SEMÁNTICA
VISUAL
de las imágenes simbólicas
Juan
Magariños de Morentin
ÍNDICE
1
Preguntas de base
2
Lo que se muestra y cómo se lo muestra
3
Qué muestran y cómo lo muestran, las imágenes simbólicas
4
Recuperar el sistema al que pertenecen las reglas que construyen el sentido
5
Intervalo
6
Aquello que podemos denominar "elementos estrictamente simbólicos"
7
Necesidad de una sintaxis, al menos virtual
8
Las reglas del sistema de las imágenes simbólicas
9
Conclusión
REFERENCIAS
Ilustraciones:
Figura 1: icono-icónico
Figura 2: icono-indicial
Figura 3: icono-simbólico
1 PREGUNTAS DE BASE Y
LAS TRES SEMIÓTICAS
Después de mi último
trabajo sobre Semiótica Visual (Juan Magariños, 2002, en prensa)
en que me referí al problema de esbozar algunas operaciones que pudieran
sustentar las inferencias necesarias para recuperar las
imágenes visuales efectivamente contenidas en la memoria visual de determinado
sujeto, el tema que les propongo compartir, consiste en tratar de
encontrar las conexiones, tanto materialmente configuradas en el
interior de una misma y concreta imagen material visual, como cognitivamente
susceptibles de ser establecidas con otras imágenes y con los signos de otras
semiosis, que permitan inferir una explicación acerca de cómo,
ese mismo sujeto, en su correspondiente contexto social e histórico, interpreta
una determinada imagen.
Inevitablemente, surgirá
con frecuencia la semejanza cognitiva y calculatoria de esta tarea con la del reconocimiento
de objetos y de rostros (por ejemplo, Shimon Ullman, 1996), siempre
teniendo en cuenta y estando advertidos de que la proximidad conceptual no
sesgue de modo tendencioso la pertinencia de la construcción de una
semántica visual específica para una semiótica visual. Pero, tampoco
puede desaprovecharse lo alcanzado en ese campo y, en especial, las
posibilidades de implementar, sobre programas de computación, la obtención de
resultados semejantes a los derivados del funcionamiento de los razonamientos e
hipótesis elaboradas o llegar incluso, si se acepta tal alcance epistemológico,
a su justificación.
Mucho se ha hecho sobre
este tema y, con todo respeto hacia quienes lo han hecho (ver Jean-Marie
Klinkenberg, 1985; Göran Sonesson, 1989; Fernande Saint-Martin, 1990;
Jean-Marie Floch, 1991; Lucia Santaella e Winfried Nöth, 1998; entre otros),
estoy dispuestos a explorar otros caminos que continúen, corran paralelos o
contradigan los de ellos.
A grandes rasgos, que luego
iré precisando, hay tres preguntas fundamentales a las que habrá
que ir encontrando la respuesta adecuada y bien fundada.
1/ ¿Cuáles son los pasos
que se siguen efectivamente para producir el significado de una imagen visual y
cuáles son, y si se corresponde o no o hasta qué punto, con los pasos a seguir
en el análisis de los modos posibles de producción del significado de una
imagen visual?
2/ ¿Qué significa "el
significado de una imagen visual" (sin necesidad de regresar hasta el
clásico de C. K. Ogden & I. A. Richards, 1923)? o bien, ¿cuál es el
significado posible de una imagen visual? y, además, ¿cómo varía ese
significado según se trate de imágenes visuales plásticas, figurativas o
simbólicas? Quizá signifique interpretarla, pero entonces:
3/ ¿Qué significa
"interpretar una imagen visual"? ¿Quizá saber qué representa como conocimiento
posible del mundoi, o sea, de los fenómenos
sociales, o sea, de aquellos que lo son porque están construidos o modificados
mediante imágenes visuales, o sea, saber cómo determinada imagen visual
construye, ratifica o modifica mi (del intérprete que sea) conocimiento del
mundo?
Estas preguntas, en
definitiva, podrían resumirse en la siguiente: ¿qué, cómo y por qué
significan las imágenes? cuya respuesta, si se pretende que exceda el ámbito
del sentido común, es bastante compleja. Para elaborarla, adopto, como vengo
haciéndolo habitualmente, un enfoque cognitivo y peirceano.
El enfoque cognitivo, en su actual versión de las
Ciencias Cognitivas o, como prefiere decir François Rastier (1991), "de
las Investigaciones Cognitivas", implica reflexionar y ensayar
explicaciones que se correspondan (1) con los avances en el conocimiento del
procesamiento de las imágenes visuales en la mente/cerebro humano (Stephen M.
Kosslyn, 1996) y (2) con la posibilidad de su implementación en programas de
inteligencia artificial/robótica (Paul Thagard, 1993), que demuestren la
operatividad de tales explicaciones.
El enfoque peirceano me ha permitido diferenciar, en el
espacio problemático de la semiótica visual, tres objetos de conocimiento,
relativamente independientes, que exigen respuestas diferentes: (1) la
semiótica de las imágenes visuales puramente cualitativas o plásticas,
(2) la semiótica de las imágenes visuales predominantemente figurativas
y (3) la semiótica de las imágenes visuales específicamente simbólicas.
Mi hipótesis de trabajo
afirma que el conocimiento y la explicación de los procedimientos de producción
e interpretación de cada una de ellas no pueden homogeneizarse en un
tratamiento conjunto, ya que ello conduce a equívocos y disputas que se
originan al estar razonando de la misma manera acerca de cosas muy distintas.
En mi estudio "La(s) Semióticas(s) de la Imagen Visual" (Juan
Magariños de Morentin, 2001), he comenzado este análisis diferencial. Sin
embargo, no he llegado, en él, más que a los aspectos de su identificación
y reconocimiento, teniendo el estudio de su interpretación,
o sea, de su semántica, apenas poco más que un desarrollo
tentativo y elemental. Este es el trabajo que, ahora, me propongo profundizar,
al menos en lo que se refiere a las imágenes simbólicas.
Para poder tener los
referentes empíricos concretos, en relación con los cuales y como demostración
del modo en que irán adquiriendo progresivamente su significado específico,
conforme avance la tarea de su interpretación, he incorporado a
este texto tres imágenes que corresponden respectivamente a las imágenes
plásticas o "cualisignos icónicos" (Figura 1), imágenes
figurativas o "sinsignos icónicos" (Figura 2) e imágenes
simbólicas o "legisignos icónicos" (Figura 3).
Creo que resulta evidente
que son muy distintas las operaciones cognitivas que se ponen en funcionamiento
para darse cuenta de que lo que se está percibiendo es una propuesta de
percepción abstracta de sólo forma, color y textura (imagen plástica)
o bien que lo que se está percibiendo es una fotografía de Frida Kahlo (imagen
figurativa) o bien que lo que se está percibiendo es un conjunto de
indicaciones acerca de comportamientos posibles, sugeridos o prohibidos (imagen
simbólica).
En todo los casos,
interviene la búsqueda de un atractor, en la memoria visual, que permita
organizar los datos proporcionados por la percepción, de modo que se reconozca
la imagen construida. El atractor de la imagen plástica se
recuperará a partir de la proyección del residuo subconsciente de experiencias
acerca de la percepción de cualidades poseído por el intérprete, sobre los
datos proporcionados por la percepción. El atractor de la imagen
figurativa se recuperará a partir de la proyección de la información
acerca de las formas del mundo poseída por el intérprete, sobre los datos
proporcionados por la percepción. El atractor de la imagen simbólica
se recuperará a partir de la proyección del conocimiento de los sistemas de enunciación
gráfica poseído por el intérprete, sobre los datos proporcionados por la
percepción.
Esto implica la exploración
y aplicación de experiencia cualitativa y/o de información
formal y/o de conocimiento sistémico, en cada caso
provenientes de ámbitos mnemónicos específicos y que utilizan operaciones de
procesamiento cognitivo netamente diferenciales, para la producción de la
interpretación de las imágenes que se estén percibiendo.
La formación de estos tres
grupos constituye una aproximación teórica y experimental, que considero
necesaria para el adecuado estudio de la semántica de las imágenes
visuales. Como suele ocurrir en semiótica, no sólo se hace necesaria la
consideración de una semántica diferente para cada uno de tales tres grupos,
sino también habrá que tener en cuenta que, por lo general y salvo casos
excepcionales, se trata de predominios, por lo que, en la mayoría
de los casos, cada imagen, tras ser encuadrada en un grupo: plástico,
figurativo o simbólico evidenciará, ante la percepción, la presencia de rasgos
componentes pertenecientes a los otros grupos.
2 LO QUE SE MUESTRA Y
CÓMO SE LO MUESTRA
Todo estudio semántico
requiere dar cuenta de, al menos, dos aspectos fundamentales, que se formulan
en términos diferentes según la semiosis que se esté considerando.
