4. GUÍA ELEMENTAL

PARA UN PROYECTO DE INVESTIGACIÓN

 

Ver APÉNDICES:

1.     SOBRE EL CORPUS

2.     PREGUNTAR Y RESPONDER DESDE LA SEMIÓTICA

 

 

Considero conveniente reflexionar acerca del diseño de los proyectos de investigación en los que se utilice, de modo riguroso, la metodología semiótica, ya que ello puede ayudar a entender algunas expresiones relativamente complejas que no pueden dejar de utilizarse al exponer dicha metodología. Propondré, por tanto, los pasos que, a mi criterio, es necesario seguir para elaborar un Proyecto de Investigación con metodología semiótica. En general, coinciden con las exigencias de la mayoría de los formularios para la presentación académica de Proyectos para Becas o Tesis de muy diverso tipo. Lo específicamente semiótico tiene que ver con el particular enfoque que desde nuestra disciplina recibe cada uno de esos pasos y mi propuesta consiste en tratar de ir precisando esas particularidades y, en lo posible, de anticiparme a responder las preguntas que formularían quienes decidan trabajar con esta metodología[1].

Como diseño básico de un Proyecto de Investigación, propongo el siguiente:

 

1  DESCRIPCIÓN DEL TEMA Y PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

No existe investigación sin un problema al que se pretenda encontrar una explicación; o sea, se trata de identificar la contradicción o el conflicto o la divergencia entre interpretaciones que perturba la significación que se le atribuye a determinado fenómeno social o natural. En principio, un problema apto para ser trabajado con metodología semiótica tendrá que ser un problema acerca de la significación de ese fenómeno[2]. Pero, en realidad, considero que todo problema, en las ciencias sociales, tiene que ver con la producción, comunicación y/o transformación de la significación de algún fenómeno. Conviene reflexionar acerca de la posibilidad de encontrar la falsación de esta última afirmación. Es un desafío que les planteo y que me planteo: ¿existe algún aspecto de un fenómeno que no tenga que ver con su significación? Por supuesto, depende del contenido que se le atribuya al concepto de “significado” o de “significación”. En mi caso, este contenido es muy amplio ya que se materializa en la interpretación textualizada que determinado individuo, perteneciente a determinada sociedad, en determinado momento histórico, le atribuye a determinado fenómeno social o natural. Es en esa interpretación textualizada donde puede surgir la contradicción, el conflicto o la divergencia de significaciones posibles, o sea, el problema; ya bien en el interior de una única interpretación o entre dos o más interpretaciones vigentes en determinada sociedad o en sociedades diferentes y ya bien entre interpretaciones vigentes en un mismo o en diversos momentos históricos.

 

2  ELABORACIÓN DEL MARCO TEÓRICO PERTINENTE

También en principio (o sea, pudiendo encontrarse algún otro tipo de matices), el autor de un Proyecto de Investigación, al redactar su Marco Teórico, establece los paradigmas epistemológicos o las corrientes actuales que están reconocidas en su disciplina, como adecuadas para el tratamiento de los temas y problemas afines a los que el investigador ha descrito e identificado al cumplir con la exigencia propuesta en el punto anterior. Es la oportunidad para que enuncie qué aspectos toma de unas y de otras de tales corrientes y paradigmas[3], así como para que, en los casos en que considere necesario apartarse de las definiciones vigentes en aquellos paradigmas, redefina, según su propio criterio, los términos teóricos que considera fundamentales; por esto, corresponde que incluya un Glosario en el cual el autor discuta, ajuste y defina tales términos, atribuyéndoles el significado que se compromete a mantener consistente durante su investigación. El Marco Teórico es asimismo el espacio de que dispone para mostrar, según la bibliografía que aporta y que deberá ser lo más exhaustiva posible, la originalidad de la investigación que se propone realizar. Aquí, el enfoque semiótico servirá como una guía crítica para evaluar los paradigmas y corrientes vigentes y para justificar las opciones que vaya realizando el investigador.

 

3  FORMULACIÓN DE LAS HIPÓTESIS TEÓRICAS

Mediante enunciados concisos (formulados preferentemente según la estructura de un condicional, en virtud del cual, si resultan válidos determinados antecedentes [que es lo que deberá probarse], entonces resultarán convalidados determinados consecuentes), el investigador anticipará las que considere que son las explicaciones adecuadas del o de los problemas descritos en el primer punto. A estos enunciados los consideraremos como las Hipótesis Teóricas de la investigación que se proyecta (a diferencia de las que veremos a continuación y que corresponde considerarlas como Hipótesis Metodológicas o de trabajo). El carácter de estos enunciados hipotéticos será, según la terminología de Peirce, el de abducciones, o sea, afirmaciones resultantes del conocimiento teórico y de la experiencia personal (social y profesional) del investigador, que deberán ser probadas, prueba en la cual consiste el trabajo de investigación que se proyecta. Es un momento fundamentalmente ideológico en el proceso de elaboración de un Proyecto de Investigación, que será transformado en riguroso o científico mediante la comprobación de la correspondiente propuesta explicativa (y es uno de los aspectos que sustentan la afirmación de que no hay ciencia sin ideología).

 

 

4  METODOLOGÍA

4.1 Marco Teórico-Metodológico. Corresponde, aquí, desarrollar los fundamentos teóricos que justifican la aplicación de la metodología semiótica a la investigación que va a desarrollarse. Además deberá, también, justificarse la corriente de la semiótica y las operaciones correspondientes que van a utilizarse, por su adecuación a la resolución del problema del cual se trata.

4.2 Corpus. Consiste en la determinación del ámbito social del cual van a seleccionarse los datos (a los que conviene diferenciar de la información que resultará identificada en tales datos por las correspondientes operaciones) que se consideran útiles para justificar la explicación que se propone en la Hipótesis. En una investigación con metodología semiótica, el corpus estará constituido por discursos sociales, con el amplio margen de diferencias que puede abarcar esta expresión: básicamente, podrá tratarse de Semiosis Simbólicas (predominantemente verbales, orales o escritas), de Semiosis Icónicas (predominantemente visuales, tanto estáticas como dinámicas) o de Semiosis Indiciales (predominantemente comportamentales u objetuales) o de Semiosis en que se combinan las precedentes, que será el caso más frecuente. La identificación del corpus tendrá, también, el carácter de Hipótesis, en este caso metodológica o de trabajo, ya que la adecuación de dicho corpus para probar la hipótesis teórica puede resultar falsa; o sea, el corpus seleccionado puede no contener las relaciones que se consideran necesarias para alcanzar las explicaciones que se pretenden. (Ver, en el Apéndice, algunas particularidades de este tema en el apartado Sobre el corpus)

4.3 Operaciones. En este apartado se dará cuenta de las Operaciones Semióticas que van a utilizarse para el análisis del corpus establecido en el apartado anterior y mediante las cuales podrá identificarse, en dicho corpus, la información necesaria para establecer la explicación pretendida. No es suficiente con mencionar las grandes líneas de intervención, como ”el análisis del discurso” o “la retórica de la imagen” o “una ecología comportamental”, etc., sino que debe especificarse cuáles de las operaciones correspondientes a estas eventuales corrientes van a utilizarse efectivamente, aportando la definición explícita de tales operaciones, ya bien referidas al autor del que se las toma o según la transformación que proponga el analista y futuro investigador. La enunciación de las operaciones tendrá, también, el carácter de Hipótesis, en este caso, como en el anterior, metodológicas o de trabajo, ya que la aptitud de tales operaciones para intervenir en cada uno de los discursos sociales que constituyen el corpus y hacer emerger las relaciones que se consideran como la información necesaria puede resultar falsa, o sea, sin capacidad para evidenciar las relaciones que construyan las explicaciones que se pretenden; con lo cual, supuesta la aceptabilidad de los restantes aspectos, habrá que seleccionar otras operaciones que permitan recuperar y mostrar cómo está construida y cuál sea el contenido de la información básica a los efectos de probar las hipótesis oportunamente planteadas.

 

5  BIBLIOGRAFÍA

Todo cuanto ha sido mencionado en los puntos precedentes, y que, necesariamente, aparte del aporte personal del autor del Proyecto, procede de otros diversos autores, tiene que estar adecuadamente referenciado y quedar registrado en la bibliografía del Proyecto de Investigación.

 

6  CONCLUSIONES

El Proyecto de Investigación finaliza con un párrafo acerca de los alcances esperados mediante el trabajo propuesto. En lo que respecta a las Hipótesis, este alcance, en el proyecto, estará limitado a advertir que todas las hipótesis de la investigación, tanto las teóricas como las de trabajo y!o las relativas a la metodología (acerca de la adecuación del corpus y acerca de la aptitud de las operaciones) han resultado comprobadas; o bien, si tal fuera el caso, corresponderá establecer que han resultado falsadas, y en qué medida (todas o algunas de ellas), en cuya contingencia deberán rechazarse, siendo distinto el alcance, respecto a la consistencia del Proyecto de Investigación, según cuál o cuáles sean la o las hipótesis que resulten rechazadas. Asimismo, las conclusiones pueden anticipar la transferencia que se supone llegarán a tener los resultados de la investigación, o sea, cuál sea la política social que, en su área correspondiente, podrá adoptarse en función de los resultados de la investigación o cuáles sean los resultados que podrán difundirse académica o profesionalmente, como avalados por la investigación realizada.

 

Hasta aquí un elemental esbozo de los pasos conducentes para elaborar un Proyecto de Investigación utilizando metodología semiótica. Cada punto platea dudas y vacíos que deberán responderse o llenarse e, incluso, el mero hecho de su enunciación permite disentir con el contenido sugerido de tales pasos o etapas y proponer otros más adecuados a un enfoque semiótico de la investigación. Esto constituiría una  superación de la propia metodología, en sentido específicamente semiótico, que es el más deseable destino de toda propuesta teórica o metodológica.

 

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APÉNDICE:

1. SOBRE EL CORPUS(1)

 
 
 

LA RECOPILACIÓN DEL CORPUS  1

 

Uno de los primeros pasos, al organizar una investigación que se pretende desarrollar con metodología semiótica, consiste en establecer el corpus pertinente.

Quizá, por la influencia histórica del positivismo, este tema se presenta como no problemático: se trata de recopilar los datos que constituyen al fenómeno que se pretende explicar y el cuidado del investigador se centrará en ser objetivo, veraz y exhaustivo. Por otra parte, los semiólogos parecemos afectados por el vicio intelectual de problematizarlo todo. Y, justamente, yo estoy por sugerir la necesidad de no dejar el tema a nivel intuitivo, sino de reflexionar acerca de qué es lo que pretendemos hacer cuando nos proponemos recopilar el corpus pertinente para nuestra investigación; reflexionar acerca de si es tan simple y carente de problemas el ser objetivo, veraz y exhaustivo al recopilar el corpus que necesitamos. No es un mero capricho el de problematizar lo que, antes de caer en nuestras manos, era simple. Gran parte de la reflexión semiótica se centra en lo obvio, porque lo que requiere cuestionarse y analizarse para establecer su aceptabilidad es lo admitido como válido a priori e indiscutiblemente; o sea, lo que aquí planteamos como discutible es lo que, según se nos ha enseñado, debemos dar por válido ya que es imprescindible para comenzar a investigar e incluso para empezar a pensar. E inevitablemente, se recupera la imagen de Descartes, cuya tarea filosófica consistió en cuestionar lo obvio de eso que es pensar. Solo que, en vez de hacer filosofía, nuestra pretensión es producir explicaciones rigurosas acerca de los fenómenos sociales de nuestro entorno (incluyéndonos a nosotros mismos). O sea, que la pregunta (compleja) a la que necesitamos responder con precisión y eficacia, en el tema por el que he optado, sería:

¿Dado un significado problemático (en cuanto contradictorio frente a otros o construido con contenidos mutuamente inconsistentes), cuál es el corpus del que necesito disponer para aplicarle las operaciones semióticas que me permitan explicar por qué determinado fenómeno social tiene ese determinado significado problemático, de dónde procede tal significado, cómo se lo interpreta y cuándo y por qué habrá de transformarse?

