figura 3 [30] he tomado la última viñeta para realizar una tarea inversa a la anterior y que es la que más puede tener relación con el análisis metasemiótico de la imagen gráfica. Inductivamente, en la Figura 4-B [31], he ido seleccionando las marcas con las que estaban construidas las dos imágenes que componen dicha viñeta, como puede comprobarse mediante las indicaciones numéricas de la Figura 4-A [31]. O sea, he identificado los máximos conjuntos de rasgos gráficos que, todavía, no actualizaban ningún atractor. Ninguna de las 39 marcas identificadas, en la Figura 4-B, evoca alguna imagen reconocible, que es lo que ocurriría si se le agregase cualquier otro de los rasgos, adyacentes a las marcas identificadas, utilizados por Caloi. En cambio, los ocho conjuntos construidos en la Figura 4-C [31] ya pueden reconocerse, por ser referibles a concretos atractores. Esta correspondencia con atractores mnemónicos procedentes de experiencias visuales precedentemente mantenidas con otras imágenes gráficas o con la percepción y reconocimiento de objetos (semióticos), tiene sentido en este caso por pertenecer las historietas a la categoría de sinsignos icónicos y tener por tanto como referente a entidades existenciales, a sus actitudes y a sus comportamientos.

La operación de interpretación no está mostrada en este desarrollo gráfico, justamente por excederlo y requerir el establecimiento de conexiones intersemióticas con otros sectores de la cultura del perceptor. Es lo que se cumple en la mayoría de los ensayos acerca de la historieta y de otras manifestaciones plásticas. No se da cuenta aquí acerca de cómo han sido construidas estas historietas, ni del proceso mental que nos permite identificar, a partir de determinados trazos gráficos, a personajes y situaciones de la experiencia de cualquier perceptor. Las operaciones metasemióticas de identificación y de reconocimiento nos exigen enfrentar una seria tarea de investigación. La operación de interpretación es, simplemente, la que logra hacernos sonreir.

 

 

 

[30] (Figura 3. Caloi I)

Notas

1 El presente trabajo ha sido publicado en Óscar Quezada Macchiavello (editor), Fronteras de la semiótica. Homenaje a Desiderio Blanco. Perú: Universidad de Lima-Fondo de Cultura Económica, 1999.

2 En otro trabajo (Magariños, 1996b) justifiqué el empleo de este término para designar al conjunto de las imágenes mentales; no es el sentido habitual que tiene "imaginería" en castellano, ya que se refiere preferentemente a la materialidad de la estatuaria religiosa artesanal pero, en el contexto del presente trabajo, se le propone este sesgo de representación mental y del conjunto de operaciones que intervienen en la producción e interpretación de la imagen.

3 Sin tomar, por ahora, posición en cuanto a las dos tesis en pugna: dualista y monista (Rastier, F., 1991: 34ss; King, Ch., 1996: 179ss).

4 Entiendo, en este trabajo, por atractor la imagen mental, almacenada en la memoria corta o larga, que resulta activada por los rasgos componentes de determinada percepción visual, de modo tal que no puede haber identificación ni reconocimiento (en el sentido de las operaciones que estoy definiendo) de algún perceptum sin la existencia de algún atractor que lo especifique y diferencie.

5 "La representación": término demasiado amplio. Se necesitarían nombres distintos para designar relaciones diferentes a las que se incluye bajo este mismo término. A nivel cognitivo, podrían diferenciarse, al menos y en principio: (a) una representación perceptual o sea lo que uno ve del mundo, en un momento determinado, en forma directa; (b) una forma que conocía (registrada en la memoria) y en virtud de cuyo conocimiento puede reconocer la que percibe (lo que, aquí, denomino "atractor"); (c) el proceso mediante el cual una forma, mnemónicamente presente (el mencionado atractor), está en el lugar de otra forma ya conocida (en cuanto ya percibida) o que se está percibiendo; (d) una imagen material que se le presenta a alguien y que contiene una forma que puede reconocer; (e) una forma que conocía y en virtud de cuyo conocimiento puede reconocer la que se le presenta mediante una imagen material; (f) el proceso mediante el cual una forma, presente en una imagen material, está en el lugar de una forma ya conocida (en cuanto ya percibida) o que se está percibiendo.

 

 

 

[31]  (Figura 4; descomposición en marcas y atractores)

 

 

13 LA ABDUCCIÓN EN LA INTERPRETACIÓN DE LAS IMÁGENES VISUALES*

13.1 Mundos Semióticos Posibles

Al enfocar la semiótica como una metodología de base en ciencias sociales, la designación “mundos semióticos posibles” permite identificar un conjunto sistemático, fructífero y eficaz de operaciones analíticas. En principio tiene que ver con la búsqueda de una descripción precisa y de una explicación fundamentada de la tarea de interpretación, tal como ésta se evidencia en el enunciado que establece el significado de determinado fenómeno social (entre los cuales: de determinada imagen material visual).

Interpretar es una operación; por tanto implica la puesta en acción de un determinado o de varios comportamientos, cuyas características es necesario que puedan identificarse a partir de la observación, ya que, de lo contrario, el término "interpretar" y sus transformaciones posibles ("interpretación", "intérprete", "interpretante", etc.) designarían una entelequia, o sea, la pretensión de poseer lo que ya es perfecto y que, en cuanto tal, no requiere del contraste empírico, lo que equivale al absurdo. Disponer de una descripción precisa de los comportamientos que intervienen en la tarea de interpretación es, por tanto, una exigencia ineludible para entender de qué hablamos cuando hablamos de mundos semióticos posibles.

Pero no es suficiente. Identificados los comportamientos, será necesario establecer cómo actúan cuando lo que producen consista en atribuirle un significado a algo (si en eso, como estoy afirmando provisionalmente, consiste lo que denomino "interpretar"). o sea, para que sea útil el concepto de interpretación que estamos construyendo, será necesario explicar las características de la intervención dinámica de ese o esos comportamientos y explicar cuál es y por qué es ése y no otro el resultado que tal o tales comportamientos alcanzan.

A esta integración de descripción y explicación es a lo que denomino “mundos semióticos posibles”, del cual también habrá que proponer la representación simbólica de la forma en que descripción y explicación interactúan para que pueda ser un instrumento eficaz, al menos en este momento y en nuestra sociedad (con la amplitud que cada uno atribuya a tal momento y a tal sociedad), para proporcionar un contenido específico a lo que designamos como "interpretación".

Quizá parezca que me he ido muy lejos o demasiado atrás en la búsqueda de consistencia y rigor para un término que utilizamos muy habitualmente, sin hacernos semejantes problemas. pero es que, al incluir el tema de la interpretación en el campo operativo de la semiótica como metodología, no me estoy refiriendo al uso cotidiano, intuitivo y creativo del término "interpretación", tal como lo permite la puesta en práctica de la facultad semiótica, sino al desarrollo conceptual mediante el cual se puede disponer explicativamente de la operación que se construya con el nombre de "interpretación" como instrumento operativo integrante de la disciplina semiótica (que, sin embargo no deberá contradecir al otro, salvo la concurrente demostración de una superación del sentido cotidiano de ese término).

Hablar de los mundos semióticos posibles supone intentar identificar, ordenar, sistematizar y mostrar cómo interactúan algunos elementos determinados de ese conjunto de conocimientos, experiencias, sensaciones, valores y cuantos recuerdos tenemos almacenados en nuestra memoria asociativa y que se activan para producir la interpretación de una determinada propuesta perceptual. Constituyen, asimismo, la forma que adopta la abducción en su tarea de formular un juicio perceptual que le confiere sentido a una determinada percepción (o percepto). El concepto de memoria asociativa pertenece a la neurología cognitiva y lo utilizo en un sentido muy próximo al que propone Stephen Kosslyn (1996: 73):

“Los resultados (outputs) de los sistemas de encodificación ventral (propiedades de los objetos) y dorsal (propiedades del espacio) se reúnen en una memoria asociativa (que aparece realizándose en parte en el lóbulo temporal superior-posterior), donde se los contrasta con la información almacenada. La memoria asociativa no sólo contiene asociaciones entre representaciones perceptuales, sino también información "conceptual" más abstracta (nombres, categorías, partes del habla y otros). A la información, en la memoria asociativa, pueden acceder las entradas procedentes de todos los sistemas sensoriales; una vez se ha accedido a la información adecuada, se ha identificado el objeto.”

En cuanto a “percepto”, por lo que conserva de su estructura de participio latino, se refiere a lo percibido o perceptum, que es, justamente, el término que Peirce propone para indicar lo que vemos antes de saber qué es lo que estamos viendo (CP 2.141) y que es la instancia en la que interviene la abducción, como inicial hipótesis interpretativa de lo percibido (CP 2.776). Cuando lo sabemos, o aceptamos lo que suponemos que vemos, ya hemos construido un “juicio perceptual” (“perceptual judgement”, CP 4.593) y, por tanto, ya le hemos asignado una interpretación al percepto. Con la expresión: “hecho perceptual” (“perceptual fact”), Peirce nombra a la visión consciente o “descripción intelectual de la evidencia de los sentidos, realizada por propio esfuerzo” (CP 2.141) y con la expresión “juicio perceptual” (“perceptual judgement”) designa “su [del percepto] Interpretante Dinámico” (CP 5.540).

Para llegar a eso: transformar al percepto en juicio perceptual, hace falta una búsqueda en la memoria asociativa, que tiene la facultad de relacionar lo que ya está archivado con la información que está entrando retinalmente. Y ese archivo, con esas relaciones (que, con todo lo que tiene de participación social, o sea, en cuanto vinculado a una cultura y a un momento histórico determinado, es constitutivo de lo individual e identificador de las posibilidades interpretativas de cada sujeto percibiente) es lo que intervendrá para conferirle una determinada interpretación a lo que un determinado sujeto está percibiendo, y ese archivo con esas relaciones, tal como se presenta en un momento determinado de un individuo o de una sociedad determinados, es lo que intuyo y trato de configurar como mundo semiótico posible, como instrumento imprescindible para producir determinada interpretación de una determinada imagen material visual; y la mostración de su estructura y relaciones proporcionará la explicación efectiva y socialmente adecuada de tal interpretación.

[32]  (Figura 1. Imagen figurativa; en Azorín (1966). Fot. 12. La selección de fotografías y montaje del libro ha sido realizado por Miguel Buñuel)

13.2 Del percepto a la interpretación

La propuesta consiste, por tanto, en identificar cuáles son, y en recuperar, los pasos sucesivos que van del percepto a la interpretación. La sugerencia de tomar como objeto de análisis a las tres imágenes materiales visuales propuestas, se basa en que cada una de ellas corresponder a cada una de las tres semióticas, en cuanto disciplina, en las que se distribuye la pretendida unidad de la semiótica visual, lo que dejé enunciado (Magariños de Morentin, 2000: 665-695) como identificable y diferenciable en función de los tres grandes grupos de operaciones cognitivas diferentes que se ponen en funcionamiento para interpretarlas, en cuanto facultad semiótica.

En este sentido, la Figura número 1 [32] puede incluirse en el grupo de las imágenes materiales visuales figurativas (peirceanamente: “sinsignos icónicos”); la Figura número 2 [33], en el grupo de las imágenes materiales visuales simbólicas (peirceanamente: “legisignos icónicos”); y la Figura numero 3 [34], en el grupo de las imágenes materiales visuales cualitativas (peirceanamente: “cualisignos icónicos”).

Si esto último es válido, entonces la percepción de la Figura número 1 [31] (o sea, la Figura número 1 como percepto) va a tender a producir un juicio perceptual que enuncie una configuración existencial.

 

 

 

[33] (Figura 2. Imagen simbólica; en Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999); p. 110)

[34]  (Figura 3. Imagen cualitativa; Maarten Beks (1929). Nest-building)

 

La percepción de la Figura número 2 [33] (o sea, la Figura número 2 como perceptum) va a tender a producir un juicio perceptual que enuncie una configuración convencionalizada.

La percepción de la Figura número 3 [34] (o sea, la Figura número 3 como perceptum) va a tender a producir un juicio perceptual que enuncie una configuración emocional (término todavía muy ambiguo, pero que dejo provisionalmente como expresivo de que va a producir o a recuperar una pura experiencia perceptual; quedando aquí por ajustar esa calificación de "pura").

El usar la expresión “va a tender a” es una manera de darle lugar a la posibilidad de hablar del percepto, aun sabiendo que ello implica una contradicción: el percepto es lo visto antes de saber qué se está viendo, entonces ¿cómo podríamos decir algo acerca de lo que no sabemos qué es? Esto quiere decir que el percepto es una pura posibilidad y, en cuanto tal, no admite una concreción y, quizá cometiendo una pequeña trampa lógica, pueda decirse que no es todavía, pero que tiende a ser (o a producir) algo.

Para avanzar lo menos posible (a los efectos de no saltear eventuales etapas; pese a lo cual quizá advirtamos después que las hemos salteado), pero constituyendo ya, desde un punto de vista cognitivo, lo que creo que puede ser un avance importante, diría que, aunque todavía no sepamos qué va a enunciar el futuro juicio perceptual, sí podemos anticipar el tipo (identificador-diferenciador) de enunciado en que va a consistir.

En el caso de la Figura 1 [32], el juicio perceptual construirá (fuera de la imagen, pero a partir de ella, y como su objeto) un fenómeno existencial percibible; y todos, intuitiva o abductivamente, sabemos (porque, en este momento, ya hemos visto e interpretado la imagen consiguiente), cuáles son las características de tal fenómeno, pero nada nos autoriza a afirmarlas como socialmente válidas (lo que no quiere decir verdaderas). O sea, como analistas (la semiótica como disciplina) todavía no podemos fundamentar por qué vemos lo que sabemos que estamos viendo (la semiótica como facultad); y lo que me prohíbo (e infrinjo mi propia prohibición) es decir que estoy viendo “una localidad costera” (¿en base a qué podría afirmarlo?).

En el caso de la Figura 2 [33], el juicio perceptual construirá (fuera de la imagen, pero a partir de ella, y como su finalidad) un fenómeno conceptual interpretable; y todos, intuitiva o abductivamente, sabemos (porque, en este momento, ya hemos visto e interpretado la imagen consiguiente), cuáles son las características de tal fenómeno, pero nada nos autoriza a afirmarlas como socialmente válidas (lo que no quiere decir verdaderas). O sea, como analistas (la semiótica como disciplina) todavía no podemos fundamentar por qué vemos lo que sabemos que estamos viendo (la semiótica como facultad): y lo que me prohíbo (e infrinjo mi propia prohibición) es decir que estoy viendo una instrucción acerca de la necesidad de agitar de determinada manera un envase (¿en base a qué podría afirmarlo?).

En el caso de la Figura 3 [34], el juicio perceptual construirá (fuera de la imagen, pero a partir de ella, y como su objeto) un fenómeno emocional experimentable; y todos, intuitiva o abductivamente, sabemos (porque, en este momento, ya hemos visto e interpretado la imagen consiguiente), cuáles son las características de tal fenómeno, pero nada nos autoriza a afirmarlas como individualmente (ojo, modifiqué el adverbio que venía siendo: "socialmente") válidas (lo que tampoco quiere decir verdaderas). O sea, como analistas (la semiótica como disciplina) todavía no podemos fundamentar por qué vemos lo que sabemos que estamos viendo (la semiótica como facultad): y lo que me prohíbo (e infrinjo mi propia prohibición) es decir que (yo) estoy viendo algo que me hace sentir estimulado por una apetencia de sensación táctil (¿en base a qué podría afirmarlo?).

Esta última pregunta que cuelga entre paréntesis, al final de cada uno de estos últimos tres párrafos, es el desafío por donde creo que tendrá que continuar la construcción de los correspondientes mundos semióticos posibles, cuyas iniciales relaciones aparecen en el contenido que he intentado conferirle a aquella expresión de “tender a”.

13.3 El silogismo de la abducción

La respuesta a la pregunta que he planteado, en cada uno de los tres casos: "¿en base a qué podría afirmarlo?", después de anticipar la construcción, en cada caso, de un provisional (provisional, porque habría en él mucho que justificar) juicio perceptual, puede construirse por intuición o por abducción.

Por intuición, implica dejar el peso de la prueba de su aceptabilidad a cargo de la experiencia dependiente del comportamiento futuro; por ejemplo, la posibilidad de compartir, con otros que perciban las mismas imágenes, lo que se afirma como interpretación de cada una de ellas (salvo la tercera, el carácter subjetivo de cuya validez, en cuanto semiosis privada, admite que su contenido sea incompartible, pero requiere igualmente que se comparta su carácter de constituir una configuración emocional).

Por abducción, implica dejar el peso de la prueba de su aceptabilidad a cargo de la experiencia proveniente del comportamiento pasado, el manejo de cuya memoria implica, a su vez, dejarlo a cargo del razonamiento construido según el esquema lógico correspondiente. Lo afirmado, en cada una de las tres imágenes, es un caso (Figura 1: "es una localidad costera"; Figura 2: "es una instrucción acerca de la necesidad de agitar de determinada manera un envase"; Figura 3: "estoy siendo estimulado por una apetencia de sensación táctil") cuya validez depende de la aceptación de la relación de un resultado con una regla.

Recordemos la estructura silogística y el ejemplo de Peirce: la abducción afirma o hipotetiza algo acerca de un caso ("estas habas son de esta bolsa") que se fundamenta en la relación de un resultado observable ("estas habas son blancas") con una regla ("todas las habas de esta bolsa son blancas") cuya validez se asume apriorísticamente (CP 2.623).

Pero, en el caso de las 3 imágenes que estamos considerando, ¿cuál es el resultado y cuál la regla de los que depende la validez del caso: lo abductivamente afirmado (y que, por lo tanto, requiere ser probado) en el juicio perceptual que da cuenta de lo efectivamente percibido?

Voy a intentar construir, para cada una de las Figuras que estudio, los tres elementos, con su trabazón lógica, con los que Peirce estructura el silogismo de la abducción: determinado caso es válido, porque es coherente con lo que se afirma en el resultado, que proviene de la vigencia de determinada regla.

Por supuesto, el proceso abductivo es diferente e independiente ante cada una de las tres Figuras (lo que confirma mi afirmación de encontrarnos en presencia de 3 semióticas); pero en cada supuesto nos dice qué tenemos que relacionar para saber qué estamos viendo, o sea, para formular el correspondiente juicio perceptual.

Respecto de la Figura 1:

Caso: interpreto esta imagen ("estas habas") como la representación de una localidad costera ("son de esta bolsa");

Resultado: porque interpreto esta imagen ("estas habas") como la representación de los frentes de algunas casas situadas detrás y por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos botes ("son blancas");

Regla: dado que cualquier interpretación de esta imagen ("todas las habas") como representación de una localidad costera ("de esta bolsa") requiere reconocer los frentes de algunas casas situadas detrás y por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos botes ("son blancas").

Donde el trabajo ha recaído predominantemente sobre la representación icónica de lo existencial.

Respecto de la Figura 2:

Caso: interpreto esta imagen ("estas habas") en cuanto instrucción acerca de cómo hay que agitar el contenido de determinada botella, antes de usarlo ("son de esta bolsa");

Resultado: porque interpreto esta imagen ("estas habas") como el requisito de agitar la botella poniendo una mano en la boca y la otra en la base de tal botella y sacudiéndola de derecha a izquierda y de izquierda a derecha ("son blancas");

Regla: dado que cualquier interpretación de esta imagen ("todas las habas") en cuanto instrucción acerca de cómo hay que agitar el contenido de determinada botella, antes de usarlo ("de esta bolsa") requiere que se agite la botella poniendo una mano en la boca y la otra en la base de tal botella y sacudiéndola de derecha a izquierda y de izquierda a derecha ("son blancas").

Donde el trabajo ha recaído predominantemente sobre la representación icónica de lo simbólico.

Respecto de la Figura 3:

Caso: interpreto esta imagen ("estas habas") como estimuladora de una apetencia de sensación táctil ("son de esta bolsa");

Resultado: porque interpreto esta imagen ("estas habas") como la representación de una textura de oquedades y de un entramado sutil ("son blancas");

Regla: dado que cualquier interpretación de esta imagen ("todas las habas") como estimuladora de una apetencia de sensación táctil ("de esta bolsa") proviene, para mí, de la representación de una textura de oquedades y de un entramado sutil ("son blancas").

Donde el trabajo ha recaído predominantemente sobre la representación icónica de lo cualitativo (y, por ello: válido individual e intransferiblemente, en cuanto semiosis privada).

Todavía son innumerables los conocimientos visuales y conceptuales que concurren y no han sido enunciados en este texto, pese a ser necesarios, para producir, ante cada Figura, la interpretación propuesta (pienso, por ejemplo en la representación retinocéntrica de la imagen, sin formas reconducibles a existentes, del Esbozo Primario de David Marr [1982], como condición perceptual básica para construir el Esbozo 2½ Dimensiones y concluir en el Modelo Tridimensional.).

13.4 Hacia la explicación de la interpretación pretendida

Trataré de mostrar el proceso de interpretación de cada una de estas tres imágenes materiales visuales, reducido a lo muy elemental (no digo "a lo mas elemental", porque ese mínimo sería prácticamente inalcanzable), que formulé con la forma lógica del silogismo propuesto por Peirce para explicar el funcionamiento de la abducción, enunciándolo, ahora, de modo más coloquial, pero sin olvidar aquella formulación y lo que de instrumento metodológico puede contener, para ordenar la explicación de la interpretación pretendida (mediante la formulación del correspondiente juicio perceptual).

La cuestión sería poder y lograr explicar el proceso de interpretación de las imágenes materiales visuales utilizando, en vez de (o con la menor participación posible de) discursos verbales, imágenes visuales, de las que, replicando su posible interrelación en la memoria asociativa, deberá mostrarse la concurrencia y la transformación que ofrecen a la mente, mediante las relaciones de accesibilidad y de alternatividad pertinentes a la construcción de los mundos semióticos posibles, ante el estímulo de una percepción visual que requiere ser interpretada. Pero todavía no he podido preparar el programa de computación que me permitirá (quizá) replicar, en la medida de lo posible, ese funcionamiento visual de la memoria asociativa.

Continúo recurriendo, por tanto, al incómodo, impreciso y distorsionante discurso verbal (cuando se lo utiliza para explicar el proceso de interpretación de las imágenes visuales), pero utilizándolo sólo para designar a, e indicar cómo se produce la interrelación de las imágenes visuales que deberíamos estar viendo (o imaginando o recuperando mnemónicamente) como base del programa de computación que permita mostrar y comprender este tipo de análisis pretendidamente explicativo.

Respecto de la Figura 1 [32]:

Viéndola, sé que puedo designarla como “localidad costera”.

Pero esto supone que, a su vez, lo más inmediato que veo lo puedo designar cómo “los frentes de algunas casas situadas detrás y por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos botes”.

Todo esto supone que, a su vez, cuando lo que veo (como individualización de las partes de una configuración) lo puedo designar como "los frentes de algunas casas situadas detrás y por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos botes", sé que lo que veo (como integración de partes en una configuración) lo puedo designar como "localidad costera".

Si dispongo de una secuencia de diferentes imágenes visuales en las que lo que veo lo puedo designar como "los frentes de algunas casas situadas detrás y por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos botes", podré constatar si, en todos los casos, a la integración de tales imágenes las puedo designar como "localidad costera" o si hay algún caso en que, pese a que lo que veo lo puedo designar como "los frentes de algunas casas situadas detrás y por encima de una superficie de agua en la que flotan algunos botes", no podría identificarlas como "localidad costera", lo que sería una prueba de falsación de lo que pretendía afirmar como interpretación de las imágenes percibidas. Desde ya surge la posibilidad de que la calificación de "costera" se refiera al mar o a un río, pero no creo que destruyese la interpretación pretendida.

Lo que habría que probar, todavía, es que cada una de las partes de la imagen que parecen permitir designar lo que estoy viendo como "frentes de alguna casas", "casas", "casas situadas detrás" de algo, "casas situadas por encima" de algo, algo "detrás de una superficie de agua", algo "encima de una superficie de agua", "agua en la que flotan botes", etc., se corresponde justamente como interpretación de cada una de tales partes de la imagen visual conjunta. Por supuesto, no importa tanto que estos nombres sean designativos de lo que estoy viendo, como probar que las otras posibles imágenes que podría estar recuperando de mi memoria asociativa y que aceptaría como la historia visual de mi experiencia acerca de cada una de tales posibles percepciones, confluye de modo no contradictorio como para permitir, entre todas ellas y respecto a la que ahora estoy viendo (nuestra Figura nº 1), una no interrumpida relación de reflexividad, transitividad y simetría, que las iría asociando y vinculando hasta constituir esa determinada interpretación pretendida.

Respecto de la Figura 2 [33]:

Viéndola, sé que se me está dirigiendo una instrucción que me indica cómo hay que agitar el contenido de determinada botella, antes de usarlo.

Pero, antes de construir esa interpretación, los juicios perceptuales de base (o sea, los primeros atractores) que puedo formular se refieren a ciertas imágenes "empobrecidas" (en cuanto limitadas a la representación de los bordes trazados mediante líneas y a una representación abstracta del contenido, mediante una superficie de puntos) consistentes en la representación de 3 botellas parcialmente superpuestas, una central, completa y vertical, con la tapa hacia arriba, y dos parcialmente ocultadas por la primera, en posición diagonal o angular respecto de la primera, con la tapa, en ambos casos, hacia la izquierda del espectador (esta farragosa descripción sería innecesaria, caso de poder mostrar cada una de las imágenes, con autonomía, en su forma de aparición y desglosadas de la imagen completa, lo que sería el objetivo de la explicación mediante imágenes y no mediante el discurso verbal).

También son imágenes "empobrecidas" las consistentes en la representación del perfil (siempre el izquierdo, ¿o tal vez el derecho? y, en todo caso, ¿un error de proyección visual?) de 4 manos, contextualizadas, 2 sobre las tapas de 2 de las 3 botellas y 2 sobre las bases correspondientes a las 2 mismas botellas de las 3. Una botella carece de las manos como de cualquier otro elemento en su contexto, o sea, está aislada y carente de sostén (pero es que, como veremos, aquí no se está representando la existencia, ni la imaginaria ni la experiencial, sino que se está trasmitiendo una convención.)

Otros dos elementos gráficos completan lo que puede percibirse en el conjunto de esta imagen: 2 pares de flechas, uno a la izquierda y otro a la derecha, en cada caso constituido por una flecha hacia arriba y otra hacia abajo y, también en cada caso, estableciendo una continuidad entre la superior y la inferior, mediante un trazo grueso, decrecientemente segmentado hacia el centro, que las vincula.

Lo que considero importante es que todavía falta algo (no en la imagen, sino para su interpretación): la botella concreta, no como referente de esta imagen, sino como elemento complementario del instructivo y que es lo que hay que agitar, ya que, si esa botella faltase, éste sería un mensaje ineficaz (como lo sería bautizar sin disponer de agua). La representación icónica de lo simbólico, como es aquí el caso, podría quedar incluida, mutatis mutandis, entre los enunciados más próximos a los austinianos “actos de habla”, de modo que, como propuse en alguna oportunidad (Magariños de Morentin, 2003b), a la eficacia de este tipo de imágenes podríamos denominarla “iconopoiética.”

He percibido todo esto (como lo hace cualquier perceptor) de modo casi simultáneo y siguiendo la propuesta de integración (por configuración, o sea, por contextualización de imágenes) que el productor de la imagen ha construido. Como consecuencia, agrego, de modo indudable, algo más que no está en esta imagen estática: el movimiento. O sea, abductivamente, interpreto esta imagen como una instrucción que me indica cómo hay que agitar el contenido de determinada botella, antes de usarlo.

Al ver la Figura 2 [33], constituida por este conjunto de imágenes convencionales, formulo el juicio perceptual, con valor de hipótesis, de que "hay que agitar el contenido de determinada botella, antes de usarlo". ¿Cómo pruebo que esa hipótesis es correcta?

Aquí, la memoria asociativa no me proporciona (o no sólo me proporciona) imágenes que pueda utilizar para reconstruir una secuencia no interrumpida de reflexividad, transitividad y simetría, lo que únicamente me permitiría reconocer la imagen de la botella, la de la mano y hasta la flecha (a la que no corresponde designar como "imagen de la flecha", sino como "flecha"). Lo que tiene que proporcionarme la memoria asociativa es el código socialmente establecido que contiene el significado conceptual del conjunto de imágenes en cuestión. Y este proceso sólo se incorpora a la memoria asociativa mediante el aprendizaje, lo mismo que ocurre con las palabras o con los números, por ejemplo, y con sus contextualizaciones permitidas, prohibidas o creativas.

La prueba de que el juicio perceptual (con valor de hipótesis) acerca de que la instrucción: "hay que agitar el contenido de determinada botella, antes de usarlo" que construyo a partir de la percepción de esta imagen, está vigente, proviene de la generalización de la interpretación de tal imagen, en determinada comunidad y en determinado momento histórico, por estar esa interpretación convencionalmente vinculada a esa imagen (con las variantes morfológicas que preserven su estructura de base). Ya no es mi memoria asociativa individual la que tiene la clave de la validez de la respuesta (contiene, no obstante, la condición necesaria: mi previo aprendizaje, para que yo pueda interpretar el mensaje convencional), sino que la clave de la validez de aquella respuesta la tienen los códigos sociales trasmitidos mediante ese tipo de memoria asociativa que es el aprendizaje.

Respecto de la Figura 3 [34]:

Trataré, ahora, de enunciar el conjunto cognitivo de relaciones interpretativas visuales, que justifican que formule, en el caso de la Figura 3 [34], el siguiente juicio perceptual: “interpreto esta imagen como estimuladora de una apetencia de sensación táctil.”

Lo que veo, cuando sé que veo la representación de una textura de oquedades y de un entramado sutil, yo, sin pretensión de compartirlo pero como consecuencia emocional y experiencial, lo interpreto como estimulador de una apetencia de sensación táctil.

En estos casos (me refiero a las imágenes cualitativas o cualisignos icónicos) mi interpretación, ésa que me permite construir el juicio perceptual: "esta imagen me estimula una apetencia de sensación táctil", proviene de mi propia historia de emociones perceptuales y emerge en un proceso abductivo, centrando esa apetencia en la percepción visual concreta como "representación de una textura de oquedades y de un entramado sutil". Y aquí es donde se produce la identidad diferencial de las imágenes cualitativas. La conciencia de esta percepción, que sería la inicial y básica para llegar a la construcción del juicio perceptual que materializa la interpretación, no tiene un soporte verbalizable sino que se basa puramente en una secuencia emocional efectivamente experimentada. Sólo mucho después (quizá en este ahora) en que me fuerzo a racionalizar lo experimentado, puedo construir enunciados que recuperen todo lo ya experimentado (y, de ese modo, conocido) a partir de la percepción consciente de la Figura 3 [34]. O sea, el juicio perceptual, en el caso de las imágenes cualitativas, no se construye con palabras; no adquiero la conciencia de saber lo que estoy viendo como consecuencia de saber-poder enunciarlo, sino que sé lo que me produce lo que estoy viendo quizá sin tener conciencia de lo que lo provoca. Sé que deseo tocar, pero no sé de dónde proviene ese deseo (hasta este ahora, quizá totalmente artificial y provocado por el compromiso de pretender explicarlo, en que lo atribuyo a la percepción de "la representación de una textura de oquedades y de un entramado sutil").

La abducción, en el caso de las imágenes cualitativas, no puede probarse, sólo es posible afirmarla o negarla. Y, por ser el resultado de una construcción basada en una semiosis interior (en ese lenguaje privado al que se refirió Wittgenstein: 1953: par. 243ss, o en ese quale que caracterizó Peirce como único, intransferible, pura intensidad o vivacidad sin comprobación posible: CP 6.223-6.237), tampoco puede comunicarse, si no es como la mención del nombre ("apetencia de sensación táctil") de un sentimiento ya padecido, pero no de un fenómeno constatable. La comunicación de la interpretación de las imágenes cualitativas tiene que ver con la honestidad personal en la manifestación de las emociones, no con vigencia alguna socialmente explicable del proceso de actualización de tales emociones.

La Figura 3 [34] (y sus afines posibles: por negación incluyente, la pintura no figurativa y la pintura no simbólica) es un ejemplo prototípico. Pero la componente cualitativa está en todas las imágenes materiales visuales de cualquier tipo, en cuanto todas están construidas mediante la combinatoria de forma-textura-color que, con mayor o menor protagonismo, acompaña la construcción del específico referente. Esto quiere decir que nuestra percepción de cualquier imagen material visual, aparte (si corresponde) de hacer consciente su recuperación existencial (lo que de sinsigno icónico pueda tener) o de hacer consciente (si corresponde) su eficacia de instrucción convencional (lo que de legisigno icónico pueda tener), propone una experiencia emocional (por lo que de cualisigno icónico necesariamente tiene) que, de modo intransferible, permanece en el subconsciente (y también sin entrar en, pero advertidos de su problemática inconsciente) como el más profundo efecto de lo que se está percibiendo.

 

* La versión inglesa de este trabajo fue publicada como “Performance of abduction in the interpretation of visual images”, en Semiotica, Vol 153, 1/4, 2005; pp. 375-388


14 LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA VISUAL *

14.1 La especificidad de lo visual

De todos los problemas que se suscitan cuando se pretende trabajar una semiótica visual como una semiótica particular, o sea, tratando de identificar las reglas y las operaciones específicas según las cuales produce el significado que le es pertinente, en esta oportunidad enfoco el de determinar las posibilidades que tiene un investigador para conocer los procesos cognitivos mediante los cuales un intérprete interpreta una determinada imagen material visual. Fundamentalmente, se tratará de llegar a saber (o intuir con cierto fundamento) qué interpreta un intérprete cuando interpreta lo que le proponemos que interprete.

Afirmé antes (13 La(s) semiótica(s) de la imagen visual) que la interpretación de las imágenes materiales visuales supone el cumplimiento previo de las operaciones de identificación y de reconocimiento. Posiblemente, la secuencia de estas tres operaciones (que sólo para el análisis requieren del desarrollo procesual, cumpliéndose su efectiva realización en paralelo, o sea, de forma simultánea) la comparten las distintas semiosis (icónica, indicial y simbólica) que utiliza la mente/cerebro humana/o cuando debe entender o comprender lo que está percibiendo. Aquí, me voy a referir exclusivamente a cómo esas operaciones intervienen para construir una interpretación, a partir de la percepción consciente de una imagen material visual y, más específicamente, a cómo un investigador puede llegar a conocer, dentro de determinados límites, los procesos y hábitos que posee otro individuo y que comparte con los restantes integrantes del sector social al que pertenece, para reconocer (lo que no es, todavía, interpretar), determinada imagen material visual que está percibiendo.

La operación de reconocimiento, en una semiótica visual, consiste en poner en relación una determinada propuesta perceptual visual (que aquí restrinjo a la posible percepción de una imagen material visual: fotografía, dibujo, pintura, "mancha", símbolo gráfico, etc.) con un determinado atractor mnemónico gráfico (o sea, con una imagen visual mental estabilizada y disponible en la memoria), coincida o no esta puesta en relación con las opciones vigentes en ese sector de esa sociedad, o sea, al margen de la verdad o falsedad de tal reconocimiento. Que se dé esta puesta en relación es el requisito mínimo indispensable, aunque no suficiente, para que pueda llegar a producirse la interpretación de una específica imagen material visual.

Obsérvese que no es el objetivo de este trabajo participar en el debate acerca del reconocimiento de objetos (sean estos imágenes o no), pese a su importancia y pese a que, de algún modo, estaré afirmando algunas posiciones y negando otras, sino que lo que pretendo es encontrar algunos recursos metodológicos que permitan, a un investigador, identificar las imágenes mentales de que dispone un intérprete y las relaciones que establece entre ellas, cuando cumple la tarea de percibir una imagen material visual a la que trata de reconocer para llegarla a interpretar.

Desde luego, ya anticipo que considero que el único camino de llegada a la mente de ese intérprete lo ofrecen los discursos (o con mayor amplitud: las semiosis sustituyentes) que este mismo intérprete produce.

Una investigación acerca de las características según las cuales un determinado intérprete realiza su específica tarea de reconocimiento de una imagen material visual que está percibiendo, requiere enfrentar e intentar resolver dos problemas: (1) identificar las distintas semiosis que tiene a su disposición un intérprete, en un momento y en una sociedad determinada, para atribuir significado a esa concreta imagen material visual. Esto implica aceptar, como ampliación del requisito mínimo antes enunciado, que en el proceso de interpretación participa información proveniente de y en asociación con otras semiosis: verbales, comportamentales, sensoriales, etc., almacenadas y disponibles en la memoria, además de la específica semiosis visual a la que pertenece la imagen que está interpretando. Como afirmación apodíctica, podría expresar que ninguna semiosis es autosuficiente para producir su interpretación.

Además, (2) se requiere establecer cuál sea el específico atractor visual que, posiblemente junto con otros de naturaleza no visual, se pone en relación con la imagen material visual propuesta para la interpretación, lo que de modo general, puede enunciarse como el problema de formular y probar una hipótesis acerca de cuál sea el concreto proceso de recuperación de la memoria visual que pone en funcionamiento un determinado individuo perteneciente a una determinada comunidad en un determinado momento histórico, para proyectarla sobre la imagen material visual que está percibiendo y así lograr reconocerla. Considero que, desde el enfoque metodológico, si este problema es efectivamente solucionable, deberá poder probarse otra hipótesis metateórica (respecto de la anterior y pertinente a la Semiótica General, en cuanto aplicable a todas y a cualquiera de la semiosis disponibles), consistente en afirmar que el proceso de producción de la significación, en un momento y en el seno de un grupo social determinado, es simétrico del proceso de interpretación de la significación, tal como se produce en ese mismo momento y grupo social (Peirce, CP: 4.551; Marty, 1990).

O sea, que esta hipótesis está implicando, a su vez, que un mismo sistema lógico-mnemónico de conceptos, imágenes y experiencias se pone en funcionamiento tanto para producir como para interpretar una determinada semiosis sustituyente.

La mayor dificultad estriba en que este sistema, tal como está disponible en la mente / cerebro de determinado sujeto, sólo puede conocerse por inferencia a partir del análisis de determinadas semiosis sustituyentes efectivamente producidas por dicho sujeto. Así, primero habrá que inferir el sistema lógico-mnemónico puesto en funcionamiento para producir, ya que éste es el efectivamente describible y verificable y, sólo a partir de esta inferencia, el investigador podrá formular una hipótesis acerca de cómo intervendrá ese mismo sistema lógico-mnemónico para interpretar a otra determinada semiosis sustituyente, producida por otro sujeto.

Un simple ejemplo permitirá hacer evidente que esto es lo que ocurre cuando se realizan determinadas operaciones en un estudio de mercado o de opinión, destinadas a lograr que creativos publicitarios o que determinados políticos, por ejemplo, produzcan mensajes que resulten interpretados de modo que los eventuales intérpretes le atribuyan, dentro de márgenes relativamente acotados de variabilidd, determinada y no otra significación a determinado producto o fenómeno social, que es la que el publicitario o el político desea que se le atribuya. El estudio de mercado o de opinión busca (entre otros aspectos que aquí no nos interesan) que los eventuales usuarios / consumidores o votantes produzcan, contestando a determinadas entrevistas, respuestas en las que construyan significados y valores, ya que al hacerlo harán evidente el modo como utilizan el lenguaje para construirlos. De este modo, los publicitarios o los políticos podrán aplicar esa misma técnica para construir los textos de sus propios mensajes (los de los publicitarios o los políticos). Así, podrán inducir a esos usuarios/consumidores o votantes para que acepten que los productos o fenómenos sociales que les están comunicando mediante sus discursos publicitarios o políticos poseen efectivamente los significados y valores que están interesados en que los usuarios/consumidores o votantes acepten que poseen. Lo que convence no consiste tanto en hablar de lo mismo como en decirlo de la misma manera.

Todo esto puede resultar relativamente aceptable tratándose del habla; pero, ¿cómo recuperar el camino hacia las imágenes visuales almacenadas en la memoria del intérprete, dado que la producción de imágenes gráficas es una tarea inusual o, al menos, mucho menos usual que la del habla y aún que la de la escritura?

14.2 Operaciones semióticas utilizables

La búsqueda de datos que confirmen la presencia de imágenes en la mente / cerebro es compleja, se desarrolla por inferencias sustentadas en indicios (en el pleno sentido semiótico de este término y también en el coloquial de pequeños atisbos que requieren confirmación) y motiva todavía arduos debates científicos (ver, p.e.: Stephen M. Kosslyn, 1996).

De una forma casi exclusivamente enumerativa, voy a proponer, a título tentativo y necesariamente incompleto, algunas operaciones concretas, la mayoría ampliamente conocidas, pero que pueden servir para constatar que existe la posibilidad de intentar la recuperación de la memoria visual, al menos en forma fragmentaria. El desafío consistirá en lograr organizar estos indicios, cuando se refieren (que es en lo que consiste su importancia) al archivo mnemónico de las imágenes poseídas por una persona o por un grupo de personas, de modo que puedan establecerse las regularidades que justifiquen la inclusión del conjunto de imágenes mentales así recuperadas en un específico y diferencial Mundo Semiótico Posible, que así justificaría también la consideración de tal grupo como una comunidad vinculada por el uso relativamente compartido de tales imágenes y de tales relaciones entre imágenes. A mi saber y entender, esto no se ha logrado y hasta sería discutible para algunos, no para mí, que pueda lograrse. Y eso en los casos en que aquellas concretas operaciones demuestren su eficacia en la identificación de atractores, respecto de lo cual habrá que estar muy vigilantes antes de dar a tal eficacia por demostrada.

Enumero, por tanto, algunas operaciones posibles de las cuales, al menos someramente, trataré de ir comentando sus características y discutiendo su eficacia y la validez de la recuperación alcanzada. Supongamos que estamos tratando de actualizar como imagen percibible un molino de viento. Téngase en cuenta que se trata de producir una imagen material visual, no sólo de imaginarla (como seguramente ya ocurre en la mente de cada lector) ni, tampoco, de copiarla de otra imagen ya dada. Se trata de establecer qué imagen de molino de viento puede materializar cada uno, produciéndola o reconociéndola mediante configuraciones gráficas, de modo que se puedan valorar las semejanzas y diferencias identificables entre ellas, lo que no es posible si sólo disponemos de las inaccesibles imágenes mentales tal como se encuentran recluidas en el cerebro de cada uno. Con distinto éxito (y conscientes de que también puede ser con absoluto fracaso), podemos utilizar: 1/ la descripción verbal de imágenes visuales; 2/ dibujar las imágenes de las que se habla; 3/ identificar al atractor a partir de marcas; 4/ identificar al atractor a partir de manchas; 5/ identificar los atractores comprometidos en imágenes ambiguas; 6/ identificar al atractor a partir de imágenes degradadas; 7/ identificar al atractor a partir de carencias; 8/ identificar al atractor a partir de modificaciones en los hábitos perceptuales; 9/ identificar al atractor a partir de fragmentos de imágenes estereotípicas; 10/ identificar al atractor a partir de sus partes; 11/ modificar imágenes materiales visuales "incorrectas"; 12/ modificar lo necesario para eliminar el humor de un chiste exclusivamente gráfico.

14.3 Primera operación: la descripción verbal de las imágenes visuales

La primera operación mencionada consiste en formular una descripción verbal que permita recuperar el atractor conservado en la memoria visual de un hablante. Si la pretensión fuera la de recuperar, mediante la descripción verbal, la efectiva calidad visual de una imagen, tal como ésta se encuentra almacenada en la memoria del hablante en estudio, me animo a decir que el intento está condenado al fracaso.

A través de las palabras que alguien emite, un oyente puede construir ciertas imágenes mentales, de naturaleza visual, que responden a los atractores visuales que este oyente actualiza cuando interpreta las palabras del hablante. Pero el que construye imágenes a partir de las palabras es el oyente, ya que el hablante lo que hizo fue construir palabras acerca de ciertas imágenes mentales que poseía mientras hablaba o antes de empezar a hablar; pero no existe ninguna posibilidad de establecer la proximidad o distancia que tienen las imágenes construidas por el oyente con las imágenes que tenía en su mente el hablante, cuando hablaba acerca de ellas. Se puede saber cómo las nombra, pero eso no les atribuye una forma específica, sino que las remite a un estereotipo conceptual. la imagen individual de la que habla el hablante (pero a la que no muestra) es un interpretante, social, histórica y laboriosamente organizado, y, en su transitorio estado presente, absolutamente individual y específico. La tarea de lograr que un sujeto al que se estudia muestre la imagen mental que posee está, mientras se limite a describirla verbalmente, todavía por realizar.

Cuando a alguien se le pregunta, por ejemplo: "¿Qué es para usted un museo?", la respuesta nos proporciona, mediante la selectiva actualización (o las réplicas) de los signos y de las relaciones posibles del sistema de la lengua, los componentes conceptuales mediante los que se individualiza y materializa, hasta cierto punto, aquello abstracto y conceptual de lo que el hablante habla cuando habla de "un museo". Nos proporciona, también, los nombres de los otros conceptos que asocia al nombre del concepto de "museo" y con los que define al "museo" y la sintaxis que usa para asociarlos. Sus palabras efectivamente dichas, tanto en cuanto texto (sólo sintaxis) como en cuanto discurso (añadida la semántica), son fundamentales para conocer el proceso cognitivo utilizado para la construcción del concepto de "museo" por ese hablante y, por tanto, para inferir el sistema lógico simbólico que tenía, en su mente/cerebro, efectivamente a su disposición. También lo son, para establecer la proximidad o la distancia que tenía su modo de construir el concepto de "museo" con el modo que tenían a su disposición, para construirlo, otros integrantes de su entorno social, constituyendo cada uno de esos núcleos de proximidad lo que puede denominarse un Mundo Semiótico Posible del concepto "museo" y constituyendo los diversos mundos semióticos posibles así identificados por el investigador-analista, el conjunto de los sistemas conceptuales disponibles en esa sociedad, para definir el concepto de "museo".

Pero si a alguien se le propone: "Imagine un molino de viento. Ahora, descríbalo", su descripción va a generar en la mente / cerebro del oyente aquellas imágenes de las que ese oyente disponga o aquellas que pueda construir con las propiedades categóricas o los rasgos de identidad individual que haya ido almacenando social, histórica y laboriosamente, en su memoria asociativa, acerca de los molinos de viento; y ésta será su (del oyente) interpretación visual de las palabras del hablante. Pero esto no proporciona una vía de acceso a las imágenes efectivamente existentes en la memoria asociativa del hablante, ni asegura en modo alguno que tales imágenes del oyente coincidan con las que poseía el hablante o con las que podía construir con las propiedades categóricas o los rasgos de identidad individual que haya ido almacenando social, histórica y laboriosamente dicho hablante y de las que daba cuenta traduciéndolas en palabras cuando describía el molino de viento que había imaginado; y ésta será su (del hablante) interpretación verbal de sus propias imágenes mentales. El discurso verbal se instala como mediador entre el que lo oye e interpreta y las imágenes efectivamente poseídas por el que habla, de las que al hablar proporciona una interpretación (la del propio hablante y dueño de las imágenes mentales) pero de las que no actualiza una presencia.

Un trabajo que nos permite comprobar esta distancia es el realizado por José Saramago en su obra El Evangelio según Jesucristo (Saramago, 1998). La situación de producción de su discurso (en su momento, escrito) acerca de una imagen (la Crucifixión; atribuida a Durero, sin que Saramago se comprometa en ello), en la que el productor (Saramago) tiene en presencia a la imagen y se propone convertirla en palabras, es simétrica con la situación de interpretación de ese discurso (ahora, leído), en la que el intérprete también tiene en presencia la misma imagen y se propone verla tal como lo escrito le va indicando. El trabajo literario ha consistido en permitir diferenciar lo que Saramago va interpretando,

[35]  La crucifixión (atribuida a Durero [no por Saramago, que no lo menciona], sin firma), en Saramago, José (1998; p. 10)

 

 

[36] Saramago, José (1998; p. 11)

 

al decir las imágenes que ve, a partir de los atractores que tales imágenes actualizan en su memoria asociativa, con lo que nosotros construiríamos si tuviéramos que enunciar verbalmente lo que vemos en la misma imagen. La aventura, como lectores, consiste en seguir las otras asociaciones propuestas por el escritor (de las que aquí sólo reproduzco la primera de las nueve páginas que dedica a la descripción de la imagen en la obra citada), contraponiéndolas y disfrutando la distancia resultante, con nuestras propias asociaciones, aquellas que nosotros interpretamos al ver la misma imagen. En el caso de quien nos relata lo que vio o lo que soñó o imaginó, se produce una simetría contrastante con la del texto-imagen de Saramago; tenemos un único discurso: la enunciación verbal del que habla, y, en principio, ninguna imagen. A las imágenes mentales del que habla, no tenemos acceso más que en la forma lingüística que le confiere el que habla, quien remite sus palabras a los atractores visuales de los que dispone en su memoria asociativa; como oyentes, tenemos su texto verbal, y, al remitir sus expresiones lingüísticas a nuestra propia memoria asociativa, construimos las imágenes que, para nosotros, actualiza su enunciación. No tenemos posibilidad de contrastar lo que vamos construyendo imaginariamente, con aquello de lo que el hablante disponía cuando lo fue enunciando verbalmente para nosotros; pero así como, al leerlo a Saramago, constatamos la diferencia entre las interpretaciones posibles de una misma imagen, la que él veía al escribir y nosotros vemos al leer, y en eso consiste lo literario, respecto del que nos habla de sus imágenes mentales no podemos constatar la diferencia porque no compartimos un mismo referente visual; pero lo ocurrido con la lectura de Saramago no comprueba la diferencia entre las imágenes mentales de las que parte el hablante y aquellas otras en las que desembocamos nosotros al escucharlo.

Hasta aquí, el fracaso de esta primera operación: no podemos acceder a las imágenes visuales mentales de alguien mediante la descripción verbal que ese alguien nos haga de ellas.

14.4 Segunda operación: dibujar las imágenes de las que se habla

La segunda de las operaciones exploratorias de las imágenes mentales poseídas por determinada persona consiste en solicitarle que dibuje la imagen en la que está interesado el investigador; por ejemplo, estableciendo como consigna de la tarea a realizar: "Imagine un molino de viento. Ahora, dibújelo."

Así como la descripción verbal es la operación específica y apropiada para recuperar los conceptos simbólicos que determinado sujeto en estudio posee en su mente / cerebro y el proceso mediante el cual los construye, dibujar es la operación específica y apropiada para recuperar las imágenes visuales que determinado sujeto en estudio posee en su mente / cerebro y el proceso mediante el cual las construye.

El pedido de que dibuje determinada imagen es una forma sintética de expresar la necesidad que tiene el investigador de que la persona, cuyos atractores visuales se están estudiando, los represente gráficamente, en alguna de las instancias de toda la gama que va desde el dibujo lineal propiamente dicho, hasta la pintura o, incluso, hasta la escultura. Conviene tener en cuenta, no obstante, que, en la práctica, la situación más habitual consistirá en facilitarle una hoja de papel y un lápiz y pedirle, como en nuestro ejemplo, que dibuje un molino de viento, si se trata de investigar las imágenes que de los molinos de viento tenga en su cabeza.

Si la persona acepta la consigna y dibuja la imagen solicitada, esa configuración, resultante de su tarea de dibujante, es un dato fundamental para establecer qué imagina cuando se le pide que imagine un molino de viento o cómo aceptará o qué deberá modificar de su atractor visual, tal como lo tenía previamente almacenado, para interpretar como molino de viento a una imagen que se le propone a su percepción. O sea, a partir de la imagen o imágenes producidas será posible, para el investigador, inferir el sistema de representación gráfica que utiliza en la construcción mental de su imaginería (o conjunto de imágenes que posee o puede llegar a producir mentalmente), para contrastar a dicha imaginería con las percepciones que se le proponen voluntaria u ocasionalmente y así poder inferir la interpretación que atribuirá a estas últimas.

No es éste el momento oportuno para desplegar los diversos aspectos de una analítica gráfica (que, no obstante, constituye la tarea fundamental que tiene por delante la Semiótica Visual). O sea, realizar de modo adecuado la tarea que se está sugiriendo, requiere disponer de un repertorio de articulaciones que expliquen y organicen la configuración en estudio, para evaluar las características constructivas de la imagen visual realizada por el sujeto. Sin pretender enumerarlas exhaustivamente ni describirlas fundada y adecuadamente, menciono que, por ejemplo, si se trata de una imagen figurativa, el analista-investigador deberá poder responder, entre otras, a las siguientes cuestiones, respecto a la imagen concreta que el sujeto en estudio (ése del que queremos saber qué imagen de molino de viento tiene en su memoria visual) está produciendo y con las que dicho analista-investigador podrá inferir el sistema de representación gráfica de que dispone el sujeto al que estudia: cómo las marcas (máxima superficie gráfica que todavía no activa ningún atractor) se organizan en atractores; como los atractores (mínima superficie gráfica que ya aparece dotada de identidad visual) se organizan según ejes; como los ejes (la combinación de las inclinaciones que vinculan a un conjunto determinado de atractores) se organizan en contornos de oclusión; y cómo los contornos de oclusión (la percepción de una discontinuidad como señal de profundidad) se organizan en modelos 3D, según los cuales el individuo en estudio reconoce a los objetos representados (¡cuánta deuda en todo esto con el Grupo μ, 1992; y con David Marr, 1982!). Tales algunos de los elementos mínimos que sustentarán la posibilidad de inferir un determinado sistema mental de representación gráfica y que he tratado de ir esbozando en los textos que completan este mismo capítulo.

"Yo no sé dibujar" es la respuesta que amenaza con acabar con la tarea propuesta, pese a considerarla como la específica y apropiada para recuperar la calidad visual de determinadas imágenes. La posibilidad de tal respuesta es una lamentable consecuencia de la instancia cultural en la que vivimos, en la que se supone que "para saber dibujar hay que haber nacido con esa capacidad". Por supuesto, no todo el que escribe es Borges, pero no se supone que para saber escribir hay que haber nacido con alguna particular capacidad. Quizá pueda decirse que para ser un artista plástico o un escritor se requiera algo innato; aunque más bien creo que se requiere trabajo y oportunidad social y que todo lo que de innato se requiere consista en que le guste a uno ese trabajo. Pero todos podemos escribir si nos enseñan a hacerlo y sólo algunos serán escritores; todos podemos dibujar si nos enseñan a hacerlo y sólo algunos serán artistas plásticos (y algo semejante ocurre con saber entonar y con tener oído musical). O sea, el camino hacia la recuperación de la memoria visual individual mediante el dibujo es una aptitud que todos compartimos, aunque es cierto que no podremos (o nos avergonzará) utilizarla si no nos han enseñado a hacerlo. Que se enseñe, en los niveles elementales de instrucción, a dibujar es tan importante como que se enseñe a escribir. Sólo cuando se está ante una imagen (y la comunicación mediante imágenes gráficas, o sea, mediante los videos, tiene, actualmente y en gran cantidad de ámbitos, una vigencia mucho más expandida que la comunicación mediante imágenes simbólicas, o sea, mediante la escritura) adquiere sentido la expresión, trivial y absurda por otra parte, "una imagen vale más que mil palabras." Es que no hay una ni mil palabras que puedan sustituir lo que se puede interpretar a partir de la percepción de una imagen; ni hay tampoco una ni mil imágenes que puedan sustituir lo que se puede interpretar a partir de una frase o de un enunciado. En uno y otro caso se trata de otra clase de interpretación y, consiguientemente, de otro contenido significativo (los que, no obstante, podrán concurrir). Hay dos propuestas que, por ahora, dejo en su versión apodíctica, pero a las que me he referido en diversas oportunidades y sobre las que continuaré trabajando: 1) cada semiosis (icónica, indicial o simbólica) tiene su capacidad significativa específica y no sustituible por ninguna otra; y 2) ninguna semiosis es autosuficiente, requiriendo de las otras para la producción e interpretación de su específico significado.

14.5 Tercera operación: identificar el atractor a partir de marcas

Continúo recorriendo algunas operaciones que pueden conducir a inferir la presencia de determinadas imágenes visuales en la memoria de alguien. Esta exploración se basa siempre en la supuesta correspondencia entre interpretación y producción, En el punto 2 de este mismo trabajo, la enumeración de operaciones posibles seguía con la (3): proponer al sujeto testigo que lo identifique (por ejemplo, al supuesto molino de viento) como atractor a partir de marcas. Como el término "marca", tal como lo uso en este y otros escritos (Magariños de Morentin, J., 1999: 435) tiene una fuerte componente técnica, creo conveniente aclarar que entiendo por tal la mayor extensión de un gráfico que todavía no es reconocible ya que no suscita la actualización de ningún atractor, o bien (según el Grupo μ, 1992: 151), aquellas que se definen por su falta de correspondencia con un tipo.

Cuando comienzo a trazar un dibujo de algo, qué sea este algo no surge inmediatamente en la imaginación de un eventual intérprete, espectador de mi tarea de dibujante. Es más, suele ocurrir que la primera configuración que construye ese intérprete, agregándole imaginariamente rasgos que todavía no he trazado en mi dibujo, y de la que me entero porque la identifica nombrándola ("una raja de sandía" o "un barco" o "una boca" o "una copa", etc.) no sea la que yo me proponía trazar; o bien, puedo hacer trampa y cambiar el dibujo final, siguiendo otra configuración distinta a la que él nombró, si esto era posible a partir de los trazos de que disponía.

Establezcamos los papeles que se desempeñan en esta situación semiótica. Yo voy elaborando, progresivamente, un dibujo que se corresponde con la disponibilidad de imágenes visuales que tengo en mi memoria. La imagen final que tengo en mi memoria (o aquellas que he ido sustituyendo sucesivamente, porque eran construibles a partir de lo parcial y efectivamente dibujado) es lo que he denominado "atractor". Lo parcial y efectivamente dibujado, que todavía no concluye necesariamente en un atractor, es lo que he denominado "marca".

 

 

 

[37] Marca 1

Obsérvese que, cuando hago el juego de cambiar el destino final de la representación construida por mi dibujo, lo que hago es demostrar que el pretendido atractor, que se anticipa a nombrar en un momento dado el intérprete, puede ser una mera marca, respecto de otro atractor. Por supuesto, como productor de mi dibujo, yo estoy actualizando imágenes mentales de mi memoria visual. Pero no es mi imaginería mental la que está siendo objeto de estudio en esta situación, sino la del eventual intérprete.

Entonces, al darle la consigna de que, en cuanto pueda identificar una imagen específica en el dibujo que voy trazando, lo diga, estoy provocando una exteriorización de su tarea de intérprete que permite identificar algunas de las imágenes mentales de las que él dispone en su memoria visual, lo que constituye el objetivo de esta operación.

De algún modo, lo instituyo en productor de la misma imagen que yo voy trazando, sólo que yo sé cuál es esa imagen y él lo descubre. Es semejante a cuando uno garabatea con un bolígrafo sobre el papel y, de pronto, reconoce una imagen visual que no tenía intención de producir, pero cuyos rasgos identificatorios se le hacen evidentes en lo garabateado. El intérprete, en la situación que vengo comentando, es un productor sustituto que asume como suya mi tarea de dibujante. Por eso Peirce afirma la existencia de dos cuasi-mentes, simultáneamente, productora e interpretante, en toda situación de comunicación (CP. 4.551). Esta idea peirceana la he encontrado también recuperada por Robert Marty (1990), en uno de los fragmentos (Cap. 2, Sec. 5: "Interpretation vs Production: la communication) de su libro L'Algébre des Signes.

En todo caso, la operación de recuperar el atractor a partir de una marca resulta ser eficaz para inferir la presencia, en la memoria visual del sujeto testigo, de una determinada imagen o de una secuencia de imágenes determinadas, a partir del estímulo visual propuesto. Por más que seduzca a los psicólogos, la búsqueda que propongo la mantengo, con prescindencia de la posibilidad y la riqueza de interpretaciones que puedan formularse a partir de la opción elegida, en el plano de lo estrictamente semiótico, o sea, como operación adecuada para identificar los efectivos contenidos de la memoria visual.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[38] Atractores 1, 2, 3, 4, 5 y 6

 

 

 

 

14.6 Cuarta operación: identificar al atractor a partir de manchas

Esta operación consiste en proponer al sujeto testigo que lo identifique (a un eventual molino de viento o a cualquier otra imagen en estudio) como atractor a partir de "manchas" o sea, ya bien, por ejemplo, en láminas del Rorschach o en otros "cualisignos-icónicos" de la plástica, en cuanto imágenes materiales visuales no figurativas e, incluso, mediante el plácido entretenimiento de descubrir figuras en el entresijo de las nubes que pasan.

También aquí prescindo, muy respetuosamente, del valor psicológico que pueda tener la opción por una u otra representación construida por el intérprete sobre la base de las formas arbitrarias, simétricas y cromáticas o no, que constituyen el soporte visual del conocido "Test de Rorschach" (Klopfer, B. y Davidson, H. H., 1966). Su valor semiótico consiste en recuperar la actividad mental identificatoria llevada a cabo por el intérprete, tal como se evidencia al delimitar determinadas zonas de las correspondientes láminas y marcarlas como configuradoras de la imagen cuya presencia afirma. Dado que la propuesta visual de las láminas de Rorschach no es unívoca, o sea, cada una de ellas no propone una única representación figurativa, la identificación de esos límites y, eventualmente, la de algunos elementos del interior de la figura delimitada, constituye una tarea individual del sujeto testigo quien, al exteriorizar, señalándolos sobre la lámina, los aspectos que la constituyen, permite al investigador recuperar la forma de la imagen mental que el intérprete está actualizando, de entre otras muchas posibles (cuya posibilidad ha sido demostrada por las opciones de otros testigos) a las que no actualiza por no estar contenidas en su memoria visual o por no tenerlas disponibles.

            [39]  [Las 10 imágenes del test de Rorschach.

                        Rorschach, Hermann (2006)]

           

 

El mismo tipo de inferencia puede alcanzarse partiendo de pinturas abstractas y/o no figurativas. La tarea consiste, al igual que en el supuesto anterior, en pedirle al sujeto testigo que reconozca, señalando o remarcando, sobre la mancha, los bordes de determinada figura y, si se diera, algún rasgo interior identificatorio. Así como la psicología ha producido la secuencia de las láminas de Rorschach para reinterpretar la interpretación producida por el intérprete, en el caso de los cualisignos-icónicos interviene la filosofía con el objetivo de inferir la existencia de experiencias subjetivas intransferibles, a través de sus rastros en la experiencia estética, elaborando el tema de los "qualia", de Peirce (CP. 6.222-6.237) a Dennett (1995), incluyéndolo a Manuel García-Carpintero (1996), o bien desde la perspectiva de los "lenguajes privados" de Wittgenstein (1953: 243ss), aspectos ambos que me he permitido sintetizar exploratoriamente, desde la Semiótica, como las "semiosis privadas" (Magariños de Morentin, 2000).

Lo que, en definitiva y en este caso, propongo, como eficaz para la recuperación de la memoria visual, es la operación de marcar los límites que identifican una imagen visual figurativa y de señalar algún o algunos rasgos individualizadores de tal imagen, en el interior de propuestas visuales amorfas. Parto, para así afirmarlo, del supuesto de que, para la realización de esta identificación, el intérprete actualiza el correspondiente atractor, disponible en su memoria visual, como lo demuestra el hecho de que sea ésa y no otra la figura que "ve" en la mancha plástica. Así, su tarea interior interpretativa se hace evidente mediante la producción de su tarea externa delimitadora, reiterándose la simetría peirceana de interpretación y producción. Por ello, no es suficiente con que diga que ve "la cabeza de una cabra"; semióticamente es fundamental que señale sus bordes y características, para establecer de qué concreta imagen de cabeza de cabra se trata.

14.7 Cinco nuevas operaciones: identificar al atractor a partir de imágenes deterioradas

Mientras que las dos operaciones inmediatamente anteriores proponían anticipar o configurar una imagen que todavía no existía, en cuanto (en la 3ª) no había sido completada (sólo se disponía de marcas) o (en la 4ª) se partía de una percepción amorfa (de lo que se disponía era de una "mancha"), las cinco primeras de las operaciones que siguen le proponen al intérprete que actualice un atractor, a partir de diversas situaciones en las que la imagen ya está construida en la propuesta perceptual que se le presenta, pero aparece afectada por alguna clase de deterioro. Continúa la idea de hacerlo trabajar para que exteriorice la imagen de la que dispone en la memoria.

La 5ª operación consiste en proponer una imagen ambigua: en una única figura podrían estar representados dos o más objetos, debiendo el intérprete señalar los bordes o los rasgos identificatorios o la disposición que corresponden a una y, eventualmente (si los ve) los que corresponden a la otra imagen. La tarea productiva que implica resaltar un perfil, seleccionado límites posibles, o nombrar partes que cumplirían funciones distintas en una y otra figura, permite que el investigador infiera la preexistencia de la imagen en la mente / cerebro del intérprete.

 

[40] ririfleur.centerblog.net

(DC2007)

 

[41] (Beever, Julian. 1998)

 

 

La 6ª operación propone la reconstrucción e identificación a partir de una imagen degradada: con una materia prima absolutamente impertinente, inadecuada e insuficiente, se representa algo cuya posibilidad de identificación se mantiene por la presencia de sus ejes, o sea, rasgos direccionales y estructurales mínimos. Es el caso de los animales (jirafas, caballos, avestruces, gatos, etc.) construidos con limpiapipas (Marr, 1982: 299 [42]). Su reconocimiento requiere que el intérprete posea en su memoria visual una imagen suficientemente estable, como para continuar identificándola cuando ha sido reducida a su síntesis más elemental.

[42]  (Ejes; Marr, David. 1980: 299)

 

 

Una 7ª operación consistirá en mostrar la ausencia de determinada imagen, provocada, en un conjunto perceptual complejo, por la eliminación de uno de sus elementos constitutivos, fácilmente deducible por su presencia habitual, en configuraciones semejantes a la que se le muestra al intérprete. Como presencia actualizada, es lo que suele denominarse una "superficie de oclusión". Dado que de la imagen eliminada sólo se muestran sus bordes, de modo que aparece como un orificio con una forma arbitraria, se necesita el manejo virtual, por giro y rotación, de la imagen disponible en la memoria visual, para hacerla corresponder con la carencia efectivamente mostrada.

Se sabe que la interpretación que hacemos de los volúmenes, en función de las sombras que proyectan, sigue un automatismo, en algún modo filogenético (asumiendo la dirección de la iluminación solar), que supone una iluminación procedente de la altura, o sea, de la parte superior de la imagen (Ernst, B., 1992: 28). Cambiar esta dirección de la iluminación implica reacomodar lo percibido, de modo que se lo reconozca en esa nueva configuración. Tal es la intervención de la 8ª operación, que requiere que el intérprete reconstruya lo percibido "a la luz" de la nueva iluminación, como imagen modificada por la perturbación de los hábitos preceptúales [43]. En general, será suficiente con solicitarle que indique cuáles son las partes entrantes y cuáles las salientes, ya que la transformación de concavidades en convexidades es decisiva para el reconocimiento de la imagen que se está percibiendo, o sea, para que se correlacione la imagen que se ve con su simétrica inversa, almacenada en la memoria visual.

  [43] (Hoffman, D. D., 1998: 116)

 

[44] (Marr, David. 1982: 217)

 

Y la última: 9ª, de estas 5 operaciones, consiste en desplegar un conjunto de fragmentos estereotipados de una forma conocida, pero no individualizada, hasta lograr que adquiera una individualización que permita diferenciarla de cualquier otra semejante. Es el caso de la correspondencia entre el "identikit", producción de imagen por intermedio (IDK, 2000) de un objeto ausente o, como es el más habitual uso policial que se hace de estas técnica, de un rostro igualmente ausente, con aquella imagen efectivamente existente en la mente del sujeto testigo, que le permite afirmar el éxito o el fracaso de dicha correspondencia.

[45] Identikit–(DC2007).

 

14.8 Décima operación: identificar al atractor a partir de los estudios sobre las Agnosias Visuales

Es evidente que el estudio de las Agnosias Visuales (Farah, 1995) o deterioro de los procesos visuales superiores, necesarios para el reconocimiento de los objetos, nos proporciona importante información acerca de las operaciones semióticas involucradas en la atribución de significación a las imágenes visuales, o sea, en su interpretación.

Por eso, la 10ª de las operaciones semióticas, que propongo, parte de la aceptación del supuesto que acabo de mencionar y establece que un camino para inferir la presencia de imágenes en la memoria visual va a consistir en ofrecer a la percepción del sujeto testigo imágenes que estén, en sus caracteres materiales percibibles, afectadas por alguno de tales deterioros, lo que exigirá al eventual intérprete acudir a la imagen, o sea, al atractor, supuestamente intacto, que posee archivado en su memoria visual.

Si el testigo elegido sufriera de algún tipo de agnosia visual no podría recuperar dicho atractor; pero nuestro objetivo no consiste en formular un diagnóstico, por lo que tendríamos que proponerle la tarea a otro sujeto que no padezca de tal dolencia, sin perjuicio de recomendarle al primero que acuda a un neurólogo. Es decir, la imagen material visual que se propone a la percepción del testigo deberá tener la configuración que se supone que adopta la organización de dicha percepción en la mente / cerebro de un paciente afectado por alguna clase de agnosia visual; si el testigo no está enfermo, podrá organizar dicha percepción en una totalidad visualmente significativa, que es la imagen o atractor cuya presencia en su memoria visual estamos tratando de inferir.

 

[46]  [Farah, M. J. (1995) 1 y 2]

 

 

De las múltiples clases de agnosia que se conocen, voy a comentar algunas de las más expresivas, en relación con nuestro objetivo específico.

Uno de los problemas básicos, que, en estado de salud, resolvemos sin tomar ni siquiera conciencia de que exista como problema, consiste en la integración de partes en una totalidad. Pero esta totalidad puede ser de las partes de una determinada entidad perceptual (los rasgos categoriales identificatorios de un objeto o de una persona) o de las partes de una escena compleja (las características de la ubicación espacial constituida por varias entidades) (M. Farah, 1995:35-47). La imagen propuesta deberá permitir inferir si el sujeto en estudio puede reconducir la percepción de los fragmentos de la entidad o de la escena, que están representados en la imagen material visual que se le propone, a la totalidad constituida por la imagen visual mental o al atractor de alguna entidad o de alguna escena conservada en su memoria visual y reconocer cuál sea ésta, coincida o no con la que el investigador quiso producir. Toda persona sana podrá hacerlo, salvo que no haya tenido la experiencia visual necesaria para poder almacenarla en su memoria visual.

La tarea es semejante al juego que consiste en el armado de un "rompecabezas", especialmente sin la plantilla de guía; o sea, a la tarea de ir asociando las superficies aparentemente incoherentes de un conjunto de cubos o de un conjunto de recortes irregulares de formas que encastran entre sí, hasta construir una figura o escena; figura o escena que tiene que preexistir en la memoria visual del jugador (por eso indiqué: "sin la plantilla de guía") para reconocerla, conforme se va produciendo u organizando. La situación de agnosia visual sería aquella en la que el paciente, ante una figura o escena, la percibe como las piezas revueltas del rompecabezas sin armar; identifica cada una de ellas, pero no logra reconstruir la figura o escena que le daría sentido visual del conjunto: por eso, sólo puede armar el rompecabezas el que no la padece, sino que posee en su memoria visual la imagen de esa figura o escena.