1 Si se trata de una semiosis
verbal, habrá que establecer (A) de qué se habla y (B) cómo se lo dice.
2. Si se trata de una semiosis
visual, habrá que establecer (A) qué se muestra y (B) cómo se lo
muestra.
3. Si se trata de una semiosis
indicial, habrá que establecer (1) qué se indica y (2) cómo se lo
indica.
Dado que el foco de
atención, en esta oportunidad, lo he puesto en la semántica visual,
tengo la suerte de no tener que tratar con el inconmensurable tema de la semántica
verbal, de la que tanto se ha escrito y, por fortuna, se sigue
escribiendo, ni con el de la semántica indicial, a la que, no
obstante, espero poder dedicarme pronto, ya que poco es lo que se ha escrito y,
por tanto, hay mucho para escribir respecto de ella (un esbozo puede
encontrarse en Magariños de Morentin, 2002a).
Con independencia de lo que
ocurra en los casos de la semántica verbal y de la semántica indicial (con lo
que estoy diciendo que tampoco en esos ámbitos las cosas son tan simples y
claras como los enunciados 1 y 3 parecen establecer), en el caso de la semántica
visual, los dos aspectos que he señalado como fundamentales, se
construyen de modo diferente según la clase de semiosis visual a
la que uno se refiera: la constituida por imágenes cualitativas o plásticas, la
constituida por imágenes figurativas o la constituida por imágenes simbólicas.
(I) Respecto de las imágenes
figurativas (Figura 2).
Como desarrollo
ejemplificativo, puede verse que, en el caso de la Figura 2:
El comentario acerca de que
las tres semióticas visuales (figurativas, simbólicas y
plásticas) constituyen tres ámbitos diferentes de pensamiento, en
cuanto se construyen a partir de distintas operaciones mentales, puedo
fundamentarlo en la inaplicabilidad de cuanto acabo de mencionar
acerca de las imágenes figurativas, si pretendiera aplicarlo como un comienzo
de explicación del proceso semántico que se requiere para interpretar las
imágenes simbólicas y las plásticas.
Todavía no elaboro, respecto
a las otras imágenes (las simbólicas y las plásticas), el análisis de esos dos
aspectos claves: (A) lo que se muestra y (B) cómo se lo
muestra, aspectos en los que iré profundizando progresivamente. Lo
único que haré, por el momento, es un breve esquema de las respuestas que
podrían corresponderles a ambas cuestiones en cada una de las otras dos
variantes de semiótica visual:
(II) Respecto de las imágenes
simbólicas (Figura 3).
(III) Respecto de las imágenes
cualitativas o plásticas (Figura 1).
En resumen, lo que se interpreta
como forma de los objetos del mundo, en las imágenes
figurativas, no tiene ninguna relación con lo que se interpreta
como réplicas de tipos gráficos, en las imágenes simbólicas, ni
con los que se interpretan como residuos de experiencias
sensoriales, en el caso de las imágenes plásticas.
Además, lo que se interpreta
como la configuración de un modo de existir, en las
imágenes figurativas, no tiene ninguna relación con lo que se interpreta
como la instrucción acerca de un comportamiento, al que se lo
sugiere o se lo prohibe, en las imágenes simbólicas, ni con los que se interpretan
como configuraciones destinadas a la recuperación de experiencias
sensoriales perceptuales y visuales no-conscientes.
De momento, sólo una
observación más: aquí hay demasiadas palabras y, si bien la
función de la semiosis verbal es explicar los
procesos de producción e interpretación de las restantes semiosis, me quedo con
la sensación de que también interfiere en esa explicación con su carga de
verbalización o, como dicen los franceses, de "langagerie" o con el
peligro de contaminación irreflexiva de las estructuras sintácticas al que aludía
Wittgenstein (1953), por lo que, todo esto (y gran parte de lo que sigue)
convendrá investigarlo en cuanto a la posibilidad de explicarlo, al menos
complementariamente, con y a partir de imágenes.
3 QUÉ MUESTRAN LAS
IMÁGENES SIMBÓLICAS Y CÓMO LO MUESTRAN.
Vistos ya o, al menos,
esbozados los rasgos básicos más elementales de la semántica visual para los
tres casos polares de las imágenes figurativas, las imágenes simbólicas y las
imágenes plásticas, corresponde comenzar a profundizar en la problemática de la
semántica específica de cada una de ellas. Elijo, quizá por considerarlo
analíticamente más simple, explorar, en el presente trabajo, el universo
semántico que se construye mediante las imágenes simbólicas,
comenzando por estudiar, en su específico caso, (1) qué se muestra y
(2) cómo se lo muestra.
3.1 Lo que muestran las
imágenes simbólicas
Lo que se muestra, cuando la propuesta perceptual
está constituida por imágenes simbólicas, son las réplicas
de signos gráficos. Al decir que lo que se muestra son "las
réplicas", sigo la observación peirceana acerca del carácter virtual,
en cuanto tipos, que poseen los signos en el sistema al que
pertenecen. En el sistema, cada signo es uno único, no percibible y sólo
pensable; lo que vemos, en la configuración, cuando el signo se actualiza
(es decir, cuando pasa de ser una virtualidad, o sea, una posibilidad,
a ser un existente, o sea, cuando accede a su actualidad), es una réplica
de ese signo (Charles Peirce, 1965/1931; parág. 2.261)
Lo que aquí interesa es que
los signos gráficos se articulan en un sistema, lo que no ocurre
con los signos correspondientes a las imágenes figurativas, ni con los signos
correspondientes a las imágenes plásticas, de las cuales (de estas dos últimas)
diría, como primer esbozo, que tienen sus atractores mentales en el registro de
la memoria a largo plazo de las imágenes visuales. Lo que destaco, con esto, es
que el conjunto de tales atractores (cualitativos o plásticos y figurativos) no
posee, por la modalidad de su almacenamiento en la memoria, una estructura de
sistema, sino de lo que, tentativamente, podría designarse como un
"registro dinámico", en cuanto componente de lo imaginario,
correlativo con lo habitualmente referido como carácter continuo
de las imágenes figurativas y como carácter experiencial
de las imágenes plásticas. Por tanto, las características sistémicas,
específicas de los signos gráficos, son las pertinentes a los símbolos,
siempre teniendo en cuenta que hablo de "símbolo" en sentido
peirceano: el resultado de una convención social (C.P.: 2.249).
Entonces, los signos
gráficos, en cuanto imágenes simbólicas, pueden negar,
afirmar condicionalmente, identificar el consecuente de determinado
antecedente, recomendar, exigir, prohibir determinado comportamiento, ser falsos
o verdaderos, constituir expresiones bien o mal formadas, y poseer la eficacia
y los límites de los "actos de habla" (a los que, ahora,
habría que explorar como "actos gráficos"; ver también,
más adelante, en "8 Conclusión"). Difícilmente, algún sistema de
signos gráficos va a poder realizar todas estas posibilidades, pero sí, unos
unas, otros algunas y otros pocos la mayoría. Las imágenes simbólicas están
destinadas a producir en el interpretante intérpreteii
alguno de estos o semejantes efectos semánticos.
Por el contrario, basta con
recorrer la imagen de la Figura 2 para comprender que la imagen de Frida
Kahlo no podría cumplir con ningunas de estas posibilidades; ejemplo que apunta
a comprobar que las imágenes figurativas tienen una capacidad de mostración, en
cuanto eficacia semántica mínima, diferente a la de las imágenes simbólicas.
Las imágenes figurativas muestran para individualizar un
existente actual o imaginario.
Como tampoco la propuesta
de color y textura de la Figura 1 podría cumplir con las posibilidades
que he enumerado; ejemplo que apunta a comprobar que las imágenes cualitativas
o plásticas tienen una capacidad de mostración, en cuanto eficacia semántica
mínima, diferente a la de las imágenes simbólicas. Las imágenes cualitativas o
plásticas muestran para inducir una experiencia sensorial
subjetiva e intransferible.
En cambio, un recorrido por
las variantes propuestas en la Figura 3 muestra cómo cada una de esas imágenes
simbólicas, réplicas de los correspondientes signos gráficos, está cumpliendo
efectivamente con alguna o con varias de aquellas posibilidades específicas:
negar, afirmar, recomendar, exigir, prohibir, etc. Distinto
comportamiento cognitivo que desarrollamos como intérpretes, ante cada
una de tales clases de propuestas perceptuales y que fortalece la comprensión
del carácter diferencial de las distintas imágenes y la incorrección
metodológica que supondría su tratamiento indiferenciado.