El contenido del corpus sigue siendo la información sobre la que voy a trabajar cuando he elegido determinado fenómeno como mi objeto de estudio; sólo que su identificación y el establecimiento de sus características específicas, no es tan simple como lo era el concepto de dato para los positivistas, pese a que ésa sigue siendo su característica fundamental: el corpus es lo dado, de modo tal que, una vez identificado y aceptado como válido, lo que sigue como tarea necesaria es aplicarle los instrumentos analíticos que muestren su eficacia para evidenciar cómo ese corpus contiene las relaciones materiales y conceptuales (diría "sintácticas y semánticas", pero esto sólo lo menciono marginalmente para no quedar encerrado en la problemática del metalenguaje lingüístico) que intervienen necesariamente en la producción social del significado del fenómeno en estudio.

Esto tiene una gran cantidad de implícitos que necesitan aclararse, por lo que generará una gran cantidad de preguntas que deberán irse respondiendo por el propio investigador. Pero lo que quisiera dejar afirmado (lo que no quiere decir que sea incuestionable) es que el corpus necesario para responder a una hipótesis semiótica acerca de las características de determinada significación de determinado fenómeno en determinado momento histórico de determinada sociedad, habrá de ser aquel que construya el específico significado del fenómeno en estudio. Entonces, la pregunta central a la que responderán las características y los criterios identificadores que permitan seleccionar el corpus de información necesario será:

¿Qué texto (o mejor: conjunto de textos de una misma o de múltiples características semióticas [simbólicas o icónicas o indiciales, o por combinatoria de éstas) construye el significado específico que una sociedad (o cada uno de los sectores sociales de esa totalidad, específicamente identificables por el hecho de conferirle significados diferenciales a un mismo fenómeno cuyo significado se estudia) atribuye, en un momento determinado (y a diferencia de los atribuidos en otros momentos históricos y planteando contradicciones que los diferenciarán de los de otros momentos  futuros), a un fenómeno determinado (en contraste con los que atribuye a otros fenómenos que comparten su ámbito existencial)?

Vuelvo a rescribir la pregunta sin los paréntesis:

¿Qué texto construye el significado específico que una sociedad atribuye, en un momento determinado, a un fenómeno determinado?

Cada uno y el conjunto de los textos así identificados, es decir, todos aquellos que tengan esa cualidad fundante, integran el corpus necesario (hipotéticamente) para explicar el significado problemático de determinado fenómeno al que esos textos se refieren (por lo que, una vez identificada la hipótesis que se propone para explicar el problema a investigar, ésa es la primera tarea empírica que habrá de realizarse).

Será necesario que cada investigador tome en cuenta la calidad de los fenómenos que son su objeto de estudio (según los trabaje desde el derecho, la psicología o el psicoanálisis, la sociología, la historia, la filosofía, la literatura, la política, la antropología, etc., etc., etc.) y que trate de establecer cuales son los textos (o, en sentido más amplio, las semiosis) que le confieren a tales fenómenos esa concreta significación o el conflicto de significaciones que constituye el problema en estudio. Si la tarea de identificación y recopilación de tales textos es clara y evidente, mejor; aunque lo dudo y desconfiaría de tal simplicidad. Fundamentalmente, porque considero que hemos mal-aprendido (con nuestra formación, primero con fundamentos enciclopédicos y después positivistas) a ver el mundo como un conjunto de fenómenos que están dados de por sí y que contienen su razón de ser en sí  mismos y que sólo requieren ser vistos (o comprendidos) correctamente. El planteo semiótico fundamental establece algo muy diferente, pero que aproximadamente consistiría en decir (quiero dejar abiertas las puertas a una posible modificación de la enunciación) que los fenómenos que constituyen el mundo no se nos dan desde sí mismos, sino que nosotros los identificamos adecuándolos a nuestras posibilidades de designación; ni contienen en sí mismos su razón de ser, sino que la proyectamos nosotros en función de las categorías disponibles en nuestra estructura conceptual; ni tampoco son vistos (ni comprendidos) tal como son, sino como nuestra modalidad de enunciación nos hace verlos (o comprenderlos).

 

LA RECOPILACIÓN DEL CORPUS  2

Voy a trabajar, por tanto, sobre una concepción del corpus que lo identifica como el conjunto de propuestas perceptuales que son el soporte de la eficacia semiótica que hace surgir, ante nuestra mente, la existencia de los fenómenos de nuestro entorno. Ello implica aceptar como "significado" el carácter ontológico atribuido al fenómeno al que se aplica. El concepto de signo, en cuanto propuesta perceptual mediante la cual algo diferente al propio signo adquiere sentido, permite afirmar que todo corpus se concreta en un conjunto de signos (o de enunciados, en sentido foucaultiano). No contradice a la definición de “corpus” de los lingüistas; lo especifica, orientándolo en el sesgo que habrá de interesarnos, añadiéndole otras exigencias.

Una investigación no puede comenzar recopilando un corpus. Para afrontar esa tarea, tienen que haberse dado, al menos, dos pasos previos: (1) haber identificado un problema, y (2) haber formulado una hipótesis que se proponga como posible explicación de aquel problema, en la tarea de cuya verificación se ocupará la parte fundamental del trabajo de investigación y sin haber formulado la cual no se podría saber qué deberá recopilarse para validar qué inferencia explicativa.

El corpus es un conjunto de informaciones que resulta necesario para que la hipótesis cumpla su función de explicar el problema. Pero esto todavía no es suficiente para identificar a dicho corpus. Los diversos aspectos que puede presentar un problema tienen una relación necesaria con el significado del fenómeno social problematizado. Aunque lo he dicho en multitud de oportunidades, lo reitero una vez más: todo fenómeno es social (debidamente entendido, puede afirmase que no existen fenómenos exclusivamente naturales, del mismo modo que y siguiendo el mismo razonamiento por el cual, pese a contradecir en esto a Morris, se puede afirmar que no existen signos naturales) en la medida en que, lo que de cualquier fenómeno (así como de cualquier signo) nos interesa es cómo se lo interpreta, ya sea en la comunidad social considerada de modo inespecífico (lo que diríamos "cómo lo interpreta la gente") o de modo restringido a ámbitos sociales específicos (como lo interpretan los políticos, o los académicos, o los gremialistas, o los artistas, etc.). Interpretar un fenómeno no puede ocurrir sin la intervención de un sujeto, pero tampoco interesa en cuanto actividad interna o privada de un único sujeto; la interpretación interesa en la medida en que se exterioriza al comunicarse (o sea, trabajamos sobre interpretaciones explícitas) mediante un texto verbal o una propuesta gráfica o una disposición o una actitud, respectivamente, en una exhibición o en un ritual. Interpretar un fenómeno social constituye, en principio, un acto de atribución de sentido y no de captación de algún posible sentido original; en un segundo momento, el conjunto de los sentidos construidos mediante las interpretaciones comunicadas que hemos podido percibir constituye el significado que le atribuimos (como se habrá observado, uso "sentido" como "átomo de significado", designando mediante "significado" el conjunto de todos los "sentidos" efectivamente vigentes, en determinada comunidad, acerca de determinado fenómeno, y de cuya mutua inconsistencia surgirán los diversos mundos semióticos posibles vigentes en la comunidad en estudio). Y este significado, tal como se puede llegar a constatar que circula en determinado momento de determinada comunidad, puede consistir en una única propuesta compartida por todos los integrantes de tal comunidad o divergir hasta propuestas netamente contradictorias. La hipótesis por tanto es una propuesta de explicación de esta unanimidad (raramente) o de esta divergencia (lo más habitual). Lo que va a constituir el corpus va a ser ese conjunto de textos (o para designarlo con mayor precisión metodológica, de semiosis sustituyentes, que podrán ser simbólicas o icónicas o indiciales, o con la materia semiótica que resulte de la combinatoria de estas tres) donde se materializa, mediante su enunciación, aquella interpretación.

Entonces, el corpus cuya recopilación habrá de interesarnos será el que esté constituido por el conjunto de propuestas perceptuales (discursos verbales, imágenes visuales, comportamientos, etc.) que le confieren calidad ontológica al fenómeno en estudio. O sea, aquellas que lo hacen ser de determinada manera y no de otra, para quienes lo perciben en un momento determinado y no en otro, de una determinada comunidad y no de otra. No se trata de recopilar los textos de los que se pretendería que proporcionen una descripción objetiva y verdadera del fenómeno en estudio. Tal descripción no existe ya que será siempre interpretativa; la pretensión de hallar tal objetividad y verdad, y de disponer de ella, es una falacia. Lo que podemos obtener son los modos de atribuirle existencia, siendo las formas de existencia atribuidas las que constituyen su significado, ya que de cualquier fenómeno lo que constatamos no es su existencia, sino su significado, que es lo que, realizado por alguna o múltiples clases de textos, le atribuye alguna determinada clase de existencia. De su existencia esencial no podemos decir nada, porque lo que digamos es ya significado atribuido y no pura existencia afirmada (o, incluso, es significado en cuanto afirmación de su existencia). Por esto, la cuestión de establecer el corpus que nos permitirá evaluar la validez de determinada hipótesis es, desde el enfoque semiótico, la materia prima con la que se construye una dimensión diferente y específica del mundo, no en sí, sino para el conocimiento.

No considero haber podido decir lo que me propongo con toda claridad ni de modo que no me retracte en otro momento, pero es una forma de empezar a reconducir la dirección de la explicación semiótica de los fenómenos sociales hacia el conocimiento que los interpreta, construyéndolos o constituyendo su existencia tal como resulta cognoscible desde la mente de determinado ser humano, tal como se configura en un momento determinado y mediante la concreta interrelación que ese ser humano establezca con una sociedad y con lo que del mundo en el que interviene ya está interpretado. Y al universo perceptual que produce ese conocimiento es a lo que estoy denominando "corpus".

 

LA RECOPILACIÓN DEL CORPUS  3

No quiero dispersar mi atención centrada ahora en disponer de un concepto de corpus que sea semióticamente útil como instrumento para la investigación. Pero tampoco puedo dejar de formular una breve reflexión acerca de la diversidad de criterios que circulan para establecer la diferencia entre "sentido" y "significado", pese a que el tema permanece sin acuerdo final alcanzable. Para mencionar a quienes tengo más presentes en este momento, es muy amplia, por ejemplo, la diferencia de enfoques entre Frege (con el que se inmiscuye el concepto de denotación o de referencia; estos dos con una significación muy próxima entre sí y que, a su vez, se identifican, en numerosas traducciones, con significado), Vygotsky (que, entre otros matices, opta por reservar sentido para la comprensión subjetiva y significado para lo verbalmente formulado) y la referencia del Diccionario de Ducrot y Schaeffer ([1972/1995] que tienden a recuperar el concepto saussureano de significado como valor, o sea, a partir de las relaciones de un signo [lingüístico] con todos los demás de su sistema [de la lengua], resultando un concepto negativo de significado: lo que no son [o lo que dejan como posibilidad residual de ser] todos los demás); mientras que, para sentido, parece actualizarse la concepción de Strawson, concluyendo, con toda provisionalidad, que comprender el sentido de un signo es poseer un método para determinar, con cada ocurrencia de ese signo, a qué se refiere esa ocurrencia, o sea, su referencialidad ocasional. Como decía, pido disculpas por no entrar en esta inagotable pero tentadora discusión, limitándome a lo que sea pertinente para la tarea de identificar el corpus pertinente para una determinada investigación.

Entonces, mi único comentario al respecto consiste en afirmar que he buscado la posibilidad de optar por un criterio que defina, con rigor y eficacia, el ámbito conceptual que le atribuyo al término "sentido" y el que le atribuyo al término "significado". Desde este punto de vista (al menos en este desarrollo temático acerca del corpus), considero sentido a determinada y puntual interpretación explícita de un fenómeno, según resulta construida a partir de determinada propuesta perceptual (texto, icono, exhibición, ritual) que a tal fenómeno se refiera. Un mismo fenómeno adquirirá por tanto distintos sentidos, cada uno proveniente de cada una de las semiosis sustituyentes que lo construyan. Una de las tareas analíticas de toda investigación consistirá, por tanto, en identificar los diferentes sentidos vigentes en determinada comunidad acerca de determinado fenómeno. Tal el objetivo de la operación analítica designada como "definición contextual", de la que se informa en mi Manual Operativo (Magariños de Morentin, 1998; y ver, en este mismo compendio: II. SEMIÓTICA SIMBÓLICA).