[47]  Huevo 1 y 2 –DC2007

 

La imagen mnemónica no tiene por qué ser estática. El movimiento también está tomado en cuenta en el estudio de las agnosias, dando lugar a un tipo de agnosia visual llamada "asociativa" (M. Farah, 1995: 57-80). Ante la imagen de un mecanismo (un molino de viento, un dispositivo para hacer cigarros, la nave Voyager, etc.), puede preguntársele al testigo "¿Cómo funciona?" La respuesta, por lo general integrando lo verbal, lo gráfico y lo gestual, permitirá inferir la secuencia de imágenes en transformación que dicho testigo almacena en su memoria visual (o en su imaginación, en cuanto reelaboración posible a partir de esa memoria); salvo que padezca de agnosia visual asociativa, en cuyo caso deberemos actuar como indiqué antes: buscar otro testigo y a éste recomendarle un neurólogo. A esta eficacia de la interpretación de la imagen la desarrollo más adelante: 20 Iconopoiesis o la eficacia de la forma.

[48] Iconopoiesis 1 - “¿Como se usa esto?”

Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999)

Este aspecto dinámico de las imágenes contenidas en la memoria visual ha dado lugar, también, a las llamadas "Anáforas Pragmáticas", en las que el uso anafórico del pronombre queda sustituido por el uso anafórico del gesto, y que, como consecuencia, también requieren de la preexistencia de determinadas imágenes visuales mentales acerca del movimiento o de la transformación ocurrida, inherente a determinados comportamientos, para poder dar respuesta a (e, incluso, para comprender) las preguntas características de dicho tipo de anáfora:

"Ejemplos de anáforas pragmáticas:

a. -"Tu saco está aquí (apuntando) y tus zapatos allá (apuntado)

-"Se fue por allá (apuntando)

b. -"¿Puedes hacer eso (apuntando)?

-"¿Puedes hacer esto (demostrando)?

c. -"¡Que eso (apuntando) no vuelva a ocurrir!

d. -"Coloca así (demostrando) los libros

e. -"El pez que se me escapó era así (demostrando) de grande...

"... la estructura conceptual debe contener constituyentes cuyas características fundamentales son: [cosa], [lugar], [dirección], [acción],[acontecimiento], [modo], [cantidad]" (R. Jackendoff, 1983: 49 y 50)

Queda, de este modo, esbozada esta 10ª operación semiótica de recuperación de las imágenes visuales mentales, inferidas a partir de los estímulos propuestos, tal como resultó sugerida por las agnosias visuales y, como expansión temática relacionada, por las Anáforas Pragmáticas.

[48 bis] Iconopoiesis 2 - “Así”

Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999)

14.9 Undécima operación: identificar al atractor modificando imágenes supuestamente incorrectas

La 11ª operación le propone a un intérprete que observe una lámina con un dibujo, por ejemplo, alguno de los muy conocidos de Giovanni B. Piranesi, Maurits C. Escher, Sandro del Prete, René Magritte, Marcel Duchamp, Shigeo Fukuda, Bruno Ernst, etc. La consigna será pedirle que señale qué habría que transformar para "corregir" la imagen, de modo que ésta represente a un objeto o una configuración posible.

Esto replantea el tema de si las imágenes pueden mentir. Su desarrollo, considerado desde lo visual, converge hacia el mismo punto en el que encuentra su explicación el problema de la verdad y la falsedad en el lenguaje verbal, ya que no se trata de la divergencia semiótica entre lo visual y lo verbal, sino de la unicidad del tratamiento de la mentira. En el lenguaje verbal sólo podrá afirmarse una u otra de tales alternativas si se da por absolutamente válido, científica o dogmáticamente (y Peirce diría que en ambos casos lo sería dogmáticamente) a otro discurso verbal, externo (en cuanto diferente) a aquel acerca de cuya verdad o falsedad se debate. Con lo cual, éste será verdadero si no contradice al que se ha establecido como válido y será falso en el caso contrario. La verdad o la mentira del discurso verbal no se contrapone a los modos de la existencia, sino a los modos de hablar de la existencia que se establecen como válidos para tal fin.

A las imágenes de los autores mencionados suelen llamárseles "ilusiones ópticas", lo que no es lo mismo que considerarlos mendaces. Sin embargo, considero que se trata, justamente de mentiras y no de ilusiones ópticas, ya que los correspondientes dibujos han sido trazados para que se los vea tal como se los ve. En este sentido, lo que el intérprete ve son percepciones correctas de la propuesta visual que representa de modo incorrecto o mendaz al mundo.

Serían ilusiones ópticas si fueran percepciones falsas o distorsionadas de objetos o de configuraciones del mundo, y no sus representaciones. O sea, un arquitecto, al construir su obra, puede crear una ilusión óptica; como también es ilusión óptica el agigantado tamaño de la luna cuando se apoya sobre el horizonte. No obstante, pueden usarse imágenes como ilusiones ópticas cuando aparentan suplantar la existencia de objetos y configuraciones inexistentes, caso típico de los "trompe-l'oeil"; como la pared en la que parece abrirse una ventana hacia un determinado paisaje que resulta ser la imagen de una ventana y de un paisaje, o el muro en una calle sobre el que parece abrirse un arco que da acceso a otra parte de la ciudad, pero que resulta ser un ficticio acceso meramente visual. Pero, cuando están propuestos como representación de objetos o configuraciones, no crean una ilusión óptica sino que puede ocurrir que mientan, como ocurre en los casos en que muestran, como posibles, en la bidimensionalidad de la imagen gráfica, formas o relaciones tridimensionalmente imposibles, al menos desde una geometría estrictamente euclideana, capaz de dar cuenta del aprendizaje filogenético. Y ya hemos encontrado el otro discurso, el euclidiano, externo al que estamos evaluando como verdadero o falso, y que será imprescindible para determinar su mentira.

 

 [49]  [Ernst, Bruno (1992)]

   [50] [Marcel Duchamp. 1916; en Mink, Janis (2002)]

 

Al pedirle, por tanto, a alguien, que señale dónde habría que corregir la imagen que se le presenta a su percepción, se presupone que posee la memoria de la imagen visual correspondiente al objeto, tal como lo ha percibido con anterioridad, según el aprendizaje correspondiente. Y ésta es la imagen que se pretende recuperar, mediante esta operación.

14.10 Duodécima operación: destruir el humor visual

En este caso se trata de imágenes que construyen humor exclusivamente visual. El humor gráfico, en sentido amplio, incluye propuestas que combinan la palabra y el dibujo y otras que sólo contienen dibujos. Aún entre las que combinan palabras y dibujos, hay casos en que el humor se construye exclusivamente con la palabra y el dibujo meramente acompaña la situación o escena en la que se dice algo humorístico; y hay otros casos en que palabra y dibujo se complementan, sin que pudiera surgir el humor con uno sólo de ambos.

La 12ª operación, destinada a explorar la memoria visual del intérprete, consiste en que dicho intérprete, señale y modifique alguna parte o partes de la imagen humorística, de modo tal que se destruya el efecto de humor que producía en su forma original. Ello indica que el intérprete (que, mediante la realización de esa operación, se transforma, simultáneamente, en productor de imagen) posee efectivamente la imagen que construye en sustitución de la propuesta gráfica que percibe.

El humor, gráfico o verbal o con cualquier otra semiosis con que se lo construya, requiere asociar dos isotopías que no suelen encontrarse unidas en la práctica social o, al menos, que no se conectan en el punto en que lo hace el relato verbal o la configuración gráfica. Sin embargo, ambas isotopías deben contener un punto de proximidad, que probablemente será meramente visual, pero no semántico, y el humor surge al resemantizar, homogeneizándolos, los fragmentos gráficos que compartían, en ambas isotopías, esa semejanza visual. Así, la tarea del intérprete-productor consiste en identificar ese punto y en disociar las isotopías intervinientes. En realidad, recupera, de su memoria visual, dos imágenes: las correspondientes a cada una de las isotopías que confluyen en la producción del humor.

Véase, por ejemplo, una secuencia, muy simple, de humor gráfico producida por Quino [51]. Un hombre se acerca a la entrada del "subte" (o "metro"), comienza a bajar las escaleras, sigue bajando escaleras, baja por escaleras derechas, baja por escaleras que doblan, baja por escaleras que conectan con otras escaleras por las que sigue bajando, hasta que, en la última imagen aparece asomado al alto balcón de un rascacielos, al que, finalmente, llegó.

 

 

[51]  Quino II (1999)

 

La escalera es el conector de isotopías que, en este caso, son, por una parte, la que corresponde a la representación visual de la actividad de subir y, por otra parte, la que corresponde a la representación visual de la actividad de bajar, actividades a las cuales se presta de igual manera una escalera. El intérprete (yo, viendo la secuencia) tiene que disponer de la imagen del tipo de lugares a los que es posible llegar bajando y de la imagen del tipo de lugares a los que es posible llegar subiendo. Ese intérprete se transforma en productor, ya que tiene que actualizar a ambas para entrar en el juego que propone Quino; el humor consiste en hacer que, mostrando a un personaje que baja constantemente, se termine mostrando a ese mismo personaje que llega a donde sólo se llega subiendo.

Dos observaciones sobre este ejemplo. Por una parte, la semejanza con algunos de los juegos con lo bidimensional de Escher, cuando logra una caída de aguas que se vuelcan sobre el mismo nivel en que se originan, sin que nada justifique la subida que, después permita el derrame de la cascada. O sea, también Quino juega con el absurdo en la representación de la tridimensionalidad, pudiendo muy bien haberse inspirado en Escher.

Y la otra observación, se refiere al absurdo de pretender reconstruir con palabras el efecto de significación que producen las imágenes visuales, a lo que ya me he referido un poco antes. Es casi imposible, sustituir, aquí, la carencia de imágenes por su descripción; más bien se convierten en su explicación, por lo general, empobrecedora del significado que visualmente construyen con tanta potencia. Y, ratificando lo dicho en aquella oportunidad, mis palabras generan imágenes en la mente de mis lectores, que yo no puedo inferir ni, por tanto, recuperar; por su parte los lectores no puede inferir ni recuperar las imágenes de las que parto para dar cuenta verbal de ellas (salvo que mi descripción les recuerde haber visto la imagen de la que hablo y la superpongan a mis palabras). Son universos de imágenes aislados el uno del otro, sin que el puente de palabras logre unirlos, sino que genera otros en una secuencia indefinida (una de las realizaciones de la semiosis infinita peirceana).

14.11 Lo inconcluso

Todavía algo más, sobre lo que tendré que volver. Estas 12 operaciones nos permiten, caso de resultar efectivamente exitosas, inferir las imágenes que alguien almacena en su memoria visual. Pero es una inferencia que las recupera una a una o cada una de ellas en su aislada existencia virtual y posible. Lo que todavía no se resuelve es la manera de conocer el sistema visual de interpretación que posee ese intérprete en estudio, ni, por tanto, acceder al sistema visual de interpretación de la comunidad a la que pertenece.

Y ya aquí, tengo que advertir que, desde mi punto de vista, considero que no existe, en rigor, dicho sistema, ya que este término es sólo adecuado cuando se trata de entidades simbólicas cuyas reglas de interrelación identifican a cada elemento frente a los restantes, como fue el caso del sistema de la lengua, establecido por Saussure. Entre el conjunto de imágenes que un intérprete conserva disponibles en su memoria visual, no creo que se establezca un sistema, sino un conjunto de relaciones por dependencias de contigüidad y/o simultaneidad, junto con posibilidades de transformación y/o integración con otros sistemas semióticos que determinado sujeto y determinada sociedad en determinado momento histórico tienen disponibles. Pero ese será otro gran tema que trataré en otra oportunidad.

*Una versión inicial y sin gráficos fue publicada en deSignis 4: 139-156.

 

15 SEMÁNTICA VISUAL

DE LAS IMÁGENES SIMBÓLICAS

15.1 Preguntas de base y las tres semióticas

Después de mi último trabajo sobre Semiótica Visual (Juan Magariños, 2002b, en prensa) en que me referí al problema de esbozar algunas operaciones que pudieran sustentar las inferencias necesarias para recuperar las imágenes visuales efectivamente contenidas en la memoria visual de determinado sujeto, el tema que les propongo compartir, consiste en tratar de encontrar las conexiones, tanto materialmente configuradas en el interior de una misma y concreta imagen material visual, como cognitivamente susceptibles de ser establecidas con otras imágenes y con los signos de otras semiosis, que permitan inferir una explicación acerca de cómo, ese mismo sujeto, en su correspondiente contexto social e histórico, interpreta una determinada imagen.

Inevitablemente, surgirá con frecuencia la semejanza cognitiva y calculatoria de esta tarea con la del reconocimiento de objetos y de rostros (por ejemplo, Shimon Ullman, 1996), siempre teniendo en cuenta y estando advertidos de que la proximidad conceptual no sesgue de modo tendencioso la pertinencia de la construcción de una semántica visual específica para una semiótica visual. Pero, tampoco puede desaprovecharse lo alcanzado en ese campo y, en especial, las posibilidades de implementar, sobre programas de computación, la obtención de resultados semejantes a los derivados del funcionamiento de los razonamientos e hipótesis elaboradas o llegar incluso, si se acepta tal alcance epistemológico, a su justificación.

Mucho se ha hecho sobre este tema y, con todo respeto hacia quienes lo han hecho (ver Jean-Marie Klinkenberg, 1985; Göran Sonesson, 1989; Fernande Saint-Martin, 1990; Jean-Marie Floch, 1991; Lucia Santaella e Winfried Nöth, 1998; entre otros), estoy dispuestos a explorar otros caminos que continúen, corran paralelos o contradigan los de ellos.

A grandes rasgos, que luego iré precisando, hay tres preguntas fundamentales a las que habrá que ir encontrando la respuesta adecuada y bien fundada.

1/ ¿Cuáles son los pasos que se siguen efectivamente para producir el significado de una imagen visual y cuáles son, y si se corresponde o no o hasta qué punto, con los pasos a seguir en el análisis de los modos posibles de producción del significado de una imagen visual?

2/ ¿Qué significa "el significado de una imagen visual" (sin necesidad de regresar hasta el clásico de C. K. Ogden & I. A. Richards, 1923)? o bien, ¿cuál es el significado posible de una imagen visual? y, además, ¿cómo varía ese significado según se trate de imágenes visuales plásticas, figurativas o simbólicas? Quizá signifique interpretarla, pero entonces:

3/ ¿Qué significa "interpretar una imagen visual"? ¿Quizá saber qué representa como conocimiento posible del mundo, o sea, de los fenómenos sociales, o sea, de aquellos que lo son porque están construidos o modificados mediante imágenes visuales, o sea, saber cómo determinada imagen visual construye, ratifica o modifica mi (del intérprete que sea) conocimiento del mundo?

Estas preguntas, en definitiva, podrían resumirse en la siguiente: ¿qué, cómo y por qué significan las imágenes? cuya respuesta, si se pretende que exceda el ámbito del sentido común, es bastante compleja. Para elaborarla, adopto, como vengo haciéndolo habitualmente, un enfoque cognitivo y peirceano.

El enfoque cognitivo, en su actual versión de las Ciencias Cognitivas o, como prefiere decir François Rastier (1991), "de las Investigaciones Cognitivas", implica reflexionar y ensayar explicaciones que se correspondan (1) con los avances en el conocimiento del procesamiento de las imágenes visuales en la mente/cerebro humano (Stephen M. Kosslyn, 1996) y (2) con la posibilidad de su implementación en programas de inteligencia artificial/robótica (Paul Thagard, 1993), que demuestren la operatividad de tales explicaciones.

El enfoque peirceano me ha permitido diferenciar, en el espacio problemático de la semiótica visual, tres objetos de conocimiento, relativamente independientes, que exigen respuestas diferentes: (1) la semiótica de las imágenes visuales puramente cualitativas o plásticas, (2) la semiótica de las imágenes visuales predominantemente figurativas y (3) la semiótica de las imágenes visuales específicamente simbólicas.

Mi hipótesis de trabajo afirma que el conocimiento y la explicación de los procedimientos de producción e interpretación de cada una de ellas no pueden homogeneizarse en un tratamiento conjunto, ya que ello conduce a equívocos y disputas que se originan al estar razonando de la misma manera acerca de cosas muy distintas. En mi estudio "La(s) Semióticas(s) de la Imagen Visual" (Juan Magariños de Morentin, 2001), he comenzado este análisis diferencial. Sin embargo, no he llegado, en él, más que a los aspectos de su identificación y reconocimiento, teniendo el estudio de su interpretación, o sea, de su semántica, apenas poco más que un desarrollo tentativo y elemental. Este es el trabajo que, ahora, me propongo profundizar, al menos en lo que se refiere a las imágenes simbólicas.

Para poder tener los referentes empíricos concretos, en relación con los cuales y como demostración del modo en que irán adquiriendo progresivamente su significado específico, conforme avance la tarea de su interpretación, he incorporado a este texto tres imágenes que corresponden respectivamente a las imágenes plásticas o "cualisignos icónicos" (Figura 1 [52]), imágenes figurativas o "sinsignos icónicos" (Figura 2 [53]) e imágenes simbólicas o "legisignos icónicos" (Figura 3 [54]).

[52] [Figura 1. Ron Van Der Werf: Sin título (1958)]

 

[53] Figura 2. Frida Kahlo hacia 1938/39. Fotografía de Nicholas Murray

 

Creo que resulta evidente que son muy distintas las operaciones cognitivas que se ponen en funcionamiento para darse cuenta de que lo que se está percibiendo es una propuesta de percepción abstracta de sólo forma, color y textura (imagen plástica) o bien que lo que se está percibiendo es una fotografía de Frida Kahlo (imagen figurativa) o bien que lo que se está percibiendo es un conjunto de indicaciones acerca de comportamientos posibles, sugeridos o prohibidos (imagen simbólica).

En todos los casos, interviene la búsqueda de un atractor, en la memoria visual, que permita organizar los datos proporcionados por la percepción, de modo que se reconozca la imagen construida. El atractor de la imagen plástica se recuperará a partir de la proyección del residuo subconsciente de experiencias acerca de la percepción de cualidades poseído por el intérprete, sobre los datos proporcionados por la percepción. El atractor de la imagen figurativa se recuperará a partir de la proyección de la información acerca de las formas del mundo poseída por el intérprete, sobre los datos proporcionados por la percepción. El atractor de la imagen simbólica se recuperará a partir de la proyección del conocimiento de los sistemas de enunciación gráfica poseído por el intérprete, sobre los datos proporcionados por la percepción.

Esto implica la exploración y aplicación de experiencia cualitativa y/o de información formal y/o de conocimiento sistémico, en cada caso provenientes de ámbitos mnemónicos específicos y que utilizan operaciones de procesamiento cognitivo netamente diferenciales, para la producción de la interpretación de las imágenes que se estén percibiendo.

La formación de estos tres grupos constituye una aproximación teórica y experimental, que considero necesaria para el adecuado estudio de la semántica de las imágenes visuales. Como suele ocurrir en semiótica, no sólo se hace necesaria la consideración de una semántica diferente para cada uno de tales tres grupos, sino también habrá que tener en cuenta que, por lo general y salvo casos excepcionales, se trata de predominios, por lo que, en la mayoría de los casos, cada imagen, tras ser encuadrada en un grupo: plástico, figurativo o simbólico evidenciará, ante la percepción, la presencia de rasgos componentes pertenecientes a los otros grupos.

                             [54] (Imagen simbólica: Figura 3. Fragmento de contratapa

                             Open here. The Art of Instructional Design.Paul Mijksenaar

                             & Piet Westendorp. 1999)

                            

 

15.2 Lo que se muestra y cómo se lo muestra

Todo estudio semántico requiere dar cuenta de, al menos, dos aspectos fundamentales, que se formulan en términos diferentes según la semiosis que se esté considerando.

1 Si se trata de una semiosis verbal, habrá que establecer (A) de qué se habla y (B) cómo se lo dice.

2. Si se trata de una semiosis visual, habrá que establecer (A) qué se muestra y (B) cómo se lo muestra.

3. Si se trata de una semiosis indicial, habrá que establecer (1) qué se indica y (2) cómo se lo indica.

Dado que el foco de atención, en esta oportunidad, lo he puesto en la semántica visual, tengo la suerte de no tener que tratar con el inconmensurable tema de la semántica verbal, de la que tanto se ha escrito y, por fortuna, se sigue escribiendo, ni con el de la semántica indicial, a la que, no obstante, espero poder dedicarme pronto, ya que poco es lo que se ha escrito y, por tanto, hay mucho para escribir respecto de ella (un esbozo puede encontrarse en Magariños de Morentin, 2002a).

Con independencia de lo que ocurra en los casos de la semántica verbal y de la semántica indicial (con lo que estoy diciendo que tampoco en esos ámbitos las cosas son tan simples y claras como los enunciados 1 y 3 parecen establecer), en el caso de la semántica visual, los dos aspectos que he señalado como fundamentales, se construyen de modo diferente según la clase de semiosis visual a la que uno se refiera: la constituida por imágenes cualitativas o plásticas, la constituida por imágenes figurativas o la constituida por imágenes simbólicas.

(I) Respecto de las imágenes figurativas (Figura 2).

Lo que se muestra, cuando la propuesta perceptual está constituida por imágenes figurativas, es la forma con que se identifica, en la mente/cerebro, a los objetos del mundo.

Cómo se lo muestra, en este mismo caso de las imágenes figurativas, es el resultado de construir una configuración de un modo posible de existir, tanto hacia el interior de la imagen, como hacia el exterior.

Como desarrollo ejemplificativo, puede verse que, en el caso de la Figura 2:

se muestra la forma con la que la mente/cerebro, en la cultura a la que pertenecemos quienes leemos este texto, identifica a una mujer (porque actualiza el atractor que la memoria socialmente construida le atribuye a la forma de mujer) y, según la riqueza de la información visual que posea el espectador, identificará (sin necesidad de leer el título de la imagen) a esa mujer como determinada mujer llamada Frida Kahlo (de cuya forma específica también poseerá el atractor correspondiente). Si carece de este último atractor, lo constituirá por primera vez (o lo fijará) mediante la asociación de las dos semióticas que intervienen: la simbólica que, mediante el texto escrito, vincula un nombre con esa imagen, y la figurativa que le atribuye una imagen a ese nombre. También se vinculará (si no lo estaba previamente) a la imagen con el nombre del fotógrafo; y, si el intérprete no sabe quién es Frida Kahlo, quedará como una mera denominación de alguien, hasta que otras Semióticas, conjuntamente Figurativas, Simbólicas y Plásticas, vinculen el nombre a una obra, una época, otros personajes, etc.

cómo se la muestra constituye la configuración de un modo posible de existir que adquiere la imagen de mujer (de Frida Kahlo), como resultado de la representación figurativa de gestos y actitudes, vestuario y cromatismo, así como por contraste y asimilación con los motivos y el cromatismo del fondo. Me guía, en esta enunciación de componentes y operaciones mínimas para comenzar la construcción del análisis semántico de una imagen visual, el interés por lograr un programa relativamente formalizable que excluya apreciaciones subjetivas en mayor o menor medida imponderables (David Marr, 1982).

El comentario acerca de que las tres semióticas visuales (figurativas, simbólicas y plásticas) constituyen tres ámbitos diferentes de pensamiento, en cuanto se construyen a partir de distintas operaciones mentales, puedo fundamentarlo en la inaplicabilidad de cuanto acabo de mencionar acerca de las imágenes figurativas, si pretendiera aplicarlo como un comienzo de explicación del proceso semántico que se requiere para interpretar las imágenes simbólicas y las plásticas.

Todavía no elaboro, respecto a las otras imágenes (las simbólicas y las plásticas), el análisis de esos dos aspectos claves: (A) lo que se muestra y (B) cómo se lo muestra, aspectos en los que iré profundizando progresivamente. Lo único que haré, por el momento, es un breve esquema de las respuestas que podrían corresponderles a ambas cuestiones en cada una de las otras dos variantes de semiótica visual:

(II) Respecto de las imágenes simbólicas (Figura 3).

La respuesta al interrogante acerca de lo que se muestra, ya no puede consistir en "la forma con que se identifica, en la mente/cerebro, a los objetos del mundo," sino, como veremos pronto, lo que se muestra, en el caso de las imágenes simbólicas, consistirá en las réplicas de los tipos gráficos que constituyen un código figurativo destinado a instruir, prohibir o sugerir determinados comportamientos. Nada más distante de las operaciones que se activan para interpretar la propuesta perceptual que permite actualizar la imagen mnemónica (el atractor) de Frida Kahlo.

La respuesta al interrogante acerca de cómo se lo muestra, formulado ante esa misma imagen simbólica tampoco puede consistir, en "construir la configuración de un modo posible de existir, que adquiere la imagen de mujer (de Frida Kahlo) como resultado de la representación figurativa de gestos y actitudes, vestuario y cromatismo...," etc., que es propia de las imágenes figurativas, sino que, como veremos pronto, la respuesta al interrogante acerca del modo de mostrar cada réplica de un tipo gráfico, en el caso de las imágenes simbólicas, consiste en identificarla como clase (ver Shimon Ullman, 1996; p. 163) y no como individuo y en asociarla a otra u otras réplicas de tipos gráficos, estando convencionalmente codificada esta asociación para que se la interprete como una determinada consigna relativa a un determinado comportamiento.

(III) Respecto de las imágenes cualitativas o plásticas (Figura 1).

La respuesta al interrogante acerca de lo que se muestra en ella no puede consistir en "la forma con que se identifica, en la mente/cerebro, a los objetos del mundo," lo que es propio de las imágenes figurativas, ni, por supuesto, tampoco, en "las réplicas de los tipos gráficos que constituyen un código figurativo destinado a instruir, prohibir o sugerir determinados comportamientos" como ocurre en el caso de las imágenes simbólicas, sino que lo que se muestra, en el caso de las imágenes plásticas, consistirá en residuos de experiencias personales acerca de la percepción de cualidades visuales ("qualia").

Por otra parte, el modo de mostrar específico de las imágenes plásticas, tampoco puede consistir, en "construir la configuración de un modo posible de existir, que adquiere la imagen de mujer (de Frida Kahlo) como resultado de la representación figurativa de gestos y actitudes, vestuario y cromatismo...," etc., que es propia de las imágenes figurativas, ni tampoco en el proceso de asociación de las réplicas de los tipos gráficos que por convención instruyen, prohíben o sugieren determinados comportamientos, como ocurre en el caso de las imágenes simbólicas, sino que la respuesta al interrogante acerca del modo de mostrar esos residuos de experiencias personales acerca de la percepción de cualidades visuales, que son específicos de las imágenes plásticas, se configurará de modo que preserven y actualicen la recuperación de esas experiencias personales no-conscientes.

En resumen, lo que se interpreta como forma de los objetos del mundo, en las imágenes figurativas, no tiene ninguna relación con lo que se interpreta como réplicas de tipos gráficos, en las imágenes simbólicas, ni con los que se interpretan como residuos de experiencias sensoriales, en el caso de las imágenes plásticas.

Además, lo que se interpreta como la configuración de un modo de existir, en las imágenes figurativas, no tiene ninguna relación con lo que se interpreta como la instrucción acerca de un comportamiento, al que se lo sugiere o se lo prohíbe, en las imágenes simbólicas, ni con los que se interpretan como configuraciones destinadas a la recuperación de experiencias sensoriales perceptuales y visuales no-conscientes.

De momento, sólo una observación más: aquí hay demasiadas palabras y, si bien la función de la semiosis verbal es explicar los procesos de producción e interpretación de las restantes semiosis, me quedo con la sensación de que también interfiere en esa explicación con su carga de verbalización o, como dicen los franceses, de "langagerie" o con el peligro de contaminación irreflexiva de las estructuras sintácticas al que aludía Wittgenstein (1953), por lo que, todo esto (y gran parte de lo que sigue) convendrá investigarlo en cuanto a la posibilidad de explicarlo, al menos complementariamente, con y a partir de imágenes.

15.3 Qué muestran las imágenes simbólicas y cómo lo muestran

Vistos ya o, al menos, esbozados los rasgos básicos más elementales de la semántica visual para los tres casos polares de las imágenes figurativas, las imágenes simbólicas y las imágenes plásticas, corresponde comenzar a profundizar en la problemática de la semántica específica de cada una de ellas. Elijo, quizá por considerarlo analíticamente más simple, explorar, en el presente trabajo, el universo semántico que se construye mediante las imágenes simbólicas, comenzando por estudiar, en su específico caso, (1) qué se muestra y (2) cómo se lo muestra.

17.3.1 Lo que muestran las imágenes simbólicas

Lo que se muestra, cuando la propuesta perceptual está constituida por imágenes simbólicas, son las réplicas de signos gráficos. Al decir que lo que se muestra son "las réplicas", sigo la observación peirceana acerca del carácter virtual, en cuanto tipos, que poseen los signos en el sistema al que pertenecen. En el sistema, cada signo es uno único, no percibible y sólo pensable; lo que vemos, en la configuración, cuando el signo se actualiza (es decir, cuando pasa de ser una virtualidad, o sea, una posibilidad, a ser un existente, o sea, cuando accede a su actualidad), es una réplica de ese signo (Charles Peirce, 1965/1931; parág. 2.261)

Lo que aquí interesa es que los signos gráficos se articulan en un sistema, lo que no ocurre con los signos correspondientes a las imágenes figurativas, ni con los signos correspondientes a las imágenes plásticas, de las cuales (de estas dos últimas) diría, como primer esbozo, que tienen sus atractores mentales en el registro de la memoria a largo plazo de las imágenes visuales. Lo que destaco, con esto, es que el conjunto de tales atractores (cualitativos o plásticos y figurativos) no posee, por la modalidad de su almacenamiento en la memoria, una estructura de sistema, sino de lo que, tentativamente, podría designarse como un "registro dinámico", en cuanto componente de lo imaginario, correlativo con lo habitualmente referido como carácter continuo de las imágenes figurativas y como carácter experiencial de las imágenes plásticas. Por tanto, las características sistémicas, específicas de los signos gráficos, son las pertinentes a los símbolos, siempre teniendo en cuenta que hablo de "símbolo" en sentido peirceano: el resultado de una convención social (C. P.: 2.249).

Entonces, los signos gráficos, en cuanto imágenes simbólicas, pueden negar, afirmar condicionalmente, identificar el consecuente de determinado antecedente, recomendar, exigir, prohibir determinado comportamiento, ser falsos o verdaderos, constituir expresiones bien o mal formadas, y poseer la eficacia y los límites de los "actos de habla" (a los que, ahora, habría que explorar como "actos gráficos"; ver también, más adelante, en "8 Conclusión"). Difícilmente, algún sistema de signos gráficos va a poder realizar todas estas posibilidades, pero sí, unos unas, otros algunas y otros pocos la mayoría. Las imágenes simbólicas están destinadas a producir en el interpretante intérprete2 alguno de estos o semejantes efectos semánticos.

Por el contrario, basta con recorrer la imagen de la Figura 2 para comprender que la imagen de Frida Kahlo no podría cumplir con ningunas de estas posibilidades; ejemplo que apunta a comprobar que las imágenes figurativas tienen una capacidad de mostración, en cuanto eficacia semántica mínima, diferente a la de las imágenes simbólicas. Las imágenes figurativas muestran para individualizar un existente actual o imaginario.

Como tampoco la propuesta de color y textura de la Figura 1 podría cumplir con las posibilidades que he enumerado; ejemplo que apunta a comprobar que las imágenes cualitativas o plásticas tienen una capacidad de mostración, en cuanto eficacia semántica mínima, diferente a la de las imágenes simbólicas. Las imágenes cualitativas o plásticas muestran para inducir una experiencia sensorial subjetiva e intransferible.

En cambio, un recorrido por las variantes propuestas en la Figura 3 muestra cómo cada una de esas imágenes simbólicas, réplicas de los correspondientes signos gráficos, está cumpliendo efectivamente con alguna o con varias de aquellas posibilidades específicas: negar, afirmar, recomendar, exigir, prohibir, etc. Distinto comportamiento cognitivo que desarrollamos como intérpretes, ante cada una de tales clases de propuestas perceptuales y que fortalece la comprensión del carácter diferencial de las distintas imágenes y la incorrección metodológica que supondría su tratamiento indiferenciado.

17.3.2 Cómo lo muestran las imágenes simbólicas

Creo que resultaría imposible pretender la exhaustividad en el tratamiento de este punto. Al tratarse de imágenes simbólicas, el desarrollo de cómo éstas muestran lo que muestran equivale a una enciclopedia de todas las sintaxis según las que se relacionan, en las correspondientes configuraciones (o sea, en los contextos integrados por imágenes visuales), los signos gráficos efectiva y socialmente disponibles.

Porque, en principio, las relaciones que vinculan entre sí (al menos) a las imágenes simbólicas en configuraciones ya producidas, o las relaciones que pueden llegar a vincularlas en configuraciones posibles, constituye una auténtica sintaxis.

Dos observaciones: una sobre el uso del término "sintaxis" y otra sobre la especificidad de cada conjunto de imágenes simbólicas.

El término "sintaxis" tiene una fuerte connotación lingüística. Como es mi preocupación constante, trato de evitar ese tipo de términos por lo que arrastran de su calidad metalingüística, por lo general inadecuada cuando se están considerando otros signos diferentes a los lingüísticos. De todas formas, este término se vincula a la lingüística por el uso que los lingüistas han hecho de él, lo cual es mucho y difícil de superar. En su estructura etimológica, sin embargo, no contiene nada necesariamente lingüístico: "sin", en griego, significa "con" y "taxis", también en griego, significa "orden"; así "sintaxis" sugiere "orden conjunto", o sea, un orden que reúne elementos diversos, lo que se ajusta adecuadamente a la disposición ordenada de los signos, como se requiere para la producción comunicable de una Semiosis Sustituyente. En definitiva, podemos permitirnos hablar de la sintaxis de una configuración sin temor (pero atentos) al peligro de contaminación lingüística, cuidando de referirnos a las reglas que permiten establecer un orden en un conjunto de imágenes simbólicas.

Y aquí interviene la segunda observación sobre la especificidad de cada conjunto de imágenes simbólicas. Como dije en el apartado anterior, las imágenes simbólicas son réplicas de signos gráficos, los cuales se definen por las relaciones que los vinculan entre sí, en el interior del sistema al que pertenecen y por el hecho de que, por ser símbolos, necesariamente pertenecen a algún sistema. Es la vieja idea saussureana de valor, mediante la cual pudo constituir en ciencia a la lingüística, a partir de reconocer que los signos lingüísticos son entidades discretas (o sea, con una identidad diferencial neta y estable o con reglas precisas de transformación) que se vinculan mediante relaciones que abarcan desde lo muy, hasta lo relativamente formalizable; por lo que, los saussureanos signos lingüísticos son también, peirceanamente, símbolos. Entonces, como enfoque general, recuérdese mi afirmación de que los signos gráficos ostentan una calidad simbólica en cuanto están identificados y relacionados según normas convencionalmente establecidas y/o aceptadas. Esto es lo que, también según mi propuesta, los diferencia de las restantes imágenes visuales, tanto de las imágenes figurativas, como de las imágenes plásticas, de ninguna de las cuales podríamos afirmar ni un carácter discreto, ni una vinculación necesaria mediante relaciones relativamente formalizables, ni, por tanto, su pertenencia a sistema alguno.

Pero, ¿de qué conjuntos de imágenes simbólicas hablamos cuando hablamos de sistemas de signos gráficos?

El espectro de propuestas perceptuales abarcado por la expresión "imágenes simbólicas" es muy amplio. Es muy diversa la materia prima con la que están constituidas las imágenes que pueden incluirse en esa expresión. Porque lo que justifica la inclusión de unas y la exclusión de otras es lo relativo al carácter de sistema que se establece entre unas y que no puede constituirse entre las otras (o no se admite socialmente tal posibilidad).

Por supuesto, el conjunto de las imágenes simbólicas mostradas en Figura 3 tiene el carácter de ser la actualización o las réplicas existenciales de los correspondientes signos gráficos del respectivo sistema simbólico virtual. Pero, antes de seguir con su estudio, hay que tener en cuenta que las letras (y las palabras con ellas construidas) de este texto son, igualmente, imágenes simbólicas.

¿En qué se diferencian estas letras de aquellos dibujos? En lo que puede llamarse "la materia prima" o base perceptual de la correspondiente capacidad de representación. Peirce diría, mejor, "en la calidad del representamen", absolutamente convencional en el caso de estas letras y relativamente convencional (en cuanto íconos estereotipados) en el caso de aquellos dibujos.

¿En que se parecen estas letras y aquellos dibujos? En que unas y otros se relacionan según vínculos estables, o sea, según relaciones sintácticas relativamente duras e inmodificables. Esto permite establecer que, tras la presencia de las configuraciones que se ofrecen a la percepción visual, existe un sistema de normas relacionales que convalidan o rechazan la capacidad de Semiosis Sustituyentes que se pretende atribuir a tales configuraciones.

Observemos la siguiente configuración de letras:

"ytop kklesc iwqixpttol zamlskeincxsk sdi tr pewñwlsoenri hderuenfritmosetrhu zxzirtmfelt adsn"

Salvo algún hallazgo casual, no hay regularidad, en sus relaciones, que permita esbozar algunas de las reglas que, por definición, son constitutivas de un sistema. El concepto de sistema rechaza a esa configuración como posible Semiosis Sustituyente proveniente de algún sistema. Por el contrario, en esta otra configuración de letras:

"Salvo algún hallazgo casual, no hay regularidad, en sus relaciones, que permita esbozar algunas de las reglas que, por definición, son constitutivas de un sistema"

existen relaciones estables que, justamente, permiten esbozar algunas de las reglas que, por definición, son constitutivas de un sistema. El concepto de sistema convalida esta configuración como posible semiosis sustituyente, o sea, susceptible de ser interpretada por un intérprete. El ejemplo puede parecer poco interesante, en cuanto sabemos leer desde la infancia y lo percibimos como lengua escrita y no como imágenes visuales que requieren una previa interpretación en cuanto signos gráficos pertenecientes a un determinado sistema.

Sin embargo, éste es el aspecto en que esa configuración de letras se asemeja a los dibujos de la Figura 3. Una tarea interesante y que es base de diversos trabajos de investigación destinados a explicar el proceso de producción de la significación de muchos fenómenos sociales, consiste en recuperar el sistema subyacente tras un mensaje manifiesto. Es tarea especialmente vinculada al aprendizaje de la interpretación de los lenguajes (idiomas, señas, morse, banderas, criptogramas, jeroglíficos, señalética en computadoras, envases, edificios públicos, etc.; para los que, por su diversidad posible, más que "lenguaje" preferiría nombrar, como vengo reiterando, "semiosis"), todos los cuales están constituidos por imágenes visuales simbólicas que se relacionan según reglas preexistentes (o recuperables como transformación) en el correspondiente sistema.

Pero nunca podríamos afirma algo semejante, en el caso de la fotografía de Frida Kahlo (en cuanto imagen figurativa) o en el de los colores y texturas de la obra de R. van der Werf (en cuanto imagen cualitativa). No hay ningún sistema de relaciones normadas y relativamente necesarias que pueda recuperarse tras estas últimas propuestas perceptuales. Otras tienen que ser las operaciones cognitivas que intervienen en su interpretación. Es decir, pertenecen a otra semiótica visual, que no es la simbólica.

15.4 Recuperar el sistema al que pertenecen las reglas que construyen el sentido

Tal la tarea con la que continuaré, a partir de cada una de las configuraciones gráficas que aparecen en la Figura 3.

Para ello, hay que tener en cuenta que lo que estoy tratando de identificar son comportamientos que ocurren efectivamente, en la mente del interpretante intérprete y creo, también, que ocurren después de haberse producido los resultados de otras varias operaciones previas que considero interesantes, especialmente desde el enfoque de una semiótica cognitiva.

Esta preocupación por establecer y, en lo posible, describir el desempeño de los comportamientos mentales mínimos es coherente con el enfoque de las investigaciones cognitivas que, de algún modo, han invertido, frente a las que fueron las concepciones dominantes de la Gestalt, el orden en que se considera que se producen los comportamientos perceptuales. En especial, desde David Marr (1982; p. 41 ss.), se considera que la percepción va desde lo elemental hacia lo global y general; sin perjuicio de continuar teniendo en cuenta otras muchas explicaciones valiosas que propuso la Gestalt. Lo que está afirmando Marr es que para cuando reconocemos las grandes formas (o síntesis o imágenes) ya hemos asumido un compromiso subjetivo con ellas, viendo lo que sabemos o lo que queremos ver.

La exigencia de que lo que se propone como explicación pueda servir de base a un programa de computación, puede discutirse en cuanto a su valor epistemológico o puede plantearse como una mera demostración de la utilidad empírica de dicha explicación, pero un enfoque cognitivo de la semiótica requiere conciliar su convergencia con las neurociencias, y con la informática (Paul Thagard, 1993: 2 ss). Y para eso necesita comenzar por la identificación, lo más elemental posible, de las relaciones mínimas y eficaces para la producción de resultados que se integran en nuevas relaciones eficaces para la sucesiva producción de nuevos resultados que resulten a su vez eficaces, hasta la obtención de respuestas que repliquen los comportamientos observables.

Me resultaría imposible elaborar, aquí y ahora, un programa de computación con los datos intuitivamente identificables en las imágenes simbólicas propuestas en la Figura 3. Pero, a mero título exploratorio, trataré de esbozar algunas operaciones analíticas que podrían resultar pertinentes para su posterior diseño.

A los efectos de poder ir siguiendo las reflexiones que propongo, identifico a cada una de las 25 imágenes simbólicas que contiene la Figura 3, mediante los números que escribo aquí y cuya posición, en un rectángulo de 5 x 5 entradas, reproduce las posiciones de las correspondientes imágenes, para su identificación y para saber de qué estoy hablando en cada caso.

Numero las imágenes de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo:

1   2   3   4   5

6   7   8   9   10

11 12 13 14 15

16 17 18 19 20

21 22 23 24 25

Al calificarlas de "imágenes simbólicas" se está afirmando que, respecto de los componentes de cada una y de la manera de relacionarse en el interior de cada imagen, existe un acuerdo social cuyo conocimiento es imprescindible para interpretar el significado de cada imagen. Así que, de cada una tendré que hacer explícito lo que considero que debe saberse y, a partir de ese conocimiento previo, describiré la relación sintáctica de la que, en definitiva, habrá de provenir la interpretación correspondiente, la cual hace explícito el significado construido.

Comienzo por el análisis de la imagen nº 1, o sea, la correspondiente a la esquina izquierda superior.

La percepción más evidente es la del dibujo de una mano. Esto no quiere decir que se capte inicialmente y sin necesidad de instancias previas que se trata de una forma de mano. Las líneas que la componen, incluso las que aparecen tras el contorno de oclusión constituido por el dibujo de lo que, también tras su integración y depuración correspondiente, establecemos que es la representación de un frasco, constituyen la percepción visual de una imagen material que actualiza, en la memoria asociativa, de entre diversos modelos posibles, el modelo atractor de una mano, que es con el que, en definitiva, nos quedamos (Shimon Ullman, 1996: 44 ss). Otro supuesto, que de inmediato rechazamos como absurdo por lo simple que resulta admitir que se trata de una mano, hubiera consistido en interpretar esas líneas como representando a tres motores de un Boeing vistos en perspectiva, sobre un espacio en blanco (el cielo, todo visto desde la ventanilla del avión), o en interpretarlas como una bala y los rastros (la simbolización gráfica) de su desplazamiento. Estos modelos alternativos de atractores los rechazamos porque las transformaciones que habría que realizar para ponerlos en correspondencia con los objetos pretendidamente representados son mucho más artificiales y atípicas que las que tenemos que realizar para admitir que se trata del estereotipo de una mano. Y digo "estereotipo" porque contiene los rasgos convencionales para el dibujo de una mano humana, en cuanto clase de objeto y sin rasgo alguno de individualidad que permitiera identificarla frente a otras posibles manos.

Así, por procedimientos semejantes de selección de rasgos de los otros dibujos componentes, que no describo para no hacer insoportable este texto, llegamos a aceptar que las propuestas perceptuales incluyen la representación de un frasco y de una pequeña nube de vaporización (objeto y fenómeno de los que tenemos disponibles como atractores, en nuestra memoria asociativa, los correspondientes modelos, por nuestra pertenencia a una cultura en la que se registra que puede percibírselos).

Quiero mencionar, aunque no he terminado la enumeración de lo percibible en esa imagen material, el hecho sintáctico que permite interpretar lo que he llamado "una pequeña nube de vaporización" como tal. Los otros objetos: la mano y el frasco, resultaban tales por una opción de su correspondencia con los modelos disponibles. "Una pequeña nube de vaporización" no podría interpretarse por simple asociación con algún modelo mnemónico, sino por su ubicación sintáctica a partir del extremo superior del frasco, parcialmente ocluido por uno de los dedos de la mano. Es suficiente con tapar el resto de la imagen, dejando percibible, tan sólo, la mencionada como "nube de vaporización" para que deje de ser tal (sin que quede definido ningún otro objeto representado por esa imagen). O sea, la dichosa "pequeña nube de vaporización" es una interpretación que dependen enteramente de su relación con el resto de la imagen, o sea, es una construcción puramente sintáctica.

Un par de imágenes más completan el desarrollo de esta imagen simbólica. Son las dos flechas cada una de ellas con su punta duplicada sobre sí misma y enfrentadas en posiciones contrapuestas, una en la dirección vertical de arriba hacia abajo y la otra en la dirección vertical de abajo hacia arriba. Es necesario conocer el código visual de la duplicación o reiteración, habitualmente utilizado para obtener una interpretación de movimiento o, construido con otro tipo de rasgos semejante pero no idénticos, de la velocidad. La sintaxis que asocia, por proximidad, la mano sosteniendo el frasco entre la representación del pulgar y la del índice y el par de flechas de puntas duplicadas y de direcciones contrapuestas, es la que permite una interpretación (que aparentemente teníamos desde el principio) de la propuesta visual, en cuanto destinada a comunicarnos que, determinado frasco (con seguridad, el que, como objeto efectivamente existente, acompaña a la imagen simbólica; con lo que entraríamos en el ámbito de la disposición o sintaxis indicial) debe utilizarse realizando ese movimiento de aproximación entre los dedos pulgar e índice, mientras estos lo sostienen en la posición mostrada.

También necesitamos del conocimiento cultural de que la producción de "una pequeña nube de vaporización" es el objetivo interesante a realizar mediante la manipulación del frasco en cuestión.

Sólo he querido esbozar, por una parte los a priori culturales o construcciones semióticas procedentes de la misma o diferente semiosis de los que necesitamos disponer para interpretar una imagen tan obvia como la presentada en el 1er cuadro de la Figura 3. Por otra parte, también he querido poner de manifiesto cómo la interpretación del interpretante comunicativo necesita, complementaria pero fundamentalmente, de la sintaxis para que el interpretante intérprete construya la interpretación que el interpretante productor está interesado en que construya. Estos son los aspectos normativos o regulares que, integrados con otros identificables en las restantes imágenes (2, 3, 4..., etc.), hacen de estas reflexiones un comienzo de descripción de las relaciones constitutivas de un determinado sistema de signos gráficos.

Continúo, pues, con el análisis de otros aspectos de las 25 imágenes simbólicas de la Figura 3.

1. La representación de la mano. Tratándose de un corpus de configuraciones propuestas a la interpretación como Semiosis Sustituyentes acerca de (predominantemente) la manipulación de determinados objetos e instrumentos, uno de los estereotipos más reiterados es el de la mano o manos. Optar por esta representación, como acabo de afirmar, requiere haberla seleccionado, de entre otras posibles representaciones, por proyección del modelo correspondiente disponible en la memoria asociativa y por ser el que menores transformaciones requiere, para producir una interpretación aceptable de las imágenes percibidas. Está presente (total o parcialmente) en 11 de las imágenes del conjunto (1, 3, 7, 10, 11, 13, 15, 17, 20, 23 y 24) y en otras 7 se la infiere (2, 4, 6, 14, 16[?], 19 y 22) como necesaria para completar la configuración imaginaria de la acción efectivamente representada y socialmente reconocible. En los casos en que la mano está presente, sus relaciones sintácticas fundamentales son las siguientes:

(en 1) la representación de una mano (derecha) y de un frasco con su base sobre la representación de un pulgar de esa mano y su tapa bajo la representación de un índice de esa misma mano, para construir, visualmente, el significado de un "sostener"; que no es el mismo que el construido con esta palabra;

(en 3) la representación de una mano (izquierda) como superficie de oclusión (que, junto con el "contorno de oclusión", son expresiones muy utilizadas por David Marr para referirse a este efecto de obstáculo visual y a su eficacia en la identificación de la noción referencial de objeto; 1982: 218 ss y 295 ss) sobre la representación de la parte media de un tubo de teléfono, para construir, visualmente, el significado de un "asir"; que no es el mismo que el construido con esta palabra;

(en 7: dos manos) la representación de una mano (izquierda), en la parte inferior de una imagen y sobre el borde de una representación de una bolsa (¿de basura?), y la representación de otra mano (derecha), en la parte superior de esa imagen, con la representación de un dedo índice de esa mano ocluyendo la representación de un papel arrugado (¿?) el cual, a su vez, ocluye el resto de la misma mano, para construir el significado, mediante una de ellas (la izquierda), de un "sostener" y, mediante la otra (la derecha), de un "asir" (que no es el mismo que el visualmente construido en 3 ya que sabemos que es una instrucción intermedia que, en definitiva, construye un "arrojar", pero eso surgirá a partir de la integración de este dibujo en una determinada sintaxis existencial; por atractor mnemónico de esa sintaxis, nos anticipamos a interpretar la gráfica en estudio como una instrucción de "arrojar", aunque la estemos viendo fuera de su sintaxis existencial específica); construcción visual del significado de "sostener", "asir" y "arrojar", que no es ya el mismo que el construido con estas palabras;

(en 10) la representación de una mano (derecha) , con los dedos cerrados ocluyendo parcialmente la representación de un cable que termina en la representación de la ficha de un enchufe, para construir, visualmente, el significado de un "asir"; que ya no es el mismo "asir" que el visualmente construido en 3 y en 7, ni es el mismo que el construido con esta palabra (el complemento de "retirar" o "desenchufar" requiere la integración sintáctica del dibujo de la flecha, con su dirección mostrada);

(en 11) la representación del dedo (¿índice?) de una mano (derecha) apoyado sobre la representación de la parte inferior e interna de una oreja humana, para construir, visualmente, el significado de un "introducir" (¿o "limpiar" o "hurgar"?); que no es el mismo que el construido con esta palabra;

(en 13) la representación de la punta de dos dedos, posiblemente pulgar e índice, de una mano (izquierda), apoyados sobre la representación de los dos alambres componentes de la representación de un alfiler de gancho, para construir, visualmente, el significado de un "desenganchar"; que no es el mismo que el construido con esta palabra (el complemento del "empujar" previo, que se necesita para "desenganchar", ha sido solucionado con palabras escritas, las que también son imágenes simbólicas);

(en 15) la representación de dos manos, una (la izquierda) en la parte superior de la imagen, ocluyendo la representación de un costado de una cámara fotográfica, puesta en dirección vertical, y la otra (la derecha) en la parte inferior de la imagen, ocluyendo la representación del otro costado de la misma cámara fotográfica, la cual ocluye la representación del ojo (izquierdo) y de la mitad (izquierda) de un rostro femenino, para construir, visualmente, el significado de un "sostener dirigiendo"; que no es el mismo que el construido con esta palabra (que ello sea una instrucción de una posición posible para tomar una fotografía requerirá de otras informaciones visuales, verbales y comportamentales, complementarias);

(en 17) la representación del dorso de una mano (derecha) con el índice extendido y los demás dedos doblados sobre la palma, apoyando la punta de ese índice sobre la representación de una etiqueta, para construir, visualmente, el significado de un "pulsar"; que no es el mismo que el construido con esta palabra;

(en 20) la representación de una mano (derecha) al final de la representación del antebrazo y la representación de un fragmento del otro antebrazo (izquierdo) con el resto y la mano correspondiente ocluidos por la representación de un envoltorio al que se lo representa sostenido por ambas manos (inferida la izquierda), rodeado, por debajo y por los costados, por la representación de una caja abierta, para construir, visualmente, el significado de un "meter" o un "sacar" (necesitándose de la sintaxis existencial para decidir acerca de esa alternativa); pero que no es el mismo que el construido con estas palabras;

(en 23) la representación de dos manos, la izquierda arriba, apoyada sobre la representación de la tapa de un pequeño botellón, y la derecha abajo, sosteniendo la base de ese mismo pequeño botellón, con la característica gráfica de que ambas manos están duplicadas, acudiendo a ese recurso visual (como ya vimos en las flechas de la imagen nº 1) como representación del movimiento , para construir, visualmente, el significado de un "sacudir" (cuya dirección necesitará de las flechas para quedar construida); y que no es el mismo significado que el construido con esta palabra;

(y en 24) la representación de tres dedos (y de un cuarto semiocluido) de una mano (derecha), de los cuales la punta del índice está apenas ocluida por la representación del orificio central de un CD y la punta del pulgar, del medio y del anular están en contacto con la representación del borde de ese mismo CD, para construir, visualmente, el significado de un "sostener"; que no es el mismo que el construido con esta palabra (y el modo en que el objeto quedará sostenido se reitera mediante palabras. Sin perjuicio de que los elementos gráficos mostrados harían innecesaria esta presencia del lenguaje verbal).

En todos los casos, las representaciones lo son de estereotipos de los elementos representados.

Los aspectos aquí identificados son absolutamente incompletos para explicar el proceso visual de producción del significado de estas imágenes simbólicas, lo que iré completando, pero, posiblemente, sin poder agotarlo, por estar trasladando a lo verbal lo que está propuesto gráficamente para la producción de su correspondiente eficacia significativa.

En efecto, en estos mensajes estoy acudiendo a la palabra (ya que no hago más que escribir) como explicación de la eficacia semiótica de los dibujos, y tal considero que es la eficacia cognitiva, por conceptual, de la palabra (su eficacia para explicar). Lo que no considero como equivalente, ni tampoco que sea visible porque sea decible (o sea, no considero a la palabra una condición de la visión), es la relación entre el dibujo y la palabra o discurso verbal que lo representa. O sea, desde la concepción de independencia pero complementariedad que sostengo como la que interrelaciona las diversas semiosis socialmente concurrentes para conferir significado a los fenómenos sociales, puede decirse que el dibujo (en el caso al que me estoy refiriendo, o sea, en cuanto imágenes simbólicas; lo que no ocurre con las imágenes figurativas ni con las cualitativas) es una semiosis sustituyente que construye instrucciones, informando, sugiriendo o prohibiendo acerca de un tipo determinado de fenómeno social (en estos casos, manipulaciones de objetos), que adquiere significado (o sentido, si lo consideramos como componente atómico de procesos más complejos que los incluyen) por eficacia de tales dibujos. Los fenómenos o las manipulaciones que están representados por los dibujos son Semiosis Sustituidas o, si los enriquecemos con las restantes informaciones (construidas por la confluencia de todas las semiosis: verbal, visual, indicial, etc.) que pueden aplicársele, son Objetos Semióticos (Juan Magariños de Morentin, 2004: Apartado 3). El discurso verbal puede intervenir, a su vez, por supuesto, como Semiosis Sustituyente del dibujo que, así, quedaría, provisionalmente, constituido como Semiosis Sustituida, acerca de la cual la palabra siempre tendrá algo que decir diferente a lo dicho por el dibujo; del mismo modo como el dibujo, en cuanto Semiosis Sustituyente de un supuesto discurso verbal, siempre tendrá algo diferente que mostrar acerca de lo que la palabra, que, provisionalmente, quedaría constituida como Semiosis Sustituida, puede decir como construcción verbal de esa misma acción, que ya no será la misma.

15.5 Intervalo

La característica predominante de la representación visual del objeto, en este corpus de imágenes, es su dinámica. El dibujo muestra lo que se está haciendo con o en el objeto, su uso o su transformación. En este sentido, la imagen simbólica presupone, por lo general, la situación existencial en la que se manipula o a la que se aplica el objeto. Conviene recordar que mi idea es demostrar cómo estas imágenes se diferencian, hasta el punto de constituir otra semiótica particular, de las imágenes figurativas y de las imágenes cualitativas o plásticas.

Así, en (2), la imagen simbólica representa, con notables carencias que imposibilitan la individualización de la persona representada, la imagen especular de un hombre que se está haciendo el nudo de la corbata: situación existencial acerca de cuya correcta realización instruye la imagen en estudio. La representación de los lazos y vueltas de la corbata actualizan, en la simultaneidad de la imagen, los que son pasos secuenciales, sucesivos y temporalmente diferenciados, del comportamiento de anudarse la corbata. Obsérvese que fue necesario representar la cabeza, para que la sintaxis de su ubicación por debajo de ella, al sugerir la representación de que está en torno y a partir del cuello, identificase que lo que se representa es una corbata y no, meramente, una cinta en la que se hace un nudo o, incluso, una serpiente desenrollándose. Obsérvese, también que se ha prescindido de las manos, las que, posiblemente, complicarían excesivamente el dibujo y, por su carácter perceptual de superficies de oclusión, impedirían percibir visualmente lo que se está haciendo con la corbata. Presencias, ausencias y vueltas y pliegues del objeto que van construyendo la sintaxis visual efectivamente significativa. Sintaxis que materializa, determinadas relaciones virtuales, convencionalmente establecidas, pertenecientes, en este caso, al sistema de uso de la indumentaria. La imagen simbólica tiene por objetivo actualizar, exclusivamente, esta característica virtual o esta posibilidad de un concreto aspecto del sistema social, convencionalmente establecido, de la manipulación de objetos.

Destaco lo exclusivo de este objetivo, porque en los casos de las imágenes figurativas y de las imágenes cualitativas, lo efectivamente mostrado, pese a constituir su eficacia  fundamental (individualizadora, en el primer caso y experiencial en el segundo), no agota lo que se muestra, sino que suele ser una mera excusa para actualizar otras asociaciones hacia las que habrá de apuntar, en definitiva, la interpretación; mientras que, en las imágenes simbólicas, mostrar lo que se muestra cumple y agota su propuesta para la interpretación.

Por otra parte, las palabras, aquí, fuera del uso explicativo que les estoy dando, no tendrían eficacia demostrativa respecto del comportamiento visualmente representado. Creo que puede afirmarse que las palabras no están, en las imágenes simbólicas, ni antes ni después del dibujo (en cuanto, si el correspondiente dibujo está bien resuelto, resultan innecesarias para su comprensión), sino que están eficazmente reemplazadas por el dibujo (en cuanto expresivo de lo que, de otro modo, sería indecible).

15.6 Aquello que podemos denominar "elementos estrictamente simbólicos"

Identifiquemos los elementos estrictamente simbólicos que aparecen incorporados en cada una de las imágenes de ese conjunto representado en la Figura 3. Entiendo por "elementos estrictamente simbólicos" aquellos que carecen totalmente de referencia figurativa, incluso de la que aquí hemos considerado como "estereotipada," utilizando este término en el sentido de que no sustituyen a ninguna individualidad, sino que meramente representan a una clase, identificada por sus rasgos perceptuales genéricos y prototípicos (G. Kleiber, 1991: 108 ss). Pues bien, los elementos estrictamente simbólicos son formas elaboradas para representar sólo por convención, o sea, que resulta imprescindible reconocer a tales elementos en cuanto pertenecientes a un código, cuya interpretación requiere necesariamente un aprendizaje.

En este sentido, las palabras son prototipos de lo que estoy denominando "elementos estrictamente simbólicos". Y encontramos palabras en las imágenes simbólicas números 13, 17 y 24. Las expresiones verbales representadas gráficamente (como escritura) en las imágenes 13 y 24 expresan instrucciones cuyo sentido se integra con los restantes elementos gráficos (los cuales, en los casos que estamos revisando, representan comportamientos que realizan instrucciones que pueden o no requerir expresarse verbalmente). Quiere decir que, al menos en los casos 13 y 24, el intérprete productor considera que la representación visual del comportamiento se considera insuficiente para su correcta realización, por lo que se le agrega una específica indicación verbal acerca de cómo actuar.

En la imagen 13, la expresión verbal nombra una acción ("pull/saque") con la que se logra un resultado ("to open/para abrir"). Visualmente, la imagen ofrece la percepción del resultado: al alfiler de gancho (o imperdible) ya se lo ve abierto, que es lo que está enseñando a hacer la imagen. Y lo enseña con otro tipo de elementos simbólicos no verbales que, en este conjunto de imágenes, sólo aparece en esta imagen 13 y que su productor consideró insuficientemente expresivos por lo que recurrió al complemento verbal: son esas pequeñas líneas paralelas a la aguja móvil, tres desde la cabeza del alfiler hacia el centro de la imagen y seis entre la cabeza del alfiler y el dedo que se apoya en la punta abierta. En otro tipo de imágenes, como las de las historietas gráficas, es habitual recurrir a este tipo de imagen expresiva para representar el movimiento (de un auto que avanza, de un pie que corre, de un pájaro que vuela, etc.); justamente lo que se busca representar aquí: un pequeño movimiento hacia adentro (las tres líneas) y un movimiento más amplio hacia fuera (las seis líneas). También estas líneas son elementos estrictamente simbólicos, en cuanto requieren ser aprendidos, pero, por supuesto, diferentes a las palabras.

En la imagen 24, la expresión verbal es redundante, como ya anticipé, puesto que afirma ("this way/de este modo") lo que la imagen muestra, al representar la posición de los dedos, como el modo correcto de sujetar un CD. Salvo las imágenes que prohíben algo, todas las demás podrían agregar esta expresión, ya que ésa es la semántica que construyen visualmente: el modo de hacer algo.

Es distinto el caso de la imagen 17. Aquí, lo verbal es el nombre del objeto hacia el que se dirige la acción del dedo extendido de la mano representada. Conociendo el contexto habitual, todo aparato movido con algún tipo de energía eléctrica o nuclear tiene un pulsador que activa la fuente. Aquí se designa, explícitamente, ese lugar de activación de la energía ("power"), recuadrando la propia palabra que lo designa, como a veces aparece sobre la carcaza del propio aparato; con la representación de cuyo recuadro incrementa la representación visual de la tecla, llave o pulsador digital, a establecer la necesidad de activar el cual se dirige la propuesta semántica de la imagen. Así que, en este caso, la representación de la palabra es una representación del objeto a manipular.

También los números son prototipos de elementos estrictamente simbólicos. Aparecen números en la imagen 22; también en las imágenes 18 y 21, pero, como están asociados con otros elementos simbólicos prefiero dejar el comentario de estos últimos para un poco más adelante.

En la imagen 22, los números representados: un "1" y un "2" identifican respectivamente cada una de dos puntas de algún aparato que se supone conocido o al que se lo ve, simultáneamente, por estarlo manipulando. La configuración total de la imagen con la representación convencionalizada  de un pelo, saliendo de su alvéolo y quebrándose al estar representada la acción de la punta nº 1, junto con la experiencia indicial de nuestro comportamiento depilatorio, y con nuestro papel admitido o impuesto de intérpretes frecuentes de mensajes publicitarios, tiende a que lo interpretemos como la eficacia de determinado artefacto, posiblemente una afeitadora, que, después de la eficaz acción de la punta designada como "1", todavía se reserva la eficacia incrementada por la presencia de la punta designada como "2", quedando fuera del universo semántico aquí representado la eventual formulación de una norma acerca de su manipulación correcta, limitándose a informar acerca de una característica de su funcionamiento.

La flecha o la pluralidad de flechas, constituye otro de los elementos estrictamente simbólicos incorporados a la sintaxis visual de estas imágenes simbólicas. La representación de una flecha ha pasado de ser la representación de un arma que se lanza hacia un objetivo (bélico o deportivo) a ser la representación de la dirección en la que se encuentra ese objetivo o según la que deberá desplazarse determinado objeto, por supuesto dotado de movilidad. Aparecen una o varias flechas en las imágenes simbólicas 1, 3, 6, 10, 11, 14, 23 y 25. También en las numeradas como 18 y 21; pero, de nuevo, dejo su análisis por concurrir con otros: letras y/o números. En todos los casos primero mencionados, siempre se integra junto a la representación de determinado objeto: (1) frasco, (3) tubo de teléfono, (6) solapa de envase, (10) enchufe, (11) dedo, (14) par de cucharones, (23) otro frasco mayor que el primero y (25) señal de bifurcación caminera. En todos estos casos, la sintaxis de esta asociación añade la representación de un movimiento direccional, conforme al cual deberá manipularse el objeto representado: (1) sacudirlo reiteradamente hacia arriba y hacia abajo, (3) levantarlo separándolo, (6) abrir levantándolo, (10) sacarlo horizontalmente, (11) girarlo sobre sí mismo, (14) girarlos circular y simultáneamente, (23) sacudirlo reiterada y lateralmente y (25) separar y juntar la marcha de los vehículos sobre una ruta; siempre teniendo presente que la representación de estas acciones tal como aquí quedan dichas no es la misma que la construida visualmente. Si sacamos la flecha, se pierde el sentido; dejo la reflexión sobre el efecto que produciría esa carencia al ejercicio de vuestra imaginación.

Los casos 18 y 21 tienen de particular que, en el 18, junto a la representación del objeto: una especial conexión eléctrica, están también representados, (a) una pequeña flecha destacada con un círculo, (b) una letra "H" también incluida en un círculo y (c) el número "10" entre dos líneas paralelas, en el exterior de las cuales se contraponen dos flechas. Cada uno de estos tres elementos estrictamente simbólicos aporta, al relacionarse sintácticamente con una parte específica de la conexión eléctrica representada, o sea, (a) con la representación de un tipo de cable visualmente diferenciado, (b) con la representación de un tope que representa un límite y un impedimento de deslizamiento y (c) con la representación de la dimensión de un margen que habrá que preservar (con las flechas indicando, contrapuestas a cada lado, el ajuste de dicho margen), aporta, decía, por esta relación sintáctica, un incremento semántico que hace, de esta imagen simbólica un discurso mucho más complejo que los de las restantes imágenes simbólicas de este conjunto.

Por su parte, la imagen simbólica, que he numerado como "21", integra sintácticamente la representación del perfil de un cuerpo humano, con (a), a nuestra izquierda (a la derecha de la figura humana representada), una columna constituida por una serie de números subrayados; con (b) sobre el mismo lado, una llave de diagrama entre esa columna de números y la representación de la figura; con (c), sobre el mismo lado, una fina flecha que llega desde el medio de esa llave hasta la representación de la cintura de la figura; con (d) una línea de puntos horizontal sobre la representación de dicha cintura. Esto permite interpretar esa columna de números como las medidas que puede llegar a tener la cintura representada. Pero, además, la representación del perfil de un cuerpo humano también se integra sintácticamente, con (e), a nuestra derecha (a la izquierda de la figura humana representada), otra columna constituida por otra serie de números subrayados; con (f) sobre el mismo lado, un línea vertical terminada en sendas y contrapuestas puntas de flecha; con (g) dos líneas de puntos horizontales que vinculan a la punta de flecha superior con el ápice de la representación de la cabeza de la figura humana y la punta de flecha inferior con la representación de la planta de los pies de la misma figura. Esto permite interpretar esta columna de números como las medidas que puede alcanzar la estatura de la figura humana representada. El subrayado de cada uno de los números de cada una de las columnas acentúa visualmente la correspondencia entre los del mismo nivel de una y otra columnas, construyendo la relación semántica entre altura y dimensión lineal de la cintura.

Estas tediosas descripciones tienden a identificar los aspectos visuales que explican la interpretación que, en la comunicación cotidiana, logramos de manera inmediata e intuitiva. Y no puedo dejar de asociar esta reflexión con la "comunicación oral" de un "no especialista" que cita M. Pêcheux, en la introducción al artículo de Courtine (1981); no-especialista que se pregunta irónicamente, refiriéndose a la tarea del análisis de discurso: "¿Es esa disciplina gracias a la cual se emplean diez años en establecer lo que un lector medianamente ilustrado capta en diez minutos?" No perdamos de vista que una cosa es interpretar y otra explicar por qué interpretamos lo que interpretamos; que una cosa es diseñar una imagen para que quien la perciba sepa cómo comportarse y otra explicar por qué esa imagen trasmite esa información. No me estoy justificando (¿o sí?), pero estoy explicando por qué la semiótica es una metodología de investigación en ciencias sociales.

15.7 Necesidad de una sintaxis, al menos virtual

Las imágenes 2, 4, 12, 16 y 19 representan exclusivamente objetos, sin integrarlos sintácticamente con la representación de las manos que eventualmente pudieran manipularlos o de alguno de los otros elementos estrictamente simbólicos a los que ya he hecho referencia: flechas, letras o palabras, ni números.

Pero, en todos los casos, se proponen a la percepción efectivas relaciones entre representaciones de objetos, de modo tal que siempre se perciben representaciones de más de uno, ya que, de lo contrario, no construirían ninguna instrucción ni información, sino que meramente consistirían en la mostración de una representación empobrecida, en cuanto estereotipada, la cual, sin ninguna configuración de uso que la justifique, carecería de significación. Es lo que parecería ocurrir con la imagen 12 que consiste en la representación del sol, desplazado hacia la derecha y hacia la parte superior del recuadro, y de algunos de sus rayos. Se requiere la experiencia de haberla visto estampada en la carrocería de algunos ómnibus o vehículos públicos, cerca de la puerta de acceso y junto a otras imágenes simbólicas que informan acerca de comodidades que se ofrecen al potencial pasajero, para que la interpretemos como informando acerca de la polarización de los vidrios de la ventanilla que protegen de la crudeza de la luz solar.

O sea, que la sintaxis necesaria puede establecerse, no sólo entre aspectos gráficamente representados en el interior de la imagen, sino que también puede establecerse relacionándola con actividades o con otros elementos externos a la imagen, pero en una proximidad que permita establecer la vinculación entre ellos. Una imagen que tuviera una única representación de un objeto o que no pudiera vincularse a otra representación, actividad u objeto existencial externo a esa imagen, o sea, una imagen sin relaciones sintácticas internas o externas a la propia imagen, no sería nunca una imagen simbólica, en cuanto no construiría significación alguna.

La necesidad de poseer las claves interpretativas que permitan identificar las representaciones propuestas a la percepción y las relaciones que se establecen entre ellas, vincula estas imágenes al campo de lo simbólico, en cuanto convencionalmente vigente. Es el caso de la dificultad o, incluso, imposibilidad de interpretar la imagen 16: se identifica la representación de dos dientes, uno en la parte superior y otro en la inferior que corresponderían a ambos maxilares. Incluso puede interpretarse, en la zona intermedia, la representación de un cepillo de dientes, si bien en un extraño escorzo. Pero el cuarto elemento resulta, al menos para mí, imposible de interpretar, ya que, aunque representase a la pasta dentífrica, no advierto cuál pueda ser la acción que se sugiere o el modo correcto de realizarla que se propone, con lo que la imagen en su totalidad, al carecer de una estructura sintáctica reconocible, pierde su capacidad semántica y se hace opaca.

Quedan tres imágenes que incluyen dos modos gráficos de representar la prohibición, mediante los correspondientes elementos estrictamente simbólicos: las aspas o la "X", por una parte, con su representación generalizada de lo "tachado" o "eliminado" y, por otra, el trasplante metafórico de la señal (que, en estricta terminología semiótica, no es tal o que no lo es en todos los casos, ya que la función semiótica de la "señal" consiste en anticipar la presencia futura del objeto representado) de tránsito que establece la prohibición de circular o, superpuesta a una "E" o una "P" representativas (la última por influencia anglosajona) de estacionar y que se generaliza hasta establecer la idea de prohibición respecto a transportar el tipo de objetos o realizar el tipo de comportamiento, que aparezca representado bajo ella.

En realidad, sólo la imagen 9 es clara en su prohibición de bañarse, por la metáfora de la superposición de la prohibitiva señal de tránsito sobre la representación de la bañadera con la representación del agua cayendo de la ducha abierta.