3.2 Cómo lo muestran
las imágenes simbólicas
Creo que resultaría
imposible pretender la exhaustividad en el tratamiento de este punto. Al
tratarse de imágenes simbólicas, el desarrollo de cómo éstas muestran lo que
muestran equivale a una enciclopedia de todas las sintaxis según
las que se relacionan, en las correspondientes configuraciones (o
sea, en los contextos integrados por imágenes visuales), los signos gráficos
efectiva y socialmente disponibles.
Porque, en principio, las
relaciones que vinculan entre sí (al menos) a las imágenes simbólicas en
configuraciones ya producidas, o las relaciones que pueden llegar a vincularlas
en configuraciones posibles, constituye una auténtica sintaxis.
Dos observaciones: una
sobre el uso del término "sintaxis" y otra sobre la especificidad
de cada conjunto de imágenes simbólicas.
El término
"sintaxis" tiene una fuerte connotación lingüística. Como es mi
preocupación constante, trato de evitar ese tipo de términos por lo que
arrastran de su calidad metalingüística, por lo general inadecuada
cuando se están considerando otros signos diferentes a los lingüísticos. De
todas formas, este término se vincula a la lingüística por el uso que los
lingüistas han hecho de él, lo cual es mucho y difícil de superar. En su
estructura etimológica, sin embargo, no contiene nada necesariamente
lingüístico: "sin", en griego, significa "con" y
"taxis", también en griego, significa "orden"; así
"sintaxis" sugiere "orden conjunto", o sea, un orden
que reúne elementos diversos, lo que se ajusta adecuadamente a la
disposición ordenada de los signos, como se requiere para la producción
comunicable de una Semiosis Sustituyente. En definitiva, podemos permitirnos
hablar de la sintaxis de una configuración sin temor (pero
atentos) al peligro de contaminación lingüística, cuidando de referirnos a las
reglas que permiten establecer un orden en un conjunto de imágenes simbólicas.
Y aquí interviene la
segunda observación sobre la especificidad de cada conjunto de
imágenes simbólicas. Como dije en el apartado anterior, las imágenes simbólicas
son réplicas de signos gráficos, los cuales se definen por las relaciones que
los vinculan entre sí, en el interior del sistema al que pertenecen y por el
hecho de que, por ser símbolos, necesariamente pertenecen a algún sistema. Es
la vieja idea saussureana de valor, mediante la cual pudo constituir en ciencia
a la lingüística, a partir de reconocer que los signos lingüísticos son
entidades discretas (o sea, con una identidad diferencial neta y estable o con
reglas precisas de transformación) que se vinculan mediante relaciones que
abarcan desde lo muy, hasta lo relativamente formalizable; por lo que, los
saussureanos signos lingüísticos son también, peirceanamente, símbolos.
Entonces, como enfoque general, recuérdese mi afirmación de que los signos
gráficos ostentan una calidad simbólica en cuanto están identificados y
relacionados según normas convencionalmente establecidas y/o aceptadas. Esto es
lo que, también según mi propuesta, los diferencia de las restantes imágenes
visuales, tanto de las imágenes figurativas, como de las imágenes
plásticas, de ninguna de las cuales podríamos afirmar ni un carácter
discreto, ni una vinculación necesaria mediante relaciones relativamente
formalizables, ni, por tanto, su pertenencia a sistema alguno.
Pero, ¿de qué conjuntos de
imágenes simbólicas hablamos cuando hablamos de sistemas de signos gráficos?
El espectro de propuestas
perceptuales abarcado por la expresión "imágenes simbólicas" es muy
amplio. Es muy diversa la materia prima con la que están constituidas las
imágenes que pueden incluirse en esa expresión. Porque lo que justifica la
inclusión de unas y la exclusión de otras es lo relativo al carácter de sistema
que se establece entre unas y que no puede constituirse entre las otras (o no
se admite socialmente tal posibilidad).
Por supuesto, el conjunto
de las imágenes simbólicas mostradas en Figura 3 tiene el carácter de
ser la actualización o las réplicas existenciales de los correspondientes
signos gráficos del respectivo sistema simbólico virtual. Pero, antes de seguir
con su estudio, hay que tener en cuenta que las letras (y las palabras
con ellas construidas) de este texto son, igualmente, imágenes
simbólicas.
¿En qué se diferencian
estas letras de aquellos dibujos? En lo que puede llamarse "la materia
prima" o base perceptual de la correspondiente capacidad de
representación. Peirce diría, mejor, "en la calidad del
representamen", absolutamente convencional en el caso de
estas letras y relativamente convencional (en cuanto íconos estereotipados)
en el caso de aquellos dibujos.
¿En que se parecen
estas letras y aquellos dibujos? En que unas y otros se relacionan según
vínculos estables, o sea, según relaciones sintácticas relativamente
duras e inmodificables. Esto permite establecer que, tras la presencia
de las configuraciones que se ofrecen a la percepción visual, existe un sistema
de normas relacionales que convalidan o rechazan la capacidad de Semiosis
Sustituyentes que se pretende atribuir a tales configuraciones.
Observemos la siguiente configuración
de letras:
"ytop kklesc
iwqixpttol zamlskeincxsk sdi tr pewñwlsoenri hderuenfritmosetrhu zxzirtmfelt
adsn"
Salvo algún hallazgo
casual, no hay regularidad, en sus relaciones, que permita esbozar algunas de
las reglas que, por definición, son constitutivas de un sistema. El
concepto de sistema rechaza a esa configuración como posible Semiosis
Sustituyente proveniente de algún sistema. Por el contrario, en esta
otra configuración de letras:
"Salvo algún hallazgo
casual, no hay regularidad, en sus relaciones, que permita esbozar algunas de
las reglas que, por definición, son constitutivas de un sistema"
existen relaciones estables
que, justamente, permiten esbozar algunas de las reglas que, por definición,
son constitutivas de un sistema. El concepto de sistema convalida esta
configuración como posible semiosis sustituyente, o sea, susceptible de
ser interpretada por un intérprete. El ejemplo puede parecer poco interesante,
en cuanto sabemos leer desde la infancia y lo percibimos como lengua
escrita y no como imágenes visuales que requieren una
previa interpretación en cuanto signos gráficos pertenecientes a un determinado
sistema.
Sin embargo, éste es el
aspecto en que esa configuración de letras se asemeja a los dibujos de la Figura
3. Una tarea interesante y que es base de diversos trabajos de
investigación destinados a explicar el proceso de producción de la
significación de muchos fenómenos sociales, consiste en recuperar el
sistema subyacente tras un mensaje manifiesto. Es tarea especialmente
vinculada al aprendizaje de la interpretación de los lenguajes (idiomas, señas,
morse, banderas, criptogramas, jeroglíficos, señalética en computadoras,
envases, edificios públicos, etc.; para los que, por su diversidad posible, más
que "lenguaje" preferiría nombrar, como vengo
reiterando, "semiosis"), todos los cuales están
constituidos por imágenes visuales simbólicas que se relacionan según reglas
preexistentes (o recuperables como transformación) en el correspondiente sistema.
Pero nunca podríamos afirma
algo semejante, en el caso de la fotografía de Frida Kahlo (en cuanto imagen
figurativa) o en el de los colores y texturas de la obra de R. van der
Werf (en cuanto imagen cualitativa). No hay ningún sistema de
relaciones normadas y relativamente necesarias que pueda recuperarse tras estas
últimas propuestas perceptuales. Otras tienen que ser las operaciones
cognitivas que intervienen en su interpretación. Es decir, pertenecen a otra
semiótica visual, que no es la simbólica.
4 RECUPERAR EL SISTEMA
AL QUE PERTENECEN LAS REGLAS QUE CONSTRUYEN EL SENTIDO
Tal la tarea con la que
continuaré, a partir de cada una de las configuraciones gráficas que aparecen
en la Figura 3.
Para ello, hay que tener en
cuenta que lo que estoy tratando de identificar son comportamientos que ocurren
efectivamente, en la mente del interpretante intérprete y creo,
también, que ocurren después de haberse producido los resultados de otras
varias operaciones previas que considero interesantes, especialmente desde el
enfoque de una semiótica cognitiva.
Esta preocupación por
establecer y, en lo posible, describir el desempeño de los comportamientos
mentales mínimos es coherente con el enfoque de las investigaciones
cognitivas que, de algún modo, han invertido, frente a las que fueron las
concepciones dominantes de la Gestalt, el orden en que se considera que se
producen los comportamientos perceptuales. En especial, desde David Marr (1982;
p. 41 ss.), se considera que la percepción va desde lo elemental hacia lo
global y general; sin perjuicio de continuar teniendo en cuenta otras
muchas explicaciones valiosas que propuso la Gestalt. Lo que está afirmando
Marr es que para cuando reconocemos las grandes formas (o síntesis o imágenes)
ya hemos asumido un compromiso subjetivo con ellas, viendo lo que sabemos
o lo que queremos ver.