Al conjunto de los diferentes sentidos, relativos a un mismo fenómeno y vigentes en un momento determinado de una comunidad determinada, lo incluyo en el concepto de significado, que queda así constituido como el mundo semiótico posible (en adelante MSP) de la totalidad de las interpretaciones explícitas que recibe determinado fenómeno en estudio (el concepto de mundo semiótico posible es próximo al de formación discursiva de Foucault [1969: 44ss], sólo que éste lo limita a una arquitectura constituida exclusivamente por enunciados verbales, mientras que el MSP abarca todas las semiosis posibles y efectivamente utilizadas en determinada sociedad).

Así considerado, el sentido es, por tanto, un átomo del significado. Y el significado resulta ser la compleja red de relaciones que pueden identificarse entre los diversos (todos) sentidos efectivamente vigentes en determinada comunidad; o sea, el conjunto de todas las interpretaciones explícitas que recibe el fenómeno en estudio, que es a lo que también puede denominarse el mundo semiótico posible construido acerca de tal fenómeno.

No me considero dueño de la verdad, ni siquiera conformador de la mejor opción posible en esta disyunción entre sentido y significado. Simplemente, es el criterio que adopto, tentativamente, para desarrollar esta temática de la recopilación del corpus, necesaria para explicar cómo y por qué determinado fenómeno adquiere determinada significación en un momento y sociedad determinados. Por eso, como ya anticipé, quizá significación la introduzca para referirme a la sumatoria concreta de los sentidos identificados, orientando significado hacia la resultante conceptual de esa sumatoria. También creo que se ha superado la época en que se pretendía alcanzar una teoría completa y excluyente, como modelo explicativo (que preconfigura al mundo, sin dejarme percibir más de, ni otra cosa que lo que ya está configurado), estándose, en la actualidad, más cerca de la búsqueda de operaciones cuyo rigor y buena fundamentación dependen de la situación en análisis y del objetivo pretendido (o sea, estoy diferenciando la actitud de trabajar con modelos, actitud con la que no estoy de acuerdo por repetitiva y excluyente del descubrimiento y de la creatividad, y la actitud de trabajar con operaciones, actitud que sugiero por su eficacia constructiva y carente de preconceptos). Así, en la actualidad, una teoría explicativa contendría una propuesta de rigor reflexivo e inferencial, pero que cambiaría con las transformaciones de la racionalidad vigente. Por eso mismo, a una explicación científica tampoco puede exigírsele que, además de explicativa, sea predictiva. Para que fuese predictiva, nada tendría que cambiar en el tiempo ni en el espacio, lo cual es un absurdo en cuanto negación de la historia; no hay modelos que continúen explicando al mundo, cualesquiera sean las circunstancias históricas por las que atraviese; hay operaciones que, provisoriamente, nos proponen formas de intervenir conforme a la racionalidad vigente.

 

LA RECOPILACIÓN DEL CORPUS  4

Continúo con la tarea de establecer criterios que permitan seleccionar aquellos datos relativos a la interpretación de determinado fenómeno social que pueda considerarse que constituyen el corpus necesario para explicar su significado.

A un fenómeno se lo designa con determinado nombre, se lo percibe de determinada manera, se lo describe mediante determinado discurso. El nombre de un fenómeno se asocia a determinado concepto; el modo de percibir un fenómeno se asocia a determinadas imágenes; el discurso que describe un fenómeno se asocia a determinada interpretación. Un concepto identifica una existencia posible; una imagen identifica una percepción posible; una interpretación identifica un significado posible.

El conjunto de las semiosis (simbólica, icónica e indicial o su combinatoria) que construyan los conceptos, las imágenes y las interpretaciones, con los que se atribuya cada uno de los significados posibles del fenómeno en estudio, integran el corpus que estamos tratando de identificar.

Por eso, no tiene sentido hablar del registro de la realidad perceptible; Los datos no provienen de la realidad ni se recuperan en el registro; los datos que interesa registrar son aquellos que construyen la realidad, tal como se ofrece a la percepción humana, y este modo de ofrecerse es plural según los individuos (con el límite de variabilidad impuesta por la necesidad de comunicación), las sociedades (con el límite de variabilidad impuesto por el riesgo de lucha, muchas veces menospreciado, entre realidades competitivas) y los tiempos históricos (con el límite de variabilidad impuesto por el carácter necesariamente transformable de la historia), todos ellos correspondientes a la situación de registro.

Con esto, todavía tan duro y abstracto, convendrá explorar qué corresponde registrar (registro en cuanto configuración del corpus, con las características que le estoy atribuyendo) según la calidad del fenómeno en estudio, y según la identificación del individuo, la sociedad y el momento histórico en que se intente explicar el significado de ese fenómeno.

 

LA RECOPILACIÓN DEL CORPUS  5 

Explicar el significado no consiste en tratar de establecer su verdad, en cuanto identificar el que sería el verdadero significado de determinado fenómeno social, ni, ante la pluralidad de significados simultáneamente vigentes, afirmar si el significado correcto es el enunciado por uno o por otro u otros.

Considero que explicar el significado consiste en establecer, fehaciente, rigurosa y fundamentadamente, de dónde provienen y cómo se utilizan los enunciados, vigentes en determinado momento de determinada sociedad, con los que se construye tal significado. Ésta sería la única verdad críticamente aceptable, ya que constituye el porqué no causalista, sino cognitivamente constructivo, que explica cada respuesta y su diversidad.

Después, aceptar una u otra de las respuestas y repudiar las restantes no es una cuestión de ciencia, sino de ideología, o sea, de fe, que es el ámbito propio y pertinente para la afirmación de la verdad (y en alguna variante de la cual todos necesitamos creer, pero que no puede confundirse con su explicación eficaz).

En la tarea de investigación, recopilar el corpus pertinente y necesario para explicar el significado de determinado fenómeno social requiere disponer de (en cuanto a haber desarrollado hasta adquirirla) la capacidad de identificar el o los textos pan-semióticos que le atribuyen ese específico significado a ese concreto fenómeno.

Formulo una reflexión terminológica que considero oportuna. En su significado más simple, cuando menciono "texto" me refiero a lo existencial y perceptual de una semiosis sustituyente, en su carácter predominante y/o provisionalmente sintáctico, conservando el concepto que formulé, hace ya tiempo, de que "un texto es un discurso sin semántica" (con lo que la idea de texto implica la de una carencia o incompletitud o la del resultado obtenido tras una extracción). Pero, además, siempre tuve interés en dar cabida, bajo la designación de "texto", a las diversas semiosis posibles, disponibles en determinada comunidad, sin que el término quedase atrapado por una exclusiva y excluyente lectura lingüística, que lo restringiría a la materialidad perceptual (acústica o visual) de lo verbal. Vengo usando, como designación más abarcadora para evadir esa clausura lingüística, la expresión "semiosis sustituyente", que sigo considerando adecuada, pero poco familiar y susceptible de lecturas equívocas (por ejemplo, no se trata de una sustitución especular, sino dinámica y transformadora). He utilizado, también, esta expresión "texto pan-semiótico" que me parece igualmente adecuada y, quizá, más fácil de comprender, para trasmitir el concepto de una percepción efectivamente existente en cualquiera de sus características semióticas: como icono (imágenes), índice (exhibiciones de objetos y/o práctica de comportamientos rituales) y símbolo (formas convencionales verbales, gráficas, gestuales, etc.). También permite continuar contraponiendo "texto" y "discurso", considerando a este último como "un texto con semántica" y así referirse a un "discurso pan-semiótico" para trasmitir la información acerca del contenido semántico construido por cualquiera sea la calidad semiótica (icono, índice o símbolo) del texto en estudio. Por tanto, esta propuesta de adoptar criterios adecuados para cumplir la tarea de recopilación del corpus, contiene la pretensión de que se la interprete como la necesidad de identificar, para explicar el significado de un fenómeno, aquellas materialidades existenciales y perceptuales (en cuanto textos) que intervienen, mediante sus utilización social intencional, atribuyéndole el o los múltiples significados específicos (en cuanto discursos) que tal fenómeno recibe en determinado momento de determinada sociedad. Otro aspecto terminológico que deseo asentar es el referido a que no voy a utilizar, en cada caso, la expresión "fenómeno social", limitándome a utilizar el término "fenómeno", ya que, como lo trabajé en otro estudio y lo mencioné en semioticians hace poco, todo fenómeno es social no siendo concebibles, en cuanto conocidos, fenómenos puramente "naturales", ya que, por haber sido pensados pertenecen a la esfera de lo social (aunque eso quizá requiera otro debate en otro momento de nuestros coloquios). Quede, pues, advertido que, salvo que indique lo contrario, cuando mencione "fenómeno" me estoy refiriendo a "fenómeno social", que es lo que ocurre con aquella primera afirmación con la que inicié este mensaje y con la que lo continúo.

Para identificar esos textos pan-semióticos de los que proviene exclusivamente, la significación de un fenómeno, y para poder analizar su eficacia expresiva, directa y necesariamente vinculada a sus características sintácticas, es necesario recuperarlos conservando sus respectivas especificidades semióticas (según se trate de iconos, índices o símbolos o de su interacción complementaria) y analizarlos en las particulares interrelaciones de sus partes componentes (que no son las mismas, ni las partes ni las interrelaciones, según se trate de iconos, índices o símbolos), de las que proviene tal eficacia.

Esto tiene relación con lo que proponía anteriormente, respecto a la operación conocida (especialmente en la llamada "metodología observacional", propia del conductismo) como "registro de la realidad perceptible", expresión que rechazaba, para centrar la eventual investigación que pueda estarse realizando en la tarea de configurar un corpus de datos que no pertenecen (no pueden pertenecer) a la realidad, sino que forman parte del discurso pan-semiótico con el que la humanidad le confiere significado (o sea, conocimiento de su existencia o conocimiento de su realidad o, también, existencia ontológica) a su entorno.

En este sentido, me sigue interesando, para un análisis indicial del comportamiento, la segmentación, integración e interrelación de gestos, expresiones, miradas, mímica, etc., que pueden contribuir a registrar la información que interpretamos cuando miramos. Por ejemplo, ¿cómo se construye el significado de eso que la policía dice a veces: "estaba en actitud sospechosa"? ¿Qué ve el policía que le hace atribuir ese significado al comportamiento de determinada persona? O sea, una "actitud sospechosa" es un significado posible y, además, socialmente vigente (al menos para la policía), atribuible al comportamiento de una persona o grupo, generalmente reducido, de personas, y se da en la calle (es evidente que el planteo surgió pensando ejemplos de situaciones de lo que hemos empezado a configurar como la universidad de la calle. Por supuesto que en la tarea, que realiza el policía, de atribuirle un significado a determinado comportamiento social, se une lo que ve y lo que ha visto, tanto respecto a comportamientos normales (lo que también es un significado atribuido) como respecto a comportamientos que precedieron a la comisión de algún delito, junto con lo que le han dicho acerca de cómo ver, o sea, el modo de ver que ha aprendido.