La imagen 5 se sabe que prohíbe, pero no se sabe exactamente qué es lo que prohíbe: si prohíbe beber agua (en el contexto de algún comportamiento determinado, posiblemente alimenticio) o volcar en un vaso algún líquido (del que por la disposición de su uso se sabrá de cual se trata). Y de la imagen 8 también se sabe que prohíbe, por la "X" tachando las tres líneas paralelas, pero tampoco es claro lo que prohíbe, salvo por el indicio (que tampoco es tal en estricta terminología semiótica, ya que la función semiótica del "indicio" consiste en recuperar la presencia histórica del objeto representado, sino ambiguo estereotipo de no se sabe bien qué objeto pretendidamente representado) de que las líneas levemente curvadas del rectángulo que contiene la información prohibitiva, aludan a un televisor; con lo que lo prohibido sería encender la televisión.

En el próximo apartado, procuraré sistematizar las laboriosas observaciones realizadas con relativa minuciosidad, elaborando lo que considero serían las reglas del sistema simbólico al que pertenecen estas imágenes.

O sea, por una parte, pretendo sostener la afirmación de que, si se dispone de un corpus de configuraciones gráficas (como también ocurriría si se dispusiera de un corpus de contextos verbales o de disposiciones existenciales) junto con el conjunto de las relaciones sintácticas efectivamente aplicadas para su construcción, sería posible conocer el sistema del cual proceden, siempre suponiendo que, en todos los casos en estudio, se trata de signos (imágenes, palabras o comportamientos) simbólicos, por tanto relativamente unívocos y convencionales.

Y, por otra parte, también pretendo sostener la afirmación de que, sólo si se conocen las reglas de un sistema de signos simbólicos, será posible explicar cómo la interpretación podrá atribuir determinada y no otra significación a las configuraciones gráficas (o los contextos verbales o las disposiciones existenciales) que se están percibiendo en un momento dado.

15.8 Las reglas del sistema de las imágenes simbólicas

Voy a tratar de describir las reglas que constituyen el sistema de donde han surgido las configuraciones de las imágenes simbólicas sobre las que he estado trabajando. Cumpliendo con esas reglas, un interpretante productor podría proponer, a los eventuales interpretantes intérpretes, otras configuraciones visuales destinadas a comunicar, mediante las correspondientes propuestas de percepciones visuales, otras instrucciones, informando, sugiriendo o prohibiendo otros determinados comportamientos, igualmente relativos a la manipulación de objetos. O sea, a partir de determinado sistema de signos simbólicos puede construirse una cantidad indeterminada de textos (configuraciones icónicas, disposiciones existenciales o contextos simbólicos).Tal es el ámbito en el que se cumple la eficacia semántica de las imágenes simbólicas procedentes del sistema de reglas identificadas en el análisis.

Esta enumeración no agota las reglas posibles ni las reglas necesarias para la existencia eficaz de un sistema de generación/interpretación de configuraciones visuales, con características de imágenes simbólicas. Sólo registra (algunas de) las efectivamente utilizadas para la construcción del repertorio de imágenes simbólicas sobre las que he trabajado. Otras configuraciones nos permitirían acceder a otras reglas que se integrarían en el mismo sistema o en otro sistema afín. Por ejemplo, las identificaciones visuales de los respectivos baños (o "toilettes") de hombres y de mujeres, por lo general se construyen con la imagen estereotipada del perfil o borde de una superficie de oclusión que representa frontalmente, en un caso, a una mujer, identificable por estar representada con melenita y pollera (o falda) y, en el otro, a un hombre, identificable por estar representado con saco y pantalón (existen variantes, por supuesto, que se orientan, en todos los casos, a producir una identificación visual diferencial, por género). O sea, no se representa la actividad que va a cumplirse, ni el modo de cumplirla, ni el mobiliario sanitario a utilizar, sino que se vincula a cada imagen con el correspondiente espacio asignado a uno u otro sexo (o, más bien, a una u otra forma de vestir), ya bien asociándolo a la imagen mediante la correspondiente flecha direccional o ya bien situando las respectivas imágenes visuales sobre las puertas de los correspondientes espacios. Se trata de dos reglas no utilizada por las imágenes estudiadas, pero (suponiendo que incluimos a las correspondientes imágenes simbólicas que acabo de describir en nuestro repertorio) con las que podríamos comenzar la descripción normativa del sistema en estudio:

Proponer una representación del protagonista de la acción, sin ninguna referencia a la acción en cuestión; un implícito visual, fuertemente motivado por el respeto a las "buenas costumbres" y fuertemente establecido en el imaginario social, como para identificar inequívocamente el significado de la imagen en cuestión;

identificar una diferenciación de género por criterios convencionales de la representación del uso diferencial de la vestimenta, con independencia de la actualidad o de la pérdida de vigencia de dicha vestimenta; y continúo, ahora sí, con el registro de las reglas emergentes de nuestras 25 imágenes simbólicas;

utilizar la imagen de una o varias flechas para representar el movimiento y/o la dirección, en casos, como el presente, que solo incluyen imágenes gráficas estáticas;

utilizar la imagen de la "X" o la metáfora de la imagen de "no estacionar" o de "no avanzar" superpuesta a la representación de un objeto o acción para prohibir dicha acción o la manipulación de dicho objeto. El uso de la "X" para trasmitir la idea de eliminar o prohibir, así como su significado más inmediato de "tachar", no deja de ser una exploración interesante: ¿por qué se tacha con una "X"?; sería una petición de principio explicarlo afirmando que la "X" se construye con el doble ademán que constituye un gesto de rechazo;

representar la acción o el estado de cosas inmediatamente anterior a la producción del resultado deseado;

duplicar con palabras lo representado con la imagen. Esta duplicación, o es innecesaria, y por tanto criticable, dado que ya lo expresa adecuada y suficientemente la imagen, o es necesaria para entender lo representado, pero igualmente criticable, por haber aceptado la comunicación basada en una imagen insuficientemente expresiva para identificar la instrucción correspondiente;

utilizar letras y/o números para remitir a instrucciones escritas, ajenas a la configuración visual propuesta (pertenecientes a algún folleto en el que se integra o que acompaña a la imagen instructiva);

utilizar números para aportar información métrica no representable visualmente o no representable en cuanto totalidad de sus variaciones posibles, por economía comunicativa;

asociar la representación de una característica o cualidad con el objeto o ámbito del que se destaca esa característica o cualidad, superponiendo, físicamente, la imagen instructiva sobre el objeto o ámbito;

la mayoría de las acciones representadas consisten en "manipulaciones", no obstante, es posible que la concreta representación de la mano esté elidida, representándose a los objetos como entidades metafóricamente "animadas" o dotadas de movimiento propio. Puede haber otras reglas; por el momento llego hasta aquí y dejo a la observación del lector la identificación de las otras posibles.

15.9 Conclusión

Me parece oportuno concluir (provisionalmente) estos desarrollos acerca de la semántica de las imágenes simbólicas, con algunas reflexiones que las encuadren y fundamenten en la correspondiente problemática semiótica y cognitiva.

En principio, considero haber justificado mi hipótesis acerca de la diversidad de problemáticas tanto semióticas como cognitivas que comparten, a veces de modo equívocamente indiferenciado, el espacio epistemológico de la iconicidad visual. Supongo que se habrá hecho evidente que lo que he ido explorando es pertinente para explicar la eficacia semántica de un tipo de imágenes a las que he calificado de "simbólicas" y que eso mismo no sería en absoluto pertinente como explicación de la eficacia semántica de los otros dos tipos de imágenes que (provisionalmente) he calificado como "figurativas" (ejemplificadas con la fotografía de Frida Kahlo de la Figura 2) y como "plásticas" o "cualitativas" (ejemplificadas con la propuesta de Ron Van Der Werf de la Figura 1).

Un aspecto que surge como interesante del análisis que he ido realizando, sobre las configuraciones de las imágenes simbólicas, consiste en su aspecto "deíctico" en cuanto construye el significado de la manipulación de objetos o la realización o impedimento de comportamientos determinados que están involucrados en el concreto acto de comunicación que se está produciendo. La calificación de "deíctico" corresponde a una posibilidad en el caso de los enunciados lingüísticos, los que pueden no ser deícticos; y la diferencia radica en que, en el caso de las imágenes simbólicas, los enunciados visuales que éstas configuran no pueden dejar de ser deícticos. Es decir, las configuraciones de imágenes simbólicas no construyen significados universales o abstractos, sino que siempre están referidos a existentes específicos. Los 25 gráficos analizados3 encuentran su sentido en la medida en que son aplicables al manipuleo de objetos determinados o a la realización eficaz de determinados comportamientos o a su prohibición.

Esto tiene dos derivaciones: por una parte, la necesidad de explorar los que podemos denominar "actos gráficos" o bien “iconopoiésis”. Semejantes a los actos de habla ("hacer cosas con palabras") en que, así como éstos requieren, para ser eficaces, la concurrencia de otros factores además de determinados enunciados lingüísticos, los actos gráficos ("hacer cosas con imágenes") requieren el complemento de otras instancias, además de la propuesta comunicativa de la propia imagen simbólica. Así como, por ejemplo, la eficacia de la promesa, en el caso de los actos de habla, no se cumple si el que promete ha decidido no cumplir su promesa y/o si aquel al que se le promete algo no desea lo que se le promete; así también la eficacia informativa, por ejemplo, de la imagen simbólica del nº 12 (el recuadro con el sol y los rayos de luz) no se cumple si se la adhiere al respaldo de una silla, o tampoco se cumple la eficacia de la instrucción de la imagen simbólica nº 13 (la instrucción para abrir el alfiler de gancho) si correspondiese a un folleto acerca del modo de lograr el correcto funcionamiento de una fotocopiadora. Por el contrario, los actos gráficos difieren de los actos de habla en que su eficacia semántica se obtiene con independencia de la voluntad del que lo formula y de que aquel al que se instruye siga o no lo que se le propone gráficamente; el comportamiento de este último podrá fracasar, pero ello no anula la eficacia del acto gráfico; cómo abrir un alfiler de gancho (un imperdible) está correctamente enunciado en la imagen simbólica nº 13, aunque su destinatario prefiera abrirlo de otro modo (por ejemplo, doblándolo). O sea, en el acto gráfico, la eficacia semántica es independiente de la eficacia comunicativa para que se cumpla la instrucción que formula; mientras que, en el acto de habla, no se produce su eficacia semántica, salvo que se den las restantes condiciones implicadas.

Por otra parte, la relación entre la imagen simbólica y determinado objeto o comportamiento constituye fundamentalmente una proposición pertinente a la semiótica indicial. O sea, semánticamente, organiza un comportamiento, por lo que necesita, tanto si se lo cumple correcta como incorrectamente, integrarse en una disposición existencial; tiene que tener realización física, alcance ésta o no el éxito. Así pues, estas imágenes simbólicas pertenecen a la semiótica visual en cuanto configuraciones perceptuales, pero cumplen su eficacia en el ámbito de la semiótica indicial.

Y esto nos lleva a reflexionar acerca del tipo de temporalidad que generan, como específico efecto semántico, estas imágenes simbólicas. En general, creo poder afirmar que las imágenes simbólicas se sitúan siempre en un presente, el de la acción representada, desde el que se construye el futuro de determinado resultado del que se explica como conseguirlo o se prohíbe su realización. A veces (figuras 3, 6, 10, 13, 18, 24) el presente en que se sitúa la imagen simbólica representa la forma correcta del estado-resultado, con lo que tal presente es el futuro de un proyecto que se representa ya realizado4.

Siendo todo esto claramente distinto de lo que, tanto semiótica como cognitivamente, ocurre con las imágenes figurativas (lo escrito no aporta nada a la explicación de la eventual eficacia semántica de la fotografía de Frida Kahlo) o con las imágenes plásticas (tampoco aporta nada a la explicación de la eventual eficacia semántica de la propuesta visual de Van Der Werf), creo haber demostrado efectivamente que se trata de tres semióticas distintas.

Notas

1 El otro implícito, subyacente en lo que voy desarrollando, rechaza categóricamente la opción, característica del enfoque positivista, de privilegiar un objeto observable real, en el sentido concreto, existente fuera de mi ‘mente’. Yo opto por privilegiar la tarea de explicar cómo conozco a ese existente (y, para eso, tengo que explorar las características y operaciones de mi mente/cerebro), con independencia del problema de su existencia. Por supuesto que no cuestiono lo óntico; no creo que seamos el sueño de un loco en el rincón de un manicomio. Pero como no me interesan, y esa es mi opción personal, las características metafísicas de la semiótica, sino sus aspectos metodológicos, lo que sí me interesa es tratar de encontrar una explicación posible (hasta que se desgaste y se requiera otra) acerca de cómo puede construirse el significado del mundo mediante las semiosis que están disponibles, en este momento y en este espacio (latinoamericano) de la historia y de la cultura. Y no considero que esta actitud metodológica sea superior en algo a la actitud metafísica, ni considero a ésta superior en algo a la mía. Lo que expuse y lo que voy trabajando es el camino que considero eficaz para llegar a donde pretendo y lo seguiré explorando hasta que note que aquello a lo que no da respuesta junto con el conjunto de las contradicciones en las que inevitablemente incurro (pero de las que tomo conciencia porque hasta allí llegué) plantean una exigencia insoslayable, me toque a mí asumirla o a otro, de superar el lenguaje con el que construyo ese fragmento de la explicación del mundo en cuya elaboración he comprometido mi existencia.

2 Esta expresión "interpretante intérprete" encuentra sentido en la correlación peirceana con las de "interpretante productor" e "interpretante comunicativo"; con dudas acerca de la autonomía conceptual del último, he utilizado fructíferamente las otras dos variantes del interpretante (ver Robert Marty, 1990 y Juan Magariños de Morentin, 2002a: apartado 13).

3 Entre estas imágenes simbólicas a las que he venido analizando, se incluyen también, entre otras muchas, los ideogramas, la escritura jeroglífica, los jeroglíficos (también conocidos con la designación francesa, de vetusta reminiscencia latina, "rebus" o acertijos gráficos o dibujos enigmáticos), los dibujos de ciertos textos científicos y técnicos de plantas y flores, maquinarias, anatomía, etc., los planos y representaciones provenientes de los sistemas gráficos utilizados en arquitectura, las fórmulas estructurales de la química, las configuraciones heráldicas en los escudos de armas y, por supuesto, los Grafos Existenciales ("Existential Graphs") de Charles Sanders Peirce (CP. 4.347-4.584). La versión actual que, por su quasi-omnipresencia, hace imprescindible su conocimiento, abarca las indicaciones de las computadoras (con una fuerte implantación del término "iconos"), de informaciones deportivas, universitarias, hospitalarias, de circulación vehicular, de agricultura y ganadería, de industria textil, lavado y planchado y cuidado de prendas, de super e hipermercados, ferrocarriles, aeropuertos, aduana, cambio de moneda, bancos, turismo, correos y teléfonos, informaciones para minusválidos, identificaciones religiosas: cristianismo, judaísmo, islamismo, budismo, etc. (ver Otl Aicher & Martin Krampen, 1979).

4 Sugiero relacionar esto último con la siguiente cita de Peirce: 2.270 (Volumen II. ELEMENTOS DE LÓGICA / Libro II. GRAMÁTICA ESPECULATIVA / Cap. 2: La división de los signos / §9. La tricotomía de los argumentos) "Una abducción es un método de formular una predicción general sin ninguna seguridad positiva de que tendrá éxito, tanto para un caso especial como de modo general, consistiendo su justificación en que es la única esperanza posible de regular nuestra conducta futura racionalmente y de que la Inducción a partir de la experiencia pasada nos proporcione un fuerte estímulo para confiar en que será exitosa en el futuro." O sea, la eficacia lógica de las imágenes simbólicas, en el caso específico de las instrucciones acerca de comportamientos y de la manipulación de objetos (y no sé, todavía, si no se podrá generalizar a la totalidad restante de tales imágenes), sería la de la abducción o retroducción, con interesantes consecuencias (todavía por explorar) acerca de su procesamiento analítico y de su contenido semántico.

 

16 LO QUE EXPLICA LA SEMÁNTICA VISUAL*

16.1 Prolegómeno

La actitud básica de todo investigador que trata de explicar cómo se produce el significado de algún fenómeno de su entorno, consiste en asumir que la capacidad del ser humano para percibir un fenómeno, requiere haber conocido previamente algún o algunos enunciados que le atribuyen existencia ontológica. Este enunciado puede tener cualquiera de las características semióticas identificables: ser un texto verbal, visual, auditivo, comportamental, etc., o por combinatoria de los anteriores; requiere ser diferente del fenómeno y referirse o contener referencia(s) al mismo; el intérprete puede haberlo registrado intencionalmente o de modo subconsciente o, incluso, inconsciente. El Esquema 1, en el Anexo, sintetiza e interrelaciona estas características. Esta conceptualización de la Facultad Semiótica, como ya hemos visto anteriormente, supone por tanto que se requiere un enunciado semiótico para que determinado fenómeno tenga existencia ontológica, o sea, para que tal fenómeno exista para el conocimiento (ver también: Magariños de Morentin, 2005b).

Un interesante repertorio de tales enunciados posibles, capaces de conferir existencia ontológica a los fenómenos del entorno, puede provenir de la reflexión acerca de lo que Charles S. Peirce denominó “Los 10 signos” (ver, antes, 6.4.2 Los 10 signos de Ch. S. Peirce, en la génesis de las semióticas particulares).

 

En este trabajo, me limitaré a desarrollar la capacidad cognitiva exigida al intérprete a partir de los enunciados de naturaleza icónica, en su especificidad visual y a través del análisis de sus 3 variantes fundamentales: (1) imágenes visuales plásticas (Figura 1); (2) imágenes visuales figurativas (Figura 2); y (3) imágenes visuales conceptuales (Figura 3).

16.2 ¿Qué se entiende por “semántica visual”?

La respuesta más inmediata a esta pregunta puede intentarse diciendo que “la semántica visual” es una expresión que, en principio, designaría, por una parte, la capacidad de las imágenes materiales visuales para dar cuenta del significado de determinados fenómenos y, por otra, la disciplina que se propone explicar el proceso mediante el cual ello ocurre.

Plantear la pregunta a la que trato de responder implica que considero problemático identificar de qué se habla, cuando se habla de “semántica visual”. No obstante, es un tema que, por lo general, sólo aparece incidentalmente tratado en los estudios de semiótica visual sin que, en la medida en que he podido informarme, haya sido tomado como tema central de algún desarrollo expositivo o de alguna investigación empírica. Se ha estudiado el significado de las imágenes visuales, pero predominantemente como resultado de la producción artística; considero, no obstante, que una semántica visual comienza desde mucho antes de la transformación retórica, al simple nivel de la percepción visual de una imagen material visual. Dejo también de lado el uso de la expresión “semántica visual” en estudios de lógica computacional, donde se la vincula con la representación visual de estructuras cognitivas, utilizando como instrumento específico a la semántica formal. No es que este enfoque sea ajeno a la problemática de la semiótica, ya que, pese a una casi completa exclusión de cualquier referencia a la semiótica, esos estudios parten de definir al “lenguaje visual” como “equivalente en poder expresivo a los lenguajes de inclusión de términos expresados en forma textual” (Gaines, B. R., 1995). Exclusión bastante inexplicable ya que fue Peirce, en sus “Grafos Existenciales” (CP: 4.347-584), uno de los que mayor utilidad y consistencia le dieron a la representación gráfica de las estructuras lógicas. Pero mi intención no es seguir esta línea de investigación (con una interesante temática que incluye la imposibilidad de comprender las explicaciones geométricas si se prescinde de las correspondientes figuras), sino establecer los alcances del término “semántica” cuando, calificada como “visual”, se utiliza la expresión resultante para designar las características de las imágenes materiales visuales a partir de las cuales un intérprete puede representarse determinadas características de determinados fenómenos del entorno natural y social, así como también para designar a la disciplina que estudia el proceso correspondiente.

Pero ya he transformado lo que empecé diciendo; esta última definición designativa no es equivalente a la inicial; veamos sus diferencias. Ya no se trata de una “capacidad de las imágenes materiales visuales” sino de “las características de las imágenes materiales visuales a partir de las cuales un intérprete puede...” Es bastante frecuente en el lenguaje de las ciencias sociales que, mediante el uso de paráfrasis y con la estructura de metáforas (y, en especial, de “metáforas muertas”, en la designación de Paul Ricoeur, 1977, p. 427 ss, o sea, tan habituales que ni percibimos que son metáforas y producen la falacia de considerarlas referencialmente descriptivas), se atribuyan a entidades inorgánicas (tanto materiales como ideales) cualidades que corresponden a la actividad de un sujeto agente e, incluso, aquellas que requieren el uso del pensamiento. Tal la falacia de atribuir a las imágenes materiales visuales la “capacidad... de dar cuenta del significado...” Ajustando la expresión, digo ahora que las imágenes materiales visuales tienen “características... a partir de las cuales un intérprete puede...”, con lo cual quien produce la significación es el interpretante intérprete (Magariños de Morentin, J., 2003a, Cap. 12) y no las imágenes (como, mutatis mutandis, no es el texto, sino el lector), coincida o no esta interpretación con la que se propuso el intérprete productor (autor) al configurar la imagen en estudio. En definitiva, las imágenes materiales visuales no tienen capacidad para dar cuenta del significado de determinados fenómenos; pero las imágenes materiales visuales poseen características que permitirán a un intérprete representarse otras determinadas características de determinados fenómenos.

Esta es otra modificación: ni siquiera refiriéndome al intérprete digo que mediante determinadas características de las imágenes materiales visuales el intérprete capte el significado de determinados fenómenos. Digo que por su intermedio un intérprete podrá representarse determinadas características de determinados fenómenos, lo que evidentemente no constituye un sinónimo del significado de determinados fenómenos. Con lo cual, cuestiono también que las imágenes o determinadas de sus características puedan ser utilizadas para la representación o la construcción del significado de determinados fenómenos; pueden representar otras determinadas características de determinados fenómenos, que no necesariamente constituyen su significado. Esto puede comprenderse teniendo en cuenta que ninguna semiosis es autosuficiente, y que cuando un intérprete contempla una imagen material visual, como cuando contempla cualquier otro tipo de espectáculo natural o artificial, le está agregando aquel texto simbólico que considera más afín con lo percibido, desde su propio sistema ideológico, construyendo así un significado que no procede de la pura percepción (Magariños de Morentin, J. 2005a). O sea, el límite de lo que puede llegar a afirmarse es que mediante determinadas características de las imágenes materiales visuales, un intérprete puede representarse otras determinadas características de determinados fenómenos. Explicar lo cual sería el objetivo de la disciplina a la que llamamos “semántica”.

Al no tratar, al menos en principio y necesariamente, del significado, el nombre de tal disciplina se distancia también de lo que habitualmente se interpreta como su pertinencia específica y sólo nos queda el nombre, irreflexivamente aplicado, de una disciplina que, respecto de otro objeto de conocimiento, da cuenta de otro proceso diferente. Nuestro objeto de conocimiento está constituido por las imágenes materiales visuales y lo que un intérprete puede producir a partir de ellas (exclusivamente) sólo merecería el nombre de “representación de determinadas características de determinados fenómenos”, lo que, de ser así, está muy distante de lo que se designa como “significado de determinados fenómenos”, para cuya producción se requeriría la concurrencia de otras semiosis diferentes de la visual.

Si decidimos conservar la designación de “semántica” para tal disciplina, deberemos aclarar que su objeto de conocimiento consiste en establecer cuáles son las características de las imágenes visuales a partir de las cuales un intérprete puede representarse otras características de determinados fenómenos, que ya no son las imágenes materiales visuales sino lo por ellas representado, y establecer cuáles sean estas otras características de esos otros fenómenos y cómo se produce la representación de estas últimas a partir de las primeras.

Si fuéramos admitiendo lo qué pretende decir todo esto y estuviéramos de acuerdo en el desplazamiento del campo de estudio que he propuesto y con la necesidad de estudiar las consecuencias lógicas de tal desplazamiento, estaríamos más cerca de comprender qué entendemos por “semántica visual”.

16.3 Tres semánticas visuales, una para cada operación cognitiva diferente

Hay todavía otra dificultad. Esa operación, que realiza el intérprete para relacionar determinadas características de determinada imagen material visual con determinadas características de determinado fenómeno por ella representado, varía según tres parámetros claramente diferenciables.

Primero (y sigo el orden lógico propuesto por Peirce al estructurar su faneroscopía: CP. 1.300-1.353; y su gramática especulativa: CP. 2.219-2.444) el intérprete selecciona, en la imagen material visual, determinados rasgos perceptuales con los que dicho intérprete actualiza, en su mente, la pura representación de una experiencia sensorial en cuanto tal; libre, por tanto, de su vinculación con el fenómeno que la produce. “Imagina que configuro y que, en un estado soñoliento, tengo una vaga, no objetivada, menos todavía subjetivada, sensación de rojez o de gusto de sal, o un dolor o pesadumbre o alegría, o la sensación de una prolongada nota musical. Esto sería lo más cercano posible a un estado de sentimiento puramente monádico” (CP. 1.303). Tal sería el encuadre más general de la imagen material visual plástica. (Figura 1 [55])

[55] [Figura 1. Imagen material visual plástica: Jackson Pollock: Male and Female (1942)]

[56]  Figura 2. Imagen material visual figurativa: Vincent Van Gogh: Paysanne (1888)

 

 

Segundo, el intérprete selecciona, en la imagen material visual, determinados rasgos perceptuales con los que dicho intérprete actualiza, en su mente, la concreta representación de un existente individual. “En la idea de realidad, la Segundidad (“Secondness”) es predominante, ya que lo real es aquello que se impone, exigiendo ser reconocido como otro distinto de lo que la mente crea” (CP. 1.325). Tal sería el encuadre más general de la imagen material visual figurativa. (Figura 2 [56])

Tercero, el intérprete selecciona, en la imagen material visual, determinados rasgos perceptuales con los que dicho intérprete actualiza, en su mente, la representación convencional de una norma o valor social o significado. “Terceridad (“Thirdness”), en cuanto categoría, es lo mismo que mediación” (CP. 1.328). “Un Símbolo es un signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de una ley, habitualmente una asociación de ideas generales, que hacen que se interprete el Símbolo como referido a ese Objeto" (CP. 2.249). Tal sería el encuadre más general de la imagen material visual conceptual. (Figura 3 [57]: propuesta contemporánea, y Figura 4 [58]: propuesta medieval)

   [57]  Figura 3. Imagen material visual conceptual: Otto Neurath; Isotipos – desde 1924

La descripción de las características semióticas fundamentales de estas tres clases de imágenes materiales visuales la he realizado en otro trabajo (Magariños de Morentin, J., 2000). Allí, en el aspecto semántico, apenas esbocé un tratamiento de lo que serían las operaciones de interpretación posibles para cada una de ellas, lo que ahora me propongo ampliar, bajo la designación genérica de "Semántica Visual". Este enfoque requiere formular las hipótesis adecuadas para disponer de una respuesta explicativa a los siguientes interrogantes: ¿qué ve el intérprete cuando mira la imagen visual?; ¿con lo que ve, qué reconstruye en el mundo? y ¿a partir de lo visto, qué variaciones archiva en su memoria?

 

 

 

 

 

 

 

                                    [58] Figura 4. Imagen material visual conceptual:

                                    Marfiles de San Millán de la Cogolla, 1068.

                         

 

16.3.1 Semántica de la imagen plástica

¿Qué ve el intérprete cuando mira una imagen material visual plástica? Ver, como lo define D. Marr (1982, p. 3), consiste en "saber qué hay dónde, mirando", y lo que ve el intérprete en este tipo de imágenes son percepciones sensoriales visuales opacas. Si bien esto es lo que se ve cuando miramos algo (Primal Sketch, en D. Marr, 1982: 42), en el caso de la visión dirigida hacia una imagen material visual figurativa o conceptual se trata de ver algo diferente a lo que se está mirando: no interesa (al margen de las valoraciones estéticas) la imagen sino lo representado (2½-dimensional Sketch; ibidem. Y también: 3D Model Representation; D. Marr, 1982: 305). Pero, en el caso de la imagen material visual plástica, lo que está mirando es todo lo que el intérprete ve; o sea, son percepciones sensoriales visuales destinadas a configurar la apariencia visual de la propia imagen material visual en cuanto objeto percibido. Las relaciones de asociación, superposición y distancia entre las percepciones sensoriales visuales disponibles (textura, color, forma) son vistas como propuesta definitiva y no referencial.

¿Con lo que ve, qué reconstruye en el mundo? Nada. La calidad de objeto que tiene lo percibido sólo consiste en el conjunto de las percepciones sensoriales visuales que se están percibiendo; no hay otro, ni siquiera su soporte físico (el cuadro) como algo independiente de tales percepciones, ni, mucho menos, algo distinto construido a partir de tales percepciones. Sólo se recupera su eficacia en cuanto signo en la medida en que puede afirmarse que el propio intérprete forma parte del mundo que se está construyendo, de modo que las percepciones sensoriales visuales que el intérprete ve en una imagen material visual plástica lo reconstruyen a él mismo en cuanto constituyen una nueva experiencia perceptual-emocional o la actualización de una experiencia perceptual-emocional ya experimentada previamente. O sea, la imagen material visual plástica únicamente modifica el universo de experiencias perceptuales que configuran al propio intérprete.

¿A partir de lo visto, qué variaciones archiva en su memoria? Una reiteración, variación o ruptura respecto de alguna otra experiencia perceptual que hubiera tenido precedentemente (por ejemplo, el sentimiento provocado por las texturas de los dibujos de Piranesi). O sea, el recuerdo reforzado o transformado de los qualia, las sensaciones, emociones o sentimientos de que disponía, en función de percepciones visuales anteriores, o un nuevo recuerdo del que dispondrá para elaborar otras sensaciones, emociones o sentimientos como resultado de la interpretación de otras determinadas futuras situaciones de percepción visual (sobre los qualia ver Peirce: C. P. 6.222-6.237; Wittgenstein, 1953: 243ss; y actualmente, por ejemplo, Dennet, 1995: 381).

16.3.2 Semántica de la imagen figurativa

¿Qué ve el intérprete cuando mira una imagen material visual figurativa? El intérprete ve determinadas propuestas de percepciones sensoriales visuales (textura, color, forma) entre las que establece determinadas relaciones de asociación, superposición y distancia, generando marcas (Grupo μ, 1992, p. 151), ejes y contornos de oclusión (Marr, D., 1982, p. 307 ss y p. 218 ss), tendientes a fijar la unicidad de las relaciones establecidas. Con esta tarea, y respecto de las relaciones propuestas por el intérprete productor, el interpretante intérprete las admite o rechaza o se sitúa en cualquiera de los puntos intermedios del gradiente que separa la admisión del rechazo.

¿Con lo que ve, qué reconstruye en el mundo? Mediante las relaciones que establece actualiza esas mismas o semejantes o contradictorias relaciones históricamente percibidas en el mundo o en otras imágenes materiales visuales figurativas y conservadas en su memoria visual asociativa (Kosslyn, S. M., 1996: 214ss) como atractores. Lo que percibe lo proyecta como mostración de las formas del mundo. Por tratarse de imágenes materiales figurativas lo que el intérprete reconstruye es la identidad individualizadora de tales formas del mundo (lo irrepetible de la silla de Van Gogh) atribuyéndole existencia ontológica.

¿A partir de lo visto, qué variaciones archiva en su memoria? Asociaciones de rasgos, que se registran como nuevos atractores tendientes a ratificar, contradecir o expandir las reglas de relación que construían los precedentes atractores, con lo que se constituye la calidad dialéctica de la identificación visual, situada entre el reconocimiento y el descubrimiento.

16.3.3 Semántica de la imagen conceptual

¿Qué ve el intérprete cuando mira una imagen material visual conceptual? El intérprete ve determinadas propuestas de percepciones sensoriales visuales (textura, color, forma) entre las que establece determinadas relaciones de asociación, superposición y distancia, generando marcas, ejes y superficies de oclusión. Pero estas relaciones no representan individualidades sino clases y categoría convencionales de representaciones. El intérprete necesita conocer los códigos de identificación de formas y las reglas de relación entre tales formas, vigentes en determinada comunidad y momento histórico, así como un orden de recorrido visual de la imagen, y deberá establecer las mencionadas relaciones tal y como esos códigos y reglas lo establecen. De este modo, las imágenes percibidas adquieren la eficacia semántica de proponerse a la interpretación como descripciones, órdenes, prohibiciones, manuales de uso, etc. (téngase en cuenta que la escritura ofrece las posibilidades cognitivas inherentes a la imagen conceptual, cuyas características la constituyen).

¿Con lo que ve, qué reconstruye en el mundo? Casi cualquier situación vinculada con el hacer: hacer correctamente o equivocarse, indicando cómo y/o indicando dónde; ordenar, permitir y prohibir; tomar precauciones; identificar clases de partes o elementos, lugares; determinar secuencias de actos a realizar en un orden determinado; establecer movimientos a realizar predominantemente con las manos y también con los pies; establecer mediciones espaciales de peso, volumen, distancia, dirección, o temporales de espera, funcionamiento, velocidad; modos de armar elementos compuestos mediante ensamblaje, conexiones, situación relativa y orientación; vincular causas y efectos; mostrar cómo deberá o cómo no deberá percibirse el resultado final; y así una gran cantidad de comportamientos reglados (Mijksenaar, P. & Westendorp, P., 1999).

¿A partir de lo visto, qué variaciones archiva en su memoria? Las reglas sintácticas de los lenguajes gráficos. Todo mi tradicional rechazo a la asociación entre la imagen visual y el lenguaje (cualquier tipo de lenguaje simbólico: verbal, matemático, braile, morse, amslang, etc.) desaparece ante este tipo de imágenes materiales visuales de naturaleza conceptual (a las que identifiqué, en Magariños de Morentin, J., 2001, p. 300, como legisignos icónicos). Aquí las imágenes visuales no funcionan por la reelaboración que el eventual intérprete pueda llevar a cabo a partir de las características perceptuales observadas, sino en virtud de la interpretación posible a partir del conocimiento que deberá tener el intérprete de la codificación que determinado sociedad (aunque sea, como lo es más cada vez, la sociedad global) les atribuye a determinados elementos perceptuales visuales básicos: texturas, colores y formas y a sus conexiones normadas.

(Otro orden en estas contraposiciones, que puede ayudar a comprender las relaciones cognitivas diferenciales que identifican a cada una de las tres semióticas visuales propuestas, puede encontrarse en el ANEXO: Los tres problemas básicos de la semántica visual, al final de este mismo trabajo.)

16.4 Un aspecto complementario de la semántica visual: las incrustaciones

Por lo general, estas tres direcciones interpretativas vinculadas a cada una de las posibilidades expresivas de las imágenes materiales visuales: su respectiva calidad (1) plástica, (2) figurativa y (3) conceptual, no se dan aisladas sino en combinatoria mutua. Las variantes de esta combinatoria son: a) cómo 1 aparece en 2 y en 3, o sea, cómo la imagen plástica se integran en la figurativa y en la conceptual; b) cómo 2 aparece en 3, o sea, cómo la imagen figurativa se integra en la conceptual; y c) cómo 3 aparece en 2, o sea, cómo la imagen conceptual se integran en la figurativa.

La primera variante se hace evidente al comprender que no existe imagen figurativa ni conceptual que no esté construida en base a las percepciones sensoriales visuales básicas: textura, color y forma. Estas percepciones, consideradas de modo aislado, constituyen lo que he denominado "imágenes materiales visuales plásticas", las que pueden percibirse sin presencia ni relación alguna con las imágenes figurativas ni conceptuales, pero sin las cuales ninguna imagen, ni figurativa ni conceptual, podría llegar a percibirse (ver lo ejemplificado en la Figura 5 [59]).

[59]  (Figura 5. Incrustaciones: imágenes plásticas en imágenes figurativas; El Greco: San Pablo, 1610-1614.)

 

La segunda variante cuenta, por lo general, con la presencia, al menos complementaria, de las imágenes figurativas. La imagen conceptual se puede construir con imágenes puramente simbólicas, como ocurre por ejemplo con la escritura de signos lingüísticos, matemáticos, musicales, etc. No obstante, es frecuente la presencia conceptual de imágenes figurativas (como la madre e hija que aparecen en la Figura 6 [60]) que, alcanzan tal presencia perdiendo su carácter figurativo fundamental: la mostración de la identidad individual; cuando forman parte de una imagen visual conceptual se constituyen en mostración de una clase (y no de un individuo) de entidades del mundo (la mujer y la niña mostrados en la Figura 6 son cualesquier mujer, cualquier niña e, incluso, cualquier pasajero, en cuanto destinatarios posibles de ese instructivo).

 

 

 

 

 

[60] [Figura 6. Incrustaciones: imágenes figurativas en imágenes simbólicas; – American Airlines, 1990]

La tercera variante es sutil y peligrosa. La bandera de un país es una entidad fundamentalmente conceptual (o sea, simbólica); pero la fotografía o la pintura que representa a una bandera (como las de los parisinos festejos de Raoul Dufy, en la Figura 7 [61]) es una imagen material visual figurativa, como es figurativa la fotografía o la pintura de un hombre vestido con uniforme militar, pese a que tal uniforme sea simbólico (salvo que se lo proponga en cuanto imagen de militar y no en cuanto persona individual). En cambio, la mostración, por ejemplo, en una enciclopedia, de las banderas de diversos países constituye una imagen material visual conceptual, ya que no están propuestas para establecer la identidad individual de la forma mostrada, sino para establecer su potencia simbólica como clase de instrumento con eficacia identificatoria (no confundir identidad individual de una propuesta visual con normas constructivas y relacionales que le confieren un carácter simbólico identificador de determinado país).

[61]  [Figura 7. Incrustaciones: imágenes simbólicas en imágenes figurativas; Raoul Dufy: Paris 14 Juillet (1912)]

16.5 Anexo

LOS TRES PROBLEMAS BÁSICOS DE LA SEMÁNTICA VISUAL

[Resumen de lo anterior. Lectura contrastante y comparativa de las 3 semióticas visuales para cada una de los 3 problemas]

Bajo la designación genérica de "Semántica Visual" se requiere formular las hipótesis adecuadas para disponer de una respuesta explicativa a los siguientes interrogantes:

1) ¿qué ve el intérprete cuando mira una imagen visual?;

2) ¿con lo que ve, qué reconstruye en el mundo? y

3) ¿a partir de lo visto, qué variaciones archiva en su memoria?

1

Semántica de la imagen plástica: ¿Qué ve el intérprete cuando mira (plásticamente) una imagen material visual?

Lo que ve el intérprete en este tipo de imágenes son percepciones sensoriales visuales opacas. Las relaciones de asociación, superposición y distancia entre las percepciones sensoriales visuales disponibles (textura, color, forma) son vistas como propuesta definitiva y no referencial.

Semántica de la imagen figurativa: ¿Qué ve el intérprete cuando mira (figurativamente) una imagen material visual?

El intérprete ve determinadas propuestas de percepciones sensoriales visuales (textura, color, forma) entre las que establece determinadas relaciones de asociación, superposición y distancia, para la generación de marcas, ejes y contornos de oclusión, tendientes a fijar la unicidad de las relaciones establecidas en cuanto representaciones posibles.

Semántica de la imagen conceptual: ¿Qué ve el intérprete cuando mira (conceptualmente) una imagen material visual?

El intérprete necesita conocer los códigos convencionales vigentes para la identificación de las formas y de las reglas de relación entre tales formas, así como un orden de recorrido visual de la imagen. Con ello, estará en condiciones de interpretar las mencionadas relaciones tal y como esos códigos y reglas lo establecen, generando clases y categorías convencionalizadas de representaciones (órdenes, instrucciones, prohibiciones, etc.).

2

Semántica de la imagen plástica: ¿Con lo que ve, qué reconstruye el intérprete en el mundo?

Nada. La calidad de objeto que tiene lo percibido sólo consiste en el conjunto de las percepciones sensoriales visuales que se están percibiendo; no hay otro, ni siquiera su soporte físico (el cuadro) como algo independiente de tales percepciones, ni, mucho menos, algo distinto construido a partir de tales percepciones. O sea, la imagen material visual plástica únicamente modifica el universo de experiencias perceptuales que configuran al propio intérprete.

Semántica de la imagen figurativa: ¿Con lo que ve, qué reconstruye el intérprete en el mundo?

Mediante las relaciones que establece actualiza esas mismas o semejantes o contradictorias relaciones históricamente percibidas en el mundo. Por tratarse de imágenes materiales figurativas lo que el intérprete reconstruye es la identidad individualizadora de tales formas del mundo, atribuyéndoles existencia ontológica.

Semántica de la imagen conceptual: ¿Con lo que ve, qué reconstruye el intérprete en el mundo?

Casi cualquier situación vinculada con la regulación o la factibilidad del hacer dando lugar a la representación de una gran cantidad posible de comportamientos reglados. [Esta respuesta exige elaborar el concepto de “iconopoiesis” o “cómo hacer cosas con imágenes” (con cierta vinculación con la propuesta de J. L. Austin, 1962/1982, Cómo hacer cosas con palabras). Puede verse la propuesta inicial que formulo aquí mismo, en 18 Iconopoiesis o la eficacia de la forma.]

3

Semántica de la imagen plástica: ¿A partir de lo visto, qué variaciones archiva el intérprete en su memoria?

Nuevos “qualia”, o sea, el recuerdo reforzado o transformado de las sensaciones, emociones o sentimientos de que disponía, en función de percepciones visuales anteriores, u otro recuerdo del que dispondrá para elaborar otras sensaciones, emociones o sentimientos como resultado de la interpretación de otras determinadas futuras situaciones de percepción visual.

Semántica de la imagen figurativa: ¿A partir de lo visto, qué variaciones archiva el intérprete en su memoria?

Asociaciones de rasgos que conducen a ratificar, contradecir o expandir las reglas de relación que construían los precedentes atractores, con lo que se constituye la calidad dialéctica de la identificación visual, situada entre el reconocimiento y el descubrimiento.

Semántica de la imagen conceptual: ¿A partir de lo visto, qué variaciones archiva el intérprete en su memoria?

Las reglas sintácticas de los lenguajes gráficos. Aquí las imágenes visuales funcionan en virtud de la codificación que determinado sociedad (aunque sea, como lo es más cada vez, la sociedad global) les atribuye como interpretación convencional vigente de los elementos perceptuales visuales básicos: texturas, colores y formas y de sus conexiones normadas.

 

* Trabajo presentado en el II Congreso Internacional de Semiótica; Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 30 de noviembre y 1º de diciembre, 2006.

 

17 LOS MUNDOS SEMIÓTICOS POSIBLES DE LAS IMÁGENES VISUALES*

17.1 Introducción

17.1.1 Advertencias preliminares

Creo conveniente establecer una base común para desarrollar esta propuesta o, al menos, hacer explícitas cuáles puedan llegar a ser las diferencias a partir de las cuales se construirán nuestros respectivos discursos de productor y de intérprete. Para ello, reitero las definiciones fundamentales que utilizaré y mantendré a lo largo de este trabajo, así como una justificación de ciertas restricciones provisionales, en el campo de las imágenes visuales a cuyo análisis voy a dedicarme.

Entiendo por “semiótica” un conjunto de conocimientos y operaciones destinado a explicar cómo y por qué un determinado fenómeno adquiere, en una determinada sociedad y en un determinado momento histórico de tal sociedad, una determinada significación y cuál sea ésta, cómo se la comunica y cuáles sean sus posibilidades de transformación. Adopto, por tanto, un enfoque metodológico de la semiótica y le atribuyo una función explicativa; me sitúo en la perspectiva de un relativismo objetivo y considero a la significación, en cuanto posible objeto de conocimiento, como el emergente textualizado que resulta del proceso de interpretación.

Entiendo por un “mundo semiótico posible” (en adelante: MSP) al conjunto no contradictorio de propuestas perceptuales, con los atractores mnemónicos que se requieren para su interpretación, con sus interpretaciones posibles, y con los referentes construidos por las interpretaciones de tales propuestas, tal como todo ello resulta identificable en un concreto ámbito social. Cuando se produce la contradicción en alguna de las instancias señaladas (propuestas perceptuales, atractores mnemónicos, interpretaciones, referentes construidos) o entre algunas de ellas, estamos ante otro y diferente mundo semiótico posible. Esto lo enuncio así por suponer que las interpretaciones de toda propuesta perceptual requieren de la actualización de determinados atractores mnemónicos (históricos, por tanto) y que, a partir de tales interpretaciones, se proyectan los referentes que le confieren significación a los fenómenos de la experiencia humana.

Con “propuesta perceptual” entiendo el resultado material y, por tanto, sensorialmente percibible, que un humano ofrece a los otros, para su interpretación. 2

Con la expresión “atractores mnemónicos” designo a las imágenes mentales disponibles en la memoria asociativa (S. Kosslyn, 1996: 214ss) que deberán actualizarse, necesariamente, para producir la interpretación de una propuesta perceptual.

Con “interpretación” entiendo lo que podría enunciar como “la atribución de un significado a una determinada propuesta perceptual”, lo que podría considerarse adecuado, salvo por la indeterminación de la expresión “atribución de un significado”; preguntado acerca del significado que le atribuyo a una imagen, posiblemente responderé diciendo cuáles son las formas que identifico, o qué emoción me provoca, o qué norma o instrucción o convención me está trasmitiendo, siendo alguna o la combinatoria de ellas lo que puede denominarse “interpretación”. Tanto la “interpretación” como el “significado” necesitan textualizarse para poder ser comunicados y, por tanto, conocidos por quien no sea su propio productor.

Entiendo por “referentes construidos” las características que adquieren los objetos, las emociones o las convenciones, tras haber interpretado la correspondiente propuesta perceptual.

Aparte de estas precisiones terminológicas, creo conveniente aclarar que no voy a referirme a los aspectos estéticos de las imágenes visuales con las que ejemplificaré mi desarrollo teórico. Me interesa explorar el campo de las operaciones semiótico-cognitivas que intervienen en la interpretación de las imágenes visuales. Lo estético también es explicable mediante las correspondientes operaciones semiótico-cognitivas, pero ello implica situarse al nivel de la retórica, en cuanto segunda (o enésima) transformación de la propuesta perceptual, cuya forma convencional se satisface con una básica, (nunca inicial, pero quizá ya como “metáfora muerta”: P. Ricoeur, 1975) interpretación socialmente vigente. Opto en este trabajo por intentar explicar la producción de este último tipo de interpretación.

También, como un límite económico, frente a la complejidad que implicaría la opción alternativa, opto por restringirme a buscar la explicación de la producción de interpretación al caso de las imágenes visuales fijas. Esto excluye a las imágenes materiales visuales en movimiento (Cine, TV, algunos Hipertextos, etc.) y a las imágenes materiales visuales secuenciales, en cuanto series ordenadas de imágenes materiales visuales fijas que construyen un transcurso narrativo mediante la sustitución de la propuesta perceptual del continuum, por una secuencia de determinados cortes sucesivos fijos, en cada uno de los cuales se registra un estado de la transformación de la propuesta perceptual, sucesividad que permite la recuperación interpretativa de la secuencialidad narrativa respecto de la representación visual de determinado comportamiento (Historieta o “Comics”).

17.1.2 Una problemática abierta

La expresión “los MSPs de las imágenes visuales” pretende designar, por tanto, el conjunto de (a) la propuesta perceptual, (b) las operaciones semiótico-cognitivas, (c) la interpretación producida y (d) la eficacia semántica o el referente finalmente construido, que están involucrados en la tarea interpretativa de las imágenes materiales visuales. Hablar de “imágenes materiales visuales” implica dar por supuesto que existen imágenes materiales que no son visuales, por ejemplo, acústicas; que existen imágenes visuales que no son materiales, por ejemplo, mentales. Aún en el ámbito de las imágenes visuales mentales podrá diferenciarse entre las imágenes visuales mentales perceptuales, que son las producidas en la mente como resultado contemporáneo del acto de percibir, y las imágenes visuales mentales imaginarias que son las almacenadas en la memoria visual y disponibles para su actualización como resultado o no, y contemporáneas o no, de determinado comportamiento perceptual y no sólo de éste. Entre las imágenes visuales materiales y las imágenes visuales mentales (perceptuales o imaginarias) existe una interacción como condición necesaria para la producción de la interpretación.

Por “propuesta perceptual” entiendo, en el ámbito que estoy tratando de acotar ahora, la concreta imagen material visual que está siendo percibida en un determinado momento, por un sujeto determinado. Para que un sujeto sepa que lo que está percibiendo es una imagen material visual es necesario que realice determinadas operaciones semiótico-cognitivas mediante las cuales actualice en su mente-cerebro la configuración de otra entidad que no es la consistente en la imagen material visual que está percibiendo, sino que consiste en lo por ella representado, conforme a los atractores de que dispone.

 

[62] (Figura 1: Página/12. Woody Allen)

[63] (Figura 2: Archimboldo. El otoño)

[64] (Figura 3: Sandro del Prete. La ventana de enfrente)

 

Así, la identificación de las imágenes correspondientes a las Figuras 1, 2, 3, [62], [63] y [64], requiere una particular construcción en la mente, ya que, en ningún caso la propuesta perceptual coincide, respectivamente, con la representación de Woody Allen sino con la mostración de una banana y un armazón de anteojos quebrado, colocado todo ello sobre la superficie blanca de un trapecio irregular, con un recuadro ocre en su parte superior y todo ello, a su vez, sobre un fondo azul, pero que, por las características de su contextualización, actualiza, como atractor, a alguna imagen de Woody Alen guardada en nuestra memoria; ni con la construcción de un rostro sino con la mostración de un conglomerado de representaciones de objetos otoñales, pero que, por las características de su contextualización, actualiza, como atractor, la posible forma del perfil de una cabeza; ni con la mostración de un desnudo femenino que es, justamente, lo ausente entre los bordes de las entidades efectivamente representadas, bordes que, por las características de su contextualización, actualizan, como atractor, la posible forma de un desnudo femenino. Otro tipo de imágenes, que en definitiva recurren al atractor para su interpretación, pero que requieren un previo y especial ejercicio óptico para recuperar la propuesta material de la imagen que va a ser interpretada, es el conocido como estereograma o imágenes esteroscópicas [65]. Tras un ejercicio de adaptación visual contraintuitivo, ya que para poder percibir se requiere desenfocar lo que se está viendo, se obtiene una imagen tridimensional, por lo general sorprendente, de compleja resolución para su explicación neurofisiológica y con profundas implicaciones en el problema de la interrelación mente-cuerpo (Bela Julesz, 1995).

Una posible referencia peirceana permite afirmar que esta (1) entidad que se configura (como Interpretante) en la mente del intérprete, a partir de la percepción de (2) una determinada imagen material visual (como Representamen), y que le confiere determinadas características perceptuales a (3) otra determinada entidad (como Objeto/Fundamento), constituye el resultado o la eficacia semántica de dicha imagen material visual, y de cuyo proceso de producción me propongo esbozar una explicación aceptable mediante el instrumentos metodológico de los MSPs.

        

 

 

 

        [65] (Estereograma – Gatic S.A. –Clarín, Viva; 22-01-1995)

        

17.1.3 Los MSPs como campo y estructura de la semiótica visual

Un sistema semiótico, con su natural dimensión socio-histórica, tiene la forma lógica de un conjunto de MSPs y las relaciones de los individuos (en el sentido lógico de entidades mínimas constitutivas) pertenecientes a uno de tales mundos con los individuos pertenecientes a cada uno de los restantes son operaciones cognitivas. Los MSPs de las imágenes visuales se constituyen, como afirmé poco antes, por las relaciones lógicas identificables entre una determinada propuesta perceptual (o MSP textual), la interpretación que le atribuye un intérprete (o MSP interpretacional) y el referente construido a partir de tal interpretación (o MSP referencial).

Analizaré, exclusivamente (una nueva restricción), las llamadas “imágenes figurativas” o “sinsignos-icónicos” en la terminología peirceana que he utilizado en Magariños de Morentin, 2001; excluyo por tanto referirme a los MSPs correspondientes a las llamadas “imágenes cualitativas” o “cualisignos-icónicos” y 6 a los correspondientes a las llamadas “imágenes conceptuales” o “legisignos-icónicos” (acerca del proceso de semantización de de estos últimos, no obstante, puede consultarse Magariños de Morentin, 2002). Los que pueden designarse como “individuos” en determinado MSP textual de una imagen figurativa, se corresponden con las marcas, en cuanto designan la mayor parte de una imagen perceptual que todavía no provoca la actualización de ningún atractor (Fig. 4 [66] y 5 [67]). Los “individuos” en determinado MSP interpretacional de una imagen figurativa se corresponden con los atractores, en cuanto designan la menor parte de una imagen perceptual que se corresponde con determinado registro mnémico (Fig. 6 [68] y 7 [69]). Los “individuos”, en determinado MSP referencial de una imagen figurativa, se corresponden con los referentes identificatorios proyectados sobre alguna entidad del entorno, diferente (en principio) de la propuesta perceptual en estudio. Marcas, atractores y referentes identificatorios no consisten en rasgos perceptuales unívocos, sino que distintos intérpretes pueden seleccionar diferentes marcas, atractores y referentes identificatorios igualmente eficaces para la interpretación de determinada propuesta perceptual, interpretación que, por supuesto, no coincidirá con la efectuada por otro intérprete que parta de otras marcas, atractores y referentes identificatorios, siendo cada una de tales interpretaciones válida en cuanto proceso de interpretación socio-históricamente aceptable, por corresponderse con marcas, atractores y referentes identificatorios socio-históricamente vigentes.

En los MSPs Textuales pueden distinguirse: una función de interpretación y las relaciones de accesibilidad y de alternatividad. La función de interpretación consiste en un conjunto de reglas (identificación de relaciones observables) mediante las cuales cada uno de los individuos (“marcas”) del MSP Textual en estudio (y el paradigma de sus relaciones efectivas) se corresponde con determinado conjunto de individuos (“atractores”) de los MSPs Interpretacionales en estudio (y con el paradigma de sus relaciones virtuales, lo que daría lugar a otras interpretaciones posibles). Ello requiere disponer de la representación de la articulación (sintáctica) de cada uno de dichos MSPs (el textual y los interpretacionales que se tomen en consideración), de modo tal que puedan proyectarse el uno sobre el otro u otros y, en consecuencia, puedan afirmarse o negarse las relaciones de accesibilidad y de alternatividad entre ellos.

[66] [Figura 4: Dallenbach; Marca 1 (Ernst, Bruno;

1992. Pág. 14)]

   

[67] [Figura 5: Marca 2  (Biederman, Irving; 1995. Pág. 19)]

 

La Figura 7 [69] muestra, también, las relaciones de las marcas (columna derecha) con los atractores (columna central; construidos con la mostración de conexiones) y de cualquiera de éstas con la representación de la construcción del referente (columna izquierda)

Esta relación de accesibilidad entre los MSPs Interpretacionales así identificados y un determinado MSP Textual, estará bien formada cuando reúna las condiciones de reflexividad, transitividad y simetría (o, lo que es lo mismo, de equivalencia). En cuanto reflexividad ello quiere decir que siempre será posible, mediante la investigación correspondiente, acceder a cualquier MSP textual o interpretacional desde sí mismo (lo que explica la producción seriada de las imágenes frecuentes en Andy Warhol, Fig. 8 [70a]; la quiebra de esta condición en las dos reproducciones del Guernica de Picasso, en la Fig. 8bis [70b], es lo que origina el humor).

 

 [68]  [Figura 6: Dallenbach; Atractor 1 correspondiente a Marca 1 (Ernst, Bruno; 1992. Pág. 16)]

[69] Figura 7: Atractor 2 correspondiente a Marca 2. (Biederman, Irving; 1995, Pág. 19)

 

En cuanto transitividad quiere decir que, dado un MSPII Interpretacional, que es interpretación de otro MSPI Interpretacional, que lo es, en definitiva, de un determinado MSP Textual, si, mediante la investigación correspondiente, se demuestra que MSPII es accesible respecto de MSPI, el cual lo es, a su vez, respecto de MSP Textual, entonces MSP Textual y MSPII se relacionan también entre sí por la relación de accesibilidad. 

La simetría quiere decir que siempre será posible, mediante la investigación correspondiente, acceder al MSP Textual desde todos y cualquiera de los MSP Interpretacionales y que, en tales circunstancias, siempre será posible también acceder a cualquiera de los MSPs Interpretacionales desde el MSP Textual (ver Fig. 9 [71]; considerando MSP Textual a los dibujos y MSPs Interpretacionales a las fotografías [metafóricamente, o sea, en cuanto representación de la imágenes conservadas en la memoria del intérprete y actualizadas para interpretar el correspondiente dibujo], las fotografías permiten interpretar los dibujos, pero también los dibujos permiten interpretar las fotografías).

 

[70a] (Figura 8: Andy Warhol)

 

 

 

 

[70b]  (Figura 8bis: Quino III)

 

 

 

En cuanto a la relación de alternatividad queda con ella planteado el tema de la direccionalidad de la función de interpretación; ésta deber aplicarse: desde el MSP Textual sobre alguno de los MSPs Interpretacionales y viceversa, así como interrelacionando diversos (al menos dos) MSPs Interpretacionales pertenecientes a un mismo Sistema Semiótico. En efecto, en virtud de la relación de alternatividad y en el interior de un Sistema Semiótico, debe ocurrir que dado un determinado individuo, ubicado en el contexto de un determinado MSP Textual, sea posible identificar uno o un conjunto de MSPs Interpretacionales en que el individuo que constituye la interpretación del primero aparezca ubicado en un contexto homólogo al textual, pudiendo entonces decirse que tal o tales MSPs Interpretacionales son alternativas del correspondiente MSP Textual (ver, en la Fig. 10 [72], las alternativas interpretacionales [fotografías] del MSP Textual [dibujo] propuesto).

 

[71]  (Figura 9: simetría entre MSPs Textuales y MSPs Interpretacionales)

 

 

[72]  (Figura 10; alternatividad entre MSP textuales y MSPs Interpretacionales)

 

 

 

 

Asimismo, puede entonces decirse que dicho MSP Textual es la alternativa de cualquiera de los MSPs Interpretacionales. Y, con la condición de operar en la interioridad de un determinado Sistema Semiótico, también puede decirse que uno y cualquiera de los MSPs Interpretacionales es la alternativa de cualquiera de los restantes MSPs Interpretacionales.

Desde el enfoque de la teoría semiótica, puede afirmarse que existen: i) un MSP identificable en el conjunto de los textos, cuyo dominio consiste en el conjunto de individuos que concurren para concretar la presencia de un determinado discurso; ii) un MSP identificable en el conjunto de los referentes, cuyo dominio consiste en el conjunto de los individuos que concurren para proyectar la realidad proyectada (construida) por aquellos textos; iii) los MSPs virtuales de los enunciados contrafactuales acerca de los discursos no-dichos, identificables en el conjunto de los textos, o; iv) los MSPs virtuales de los enunciados contrafactuales acerca de la realidad no-interpretada, identificables en el conjunto de los referentes.

17.2 Tres hipótesis básicas

17.2.1 Primera hipótesis: INSTRUMENTAL

Si se dispone de una metasemiótica visual capaz de dar cuenta de las operaciones visuales efectivamente aplicables a o identificables en determinada imagen material visual, el estudio de la producción, eficacia e interpretación de las imágenes visuales se resuelve produciendo MSPs con un mayor rigor, consistencia y comprensión (profundidad explicativa). Se han utilizado excesivamente, para explicar la eficacia de las imágenes visuales, los instrumentos metalingüísticos, con los que cuenta la lingüística para explicar la eficacia semántica de la lengua en la proyección del universo referencial. Frente a ello se hace necesario un distanciamiento conceptual y terminológico respecto de la lingüística. Esta distancia respecto de lo lingüístico tiene diversos aspectos, entre ellos:

(a) el discurso verbal y la imagen visual están constituidos por conjuntos contextuales de signos, por tanto comparten conceptos, operaciones y la eficacia de la semiótica en lo que ésta tiene de general o común a todas las clases de signos. Por ejemplo, entre otros: que necesitan ser interpretados; que son diferentes del objeto al que representan; que su capacidad representativa y las características de tal representación dependen del contexto de signos que constituye a cada discurso y a cada imagen; que no poseen una única interpretación efectiva y definitivamente válida, sino que dicha interpretación depende, al menos, del sistema conceptual y de la memoria asociativa intra e intersemiótica de que disponga cada intérprete, la que será evaluada según la hegemonía social del sistema de pensamiento y de las interrelaciones semióticas aplicadas;

(b) el discurso verbal y la imagen visual no comparten otras múltiples características que son fundamentales para explicar y, por tanto, para comprender la eficacia semántica específica de uno y otra. Tan sólo las que en otro trabajo he caracterizado como imágenes materiales visuales conceptuales o simbólicas (Magariños de Morentin, 2001: 300) pueden aproximarse notablemente a las características de la lengua (ver, por ejemplo, los isotipos de Otto Neurath, 1936, y los Blissymbols de la semantografía de Charles Kasiel Bliss, 1948-9). Pero en lo que se refiere tanto a las imágenes materiales visuales figurativas como a las imágenes materiales visuales plásticas, la distancia respecto de una semiótica verbal es contundente. Así por ejemplo, entre otras, que la estructura prosódica y la contigüidad lineal de la frase verbal carece de presencia en la superficie de la imagen visual; que la imagen visual se compone de entidades con variación continua, o sea, sin la configuración discreta que identifica a los signos lingüísticos; que ni la imagen visual figurativa ni la plástica contienen o proponen razonamientos (como sí lo hace la imagen visual simbólica o convencional), por lo que no es pertinente la pregunta acerca de su verdad o, lo que es lo mismo, la pregunta acerca de si las imágenes materiales visuales pueden mentir (la mentira, a cuya pregunta le quito pertinencia, no se referiría a la eventual discordancia entre imagen y “realidad”, ya que al rechazar tal calidad de “realidad” la pregunta sería poética o metafísica, sino entre imagen material visual y percepción o imagen mental perceptual visual, que es dónde sí podría llegar a tener pertinencia, lo que, no obstante, igualmente niego);

(c) existe, también, cierto riesgo en calificar a lo visual como “paralingüístico” por el equívoco de acotar lo visual como lo no-lingüístico, o sea, lo que queda como resto o residuo cuando se excluye lo lingüístico. Sería semejante a calificar a lo verbal como “paravisual”, generando el equívoco de acotar lo lingüístico como lo no-visual, o sea, lo que queda como resto o residuo cuando se excluye lo visual. Ninguna semiosis es el residuo de ninguna otra, ni de todas las restantes, sino que cada una comparte con las otras, ateniéndose a sus características diferenciales y a su necesaria complementación intersemiótica, el espacio conceptual y productivo de significación de la semiótica;

(d) queda el difícil tema de conferirle una forma visual comunicativa a la metasemiótica visual. De forma meramente tentativa, podría mostrarse una parte de tal metasemiótica como la confluencia de atractores mnemónicos que se actualizan ante la presencia de una determinada propuesta visual. Como la secuencia de pasos que van construyendo, a partir de marcas (ver Groupe μ, 1992: 149), la imagen que finalmente actualiza un determinado atractor (“entidades”, en la terminología del Grupo μ).

17.2.2 Segunda hipótesis: DIFERENCIAL

Si se utiliza un acceso (cognitivo) para el estudio de la eficacia semiótica de las imágenes visuales, se identifican, en el universo de sus posibilidades perceptuales, 3 MSPs: el plástico, el figurativo y el simbólico que no son reconducibles a una única semiótica icónica

17.2.3 Tercera hipótesis: INTERPRETACIONAL

Si se analiza la especificidad interpretativa de cada uno de los conjuntos perceptuales así identificados, se obtienen 3 MSPs: el de la identidad, el de la perlocución o iconopoiesis y el de la experiencia-ción (emoción / energía) respecto de lo efectivamente percibido.

(Un nocional desarrollo de las hipótesis segunda y tercera puede encontrarse en Magariños de Morentin, 2001.)

17.3 Identificación de las operaciones elementales de una semántica visual

Al referirme a “las operaciones elementales de una semántica visual” enfatizo que se trata de producir una explicación acerca de cuál, cómo y por qué se produce determinada interpretación a partir de determinada imagen visual, de cualquier imagen visual, no de una imagen visual necesariamente estética o artística; en ésta intervienen otros aspectos, posiblemente retóricos (mencionados al principio), que no aparecen o no aparecen de modo destacado en la problemática de base, si bien no puede contradecirlos, por lo que esta problemática de base tiene que preverlos. O sea, diferencio la semántica de la crítica y me intereso, ahora, especialmente, en las operaciones que explican el proceso de producción de lo que suele denominase “el significado” de una imagen material visual fija, con independencia de la calidad estética que pueda atribuirse a tal imagen.

Pero, de inmediato, considero necesario intervenir en ese concepto de “el significado” de una imagen visual (propuesta para un concepto de significado: la interpretación generada y externalizada / externalizable). ¿Las imágenes visuales significan? ¿O, meramente, las imágenes visuales muestran? Esta alternativa requiere reflexionar y tomar posición respecto de una hipótesis que, provisionalmente, doy por válida: ninguna semiosis se basta a sí misma. O sea, para que una propuesta perceptual signifique requiere de la presencia, al menos mnemónica, de otras propuestas perceptuales construidas con otras clases diferentes de signos. Pese a lo traído y llevado del concepto de significado, lo toco un momento para que podamos compartir un punto común de referencia y para que no estemos utilizando un término que remite a un concepto ambiguo o incluso a conceptos contradictorios, en la interpretación de cada uno. Alguna vez, ya he propuesto entender el término “significado” como la materialización textual de una interpretación. Pretendo, así, evitar el universo metafísico que suele abrirse tras ese término. La dimensión social del significado provendrá de la extensión y la vigencia de la aceptación social de esa textualización de esa interpretación. Pero, el significado no es una cualidad intrínseca o inherente a determinada propuesta perceptual (como representación de otra cosa o como la otra cosa percibida), sino una cualidad atribuida, por el discurso social (o, más específicamente, por determinados sectores del discurso social) en determinado momento de determinada sociedad, a determinada propuesta perceptual; con lo cual el significado no es uno, ni universal, ni por tanto verdadero. Una semántica tiene como objetivo explicar el proceso de producción de determinado significado tal como aparece vigente (o sea, tal como está siendo o puede llegar a ser enunciado) en determinado sector de determinada sociedad y en determinado momento histórico.

Entonces, podríamos decir que la semántica de las imágenes visuales consiste en el conjunto de operaciones que resultan adecuadas para explicar por qué determinada imagen material visual adquiere, en determinado momento histórico de determinada sociedad una determinada significación y cuál sea ésta y cómo ha llegado a atribuírsele esa significación a esa imagen.

Cuál sea la significación de determinada imagen visual implica establecer qué propone (por duplicación, expansión o ruptura de las interpretaciones vigentes) como interpretación posible de lo representado por esa imagen en estudio.

Cómo una determinada imagen visual construye esa propuesta de interpretación posible de lo representado por la imagen en estudio implica establecer las características perceptuales utilizadas para construir la representación mental de lo representado por esa imagen en estudio.

Por qué lo representado por la imagen en estudio adquiere la posibilidad de ser interpretado de determinada manera implica establecer los códigos sociales vigentes que han sido utilizados en la producción de dicha imagen en estudio.

O sea, la semántica de una imagen visual estudia la eficacia que dicha imagen tiene en un ámbito ajeno a la propia imagen visual. La semántica de las imágenes visuales estudia la eficacia de las imágenes visuales para transformar el significado del objeto representado que es siempre diferente a la propia imagen visual que lo representa. Se trata de un efecto que se produce fuera de la imagen visual, pero que depende fundamentalmente de la propuesta perceptual concreta de la propia imagen visual.

17.4 La metodología semiótica en la explicación de la interpretación de las imágenes visuales

Quisiera resumir y actualizar algunas consideraciones, metodológicamente fundadas, acerca de la diferencia entre la interpretación de las imágenes visuales y la interpretación de los textos verbales.

 1. No se aprende a ver /vs./ hay que aprender a hablar

*Esta es la propuesta que mayor escándalo provoca entre los semiólogos, que nos consideramos los caballeros andantes de la cultura (esa Dulcinea, o “sobajeada señora”, tan vilipendiada por los positivistas). Lo que dicha propuesta viene a afirmar es que la cultura configura, social e históricamente, el modo de ver, o sea, el mirar; pero el ver como posibilidad de ser modalizado, lo aporta el organismo. En cambio, la cultura aporta el habla, sin que sea el organismo el que nos la ofrece “ab origine” (pese a la chomskyana gramaticalidad innata). Al niño lobo le falta el habla y no le falta la visión; si el niño lobo pierde, después de cierto tiempo, la posibilidad de alcanzar la humanidad, eso ocurre porque la humanidad es un efecto social y no individual: lo que perdió fue la oportunidad de aprender a hablar (y sólo le queda el rugido de lo gutural) y la oportunidad de aprender a mirar (pero sigue viendo e identificando la comida, la pareja sexual y el agresor, entre otras cosas; no es lo mismo ver [lo cual no se aprende] que mirar [lo que requiere aprendizaje]). El argumento busca concluir que las operaciones que explican el habla no resultan adecuadas para explicar la visión.

2. Las imágenes son formas dinámicas /vs/ las palabras (o los signos lingüísticos, pese a no ser lo mismo) son formas discretas.

*Esto apunta a limitar el concepto de tipo y de sistema, que no tendrían eficacia en el caso de los repertorios de imágenes en la memoria (los atractores), salvo en el caso de las imágenes que tienen el valor de símbolos (como las señales de tránsito). Con lo que, salvo en el caso de estos últimos (los menos habituales cuando se habla de “imágenes visuales”, aunque eso está cambiando y nos lleva a comprender que esta página escrita es, ante todo, imagen y, después, palabra), las operaciones provenientes de la gramática, de la retórica, de la lectura, etc., no son aplicables a la explicación del significado de las imágenes visuales, salvo de modo metafórico y, por tanto, peligroso. Y no sólo tales operaciones, sino la propia adjetivación: “gramática visual”, “retórica visual”, “lectura de la imagen”, etc., produce enunciados equívocos y su aparente expresividad oculta lo diferente y exalta lo semejante (al contrario de lo postulado por Foucault).

3. El habla es una metasemiosis (el referente es otra semiosis) de la imagen perceptual /vs./ las imágenes perceptuales son una semiosis-objeto (su referente es el mundo).

*Sigo, en esto, la propuesta conceptual de Quine (1977: 81 ss). Luego, las operaciones que explican el habla se desenvuelven en un nivel metateórico de 2º grado, que no tiene por qué ser adecuado para desarrollar las operaciones que explican las imágenes visuales, las cuales se desenvolverán con mayor eficacia en un nivel metateórico de 1er grado.

*(Estas tres tesis, con una argumentación que no es idéntica a ésta, constituyeron mi presentación en el VI Congreso de la IASS, en Guadalajara, México, 1997 [Magariños de Morentin, J., 2000b]. Estaban dirigidas a rechazar la ingerencia de los métodos lingüísticos en el estudio de las imágenes, las cuales requieren de operaciones específicas, vinculadas a las características de las operaciones mentales que intervienen para interpretarlas)

4. Toda semiosis necesita de otra u otras para producir la significación.

*Por eso la imagen visual puede necesitar de la palabra para explicar el proceso de producción de la significación que le es pertinente. Pero, no menos la palabra necesita de la imagen para explicar su específico proceso de producción de la significación. No es que la imagen deba concluir (pese a lo afirmado por Barthes, 1964c), necesariamente, en la palabra, que sería donde puede alcanzar su plenitud significativa, sino que ninguna semiosis es autosuficiente.

*(Esta tesis, con otra argumentación, la propuse en el III Congreso Latino-Americano de Semiótica, en Sao Paulo, Brasil, 1996; ver Magariños de Morentin, J., 1988)

5. No puede abarcarse en una única semiótica el estudio de todas las formas de manifestación de las imágenes materiales visuales; será necesario hablar de laS semióticaS de la imagen visual.