La exigencia de que lo que
se propone como explicación pueda servir de base a un programa de computación,
puede discutirse en cuanto a su valor epistemológico o puede plantearse como
una mera demostración de la utilidad empírica de dicha explicación, pero un
enfoque cognitivo de la semiótica requiere conciliar su convergencia con las
neurociencias, y con la informática (Paul Thagard, 1993: 2 ss). Y para eso
necesita comenzar por la identificación, lo más elemental posible, de las
relaciones mínimas y eficaces para la producción de resultados que se integran
en nuevas relaciones eficaces para la sucesiva producción de nuevos resultados
que resulten a su vez eficaces, hasta la obtención de respuestas que repliquen
los comportamientos observables.
Me resultaría imposible
elaborar, aquí y ahora, un programa de computación con los datos intuitivamente
identificables en las imágenes simbólicas propuestas en la Figura 3.
Pero, a mero título exploratorio, trataré de esbozar algunas operaciones
analíticas que podrían resultar pertinentes para su posterior diseño.
A los efectos de poder ir
siguiendo las reflexiones que propongo, identifico a cada una de las 25
imágenes simbólicas que contiene la Figura 3, mediante los
números que escribo aquí y cuya posición, en un rectángulo de 5 x 5 entradas,
reproduce las posiciones de las correspondientes imágenes, para su
identificación y para saber de qué estoy hablando en cada caso.
Numero las imágenes de
izquierda a derecha y de arriba hacia abajo:
1 2
3 4 5
6 7
8 9 10
11 12 13 14 15
16 17 18 19 20
21 22 23 24 25
Al calificarlas de
"imágenes simbólicas" se está afirmando que, respecto de los
componentes de cada una y de la manera de relacionarse en el interior de cada
imagen, existe un acuerdo social cuyo conocimiento es imprescindible para
interpretar el significado de cada imagen. Así que, de cada una tendré
que hacer explícito lo que considero que debe saberse y, a partir de ese
conocimiento previo, describiré la relación sintáctica de la que, en
definitiva, habrá de provenir la interpretación correspondiente, la cual hace
explícito el significado construido.
Comienzo por el análisis de
la imagen nº 1, o sea, la correspondiente a la esquina izquierda
superior.
Sólo he querido esbozar,
por una parte los a priori culturales o construcciones semióticas
procedentes de la misma o diferente semiosis de los que necesitamos
disponer para interpretar una imagen tan obvia como la presentada en el 1er
cuadro de la Figura 3. Por otra parte, también he querido poner de
manifiesto cómo la interpretación del interpretante comunicativo necesita,
complementaria pero fundamentalmente, de la sintaxis para que el interpretante
intérprete construya la interpretación que el interpretante productor está
interesado en que construya. Estos son los aspectos normativos o
regulares que, integrados con otros identificables en las restantes
imágenes (2, 3, 4..., etc.), hacen de estas reflexiones un comienzo de
descripción de las relaciones constitutivas de un determinado sistema de
signos gráficos.
Continúo, pues, con el
análisis de otros aspectos de las 25 imágenes simbólicas de la Figura 3.
1. La representación de la
mano. Tratándose de un corpus de configuraciones propuestas a la
interpretación como Semiosis Sustituyentes acerca de (predominantemente) la
manipulación de determinados objetos e instrumentos, uno de los estereotipos
más reiterados es el de la mano o manos. Optar por esta representación, como
acabo de afirmar, requiere haberla seleccionado, de entre otras posibles
representaciones, por proyección del modelo correspondiente disponible en la
memoria asociativa y por ser el que menores transformaciones requiere, para
producir una interpretación aceptable de las imágenes percibidas. Está presente
(total o parcialmente) en 11 de las imágenes del conjunto (1, 3, 7, 10, 11, 13,
15, 17, 20, 23 y 24) y en otras 7 se la infiere (2, 4, 6, 14, 16[?], 19 y 22)
como necesaria para completar la configuración imaginaria de la acción
efectivamente representada y socialmente reconocible. En los casos en que la
mano está presente, sus relaciones sintácticas fundamentales son
las siguientes:
(en 1) la representación de
una mano (derecha) y de un frasco con su base sobre la representación de un
pulgar de esa mano y su tapa bajo la representación de un índice de esa misma
mano, para construir, visualmente, el significado de un
"sostener"; que no es el mismo que el construido con esta palabra;
(en 3) la representación de
una mano (izquierda) como superficie de oclusión (que, junto con el
"contorno de oclusión", son expresiones muy utilizadas por David Marr
para referirse a este efecto de obstáculo visual y a su eficacia en la
identificación de la noción referencial de objeto; 1982: 218 ss y
295 ss) sobre la representación de la parte media de un tubo de teléfono, para construir,
visualmente, el significado de un "asir"; que no es el mismo
que el construido con esta palabra;
(en 7: dos manos) la
representación de una mano (izquierda), en la parte inferior de una imagen y
sobre el borde de una representación de una bolsa (¿de basura?), y la representación
de otra mano (derecha), en la parte superior de esa imagen, con la
representación de un dedo índice de esa mano ocluyendo la representación de un
papel arrugado (¿?) el cual, a su vez, ocluye el resto de la misma mano, para
construir el significado, mediante una de ellas (la izquierda), de un
"sostener" y, mediante la otra (la derecha), de un "asir"
(que no es el mismo que el visualmente construido en 3 ya que sabemos que es
una instrucción intermedia que, en definitiva, construye un
"arrojar", pero eso surgirá a partir de la integración de este dibujo
en una determinada sintaxis existencial; por atractor mnemónico de esa
sintaxis, nos anticipamos a interpretar la gráfica en estudio como una
instrucción de "arrojar", aunque la estemos viendo fuera de su
sintaxis existencial específica); construcción visual del significado de
"sostener", "asir" y "arrojar", que no es ya el
mismo que el construido con estas palabras;
(en 10) la representación
de una mano (derecha) , con los dedos cerrados ocluyendo parcialmente la
representación de un cable que termina en la representación de la ficha de un
enchufe, para construir, visualmente, el significado de un
"asir"; que ya no es el mismo "asir" que el visualmente
construido en 3 y en 7, ni es el mismo que el construido con esta palabra
(el complemento de "retirar" o "desenchufar" requiere la
integración sintáctica del dibujo de la flecha, con su dirección
mostrada);
(en 11) la representación
del dedo (¿índice?) de una mano (derecha) apoyado sobre la representación de la
parte inferior e interna de una oreja humana, para construir,
visualmente, el significado de un "introducir" (¿o
"limpiar" o "hurgar"?); que no es el mismo que el
construido con esta palabra;
(en 13) la representación
de la punta de dos dedos, posiblemente pulgar e índice, de una mano
(izquierda), apoyados sobre la representación de los dos alambres componentes
de la representación de un alfiler de gancho, para construir,
visualmente, el significado de un "desenganchar"; que no es
el mismo que el construido con esta palabra (el complemento del
"empujar" previo, que se necesita para "desenganchar", ha
sido solucionado con palabras escritas, las que también son imágenes
simbólicas);
(en 15) la representación
de dos manos, una (la izquierda) en la parte superior de la imagen, ocluyendo
la representación de un costado de una cámara fotográfica, puesta en dirección
vertical, y la otra (la derecha) en la parte inferior de la imagen, ocluyendo
la representación del otro costado de la misma cámara fotográfica, la cual
ocluye la representación del ojo (izquierdo) y de la mitad (izquierda) de un
rostro femenino, para construir, visualmente, el significado de
un "sostener dirigiendo"; que no es el mismo que el construido con
esta palabra (que ello sea una instrucción de una posición
posible para tomar una fotografía requerirá de otras informaciones visuales,
verbales y comportamentales, complementarias);
(en 17) la representación
del dorso de una mano (derecha) con el índice extendido y los demás dedos
doblados sobre la palma, apoyando la punta de ese índice sobre la
representación de una etiqueta, para construir, visualmente, el
significado de un "pulsar"; que no es el mismo que el
construido con esta palabra;
(en 20) la representación
de una mano (derecha) al final de la representación del antebrazo y la
representación de un fragmento del otro antebrazo (izquierdo) con el resto y la
mano correspondiente ocluidos por la representación de un envoltorio al que se
lo representa sostenido por ambas manos (inferida la izquierda), rodeado, por
debajo y por los costados, por la representación de una caja abierta, para construir,
visualmente, el significado de un "meter" o un
"sacar" (necesitándose de la sintaxis existencial para decidir acerca
de esa alternativa); pero que no es el mismo que el construido con estas palabras;
(en 23) la representación
de dos manos, la izquierda arriba, apoyada sobre la representación de la tapa
de un pequeño botellón, y la derecha abajo, sosteniendo la base de ese mismo
pequeño botellón, con la característica gráfica de que ambas manos están
duplicadas, acudiendo a ese recurso visual (como ya vimos en las flechas de la
imagen nº 1) como representación del movimiento , para construir,
visualmente, el significado de un "sacudir" (cuya dirección necesitará
de las flechas para quedar construida); y que no es el mismo significado que el
construido con esta palabra;
(y en 24) la representación
de tres dedos (y de un cuarto semiocluido) de una mano (derecha), de los cuales
la punta del índice está apenas ocluida por la representación del orificio
central de un CD y la punta del pulgar, del medio y del anular están en
contacto con la representación del borde de ese mismo CD, para construir,
visualmente, el significado de un "sostener"; que no es el
mismo que el construido con esta palabra (y el modo en que el
objeto quedará sostenido se reitera mediante palabras. Sin
perjuicio de que los elementos gráficos mostrados harían innecesaria esta
presencia del lenguaje verbal).