O sea, el comportamiento, los gestos, actitudes y expresiones de alguien o de un grupo son un texto semiótico (en este caso, indicial) que es necesario integrar o recuperar como corpus, si se pretende tribuirle un significado a ese determinado comportamiento (significado que ya no es el comportamiento, sino algo ajeno que se le agrega o que se afirma que está siendo construido por tal comportamiento). Ese comportamiento es lo que está produciendo el significado (social, y todo significado lo es) que alguien (por lo general, un policía) interpreta como "actitud sospechosa", o sea, "desconfiable" (sin prescindir de la posibilidad de que otro u otros intérpretes le atribuyan otro significado al mismo comportamiento percibido; su explicación seguirá no obstante la misma secuencia analítica que estoy exponiendo, pero partiendo de otros textos pan-semióticos). Lo sospechoso es un agregado, es un objeto construido por el policía que observa el comportamiento; eso eso otro al que remite, necesariamente, la función sígnica en cuanto tal. Analíticamente, como investigadores, será necesario identificar y analizar las relaciones gestuales constitutivas de ese comportamiento para ver cómo surge de él ese contenido, que no es inherente al comportamiento (no es su realidad), sino que resulta construido cuando alguien (ese imprescindible intérprete) lo percibe y decide intervenir interpretándolo. Y en esta interpretación, intervienen otros textos semióticos diferentes a aquel en que consistía el comportamiento que se está observando. o sea, se requieren otros comportamientos ya interpretados que se suponen afines al que se está percibiendo y cuyo resultado delictivo, permitía atribuirle el carácter de señal (o sea, la experiencia permitió identificar a determinadas actitudes como señal de que quien las manifestaba iba a cometer un delito (técnicamente, la señal es un tipo de signo que se caracteriza porque anticipa un resultado; por eso, cuando el resultado no se ha producido todavía, determinado comportamiento puede significar, o sea, ser señal de que ese resultado va a producirse). Por eso decía que, para interpretar determinado comportamiento, o sea, para atribuirle un significado, era necesario que el intérprete hubiese visto (calidad perceptual del texto semiótico histórico y, ahora, actualizado) o que al intérprete se le hubiese dicho (calidad simbólica del texto semiótico histórico y, ahora, actualizado), cómo correspondía interpretar determinado conjunto de interrelaciones comportamentales.

El corpus que habrá de recopilarse consistirá, por tanto, no sólo en el comportamiento que se está percibiendo, sino también en aquellos otros textos, cualquiera sea su calidad semiótica constitutiva, que es necesario actualizar para interpretar, tal como se está interpretando, al que se está percibiendo. En este sentido apunto, cuando me refiero a la necesidad de disponer de un concepto riguroso y adecuado de corpus.

 

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2 comentarios.

El primero sobre la necesariedad del carácter ritual para considerar al comportamiento como signo, desde una semiótica indicial. Aquí interviene la diferencia entre objeto semiótico y signo: no es necesario el carácter ritual para ser objeto semiótico; todo comportamiento, ritual o no, es ya objeto semiótico, en cuanto tiene atribuido un significado a partir de otra semiosis que lo enuncia. Pero sí es necesario que adopte ese carácter ritual para ser considerado signo. La diferencia está en que, en cuanto objeto semiótico recibe la eficacia de todos los discursos (o los que conozca el intérprete) que se han referido a él (en su particularidad y en su carácter general de comportamiento). En cuanto signo posee su propia eficacia para construir un significado determinado que atribuirá a otro fenómeno diferente. O sea, el objeto semiótico recibe; el signo entrega.

La semiótica indicial trabaja con 3 clases de representámenes (en el sentido peirceano de lo que vemos cuando a lo que vemos lo consideramos un signo): objetos, comportamientos y recuerdos. No me meto, por el momento, con estos últimos (por respeto a la compleja problemática de la memoria); pero tanto los objetos como los comportamientos pueden adoptar o ser considerados desde alguna de esas dos perspectivas: o son objetos semióticos y entonces la tarea es establecer de qué textos pan-semióticos han recibido la calidad con la que son percibidos; o son signos y entonces son textos indiciales capaces de producir el significado de otra cosa diferente de ellos mismos. La "actitud sospechosa" en la conducta de alguien es la lectura que otro (el policía) hace de esa conducta, ya que la ve como objeto semiótico y le atribuye el significado que aprendió o le enseñaron a atribuirle. Desde los comportamientos teatrales, religiosos, militares, hasta las anáforas pragmáticas, los gestos deícticos o las costumbres de mesa, en todos estos casos se trata de comportamientos ritualizados, en cuanto están convencional y socialmente identificados, para intervenir como signos que le atribuyen significado a otra entidad o fenómeno diferente de la concreta conducta que se está produciendo/percibiendo (lo cual ocurre para que esa otra entidad adquiera algún determinado significado). De modo semejante, los objetos que utilizamos: la silla, los papeles, el lápiz, la manzana, el teclado, la ventana, los automóviles, etc., son objetos semióticos que hemos aprendido a interpretar y, por tanto, a utilizar. Pero cuando esos mismos objetos se encuentran en la vidriera de un establecimiento comercial o en un museo, etc., pasan a ser signos, ya que se están refiriendo a aquellos otros a los que ellos están designando.

El segundo comentario se refiere a precisar el sentido en el que firmo que todo fenómeno es social. En principio, está así dicho atendiendo a que todo fenómeno para ser comprendido tiene que ser interpretado y su interpretación proviene de las posibilidades que ofrece cada sociedad, a sus integrantes, de interpretar los fenómenos de su entorno. Cualquier interpretación o atribución de significado (que no es lo mismo, pero son conceptos interdependientes) proviene, explícita o implícitamente, del imaginario social que nos rodea y nos impregna sin resquicio de escape. La identidad es un resultado de determinada combinatoria de elementos (en el más amplio sentido e incluyendo su materialización en el contexto social) pertenecientes a ese imaginario. Desde mi punto de vista (respetando otras posiciones, pero afirmando la que estoy enunciando) no tiene respuesta la pregunta (formulada por P. W., el 2 de febrero del 2005) acerca de "¿qué hechos dejan de pertenecer a una historia privada para ser historia de vida y fenómeno social?", porque considero que no hay hechos que, en algún momento o instancia, pertenezcan exclusivamente a una historia privada, sino que la historia privada de cada uno está construida por fenómenos sociales que reinterpretamos y hacemos propios a partir de nuestro manejo de otros fenómenos sociales y que interrelacionamos, a su vez, con otros fenómenos sociales que son otros aspectos de nuestra identidad.

De todas formas, el alcance de mi referencia a que todos los fenómenos son fenómenos sociales era más corto: meramente se refería a mi convencimiento de que no existen fenómenos naturales, que encontrarían la explicación de su significado en leyes físicas totalmente marginadas del acontecer social, sino que todos encuentra la explicación de su significado en determinados discursos sociales (quizá científicos; o, posiblemente, mágicos; pero, sin duda, ideológicos) vigentes en determinado momento e, incluso, en determinado espacio, aun cuando estén formulados con un lenguaje de determinado nivel simbólico y con determinada historia. O sea, las llamadas "leyes físicas" son un constructo explicativo, resultante de un determinado discurso social (cambiante en el tiempo y en el espacio [al menos, en el espacio virtual de las sociedades científicas]), con lo que, en definitiva, son enunciados convencionales acerca de fenómenos sociales. En definitiva, la vida privada así como el conocimiento de las ciencias naturales, son fenómenos sociales (por eso, también, mi rechazo de la categoría de "signos naturales" que utiliza Charles Morris, [1946: 5] para referirse, por ejemplo a las nubes [en cuanto signos de lluvia]). Al menos, ése es mi parecer y, sin convertirlo por ello en dogma, todavía no he encontrado una situación de falsación que lo desacredite o me aconseje abandonarlo.

 

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Puede parecer excesiva mi afirmación, formulada en el parágrafo anterior, acerca de que la significación de un (de todo, de cualquier) fenómeno social proviene exclusivamente de determinado conjunto de textos pan-semióticos. No obstante, tratar de dilucidarlo lo considero importante, sobre todo al estar intentado concretar la idea de qué entendemos por el Corpus pertinente a la comprobación de las Hipótesis integrantes de determinada Investigación.

Es como si, aparentemente, se cometiera una trampa, al proponer una expresión nominal: "texto pan-semiótico", que, por su apetencia de universalidad, pretendiera reconducir todos los aspectos en los que radica el significado de cualquier fenómeno imaginable a alguna de las variantes que esa expresión abarca. Entonces, primer peligro, es como si pusiéramos a nuestra disposición una designación cuyo dominio es el conjunto de las entidades (en el más amplio sentido que podamos darle al término "entidad") que concurren para que en ellas consista el significado de cualquier fenómeno (y, ahora, escribo "concurren para que en ellas consista", justamente para que pueda leerse desde una (¡ajena!) perspectiva sustancialista (¡los fenómenos tienen un significado!) y positivista: todo lo que podríamos hacer sería verificar si lo que decimos que es el significado de un fenómeno resulta efectivamente del fenómeno (o sea, del fenómeno provendría la verdad o falsedad del significado que le asignamos), previa e independientemente de la intervención (e incluso de la existencia) del pensamiento humano.

Ratifico, no obstante, que la "apetencia de universalidad" de la expresión "texto pan-semiótico" está efectivamente en el alcance que le pretendo asignar (segundo peligro: si la expresión tiene un dominio universal, se trataría de una expresión metafísica, sin utilidad para el conocimiento científico o riguroso); sin embargo, no se superpone con la realidad, sino que atribuye, a todo lo que el ser humano puede conocer (de ahí, su apetencia de universalidad), la transformación (sin posibilidad de acceder a lo previo a tal transformación) resultante de su modo de conocer (proceso de transformación acumulativa, en parte secuencial y en parte en paralelo, de la percepción, la emoción y el pensamiento, del modo y con las operaciones que son posibles en un determinado momento histórico de una determinada sociedad). Ésta es la universalidad ostentada por la expresión: "texto pan-semiótico".

Lo que estoy afirmando es, por tanto, la necesidad de recopilar el corpus que contenga los aspectos físico-existenciales (en este sentido, "texto") que constituyen los elementos y las relaciones (en este sentido, el texto en cuanto sintaxis) en las que se materializa el modo como el ser humano expresa lo que percibe, lo que siente y lo que piensa (y en este sentido, el texto en cuanto "pan-semiótico"), desde el enclave social de su participación (y desde ahí, el carácter de texto interpretado), cuando le confiere determinado significado a determinado fenómeno. Ésta es la materia prima semiótica que le permitirá explicar el significado del fenómeno al que se enfrenta. Puede afirmarse que todo lo demás es mera apariencia; apariencia de realidad y apariencia de verdad o de falsedad. La explicación del significado tendrá que partir del modo como el ser humano expresa cómo ese fenómeno ha entrado en su mundo de experiencia. Lo expresa enunciándolo y entra en su mundo interpretando los enunciados (pan-semióticos) de su aprendizaje. El enunciado que él produce y los enunciados aprendidos constituyen el corpus necesario para fundamentar cualquier investigación que pretenda explicar el significado atribuido a los fenómenos de su entorno.

 

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Voy a permitirme interpelar al lector para puntualizar y sugerir la específica reflexión sobre los aspectos que puedo considerar más conflictivos. A los fenómenos (aunque suele decirse, cuando se lo admite, "al significado de los fenómenos"; pero, ¿qué quedaría de los fenómenos si los privamos de su significado [de ese múltiple y hasta contradictorio significado que le atribuye determinada sociedad en determinado momento histórico]?) los construimos, o sea, les conferimos existencia ontológica, en definitiva, los construimos ontológicamente, al nombrarlos y al enunciarlos o representarlos. Elimino incisos: a los fenómenos les conferimos existencia ontológica al enunciarlos. ¿Hay acuerdo en esto? Excluyo lo óntico; lo que producimos es la existencia del fenómeno para el conocimiento. O sea, sólo se conoce lo enunciable (teniendo en cuenta que "lo enunciable" no equivale, sólo, a lo verbalizable, sino que abarca toda forma de enunciación semiótica, sea ésta mediante iconos, índices o símbolos; de dónde surge el "texto pan-semiótico").

Cuando queremos explicar por qué un fenómeno tiene, en determinado sector social de determinada sociedad y en determinado momento histórico, determinada(s) significación(es), necesitamos saber (1) de dónde procede(n) tal(es) significación(es) y (2) por qué se interpreta a los textos que las producen de determinada manera y no de otra. O sea, (1) ¿qué textos(1) crean determinado significado? (el significado que nos proponemos explicar como resultado de nuestra investigación); (2) ¿según qué otros textos(2) (o sea, cómo) se  interpreta a tales textos?  (de modo que se entienda producida esa u no otra significación); y, por supuesto, (3) ¿cómo recuperamos, diferenciamos y atribuimos su eficacia específica a los textos(1) y a los textos(2)?