*Habría tres grandes grupos de imágenes materiales visuales, diferenciables por exigir la intervención de operaciones cognitivas diferentes para lograr su interpretación. Para ello nos sirven las operaciones cognitivas que se describen bajo los cualisignos icónicos (para las puras percepciones), los sinsignos icónicos (para las percepciones figurativas) y los legisignos icónicos (para las percepciones conceptuales o simbólicas).

6. En la construcción de estas semióticas parece conveniente diferenciar, por una parte, las operaciones cognitivas que conducen a su identificación y reconocimiento y, por otra, las que conducen a su interpretación.

*El trabajo semiótico sobre las imágenes visuales no se limita a explicar cómo adquieren la significación que les atribuye determinado sector de la sociedad, en determinado momento histórico. En última instancia, para un semiólogo, explicar cómo se produce la interpretación de determinadas imágenes materiales visuales (y estoy tratando de modo muy semejante la adquisición de la significación y la producción de la interpretación) le va a requerir identificar qué y cómo se actualizan, en la memoria (de determinado individuo, perteneciente a determinada sociedad), aquellos rasgos perceptuales que se seleccionen para identificarlas y reconocerlas (que no son siempre, ni para todos, los mismos; no todos vemos lo mismo cuando miramos una misma imagen), actualización que se manifiesta a través de los discursos (en el sentido amplio que, a continuación, le doy a este término).

7. El significado puede considerarse como la interpretación de determinada semiosis sustituyente, tal como resulta producido por el conjunto de los discursos (verbales, plásticos y comportamentales) que son construidos desde dicha semiosis, por una sociedad dada en un momento dado.

* Con esto, el término “significado” deja de referirse a la entelequia metafísica o al sinsentido que criticaba Wittgenstein, y se contrapone a la significación que designaría la interpretación de determinada semiosis sustituida producida desde las semiosis sustituyentes que están vigentes en una sociedad y en un momento dados. Esto se aplica a las semióticas de lo visual, de modo que el trabajo semiótico consiste en establecer cuáles son los discursos que intervienen y cuáles los que quedan excluidos (así como, cuáles son los conceptos que construyen, qué tipo de sujeto-perceptor permiten construir, que estrategias discursivas desarrollan y, con todo ello, de cuáles se distancian, cuáles están excluyendo de los posibles ya que disponibles, en determinado momento de determinada sociedad), cuando, en determinada sociedad se atribuye determinado conjunto de interpretaciones a determinada imagen material visual propuesta a la percepción de esa sociedad.

8. El objeto representado por una imagen no pertenece a “la realidad” sino a la memoria; en otras palabras, la eficacia de una imagen consiste en actualizar un determinado ATRACTOR, en cuanto configuración de rasgos mnemónicos dinámicos.

*No vemos “el abuelo sentado bajo la higuera” cuando miramos la correspondiente fotografía, sino que recuperamos la imagen que habíamos guardado en la memoria acerca de cómo era (o cómo hubiera podido ser) la situación “cuando el abuelo se sentaba bajo la higuera”. El agente de aduana no compara la foto de nuestro pasaporte con nuestra cara, sino que, al mirar la foto, la compara con el archivo (en la memoria de corto plazo) que se ha formado o se está formando, en función de que, un instante antes, nos miró la cara (no puede mirar las dos cosas al mismo tiempo, por lo tanto compara a una con el archivo de la otra).

 

*Texto publicado, parcialmente, en Sobresentidos. Estudios sobre comunicación, cultura y sociedad. Jujuy: EdiUnju, 131-149. 2007

 

18 ICONOPOIESIS O LA EFICACIA DE LA FORMA*

18.1 Introducción a la Iconopoiesis

Para este estudio acerca de la eficacia semiótica de la forma, se parte de Ch. S. Peirce, dejando un adecuado margen a la heterodoxia, y se considera, inicialmente, a la forma como posibilidad, que necesita de una materia prima singular para concretarse como un existente y adquirir, por convención en el seno de una concreta comunidad, un determinado valor.

En cuanto posibilidad, la forma dispone, por parte del interpretante, tanto en el productor como en el intérprete, de diversos sistemas de cualidades emocionales históricas, como atractores actualizables. La materia prima que le da existencia consistirá en estímulos físicos aptos para configurar una imagen visual o auditiva o gustativa o táctil o pertinente a cualquiera de las sensaciones sensoriales identificables o a su combinatoria. La convención social que le atribuye un valor a determinada forma optará por (1) privilegiar lo puramente cualitativo, considerándola portadora de emociones; (2) o lo predominantemente identificatorio, considerando su capacidad para conferir existencia ontológica a las entidades del entorno; (3) o lo conceptual que informa, propone, ordena o prohíbe determinado comportamiento en relación con determinada situación. En estos tres casos, cuando, en el primero, la imagen genera un qualia o emoción íntima antes no experimentada, o cuando en el segundo la imagen permite percibir una entidad que hasta su configuración icónica permanecía imperceptible, y cuando, en el tercero, la forma se comporta como un enunciado simbólico con eficacia performativa respecto de determinado comportamiento, es en

        [73]

 

 

los que puede hablarse de iconopoiesis en cuanto a su capacidad para configurar el sentimiento, la entidad o el comportamiento referido, como eficacia resultante de la interpretación atribuida a ese tipo de formas. Y de la iconopoiesis es de lo que me propongo hablar.

18.2 El análisis de la eficacia semiótica de la forma

Para estudiar la iconopoiesis, en cuanto eficacia semiótica de una forma determinada, se requiere tomar en cuenta 3 aspectos: (1) la situación del entorno de un perceptor, a la que remite la forma; (2) la transformación posible, en el interpretante de ese perceptor, a la que induce la percepción de la forma; (3) la aceptabilidad de intervenir en el entorno, por parte del perceptor, realizando la transformación sugerida.

Estos 3 aspectos varían y se hacen específicos según la calidad: [a] predominantemente cualitativa; [b] predominantemente identificatoria; [c] predominante y convencionalmente simbólica; o [d] por combinatoria entre las anteriores, de la forma cuya iconopoiesis se estudia. En este esbozo inicial, me limitaré a desarrollar las variantes relativas a estos 3 aspectos, en función de la forma consistente en una imagen visual (Magariños de Morentin, J., 2000), dejando para posteriores desarrollos lo que ocurriría en el caso de formas consistentes en otras percepciones sensoriales: acústicas, táctiles, olfativas, etc., y su interacción.

18.2.1 Eficacia semiótica por interpretación de las imágenes predominantemente cualitativas.

El primer paso de la iconopoiesis de: (1.a) una imagen visual predominantemente cualitativa, tomando en cuenta la situación del entorno de su perceptor, supone la disposición de tal perceptor para reducir a lo cromático toda percepción posible de dicho entorno. Dispongo, como perceptum visualmente enunciativo de mi entorno, de la propuesta cromática de [74] como exclusivo universo perceptual apto para identificar el posible cromatismo de la existencia ontológica del mundo semiótico posible, a partir de cuyo reconocimiento construyo mi identidad emocional.

El segundo paso de la iconopoiesis de: (2.a) una imagen visual predominantemente cualitativa, tomando en cuenta la transformación posible en el interpretante de ese perceptor, supone la generación, en su universo íntimo, de emociones diferentes a las que, hasta entonces, tenía históricamente almacenadas. La percepción de [74] me aporta, en cuanto perceptor, una sensación original e intransferible, en cuanto, al intentar la posible verbalización de tal emoción, me limitaría a enunciar una generalidad necesariamente inespecífica, respecto a lo efectivamente sentido.

[74] Iconopoiesis de imagen predominantemente cualitativa (Elizabeth Murray, Her Story, 1984)

 

El tercer paso de la iconopoiesis de: (3.a) una imagen visual predominantemente cualitativa, tomando en cuenta la aceptabilidad, por parte de ese perceptor, de intervenir en el entorno, supone la inclusión de tales nuevas emociones como componentes cualitativas de su universo sensorial. He experimentado como intérprete, al percibir la propuesta de Murray [74], una sensación emocionalmente nueva, que queda incorporada, como un nuevo quale disponible en mi memoria emocional, para su disponibilidad histórica como reconocimiento de otras sensaciones afines.

Por tanto, la eficacia de una forma puramente cualitativa consiste (i) en la generación de qualia (íntimas emociones intransferibles; Dennet, D.C., 1995; Peirce, Ch.S., CP 6.222 – 6.237, 1965), (ii) en su disponibilidad para identificar el mundo semiótico posible como forma cromática del entorno en el que existo y (iii) en su disponibilidad como memoria emocional actualizable pero indecible.

18.2.2 Eficacia semiótica por interpretación de las imágenes predominantemente identificatorias

Pasando a la siguiente cualidad: [b] predominantemente identificatoria de la imagen visual en estudio [75], tendríamos los siguientes nuevos 3 pasos:

El primer paso de la iconopoiesis de: (1.b) una imagen visual predominantemente identificatoria, tomando en cuenta la situación del entorno de su perceptor, supone la disposición de tal perceptor para identificar nuevas entidades posibles en tal entorno. Dispongo, como perceptum visualmente enunciativo de mi entorno, de la propuesta existencialmente identificatoria, visualmente enunciada en [75], para constituirse en un fragmento exclusivo de mi universo perceptual posible, apto para identificar la posible individualidad de su anecdótica existencia ontológica en un mundo semiótico posible.

El segundo paso de la iconopoiesis de: (2.b) una imagen visual predominantemente identificatoria, tomando en cuenta la transformación posible en el interpretante de ese perceptor, supone la generación de nuevas entidades posibles en su sistema conceptual con eficacia identificadora del entorno. La percepción de [75] me aporta, en cuanto perceptor, la identificación existencial de una entidad efectiva o potencialmente presente en mi mundo construido a partir de la eliminación de la carencia que, antes de haberla percibido, no me permitía constatar, en mi entorno, la posibilidad de su existencia para el conocimiento.

El tercer paso de la iconopoiesis de: (3.b) una imagen visual predominantemente identificatoria, tomando en cuenta la aceptabilidad, por parte de ese perceptor, de intervenir en el entorno, supone la inclusión de tales nuevas entidades como existentes ontológicos efectivamente presentes en su mundo. He experimentado como intérprete, al percibir la propuesta de Hanson [75], la configuración, en mi memoria asociativa, de un atractor que me permite reconducir los fragmentos preceptúales captados en el

[75] Iconopoiesis de imagen predominantemente figurativa (Duane Hanson, Woman with Dog, 1977)

entorno a la configuración de esa entidad existente, que queda así incorporada al reconocimiento del mundo semiótico posible, a partir de cuyo reconocimiento construyo mi identidad contextual.

Por tanto, la eficacia de una forma identificatoria consiste (i) en la posibilidad de atribución de identidad a las entidades de mi entorno (Varela, F., 1992), (ii) en la atribución de existencia ontológica a las percepciones que quedan interpretadas por la forma visualmente enunciada, y en (iii)  la construcción de mi propia identidad como modo específico de existir entre esas cosas

18.2.3 Eficacia semiótica por interpretación de las imágenes predominante y convencionalmente simbólicas

 

[76] Iconopoiesis de imagen predominantemente simbólica

(A) [Cómo hacer; Instruir]

(Paul Mijksenaar & Piet Westendorp, 1999; pág. 49)

 

(B)[Cómo no hacer; hacer mal] (Paul Mijksenaar & Piet Westendorp, 1999; pág. 141)

 

(C) [Permitir hacer] (Alternativas; Swiss Army, 1886)

          

 

(D) [Prohibir hacer] (India; Rajesh Vora)

 

 (E)  [Prohibir no hacer; tener que hacer]

(Aerolíneas Argentinas)

 

 

(F) [Estimular a hacer] (Relax – Air France)

 

(G) [Identificar espacios] (Thailand; Carlos Mustienes)

 

(H) [Descontextualización] (Brasil; J. Stein)

 

 

 

(I) [Estimular a no hacer; desalentar] (Italia; Carlos Mustienes)

(J) [Prohibir prohibir]

(D, G, H, I: Mustienes, Carlos & Thomas Hilland; 2006)

Desde la tercera cualidad: [c] predominante y convencionalmente simbólica de la imagen visual en estudio, tendríamos los siguientes últimos 3 pasos:

El primer paso de la iconopoiesis de (1.c) una imagen visual predominante y convencionalmente simbólica, tomando en cuenta la situación del entorno de su perceptor, supone la disposición de tal perceptor para aceptar las normas visualmente establecidas como guía de su conducta al intervenir en tal entorno. Dispongo, como perceptum visualmente enunciativo de mi entorno, de la convencional propuesta normativa (visualmente enunciada en los ejemplos de [76]), como fragmento eficaz de mi posible universo comportamental, apto para identificar las acciones necesarias o convencionales para obtener un resultado prohibido, deseado, desaconsejado, impuesto, etc., como consecuencia de determinadas acciones, a partir de cuya realización construyo mi identidad social.

El segundo paso de la iconopoiesis de: (2.c) una imagen visual predominante y convencionalmente simbólica, tomando en cuenta la transformación posible en el interpretante de ese perceptor, supone la disponibilidad del nuevo comportamiento normado como conducta futura realizable en su entorno. La percepción de [76] me aporta, en cuanto perceptor, un conjunto de enunciados acerca de la identificación existencial de determinadas acciones, necesarias o convencionalmente establecidas, para lograr producir en mi mundo semiótico posible determinados efectos individualmente deseados o socialmente impuestos, prohibidos o desaconsejados, en cuanto resultado existencial efectiva o potencialmente presente en mi mundo construido a partir de la eliminación de una ineptitud para determinado comportamiento que, antes de haberla percibido, no me permitía constatar, en mi entorno, la necesidad de su existencia para el conocimiento de su realización exitosa, peligrosa o rechazada.

El tercer paso de la iconopoiesis de (3.c) una imagen visual predominante y convencionalmente simbólica, tomando en cuenta la aceptabilidad, por parte de ese perceptor, de intervenir en el entorno, supone la efectiva manipulación, conforme a las normas visualmente establecidas, de determinada entidad del entorno. He experimentado como intérprete, al percibir las propuestas enunciadas en [76], la configuración, en mi memoria asociativa, de un atractor que me permitirá reconducir los fragmentos preceptúales de comportamientos posibles a la configuración de un completo comportamiento existencial, que queda así incorporado a mis posibilidades de intervención en el mundo semiótico posible, a partir de la cual construyo mi identidad social.

La capacidad enunciativa de las imágenes visuales, predominante y convencionalmente simbólicas, abarca una pluralidad muy próxima a la de los enunciados preformativos de la lengua (ver Austin, J. L., 1982). Podrían sistematizarse como imágenes visuales que:

-instruyen sobre cómo hacer

-instruyen sobre cómo no hacer

-permiten hacer

-permiten no hacer

-prohíben hacer

-prohíben no hacer (exigen hacer)

-prohíben prohibir

-estimulan a hacer

-estimulan a no hacer (desalientan)

-identifican formas de hacer (deportes, trabajos, profesiones, etc.)

-identifican espacios y comportamientos posibles

-contextualizan

-descontextualizan, etc.

Por tanto, la eficacia de una forma predominante y convencionalmente simbólica consiste en el aprendizaje y la práctica de conductas socialmente normadas (Mijksenaar, P, & P. Westendorp, 1999).

De este modo, las formas (en el caso considerado: las imágenes visuales) intervienen en la producción de emociones intransferibles, de existentes ontológicos y de pautas de comportamiento, que transforman al “entorno” en “mundo” (Varela, F., 1992) y, a través del proceso de su interpretación,  confieren identidad específica al perceptor e intérprete de tales formas.

 

* La versión inicial, mucho más reducida, de este trabajo fue presentada en Sema. Forma y Simetría: Arte y Ciencia. Congreso de Buenos Aires, 7 a 10 de noviembre de 2007  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

IV

SEMIÓTICA INDICIAL


19 HACIA UNA SEMIÓTICA INDICIAL

Acerca de la interpretación de los objetos y los comportamientos

Advertencia

Desde una semiótica peirceana, hay dos posibilidades de elaborar el concepto de Índice, o de Signo Indicial, o de Semiótica Indicial. Una parte de la triádica definición de Signo (por ejemplo, la que formula en CP. 2.228) y es la que desarrollo con cierta extensión, a continuación, en el apartado 21.1 Hacia una semiótica indicial. La otra se obtiene al reflexionar sobre los cuatro casos que incluyen la presencia del Índice en el proceso generativo de las Diez Clases de signos (CP. 2.254 a 2.264); esto es lo que desarrollo más concisamente en el apartado 22 La(s) Semiótica(s) Indicial(es) a partir de Ch. S. Peirce, o cómo hacer signos con cosas.

 

19.1 Hacia una semiótica indicial*

19.1.1 La interpretación de la semiosis sustituyente en la semiótica indicial. Su diferencia respecto a la semiótica verbal

Inicio este tentativo esbozo de una problemática que apunta al diseño de una Semiótica Indicial, o sea, de aquella semiótica en la cual los signos de la Semiosis Sustituyente son comportamientos u objetos en su calidad de existentes o los contenidos de la memoria, según la propuesta peirceana (Peirce, CP. 1.427; 2.86). Me parece conveniente esclarecer, primero, el tema de la interpretación de una Semiosis Sustituyente (sobre los términos "Semiosis Sustituyente", "Semiosis Sustituida" y "Objeto Semiótico", ver, en este mismo texto los temas complementarios 27 y 29), para, después de encuadrarlo en la Semiótica General, reconducirlo al ámbito de la Semiótica Indicial, mostrando la especificidad que en ésta adquiere.

A. Con respecto a todas las semiosis: una pregunta que propongo como importante para el analista-investigador, ante una determinada propuesta textual, o sea, ante una Semiosis Sustituyente, cualquiera sea la materia prima de tal semiosis, sería la siguiente: ¿qué hay que saber para entender (interpretar, atribuirle un significado a) lo que se está percibiendo?

El saber al que me estoy refiriendo, por lo general, es no-consciente por parte del intérprete. Éste no suele darse cuenta de que está buscando y recorriendo su memoria asociativa (Kosslyn, 1996: 214-225), en el afán de encontrar otras Semiosis Sustituyentes o Sustituidas que pueda asociar con la que está percibiendo y, en virtud de tal asociación, entenderla, o sea, atribuirle un significado (es lo que está haciendo cada uno de los que leen estas líneas, para establecer lo que en otro momento ya ha leído y coincide de forma casi idéntica con lo que está leyendo, lo que contradice otras cosas leídas y lo que, al menos, es semejante a esto que está leyendo; en definitiva, sin correlato en la experiencia histórica personal no puede construirse un significado).

Una respuesta posible: en todos los casos, pero en especial en el caso de los objetos y los comportamientos, habrá que actualizar y utilizar (comparando, contraponiendo, transformando) las distintas semiosis (verbal, visual, comportamental) que están vigentes en la sociedad a la que pertenece el intérprete y, de entre ellas, aquellas de las que tal intérprete dispone y asocia como relacionadas con lo que percibe. De dónde resulta, como observaba Peirce (CP. 2.303, passim), la producción de una semiosis infinita a partir del interpretante; o sea, salvo desde una perspectiva dogmático-hermenéutica, no existe interpretación verdadera, sino interpretación coherente con determinadas semiosis sociales vigentes; ni interpretación falsa, sino interpretación divergente respecto de determinadas semiosis sociales vigentes; todo dependiendo de lo que dispone y de cómo lo maneja, lo relaciona, lo mezcla el intérprete.

O sea, que cuando percibimos como Sustituyente a determinada Semiosis (a la que siempre podremos también percibir como Sustituida, o sea, como Objeto Semiótico) necesitamos ponerla en relación con un conjunto de otras semiosis para que podamos entenderla; en este sentido se plantea el concepto de función como característica definicional de los que Foucault denomina "enunciados" y el de la exterioridad del significado y de su explicación (Foucault, 1969: 105ss).

Esas otras semiosis a las que se acude tienen el carácter de atractores mnemónicos, o sea, de imágenes (experiencias cualitativas, figurativas y/o normativas) conservadas en la memoria, que reconducen lo que se está percibiendo a otras percepciones ya dotadas de sentido (o dotadas de un significado histórico), atribuyéndoselo, contraponiéndolo, transfiriéndolo o proponiéndolo como el sentido (o como la búsqueda del significado) de la nueva propuesta perceptual.

Esto sería lo que realiza, en su proceso intuitivo y cotidiano de comunicación, el intérprete social y cuya explicación, encuadrada en las exigencias de una metodología rigurosa, es la tarea del analista-investigador que trabaja desde la semiótica.

B. Con respecto a los objetos y a los comportamientos: los objetos serán considerados, habitualmente, como Objetos Semióticos, pero, en determinada situación o respecto de algunos de sus aspectos, se requerirá que se los considere como Semiosis Sustituyentes, siendo éste el aspecto de mayor importancia en relación a la posible constitución de una Semiótica Indicial.

Tal es lo que ocurre cuando se presentan exhibidos en los museos (y, más trivialmente, en la vidriera/escaparate de un comercio). En el caso de los museos, los objetos expuestos están (o deberían estar) rodeados de textos escritos, imágenes fotográficas, dispositivos audio-visuales, los discursos de las/os guías y hasta pueden instalarse talleres para la producción de objetos similares a los que están expuestos. Todos estos recursos están destinados a actualizar, en la mente del intérprete-visitante y de modo entre imperativo y sugerente, según la ideología del curador del museo (o del diseñador de la vidriera/escaparate comercial), esas otras semiosis que resultan indispensables o meramente convenientes o incluso originales para que el objeto exhibido produzca determinado significado.

Los comportamientos individuales o grupales serán considerados, habitualmente, como Objetos Semióticos, pero, en determinada situación o respecto de algunos de sus aspectos, se requerirá que se los considere como Semiosis Sustituyentes, siendo éste el aspecto de mayor importancia en relación a la posible constitución de una Semiótica Indicial. Comencemos a esbozar algunos ejemplos al respecto.

Las llamadas "maneras de mesa" son comportamientos que se cumplen como Semiosis Sustituyentes en la medida en que dan cuenta de valores culturales histórica y socialmente vinculados a la ingesta de alimentos. Comer es un Objeto (comportamiento) Semiótico, en cuanto acción que concreta esa ingesta y a la que las maneras de mesa confieren un determinado significado.

El corte de rutas y los comportamientos de los piqueteros son, predominantemente, Semiosis Sustituyentes. A poco que se tenga contacto con la cultura en la que se produce ese comportamiento (actualmente, casi en una dimensión global), quien lo percibe sabe (porque lo relaciona con información preexistente en su memoria semiótica) que no se trata de un festejo (como, en la región andina del noroeste argentino, lo serían los comportamientos correspondientes a la celebración de la Pachamama) sino de una protesta concretamente vinculada a la falta de trabajo o de pago de salarios adeudados. Este significado está construido a partir de determinados comportamientos aislados y de los diversos grupos o conjuntos de comportamientos que se perciben en esa situación. Esa percepción está redirigida o reorientada, en el caso individual de cada perceptor o intérprete, por la información conceptual, la experiencia personal y la memoria de imágenes visuales ya percibidas que atraigan lo que se está percibiendo, generando asociaciones, oposiciones y transformaciones que vayan construyendo el significado de tal percepción; de aquí el interés de la prensa, de los políticos, de los gremialistas en producir discursos verbales que reinterpreten (redirijan, reorienten) el significado original para cuya producción se produjo el discurso comportamental.

Lo que no puede exigirse, como pretendida prueba para establecer el carácter discursivo o de Semiosis Sustituyente, en el caso de comportamientos existenciales (en principio, afines a los objetos existenciales), es que estos cumplan con las posibilidades enunciativas que son propias y exclusivas del discurso verbal (ver apartado 28).

Los comportamientos (individuales o grupales), así como los objetos (en especial los exhibidos en un museo) y las imágenes materiales visuales (cualitativas y figurativas, pero no las simbólicas), no construyen enunciados condicionales (con "si... entonces"), ni causales (con "porque..."), ni muestran relaciones de concordancia en género, número y caso, etc., ya que se trata, en todos estos casos, de categorías estrictamente lingüísticas.

En cambio, el discurso verbal no puede mostrar, ni puede realizar acciones (mal que le pese a Austin), ni puede utilizar configuraciones 3D, 2½D y ni siquiera 2D para construir el significado, como sí lo hacen los comportamientos, los objetos y las imágenes (en cada caso, mutatis mutandis), junto con otras muchas posibilidades de eficacia específica que posee lo existencial-material cuando está socialmente propuesto como Semiosis Sustituyente.

Decir que el comportamiento (al igual que los objetos y las imágenes) necesita de la construcción conceptual que realiza el lenguaje verbal para alcanzar la capacidad de producir un significado es tan válido como la inversa: el lenguaje verbal necesita de la memoria de los comportamientos (y/o de los objetos y/o de las imágenes) para que se produzca el significado verbal. O sea, ninguna semiosis se basta a sí misma, sino que su interpretación necesita de otra u otras semiosis (y/o de más elementos de la propia semiosis) para que signifique.

Así, la tarea del investigador en semiótica consiste, al menos en parte, en buscar las reglas propias y pertinentes a cada una de las semiosis con las que se construye determinada significación en un determinado momento de una determinada sociedad.

Algunos de los problemas básicos son:

1. ¿Cómo encontrar esas reglas que son específicas de una determinada semiosis? o bien, ¿cómo se diferencian en cada caso de las que pueden considerarse como reglas comunes pertenecientes a la Semiótica General? O sea, ¿cuáles son las reglas que rigen las relaciones entre comportamientos o entre objetos (o entre imágenes; las que están vigentes entre símbolos son más conocidas o lo están originaria y explícitamente) para que produzcan determinado y no otro significado? O sea, ¿cómo se diferencian las relaciones comportamentales que producen el significado "festividad" de las que producen el significado "protesta"?

2. No confundir el análisis de la capacidad de producir el significado de otra entidad diferente a la semiosis que lo produce, con el análisis del significado que tiene un determinado fenómeno y que proviene de otras semiosis. O sea, una cosa es analizar cómo produce su significado de protesta el comportamiento de los piqueteros (en cuanto Semiosis Sustituyente) y otra distinta es analizar el significado que adquiere la falta de trabajo tal como resulta construido (en cuanto Objeto Semiótico) por el comportamiento de los piqueteros, a diferencia del que resulta construido en una eventual editorial de un diario.

3. Identificar, en cada caso concreto, cuáles son las semiosis que concurren para construir la interpretación de cómo una determinada semiosis produce un determinado significado. O sea, qué imágenes, qué recuerdos de lo visto, leído o participado, confluyen para que quien es testigo del comportamiento de los piqueteros le dé una u otra interpretación de entre las muchas posibles.

19.1.2 Exploración del objeto en el museo, como introducción a una semiótica indicial

Me propongo explorar las líneas básicas y tentativas de un estudio semiótico acerca del significado de los objetos, en cuanto constituye uno de los aspectos fundamentales de la Semiótica Indicial. Lo cual, en cuanto tal expresión: "estudio semiótico acerca del significado de los objetos", requiere algunas precisiones preliminares que, no obstante, ya constituirían parte de esa misma semiótica. Para situarnos en el campo de lo observable y con un relativo acotamiento del dominio cuasi universal que correspondería al concepto de objeto, elijo la particular experiencia del museo como ámbito de exhibición de determinados objetos.

Por el momento, sólo pretendo dejar planteadas algunas líneas de reflexión acerca del tema. Creo que lo básico es tener en cuenta que, enfrentar el estudio del significado del objeto, en el específico contexto del museo, supone una tarea de exploración de la eficacia de la semiótica, en cuanto metodología de investigación, para explicar el proceso de proposición, interpretación y transformación del significado de lo exhibido, así como su resultado, por el hecho de estar exhibido, según las características del diseño de la exhibición y adecuándose a los sistemas de interpretación de los visitantes de dicha exhibición.

Esta significación será diferente a la que adquiriría ese mismo objeto en un comercio, en la habitación de un domicilio particular, en un hospital, en una iglesia, en un hotel, en un cuartel, en un parque o calle, en una escuela, en un club deportivo de barrio, etc. También será diferente a la significación que adquiriría ese mismo objeto al estar representado en una imagen gráfica, bi o tridimensional y a la significación de esta misma imagen en cuanto objeto. Por ello también excluyo, provisionalmente, de este trabajo, a la clase de objetos cuyo dominio está constituido por los que son representaciones de otros objetos; aun cuando su presencia constituye uno de los objetos más habitualmente exhibidos en los museos: preferentemente, museos de pintura y de escultura, pero también museos de maquetas, de fotografías, de reproducciones artísticas, de la voz, etc.

Por consiguiente, todo aquello acerca de lo que vayamos reflexionando en este trabajo se entenderá como referido a la exhibición del objeto, en su calidad básica de Objeto Semiótico, en un museo, y no a la exhibición de aquellos que se exhiben en virtud de su calidad básica de Semiosis Sustituyentes, salvo que, por exigencias de una semántica diferencial, se indique lo contrario. Hay que advertir que al exhibir, en un museo, cualquier objeto, éste deja de ser Objeto Semiótico y se transforma en Semiosis Sustituyente. Al hablar de "su calidad básica", me estoy refiriendo a la que, previa e históricamente, posee el objeto, con independencia de la que llegará a adquirir por el hecho de estar exhibido, que será siempre la de Semiosis Sustituyente.

El motivo de esta exclusión de objetos cuya calidad básica es la de Semiótica Sustituyente, consiste en que dicha calidad básica es ya metasemiótica, dado que los que se exhiben son discursos acerca de objetos, o sea, objetos que son, originariamente, representaciones de otros objetos, como es el caso de una exposición de imágenes visuales figurativas. Por el contrario, cuando la calidad básica es semiótica lo que se exhiben son objetos que no poseen, originariamente, carácter representativo, como es el caso, por ejemplo, de un museo de náutica. Excluyo a los primeros y me circunscribo a los segundos, por considerar que la problemática y las operaciones analíticas que habrán de utilizarse en uno y otro caso (el de la metasemiótica y el de la semiótica) son diferentes.

No obstante, esta exclusión no abarca a los discursos, en función co-textual (ver, para diferenciar "contexto" y "co-texto", el apartado 8), mediante los cuales los objetos exhibidos son propuestos como dotados de determinada significación, al menos en el diseño comunicativo del curador del museo; estos tendrán una particular importancia para establecer la relación entre el Mundo Semiótico Posible del curador tal como lo propone al diseñar la exhibición y los Mundos Semióticos Posibles de los visitantes tal como estos los construyen a partir de la propuesta del curador y de su propia capacidad de interpretación (ver, para "Mundos Semióticos Posibles", los apartados 32, 33 y 34).

No obstante, al estar exhibido, el objeto en el museo deja de ser lo que es "en sí mismo" (lo que, no obstante, ya lo incluye en una cultura y por tanto le confiere el carácter básico de Objeto Semiótico) y comienza a estar en representación de algo (lo que le confiere el carácter derivado de Semiosis Sustituyente).

En el museo, los objetos presentes nos conducen a una ausencia, a otro objeto y/o a otro espacio y/o a otro tiempo en el cual, ese objeto, siendo el mismo, ya no es el que está en la vitrina o sobre el pedestal. No teniendo como estructura básica convencionalmente admitida la de Semiosis Sustituyente (la que, en cambio, sí tienen las imágenes materiales visuales) se constituyen en tales por la eficacia del contexto. O sea, sin dejar de ser Objeto Semiótico (que, en cuanto tal, admite el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que producen su específica significación: los textos escritos, las imágenes fotográficas, los audiovisuales, etc., que acompañan habitualmente al objeto exhibido, y a las que acabo de denominar "su co-texto"), queda propuesto, además, como Semiosis Sustituyente para la construcción de la significación de otros objetos o comportamientos, efectivamente ausentes del contexto de exhibición del museo (tal lo que ocurre con los objetos exhibidos en un museo de historia, por ejemplo).

19.1.3 Más sobre el objeto en el museo; más sobre Semiótica Indicial

Lo que llegué a proponer en el apartado anterior es considerar a ese objeto como un Objeto Semiótico al que se exhibe y que, al exhibírselo, adquiere una potencia representativa; se tratará por tanto de proponerlo como Semiosis Sustituyente, aun cuando (originariamente) es un Objeto Semiótico y sólo por eficacia de esa situación de exhibición se constituye en Semiosis Sustituyente sui generis.

Parece una contradicción. Pero, de lo que se trata es de exhibir (o sea, transformar en Semiosis Sustituyentes) objetos que no tienen la cualidad de ser Semiosis Sustituyentes. Una cosa es exhibir una pipa en un museo y otra muy distinta es exhibir la imagen de una pipa en un museo, situación esta última que le llevará a R. Magritte a escribir junto a dicha imagen: "esto no es una pipa" (lo que retomará M. Foucault, 1973, en un delicioso librito con ese título y sobre este tema). Si lo que se exhiben son imágenes de pipas, se están exhibiendo Semiosis Sustituyentes; si lo que se exhiben son pipas se están exhibiendo Objetos Semióticos; pero, mientras están exhibidas son Semiosis Sustituyentes, ya que representan a otras pipas de determinado estilo o fabricante o cultura o etnia o, incluso, representan a determinado fumador que las utilizó. Sólo que esta capacidad de representación es tal que ni R. Magritte ni M. Foucault podrían decir "esto no es una pipa", ya que, efectivamente, son pipas

Así es como adquiere la calidad representativa específica el objeto exhibido en el museo. La tarea cognitiva de base que se propone al exhibir un objeto en un museo (como en otros muchos ámbitos en los que podría exhibirse) consiste en que se lo perciba. Esta tarea se corresponde con el objetivo fundamental de la visión, según lo formuló D. Marr: "Saber qué hay dónde, mirando" (1982: 3). Pero, hasta aquí, no se produce la especificidad identificadora del objeto en el museo; al objeto se lo identificaría, del modo que propone Marr, como a cualquier otro objeto al que identificamos y situamos en coordenadas espaciales, por lo general intuitivas. En el museo, es necesario percibir, pero no basta con ello; habrá de asignarle una particular calidad a esa percepción: la de consistir en la percepción de una representación. Creo que ayuda a comprender esto si se tiene clara la diferencia entre uso y exhibición (que algo le debe a W. v. O. Quine, 1962: 77).

El objeto usado requiere percibir su colocación en el espacio y saber manipularlo con la eficacia pertinente según sus características. Pero es posible que no se lo perciba conscientemente, ni se tenga constante conciencia de los conocimientos que requiere su manipulación, como ocurre, por ejemplo, en mi relación con el teclado en el que escribo.

El objeto exhibido se propone explícitamente a la percepción, en una determinada situación que lo privilegia (o debería privilegiarlo) para su contemplación, y actualiza ante la conciencia del visitante determinada información, mediante la que se constituye como representación, en cuanto no se agota en sí mismo sino que su presencia propone algún tipo de relación con algo diferente al propio objeto. Pero esta relación con algo diferente tiene diversas variantes.

Por una parte, que no se agote en sí mismo no excluye que su única posibilidad representativa consista en poder estar en representación de sí mismo. Esto ocurre, en especial, con los llamados "objetos únicos". En tales casos, el objeto exhibido y el representado resultan no ser el mismo, pese a su aparente unicidad; el mismo objeto no posee una misma identidad en cuanto percibido y en cuanto interpretado.

En el caso del objeto único, el objeto representado se caracteriza siempre como una ausencia que contradice la efectiva presencia del objeto exhibido. El sable de San Martín, custodiado en el Regimiento de Granaderos en la Ciudad de Buenos Aires, no es (salvo desde una visión positivista "de secano", como diría N. Hanson, 1977: 21) el sable que se ceñía San Martín, sino que lo representa o evoca en cuanto posibilidad ya agotada o inexistente y, en todo caso, efectivamente ausente, respecto al sable exhibido; el Mundo Semiótico Posible del sable actual no es el Mundo Semiótico Posible del sable que manipulaba San Martín; esta diferencia en los mundos posibles hacen que se haya perdido la identidad entre lo que hoy percibimos y lo que percibió San Martín cuando lo buscaba para ceñírselo. Lo que no le quita valor, sino que le añade el valor de ser su propia representación y el inalcanzable valor de no poder volver a ser de San Martín; el caso de las réplicas o copias, como lo es el sable exhibido en el Museo Histórico, es ya el de los objetos que tienen el carácter de ser, originariamente, Semiosis Sustituyentes (pero advierto que al término "réplica" lo voy a usar en un sentido peirceanamente más riguroso y como tercer conjunto posible de las clases de objetos exhibibles en un museo; ver apartados 8 y 26).

No obstante el caso más habitual es aquel en que el objeto exhibido está en representación de todo un dominio de objetos, del cual él es, además, uno de sus integrantes. Tal es el caso de los objetos llamados "prototipos". Aquí, el objeto comparte sus características perceptuales y/o simbólicas con un conjunto de otros objetos, ostentándolas como determinantes y definitorias de su capacidad representativa de tales objetos (Rosch, E., 1973; Dubois, D., 1991: 15). Estos otros objetos son semejantes entre sí y respecto al exhibido, pero, además, están ausentes. Tal es el caso de la vieja moneda española de un maravedí, exhibida en un museo de numismática. Allí exhibida, tampoco esa moneda es tal, sino que se representa a sí misma y a todas las demás de su tipo y valor que alguna vez existieron. Esta distancia necesaria, creo poder afirmar que es lo que constituye la característica esencial de un objeto de museo, lo que le confiere su estatuto como signo y lo que lo hace objeto de conocimiento de una Semiótica Indicial.

19.1.4 Una primera aproximación al interpretante del objeto en el museo: el visitante

Uno de los aportes fundamentales de Ch. S. Peirce consistió en establecer el interpretante como el lugar de la plenitud (siempre provisional) del signo. No hay signo hasta tanto una determinada percepción no haya encontrado su lugar en el sistema mental de interpretación a donde lo remite el observador. No es que, mientras tanto, exista un signo no interpretado, es que no hay signo (coincidentemente, en relación con la modalidad de re: Kripke, 1980: 110).

Desde esta perspectiva, el objeto en el museo sólo adquiere su valor específico cuando resulta interpretado por cada uno de los visitantes que lo perciben efectivamente y según las características que, en la mente de cada uno de tales visitantes, adquiere esa percepción.

Vuelve a actualizarse una observación que formulé, en otro trabajo (Magariños de Morentin, 2000: 691), respecto de las semióticas de la imagen visual y que considero generalizable a la interpretación de cualquier clase de signo: ninguna semiosis es autosuficiente para la obtención de su interpretación. Esto quiere decir que el interpretante necesita poner en relación la percepción actual que pretende interpretar con la huella mnémica, en cuanto ya interpretada, de otra o de otras múltiples percepciones, experiencias sensoriales, nombres, expresiones y frases verbales, comportamientos percibidos o protagonizados, etc., etc., y en los que, por semejanza o diferencia, se basará para interpretar dicha percepción actual. Tal la función que cumple la parte del modelo cerebral de identificación del objeto visual al que, como mencioné antes, S. M. Kosslyn (1996: 214-225) denomina "Memoria Asociativa".

El término "interpretación" involucra una doble tarea: la de reconocimiento y la de interpretación propiamente dicha. La primera culmina cuando el espectador sabe qué es lo que está viendo. Suele asimilársela a estar capacitado para asignarle un nombre. La segunda cuando el espectador lo vincula con diversos aspectos del sistema cultural del que dicho espectador participa. Supone la capacidad para asignarle un contexto, fundamentalmente existencial o utilitario y/o para incluirlo en un sistema, fundamentalmente conceptual o virtual.

Este es el ámbito de concurrencia, que puede abarcar desde la complementariedad hasta el conflicto, entre la propuesta del curador de la exhibición y el universo de significaciones con el que el visitante llega al museo, acerca de todo lo cual hay mucho para precisar.

19.1.5 La contraposición de los mundos semióticos posibles del curador y del visitante

El apartado anterior concluía comprometiéndome a continuar el desarrollo acerca del objeto en el museo, en cuanto parte de la Semiótica Indicial, aproximándome a ese espacio de complementariedad o conflicto que está constituido por la concurrencia entre la propuesta del curador de la exhibición y el universo de significaciones con el que el visitante llega al museo.

Téngase en cuenta que cuando me refiero al "curador" lo hago como designación de un sujeto colectivo, ya que en el diseño, organización y puesta en práctica de la exhibición, interviene siempre y necesariamente un equipo de diversas personas con diversos conocimientos y habilidades (comunicación personal de la museóloga Alicia Sarno). Por supuesto, también el término "visitante", sin ser de mi entera satisfacción, también designa un sujeto colectivo: el conjunto de personas que concurren al museo y establecen contacto con el objeto exhibido.

Pero retomando el hilo inicial, lo que ahora me interesa es considerar al objeto exhibido como un punto de encuentro entre los Mundos Semióticos Posibles del curador y del visitante.

Creo que la expresión "Mundo Semiótico Posible" va a requerir, en algún momento, un desarrollo atento (con algo contribuyo, en este mismo trabajo, en los apartados 32, 33 y 34 de los Temas Complementarios). Yo lo he trabajado, al menos, en un par de oportunidades (Magariños de Morentin, 1996 y 1999) Enfoques diferentes pueden encontrarse en la revista Versus Nº 17, 1977; en S. A. Kripke (1980), con la exploración metafísica de las relaciones entre lo designativo y lo óntico; en la muy atractiva recopilación que hace S. Allén (1989) del Nobel Symposium 65, con un interesante trabajo de U. Eco ("Report on Session 3: Literature and Arts"); en J. Hintikka (1996), con la dureza y la fascinación propia de un excelente lógico, entre otros muchos. Asimismo, resulta muy fructífero el concepto de "las formaciones discursivas" de M. Foucault (1969: 62; 72; 90; 97 passim) que yo, al menos, postulo como afín al de los Mundos Semióticos Posibles.

En la Semiótica Indicial, uno de estos Mundos Semióticos Posibles surge a partir de una situación empírica concreta, construida según determinadas relaciones espaciales y, en el caso del museo, decidida por el curador para la exhibición del objeto.

Algunas de estas relaciones espaciales pueden recaer sobre el mismo objeto y están destinadas a proponer una determinada visualización de dicho objeto. Otras a ponerlo en relación con un universo de conceptos e imágenes textuales de las que provendrá la información necesaria para su semantización. Otras, en fin, a vincularlo con un universo de comportamientos tendientes a la construcción de su dimensión pragmática. En cualquier caso, ese conjunto de relaciones espaciales implica una propuesta de ideologización del objeto, según determinaciones con las que el curador pretende controlar, o, al menos, desde la que pretende orientar la capacidad interpretativa del visitante.

El otro de estos Mundos Semióticos Posibles, es aquel constituido por un conjunto de posibilidades interpretativas predeterminadas, según el cual cada intérprete o, en el caso del museo, visitante se ubica en presencia del objeto para configurar una situación empírica imaginaria, construida según determinadas relaciones espaciales, en la que ese visitante está dispuesto a situar al objeto.

Algunas de estas relaciones espaciales pueden recaer sobre el mismo objeto y están destinadas a establecer las características que el visitante puede aceptar como adecuadas para la visualización de dicho objeto. Otras a poner a este objeto en relación con un universo de conceptos e imágenes mnemónicas de las que proviene, al tiempo de la puesta en presencia del visitante ante el objeto, la información necesaria para la semantización que ese visitante puede conferirle. Y otras relaciones espaciales, en fin, vincularán al objeto, en el imaginario del visitante, con un universo de comportamientos tendientes a la construcción de su dimensión pragmática. En cualquier caso, ese conjunto de relaciones espaciales implica una propuesta de reconocimiento del objeto, según determinaciones desde las cuales el visitante estará dispuesto o no a aceptar la propuesta ideologizadora del curador.

En su forma más elemental, los Mundos Semióticos Posibles del curador y del visitante están constituidos por las posibilidades dialécticas, en cuanto opositivas y eventualmente contradictorias, de visualización, semantización y utilización pragmática aplicables al objeto. Estas tres dimensiones son los ámbitos en los que se juega la posibilidad de intercambio comunicativo entre el curador colectivo y el conjunto de los visitantes individuales del museo. Se materializan en la forma de exhibición del objeto, los textos, los gráficos y audiovisuales a los que se lo asocia y las actividades pedagógicas o lúdicas que se programan como experiencia kinésica con el objeto o con sus réplicas o sus componentes o sus resultados.

¿Cómo lo exhibe el curador versus cómo lo hubiera querido percibir el visitante? ¿Qué información le asocia el curador versus qué sabía de él el visitante? ¿Qué relación física admite el curador que puede establecerse con el objeto versus cuál es la que al visitante le interesa establecer?

Tales considero, en principio, que pudieran ser los tres temas básicos para el análisis de los objetos de un museo en cuanto propuesta de comunicación.

19.1.6 La "puesta en escena" de objetos y comportamientos

Continúo con algunas reflexiones en el marco de una Semiótica Indicial. El tema se centra en la posibilidad de identificar cuándo nos encontramos ante una percepción de objetos y/o comportamientos que nos sugiere o, quizá, nos impone, proyectarnos hacia un universo diferente del que tenemos presente y, por tanto, construir una interpretación semiótica de dicha percepción a la que, en principio, consideramos como Objeto Semiótico pero que, posteriormente, se nos impone como Semiosis Sustituyente.

En este sentido propongo que todo despliegue de objetos/comportamientos tiene siempre algún aspecto de "puesta en escena" y la puesta en escena es una condición inicial y necesaria para toda comunicación. Por tanto, los objetos puestos en escena se diferencian de sí mismos (dejando de ser simples Objetos Semióticos) por ese plus al que remiten (y que les atribuye, en alguna medida, el carácter de Semiosis Sustituyentes).

La perspectiva semiótica, en esta reflexión, es general y abarca, una vez analizadas las propuestas simbólicas (por ejemplo, las lenguas verbales o de señas, la aritmética o la lógica simbólica) y las propuestas figurativas (por ejemplo, fotografías, pinturas y esculturas), a todas las entidades existentes y posibles, tanto artificiales como naturales. Vistas por el hombre, tales entidades están vistas (o dispuestas o construidas) para el hombre y ya no son lo que (supuesta pero inaccesiblemente) serían en sí, ni lo que serían (haciéndosenos igualmente inaccesibles) al ser vistas por un alienígena de otra galaxia, por alguna inteligencia eterna peirceana (el "æon" de CP. 3.433 que transcribo más adelante) o por el más cercano marciano de Chomsky; pero obsérvese que siempre tendrían que ser para alguien ya que de lo contrario simplemente no serían (o, al menos, no serían objeto posible de ninguna percepción consciente para ninguna mente imaginable).

La hipótesis, pues, consistiría en afirmar que todo Objeto Semiótico participa en algo, simultáneamente, de la calidad de Semiosis Sustituyente. Aun en su mero carácter (ontológico) de Objeto Semiótico, ninguna entidad se situaría (retomando la conocida expresión de R. Barthes, 1967a, 1967b) en "el grado cero" de alguna semiótica. Esto quiere decir que ningún objeto podría ser considerado como total y definitivamente terminado o construido en cuanto resultado final de alguna interpretación semiótica, ni podría ser considerado sin potencia alguna para semiotizar a algo que ya no es él mismo sino otro al que tal objeto se refiere o representa (otro objeto junto al cual aparecería o cuya ausencia revelaría; el propietario del objeto o su manipulador; un gesto o ademán que fue necesario, etc.), sino que, por negación de dicho "grado cero", conservaría siempre, además, la (al menos) potencia para estar remitiendo a algo distinto de sí mismo. Al estar puesto en algún lugar, inevitablemente con otros o junto a otros objetos, para ser visto en ese lugar y no en otro lugar posible, ni en asociación con otras entidades posibles, para ser visto por alguien (o por muchos), pero no por otros (o por alguno), está puesto para comunicar algo más que su mera presencia: algo que puede remitir a identidad, estatus, compromiso, poder, veneración, mentalidad, ideología, creatividad, moda, exclusión..., y tantos otros aspectos que los objetos construyen y para los que no alcanzan las palabras que los designen o los describan, pero cuya eficacia se constata al percibirlos o al estar o al circular entre ellos.

Hay "puestas en escena" explícitas de objetos, en cuanto, socialmente reconocibles como exhibidos para ser vistos: tal es el caso de los museos, colecciones y exposiciones, jardines botánicos, zoológicos y reservas naturales, vidrieras o escaparates de establecimientos comerciales, góndolas de supermercados, plazas, jardines y parques, fachadas de edificios, la ropa que se lleva puesta, el amoblamiento de una habitación en una vivienda particular, en un hotel, en un hospital, en una empresa, en la celda de una cárcel, etc.

Hay "puestas en escena" explícitas de comportamientos, en cuanto, socialmente reconocibles como exhibidos para ser vistos: los desfiles militares, las funciones de ballet, de teatro de mimos (para atender predominantemente a situaciones con mínima presencia de lo verbal), los espectáculos deportivos, las manifestaciones políticas y/o gremiales, ceremonias cívicas o religiosas, la consulta médica (en especial en la medicina social en la que el médico manipula el cuerpo del paciente con mínima participación e interés en la información verbal que le trasmite), desfiles de modelos, concurrencia y desplazamiento por lugares de encuentro y paseo urbano, como la Alameda en Santiago de Compostela, la vieja "vuelta del perro" en Tandil, la Recoleta en Buenos Aires (y cada habitante de cada ciudad, pueblo o villorrio sabe dónde y cuándo), las acrobacias aéreas, etc.

Es como un desafío el identificar este repertorio, prácticamente inagotable, de ámbitos destinados a la exhibición de objetos y/o comportamientos. Todos ellos son propuestas perceptuales (evito decir "textos" ni "discursos" para eludir la intromisión de la lingüística; pero, entre comillas y entre paréntesis, lo digo; más adelante, en los apartados 22 y 23, utilizaré el término "disposición") acerca de las cuales la semiótica tiene (o tendría o debería tener) mucho que decir y explicar. Ésta es la opulenta línea de investigación y estudio en la que incluyo este tipo particular de reflexión: el de una Semiótica Indicial.

Ahora bien, la hipótesis que estoy esbozando es que, al margen de estas situaciones explícitas de puesta en escena de objetos y/o comportamientos, constitutivos inequívocamente de Semiosis Sustituyentes, también los objetos usados en la práctica social, según su finalidad específica y aunque, aparentemente, no estén destinados a ser exhibidos, o sea, en cuanto simples Objetos Semióticos, siempre e ineludiblemente incurren en alguna especie de situación implícita de puesta en escena y aparecen, por ello, dotados de una tensión semiótica que los constituye en objetos de estudio de una Semiótica Indicial.

La única exclusión estaría constituida por el conjunto de los que se podrían considerar como Objetos Semióticos imposibles (en la línea de las configuraciones ideadas por Escher). Pero, ¿existe el objeto imposible?

19.1.7 La semiótica como proceso de transformación y la asistematicidad peirceana en la caracterización del índice

Estoy pretendiendo desarrollar las líneas fundamentales de una Semiótica Indicial. Ya he anticipado algunos comentarios, cuando me he referido a los objetos, en especial exhibidos en un museo, y a los comportamientos, particularmente en el caso de los "piqueteros".

Pero más que reflexiones aisladas, trataría de ir sistematizando conceptos y operaciones que permitan ir construyendo esta parte de la semiótica que, según la información de que dispongo, es la menos desarrollada.

Por supuesto, Charles Sanders Peirce es quien ha construido el concepto de Índice con mayor profundidad y riqueza (CP. 2.284-2.291, passim). Lo tendré presente permanentemente, pero advirtiendo que no me preocuparé por ser ortodoxo; más bien preveo la necesidad de una notable heterodoxia o, al menos, la búsqueda de desarrollos alternativos.

En este sentido, comienzo planteando un par de temas, sobre los que será necesario continuar trabajando, para avanzar sobre una Semiótica Indicial.

El primero se refiere a la semiosis de base de esta Semiótica Indicial, que estaría constituida, por ejemplo, por los objetos y los comportamientos (así como por los contenidos de la memoria, que dejo para una elaboración posterior) a los que ya me he referido. Pero, como sabemos, una semiótica no se identifica por el tipo de referente que construye ni por la sensación sensorial de la que parte, sino por la transformación a que somete a percepciones y referentes y, en virtud de la cual, los constituye en signos. Así, las palabras, que son predominantemente símbolos, en la sistemática peirceana, tienen un (importante) aspecto indicial: por ejemplo, su calidad física y su presencia como existentes que se hacen oír o ver; y, por supuesto, un (importante) aspecto icónico: por ejemplo, la modulación de quien las pronuncia y la tipografía o caligrafía de su escritura, en ambos casos respetando una estructura formal de base. Y las imágenes, que son predominantemente iconos, tienen también un (importante) aspecto indicial: por ejemplo, su soporte físico y su presencia como existentes que ocupan un espacio en una pared (cuadros) o un volumen en un ámbito (estatua), etc.; y, por supuesto, un (importante) aspecto simbólico: por ejemplo, la cotización o precio en el mercado del arte o bien su carácter de pieza revolucionaria que inicia un nuevo período o de pieza pasatista que no aporta nada nuevo. O sea, considero que no es suficiente con decir que una Semiótica Indicial trata acerca, por ejemplo, de objetos o de comportamientos, ya que unos y otros tienen (importantes) aspectos icónicos y simbólicos, al margen de su predominante (en nuestra cultura) presencia existencial. En todos los signos predomina un aspecto, que hará que se los considere iconos, índices o símbolos, según circunstancias y/o condicionamientos socio-históricos, pero que no excluye los otros aspectos semióticos (más sobre esta copresencia de todos los signos en cada signo, en el apartado 11). El índice es, por tanto, una manera de representar y no una materia prima o sensación, aunque también debe tenerse en cuenta que esa manera de representar recae predominantemente (al menos en nuestra/s cultura/s) en los que llamamos "objetos" y "comportamientos".

El segundo tema es, conceptualmente, bastante complejo. Se refiere a cierta asistematicidad que pareciera manifestarse en el criterio seguido por Peirce para su construcción del índice, frente al criterio, más coherente e inambiguo, seguido para caracterizar al icono y al símbolo. Mientras estos últimos se identifican por adquirir su específica calidad representativa (su calidad de signo) situándose o apareciendo "en lugar de", en el caso del índice, éste pareciera identificase por adquirir su específica calidad representativa (su calidad de signo) según las características de su asociación física con otro u otros signos, o sea, por su capacidad y sus características de contextualización, o sea, situándose o apareciendo "en una conexión dinámica" con el objeto al que representa. Cuando se estudian los signos, la operación semiótica que se plantea como general es la de sustitución; o sea, se trataría de una dinámica de metáfora (representa porque está en lugar de). Por otra parte, cuando se estudian los contextos, la operación semiótica que se plantea como general es la de integración, o sea, se trataría de una dinámica de metonimia (representa porque es parte de). Pero, en el caso del índice la operación semiótica que, según Peirce, lo caracteriza, en cuanto signo, es la de integración (en un contexto más amplio), o sea, su identificación como signo respondería a la dinámica de la metonimia (representa por ser una parte de).

Esta opción por caracterizar al índice desde la perspectiva de su integración con otros signos se manifiesta, inicialmente, cuando establece la calidad de contexto existencial que atribuye Peirce al ámbito de valoración del índice, o sea, al que denomina "dicisigno" o "signo dicente" (CP. 2.250-251) frente a la calidad de sistema virtual que le atribuye al ámbito de valoración del icono, al que denomina "rhema" (CP. 2.250) o al del símbolo, al que denomina "argumento" (CP. 2.252-253). Esto se potencia cuando Peirce (CP. 2.283) diferencia, con términos evaluativos, entre el índice genuino, que consiste en una relación existencial (por tanto, vinculada a la integración y, en cuanto tal, relativamente próxima a lo metonímico), y el índice degradado, que consiste en una relación de referencialidad (por tanto, relativamente próxima a la sustitución y, por tanto, a lo metafórico). Y, sin aclarar si lo hace en el mismo sentido que antes, en la nota 23 al parágrafo 8.368 de CP., distingue entre dos clases de índices: los que "stand for..." o "designations", o sea, los que designan, ya que están en lugar de algo (lo que permite considerarlos relativamente próximos a los que estableció como índices degradados, por tanto según una relación metafórica con su objeto) y los que llama "reagents" o sea, los reactivos (quizá como un rastro de su formación académica de químico), en cuanto ponen a la mente en conexión con determinado fenómeno al que señalan o indican o del que son índices (lo que permite considerarlos relativamente próximos a los que estableció como índices genuinos y, por tanto, según una relación metonímica con su objeto).

19.1.8 Cómo se define y se acota un contexto

Considero importante detenerme y tratar de esclarecer una doble operación que vamos a necesitar con mucha frecuencia, en nuestra tarea de esbozar una Semiótica Indicial. Se trata de la comprensión teórica y la adecuación empírica del problema acerca de (1) cómo se define y (2) cómo se acota un contexto.

Casi nada de la semiótica se puede responder en dos palabras, pero sugiero tomar estos breves comentarios como esquemas mínimos para la comprensión del tema que se propone, y que requieren continuar siendo objeto de reflexión y profundización y de un más preciso ajuste en otros momentos.

(1) Con esta restricción, puede decirse entonces que el contexto, en principio, es el conjunto de signos, efectivamente existentes, que aparecen asociados a otro determinado signo, efectivamente existente, según las reglas de integración de la semiosis a la que pertenecen.

Además (como criterio analítico provisional e irreal, pero conveniente en función del rigor, y que deberá modificarse, como lo propondré más adelante, para adecuarse a situaciones efectivas), sólo se tomarán en cuenta, para afirmar que se está en presencia de mismo contexto, los signos que pertenecen a la misma semiosis que el signo cuyo contexto se estudia. Esto quiere decir que el contexto de un signo lingüístico estará constituido por otros signos lingüísticos, el de un signo gráfico por otros signos gráficos, el de un signo musical por otros signos musicales, etc. Si esos otros signos aparecen asociados, pero no pertenece a la misma semiosis que el signo en estudio, suele hablarse de "co-texto", un término por el que confieso que siento poca simpatía, por considerarlo no suficientemente definido y, sobre todo, poco definidas sus relaciones con el texto al que acompaña, por lo que no creo que pueda utilizarse para eliminar la irrealidad del anterior criterio; y hablo de "irrealidad" porque es prácticamente imposible encontrar una determinada secuencia de signos, o sea, un contexto, en la que todos sus componentes intervengan desempeñando una misma función semiótica: todos como y sólo como iconos o todos como y sólo como índices o todos como y sólo como símbolos. Ejemplos de situaciones a considerar desde una perspectiva co-textual serían los gestos que acompañan a las palabras o el título que acompaña a una pintura o a una escultura o las imágenes de la TV mientras se trasmite un concierto (sean paisajes naturales o detalles o panorámicas de los músicos y del director, etc.; interesante tema en el caso de los videoclips) o los mencionados textos informativos (escritos, audiovisuales, fotografías, etc.) que se yuxtaponen a un objeto exhibido en un museo.

El contexto, del que esbocé una definición, es el instrumento natural de toda semiosis, mediante el cual cada signo adquiere el sentido que le confieren los restantes signos del determinado contexto en el que aparece incluido (ver, respecto a la caracterización de "sentido" frente a "significado" y a "concepto", el apartado 18). Todo contexto siempre lo es de algún signo determinado; además, lo es de algún signo efectivamente existente, o sea, todo contexto es siempre un fenómeno material y no virtual.

Esto, a su vez, quiere decir que no sería semióticamente correcto hablar de contextos abstractos, por lo que no se podría decir (pese a que se lo dice con bastante frecuencia) que un sistema cultural o las reglas de una gramática o las ideas políticas vigentes en un momento dado, sean contextos de "algo" o que "algo" adquiera sentido en el contexto de un sistema o de unas reglas o de determinadas ideas. Puede decirse (pese a que casi nunca se lo dice) que algo adquiere sentido en el sistema de determinada cultura, o de las reglas de una gramática o de las ideas políticas de un determinado momento histórico, en cuyo caso, el algo del que se habla no se considera como un existente concreto sino como una virtualidad o abstracción. El contexto de algo concreto está constituido por elementos existenciales presentes en su entorno físico, mientras que el sistema lo está por elementos abstractos, conceptuales y/o virtuales. Por eso puede decirse que "algo" adquiere sentido en el contexto de un discurso político concreto o en el de los discursos políticos emitidos en el Parlamento, en determinada sesión o en determinado período, o en el contexto de las relaciones percibibles en una imagen publicitaria o en el de los libros de que dispone determinada biblioteca. Curiosamente, mientras parecería aceptable, pese a ser contradictorio, decir que "algo adquiere sentido en el contexto de determinado sistema", nadie se animaría a decir que "algo adquiere sentido en el sistema de determinado contexto", donde la contradicción se percibe como más evidente.

En el uso que le doy al término "contexto", las expresiones que critico no serían semióticamente correctas, en cuanto al uso adecuado (o incluso, científico o riguroso) de los términos y las relaciones propias de la semiótica, sino que corresponderían a una utilización del lenguaje coloquial, con su carga definitoria de ser el lugar semántico del equívoco (en el acertado decir del viejo estructuralista Galvano della Volpe, 1966), pese a toda la potencia creativa o poética de dicho lenguaje coloquial. La utilización correcta del término "contexto", si se comparten los criterios que estoy haciendo explícitos, consistirá en decir que "algo" aparece en el contexto, o sea, en el interior de un discurso concreto, o de una propuesta visual determinada, o de un determinado comportamiento individual o colectivo, pero, en todos los casos, existente en el tiempo y en el espacio (todo lo cual, por supuesto, proviene de la actualización existencial de las posibilidades virtuales de un sistema).

Para comprender todo esto es necesario tener en cuenta que el signo tiene dos niveles (o dos ámbitos) de existencia posibles: (a) una existencia abstracta o virtual en un sistema (o paradigma o formación discursiva, etc.) y (b) una existencia concreta o efectiva en un contexto (o sintagma o enunciado, etc.); a esta existencia concreta Peirce la denomina "la réplica" del signo en cuanto instancia de su aplicación (CP. 2.246), ya que el signo siempre actúa a través de su réplica (CP. 2.249). Añado, incluso, que es en este nivel de existencia concreta donde, al ser interpretado, el signo va modificando su significado, mientras que, en el nivel de su existencia abstracta, el signo se encuentra disponible, como el registro o archivo del conjunto de posibilidades que, en algún momento (pasado o presente), han sido o están siendo existencialmente realizadas. La creatividad supone una ruptura (futura) de tales posibilidades (de modo que toda creatividad depende siempre de las posibilidades ya creadas que le precedieron; o sea, no se crea de la nada; se transforman las posibilidades preexistentes) y siempre es un acontecimiento discursivo (o de alguna determinada Semiosis Sustituyente) y nunca un estado del sistema. Por eso también, un sistema de signos no es directamente cognoscible, sino tan sólo mediante una inferencia a partir del análisis de uno o varios determinados contextos en los que se actualizan algunas de sus formas o réplicas posibles y algunas de sus relaciones posibles.

(2) La doble operación a la que me estoy refiriendo continúa con el tema de cómo se acota un contexto, o sea, cómo se lo identifica o cómo se establece dónde comienza y dónde termina.

En el ámbito de los signos lingüísticos, en otro trabajo (Magariños de Morentin, 1998) he aplicado el criterio de segmentar la textualidad verbal conforme al criterio del mínimo sintáctico y semántico. O sea, se trata de identificar y segmentar (provisionalmente) aquella parte de un texto que constituye una estructura gramatical completa y que construye un determinado significado. En definitiva, identificar el contexto de un signo implica segmentar el texto que los contiene (al signo y a su contexto) y esto constituye un operación que requiere de una definición y de una descripción de su aplicación, adecuadas y rigurosas. En el ámbito de la semiótica verbal, es a lo que he tratado de aproximarme en la propuesta formulada en dicho trabajo.

Pero no me arriesgaría ahora a proponer criterios de segmentación para acotar contextos ni en las semióticas de las imágenes visuales, ni, menos aún, en la Semiótica Indicial. Incluso mantengo en suspenso, por el momento, la decisión acerca de si es efectivamente oportuno hablar en estos casos (que no son los lingüísticos) de "contexto". Puede arrastrar una extrapolación de categorías lingüísticas (al menos en cuanto designación) a ámbitos semióticos en los que podría no ser pertinente. Es un tema que voy a tratar más adelante (ver los apartados 18, 19, 20 y 22), pero del que ahora sólo digo que el análisis de un signo, para establecer el sentido que está adquiriendo, siempre va a requerir tomar en cuenta sus relaciones con los otros signos con los que comparte determinada existencia concreta. En "La(s) semiótica(s) de las imágenes visuales" hablo de "componentes perceptuales mediante cuyo agrupamiento interior y/o exterior se irá configurando la forma, hasta que se concrete el atractor" (Magariños de Morentin, 2000: 677), pero sólo lo considero provisional y hay allí mucho para repensar.

Creo que con esto aporto algo (o más bien, me disculpo por lo poco que aporto) al tema acerca de cómo proceder para el reconocimiento y la identificación de la dimensión precisa (o sea, cuál es el límite hasta el que se extiende la eficacia semantizadora que un contexto ejerce sobre determinado signo contenido en él) de los contextos en situaciones de Semiosis Indicial, particularmente, en los casos referidos a los comportamientos. ¿Qué fragmento del comportamiento colectivo de los "piqueteros" constituye un signo y qué valor adquiere, en cada situación concreta, por su vinculación con el resto del comportamiento colectivo que lo incluye, así como de qué modo determinar la dimensión necesaria o el límite máximo de ese comportamiento colectivo? Prefiero que la discusión del tema se vaya produciendo al trabajar sobre las propias características que el concepto de contexto, u otro concepto afín que haya que elaborar, adquiera en el conjunto del desarrollo de la Semiótica Indicial. Desde luego que siempre habrá que referirse a la existencia concreta de Semiosis Sustituyentes construidas con la materia prima de la correspondiente Semiosis Indicial.

19.1.9 Primer esquema peirceano del signo indicial

Un modo de producir un discurso riguroso con el que se construya un espacio teórico organizado en base a relaciones semióticas, consiste en explorar el tema en estudio aplicándole la estructura del signo. He seguido esta estrategia para replantear el análisis semiótico de las imágenes visuales y considero que el resultado ha sido específico y sugerente (Magariños de Morentin, 2000), sin dejar de ser discutible. Mi intento ahora es aplicar el mismo procedimiento para encuadrar, al menos elementalmente, las nociones constitutivas de una Semiótica Indicial.

Adopto el esquema lógico que utiliza Ch. S. Peirce para definir el Signo, tomándome cierta libertad para interpretar sus relaciones: "A sign, or representamen, is something which stands to somebody for something in some respect or capacity" (CP. 2.228); o sea: "Un signo o representamen es algo que está para alguien por algo en algún aspecto o capacidad".

En una primera aproximación, trataré de hacer expresivas las relaciones propuestas por Peirce mediante números y niveles de líneas de escritura.

"∞"/ El Signo es el resultado de la transformación de algo; intencionalmente, lo he señalado con el signo de "infinito", en alusión a la inagotable riqueza de las relaciones implicadas en la tríada peirceana, conocidas como la semiosis infinita (CP. 1.339; 2.92; 2.274; 2.303; 8.339, passim);

"0"/ este primer algo (el que apareció en el párrafo anterior y ése acerca del que Peirce va a ir diciéndolo todo; o sea, ese del que dice: "es algo que...") es lo que va a resultar transformado en signo pero que, todavía, no lo es. Es importante porque va a plantear gran parte de la problemática semiótica. En lo verbal (que ya es signo) ese algo (que todavía no lo es) sería la fonación del habla (no como objeto de conocimiento de la pragmática, sino como algo muy próximo al "sonido y la furia" con que Shakespeare evoca el lenguaje de los dementes), en cuya interioridad (o en cuyo ámbito) va a producirse la segmentación de la materia acústica destinada a ser interpretada y con capacidad para designar (o identificar) a un referente; la construcción teórica resultante dará lugar a una Semiótica Verbal. En el caso de la imagen visual (que ya es signo) ese algo (que todavía no lo es) sería la percepción (no como objeto de conocimiento del neuropsicólogo, sino como algo muy próximo al sistema del control de vuelo de una mosca que sabe esquivar obstáculos y cómo posarse), en cuya interioridad (o en cuyo ámbito) va a producirse la segmentación del estímulo visual destinado a ser interpretado y con capacidad para configurar a un referente; la construcción teórica resultante dará lugar a una Semiótica Visual. El problema, para una Semiótica Indicial, es que, en el caso del índice (que ya es signo), ese algo (que todavía no lo es) es lo que fue el referente de las otras dos semióticas: lo designado por la semiótica verbal y/o lo configurado por la semiótica visual; por supuesto, antes de haber sido referente de ninguna de ellas pero no como objeto de conocimiento de alguna ciencia natural positivista, ni del enfoque pretendidamente óntico de alguna metafísica, sino como algo muy próximo al caos en que se hubieran movido los "niños-lobo" si creyéramos las poco creíbles historias del siglo XIX acerca de lactantes abandonados y sobrevivientes (Lenneberg, 1975: 170). Y, para complicar el panorama, el "algo" de una Semiótica Indicial es también la materia prima de cada una de tales semióticas (o de otras que podamos imaginar: olfativas, kinésicas, etc.) en cuanto a los sonidos y la información visual o de los restantes sentidos, que perdura en la base de los signos verbales o visuales o cualesquiera otros ya constituidos. Ese es el algo que estará sometido a determinadas transformaciones para constituirse en Signo Indicial.

Con esto se está abarcando el universo de todos los existentes: objetos, comportamientos y contenidos de la memoria. Para entendernos, afirmo explícitamente que se excluyen los valores y los conceptos, o sea, los significados que sólo existen después de haber sido producidos por alguna Semiosis Sustituyente.

De alguna manera, estoy aludiendo, quizá peligrosamente, a lo óntico, a lo pre-significativo. Es necesario tener presente que estoy tratando de darle un contenido al algo peirceano, que va a ser construido como signo pero que todavía no lo es. Por eso, sólo puedo proponer esta ida y vuelta dialéctica entre lo significativo, para que pueda referirme a ello, y su negación, para mantenerlo en el espacio de la significación posible. Su existencia es necesaria y su significación es virtual.

En este punto es cuando puede intervenir determinada semiosis (verbal o visual, por ejemplo) y transformarlo en signo. Pero también es posible que ello mismo se transforme en signo, de modo que, invirtiendo la relación dialéctica, llegue a ser, no un existente, sino un referente de sí mismo. Todo el proceso por el cual esto llega a ocurrir es lo que es necesario describir mediante las relaciones que constituyen el Signo Indicial, si se pretende llegar a disponer (después de haberla elaborado) de una Semiótica Indicial.

Supongamos, provisionalmente, que estas reflexiones nos proporcionan, abductivamente, una intuición de eso que va a transformarse en signo. Esto que acabo de enunciar constituye una hipótesis de trabajo y, como dice el mismo Peirce, sólo falta probarla.

A título de ejemplo y para tratar de fortalecer la mencionada intuición: la mesa sobre la que trabajo puede ser dicha, como lo estoy haciendo, y así hacer que, en la mente de un intérprete (quienes lo leen y yo mismo), surja como un signo particular. O puedo fotografiarla de modo que su encuadre y la luminosidad a la que la someta, etc., hagan que, en la mente de un intérprete, surja como un signo particular (y diferente al anterior). O puedo tomar conciencia de que estoy trabajando sobre ella y de su relación con la biblioteca, con la computadora, con la ventana, etc., y hacer así que (1), en mi mente, la interprete como un signo (Objeto Semiótico) particular (y diferente a los dos anteriores). O bien hacer que (2) en la mente de alguien que la contempla y a mí trabajando en ella, se la interprete como un signo particular (Semiosis Sustituyente), según lo que ese intérprete tenga en su mente como información acerca de las mesas, del trabajo de escritorio y de mi propia actividad y lo considere como el modo como yo he querido ser visto por ese determinado intérprete (mediante determinada "puesta en escena"); en todo caso, construyendo un signo particular y diferente a todos los anteriores. Bien, como ejemplo, quizá trivial y no exento de problemas, en estos casos (1) y (2), lo que se está construyendo es un índice.