En todos los casos, las
representaciones lo son de estereotipos de los elementos representados.
Los aspectos aquí
identificados son absolutamente incompletos para explicar el proceso
visual de producción del significado de estas imágenes simbólicas, lo
que iré completando, pero, posiblemente, sin poder agotarlo, por estar
trasladando a lo verbal lo que está propuesto gráficamente para la producción
de su correspondiente eficacia significativa.
En efecto, en estos
mensajes estoy acudiendo a la palabra (ya que no hago más que escribir) como
explicación de la eficacia semiótica de los dibujos, y tal considero
que es la eficacia cognitiva, por conceptual, de la palabra (su eficacia para
explicar). Lo que no considero como equivalente, ni tampoco que sea visible
porque sea decible (o sea, no considero a la palabra una condición de la
visión), es la relación entre el dibujo y la palabra o discurso verbal que lo
representa. O sea, desde la concepción de independencia pero
complementariedad que sostengo como la que interrelaciona las diversas
semiosis socialmente concurrentes para conferir significado a los fenómenos
sociales, puede decirse que el dibujo (en el caso al que me estoy
refiriendo, o sea, en cuanto imágenes simbólicas; lo que no ocurre con las
imágenes figurativas ni con las cualitativas) es una semiosis
sustituyente que construye instrucciones, informando, sugiriendo o prohibiendo
acerca de un tipo determinado de fenómeno social (en estos casos,
manipulaciones de objetos), que adquiere significado (o sentido,
si lo consideramos como componente atómico de procesos más complejos que los
incluyen) por eficacia de tales dibujos. Los fenómenos o las
manipulaciones que están representados por los dibujos son Semiosis Sustituidas
o, si los enriquecemos con las restantes informaciones (construidas por la
confluencia de todas las semiosis: verbal, visual, indicial, etc.) que pueden
aplicársele, son Objetos Semióticos (Juan Magariños de Morentin, 2002c:
Apartado 3). El discurso verbal puede intervenir, a su vez, por
supuesto, como Semiosis Sustituyente del dibujo que, así, quedaría,
provisionalmente, constituido como Semiosis Sustituida, acerca de la cual la
palabra siempre tendrá algo que decir diferente a lo dicho por el dibujo;
del mismo modo como el dibujo, en cuanto Semiosis Sustituyente de un supuesto
discurso verbal, siempre tendrá algo diferente que mostrar acerca
de lo que la palabra, que, provisionalmente, quedaría constituida como Semiosis
Sustituida, puede decir como construcción verbal de esa misma
acción, que ya no será la misma.
5. INTERVALO
La característica
predominante de la representación visual del objeto, en este
corpus de imágenes, es su dinámica. El dibujo muestra lo que se
está haciendo con o en el objeto, su uso o su
transformación. En este sentido, la imagen simbólica presupone,
por lo general, la situación existencial en la que se manipula o a la que se
aplica el objeto. Conviene recordar que mi idea es demostrar cómo estas
imágenes se diferencian, hasta el punto de constituir otra semiótica
particular, de las imágenes figurativas y de las imágenes
cualitativas o plásticas.
Así, en (2), la imagen
simbólica representa, con notables carencias que imposibilitan la
individualización de la persona representada, la imagen especular de un hombre
que se está haciendo el nudo de la corbata: situación existencial acerca de
cuya correcta realización instruye la imagen en estudio. La representación de
los lazos y vueltas de la corbata actualizan, en la simultaneidad de la imagen,
los que son pasos secuenciales, sucesivos y temporalmente diferenciados, del
comportamiento de anudarse la corbata. Obsérvese que fue necesario representar
la cabeza, para que la sintaxis de su ubicación por debajo de
ella, al sugerir la representación de que está en torno y a partir del cuello,
identificase que lo que se representa es una corbata y no, meramente, una cinta
en la que se hace un nudo o, incluso, una serpiente desenrollándose. Obsérvese,
también que se ha prescindido de las manos, las que, posiblemente, complicarían
excesivamente el dibujo y, por su carácter perceptual de superficies de
oclusión, impedirían percibir visualmente lo que se está haciendo con la
corbata. Presencias, ausencias y vueltas y pliegues del objeto que
van construyendo la sintaxis visual efectivamente significativa.
Sintaxis que materializa, determinadas relaciones virtuales, convencionalmente
establecidas, pertenecientes, en este caso, al sistema de uso de la
indumentaria. La imagen simbólica tiene por objetivo actualizar, exclusivamente,
esta característica virtual o esta posibilidad de un concreto aspecto del sistema
social, convencionalmente establecido, de la manipulación de objetos.
Destaco lo exclusivo de
este objetivo, porque en los casos de las imágenes figurativas y de las
imágenes cualitativas, lo efectivamente mostrado, pese a constituir su
eficacia fundamental (individualizadora, en el primer caso y experiencial
en el segundo), no agota lo que se muestra, sino que suele ser una mera excusa
para actualizar otras asociaciones hacia las que habrá de apuntar, en definitiva,
la interpretación; mientras que, en las imágenes simbólicas, mostrar lo que se
muestra cumple y agota su propuesta para la interpretación.
Por otra parte, las
palabras, aquí, fuera del uso explicativo que les estoy dando, no tendrían
eficacia demostrativa respecto del comportamiento visualmente representado.
Creo que puede afirmarse que las palabras no están, en las imágenes
simbólicas, ni antes ni después del dibujo (en cuanto, si el
correspondiente dibujo está bien resuelto, resultan innecesarias para su
comprensión), sino que están eficazmente reemplazadas por el dibujo (en
cuanto expresivo de lo que, de otro modo, sería indecible).
6. AQUELLO QUE PODEMOS
DENOMINAR "ELEMENTOS ESTRICTAMENTE SIMBÓLICOS"
Identifiquemos los
elementos estrictamente simbólicos que aparecen incorporados en cada una de las
imágenes de ese conjunto representado en la Figura 3. Entiendo por "elementos
estrictamente simbólicos" aquellos que carecen totalmente de
referencia figurativa, incluso de la que aquí hemos considerado como "estereotipada,"
utilizando este término en el sentido de que no sustituyen a ninguna
individualidad, sino que meramente representan a una clase,
identificada por sus rasgos perceptuales genéricos y prototípicos (G. Kleiber,
1993: 108 ss). Pues bien, los elementos estrictamente simbólicos son formas
elaboradas para representar sólo por convención, o sea, que resulta
imprescindible reconocer a tales elementos en cuanto pertenecientes a un
código, cuya interpretación requiere necesariamente un aprendizaje.
En este sentido, las
palabras son prototipos de lo que estoy denominando "elementos
estrictamente simbólicos". Y encontramos palabras en las imágenes
simbólicas números 13, 17 y 24.
Las expresiones verbales representadas gráficamente (como escritura) en las imágenes
13 y 24 expresan instrucciones cuyo sentido se integra con los
restantes elementos gráficos (los cuales, en los casos que estamos revisando,
representan comportamientos que realizan instrucciones que pueden o no requerir
expresarse verbalmente). Quiere decir que, al menos en los casos 13 y 24, el
intérprete productor considera que la representación visual del comportamiento
se considera insuficiente para su correcta realización, por lo que se le agrega
una específica indicación verbal acerca de cómo actuar.
En la imagen 13, la
expresión verbal nombra una acción ("pull/saque")
con la que se logra un resultado ("to open/para
abrir"). Visualmente, la imagen ofrece la percepción del resultado: al
alfiler de gancho (o imperdible) ya se lo ve abierto, que es lo que está
enseñando a hacer la imagen. Y lo enseña con otro tipo de elementos simbólicos
no verbales que, en este conjunto de imágenes, sólo aparece en esta imagen 13 y
que su productor consideró insuficientemente expresivos por lo que recurrió al
complemento verbal: son esas pequeñas líneas paralelas a la aguja móvil,
tres desde la cabeza del alfiler hacia el centro de la imagen y seis entre la
cabeza del alfiler y el dedo que se apoya en la punta abierta. En otro tipo de
imágenes, como las de las historietas gráficas, es habitual recurrir a este
tipo de imagen expresiva para representar el movimiento (de un
auto que avanza, de un pie que corre, de un pájaro que vuela, etc.); justamente
lo que se busca representar aquí: un pequeño movimiento hacia adentro (las tres
líneas) y un movimiento más amplio hacia fuera (las seis líneas). También estas
líneas son elementos estrictamente simbólicos, en cuanto
requieren ser aprendidos, pero, por supuesto, diferentes a las palabras.