Cuando decimos que hacemos semiótica, son éstas las tres preguntas básicas, a las que es indispensable responder, ya que son las que tienden a proporcionarnos la información básica de cuyo análisis surgirá nuestra explicación; o no habrá semiótica; o no habrá rigor; o no habrá investigación. ¿Hay acuerdo en esto?


 

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El tema que que acabo de plantear no pretende una incursión en el campo de la filosofía, sino terminar de perfilar una exigencia metodológica: ¿cuál es el corpus que se necesita para explicar la significación de determinado fenómeno? y ¿en qué consiste explicar la significación de determinado fenómeno?

1) Si bien todo interviene en el análisis que conduzca a la explicación del significado (o mejor, de los significados) que ostenta un determinado fenómeno social, considero importante diferenciar (ahora y al margen de otras diferencias que surjan ante otros problemas) entre los textos teóricos que proponen procesos y relaciones conceptuales para sistematizar las características del significado de determinado tipo de fenómenos y aquellos otros enunciados con los cuales los integrantes de determinada sociedad le atribuyen significado a un concreto fenómeno. El primero, en una investigación, constituye el contenido y el objeto de análisis y de selección del marco teórico; el segundo constituye el corpus propiamente dicho. La necesidad de separarlos radica en el diferente modo de intervención que exige cada uno de ellos. En el marco teórico se cumple una tarea de sistematización y fundamentación de constructos abstractos, y la presencia del investigador se manifiesta en la tarea de mostración, discusión y contraste acerca de las propuestas explicativas que, acerca del significado del fenómeno en estudio, van formulando los diversos autores que dicho investigador registra, y en la progresiva y fundamentada estructuración de su propio pensamiento al respecto, por contrastes con las registradas; pero, en la evaluación del marco teórico, no se enfoca al fenómeno concreto, sino a la categoría de fenómenos en la que el investigador considera incluible aquel al que se propone estudiar. En el corpus se registran todos los enunciados, detectados como vigentes en determinado momento de determinada sociedad, con los cuales se construye la significación de determinado fenómeno concreto. O sea, para explicar la significación de un fenómeno es necesario disponer de todas las teorías de racionalidad plausible en el ámbito académico y en el momento de la investigación, lo que constituye el marco teórico; pero, además, es también necesario disponer de todas las formas de enunciación, vigentes en determinada sociedad, que sobre tal fenómeno recaen en ese determinado momento de esa determinada sociedad, lo que constituye el corpus.

Aquí, específicamente, en cuanto corpus, se requiere un sentido amplio de "enunciación", tal que abarque cualquier posibilidad semiótica de referencia al fenómeno en estudio: no sólo palabras, sino también imágenes, exhibición de objetos y efectiva realización de comportamientos (de alguna manera ritualizados o ritualizables) que tengan como referente al fenómeno en cuestión, en el sentido de entidad del mundo proyectado desde la estructura conceptual del sujeto (y sociedad) que lo enuncia (Jackendoff, 1989: 121ss) como referente. Entonces, mientras en el marco teórico se selecciona, se discute, se modifica y se recompone el sistema de pensamiento (pertinente, por tanto, al ámbito de determinada disciplina científica) con el que va a enfocarse el conocimiento de determinada clase de fenómenos, en el corpus se interviene, se segmentan, se integran, se relacionan, se interpretan mutuamente los concretos textos pan-semióticos que se refieren a determinado(s) fenómeno(s), identificándolo(s), configurándolo(s), valorándolo(s), atribuyéndole(s) su carácter y su modalidad de existente(s) en ese determinado ámbito social. El universo abarcado por lo que entiendo como "corpus" incluye, por tanto, los textos que den cuenta de su modo de decirlo, de su modo de percibirlo, de su modo de manipularlo, de su modo de integrase en él, de su modo de sentirlo, en definitiva, de su modo de vivirlo. Pero cuidando de no comenzar por este final, construyendo textos acerca de la vivencia, que es ya un resumen de todos los modos precedentes de dar cuenta de él y que puede iniciar el camino de la metafísica o de la poesía, formas de conocimiento de la mayor importancia, pero que no son de las que estamos tratando aquí (salvo como textos acerca del fenómeno que se integrarán en el corpus, pero que, en cualquier caso, no son los que el investigador tiene como tarea construir, sino analizar). O sea, considero importante diferenciar adecuadamente los textos que construyen los contenidos (hipótesis explicativas y sus correspondientes propuestas de validación) del marco teórico, respecto de los textos que construyen los contenidos (los sentidos y los significados) del corpus, ya que requieren la realización de tareas cognitivas diferentes por parte del investigador, constituyendo problemáticas diferentes.

 

 2) Otro posible acceso a la comprensión del papel que le otorgo al corpus, en el desarrollo de una investigación, puede provenir de las respuestas que le vayamos dando a un conjunto de preguntas intuitivas que se habrán ido formulando en la imaginación de cada uno, mientras se leía cuanto antecede, y a las que cada uno atribuye, inevitablemente, una sonora respuesta mental; lo que haré ahora será, tan sólo, verbalizar mis propias respuestas, a modo de contraste con las del lector. Creo que, así, las mías permitirán fijar mi posición y, por aceptación o rechazo, la de quienes las lean:

 a) ¿no tienen los fenómenos sociales existencia previa a su interpretación, existencia que siempre será posterior a la enunciación de tal (alguna) interpretación? Así es; entendiendo la atribución de existencia ontológica como uno de los conocimientos posibles acerca de los fenómenos, conocimiento que se adquiere al interpretarlos. O sea, no hay conocimiento que no sea el resultado de la interacción con el contexto (o con el "mundo", en un sentido próximo a aquél en que lo usa Varela, F., 1992), y no hay, para el hombre, entidades existentes cognoscibles en tal contexto que no sean resultado de esa misma interacción.

 b) ¿es el texto el que le confiere existencia para el conocimiento al acto/fenómeno social? Así es; entendiendo la existencia como una de las cualidades del acto/fenómeno.

 c) ¿no es posible la existencia de fenómenos sociales sin su correspondiente interpretación y posterior otorgamiento de significado mediante la correspondiente enunciación en algún texto de alguna naturaleza semiótica? No, en cuanto existencia para el conocimiento.

 d) ¿no es acaso el fenómeno social condición previa y necesaria para su interpretación y significado? No. Después de haber aprendido a ( es decir, después de disponer de los enunciados que registran nuestra específica interacción con el entorno mediante la cual podemos) oír, ver, sentir, acerca de un determinado fenómeno, advertiremos, retroductivamente, la presencia del fenómeno, que no hubiera sido posible sin la percepción de la interpretación que le atribuye significado. O sea, la percepción de la existencia del fenómeno es una extensión posible del sistema conceptual del sujeto; nunca a la inversa. Para que pueda percibirse algo tiene que ser objeto semiótico, o sea, tiene que haber sido el referente de un enunciado semiótico.

 e) ¿cabe hablar de una única interpretación posible? ¿de un solo significado? Cada interpretación construye un significado. Lo difícil es imaginar una sociedad en la que exista un único enunciado, indefinidamente reiterado, construyendo una única interpretación de determinado fenómeno y, en consecuencia, un único significado para tal fenómeno. Hay que tener en cuenta que un determinado enunciado que circula en una determinada sociedad propone, en la intención comunicativa de su autor, una determinada interpretación para un determinado fenómeno; pero ese enunciado resulta capaz de recibir tantas interpretaciones como perceptores encuentre; entonces, el fenómeno recibirá tantas interpretaciones como interpretaciones reciba el enunciado que pretendió atribuirle, al fenómeno en estudio, una determinada interpretación. Además, habitualmente, son varios (o múltiples) los enunciados que, en un momento dado de una sociedad dada, circulan proponiendo su correspondiente interpretación al fenómeno en estudio.

 f) ¿no es posible que existan distintos significados posibles de acuerdo a los valores, entorno cultural, códigos, etc. manejados en la interpretación del fenómeno estudiado y qué ocurre en tal caso con la identidad de ese fenómeno? Por supuesto que sí. Existirán distintos significados, provenientes de distintas interpretaciones, provenientes de distintos grupos sociales, o de distintos sectores de un mismo grupo social, o resultantes de las contradicciones inherentes a un mismo sector de un mismo grupo social; pero, en cada caso, se estará construyendo un fenómeno social diferente: o sea, cuando creemos estar percibiendo un mismo fenómeno físico, porque compartimos su nombre o su designación, distintos sujetos percibimos fenómenos distintos, no siendo el mismo referente el identificado por las distintas interpretaciones de los enunciados que lo construyen. Algo semejante a lo que sugiere Wittgenstein (1958: 273) que sucede con la identificación de los colores; socialmente aprendido, el nombre del color y su uso deíctico es el mismo, pero nada asegura que lo construido neurológicamente (la interrelación del organismo y su mundo; la identidad ontológica) sea lo mismo.

 g) ¿la representación del acto/fenómeno social es condición previa a su propia manifestación? Repregunta: ¿qué diferencia se establece entre representación y manifestación? Si la "representación" es exterior al fenómeno, en cuanto construida por el enunciado que lo tiene como su objeto pero que no es el objeto, y manifestación es la manera posible de percibirlo, por supuesto que la representación determinará las características de su manifestación. [Todavía no hemos podido liberarnos de los efectos del discurso que construye la representación de la tierra como algo fijo y central, en torno a la cual gira todo lo demás, de modo tal que, a nivel coloquial, el amanecer y el ocaso se siguen manifestando como la salida del sol y la puesta del sol, respectivamente.] [Ojo, porque un tercer discurso que imponga científica y, en especial, socialmente, otra manera de representar a la tierra en su relación con el universo, puede hacernos ver, de una tercera manera (¿?), la manifestación del fenómeno que relaciona al sol con el horizonte.] [En este sentido afirmé antes la retroducción que recupera la presencia del fenómeno en función de la interpretación que le atribuye determinado significado.] [Se ve lo que se puede enunciar y tal como se lo puede enunciar (recordemos el carácter pan-semiótico que atribuyo al texto que construye tal enunciado).]

 h) ¿Con asertos de este tipo, no convertimos en especulación teórica toda interpretación posible de la realidad social? La "realidad social" no es "real", ni es "social", hasta que no está interpretada y no es más que aquello en lo que la interpretación la constituye. Y esto no es especulación teórica, sino un intento de explicación acerca de cómo se produce el conocimiento y de la pluralidad de tal conocimiento; al margen de la unicidad de lo óntico, da carácter exclusivamente metafísico. [El desafío consiste en encontrar una situación cognoscitiva en que queda falsado lo que vengo desarrollando].

 

 

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Continúo proponiendo algunas reflexiones acerca de esta contraposición entre enunciación y existencia, con afirmación de la precedencia de la enunciación respecto de la existencia ontológica de los fenómenos y no a la inversa. Todo ello es fundamental para comprender qué buscamos cuando estamos recopilando el corpus que contendrá la información con la que habrán de probarse las hipótesis capaces de explicar el problema constitutivo de una investigación determinada.

(α) "Desde la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta desaparecer tras los edificios."

A mi percepción, en este caso, la puedo considerar un objeto semiótico: algo respecto de lo cual sé lo que es y lo que ocurre porque le aplico un conjunto de textos pan-semióticos que he aprendido a interpretar y a utilizar para poder verlo, en cuanto, como dice David Marr (1982: 3), "¿Qué significa ver? ...Saber qué hay dónde, mirando". En mi memoria asociativa, se actualizan una serie de atractores que me permiten establecer la afinidad entre las imágenes que veo y otras imágenes con las que estoy familiarizado, que percibí históricamente. En mi estructura conceptual se asocian conceptos semánticos, percepciones visuales y (sin agotar componentes) experiencias kinésicas, que me permiten construir, con las percepciones que pude asimilar en esta situación, un referente proyectado que interpreto como para permitirme decir de él lo que escribí al comienzo de este punto (α). Sé lo que veo, porque lo sitúo como objeto actual de otras representaciones (en cuanto representámenes o signos) de las que ya tengo el hábito de interpretar y que, en esta situación, utilizo analógica y/o diferencialmente para interpretar mi percepción. No me interesa, ahora, ir más allá; mi percepción es como una pared o límite o punto de llegada. Lo percibido queda así caracterizado como objeto semiótico.