Termino aquí este apartado, pero de todas formas anticipo los otros niveles del análisis que estoy diseñando (posteriores al "∞" y al "0" por los que comencé este desarrollo) acerca de este Signo Indicial y con cuyo estudio continuará este pretendido esbozo de Semiótica Indicial.

"1"/ El aspecto o disposición según el cual se manifiesta, con su pretensión de ser un representamen, o sea, de no ser pero sustituir y hacer presente a otro algo que no es él mismo (de alguna manera, eso que hace que nos relacionemos con las cosas como portadoras de un significado). Sólo ahora hemos llegado al primer componente del signo; lo anterior era previo, materia prima pero no semiosis.

"2"/ El algo en lugar del cual está el Signo Indicial; o sea, el referente de ese pre-referente una vez que es capaz de señalarlo o sustituirlo.

"3"/ La operación que se cumple en la mente del interpretante para valorar y dar significado a ese existente, no por él mismo sino por su capacidad para ser sustituto del otro.

19.1.10 El primer componente del signo indicial: la relación que establece con su objeto

Terminé el apartado anterior caracterizando al primer componente como: "el aspecto o capacidad según el cual se manifiesta (el Signo Indicial), con su pretensión de ser un representamen, o sea, de no ser pero sustituir y hacer presente a otro algo que no es él mismo (de alguna manera, eso que hace que nos relacionemos con las cosas como portadoras de un significado)"

Para entender esto, es necesario tener en cuenta que, en el caso de los Signos Indiciales, nos encontramos, por ejemplo, con comportamientos (u objetos o contenidos de la memoria) producidos a partir de una semiosis que es existencial; a diferencia, por ejemplo, de las imágenes materiales visuales (o de las esculturas o diagramas, etc.) cuya semiosis es formal, en cuanto formas o configuraciones perceptuales, con la que se producirán signos icónicos; y a diferencia, por ejemplo, de las palabras (o de los números o de la escritura musical, etc.) cuya semiosis es valorativa y, por tanto, convencional, con la que se producirán signos simbólicos.

Pues bien, este aspecto o disposición o, dicho en forma más castellana: la relación que establece con su objeto para proponérsela a su interpretante (siendo "interpretante", en uno de sus sentidos, la designación con la que Peirce se refiere al aspecto más sistemático y menos psicológico del intérprete), en el caso del Signo Indicial que se está comenzando a construir, es una relación de presencia actual. Con esto se diferencia del signo icónico, que se relaciona con su objeto para proponerle a su interpretante una configuración visual que no es tal objeto sino que sustituye su forma. También se diferencia del signo simbólico, el cual se relaciona con su objeto para proponerle a su interpretante un sustituto convencional de su respectivo objeto. La pregunta es ¿de qué manera se produce la sustitución del objeto de un Signo Indicial para su interpretante? ¿Qué le proporciona el Signo Indicial a su interpretante como sustituto del objeto que, por definición, no puede estar presente?

Y aquí surge la alternativa: el Signo Indicial puede adquirir, ya bien un aspecto o capacidad designativa o ya bien un aspecto o capacidad reactiva o de conexión dinámica.

En la primera posibilidad, a la que Peirce denomina "designativa", el índice le proporciona a su interpretante un sustituto (con componentes operativos afines a los que se utilizan para transformar el lenguaje común en lenguaje retórico, mediante la metáfora; Jakobson, R., 1963: 43-67); lo que constituye la función más general de todo signo.

En la segunda posibilidad, a la que Peirce denomina "reactiva" (si bien posteriormente la denominará "indicativa", término que preferiré adoptar), el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo diferente al propio signo que está operando (con componentes operativos afines a los que se utilizan para transformar el lenguaje común en lenguaje retórico, mediante la metonimia; ibidem), pero al que este signo identifica y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.

Como ejemplo elemental de la primera posibilidad o eficacia designativa de un Signo Indicial puede considerarse a los objetos exhibidos en una vidriera o escaparate. Cuando quiero comprarme una camisa que he visto en la vidriera, le digo al vendedor: "Quiero llevarme esa camisa" y el vendedor se da vuelta hacia la estantería y saca otra camisa que me muestra; yo ratifico que es esa la que quiero, la pago y me la llevo. Es evidente que la camisa en la vidriera es un índice que estaba en lugar de la que, en definitiva, me llevé.

Como ejemplo de la segunda posibilidad o eficacia "indicativa", se despliega toda una serie de variantes que concretan la conexión dinámica que el Signo Indicial puede establecer con su objeto para determinado interpretante. Me referí antes, en este caso, a la operación retórica de construcción de la metonimia, en la que algo está en representación de la totalidad, en definitiva, de la otra parte del todo que no estoy percibiendo. Así, siempre hay una ausencia que se hace presente por esta función semiótica del Signo Indicial. Al anticipar que hay toda una serie de variantes, me refiero a que tratándose la conexión dinámica de relaciones efectivamente existenciales con su objeto, es posible establecer ciertas regularidades témporo–espaciales que, a su vez, permiten identificar diversas relaciones semióticas entre el índice presente y su objeto ausente, pero físicamente conectado, de modo que se reactualice o se haga presente para el interpretante.

Pero vayamos a "la serie de variantes" del índice en conexión dinámica con su objeto. En la multitud de designaciones que se utilizan para nombrar a los signos, en general en forma equívoca y poco técnica, están los término "señal", "indicio" (acerca de cuya diferencia con el índice propiamente dicho dejo sentada la consiguiente advertencia) y "síntoma"; creo, no obstante, que son recuperables semióticamente. Mi propuesta, sintetizando y reelaborando los tratamientos que estos términos han recibido en Morris (1955: 23, 46, 354), Wallon (1965: 164) y el mismo Peirce (con enfoques discordantes, en CP. 5.473, 6.338, 7.357, 8.313, 8.335) e, incluso Rastier (1991: 80, 84) entre otros, es la siguiente (me interesa más el acuerdo acerca de las operaciones que describo aquí muy elementalmente, que el eventual acuerdo acerca de la asignación de dichas operaciones a los términos que sugiero). En los tres casos se trata de réplicas particulares del Signo Indicial; o sea, considero a la señal, al indicio y al síntoma como índices.

Señal: es un signo que aparece en el mismo contexto que otro y antes de que ese otro sea percibible. Ejemplo: las nubes son una (eventual) señal de lluvia (elijo este ejemplo con toda intención, ya que rechazo la categoría de signos naturales de la que habló Charles Morris, 1955: 5,6; la relación semiótica que constituye al signo la establece la mente humana; en este sentido, todo signo es artificial, si así consideramos a la intromisión del hombre atribuyéndole sentido a los fenómenos de la naturaleza). Hay una conexión dinámica de anticipación: el objeto (la lluvia), que todavía no está, aparece anticipado mediante la señal (la nube). Es coherente con la segunda posibilidad de la definición de índice: el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo diferente al propio signo, pero al que este signo identifica y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.

Indicio: es un signo que aparece en el mismo contexto que otro y después de que ese otro sea percibible. Ejemplo: la huella de una pisada en la arena de la playa (también, los tradicionalmente llamados "indicios" de las novelas y de los acontecimientos policiales). Hay una conexión dinámica de recuperación: el objeto (el pie que pisó), que ya no está, aparece recuperado mediante el indicio (la huella). Es coherente con la segunda posibilidad de la definición de índice: el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo diferente al propio signo, pero al que este signo identifica y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.

Síntoma: es un signo que aparece en el mismo contexto que otro y de modo simultaneo con la posible percepción de ese otro (estratégicamente o para la plena expresividad del síntoma es preferible la situación en que, coexistiendo, no es percibible el otro signo). Ejemplo: la columna de humo que se eleva al otro lado de un muro (también, los clásicos síntomas de la semiología clínica: la palidez, la rubicundez del rostro; la temperatura; el sarpullido; el dolor; en general no son la enfermedad sino que son sus síntomas; también sería un síntoma el ejemplo más conocido que da Peirce del índice: la veleta y el viento). Hay una conexión dinámica testimonial: el objeto (el fuego, la enfermedad, la dirección del viento), que no se percibe pero que coexiste, aparece recuperado mediante el síntoma (el humo, la temperatura, la veleta), el cual se percibe y coexiste de modo inapreciable con su objeto. La propuesta sigue siendo coherente con la segunda posibilidad de la definición de índice: el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo diferente al propio signo, pero al que este signo identifica y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.

19.1.11 El segundo componente del signo indicial: su eficacia en la construcción de su objeto o fundamento

He caracterizado, al menos tentativamente, el primer componente del Signo Indicial, o sea, su representamen o aspecto perceptual según el cual se manifiesta, como lo existencial, en cuanto presencia material actual, que es, en el caso del Signo Indicial, el instrumento mediante el cual otro algo, su objeto o fundamento, se actualiza para alguien, su interpretante.

Lo que corresponde desarrollar ahora es ese segundo componente del Signo Indicial al que acabo de aludir como su objeto o fundamento. O sea, plantea para una Semiótica Indicial el problema de establecer la calidad del referente al que un índice puede representar/proyectar/construir.

Conviene tener presente, en todo lo que sigue, que el primer aspecto (o componente del Signo Indicial) constituye lo que vengo denominando "Semiosis Sustituyente" y que el segundo constituye lo que vengo denominando "Objeto Semiótico" o "Semiosis Sustituida".

Para comprender este segundo aspecto creo que es conveniente ponernos de acuerdo acerca de una regla de la Semiótica General, muy básica y elemental, pero cuyo relegamiento puede ocasionar problemas. Quizá no sea fácil el acuerdo, pero como en tantas otras cuestiones de la semiótica, lo importante es saber que el tema (o el problema) existe y, eventualmente, reflexionar sobre él para tomar una posición al respecto.

La regla de la Semiótica General a la que me refiero puede enunciarse del siguiente modo:

Cualquier clase de signo: icono, índice o símbolo puede permitir representar/ proyectar/ construir un referente de naturaleza icónica, indicial o simbólica.

O sea, los símbolos no son las operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir símbolos, ni tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir símbolos. Con símbolos se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos como índices y símbolos.

Por ejemplo: con símbolos se construyen iconos cuando, con palabras (símbolos), se describe (icono) un paisaje. Con símbolos se construyen índices cuando, con palabras (símbolos), se narra un acontecimiento (índice). Con símbolos se construyen símbolos cuando, con palabras (símbolos), se definen conceptos (símbolos); y también es el caso de la matemática, cuyos signos son símbolos, en cuanto convencionalmente establecidos y utilizados, con los que se definen y/o analizan cantidades y/o relaciones entre cantidades, que son símbolos en cuanto convencionalmente establecidos y utilizados. Por supuesto estoy usando el término "símbolo" en sentido peirceano en cuanto norma convencional.

Pero continúo: los iconos no son las operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir iconos, ni tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir iconos. Con iconos se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos como índices y símbolos.

Por ejemplo: con iconos se construyen iconos cuando, con imágenes (iconos), se reproducen imágenes (iconos); tal es el caso de un libro con reproducciones (iconos) de pinturas (iconos) de Jheronimus Bosh. Con iconos se construyen índices cuando, con imágenes (iconos), se representan objetos, personas o acontecimientos (índices); tal es el caso de una fotografía del edificio de Gaudí conocido como "La Pedrera" o el cuadro "Madison Square, 1944" de Richard Estes. Con iconos se construyen símbolos cuando, con imágenes (iconos), se representan palabras (símbolos), tal es el caso de la escritura; o con imágenes (iconos) se formulan órdenes, prohibiciones o recomendaciones (símbolos) como es el caso de los comúnmente llamados "iconos", habitualmente colocados en aeropuertos, computadoras y prendas de vestir.

Y termino: los índices no son las operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir índices, ni tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir índices. Con índices se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos, como símbolos e índices.

Por ejemplo: con índices se construyen iconos cuando, con comportamientos (índices), se actualizan las formas (iconos) de otros comportamientos, como es el caso del mimo que representa/ proyecta/ construye el imaginario encuentro con un amigo; o ciertos tipos de danza experimental (índice) que exploran las posibilidades posturales y expresivas (iconos) del cuerpo humano. Con índices se construyen índices cuando, con objetos (índices), se representan objetos (índices), como es el caso de un museo de mineralogía (pero, cuidado con los museos, ya que puede tratarse de situaciones en que con objetos (índices) se representan formas (iconos) que es lo que se produce en un museo de pintura o de escultura o de situaciones en que con objetos (índices) se representan valores (símbolos), como es el caso de un museo histórico). Con índices se construyen símbolos cuando, con objetos (índices), se actualizan valores (símbolos), como, aparte de los objetos exhibidos en el museo histórico recién mencionado, es el caso de la veleta de Peirce, ya que el objeto veleta (índice) lo que representa es la dirección (símbolo) del viento y no al viento (índice) propiamente dicho; o, también, una lápida (índice) funeraria (símbolo).

Para una Semiótica Indicial interesa especialmente, por supuesto, esta última parte, relativa a las posibilidades constructivas a partir de los índices.

Todavía hay otro aspecto, también básico y elemental (pero sin acuerdo sobre el cual no podremos debatir coherentemente sobre nuestras opiniones) a tener en cuenta y que no conviene confundir con el anterior: es el relativo a que cada icono, índice y símbolo tiene su correspondiente aspecto icónico, indicial y simbólico, lo que constituye una lectura operativa de la peirceana "división de relaciones triádicas" (CP. 2.233-2.242).

Rápidamente:

1/ El aspecto icónico de un icono consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por ejemplo, la tipografía (aspecto icónico) de la escritura (icono) de un libro; o los trazos del dibujo sobreagregado (aspecto icónico) en una pintura (icono) de Georges Rouault.

2/ El aspecto indicial de un icono consiste en sus características existenciales: por ejemplo, la tinta y el papel (aspecto indicial)que constituyen el soporte físico de la escritura (icono) de un libro; o la textura en la aplicación del óleo (aspecto indicial) en una pintura (icono) de Georges Rouault.

3/ El aspecto simbólico de un icono consiste en sus características valorativas: por ejemplo, el significado de una palabra (aspecto simbólico) escrita (icono) en un libro; o la protesta expresionista (aspecto simbólico) en una pintura (icono) de Georges Rouault.

4/ El aspecto icónico de un índice consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por ejemplo, el diseño en cuanto forma específica (aspecto icónico) de una silla concreta (índice).

5/ El aspecto indicial de un índice consiste en sus características existenciales: por ejemplo, la madera, la pintura y el barniz (aspectos indiciales)que intervienen en la efectiva construcción de una silla concreta (índice).

6/ El aspecto simbólico de un índice consiste en sus características valorativas: por ejemplo, el precio, el estilo, el recuerdo familiar (todos ellos aspectos simbólicos) de una silla concreta (índice).

7/ El aspecto icónico de un símbolo consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por ejemplo, la modulación de la voz en cuanto forma específica (aspecto icónico) de una determinada educación o clase social (símbolo).

8/ El aspecto indicial de un símbolo consiste en sus características existenciales: por ejemplo, el tono y el timbre como efecto del aliento pasando por las cuerdas vocales de determinada persona (aspecto indicial) cuando habla (símbolo).

9/ El aspecto simbólico de un símbolo consiste en sus características valorativas: por ejemplo, los temas (aspecto simbólico) de los que alguien habla (símbolo).

Otra cosa a tener en cuenta es que el hecho de asumir la presencia de estas combinatorias y su eficacia semiótica en cada caso, no las equipara arbitrariamente, sino que determinada cultura (y determinado individuo o grupo en determinada cultura), en determinado momento histórico, utilizará predominantemente una u otra de estas variantes constructivas, según una dialéctica histórica que puede ser investigada.

19.1.12 Hacia el tercer componente del signo indicial: sobre texto, discurso, productor e interpretante

Hasta ahora vimos determinados aspectos acerca de (1) la materia prima con la que se puede construir una Semiosis Sustituyente de carácter indicial y (2) la materia prima que resulta actualizada (en cuanto representada), como Objeto Semiótico o Semiosis Sustituida a consecuencia de la intervención del Signo Indicial. Debe tenerse presente que falta (3) un estudio acerca del conjunto de conocimientos mediante cuya sistematización se constituye el interpretante del Signo Indicial, y cuáles sean sus características fundamentales.

Esto lo planteo, porque me parece fundamental a los efectos de entender que, con cuanto hasta ahora he tratado de desarrollar, todavía no tenemos un Signo Indicial operando, sino tan solo ciertos rasgos que caracterizan a sus dos primeros componentes. Pero no hay signo hasta que no se completan las relaciones triádicas con la presencia dinámica del tercer componente que es el interpretante.

Siempre anticipando, pero sin meterme todavía en ello, llamo la atención sobre una característica específica del interpretante: ser una entidad semiótica radicada en dos sujetos distintos, cada uno de los cuales la aplica con una eficacia contrapuesta, si bien simétrica. Será, por tanto, necesario estudiar al interpretante en sus dos posibles posiciones (que, en el apartado siguiente, como veremos, Peirce lleva a tres): en cuanto interpretante productor de la Semiosis Sustituyente y en cuanto interpretante intérprete de esa misma Semiosis Sustituyente, constituyéndose a su vez, en este último sentido, en productor de la Semiosis Sustituida u Objetos Semióticos actualizados, que sólo surgen al interpretar la Semiosis Sustituyente. Recupero, en esta instancia meramente como aforismos metodológicos, este par de enunciados, en relación quasi parafrástica:

1/ sin sintaxis no hay semántica, y

2/ sin texto no hay discurso

O sea, (a) que el interpretante, en cuanto productor de la Semiosis Sustituyente, no hace más que proponernos ciertas relaciones sintácticas entre representámenes o manifestaciones del aspecto perceptual del signo, con las que trata, ideológicamente, de que veamos el mundo (o los aspectos específicos en los que interviene la Semiosis Sustituyente) tal como puede verse desde esa propuesta sintáctica que nos está ofreciendo. O sea, (b) el interpretante productor sabe o, al menos, supone, que determinada comunidad en determinado momento histórico va a interpretar esa Semiosis Sustituyente de modo que produzca determinados significados, que son los que él pretende que se le atribuyan al mundo (o que quiere impedir que se le atribuyan). O sea, (c) que el interpretante productor nos ofrece un texto en el que ha ubicado y distribuido estratégicamente determinadas relaciones sintácticas que son las productoras de determinada significación (o sea, determinada semántica), con lo cual espera que su texto se transforme en el discurso que él desea (Magariños, 1983: 44-57; 1991: 121-138; 2002b).

Pero lo que efectivamente ocurra nunca puede estar enteramente manipulado por el interpretante productor que produjo su texto. La comunidad y cada uno de sus integrantes, en cuanto interpretantes intérpretes de ese texto, pueden encontrar, en los elementos físicos o representámenes del texto propuesto, la actualización de otras relaciones mnemónicas con la misma o con otras semiosis que les lleve a interpretarlo como constructor de otra semántica (o sea, de otras significaciones).

En definitiva: el discurso que construye el interpretante intérprete de la Semiosis Sustituyente (o, en principio, el destinatario del texto) no es, necesariamente, el mismo discurso que el interpretante productor del texto pretendió (esperó e intentó) que construyese ese otro interpretante intérprete.

Lo que falta estudiar se refiere a esta doble capacidad operativa del interpretante intérprete: (1) como (re)productor de un texto que se (el otro productor originario) supone que va a ser interpretado como un determinado discurso (o sea, de determinada y no otra manera); y (2) como intérprete de ese mismo texto, pero, eventualmente, no (o sí) del modo como el otro lo esperaba, o sea, (re)interpretándolo como otro (o el mismo) determinado discurso.

Este estudio del interpretante, tanto productor como intérprete, para el investigador semiólogo, requeriría el conocimiento de todos los sistemas semióticos que tienen (tales interpretantes) a su disposición para la producción y/o para, correspondientemente, la interpretación del mismo texto; esto es imposible, así que sólo se utilizarán aquellos que se supone que se activan para interpretar el texto en cuestión. Una observación técnica: si se conocen las reglas de producción textual aplicadas por un interpretante para la producción de sus propios textos, se conocen también las reglas de interpretación que tiene disponibles para interpretar el texto de otro; de dónde la importancia de conocer las formaciones discursivas a las que se refiere Foucault (1969: 53, passim), tarea de la cual se desprenderá la posible explicación de la eficacia interpretativa que puede alcanzar determinado texto al ser interpretado por los miembros de determinada comunidad, con lo que ya no será texto sino discurso.

Creo que, en cuanto antecede está lo que quería introducir como paréntesis y lo que quería recordar y anticipar como continuación del estudio de nuestro Signo Indicial. Dejo al gusto de los lectores (mis interpretantes intérpretes) decidir si aceptan convertir este texto en el discurso que yo, como interpretante productor, estoy pretendiendo producir o si prefieren leer de otra manera lo aquí escrito, para producir otro discurso más afín con su propio sistema de interpretación. Yo escribí desde el mío; cada cual lo leerá (así creo que es inevitable que lo haga) desde el suyo.

19.1.13 Más sobre el tercer componente del signo indicial: la concurrencia de los interpretantes productor e intérprete en el interpretante comunicativo

El intento de trabajar en la identificación de las características del interpretante en la estructura del Signo Indicial, ha tenido importantes aportes, en especial la posibilidad de focalizar ese tercer interpretante: comunicativo, sobre cuyas características, en la obra de Peirce, profundizó Robert Marty (1990).

Disponer del constructo teórico consistente en la triple perspectiva desde la que puede estudiarse al interpretante: como productor, como intérprete y como confluencia comunicativa, permite diseñar la eventual investigación que conduciría a disponer de un eficaz instrumento constructivo y analítico para organizar una posible Semiótica Indicial.

Creo que a estas alturas ya todos coincidimos (aun cuando algunos discutan su efectiva existencia o su autonomía; ¡trágico destino para una Semiótica Indicial: que se discuta su existencia!) en que una Semiótica Indicial consiste en un sistema teórico-operativo que puede dar cuenta de la capacidad y eficacia significativa que poseen determinadas entidades que tienen la calidad de objetos, comportamientos o recuerdos mnemónicos, así como del proceso mediante el cual objetos, comportamientos o recuerdos mnemónicos producen determinados y específicos significados (no sustituibles por su representación verbal o gráfica).

Un objeto, comportamiento o recuerdo, en cuanto representamen en sentido estricto, o sea, como propuesta perceptual existencial, es un estímulo físico (que es entrada para múltiples y concurrentes informaciones multisensoriales) que requiere (como cualquier otra clase de semiosis) el cumplimiento de un proceso de interacción entre las tres categorías de interpretantes para llegar a constituirse en un juicio perceptual y, en cuanto tal, en un existente significativo. Desde la perspectiva de la investigación, se necesita, a su vez, de un sistema analítico-inferencial para describir ese proceso y esbozar una explicación de su eficacia.

Este sistema del que deberá disponer el investigador requiere, en principio, (1) que el analista hipotetice y construya el cálculo pertinente, acerca de cómo el interpretante productor ha establecido la correspondencia entre la entrada multisensorial que va proponiendo al construir un objeto, al actuar un comportamiento o al recuperar un recuerdo y determinado atractor que se habrá ido activando en su memoria experiencial intermedia, conforme avanza en esa construcción. Posteriormente, se requiere (2) explorar las posibles relaciones de la imagen existencial generada por ese interpretante productor, con atractores pertenecientes a otros sistemas semióticos, disponibles en su memoria asociativa, en cuanto sujeto partícipe de determinada sociedad en determinado momento histórico, que le confieran, a dicha imagen existencial, la interpretación que le atribuye.

En una segunda instancia, se requiere (3) que el analista hipotetice y construya el cálculo pertinente, acerca de la correspondencia entre la entrada multisensorial de la imagen existencial percibida por el interpretante intérprete y determinado atractor que se active en la memoria experiencial intermedia de ese interpretante intérprete. Posteriormente, se requiere (4) explorar, a través de la memoria asociativa, las posibles relaciones de la imagen existencial percibida con los atractores pertenecientes a otros sistemas semióticos de los que dispone ese interpretante intérprete, en cuanto sujeto partícipe de determinada sociedad en determinado momento histórico, y que le conferirán a la imagen existencial percibida la interpretación que habrá de atribuirle ese determinado sujeto en cuanto tal interpretante intérprete.

Todo esto no tendría posibilidad de producirse, si el analista (5) no pudiera hipotetizar y construir el cálculo pertinente destinado a demostrar que, entre el interpretante productor y el interpretante intérprete, se da una coincidencia, al menos relativa, en lo que Peirce denominó "interpretante comunicativo". Coincidencia que podrá referirse o no tanto a una parte de los atractores disponibles en uno y otro y activables a partir de la imagen existencial propuesta y/o percibida, como a determinada parte de las relaciones posibles que vinculen a esa imagen existencial con otros atractores semióticos vigentes y disponibles tanto por el interpretante productor como por el intérprete, en cuanto partícipes ambos de determinada sociedad en determinado momento histórico. Todo lo cual podrá llevarlos o no a construir una nueva coincidencia, siempre relativa, acerca de la interpretación definitiva que ambos le atribuyan a dicha imagen existencial. Si no se construye tal coincidencia, la interpretación propuesta no se corresponderá con la interpretación que le atribuya el intérprete: el productor del objeto, del comportamiento o del recuerdo no habrá logrado que la interpretación que él le atribuye sea la misma que la interpretación que le atribuye el intérprete.

Parece difícil, pero quizá yo me expresé complejamente y no lo es tanto. Por de pronto (revelando el secreto), he seguido un esquema que es el mismo para cualquier semiótica ya que basta con sustituir, en este apartado, "imagen existencial" por "imagen visual" o por "imagen simbólica" para que pueda disponerse del cálculo necesario para construir las correspondientes semióticas.

19.1.14 Las operaciones cognitivas en la producción y la interpretación del significado

El tema del interpretante es fundamental en muchos aspectos, cualquiera sea el tipo de signo que se esté estudiando. Pero, en el caso de los signos icónicos (en cualquiera de las tres clases sobre las que trabajo: plásticos, figurativos o simbólicos; Magariños de Morentin: 2000) y, muy particularmente, en el caso de los Signos Indiciales, constituye un auténtico desafío, por otra parte, ineludible. Y lo califico de auténtico desafío ineludible por estar poco estudiado y constituir no obstante la clave para cualquier explicación plausible que se pretenda dar acerca de la eficacia significativa de iconos o índices. O sea, el concepto de interpretante es necesario para explicar, con rigor, el proceso de atribución de un significado a una imagen o a un objeto o a un comportamiento (dejo, por el momento, el tema del recuerdo mnemónico).

Propongo, tentativamente, el siguiente esquema analítico-inferencial, al que he aludido en varias oportunidades: para conocer cómo un intérprete puede interpretar un mensaje es necesario conocer cómo, ese eventual intérprete, produce sus mensajes, porque (y ésta es la hipótesis central), en ambos casos, se está poniendo en práctica un mismo sistema cognitivo.

Por tanto será necesario partir del análisis de determinada cantidad de mensajes producidos por el eventual intérprete (o comunidad intérprete) para saber cómo contextualiza los signos que sitúa en su mensaje, ya que, a partir de las reglas así y allí identificadas, será posible reconstruir (en este caso, por inferencia) las reglas de las que dispone para aceptar o rechazar la contextualización de los signos que se le proponen en un determinado mensaje ajeno, o sea, para aceptar o rechazar el significado que se pretende que le atribuya.

(Utilizo "intérprete" en un sentido muy próximo a uno de los sentidos en que Peirce define a su "interpretante", o sea, como un sistema lógico de interpretación; en el otro sentido, identifica las distintas instancias de la eficacia del signo en la mente de alguien (ver las diferencias que señala entre el Interpretante Dinámico, por una parte, y los Interpretantes Inmediato y Final, por otra; CP. 8.315, passim). Pero conste que no es cierto que Peirce no se refiera también a ese sujeto como "intérprete" (p.e., CP. 8.346); lo hace, pero, cuando utiliza el término "interpretante", en lugar de "intérprete", simplemente quiere distanciarse de la construcción psicológica, sin eliminarla, y afincarse en la construcción lógica de la operación de interpretación. Tampoco yo excluyo, en esta propuesta, las componentes psico-sociales del intérprete o interpretante en estudio.)

Si se trata de estudiar el sistema de interpretación de que dispone un interpretante para atribuir significación a determinado texto (por ejemplo, cómo alguien, en cuanto integrante de determinada comunidad, va a interpretar determinado discurso político en determinado momento) es necesario conocer cuál es el sistema de atribución de sentido que pone en funcionamiento cuando construye un texto (o sea, en el ejemplo anterior, habrá que estudiar cómo produce su discurso cotidiano cuando habla de lo que habla el político).

En el caso de la lengua, es posible que el analista reconstruya esas relaciones con relativa precisión, por el hecho de estar materializadas en concretos textos que puede analizar. O sea, las relaciones interpretativas se materializan tanto en el texto cuya eficacia se pretende averiguar (el del político), como en los textos de aquellos que van a atribuirle significado al primer texto (o sea, los textos que produce la comunidad a la que va destinado el discurso producido por el político).

Esas redes y esas reglas se supone que son las que maneja efectivamente el intérprete. O sea, el analista construye, a partir de la aplicación concreta de sus operaciones analíticas al texto en estudio, una inferencia consistente en determinada configuración con la que se representan las posibilidades cognitivas de los intérpretes; por supuesto, del mismo modo que quedan reconocidas y representadas las posibilidades cognitivas del productor del texto político. Y aquí, aunque no es el tema que pretendo desarrollar por el momento, aparece el instrumento de los Mundos Semióticos Posibles (ver los apartados 32, 33 y 34) para establecer el contraste y determinar el posible gradiente, desde la identidad hasta la contradicción, que media entre ambos sistemas de posibilidades cognitivas.

Pero, ¿qué ocurre cuando de lo que se trata es de explicar la eficacia significativa que determinada imagen tiene para determinada comunidad? ¿Qué ocurre cuando se trata de explicar la eficacia significativa de un objeto o de un comportamiento?

La pregunta operativa que se plantearía es: ¿cómo recuperar las operaciones cognitivas que se aplican a la producción del significado de una imagen o, por otra parte, de un objeto o de un comportamiento? (los separo, no sólo para seguir la estructura de Peirce, sino porque considero que son operaciones notablemente diferentes).

O sea, ¿cómo se recupera la memoria visual o, en la Semiótica Indicial, la memoria de los objetos y de los comportamientos? Porque en la memoria de cada uno (y en la memoria socialmente compartida) se conservan las posibilidades relacionales que construyen el significado de tales imágenes, objetos y comportamientos, o sea, donde pueden recuperarse las operaciones cognitivas productoras de la respectiva significación.

Podemos tener discursos verbales acerca de tales relaciones, pero parece que, así como se puede hacer que un sujeto produzca un discurso verbal en el que, después, se analicen las relaciones utilizadas, no se podría hacer o no se lo podría hacer con la misma simplicidad, que produjese un discurso visual, o sea, que construya una imagen, en la que descubrir sus hábitos para establecer las relaciones visuales con las que construye el específico significado de lo visual (he avanzado en la exploración de este tema en Magariños de Morentin, 2002a, en prensa). Tampoco, o por su propia naturaleza semiótica menos aún, se podría conseguir que produjese discursos indiciales, con objetos o con comportamientos, tales que permitan conocer sus reglas de producción del significado de lo indicial. Intuitivamente, y de modo semejante a como G. Moore (1974: 257) calificaba al sentido común, todos entendemos tales significados, lo difícil es explicarlos. No obstante, es el único procedimiento que garantizaría la validez de la explicación que se alcance. Creo que es posible, pero hay que construir el conjunto de experiencias que proporcionen la adecuada posibilidad de análisis con el adecuado rigor como para justificar la inferencia que se elabore.

19.1.15 Signo indicial y ejemplos

Para no perdernos en el bosque, éste será un avance más hacia una definición del índice. Por paráfrasis libre del concepto de signo en Peirce (CP. 2.228), se puede decir que un Signo Indicial es:

0/ (Something which stands...) (Algo que está...) un existente puesto por un interpretante productor, ...

1/ (... in some respect or capacity...) (... en algún aspecto o disposición) ... mediante determinadas relaciones de contigüidad o sustitución, ...

2/ (... for something...) (... por algo...) ... para actualizar a otro existente, ...

3/ (... to somebody.) (... para alguien.) ... la eficacia de cuya actualización habrá de ser valorada por un interpretante intérprete.

Diversos aspectos de estas tres relaciones y de su semiosis de base: (Something which stands... (Algo que está...), un existente puesto...), han sido el tema que he venido comentando en los apartados anteriores. Mi objetivo es continuar con estos comentarios, pero creo que se hace necesario un acotamiento del problema, que lo ordene y que permita explorarlo en su aplicación a concretas situaciones empíricas ejemplares.

Por de pronto, propongo, a título de ejemplos, algunas observaciones (al margen o con independencia de los ejemplos peirceanos), la comprensión de cuya significación se enriquece cuando se parte de considerar (y discutir) la calidad indicial de la o las semiosis involucradas.

El punto crítico consiste en diferenciar los que aparecen a la observación como Objetos Semióticos indiciales (que son significativos en virtud de alguna otra u otras Semiosis Sustituyentes de diversas clases posibles que los constituyen en tales; pero que, en la situación en que se los observa, no constituyen una Semiosis Sustituyente generadora de una significación para otra entidad distinta) y los que aparecen a la observación como Semiosis Sustituyentes indiciales, o sea, productoras de la significación de otra u otras entidades por la eficacia de su propia calidad indicial; o sea que, con independencia de la intención de su productor, cumplen efectivamente, por las valoraciones sociales vigentes, una función de sustitución o de integración, por lo que se los percibe con eficacia representativa.

Hay que diferenciar la calidad semiótica de la Semiosis Sustituyente que se está analizando, a la que se exige su carácter indicial, de la calidad semiótica de la significación construida que, como dije en el apartado 11, puede ser tanto indicial, como icónica o simbólica.

También hay que tener en cuenta que no puede darse una Semiosis Sustituyente constituida por una sola clase de signos, en nuestro caso por índices, sino que siempre podremos encontrar rastros o presencias importantes de los otros dos: iconos y símbolos. Se trata de una identificación por predominio o vigencia cultural en la sociedad donde se hace presente o circula.

Es importante, también, tener en cuenta que, aunque se mencionen mayoritariamente en plural, los ejemplos no se refieren a la clase de los fenómenos mencionados, sino a la individualidad de cada una de sus manifestaciones.

Y, en definitiva, hay que reconocer las particulares características mediante las cuales la Semiosis Sustituyente indicial produce su específico efecto de significación, sin hipostasiar los efectos de significación de las Semiosis Sustituyentes verbales o visuales mediante las cuales se da cuenta de las primeras. Cualquier otra Semiosis Sustituyente, y en especial la verbal, puede explicar el proceso de producción del efecto de significación originado por una Semiosis Sustituyente indicial, pero no puede producirlo. Son, pues, ejemplos de Semiosis Sustituyentes de carácter indicial:

1- la actuación de un mimo

2- los objetos exhibidos en un museo

3- los objetos exhibidos en la vidriera o escaparate de un comercio

4- los animales de un zoológico

5- la ropa que se usa

6- el mobiliario de un domicilio, de una empresa o institución, de un consultorio

7- los jardines públicos o privados, las plazas o parques

8- una partida de ajedrez (Hjelmslev le niega carácter semiótico; 1971: 139-143)

9- las "promociones" publicitarias

10- las maneras de mesa

11- el tono y la modulación de la voz

12- las representaciones teatrales

13- las funciones de ballet

14- todos los deportes

15- los juegos manuales de ingenio (incluida la Torre de Hanoi)

16- los sueños

17- los restos arqueológicos

18- los monumentos, obras y edificios históricos

19- los desfiles militares

20- las ceremonias civiles, religiosas, académicas, etc.

21- cualquier entidad tridimensional (¿necesita serlo?) situada en el contexto adecuado, o sea, con eficacia para mostrarla y no sólo para utilizarla.

etc.

19.1.16 Estereotipos e identikits

El hecho de haber planteado el tema de la Semiótica Indicial genera, en los grupos de trabajo sobre temas semióticos, reflexiones que los enriquecen o que modifican, al menos, su enfoque.

Una tarea puntual, (integrada en un Proyecto de Investigación más amplio: el estudio de la construcción de la identidad individual y social en la Provincia de Buenos Aires), sobre la que estamos trabajando en la Universidad Nacional de La Plata, consiste en un análisis de los Escudos de las Municipalidades de esa Provincia. Se trata de establecer la imagen socio-institucional que, en los distintos momentos históricos en que fueron elaborados y aprobados dichos escudos, se tenía y/o se proponía, a propios y ajenos, como identificación de cada comunidad.

El análisis semiótico de las imágenes que integran a tales escudos se propone establecer las específicas características de su calidad simbólica, lo que también es el objetivo del análisis de las expresiones verbales, cuando aparecen en el espacio de esos mismos escudos. O sea, imágenes y escrituras se analizan teniendo en cuenta su eficacia semiótica en cuanto legisignos icónicos o representaciones simbólicas (CP. 2.258; el fundamento, las exigencias y las consecuencias analíticas que de ello se derivan pueden encontrarse en mi trabajo, varias mencionado "La(s) semiótica(s) de la imagen visual", Magariños de Morentin, 2000).

La mayoría de las imágenes que aparecen en los escudos son esquematizaciones de otras posibles imágenes adecuadamente figurativas. O sea, que se ha producido un estereotipo por eliminación de los rasgos de semejanza o individualización con concretos existentes. El proceso y su resultado es el mismo que conduce a los llamados iconos, en sentido vulgar y no técnico-semiótico, tanto los que aparecen en la propia computadora: el icono de la impresora, el de la lupa sobre el papel para la visión preliminar, el del cesto de papeles para la papelera de reciclaje, etc.; como los de la señalética en las calles, cines, instituciones públicas, aeropuertos, etc.: el hombre y la mujer que indican la existencia de los respectivos toilettes; el círculo en rojo con una barra roja cruzándolo diametralmente, bajo el cual aparece el cigarrillo, el teléfono celular, el frasco con calavera, etc., con los que se prohibe fumar, utilizar comunicaciones telefónicas, transportar sustancias corrosivas, etc.; el hombre o mujer doblado sobre su asiento para indicar la posición en caso de aterrizaje de emergencia, etc. En estas imágenes se reconoce la clase de personas u objetos representados, pero no se identifica a ningún individuo concreto de tales clases, ya que la finalidad es que todos y cualquiera de los integrantes de dichas clases se sientan apelados.

Por eso podemos llamarlos "estereotipos" y la tarea de su elaboración ha requerido todo un proceso de distanciamiento que va de los eventuales rasgos individualizadores (los que, en nuestra interpretación de la sistemática peirceana, serían los sinsignos icónicos o representaciones figurativas; CP. 2.255) a la representación genérica (los que, en esa misma sistemática, serían los legisignos icónicos o representaciones simbólicas).

Por eso, también, adquieren un valor simbólico, desde el que se interpreta la propuesta icónica. Y si puede hablarse de legisignos icónicos es porque permiten una interpretación próxima a la de las palabras, las cuales no remiten a un determinado ejemplar (en cuanto existente), sino a la correspondiente clase de objetos (en cuanto concepto). Recordemos que, en su carácter de signo lingüístico, la palabra es un legisigno simbólico (CP. 2.263; ya que son conjuntos virtuales de rasgos convencionalmente identificados, en cada lengua, como aceptados para ser, en su existencia intangible de tipos, portadores de determinada capacidad sustitutiva), si bien a su presencia visual, en cuanto escritura, corresponde considerarla un legisigno icónico (ya que son conjuntos de rasgos visualmente percibibles y convencionalmente identificados, en cada lengua, como aceptados para ser portadores de determinada capacidad sustitutiva: ser la representación visual de determinado signo lingüístico); y sería una propuesta a discutir si su manifestación oral, en cuanto acontecimiento de enunciación, podría considerarse como un legisigno indicial (CP. 2.269; ya que son conjuntos de rasgos existencialmente producidos y convencionalmente identificados, en cada lengua, como aceptados para ser la réplica de determinado signo lingüístico y, por tanto, como portadores de determinada capacidad sustitutiva).

Así pues, pese a la pérdida de la posibilidad de representar a un determinado individuo, los legisignos icónicos o estereotipos, presentes en los escudos (en nuestro caso de las Municipalidades o Intendencias o Alcaldías o Ayuntamientos, que todos esos y quizá otros nombres adquiere la institución a la que me refiero en los países de habla hispánica; pero también, en general, las imágenes que intervienen en la heráldica), aquellos legisignos icónicos o estereotipos, decía, poseen un fuerte efecto identificador de la comunidad, familia, persona, región, actividad económica, etc. Esta eficacia identificadora proviene del segundo proceso al que se somete a cada uno de los legisignos icónicos que componen el escudo en estudio: su reelaboración, o sea, la morfología que adquiere por transformación de la estructura de base (Fontana, R., 1996: 40); y esto reforzado por la contextualización en la que la imagen en estudio aparece incluida, o sea, el resto de las otras imágenes y su segmentación en "cuarteles".

Así, y sin entrar en más detalle en esto que ya va siendo excesivo, cuando miramos las imágenes de un escudo, estamos viendo el resultado de un proceso de abstracción o estereotipación que va de lo figurativo que identifica al individuo a lo genérico que identifica la clase en la que se incluyen un conjunto de individuos y que, en cuanto convencionalmente aceptado (lo que incluye a lo coactivamente impuesto) adquiere un valor de identificación simbólica.

Cuando, en el Equipo de Investigación al que he hecho referencia inicialmente (compuesto por Guillermo Seminara, Ariel Barbieri e Irene Silin), se estaban discutiendo algunos de estos aspectos, surgió, como un proceso de construcción simétrico al del legisigno icónico o estereotipo, pero lógicamente inverso, el tema del proceso de construcción que conduciría al tipo de imágenes conocido como "identikit" o sinsigno icónico, de particulares características en su producción, entre las que atribuyo una particular incidencia a la Semiótica Indicial: comportamiento del productor, por aproximaciones sucesivas, al identikit apetecido.

A partir de un conjunto de variantes representativas de determinados elementos "estereotípicos", cuyo archivo está disponible para ser integrado en un contexto específico, el de un rostro humano, se trata de llegar a una representación individualizadora de un concreto existente que, por su intermedio, pudiera ser reconocido.

O sea, en este caso se trata de un proceso que va del legisigno icónico (determinada secuencia de rasgos estereotípicos que se seleccionan) hasta llegar al sinsigno icónico (una representación figurativa identificable).

Cabe, entonces, preguntarse, ¿cuáles son las operaciones cognitivas mediante las cuales un interpretante intérprete efectúa la interpretación pertinente en el caso de interpretar un estereotipo o "icono" (en sentido vulgar) versus las que un interpretante intérprete deberá aplicar para realizar la interpretación de un identikit?

Y también, ¿cuáles son las operaciones cognitivas que ha ido utilizando sucesivamente el interpretante productor de un estereotipo o "icono" (en sentido vulgar) hasta llegar a él, desde su arranque en determinada representación figurativa, versus las sucesivamente utilizadas por el interpretante productor de un identikit hasta llegar a él, desde su arranque en un conjunto fragmentario de estereotipos no figurativos?

19.1.17 Los índices por relación de contigüidad y los índices por relación de sustitución

A riesgo de reiterar algunos conceptos, me parece útil tratar de organizar, mediante una cierta sistematización, el universo de los fenómenos a los que podemos identificar como Signos Indiciales.

Considero que una de las dificultades mayores para su estudio lo constituye la cantidad y diversidad de las propuestas perceptuales a las que podemos denominar como "Signos Indiciales". Como de costumbre, seguiré de cerca las propuestas de Peirce, pero sin el compromiso de mantenerme en el interior de su específica ortodoxia.

Adoptando un criterio amplio, puede dividirse a los Signos Indiciales en dos grandes conjuntos (véase el apartado 7, sobre cierta asistematicidad en el criterio seguido por Peirce en la caracterización del Índice):

1/ Los que lo son mediante la relación por contigüidad que establecen con su objeto. Peirce lo expresa como "que tiene una Relación genuina con ese Objeto, con independencia del Interpretante. Tal, por ejemplo, es la exclamación "¡Eh!" ["¡Hi!"], como indicativa de un peligro presente, o un golpe en la puerta como indicativa de un visitante" (CP 2.92), a los que, utilizando ejemplos ya conocidos, se pueden agregar: determinadas nubes como indicativas de lluvia, la huella del pie en la arena como indicativa del paso de alguien, o el humo que sale de una chimenea como indicativo del fuego encendido en el hogar. Reiteré estos ejemplos, para proponer el mantenimiento de la subclasificación de esta clase de índices, como ya lo he hecho antes, en señales, indicios y síntomas (correlativamente a cada uno de los tres ejemplos precedentes). Observad que retengo el término peirceano de "indicativo/a" para designar a la especial relación que establecen estos Representámenes (en cuanto aspecto perceptual del signo) con su Objeto; en otro lugar (CP. nota 23 al parágrafo 8.368) es la relación que nombra como "reactiva". Pero cuestiono las expresiones "relación genuina" y "con independencia del interpretante"; esta última considero que constituye una incoherencia teórica, ya que "con independencia del interpretante" nada puede relacionarse con nada. Frente al contenido axiológico inherente a la calificación de "genuina" atribuida a la relación constitutiva del Signo Indicial, creo que se trata más bien de una concreta relación por contigüidad (y no, de contigüidad), en cuanto proximidad física, efectiva o imaginaria, entre el representamen y su objeto representado; lo que no es más que una variante del proceso de sustitución, operación central en el proceso semiótico. Al establecerla como relación por contigüidad queda abierta la posibilidad de que tal contigüidad sólo exista en (o esté propuesta por) la mente de su interprete o en (o por) los presupuestos culturales de determinado sector social. Así, por ejemplo, integran este conjunto de Signos Indiciales por contigüidad las supersticiones. Pasar por debajo de una escalera, derramar la sal, que se cruce un gato negro, matar una araña de noche, etc. quedan asociadas a la ocurrencia de otro acontecimiento que, además, tendrá el carácter de no deseado o perjudicial. La semiótica no tiene por objetivo establecer la verdad o la falsedad de un signo, ni de un texto, ni de una Semiosis Sustituyente, sino su efectiva vigencia en determinada sociedad. Por eso, esta relación por contigüidad no puede derivarse hasta convertirla en una relación de causalidad. Ni importa si la contigüidad establecida por el intérprete, a partir de la propuesta del Signo Indicial, forma parte de las relaciones "científicamente" establecidas o si se integran en determinadas "creencias míticas" o si sólo resulta así interpretada por la mente de un paciente neurótico o psicótico. En todos los casos, estamos en presencia de un Signo Indicial con su específica eficacia para actualizar a un determinado objeto, para un determinado intérprete. Aquí el objeto es indicativo de la presencia efectiva o imaginaria de otro objeto futuro, pasado o contemporáneo del primero.

2/ Los que por una relación de designación, resultan ser Signos Indiciales, con independencia de la proximidad física que pueda o no existir entre el Representamen y su Objeto. La subclasificación que se abre en este caso es la menos desarrollada por Peirce y, no obstante, de fuerte expresividad. El mimo que designa a un policía ebrio; la camisa en la vidriera que designa a la camisa que decido comprar; el acento con que alguien habla que designa un lugar de origen, etc. Aquí el objeto designa la presencia posible o efectiva o convencional de otro objeto.

Me limito, por ahora, a esbozar una distribución tentativa de variantes indiciales designativas (estoy tratando de evitar hablar de clasificación, porque no me parecen oportunas las taxonomías):

2.1/ Un existente que designa puras cualidades posible de otro existente: por ejemplo, el ballet en cuanto designación (exploración, propuesta y mostración) de las posibilidades kinésicas del cuerpo humano.

2.2/ Un existente que designa a otro existente, que puede ser ese mismo existente, en otro Mundo Semiótico Posible, u otro existente de la misma especie: un ejemplo del primer caso (ya mencionado antes) sería el objeto único (el ejemplo había sido la espada del General San Martín) exhibido en el museo que ya no es él mismo, sino que se designa a sí mismo en otro contexto. Para el segundo caso, el ejemplo sería el prototipo (el tigre en la reserva que designa a todos los restantes tigres); o la réplica (la punta lítica de flecha que designa a las demás de una misma cultura).

2.3/ Un existente que designa a un valor o norma: como ejemplo también en otra oportunidad me referí a los "piqueteros" como comportamiento existencial que designa a determinada situación existencial de falta de trabajo o de falta de pago de salarios. Más trivialmente, pero con plena eficacia indicial, el envase de plástico puesto sobre el techo de un automóvil que designa la situación de compra-venta en que se encuentra ese vehículo (al menos en Argentina, así se acostumbra).

19.1.18 Volviendo sobre el análisis contextual / 1

El análisis contextual es básico en los estudios semióticos, porque identificar el contexto al que pertenece o en el que aparece determinada entidad es fundamental para conocer su significado y, por tanto, para relacionarse con el mundo y sobrevivir en él.

Al margen de decidir si se trata de una capacidad innata de la mente/cerebro del ser humano (¿o de todos los mamíferos; o de todo organismo; o generalizable a la totalidad de lo biológico?), filogenéticamente disponible, o si es una capacidad adquirida y, por tanto, vinculada a la cultura, y dejando provisionalmente sin decidir cuáles serían los restantes ámbitos en los que resulta eficaz el proceso de contextualización, creo que puede afirmarse que la significación es siempre el resultado de un proceso de contextualización, aun cuando, por tratarse ese proceso de algo acontecido en un pasado cuya memoria, generalmente, se ha perdido, nos deslumbre su por carácter categorial e, incluso, apodíctico. Esta pérdida de memoria histórica hace que parezca que muchas entidades significan por sí mismas, o sea, con independencia de la presencia de interpretante alguno. Sin embargo, primero la lingüística y después las restantes semióticas pudieron demostrar que el significado proviene, ya bien de una voluntad normativa socialmente aceptada y compartida (los signos simbólicos y el aspecto simbólico de todos los signos) o ya bien de una fijación de determinadas relaciones contextuales socialmente aceptada y compartida (los signos indiciales y el aspecto indicial de todos los signos). Pero el conocimiento, tanto empírico como especulativo, de ese significado se adquiere ya bien compartiendo el uso, ya bien observándolo, o sea, recuperando y analizando la presencia de determinados signos en su contexto de utilización. A este proceso lo he identificado (Magariños de Morentin, 1996: 113) con el nombre de "atribución", como una de las operaciones básicas de la semiótica y, en ese lugar, defino esa operación como "aquella mediante la cual se pone en relación una forma con un valor", o sea, se le atribuye un valor a una forma, habiendo establecido previamente que, siendo forma "la existencia posible del resultado de una percepción sensorial", corresponde entender por valor "la relación entre (al menos) dos formas", estableciéndose, así, la relación contextual mínima como la condición necesaria para que se actualice una calidad semántica mínima: semántica intrasemiótica que constituye una sintaxis. Pretendo decir que el significado (o valor) mínimo de cualquier signo está constituido por el conjunto de sus posibilidades de relación con los restantes signos de la misma semiosis (Magariños de Morentin, 2002b).

Por cuanto antecede, la definición normativa de un signo no es válida si carece de vigencia, o sea, si el signo en estudio no se materializa en efectivas relaciones contextuales que, en determinado momento, le atribuyen ese y no otro valor. Un Diccionario de Uso, especialmente en el caso de los signos lingüísticos, registra la vigencia del significado de un término o expresión, dependiendo su validez de la aceptación institucional de esa vigencia en cuanto a su conformidad con determinado sistema normativo (Winchkler, 2002). Pero, en el transcurso histórico, siempre se imponen las relaciones contextuales vigentes sobre las normativas, constituyéndose aquellas en nuevas normas destinadas a ser superadas por otra nueva y diferente vigencia. A este proceso lo he identificado (Magariños, 1996: 205) con el nombre de "superación".

Me animo, pues, a reiterar la afirmación, al menos como hipótesis metodológica exploratoria, de que la contextualización, en el ser humano, es necesaria tanto para producir el fenómeno de la significación (aunque la ausencia de la necesidad de estar realizando conscientemente tal contextualización no lo haga evidente) como para explicarlo (que es donde se hace necesario evidenciar la intervención de la contextualización) y que las componentes históricas y sociales le confieren a dicha contextualización la materia prima a la que se aplica y los concretos procesos operativos que se ponen en funcionamiento.

Quisiera, muy brevemente, acotar algunas precisiones acerca de la productividad de la noción de contexto en relación a las nociones de sentido, significado y concepto, así como a una orientación hacia su definición. Los términos "sentido", "significado/ción" y "concepto", etc., tiene, cada uno de ellos, una cierta movilidad semántica, en cuanto pueden verse afectados por leves desplazamientos que, fundamentalmente, creo que responden a la perspectiva desde la que los diversos autores los consideran. En el enfoque que vengo desarrollando, no interesa tanto o interesa menos un ajuste que tome en consideración sus aspectos vinculados, por ejemplo, a la enunciación, sino que interesan aquellos relativos al análisis contextual. Así pues, y sin pretender que estos elementales esbozos completen una definición, establezco provisionalmente que utilizo "sentido" como la significación mínima que recibe un término por la eficacia del contexto en que se lo incluye (en el que aparece incluido; donde lo sitúa el productor del texto, etc.). Utilizo "significado" como el conjunto de "sentidos" atribuidos por el uso a determinado término. Implica necesariamente un recorte o selección de los textos que habrán de tomarse en cuenta. Se construirán, por tanto, conjuntos según criterios de temporalidad (históricos), de espacialidad (grupos sociales), de ambos (socio-históricos) o de algún otro (temático) pertinente a la investigación que se esté realizando. Finalmente, utilizo "concepto" como el resultado de la abstracción de alguno o algunos de tales significados. En oposición al análisis de contenido, considero que el concepto es siempre posterior y consecuencia de la utilización, en el discurso, del término o expresión en estudio, por el simple hecho de que también el significado y su unidad generativa, el sentido, son posteriores y consecuencia de la utilización, en el discurso, del término o expresión en estudio. Hay conceptos históricos, pero no hay conceptos innatos (inherentes a la mente/cerebro), ni sustanciales (inherentes a los entes o fenómenos); todos provienen de su uso en contextos vulgares, científicos o poéticos (Della Volpe, 1966: 120-125), sin otro axioma (lógico) ni premisa (empírica) que lo previamente construido mediante otras contextualizaciones ya históricas para cualquier nueva contemporaneidad. O sea, el hecho de que los sentidos, significados y conceptos vigentes en determinado momento de determinada sociedad se adquieran por definición y, por tanto, adopten la forma de definiciones sustanciales o categóricas, no debe oscurecer ni desviar la atención del investigador respecto a la calidad contextual de su proceso histórico de constitución, del cual es resumen y síntesis la definición de los conceptos científicos, filosóficos, éticos y estéticos, ofrecidos por cada cultura para el funcionamiento social de los integrantes de cada sociedad. Disponer de definiciones, sin tener que recrearlas cada nueva generación, es la condición para que exista una cultura, la que proporciona, a su vez, un mínimo de seguridad social; seguridad de los individuos para el desarrollo de su convivencia y seguridad de la sociedad ante la eventual dispersión cognitiva de sus integrantes. Pero explicar el origen y la eficacia de los conceptos efectivamente vigentes en determinada sociedad, tiene que quebrar el espejismo de su necesariedad apodíctica y encuadrarlos en la productividad convencional y contingente de los correspondientes procesos de contextualización.

Todo esto viene a cuento, en relación a la necesidad de dotar al investigador, que decide trabajar desde la semiótica los temas relativos a la producción, interpretación y transformación del significado de los fenómenos sociales, de instrumentos adecuados y rigurosos para resolver los problemas que se plantean cuando pretende realizar tales análisis contextuales, sin eludirlos ni sustituirlos por la aceptación acrítica de definiciones preestablecidas desde algún discurso hegemónico.

Y lo específico del problema analítico comienza del siguiente modo: si las unidades que integran un contexto son unidades discretas, o sea, acotadas diferencialmente en cuanto formas perceptuales y con normas explícitas acerca de cómo producir la interrelación de tales entidades para la producción de determinada significación, el análisis contextual es factible y puede exponerse con rigor explicativo.

Ocurre que tal factibilidad solo se da o, quizá mejor, sólo se hace evidente ante construcciones simbólicas y, en mayor medida, conforme estas construcciones provienen de sistemas completa o relativamente formalizados, o sea, de construcciones simbólicas bien formadas. Esto ocurre con las proposiciones lógicas y/o matemáticas y, todavía de un modo relativamente fuerte, con el lenguaje verbal. ¿Qué ocurre con las restantes semiosis? ¿Cómo puede analizarse el contexto de entidades provenientes de la(s) semiosis visual(es) y, en especial, como es el caso que hemos comenzado a estudiar y que ha provocado todo este largo exordio, con las pertenecientes a alguna de las posibles Semiosis Indiciales?

En unas y otras (visuales e indiciales) parece predominar lo continuum vs lo discreto (impidiendo aparentemente la especificación de la identidad y de la diferencia y de las posibles operaciones que las relacionen) y, así, se dificulta o, incluso, para algunos autores, se excluye la posibilidad de realizar un análisis contextual riguroso de las imágenes visuales en cuanto representación o un análisis contextual riguroso de los comportamientos individuales o grupales y de los objetos naturales o artificiales también en cuanto representación.

Es nuestra responsabilidad, en cuanto teóricos de una disciplina que pretende explicar la significación, resolver este conflicto y dotar a la comunidad científica de los instrumentos específicos y adecuados para resolver las diversas dimensiones del problema enunciado.

19.1.19 Volviendo sobre el análisis contextual / 2

Como advertía en el apartado anterior, el estudio del contexto, en el caso de las semiosis icónica e indicial tiene una complejidad que, según la información de la que dispongo, todavía no ha sido adecuadamente estudiada.

Por supuesto, no me refiero a la interpretación verbal de tales semiosis, ni, por consiguiente, al análisis del contexto resultante de tal interpretación, ya que eso pertenece a la problemática de la semiosis simbólica.

En los otros casos, cuando se trabaja con iconos o con índices, surge, con características propias, el problema de lo discreto (aparentemente ausente) vs. lo continuo (aparentemente presente). Para comprender que existe un problema y de qué se trata ese problema es necesario aplicar un concepto unívoco de icono y de índice, (y, pese al pleonasmo, añado: no equívoco, ni ambiguo), que se mantenga invariable (salvo la exigencia de un cambio que, si se decide, deberá hacerse explícito y aplicarse a la totalidad de lo escrito), de modo que nos permita establecer un acuerdo acerca de aquello de lo que estamos hablando. Además deberá ser adecuado, en cuanto dotado de eficacia para construir la interpretación de los fenómenos en los que pretendemos intervenir, y sistemático, en cuanto pueda atribuírsele un lugar en un sistema conceptual que posea (o se aproxime lo más posible a) las características que suelen exigirse a los sistemas rigurosos (o relativamente rigurosos): completo: que dé cuenta de la implicación semántica de todo lo que afirme; consistente: que no incurra en contradicción; y decidible: que pueda establecer si un nuevo concepto o una nueva afirmación pertenece o no al sistema propuesto.

Sin embargo, como formulación temática general, anticipo la idea guía que trataré de ir elaborando y desarrollando, la cual se refiere a la posibilidad de identificar, en los contextos pertinentes, la presencia y las características relacionales de sus iconos e índices constitutivos, ya que, según el supuesto que vengo desarrollando es el contexto el que atribuye significado a cada uno de sus componentes (o, al menos, le atribuye un sentido a cada uno de tales componentes, de cuyo conjunto surgirá el significado).

Resumiendo: esbozo un problema consistente en la dificultad existente para identificar las entidades de un contexto, cuando está compuesto por imágenes perceptuales de imágenes materiales visuales (y comienzo a buscar el núcleo que propongo para el concepto de icono) o de imágenes perceptuales de objetos y/o comportamientos en cuanto existentes (como aproximación inicial al concepto de índice).

Al haber identificado un problema, se hace posible formular por abducción (o sea, como resumen intuitivo de experiencias, conocimientos y emociones) una hipótesis, cuyo único requisito es que sea comprobable, o sea, que pueda probarse (Peirce. CP. 5.145 y 8.209) o, desde la perspectiva inversa, pero con la misma eficacia, que sea falsable (Popper, 1974: 185; 1977: 75-88; ).

Formulo, pues, como hipótesis, que pretende explicar aquel problema, la siguiente: La identificación de entidades presentes y constitutivas de contextos icónicos y/o indiciales se produce por comparación contrastante entre, al menos, dos contextos: el contexto que está siendo efectivamente percibido por determinado interprete y "el contexto más semejante" que puede recuperarse en la memoria de ese mismo interprete; la diferencia establece lo discreto.

Esa última frase enuncia la eficacia operativa que se pretende como derivación del procesamiento cognitivo propuesto. Como anticipo provisional, ensayo la siguiente reflexión: aquella mínima entidad efectivamente percibida que puede ser sustituida por otra, manteniéndose la posibilidad de atribuirle un sentido a la totalidad resultante de tal sustitución (aunque no sea el mismo sentido) es lo que podemos considerar una entidad discreta constitutiva de dicha totalidad, en cuanto su contexto. De todo el párrafo se requerirán definiciones explícitas de los términos e, incluso, ajustar el rigor de expresiones todavía un tanto indefinidas, como la de "el contexto más semejante". Al margen de estas precisiones, la formulación de la hipótesis se vincula a la problemática del reconocimiento de objetos y comportamientos en sus correspondientes disposiciones y de imágenes en sus configuraciones (ver apartado 22), en cuanto "escenas" complejas y a su explicación, y trata, explícitamente, de apartarse de las propuestas de comprensión holística de tales escenas.

19.1.20 Búsqueda del contexto más semejante frente al cual, la diferencia establece lo discreto

Sólo dos breves aproximaciones al planteo que trato de esbozar, relativo a la posibilidad de análisis de los contextos indiciales y/o icónicos (mientras la problemática de unos y otros muestre un desarrollo relativamente paralelo).

Por una parte, una reflexión que nos ayude (también a mí) a entender las características de los que he designado (un tanto intuitivamente, todavía) como "contexto efectivamente percibido" y "contexto más semejante" y a la paráfrasis de estos mediante lo que también puede enunciarse como "escena compleja".

La situación empírica a la que se trata de encontrar explicación, desde una semiótica cognitiva, está constituida por los casos en que se está produciendo la interpretación de determinadas Semiosis Sustituyentes correspondientes a iconos o índices. O sea, se atiende a la actividad interpretativa que se cumple ante una imagen figurativa visual o ante la percepción de objetos o comportamientos en museos o escenarios respectivamente.

En tales casos el supuesto hipotético (que deberá probarse), afirma que se está produciendo un análisis contrastante entre lo efectivamente presente y registrado mediante la percepción visual (en ambos casos: icónico e indicial) y el registro en la memoria de otra imagen compleja. Ésta se supone actualizada por un subsistema de búsqueda de propiedades categóricas (identificadoras) y de coordenadas espaciales (situacionales), hasta actualizar el correspondiente atractor complejo (imagen mental mnemónica) que permita un reconocimiento del contexto efectivamente percibido, que configure de determinada manera la entrada de información sensorial, permitiendo el margen de variaciones necesarias para identificar lo nuevo u original de la percepción actual, versus la histórica.

El proceso sería, en algunos aspectos, semejante al que realizamos cuando comparamos fotografías del mismo motivo: un mismo paisaje urbano o rural o el rostro de una misma persona (el rostro como escena), con la única variante del transcurso del tiempo o bien, con muchas restricciones, cuando la variante consiste en un cambio de ángulo en el encuadre o de la iluminación. Supongamos que tenemos un archivo con muchas fotografías, pero sabemos que del motivo que acabamos de fotografiar y cuya fotografía tenemos ante nosotros, hay otras fotografías, "sacadas" en otro momento, con las que quisiéramos comparar la actual. La diferencia perceptible, en tales casos, constituiría lo que mencioné, en el apartado anterior, diciendo que "la diferencia establece lo discreto". Así, el primer trabajo interpretativo consistiría en encontrar la "escena diferencial" de la que se está percibiendo y, en ese par, establecer los puntos de semejanza y de diferencia, pudiendo asegurar que lo diferente nos asegura la presencia de una unidad discreta.

La otra aproximación al mismo problema consiste en una cita de Peirce. Sin considerar que Peirce tenga necesariamente la respuesta a problemas que, hoy en día, la semiótica y las corrientes cognitivas se plantea de modo notablemente diferente al que él organizó en su momento (fallece en 1914), sigue siendo útil la organización lógica de los problemas que tomó en consideración, entre la inmensa cantidad de los cuales hay alguno relativamente próximo al que estamos esbozando. Me limito a transcribir mi traducción del parágrafo correspondiente de Collected Papers, poniendo en cursiva las expresiones sobre las que pretendo llamar la atención.

"3.433: [...] Cuando se hace una afirmación, existe efectivamente algún hablante, escritor u otro hacedor-de-signos que la comunica; y él supone que hay, o habrá, algún oyente, lector o otro intérprete que lo recibirá. Puede ser un desconocido en otro planeta, un último eón; o puede ser este mismo hombre como será un segundo después. De cualquier modo, el comunicador le hace señas al receptor. Algunos de estos signos (o al menos uno de ellos) se supone que provoca en la mente del receptor imágenes familiares, figuras o, casi podríamos decir, sueños; o sea, reminiscencias de vistas, sonidos, sentimientos, gustos, olores u otras sensaciones, ahora totalmente alejadas de las circunstancias originales de su primera manifestación, de modo que son libres de asociarse a nuevas ocasiones. El comunicador puede evocar, en su propia mente, esas imágenes a su arbitrio (con mayor o menor esfuerzo); y supone que el receptor puede hacer lo mismo. Por ejemplo, los vagabundos tienen la costumbre de llevar trozos de tiza y de hacer marcas en los vallados para indicar los hábitos de la gente que vive allí, en beneficio de otros vagabundos que puedan llegar más tarde. Así, si un vagabundo deja una afirmación acerca de que la gente es tacaña, supone que el lector de la señal habrá encontrado gente tacaña con anterioridad y podrá evocar una imagen de tal persona atribuible a la persona que aún no ha conocido. No sólo es signo la palabra significante externa o la marca, sino que también lo será la imagen que se espera que suscite en la mente del receptor (una imagen por semejanza o, como decimos, un icono) de la imagen semejante en la mente del comunicador y, mediante ella, también un signo de la efectiva cualidad de la cosa. A este icono se lo llama el predicado de la afirmación. Pero en vez de un icono único, o signo por semejanza con una imagen familiar o "sueño", evocable a voluntad, puede haber un complejo de tales iconos, formando una imagen compuesta cuya totalidad no es familiar. Pero aunque la totalidad no sea familiar, sin embargo no sólo las partes son imágenes familiares, sino que también habrá una imagen familiar de su modo de composición. En realidad, será bastante con dos tipos de complejidad. Por ejemplo, puede haber una combinación conjuntiva o una combinación disyuntiva. La combinación conjuntiva se da cuando se usan dos imágenes a la vez; y disyuntiva cuando se usa una u otra. (Esta no es la más científica selección de tipos; pero servirá al presente objetivo.) La clase de idea que un icono materializa, si debe ser tal que lleve alguna concreta información, siendo aplicable a algunas cosas pero no a otras, se llama una primera intención. La idea materializada por un icono que no puede llevar ninguna información por sí sólo, siendo aplicable a todo o a nada, pero que, sin embargo, puede ser útil para modificar otros iconos, se llama una segunda intención".

19.1.21 Semiótica indicial: ratificación y ejemplificación

Repaso lo que vengo escribiendo, para ir dando cuenta de aspectos, problemas, conceptos que puede ser conveniente o necesario aclarar o resolver o ampliar.

Con respecto a las dos grandes conjuntos en que pueden dividirse los Signos Indiciales, ratifico y sintetizo la diferencia fundamental:

1/ Los que operan en una relación de contigüidad entre signo y objeto, la que depende de la relación física que se establece entre ellos. Me parece interesante y útil atender al término "indicativo" que utiliza Peirce para referirse a la específica eficacia de la forma perceptual de esta clase de Signos Indiciales; o sea, a la eficacia del representamen, en cuanto capacidad para actualizar, en la mente del intérprete, al (todavía o ya o contemporáneamente) objeto ausente. El término "indicativo" se vincula semánticamente con el término "ostensivo" y, en definitiva, ambos confluyen en el propio término "indicial", en cuanto lo señalado (con el dedo).

2/ Los que operan en una relación de sustitución entre signo y objeto, con independencia de la relación física que pueda reconocerse entre ellos. También aquí es plenamente recuperable el término "designativo" que utiliza Peirce para referirse a la específica eficacia de la forma perceptual de esta clase de Signos Indiciales; o sea, a la eficacia del representamen, en cuanto capacidad para actualizar, en la mente del intérprete, al (con independencia de cualquier relación temporal) objeto ausente. El término "designativo" se vincula semánticamente con el término "denominativo", en cuanto recupera y mantiene la diferencia y la independencia entre el representamen y el objeto, y adopta la convencionalidad en cuanto necesidad del conocimiento de los códigos de determinada comunidad para comprender la relación semiótica producida por esta clase de Signos Indiciales.

Con respecto a los ejemplos que propuse en un determinado momento (ver apartado 17), quisiera retomarlos (añadiendo, posiblemente, otros) y, sin pretender construir una taxonomía (a lo que con reiteración me he manifestado especialmente renuente), remitirlos a esta gran (y, por eso mismo, un tanto burda) división de los índices; conviene tener especialmente en cuenta que, ni siquiera a grandes rasgos, resultará totalmente convincente esta asignación de unos ejemplos a una categoría y la de otros a la otra; siempre estamos refiriéndonos a predominios de uno u otro carácter (lo indicativo y lo designativo) y no a inclusiones o exclusiones categóricas. Aprovecho para dar un paso más en el análisis de tales ejemplos, diferenciando explícitamente entre el representamen y el objeto, ya bien en el caso de la indicación, o ya bien en el de la designación.