En la imagen 24, la
expresión verbal es redundante, como ya anticipé, puesto que
afirma ("this way/de este modo") lo que la imagen muestra, al
representar la posición de los dedos, como el modo correcto de sujetar un CD.
Salvo las imágenes que prohíben algo, todas las demás podrían agregar esta
expresión, ya que ésa es la semántica que construyen visualmente: el modo de
hacer algo.
Es distinto el caso de la
imagen 17. Aquí, lo verbal es el nombre del objeto hacia el que
se dirige la acción del dedo extendido de la mano representada. Conociendo el
contexto habitual, todo aparato movido con algún tipo de energía eléctrica o
nuclear tiene un pulsador que activa la fuente. Aquí se designa,
explícitamente, ese lugar de activación de la energía ("power"),
recuadrando la propia palabra que lo designa, como a veces
aparece sobre la carcaza del propio aparato; con la representación de cuyo
recuadro incrementa la representación visual de la tecla, llave o pulsador
digital, a establecer la necesidad de activar el cual se dirige la propuesta
semántica de la imagen. Así que, en este caso, la representación
de la palabra es una representación del objeto a manipular.
También los números son
prototipos de elementos estrictamente simbólicos. Aparecen
números en la imagen 22; también en las imágenes 18 y 21, pero, como están
asociados con otros elementos simbólicos prefiero dejar el comentario de estos
últimos para un poco más adelante.
En la imagen 22, los
números representados: un "1" y un "2"
identifican respectivamente cada una de dos puntas de algún aparato que se
supone conocido o al que se lo ve, simultáneamente, por estarlo manipulando. La
configuración total de la imagen con la representación convencionalizada de un
pelo, saliendo de su alvéolo y quebrándose al estar representada la acción de
la punta nº 1, junto con la experiencia indicial de nuestro comportamiento
depilatorio, y con nuestro papel admitido o impuesto de intérpretes frecuentes
de mensajes publicitarios, tiende a que lo interpretemos como la eficacia
de determinado artefacto, posiblemente una afeitadora, que, después de
la eficaz acción de la punta designada como "1", todavía se reserva
la eficacia incrementada por la presencia de la punta designada como
"2", quedando fuera del universo semántico aquí representado la
eventual formulación de una norma acerca de su manipulación correcta,
limitándose a informar acerca de una característica de su funcionamiento.
La flecha o la
pluralidad de flechas,
constituye otro de los elementos estrictamente simbólicos incorporados
a la sintaxis visual de estas imágenes simbólicas. La
representación de una flecha ha pasado de ser la representación de un arma que
se lanza hacia un objetivo (bélico o deportivo) a ser la representación de la dirección
en la que se encuentra ese objetivo o según la que deberá desplazarse
determinado objeto, por supuesto dotado de movilidad. Aparecen una o varias
flechas en las imágenes simbólicas 1, 3, 6, 10, 11, 14, 23 y 25.
También en las numeradas como 18 y 21; pero, de nuevo, dejo su análisis por
concurrir con otros: letras y/o números. En todos los casos primero
mencionados, siempre se integra junto a la representación de determinado
objeto: (1) frasco, (3) tubo de teléfono, (6) solapa de envase, (10) enchufe,
(11) dedo, (14) par de cucharones, (23) otro frasco mayor que el primero y (25)
señal de bifurcación caminera. En todos estos casos, la sintaxis de esta
asociación añade la representación de un movimiento direccional,
conforme al cual deberá manipularse el objeto representado: (1) sacudirlo
reiteradamente hacia arriba y hacia abajo, (3) levantarlo separándolo, (6)
abrir levantándolo, (10) sacarlo horizontalmente, (11) girarlo sobre sí mismo,
(14) girarlos circular y simultáneamente, (23) sacudirlo reiterada y
lateralmente y (25) separar y juntar la marcha de los vehículos sobre una ruta;
siempre teniendo presente que la representación de estas acciones tal como aquí
quedan dichas no es la misma que la construida visualmente. Si sacamos la
flecha, se pierde el sentido; dejo la reflexión sobre el efecto que produciría
esa carencia al ejercicio de vuestra imaginación.
Los casos 18 y 21 tienen de
particular que, en el 18, junto a la representación del objeto: una especial
conexión eléctrica, están también representados, (a) una pequeña flecha
destacada con un círculo, (b) una letra "H" también incluida en un
círculo y (c) el número "10" entre dos líneas paralelas, en el
exterior de las cuales se contraponen dos flechas. Cada uno de estos tres
elementos estrictamente simbólicos aporta, al relacionarse sintácticamente con
una parte específica de la conexión eléctrica representada, o sea, (a) con la
representación de un tipo de cable visualmente diferenciado, (b) con la
representación de un tope que representa un límite y un impedimento de
deslizamiento y (c) con la representación de la dimensión de un margen que
habrá que preservar (con las flechas indicando, contrapuestas a cada lado, el
ajuste de dicho margen), aporta, decía, por esta relación sintáctica, un
incremento semántico que hace, de esta imagen simbólica un discurso
mucho más complejo que los de las restantes imágenes simbólicas de este
conjunto.
Por su parte, la imagen
simbólica, que he numerado como "21", integra
sintácticamente la representación del perfil de un cuerpo humano, con (a), a
nuestra izquierda (a la derecha de la figura humana representada), una columna
constituida por una serie de números subrayados; con (b) sobre el mismo lado,
una llave de diagrama entre esa columna de números y la representación de la
figura; con (c), sobre el mismo lado, una fina flecha que llega desde el medio
de esa llave hasta la representación de la cintura de la figura; con (d) una
línea de puntos horizontal sobre la representación de dicha cintura. Esto
permite interpretar esa columna de números como las medidas que
puede llegar a tener la cintura representada. Pero, además, la representación
del perfil de un cuerpo humano también se integra sintácticamente,
con (e), a nuestra derecha (a la izquierda de la figura humana representada),
otra columna constituida por otra serie de números subrayados; con (f) sobre el
mismo lado, un línea vertical terminada en sendas y contrapuestas puntas de
flecha; con (g) dos líneas de puntos horizontales que vinculan a la punta de flecha
superior con el ápice de la representación de la cabeza de la figura humana y
la punta de flecha inferior con la representación de la planta de los pies de
la misma figura. Esto permite interpretar esta columna de números
como las medidas que puede alcanzar la estatura de la figura humana
representada. El subrayado de cada uno de los números de cada una de las
columnas acentúa visualmente la correspondencia entre los del mismo nivel de
una y otra columnas, construyendo la relación semántica entre
altura y dimensión lineal de la cintura.
Estas tediosas
descripciones tienden a identificar los aspectos visuales que explican la
interpretación que, en la comunicación cotidiana, logramos de manera inmediata
e intuitiva. Y no puedo dejar de asociar esta reflexión con la
"comunicación oral" de un "no especialista" que cita M.
Pêcheux, en la introducción al artículo de Courtine; no-especialista que se
pregunta irónicamente, refiriéndose a la tarea del análisis de discurso:
"¿Es esa disciplina gracias a la cual se emplean diez años en establecer
lo que un lector medianamente ilustrado capta en diez minutos?" No
perdamos de vista que una cosa es interpretar y otra explicar
por qué interpretamos lo que interpretamos; que una cosa es diseñar
una imagen para que quien la perciba sepa cómo comportarse y otra explicar
por qué esa imagen trasmite esa información. No me estoy justificando
(¿o sí?), pero estoy explicando por qué la semiótica es una metodología de
investigación en ciencias sociales.
7 NECESIDAD DE UNA SINTAXIS,
AL MENOS VIRTUAL
Las imágenes 2, 4, 12, 16 y
19 representan exclusivamente objetos, sin integrarlos sintácticamente
con la representación de las manos que eventualmente pudieran manipularlos o de
alguno de los otros elementos estrictamente simbólicos a los que ya he hecho
referencia: flechas, letras o palabras, ni números.