 (β) "Desde la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta desaparecer tras los edificios. Comprendo que finalizó el paro del personal aeronáutico."

Al haber añadido esta última tarea, la que me lleva a comprender que finalizó el paro del personal aeronáutico, he roto la pared; no me quedo en el límite o punto de llegada, sino que utilizo lo que percibo para inferir algo que no estoy percibiendo, pero que resulta inferido por mi percepción. Lo que veo ya no es (sólo) un objeto semiótico, sino que se constituye en signo de otra cosa a la que accedo como interpretación de la que percibo. O sea, lo que percibo queda, ahora, caracterizado como signo (y no ya como objeto semiótico).

¿Cómo puedo explicar el significado ("finalizó el paro del personal aeronáutico") atribuido al fenómeno social percibido ("desde la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta desaparecer entre los edificios")? Y es con plena intención que denomino "social" al fenómeno que acabo de describir.

Tendré que recopilar el corpus que, como investigador, considere necesario, para, mediante la aplicación, a tal corpus, de los instrumentos analíticos y contrastantes que seleccione y cuya eficacia describa, o sea, recorriendo explícitamente el proceso mediante el cual he interpretado las entidades componentes de dicho corpus, poder llegar a establecer la relación entre mi percepción ("desde la ventana de mi estudio, a lo lejos, veo pasar un avión, bastante bajo, que continúa bajando hasta desaparecer entre los edificios") y mi inferencia ("finalizó el paro del personal aeronáutico"). Tendré, por tanto, que demostrar que la interpretación de determinado corpus (la información sobre un paro de personal aeronáutico + la información actual o histórica acerca de lo que ocurre [o de lo que no ocurre] cuando se da ese tipo de paro + la información actual o histórica acerca de lo que ocurre [o de lo que no ocurre] cuando deja de darse ese tipo de paro) avala mi interpretación acerca de que lo que percibo es una representación con la que puedo construir el fenómeno que no percibo.

Como el objeto de un signo es eso otro ausente, que es diferente de la propia enunciación del signo (del significante saussureano y, mutatis mutandis, del representamen peirceano), quien interviene como intérprete tiene que saber relacionar lo que percibe del signo con su significado. Así interpretamos la totalidad de las entidades del entorno y su interrelación. Esto constituye el funcionamiento, consciente o inconsciente, de la filogenética y ya innata (para cuando la evolución llegó al homo sapiens) facultad semiótica; lo que no asegura que la operación semiótica efectivamente cumplida sea la que el sistema de enunciaciones posibles, disponibles en determinado momento y sociedad, aconseja aplicar, considerando a la relación afirmada como plausible; es decir, nada asegura que así se establezca, en su tiempo y sociedad, la relación entre lo percibido y el significado atribuido; o sea, que podemos equivocarnos.

Y a quien le cabe la tarea de explicar cómo y por qué algún intérprete puede construir ese significado a partir de lo que ese intérprete percibió, será al investigador que tiene que aportar los textos interpretacionales que establecen y/o justifican la relación entre lo percibido y lo inferido, debiendo dicho investigador demostrar que tales textos estaban efectivamente en conocimiento de tal intérprete (o bien, cuáles no estaban en su conocimiento, por lo que el significado que construye no se corresponde con el que está construyendo, ante fenómenos semejantes, el resto o determinada parte de la sociedad en la que convive). Trabajo específico de la disciplina semiótica, cuya utilización por el investigador se supone fundamentada en la apetencia de aceptabilidad de la explicación alcanzada por parte de la o las sociedades científicas que le son contemporáneas (plausibilidad de la explicación ofrecida y no necesariedad de verdad alguna).

 

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Las metáforas constituyen un instrumento de creación artística y también científica; esto último en especial cuando el lenguaje de la ciencia es inicial y necesita tomar préstamos de otras disciplinas (Andrew Ortony, 1979). Pero hay que reconocer que las metáforas también pueden ser una apariencia mendaz de respuesta satisfactoria, que puede ocultar una gran ignorancia o una neta actitud ideológica o un modo de eludir una laboriosa explicación y que considero que, cuando se da una de tales metáforas (de cuya responsabilidad nuestra jerga de semiólogos no está ausente), se hace presente uno de los aspectos que más perturban la calidad de las investigaciones en las ciencias sociales.

A mi parecer, eso es lo que ocurre con la expresión que, supuestamente, nos lanzaría la realidad: "hablan de mí", como el modo de hacerse presente un fenómeno a la atención del hombre. Esto, siempre a mi parecer, carece de todo sentido; voy a atender a aquello que me interese o que perturbe mi tranquilidad o que me cause placer o daño (dicho esto con plena conciencia de ese "me" y "mi" inexistente sin la correspondiente integración social), no como una exigencia (al conocimiento) de alguna entidad, sino como la interpretación (por el conocimiento) de un acontecer.

Suponer al fenómeno con algún significado en sí mismo (salvo el que le viene históricamente atribuido por las sociedades que lo han ido construyendo, transformando y eliminando, desde la vigencia [transitoria] de sus respectivos discursos) requiere la idea de un dios que se lo atribuya; pero salvo dios (para quien crea en dios) sólo el hombre (y en esos diversos grados y matices de función semiótica que, minando la soberbia de nuestra supremacía, bien podemos descubrir en los animales) puede conferirle un significado a los fenómenos de su entorno. Pero, mi opinión es falsable y, por tanto, científica: si puede aportarse un testimonio acerca de un significado que no haya sido puesto por el hombre, mi afirmación quedaría falsada; así como también la falsaría el aporte de un fenómeno subsistente tras haberle eliminado todos los significados posibles.

Por tanto, siempre desde mi punto de vista, sólo puede pensarse al fenómeno todavía no pensado como vacío de significado, lo que lo hace imposible de ser pensado. Si me siento agredido por el fenómeno (si siento frío o me quema una llama o resulto herido por una piedra que cae de lo alto) soy yo (y/o mis conciudadanos) quien(es) califica(n) (con peligrosa metáfora) al accidente de "agresión". Porque también es metáfora (y de las peligrosas) la personificación, mediante la sintaxis, de objetos o fenómenos enunciados como posibles sujetos de expresiones verbales que implican comportamientos humanos (por ejemplo, es una peligrosa metáfora decir "esta imagen representa el puesto de Buenos Aires"; las imágenes no representan ni significan; es el intérprete humano el que atribuye una determinada eficacia representativa a una imagen o quien construye una determinada significación a partir de la propuesta perceptual de determinada imagen [incluso más allá de la intención expresiva del eventual autor de tal imagen]; ver, en este mismo Manual de Metodología Semiótica: Juan Magariños de Morentin. "18. Lo que explica la semántica visual.").

Pero esa presencia del fenómeno, sólo se me impone si lo admito como objeto pensable, o sea, con la posibilidad (actual o histórica; e incluso futura, si mi lenguaje [semiosis] es creativo[a]) de ser enunciado; y que para entonces ya es social en la medida en que le atribuyo un significado. Por algo Peirce (pese a sus ambigüedades, en la consideración del "objeto dinámico") afirmaba que, para cuando llegamos a percibir algo, eso ya es signo, porque si no, no podríamos percibirlo ni, por tanto, comenzar a conocer su existencia. Porque no se puede conocer lo que todavía no tiene atribuido el significado de "existir", que es el menor e imprescindible significado que el ser humano debe comenzar por construir para poder hablar de "algo". 

 

LA RECOPILACIÓN DEL CORPUS  12

Tres breves comentarios:

 a) La lengua verbal perturba y las semiosis, en general, pervierten. ¿Habrá un modo de tomar contacto con los fenómenos que no esté traicionado por los instrumentos mediadores? ¿Entonces, (α) habrá una realidad verdadera, (β) un conocimiento inmediato del mundo y (γ) una información auténtica, en la que podemos confiar por su correspondencia con tal realidad y su capacidad para proporcionarnos un auténtico conocimiento? Si desconfiamos de las semiosis (entre ellas, de la palabra) es porque seguimos creyendo en el viejo mito positivista de que la verdad está en la realidad.

 b) El espacio que nos separa irremediablemente de la realidad es el lugar donde construimos nuestra humanidad.

 c) Las metáforas acerca de la realidad son los instrumentos creativos para identificar las entidades de todo tipo que si no fueran designadas por ellas, no existirían para nosotros. Su campo de manifestación es la poesía; y no hay poesía más que en la medida en que se transforma el leguaje coloquial para permitirnos descubrir lo oculto (o lo todavía inexistente). Ya dije (Magariños, 2006; ver, en este mismo Curso, el punto 21: La semiótica de los bordes) que Adán (metáfora del primer poeta de la humanidad), poniéndole nombre a las cosas (o sea, sustituyendo las cosas por sus nombres), las acotó, las identificó y las situó en la existencia para el conocimiento. Pero en la ciencia (salvo cuando balbucea) tiene muy poco que hacer el pensamiento metafórico; por lo general, tapa lo que no puede justificar y da brillo a las zonas oscuras del pensamiento riguroso. Ya sé que los semiólogos usamos metáforas; ¡y ahí está lo malo!; por lo menos desde la perspectiva de alguien (o sea, mía) que busca la posibilidad de desarrollar una semiótica (aburrida/rigurosa) cuya función básica sea la organización metodológica de la explicación del significado de los fenómenos del mundo (exterior e interior).

Actualizo el comentario de que todo esto no lo digo como un conjunto de proposiciones metafísicas, sino como un intento para fundamentar la recopilación del corpus que se necesita para llevar a su término a una determinada investigación. Habrá que establecer, ante cada texto/discurso/enunciado pan-semiótico, a qué se refiere, si propone la descripción de determinado fenómeno o si le atribuye algún valor o alguna eficacia ausente o no evidente, de dónde ha obtenido los recursos para conseguirlo, y quién y para qué lo utiliza, junto con otros muchos matices hacia cuyo desmenuzamiento trato de avanzar.

 

LA RECOPILACIÓN DEL CORPUS  13

 Lo que sigue son algunas notas, con las que pretendo consolidar la tarea de recopilación del corpus, esencial para toda investigación.

Recapitulando:

*Lo observado puede ser: objeto semiótico o signo.

*El objeto semiótico es lo que reconocemos porque ya ha sido semiotizado y cuando lo reconocemos tal como ha sido semiotizado.

*El signo es el instrumento para la semiotización de los objetos semióticos.

*Por ejemplo: un paisaje es un objeto semiótico; un jardín es un signo. Mi abuelo es un objeto semiótico; su fotografía es un signo. La Argentina es un objeto semiótico; un mapa de la Argentina es un signo; un libro de historia argentina es un signo; un estudio sobre política argentina es un signo; un folleto turístico es un signo; la Constitución Argentina es un signo; todos los tangos y cada uno de ellos son signos etc.

*Si algo no es un objeto semiótico, ni tampoco un signo, no estamos capacitados para percibirlo. El signo nos dice qué, cómo y con qué significado podemos percibir "algo". Nada preexiste al signo (o bien: sólo la nada preexiste al signo; o ni siquiera eso, porque aquí la nada ya tiene nombre, ya es un signo). Antes de comenzar a utilizar signos, el mundo no existía para el hombre, porque no había hombre.

*El objeto semiótico puede transformarse en signo; por ejemplo, el animismo de un árbol; el signo puede transformarse en objeto semiótico; por ejemplo, cuando paseo por el jardín, pensando en cómo voy a hablar de él en este Curso o, por ejemplo, cuando se lo enuncia desde algún metalenguaje: la visita al vivero para seleccionar determinado arbusto que le confiera un carácter "silvestre" a una parte de mi jardín; o, en otro ámbito, el análisis sintáctico de un poema; o las definiciones contextuales extraídas del discurso de un informante.