(En lo que sigue, léase, lo que va antes de la doble barra ←←←/xxx/, como enunciación verbal del representamen y, lo que va después de la doble barra /xxx/→→→, como enunciación verbal de su objeto; lo que va entre barras /xxx/ enuncia la calidad del signo indicial que le atribuyo al ejemplo. Téngase en cuenta que el interpretante es el signo que, en base a lo anterior, construye cada intérprete en su sistema de conocimientos)

A/ Son ejemplos de Signo Indicial Indicativo:

- el estado de las piezas de ajedrez, en un determinado momento de una partida /es predominantemente indicativo (como señal)/ del desenlace técnicamente inevitable (otra cosa es la capacidad de la mente para descubrir la secuencia que conduce a él)

- las "promociones" publicitarias /son predominantemente indicativas (como síntoma)/ del contenido del producto publicitado

- todos los deportes como espectáculo /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de las posibilidades y habilidades del cuerpo humano

- todos los deportes como competencia /son predominantemente indicativos (como señal)/ de la superioridad del estado físico del cuerpo de determinado individuo o equipo de individuos respecto de otro u otros

- el mobiliario de un consultorio /es predominantemente indicativo (como síntoma)/ de las acciones y operaciones que en él se realizan

- los juegos manuales de ingenio (incluida la Torre de Hanoi) /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de la capacidad mental de configuración de las relaciones espaciales coordinadas para guiar la acción

- los sueños /son predominantemente indicativos (como indicio)/ de la actividad diurna realizada en estado de vigilia (sin entrar en, pero respetando a, las sutilezas del psicoanálisis)

- los restos arqueológicos /son predominantemente indicativos (como indicio)/ de la actividad y/o acaecimientos que, en el pasado, les sobrevinieron de modo individual y/o social (incluida la cultura material) al o a los integrantes de determinada comunidad sin presencia activa en el presente

- los monumentos, obras y edificios históricos /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de opciones y vigencias culturales pertinentes a determinado momento y lugar de una comunidad

- los jardines públicos o privados, las plazas o parques /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de las actividades de esparcimiento, de reposo o de salubridad que están vigentes en determinada comunidad

- cualquier entidad tridimensional (¿necesita serlo?) situada en el contexto adecuado, o sea, dotado de eficacia para mostrarla y no sólo para utilizarla /es predominantemente indicativa (como síntoma)/ de esa eficacia (pensar en la necesaria dependencia de los "ready-made" p.e. de Duchamp, respecto del contexto en el que se los sitúa)

B/ Son ejemplos de Signo Indicial Designativo:

- la actuación de un mimo /es predominantemente designativa (como icono)/ de una situación o comportamiento individual o social

- los objetos exhibidos en un museo /son predominantemente designativos (como índices (de modo, a su vez, indicativo o designativo)) de otros objetos de su misma clase (como índice-designativo-designativo) o de otros con los que estuvieron asociados (como índice-designativo-indicativo)

- los objetos exhibidos en la vidriera o escaparate de un comercio /son predominantemente designativos (como índices)/ de los objetos disponibles en determinado establecimiento comercial

- los animales de un zoológico o de una reserva natural /son predominantemente designativos (como índices)/ de los restantes animales de su especie

- la ropa que se usa /es predominantemente designativa (como símbolo)/ de la situación económica, profesional o ideológica del individuo que la viste

- el mobiliario de un domicilio, de una empresa o institución /es predominantemente designativa (como símbolo)/ del significado social que se le pretende atribuir

- las maneras de mesa /son predominantemente designativas (como símbolo)/de la cultura de una persona, familia o grupo social

- el tono y la modulación de la voz /es predominantemente designativa (como símbolo)/ del tipo de educación que ha tenido una persona

- las representaciones teatrales /son predominantemente designativas (como icono)/ de situaciones y acontecimientos total o relativamente imaginarios

- las actuaciones de un cuerpo de baile o ballet /son predominantemente designativas (como símbolo)/ de las cualidades estéticas del movimiento del cuerpo humano

- los desfiles militares /son predominantemente designativos (como índice)/ de la potencia militar de un país

- las ceremonias civiles, religiosas, académicas, etc. /son predominantemente designativas (como símbolo)/ de determinados valores civiles, religiosos, académicos, etc.

19.1.22 Semiótica indicial: contexto, configuración y disposición

Continúo las reflexiones tendientes a ir elaborando una Semiótica Indicial, en cuanto conjunto de operaciones disponibles para proponer explicaciones adecuadas y rigurosas acerca de los procesos de producción e interpretación de la significación de los pertinentes fenómenos sociales. Ya he comenzado a esbozar una aproximación a esta "pertinencia" (de los fenómenos sociales que requieren ser estudiados desde una Semiótica Indicial) mediante los ejemplos mencionados en algunos de los apartados anteriores.

También había anticipado la reflexión acerca de que, para el análisis conducente a la pretendida propuesta explicativa, resulta imprescindible un adecuando conocimiento e identificación del contexto en que se encuentran situados los Signos Indiciales constitutivos del fenómeno en estudio. Y habíamos entrevisto algunos problemas vinculados tanto al concepto como a la producción/interpretación de lo que se entienda por "contexto".

En principio, recuerdo la conveniencia de tomar distancia de las reflexiones vinculadas con la lingüística, a los efectos de que sus términos y procesos analíticos no sesguen la investigación, reconduciéndola hacia lo verbal. Esto requiere que se construya un conjunto de términos y procesos analíticos específicos de lo existencial, en el caso de los fenómenos indiciales, o de lo cualitativo, en el caso de los fenómenos icónicos. En este último universo de los fenómenos icónicos, había sugerido utilizar el término "configuración" en vez de "contexto" y, para el universo de los fenómenos indiciales propongo sustituirlo por el término "disposición". O sea:

1/ se propone "contexto" para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su significación los fenómenos simbólicos;

2/ se propone "configuración" para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su significación los fenómenos icónicos;

3/ se propone "disposición" para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su significación los fenómenos indiciales.

No es un capricho por complicar la terminología. Es que las relaciones (contextuales) mediante las cuales adquieren significado los símbolos, no son las mismas relaciones (configurativas) mediante las cuales adquieren significado los iconos, ni son las mismas relaciones (dispositivas) mediante las cuales adquieren significado los índices, todas las cuales, si no las diferenciamos mediante los respectivos términos, específicos para cada tipo de relación, tenderían a homogeneizarse (como lo están actualmente) mediante el uso compartido del término "contexto".

(Si bien el término "disposición" o "dispositio" también tiene un uso particular en la retórica, éste no está tan difundido ni estereotipado como "contexto", por lo que admite su redefinición en otra u otras disciplinas, sin tener que someterse a predeterminaciones conceptuales hereditarias. No obstante, en todos los casos, estos ajustes terminológicos deben considerarse tentativos, hasta tanto su uso, en la práctica semiótica, justifique o excluya su conveniencia. Sin ser, tampoco, excesivamente optimista en que se instaure el uso de estos términos; pero, al menos, el intento de precisarlos y de desarrollar sus peculiaridades ayudará a comprender que el ámbito existencial y las relaciones que, en él, vinculan a símbolos, iconos e índices son diferentes en cada caso.)

Pero, de inmediato, nos encontramos también con que contexto, configuración y disposición no son estructuras generalizables sin más a cada una de las tres semióticas; pero tienen la utilidad de focalizar la calidad simbólica, icónica e indicial que predomina en cada uno de estos tres grandes conjuntos de fenómenos sociales.

Así, para no quedarnos en lo puramente terminológico y para aproximarnos a la calidad existencial de los ámbitos en que se materializa cada una de estas tres clases de signos, convendrá esbozar las tres hipótesis de trabajo siguientes:

1/ Referirse al contexto estará implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente existentes (con lo que se excluye del término "contexto" toda alusión a su existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de los correspondientes tipos, pertenece a un sistema determinado) y (b) relacionados según reglas fuertemente convencionales, adoptadas por una determinada comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial) para su interpretación. Como resultado del análisis de las relaciones con las que se vincula dicho conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su carácter de buena formación (en cuanto el cumplimiento de aquellas reglas constituye el requisito elemental para su aceptabilidad). En función de esta buena formación (d) se lo interpretará a dicho contexto, construyéndose, por su intermedio, el significado de cada uno de tales elementos efectivamente existentes y el de la totalidad.

2/ Referirse a la configuración estará implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente existentes (con lo que se excluye del término "configuración" toda alusión a su existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de los correspondientes atractores, pertenece al archivo perceptual de lo mnemónico) y (b) relacionados según cualidades débilmente convencionales, propuestas a una determinada comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial) para su interpretación. Como resultado de la percepción de las cualidades con las que se vincula dicho conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su carácter de semejanza/diferencia respecto al preexistente atractor mnemónico. En función de esta semejanza/diferencia (d) se la interpretará a dicha configuración, construyéndose, por su intermedio, el significado de cada uno de tales elementos efectivamente existentes y el de la totalidad.

3/ Referirse a la disposición estará implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente existentes (con lo que se excluye del término "disposición" toda alusión a su existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de las correspondientes posibilidades, pertenece al archivo experiencial de lo mnemónico) y (b) relacionados según conexiones tridimensionales débilmente convencionales, propuestas a una determinada comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial) para su interpretación. Como resultado de la percepción de las conexiones tridimensionales con las que se vincula dicho conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su carácter designativo y/o indicativo respecto de la preexistente experiencia mnemónicamente registrada. En función de este carácter designativo y/o indicativo (d) se la interpretará a dicha disposición, construyéndose, por su intermedio, el significado de cada uno de tales elementos efectivamente existentes y el de la totalidad.

19.1.23 Semiótica indicial: sobre los modos de disposición

Las reflexiones que les voy a proponer han surgido en ocasión de la visita que realicé (octubre, 2001), en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, a la Exposición itinerante "Más allá de los preconceptos", de la que fue curadora Milena Kalinovska y que viene recorriendo los principales museos del mundo, en función de cierta actualización del interés por el arte conceptual de la década de los 60 y principio de los 70.

No me interesa, ahora, referirme a las características del arte conceptual en cuanto propuesta estética. Más bien, trataré de destacar cómo intervinieron ciertas manipulaciones (o el recurso a determinadas formas de disposición) a las que han sido sometidos algunos de los objetos exhibidos y cómo, mediante las correspondientes operaciones cognitivas aplicadas por el productor y reconocidas, admitidas y utilizadas en la interpretación por los espectadores, algunas de las propuestas exhibidas (objetos dispuestos de determinado modo) adquieren la capacidad de actualizar, en la memoria del intérprete, otro u otros objetos ausentes, o sea, adquieren un determinado significado y, por tanto, su eventual calidad estética y, en todos los casos, su efectiva calidad semiótica, pudiendo calificar a esa calidad adquirida como indicial.

Lo que sigue constituye una enumeración, no sistemática, tentativa y experimental (a partir de efectivas observaciones realizadas en la Exposición mencionada), de algunos modos de disposición, según los cuales se puede hacer que determinado objeto o conjunto de objetos sean percibidos por determinado sector de los integrantes de una determinada comunidad como una Semiosis Sustituyente, resultante de un tipo de procesamiento cognitivo al que, por hipótesis, le atribuyo una calidad operativa de naturaleza indicial y que, a través de los correspondientes ejemplos, trataré de ir desentrañando en qué consiste.

En todos los casos se requiere que las disposiciones que aquí se mencionan sean propuestas por alguien o por algunos (como productor/es de la Semiosis Sustituyente) y sean percibidas por muchos o por algunos o, en caso extremo, por uno (como intérprete que construye la Semiosis Sustituida). O sea, estoy suponiendo que no existe eficacia semiótica si no es en una situación de comunicación (o sea, no existe eficacia semiótica si no se construye un interpretante en la mente de algún, al menos uno, intérprete).

Modos de disposición identificados:

1/ Distribución de un conjunto de objetos relativamente semejantes, de un modo que no es aquel según el cual se los percibe habitualmente en determinada comunidad, pero que es similar a como suelen distribuirse, con notable frecuencia y, por tanto, de modo bastante o muy conocido, en esa misma comunidad, otro conjunto de objetos diferentes a los anteriores.

2/ Situando un objeto masivo o un conjunto de objetos idénticos (en cuanto producidos en serie) dentro de una vitrina o sobre un pedestal o asociado con algún otro soporte que, en determinada sociedad, está destinado a recibir, mostrar o sostener objetos singulares o dotados de alguna característica que los hace o los aproxima a ser únicos.

3/ Asociando (por proximidad) dos (o más) objetos pertenecientes a ámbitos socio-culturales que no guardan entre sí ninguna conexión, y reforzando, además, la asociación al realzar alguna cualidad (por ejemplo, determinada semejanza de cromatismo) que se reproduce en ambos.

4/ Evidenciando la ausencia de un objeto, mediante la mostración de un dispositivo que, habitualmente, es el receptáculo de algo, pero sin el algo cuya carencia se invita a construir.

5/ Reproduciendo la estructura de algo habitual, cuya disposición cotidiana requiere, por convención social, determinado tipo de materia prima, pero trastocando la materia prima que sostiene esa estructura; trastocamiento que, por lo general, pasa de una materia prima considerada socialmente valiosa (lo ausente, pero representado), a otra materia prima socialmente desvalorizada (lo presente, con eficacia representativa).

6/ Presentando un objeto vinculado a otro objeto (o a varios objetos, en una cadena de vinculaciones) como fragmento de un comportamiento, por ejemplo laboral, que actualiza al sujeto ausente y a un resultado en elaboración.

Habría muchas disposiciones posibles, además de las mencionadas. Éstas, las mencionadas, no son ni las básicas, ni siquiera ejemplos efectivamente diversos que marquen series posibles de disposiciones posibles. Sólo son (si consiguen serlo) muestras de por dónde creo que podría avanzar la reflexión que buscase identificar formas o modos posibles de relacionarse objetos presentes, de modo tal que adquieran la posibilidad de constituirse en representaciones (porque designan sustituyendo o porque señalan al faltante) de otros objetos ausentes, o sea, de modo tal que adquieran la posibilidad de constituirse en Signos Indiciales.

19.1.24 Semiótica indicial: de la escultura al juguete

Como, por mi propia reflexión sobre la Exposición de Arte Conceptual, se ha rozado el tema de la estética, creo conveniente ensayar algunas reflexiones que la vinculen con la Semiótica Indicial.

Según ya se ha considerado aquí mismo (apartado 11), pero creo necesario actualizar, todo signo tiene características que permiten analizarlo desde cualquiera de las tres perspectivas semióticas fundamentales: como icono, como índice y como símbolo. Lo que ocurre es que en determinada sociedad e, incluso, en determinada situación de determinada sociedad, se establece alguna de estas tres perspectivas como culturalmente predominante.

Lo indicial de la palabra hablada es el aliento que la sostiene, el tono, la cadencia y la tonada de la voz con que se emite e, incluso, la sucesividad y el intercambio de todo ello en el monólogo o en el diálogo; no el intercambio o la sucesividad de las significaciones, que pertenece a su aspecto simbólico, el cual, en general y respecto de la palabra, constituye la perspectiva semiótica predominante; ni el reconocimiento o la imitación de alguien, al que se lo identifica por rasgos específicos de su modo de hablar, lo que pertenecería al aspecto icónico de la palabra.

Un cuadro, una tela o una tabla pintada, también tiene su aspecto indicial, que prevalece cuando se trata de decidir, por ejemplo, de qué soporte se lo va a suspender o de qué modo va a dirigirse la luz hacia su superficie. Por supuesto que, en general, la perspectiva semiótica predominante consistirá en su aspecto icónico. Pero, en determinados casos, cada vez más frecuentes, en la producción de imágenes visuales va adquiriendo una mayor importancia su aspecto simbólico, o sea, la capacidad de la imagen visual para trasmitir información socialmente codificada, como en las indicaciones gráficas de aeropuertos y aeronaves, estadios, computadoras, prendas de ropa, etc.

Los objetos (dejando de lado, por el momento, a los comportamientos) no son índices por ser objetos, sino que son índices cuando están en representación de otro u otros objetos, ya bien porque los designan sustituyendo (como el automóvil exhibido en una exposición) o porque los señalan como faltantes (como un abrigo de piel denota al resto del cuerpo del animal que se ha matado para obtenerla).

El arte conceptual, cuando utiliza objetos (ya que no sólo utiliza objetos y entiendo, aquí, por "objetos" los que se emplean habitualmente de modo utilitario y sin una finalidad predominantemente estética), los muestra en alguna variante de esas dos posibilidades genéricas para construir índices: sustituyendo o mostrando una ausencia (o una presencia incongruente, lo que es una variante para mostrar la ausencia). O sea que el arte conceptual, sin dejar de proponer sus objetos a la percepción, es decir, sin dejar de constituirlos en iconos, agudiza o recupera o se basa para el salto estético, en el desarrollo y la construcción del propio carácter indicial de tales objetos.

Éste es un momento oportuno para que se haga presente el término "escultura". De modo semejante (pero no idéntico) a lo que he planteado para la imagen visual (ya que la escultura lo es), diría que, (1) cuando es figurativa, se trata de un icono indicial (o, mejor, un sinsigno-icónico), cuya pretensión de semejanza incluye lo tridimensional (a lo que la representación sobre el plano tiene que renunciar, salvo como trompe-l’oeil). Tal sería el caso de la imagen en [77a], perteneciente al grupo de esculturas medievales conocidas como “Muertos que leen”. (2) Cuando la escultura es plástica (en el sentido en que usa el término el Grupo μ , o sea, Klinkenberg, Edeline y Minguet, 1992: 186-196), se trata de un icono icónico (o, mejor, un cualisigno-icónico), cuya pretensión ya no es de semejanza con algún concreto existente, sino que pretende actualizar el qualia de lo espacial, o sea, la sensación o vivencia interior de una experiencia, pretendidamente inédita, de la espacialidad (CP. 6.222-6.237; Dennett, D. C. 1995: 381); tal sería el caso [77] del Large Upright Internal/External Form 1953-54 de Henry Moore. (3) Cuando la escultura pretende ser portadora de una convención socialmente vigente, se constituye en simbólica, y puede decirse que se trata de un icono simbólico (o, mejor, de un legisigno icónico), como puede ser el caso [76] del Modelo del Monumento a la III Internacional de Vladimir Tatlin.

 

[77a] (Don Íñigo, primer conde de Tendilla – 1479)

                                             

[77b]  Moore, Henry (1954)

 

[78]  [Tatlin, Vladimir (1920)]

 

 

O sea, el objeto escultórico es fundamentalmente icónico, en alguna de sus variantes, por el simple hecho de que está propuesto como forma para su contemplación. Por eso, también son esculturas, o sea, iconos, las réplicas de los juguetes (que son juguetes ficticios o para ser vistos) construidos para mostrar características estructurales o dinámicas o texturales de los juguetes (reales o para ser jugados; por lo cual son índices, consistiendo el juego, precisamente, en añadir o completar lo ausente). Y también esta reflexión se enriqueció con la visita a la Exposición sobre el Juguete, en el Centro Cultural de La Recoleta, en Buenos Aires; no obstante, salvo una parte: "The Dolls of Japan", con piezas demasiado delicadas para jugar con ellas pero que, no obstante, eran efectivamente muñecas y muñecos (o sea, que no representaban juguetes, sino que lo eran y, por tanto, eran índices), el resto de los objetos expuestos no eran juguetes sino que los representaban y, por tanto, eran iconos.

En definitiva, tratando de ir comprendiendo en qué consiste la calidad indicial de determinados objetos, he llegado a los juguetes a los que considero índices pese a cierta semejanza que puede encontrárseles con las esculturas que serían iconos, si se acepta la reflexión precedente. Creo que el análisis de los juguetes se presta, todavía, para mucho más.

19.1.25 Semiótica indicial: el registro de los objetos del museo y la semiótica indicial

Quisiera ampliar un poco la propuesta de esta tarea, destinada a la investigación sobre el museo, que he denominado: "registro de las características interpretativas y representativas que poseen los objetos exhibidos en un Museo".

Se supone que una Investigación que pretende conocer las características específicas de un determinado Museo (aparte de aspectos coyunturales que también serán tenidos en cuenta en su oportunidad) debe proporcionar conocimiento acerca de tres aspectos fundamentales:

Los objetos.

Los visitantes.

Las políticas de los curadores relativas a la exhibición de los objetos a los visitantes.

No son aspectos simples, sino que poseen una notable complejidad, en la que habrá que ir penetrando paulatinamente.

El tema del "registro de las características interpretativas y representativas que poseen los objetos exhibidos en un Museo", pretende proporcionar conocimiento acerca de los objetos. En este sentido, su estudio pertenece al área de la Semiótica Indicial.

Existe un fuerte debate acerca de si el objeto es o no un elemento esencial y definitorio de lo que se entiende por Museo (comentario personal de la museóloga Alicia Sarno). Provisionalmente, considero que, tomando el concepto de objeto con suficiente amplitud: cualquier entidad material existente susceptible de ser percibida por los sentidos y, en especial, considerado el objeto desde la perspectiva cognitiva de una Semiótica Indicial, puede afirmarse que, para que exista un Museo se requiere la exhibición de determinados objetos, en cuanto representación de algo diferente a ellos mismos, sometidos a la percepción de un conjunto genérico (pero especificable) de visitantes.

Para avanzar en la posible elaboración del registro de objetos (de los que excluyo a las imágenes) que estoy proponiendo, considero conveniente distribuirlos en tres grandes grupos (a los que ya he hecho alusión):

El objeto único.

El objeto ejemplar (prototipo).

El objeto réplica.

En el primer caso, como objeto único, el objeto posee de modo exclusivo un determinado valor intrínseco, que lo constituye en único, en cuanto cualquier otro que pretenda equiparársele (en alguna o varias de sus múltiples características) será considerado como una reproducción o una falsificación (y aquí puede seguir todo un interesante desarrollo semiótico acerca de las características diferenciales entre reproducción y falsificación).

En el segundo caso, como objeto ejemplar, el objeto es uno perteneciente al dominio existencial de un conjunto cuyos elementos puede identificarse por poseer determinados rasgos morfológicos y relacionales que los acreditan como pertenecientes a dicho conjunto y que el denominado "objeto ejemplar" exhibe, adquiriendo, por esta capacidad de exhibirlos, el valor de representar a los demás de ese determinado conjunto.

En el tercer caso, como objeto réplica, el objeto actualiza una posibilidad emergente de un sistema virtual, mostrando, en su materialidad, rasgos formales y relaciones concretas que sólo a través de tal réplica pueden conocerse, por lo cual la percepción de esos rasgos y de esas relaciones, a partir de su presencia material en determinado contexto, permite inferir la vigencia del tipo en el nivel virtual del sistema al que dicha réplica corresponde.

Desde luego, puede haber un objeto ejemplar que por la especial calidad de las características que lo hacen pertenecer a un determinado conjunto, se constituya en objeto único sin perder su calidad de "ejemplar". Por ejemplo, la belleza de determinados rasgos de una vasija de la cultura Aguada.

Con independencia de esta división entre único, ejemplar y réplica, en el objeto incide también

A/ su interpretación (histórica) y

B/ su representación (futura)

Creo que es posible decir que el conjunto de interpretación y representación constituye el significado del objeto. Por supuesto que todo depende de cómo se defina interpretación y representación.

Para irnos acercando a las operaciones cognitivas que estoy tratando de esbozar, diría que la interpretación de un objeto está constituida por el conjunto de discursos/semiosis, disponibles en determinado momento por determinada sociedad, que lo van construyendo (siempre desde, al menos, un instante previo a su percepción) como referente. O sea, la interpretación, aquí, la estoy considerando como la suma de características de Semiosis Sustituida que pueden identificarse en determinado objeto, en virtud del conocimiento que a él se refiere, o sea, en virtud del conjunto de discursos/semiosis que pueden aplicársele; o sea, lo que cada uno sabe (con toda la gama de diferencias que esto implica) acerca de un objeto. Esto constituye su modo posible (o sus modos posibles) de interpretarlo; por tanto este sentido de interpretación implica resumir el conocimiento histórico que se tiene acerca de algo. Un importante aspecto que deberá tener en cuenta todo curador de un Museo cuando comienza a pensar en exhibir algo: qué sabe la comunidad acerca de ello.

Por su parte, la representación es aquello que el objeto puede construir. En este caso, las características (representacionales) de un objeto son las que se refieren a algo distinto de él mismo y en virtud de las cuales, eso distinto adquiere, así, una determinada interpretación. El objeto se constituye en Semiosis Sustituyente para hacer que (siempre desde, al menos, un instante posterior a su percepción) otra cosa se interprete de determinada manera, o sea, resulte ser un Objeto Semiótico o Semiosis Sustituida.

Lo interesante es que todo objeto participa de esta doble cualidad: ser el resultado de la eficacia de otro y ejercer su propia eficacia de la que otro será el resultado.

El primer aspecto es el que designo como interpretación u objeto interpretado y quizá ahora pueda entenderse por qué también puede designársele como Objeto Semiótico o como Semiosis Sustituida. Siempre, todo objeto es el resultado de la acción de otro (siendo por lo general este otro un discurso verbal y/o una configuración gráfica y/o una disposición de otros objetos).

El segundo aspecto, la posibilidad de ejercer la propia eficacia para que otro resulte interpretado, es el que designo como representación o representamen (aprovechando el término peirceano) y quizá ahora pueda entenderse por qué también puede designársele como Semiosis Sustituyente, ya que viéndolo no lo vemos como tal sino como forma que construye al otro (la tan conocida "transparencia" del lenguaje, que se aplica a cualquier materia prima semiótica en su propuesta representativa).

O sea, como en el caso del cambio en la dirección de la profundidad del cubo de Necker, cualquier objeto (lo que es extensible a cualquier signo, ya que se trata de una característica general de todos los sistemas semióticos) puede ser visto, ya bien como interpretación resultante de otros discursos/semiosis, o ya bien como agente representativo de algo diferente de él mismo. Pero lo que no puede ocurrir, como tampoco ocurre con el cubo de Necker, es que se lo pueda considerar simultáneamente en los dos aspectos.

Para que un objeto produzca una representación de otra cosa es preciso que se sitúe como propuesta comunicativa, lo que ya depende de los usos y costumbre de cada sociedad en cada época. Y ésta es la tarea del curador del Museo: ofrecer los objetos a la percepción de los visitantes de modo que estos construyan algo diferente al objeto que están viendo pero que es lo que ese objeto representa (o lo que el curador pretende que represente).

Quizá así se comprenda la resistencia a admitir que el objeto es esencial y necesario para la existencia del Museo; porque no es en cuanto tal objeto o en sí mismo, sino en función de la potencia representativa que la disposición en que aparece en una determinada exhibición es capaz de atribuirle a un objeto. Lo que se exhibe en el museo no es el objeto en sí, sino investido de su potencia representativa.

Entonces, es tarea básica en el estudio acerca de la identidad de un Museo existente o de uno que se está diseñando o de una exposición determinada, parcial y temporal, disponer de lo que, provisionalmente, he denominado como el "registro de las características interpretativas y representativas que poseen los objetos exhibidos en un Museo".

Si el resultado de este registro se interrelaciona con el resultado del repertorio de preguntas básicas que se le habrán formulado a los eventuales visitantes, para conocer los contenidos y las reglas de su capacidad de interpretación, el curador del Museo comienza a disponer del primer esbozo de información como para bocetar una política de exhibición del patrimonio del Museo.

Por eso, éstas tareas pertinentes a una Semiótica Indicial son tareas que estoy proponiendo a la reflexión de quienes se interesen en la investigación acerca del Museo y que sería importante explorar empíricamente en distintos ámbitos, con distintas tradiciones culturales, ya que permitirían explicar la dispersión de los problemas de comunicación de Museos distintos, vinculados a distintas comunidades de visitantes posibles.

19.1.26 Semiótica indicial: concepto y variantes del signo indicial

Aprovechando los distintos aspectos que han ido surgiendo, en los precedentes apartados, acerca de los rasgos pertinentes al diseño de una Semiótica Indicial, creo que disponemos de los fundamentos elementales y necesarios para proponer y desarrollar, ordenada y enriquecidamente, las características identificatorias del Signo Indicial, que han venido siendo esbozadas.

Sigo, como lo he hecho anteriormente respecto del propio Signo Indicial y, en especial, con respecto al Signo Icónico (en Magariños de Morentin, 2000), la estructura conceptual de la que se considera la más completa, simple y difundida definición del Signo (pertinente a una Semiótica General), la de C. P. 2. 228, de entre las elaboradas por Peirce (de ellas, 76 las registra Robert Marty, 1996)

I/ El Signo Indicial es algo: un existente, o sea:

1/ un objeto o

2/ un comportamiento

II/ que está en alguna relación: se lo propone (en cuanto Semiosis Sustituyente) como representación:

1/ indicativa

2/ o designativa

III/ respecto de (otro) algo: su objeto o fundamento, respecto del cual

(A) si la relación es indicativa, podrá tener el carácter de:

1/ señal (si lo anticipa),

2/ indicio (si lo recupera) o

3/ síntoma (si son simultáneos)

(B) si la relación es designativa, podrá tener el carácter de:

4/ objeto único (que se representa a sí mismo),

5/ prototipo (que representa a los demás de su propio conjunto) o

6/ réplica (que actualiza una posibilidad emergente de un sistema virtual)

IV/ para alguien: el que lo interpreta (en cualquiera de los dos casos: como Representación Indicativa o Designativa), atribuyéndole (en cuanto Semiosis Sustituida y, por tanto, como nuevo signo en la mente del intérprete) una calidad de:

1/ icono (en cuanto valor formal),

2/ índice (en cuanto valor existencial) o

3/ símbolo (en cuanto valor convencional o normativo).

Hasta aquí la derivación de la definición peirceana de Signo, para construir, específicamente, al Signo Indicial

La pretensión de este esquema es que, desde una Semiótica Indicial, la propuesta de identificar a determinado Signo como un Índice será válida si puede encuadrarse en sus categorías, permitiendo identificar, en el proceso de producción de su eficacia significativa, cada una de las sucesivas relaciones en él registradas.

De este modo, puede servir como instrumento de falsación, o sea, permitiría demostrar que la propuesta (de Signo Indicial) formulada sería falsa, si fuera posible encontrar un signo existencial (o sea, un Objeto o un Comportamiento en situación de Semiosis Sustituyente) que no contenga ninguna o alguna de las relaciones identificadas en dicho esquema.

Pero el esquema propuesto también sirve para evidenciar el proceso mental y las características cognitivas de cada una de sus etapas, cuando se pretende atribuir significado a algo mediante objetos o comportamientos, o sea, describir rigurosamente esas situaciones en las cuales los objetos o los comportamientos son eficaces para que algo adquiera, en la mente de quien los interprete, un determinado significado.

Lo que ahora paso a hacer, muy someramente, es proporcionar los recorridos de cada una de las combinatorias posibles, correspondientes a cada una de las variantes establecidas en la definición, aprovechando para evidenciar que se trata de 36 variantes de Signos Indiciales posibles. De todos los casos, iré proponiendo también los correspondientes ejemplos. Irán precedidos por la identificación numérica de cada variante y por (a) la descripción técnico-semiótica de esa variante; (b) por la descripción empírica de las relaciones existenciales que componen la presencia social de la variante correspondiente; y (c), finalmente, propondré el ejemplo (uno entre los innumerables) en el que se me ocurre que se materializan todos los rasgos pertinentes a la variable en estudio (cuando alguna vez digo "y, por supuesto,...", me estoy refiriendo a algún ejemplo que ya he utilizado en apartados anteriores).

1: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 1 = (a) Un objeto indicativo como señal icónica; (b) algo que aparece en un lugar anticipando una forma que va a sobrevenir; (c) un lápiz labial anticipa el color sobre los labios de alguien.

2: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 2 = (a) Un objeto indicativo como señal indicial; (b) algo que aparece en un lugar anticipando una existencia que va a sobrevenir; (c) un arma de fuego anticipa la producción de un orificio en un blanco u objetivo; y, por supuesto, las nubes que, eventualmente, anticipan la lluvia.

3: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 3 = (a) Un objeto indicativo como señal simbólica; (b) algo que aparece en un lugar anticipando un valor que va a sobrevenir; (c) un traje de novia, en el taller de la modista, anticipa una unión matrimonial.

4: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 1 = (a) Un objeto indicativo como indicio icónico; (b) algo que aparece en un lugar recuperando una forma que ya no está; (c) una fotografía recupera el rostro de un ausente (o de un presente, en otro momento pasado).

5: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 2 = (a) Un objeto indicativo como indicio indicial; (b) algo que aparece en un lugar recuperando un existente que ya no está; (c) un cigarrillo que ha sido apagado recupera la presencia de un fumador; y, por supuesto, la huella del pie, en la arena, recupera el pie de alguien que pasó por allí.

6: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 3 = (a) Un objeto indicativo como indicio simbólico; (b) algo que aparece en un lugar recuperando un valor que ya no está; (c) un buen traje deshilachado, usado por alguien, recupera los tiempos de bonanza en que se lo usó nuevo.

7: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 1 = (a) Un objeto indicativo como síntoma icónico; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando una forma contemporánea; (c) una trasmisión televisiva "en vivo" evidencia cómo "luce", en ese momento, el rostro de un personaje.

8: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 2 = (a) Un objeto indicativo como síntoma indicial; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando un existente contemporáneo; (c) la lamparilla encendida sobre la puerta de un estudio de radio evidencia que, dentro del estudio, se está trasmitiendo; y, por supuesto, el humo, que se ve por encima de un muro y que evidencia la existencia de fuego.

9: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 3 = (a) Un objeto indicativo como síntoma simbólico; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando un valor contemporáneo; (c) la estrella de David o la media luna o la cruz, etc., en lo alto de un edificio evidencia que se trata de un lugar religioso.

Obsérvese que, a partir de aquí (para los Objetos), se pasa de la Relación Indicativa ("II/1") a la Relación Designativa ("II/2"), por lo cual también sus variantes pasan de ser ("III") (1) Señal, (2) Indicio o (3) Síntoma (que son Relaciones Indicativas) a ser ("III/4") Objeto Único, luego ("III/5") Prototipo, y finalmente ("III/6") Réplica (que son Relaciones específicamente Designativas), cada una con su posibilidad de ser interpretada como ("IV") (1) Icono, (2) Índice o (3) Símbolo.

10: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 1 = (a) Un objeto designativo como objeto único icónico; (b) algo que aparece en un lugar representándose a sí mismo en cuanto forma; (c) una pirámide egipcia se muestra a sí misma como siendo esa forma que se ve en las postales turísticas; o bien el rostro de un político cuando lo reconocemos en presencia, por haberlo visto en los medios.

11: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 2 = (a) Un objeto designativo como objeto único indicial; (b) algo que aparece en un lugar representándose a sí mismo en cuanto existente; (c) la voz de alguien que permite individualizarlo inequívocamente.

12: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 3 = (a) Un objeto designativo como objeto único simbólico; (b) algo que aparece en un lugar representándose a sí mismo en cuanto valor; (c) El sillón de Rivadavia que representa la presidencia; y, por supuesto, la espada de San Martín.

13: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 1 = (a) Un objeto designativo como prototipo icónico; (b) algo que aparece en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto formas; (c) un automóvil en una exposición que nos muestra cómo son los restantes automóviles de esa marca y modelo; y, por supuesto ,una moneda de un maravedí que nos muestra cómo eran las monedas de un maravedí.

14: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 2 = (a) Un objeto designativo como prototipo indicial; (b) algo que aparece en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto existentes; (c) un cráneo representa la osamenta de un tipo de cabezas.

15: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 3 = (a) Un objeto designativo como prototipo simbólico; (b) algo que aparece en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto valores; (c) un billete de banco en circulación representa el mismo valor económico que los restantes de su misma designación.

16: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 1 = (a) Un objeto designativo como réplica icónica; (b) algo que aparece en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto formas; (c) el mismo billete de banco del ejemplo anterior, visto como una de las variantes, diferencial e identificable, de los diversos diseños de billetes que circulan.

17: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 2 = (a) Un objeto designativo como réplica indicial; (b) algo que aparece en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto existentes; (c) un medicamento, en una farmacia, como alternativa posible junto a otros de la misma o semejante eficacia.

18: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 3 = (a) Un objeto designativo como réplica simbólica; (b) algo que aparece en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto valores; (c) un receptáculo como fracción posible de un sistema de medidas de capacidad por litros o galones, etc.

 [79]  Esquema (1)

 

[80]  Esquema (2)

I.1 OBJETO / I.2 COMPORTAMIENTO

II.1 En relación

INDICATIVA

II.2 En relación

DESIGNATIVA

III. Tendrá el carácter de:

1. SEÑAL

IV. A la que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

1. OBJETO ÚNICO

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

2. INDICIO

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

2. PROTOTIPO

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

3. SÍNTOMA

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

3. RÉPLICA

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

 

A partir de aquí, comienza la primera de una secuencia de otras 18 posibilidades semejantes a las anteriores, sólo que a partir de un algo inicial consistente, ya no en un ("I/1") Objeto, sino en un ("I/2") Comportamiento.

19: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como señal icónica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando una forma que va a sobrevenir; (c) la tarea de un dibujante dibujando, que indica que va a poder verse un dibujo.

20: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como señal indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando un existente que va a sobrevenir; (c) la tarea de un albañil de la que resultará una pared.

21: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 3 = (a) Un comportamiento indicativo como señal simbólica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando un valor que va a sobrevenir; (c) el trabajo de un empleado por el que le corresponderá recibir un salario.

22: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como indicio icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar recuperando una forma que ya no está; (c) mirarse en el espejo buscando lo que queda de la cara que se tenía hace 20 años.

23: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como indicio indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar recuperando un existente que ya no está; (c) un gesto que alguien ejecuta automáticamente, reproduciendo el que hacía cuando el que lo hace tenía un gato como destinatario del gesto.

24: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 3 = (a) Un comportamiento indicativo como indicio simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar recuperando un valor que ya no está; (c) usar traje y corbata para dar clase como jerarquización de la tarea docente.

25: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como síntoma icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar evidenciando una forma contemporánea; (c) usar colores de ropa que armonicen con los ojos azules de quien la usa.

26: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como síntoma indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar evidenciando un existente contemporáneo; (c) el temblor como demostración de miedo.

27: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 3 = (a) Un comportamiento indicativo como síntoma simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar evidenciando un valor contemporáneo; (c) actitudes obedientes como reconocimiento de la autoridad de otro.

28: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 1 = (a) Un comportamiento designativo como objeto único icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como formas; (c) el canto de Kiri Te Kanawa disfrutado por las cualidades que le son propias.

29: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 2 = (a) Un comportamiento designativo como objeto único indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como existentes; (c) el viaje de Cristóbal Colón, que lo representa en cuanto sólo fue capitaneado por él.

30: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 3 = (a) Un comportamiento designativo como objeto único simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como valores; (c) el manejo arbitrario de operaciones financieras representan el concreto poderío político-económico de determinado Banco.

31: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 1 = (a) Un comportamiento designativo como prototipo icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto formas; (c) las actitudes que aprende un clérigo para ser visto por la sociedad como clérigo.

32: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 2 = (a) Un comportamiento designativo como prototipo indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto existentes; (c) fumar un cigarrillo tras otro permite identificar a un fumador compulsivo.

33: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 3 = (a) Un comportamiento designativo como prototipo simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto valores; (c) el modo de manejar los cubiertos permite identificar la educación de una persona.

34: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 1 = (a) Un comportamiento designativo como réplica icónica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenecen en cuanto formas; (c) los gestos y actitudes corporales que selecciona un mimo para representar a un ebrio.

35: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 2 = (a) Un comportamiento designativo como réplica indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenecen en cuanto existentes; (c) los movimiento de un cirujano mientras opera provienen del aprendizaje de la práctica de la cirugía.

36: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 3 = (a) Un comportamiento designativo como réplica simbólica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a algunas de las posibilidades del sistema al que pertenecen en cuanto valores; (c) gastar mucho "ad exhibendum".

19.2 Algunos temas complementarios

19.2.27 Semiosis sustituyente, semiosis sustituida y significación. Aproximación desde el tema de la semiótica indicial

No creo que sea posible utilizar el término "significación" como sinónimo ni de "Semiosis Sustituyente", ni de "Semiosis sustituida".

La diferencia fundamental consiste en que "la significación" (o, incluso, "el significado", con los matices que tienen de diferentes ambos términos, según los autores o las corrientes) es el producto, mientras que el par "Semiosis sustituyente" y "Semiosis sustituida" designa los dos polos de la actividad semiotizante; o sea, podría decirse que el primero de ellos designa al agente y el segundo al paciente. Dicho de otra manera, "Semiosis Sustituyente" designa el instrumento con el que se pretende producir determinado significado, mientras que "Semiosis Sustituida" designa al objeto o fenómeno sobre el que actúa aquel instrumento y en el que habrá de manifestarse el resultado de la operación que ese instrumento permite realizar, al adquirir un determinado significado.

Por lo general es fácil identificar estos que he llamado "polos de la actividad semiotizante"; pero no siempre es así. En mi reciente estadía en la Universidad Nacional de Jujuy, en el extremo norte de la Argentina, surgió una pregunta, vinculada a los problemas económicos de esa provincia, formulada aproximadamente en estos términos: "¿Cuál es la Semiosis Sustituyente que construye la significación de los cortes de ruta o las actividades de los que se conocen como piqueteros (ver, sobre este tema, los apartados 1, 7, 8, 17 y 28)?"

El tema es importante, porque toda investigación semiótica trata de explicar el significado de un fenómeno social, teniendo especialmente en cuenta que se entiende por "social" a aquel fenómeno que esta representado/ interpretado en alguna semiosis social. Corresponde advertir que no existe ningún fenómeno virgen, o sea, no interpretado, pero advirtiendo también que la tarea del semiólogo excluye una intervención directa en el fenómeno, cuya posibilidad es siempre una falacia metafísica, sino que exige una intervención en los discursos (o semiosis, en general) con los que se construye su significación.

Hay que tener en cuenta que "piqueteros" es la designación popular con que se conoce a los participantes en piquetes o grupos de gentes que interrumpen el tránsito, por lo general en carreteras o rutas, pero también en avenidas y calles, con la finalidad de protestar por alguna situación urgente que no parece ser atendida por el Gobierno, como la falta de trabajo o el largo atraso en el pago de salarios de los empleados públicos.

Aquí, el interés de la pregunta consistió en que permitió advertir la existencia de una serie de niveles escalonados o interdependientes, en lo que se refiere al recorrido de las distintas Semiosis Sustituyentes que intervenían para darle determinado significado a diversas Semiosis Sustituidas que estaban involucradas en el planteo de la situación semiótica.

Lo más contundente, creo que fue poder constatar que el conjunto de comportamientos correspondientes a los cortes de ruta o a las actividades de los piqueteros, no era el fenómeno social que se semantizaba, sino que constituían una Semiosis Sustituyente que buscaba atribuir determinado significado a la falta de trabajo o al largo atraso en el pago de salarios. Por consiguiente, los cortes de ruta y las actividades de los piqueteros constituían una Semiosis Sustituyente que se estaba utilizando como instrumento semiótico capaz de conferir una específica significación a una Semiosis Sustituida, que era, en definitiva, el fenómeno social que se trataba de semantizar, consistente en la falta de trabajo o el largo atraso en el pago de salarios de los empleados públicos (concurrentemente con otras Semiosis Sustituyentes que también compiten para construir el significado de este último fenómeno).

Pero, como ya lo comenté en alguna otra oportunidad, en semiótica nada es definitivamente y para siempre de determinada manera. Las actividades de los piqueteros son, en principio, un discurso o Semiosis Sustituyente que trata de darle determinado significado al referente consistente en la falta de trabajo o Semiosis Sustituida. Pero, a su vez, son una Semiosis Sustituida que aparece semantizada por los discursos o Semiosis Sustituyentes de los políticos, sindicalistas, conductores de vehículos que ven impedido su tránsito y el de los propios participantes en los cortes de ruta o el de cualquier otro que opinara al respecto.

O sea, el discurso social se integra con distintos niveles semióticos interrelacionados y constituyentes, todos ellos, del instrumento semantizador del fenómeno social; consistiendo este último, en definitiva, en la falta de trabajo.

El otro aspecto interesante es que estos distintos discursos, el del comportamiento y el de las opiniones y discursos verbales no operan exactamente como una intervención metalingüística de un lenguaje en otro lenguaje, sino como la intervención de un lenguaje exterior al lenguaje en estudio (en cuanto intervención de lo simbólico o verbal en lo indicial o comportamental y viceversa) lo que implica una transformación de la eficacia interpretativa del lenguaje (exterior o diferente) que se utiliza para atribuir significación al otro lenguaje (Desclés, J. P. et Guentcheva Desclés, Z. 1977: 60-61). Pese al rechazo emocional que ello puede provocar, la intervención de la policía o de la gendarmería es la que constituiría un metalenguaje del corte de rutas (o quizá, mejor, una metasemiosis) en cuanto se trataría de "semiosis" de las mismas características semióticas que la de los piqueteros, las que en ambos casos serían indiciales, o sea, comportamentales, y con la pretensión, en el caso de esta última, de intervenir, modificándola, en la sintaxis de la primera. Así pueden interpretarse las características diferenciales entre un debate simbólico (de argumentación y crítica verbal) versus un debate indicial (de represión y violencia).

Hasta aquí llego, como aproximación al uso técnico de las expresiones "Semiosis Sustituyente" y "Semiosis Sustituida" y a mi rechazo de que puedan considerarse como sinónimas del término "significación".

19.2.28 La falacia del lenguaje verbal como modelo necesario de toda Semiosis sustituyente.

Aparentemente, se enfrenta un dilema: determinados comportamientos (o todos, pero algunos más contundentemente que otros) parece que podrían ser considerados, alternativa y no conjuntamente, ya bien como referentes y, en cuanto tales, destinados a que su significación resulte construida por alguna otra semiosis (preferentemente la verbal, pero también la visual de las imágenes de tv, p.e.); ya bien como Semiosis Sustituyentes y, en cuanto tales, productores de la significación de alguna otra entidad (el trabajo, el salario, etc.), que así resultaría ser el referente construido por esta semiosis comportamental.

El dilema surgiría si tuviéramos que decidir entre una y otra posibilidad, o sea, si adoptar una exigiera, necesaria y definitivamente, rechazar la otra. Pero ésta sería una perspectiva positivista; desde la semiótica, como ya vimos, algo puede, en un momento determinado, ser considerado como Semiosis Sustituida y, por lo tanto, exigir al investigador que establezca cuál es la semiosis que construye su significado; mientras que, en otro momento, ese mismo algo puede ser considerado como Semiosis Sustituyente y, por lo tanto, exigir al investigador que identifique la semiosis cuyo significado se está construyendo con ella. No se trata de intervenir en el lábil campo de la subjetividad del analista ni en el de las intenciones del autor, sino que, en cada caso, el investigador tiene que encontrar respuesta a este par de preguntas (y probar que se trata de la respuesta exigida por la pregunta):

1/¿Hay "algo" cuyo significado resulta producido por alguna otra semiosis y cuál sería ese "algo"? Entonces, es posible considerar a ese "algo" como Semiosis Sustituida o, en otros términos, como Objeto Semiótico, e incluso, en otros términos, como referente.

2/ ¿Hay "algo" que resulte necesario para producir el significado de alguna otra semiosis y cuál sería ese "algo"? Entonces, es posible considerar a ese "algo" como Semiosis Sustituyente o, en otros términos, como signo, e incluso, en otros términos, como discurso.

Creo que, hasta aquí, puede haber bastante consenso. Desde la semiótica, algo puede ser en un momento el instrumento para la producción del significado y, en otro momento, puede ser algo que recibe de otro su significado. Ahora bien, el problema se replantea desde otra perspectiva, en cuanto parecería comúnmente admitido que hay determinadas semiosis que han sido vistas, histórica y predominantemente, como Semiosis Sustituidas, o sea, como Objetos Semióticos, o sea, como referentes; y lo que habitualmente se llama "comportamiento" sería una de tales semiosis necesariamente sustituidas.

Hay, también, otras determinadas semiosis que han sido vistas, histórica y predominantemente, como Semiosis Sustituyentes, o sea, como signos, o sea, como discursos. Y el habla es la más habitualmente mencionada entre tales Semiosis Sustituyentes (otras son las imágenes materiales visuales, la música, los lenguajes gestuales de los mudos, de los mimos, etc.).

Entre estas últimas semiosis, el lenguaje, verbal o escrito, se ha constituido en el modelo de las Semiosis Sustituyentes. O sea, que ha llegado a considerarse que, si algo pretende tener eficacia para construir el significado de otro algo, deberá compartir las características fundamentales del lenguaje verbal o escrito.

Esto es una falacia, porque las características del lenguaje verbal o escrito dependen de las características de la materia prima que lo constituye: los sonidos fonéticos y, por tanto, su carácter discreto, su secuencialidad, ser no-superponibles, su repetibilidad, su variabilidad formal a partir de la transformación de rasgos mínimos, etc. , con todo lo cual se construye su gramaticalidad específica.

Del mismo modo, las características de cualquier otra semiosis, por ejemplo, visual o comportamental, van a depender de las características de la materia prima que la constituye. Así, respecto a las imágenes materiales visuales: su planaridad, la admisibilidad de lo cromático, la simultaneidad de elementos formales diferentes, sus amplios márgenes de variabilidad formal con mantenimiento de la identidad, entre otras características. Y con respecto a las actitudes comportamentales: su tridimensionalidad, la integración y desintegración de unidades complejas por concurrencia o dispersión de unidades simples, su movilidad necesaria, la constante producción de transformaciones físicas perceptuales, etc. (en uno y otro caso, no pretendo establecer una taxonomía de rasgos, sino formular una enunciación meramente ejemplificativa y exploratoria).

Esta falacia de la necesaria referencia modélica a las características del habla ha frenado y tergiversado el desarrollo, por ejemplo, de las Semióticas de la Imagen Visual, limitando su estudio a lo que pudiera surgir del trasplante metafórico de operaciones metalingüísticas; ha frenado, por motivos semejantes, el surgimiento y desarrollo de una Semiótica Indicial, tanto como semiótica de los objetos, la que resulta imprescindible, por ejemplo, cuando se pretende estudiarlos por su calidad representativa en cuanto exhibidos en un museo; así como también, ha frenado el surgimiento y desarrollo de una semiótica del comportamiento individual y/o grupal, la que resulta fundamental, por ejemplo, cuando se pretende estudiarlos por su calidad representativa en cuanto indicativos de acontecimientos o valores independientes de su carácter de comportamientos, como son los de los "piqueteros" anteriormente aludidos.

19.2.29 Desarrollos peirceanos: Semiosis sustituyente-semiosis sustituida-objeto semiótico

Regreso, aquí, a un tema fundamentalmente peirceano, si bien en su comprensión intervienen algunas reflexiones que son una transformación de las propuestas saussureanas. Pese a la aparente antinomia, nunca he considerado que Saussure y Peirce hayan elaborado concepciones incompatibles. Y como siempre, el tema que propongo (no por primera vez, pero sí tratando de ir consolidándolo) está vinculado tanto a su implementación como metodología de análisis en la explicación de la producción, circulación y transformación de la significación, como a su exploración en función de las distintas semiosis sociales vigentes en determinada sociedad, sean éstas icónicas, indiciales o simbólicas.

Como hemos venido viendo, suelen utilizarse, en semiótica, tres expresiones que no son intercambiables, sino que cada una se refiere a un aspecto determinado de la interrelación semiótica que produce el conocimiento e, incluso, a un estado determinado en el progreso del signo hacia su eficacia específica. Son las expresiones "Semiosis Sustituyente", "Semiosis Sustituida" y "Objeto Semiótico". En especial, en esta oportunidad, quisiera proponer algunas reflexiones acerca de la diferencia y proximidad entre las dos últimas expresiones: "Semiosis Sustituida" y "Objeto Semiótico".

Cierto que estas últimas no tienen sentido sino es en función de la Semiosis Sustituyente en cuanto esta semiosis es el instrumento operativo que, percibido sensorialmente e interpretado desde alguna mente, da lugar a la producción de la Semiosis Sustituida y del Objeto Semiótico.

Me interesa destacar el carácter de instrumento operativo que le atribuyo a la Semiosis Sustituyente. Puede ayudar a comprenderlo, tener en cuenta que la página que se está leyendo es una Semiosis Sustituyente, como lo es una exhibición en un museo o los objetos situados tras la vidriera (o escaparate) de un comercio, etc. Son operativos porque construyen (y ésta es su operatividad) la idea y/o el concepto y/o el significado de otra cosa y, por eso, son sustituyentes de algo que es distinto de lo que se está percibiendo e interpretando.

Vamos a explorar hasta qué punto puede ser metodológicamente útil y estar teóricamente bien fundamentado considerar que el Objeto Semiótico es cualquier ente o fenómeno con el significado que las Semiosis Sustituyentes que circularon en la sociedad en la que cada intérprete vive le han atribuido; exactamente así, dicho en pasado, ya que usaríamos "Objeto Semiótico" para referirnos a lo que sabemos acerca de algo en algún momento en el que no estamos incrementando nuestro conocimiento acerca de él, o sea, en un momento en el que no lo consideramos como lo que está siendo sustituido por alguna Semiosis Sustituyente, sino que ya lo ha sido históricamente. El Objeto Semiótico es cualquier objeto del mundo tal como nos lo han enseñado a ver en determinado momento.

La utilidad metodológica de diferenciar entre el Objeto Semiótico y la Semiosis Sustituida es que permite identificar a esta última como lo nuevo que podemos conocer de ese objeto porque estamos percibiendo una Semiosis Sustituyente que le añade algo, lo construye de otro modo, transforma su significado de modo que ya no es el anterior sino otro diferente. O sea, la Semiosis Sustituida es un nuevo modo de ver y de interpretar al Objeto Semiótico; o sea, es cualquier objeto del mundo al que se lo construye, se lo ve, se lo interpreta desde otra Semiosis Sustituyente que, por tanto, le atribuye un nuevo significado.

Pero, ¿qué es lo que hace que esa Semiosis Sustituyente sea otra y no ya aquella con la que históricamente (aunque sea la historia que media entre el tiempo de lectura de un párrafo y el del otro párrafo que le sigue, cuando el cambio justifica que se hable de "historia") se había construido el significado de lo que habíamos llegado a conocer? Esa alteridad de la Semiosis Sustituyente consiste, de modo necesario y suficiente, en una transformación de la sintaxis con la que se relacionaban los signos que constituían cada uno de los contextos (o configuraciones o disposiciones) de la precedente (o de cada una de las precedentes) Semiosis Sustituyente(s). Pero la sintaxis es la réplica o materialización del valor del signo en su respectivo sistema, y este concepto de "valor" es el que constituye en científica a la lingüística saussureana.

Saussure no quiso entrar en el estudio del habla; todo lo que, no obstante, después se desarrolló en la pragmática. Por eso no estudia el cambio, sino la situación (una diacronía es el resultado de la transformación identificable entre dos sincronías). Si aceptamos la visión acerca del interpretante que propone Peirce (y en la que se basa todo lo que vengo diciendo) podemos explicar el cambio, no sólo en el sistema de signos desde el que se construye diferencialmente cada contexto de Semiosis Sustituyente, sino en el significado que adquieren los fenómenos del mundo (significado que los constituye a su vez en signos de algún sistema o de alguna semiosis); en cuanto han adquirido los significados que les atribuyó determinada Semiosis Sustituyente los podemos identificar como Objetos Semióticos, o sea, fenómenos semantizados. En cuanto, por la eficacia de (la sintaxis de) cada Semiosis Sustituyente, tales fenómenos del mundo modifican el significado que tenían anteriormente y en cuanto el intérprete está elaborando esa propuesta nueva de significado, al objeto que ese intérprete está interpretando es al que podemos denominar "Semiosis Sustituida".

Ya sé que todavía quedan aspectos por aclarar, pero voy a sintetizar lo dicho hasta aquí:

Una Semiosis Sustituyente es un contexto de signos, vigente en determinada sociedad, que, en virtud de la sintaxis que relaciona a los signos constitutivos de tal contexto, se aplica a algo diferente de ella misma, atribuyéndole de ese modo un determinado significado.

Un Objeto Semiótico es una entidad o fenómeno del mundo que, en determinado momento de determinada sociedad, ha adquirido un determinado significado por la acción eficaz de una Semiosis Sustituyente que se lo atribuye, en la mente de determinado intérprete.

Una Semiosis Sustituida es el significado modificado de una entidad o fenómeno del mundo, que está siendo producido por una Semiosis Sustituyente al constituirse en signo de esa entidad o fenómeno del mundo. Toda Semiosis Sustituida está destinada necesariamente a transformarse en un Objeto Semiótico, en cuanto ya queda admitida como la significación (que ha entrado en la historia) de determinada entidad o fenómeno del mundo; hasta que una nueva Semiosis Sustituyente sea capaz de atribuirle un nuevo significado, con lo que se constituye en otra Semiosis Sustituida que, en cuanto socialmente reproducible, pasa a ser un Objeto Semiótico histórico hasta que una nueva Semiosis Sustituyente genere otra Semiosis Sustituida en cuanto nuevo objeto de conocimiento para la mente de un intérprete.

La base peirceana de esta reflexión puede encontrase en la relativa correspondencia entre:

1/ Semiosis Sustituyente e Interpretante Inmediato, en cuanto el esquema que actualiza al signo (o conjunto de signos) en la mente del intérprete (o sea, su eficacia representativa).

2/ Semiosis Sustituida e Interpretante Dinámico, en cuanto el efecto efectivamente producido en la mente por el signo (o sea, el nuevo significado).

3/ Objeto Semiótico e Interpretante Normal (o Último o Final), en cuanto el efecto que se producirá en la mente del intérprete por el signo, después de suficiente desarrollo del pensamiento (o sea, el significado histórico).

19.2.30 Desarrollos peirceanos: el interpretante comunicativo

Peirce, (citado por Marty, R., 1990: n°33 Annexe A) en su definición del signo como "el medium para la comunicación de una forma" construye el concepto de Interpretante Comunicativo, que traduzco: "Está el Interpretante Intencional, que es una determinación de la mente del emisor; el Interpretante Eficaz, que es una determinación de la mente del intérprete; y el Interpretante Comunicativo o, digamos, el Cominterpretante, que es una determinación de esa mente en la que las mentes del emisor y del intérprete deben fundirse para que pueda tener lugar una comunicación."

En la construcción de cada uno de estos tres Interpretantes: Intencional, Eficaz y Comunicativo (elaborados por Peirce, desde una perspectiva teórica diferente a la que le condujo a los conceptos de Inmediato, Dinámico y Normal, que acabamos de ver en el apartado anterior) utiliza el término "determinación", de profunda raigambre hegeliana (con quien Peirce siempre mantuvo una dialéctica relación de amor-odio), en cuanto concreción de ese aspecto de las mentes que se refiere a la tarea conjunta de producción e interpretación, respectivamente, de determinada Semiosis Sustituyente.

Un poco más me cuesta admitir la tercera mente, esa "en la que las mentes del emisor y del intérprete deben fundirse", porque en este contexto ya hablamos de una entelequia en la que el término "mente" aporta su sentido metafórico, en cuanto mente virtual: no pertenece a nadie en concreto, sino, como en un diagrama de Venn, a la parte común a dos mentes (lo que no es una tercera mente).

Y, prescindiendo de la referencia a esta mente en la que las otras se funden, esto es lo que me parece importante del concepto de interpretante comunicativo: cuando el interpretante productor (designación que incluye al peirceano Interpretante Intencional) generó su Semiosis Sustituyente, aplicó determinadas formas que tenía disponibles y las aplicó según determinadas relaciones que también tenía disponibles (aparte de otras formas y otras relaciones que también tenía disponibles pero que no aplicó). Una parte de esas forma y de esas relaciones que aplicó efectivamente deberá coincidir con las formas y las relaciones de las que el interpretante intérprete (designación que incluye al peirceano Interpretante Eficaz) dispone para aplicar a la interpretación de tal Semiosis Sustituyente y está dispuesto a aplicarlas y las aplica efectivamente; si no fuera así, no existiría un acuerdo mínimo para comunicarse acerca de algo (el contrato simbólico implícito en todo acto de comunicación o lo que la cita de Marty nos trae como interpretante comunicativo).

Pero el interpretante intérprete dispone también de otras relaciones que puede aplicar para relacionar las formas propuestas en la Semiosis Sustituyente y que no son las que proyectó el interpretante productor, pero que tienen que ser posibles entre las disponibilidades relacionales (la capacidad de contextualización) ostentadas por determinada comunidad en determinado momento histórico, como para que pueda utilizarlas alguno y cualquiera de sus integrantes. O sea, el intérprete puede leer o percibir lo que le propone el autor del texto, imagen o comportamiento, de un modo distinto a como ese autor suponía y esperaba que el intérprete lo leyese o percibiese.

El interpretante intérprete dispone, además, de otros términos que, posiblemente, hubiera preferido encontrar en la Semiosis Sustituyente en lugar de encontrar los que aplicó el interpretante productor, pero que tienen que ser posibles entre las disponibilidades representacionales (otras designaciones con otra historia de contextualización que les proporciona otra carga semántica) ostentadas por determinada comunidad en determinado momento histórico, como para que pueda utilizarlas alguno y cualquiera de sus integrantes. O sea, el intérprete hubiera elaborado un texto, imagen o comportamiento utilizando otro vocabulario, otras imágenes u otras actitudes diferentes a las que el autor del texto, imagen y comportamiento eligió para elaborar el que propuso a la percepción del intérprete.

EL conjunto compartido de términos y relaciones es lo que establece el grado de comunicabilidad que se da entre los dos interpretantes en función de una misma Semiosis Sustituyente respectivamente producida e interpretada y tal es la utilización que hago de la expresión interpretante comunicativo, que viene a resultar en el cumplimiento concreto del imprescindible y ya aludido contrato simbólico. Ese conjunto compartido se aproxima a los que M. Foucault denomina discursos producidos a partir de una misma "formación discursiva" y a lo que vengo identificando como Mundos Semióticos Posibles compartidos.

En la medida en que tales términos y relaciones divergen, la producción de la Semiosis Sustituyente y su interpretación también divergen. Es lo que constituye la lucha política por instaurar una discursividad hegemónica (Foucault, M., 1971; Pêcheux, M., 1975) lucha política destinada, a largo o corto plazo, al fracaso en beneficio de la pluralidad ideológica: en una sociedad determinada y en un momento determinado, el conjunto de los Mundos Semióticos Posibles está caracterizado por su inconsistencia, o sea, por la vigencia de lo contradictorio; o sea, si bien cada Mundo Semiótico Posible debe ser consistente hacia su propio interior, también se requiere reconocer la inconsistencia que afecta al conjunto de los Mundos Semióticos Posibles simultáneamente vigentes en determinada sociedad y en determinado momento histórico, lo que constituye la manifestación semiótica de la pluralidad inherente a lo social.

Todo esto nos lleva, como en un agregado relativamente marginal, a reflexionar sobre la pasividad del representamen. Es como decir que las propuestas perceptuales (las Semiosis Sustituyentes) no significan en sí mismas, sino que las hacen significativas los interpretantes. En una tarea de investigación, en la que se está tratando de explicar las características según las que se produce la significación de determinado fenómeno social, es importante no caer en esta especie de animismo de las formas significantes, cualquiera sea su calidad: icónica, indicial o simbólica. Esto se manifiesta atribuyendo un "anima" a determinadas entidades materiales (en nuestro caso, la página, el dibujo, la partitura o el sonido musical, etc.) que asumirían la calidad de sujeto agente de los llamados por Russell y Quine verbos de "actitudes proposicionales" (Quine, 1960: 150-156) o "de lengua" (como "dice" o "habla" o "se expresa" o "propone", etc.; Sánchez Márquez, 1982: #289) En este sentido, habría, por tanto, animismo en el concepto peirceano de tercera mente o mente por fusión de mentes, como acontecimiento cognitivo que dota de eficacia por sí misma al aspecto comunicativo del representamen, lo que lo lleva a Peirce a designarlo como "interpretante comunicativo". Un discurso, la página de un libro, una imagen, una pieza musical, una reunión de personas interrumpiendo el tránsito en la vía pública, etc., no "hablan", no son "elocuentes", no "dicen" nada por sí mismas (por más que su habitualidad, en determinada cultura, atribuya ya una interpretación a su mera presencia); en definitiva, por sí mismas, no significan. Lo que tiene capacidad para significar algo, o sea, para hacer significativo a algo, es el interpretante que lo produce y/o el que lo interpreta. O sea, sin interpretante no hay significado; ahora bien, en lo que interviene el interpretante todo es significativo.

19.2.31 El conocimiento semiótico

En el Tema Complementario 29, trataba de aportar algunos elementos más acerca de las relaciones entre la "Semiosis Sustituyente", la "Semiosis Sustituida" y el "Objeto Semiótico". Con esto apuntaba (1) a identificar con mayor claridad cuál es el conocimiento que puede esperarse como resultado de una investigación realizada con metodología semiótica y, por tanto, (2) también permitiría comprender mejor cuál es la estructura y la formulación adecuada de una hipótesis en un Proyecto de investigación semiótica. Me referiré ahora, más detalladamente, a ambos aspectos.

1. En relación al conocimiento que puede esperarse como resultado de una investigación realizada con metodología semiótica, dicho conocimiento estará referido a cómo y mediante qué instrumentos se ha producido la actualización del significado de determinado fenómeno social, en un determinado momento de una determinada sociedad.

Todo fenómeno es social porque todos los fenómenos de los que tiene conocimiento el hombre han estado representados desde alguna Semiosis Sustituyente (discurso simbólico: verbal, matemático, algorítmico, etc., y/o configuración visual y/o disposición de objetos o comportamientos y/o etc.) que es el instrumento operativo que permite que ese hombre ya haya interpretado al correspondiente fenómeno (o sea, no se lo interpreta por observación inmediata del fenómeno, sino por su observación mediada por alguna Semiosis Sustituyente que lo representa), atribuyéndole significado, o sea, conociéndolo, o sea, constituyéndolo en el Objeto Semiótico que tal Semiosis Sustituyente o conjunto de Semiosis Sustituyentes había(n) producido. En cada propuesta de una nueva Semiosis Sustituyente, si ésta efectivamente es nueva, el aporte significativo hará que el intérprete considere al fenómeno representado, no ya como un Objeto Semiótico conocido (histórico), sino como una Semiosis Sustituida diferente, directamente vinculada a alguna nueva Semiosis Sustituyente, o sea, como un fenómeno original. Y también la investigación semiótica es la que posee los instrumentos necesarios y adecuados para establecer si se han dado o no esas nuevas relaciones (que pueden llegar a constituir una superación, en sentido dialéctico, de las anteriores Semiosis Sustituyentes) y, por tanto, si se da el caso o no de que, con respecto al fenómeno en estudio, se haya construido o no esa nueva Semiosis Sustituida.

Como ejemplo, puede decirse que en cada discurso político, al hablar el político de la justicia, del trabajo, de la pobreza, de las inversiones, de la deuda, etc., etc., se está constituyendo a esos fenómenos en sociales, o sea, en Objetos Semióticos. En el plural panorama de los discursos políticos, cada discurso político, en cuanto particular Semiosis Sustituyente de cada uno de aquellos fenómenos, construye de un modo diferente a esos Objetos Semióticos. El intento que hace cada político para que la comunidad interprete de modo específico y diferencial su propio discurso, se materializa en establecer relaciones sintácticas diferentes al situar en su discurso a cada uno de tales signos lingüísticos ("pobreza", "justicia", "trabajo", "deuda", etc.), de modo que el intérprete construya relaciones semánticas diferentes (respecto al uso de esos mismos signos por otro político), o sea, que la comunidad perciba como Semiosis Sustituidas y, por tanto, originales, a tales aspectos del acontecer social y, por supuesto, de modo afín a como determinado sector de la comunidad (lo más amplio posible, a efectos electorales) los construiría. Esto último no es un enigma, sino que puede conocerse (al discurso político no emitido por la comunidad, pero emitible por ella, en cuanto positivamente interpretable) mediante el análisis semiótico del discurso cotidiano (en el que se habla de los mismos fenómenos de los que habla el político) de diversos integrantes de la comunidad en estudio; análisis semiótico que mostrará las relaciones sintácticas diferenciales con las que esos integrantes de la comunidad construyen las relaciones semánticas diferenciales que considerarían aceptables cuando se habla de esos aspectos del quehacer social (justicia, trabajo, pobreza, deuda, desarrollo, etc.). En definitiva, cada político construye su discurso (o desearía construirlo) como una réplica de los discursos sociales vigentes y no emitidos, pero emitibles (políticamente) que (y aquí se produce la necesaria decisión del político) ya bien construyen relaciones sintácticas afines a las que el político desea proponer para que surjan las relaciones semánticas afines con su propia ideología (discurso emitido desde determinada plataforma política), o que ya bien construyan las relaciones sintácticas (la "manière de parler", Marandin, 1979: 51-52 y 57-84) más difundidas, de las que se sabe que surgirán las relaciones semánticas que encontrarán aceptabilidad en los sectores mayoritarios de esa comunidad (discurso demagógico). Y todavía hay otra posibilidad consistente en que sin importar las relaciones sintácticas del discurso ni los significados emergentes de las relaciones semánticas así construidas, el político actúe, se muestre y se comporte situándose a sí mismo (como "persona" en el sentido griego de "personaje") en un particular modo de ser visto como para evocar sus actuaciones previas en determinado contexto, cuyas relaciones sintácticas (el modo de comportarse) le confirieron un valor semántico personal, a él como signo ya socialmente interpretado, con prescindencia (total o parcial) de los valores semánticos que construya con su discurso político. Tal es el caso de la persona (en cuanto signo indicial de una Semiosis Sustituyente) que usa la sintaxis de su propia posición en el conjunto de las relaciones sociales (como actor, artista, deportista, etc.) sabiendo que ya ha sido positivamente interpretada como constructora de una semántica, o sea, de un significado que resulta altamente aceptable por amplios (también aquí se busca que sean lo más amplios posibles, por fines exclusivamente electoralistas) sectores sociales. Todo lo anterior tiene muy semejante desarrollo y aplicabilidad en el caso del discurso publicitario.

No se trata del mero gusto de utilizar términos técnicos: Semiosis Sustituyente, Sustituida, Objeto Semiótico, relaciones sintácticas, semánticas. Es que mediante la definición precisa de tales términos, el análisis de la construcción del significado (por ejemplo, la eficacia política o publicitaria de los distintos discursos) puede alcanzar una mayor precisión, al proporcionar la explicación, no de cuál es el significado verdadero de determinado fenómeno (que siempre será una inferencia dogmático-ideológica; inferencia también explicable semióticamente, en cuanto al proceso de su producción, pero no en cuanto al valor absoluto de su verdad o falsedad), sino la explicación de cuál es la vigencia social y de qué discursos provienen las distintas opciones que existen en determinado momento de determinada sociedad para construir el significado de determinados fenómenos.

La investigación semiótica proporciona, por tanto, un conocimiento riguroso acerca de este proceso por el cual determinado fenómeno adquiere determinado significado.

2. Con respecto a la estructura y formulación adecuada de una hipótesis en un proyecto de investigación semiótica, lo que se requiere es enunciar, lo más concisamente posible, una conjetura (o abducción, que, como lo platea Peirce, es lo que deberá probarse; de dónde la conveniencia de la concisión) acerca de las relaciones semánticas que constituyen la capacidad que posee determinada Semiosis Sustituyente, vigente en un momento determinado de determinada sociedad, para construir determinado significado para determinado fenómeno social.

La carga de la prueba recaerá en la necesidad de evidenciar mediante qué relaciones sintácticas establecidas entre qué entidades o signos se construyeron esas relaciones semánticas. Éste aspecto analítico que parte de lo perceptual (la sintaxis) para explicar lo conceptual (la semántica) es uno de los aspectos que le confieren rigor y especificidad a una hipótesis, tal como requiere que se la formule y se la pruebe en una determinada investigación en la que se utiliza la metodología semiótica. Por supuesto, el conjunto de Semiosis Sustituyentes que confluyen en la producción de tal significado (o sea, en la atribución de un contenido semántico a determinado fenómeno) hace necesario ampliar el conocimiento del funcionamiento de las distintas semiosis que pueden estar vigentes en determinada sociedad: ello dará lugar, como simple esquema ya conocido, a las semióticas icónicas, indiciales y simbólicas, sin que sea suficiente con el manejo de las estructuras lingüísticas (que sólo son una parte o variante de la semiótica simbólica).

También requiere reflexionar sobre cierto ajuste a la noción del lenguaje como la facultad, natural al hombre, de constituir un sistema de signos distintos que correspondan a ideas distintas, según la expresión de los alumnos amanuenses de Saussure, ya que tal facultad sería lo que estoy denominado en este trabajo "facultad semiótica", que incluye pero no se limita al lenguaje verbal.