Pero, en todos los casos, se
proponen a la percepción efectivas relaciones entre representaciones de objetos,
de modo tal que siempre se perciben representaciones de más de uno, ya que, de
lo contrario, no construirían ninguna instrucción ni información, sino que
meramente consistirían en la mostración de una representación empobrecida,
en cuanto estereotipada, la cual, sin ninguna configuración de uso que la
justifique, carecería de significación. Es lo que parecería
ocurrir con la imagen 12 que consiste en la representación del sol, desplazado
hacia la derecha y hacia la parte superior del recuadro, y de algunos de sus
rayos. Se requiere la experiencia de haberla visto estampada en la carrocería
de algunos ómnibus o vehículos públicos, cerca de la puerta de acceso y junto a
otras imágenes simbólicas que informan acerca de comodidades que se ofrecen al
potencial pasajero, para que la interpretemos como informando acerca de la
polarización de los vidrios de la ventanilla que protegen de la crudeza de la
luz solar.
O sea, que la sintaxis
necesaria puede establecerse, no sólo entre aspectos gráficamente
representados en el interior de la imagen, sino que también puede establecerse
relacionándola con actividades o con otros elementos externos a la imagen, pero
en una proximidad que permita establecer la vinculación entre ellos. Una imagen
que tuviera una única representación de un objeto o que no pudiera vincularse a
otra representación, actividad u objeto existencial externo a esa imagen, o
sea, una imagen sin relaciones sintácticas internas o externas a la propia
imagen, no sería nunca una imagen simbólica, en cuanto no construiría
significación alguna.
La necesidad de poseer las claves
interpretativas que permitan identificar las representaciones propuestas a la
percepción y las relaciones que se establecen entre ellas, vincula estas
imágenes al campo de lo simbólico, en cuanto convencionalmente
vigente. Es el caso de la dificultad o, incluso, imposibilidad de
interpretar la imagen 16: se identifica la representación de dos dientes, uno
en la parte superior y otro en la inferior que corresponderían a ambos
maxilares. Incluso puede interpretarse, en la zona intermedia, la representación
de un cepillo de dientes, si bien en un extraño escorzo. Pero el cuarto
elemento resulta, al menos para mí, imposible de interpretar, ya que, aunque
representase a la pasta dentífrica, no advierto cuál pueda ser la acción que se
sugiere o el modo correcto de realizarla que se propone, con lo que la imagen
en su totalidad, al carecer de una estructura sintáctica reconocible, pierde su
capacidad semántica y se hace opaca.
Quedan tres imágenes que
incluyen dos modos gráficos de representar la prohibición,
mediante los correspondientes elementos estrictamente simbólicos:
las aspas o la "X", por una parte, con su representación generalizada
de lo "tachado" o "eliminado" y, por otra, el trasplante
metafórico de la señal (que, en estricta terminología semiótica, no es
tal o que no lo es en todos los casos, ya que la función semiótica de la
"señal" consiste en anticipar la presencia futura del
objeto representado) de tránsito que establece la prohibición de circular o,
superpuesta a una "E" o una "P" representativas (la última
por influencia anglosajona) de estacionar y que se generaliza hasta
establecer la idea de prohibición respecto a transportar el tipo de
objetos o realizar el tipo de comportamiento, que aparezca representado bajo
ella.
En realidad, sólo la imagen
9 es clara en su prohibición de bañarse, por la metáfora de la superposición de
la prohibitiva señal de tránsito sobre la representación de la bañadera con la
representación del agua cayendo de la ducha abierta.
La imagen 5 se sabe que
prohibe, pero no se sabe exactamente qué es lo que prohibe: si prohibe beber
agua (en el contexto de algún comportamiento determinado, posiblemente
alimenticio) o volcar en un vaso algún líquido (del que por la disposición de
su uso se sabrá de cual se trata). Y de la imagen 8 también se sabe que
prohibe, por la "X" tachando las tres líneas paralelas, pero tampoco
es claro lo que prohibe, salvo por el indicio (que tampoco es tal en estricta
terminología semiótica, ya que la función semiótica del "indicio"
consiste en recuperar la presencia histórica del objeto
representado, sino ambiguo estereotipo de no se sabe bien qué objeto
pretendidamente representado) de que las líneas levemente curvadas del
rectángulo que contiene la información prohibitiva, aludan a un televisor; con
lo que lo prohibido sería encender la televisión.
En el próximo apartado,
procuraré sistematizar las laboriosas observaciones realizadas con relativa
minuciosidad, elaborando lo que considero serían las reglas del sistema
simbólico al que pertenecen estas imágenes.
O sea, por una parte,
pretendo sostener la afirmación de que, si se dispone de un corpus de
configuraciones gráficas (como también ocurriría si se dispusiera de un
corpus de contextos verbales o de disposiciones existenciales) junto con
el conjunto de las relaciones sintácticas efectivamente aplicadas para su
construcción, sería posible conocer el sistema del cual proceden,
siempre suponiendo que, en todos los casos en estudio, se trata de signos
(imágenes, palabras o comportamientos) simbólicos, por tanto relativamente
unívocos y convencionales.
Y, por otra parte, también
pretendo sostener la afirmación de que, sólo si se conocen las reglas de
un sistema de signos simbólicos, será posible explicar cómo la interpretación
podrá atribuir determinada y no otra significación a las configuraciones
gráficas (o los contextos verbales o las disposiciones existenciales) que
se están percibiendo en un momento dado.
8 LAS REGLAS DEL SISTEMA
DE LAS IMÁGENES SIMBÓLICAS
Voy a tratar de describir
las reglas que constituyen el sistema de donde han surgido las
configuraciones de las imágenes simbólicas sobre las que he estado
trabajando. Cumpliendo con esas reglas, un interpretante productor podría
proponer, a los eventuales interpretantes intérpretes,
otras configuraciones visuales destinadas a comunicar, mediante
las correspondientes propuestas de percepciones visuales, otras instrucciones,
informando, sugiriendo o prohibiendo otros determinados
comportamientos, igualmente relativos a la manipulación de objetos. O sea, a
partir de determinado sistema de signos simbólicos puede construirse una
cantidad indeterminada de textos (configuraciones icónicas, disposiciones
existenciales o contextos simbólicos).Tal es el ámbito en el que se cumple la
eficacia semántica de las imágenes simbólicas procedentes del sistema
de reglas identificadas en el análisis.
Esta enumeración no agota
las reglas posibles ni las reglas necesarias para la existencia eficaz de un
sistema de generación/interpretación de configuraciones visuales, con
características de imágenes simbólicas. Sólo registra (algunas de) las
efectivamente utilizadas para la construcción del repertorio de imágenes
simbólicas sobre las que he trabajado. Otras configuraciones nos
permitirían acceder a otras reglas que se integrarían en el
mismo sistema o en otro sistema afín. Por ejemplo, las identificaciones
visuales de los respectivos baños (o "toilettes")
de hombres y de mujeres, por lo general se construyen con la
imagen estereotipada del perfil o borde de una superficie de oclusión que
representa frontalmente, en un caso, a una mujer, identificable por estar
representada con melenita y pollera (o falda) y, en el otro, a un hombre,
identificable por estar representado con saco y pantalón (existen variantes,
por supuesto, que se orientan, en todos los casos, a producir una
identificación visual diferencial, por género). O sea, no se representa
la actividad que va a cumplirse, ni el modo de cumplirla,
ni el mobiliario sanitario a utilizar, sino que se vincula a cada
imagen con el correspondiente espacio asignado a uno u otro sexo (o, más bien,
a una u otra forma de vestir), ya bien asociándolo a la imagen mediante la
correspondiente flecha direccional o ya bien situando las respectivas imágenes
visuales sobre las puertas de los correspondientes espacios. Se trata de dos
reglas no utilizada por las imágenes estudiadas, pero (suponiendo que incluimos
a las correspondientes imágenes simbólicas que acabo de describir en nuestro
repertorio) con las que podríamos comenzar la descripción normativa del sistema
en estudio:
9 CONCLUSIÓN
Me parece oportuno concluir
(provisionalmente) estos desarrollos acerca de la semántica de las
imágenes simbólicas, con algunas reflexiones que las encuadren y
fundamenten en la correspondiente problemática semiótica y cognitiva.
En principio, considero
haber justificado mi hipótesis acerca de la diversidad de problemáticas tanto
semióticas como cognitivas que comparten, a veces de modo equívocamente
indiferenciado, el espacio epistemológico de la iconicidad visual.
Supongo que se habrá hecho evidente que lo que he ido explorando es pertinente
para explicar la eficacia semántica de un tipo de imágenes a las que he
calificado de "simbólicas" y que eso mismo no sería en absoluto
pertinente como explicación de la eficacia semántica de los otros dos tipos de
imágenes que (provisionalmente) he calificado como "figurativas"
(ejemplificadas con la fotografía de Frida Kahlo de la Figura 2)
y como "plásticas" o "cualitativas"
(ejemplificadas con la propuesta de Ron Van Der Werf de la Figura 1).