Podemos, en consecuencia, hablar de un primer nivel de corpus o "corpus 1": tales serían los textos (que ya son signos) que informan acerca del objeto semiótico; por ejemplo, tanto los enunciados construidos mediante determinados lenguajes simbólicos (la matemática, la lógica formal, las fórmulas de la química) utilizados predominantemente en las llamadas ciencias naturales, como, en el caso de las llamadas ciencias sociales, los enunciados verbales (o pictóricos, musicales, rituales, etc.) que registran la secuencia de transformaciones mediante las cuales se llega a determinado significado, en cuanto creación de un existente (eficacia poética), o en cuanto explicación de un concepto (eficacia analítica). Estos signos no son el objeto semiótico al que se refieren, pero lo configuran de un modo peculiar para el conocimiento y, sin ellos, no habría objeto semiótico ya que no sería identificable (diferenciable antientrópicamente).

El "corpus 1": -es "lenguaje objeto" (lo que no le confiere realidad alguna a tal objeto).

El "corpus 1": -no se superpone con la "realidad."

El "corpus 1": -no recupera lo que de real tiene la realidad (no pretende conocer la verdad; ni testimonia, tampoco, que la historia del conocimiento sea el camino que nos aparta del error y nos aproxima a la verdad).

El "corpus 1": -genera el espacio indispensable para que se constituya la humanidad.

 

Tránsito al "corpus 2"

[Utilizo el ejemplo del jardín. El jardín es ya semiosis (en cuanto texto construido con signos) que selecciona determinado o determinados significados atribuidos (mediante otros múltiples, concurrentes y heterogéneos discursos pan-semióticos) a paisajes (o panoramas), para reproducirlos con las peculiaridades que se destacan en el diseño de tal jardín; o sea, el jardín es un enunciado capaz de atribuir nuevos significados (antes inexistentes) a los paisajes (o panoramas). La descripción de un jardín es la descripción (por tanto, "corpus 2", en cuanto metalenguaje o metasemiosis) de un signo, el jardín, que es el "corpus 1" (en cuanto lenguaje objeto) de un objeto semiótico: el paisaje, cuyo significado (o mínimos aspectos de cuyo significado) el jardín pretende recuperar o constituir. Cabría realizar una investigación que tratase de explicar cuáles hayan sido (en determinado momento y cultura) los significados que se le vienen atribuyendo a los paisajes. Las hipotéticas explicaciones se comprobarían analizando e identificando los significados que la humanidad ha sido (o es) capaz de construir al diseñar los diversos jardines de sus diversa épocas y culturas. O sea, un jardín es un signo cuyo objeto es un paisaje; el paisaje es un objeto semiótico con determinada significación, que le viene atribuida (entre otros signos verbales, pictóricos, comportamentales, etc.) por un jardín que es, a estos efectos, su "corpus 1".]

 

Segundo nivel de corpus o "corpus 2": tales serían los textos, que ya son signos, ya bien metasemióticos (construidos con signos de la misma semiosis; de aquí la relación entre paisaje y jardín) o ya bien de un lenguaje exterior (construidos con signos de una semiosis diferente: tal la relación entre la representación pictórica de un jardín y el jardín; o su descripción verbal y el jardín tal como queda construido en esa descripción) que informan acerca del signo ( tomo esta diferencia entre metalenguaje y lenguaje exterior, que me ha resultado muy útil en múltiples oportunidades, de J. P. Desclès y Z. Guentcheva Desclès, 1977); o sea, constituyen una semiosis (texto, imagen, ritual [con objetos y/o comportamientos]) acerca de (que describen/interpretan) un "corpus 1", de modo tal que un metalenguaje, al igual que un lenguaje exterior:

 - recupera, o sea, permite o favorece la interpretación acerca de: (α) cómo se construyó el "corpus 1"; (β) de dónde provienen los términos, entidades, expresiones (o textos [verbales], configuraciones [visuales], disposiciones [de acciones u objetos]) utilizadas en su producción; (γ) qué alternativas se excluyeron; etc. (o sea, recupera la información acerca de qué acontecimientos semióticos han intervenido efectivamente, siendo la efectividad de esa intervención lo que una investigación deberá llegar a demostrar).

 - identifica el universo de posibilidades conceptuales ("la cultura", "la ideología", etc.) que se actualiza en tal "corpus 1".

 Por eso:

"corpus 1" →→→ intervengo en él; es el objeto de conocimiento. no se puede conocer un nivel más elemental.

 "corpus 2" →→→ intervengo con él; es el instrumento de conocimiento.

 "teoría" →→→ en determinado momento de determinada cultura, es el registro de todo aquello que el "corpus 2" permite explicar acerca del "corpus 1".

 "metodología" →→→ es el conjunto de las características operativas que, en determinado momento de determinada cultura, pueden identificarse como disponibles como "corpus 2" para intervenir en el "corpus 1".

Por eso: es fundamental, en una investigación, diferenciar las dos clases de corpus (1 y 2) y explicar la eficacia que, en determinado momento de determinada sociedad (o grupo social), tiene el corpus 2 para que el corpus 1 adquiera el sentido específico que proyecta sobre los referentes a los que construye.

 

(1) Este material proviene de los mensajes que envié a SEMIOTICIANS durante los meses de enero, febrero, marzo y abril de 2005. Otros miembros del Foro intervinieron con importantes comentarios y observaciones; quienes quieran acceder a la totalidad de los mensajes, tal como circularon en SEMIOTICIANS, con la identificación de sus respectivos autores, pueden hacerlo entrando en http://www.archivo-semiotica.com.ar/taller.html , desde el mensaje 19 del 9 de enero de 2005, hasta el mensaje 82 del 10 de abril de 2005.

 


 


 APÉNDICE

 

2. PREGUNTAR Y RESPONDER DESDE LA SEMIÓTICA

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

El tema general que estoy proponiendo es:

(1) qué le podemos preguntar a la semiótica

y (2) qué respuestas buscamos tras qué preguntas

 

Así que empiezo a construir algunas preguntas; pueden dárseles respuestas coincidentes o divergentes con la que yo propongo; o criticar la pregunta o sustituirla por otra que se considere más adecuada; esa será la elaboración reflexiva que propongo a mis lectores. El punto de partida consiste en la consideración de la semiótica como una metodología de investigación.

 

Cuando aplicamos la semiótica tratamos de sacar de ella sus mejores resultados.

¿Qué resultado se espera de la semiótica?

 

Supongamos que para aplicar la semiótica sea necesario que haya un problema que requiera explicación. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿es efectivamente necesario que haya un problema?; ¿qué es un problema?; ¿en qué clases de problemas interviene la semiótica?

 

Supongamos que, cuando identificamos un problema que pretendemos resolver, nos movemos en la dirección que nos señala la hipótesis que debería contener la explicación a tal problema. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿cuando se empieza a trabajar, es efectivamente necesario disponer de alguna hipótesis?; ¿qué es una hipótesis?; ¿qué clase de explicación semiótica proporciona una hipótesis?

 

Pero también: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿el trabajo semiótico consiste en explicar algo?; ¿qué es explicar?; ¿cuándo puede considerarse que algo está semióticamente explicado?

 

Supongamos que, cuando comenzamos a investigar, para tratar de resolver un problema, o sea, para tratar de comprobar la validez de la o las hipótesis que hemos formulado (conjeturalmente, como corresponde a una hipótesis), lo primero que haya que hacer sea identificar y recopilar el corpus de información cuyo contenido acredite que la explicación que propusimos para determinado problema sea efectivamente la que corresponde. Pero, desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿para probar una hipótesis es necesario recopilar información?; ¿qué es un corpus de información?; ¿cómo se establece el vínculo que permite asociar, semióticamente, determinado corpus de información con determinada hipótesis?

 

Supongamos que, después, haya que identificar, describir y justificar las operaciones metodológicas con las que se intervendrá en el corpus de información recuperado, proporcionando los análisis y las relaciones que satisfagan los requerimientos probatorios de las hipótesis. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿es necesario utilizar operaciones semióticas?; ¿qué es una operación semiótica?;  ¿existen en semiótica operaciones analíticas, operaciones sintéticas, operaciones contrastantes, y si sí, en qué consistirían unas y otras?

 

Supongamos que, con los resultados así obtenidos, se construyan los mundos semióticos posibles en los que el problema inicial encuentre su sentido y explicación. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿cada problema surge exclusivamente en un determinado mundo semiótico posible diferente y específico?; ¿qué es un mundo semiótico posible?; ¿cuál es la dependencia entre determinada explicación y determinado mundo semiótico en el que esa explicación es posible?

 

Supongamos que la explicación efectivamente comprobada permita identificar la significación vigente (o el conjunto de significados vigentes) de determinado fenómeno que, de ese modo, ha dejado de ser problemático. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿establecer la explicación de un fenómeno es lo que nos proporciona su significado?; ¿qué es, o en qué consiste el significado de un fenómeno?; ¿toda hipótesis, una vez comprobada, se convierte en el significado del fenómeno cuya problemática interpretación ha quedado resuelta?

 

Habría muchas más preguntas posibles. Pero, me ha interesado (1) seguir los pasos de un proyecto de investigación que es, desde mi perspectiva semiótica, el campo específico de aplicación de la semiótica como metodología; y (2) mostrar cómo la semiótica puede constituirse en un instrumento válido para conferirle rigor y adecuación a cualquier investigación que se desarrolle en el ámbito de cualquier disciplina, social o natural. o sea, continúo tratando de darle respuesta al interrogante más gratuito, superficial e imprescindible: ¿para qué sirve la semiótica?

 


 

 1

 

Me centro en la cuestión del problema.

 

Es un concepto bastante complejo para definirlo apresuradamente pero, como primera aproximación podríamos decir que el problema consiste en algo que admite alternativas o indeterminación al ser interpretado. O sea, el problema no está en el "algo" sino en su interpretación. Esto lo incluye en el ámbito operativo de la semiótica. Un acontecimiento no es un problema; el problema se origina cuando al interpretarlo surgen o se constata la vigencia, en determinado momento y sociedad, de interpretaciones, versiones, significados concurrentes y diferentes entre sí.

 

La semiótica se hace presente, en relación con el concepto de problema, en sus dos dimensiones: como facultad y como disciplina. Como facultad, en cuanto la interpretación de todo acontecimiento (existencial [la caída de un árbol], valorativo [la solidaridad] o conceptual [una señal caminera]) se produce mediante la formulación de uno o múltiples enunciados, construidos como actualización de esa facultad, a partir de alguna única semiosis o de varias semiosis simultáneamente. O sea, el problema surge cuando social o  individualmente algo se enuncia sin atribuirle unicidad, permitiendo interpretaciones alternativas que no pueden admitirse (desde un enfoque lógico, psicológico o social) como simultáneamente eficaces, lo que las constituye en problemáticas. La semiótica se hace presente como disciplina en cuanto la semiótica se propone dar cuenta, identificar y contrastar los enunciados que concurren para producir (y que, luego, permitirán explicar) esas interpretaciones alternativas o esa indeterminación en la interpretación que se manifiestan como el problema en estudio (lógico, psicológico o social).

 

Esto en lo que hace al papel de la semiótica en la identificación de determinado problema. ¿Si no hubiera problema, tendría sentido acudir a la semiótica? La semiótica como disciplina interviene cuando hay que explicar una situación de pluralidad de interpretaciones alternativas o indeterminadas. La semiótica como facultad puede utilizarse para producir un enunciado (con alguna clase de signos: iconos, índices o símbolos) que le atribuya una interpretación a un acontecimiento; interviene, por tanto, cuando no existe todavía problema. Pero esta situación no problemática concluye cuando ese enunciado está disponible, para un conjunto de intérpretes, junto a otro u otros enunciados, para optar entre un conjunto de interpretaciones posibles, simultáneamente alternativas o indeterminadas; entonces aparece el problema. Explicarlo será función de la disciplina semiótica, y no resolverlo, salvo la imposición autoritaria de uno de tales enunciados, lo que ya no es función de ninguna semiótica, ni como facultad, ni como disciplina) .