Una vez más y en definitiva, el enunciado acerca de la facultad natural al hombre, de constituir un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas es, desde esta perspectiva, la definición de la facultad semiótica y no se reduce a ser la definición del lenguaje como facultad, sino que incluye al lenguaje como uno más de los sistemas de signos distintos que corresponden a ideas distintas.

Por esto mismo, prefiero la concepción hjelmsleviana (como ya lo he manifestado en alguna oportunidad) que incluye al lenguaje verbal en el universo de la semiótica, y rechazo la concepción barthiana que reconduce todas las semióticas al lenguaje verbal, por ser éste capaz de dar cuenta de todas las demás. Este "dar cuenta" se refiere a producir una explicación, lo que bien puede ser la eficacia específica de lo verbal en cuanto a su aptitud para la construcción de conceptos, pero nunca alcanzará la posibilidad de producir la misma significación, lo que depende de la especificidad de cada semiótica.

Considero, también, que referirse a "procesos mentales" o a "procesos neurológicos" es utilizar expresiones que tienen una mayor relación con y permiten una más eficaz inclusión de los actuales conocimientos acerca del funcionamiento del cerebro, que la saussureana expresión de "facultad natural al hombre". No lo planteo como un mero dilema terminológico, sino como la identificación de un espacio de reflexión conceptual en el que se vayan explorando las nuevas hipótesis cognitivas. Así, puede decirse que la semiótica, en singular, se refiere, de modo general, a los procesos (naturales y evolutivos) neurológico-mentales, de producción de signos que sustituyen o representan ideas distintas.

Por su parte, las semióticas, en plural, se refieren, específicamente, a los procesos (naturales y evolutivos) neurológico-mentales de producción de distintas clases de signos que sustituyen o representan, de modos diferentes, a ideas distintas.

Desde otra perspectiva, con la designación de "semiosis sociales" se están designando las diversas realizaciones históricas de tales semióticas.

En cambio, desde una tercera perspectiva, hay que tener en cuenta que también se habla de "semiótica" como de la disciplina teórica que da cuenta del proceso de producción, interpretación y transformación del significado de los fenómenos sociales.

Otro aspecto a considerar es que ninguna semiosis es autosuficiente para su interpretación; ni para producir, ni para explicar el correspondiente proceso de interpretación. Así pues, para interpretar las Semiosis Sustituyentes de naturaleza verbal, se deberá disponer, en la memoria, de atractores icónicos e indiciales, además de los específicamente simbólico-verbales. Y la misma reflexión, mutatis mutandis, será aplicable a las restantes semiosis. Por eso, argumentar que se requiere la mediación de la acción del lenguaje como determinante de la naturaleza de las semióticas icónicas e indiciales, no es más ni menos válido, pero en modo alguno determinante, que argumentar que se requiere la mediación de la acción de las semióticas icónicas e indiciales como determinante de la naturaleza del lenguaje verbal; ninguna semiosis determina la naturaleza de otra, pero todas confluyen en su interpretación.

Por todo esto, la hipótesis, en una investigación en la que se aplique la metodología semiótica, consistirá en una anticipación de la explicación acerca de los procesos de producción de la significación de los fenómenos sociales, como el resultado del funcionamiento de la facultad semiótica, tal como se puede establecer que está constituida, en cuanto a las entidades y relaciones disponibles, o sea, en cuanto a los plurales y competitivos Mundos Semióticos Posibles vigentes, en un momento determinado de una sociedad determinada.

Todo esto lo digo desde mi buen saber y entender y, errores aparte, considero que todo es discutible y que, simplemente, vamos buscando la posibilidad de disponer de la Semiótica como instrumento analítico que nos permita entender, cada vez un poco más, por qué, cómo y cuál sea la significación de los fenómenos sociales, inmensamente complejos para cada contemporaneidad.

19.2.32 Sobre los mundos semióticos posibles/1

Voy a intentar ordenar un poco el planteo del tema de los Mundos Semióticos Posibles (de ahora en adelante, MSP; ver el párrafo con las referencias bibliográficas del apartado 5).

En primer lugar, llamo la atención hacia el añadido de "semióticos", que no es arbitrario, sino que pretende destacar que, en las tareas de producción y análisis del significado de los Objetos Semióticos, los mundos posibles adquieren una eficacia que depende de que hayan sido adecuadamente establecidas sus características semióticas particulares. También, ese agregado pretende acentuar el hecho del distanciamiento respecto de su ámbito de origen en la lógica modal y su plena inclusión en el de la semiótica.

También conviene tener en cuenta que la mayoría de los términos que voy a emplear requieren de una definición explícita, ya que pueden ser interpretados polisémicamente. Se trata de que, en este trabajo, se los lea unívocamente, o sea, con una única y determinada significación, para hacer posible la comprensión de la propuesta y su eventual discusión. No obstante, para no extenderme excesivamente, esas definiciones explícitas las dejaré provisionalmente en suspenso, para trasmitir ahora una idea intuitiva y general.

El esquema que propongo, como organizador de la problemática de los MSP es el siguiente.

En la construcción del significado de un Objeto Semiótico intervienen diferentes Semiosis Sustituyentes.

En un momento dado de una sociedad dada (o de un grupo social dado) es posible identificar las semiosis desde las cuales recibe su interpretación el Objeto Semiótico en estudio.

La construcción del significado de un Objeto Semiótico se realiza mediante la producción de las interpretaciones vigentes, o sea, mediante las Semiosis Sustituyentes que lo interpretan.

Cada conjunto de interpretaciones que, en un momento y en una sociedad determinada, construyen la calidad semiótica de un Objeto Semiótico determinado (su visibilidad y cognoscibilidad) constituyen un MSP de ese objeto.

La identificación de estos MSPs (saber cuáles son), el conocimiento de sus reglas constructivas (saber cómo funcionan) y la determinación de su vigencia social compartida y contrastante (saber cuál es su eficacia), son los objetivos y, por tanto, el encuadre de la problemática de toda investigación social en la que se aplique la metodología semiótica.

Las Semiosis Sustituyentes que intervienen en la atribución de "semioticidad" a un objeto determinado (uso "objeto" en sentido amplio, abarcando entidades y fenómenos de cualesquiera naturalezas) provienen de conjuntos semióticos virtuales (sistemas lingüísticos, repertorios de imágenes, sonidos, comportamientos, etc.) disponibles en determinado momento de determinada sociedad, conjuntos a los que dichas Semiosis Sustituyentes actualizan.

Cada Semiosis Sustituyente es un producto, perceptualmente identificable, constituido por determinada selección en el conjunto de entidades semióticas virtuales y por determinada selección en el repertorio de reglas semióticas, disponibles unas y otras en ese momento de esa sociedad.

En otro momento de esa misma sociedad (o grupo social), o en ese mismo momento de otra sociedad (o grupo social), o en otro momento de otra sociedad (o grupo social), otras Semiosis Sustituyentes podrían ser actualizadas por otros sujetos productores (individuales o colectivos), para dar lugar a otras interpretaciones que construirían otros Objetos Semióticos al aplicarse a la misma entidad, que ya no sería la misma.

Tenemos, entonces:

1) el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en un momento de una sociedad;

2) el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en otro momento de esa misma sociedad;

3) el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en ese mismo momento de otra sociedad;

4) el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en otro momento de otra sociedad.

Cada uno de los conjuntos señalados bajo 1, 2, 3 y 4 pueden ser (teóricamente) consistentes, completos y decidibles (Sacristán, M., 1973: 47), o no.

Se entiende por conjunto consistente aquel que no contiene una contradicción entre las Semiosis Sustituyentes que lo constituyen.

Se entiende por conjunto completo aquel que permite identificar a una determinada Semiosis Sustituyente como producida o producible a partir de las reglas inherentes a dicho conjunto.

Se entiende por conjunto decidible aquel que permite establecer si una determinada Semiosis Sustituyente le pertenece o no.

El conjunto de conjuntos, resultante de intentar integrar cada uno de los conjuntos 1, 2, 3 y 4 con cada uno y/o todos los conjuntos restantes, pueden ser, a su vez, (teóricamente) consistentes, completos y decidibles, o no.

Siempre será posible, en este conjunto de conjuntos, identificar, al menos, determinados subconjuntos de Semiosis Sustituyentes que sean (teóricamente) consistentes, completos y decidibles.

Cada conjunto o subconjunto de las Semiosis Sustituyentes efectivamente aplicadas a la semiotización de determinada entidad (o sea, que la interpretan y, así, la constituyen en Objeto Semiótico) que sea (teóricamente) consistente, completo y decidible, es lo que puede denominarse un MSP de esa entidad. O sea, un MSP es un conjunto de interpretaciones que construyen un único y mismo Objeto Semiótico.

Cuando el conjunto o subconjunto en estudio evidencia que existe/n inconsistencia/s, incompletitud/es o indecidibilidad/es entre las Semiosis Sustituyentes que lo integran, entonces pude decirse que no se está construyendo un mismo MSP, por lo que, también puede decirse, que el Objeto Semiótico que aparece (por lo general con el mismo "nombre" y/o "configuración" y/o "3D") no es el mismo, o sea, que no se da una relación de identidad entre las designaciones de tales Objetos Semióticos en los distintos MSP en los que se registra su presencia.

Por el contrario, cuando los MSP en los que se hace presente un determinado Objeto Semiótico pueden agruparse en un conjunto del que pueda demostrarse que es consistente, completo y decidible, entonces puede afirmarse que existe una relación de identidad entre las diversas presencias del "nombre" y/o "configuración" y/o "3D" del Objeto Semiótico en las diversas Semiosis Sustituyentes en las que se registre su presencia.

19.2.33 Sobre los mundos semióticos posibles/2

Para ir elaborando el conjunto de operaciones que habrán de constituir los MSP, creo conveniente proponer un concepto intuitivo, no técnico, que los describa y muestre la eficacia que se pretende atribuirles, en el ámbito de la semiótica.

Los MSPs son constructos que el analista elabora al intervenir en un determinado corpus de Semiosis Sustituyentes. O sea, los MSPs proceden siempre y exclusivamente de las Semiosis Sustituyentes.

Tentativamente, defino un MSP como una representación que muestra las características relacionales según las cuales determinada entidad se vincula con otras, en el conjunto de contextos en los que efectivamente se registra su presencia (con la dimensión que, en determinada investigación, se considere adecuada para tal registro).

Cuando esta entidad sea un signo lingüístico (o, en general, un símbolo) cada uno de tales contextos será una definición contextual; cuando sea un signo gráfico (o, en general, un icono) cada una de las configuraciones correspondientes será una definición configurativa; cuando esta entidad sea un signo existencial (o, en general, un índice) cada una de las disposiciones correspondientes será una definición disposicional (ver apartado 22).

O sea, con un (1) MSP se tiene una serie o listado constituido por una única entidad, que se repite en cada línea de la serie o listado, y varios contextos (o configuraciones o disposiciones) diferentes, cada uno constituido por cada una de las líneas que el investigador haya ido agregando, durante la recopilación de la información, a partir del análisis de la semiosis sustituyente en estudio.

Por tanto, cada MSP está constituido por múltiples definiciones contextuales y/o configuracionales y/o disposicionales, todo ello referido a una única entidad (sólo icónica o sólo indicial o sólo simbólica o transfiriéndose de una a otra de estas categorías semióticas; transferencia hipotética, ya que habrá que probar que la entidad ha permanecido con la misma identidad).

En el conjunto constituido por un (1) MSP es posible identificar las relaciones de cada entidad única con los contextos y/o configuraciones y/o disposiciones que la incluyen. El subconjunto de estas relaciones respecto de una única entidad constituirá la identificación de la entidad en estudio. O sea, identificar las relaciones es la operación semiótica que permite identificar la entidad que se relaciona y no a la inversa.

Este subconjunto de relaciones mostrará similitudes e, incluso, diferencias que, mientras no perturben sus exigencias de consistencia, completitud y decidibilidad (ya definidas nocionalmente en el apartado anterior), podrá afirmarse que se está ante un sólo y mismo MSP.

Mientras se esté ante un sólo y mismo MSP podrá afirmarse que, desde las Semiosis Sustituyentes analizadas, se está construyendo un universo de significaciones en el cual, la significación correspondiente a la entidad en estudio se mantiene como idéntica a sí misma. Por ello, también puede decirse que la propuesta, circulación e interpretación de esas Semiosis Sustituyentes identifican a un grupo social relativamente homogéneo, con prescindencia de las variaciones sociales, culturales, económicas, etc. que pudieran haberse registrado desde una caracterización positivista. Desde el punto de vista que aquí sostengo, un grupo social se identifica por su capacidad para generar una cantidad indefinida de Semiosis Sustituyentes en las que se atribuye la misma significación a la misma entidad, al hacerla aparecer situada en tales Semiosis Sustituyentes y participante en las mismas u homogéneas relaciones.

También podrá decirse que, cuando el subconjunto de relaciones muestre diferencias que perturben las exigencias de consistencia, completitud y decidibilidad de dicho subconjunto, se estará ante tantos MSPs como sub-subconjuntos puedan reconocerse que cumplan, cada uno hacia su propia interioridad, con las correspondientes exigencias de consistencia, completitud y decidibilidad.

Cada uno de estos últimos constituye, por tanto, un MSP diferente, en el cual la entidad en estudio encuentra su lugar, pero no siendo ya la misma, sino habiéndose transformado en la medida en que se transforman las relaciones que mantiene con las restantes entidades de cada Semiosis Sustituyente, por lo que habrá resultado ser otra.

Así puede llegar a constatarse, cuando se da esta última situación (lo que es prácticamente universal, salvo en algunos de los grupos constituidos en función de la adhesión a determinados postulados dogmáticos), que un grupo social aparentemente coherente no lo es tanto o que tiene determinados aspectos en que se disgrega, porque la construcción de los MSPs, efectivamente cumplida por tal grupo, no es reconducible a la configuración de un único MSP consistente, completo y decidible. Todo lo cual conduce a ratificar la pluralidad inherente a todo y a cualquier grupo social.

El instrumento de los MSPs servirá, por tanto, para demostrar la cohesión de grupos sociales efectivamente vinculados por la atribución de identidad de significación, pese a su eventual dispersión espacial, temporal, etaria, de género, ingreso o cultura. A la inversa, también servirá para demostrar la disgregación de grupos sociales aparentemente dotados de unidad espacial, temporal, etaria, de género, ingreso o cultura, etc.; y, por supuesto, también servirá para demostrar la diferencia de grupos sociales efectivamente dispersos y la semejanza de grupos sociales efectivamente próximos.

Los MSPs servirán, especularmente, para conocer los diferentes modos de interpretación, efectivamente vigentes, de los que disponen los diversos grupos sociales integrantes de determinada comunidad, ante la necesidad de producir comunicaciones eficaces, como es el caso de los mensajes políticos, publicitarios, pedagógicos, etc. O sea, son el instrumento específico para conocer la identidad y la diferencia de los mundos construidos, que nunca serán más que MSPs, a partir de las Semiosis Sustituyentes producidas en el interior de un determinado grupo social.

19.2.34 Sobre los mundos semióticos posibles/3

Continúo el trabajo sobre precisiones terminológicas vinculadas al tema de los MSP.

Como resumen del apartado anterior, en lo que se refiere a la Semiótica Verbal: el significado de un término o expresión se mostrará mediante una red de definiciones contextuales que registre las relaciones de contextualización a que dicho término o expresión ha estado efectivamente sometido en el/los texto/s seleccionado/s (Magariños de Morentin, 1998).

Así creo que se va llegando a una expresión formal que estructure el diagrama de presentación, para su lectura e interpretación, de los MSP. Yo la he denominado, por una parte "Redes Secuenciales", en cuanto conjunto de definiciones contextuales que provienen de un texto o de un conjunto de textos relativamente homogéneos; y, por otra, "Redes Contrastantes", cuando muestran conjuntos de definiciones contextuales consistentes hacia el interior de cada uno de ellos, pero inconsistentes (en cuanto contradictorios) entre ellos; o sea, no reunibles en un único conjunto consistente. Téngase presente que el buen logro de una investigación sobre la construcción y vigencia de determinada significación en determinado momento de determinada sociedad, requiere haber definido la inconsistencia del modo como específicamente se produce en esas sociedad, o sea, haber identificado los rasgos semánticos que construyen la contradicción, a partir del supuesto de la pluralidad inherente a todo formación social.

Y con esto nos aproximamos a lo que M. Foucault denominó "Formaciones Discursivas" y que considero interesante reconducir a la noción de MSP (simplemente, al menos, para dar cabida a otras semiosis además de la verbal).Se nos impone, pues, la necesidad de dar cuenta de otra serie de definiciones vinculadas a estos MSP.

Puedo hablar de "mundos" como metáfora acerca de la complejidad del conjunto o conjuntos de significados a los que se está identificando como pertinentes a los fenómenos sociales de un determinado ámbito a especificar. También elijo considerarlo metáfora para excluir, del término "mundos", cualquier alusión a lo real o a la realidad, el conocimiento de la cual es un resultado y no un antecedente de tales mundos. En vez de interpretación de la realidad, el mundo de los MSP es el texto que la construye (a la realidad) y que, si interpreta algo, interpreta a los textos con los que, precedentemente, se estaba construyendo aquella realidad.

Puedo hablar de "posibles" en cuanto se trata de algo todavía no efectivamente realizado, sino de algo virtual o disponible para ser utilizado en algún momento por alguien, para que algo adquiera algún significado; o bien de algo contingentemente realizado a partir del mismo algo que estuvo disponible para que alguien en algún momento atribuyera a algo algún significado. No tiene un carácter de necesariedad; pertenece a las modalidades enunciativas y está disponible en determinado momento de determinada sociedad; disponibilidad que el analista conoce después de haber analizado los textos y recuperado el sistema de posibilidades de donde tales textos procedieron. El tema puede parecer un poco confuso, pero hay que diferenciar el trabajo cumplido por el discurso social y el trabajo del analista. En determinada sociedad, si es posible decir algo según determinada modalidad enunciativa, es porque esa posibilidad preexistía en el universo virtual de la significación disponible en esa sociedad, o sea, en los MSP de los que dispone para atribuirle significado al entorno; disponibilidad que la comunidad utiliza de modo ya bien unívoco, ya bien equívoco o ya bien poli-sentido (Galvano della Volpe, ibidem), sepa o no, tenga o no conciencia (y, en general, sin saberlo y sin tener conciencia) de tal disponibilidad.

Para el analista, en principio, si no está dicho no puede conocerlo. Por lo tanto el analista identifica el carácter de posible de esos mundos semióticos, a posteriori, cuando ya se han concretado en el discurso y, por tanto, ya han construido el significado del entorno. Pero lo interesante en la tarea del analista es que, aparte de la constatación de la vigencia, también puede prever las posibles transformaciones en función de la superación de las contradicciones que identifique en los MSP de la sociedad en estudio y, de ese modo, anticipar nuevas significaciones de las que podrá disponer esa sociedad para, con ellas, construir su realidad.

Puedo hablar de "semiótico", hablando de "MSP", porque abarcan todas y cualquiera de las materias primas de la comunicación social (iconos, índices, símbolos y su combinatoria) y porque se refieren a la construcción del significado de la realidad, de por sí in-significante, como resultado de la intervención de la facultad semiótica.

Puedo hablar de "mundos posibles" porque la realidad construida a partir de cada texto y como resultado de todos los textos, puede ser interpretada, parafraseada, reformulada metalingüísticamente, sustituida, abandonada, contradicha, en virtud de determinada función de interpretación (de otro determinado texto o textos, pero no respecto de realidad alguna). Un mundo posible deriva siempre (es sucesor) de otro (su ancestro) y ello se puede determinar estableciendo las relaciones de accesibilidad y de alternatividad que lo vinculan a los otros mundos posibles con los que coexiste. Permite identificar la relación de transformación que lo ha generado; excluye la posibilidad de hablar de "mundos imposibles", porque sólo serían tales aquellos que no pueden pensarse ni imaginarse, porque no son sucesores de ningún otro mundo posible y, por tanto, carecen de ancestros y, por tanto, nada los hace posibles (Magariños de Morentin, 1996: 454-459). O sea, el mundo posible del que hablo cuando hablo de los MSP no es una alternativa respecto de la realidad, y ni siquiera respecto de un determinado texto (lo que nos conduciría a una clausura hermenéutica y, por tanto, a una verdad, la dicha en tal texto originario y, por tanto, a hacer posibles determinados Mundos Semióticos Imposibles, que serían los que contradirían tal verdad, si bien ya con otra calidad gnoseológica de lo posible/imposible,); sino que son alternativas recíprocas entre las posibilidades enunciativas disponibles en una comunidad. Cada conjunto de definiciones contextuales es una transformación de otro conjunto de definiciones contextuales y se hace posible por la eficacia de la existencia de ese otro mundo posible. Según cuál sea el que el analista-investigador tome de base, los restantes serán sus variaciones posibles y construirán la polifonía social de los significados vigentes.

Puedo hablar de "mundos semióticos" como metáfora de lugares repletos de significados, como lo son los mundos habitados por el hombre. Durante un mismo día circulamos por múltiples mundos semióticos diferentes, a veces sabiéndolo y a veces inadvertidamente. Cada puerta que abrimos, cada persona con la que nos encontramos y cada actividad social en la que participamos nos plantea una incógnita acerca de en qué mundo semiótico vamos a integrarnos y si el nuestro poseerá la distancia y la proximidad necesarias para la comunicación. Lo que no podemos es encontrar alguien o algo en un espacio que no esté todavía semiotizado, que no sea ya algo diferente a lo que sería en sí, si ese ser en sí pudiera ser conocido.

Puedo, en definitiva, hablar de "Mundos Semióticos Posibles" como resumen y síntesis de cuanto vengo diciendo y como anticipo de lo que habré de continuar diciendo como superación (en sentido dialéctico, no de progreso o mejoramiento positivista) de lo ya dicho (Magariños de Morentin, 2001: 7); que es el modo como preveo e intuyo que habrá de ser la identificación de "la realidad" en los MSP, a partir del conocimiento que pueda llegar a proporcionarnos una Semiótica Indicial.

 

* Los apartados 19.1 y 19.2 corresponden, con algunas pequeñas diferencias, a lo publicado como “Hacia una semiótica indicial”, en la Coruña, por las Ediciós do Castro, en 2003


20 La(s) Semiótica(s) Indicial(es)

a partir de Ch. S. Peirce,

o cómo hacer signos con cosas.

En principio, los objetos, comportamientos y recuerdos de nuestro entorno tienen la calidad de objetos semióticos, o sea, son entes que han sido enunciados mediante palabras, imágenes o rituales, proporcionando esta enunciación la posibilidad de percibirlos, por recibir existencia ontológica de tal enunciación.

Por consiguiente, no todo objeto, comportamiento, recuerdo es un signo, sino sólo aquél que representa, enunciándolo, a otro objeto, comportamiento o recuerdo diferente al que se está percibiendo, confiriéndole existencia ontológica.

El objeto semiótico recibe su existencia ontológica (en cuanto puede ser conocido) del signo.

El signo confiere existencia ontológica (en cuanto permite conocer) al objeto semiótico.

Todo nuestro entorno está constituido por signos y objetos semióticos; tertium no datur.

Pensar y utilizar las entidades (objetos y comportamientos) de nuestro entorno como signos requiere un cierto esfuerzo, motivado en especial por el carácter contraintuitivo de tal perspectiva; intuitivamente, a los objetos y comportamientos se los considera como objetos semióticos; interpretarlos como signos requiere cierto esfuerzo. El análisis de los 4 signos indiciales que surgen de los 10 signos peirceanos aportan reflexiones, fundamentos y operatividad que contribuyen a considerar fructífera su identificación como signos (si corresponde y cuando corresponda) para el estudio de la construcción de la significación de ese entorno.

20.1 Los 10 signos de Charles S. Peirce, en la génesis de la(s) semiótica(s) indicial(es)

Recupero, del apartado 6.4.3 Los 10 signos de Charles S. Peirce, en la génesis de las semióticas particulares, el gráfico [15] que mostraba las relaciones constitutivas de los 4 Signos Indiciales posibles.

20.1.1 Para una Semiótica Indicial

[15] 4 signos posibles, en función del Índice:

   Representamen/        Objeto        /  Interpretante

1-SINSIGNO INDICIAL RHEMÁTICO [4-5-3: existente individual material (objeto, comportamiento, recuerdo) interpretado por sus cualidades perceptuales]

Objeto Semiótico considerado como Signo interpretable por cómo se lo percibe.

P.e.:

-un instrumento musical → se lo interpreta, por su sonido, como piano, violín, trompeta, etc. → es signo de posible emoción originada en una sensación acústica;

-un arco iris (no como "signo natural") → se lo interpreta, por su cromatismo, como final de la lluvia → es signo de estabilización de las circunstancias climáticas que se viven en determinado momento;

-un plato de comida preparada → se lo interpreta, por su aroma y/o textura y/o color, como apetitoso, estando “a punto”, quemado, etc. → es signo de oferta culinaria apetecible (o no apetecible);

-una persona con su olor → se lo interpreta, por su perfume, hediondez, ausencia de olor, como educado, marginal, etc. → es signo de sociabilidad/insociabilidad.

[2.256. Para Peirce: un grito espontáneo; “es cualquier objeto de la experiencia directa en la medida en que dirige la atención hacia un Objeto por el cual se origina su presencia.”]

Resumen y puntualización: el Sinsigno Indicial Rhemático atribuye un significado funcional al Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante determinada cualidad sensorial constitutiva de su Interpretante; o sea, el intérprete valora la percepción de determinada cualidad sensorial como identificadora de la eficacia social del valor funcional de determinado Objeto, Comportamiento o Recuerdo.

2-SINSIGNO INDICIAL DICISIGNO [4-5-6: existente individual material (objeto, comportamiento, recuerdo) interpretado por su contextualización]

Objeto Semiótico considerado como Signo interpretable por cómo se lo manipula.

P.e.:

-una puerta → se la interpreta, por sus posiciones y movilidad, como posibilidad de entrada o salida → es signo de accesibilidad o inaccesibilidad;

-una ventana → se la interpreta, por sus posiciones y movilidad, como posibilidad de mirar o de recibir luz, viento, temperatura a través de ella → es signo de alcance y/o invasión;

-un objeto (prenda de vestir, automóvil, instrumento electrónico, etc.) exhibido en la vidriera de un establecimiento → se lo interpreta como propuesta de venta-adquisición de los objetos semejantes que se encuentran en el interior → es signo de disponibilidad.

[2.257. Para Peirce: una veleta; “es cualquier objeto de la experiencia directa, en la medida en que es un signo y, en cuanto tal, proporciona información concerniente a su Objeto.” Considero, no obstante, que Peirce no toma en cuenta que la veleta contiene un señalador con los puntos cardinales: N – S – E – O, y esto la situaría, más bien, en el Legisigno Indicial Dicisigno.]

Resumen y puntualización: el Sinsigno Indicial Dicente atribuye un significado funcional al Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante determinada relación contextual constitutiva de su Interpretante; o sea, el intérprete valora la percepción de determinada relación contextual como identificadora de la eficacia social del valor funcional de determinado Objeto, Comportamiento o Recuerdo.

3-LEGISIGNO INDICIAL RHEMÁTICO [7-5-3: existente individual material (objeto, comportamiento, recuerdo) interpretado como normativamente eficaz por sus cualidades perceptuales]

Objeto Semiótico considerado como Signo interpretable por las convenciones que transportan sus características perceptuales.

P.e.:

-la enunciación oral (palabras efectivamente pronunciadas) y, también, la enunciación escrita (palabras efectivamente escritas) → se lo interpreta, por sus características acústicas y, en el otro caso, visuales, como portador prefijado de determinados contenidos semánticos diferentes de la materialidad efectivamente presente → es signo de comunicación;

-la música de un vals → se la interpreta cómo generadora de determinados y no otros movimientos de baile → es signo de placidez y liviandad;

-el uniforme de un militar → se lo interpreta como identificador de la presunta pertenencia al ejército de quien lo use → es signo de inserción en un lugar de una cadena de mando;

-un gesto obsceno → se lo interpreta como ofensa a un eventual destinatario → es signo de exhibición de un órgano o acción sexual convencionalmente íntimos.

[2.259. Para Peirce: un pronombre demostrativo; “es cualquier tipo general o ley, de algún modo establecida, que requiere que cada una de sus instancias esté realmente afectada por su Objeto de modo que dirija la atención hacia ese Objeto.”]

Resumen y puntualización: el Legisigno Indicial Rhemático atribuye un significado convencional a determinado Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante determinada cualidad sensorial constitutiva de su Interpretante; o sea, el intérprete valora la percepción de determinada cualidad sensorial como identificadora de la eficacia social del valor convencional atribuído a determinado Objeto, Comportamiento o Recuerdo.

4-LEGISIGNO INDICIAL DICISIGNO [7-5-6: existente individual material (objeto, comportamiento, recuerdo) interpretado como normativamente eficaz por su contextualización]

Objeto Semiótico considerado como Signo interpretable por las convenciones que se actualizan en determinado entorno.

P.e.:

-un semáforo → se lo interpreta como regulando el tránsito vehicular en función de su ubicación → es signo de avance o detención;

-un alambrado tendido sobre un campo → se lo interpreta como identificando una propiedad → es signo de delimitación;

-un objeto cualquiera colocado sobre un pedestal en una sala de exposiciones → se lo interpreta como propuesta estética → es signo de arte.

[2.260. Para Peirce: un grito callejero; “es cualquier tipo general o ley, de cualquier modo establecida, que requiere que cada una de sus instancias esté realmente afectada por su Objeto de modo tal que proporcione información definida relativa a tal Objeto”]

Resumen y puntualización: el Legisigno Indicial Dicente atribuye un significado convencional a determinado Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante determinada relación contextual constitutiva de su Interpretante; o sea, el intérprete valora la percepción de determinada relación contextual como identificadora de la eficacia social del valor convencional atribuído a determinado Objeto, Comportamiento o Recuerdo.

20.2 Variables semióticas intervinientes en los signos indiciales

Por lo que hemos visto, todo signo indicial se identifica por la específica combinatoria (no excluyente) de estas seis relaciones:

(1) Significado funcional o (2) Significado convencional

(3) Cualidad sensorial o (4) Relación contextual

(5) Eficacia social del valor funcional o (6) Eficacia social del valor convencional

 

 

[81] 

Significado funcional

 

Cualidad sensorial

 

 

Eficacia social del valor

funcional

Significado convencional

 

Relación contextual

 

 

Eficacia social del valor

convencional

Comentarios, insistiendo en la investigación acerca de la falsabilidad del concepto construido:

¿Las relaciones especificadas agotan las variantes posibles de las relaciones semióticas constitutivas de los signos indiciales identificados?

¿Es posible identificar otro signo indicial que se genere articulando alguna otra variante diferente a las especificadas?

Lo que tenemos es:

* La atribución de significado funcional a un Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante una cualidad sensorial. [El sonido de un violín]

* La atribución de significado funcional a un Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante las relaciones que lo integran a un determinado contexto. [Una puerta]

* La identificación del significado convencional atribuido a un Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante una cualidad sensorial. [Una bandera]

* La identificación del significado convencional atribuido a un Objeto, Comportamiento o Recuerdo mediante las relaciones que lo integran a un determinado contexto. [El alambrado de una finca]

O sea, en un Índice concurren:

-Operaciones “A”: (1) se le atribuye un significado (original o no) funcional o (2) se identifica un significado convencional atribuido.

Y esto ocurre:

-Operaciones “B”: (3) por la percepción de sus cualidades sensoriales o (4) por la percepción de sus relaciones situacionales (contextuales).

Estas cuatro operaciones pueden concurrir (y de hecho concurren) en cada uno de los índices que se tengan en presencia; no obstante los usos sociales hacen predominar algunas de ellas (debiendo concurrir al menos dos: una de las “A” y otra de las “B”).

Por ejemplo:

(1-2-3-4) Ritual de homenaje1 a la bandera3 de la patria2 izada en el patio de una escuela4.

(1-2-3) Se reconoce, por su combinación cromática, la imagen de la bandera3 de determinado país2 impresa en una enciclopedia1.

(1-2-4) Ritual de utilización1 del agua bendita2 contenida en la pila del atrio de una iglesia4.

(1-3-4) La atribución, por parte de la policía, de la calidad de “actitud sospechosa”1 a los gestos, formas de desplazamiento y miradas de determinada persona3 en una determinada situación y circunstancia4.

(1-3) El reconocimiento de alguien1 originado por la contemplación de una fotografía de su rostro3.

(1-4) La atribución a determinada persona de su presencia en determinado lugar1 por la identificación de sus huellas digitales sobre la superficie de determinado objeto4.

(2-3) La identificación del valor de un billete de banco2 por la percepción de sus características impresas3.

(2-4) Atribución de la calidad de juez2 a determinada persona por su ubicación en la sala del Tribunal4.

Addenda: Toda Réplica, en la propuesta peirceana, tiene una calidad indicial; para Peirce, se trata concretamente de un Sinsigno Indicial; y todo Tipo tiene una calidad simbólica; para Peirce, se trata concretamente de un Legisigno Simbólico. Por ello, requieren Réplica [Sinsigno Indicial] aquellos signos cuyo Interpretante es un Tipo [Legisigno Simbólico]. El tipo es virtual y carece de posibilidad de ser percibido por sí mismo; por ello requiere de su versión existencial que lo haga percibible. En este sentido, por ejemplo, las palabras no son signos lingüísticos, sino réplicas [indiciales] de tales tipos [simbólicos] (ver Peirce, CP 2.246); por eso, la cantidad de ejemplares de palabras que pueden producirse es ilimitado, mientras que el signo lingüístico correspondiente a tales palabras es uno único (salvo cuando, considerando los diversos interpretantes construídos en la mente de diversos intérpretes, se atiende a la calidad difrerencial de cada signo lingüístico según como resulte de las relaciones que mantiene con los restantes signos lingüísticos del mismo sistema de la lengua, en el estado en que lo posee, específicamente, cada individuo intérprete). También, por ejemplo, cada uno de los ejemplares de la ilimitable cantidad de billetes de banco de determinada designación es una réplica [indicial] de un único tipo de valor [simbólico] perteneciente a determinado sistema monetario. El proceso lógico de generación de una réplica (todavía inexistente) a partir de un tipo (preexistente) es un proceso deductivo; el proceso lógico de generación de un tipo (todavía inexistente; con la consiguiente generación o modificación del correspondiente sistema) a partir de un existente (preexistente por creación o azar; y que será una réplica, cuando se genere el tipo, pero que todavía no lo es por no existir tal tipo) es un proceso inductivo; el proceso lógico de seleccionar una réplica (ya conocida) como la más adecuada para actualizar un tipo (preexistente) es un proceso abductivo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

V

EN QUÉ TIENE QUE CAMBIAR LA SEMIÓTICA


 

21 LA SEMIÓTICA DE LOS BORDES α  β

Estar es venir hacia el ir. 

I

Voy a retomar, como punto de arranque, el esquema, que expuse a fines del 2005 en el congreso de la FELS en Maracaibo, en el que se interrelacionan los 3 elementos mínimos y necesarios que intervienen en la identificación ontológica de un sujeto: pensamiento - semiosis - mundo (este esquema puede recuperarse en: http://www.centro-de-semiotica.com.ar/gio.htm).

Se trata de 3 elementos, ninguno de los cuales se define con independencia de los otros dos. No hay pensamiento que no consista en el sistema de interpretaciones emergente de las enunciaciones producidas a partir del estado de determinada semiosis acerca de alguna entidad del mundo. No hay semiosis que no construya, para el pensamiento, una determinada interpretación de alguna entidad del mundo. Y no hay entidad del mundo que no se identifique mediante la interpretación de alguna semiosis en el sistema del pensamiento posible.

En esta interacción constructiva, la transformación de cada uno de los 3 elementos es constante, de modo que cualquier identificación que se pretenda es instantánea y ya histórica, apenas enunciada. Puede describirse la dinámica de las interrelaciones, proyectada hacia la inmediata transformación futura o recuperándola desde la inmediata transformación ya cumplida, pero no puede enunciársela como estando ocurriendo, porque apenas enunciada, y como consecuencia de tal enunciación, ya es otra.

En el pensamiento, hay una transformación de sus límites posibles, en cuanto sistema virtual de interpretación, por la eficacia de la inclusión de un nuevo interpretante que, construido a partir del enunciado emergente desde determinada semiosis, permite percibir, en el mundo, un existente nuevo para el conocimiento.

Para cada individuo y para cada grupo social determinado, tanto en las diversas semiosis disponibles, como en el margen disponible de cada semiosis, se hacen posibles nuevos límites enunciativos, por la transformación posible de lo efectivamente enunciado hasta determinado momento (transformación que no era posible antes de haberse enunciado lo que efectivamente se enunció), pudiéndose lograr, desde tales nuevos límites enunciativos, nuevos interpretantes que nutran de sentido, haciéndolas ontológicamente perceptibles, a entidades del mundo, a las que se les generó un espacio de relaciones admisibles en el sistema del pensamiento del individuo y/o del grupo, tal como fue expandido por aquellos interpretantes.

En el mundo, se produce la transformación de las entidades perceptibles, para determinado individuo y/o para determinado grupo social, identificándose las que no eran observables por carecer del nombre y a las que el nuevo estado de la semiosis disponible permite ahora designar o interrelacionar de un modo diferente mediante la vigencia de esos nuevos enunciados emergentes de ese nuevo estado de la semiosis disponible, desde un nuevo estado del sistema virtual de posibilidades interpretativas admisibles en que consiste la configuración dinámica del pensamiento en esta nueva instancia de tránsito.

Constituido, constituyente y superador de este triple modo, el sujeto carece de un presente que permita atribuirle una permanencia, ya que no es (hoy) el mismo que fue (en el instante precedente o 14 años antes), sino que es el sucesor del que fue, ya que fue su propio ancestro (términos, el de "sucesor" y el de "ancestro", tomados en el sentido lógico-matemático de derivación por transformación de las posibilidades de una proposición y como función de variantes estocásticas). No le cabe al sujeto una descripción saussureana que lo homologue al estado sincrónico de un sistema, ni como relación diacrónica entre dos estados sincrónicos de un sistema, sino que se constituye como una instancia de tránsito desde un ancestro hacia un sucesor que también son, a su vez, instancias de tránsito.

Todo ello puede concretarse, provisionalmente, en la siguiente pregunta: ¿En qué tiene que cambiar la semiótica, para seguir siendo [¿o para llegar a ser, de una vez por todas?] un instrumento eficaz para explicar[hacer explícito el razonamiento que permite enunciar] la producción, interpretación y transformación del significado de los fenómenos sociales?

II

Como un comienzo de respuesta posible, me animaría a decir que la semiótica, si pretende llegar a explicarlos, antes que referirse al resultado logrado y al concepto construido, tiene que acompañar, sistematizar o incluso promover la dinámica de los concretos procedimientos según los cuales, en determinado momento de determinada sociedad, se considera que se producen, se interpretan y se transforman los significados que, en ese momento de esa sociedad, se atribuyen a los múltiples, diversos y dispersos fenómenos que constituyen el universo de lo social. O sea, habría que explicar el proceso de su producción para poder llegar a comprender el valor semántico diferencial del resultado; lo que implica admitir al significado como un resultado históricamente situado y no como una sustancia esencial y universal.

Según esto, la primera tarea de la semiótica, desde el punto de vista lógico, consiste en explicar, no ya el significado de los fenómenos sociales, sino, antes que nada, el proceso de producción, interpretación y transformación de tal o de tales significados. O sea, la semiótica tiene que poder explicar, siempre en el sistema de la racionalidad vigente en determinado momento de determinada sociedad, cómo se producen, se interpretan y se transforman, en ese momento y lugar, los significados, para, así, poder llegar a explicar adecuadamente (o sea: según la racionalidad del momento histórico y de la comunidad en el que formula sus enunciados y dando cuenta eficaz del fenómeno que está en condiciones cognitivas de percibir) por qué a determinados fenómenos se los percibe como portadores de determinados significados posibles.

Así que, por el momento, voy a irme refiriendo, preferentemente, a las condiciones de producción, interpretación y transformación del o de los significados, antes que a las características específicas constitutivas del valor del o de los significados de algún determinado fenómeno social, en su correspondiente sistema semántico.

También propongo, a la reflexión conjunta con el lector, considerar si corresponderá (como lo pretendo) establecer que, de estas tres condiciones, la fundamental es la de transformación. Porque el significado que, en determinado momento de determinada sociedad, permite percibir la existencia de un determinado fenómeno, es un estado de tránsito, que se hizo posible por haber existido un antes, desde el cual el significado que en él tenía ese fenómeno, contenía también, en sus bordes, la posibilidad de que se formulara el que tiene ahora. Constatación de una inaprensible actualidad, porque apenas comprendida y, en cuanto tal, percibida, ya se desborda hacia un después que, parafraseando la cita que Foucault hace de Althusser (1969; 12), revelará a este presente, cuando ya sea pasado en el futuro inmediato, como ideológico, ya que ese futuro consistirá tan sólo en la posibilidad de formulación de significaciones diferentes, dialécticamente superadoras, que harán ver otros fenómenos, en el mismo espacio donde está el que se percibe en el presente, el cual también así lo había hecho con los que se percibían en su pasado.

Éste es el sentido de la interacción constructiva a la que me refería antes y en función de la cual consideraba que, en el borde de los pensamientos posibles en un determinado momento, están, todavía borrosos, los nuevos pensamientos que requerirán de las nuevas formas semióticas que sonaban, todavía, como furia expresiva en el borde de las semiosis disponibles en este momento, al que, en lo fugaz de su transición, consideramos presente, de modo que esas nuevas semiosis permitan percibir, en un mundo futuro, fenómenos a cuya existencia no accede nuestro conocimiento presente, por encontrarse todavía en el borde entrópico de lo indiferenciable. En definitiva, sólo digo algo tan viejo como que el objeto de conocimiento de la semiótica consiste en explicar la transformación histórica del significado, entendiéndose aquí historia como la emergencia del cambio. La cuestión es asumir su dinámica, su racionalidad (actual y transitoria) y construir los modos fugaces de explicarlo.

He centrado la problemática de la semiótica en la exploración explicativa de las condiciones de producción, interpretación y transformación de los significados, tal como estos existen en un momento determinado de un grupo social determinado y reclamaba, para la transformación, la calidad de ser fundamental respecto de las otras dos condiciones. La transformación construye la historia y, a su vez, la historia es una característica constitutiva del ser humano: no hay hombre/mujer si no es como una transitoria función entre lo que fue y lo que será, nunca detenida en el presente de algún ser definitivo, hasta que llega su muerte y, aún entonces, sometido a la historia de las interpretaciones que de ese ser continúen haciéndose.

Pero ahora, lo que propongo a los lectores es que me acompañen en la exploración de la interpretación, en cuanto trabajo necesario para la producción de la transformación. Una interpretación transformadora habrá de consistir en la producción de otro significado derivado del anterior, que ya no será el mismo, y, por tanto, en otra posibilidad de percepción del anterior fenómeno social, que ya no será el mismo. Si la transformación, como he tratado de plantear, se proyecta en una dialéctica cronológica, la interpretación, como espero que lleguemos a ver, se proyecta en una dialéctica mental (e incluso cerebral, o sea, neurológica, así como también situada [Suchman, L. A., 1987]). De este modo, propongo ubicarnos en un borde del concepto de interpretación, para explorar su comportamiento dinámico o sea transformador. En este sentido, considero que existen dos direcciones, relativamente autónomas, de investigación semiótica.

Por una parte, un nuevo, cronológicamente, estímulo perceptual (por ejemplo, algo visto o tocado u olido, etc., en determinado momento, en el mundo) solicita, en la memoria asociativa, la posible identificación de un atractor, en cuanto residuo de la significación identificadora de otra percepción ya histórica, que, ahora, se propone como interpretación de ese nuevo estímulo; o sea, se propone a tal significación histórica como la significación atribuible a la configuración existencial que se está percibiendo.

Por otra parte, en un recorrido inverso al anterior, la actualización, en la memoria asociativa, de la significación de una percepción histórica, permite, en el órgano sensorial afín a la significación de esa percepción, la recuperación actualizada de determinados estímulos sensoriales históricos (en su estado coyuntural de transformación) que originan, en el órgano sensorial involucrado, una configuración imaginaria.

La primera situación es aquella en la cual se percibe algo y, además, se sabe qué es lo que se percibe; en un sentido semejante, Peirce diferencia entre el "perceptum" en cuanto sensorialmente activador pero sin interpretación que lo identifique y el "juicio perceptual"; por ejemplo en CP 7.630, siendo esta primera situación ya el caso del juicio perceptual. Esta capacidad de identificación de algo en el mundo depende de los resultados que aporte la comparación de la imagen sensorial registrada (visual, táctil, olfativa, etc.) con el atractor o registro mnemónico, o sea, con las imágenes sensoriales anteriormente registradas y almacenadas en la memoria y en función de las cuales la interpreta de alguna de estas tres maneras: (1) o coincide totalmente: vuelve a verse lo ya visto; (2) o se ve a lo que se ve como una modificación de algo ya visto; (3) o no hay registro que coincida en parte alguna con lo que estaría propuesto a la percepción; imposibilidad, esta última, de saber que se está viendo (no ya qué sea lo que se ve, sino que se anula la posibilidad de ver lo que se está viendo, ya que ver es identificar e identificar es reconocer). El proceso de conocer, en este sentido, consiste en la posibilidad (o en ser capaz) de percibir lo diferente, mientras que el proceso de reconocer consiste en reconducir lo diferente propuesto a la percepción a lo ya conocido, lo cual es desconocer lo que de nuevo tiene lo percibido (y algo recupero en esto de la reflexión del althusseriano filósofo argentino Saúl Karsz, 1971). En el caso (1), la interpretación de lo percibido duplica lo ya conocido (lo reconoce sin incrementar el conocimiento). En el caso (2), la interpretación de lo percibido expande lo ya conocido (permite conocer a lo que se percibe como una posibilidad antes desconocida, por inaccesible, en el registro de la memoria asociativa; lo que implica expandirlo hasta llegar a sus bordes). En el caso (3), no hay posibilidad de conocer lo que se percibe, salvo (a) a costa de negar la existencia de lo percibido o (b) a costa de producir una ruptura que reestructure la memoria asociativa según reglas y relaciones diferentes a las que hasta entonces estaban disponibles, lo que implica producirlas a partir de los bordes de aquellas previamente disponibles; ruptura necesaria para generar una nueva forma de conocer, en la que tenga cabida la interpretación de lo percibido como un nuevo conocimiento (o sea, ya bien (a) se  niega la percepción, ya bien (b) se niega el sistema con el que se la pretendía interpretar; lo que implica la presencia de un nuevo sistema como sucesor del precedente).

La segunda situación es aquella en la cual alguien imagina algo. La capacidad de imaginar depende de la posibilidad de actualizar recuerdos de efectivas percepciones sensoriales precedentes. Se mezclan, se transforman para construir un imaginario posible, pero en definitiva su materia prima (mnemónica) preexiste. Con esto se rechaza el tradicional argumento de Z. W. Pylyshyn (1973), cuando niega la existencia de imágenes mentales (sustituyéndolas por secuencias proposicionales) por considerar absurda la presencia, en el cerebro, de una "pantalla" a la que alguien esté contemplando desde su asiento. Ironías y metáforas al margen, considero que las terminales sensoriales (retina, papilas gustativas, tímpano, ...) son no sólo el receptáculo (la "pantalla") que registra y transfiere, a las localizaciones específicas del cerebro, la entrada de los estímulos sensoriales externos (percibir), sino también la "pantalla" sobre la cual, desde la memoria asociativa, en una segunda función de estimulación, se proyectan las huellas perceptuales de estímulos sensoriales históricos ya internalizados (imaginar), las que son "contempladas" (como en un rebote) por la misma memoria asociativa, en su primera función de reconocimiento.

Tanto al percibir una entidad del entorno, como al imaginarla, nos ubicamos en el borde, en el primer caso del conjunto disponible de las variaciones efectiva e históricamente percibidas, para poder percibir lo diferente en lo efectivamente existente (percibo a partir de lo que conozco), y en el segundo también en el borde del mismo conjunto disponible de las variaciones efectiva e históricamente percibidas, para reproducir, en el órgano sensorial correspondiente, las huellas dejadas en el registro neuronal por percepciones anteriores (imagino a partir de lo que he percibido). Todos los órganos sensoriales son "de ida y vuelta": proyectan en el mundo lo que pueden identificar por correlación y contraste entre lo efectivamente percibido y la información registrada en la memoria asociativa; y proyectan sobre el órgano sensorial (sin necesidad de percepción efectiva) configuraciones perceptuales (imaginería), por activación cerebral de la información registrada en la memoria asociativa.

La realización de esta doble tarea de registro: percibir/proyectar (lo que ya no es lo percibido) y doble tarea de estimulación: proyectar/imaginar (lo que ya no es lo proyectado) es la que encuadra las posibilidades transformadoras de la operación de interpretación. Sobre ella, tras atender a la producción enunciativa de las semiosis socialmente vigentes/posibles en una determinada sociedad y en un momento histórico determinado de esa sociedad, volveré más adelante, para, en definitiva, tratar de identificar y describir las operaciones semióticas, que desde los bordes de la semiótica histórica, permitan explicar, en su dialéctica cronológica, mental-cerebral y enunciativa, el proceso de la producción dinámica de la significación de los fenómenos sociales.

Y éste sería el borde de la semiótica: a partir del campo propio, construido con la explicación del significado de los fenómenos sociales (su estado vigente de representación/interpretación) se alcanzan sus bordes, como delimitación originada a partir del límite a la vigencia de las operaciones de producción, interpretación y transformación, en el campo propio, de las significaciones disponibles.

III

En diversas oportunidades he hecho alusión al mito adánico como metáfora de la primera producción semiótica (en nuestra cultura occidental) y, con ella, primera proyección, desde la estructura conceptual del ser humano (ver Ray Jackendoff, 1983: 135-159), de la existencia ontológica de las entidades del mundo: "...y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada viviente tuviera el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo..." (Biblia de Jerusalén, 1975, Génesis, 19-20). Dejo para otra oportunidad el tema del fracaso de esta primera tarea semiótica, con la que Dios pretendía que el hombre dejara de estar solo; lo que se revirtió cuando el hombre se encontró con lo que Dios, en un segundo intento, le había preparado especialmente y completó aquella primera producción semiótica nombrando a esa nueva presencia: "entonces éste [el hombre] exclamó: ‘... ésta será llamada mujer [varona: 'iššáh] porque del Varón ['iš] ha sido tomada’" (Biblia de Jerusalén, 1975, Génesis, 23; nota 2.23); con lo que, además, se instaura al varón como punto de referencia en nuestra historia (occidental). Lo que propongo a la reflexión es esta muestra de la eficacia de la producción semiótica (en este caso, del discurso): todas las aves del cielo y todos los animales del campo adquieren existencia ontológica al ser nombrados por el hombre, y lo mismo ocurre, en este relato, con la mujer. Antes de que el hombre los hubiera nombrado, en virtud de haber sido nombrados por Dios, todos tenían existencia óntica, pero la posibilidad de identificarlos, o sea, de atribuirles significado y sentido en función de la identidad diferencial de cada uno, sólo se da a partir de que el hombre les hubo atribuido un nombre. Hay, en esta metáfora, una cómoda situación inicial: nada tenía nombre y ningún nombre había sido usado previamente. La semiótica (discurso verbal, en este caso) no tenía historia y, por eso mismo, el mundo tampoco; hasta que, mediante la generación de un femenino, se transforma la semiosis, lo que hace posible la identificación de una nueva presencia, que se diferencia de las preexistentes dando lugar al primer cambio y con él a la historia.

Pero, al pasar de la sorpresa retórica a la pretensión explicativa, se enfrenta una situación diferente. El mundo que percibe (reconoce/conoce) el ser humano consiste en un conjunto de entidades, que resulta determinado, a cada momento de su historia, por las posibilidades enunciativas (reproducción/producción) verbales, visuales, táctiles, etc. proporcionadas por el conjunto de semiosis de las que dispone en ese mismo momento de su historia.

Si reproduce lo que antes ya podía enunciar, reconoce lo que podía percibir y tal como ya antes podía percibirlo; si produce nuevas formas enunciativas que antes no podía enunciar, conoce lo que no podía percibir y como antes no podía percibirlo. Hay una correlación fuerte entre lo enunciable y lo percibible. Y este orden sería también ineludible e inalterable: tengo que poder enunciar para poder percibir y no a la inversa. No es la nueva percepción la que produce la necesidad de una nueva enunciación  (aunque ello resulte contraintuitivo); para estar en condiciones de percibir algo diferente, el hombre tiene que saber que lo puede percibir; de lo contrario, lo negará como percepción, negándose a percibirlo. Inversión de otra metáfora religiosa clásica: la que relaciona al apostol Santo Tomás con el Cristo resucitado; no se trata de que si lo viera lo creería, sino que deberá creer (saber) para poder ver. [Desde la escolástica, según Tomás de Aquino: Nihil volitum quin precognitum; desde la generaciòn del 98, según Miguel de Unamuno: Nihil cognitum quin prevolitum; desde la semiótica: Nihil perceptum quin precognitum.]

Si está dispuesto a modificar la estructura de su conocimiento, por intuir que puede nombrar otras entidades a cuya percepción no accede, es que ya se situó en el borde de sus posibilidades semióticas y, será en función de los contenidos y relaciones de transformación enunciativa que pueda proporcionarle ese borde como aceptará modificar su estructura cognitiva para poder ver lo que supone que está dejando de ver. De alguna manera, esto implica una teoría de la creación, que es en lo que consiste la interpretación transformadora.

Así, sus posibilidades elementales son:

Historia >>>

de la enunciación: su cambio respecto de otra enunciación/percepción existencial precedente >>>

construcción analítica diferencial, empíricamente comprobable; explicación de la percepción efectiva.

 

Historia >>>

de la enunciación: su cambio respecto de otra enunciación/percepción virtual  posterior >>>

construcción por abducción, mediante hipótesis como probabilidad fundamentada; diseño de creación posible.

Historia >>>

de la percepción: su cambio respecto de otra percepción/enunciación existencial precedente >>> 

construcción analítica diferencial, empíricamente comprobable; explicación de la génesis de la percepción.

 

Historia >>>

de la percepción: su cambio respecto de otra percepción/enunciación virtual

posterior >>>

construcción por abducción, hipótesis como probabilidad fundamental; génesis de nuevas percepciones posibles.

 

Entonces, podríamos ir dejando el campo de la epistemología semiótica (pese a todo lo que queda por establecer y explicar) e irnos introduciendo en el de una metodología semiótica. En función de lo vengo diciendo, tenemos dos accesos posibles a la problemática metodológica, según que dirijamos nuestra investigación al momento previo o al momento posterior respecto del momento en el que se produce el cambio.

(1) En el momento previo, si me interesa proponer (crear, producir) una enunciación semiótica (en cuanto signo) que transforme una determinada percepción semiótica (en cuanto objeto semiótico): ¿cómo puedo conocer y utilizar las nuevas características que habrá de tener la nueva semiosis? ¿Cómo identificar los contenidos y las relaciones que constituyen los bordes de la semiosis actual para, desde allí, descubrir los contenidos y las relaciones que constituyen el núcleo de la nueva semiosis, que todavía no existe? ¿O todo lo que haga continuará siendo, tan sólo, una duplicación o una expansión de la actual?

(2) En el momento posterior, si me interesa explicar de dónde proviene una determinada enunciación semiótica (en cuanto signo) a la que atribuyo la eficacia de haber transformado determinada percepción semiótica (en cuanto objeto semiótico): ¿cómo puedo identificar las características y la forma de utilización de la semiosis de donde proviene la enunciación semiótica en estudio? ¿Cómo identificar los contenidos y las relaciones que constituyen el núcleo de la semiosis actual para, desde allí, descubrir los contenidos y las relaciones que constituyeron los bordes de la semiosis precedente de la que provino la nueva enunciación? ¿O la enunciación semiótica en estudio resulta ser, tan sólo, una duplicación o una expansión de la precedente?

 

IV

Realmente, sólo me siento en condiciones de ensayar la reflexión sobre algunos ejemplos y, así, esbozar la intuición acerca de la explicación metodológica posible de lo que he designado como “interpretación transformadora”.

Un pequeño y casi ya redundante ajuste previo. Hablar de los bordes de la semiótica supone aceptar la existencia de una diferencia entre un campo semiótico y los bordes de tal campo semiótico.

Por campo semiótico podemos entender un determinado conjunto de fenómenos contextualmente situados en un momento de una sociedad determinada, a la emergencia de cuya existencia ontológica y perceptibilidad concurre el conjunto de enunciados y significaciones construidos por determinado  conjunto de operaciones establecidas y vigentes en esa concreta sociedad.

Bordes de un campo semiótico (borde1) son los marcados por la necesidad de superar el fracaso de las operaciones mediante las que se construirían los enunciados y significaciones posibles que harían percibibles otros determinados fenómenos posibles, no incluidos entre los pertenecientes al campo semiótico en estudio y que todavía no llegarían a adquirir existencia ontológica hasta que se fueran concretando aquellos nuevos enunciados y significaciones posibles que provocarían su emergencia (sobre las formas de emergencia en el constructivismo, ver Visetti, Y-M., 2004; ver también Peirce - Objeto/fundamento: ningún representamen [enunciado] agota las posibilidades significativas de un objeto semiótico [porque no registra realidad alguna, sino que se construye en el pensamiento]).

Esto iría desplazando el campo semiótico, asimilando los nuevos enunciados y significaciones y haciendo perceptibles otros fenómenos cuya nueva existencia ontológica desplazaría también los bordes de la posibilidad de identificación semiótica. En el continuum de este desplazamiento, otro borde (borde2), dual del anterior, se iría delineando a partir de los enunciados y significaciones que irían dejando de ser posibles, con la consiguiente expansión entrópica de los fenómenos cuya existencia ontológica dejaría de ser perceptible.

Los ejemplos.

La desuetudo como el borde2 de lo jurídico. ¿Qué comportamientos pierden su calidad ontológica de existentes jurídicos cuando la ley que contiene el enunciado que le confería su específica existencia deja de aplicarse? (borde2). Por ejemplo, la despenalización del aborto cuando era una cuestión de hecho su no persecución judicial, mientras todavía se lo incluía en la normativa del derecho penal. El borde2 reclama la formulación del enunciado legal que dé efectiva existencia ontológica jurídica al fenómeno sobre el que recae. Y también puede observarse el efecto inverso (borde1) en la aplicación analógica, por extensión jurisprudencial, de la eficacia de una norma cuando lo enunciado en ella recae sobre comportamientos inicialmente no previstos. Por ejemplo, textos legales no específicos a los que se acude para otorgar validez legal a los acuerdos del e-comercio; expresión ésta que, a su vez, como borde1, confiere existencia jurídica a los convenios acordados por e-mail o Internet.

 La indagación etimológica como estudio de la superación de los bordes de la eficacia designativa de un nombre respecto a determinado comportamiento socialmente aceptado en determinado momento histórico; eficacia que se agota y requiere modificar el campo semántico en el que atribuye existencia ontológica a un nuevo comportamiento, o bien a transformar el nombre que lo designa. “Manufactura” no aparece en el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (1732/1963); sugiero que ello puede responder a la inexistencia de la producción mecánica, por lo que  no sería necesario diferenciar, en el universo del comportamiento laboral, el nombre que diese entidad ontológica al trabajo manual: el campo semiótico no había alcanzado ese borde1. En cuanto tal borde1, sugiero que su presencia en el Diccionario de la Academia, a partir de 1817 (Corominas, J. – Pascual, J. A., 2001; p. 820), obedece al efecto inverso de la misma razón; la utilización de maquinaria en el proceso laboral necesita enunciar la existencia ontológica diferencial de lo manual. Por otra parte, la desaparición (o el desuso) de un término estaría mostrando el borde2; la “bacía” designaba un instrumento, a modo de receptáculo metálico, utilizado por los barberos de la época del Quijote. Desde nuestra actualidad es un término que pertenece al borde2, ya que no tiene eficacia para conferir existencia cognitiva a ningún objeto o fenómeno de nuestro entorno (salvo en el repertorio de un museo). Es famosa, en el Quijote, por usar este personaje a ese objeto a modo de yelmo; curiosamente, para lograrlo, Don Quijote le asigna a  dicho objeto, perteneciente al utillaje profesional del barbero al que se lo arrebata (plena vigencia, en su contemporaneidad, del campo semiótico que contenía al termino e identificaba a un existente) el nombre de “yelmo”, con lo que recupera su eficacia de designar a un existente ontológico: “el yelmo de Mambrino”, propio del campo semiótico (ya histórico e inactual para su época) de los libros de caballerías. La operación mental de Don Quijote consistió en  renombrar a un objeto perteneciente a su contemporaneidad (interno al campo semiótico en el que vivía), con un nombre perteneciente a otra contemporaneidad (en cuyo tiempo el nombre “yelmo” era interno al campo semiótico de ese pasado) con lo que le atribuía la existencia ontológica que para ese objeto necesitaba. “Yelmo de Mambrino” para designar una bacía, pertenecía, en el tiempo de Don Quijote, al borde2, o sea a lo que había dejado de ser un existente posible y se había difuminado en el nivel entrópico de lo inidentificable.

La carencia de metalenguajes icónicos e indiciales muestra la existencia de un borde1 en el campo metodológico de las ciencias sociales y en lo que se refiere a la tarea de explicar el proceso de construcción de la interpretación de los fenómenos sociales de naturaleza icónica o indicial. El borde aquí se percibe cuando, por la necesidad de recurrir al discurso verbal para explicar el significado de las imágenes o de los objetos y comportamientos, no se alcanza una explicación consistente acerca de la eficacia que los componentes de las propuestas icónicas o indiciales poseen para construir determinada significación. Se necesita una metasemiótica icónica para explicar el proceso de producción de las imágenes y una metasemiótica indicial para explicar el proceso de producción del significado de los objetos y de los comportamientos. El borde1 está, aquí, constituido por la exigencia de conceptos metodológicos que identifiquen la existencia posible de operaciones coherentes con los fenómenos que se analizan, mediante las cuales se evite la extrapolación de las explicaciones alcanzadas mediante la construcción de textos interpretacionales, realizada exclusivamente por o con predominio del discurso verbal; lenguaje exterior al carácter icónico o indicial del fenómeno en estudio, del cual se advierte ya el carácter inactual e incompleto de la explicación que permite alcanzar, derivándolo, así, en esbozar un borde2, del que las ciencias sociales comienzan a desplazarse.

α El presente trabajo está aceptado para su publicación en Significación y negatividad, Tópicos del Seminario Nº 18. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Seminario de Estudios de la Significación; Puebla, México. También lo utilicé como convocatoria para la Mesa Temática que coordiné en el Congreso Mundial de IASS/AIS, celebrado en Helsinki/Imatra del 11 al 17 de junio de 2007 bajo el epígrafe "Communication:Understanding/Misunderstanding".

β Última modificación: 17-10-2008


22 LA HUMANIDAD, LA FACULTAD SEMIÓTICA Y LA HISTORIA DEL ENTORNO

RESUMEN

La semiótica como disciplina tiene el objetivo de explicar el proceso mediante el cual a un determinado fenómeno se lo identifica mediante un conjunto de conceptos vigentes en una sociedad determinada, conjunto a cuya textualización designamos como su “significado”. Asimismo deberá explicar también la eficacia de un determinado enunciado en cuanto a su capacidad para atribuir existencia ontológica a un determinado fenómeno, su referente, capacidad a la que identificamos con el término de “significación”. El propósito de esta propuesta consiste en alcanzar este objetivo teniendo en cuenta el carácter histórico inherente a todo enunciado, así como inherente también al fenómeno construido desde tal enunciado, identificando las operaciones metodológicas necesarias para explicar el proceso de cambio involucrado. En esto consistiría la historia de la facultad semiótica, lamentablemente todavía no escrita, que habrá de proporcionarnos el registro progresivo de las transformaciones de las semiosis mediante las cuales la humanidad concretó su identidad al configurar su mundo, entendiendo por tal la transformación del entorno en función de sus capacidades cognitivas específicas.

I

Todo estudio semiótico acerca del proceso mediante el cual un determinado fenómeno adquiere un determinado significado o acerca de la eficacia de un determinado enunciado (icónico, indicial o simbólico) en cuanto a su capacidad para atribuir una concreta significación a un determinado fenómeno tiene, desde una perspectiva temporal y contextualmente situada (Visetti, Y-M; 2004), la posibilidad de diversos enfoques, cada uno con su específica capacidad explicativa.

Por una parte se pueden estudiar, tanto al enunciado como al fenómeno, de modo acrónico, sincrónico o diacrónico. Como es sabido, el primero excluye toda comparación con otro enunciado-fenómeno, ya que elimina la temporalidad que la consentiría; el segundo contrasta, en los límites de una de terminada contemporaneidad, la relación entre un enunciado y un fenómeno o entre dos enunciados o entre dos fenómenos; el tercero compara la relación entre dos pares, al menos, de pares de enunciado-fenómeno, un par cronológicamente situado en el momento n y el otro par en el momento n+1, o entre dos pares de pares de enunciados o de pares de fenómenos, ubicado siempre un par en el momento n y el otro par en el momento n+1; en este último caso, la relación se sitúa en la historia, o sea, toma en consideración al cambio.

No obstante, desde la perspectiva que propongo ahora explorar, en este tercer enfoque (dialéctico-diacrónico) se pueden estudiar tanto al enunciado que construye un determinado fenómeno como al fenómeno construido desde determinado enunciado: (1) en su carácter de presencia y construcción significativa actual; (2) o en su carácter de consecuencia resultante de un proceso previo de transformación de otro u otros enunciados y/o fenómenos precedentes que condujo hasta la aparición del actual enunciado y/o fenómeno; (3) o en su carácter de antecedente del que derivará, por un proceso subsiguiente de transformación, un nuevo enunciado y/o fenómeno que sustituya al actual. Estos dos últimos enfoques, considerados separadamente, o sea, cuando a un enunciado y/o a un fenómeno se los considera ya bien  como consecuencia o ya bien como antecedente de otro u otros, sitúan en la historia a toda la relación constructiva del significado, o sea, no pueden prescindir de tomar en consideración al cambio; todo lo cual puede identificarse como el carácter metabólico del significado (y adopto, provisionalmente la calificación de “metabólico” para calificar al significado por su relación de intercambio entre el concepto que constituye su contenido y la situación en que tal contenido se contextualiza).

El propósito de esta propuesta consiste en esbozar las características operativas necesarias para describir y analizar las situaciones en cuyo procesamiento se pueda explorar la utilidad de la metodología semiótica, como instrumento específicamente adecuado para explicar el carácter inherentemente histórico de todo enunciado y/o fenómeno constitutivo de su ámbito de conocimiento; o sea, la necesidad de disponer de las operaciones metodológicas de una semiótica con capacidad para explicar el proceso de cambio que afectó al enunciado y al fenómeno, en la concreta situación que los vincula a ambos, como requisito indispensable para alcanzar una explicación aceptable de su interrelación como condición de eficacia del uno y como condición para que el otro se constituya en objeto de conocimiento posible. Plantea, por tanto, la hipótesis de que no se puede explicar el significado de ningún fenómeno sin tener en cuenta el enunciado del que procede y el enunciado al que dará lugar para generar la necesaria transformación histórica de la mirada del intérprete.

II

Sostengo que, para enfrentar la posibilidad de llevar a cabo la tarea esbozada en el punto anterior, no puede partirse de los contenidos significativos supuestos sino del criterio materialista del que proviene nuestra expresión: lo observable son fenómenos perceptuales y, para inferir y explicar el significado (o contenido) que se les atribuye, se lo registra en determinado lenguaje preferentemente simbólico (Jackendoff, R.; 1993), pero que también puede ser icónico o indicial (tanto cotidiano como científico), que es en lo que consisten los signos, convalidando plenamente la preponderancia metodológica de estos sobre la que pudiera llegar a tener un enfoque conceptual de los contenidos. La semiótica estudia los signos, porque ellos son el único acceso relativamente objetivo y de una racionalidad relativamente verificable, compartible y adecuada como para dar cuenta de los contenidos, a los que nunca podría llegarse sin aquellos. Desde mi perspectiva, no puede haber una teoría de los contenidos más que en la forma de una metafísica o de un dogma, o sea de algo que se afirma conforme a determinada subjetividad o según determinada creencia. Y esto es lo que trata de evitar la semiótica como disciplina del signo, elaborando un conjunto de operaciones objetivas, verificables y rigurosas, basadas en la materialidad del signo, que permitan acceder, en la medida de lo posible, a una explicación acerca de por qué determinado conjunto de significados, relativos a determinado fenómeno, están efectivamente vigentes en determinado momento de determinada sociedad. Ya Wittgenstein (1953) advirtió acerca del carácter metafísico del significado. Por esta razón, mi posición personal afirma a la semiótica como una disciplina metodológica que explica cómo y por qué determinados signos (efectivamente enunciados, o sea, efectivamente existentes en una o en múltiples situaciones concretas de enunciación) atribuyen determinado contenido significativo a determinado fenómeno y cómo y por qué determinado grupo social en determinada sociedad acepta compartir un determinado significado, frente a otro (u otros) grupo(s) social(es) que comparte(n) otro(s) significado(s), diferente(s) y eventualmente contradictorio(s) con el primero. Yo, desde mi posición, y respetando las otras posibles, considero que la semiótica estudia los signos para explicar el significado y a este orden lo considero válido y eficaz: (1) percibo (o me informo acerca de la existencia de) un fenómeno, (2) registro los signos con los que se lo ha enunciado y que le confieren existencia ontológica, (3) opero sobre tales signos, primero de modo analítico, después sintético  y posteriormente dialéctico, y (4) así infiero el proceso por el cual determinado significado se le atribuye a aquel fenómeno por el que me interesé inicialmente; y nunca estaría dispuesto a zambullirme directamente en reflexiones especulativas acerca de su contenido significativo, porque considero que mi compromiso subjetivo privarían de rigor a lo que pretendiese explicar (si bien quizá, podría escribir un hermoso poema, cuyo significado otro investigador tendría que explicar analizando los signos que utilicé y los que dejé de utilizar, pese a estar socialmente disponibles, para elaborarlo).

III

… de todas formas, el tema del contenido no nos es ajeno, en cuanto semiólogos. A título exploratorio propongo esta tríada de precisiones:

 

PRIMERA: entiendo por significado a la interpretación de la textualización del concepto que determinados individuos de determinada comunidad atribuyen a determinado fenómeno, como consecuencia de la interpretación de determinado enunciado que tiene a dicho fenómeno como referente.

Este concepto, en principio, es inaprensible, por pertenecer al sistema cognitivo del que lo posee. Pretender que ese concepto (con independencia de su contextualización)  es el significado es hacer del significado una entelequia de ningún modo explicable; por lo tanto, así formulado, sería un término vacío de sentido o dotado de un sentido arbitrario.

 Para recuperarlo, se requiere que dicho concepto sea textualizado (simbólica, icónica o indicialmente) por quien lo posee y a la interpretación que realiza el eventual destinatario de tal textualización es a lo que podemos denominar, con posibilidad explicativa del proceso y componentes de su producción, significado.

 O sea, a un fenómeno alguien (con lo colectivo que construye lo individual) lo enuncia desde determinada semiosis.

 El intérprete de ese enunciado (1), y como consecuencia de la percepción de tal enunciado, construye, en su sistema cognitivo, y comparte con otros, de modo relativamente semejante, un concepto acerca de ese fenómeno, que consiste en la interpretación que le atribuye a dicho enunciado.

 Tenemos un concepto (1) construido por el intérprete de un enunciado que se refiere a determinado fenómeno.

 Tenemos otro concepto (2) (en cierto modo un metaconcepto) construido por el intérprete del enunciado que, acerca del primer concepto (1) que elaboró al interpretar el primer enunciado (1), formula ese intérprete de tal primer enunciado.