Un aspecto que surge como
interesante del análisis que he ido realizando, sobre las configuraciones de
las imágenes simbólicas, consiste en su aspecto "deíctico"
en cuanto construye el significado de la manipulación de objetos o la
realización o impedimento de comportamientos determinados que están involucrados
en el concreto acto de comunicación que se está produciendo. La
calificación de "deíctico" corresponde a una
posibilidad en el caso de los enunciados lingüísticos, los que pueden no ser
deícticos; y la diferencia radica en que, en el caso de las imágenes
simbólicas, los enunciados visuales que éstas configuran no
pueden dejar de ser deícticos. Es decir, las configuraciones de imágenes
simbólicas no construyen significados universales o abstractos, sino
que siempre están referidos a existentes específicos. Los 25
gráficos analizadosiii encuentran su
sentido en la medida en que son aplicables al manipuleo de objetos determinados
o a la realización eficaz de determinados comportamientos o a su prohibición.
Esto tiene dos
derivaciones: por una parte, la necesidad de explorar los que podemos denominar
"actos gráficos". Semejantes a los actos de habla
("hacer cosas con palabras") en que, así como éstos
requieren, para ser eficaces, la concurrencia de otros factores además de
determinados enunciados lingüísticos, los actos gráficos
("hacer cosas con imágenes") requieren el complemento de otras
instancias, además de la propuesta comunicativa de la propia imagen simbólica.
Así como, por ejemplo, la eficacia de la promesa, en el caso de
los actos de habla, no se cumple si el que promete ha decidido no cumplir su
promesa y/o si aquel al que se le promete algo no desea lo que se le promete;
así también la eficacia informativa, por ejemplo, de la imagen simbólica del
nº 12 (el recuadro con el sol y los rayos de luz) no se cumple si se la adhiere
al respaldo de una silla, o tampoco se cumple la eficacia de la instrucción de
la imagen simbólica nº 13 (la instrucción para abrir el alfiler
de gancho) si correspondiese a un folleto acerca del modo de lograr el correcto
funcionamiento de una fotocopiadora. Por el contrario, los actos gráficos
difieren de los actos de habla en que su eficacia
semántica se obtiene con independencia de la voluntad del que lo formula y de
que aquel al que se instruye siga o no lo que se le propone gráficamente;
el comportamiento de este último podrá fracasar, pero ello no anula la
eficacia del acto gráfico; cómo abrir un alfiler de gancho (un
imperdible) está correctamente enunciado en la imagen simbólica nº
13, aunque su destinatario prefiera abrirlo de otro modo (por ejemplo,
doblándolo). O sea, en el acto gráfico, la eficacia
semántica es independiente de la eficacia comunicativa
para que se cumpla la instrucción que formula; mientras que, en el acto
de habla, no se produce su eficacia semántica, salvo que se den las
restantes condiciones implicadas.
Por otra parte, la relación
entre la imagen simbólica y determinado objeto o
comportamiento constituye fundamentalmente una proposición pertinente a
la semiótica indicial. O sea, semánticamente, organiza un
comportamiento, por lo que necesita, tanto si se lo cumple correcta como
incorrectamente, integrarse en una disposición existencial; tiene
que tener realización física, alcance ésta o no el éxito. Así
pues, estas imágenes simbólicas pertenecen a la semiótica
visual en cuanto configuraciones perceptuales, pero cumplen su eficacia
en el ámbito de la semiótica indicial.
Y esto nos lleva a
reflexionar acerca del tipo de temporalidad que generan, como
específico efecto semántico, estas imágenes simbólicas. En
general, creo poder afirmar que las imágenes simbólicas se sitúan siempre en un
presente, el de la acción representada, desde el que se construye
el futuro de determinado resultado del que se explica como
conseguirlo o se prohibe su realización. A veces (figuras 3, 6, 10, 13, 18, 24)
el presente en que se sitúa la imagen simbólica representa la
forma correcta del estado-resultado, con lo que tal presente es
el futuro de un proyecto que se representa ya realizadoiv.
Siendo todo esto claramente
distinto de lo que, tanto semiótica como cognitivamente,
ocurre con las imágenes figurativas (lo escrito no aporta nada a
la explicación de la eventual eficacia semántica de la fotografía de Frida
Kahlo) o con las imágenes plásticas (tampoco aporta nada a la
explicación de la eventual eficacia semántica de la propuesta visual de Van Der
Werf), creo haber demostrado efectivamente que se trata de tres
semióticas distintas.
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York: The Macmillan C.
NOTAS
i
El otro implícito, subyacente en lo que voy desarrollando, rechaza
categóricamente la opción, característica del enfoque positivista, de
privilegiar un objeto observable real, en el sentido concreto, existente fuera
de mi ‘mente’. Yo opto por privilegiar la tarea de explicar cómo conozco
a ese existente (y, para eso, tengo que explorar las características y
operaciones de mi mente/cerebro), con independencia del problema de su
existencia. Por supuesto que no cuestiono lo óntico; no creo que
seamos el sueño de un loco en el rincón de un manicomio. Pero
como no me interesan, y esa es mi opción personal, las características
metafísicas de la semiótica, sino sus aspectos metodológicos, lo
que sí me interesa es tratar de encontrar una explicación posible (hasta que se
desgaste y se requiera otra) acerca de cómo puede
construirse el significado del mundo mediante las semiosis que están
disponibles, en este momento y en este espacio (latinoamericano) de la
historia y de la cultura. Y no considero que esta actitud metodológica sea
superior en algo a la actitud metafísica, ni considero a ésta superior en algo
a la mía. Lo que expuse y lo que voy trabajando es el camino que considero
eficaz para llegar a donde pretendo y lo seguiré explorando hasta que note que
aquello a lo que no da respuesta junto con el conjunto de las contradicciones
en las que inevitablemente incurro (pero de las que tomo conciencia porque
hasta allí llegué) plantean una exigencia insoslayable, me toque a mí asumirla
o a otro, de superar el lenguaje con el que construyo ese
fragmento de la explicación del mundo en cuya elaboración he
comprometido mi existencia.
ii
Esta
expresión "interpretante intérprete" encuentra sentido en la
correlación peirceana con las de "interpretante productor" e
"interpretante comunicativo"; con dudas acerca de la autonomía
conceptual del último, he utilizado fructíferamente las otras dos variantes del
interpretante (ver Robert Marty, 1990 y Juan Magariños de Morentin, 2002a:
apartado 13).
iii
Entre estas imágenes simbólicas a las que he venido analizando, se incluyen
también, entre otras muchas, los ideogramas, la escritura jeroglífica, los
jeroglíficos (también conocidos con la designación francesa, de vetusta
reminiscencia latina, "rebus" o acertijos gráficos o dibujos
enigmáticos), los dibujos de ciertos textos científicos y técnicos de plantas y
flores, maquinarias, anatomía, etc., los planos y representaciones provenientes
de los sistemas gráficos utilizados en arquitectura, las fórmulas estructurales
de la química, las configuraciones heráldicas en los escudos de armas y, por
supuesto, los Grafos Existenciales ("Existential Graphs") de Charles
Sanders Peirce (CP. 4.347-4.584). La versión actual que, por su
quasi-omnipresencia, hace imprescindible su conocimiento, abarca las
indicaciones de las computadoras (con una fuerte implantación del término
"iconos"), de informaciones deportivas, universitarias,
hospitalarias, de circulación vehicular, de agricultura y ganadería, de
industria textil, lavado y planchado y cuidado de prendas, de super e
hipermercados, ferrocarriles, aeropuertos, aduana, cambio de moneda, bancos,
turismo, correos y teléfonos, informaciones para minusválidos, identificaciones
religiosas: cristianismo, judaísmo, islamismo, budismo, etc. (ver Otl Aicher
& Martin Krampen, 1979).
iv Sugiero relacionar esto último con la siguiente cita de
Peirce: 2.270 (Volumen II. ELEMENTOS DE LÓGICA / Libro II.
GRAMÁTICA ESPECULATIVA / Cap. 2: La división de los signos /
§9. La tricotomía de los argumentos) "Una abducción es un método de
formular una predicción general sin ninguna seguridad positiva de que tendrá
éxito, tanto para un caso especial como de modo general, consistiendo su
justificación en que es la única esperanza posible de regular nuestra conducta
futura racionalmente y de que la Inducción a partir de la experiencia pasada
nos proporcione un fuerte estímulo para confiar en que será exitosa en el
futuro." O sea, la eficacia lógica de las imágenes simbólicas,
en el caso específico de las instrucciones acerca de comportamientos y de la
manipulación de objetos (y no sé, todavía, si no se podrá generalizar a la
totalidad restante de tales imágenes), sería la de la abducción o
retroducción, con interesantes consecuencias (todavía por explorar)
acerca de su procesamiento analítico y de su contenido semántico.