 

Y, con esto, apenas si ha comenzado el trabajo semiótico, ya que ahora vendrá la formulación de la hipótesis, que proponga determinada explicación para determinado problema; el registro del corpus que aportará la información necesaria para elaborar tal explicación; las operaciones semióticas con las que se intervendrá analíticamente en la información de ese corpus, para poder reconstruir las características del mundo semiótico posible en el cual se produce la interacción de las interpretaciones alternativas y/o indeterminadas que eliminan u obstaculizan la construcción de la significación del fenómeno que se propuso como objeto de conocimiento para el enfoque de la metodología semiótica.


 

2

 

Supongamos provisionalmente esbozada la respuesta al tema de la relación que puede establecerse entre la semiótica y el problema inherente a determinada investigación.

 

Corresponde continuar, ahora, desarrollado la respuesta al tema de la hipótesis tal como lo formulé en la Introducción: "supongamos que, cuando identificamos un problema que pretendemos resolver, nos movemos en la dirección que nos señala la hipótesis que debería contener la explicación a tal problema. Pero: desde la perspectiva del trabajo semiótico: ¿cuando se empieza a trabajar, es efectivamente necesario disponer de alguna hipótesis?; ¿qué es una hipótesis?; ¿qué clase de explicación semiótica proporciona una hipótesis?"

 

Con frecuencia se omite la exigencia de enunciar alguna hipótesis, en los formularios de la proyectos de investigación de las universidades. Hay tres perspectivas desde las que se procura justificar esta omisión:

 

(1) la exigencia de enunciar alguna hipótesis endurecería la investigación, dificultándola innecesariamente ya que puede ocurrir que sea posible enunciar los objetivos que se proponen como resultado de la investigación, sin que sea necesario que, desde el comienzo, se anticipe una explicación de un problema que, todavía, puede no estar claramente identificado. O sea, el concepto de objetivos de una investigación sustituye a la enunciación del problema y de la hipótesis. Resulta curioso que se admita que una acción puede tener objetivos, sin necesidad de establecer las razones que hacen necesario alcanzarlos.

 

(2) La exigencia de enunciar alguna hipótesis implicaría una "petición de principio", puesto que, si ya se conoce cuál es la explicación posible, no es necesario identificar un problema que ya estaría resuelto. Aquí lo posible se lo equipara con lo necesario; transformación, no obstante, que, caso de tener éxito, resultará del específico trabajo de investigación.

 

(3) Con frecuencia el objetivo de una investigación consiste en proponer o realizar una modificación que mejore algo en el contexto social o en su interpretación. Aquí, como objetivo, se supone la eficacia de un cambio beneficiosos que no existiría hasta que la investigación termine y que, una vez realizado se supone que su efecto eliminaría algo que se considera perjudicial. En este supuesto, la eficacia atribuida al objetivo se fundamenta en una compleja valoración ideológica de determinada situación: (i) existe algo que es perjudicial; y/o (ii) algo ocurre de un modo que se considera perjudicial; (iii) no existe algo que sería beneficioso que existiera; y/o (iv) no ocurre algo del modo como sería beneficioso que ocurriera; (v) se trata de transformar lo perjudicial en beneficioso.

 

La necesidad de disponer de alguna hipótesis, cuando se comienza una investigación, aparte de lo que surge "a contrario sensu" de los 3 puntos anteriores, se fundamenta en la necesidad de disponer de alguna o de algunas pautas que establezcan, tentativamente, qué información conducirá a qué explicación de qué problema.

 

O sea, lo que la hipótesis formula es una explicación posible de algo que ha sido considerado un problema. Nada es necesario, pero si se admite provisionalmente que algo es un problema, y se admite provisionalmente que algo lo explicaría, el investigador puede suponer que existe alguna información con cuya interpretación se podría construir la explicación del problema en estudio. Y ya la investigación ha quedado capturada por la metodología semiótica.

 

Una hipótesis se prueba haciéndola corresponder con una interpretación posible de determinada información; interpretación que, fundada en la racionalidad vigente (en un determinado tiempo y comunidad), permitiría comprender la indeterminación o las alternativas del significado atribuido (en ese tiempo y comunidad) a un mismo y determinado fenómeno social.

 

Dicho otra vez de otra manera, la información tiene el carácter de corpus de textos semióticos (íconos, índices, símbolos o su combinatoria) cuyo análisis permitirá recuperar las interpretaciones posibles atribuibles, desde tales textos semióticos, al fenómeno en estudio, y reconstruir, así, cada uno de los diversos mundos semióticos posibles donde cada una de tales interpretaciones posibles adquiere vigencia (o sea, donde se la utiliza). Para saber qué información, que sea conducente para la elaboración de tales interpretaciones, hay que registrar, es necesario disponer de una hipótesis donde se hayan enunciado abductivamente las interpretaciones posibles para cuya producción será necesaria esa información.

 

Las hipótesis, por tanto, anticipan las interpretaciones para obtener las cuales el investigador deberá recopilar la información que, analizada con las operaciones semióticas pertinentes, conduzca efectivamente a la configuración de aquellas interpretaciones abductivamente propuestas (en cuanto emergentes intuitivamente, pero comprobables empíricamente).


 3

 

En inmediata vinculación con el tema de la hipótesis, tal como lo vengo proponiendo, está el de la explicación.

 

Formular una hipótesis, con respecto a determinado problema, consiste en proponer una explicación que lo resuelva y ésta es una tarea caracterizada como abductiva, o sea, es resultado de la experiencia y producto del sistema valorativo del que la formula. Por eso, para resolver un problema no es suficiente con formular una hipótesis que lo explique.

 

Resolver un problema requiere demostrar que la explicación propuesta en la hipótesis es válida. Y esto, a su vez, consiste, no en pretender probar que así ocurre, en la realidad de los fenómenos, sino en desplegar o en hacer evidentes la efectiva vigencia de las posibilidades interpretativas que producen la indeterminación o de las que provienen las alternativas contradictorias que se le atribuyen al enunciado constituyéndolo en problemático. Ésta: demostrar que una explicación es válida, es una tarea que consiste en mostrar que los discursos, vigentes en determinado momento de determinada sociedad, contienen los enunciados con los que se construyen los significados indeterminados o contradictorios (puesto que se los considera problemáticos) atribuibles a determinado fenómeno, y en mostrar los mundos semióticos posibles que implican o se requieren para que, en su ámbito lógico, psicológico y político, tales enunciados adquieran eficacia semántica, o sea, sean aceptados como interpretaciones posibles.

 

Esto requiere admitir que no hay fenómenos problemáticos; hay enunciados problemáticos acerca de fenómenos. Lo que no excluye que se conozcan fenómenos políticamente incorrectos o aberrantes. en definitiva, lo que se explica no es el fenómeno sino los enunciados que le atribuyen significado.

 

Como semiólogos, tenemos que saber (1) cómo identificar los enunciados que resultarán pertinentes para producir la explicación propuesta por la hipótesis, o sea, cómo registraremos la información que constituirá el corpus, y también tenemos que saber (2) cómo los interpretaremos, o sea, cuáles habrán de ser las operaciones semióticas a las que someteremos ese corpus de información, como para poder afirmar que con ellos se reconstruye la hipótesis con la que se explica efectivamente un problema. lo que "demostraría" (o sea, se establecería como posible) que los enunciados circulan efectivamente en determinada sociedad y que con ellos se construyen las significaciones conflictivas identificadas como problema.

 

En definitiva, a partir de los mundos semióticos posibles entre los que, por eficacia de las operaciones analíticas y constructivas aplicadas, se distribuye y sistematiza la información registrada, tenemos que poder materializar los textos correspondientes a los diversos significados construidos por el conjunto de enunciados vigentes en determinado momento de determinada comunidad, que le confieren entidad ontológica (o sea, le atribuyen existencia para el conocimiento) a un determinado fenómeno. Cada mundo semiótico posible constituye un ámbito interpretativo inferible a partir de un conjunto de discursos vigentes y excluye a otros, cuyo conjunto construirá otra determinada interpretación, la que permitirá inferir la vigencia de otro determinado mundo semiótico posible sincrónico con el anterior o anteriores y de cuyo conjunto provendrá la posibilidad de la circulación de tales discursos en una misma comunidad. La mostración y evidencia de la coexistencia de esta sincronía de diferencias y hasta de contradicciones explicará el problema (lo que no implica resolverlo).

 


 4

 

Desde el principio de este Apéndice, vengo reflexionando sobre los temas que iban surgiendo a partir de un par de cuestiones que me parecían relevantes para comprender la función central de la semiótica como metodología. Eran: (1) ¿qué le podemos preguntar a la semiótica? y (2) ¿qué respuestas buscamos tras qué preguntas? Aprovecho para resumir lo planteado hasta el momento.

 

Y lo primero que fue apareciendo fue el proceso constitutivo del trabajo de investigación, cuando se utiliza metodología semiótica, con sus preguntas posibles y sus respuestas deseadas, lo que requiere: (1) identificar un problema inherente al significado o conjunto de significados contrapuestos que se le atribuyen a determinado fenómeno en determinado momento de determinada sociedad; (2) enunciar las hipótesis con las que se pretende explicar el porqué de la vigencia sincrónica de las alternativas relativas a tal significado o significados; (3) comprender qué se busca cuando se habla de explicar; (4) recopilar el corpus de información necesario para fundamentar la validez explicativa de la o las hipótesis enunciadas; (5) identificar, definir y describir cuáles son y cómo funcionan las operaciones semióticas con las que resultará conveniente intervenir en el corpus recopilado, de modo que se alcance o se excluya o se formule de modo diferente la explicación propuesta en las hipótesis; (6) construir los mundos semióticos posibles en cada uno de los cuales el problema inicialmente identificado desaparecería por la coherencia interna de cada interpretación atribuida al fenómeno en estudio, pero entre todos los cuales se daría la presencia simultánea de interpretaciones alternativas, indeterminadas o contradictorias, que constituirían el carácter plural y dialéctico de la sociedad en la que tienen vigencia; y (7) comprender el significado del fenómeno en estudio como el resultado contrastante, en cuanto semánticamente diferencial, de las interpretaciones que recibe dicho fenómeno en un determinado momento de una determinada sociedad.

 

Había llegado a esbozar algunas ideas en torno a las preguntas y respuestas relativas a los temas (1) del problema, (2) de las hipótesis, y (3) de la explicación.

 

Con conciencia de todo lo que todavía falta por desarrollar en lo desarrollado, correspondería, ahora, ir entrando en el 4º tema: el relativo a la recopilación del corpus de la información necesaria para fundamentar la validez explicativa de la o las hipótesis enunciadas. Pero es lo que he desarrollado en el Apéndice anterior (SOBRE EL CORPUS), recuperando y actualizando un tema al que, en SEMIOTICIANS, se le han dedicado unos 60 mensajes en los cuatro primeros meses del 2005 ( se puede recuperar entrando a: http://www.archivo-semiotica.com.ar/taller.html , y leyendo a partir del mensaje 5404). Es mucho lo que entre todos hemos dicho y por el momento me atengo a ello.

 

 

[1] Aconsejo completar este esquema con mi “Esbozo semiótico para una metodología de base en ciencias sociales” (Magariños de Morentin, 1996: 247-300; y también, en esta misma página, se lo puede encontrar, en el ÍNDICE, en el listado de TRABAJOS PROPIOS).

[2] "Un problema se especifica proporcionando sus condiciones iniciales y los objetivos que deben alcanzarse. Una solución de problema es un conjunto de pasos, simulados o efectivamente realizados, que conducen desde las condiciones iniciales al objetivo." (ver Thagard, Paul, 1993; p. 45)

[3] Teniendo en cuenta, por ejemplo, la ecléctica posición de Paul Feyerabend (1974).

 

 

REFERENCIAS

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MAGARIÑOS DE MORENTIN, Juan (1996). Los fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica. Buenos Aires: Edicial.

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