 O sea, a ese concepto (1), construido en la mente-cerebro del intérprete, quienes no somos tal intérprete, no tenemos acceso, más que (si ello se da), mediante la interpretación de la textualización (en cuanto producto existencialmente percibible de la enunciación) que dicho intérprete puede hacernos del concepto (1) que elaboró.

 En la medida en que aquel enunciado (2) resulta interpretado de modo relativamente semejante por determinado sector de determinada comunidad en determinado momento histórico de esa comunidad, puede afirmarse que ese concepto (2) está vigente en dicha comunidad, o sea, que dicha comunidad atribuye ese significado a ese fenómeno.

 

SEGUNDA: entiendo por significación al modo de existencia ontológica de determinado fenómeno, tal como dicha existencia le ha sido atribuida (o sea, ha sido posible percibirla de ese determinado modo) por el enunciado que lo tuvo como referente.

Un fenómeno existe para el conocimiento en la medida en que ha sido enunciado desde determinada semiosis y en la medida en que dicho enunciado le atribuye relaciones diferenciales y de identificación que permiten percibirlo y en la medida en que las relaciones atribuidas por dicho enunciado han sido interpretadas por alguien.

El que interpreta este enunciado es el que le atribuye, al fenómeno constituido por tal enunciado, un significado en su sistema cognitivo; lo cual puede compartir con determinado sector de la comunidad a la que pertenece.

Para conocer la significación de un fenómeno, o sea, las características existenciales que constituyen su modo de ser conocido, es necesario que el intérprete del primer enunciado textualice, o sea, enuncie, el modo como lo conoce y que otro, nosotros, estemos en condiciones de interpretar esa textualización. Así, atribuimos a determinado fenómeno la significación que proviene de cómo el primer intérprete (en su identidad colectiva) lo hizo portador del significado que fue consecuencia de la interpretación del primer enunciado que lo tuvo como referente, permitiendo identificarlo diferencialmente (respecto de su contexto); en lo cual consiste la atribución de existencia ontológica.

Para todo lo cual necesitamos las operaciones que analicen, sinteticen y contrapongan los signos utilizados en ambas secuencias de enunciados constitutivos de la significación del fenómeno y del significado del enunciado. En la identificación y aplicación de tales operaciones es en lo que, desde mi perspectiva, consiste la semiótica.

Reconozco la dificultad de seguir el desarrollo del pensamiento expuesto en lo que acabo de expresar. Trataré de hacerlo más comprensible mediante un esquema visual y su ejemplificación correspondiente (ver [82] Esquema 1).

 

TERCERA: entiendo por enunciación lo formulación, en cualquiera de los sistemas semióticos socialmente disponibles, de la textualidad que concreta los significados que le confieren significación a los fenómenos del entorno. Porque no siempre es la lengua la que primero enuncia lo que después será posible percibir, sino que quizá haya sido antes la imagen o el ritual o la música o la danza (o alguna integración de relaciones y transducciones recíprocas entre ellas) las que hayan permitido percibir, desde cada semiosis, lo que era imperceptible hasta el momento de la enunciación semiótica correspondiente y que, después, se transformó en enunciación lingüística y así empezó a decirse para reconocer su presencia lingüísticamente construida; o que no, nunca lo hizo y, así, se reconoció y sigue reconociéndose su presencia icónica o indicialmente construida, sin disponerse de la formulación simbólica (verbal). Valga esto para reafirmar que no sólo la lengua transforma el entorno en mundo, sino que también la transformación ocurre como eficacia de las imágenes, los objetos exhibidos y los rituales. Quizá sea ésta una nueva perspectiva para percibir la existencia ontológica de una nueva historia de los sistemas semióticos.

 

 

 

 

 

 

 

 

[82]  Esquema 1: Semiosis, Percepción, Interpretación (su recurrencia)

I/ Semiosis (1) que produce la posibilidad de Percepción (1)

I/ Film en el que se podría ver un aula

II/ Percepción (1) de la Semiosis (1) por el Intérprete (1)

II/ Alguien ve ese film

III/ Interpretación (1) de la Percepción (1) de la Semiosis (1) por el Intérprete (1)

III/ Alguien identifica la imagen de un aula en la película

IV/ Semiosis (2) que produce la posibilidad de Percepción (2)

IV/ Interior de un edificio en el que podría verse un aula

V/ Percepción (2) de la Semiosis (2) por el Intérprete (1)

V/  Alguien ve el interior de ese edificio

VI/ Interpretación (2) de la Percepción (2) de la Semiosis (2) por el Intérprete (1) que la reconduce, por su semejanza, a la Percepción (1)

VI/ Alguien reconoce lo que ve en el interior del edifico como un aula

VII/ Producción de la Semiosis (3) por el Intérprete (1) en la que enuncia la Interpretación (2) que hiciera de la Percepción (2) en cuanto semejante a la Percepción (1)

VII/ Alguien dice que lo que vio en el interior del edificio es un aula [entrevistado]

VIII/ Interpretación (3) de la semiosis (3) por el Intérprete (2)

VIII/ Un investigador interpreta lo que le dijo Alguien

IX/ Producción de la Semiosis (4) por el Intérprete (2) que explica la Semiosis (3) realizada por el Intérprete (1) acerca de la Percepción (2) asociada a la Percepción (1)

IX/ El investigador informa por qué lo que le dijo Alguien explica que considere lo que vio en el edificio como un aula

IV

La historia de la facultad semiótica contiene el registro de las transformaciones de los modos según los cuales la humanidad configuró su mundo; y utilizo el término “mundo” en el sentido que le confiere F. Varela (1992) cuando lo diferencia del “entorno” atribuyéndole “el plus de significación que acompaña persistentemente la comprensión de lo viviente y de la cognición y que está en la raíz de cómo el individuo llega a ser tal”. Considero, por tanto, que el entorno óntico es siempre el mismo e incognoscible. Sólo el mundo ontológico, en cuanto transformación de tal entorno en función del conocimiento que de él va construyendo la humanidad, muestra la historia que le atribuyen las enunciaciones que el hombre puede llegar a formular, según las posibilidades del estado histórico de sus sistemas semióticos (y no sólo, pero incluyéndolo, el de la lengua) con las interrelaciones y dependencia que se establezcan entre ellos. Lo lamentable es que tal historia no está escrita y para llegar a escribirla es necesario que se conciba la transformación de los signos (sean estos lingüísticos, lo que incluye una historia de la facultad de lenguaje, o de la competencia cognitiva para la producción y/o transformación de lenguas o de cualquier  otra clase de signos simbólicos, así como también una historia de la facultad de producción de signos indiciales, en cuanto comportamientos ritualizados u objetos exhibidos o memoria almacenada, así como también una historia de la facultad de producción de signos icónicos, abarcando las diversas clases de imágenes sensoriales, sean visuales, acústicas, táctiles, etc., y su combinatoria) como implicando la transformación de ese mundo con la que se concreta la identidad, para Varela, de todo organismo (a su específico nivel) perceptor de tales signos. O sea, desde esta perspectiva, cada organismo, por elemental que sea, tiene un mundo que le pertenece y que resulta de su posibilidad cognitiva de vincularse con el entorno, que comparte con el resto de lo orgánico, transformándolo en su mundo, que es propio de cada especie (si lo que diferenciamos son organismos) o de cada cultura (si de la especie humana se trata). Esto lo realiza el hombre a partir de su facultad semiótica y de la capacidad que ésta tiene para conferir existencia ontológica al entorno. Entonces, una historia de la facultad semiótica no es un simple registro del cambio en el valor de los signos (o sea, en las específicas interrelaciones con las que se vinculan entre sí en el interior del sistema correspondiente) que ha utilizado la humanidad en sus diversas épocas, sino que requiere el registro de cómo determinados signos agotaban su capacidad identificadora de entidades del entorno y de cómo otros signos mostraban su apetencia de eficacia para construir otras identidades para esas mismas entidades que ya no eran las mismas, sino que pasaban a constituir otro mundo. O sea, la historia de todo sistema semiótico e, incluso, la historia de la facultad semiótica de la que dispone la humanidad, se basa en la constatación de la relación de necesariedad identificable entre (a) las transformaciones observadas en la identidad y en las posibilidades de interrelaciones internas entre los signos pertenecientes a determinado sistema semiótico (icónico, indicial o simbólico) y (b) las correspondientes modificaciones en la capacidad de percepción de nuevas entidades y nuevas relaciones que, al haber sido enunciadas según esas nuevas posibilidades semióticas, generen la progresiva transformación del entorno en mundo.

En este tentativo esbozo, una historia de la facultad semiótica requiere el conocimiento correlativo, al menos, de las siguientes relaciones:

a) un estado determinado de las semiosis socialmente disponibles y reconocidas como eficaces para atribuir habitabilidad de mundo identificable al entorno de los integrantes de una determinada comunidad;

b) una situación de enunciación en la que pueden producirse textos (de cualquier cualidad semiótica) capaces de conferirle una significación diferente a determinada(s) entidad(es) de ese mundo, que primero se redujo a entorno por empobrecimiento de los signos que lo identificaban y que después recupera la calidad de mundo (pero que ya es otro diferente del anterior) al ser enunciado en la nueva situación;

c) una serie de intérpretes (al menos uno) que se hacen conscientes de estar percibiendo esa nueva enunciación y que la interpretan captando la propuesta de significado como un nuevo concepto con el que aquella enunciación pretende modificar el significado del mundo que dejó de serlo para hacerse entorno y que vuelve a ser un nuevo mundo;

d) la textualización de ese nuevo concepto en una nueva situación de enunciación, como para que sea interpretado por quienes no fueron intérpretes de la enunciación anterior y tengan, así, acceso al significado que le están atribuyendo al entorno, o sea, al modo como, ahora, aquellos anteriores intérpretes lo transforman en un nuevo mundo;

e) la insatisfacción de los nuevos intérpretes ante determinados aspectos de la propia textualización de los conceptos significativos con los que organizan el mundo que les confiere su identidad y que les hace percibir el carácter de límite o borde que tienen las semiosis de las que disponen, en virtud de aquella textualización histórica, que ya se manifiesta como iniciando una pérdida de capacidad para producir la identidad de quienes las utilizan;

f) la disconformidad de quienes son actuales intérpretes de estos enunciados así textualizados o materializados por los actuales enunciantes, y la correspondiente disconformidad con los mundos así producidos, lo que implica la necesidad de construir otras semiosis que satisfagan las necesidades de identidad insatisfechas al interpretar aquellos enunciados;

g) la producción de semiosis experimentales, destinadas a explorar nuevas configuraciones y/o relaciones diferentes entre configuraciones preexistentes, tales que generen nuevos mundos en los que pueda desplegarse la identidad emergente de los anteriores enunciados.

Determinar las concretas semiosis que intervienen en la interpretación que produce concretos nuevos mundos y las concretas características semióticas de su deterioro que transforma a los que fueron mundos nuevos en otros concretos y estériles entornos (todo lo cual está exigiendo la producción de otras semiosis que den lugar a otros nuevos mundos producto y génesis de nuevas identidades) es lo que tendría que escribirse para que pudiéramos disponer de esa pretendida historia de la facultad semiótica.


23 HACIA UNA NUEVA HISTORIA DE LOS SISTEMAS SEMIÓTICOS

El esquema que esbocé inicialmente (en 2.1.6 Lenguaje / Facultad semiótica; [2]) se fue haciendo, inevitablemente, cada vez más complejo. Se buscó hacer expresivo en él ese desplazamiento de toda semiosis que, al modificar sus reglas de construcción internas, provoca la modificación de sus posibilidades enunciativas y, con ello, la modificación de las posibilidades de percepción de las entidades del entorno que así pasan de la entropía o imposibilidad de identificarlas para el conocimiento, a la constatación de su existencia ontológica como nuevos objetos semióticos. En consecuencia, ofrezco otro desarrollo [79] para intentar graficar el proceso de transformación que acontece en la historia de toda semiosis. Me limitaré a leerlo, acompañando el repaso visual que puede darle quien lo mire.

[83]  (Historia de los sistemas semióticos III. Proceso histórico de transformación de determinada semiosis, en determinado momento de determinada sociedad, atendiendo al cambio que provoca en las posibilidades de percepción, interpretación y transformación del entorno)

 

El espacio teórico representado en [83] continúa integrándose con los tres ámbitos: Pensamiento, Semiosis y Mundo (ver aquí: 1.8.3 [1] y pueden recuperarse las dos instancias previas de este esquema en 2.1.6 [2] y en 8.10 [21]). Para no complicar demasiado el esquema, valga esta somera enumeración; quedan implícitos, pese a su eficacia en la configuración del mundo, al menos, la Emoción y la Sociedad; sus peculiaridades se incorporarán en otro trabajo. Sostengo que ningún esquema es autosuficiente; es sólo eso: un esquema y en cuanto tal puede representar e identificar, expresivamente, determinadas relaciones, dejando a otras muchas, la mayoría, sin presencia ni mención. Mediante el uso de un determinado esquema, se trata de poner en evidencia el funcionamiento de una operación en cuya descripción y/o explicación se está interesado, para que sea tenida en cuenta ya que se considera que interviene como sustento de otras operaciones más complejas, o como exhibición de un giro o de una relación que proporciona el conocimiento de una dinámica interpretada como fundamental o, al menos, importante para la explicación de otros procesos.

En la parte superior de este esquema, se representa al pensamiento vinculado al transcurso del tiempo, presentándolo en tres momentos sucesivos (…, t-1, t, t+1, …). El momento conveniente para iniciar su lectura (o el que se recomendaría elegir para la aplicación analítica de este esquema a la determinación de la eficacia de una enunciación proveniente de determinada semiosis, en el desarrollo de una investigación concreta) es el que se representa a partir del Pensamientot y que se vincula con la Semiosist mediante la intervención de un Sujeto Productort, para su construcción transformadora, y la de un Sujeto Intérpretet, para su percepción e interpretación. O sea, señala un momento, en la evolución del pensamiento (del individuo y/o sociedad), en el cual se produce e interpreta determinada semiosis (lo que quiere decir que un concreto estado de una determinada semiosis [icónica, indicial o simbólica o por combinatoria de estas] se hace presente en determinada sociedad, diferenciándose de la que estaba vigente en esa misma sociedad en un hipotético momento anterior).

La representación, en este esquema [83], de la Semiosist presenta un franja central entre dos franjas laterales (este modo de representar las semiosis que se reitera en las de las otras dos: Semiosist-1 y Semiosist+1 y que tendría que aparecer en cualquier otra semiosis que interesase representar: por ejemplo, Semiosist-n o Semiosist+n, da cuenta de los tres componentes inherentes a toda semiosis: lo que permanece, lo que se innova y lo que deja de usarse). La franja central o Centro representa lo que no se modifica, en la Semiosist en estudio, respecto de sus otros estados evolutivos, que pueden precederla o seguirla en el tiempo. No pretende registrar la existencia de determinados aspectos inamovibles o sustancialmente necesarios y permanentes en el transcurso histórico de una semiosis. Si nada cambiase, tendríamos, ya bien, la semiosis de la que disponen los organismos más simples (unicelulares, amebas, etc.), en la medida en que pueda afirmarse (corriendo un gran riesgo) que carecen de la posibilidad de tener historia en cuanto especie, o ya bien la semiosis de una humanidad que hubiera alcanzado lo supremo en su capacidad enunciativa (el Espíritu Absoluto hegeliano) y que, por tanto, ya no fuese humanidad por carecer de historia posible. Si todo cambiase, estaríamos ante otra semiosis, con otra problemática, también a-histórica por carecer de vínculos entre el acabamiento de la precedente y el surgimiento de la siguiente, y cabría preguntarse (de lo que anticipo mi respuesta negativa) si, conservándose la humanidad, puede darse tal sustitución entre semiosis, desconectando a la nueva de toda dependencia respecto a otra anterior. Considero que, cognitivamente, nada se crea de la nada y que toda creación es una transformación de otro conocimiento previo, pudiendo más bien hablarse de la unidad total y dinámica de la semiótica humanizadora del humano, y aún habría que pensar si tal unidad intersemiótica no lo es de todo lo orgánico. Algo cambia por tanto; pero esto que cambia no es lo accidental o secundario, dejando lo que no cambia como lo fundamental; cambia lo que se deja de nombrar, como un efecto de la insistencia enunciativa, y cambia lo que comienza a nombrarse, como un efecto exploratoria de las entidades y relaciones semióticas todavía no utilizadas pero utilizables para construir otras posibilidades de humanización, mediante la transformación del entorno en mundo. Esto es lo que está representado por las dos franjas laterales, correspondiendo, la de la derecha a lo que se innova y la de la izquierda a lo que decae o deja de utilizarse. Propongo, para el de la derecha su designación como Borde (1) y para el de la izquierda la de Borde (2). Esto requiere aceptar que, en toda mutación de una semiosis (y se supone que las semiosis cambian constantemente), pueden identificarse esos tres estados de sus componentes: lo que permanece “Centro”, lo que se innova: “Borde (1)”, y lo que cae en desuso:”Borde (2)”.

Esta diferencia encuentra su ámbito de eficacia cuando se considera qué es lo que, sincrónicamente con este cambio evolutivo de tal semiosis, está ocurriendo en el Mundot. Como efecto de las nuevas enunciaciones que son posibles utilizando la innovación incorporada en la materia prima y en las relaciones, constitutivas ambas de las posibilidades enunciativas de la Semiosist  (o sea, lo que se sintetiza en el esquema como “Signot y que continúa incluyendo lo que se venía designando cómo “Texto / Discurso”, “Imagen”, “Objeto / Comportamiento”), el Borde (1) permite pasar de “?t-1 a “Lt , es decir, de un determinado entorno entrópico (lo no percibible, no identificable desde la semiosis anterior: por eso, [?t-1]) a un determinado mundo semiótico (percibible, identificable desde la semiosis actual: por eso, [Lt]). Tal el sentido de la innovación enunciativa: hacer percibible lo que era invisible (sensorial o conceptualmente). Ejemplo: para que exista un delito es necesaria su tipificación en algún texto legal; esta tipificación es la nueva forma semiótica o descripción verbal, en este caso, de determinado comportamiento. Tal comportamiento, antes de su tipificación, no existía para el conocimiento jurídico como delito; podría ocurrir tal comportamiento, pero jurídicamente pertenecía al ámbito entrópico de lo desconocido [?t-1] para el derecho penal previo (Semiosist-1) a la nueva legislación (Semiosist), en la cual se hace identificable como delito [Lt]. Como comentario complementario, anticipado, aquí mismo, en el desarrollo del paso de los 3 a los 9 y a los 27 signos, en 6.3.3.4 Peirce – Derecho [11], recuérdese que la norma legislativa sólo produce la posibilidad de que ese comportamiento sea considerado delito; para su efectiva caracterización como tal se requiere que se dicte sentencia acerca de una situación concreta, lo que se actualiza como la efectiva enunciación de la semiosis jurídica.

Ahora bien, esta opción por una nueva posibilidad de enunciación va acompañada (no como su causa, sino como manifestación del proceso de envejecimiento de toda semiosis, que es la consecuencia de su utilización o enunciación) por la pérdida de disponibilidad de determinada forma de enunciación (palabra, imagen, comportamiento, etc.) que deja de utilizarse (por haberse opacado por el uso). Éste es el resultado que se identifica en [83] como Borde (2) de la misma Semiosist , haciendo que determinadas configuraciones de un mundo semiótico [Kt-1] (que había resultado históricamente percibible por la eficacia de la Semiosist-1) dejen de percibirse (por haber perdido eficacia su enunciación; por haberse opacado; o sea, por haber perdido su referencialidad) y se hagan inidentificables, incluyéndose en un nuevo entorno entrópico [?t]. Este entorno entrópico [?t] que, en el momento t, deja de ser percibible, fue lo que, históricamente, en algún momento t-1, se constituyó como el referente identificable mediante alguna enunciación, nueva en ese momento t-1, que le atribuyó existencia ontológica al transformarlo en mundo semiótico [Kt-1]. O sea, “K”, en el momento t-1, era lo identificable, por alguna nueva posibilidad enunciativa, a partir de lo que previamente era el inidentificable “?” y como consecuencia de la vigencia social de la Semiosist-1. Cuando esa posibilidad enunciativa deja de ser tal, en el momento t, por envejecimiento y la consiguiente opacidad referencial, la percepción que mostrara a “K” se pierde, volviendo a hacerse un “?” inidentificable. O sea, lo que, en un momento, comienza a percibirse, en otro momento posterior, dejará de percibirse. El cielo que nos mostró van Gogh en [84] (confiriéndole una particular existencia ontológica) no es el cielo que sabía percibir Sócrates, quien había aprendido a percibirlo a partir de otras


[84] (Vincent van Gogh. Noche estrellada. 1889)

enunciaciones entonces disponibles. Pero nosotros tampoco podemos percibir el cielo que veía Sócrates, ya que sus posibilidades enunciativas no están en la actualidad socialmente disponibles (quizá, ni tampoco nosotros podemos ver, pese a su mayor proximidad temporal, el cielo que veía y enseñaba a ver van Gogh, por saber ya demasiado qué se espera ver cuando se lo ve, como para impedir que pueda vérselo en otro lugar que en el de un bello y opaco enunciado [paso del “K” al “?”]. Por eso, tomando a lo obvio como garantía que nos asegura nuestro lugar en el mundo, para algunos parecería resultarles preferible afirmar que el cielo que vemos ahora es el cielo verdadero, siendo los cielos anteriores visiones ideológicas inherentes al discurso-semiosis que los enunciaba. En definitiva, la realidad (o entorno entrópico) no está simplemente disponible para ser percibida, porque hay que aprender a percibirla, con lo que ya no es realidad sino conocimiento (o mundo semiótico) construido, porque sólo se percibe lo que se aprende, y porque se aprende lo que está enunciado y del modo como se lo enuncia en cada momento determinado de cada sociedad determinada, mientras dicha forma de enunciación sea transparente y siendo conscientes de que la reiteración de tal enunciación conducirá a su opacamiento, lo que socialmente demandará otra semiosis que pueda ser eficazmente enunciada. Habrá, además, que tener en cuenta que toda sociedad es plural y que, por tanto, coexisten competitivamente formas de enunciación que pretenden hacernos ver u opacarnos determinados fenómenos del entorno que, ideológicamente, se pretenden incluir /excluir en el mundo.

Mirar hacia delante implica suponer lo que, en el futuro más o menos inmediato, podrá enunciarse y, en consecuencia, lo que podrá percibirse. Un entorno entrópico, en el momento t+n, designa lo que, en un momento futuro, dejará de verse de todo lo que hoy vemos; aquello que saldrá del campo de atención de la humanidad (o de determinada comunidad o, incluso, de determinada persona) cuando, por la eficacia de nuevas formas de hablar, de nuevas formas de representar con imágenes, de nuevos gestos y actitudes

realizados en comportamientos ritualizados, o sea, por la eficacia de las transformaciones que actualicen determinada semiosist+n, dando lugar a nuevos mundos semióticos [Mt+n], haya otras tantas palabras, imágenes y gestos que habrán caído en el desuso, sonando primero como arcaicas cuando pretenda utilizárselas, luego como inexpresivas, y finalmente ignoradas en el olvido [?t+n].

Desde un enfoque metodológico, es posible identificar, por tanto, una secuencia de operaciones analíticas que permitan establecer la génesis y el opacamiento de formas enunciativas posibles, a partir de las que se determinan como vigentes en un determinado momento [85]. La historia del mundo, en cuanto historia de la transformación semiótica del entorno, está vinculada a la transformación de los sistemas semióticos que intervinieron para identificarlo como mundo; del mismo modo que la historia de los sistemas semióticos no consiste en la enumeración de sus transformaciones internas, sino se requiere conocer las transformaciones que tales cambios permitieron identificar en el mundo.


[85] Funcionamiento histórico de cada Semiosis con su Borde (1) y su Borde (2)

Y así previamente…

1                                                                                                -N/1

*Por eficacia del Borde (1) de la Semiosist-n:

?t-n” se habrá transformado en “Jt-n

[en el momentot-n, un entorno entrópico se habrá transformado en mundo semiótico].

Por la vigencia de nuevas entidades y/o relaciones entre entidades de la Semiosist-n, habrá comenzado a percibirse lo que hasta el momentot-n no tenía existencia ontológica.

2                                                                                                 -1/2

*Por eficacia del Borde (2) de la Semiosist-1:

Jt-n” se habrá transformado en “?t-1

[en el momentot-1, el mundo semiótico precedente se habrá transformado en entorno entrópico].

Por el opacamiento de entidades preexistentes y/o relaciones preexistentes entre entidades de la semiosis precedente [t-n], habrá dejado de percibirse lo que hasta el momentot-1 tenía existencia ontológica.

3                                                                                                 -1/1

*Por eficacia del Borde (1) de la Semiosist-1:

?t-1 se habrá transformado en “Kt-1

[en el momentot-1, el entorno entrópico se habrá transformado en mundo semiótico].

Por la vigencia de nuevas entidades y/o relaciones entre entidades de la Semiosist-1, habrá comenzado a percibirse lo que hasta el momentot-1 no tenía existencia ontológica.

3                                                                                                   0/2

*Por eficacia del Borde (2) de la Semiosist:

Kt” se transforma en “?t

[en el momentot, el mundo semiótico precedente se transforma en entorno entrópico].

Por el opacamiento de entidades preexistentes y/o relaciones preexistentes entre entidades de la semiosis precedente [t-1], deja de percibirse lo que hasta el momentot tenía existencia ontológica.

4                                                                                                   0/1

*Por eficacia del Borde (1) de la Semiosist:

?t” se transforma en “Lt

[en el momentot, el entorno entrópico se transforma en mundo semiótico].

Por la vigencia de nuevas entidades y/o relaciones entre entidades de la Semiosist, comienza a percibirse lo que hasta el momentot no tenía existencia ontológica.

5                                                                                                +1/2

*Por eficacia del Borde (2) de la Semiosist+1:

Lt+1 se transforma en “?t+1

[en el momentot+1, el mundo semiótico precedente (actual) se transformará en entorno entrópico].

Por el opacamiento de entidades preexistentes y/o relaciones preexistentes entre entidades de la semiosis precedente [t], dejará de percibirse lo que hasta el momentot+1 tenía existencia ontológica.

6                                                                                                +1/1

*Por eficacia del Borde (1) de la Semiosist+1:

?t+1 se transforma en “Mt+1

[en el momentot+1, el entorno entrópico se transformará en mundo semiótico].

Por la vigencia de nuevas entidades y/o relaciones entre entidades de la Semiosist+1, comenzará a percibirse lo que hasta el momentot+1 no tenía existencia ontológica.

7                                                                                               +N/2

*Por eficacia del Borde (2) de la Semiosist+n:

Mt+n” se transforma en “?t+n

[en el momentot+n, el mundo semiótico precedente (ya futuro del actual) se transformará en entorno entrópico].

Por el opacamiento de entidades preexistentes y/o relaciones preexistentes entre entidades de la semiosis precedente [t+1], dejará de percibirse lo que hasta el momentot+n tenía existencia ontológica.

…y así sucesivamente.

 

24 SEMIÓTICA:

SU RIGOR Y SU INTERDISCIPLINARIEDAD.

Concluyo incluyendo, en lo que sigue, la reproducción de dos mensajes que, en su oportunidad, dirigí al Foro “SEMIOTICIANS” (ver Referencias). Nadie piensa en soledad; es indispensable el aporte de los otros con los que cada uno construye su “mundo”. Los incluyo como un homenaje a todos aquellos que me acompañan en la tarea de reflexionar acerca de la metodología semiótica y cuyos conocimientos, propuestas y comentarios están presentes en cuanto escribo y en cuanto propongo desde mis cátedras.

24.1 Preguntar y responder desde la semiótica

Fecha: Lunes, 13 de febrero, 2006, 6:41 pm

Estimadas/os SEMIOTICIANS:

Mi expectativa constante, que creo compartir con vosotros, respecto a este diálogo virtual que se va desarrollando en SEMIOTICIANS desde hace seis años y medio, consiste en que nos permita reflexionar y tomar decisiones acerca de las características y la eficacia del trabajo semiótico.

Para continuar con ello infatigablemente, sería conveniente que intercambiáramos posibles respuestas a algunas preguntas que comienzo (en realidad: que reitero una vez más) aquí a formular. O sea, que cada uno proporcione la respuesta que considere más adecuada para que, así, podamos conocer nuestras diferencias y el espectro de posibilidades que nos proporciona la semiótica.

Y formulo tres observaciones. Una: si alguien cree que tiene la respuesta correcta, que no la esconda y atesore avaramente, sino que se arriesgue a compartirla con generosidad (independientemente de que yo no crea en la verdad). Otra: que compartamos, también, preguntas diferentes a las que yo formulo, pero que unos y otros vayamos proponiendo para saber si nuestros colegas las consideran interesantes y para saber qué respuestas les darían. Y la tercera: que no tengamos temor a equivocarnos y a ser criticados por nuestros lectores; ya propuse hace tiempo que consideremos nuestro teclado privado y la pantalla de la computadora en la que compartimos nuestros saberes y nuestras ignorancias como un banco de carpintero, en el que se trabaja, se cometen errores, se tiran materiales fallados y se llama al vecino para que nos diga qué le parece el resultado de eso con lo que estamos trajinando y de lo que, de pronto, nos sentidos orgullosos.

O sea, como cierre de esta etapa de mi trabajo, me interesa reformular dos preguntas que considero centrales para comprender el alcance que le atribuyo a este texto y para consolidar el concepto de la semiótica como disciplina y, por consiguiente, de la semiótica como metodología:

(1) ¿Qué le podemos preguntar a la semiótica?

Y (2) ¿qué respuestas buscamos tras qué preguntas?

Son preguntas a las que pueden dárseles distintas respuestas o criticar la pregunta o sustituirla por otra que se considere más adecuada; lo más triste sería dejarlas pasar en silencio.

Cuando aplicamos la semiótica tratamos de sacar de ella sus mejores resultados:

¿Cuál es el resultado que se espera de la semiótica?

Supongamos que, para aplicar la semiótica, sea necesario que haya un problema que requiera explicación. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Es efectivamente necesario que haya un problema? ¿Qué es un problema? ¿En qué clases de problemas interviene la semiótica?

Supongamos que, cuando identificamos un problema que pretendemos resolver, nos movemos en la dirección que nos señala la hipótesis que debería contener la explicación a tal problema. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Cuando se empieza a trabajar, es efectivamente necesario disponer de alguna hipótesis? ¿Qué es una hipótesis en semiótica? ¿Qué clase de explicación semiótica proporciona una hipótesis?

Pero también, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿El trabajo semiótico consiste en explicar algo? ¿Qué es explicar? ¿Cuándo puede considerarse que algo está semióticamente explicado?

Supongamos que, cuando comenzamos a investigar, para tratar de resolver un problema, o sea, para tratar de comprobar la validez de la o las hipótesis que hemos formulado (conjeturalmente, como corresponde a una hipótesis), lo primero que haya que hacer sea identificar y recopilar el corpus de información cuyo contenido acredite que la explicación que propusimos para determinado problema sea efectivamente la que corresponde. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Para probar una hipótesis es necesario recopilar información? ¿Qué es un corpus de información semióticamente pertinente? ¿Cómo se establece el vínculo que permite asociar, semióticamente, determinada información con determinada hipótesis?

Supongamos que, después, haya que identificar, describir y justificar las operaciones metodológicas con las que se intervendrá en el corpus de información recuperado, proporcionando los análisis y las relaciones que satisfagan los requerimientos probatorios de las hipótesis. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Es necesario utilizar operaciones semióticas? ¿Qué es una operación semiótica? ¿Cómo se acredita el rigor metodológico de una operación semiótica? ¿Existen en semiótica operaciones analíticas, operaciones sintéticas y operaciones dialécticas,  y si sí, en qué consistirían unas y otras; y si no, cuáles serían las operaciones semióticas efectivamente pertinentes?

Supongamos que, con los resultados así obtenidos, se construyan los mundos semióticos posibles en los que el problema inicial encuentre su sentido y explicación. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Cada problema surge exclusivamente en un determinado mundo semiótico posible diferente y específico? ¿Qué es un mundo semiótico posible? ¿Cuál es la dependencia entre determinada explicación y determinado mundo semiótico en el que esa explicación sea posible y eficaz?

Supongamos que la explicación efectivamente comprobada permita identificar la significación vigente de determinado fenómeno que, así, habrá dejado de ser problemático. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿Establecer la explicación de un fenómeno proporciona su significación? ¿Qué es, o en qué consiste la significación de un fenómeno? ¿Toda hipótesis, una vez comprobada, se convierte en la significación del fenómeno cuya interpretación problemática ha quedado resuelta?

Habría muchas más preguntas posibles, y otras muchas formas de plantear estas mismas preguntas. A lo largo de este texto que ahora estoy concluyendo, he tratado de criticar su formulación, tratando de encontrar la pregunta más pertinente, y de enunciar posibles respuestas. Me ha interesado (1) seguir los pasos necesarios para poder formular un proyecto de investigación, con la mayor racionalidad posible (lo cual no le atribuye estructura sustancial necesaria alguna, sino tan sólo capacidad de respuesta a la lectura crítica que pueda hacérsele en un momento determinado de una sociedad determinada), todo lo cual constituye, desde mi perspectiva cognitiva, el campo específico de aplicación de la semiótica como metodología; y (2) mostrar cómo la semiótica puede constituirse en un instrumento válido para conferirle rigor y adecuación a cualquier investigación que se desarrolle en el ámbito de cualquier disciplina, social o natural. O sea, continúo tratando de darle respuesta al interrogante que vengo formulando (y reformulándome), desde el Congreso de Semiótica de la FELS, en Maracaibo, en octubre de 2005: ¿Para qué sirve la semiótica?

Cordialmente.

Juan

24.2 La facultad semiótica y la construcción del entorno

Fecha: Jueves, 23 de Ago, 2007, 2:38 pm

Estimadas/os SEMIOTICIANS:

¿Julio César tenía inconsciente?

La pregunta se vincula con lo que me aventuro a afirmar en "Los bordes de la Semiótica" acerca de que se necesita el enunciado para que algo tenga existencia ontológica. Tiene alguna relación (como, incidentalmente, me lo evocó el borrador de un trabajo de Alberto Marani) con lo que Molière dijo de M. Jourdan: que hablaba en prosa sin saberlo; pero era necesario que los otros supieran lo que era hablar en prosa para identificar que él lo hacía; si nunca nadie hubiera enunciado en qué consistía hablar en prosa, nadie sabría que hablaba en prosa.

Cordialmente.

Juan

 

Retomo también, ahora, otra pregunta salida del trabajo de Mirta Bialogorski, presentado en la Mesa Redonda del Congreso de Helsinki (11 al 17 de junio de 2007): “¿Había artesanos en el 1300, cuando esa designación todavía no existía?”

Al tema de la relación entre enunciados (o entre enunciaciones) y la atribución de existencia ontológica al entorno, desde mi perspectiva, lo considero inescindible de la historia de la lengua (y no sólo de ésta, sino de la totalidad de los sistemas semióticos disponibles en determinado momento de determinada comunidad) y viceversa. Tal el sentido que he pretendido darle y que, en general, así ha sido interpretado, a la formulación de las preguntas para responder desde la semiótica, que propuse en SEMIOTICIANS, en febrero del año pasado.

Esta misma intención se continúa con la temática elegida para el debate en una de las Mesas Redondas: "El presente y su carencia de entidad semiótica. La semiótica como la metodología del cambio", que coordiné en el VII Congreso de la AAS (Rosario, noviembre, 2007). Implica el rechazo de un eventual carácter universal y definitivo atribuible a cualquier lengua (lo que no permitiría, no sólo la propia historia de esa lengua, sino la producción de cambio alguno en el mundo y, por tanto, negaría la historia de la humanidad), e implica, asimismo, la aceptación de la atribución de un carácter fundamentalmente cambiante a cualquier lengua posible (lo que garantizaría la historia del hombre en su mundo).

El entorno óntico, desde mi perspectiva, es siempre el mismo e incognoscible. Sólo el mundo ontológico, en cuanto transformación de tal entorno en función del conocimiento que de él adquiere la humanidad, muestra la historia que le atribuyen los enunciados (o las enunciaciones) que el hombre puede llegar a formular según el estado histórico de la totalidad de sus sistemas semióticos (y no sólo, pero incluyéndolo, el de la lengua) con las interrelaciones y dependencias que (de modo también histórico y cambiante) se establezcan entre ellos.

La construcción de la historia de toda lengua (o, con mayor precisión, de la historia de todo sistema semiótico), desde mi planteo, no sólo consistiría en el registro de una serie de transformaciones léxico-fonéticas y gramaticales (o de los “cualisignos”, “sinsignos” y “legisignos” correspondientes a la semiosis de que se trate, en la terminología de Peirce) a lo largo del tiempo, sino en la constatación de la relación de necesariedad identificable entre tales transformaciones en el interior de determinada lengua-semiosis ocurridas en determinada sociedad y momento, y las correspondientes modificaciones en la capacidad de percepción de nuevas entidades y nuevas relaciones que acompañen a la progresiva (y en esto radicaría el sentido histórico de la humanidad) transformación del entorno de sus usuarios en mundo.

Porque no siempre es la lengua la que primero enuncia lo que, después, será posible percibir, sino que quizá hayan sido antes la imagen o el ritual o la música o la danza (o las relaciones y transducciones recíprocas entre ellas) las que hayan permitido percibir, desde cada semiosis, lo que era imperceptible hasta el momento de la enunciación semiótica correspondiente, y que, después, se transformó (o no, nunca) en enunciación lingüística y que así empezó a decirse o a percibirse para reconocer su presencia semióticamente construida (o no, que no ha sido percibido todavía). Quizá sea ésta una nueva perspectiva para acreditar la existencia ontológica de una nueva historia de los sistemas semióticos.

En cuanto a la pregunta con la que inicié este final, mi respuesta personal, con sincero respeto a la diversidad de las que fueron construyendo los participantes en el diálogo de SEMIOTICIANS que motivó tal pregunta, es que, ónticamente, Julio César tenía inconsciente, y éste intervenía eficazmente en la mayoría de sus actos y comportamientos; pero no tenemos acceso directo a lo óntico, por lo que no podemos conocer la realidad en sí. O sea, el inconsciente de Julio César, como instancia necesaria para explicarse a sí mismo su propio comportamiento, o para que los demás llegaran a poder explicar el significado de muchos de sus comportamientos (aquellos que hoy pueden explicarse por la intervención del inconsciente), no estaba entonces, ni lo está ahora en lo que fue la ya irrecuperable fenomenología de sus motivaciones individuales o sociales, disponible; o sea, ontológicamente, Julio César no tenía inconsciente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VI

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

[La fecha indicada en primer término corresponde a la de la edición citada en el texto]

 

Aicher, Otl & Martin Krampen (1979). Sistemas de signos en la comunicación visual. Barcelona: Gustavo Gili (Zeichensysteme der visuellen Kommunikation. Stuttgart: Alexander Koch, 1977)

AIGA Org. (DC2007) http://journal.aiga.org/content.cfm 

Allen, Sture, Ed. (1989). Possible Worlds in Humanities, Arts and Sciences. Proceedings of Nobel Symposium 65. New York: Walter de Gruyter

Althusser, Louis (1965). Pour Marx. Paris: Maspero

Amavet, Alejandro J. (1957). Apuntes para una introducción al estudio de la educación física. La Plata: Unlp, Tesis Doctoral

Austin, John L. (1982). Cómo hacer cosas con palabras. Barcelona : Paidós (How to do things with words. Oxford : The Clarendon Press, 1952)

Azorín (1966). España Clara. Madrid: Doncel

Bar-Hillel, Jehoshua (1970). Aspects of Language. Jerusalem: The Magnes Press – The Hebrew University

Barlow, Horace & Blakemore, Colin & Weston-Smith, Miranda (1990). Images and Understanding. Thoughts about Images, Ideas about Understanding. Cambridge: Cambridge University Press (Trad. castellana de Jordi Ainaud, Imagen y conocimiento. Cómo vemos el mundo y cómo lo interpretamos. Barcelona: Grijalbo, 1994)

Barthes, Roland (1964a). Éléments de Sémiologie. París. Denoël/Gonthier

Barthes, Roland (1964c). Rhétorique de l’image, en Communications 4. Paris: École des hautes études en sciences sociales

Barthes, Roland (1967a). Ensayos críticos. Barcelona: Barral (1964. Essais critiques. Paris: Seuil)

Barthes, Roland (1967b). El grado cero de la escritura. Buenos Aires: Jorge Álvarez

Barthes, Roland (1971/1964b). Elementos de semiología, en La semiología. Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo (Éléments de sémiologie, dans Communications 4 : Recherches sémiologiques. Paris: Éditions du Seuil)

Barthes, Roland (1984). Essais critiques IV. Le bruissement de la langue. Paris: Éditions du Seuil

Beever, Julian (1998). http://users.skynet.be/J.Beever/

Benveniste, Émile (1974). Problèmes de linguistique générale 1. Paris: Gallimard

Biblia de Jerusalén (1975). Bilbao: Desclée de Brouwer

Biederman, Irving (1987). Recognition-by-Components, in Psychological Review V.94: 115-147

Biederman, Irving (1995). Visual Object Recognition, en Readings in Philosophy and Cognitive Science, Alvin I. Goldman, ed. Cambridge: Cambridge, London: The MIT Press: 9-21

Bliss, Charles Kasiel (1948-49). International Semantography, 3 vols. Sydney: the Institute of Semantography

Boyd, Richard (1979). Metaphor and Theory Change: What is “Metaphor” a Metaphor for, in Metaphor and Thought, Andrew Ortony (Ed.), 356-408. Cambridge: Cambridge University Press

Brandt, Per Aage (1989). "Agonistique et analyse dynamique catastrophiste du modal et de l'aspectuel: Quelques remarques sur la linguistique cognitive de L. Talmy", in Semiotica 77 - 1/3: 151-162

Brillat-Savarin (sin fecha de edición; estimada: 1825). Physiologie du gout ou méditations de gastronomie transcendente. Paris: Calmann-Lévy

Caloi (1986). Historieta, en Clarín, Revista Viva, marzo

Carnap, Rudolf (1958). lntroduction to symbolic logic and its applications. New York: Dover Publications.

Cátedra Fontana (1996). Pensamiento tipográfico / Typographic Thought. Buenos Aires: Edicial

Chomsky, Noam (1971/1965). Aspectos de la teoría de la sintaxis. Madrid: Aguilar (Aspects of the Theory of Syntax. Cambridge: The MIT Press)

Chomsky, Noam (1972/1966). Lingüística cartesiana. Un capítulo en la historia del pensamiento racionalista. Madrid: Gredos (Cartesian Linguistics. A Chapter in the History of Rationalist Thought. New York: Harper & Row)

Chomsky, Noam (1974/1957). Estructuras Sintácticas. México: Siglo XXI (Syntactic Structures. La Haya: Mouton)

Chomsky, Noam (1979). Human Language and Other Semiotic Systems, in Semiotica 25: 31-4

Chomsky, Noam (1981/1975). Reflexiones acerca del lenguaje. México: Trillas (Pantheon Books)

Cohen, Bernard (1979). La historia y el filósofo de la ciencia, en Suppe, Frederick (Ed), La estructura de las teorías científicas. Madrid: Ed. Nacional, 349-392 (University of Illinois Press, 1974) 

Colilli, Paul (1993). Signs of the hermetic imagination. Toronto: Monograph Series of the Toronto Semiotic Circle

Condillac, Étienne Bonnot de (1963/1947[1754]). Traité des sensations. Paris: PUF (Trad. castellana de Gregorio Weinberg, Tratado de las sensaciones. Buenos Aires: EUDEBA, 1963)

Corominas, J. y Pascual, J.A. (2001). Voz “Manufactura”, en Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, Madrid: Gredos

Courtine, Jean-Jacques (1981). "Quelques problèmes théoriques et méthodologiques en analyse du discours", in Langages 62: 9-127

Cunningham, Donald J. (1993). A Semiotic Critique of Cognitive Science, en Symbolicity. Lanham-New York-London: University Press of America

Danesi, Marcel, Ed. (1990). Thinking is seeing. Visual metaphors and the nature of abstract thought, in Semiotica 80-3/4: 221-237

Danesi, Marcel, Ed. (1993). Metaphor, Communication & Cognition. Toronto: Monograph Series of the Toronto Semiotic Circle

Dascal,Marcelo (1987). Leibniz. Language, signs and thought. Amsterdam: Benjamins Publishers

Della Volpe, Galvano (1966/1963). Crítica del gusto. Barcelona: Seix Barral (Crìtica del gusto. 2ª edizióne; Milano: G. Feltrinelli)

Denbigh, K. G. (1989). The many faces of irreversibility, en The British Journal for the Philosophy of Science, 40: 501-518

Dennett, Daniel C. (1995). Quining Qualia, in Alvin I. Goldman (Ed.), Readings in Philosophy and Cognitive Science. Cambridge, London: The MIT Press: 381-414

Dennett, Daniel C. (2005/2006). Sweet Dreams. Philosophical Obstacles to a Science of Consciousness. Cambridge: The MIT Press (Dulces sueños. Obstáculos filosóficos para una ciencia de la conciencia. Buenos Aires: Katz).

Desclès, J. P. y Guentcheva Desclès, Z. (1977). Métalangue, métalangage, métalanguistique. Università di Urbino, Documents de travail et pré-publications: 60-61, genn.-febb

Dubois, Danièle, Ed. (1991). Sémantique et cognition. Catégories, prototypes, typicalité. Paris: CNRS

Ducrot, Oswald et Schaeffer, Jean-Marie (1972/1995). Nouveau dictionnaire encyclopédique des sciences du langage. Paris: Seuil

Ducrot, Oswald (1988). Argumentación y ‘topoi’ argumentativos, en Lenguaje en contexto 1/2: 63-84

Dufourcq, Norbert (1963). Breve historia de la música. México: FCE

Eco, Umberto (1977). Tratado de semiótica general. Barcelona: Lumen

Eco, Umberto (1989a). Report on Session 3: Literature and Arts, in Sture Allén (ed), Possible Worlds in Humanities, Arts and Sciences. Proceedings of Nobel Symposium 65. Berlin-New York: Walter de Gruyter: 343-355

Eco, Umberto (1989b). En torno del texto está el Paratexto, en La Nación, Sección 4ª; domingo, 13 de agosto

Eco, Umberto (1999). Kant y el ornitorrinco. Barcelona: Lumen

Eenwyk, John R. Van, (1996). Chaotic Dynamics and the Development of Consciousness, in Mac Cormac, Earl & Stamenov, Maxim I., Eds. Fractals of brain, fractals of mind. In search of a symmetry bond. Amsterdam: John Benjamins: 323-346

Ernst, Bruno (1992). Optical Illusions. Köln: Taschen

Farah, Martha J. (1995) Visual Agnosia. Cambridge: The MIT Press

Fauconnier, Gilles (1984). Espaces Mentaux. Aspects de la construction du sens dans les langues naturelles. Paris: Minuit.

Fauconnier, Gilles & Turner, Mark (1998). Conceptual Integration Networks, in Cognitive Science, Vol.22, N.2: 133-187.

Feyerabend, Paul (1970/1974). Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento. Barcelona: Ariel.

Floch, Jean-Marie (1991). Sémiotique, marketing et communication. Sous les signes, les strategies. Paris: Presses Universitaires de France

Fodor, Jerry A. (1994). The Elm and the Expert. Mentalese and Its Semantics. Massachusetts: The MIT Press

Fontana, Rubén (1996). Pensamiento tipográfico / Typographic Thought. Buenos Aires: Edicial

Foucault, Michel (1966). Les mots et les choches. Paris: Gallimard

Foucault, Michel (1969). L'archéologie du savoir. Paris: Gallimard (Trad. española: La arqueología del saber, México: Siglo Veintiuno; 1970 y sucesivas)

Foucault, Michel (1971). L'ordre du discours. Paris: Gallimard

Foucault, Michel (1973). Ceci n’est pas une pipe. Montpellier: Fata Morgane (1981. Esto no es una pipa. Barcelona: Anagrama)

Fuster, J. M. (1995). Memory en the Cerebral Cortex. Cambridge, London: The MIT Press

Gadet, Françoise et Michel Pêcheux (1981). La Langue introuvable. Paris: Maspéro

Gaines, B. R. (1995). An Interactive Visual Language for Term Subsumption Languages. [Online: 08/10/95] http://ksi.cps.ucalgary.ca/articles/KBS/IJCAI91/

García-Carpintero, Manuel (1996). Las palabras, las ideas y las cosas. Una presentación de la filosofìa del lenguaje. Barcelona: Ariel

Gardin, Jean-Claude et al. (1987a). La logique du plausible. Essais d'épistéologie pratique en sciences humaines. Paris: Éd. de La Maison des Sciences de L'Homme

Gardin, Jean-Claude et al.  (1987b). Systèmes experts et sciences humaines. Paris: Eyrolles

Gardin, Jean-Claude (1991). Le calcul et la raison. Essais sur la formalisation de discours savant. Paris: Éd. de l'École des Hautes Études en Sciences Sociales

Gibson, James J. (1979). The Ecological Approach to Visual Perception. Boston: Houghton Mifflin

Goldman, Alvin I. Ed. (1993). Reading in Philosophy and Cognitive Sciences. Cambridge: The MIT Press: 9-21

Granger, Gilles-Gaston (1995), Le probable, le possible et le virtuel. Paris : Éditions Odile Jacob

Grupo μ (1992). Traité du signe visuel. Pour une rhétorique de l´image. Paris: Seuil

Guerri, Claudio (2003). El nonágono semiótico: un ícono diagramático y tres niveles de iconicidad, en DeSignis, Nº 4, Julio 2003:157-174. Barcelona: Gedisa.

Habermas, Jürgen (1973). Contra un racionalismo menguado de modo positivista, en Adorno, T. W, et al., La disputa del positivismo en la sociología alemana: 221-250 ; Barcelona: Grijalbo (H. Luchterhand Verlag, 1969)

Hanson, Norwood Russell (1977). Patrones de descubrimiento. Observación y explicación. Madrid: Alianza (1958. Patterns of Discovery. Cambridge: Cambridge University Press / 1971. Observation and Explanation. New York: Harper & Row)

Harris, Zellig S. (1954). "Distributional Structure", in Word, 10: 146-162

Hegel, George W. F. (1973). Lógica. Madrid: Ricardo Aguilera (1817)

Hilbert, D. & Wilhelm Ackermann (1962). Elementos de lógica teórica. Madrid: Tecnos (Grundzüge der theoretischen Logik. 4ed. Berlin: Springer, 1958)

Hintikka, Jaakko (1969). Models for Modalities. Dordrecht: Reidel

Hintikka, Jaakko (1976/1973). Lógica, juegos de lenguaje e información. Madrid: Tecnos (Logic, Language-Games and Information. Oxford: The Clarendon Press)

Hjelmslev, Louis (1971a/1943). Prolégomènes à une théorie du langage. Trad. francesa de Una Canger; Paris: Minuit

Hjelmslev, Louis (1971b). El Lenguaje. Madrid: Gredos

Hjelmslev, Louis (1972/1959). Ensayos lingüísticos. Madrid: Gredos (del Volumen XII de los Travaux du Cercle Linguistique de Copenhague)

Hoffman, Donald D. (1998). Visual Intelligence. How We Create What We See. New York: W. W. Norton

Hofstadter, Douglas R. (1999/1979). Gödel, Escher, Bach: an Eternal Golden Braid. New York: Basic Books

Hofstadter, Douglas and the Fluid Analogies Research Group (1995). Fluid Concepts & Creative Analogies. Computer Models of the Fundamental Mechanisms of Thought. New York: Harper Colins

Huevo–Rompecabezas; DC2007 (www.edu.xunta.es)

Hughes, G.E. y M.J. Cresswell (1973) Introducción a la lógica modal. Madrid: Tecnos (An Introduction to Modal Logic. Methuen, 1968)

Identikit–(DC2007). http://www.uniphiz.com/physiognomy.htm

IDK, 2000. http://www.whom.co.uk/idk   Accedido 2002, 14 enero

Jackendoff, Ray (1983). Semantics and Cognition. Cambridge: The MIT Press

Jackendoff, Ray (1989). Consciousness and Computational Mind. Cambridge: The MIT Press

Jackendoff, Ray (1990). Semantic Structures. Cambridge: The MIT Press

Jackendoff, Ray (1993). Languages of the Mind. Cambridge: The MIT Press

Jakobson, Roman (1963). Essais de linguistique générale. Paris: Minuit

Julesz, Bela (1995). Dialogues on Perception. Cambridge: Massachusetts Institute of Technology

Karsz, Saúl (1971). Hegel y la dialéctica, en Papeles 13: 19-34

King, Chris (1996). Fractal Neurodynamics and Quantum Chaos: Resolving the mind-brain paradox through novel biophysics, in Fractals of brain, fractals of mind, Earl Mac Cormac & Maxim I. Stamenov (Eds.), 179-233. Amsterdam: John Benjamins P.C.

Kleiber, Georges (1991). Prototype et prototypes: encore une affaire de famille, en Danièle Dubois (Comp.), Sémantique et cognition. Catégories, prototypes, typicalité. Paris: CNRS

Klinkenberg, Jean-Marie (1985). El signo icónico. La retórica icónica. Proposiciones, en Teoría semiótica, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, I, ps. 713-722

Klopfer, B. y Davidson, H. H. (1966) Técnica del Rorschach. Buenos Aires: Paidós

Kosslyn, Stephen M. (1996). Image and Brain. The Resolution of the Imagery Debate. Cambridge, London: The MIT Press

Kripke, Saul A. (1980). Naming and Necessity. Cambridge: Harvard University Press

Lacan, Jacques (1966). Écrits I. Paris: Éditions du Seuil

Lakatos, Imre (1982). Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales. Madrid: Tecnos (Reidel, 1971)

Lakoff, George (1987). Women, fire, and dangerous things: What categories reveal about the mind. Chicago: Chicago University Press

Lakoff, George & Mark Johnson (1980). Metaphors we live by. Chicago: Chicago University Press

Langacker, Ronald W. (1987). Foundations of Cognitive Grammar. Theoretical Prerequisites. Stanford: Stanford University Press

Langacker, Ronald W. (1991). Foundations of Cognitive Grammar. Descriptive Application. Stanford: Stanford University Press

Lecerf, Yves (1979). "Des sous-univers du discours, qui seraient dégagés a la fois du sens et de la forme. Applications en syntaxe", in Langages 55: 89-123

Lefebvre, Henri (1984). Lógica formal, lógica dialéctica. Madrid: Siglo XXI (Anthropos, 2ª ed.; 1969/originales de 1947)

Lenneberg, Eric H. (1975). Fundamentos biológicos del lenguaje. Madrid: Alianza (Biological Foundations of Language. New York: J. Wiley & Sons. 1967)

Lévy, Pierre (1990). Les technologies de l'intelligence. Paris: La Découverte

Lévy, Pierre (1994). L'intelligence collective. Paris: La Découverte

Lévy, Pierre (1995). Qu’est-ce que le virtuel? Paris : La Découverte

Lewis, C.I. & C.H. Langford (1932). Symbolic Logic. New York: Dover

Lyons, John (1977) Semantics. Volume 1 and 2. Cambridge: Cambridge University Press

Mac Cormac, Earl & Stamenov, Maxim I. (Editors) (1996). Fractals of brain, fractals of mind. In search of a symmetry bond. Amsterdam: John Benjamins

Magariños de Morentin, Juan (1975). Curso de Semiología Estructural. Buenos Aires: ILAE; p, 57

Magariños de Morentin, Juan (1983a). Del caos al lenguaje. Buenos Aires: Tres Tiempos

Magariños de Morentin, Juan (1983b). El Signo. Las fuentes teóricas de la semiología: Saussure, Peirce, Morris. Buenos Aires: Hachette

Magariños de Morentin, Juan (1984/1991, 2ª edición: Edicial). El mensaje publicitario. Nuevos ensayos sobre semiótica y publicidad. Buenos Aires: Hachette

Magariños de Morentin, Juan (1986). Logic Foundations of Semiotics, in Semiotische Berichte 10: 141-159

Magariños de Morentin, Juan (1988). Integración cognitiva intersemiótica, en Santaella, Lucia e Jorge Albuquerque Vieira (Orgs), Caos e Ordem na Filosofia y nas Ciéncias: 194-205

Magariños de Morentin, Juan (1990). Esbozo de semiótica como metodología de base en ciencias sociales, in Revue de la S.A.P.F.E.S.U, VIII, 7-27. [También en (1996a). Los fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica. Buenos Aires: Edicial.]

Magariños de Morentin, Juan (1993). El contexto de interpretación en la narrativa folklórica, en Revista de Investigaciones Folklóricas 8: 19-22

Magariños de Morentin, Juan (1994). Comentarios a “Fundamentos lógicos de la semiótica”. La Plata: IICS, Universidad Nacional de La Plata

Magariños de Morentin, Juan (1996a). Los fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica. Buenos Aires: Edicial

Magariños de Morentin, Juan (1996b). Hacia un concepto estricto de 'Mundos semióticos posibles', en Mundos de ficción (Actas del VI Congreso Internacional de la Asociación Española de Semiótica), Vol. II: 959-968; Murcia: Universidad de Murcia

Magariños de Morentin, Juan (1998). Manual operativo para la elaboración de "definiciones contextuales" y "redes contrastantes", en Signa. Revista de la Asociación Española de Semiótica, nº 7; 233-253

Magariños de Morentin, Juan (1999a). Operaciones semióticas, en el análisis de las historietas, en Óscar Quezada Macchiavello (Ed.), Fronteras de la semiótica. Homenaje a Desiderio Blanco. Lima: Universidad de Lima & Fondo de Cultura Económica: 433-446

Magariños de Morentin, Juan (1999b). Los Mundos Semióticos Posibles en la Investigación Social/Possible Semiotic Worlds in Social Research, en Archivos de la Universidad Nacional de La Plata, Vol. I, Núm. 1. Octubre. http://www.unlp.edu.ar/archivos

Magariños de Morentin, Juan (1999c). Leyendo (sólo sobre Imagen). Reflexiones para una aproximación a una semiótica de la imagen visual, en http://www.magarinos.com.ar

Magariños de Morentin, Juan y otros (1999-2007 y continúa). SEMIOTICIANS – Manual de Estudios Semióticos - http://archivo-semiotica.com.ar

Magariños de Morentin, Juan (2000a). The (Many) Semiotics of the Visual Image, in S. European Journal for Semiotic Studies, Vol. 12-4: 665-695; y también, (2001) La(s) semiótica(s) de la imagen visual, en Cuadernos 17, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales: 295-320

Magariños de Morentin, Juan (2000b). Semiosis verbal vs. Semiosis visual, en Adrián Gimate Welsh (Compilador): Ensayos semióticos. Dominio, modelos y miradas desde el cruce de la naturaleza y la cultura. Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; Asociaciòn Mexicana de Estudios Semióticos: 1051-1061

Magariños de Morentin, Juan (2001). "Los llamados 'qualia'. Reflexiones para el anαlisis de las imágenes visuales no figurativas", en Artinf 111, 48-50

Magariños de Morentin, Juan (2002a). Introducción, en Semiótica 2001, Nº 17 de la Revista Cuadernos, de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy

Magariños de Morentin, Juan (2002b¸ en prensa), Semántica visual de las imágenes simbólicas, en Visio, Revista de la Asociación Internacional de Semiótica Visual; Vol. 9, Nº 2-3 (Coordinadora: Marie Carani)

Magariños de Morentin, Juan (2003a). Hacia una semiótica indicial. La Coruña: Ediciós Do Castro

Magariños de Morentin, Juan (2003b). Los mundos semióticos posibles de las imágenes visuales, Conferencia Plenaria en el VII Congreso de la Asociación Internacional de Semiótica Visual; México, diciembre

Magariños de Morentin, Juan (2003c). La recuperación de la memoria visual, en DeSignisX. Revista de la Federación Latinoamericana de Semiótica, Nº 4. Barcelona: Gedisa

Magariños de Morentin, Juan (2004). Los 4 signos. Diseño de las operaciones fundamentales en metodología semiótica, en Razón y Palabra 38: Semiótica e Informática, una nueva alianza, Primera Revista Electrónica de América Latina especializada en Comunicación; Tecnológico de Monterrey. www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n38/jmagarinos.html

Magariños de Morentin, Juan (2005a). Performance of abduction in the interpretation of visual images, en Semiotica, Vol 153, 1/4, pp. 375-388

Magariños de Morentin, Juan (2005b). Pensamiento / Semiosis / Mundo, en http://www.centro-de-semiotica.com.ar/gio.htm

Magariños de Morentin, Juan (2007). La semiótica de los bordes, en Significación y negatividad, Tópicos del Seminario Nº 18: ps. 97-112. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Seminario de Estudios de la Significación; Puebla, México

Magariños de Morentin, Juan y colaboradores (1993). La semiótica de enunciados. La Plata: IICS, Universidad Nacional de la Plata

Magariños de Morentin, Juan y colaboradores (2005-2007 y continúa). LA UNIVERSIDAD DE LA CALLEhttp://www.universidad-de-la-calle.com

Marandin, Jean-Marie (1979). Problèmes d’analyse du discours. Essai de description du discours français sur la Chine, en Langages 55, Analyse de discours et linguistique générale

Marostica, Ana (1998). Semiotic Trees And Classifications for Inductive Learning Systems, in Spinks, C. W. & Deely, John (eds). Semiotics 1998; SSA. New York: Peter Lang

Marr, David (1976). Analyzing Natural Images: A Computational Theory of Texture Vision, in Cold Spring Harbor Symposium of Quantitative Biology, vol. 40: 647-662

Marr, David (1977). Analysis of occluding contour, in Proc. R. Soc. London. B. 197: 441-475

Marr, David (1978). Representation and recognition of the spatial organization of three-dimensional shapes, in Proc. R. Soc. London. B. 200: 269-294

Marr, David (1982). Visio. New York: Freeman & Co

Marr, David & Nishihara, H.K. (1978). Representation and recognition of the spatial organization of three-dimensional shapes, in Proc. R. Soc. London. B. 200: 269-294

Marty, R. (1990). L'Algébre des Signes. Amsterdam/Philadelphie: John Benjamins

Marty, R. (1996). 76 définitions du signe par C. S. Peirce, en La sémiotique, http://www.univ-perp.fr/see/rch/lts/marty/acces-fr.htn

Mink, Janis (2002). Duchamp. Köln: Taschen

Minsky, Marvin (1986). The Society of Mind. New York: Simon & Schuster

Mijksenaar, Paul & Westendorp, Piet (1999). Open Here. The Art of Instructional Design. New York: Joost Elffers Books

Moore, George (1974). Defensa del sentido común, en La concepción analítica de la filosofía, 252-277; J. Muguerza (Comp.). Madrid: Alianza (A Defense of Common Sense, en Contemporary British Philosophy, J. M. Muihead (ed.), London: G. Allen and Unwin, 1925)

Moore, Henry (1954). http://picasaweb.google.com/Leighbridge/KGGVisitToKew4nov07

Morris, Charles (1971/1938). Foundations of the Theory of Signs, in Foundations of the Unity of Science, V. 1, Chicago: The University of Chicago Press

Morris, Charles (1946). Signs, Language and Behavior, New York: G. Braziller

Mustienes, Carlos & Thomas Hilland, edts. (2006). Icons Colors Signs. Cologne: Taschen

Nagel, Ernest y James R. Newman (1970/1958). El teorema de Gödel, Madrid: Tecnos

Neurath, Otto (1936). International Picture Language. The First Rules of Isopype. London: Kegan Paul, Trench & Trubner

Noël, Dominique (2007). Le virtuel selon Deleuze, dans Intellectica, nº 45: Virtuel et Cognition, Association pour la Recherche Cognitive: 109-127

Ogden, C. K. & I. A. Richards (1923/1946). The Meaning of Meaning. New York: Harcourt, Brace & World

Ortony, Andrew (1979). Metaphor and Thought. Cambridge: Cambridge University Press.

Parmentier, Jean-Marie (1908). Il re dei re dei cuochi. Trattato completo di alta e bassa cucina. Milano: Bietti.

Parret, Herman (1983). Semiotics and Pragmatics. An Evaluative Comparison of Conceptual Frameworks. Amsterdam: J. Benjamins (Trad. castellana de María Teresa Poccioni, Semiótica y pragmática. Buenos Aires: Edicial, 1993)

Pecheux, Michel (1969). Analyse automatique du discours. Paris: Dunod

Pecheux, Michel (1975). Les vérités de La Palice. Paris: Maspéro

Peirce, Charles S. (1965/1931). Collected Papers of Charles Sanders Peirce. Volume I: Principles of Philosophy / Volume II: Elements of Logic / Volume V: Pragmatism and Pragmaticism / Volume VI: Scientific Metaphysics / Volume VII: Science and Philosophy / Volume VIII: Reviews, Correspondence, and Bibliography. Cambridge: The Belknap Press of Harvard University Press

Plantinga, Alvin (1987). Epistemic Justification, en Noûs 21: 3-18

Popper, Karl R. (1974). Conocimiento objetivo. Madrid: Tecnos (Objective Knowledge. Oxford: Clarendon Press. 1972)

Popper, Karl R. (1977) La lógica de la investigación científica. Madrid: Tecnos (The Logic of Scientific Discovery. London: Hutchinson. 1958)

Prigogine, Ilya (1996). La fin des certitudes. Paris: Odile Jacob

Pylyshyn, Z. W. (1973). What the mind’s eye tells the mind’s brain: A critique of mental imagery, in Psychological Bulletin 80: 1-24

Quéau, Phillippe (1993). Le virtuel, vertus et vertiges. Paris: Champ Vallon

Quine, Willard Van Orman. (1960). Word & Object. Cambridge: The MIT Press

Quine, Willard Van Orman. (1962/1956). Los métodos de la lógica. Barcelona: Ariel (Methods of Logic. Cambridge: H. Holt)

Quine, Willard Van Orman (1969). Set Theory and its Logic. Cambridge: The Belknap Press of Harvard University Press

Quine, Willard Van Orman (1977/1970). Filosofía de la Lógica. Madrid: Alianza Universidad (Philosophy of Logic, Englewood Cliffs: Prentice-Hall)

Quino (1998). Historieta, en Clarín, Revista Viva, enero

Quino (1999). ¡A mí no me grite! Buenos Aires: Ediciones de la Flor

Rastier, François (1991). Sémantique et recherches cognitives. Paris: PUF

Ricoeur, Paul (1977). La metáfora Viva. Buenos Aires: Ediciones Megápolis (Ed. original: La métaphore vive. Paris: Éditions Du Seuil, 1975)

Rorschach, Hermann (2006).

www.psychoanalytischinstituut.nl/kenniscentrum/boeken_en_artikelen/2006_rorschach.php

Rosch, Eleonor (1973). Natural Categories, en Cognitive Psychology 4: 328-350

Rossi-Landi, Ferruccio (1985). Metodica Filosofica e Scienza dei Segni. Milano: Bompiani

Ruthrof, Horst (1995). Meaning: An intersemiotic perspective, en Semiotica 104: 23-43

Sacristán, Manuel (1973). Introducción a la lógica y al análisis formal. Barcelona: Ariel

Saint-Martin, Fernande (1990). Semiotics of Visual Language. Bloomington: Indiana University Press

Sánchez Márquez, Manuel J. (1982). Gramática moderna del español. Buenos Aires: Ediar

Santaella, Lucia & Nöth, Winfried (1998). Imagem. Cognição, semiótica, mídia. Sao Paulo: Iluminuras

Saramago, José (1998). El evangelio según Jesucristo. Madrid: Alfagura

Saussure, Ferdinand de (1945/1915, entre otras múltiples ediciones) Curso de Lingüística General. Buenos Aires: Losada (Cours de linguistique générale. Paris: Payot)

Schuster, Félix Gustavo (1982). Explicación y predicción. La validez del conocimiento en ciencias sociales. Buenos Aires: Clacso

SEMIOTICIANS (desde 1999 a la actualidad). www.yahoogroups.com/group/semioticians  y para consultar el resumen ordenado de los aportes teóricos durante ese mismo período: www.archivo-semiotica.com.ar

Smolensky, Paul (1988). On the proper treatment of connectionism, in Behavioral and Brain Sciences, 11, 1-74

Sonesson, Göran (1989). Pictorial Concepts. Inquiries into the semiotic heritage and its relevance for the analysis of the visual world. Lund: Lund University Press

Suchman, Lucy A. (1987). Plans and Situated Action: The problem of human-machine communication. New York: Cambridge University Press

Tarski, Alfred (1977/1937). Introducción a la Lógica y a la Metodología de las Ciencias Deductivas. Madrid: Espasa-Calpe (Einführung in die mathematische Logik und die Methodologie der Mathematik)

Tatlin, Vladimir (1920); en Teresa Aguirre Lanari (Coordinación General) (2001). Vanguardia Rusa. Buenos Aires: Centro Cultural Recoleta; pág. 150

Thagard, Paul (1988/93). Computational Philosophy of Science. Cambridge: MIT Press

Thagard, Paul (1992). Conceptual revolutions. Princeton: Princeton University Press

Tuchsznaider, Esther (2006). Acerca de la naturaleza y funciones de la escritura. El paradójico status del concepto de escritura en el pensamiento occidental. Tesis de Maestría, CAECE, Buenos Aires

Ullman, S. (1996). High-level Vision. Object Recognition and Visual Cognition. Cambridge, London: The MIT Press

Vaina - Runcan - Roscau (1977). Théorie des mondes possibles et sémiotique textuelle. VERSUS, Nº 17

Varela, Carlos (1996). What is Visual in the Visual Anthropology of Human Movement?, in Visual Anthropology 8 (2-4): 155-170

Varela, Francisco (1992). Autopoiesis and a Biology of Intentionality, in Barry McMullin and Noel Murphy (Eds.), Autopoiesis and Perception: A Workshop with ESPRIT BRA 3352 (ADDENDUM). Dublin: Dublin City University, September

Varela, Francisco y Humberto Maturana (1984). El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano.  Santiago de Chile: Editorial Universitaria. (Buenos Aires: Lumen, 2003)

Vignaux, Georges (1992). Les sciences cognitives. Une Introduction. Paris: La Découverte

Visetti, Yves-Marie (2004). Constructivismes, émergences: une analyse sémantique et thématique, en Intellectica, 39; pp. 229-259

Volpe, Galvano della (1966). Crítica del gusto. Barcelona: Seix Barral (Critica del gusto. Milano: Feltrinelli. 1960)

Wallon, Henri (1965) Del acto al pensamiento. Buenos Aires: Lautaro (1942. De l’acte à la pensée. Essai de psychologie comparée. Paris: Flammarion)

Winchkler, Giovanna (2002). Introducción teórica y metodológica. En, Terminología del análisis lítico en arqueología. Diccionario de uso para la descripción de objetos líticos. http://www.winchkler.com.ar . Accedido: 5, marzo, 2002

Wittgenstein, Ludwig (1973) Tractatus Logico-Philosophicus. Madrid: Alianza (Tractatus Logico-Philosophicus. London: Routledge & Kegan Paul, 1921)

Wittgenstein. Ludwig (1953). Philosophical Investigations / Phiposophische Untersuchungen. New York: The MacMillan Company

www.edu.xunta.es (DC2007).  www.edu.xunta.es/contidos/sec/mate/Descartes/taller_de_matematicas/rompecabezas/Huevo.htm

www.softhypermarket.com (DC2007). http://www.softhypermarket.com/Digital-Physiognomy-download_47720.html

www.ririfleur.centerblog.net  (DC2007).  http://ririfleur.centerblog.net/rub-Illusions-d-optique-trompe-l-oeil.html